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BIOGRAFIA LUCY SHAPIRO

Orígenes
Lucy Shapiro nació el 16 de julio de 1940, en la ciudad de Nueva York, siendo hija de una familia
judía de emigrantes ucranianos.  En su breve autobiografía publicada en 2012, la investigadora
explica este cambio apuntando que «a pesar de que mi currículo estaba claramente dirigido al
arte, un gran profesor de biología, Mr. Mirelman, me introdujo en la belleza del mundo vivo».

Shapiro narra que su primer paso fue matricularse en un curso de Química Orgánica, sobre todo
por sus prácticas de laboratorio.  «Probablemente fue uno de los momentos más decisivos de mi
vida […]. La química orgánica era como estar expuesta a la cosa más bonita que nunca antes había
visto […]. Fue una experiencia trasformadora, y me enamoré de la claridad y la elegancia del
mundo de la química.»

En 1966, Shapiro leyó su tesis doctoral, la cual trataba sobre el mecanismo enzimático de la
síntesis del ARN dirigida por el ARN; en ella describiría por primera vez la ARN polimerasa
dependiente del ARN, un enzima presente en los virus de ARN que les permite replicar su genoma.
A lo largo de esta investigación detalla que «se despertó mi pasión por el pensamiento crítico, el
rigor y el amor por los experimentos bellos».

Poco después, la joven doctora se incorporaría como profesora ayudante al Departamento de


Biología Molecular de la Facultad de Medicina (Department of Molecular Biology, Albert Einstein
College of Medicine). En su autobiografía, Lucy Shapiro aclara, en relación a sus reflexiones
iniciales que «a lo largo de mi formación como bioquímica había sentido constantes dudas sobre si
las reacciones caracterizadas in vitro, esto es, dentro de un tubo de ensayo en el laboratorio,
reflejaban realmente lo que ocurría en el interior de la una célula viva». «deseaba saber cómo la
información codificada en la molécula de ADN es de alguna manera interpretada para construir
organismos como tú o como yo que ocupamos un espacio en tres dimensiones». Los extractos
celulares, razonaba Shapiro, carecen de la estructura tridimensional de las partes vivas de las que
se han obtenido. Básicamente, su preocupación giraba en torno a que «el estudio de cada pieza
celular de forma separada, no podrá arrojar luz sobre cómo funcionaba el sistema completo.»

Cuando empezó a diseñar su programa, la joven investigadora tenía clara la existencia de


mecanismos reguladores que controlan el ciclo de vida celular, esto es, la sucesión de
etapas por la que transcurre la vida de una célula. Lo que buscaba era un organismo
unicelular que, después de dividirse, generara dos células hijas diferentes entre sí, pese a
contener la misma información genética; es decir, ambas heredan el mismo genoma, pero lo
leen de manera diferente.

centré mi interés en la bacteria acuática Caulobacter crescentus, porque exhibía un ciclo


celular dimórfico. Tras la división de la célula original en dos, una de las hijas, idéntica a la
original, presenta en uno de sus polos un tallo que le permite fijarse al suelo, mientras que
la otra posee un flagelo con el que puede nadar. Se trataba de un dimorfismo fácilmente
observable.
Pese al rechazo inicial de su director de tesis, Shapiro no se desalentó, pues continuó con su
decisión de trabajar con Caulobacter. El transcurso del tiempo terminó dando la razón a su
elección.  La emprendedora científica logró demostrar que realmente se trataba de una
bacteria valiosa, sobre todo debido a que los cambios detectados en su morfología estaban
integrados en la progresión del ciclo celular. 

Descifrando la biología bacteriana


Al estudiar con minuciosidad a Caulobacter, Shapiro detectó que después de la división
celular, la hija que tenía tallo permanecía fija y comenzaba el ciclo celular otra vez,
mientras que la poseedora de un flagelo nadaba y mostraba un bloqueo de las actividades
relacionadas con la división celular hasta que en sus desplazamientos encontraba un nuevo
lugar; entonces reemplazaba su flagelo por un tallo fijándose al sustrato.

Tras diversos experimentos y observaciones, la perspicaz investigadora fue descubriendo la


existencia de una maquinaria celular con capacidad para controlar las tareas requeridas en
cada punto del ciclo de vida celular. Dicho de otra forma, el ciclo de vida de esta bacteria
era el resultado de una precisa coordinación de múltiples acontecimientos bioquímicos y
morfológicos, tanto en el tiempo como en el espacio. Y lo más novedoso, cada una de las
etapas de ese ciclo dependían de la expresión y funcionamiento de un conjunto concreto de
genes.

Diseñé una aproximación para comprender de qué manera una bacteria relativamente
simple funciona como una red de trabajo integrada, incluyendo un circuito genético que
coordina sus actividades espacial y temporalmente».

Para cumplir tal objetivo, la científica ha explicado que necesitaba analizar la célula
completa: «Me di cuenta de que no podría estudiar simplemente cada uno de los
acontecimientos sin comprender cómo impactan unos en otros. Resultaba claro que la
célula estaba integrada en un sistema operativo, y para mí, este fue el comienzo del
significado de los sistemas biológicos.»

La estancia en California genera vigorosos frutos


En 1989, Lucy Shapiro se trasladó a la Universidad de Stanford (Stanford University
School of Medicine) con el fin de establecer un nuevo Departamento de Biología
Molecular.

Muy pronto, los resultados procedentes del laboratorio de Shapiro generarían un cambio
significativo en la manera en que la ciencia convencional consideraba la capacidad de
organización de las células bacterianas. De los estudios de la investigadora y su equipo
empezaban a emerger una serie de novedades que revelaban la existencia, sospechada con
anterioridad, de una compleja red bioquímica capaz de controlar y organizar la ubicación de
los componentes celulares de Caulobacter en lugares específicos y en momentos concretos.
ella y su equipo, utilizando la tecnología emergente, lograron sacar a la luz algunos
aspectos de la genética subyacentes al ciclo de vida de Caulobacter. En palabras de la
experta, «comprobamos que procesos diferentes que habíamos estado estudiando como si
fueran compartimentos individuales, en realidad estaban conectados entre sí por ciertos
genes comunes; esto era verdadera “bioquímica in vivo

Lucy Shapiro ha recibido un elevado número de premios y reconocimientos por parte de la


comunidad científica, tanto de su país como a nivel internacional. No solo se han valorado
sus excelentes descubrimientos sobre los mecanismos que permiten que una célula
bacteriana funcione como una red integrada de trabajo, lo que también ha iluminado a la
biología del desarrollo de organismos más complejos. Asimismo, ha visto altamente
reconocida su loable amplitud de criterio al potenciar la colaboración interdisciplinar entre
dos equipos de investigación de ámbitos distintos.

Dentro del entorno de la biología feminista, sus magníficos resultados han contribuido,
como con otras destacadas expertas, a demostrar las brillantes aportaciones a la ciencia que
han hecho y siguen haciendo las mujeres investigadoras bien formadas y con oportunidades
para incorporarse plenamente a la vida académica.

En el año 2013, la experta en biología del desarrollo (developmental biologist) y profesora


de la Universidad de Stanford, Lucy Shapiro, recibía uno de los reconocimientos científicos
más importantes de los Estados Unidos, la Medalla Nacional de la Ciencia (National
Medal of Science), de manos del Presidente por sus extraordinarios descubrimientos sobre
el ciclo de vida celular de las bacterias. Los resultados alcanzados por esta notable
científica han abierto un nuevo y fructífero campo de investigación, llegando tan lejos
como para comprender mejor la función de las células madre de los animales y las plantas
(células que conservan la capacidad de dividirse y generar prácticamente cualquier tipo de
célula del cuerpo), así como la manera en que se genera la enorme diversidad biológica de
nuestro planeta.

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