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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA

ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE


EQUIPOS DE APS
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS

TEMA 1: EPIDEMIOLOGIA Y CLASIFICACIÓN DE LOS


TRASTORNOS ALIMENTARIOS

“En el colegio nos hablan de los trastornos alimentarios, en las clases de Educación Física
teórica si mal no recuerdo. Y no se habla más del tema. Nos muestran la típica foto de una
niña a la que se le ven todos los huesos, y que al mirarse al espejo se ve obesa. Eso es todo.
Y yo siempre pensé que la anorexia era solo eso, alguien que se siente gorda pero que en
realidad está muy, muy flaca. Pero todo es muy diferente… No se te tienen que ver los huesos
para ser anoréxica, es algo mucho más profundo, es un pánico a engordar, inmensa
insatisfacción con tu cuerpo y ver a la comida como tu peor enemigo…Uno se mete en un
hoyo oscuro, en donde lo único que importa es ser flaca, tu vida depende de eso”.

“(Una familiar que tenía este problema) empezó a contarme que estaba comiendo muy
poco, que estaba todo el día preocupada de las comidas, de qué iba y qué no iba a comer,
estaba con el corazón débil, por lo tanto, tenía las pulsaciones muy bajas, no le llegaba la
regla hace meses y pasaba mucho frío en el día a día. Mientras ella hablaba, las lágrimas
corrían por mis cachetes. En ese momento me di cuenta que estaba pasando por lo mismo
y que necesitaba ayuda inmediata”.

(Extracto testimonio “Un monstruo en mi cabeza” publicado en Revista Paula, 9/11/17,


http://ow.ly/ERpe30gtBYi)

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS

INTRODUCCIÓN

Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), ahora descritos en la nueva clasificación


del Manual Diagnóstico y Estadístico de Enfermedades Mentales (DSM-5, American
Psychiatric Association, 2013) como Trastornos Alimentarios o de la Ingestión de Alimentos,
han sido descritos como “alteraciones persistentes de la conducta alimentaria o de la
conducta orientada a controlar el peso, que interfieren significativamente la salud física o
el funcionamiento psicosocial” de quienes los padecen (Fairburn & Walsh, 2002 en National
Institute for Health Excellence (NICE), 2017, p.18). Son enfermedades de salud mental muy
serias, multicausadas y afectan principalmente, aunque no en forma exclusiva, a
adolescentes y a mujeres jóvenes, lo que las hace devastadoras para su desarrollo
saludable, con graves consecuencias para su futuro. Es por esto, que se refuerza la
importancia de la detección y tratamiento tempranos, elementos esenciales para mejorar
el pronóstico y lograr una recuperación lo más plena posible (Gaete, López y Matamala,
2012; Schmidt et al., 2016).
Sin embargo, con frecuencia su diagnóstico se retrasa, pues quienes los sufren tienden a
esconderlos debido a su escasa conciencia de enfermedad y motivación al cambio. Por lo
mismo, en vez de solicitar directamente tratamiento a especialistas en el manejo de estas
patologías, con frecuencia consultan (o son llevados por sus padres) a profesionales no
especialistas y por problemas secundarios (sobrepeso, alteraciones menstruales,
constipación, etc.), quienes corren el riesgo de pasar por alto el problema de fondo,
agravando involuntariamente su curso. Esto último se ve facilitado por la falta de
capacitación sobre el tema entre los profesionales de salud, que se explica principalmente
por la baja prevalencia que estas enfermedades tenían hasta hace no mucho tiempo atrás.
Debido al constante aumento de los TCA en las últimas décadas y a las consideraciones
previas, hoy resulta importante que los profesionales no especialistas en el tema (de APS y
otros), se familiaricen con estas patologías y el rol que les compete en su prevención,
detección y manejo.

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TIPOS DE TRASTORNOS ALIMENTARIOS

Actualmente, existen dos importantes sistemas internacionales de clasificación para


trastornos de salud mental: el DSM-5, la quinta versión del Manual Diagnóstico y Estadístico
de los Trastornos Mentales publicada en mayo del 2013 (American Psychiatric Association,
2013), y el CIE-10, la décima versión de la Clasificación Internacional de Enfermedades
(Organización Mundial de la Salud, 2003).
EL DSM-5 avanzó en forma importante en subsanar las dificultades que se presentaban al
intentar aplicar los criterios diagnósticos de TCA de la versión anterior al grupo etario de
niños y adolescentes. Los problemas en materia diagnóstica consistían en que muchas veces
la presentación clínica de niños y adolescentes no alcanzaba a cumplir los criterios
diagnósticos para los trastornos principales (anorexia o bulimia nerviosa), o no eran posibles
de evaluar en etapas tempranas de la adolescencia, dadas las características del desarrollo
físico y cognitivo de los pacientes (por ej. los adolescentes no expresaban “distorsión de la
imagen corporal”, aceptando que estaban delgadas pero aún así rechazaban comer). Como
consecuencia, la mayoría de los jóvenes con TCA recibían el diagnóstico de Trastornos no
especificados de la conducta alimentaria, la categoría “residual”, corriéndose el riesgo de
restarles importancia y con ello, favorecer el que no recibieran un tratamiento adecuado.
En el DSM-5 se realizó un cambio estructural y fundamental, integrando en una misma
categoría, llamada “Trastornos Alimentarios y de la Ingestión de Alimentos”, a los
tradicionales “Trastornos de la Conducta Alimentaria” y los “Trastornos de la Alimentación
Usualmente Diagnosticados por Primera Vez en la Infancia, Niñez y la Adolescencia” del
DSM-IV-TR. Así, todos los trastornos de salud mental relacionados con la conducta
alimentaria a lo largo de la vida, quedaron reunidos bajo una misma gran categoría.
Además, rebajó la frecuencia de síntomas requeridos para algunos diagnósticos, eliminó el
criterio de amenorrea para anorexia nerviosa, y añadió equivalentes conductuales a
criterios antes descritos como percepciones o actitudes difíciles de evaluar en poblaciones
jóvenes.
La nueva clasificación de los Trastornos Alimentarios y de la Ingestión de Alimentos, es la
siguiente:
- Pica
- Trastorno de rumiación
- Trastorno del comer evitativo/restrictivo
- Anorexia nerviosa (AN)
- Bulimia nerviosa (BN)
- Trastorno por Atracón
- Otros trastornos alimentarios y de la ingestión de alimentos especificados: AN
atípica, BN subclínica, Trastorno por Atracón subclínico, Trastorno Purgativo,
Sindrome de la ingesta nocturna de alimentos.
- Trastornos alimentarios y de la ingestión de alimentos no especificados (aquellos
que no cumplen todos los criterios de ninguna de las categorías diagnósticas

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anteriores o casos en los cuales la información con que se cuenta en el momento es
insuficiente).

A continuación, se describen los criterios diagnósticos para los TCA más frecuentes en la
adolescencia de acuerdo al DSM-5 (APA, 2013).

Anorexia Nerviosa
Los criterios diagnósticos para AN son los siguientes:
A. Restricción de a ingesta energética en relación con las necesidades, que conduce a
un peso corporal significativamente bajo con relación a la edad, el sexo, el curso de
desarrollo y la salud física. Peso significativamente bajo se define como un peso que
es inferior al mínimo normal o, en niños y adolescentes, inferior al mínimo esperado.
B. Miedo intenso a ganar peso o a engordar. O comportamiento persistente que
interfiere en el aumento de peso, incluso con un peso significativamente bajo.
C. Alteración en la forma en que uno mismo percibe su propio peso o constitución.
Influencia impropia del peso o la constitución corporal en la autoevaluación, o falta
persistente de reconocimiento de la gravedad del peso corporal bajo actual.

El DSM-5, distingue dos subtipos de anorexia:


Tipo Restrictivo: El individuo no ha incurrido en episodios recurrentes de atracones o
conductas purgativas (por ej., vómitos autoinducidos, abuso de laxantes, diuréticos o
enemas) durante los últimos tres meses.
En esta categoría se encuentran las y los jóvenes cuyos métodos para controlar o bajar el
peso son principalmente la restricción alimentaria y/o ejercicio excesivo (métodos no
purgativos)
Tipo Compulsivo/Purgativo: El individuo ha incurrido en episodios recurrentes de atracones
o conductas purgativas (por ej., vómitos autoinducidos, abuso de laxantes, diuréticos o
enemas) durante los últimos tres meses.
Es importante destacar que los episodios de atracones en el caso de la AN, por lo general
no alcanzan la magnitud de los atracones en la BN, aunque son vividos con extrema
sensación de descontrol.

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Bulimia Nerviosa
De acuerdo al DSM-5, los criterios para el diagnóstico de BN son:
A. Episodios recurrentes de atracones. Un episodio de atracón se caracteriza por los
dos hechos siguientes:
1. Ingestión, en un período determinado (por ejemplo, dentro de un período
cualquiera de dos horas), de una cantidad de alimentarios que es claramente
superiora a la que la mayoría de las personas ingerirían en un período similar
en circunstancias parecidas.
2. Sensación de falta de control sobre lo que se ingiere durante el episodio (por
ejemplo, sensación de que no se puede para de comer o controlar o que se
ingiere o la cantidad de lo que se ingiere)
B. Comportamientos compensatorios inapropiados recurrentes para evitar el aumento
de peso, como el vómito autoprovocado, el uso incorrecto de laxantes, diuréticos u
otros medicamentos, el ayuno o el ejercicio excesivo.
C. Los atracones y los
comportamientos compensatorios
inapropiados se producen de
promedio, al menos una vez a la
semana durante tres meses.
D. La autoevaluación se ve
indebidamente influida por la
constitución y el peso corporal.
E. La alteración no se produce
exclusivamente durante los
episodios de anorexia nervosa.

Trastorno por Atracón


La incorporación de este diagnóstico como categoría independiente ocurre sólo a partir del
DSM-5, y se fundamenta en su alta prevalencia y su clara distinción de otras formas de TCA
y de la obesidad.
Los criterios son:
A. Episodios recurrentes de atracones (ver criterio A para BN).
B. Los episodios de atracones se asocian a tres (o más) de los hechos siguientes:
1. Comer mucho más rápidamente de lo normal
2. Comer hasta sentirse desagradablemente lleno
3. Comer grandes cantidades de alimentos cuando no se siente hambre
físicamente
4. Comer solo debido a la vergüenza que se siente por la cantidad que se ingiere
5. Sentirse luego a disgusto con uno mismo, deprimido o muy avergonzado.

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6. Episodios recurrentes de atracones (ver criterio A para BN).
C. Malestar intenso respecto a los atracones
D. Los atracones se producen, de promedio, al menos una vez a la semana durante tres
meses.
E. El atracón no se asocia a la presencia recurrente de un comportamiento
compensatorio inapropiado como en la BN y no se produce exclusivamente en el
curso de la BN o la AN.

Trastornos de Evitación / Restricción de la Ingestión de Alimentos


Otro trastorno que resulta por relevante destacar por
su prevalente presentación en niños y adolescentes, es
el Trastorno de Evitación / Restricción de la Ingestión
de Alimentos. Este corresponde también a uno de los
“nuevos” trastornos alimentarios introducidos en el
DSM-5. Típicamente se inician en la infancia y
adolescencia, pero suelen persistir hasta la vida adulta.
A diferencia de los TCA clásicamente descritos por la
literatura, los niños y adolescentes que tienen este
trastorno no presentan preocupación de por su imagen
corporal ni por su peso, aunque su conducta
alimentaria conduce, al igual que la AN, a una ingesta
nutricional insuficiente (Nicely, Lane-Loney, Masciulli, Hollenbeak y Ornstein, 2014;
Strandjord, Sieke, Richmond y Rome, 2015).

Los criterios establecidos por el DSM-5 para esta categoría son:


A. Trastorno de la conducta alimentaria y de la ingesta de alimentos (por ej. falta de
interés aparente por comer o alimentarse; evitación a causa de las características
organolépticas de los alimentos; preocupación acerca de las consecuencias
repulsivas de la acción de comer) que se pone en manifiesto por el fracaso
persistente para cumplir las adecuadas necesidades nutritivas y/o energéticas
asociadas a uno (o más) de los hechos siguientes:
1. Pérdida de peso significativa (o fracaso para alcanzar el aumento de peso
esperado o crecimiento escaso en los niños)
2. Deficiencia nutritiva significativa
3. Dependencia de la alimentación enteral o de suplementos nutritivos por vía orla
4. Interferencia importante en el funcionamiento psicosocial
B. El trastorno no se explica mejor por la falta de alimentos disponibles o por una
práctica asociada culturalmente aceptada
C. El trastorno de la conducta alimentaria no se produce exclusivamente en el curso de
la AN o la BN, y no hay pruebas de un trastorno en la forma en que uno mismo
experimenta el propio peso o constitución.
D. El trastorno de la conducta alimentaria no se puede atribuir a una afección médica
recurrente o no se explica mejor por otro trastorno mental. Cuanto el trastorno de

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la conducta alimentaria se produce en el contexto de otra afección o trastorno, la
gravedad del trastorno de la conducta alimentaria excede a la que suele asociarse a
la afección o trastorno y justifica la atención clínica adicional.

Los Otros Trastornos Alimentarios y de la Ingestión de Alimentos Especificados se refieren


a los trastornos que no alcanzan a cumplir todos los criterios diagnósticos propuestos para
AN, BN o Trastorno por Atracón, a pesar de presentar una alteración en la vivencia del
propio peso y/o formas corporales, y en la manera de controlar el peso, de significación
clínica. Estas condiciones pueden estar asociadas a diversos niveles de sufrimiento o
dificultades, similares a los otros Trastornos Alimentarios Especificados antes descritos, y
pueden requerir, por lo tanto, de atención clínica intensiva (Keel, 2011; Striegel-Moore,
2009). Estos trastornos se detallan a continuación:
- Presentaciones mixtas, atípicas o que no alcanzan a cumplir los criterios propuestos
para AN o BN. Por ejemplo, son diagnosticados como casos de AN atípica aquellos
que cumplen todos los criterios para AN excepto que el peso de la persona está
dentro o sobre el rango normal a pesar de una pérdida significativa de peso
(Anorexia Atípica). Aquí también se diagnostica la BN y T. Por atracón de frecuencia
baja y/o duración limitada (menos de un episodio por semana o duración total del
trastorno inferior a tres meses al momento del diagnóstico).
- Trastorno Purgativo: uso recurrente de purgas para influir en el peso o figura en
ausencia de atracones.
- Síndrome del Comer Nocturno: episodios recurrentes de comer nocturno
manifestado ya sea por comer excesivamente después de haber cenado o
despertarse para comer durante la noche.

Finalmente, aquellos casos en los que no existe información suficiente para realizar el
diagnóstico (por ejemplo, en servicios de urgencia), se deben diagnosticar como Otros
Trastornos Alimentarios y de la Ingestión de Alimentos No Especificados.

EPIDEMIOLOGIA

Históricamente percibidos como patologías propias de países occidentales desarrollados,


con el paso de los años los TCA se han identificado diversas culturas y países con menor
nivel de desarrollo, en los que en general han ido en aumento (Kolar, Rodriguez, Chams y
Hoek, 2016).

Así también, el perfil de quienes los presentan se ha ido ampliando, incluyendo hoy en día
no solo a adolescentes de sexo femenino, clase alta y excelente rendimiento académico,
sino a varones, personas pertenecientes a minorías, e individuos de diverso nivel
socioeconómico, distintas etnias, cada vez menores, y de diferente peso, tamaño y forma
corporal (Academy for Eating Disorders, 2011; Rome, 2012; Campbell y Peebles, 2014).

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A nivel internacional, la prevalencia reportada de TCA en jóvenes antes de la publicación
del DSM-5, oscilaba entre 0.5% y 1% para AN (Rosen, 2010; López y Treasure, 2011; Rome,
2012) y entre 1-2% y 4% para BN (Rosen, 2011, López y Treasure, 2011; Rome, 2012),
llegando hasta 14% en el caso de los TCA no especificados (Rosen, 2010), una categoría
residual que comprendía la mayor parte de los trastornos alimentarios diagnosticados en
adolescentes (Campbell y Peebles, 2014). Los cambios introducidos por el DSM-5 se han
traducido en el incremento de la prevalencia de AN y BN, y en una reducción significativa
de los TCA no especificados (Herpertz-Dahlmann, 2015).
Una revisión sistemática y metaanálisis reciente sobre prevalencia de TCA en población
general en Latinoamérica, evidenció que aquella de AN parece ser más baja que en EE.UU.
y Europa occidental, mientras que la de BN y en especial la del Trastorno por Atracón
parecen ser mayores (Kolar et al., 2016).
Hasta donde alcanza el conocimiento de las autoras, a nivel nacional se ha publicado solo
un estudio que evidencia, entre otras, la prevalencia de estas patologías en la población
infanto-juvenil. Vicente y colaboradores (Vicente, Saldivia, De la Barra, Melipillán, Valdivia
y Kohn, 2012), mediante la aplicación de la Entrevista Diagnóstica para Niños Versión IV
(DISC-IV), encontraron una prevalencia de TCA de 0,3 % en el último año, entre jóvenes de
ambos sexos de 12 a 18 años de edad, en una muestra nacional representativa obtenida de
4 provincias (Santiago, Concepción, Iquique y Cautín). La baja cantidad hallada podría
explicarse, entre otras cosas, porque el instrumento empleado sólo consideró AN y BN, y
no otros TCA. El resto de las publicaciones de las últimas décadas que dan luces acerca de
la prevalencia de TCA en la población adolescente chilena, corresponden a estudios acerca
del riesgo de tener o desarrollar estos trastornos, realizados mediante cuestionarios de
screening. Éstos han encontrado cifras de prevalencia de riesgo de TCA en adolescentes
escolarizados que oscilan entre 7,4% y 12%, mayores entre las mujeres (8,3% a 23%)
(Correa, Zubarew, Silva y Romero, 2006; Behar, Alviña, González y Rivera, 2007; Urzúa,
Castro, Lillo y Leal, 2011).

ETIOLOGIA DE LOS TRASTORNOS ALIMENTARIOS: FACTORES DE


RIESGO/PREDISPONENTES, GATILLANTES Y DE MANTENCIÓN

Desde las más tempranas descripciones de los TCA, se han desarrollado numerosas teorías
para intentar dar explicación a estos trastornos y a su origen. Los factores causales de un
trastorno, son aquellos que lo originan. Sin embargo, de todos los factores que se han
estudiado y asociado al desarrollo de los TCA hasta hoy, la evidencia ha sido conclusiva solo
en una cosa: los TCA son de etiología compleja y multifactorial. Así, como ocurre con la
mayoría de los problemas de salud mental, su etiología está asociada a factores biológicos,
psicológicos, interpersonales y sociales (Nicholls, 2013; NICE, 2017). Los TCA son así
enfermedades multifactoriales en su origen y a su base existen una serie de factores de
riesgo, predisponentes de diversa naturaleza que juegan roles interdependientes para
determinar su expresión.

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En relación a la evidencia, los estudios enfocados en riesgo presentan numerosas
limitaciones metodológicas para establecer con certeza elementos causales de los TCA
(NICE, 2017). Por otro lado, si bien los factores de riesgo son especialmente relevantes en
el área de la prevención (Watson et al., 2016), los precipitantes y factores de mantención
de un trastorno, son clave en la comprensión de cómo los individuos finalmente desarrollan
y se quedan atrapados en la enfermedad y, por lo tanto, centrales en desarrollo de las
intervenciones o tratamientos (Shafran y de Silva, 2003; Stice, 2002).
Esta sección describe los principales factores de riesgo o predisponentes destacados por la
literatura asociados más comúnmente al desarrollo de los TCA y luego, modelos explicativos
que incluyen factores precipitantes y de mantención.

Factores de riesgo para TCA


La relevancia de los factores entendidos como predisponentes o de riesgo, radica en la
posibilidad de desarrollar estrategias de prevención e intervención temprana, crucial para
el buen pronóstico de los TCA en adolescentes (Treasure y Russell, 2011).
Existe alguna evidencia que factores genéticos, neurobiológicos, psicológicos y
socioculturales juegan un rol como factores de riesgo para el desarrollo de los TCA, pero
aún es limitada, poco específica y generalizable (NICE, 2017; Jacobi, Hutter y Fitting, 2018).
Los estudios genéticos (familiares, de gemelos, de ligamiento y moleculares) han brindado
cierta información relevante, pero aún escasa, respecto de los TCA. El riesgo genético es
poco específico y en cerca de un tercio, compartido con otros trastornos tales como
depresión, trastornos ansiosos y adicciones. Dentro de los factores genéticos que cabe
destacar, el más potente es el género femenino (Striegel-Moore y Bulik, 2007), siendo un
factor de mayor peso de riesgo para los casos de AN y BN y menos para el trastorno por
atracón. Importantemente, los estudios genéticos han determinado que los TCA tienen un
componente genético importante, con tasas de herencia de los TCA varían entre 50% y 83%
dependiendo del trastorno alimentario, y se han identificado locus genéticos para AN, BN y
rasgos asociados a los TCA como la compulsividad (NICE, 2017).
En relación al riesgo neurobiológico, se han estudiado varios circuitos relevantes
destacándose los relacionados con el sistema central del control del apetito y alteraciones
en los sistemas serotoninérgicos y dopaminérgicos (Treasure, Claudino y Zucker, 2010).
Estos factores, tienen un rol tanto en el riesgo como en la mantención de los TCA, junto con
otras alteraciones que se presentan como resultados de la malnutrición, dada la sensible
naturaleza del funcionamiento biológico, especialmente cerebral, a las características de la
ingesta. Dado que la mayoría de los TCA surgen en la adolescencia que es un período crítico
dentro del desarrollo cerebral, las alteraciones nutricionales en este período pueden
producir dificultades en las trayectorias normales del desarrollo.
El riesgo ambiental presenta su influencia desde muy temprano en el desarrollo del
individuo. El estrés durante el embarazo, así como las complicaciones perinatales y el
nacimiento prematuro, aumentan el riesgo a desarrollar un TCA. Por otro lado, la presión
social por la delgadez y su valoración como modelo de belleza aumenta el riesgo a la

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conducta de dieta (principal gatillante de los TCA) y al desarrollo de una baja autoestima,
uno de componentes individuales más relevantes de riesgo para estos trastornos (Jacobi,
Hayward, de Zwaan, Kraemer y Agras, 2004). Otros factores de riesgo específico son la
crítica y burlas relacionadas con la alimentación, cuerpo o peso; y las experiencias generales
de adversidad tales como negligencia o abuso físico o sexual (Klump, K.L., Bulik, C.M., Kaye,
W.H., Treasure, J., Tyson, E., 2009; Treasure, J. et al. 2010; Mitchison y Hay, 2014).
También en la esfera individual, en una de revisiones meta-analíticas de factores de riesgo
más clásicas y difundidas para TCA (Stice, 2002) se determinó que el perfeccionismo, la
insatisfacción corporal, el afecto negativo, la impulsividad, el uso de sustancias y la presión
percibida para ser delgada, fueron los principales factores asociados a la génesis de los TCA.
Jacobi et al. (2004) analizaron la evidencia proveniente de los estudios transversales y
longitudinales en factores de riesgo para TCA y encontraron, además de los ya mencionados
entre factores comunes de riesgo, los problemas alimentarios o gastrointestinales en la
niñez temprana, la adolescencia y la morbilidad psiquiátrica (trastornos ansiosos y del
ánimo). Como factores de riesgo específicos para AN subrayaron las complicaciones
durante el embarazo y parto, alto perfeccionismo y una autoevaluación negativa. En el caso
de la BN, también surgieron las complicaciones durante el embarazo, abuso sexual y la
autoevaluación negativa como elementos de riesgo, y además, la obesidad en la niñez,
problemas en los padres (ej. alcoholismo) y otros factores ambientales como alto criticismo.
Finalmente, destacaron como los principales factores de riesgo, las preocupaciones sobre
el peso y forma corporal, la insatisfacción corporal y la conducta de dieta. Para los
trastornos por atracón se han determinado como factores de riesgo la obesidad infantil
junto con comentarios críticos en relación a la forma corporal, peso o alimentación;
familiares con sobre ingesta o atracones; afecto negativo; estrés relacionado con el trabajo,
escuela u otras fuentes; padres con trastornos por uso de sustancias o del ánimo;
perfeccionismo; separación de los padres y problemas de la madre para ejercer los cuidados
maternales (Bryant-Waugh y Lask, 2013).
Si bien estas revisiones tienen muchos años desde su publicación, los estudios en este tema
desde entonces han reforzado, en general, sus hallazgos (Striegel-Moore y Bulik, 2007;
Bryany-Waugh y Lask, 2013) o los han refinado con interesantes estudios prospectivos que
consideran población de alto riesgo (ej. con preocupación por su imagen corporal) pero sin
patología alimentaria al momento del estudio (Stice, 2016; Stice, Gau, Rohde y Shaw, 2017).
Un interesante y reciente estudio que examinó los factores que predicen la aparición de
cada uno de los subtipos de los TCA descritos de acuerdo al DSM-5, concluyó que hay dos
factores que afectan el desarrollo de todos los tipos de TCA independiente del diagnóstico:
el afecto negativo (tristeza/depresión, culpa, temor/ansiedad) y la disfuncionalidad
psicosocial (problemas a nivel de pares, familia, relaciones románticas y/o escuela). Los
trastornos por atracón, BN y trastorno purgativo, comparten ciertos factores que predicen
su desarrollo: internalización del ideal delgado, las expectativas positivas asociadas a la
delgadez, la insatisfacción corporal, la dieta, la sobreingesta y el uso de servicios de salud
mental en los últimos 6 meses. La BN y trastorno purgativo son predichos además por la
negación de los costos asociados a la búsqueda de la delgadez y saltarse comidas (Rohde,
Stice y Marti, 2016; Stice, 2016). Los factores que predicen la AN mostraron ser distintivos
de los del espectro compulsivo-purgativo: un bajo índice de masa corporal (IMC) y una dieta

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baja (restricción alimentaria) fueron los factores que destacaron, sin ser predictores
aquellos asociados con las presiones culturales por la delgadez o la internalización del ideal
delgado, etc. (Stice, 2016; Stice et al., 2017).
En relación a los factores gatillantes de los TCA, los modelos explicativos de que reúnen la
evidencia acumulada por años de investigación, destacan al período de la adolescencia
como aquél de máxima vulnerabilidad para el desarrollo de estos trastornos y donde el
interjuego entre los factores biológicos y ambientales, precipitan su aparición. Este
momento crítico es producto del desarrollo puberal (ventana de vulnerabilidad) en la que
eventos estresantes/dificultades vitales, desafíos de adaptación, especialmente sociales
(comparación social) y las burlas en relación al peso/figura corporal, actúan como
gatillantes de los TCA (Treasure y Schmidt, 2006; 2013). Así, la evidencia muestra que la
mayoría de estos trastornos debutan en esta etapa, salvo los trastornos por atracón, cuya
aparición es más típicamente asociada a la adultez (Treasure, Claudino y Zucker, 2010;
Bryant-Waugh y Lask, 2013; Gordon et al. 2018). De relevancia para esta adolescente, Keel
y Forney (2013) notaron que los rasgos de personalidad tales como el perfeccionismo y la
emocionalidad negativa, contribuyen a aumentar el riesgo de TCA ya que incrementan a su
vez la susceptibilidad a la internalización del ideal de belleza delgado y la selectividad del
grupo de pares, el que puede constituir un factor de riesgo como protector dependiendo
de su propia relación con la influencia social del modelo de belleza y las conductas para el
control del peso/figura. Finalmente, en un importante estudio prospectivo de más de 400
adolescentes, se demostró que el mejor predictor para el desarrollo de un TCA es la
insatisfacción corporal, riesgo que se incrementa por síntomas depresivos (Stice, Marti y
Durant, 2011).
El otro elemento precipitante destacado, es la “dieta” o la restricción alimentaria severa
(Fairburn, 2008; Stice et al., 2011). La dieta, como medida de control del peso y figura, es
en definitiva, la conducta que finalmente provee el escenario para que se instalen los TCA.
Si bien la conducta de dieta es muy común entre adolescentes (Neumark-Sztainer, 2005),
cuando ésta se presenta en adolescentes con factores de vulnerabilidad como los antes
descritos, se puede desarrollar un TCA (Patton, Selzer, Coffey, Carlin y Wolfe, 1999; López,
Raimann y Gaete, 2014). Un interesante estudio prospectivo demostró que la conducta de
dieta coloca en especial riesgo a aquellas mujeres jóvenes que están más satisfechas con
sus cuerpos. Cabe hacer notar que la relación entre dieta y el desarrollo de un TCA es mucho
más clara en el caso de la BN y los TCA no especificados que en AN, aunque en esta última
pareciera más importante su rol en la mantención de la enfermedad (Stice et al., 2011; Stice
et al. 2017; Nicholls, 2013).

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La figura 1 representa un resumen de los factores implicados en la etiología de los TCA.

Figura 1. Factores implicados en la etiología de los TCA (extraído de Nicholls, 2013).

Género Riesgo genético/familiar


Raza

Perfil de
Experiencia perinatal neurodesarrollo

Relaciones de apego

Temperamento y
Cambios, factores de
conflictos Eventos personalidad
traumaticos o Peso,
con pares o
gatillantes crecimiento y
familia,
(abuso, pubertad
transiciones
Contexto culturales bullyng, etc)
cultural

Insatisfacción corporal,
preocupaciones por el peso y
formas corporales, dieta/ejeccicio
excesivo, conductas
compensatorias

Inicio de TCA

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Factores riesgo conjunto entre TCA y obesidad

Es importante hacer notar que a medida en que a nivel mundial se batalla contra la llamada
“epidemia de la obesidad”, también se incrementa la tasa de trastornos alimentarios. Es
decir, pareciera que al poner el foco en controlar la malnutrición por exceso, se puede llegar
inadvertidamente a favorecer la aparición de nuevos TCA en población vulnerable (Hill,
2007). A partir de la consideración de estas observaciones, se ha establecido la relevancia
de la prevención “conjunta” para obesidad y TCA, dado los factores de riesgo comunes que
presentan: hacer dietas, las preocupaciones por el peso e insatisfacción con la imagen
corporal, el weight/fat talk (conversaciones ritualizadas, especialmente entre mujeres
sobre la apariencia física) y la exposición a burlas y comentarios negativos relacionados con
el peso (López, Raimann, Gaete, 2014; Goldschmit, Wall, Choo, Becker y Neumark-Sztainer,
2016). Como se profundizará en la sección de prevención clínica, es necesario que los
profesionales de la atención primaria de salud que atienden adolescentes estén
sensibilizados y familiarizados con estos temas de riesgo para poder actuar con criterio y
delicadeza, especialmente con jóvenes que reúnan características que las hagan más
propensas a desarrollar un TCA.

Modelos de mantención de los trastornos alimentarios


A continuación, se describen dos de los modelos de mantención relevantes para
comprender los TCA. El primero es derivado de las teoría cognitivo-conductual desarrollado
por Fairburn y colaboradores (Fairburn, Cooper and Cooper, 1986, Fairburn, Cooper and
Shafran, 2003, Fairburn, Shafran and Cooper, 1999). La figura 2 resume los principales
mecanismos de mantención de los TCA propuestos por el modelo llamado
“transdiagnóstico”, el modelo comprensivo cognitivo conductual más reciente que
considera a los TCA como variaciones de una misma psicopatología central, cuyos síntomas
dependen de la interacción entre la psicopatología central (la sobrevaloración del control
de la alimentación, peso o la figura corporal) y uno o más de los cuatro procesos de
mantención que producirían que los TCA persistieran en el tiempo (Fairburn et al. 2003;
2008). Los procesos de mantención son: el severo perfeccionismo (“perfeccionismo
clínico”); persistente baja autoestima (“baja autoestima central”); dificultad para lidiar con
estados de ánimo intensos (“baja tolerancia a los estados del ánimo”) y las dificultades
interpersonales.
La formulación transdiagnóstica permite tener un modelo simple de la interacción de los
circuitos sintomáticos de los TCA y sus consecuencias, base para la comprensión de la
mantención de estos problemas y útil para la psicoeducación de las pacientes.
A pesar de la gran influencia del modelo transdiagnóstico tanto para los clínicos como
investigadores en el área, las críticas al modelo surgen de los datos de investigación que
apoyan la genuina diferencia entre los TCA (Gordon, Holm-Denoma, Douglas, Crosby y
Wonderlich, 2018).

14
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
Otro de los modelos imperantes, es el Modelo Cognitivo Interpersonal de Mantención de
los TCA desarrollado por Treasure y Schmidt (2006; 2013), inicialmente para AN, pero que
ha sido aplicado para los distintos diagnósticos. Este modelo propone la acción conjunta de
elementos cognitivos, socio-emocionales e interpersonales tanto como factores de riesgo
como de mantención de los TCA. Esta aproximación, basada en la evidencia empírica, se ha
posicionado como una herramienta útil para la comprensión del desarrollo y evolución de
los TCA así como para determinar los elementos que caso a caso son más relevantes para
intervenir.

Los factores que describe este modelo, se resumen a continuación:

a. Factores cognitivos: Son rasgos obsesivos compulsivos de carácter cognitivo


manifestados en rigidez cognitiva (dificultades con la flexibilidad cognitiva o
“set-shifting”) y estilo de pensamiento focalizado en los detalles (coherencia
central débil). Estos factores están presentes antes del desarrollo de la
enfermedad (factores predisponentes cognitivos) y persisten en muchos
pacientes incluso después de recuperarse. Se ha demostrado que estos
rasgos cognitivos están presentes en hermanas sanas de las afectadas lo cual
presupone un componente genético en su origen. Estas características se
acentúan durante la fase aguda de la enfermedad y contribuyen a la
mantención de ésta a través del refuerzo de los pensamientos pro-
anorexia/bulimia y conductas reforzantes del trastorno (ej. reglas para el
control del peso). Los familiares de primer grado también pueden compartir
estos rasgos lo que puede derivar en una parentalidad sobrecontroladora y
dificultades para ajustarse y manejar los desafíos que impone un TCA dentro
de la familia, generándose una batalla por el control. Estas reacciones a su
vez, mantienen el trastorno.

b. Estilo socioemocional: Los factores predisponentes de esta área son la alta


sensibilidad al estrés y emociones negativas, competitividad para mantener
su autoestima, apego ansioso-evitativo, y baja representación de si mismo y
de los otros. Si bien las dificultades socioemocionales de las pacientes con
TCA están presentes también antes del inicio del trastorno, la desconexión
emocional se agudiza importantemente durante la enfermedad. Esta se
demuestra en niveles altos de evitación ansiosa de las emociones
provocadas principalmente por los encuentros sociales (ansiedad social),
patrones de apego inseguro y sentimientos de “anestesia” emocional. Las
bases de la evitación social se han asociado a particularidades en los
mecanismos atencionales, la interpretación de las señales sociales
(dificultades parar interpretar correctamente las señales emocionales de
otros), dificultades en la expresión emocional y teoría de la mente. A modo
de ejemplo, estudios en procesamiento emocional muestran que las
personas con AN tienen un sesgo atencional hacia las expresiones faciales

15
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
negativas tales como rabia, crítica y dominancia, pero no hacia expresiones
positivas. Finalmente, cabe destacar que en el caso de las personas afectadas
con AN, se ha demostrado disminuida capacidad de entender su propio
mundo emocional o reconocer sus emociones correctamente (alexitimia),
rasgo también presente en hermanas de las afectadas, sugiriendo la calidad
de endofenotipo de este rasgo.

c. Factores interpersonales: Las reacciones emocionales de los familiares


cercanos a la paciente con TCA, particularmente de sus padres, pueden
contribuir reforzando inadvertidamente los síntomas de TCA. Esto se
relaciona con la alta emoción expresada (criticismo, hostilidad y
sobreprotección) y la acomodación de la familia al TCA así como las
conductas facilitantes del trastorno, todas reacciones que se transforman en
un círculo vicioso que mantiene la enfermedad. Es muy probable, que
especialmente los cuidadores de las pacientes dentro de la misma familia (ej.
sus padres), presenten también ellos mismos los rasgos obsesivo-
compulsivos así como ansiosos (predisponentes), lo que en el
enfrentamiento de la enfermedad, agudiza las ya descritas reacciones.

Es importante notar que este modelo refuerza el involucramiento de la familia en el


tratamiento, independiente de la edad que tenga la paciente y la considera fundamental en
la recuperación de las pacientes.

De las características descritas en este modelo, se deriva una formulación clínica que
combina dificultades predisponentes para los TCA y problemas secundarios adquiridos
como consecuencias de la enfermedad. En resumen, este modelo explica la aparición de la
enfermedad como consecuencia de las características cognitivas predisponentes y
primarias de excesiva atención a los detalles más las características y dificultades en el
procesamiento social y emocional, que pueden aumentar la vulnerabilidad de las
adolescentes a la presión social durante esta etapa tan crucial de la vida. Esto al combinarse
con la rigidez cognitiva que interfiere en una adecuada adaptación, permitiría a la
enfermedad a instalarse. Luego, las consecuencias intra e interpersonales de la
enfermedad, que acentúan estas características tal como ha sido descrito (ej. como
consecuencia de la desnutrición o las alteraciones interpersonales secundarias al estrés
producido por el TCA dentro de la familia), conlleva a la mantención del problema.
Cada modelo comprensivo de factores de mantención de los TCA, derivan acciones
concordantes en el tratamiento de estas enfermedades, que serán revisadas brevemente
en la sección de Generalidades del Manejo Clínico.

16
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS

Figura 2. Formulación Cognitivo Conductual Transdiagnóstica para los Trastornos


Alimentarios (Fairburn, 2008)

Sobreevaluación del control del comer, peso


y figura

Dieta estricta;
conductas no
compensatorias para
controlar el peso

Eventos y estados Atracones Bajo peso o


de ánimo adversos sindrome
relacionado con
la desnutrición

Vómito compensatorio,
abuso de laxantes

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS

TEMA 2: DETECCIÓN Y COMPLICACIONES DE LOS


TRASTORNOS ALIMENTARIOS

PRESENTACION CLÍNICA DE LOS TRASTORNOS ALIMENTARIOS

Los TCA pueden manifestarse de muchas maneras, en adolescentes de diversas edades y


tamaños corporales. Las características y síntomas que se describirán en esta sección,
permitirán identificar algunos rasgos de la presentación clínica de los pacientes, que pueden
contribuir al reconocimiento y diagnóstico más temprano.
Los adolescentes, con muy poco reconocimiento de su problema alimentario, suelen ser
llevadas a consultar por alguno de sus cuidadores, o referidos por la escuela u otros agentes
de salud al comprobarse la baja de peso o ser sorprendidos en alguna conducta purgativa
(ej. vomitando).
Los síntomas comunes de la presentación clínica de casi todos los TCA son las ideas
sobrevaloradas en relación al peso y la figura (psicopatología central), restricción
alimentaria y/o los atracones, los que orientan el diagnóstico (Fairburn, 2008; Treasure,
Claudino y Zucker, 2010).
Como ya se ha mencionado, la mayoría de los TCA comienzan en la adolescencia (85%), con
los casos más tempranos de AN descritos alrededor de los 8 años edad. En estas
presentaciones más tempranas, existe mayor dificultad para el diagnóstico dadas las
limitaciones inherentes al desarrollo para poder reconocer y expresar sentimientos y
pensamientos apropiadamente y así, interpretar y justificar las conductas alimentarias
maladaptativas (Gordon, Holm-Denoma, Douglas, Crosby y Wonderlich, 2018). Por ejemplo,
un adolescente temprano, puede referir encontrarse “flaco” o “delgado” y no sentir
malestar con su imagen corporal o deseos de bajar de peso, a pesar de persistir con una
ingesta deficiente para sus necesidades. Se recomienda entonces, utilizar equivalentes
conductuales en estos casos (Bryant-Waugh y Lask, 2013).
Por otro lado, el caso del trastornos Evitativo/Restrictivo se desmarca de la patología central
antes descrita. Su motivación tras la disminución de la ingesta no se relaciona con el control
del peso, si no con razones tales como las características sensoriales de la comida, los
temores de las potenciales consecuencias de la alimentación (ej. vómitos, reflujo,
atoramiento, etc.) o con falta de interés en la comida (Strandjord, Sieke, Richmond y Rome,
2015).
La presentación clínica dependerá de la configuración sintomática, de los rasgos
premórbidos de personalidad y del impacto de las alteraciones alimentarias tanto en el
individuo como en su ambiente (cuidadores y otros).
La tabla 1 resume los síntomas y características clínicas de los TCA. Éstos no siempre son
fáciles de observar, por lo que es necesario una exploración cuidadosa con el paciente y/o

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
sus acompañantes, para poder obtenerlos (Treasure et al., 2010; Bryant-Waugh y Lask,
2013; NICE, 2017; Treasure, Smith y Crane, 2017).
Cabe destacar que en el caso de niños y adolescentes con AN, el peso insuficiente o por
debajo de lo necesario para permitirle crecer o desarrollarse adecuadamente, se considera
un equivalente a la pérdida de peso de los adultos. Entre las razones más comunes que
describen para rechazar la alimentación destacan el temor a engordar, sensación de estar
“llenas”, náuseas, dolor abdominal, pérdida de apetito, dificultad para tragar (Bryant-
Waugh y Lask, 2013).

Tabla 1. Síntomas de los TCA


Conductas Restrictivas Conductas Purgativas
- Reducir la cantidad de alimentos ingeridos - Vómitos autoinducidos (método más
(puede ser normal en contenido nutricional común usado por adolescentes con BN
pero insuficiente en cantidad) para evitar ganar peso)
- Evitar ciertos tipo de alimentos (ej. - Escupir la comida
carbohidratos, grasas, azúcares, “comida - Uso indebido de laxantes, diuréticos,
chatarra o rápida”, etc.) pastillas para bajar de peso, etc. (menos
- Reglas estrictas en relación a la comunes en adolescentes)
alimentación (ej. horario, contenido de - Frecuentes escapadas al baño durante y
macronutrientes específicos, etc.) después de las comidas
- Ayunos prolongados (> 8 horas) Ejercicio Excesivo e ingesta de líquidos
- Conductas ritualizadas en relación a la - Ejercicio de naturaleza intensa y
compra, preparación y consumo de compulsiva o aumento de actividad
alimentos física (puede ser en secreto y
- Poca variedad en alimentos (ej. dietas frecuentemente de noche)
veganas extremas, eliminación de grasas, - El impulso a hacer ejercicio se asocia
dietas extremadamente “saludables”, etc.) a perjuicio social o físico, o ambos
- Evitar comer en situaciones sociales y - Ingesta limitada de líquidos (<0.5
ausentarse en horas de comida habituales litros/día)
de la familia (“no tengo hambre” o “ya - Ingesta excesiva de líquidos (> 1.5
comí”) litros/día)
- Comer en secreto
- Competitividad social en relación a la
alimentación
- Expresión de desagrado por comidas que
antes disfrutaban
Atracones Chequeo y evitación corporal
- Ingerir una cantidad de comida en un - Pesarse frecuentemente
discreto tiempo que es considerado - Pellizcar o medirse el tamaño de parte
excesivo en vista del contexto situacional del cuerpo (ej. grosor de la muñeca)
(atracón objetivo) - Chequear específicamente la
- Ingerir una cantidad de comida que no es protuberancia de huesos específicos
excesiva respecto a la situación, pero es - Chequear que ciertas prendas de ropa
considerada así por el individuo ya que está calcen de cierta forma
asociado a pérdida de control sobre la - Mirarse repetidamente al espejo
ingesta (atracón subjetivo) - Compararse con el cuerpo de otros
- Comer más rápido de lo normal

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
- Comer hasta sentirse incómodamente - Evitar las conductas señaladas arriba
satisfecho (ej. rehusar pesarse, evitar los espejos,
- Comer grandes cantidades hambre usar ropas anchas, etc)
- Comer solo por vergüenza
- Sentir culpa, asco o depresión por comer
- Aumento progresivo de peso a pesar de ver
a la adolescente comer poco o normal en las
comidas habituales
Psicopatología del TCA Síntomas Físicos
Distorsión de la imagen corporal: - Ver en tabla…(del módulo 3)
- Preocupaciones en relación al peso y figura
- Sobreevaluación del peso y figura en la
determinación de la autoestima
- Minimización o negación de la severidad de
los síntomas
- Distorsión de la forma en que se experimenta
el cuerpo (creer que está “gorda” cuando
está bajo peso, lo que influye en su ingesta y
control del peso)
- Intenso miedo a ganar de peso, incluso
estando bajo peso
- Gran y persistente insatisfacción con su
imagen corporal
Síntomas psicológicos Cambios conductuales en relación a la
- Irritabilidad alimentación
- Aislamiento - Esconder comida para evitar ingerirla
- Esconder la baja de peso - Aumentar la selección de las comidas
- Disminución del estado de ánimo - Preparar sus propias comidas
- Aumento de la ansiedad (especialmente a - Aumentar el interés por la alimentación
las horas de comida) en general (programas de cocina,
- Autocrítica general (en relación a sus logros, recetas, etc) y cocinar para los demás,
personalidad y habilidades sociales) sin comer lo que preparan
- Dificultad para concentrarse por su - Contar calorías
preocupación sobre peso, figura y/o - Esconder la baja de peso, mentir para
alimentación evitar comer
- Rumiación de comida
Otros
- Exponerse al frío para aumentar gasto calórico
- Autoagresiones como rasguños, quemaduras, cortes, abuso de alcohol y drogas, sobredosis,
y otras conductas de riesgo (más comunes en BN)
- Ideación y conducta suicida
Adaptado de Treasure et al., 2010 y complementado en base a Bryant-Waugh y Lask, 2013 y NICE, 2017.

La presentación de BN es más tardía, generalmente llegando a consultar sobre los 14 años.


Es necesario considerar que en estos casos, existe una latencia mucho mayor entre la
aparición del TCA y la consulta, ya que muchas veces se esconden los síntomas por mucho
tiempo (NICE, 2017).

20
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
Un componente también común en la presentación de los TCA es la escasa conciencia de
enfermedad y motivación para el cambio. Las pacientes con AN presentan muy poca
conciencia de problema y se sienten frecuentemente “atacadas” con la posibilidad de
ingresar al tratamiento y, con ello, deban recuperar peso. En el caso de las pacientes con
BN, generalmente están más listas para cambiar, vivencian negativamente parte de sus
síntomas (atracones y purgas), pero tienen menos motivación a dejar las conductas que le
permitan controlar el peso, tales como la restricción alimentaria. Este componente es
central para la intervención, ya que inicialmente, las intervenciones deben considerar
aspectos motivacionales para poder lograr una alianza colaborativa con la paciente (Geller,
Brown, Zaitsoff, Menna, Bates, Dunn, 2008; Hoetzel, von Brachel, Schlossmacher y Vocks,
2013)
En relación a las diferencias por género, los estudios revelan que la mayoría de los casos de
TCA se presentan en mujeres, en una proporción que va, de acuerdo al estudio, de 3:1 a
18:1 (Raevuori, Keski-Rahkonen y Hoek, 2014), aunque la proporción de hombres ha venido
en aumento. Por otra parte, existen diferencias entre hombres y mujeres en cuanto a la
preocupación por la imagen corporal, presentando los varones mayor preocupación por
aumentar si musculatura, más que por adelgazar. Además, los varones debutan con el TCA
y llegan antes a tratamiento. Por su parte, las mujeres muestran una psicopatología de TCA
más severa, más trastornos del ánimo y un promedio del porcentaje del peso esperado más
bajo que los varones. Finalmente, en términos diagnósticos los chicos tienen más
probabilidades de presentar otro trastorno especificado o no especificado, en lugar de AN
o BN (Kinasz, Accurso, Kass y Le Grange, 2016).
Finalmente, en la presentación de los casos, muchas veces se evidencia una migración
diagnóstica a lo largo del tiempo. Así pacientes que debutan con un trastorno restrictivo,
pueden presentar a lo largo de la evolución de su enfermedad, atracones y purgas (ej.
migrar de una AN a una BN). La evolución contraria, es menos frecuente (Eddy, Dorer,
Franki, Tahilani y Thompson-Brenner, 2008). Los trastornos por atracón, de aparición más
tardía que el resto de los TCA, suelen presentar obesidad comórbida, dada la presencia de
atracones y la ausencia de conductas compensatorias (Treasure, Claudino y Zucker, 2010;
APA, 2013).

IMPACTO EN LA SALUD DE LOS TCA

El impacto de los TCA en la salud adolescente está dado no solo por el aumento de su
prevalencia, sino también porque son patologías que se asocian a una significativa
morbilidad y mortalidad médica y psiquiátrica, y un severo compromiso de la calidad de
vida (AED, 2011; Jagielska y Kacperska 2017; Winkler, Christiansen, Lichtenstein, Hansen,
Bilenberg y Støving, 2014).
En cuanto a la morbilidad médica, los TCA pueden comprometer prácticamente todos los
órganos y sistemas corporales, y en el caso de los niños y adolescentes, afectar también su
crecimiento y desarrollo (Campbell y Peebles, 2014). Las complicaciones médicas (tabla 2)
son en su mayor parte consecuencia de la desnutrición, los atracones y las conductas

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
purgativas (Rome E., 2012), y habitualmente son más prevalentes y severas en los casos de
AN. Si bien la mayoría de ellas mejora con la recuperación nutricional y/o el cese de los
atracones y las purgas, algunas son potencialmente irreversibles o incluso pueden llevar a
la muerte. Debido a su importancia, son estas últimas las que se abordarán con más detalle.

Complicaciones cardiovasculares
Los TCA, en particular la AN, son enfermedades potencialmente letales, con un alto riesgo
de mortalidad debido a alteraciones cardiovasculares, las que pueden también presentarse
durante la realimentación. Hasta un 80% de los pacientes con AN sufren alteraciones
cardiovasculares, las que causan un tercio de la mortalidad observada en esta patología
(Jáuregui-Garrido y Jáuregui-Lobera, 2012; Spaulding-Barclay et al. 2016). La deprivación
energética y desnutrición asociadas con la AN tienen consecuencias profundas en la
estructura y función del sistema cardiovascular, causando complicaciones estructurales
(por ej., derrame pericárdico, atrofia miocárdica, prolapso de la válvula mitral y fibrosis
miocárdica), alteraciones de la repolarización y la conducción (por ej., aumento de la
dispersión del intervalo QT), cambios hemodinámicos (por ej., bradicardia sinusal,
hipotensión, cambios ortostáticos y disfunción autonómica) y alteraciones vasculares
periféricas (Sachs, Harnke, Mehler y Krantz, 2016; Spaulding-Barclay et al. 2016). Mientras
algunas de éstas son leves y reversibles, otras pueden llevar a muerte súbita. Las
complicaciones se hacen más significativas en la medida que exista mayor compromiso
nutricional (Spaulding-Barclay et al. 2016).

Durante largo tiempo se pensó que la potencial causa de las muertes cardíacas súbitas en
esta enfermedad era la prolongación del intervalo QT, por su conocida asociación con
arritmias ventriculares letales (Torsade de Pointes) (Jáuregui-Garrido y Jáuregui-Lobera,
2012; Sachs et al. 2016). Sin embargo, los estudios más recientes han evidenciado que la
AN no se asociaría inherentemente a la prolongación del intervalo QT y que más bien, en el
caso de existir esta alteración, se deberían buscar causas secundarias como alteraciones
electrolíticas (hipokalemia, hipomagnesemia) o uso de medicamentos que la generan
(Sachs et al. 2016; Spaulding-Barclay et al. 2016). Así entonces, actualmente no está clara
la etiología del riesgo incrementado de muerte cardíaca súbita en AN (Sachs et al. 2016).

En el caso de la BN, las alteraciones electrolíticas asociadas a las purgas son el origen
principal de las muertes súbitas (Jáuregui-Garrido y Jáuregui-Lobera, 2012).

Retardo de crecimiento
El crecimiento puede verse comprometido en los adolescentes con AN que no han
alcanzado su talla final. El retardo de crecimiento se atribuye a varias alteraciones
hormonales bien documentadas en estos pacientes: disminución de T3 y T4,
hipercortisolemia, hipogonadismo y un estado de resistencia a GH, con niveles basales de
GH altos y niveles inapropiadamente bajos de IGF-1 (Rosen, 2010; Katzman, 2005).

22
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
El impacto en la talla dependerá del momento en que se produzca la AN (mayor si precede
al estirón puberal, al pico de velocidad de crecimiento y al cierre epifisiario) (Katzman, 2005;
Misra, 2008), y es directamente proporcional a la severidad y duración de la enfermedad
(Misra, 2008). Si bien estos jóvenes pueden experimentar un crecimiento compensatorio
con la rehabilitación nutricional, existe la posibilidad de que su estatura final se vea afectada
(Rosen, 2010; Katzman, 2005; Misra, 2008).
Los varones que desarrollan una AN en la adolescencia pueden tener mayor riesgo de
compromiso de talla que las mujeres. Esto, porque en ellos el estirón puberal comienza
aproximadamente 2 años más tarde, el pico de velocidad de crecimiento ocurre en una
etapa más tardía del desarrollo puberal (Tanner 4 en hombres versus Tanner 3 en mujeres),
y el crecimiento se completa a mayor edad (casi ha terminado a una edad ósea de 15 años
en las mujeres versus 17 años en varones). Todo lo anterior lleva a que las mujeres que
debutan con una AN en la adolescencia tengan más posibilidades de estar cerca de su
estatura final que los hombres, quienes aún poseen un potencial de crecimiento
significativo (Misra, 2008).

No existen indicios de que la estatura se vea afectada en adolescentes que sufren otros
tipos de TCA (Misra, 2008).

Retardo de crecimiento
La AN se asocia a baja DMO y a deterioro de la estructura y fortaleza óseas, llevando a un
mayor riesgo de fracturas.

La adolescencia es una etapa crítica para el logro del pico de masa esquelética, por lo que
el desarrollo de esta enfermedad en este período aumenta significativamente el riesgo de
compromiso persistente de la salud ósea y fracturas en etapas posteriores de la vida.

Los hallazgos sugieren que los adolescentes con AN tienen una formación ósea reducida,
junto a una reabsorción ósea que puede estar aumentada o disminuida. La reducción de la
DMO afecta tanto al hueso cortical como al trabecular, existiendo una pérdida preferencial
del segundo, que es metabólicamente más activo y tiene mayor tasa de recambio (Misra,
Golden y Katzman, 2016).

Así también, en la AN se produce una disminución del número y grosor de las trabéculas y
un aumento paradojal del tejido adiposo de la médula ósea, evidenciándose una reducción
de la fortaleza ósea (Misra et al. 2016; Thornton y Gordon, 2017).

Los factores esenciales que contribuyen al deterioro óseo en esta patología son el IMC bajo,
la disminución de la masa magra, el hipogonadismo, los niveles bajos de IGF-1 y alteraciones
en otras hormonas tales como el cortisol, la adiponectina, la leptina, el péptido YY, la
insulina, la amilina y la oxitocina. (Misra et al. 2016; Thornton y Gordon, 2017).

En las adolescentes con AN, la mayor duración de la amenorrea y una edad de menarquia
más tardía, son determinantes importantes del grado de deterioro de la DMO (Misra et al.

23
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
2016).

Los estudios epidemiológicos a gran escala han demostrado que quienes poseen el
antecedente de haber tenido una AN tienen un riesgo de fracturas óseas 2 a 3 veces mayor
(Misra et al. 2016).

El deterioro óseo puede no ser completamente reversible con la recuperación nutricional.


El aumento de peso y la reanudación de la menstruación se asocian con cierta mejoría de
la DMO, pero pueden persistir déficits residuales. Estudios de adultos que tuvieron una AN
que comenzó en la adolescencia, demuestran déficits persistentes en la DMO hasta 21 años
después de la recuperación completa del TCA (Misra et al. 2016).

Los pacientes con BN y TCA subclínicos que tienen una historia previa de AN o amenorrea,
pueden tener también mayor riesgo de fracturas (Misra et al. 2016).

Atrofia cerebral
Durante la fase aguda de la AN se produce una significativa reducción de las sustancias gris
y blanca, de manera global a nivel del cerebro. La disminución del volumen de la sustancia
gris parece ser más pronunciada en adolescentes que en adultos, y en algunas regiones,
como el hipocampo, la circunvolución cingulada y el mesencéfalo (Seitz, Bühren, von Polier,
Heussen, Herpertz-Dahlmann y Konrad, 2014).

Hasta la fecha, no se sabe mucho sobre los mecanismos tras las alteraciones descritas. Lo
que parece más factible es que se produce una reducción del número de células gliales de
soporte, del tamaño de neuronas y cuerpos celulares gliales, o una síntesis alterada de
proteínas que da como resultado una disminución en el tamaño y la cantidad de dendritas
y uniones sinápticas. Existen indicios de que estos cambios podrían estar mediados por un
aumento de los niveles de cortisol y/o la disminución de hormonas tiroideas y gonadales.
Sin embargo, la evidencia disponible es escasa y se carece de información sobre si existe o
no asociación con otras hormonas potencialmente tróficas que están alteradas en la AN,
como la leptina y el factor neurotrófico derivado del cerebro (Seitz et al. 2014). Así también,
la implicancia de estos cambios se encuentra en estudio. Algunas investigaciones sugieren
que la pérdida de volumen de la sustancia gris se asociaría a déficits cognitivos y al
pronóstico clínico (Seitz et al. 2014).

Si bien estas alteraciones revierten con la recuperación nutricional, aún existen dudas sobre
si lo hacen por completo (Seitz et al. 2014).

Respecto del impacto en la salud psicosocial, los TCA deterioran la calidad de vida de los
pacientes y el grado de disfuncionalidad que provoca se incrementa con el nivel de
severidad del trastorno (ej. presencia de atracones y purgas) (Jenkins, Hoste, Meyer y
Blissett, 2011; Anastasiadou, Medina-Pradas, Sepúlveda, y Treasure, 2014).
En esta esfera, se presentan diferentes problemas psicológicos, comorbilidad psiquiátrica y
dificultades relacionales. Como se ha mencionado anteriormente, muchos de estos son

24
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
predisponentes, y otros consecuencias y mantenedores de los mismos. Estos problemas
pueden llegar a afectar el normal desarrollo psicosocial de los adolescentes en esta etapa
critica del desarrollo.
La comorbilidad psiquiátrica es común en los TCA, especialmente los síntomas depresivos,
los trastornos ansiosos y el trastorno obsesivo-compulsivo (Campbell y Peebles, 2014;
Herpertz-Dahlmann, Holtkamp y Konrad, 2012). Los TCA se asocian también a trastornos de
la personalidad, abuso de sustancias y conductas autoagresivas (Campbell y Peebles, 2014;
Herpertz-Dahlmann, Holtkamp y Konrad, 2012). La conducta suicida contribuye de manera
importante a la mortalidad relacionada con estas enfermedades (Jagielska y Kacperska,
2017). Debe destacarse que la AN es el trastorno psiquiátrico que se asocia a mayor
mortalidad (Jagielska y Kacperska, 2017), aunque su pronóstico es significativamente más
favorable en la población adolescente (Jagielska y Kacperska, 2017).
Entre los problemas psicológicos más frecuentes se encuentran el aislamiento social,
dificultades para fortalecer el autoconcepto, autoestima, autonomía y capacidad para
intimidad. En otras palabras, la aparición de un TCA durante la adolescencia puede interferir
en el logro de las tareas propias de esta etapa (Fitzpatrick, Moye, Hoste, Lock, y le Grange,
2009; Treasure y Schmidt, 2010).
Las relaciones familiares de quien sufre un TCA, se ven seriamente afectadas (Treasure y
Schmidt 2006, 2013). Se ha demostrado por ejemplo que el nivel de dificultades en el
cuidado de un paciente con AN es incluso mayor al del cuidado de un paciente con
esquizofrenia (Treasure, Murphy, Szmukler, Tood, Gavan y Joyce, 2001). Así, los cuidadores
directos, que en general en estos casos son los padres, están sometidos al intenso estrés de
cuidar a un miembro de la familia con una enfermedad muchas veces crónica, con
posibilidades de presentar ellos mismos serios problemas de salud mental (Kyriacou,
Treasure y Schmidt, 2008; Zabala, Macdonald, y Treasure, 2009; Sepúlveda, Graell, Berbel,
Anastasiadou, Botella, Carrobles y Morandé, 2012). Las madres tienden a ser las cuidadoras
principales y presentar mayores niveles de estrés, depresión y ansiedad que los padres, así
como mayores niveles de “emoción expresada” en forma de sobre involucramiento
emocional. Por su parte los padres, presentan mayor nivel de crítica, muchas veces por la
falta de entendimiento de la enfermedad (Kyriacou et al. 2008; Whitney et al. 2012;
Goddard y Treasure, 2013; Raenker et al. 2013). Además, las relaciones familiares se ven
interferidas generándose dinámicas que favorecen la mantención del trastorno por
mecanismos de adaptación a la enfermedad o bien por aumento de la tensión y conflicto
(Treasure y Schmidt, 2006, 2013; Anastasiadou et al., 2014).
El TCA también impacta en otros aspectos de la vida diaria familiar: en las comidas, las
compras que se realizan, las horas de sueño, la economía familiar, las horas de
esparcimiento y el tipo de actividades de tiempo libre, la vida social, el trabajo, las
vacaciones, etc. (Kamerling y Smith, 2010).
Es importante notar que los TCA no sólo reportan experiencias negativas para los
cuidadores, si no que en su impacto también se han reportado algunas experiencias
positivas especialmente en términos del enriquecimiento de las relaciones con sus hijas
(Sepúlveda et al., 2012).

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS

Lo anterior destaca la importancia de incluir a la familia, especialmente a los cuidadores,


para el tratamiento de los TCA en los adolescentes, desde su inicio (NICE; 2017).
Tabla 2. Complicaciones médicas de los TCA

Generales - Deshidratación
- Hipokalemia
- Hipomagnesemia
- Hiponatremia
- Amenorrea/otras alteraciones menstruales
- DMO baja/osteoporosis

Relacionadas a restricción - Incapacidad para mantener la temperatura corporal


calórica y pérdida de peso - Atrofia miocárdica
- Aumento de dispersión del intervalo QT
- Arritmias
- Otras alteraciones electrocardiográficas
- Prolapso de la válvula mitral
- Derrame pericárdico
- Retardo del vaciamiento gástrico y alteración de la motilidad
gastrointestinal (distensión abdominal/plenitud
postprandial/constipación)
- Hipoglicemia
- Hipercolesterolemia
- Alteración exámenes de función hepática
- Anemia/leucopenia/trombocitopenia
- Síndrome del eutiroídeo enfermo
- Retardo de crecimiento
- Atrofia cerebral

Relacionadas a atracones (*) - Dilatación aguda y ruptura gástrica (rara)

Relacionadas a vómitos - Alcalosis metabólica hipoclorémica


- Esofagitis
- Reflujo gastroesofágico
- Erosiones dentales
- Síndrome de Mallory-Weiss
- Ruptura esofágica o gástrica (rara)
- Neumonia aspirativa (rara)

Relacionadas a abuso de - Acidosis metabólica hiperclorémica


laxantes - Hiperuricemia
- Hipocalcemia
- Retención hídrica post suspensión de laxantes

Adaptado de Rosen, 2010. (*) Complemento en base a Rome, 2012.

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS

TEMA 3: ROL DE LOS EQUIPOS DE LA ATENCIÓN PRIMARIA DE SALUD:


TRATAMIENTO Y ABORDAJE DE LOS TRASTORNOS ALIMENTARIOS

El tratamiento de los TCA es en general complejo y requiere de especialización en el tema.


Asimismo, cuando se trata del manejo de estas patologías en adolescentes, es también ideal
que el equipo tratante sea además especialista en la atención de ese grupo etario.
Sin embargo, los profesionales de salud de la APS tienen un rol fundamental en la
prevención (primaria y secundaria), pesquisa precoz, evaluación inicial y derivación
oportuna y eficaz de estos casos a equipos especializados, aspectos que se abordarán a
continuación.

1. PREVENCIÓN PRIMARIA
La evidencia acerca de los factores de riesgo en TCA, especialmente aquellos
potencialmente modificables, sientan las bases para las estrategias y programas de
prevención.
La investigación sobre la efectividad de los programas de prevención primaria de TCA ha
crecido enormemente en los últimos años. Hasta ahora, se ha demostrado mayor evidencia
de éxito en reducir factores de riesgo y síntomas alimentarios para la prevención “selectiva”
(dirigida a grupos de riesgo) en relación a la “universal” (dirigida a toda la población) e
“indicada” (para adolescentes que presentan síntomas de TCA pero sin configurar un cuadro
clínico completo) (Stice, Shaw y Marti, 2007; Bailey et al 2014; Watson et al. 2016; Le et al
2017).
En la revisión sistemática de Watson y colaboradores (2016), se concluyó que en la
prevención universal eran más exitosos los programas basados en educación mediática
(“media literacy”), en la selectiva aquellos que utilizaban estrategias de disonancia
cognitiva, y en la prevención “indicada”, aquellos basados la teoría cognitivo-conductual.
Por otro lado, la más reciente y completa revisión sistemática con meta-análisis de 112
estudios (Le et al. 2017), concluyó que:
- En prevención universal: sólo los programas basados en educación mediática fueron
efectivos en reducir factores de riesgo para TCA tanto en adolescentes varones
como mujeres. También mostraron un efecto positivo, pero sólo en mujeres, los
programas multicomponentes y las intervenciones focalizadas en mejorar la
autoestima. No se encontraron efectos en los programas cognitivo-conductuales o
de las intervenciones para prevenir la obesidad.
- En prevención selectiva: Los programas basados en disonancia cognitiva resultaron
efectivos (efectos de pequeños a moderados) en la reducción de varios factores de
riesgo y superior en reducir síntomas y conductas de TCA a largo plazo. El programa

27
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
Healthy Weight (dirigido a lograr y mantener un peso saludable) produjo pequeños
efectos en reducción de factores de riesgo pero un efecto mayor en el IMC a largo
plazo. Los programas cognitivo-conductuales y los de educación mediática, también
redujeron conductas y factores de riesgo de TCA en el seguimiento a corto plazo.
- En prevención indicada: No se demostró efectos de las intervenciones preventivas
en la reducción de los factores de riesgo (programas cognitivo-conductuales y
psicoeducativo) en relación a la no intervención/mínima intervención.

Los componentes de los programas más exitosos en prevención, se han resumido en ser
selectivos, interactivos, multisesiones, estar dirigidos a adolescentes sobre los 15 años,
estar facilitados por profesionales, incluir la aceptación corporal en sus contenidos e inducir
la disonancia cognitiva (Stice et al. 2007; Campbell y Peebles, 2014). Algunos de estos
programas, internacionalmente conocidos, son The Body Project (3-4 sesiones, basado en
disonancia cognitiva), Sorority Body Image Program (2 sesiones, basado en disonancia
cognitiva), Healthy Weight (intervención de 4 sesiones, psicoeducativo, con objetivo en
cambio a nivel del peso, basado en principios de entrevista motivacional y compromiso
público), entre otros (Shaw, Stice y Becker, 2009).
A pesar del gran número de estudios hasta la fecha, aún se requiere seguir avanzando para
superar las limitaciones de las actuales propuestas y lograr un impacto a gran escala (Austin,
2016). Se sugiere que componentes de los programas de prevención tales como “desafiar
el ideal delgado” (ej. que las adolescentes aprendan a cuestionar los beneficios que
promete este ideal y a reconocer los costos de perseguir este ideal) y educación mediática
(que reconozcan cómo los MCM manipulan las imágenes a través de Photoshop
modificando los cuerpos de las modelos para que parezcan más delgados, etc.), sean parte
de programas de prevención universal y que apunten a edades cada vez más tempranas,
antes de que se instauren rígidamente los factores de riesgo para los TCA. Los educadores,
a nivel escolar, pueden contribuir en forma importante a esta tarea (Le et al., 2017).
Además, se ha señalado que los nuevos programas de prevención debieran incluir como
objetivo, la reducción de los problemas de salud mental precedentes en los adolescentes y
que se han relacionado con los gatillantes de los TCA, tales como el afecto negativo y
disfunción psicosocial. Para la prevención de la AN, por último, es necesario reconocer el
riesgo en aquellas adolescentes que presentan bajo peso, aunque siempre hayan sido
delgadas y no se manifieste insatisfacción con su imagen corporal (Stice et al. 2016).

Prevención conjunta para TCA y obesidad


Si bien, la mayoría de las adolescentes que desarrollan un TCA no presentan antecedente
de obesidad, algunos adolescentes que desean bajar de peso, pueden desarrollar estas
enfermedades como resultado de sus esfuerzos por lograr este objetivo (Golden, Schneider,
Wood, Comité de Nutrición, de Adolescencia y Sección de Obesidad de la AAP, 2016). Esta
es una preocupación atingente para quienes trabajan en la APS.
Existe evidencia para establecer una clara asociación entre TCA y sobrepeso u obesidad
(Austin, 2011). Esta señala, por ejemplo, que entre el 30% al 87% de las personas con BN,
trastorno por atracón u otros trastornos de la ingesta o del comer especificados o no

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
especificados, han presentado obesidad en sus vidas (Hay, Girosi y Mond, 2015; Hudson,
Hiripi, Pope y Kessler, 2007; Villarejo et al. 2012). Además, las conductas no saludables para
el control del peso, son más prevalentes en las adolescentes con malnutrición por exceso
(Irving y Neumark-Sztainer, 2002; Neumark-Sztainer, Story, Hannan, Perry e Irving, 2002).
También es conocido, a través de estudios longitudinales y prospectivos, que existe
migración entre la malnutrición por exceso y los TCA (Villarejo et al. 2012; Krug et al. 2013).
Como fue señalado en el módulo 1, estas condiciones,además, comparten factores
comunes de riesgo. Entre estos destacan: a) hacer dieta, b) las preocupaciones por el peso
e insatisfacción con la imagen corporal, c) el weight/fat talk, y d) la exposición a burlas y
comentarios negativos relacionados con el peso (Haines y Neumark-Sztainer, 2006;
Neumark-Sztainer, 2012; Haines, Kleinman, Rifas-Shiman, Field y Austin, 2010). El llamado
es, entonces, a implementar estrategias que prevengan conjuntamente ambas condiciones.

Las recomendaciones para la confección de programas comunitarios de prevención


conjunta de acuerdo a la evidencia, es que deben incluir: la reducción de los factores de
riesgo conjuntos; abordar todo el espectro de los problemas relacionados con el peso;
implementarse durante la adolescencia y hasta la adultez joven; e incluir políticas escolares,
laborales y campañas comunitarias (Day, Ternouth y Collier, 2009; Neumark-Sztainer,
2012).

En términos de factores de riesgo, las intervenciones comunitarias debieran considerar


estrategias que apunten a:
- Desincentivar el uso de dietas y otras conductas no saludables para el control del
peso, a través de la promoción de la alimentación sana y actividad física (aumentar
espacios físicos de uso público para el ejercicio, promover la actividad física en
escuelas y comunidades, facilitar el acceso a alimentación saludable en los colegios,
etc.).
- Reducir la insatisfacción corporal: educar en cómo lidiar con las presiones sociales
mediadas por los pares, familia y MCM, aumentando la educación mediática de la
población. Es central también el trabajo a nivel de políticas públicas para regular la
industria de la moda (González, Penel, Gutierrez y Raich, 2011).
- Reducir las conversaciones sobre el peso (weight/fat talk) y las burlas en relación al
peso: Generar ambientes saludables para los jóvenes en que se minimice el
weight/fat talk y se eliminen las burlas en relación al peso, tanto al interior de las
familias, como en sus ambientes sociales (escuelas y otras organizaciones
comunitarias). Se recomienda para esto facilitar el reconocimiento de estas
conversaciones, implementar protocolos claros de acción en contra de las burlas en
relación a la apariencia física en colegios y organizaciones comunitarias, y generar
actividades de intervención para reducir la denigración verbal, mejorando la
resolución de conflictos y las habilidades de comunicación entre los jóvenes. Por
ejemplo, establecer campañas como la “Semana libre del fat talk” de Estados
Unidos, la cual involucra a los MCM y se ha extendido internacionalmente (Haines,
Neumark-Sztainer, Perry, Hannan y Levine, 2006; Garnett, Buelow, Franko, Rodgers
y Austin, 2014; Jones, Crowther y Ciesla, 2014).

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS

Algunas experiencias internacionales de prevención conjunta de relevancia son: New Moves


(Neumark-Sztainer et al. 2010; Neumark-Sztainer, Story, Hannan y Rex, 2003), Healthy
Weight (Stice, Rhode, Gau y Shaw, 2012) y Healthy Buddies (Stock, Miranda y Evans, 2007),
5-2-1- Go! Intervention (Austin et al. 2007). De las anteriores, sólo Healthy weight ha
demostrado tener un efecto significativo en reducir factores de riesgo de TCA e IMC (Le et
al. 2017), y 5-2-1 Go! Intervention ha demostrado también efectividad en reducir la
incidencia de nuevos casos de TCA (Austin et al, 2007). Sin embargo, falta investigación en
esta área para poder brindar más y mejor documentada evidencia. En Chile, hasta donde
alcanza el conocimiento de las autoras, no se han generado iniciativas de impacto en esta
área.

RECOMENDACIONES PARA LOS PROFESIONALES DE APS DERIVADAS DE LAS


EXPERIENCIAS DE PREVENCIÓN PRIMARIA

Recomendaciones para la prevención primaria comunitaria:


A nivel de atención primaria, existen algunas experiencias exitosas de en la implementación
de programas basados en disonancia cognitiva para adolescentes de riesgo para TCA (con
alta insatisfacción con su imagen corporal). El programa Body Project, cuyo protocolo está
disponible en internet, ha reportado positivos resultados en este setting, en la reducción de
factores de riesgo y síntomas de TCA (Linville et al. 2015).
Por otro lado, si bien en Chile los programas de prevención conjunta no se han expandido,
los elementos mencionados también más arriba respecto de los que debe incluir un
programa de prevención integrada para TCA y obesidad, pueden ayudar a sentar las bases
del desarrollo de protocolos locales que consideren las necesidades de cada comunidad.

Recomendaciones para la prevención primaria en la atención de salud:


Los profesionales de APS deben entender y tener presente los elementos más exitosos de
prevención de los TCA, para incorporarlos a la psicoeducación de los pacientes desde
edades tempranas, especialmente de aquellos que presenten mayores factores de
vulnerabilidad, riesgo o predisposición (ver módulo 1).
En la atención de todo adolescente, se recomienda incorporar elementos de educación
mediática, que permitan al adolescente reconocer e incrementar los argumentos para lidiar
con los mensajes del medio, especialmente con la influencia de los MCM, y desarrollar
estrategias que moderen la influencia sociocultural.
En el caso de jóvenes de alto riesgo de TCA o con signos tempranos de éstos problemas, se
sugiere reforzar el mejor afrontamiento del medio y reducir el proceso de internalización
del ideal delgado. Estos procesos se pueden trabajar, por ejemplo, reduciendo las
conversaciones sobre el peso y figura (“fat talk”); cuestionar y desafiar el ideal de delgadez
y sus beneficios; y reconocer los costos asociados a esta perseguir el ideal de figura delgada

30
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
impuesto por la sociedad. Estrategias cognitivo-conductuales y elementos de educación
mediática, también pueden ser útiles.
Otras recomendaciones para la atención clínica, provienen de los estudios de prevención
integrada. Se sugiere colocar particular énfasis en la consulta de adolescentes que deseen
bajar de peso, o que presenten, al momento de consultar, malnutrición por exceso. Así, los
profesionales de la APS que atienden adolescentes, tiene que estar sensibilizados y
familiarizados con estos temas para intervenir preventivamente y en forma adecuada, de
modos de prevenir el desarrollo de un TCA a través de la educación, contención, o manejo
de apropiado alguna de estas condiciones.
Neumark-Szteiner y colaboradores (2009) plantean las siguientes recomendaciones
basadas en la evidencia para los clínicos, como prevención primaria, de modo de promover
estilos de vida saludables y reducir el riesgo de desarrollar un TCA o malnutrición por exceso
en los pacientes adolescentes (López et al., 2015):

1. Desalentar las dietas y las conductas no saludables para el control del peso. Informar
al adolescente que estas medidas pueden ser contraproducentes a largo plazo.
Discuta con el joven formas alternativas para el logro de una alimentación y
actividad física saludables, que puedan ser mantenidas a lo largo del tiempo,
considerando sus preferencias y accesibilidad.
2. Promover una imagen corporal positiva. No use la insatisfacción corporal como
motivador para el cambio. Pregúnteles cómo se sienten con su cuerpo, qué les gusta
y qué hacen para tratarse bien. Ayude a los adolescentes a cuidar sus cuerpos,
aliéntelos a mantener una alimentación y actividad física saludables y un
autodiálogo acerca de si mismos, también positivo.
3. Estimule a que las familias coman más frecuentemente juntos y en un ambiente
agradable.
4. Ayude a las familias a reducir el “weight /fat talk” (hablar, burlarse, etc. acerca del
peso propio o de los demás). Las familias, muchas veces, están acostumbradas a
conversar sobre el peso en el hogar. Ayude a reconocer estas conversaciones y los
efectos negativos que traen, aunque los comentarios parezcan bien intencionados.
Deje claro que las burlas o comentarios negativos sobre el peso no son graciosas y
pueden dañar seriamente la salud psicológica y física del adolescente.
5. Brinde un espacio para que los adolescentes puedan conversar acerca de las
experiencias de maltrato que han recibido en relación a su cuerpo. Asuma que los
jóvenes con sobrepeso han experimentado situaciones de maltrato o burlas.
Converse sobre ello, comunicando que no es aceptable ni gracioso, y ayúdele a
reducir la exposición y desarrollar estrategias para responder. Si existe un nivel de
maltrato alto, referir a especialistas.

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS

A las anteriores, se suman las siguientes recomendaciones:


- Tener en cuenta, de que muchos adolescentes con sobrepeso u obesidad,
especialmente las mujeres, están insatisfechos con su peso o figura, por lo que se
debe ser delicado con los comentarios o indicaciones que puedan desencadenar un
TCA, en quienes se encuentren más vulnerables. Es necesario evitar observaciones
que puedan aumentar la insatisfacción corporal, o utilizar palabras que puedan herir
o menoscabar la autoestima de los adolescentes, tales como “gordo”, “obeso” y
“extremadamente obeso” (Puhl, Peterson y Luedicke, 2011).
- Es necesario revisar en las consultas, las conductas que utilizan los pacientes para
manejar el peso y discutir formas constructivas de realizarlo en las consejerías de
nutrición. Se recomienda monitorizar cuidadosamente a aquellos adolescentes que
requieran bajar de peso, y así, asegurar de que no desarrollen un TCA ni las
consecuencias médicas de estados de desnutrición agudo (Golden et al, 2016).
- Usar estrategias y técnicas derivadas de la Entrevista Motivacional al proveer
consejería en nutrición o hablar sobre hábitos alimentarios, evitando un lenguaje
basado en el peso (Lundahl et al. 2013). Esta corresponde a una de las técnicas
mayormente recomendadas, basadas en la evidencia para promover un estilo de
vida saludable.
- Desincentivar el auto-pesaje como estrategia para manejar el peso corporal. Si bien
ésta es una conducta frecuente entre quienes están en mayor riesgo de un TCA o
presentan problemas relacionados con el peso, los estudios respecto a su uso en
adolescentes son limitados y sus resultados inconsistentes (Friend, Bauer, Madden
y Neumark-Sztainer, 2012; Pacanowski, Loth, Hannan, Linde, y Neumark-Sztainer,
2015; Quick, Loth, MacLehose, Linde y Neumark.Sztainer, 2013; Benn, Webb, Chang,
Harkin, 2016). En general, pareciera que el auto-pesaje no reportaría mayores
beneficios a los adolescentes y que en caso de que un paciente presente una
conducta de auto-pesaje frecuente, se recomienda explorar sus motivaciones,
percepción de beneficios y advertir sobre potenciales consecuencias adversas.
- Involucrar siempre a la familia en el tratamiento de los jóvenes, focalizando en el
logro de un estilo de vida familiar saludable que pueda ser mantenido, en lugar de
en el peso. Por ejemplo, estimular a que los padres modelen un rol saludable de
alimentación y vida activa, mantengan en el hogar un ambiente de fácil accesibilidad
a alimentación saludable, reduciendo las horas de pantalla diaria de la adolescente
(ej. evitar que tengan televisión en la habitación), etc. (Katzman, Peebles, Sawyer,
Lock y Le Grange, 2013; Shrewsbury, Steinbeck, Torvaldsen y Baur, 2011).

Finalmente, dado que los profesionales de APS pueden ser muchas veces los primeros
profesionales de salud que reciben a un paciente en riesgo, se requiere una actitud de alta
sospecha frente a signos y síntomas de TCA, por lo crucial que resulta el diagnóstico y el
tratamiento precoz. Así, todos los adolescentes, debieran ser consultados acerca de sus
patrones de alimentación y la satisfacción con su cuerpo o imagen corporal (Lock, La Via,
AACAP, CQI, 2015) (ver sección 2. PREVENCION SECUNDARIA).

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS

2. PREVENCIÓN SECUNDARIA

Establecer el diagnóstico de un TCA es con frecuencia un desafío para los clínicos, pues los
jóvenes que los sufren tienden a negarlos o esconderlos, debido a que poseen escasa o nula
conciencia de enfermedad y motivación al cambio. Esto favorece el que pasen
desapercibidos -a veces por largo tiempo- y el diagnóstico tardío, lo que impacta
negativamente en sus posibilidades de recuperación (Lopez y Treasure, 2011; Rome, 2012).
Es por ello que la pesquisa activa de estos trastornos en los controles de salud en la
adolescencia, como también durante la atención de aquellos jóvenes de riesgo, resulta
relevante para su detección precoz y mejorar así su pronóstico.
El equipo de APS, encargado de brindar la mayoría estas prestaciones de salud al grupo
adolescente, se encuentra entonces en una posición estratégica para evitar el retraso en el
diagnóstico y tratamiento de estas patologías.

Diagnóstico precoz mediante screening en el Control de Salud


Los profesionales de la APS deberán realizar screening de TCA en los controles de salud de
todo adolescente (American Academy of Pediatrics Bright Futures National Center Staff,
2017; MINSAL, 2016).
El screening comprenderá la exploración del nivel de satisfacción del joven con su imagen
corporal y las prácticas que utiliza para el control de su peso, los que ayudarán a reconocer
síntomas tempranos de TCA (American Academy of Pediatrics Bright Futures National
Center Staff, 2017). Las Guías de Supervisión de Salud de Niños y Adolescentes de la
Academia Americana de Pediatría (EE.UU.), sugieren ejemplos de preguntas a realizar con
esa finalidad (American Academy of Pediatrics Bright Futures National Center Staff, 2017):

Pregunte al adolescente:
¿Cómo sientes que te ves? ¿Sientes que estás muy delgado? ¿Con exceso de peso?
¿Que tu peso es el adecuado? ¿Cuánto te gustaría pesar? ¿Te molestan por tu peso?
¿Estás haciendo algo para modificar tu peso? Si es así, ¿qué estás haciendo?

Pregunte al padre:
¿Tiene alguna pregunta o preocupación acerca de la alimentación, la actividad física
o el peso de su hijo? ¿Hace su hijo comentarios respecto de haber engordado o tener
miedo a engordar o deseos de hacer dieta para adelgazar?

33
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS

Asimismo, la exploración de la historia menstrual y el examen físico que deben llevarse a


cabo en todo control de salud del adolescente, podrán aportar información
complementaria relevante. Este último, mediante la evaluación nutricional y del
crecimiento y desarrollo del joven, a través de la determinación del peso, la talla, el IMC y
los estadíos de Tanner, los que idealmente deben ser monitorizados longitudinalmente.
El profesional de salud deberá derivar todo caso en que exista sospecha de un TCA a una
evaluación como la que se describirá más adelante.

Diagnóstico precoz mediante screening en la atención aquellos adolescentes de riesgo


Los adolescentes que poseen factores de riesgo para el desarrollo de un TCA requieren de
una mayor supervisión de parte de los profesionales de salud, debiendo realizárseles
screening de TCA de manera periódica durante su atención de salud (Campbell y Peebles,
2014).
Dentro de los factores de riesgo para desarrollar un TCA que resultan más factibles de ser
pesquisados en la consulta, se encuentran los siguientes: sexo femenino; antecedentes
familiares de TCA; pubertad temprana; presencia de insatisfacción con la imagen corporal
y/o preocupación excesiva por el peso, con deseo de ser más delgado o de reducir alguna
parte del cuerpo o aumentar la musculatura en el caso de muchos varones; internalización
del ideal de delgadez; “weight talk” o “fat talk” (conversaciones en relación al peso y la
figura) parental; presión a ser delgado por parte de padres y/o amigos; hacer dietas; burlas
por el peso de parte de familiares y/o amigos; obesidad; práctica de actividades o deportes
que exigen un cuerpo delgado (por ej., modelaje, ballet y gimnasia); baja autoestima;
perfeccionismo y depresión (Keel y Forney, 2013; Portela de Santana, da Costa Ribeiro,
Mora y Raich, 2012; Klump, 2013; Treasure, Wack y Roberts, 2008; Pretia, Usaia, Miotto,
Petretto y Masala, 2008; Treasure, Claudino y Zucker, 2010; Arcelus, Witcomb y Mitchell,
2014; Bratland-Sanda y Sundgot-Borgen, 2013; Marín, Sommer, Agurto, Ceballos y Aguirre,
2014; Rohde, Stice y Marti, 2015; López, Raimann y Gaete, 2015; Campbell y Peebles, 2014).
Aquellos jóvenes portadores de enfermedades crónicas que requieren de un manejo
nutricional específico (por ej., Diabetes Mellitus Tipo 1, fibrosis quística, enfermedad celíaca
y enfermedades inflamatorias intestinales) pueden tener también mayor riesgo de
desarrollar un TCA (Quick et al., 2013; Campbell y Peebles, 2014).
Especial atención merecen también aquellos jóvenes cuyas consultas son motivadas por el
peso, la figura y/o alimentación, pues tienen asimismo un riesgo significativamente mayor
de presentar un TCA (Lask, Bryant-Waugh, Wright, Campbell, Willoughby y Waller, 2005).
Debido a ello, los profesionales de la APS que trabajan en el área de la nutrición deben
manejar un alto índice de sospecha de estas patologías dentro de su labor clínica.

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS

Deberá sospecharse un TCA en aquellos que evidencien (Campbell y Peebles, 2014; AED,
2011):
• Conductas alimentarias restrictivas o anormales
• Atracones o vómitos recurrentes
• Ejercicio excesivo
• Otras conductas no saludables para el control del peso (por ej., ingesta excesiva de
líquidos, cafeína o chicles sin azúcar y uso/abuso de laxantes, diuréticos,
anorexígenos, psicoestimulantes o una variedad de suplementos nutricionales
complementarios y alternativos).
• Pérdida de peso o dificultad para incrementarlo
• Disminución o ganancia de peso abruptas
• Fluctuaciones de peso sustanciales
• Retraso del crecimiento o del desarrollo puberal no explicados
• Alteraciones menstruales de causa no clara

3. EVALUACIÓN INICIAL DE LOS TCA

La evaluación inicial que se realice en la APS a un adolescente en que se sospecha un TCA


estará destinada a:
a. Establecer el diagnóstico del TCA.
b. Detectar las complicaciones médicas asociadas.
c. Establecer la existencia de condiciones médicas y psicosociales que determinen la
necesidad de hospitalización o intervenciones de urgencia.
d. Informar al paciente y a sus padres de los hallazgos, y motivarlos a tratamiento.

Por su naturaleza, ésta deberá ser efectuada por un médico, en conjunto con un profesional
de salud mental en aquellos casos en que el médico no posea competencias suficientes para
la evaluación de los aspectos psicosociales necesarios.

35
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
Para llevarla a cabo deben tenerse en
consideración las estrategias básicas para
la atención clínica de adolescentes y las
especificidades propias del abordaje de los
TCA. Sobre las primeras se profundiza en un
artículo publicado previamente por una de
las autoras (Gaete, 2001). Las segundas se
describirán a continuación.
Es importante mantener una actitud de
escucha y acogida durante la evaluación,
mostrando a la vez una seriedad y
preocupación acorde al problema, que facilitará que aquellos adolescentes y/o padres que
no tengan conciencia de la relevancia estas enfermedades, la vayan desarrollando.
Debe destacarse que el diagnóstico de los TCA es eminentemente clínico y se realiza en
especial mediante una buena anamnesis.

Anamnesis
La anamnesis debe comprender los siguientes aspectos:
• Alteraciones cognitivas y conductuales propias de los TCA.
• Síntomas físicos asociados.
• Síntomas que orienten a otras patologías médicas como causa de los problemas.
• Evaluación psicosocial inicial.
• Antecedentes personales y familiares relevantes.
• Tratamientos recibidos, si los ha habido, y sus resultados.
• Evaluación del grado de comprensión del problema por parte del paciente y sus padres,
y su motivación a recibir ayuda.

a. Alteraciones cognitivas y conductuales propias de los TCA


Para evaluar su presencia, en general resulta adecuado partir explorando si las adolescentes
presentan una insatisfacción significativa con su peso y/o figura, o preocupación excesiva
por los mismos. De existir, se deberá profundizar tanto en las conductas que los jóvenes
han intentado (o deseado intentar) para resolver su problema y su impacto en el peso
corporal, como en el tipo de pensamientos asociados, su intensidad y frecuencia.

Para indagar estos y otros aspectos relacionados, se recomiendan las siguientes preguntas
(adaptado de Rosen, 2010; Rome, 2012) y otras que se estiman útiles y necesarias (*):

• ¿Has tratado de bajar de peso? ¿Qué has intentado? ¿Desde cuándo?

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
• ¿Has disminuido el tamaño de las porciones que comes? ¿Te saltas comidas? ¿Qué
alimentos que antes solías comer evitas o te prohíbes? ¿Desde cuándo presentas los
previos? Explorar también rituales alimentarios y conversión reciente al vegetarianismo.
• ¿Qué comiste ayer? (cantidad y calidad del desayuno, almuerzo, onces, cena y
colaciones)
• ¿Cuentas calorías? Si lo haces, ¿cuántas comes al día?
• ¿Tomas líquidos sin calorías (agua, té, café, gaseosas u otros) para evitar comer o bajar
de peso? ¿Cuánto tomas al día? ¿Desde cuándo o en qué período?
• ¿Has tenido atracones? ¿Con qué frecuencia? ¿En qué horario? ¿Desde cuándo o en qué
período? ¿Cuánto y qué tipo de alimentos comes en un atracón? (*) ¿Desencadenantes?
• ¿Te has provocado vómitos? ¿Con qué frecuencia? ¿En qué momento (después de un
atracón o en otras circunstancias)? ¿Desde cuándo o en qué período?
• ¿Has tomado laxantes, diuréticos, medicamentos, productos “naturales” u otros para el
control del peso? (en los hombres, ¿has utilizado suplementos o medicamentos para
aumentar tu masa muscular?) ¿De qué tipo, cuánto y con qué frecuencia? ¿En qué
momento (después de un atracón o en otras circunstancias)? ¿Desde cuándo o en qué
período?
• ¿Haces ejercicio? ¿De qué tipo, intensidad, duración y frecuencia? ¿Cuánto te estresa
perderte una sesión de ejercicio? ¿Lo has continuado realizando a pesar de estar
enfermo o lesionado? (*)
• ¿Con qué frecuencia te pesas? (*)
• ¿Cuánto es lo que más has pesado? ¿Cuándo fue? ¿Cuánto medías en ese momento?
• ¿Cuál ha sido tu peso mínimo en el último año? ¿Cuándo fue? ¿Cuánto medías en ese
momento?
• ¿Cuánto te gustaría pesar? ¿Cuál piensas que es tu peso saludable?
• ¿Miras, tocas o mides permanentemente tu cuerpo o alguna(s) parte(s) de él con el fin
de evaluar cómo está tu peso o figura? (*)
• ¿Cuánto tiempo del día gastas pensando en la comida, el peso y la figura? ¿Cuánta de tu
energía la inviertes en tu peso y tu figura?

Resulta importante explorar dirigidamente cada uno de estos aspectos, pues pueden pasar
inadvertidos si no se hace.

Se debe tener muy presente que la simple negación de problemas por parte del adolescente
no excluye la posibilidad de que esté cursando con un TCA, y menos aún si sus padres, pares,
profesores o entrenador lo sospechan, casos en los cuales la probabilidad de que el
trastorno exista es alta (Rome y Strandjord, 2016).

b. Síntomas físicos asociados


En su mayoría son generados por la restricción de la ingesta, los déficits nutricionales, los
atracones y las conductas compensatorias, y se detallan en la tabla 1.
Es importante destacar que los TCA no sólo se asocian a déficit ponderal, si no que pueden
estar presentes en jóvenes de diverso estado nutricional (desde desnutrición a obesidad).

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
Así también, en aquellos casos en que exista pérdida abrupta, aumento rápido o
fluctuaciones significativas de peso en adolescentes que por lo demás están sanos, debe
descartarse un TCA (AED, 2011).

Tabla 1. Síntomas físicos en TCA


• Significativa disminución, aumento o fluctuaciones de peso
• Mantención o falta de incremento esperado de peso y/o talla en un adolescente en
crecimiento y desarrollo
• Retraso del desarrollo puberal
• Fatiga o letargia
• Debilidad
• Mareos
• Pre-síncopes y/o síncopes
• Intolerancia al frío
• Caída del cabello
• Palidez
• Equímosis fáciles
• Disnea
• Dolor torácico
• Palpitaciones
• Regurgitación y acidez frecuentes, pirosis
• Vómitos con sangre
• Saciedad precoz, disconfort epigástrico, dolor abdominal
• Constipación
• Poliuria
• Amenorrea y otras alteraciones menstruales
• Calambres
• Convulsiones

c. Evaluación psicosocial inicial


En todos los casos deberá explorarse la existencia de comorbilidad psiquiátrica que requiera
de intervenciones de urgencia (por ej., riesgo suicida) y conductas de riesgo que necesiten
ser abordadas sin demora (por ej., autoagresiones y relaciones sexuales no protegidas).

d. Antecedentes personales y familiares relevantes

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
Deberá indagarse por el crecimiento y el desarrollo de los adolescentes, sus antecedentes
ginecológicos si son mujeres (incluyendo edad de la menarquia, regularidad de los ciclos,
fecha de última regla y anticoncepción), y por historia familiar de obesidad, TCA y otros
trastornos psiquiátricos (en especial del ánimo, ansiosos, obsesivo-compulsivo y abuso o
dependencia de alcohol y/o drogas).

e. Evaluación del grado de comprensión del problema por parte del paciente y sus padres,
y su motivación a recibir ayuda.
Resulta esencial que el profesional indague estos aspectos para que realice una buena
derivación. Una paciente en absoluta negación del problema puede dificultar mucho su
ingreso a tratamiento, en especial, si sus padres también tienden a negarlo, minimizarlo o
se encuentran muy ambivalentes al respecto, lo que no es infrecuente. Las causas de esto
último pueden ser diversas, entre ellas, las implicancias que tendrá un diagnóstico de este
tipo para la adolescente y su familia, y los temores o reparos relativos al tratamiento.

Debido a la inclinación de estos pacientes a negar o esconder el problema, para obtener


una adecuada anamnesis en casos de TCA, es importante involucrar a los padres en parte
de la entrevista. Se logrará información más real si las alteraciones cognitivas y
conductuales propias de los TCA se exploran con ambos -joven y padre(s)- presentes, sobre
todo en aquellos casos donde el paciente no tiene conciencia de problema, ni motivación
al cambio. Sin embargo, se debe evitar preguntar ante los padres cuestiones muy sensibles,
posponiéndolo para cuando se esté a solas con el adolescente. No sólo las preguntas
habitualmente sensibles (conducta sexual, consumo de drogas, etc.) lo son en estos casos,
sino que también aquellas relativas a las conductas alimentarias y compensatorias que los
jóvenes desean mantener al margen del conocimiento de otros, ya sea por vergüenza,
intención de no modificarlas u otras motivaciones (por ej., vómitos y su frecuencia;
atracones, su contenido y frecuencia; uso de laxantes y otros medicamentos para el control
del peso, etc.).
La entrevista conjunta paciente-padre(s) facilitará también que los padres tomen conciencia
de lo que el joven ha experimentado y permitirá evaluar las dinámicas asociadas a la
enfermedad, entre ellas, el nivel de conflictos que el adolescente y su familia están teniendo
a la hora de las comidas, y cómo los están enfrentando.
Otras habilidades que se deben tener especialmente presentes al realizar la entrevista en
estos casos son:
• Evitar juicios de valor y/o actitudes negativas o de sorpresa ante las conductas que al
paciente ya le está siendo difícil compartir, pues se inhibirá de hacerlo y aumentarán sus
resistencias a la situación.
• Externalizar la enfermedad. Esta técnica está indicada especialmente en pacientes
resistentes a reconocer su problema y hacerse cargo de medidas para cambiar. En ella,
se utiliza el lenguaje para convertir al TCA en una entidad separada del joven (“no eres
tú, sino la anorexia la que hace que te comportes de esta forma”). Esto favorece que el

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
adolescente pueda reconocer pensamientos y conductas que tiende a negar por culpa,
vergüenza u otros motivos (“no es que tú hayas querido tomar ese laxante después de
comer, sino la anorexia la que te hizo hacerlo”), y, por otra parte, hace posible que el
paciente “luche contra el TCA” (contra este “enemigo externo”) en conjunto con su
familia y el profesional para impedir que "se salga con la suya". Permite desculpabilizar
al paciente, sin que ello lo prive de la responsabilidad de superar el problema, lo que
genera condiciones para que pueda contar lo que le está sucediendo y se movilice para
solucionarlo.

Examen físico
El examen físico tendrá que ser completo, ya que los diversos sistemas y órganos pueden
potencialmente verse comprometidos en los TCA.

Debe incluir:
• Signos vitales: temperatura; frecuencia respiratoria; frecuencia cardíaca y presión
arterial en decúbito dorsal y de pie.
• Antropometría: peso y talla.
• Cálculo del IMC.
• Registro de IMC y talla en curvas apropiadas (MINSAL, 2016), con observación de su
evolución en relación a mediciones previas y realización del diagnóstico nutricional y
estatural.
• Desarrollo puberal: estadíos de Tanner.
• Pesquisa de alteraciones asociadas a los TCA ( Tabla 2).

Tabla 2. Posibles hallazgos al examen físico en adolescentes con TCA


• Afecto plano o ansioso
• Hipotermia
• Bradicardia
• Ortostatismo, hipotensión
• Disminución o aumento del panículo adiposo
• Disminución de la masa muscular
• Retraso del desarrollo puberal
• Pérdida de grosor, volumen y brillo del cabello
• Piel seca, pálida; lanugo en tronco y/o extremidades; coloración anaranjada,
especialmente de palmas y plantas
• Equimosis, petequias alrededor de los ojos
• Acantosis nigricans, acné, hirsutismo

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
• Hipertrofia parotídea, congestión faríngea
• Trauma y laceraciones orales; erosiones del esmalte dental en las superficies oclusales y
lingual; caries
• Atrofia de mamas
• Soplo cardíaco (1/3 con prolapso de la válvula mitral)
• Extremidades frías, acrocianosis, perfusión pobre
• Signo de Russell (callosidades en los nudillos por la inducción de vómitos)
• Edema de extremidades

El examen físico habitualmente muestra más alteraciones en los casos de AN, pudiendo ser
absolutamente normal en el resto de los TCA. Sin embargo, si se lleva a cabo una búsqueda
más dirigida y cuidadosa de las posibles alteraciones, los hallazgos aumentan.

Se debe tener especial cuidado al momento de obtener del peso, ya que éste es el objeto
de gran parte de los temores y angustias de estos pacientes. El miedo a verse forzados a
aumentar de peso los puede llevar a incrementarlo artificialmente mediante el consumo
excesivo de líquidos o escondiendo objetos en su ropa o cuerpo. Por lo mismo, el joven
debe ser pesado con un mínimo de ropa o en bata, y después de haber orinado. Es
recomendable utilizar habilidades, técnicas o estrategias que contribuyan a hacerle sentir
comprendido y/o a aliviar la angustia o frustración asociada al pesaje. Así, por ejemplo,
antes de pesarlo se le puede realizar un comentario empático sobre lo difícil que
seguramente es para él ese momento. Posterior al pesaje se deben explorar sus
sentimientos acerca del resultado y si está experimentando intensa frustración o angustia,
será necesario contenerlo, empleando por ejemplo la externalización de la enfermedad
(“comprendo que es la enfermedad la que te hace sentir que tu peso es excesivo, pero
según las curvas es absolutamente normal”).

En aquellos casos en que se anticipe que la angustia o frustración del adolescente debido al
resultado de su peso serán muy intensas y entorpecerán la evolución, puede optarse por
pesarlo de manera ciega (de espaldas a la balanza, para que no visualice los números).

Diagnóstico diferencial
En aquellos casos en que el cuadro resulte atípico, se debe tener presente que puede no
corresponder realmente a un TCA, sino a alguna de las patologías descritas en la tabla 3
(Rosen, 2010).

Tabla 3. Diagnóstico diferencial de los TCA


- Patología gastrointestinal:
• Enfermedad inflamatoria intestinal
• Enfermedad celíaca
• Enfermedades infecciosas
- Infecciones crónicas (SIDA, tuberculosis, otras)
- Patología endocrina:

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
• Hipertiroidismo o hipotiroidismo
• Diabetes Mellitus
• Otras (ej.: hipopituitarismo, enfermedad de Addison)
- Patología psiquiátrica:
• Trastorno obsesivo-compulsivo
• Trastornos ansiosos
• Abuso y dependencia de sustancias
- Otras patologías:
• Lesiones del sistema nervioso central (incluyendo cánceres)
• Otros cánceres
• Síndrome de arteria mesentérica superior (más comúnmente consecuencia de pérdida
de peso severa)

Evaluación de laboratorio inicial


Los exámenes de laboratorio en estos casos son solo complementarios y están destinados
diagnosticar complicaciones y a descartar otras condiciones que puedan explicar los
síntomas (diagnóstico diferencial).
La evaluación inicial debe incluir hemograma, perfil bioquímico, electrolitos plasmáticos,
gases venosos, magnesemia y orina completa. También creatininemia y pruebas tiroideas,
si existe baja de peso significativa. Si hay vómitos o sospecha de ellos se puede agregar una
amilasemia. Se tiene que realizar un electrocardiograma (ECG) en todo paciente con
alteraciones electrolíticas, baja de peso o purgas significativas, y/o síntomas o signos
cardiovasculares, y considerar un ecocardiograma en los últimos. En aquellas adolescentes
con amenorrea, pueden indicarse exámenes adicionales (test de embarazo en orina, LH,
FSH, prolactinemia, estradiol sérico) y, si ésta se ha prolongado por 6 meses o más, debe
llevarse a cabo una densitometría ósea, con un programa computacional apropiado para la
edad. En el caso de los varones con AN debe considerarse la obtención de testosterona en
sangre. Si hay incertidumbre acerca del diagnóstico, será necesario realizar otros exámenes
según el caso, como VHS, exámenes para descartar enfermedad celíaca, tomografía
computarizada o resonancia magnética de cerebro, y estudios del sistema gastrointestinal
alto o bajo (AED, 2011; Rosen, 2010).

Las alteraciones que pueden mostrar los exámenes iniciales se detallan en la tabla 4.
Tabla 4. Alteraciones potenciales en los exámenes de laboratorio iniciales en TCA
Examen Alteraciones
Hemograma Anemia, leucopenia, trombocitopenia
Perfil bioquímico Glucosa: ↓(desnutrición)
Nitrógeno ureico: ↑(deshidratación)
Calcio: leve ↓ (desnutrición, a expensas del hueso)
Fósforo: ↓ (desnutrición)
Proteínas totales/albúmina: ↑ en desnutrición temprana a expensas de
la masa muscular, ↓ más tarde

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
Bilirrubina total: ↑ (disfunción hepática), ↓ (baja masa glóbulos rojos)
Alanina-aminotransferasa (ALAT, SGPT) y aspartato-aminotransferasa
(ASAT, SGOT): ↑ (disfunción hepática)
Electrolitos plasmáticos Sodio: ↓ (intoxicación hídrica o laxantes)

Potasio: ↓ (vómitos, laxantes, diuréticos)
Cloro: ↓ (vómitos), ↑ (laxantes)
Gases venosos Bicarbonato: ↑ (vómitos), ↓ (laxantes)
Magnesemia ↓ (desnutrición, laxantes)
Creatininemia ↑ (deshidratación, insuficiencia renal), ↓ (disminución masa muscular).
Normal: puede estar relativamente elevada si existe baja masa muscular.
Amilasemia ↑ (vómitos, pancreatitis)
Pruebas tiroideas T3 ↓, T4 normal o ↓, TSH normal o ↓ (síndrome del eutiroideo
enfermo)
Gonadotrofinas y esteroides LH ↓, FSH ↓, estradiol ↓
sexuales en mujeres
ECG Bradicardia, otras arritmias, bajo voltaje, aumento de la dispersión del
intervalo QT, intervalo QTc prolongado, inversión onda T y
ocasionalmente depresión segmento ST
Densitometría ósea Densidad mineral ósea ↓
Adaptado de AED, 2011.

Gran parte de los exámenes de laboratorio resultará normal en los pacientes con TCA
(Rome, 2016). Sin embargo, ello no implica ausencia de gravedad de la enfermedad, pues
éstos pueden no mostrar alteraciones aún en presencia de riesgo vital. Es más, anomalías
leves pueden indicar que los mecanismos de compensación han llegado a límites críticos
(AED, 2011). Esto debe representársele a los pacientes, ojalá por anticipado, para evitar que
intenten utilizar la normalidad de los resultados como prueba de que no tienen ningún
problema.

Devolución de la hipótesis diagnóstica e indicaciones

Una vez completada la evaluación inicial del paciente con TCA, el profesional de APS debe
realizar un resumen al joven, dándole a conocer los hallazgos, diagnóstico(s), riesgos e
indicaciones preliminares, incluyendo la necesidad de derivación a un programa de
tratamiento ambulatorio especializado o a hospitalización, según sea el caso. Debe brindar
también al adolescente la oportunidad de exponer y resolver sus dudas y preocupaciones.
En este momento y si es atingente, planteará además la necesidad de apertura de temas
sensibles a los padres y negociará con el adolescente -de manera empática y respetuosa- la
mejor forma de hacerlo. Esta negociación debe ser lo más flexible posible, pero sin sacrificar
la información que es relevante que los padres manejen para lograr comprender la situación
y llevar al paciente a tratamiento.
Luego, el profesional generará un espacio con los padres, para abordar los mismos aspectos:
hallazgos, diagnóstico(s), riesgos, indicaciones preliminares (incluyendo derivación) y
resolución de dudas.

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
Con no poca frecuencia, la derivación de estos casos de manera oportuna y eficaz puede
resultar todo un desafío para el profesional de APS, en especial en aquellas circunstancias
en que tanto el joven como sus padres niegan, evitan o minimizan el problema o están muy
ambivalentes respecto de realizar un tratamiento. Una derivación adecuada requerirá que
el joven o su(s) padre(s) logre(n) reconocer la existencia del TCA, comprender sus riesgos, y
entender la relevancia de no retrasar el tratamiento. Para conseguir lo anterior resulta
esencial que el profesional les dé a conocer los riesgos asociados al TCA (en especial
aquellos que para el paciente y su familia sean más relevantes), con un tono de seriedad y
preocupación, y haga énfasis en cómo el pronóstico de estas patologías se ve influido
positivamente por un manejo especializado precoz, o, por el contrario, cómo el retraso del
tratamiento puede traerles consecuencias negativas. Será también importante, que el
profesional intente comprender los motivos tras las actitudes y conductas del paciente y
sus padres, de modo de abordarlas de manera adecuada. Así, por ejemplo, si es la culpa lo
que está inmovilizando a los padres, el desculpabilizarlos y, por el contrario, situarlos como
agentes esenciales para la recuperación de su hijo, puede ser muy útil. En el caso de que los
padres atribuyan las conductas del adolescente a vanidad o voluntariedad, será relevante
hacerles ver que está enfermo. Lo mismo habrá que hacer si están en espera de que sea su
hijo quien quiera tratarse y éste no lo desea. En aquellos casos de pacientes y padres muy
evitativos, resulta a veces conveniente no insistir en “ponerle nombre” a la enfermedad
(nombrarla según su diagnóstico: por ej., AN), pues ello puede incrementar sus temores y
resistencias, dificultando aún más que el joven llegue a tratamiento. El trabajo motivacional
puede complementarse con las estrategias de entrevista motivacional descritas por Miller
y Rollnick (2002). Debe tenerse muy presente que serán las actitudes y conductas de los
padres -y no las de los adolescentes- las más determinantes del ingreso a tratamiento, por
la dependencia normal que tienen los jóvenes de ellos en la etapa de la vida que están
cursando.
Por último, existirán casos en los que a pesar de que se haya hecho todo lo posible, no se
logrará motivación inicial a tratamiento, lo que determinará que el adolescente no sea
derivado, o en su defecto, que no se presente adonde fue derivado. En estas circunstancias,
si no existe riesgo grave inmediato, será conveniente realizar un proceso con el joven y su
familia, para que en algún momento llegue a recibir la ayuda que necesita.

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS

MANEJO DE LOS TRASTORNOS ALIMENTARIOS

1. GENERALIDADES
Los TCA en la adolescencia, como se ha mencionado, son enfermedades de salud mental
complejas, que involucran una multifactorialidad en su origen, mantención y tratamiento.
Pueden afectar seriamente la vida de quienes los sufren en todas sus áreas, e incluso
provocar la muerte (Steinhausen, 2002; Arcelus, Mitchell, Wales, y Nielsen, 2011). Sin
embargo, un reconocimiento temprano y un manejo adecuado, son cruciales para un buen
pronóstico (Treasure y Russell, 2011; NICE 2017).
A pesar de que el tratamiento para los TCA ha sido ampliamente estudiado, la evidencia
científica rigurosa es aún escasa para la población adolescente (Lock, 2010, 2015).
A pesar de lo anterior, existen algunos consensos relevantes que forman las bases del
tratamiento integral:
El manejo clínico de los TCA (evaluación y tratamiento), debe ser realizado, de preferencia,
por un equipo especializado, tanto en TCA como en adolescencia. Este equipo debe trabajar
en conjunto, para brindar la más oportuna e integral atención a los pacientes con el fin de
prevenir la cronicidad del trastorno hacia la vida adulta (Golden et al., 2016; Lock, La Via,
AACAP, CQI, 2015; NICE, 2017).
El tratamiento debe ser integral: debe involucrar la complejidad biopsicosocial de la
enfermedad y las particularidades de la etapa de la adolescencia. En su forma idónea, este
equipo tendría que contar con un médico pediatra especialista en el desarrollo adolescente,
profesionales del área de salud mental (psiquiatra y psicólogo/psicoterapeuta), un
especialista en nutrición (nutricionista o médico con formación en nutrición) y, en los casos
de hospitalización, enfermeras entrenadas en el manejo de los TCA y en adolescencia
(Gaete, López y Matamala, 2012).
El médico pediatra es quien mantiene el monitoreo médico y asegura que el paciente está
en condiciones para mantener el tratamiento en forma ambulatoria. El especialista en
nutrición puede ser un consultor del pediatra o intervenir en caso de preocupaciones

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
nutricionales específicas. Asimismo, éste realiza consultas con la familia y pacientes en
ocasiones. El psiquiatra evalúa la salud mental del paciente y maneja su comorbilidad,
determina la necesidad del uso de psicofármacos para ésta, y en algunos casos, es quien
realiza la psicoterapia. En otros, la psicoterapia es realizada por un psicólogo del equipo.
(Lock et al 2015).
Dada la prevalencia de complicaciones biomédicas y psiquiátricas, el tratamiento también
debiese considerar varios niveles posibles de atención articulados entre sí (ambulatorio,
ambulatorio intensivo, hospitalización parcial/diurna, hospitalización completa) de modo
de satisfacer las distintas necesidades y desafíos que pueda presentar el proceso (Golden
et al. 2003). Las complicaciones médicas y psiquiátricas determinan el nivel de atención que
la paciente deberá recibir y será establecido cuanto antes el riesgo sea detectado. Es
necesario destacar, que los programas ambulatorios son los de elección para los
adolescentes y que sólo se recurre a niveles más avanzados de cuidado, cuando el
tratamiento ambulatorio no está disponible o no es factible (por disponibilidad o riesgo) o
ante fracaso de tratamiento ambulatorio (Lock et al. 2015).
Otra de las bases del tratamiento de los adolescentes es la inclusión de los padres en todos
los tipos de tratamientos brindados para TCA, aunque la forma en que sean incluidos, puede
variar. Los padres o cuidadores deben, por lo tanto, formar parte activa y central del
tratamiento (APA, 2006; Treasure y Schmidt, 2013; Lock et al. 2015; NICE, 2017).
La restauración nutricional y normalización alimentaria también es clave en toda forma de
tratamiento de los TCA, ya que impacta no sólo en la salud física de la paciente, si no
también en los resultados de la psicoterapia, en su funcionamiento familiar, social,
emocional, etc. (NICE, 2017, Campbell y Peebles, 2014).
Las intervenciones psicosociales ambulatorias son el tratamiento inicial de elección para las
adolescentes con TCA. Para AN, las intervenciones basadas en la familia han demostrado
ser altamente efectivas; para BN y trastornos por atracón, hay evidencia a favor de las
intervenciones cognitivo-conductuales, incluidas las versiones de autoayuda y online. La
tabla 5 resume la revisión de las intervenciones psicosociales basadas en la evidencia para
adolescentes con TCA (Lock, 2015; Lock et al, 2015).

Tabla 5. Intervenciones psicosociales basadas en la evidencia para adolescentes con TCA


(Lock, 2015)

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS

Recientemente, las guías NICE (2017) resumieron sus recomendaciones de tratamiento


para adolescentes en:
- Para AN: Terapia Familiar Focalizada en la AN (individual o multifamiliar) o en su
defecto, Terapia Cognitivo Conductual para TCA o Terapia Focalizada en la
Adolescencia.
- Para BN: Terapia Familiar para BN o Terapia Cognitivo Conductual si la primera no
es aceptable.
- Para Trastorno por Atracón: programas de autoayuda, el cual sería reemplazado por
terapia cognitivo-conductual grupal o individual si el primero no es aceptable o no
está disponible.
- Para el Tastorno Evitativo/Restricitivo de la Ingestión de Alimentos: terapias
conductuales, cognitivo-conductuales, de exposición y basadas en la familia, se
señalan como potencialmente útiles, reconociendo la falta de evidencia en este
caso.

El rol de los psicofármacos es limitado, con muy escasa evidencia en adolescentes, siendo
un coadyuvante para el manejo de casos refractarios y de la psicopatología comórbida
(Schmidt et al. 2016; Lock et al. 2015). Es importante considerar que en casos de
desnutrición, los bajos niveles de serotonina limitan la efectividad de los IRSS y de otros
antidepresivos. Además, algunos de los síntomas comórbidos mejoran con la renutrición.

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
Finalmente, a pesar de existir una variedad de tratamientos disponibles para adolescentes
con TCA, las metas generales de éstos tienen aspectos en común (Campbell y Peebles,
2014):
A. Normalizar los patrones alimentarios y realimentar en caso de ser necesario
(ej. en trastornos restrictivos o con bajo peso), retornando a la flexibilidad
en la alimentación;
B. Manejar las complicaciones biomédicas y la comorbilidad psiquiátrica;
C. Lograr la recuperación psicológica del paciente: mejorar su autoestima y
retornar un funcionamiento psicosocial, ocupacional e interpersonal
apropiado a la edad, sin la influencia anormal del peso o cuerpo en la
autoevaluación;
D. Restaurar los patrones de normales de desarrollo y crecimiento;
E. Físicamente se espera lograr la restauración total del peso, recuperación de
las menstruaciones, progresión puberal, crecimiento normal y reversión de
los daños biomédicos provocados por la enfermedad;
F. Recuperación nutricional: llegar a la meta de peso acordada (entendiendo
de que el peso seguirá progresando de acuerdo al desarrollo), poder
alimentarse en forma balanceada y flexible, en una variedad de situaciones
familiares y sociales.
G. Prevenir las recaídas. En este último punto, la particularidad de la aparición
del TCA durante la adolescencia, implica también resolver las tareas de la
adolescencia ligadas al logro de una identidad saludable sin la enfermedad.

2. MANEJO EN APS

Ya que el tratamiento de los TCA debe realizarse por equipos especializados que se
encuentran en un nivel de atención de salud de mayor complejidad, el rol de los
profesionales de APS en el manejo de estos casos consiste primordialmente en su
derivación oportuna y eficaz a manejo especializado, ya sea ambulatorio, hospitalario o en
internación psiquiátrica, según corresponda.
En la tabla 6 se detallan aquellas condiciones que hacen necesaria la hospitalización o
internación en estos casos.

Tabla 6. Indicaciones de hospitalización/internación en adolescentes con TCA

Una o más de las siguientes justifican hospitalización:

1. IMC ≤ al 75% del promedio para la edad y sexo


2. Deshidratación
3. Alteraciones electrolíticas (hipokalemia, hiponatremia, hipofosfemia)
4. Alteraciones electrocardiográficas (por ej., QTc prolongado, bradicardia severa)
5. Inestabilidad fisiológica

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
• Bradicardia severa (frecuencia cardíaca < 50 latidos/minuto durante el día; <
45 latidos/minuto en la noche
• Hipotensión (< 90/45 mm Hg)
• Hipotermia (Tª corporal < 35.6 °C)
• Aumento ortostático del pulso ( >20 latidos/minuto) o disminución de la
presión arterial (>20 mm Hg sistólica, >10 mm Hg diastólica)
6. Detención del crecimiento y desarrollo
7. Rechazo agudo a comer
8. Atracones y purgas incontrolables
9. Complicaciones médicas agudas de la desnutrición (por ej., síncope, convulsiones,
insuficiencia cardíaca, pancreatitis)
10. Comorbilidad psiquiátrica/médica que prohíbe o limita un tratamiento ambulatorio
apropiado (por ej., depresión severa, ideación suicida, trastorno obsesivo-
compulsivo, Diabetes Mellitus tipo 1)
11. Fracaso de tratamiento ambulatorio
Golden et al. 2016

Los casos leves podrían eventualmente tratarse en la APS (Sangvai, 2016), en el caso de que
exista disponibilidad de un equipo capacitado para su manejo. Este equipo debería estar
conformado por un médico, una nutricionista y un psiquiatra o psicólogo, con la
capacitación suficiente para manejar estos casos, y que tenga posibilidad de desarrollar un
estrecho trabajo en equipo, incorporando además activamente a los padres en el manejo
del caso y a otros profesionales de APS según necesidad (por ej. matrona por necesidad de
anticoncepción). Debe recordarse que los TCA son enfermedades de salud mental que
tienen repercusión física de manera secundaria, por lo que no deben recibir solo manejo
nutricional y/o médico. Así también, sería deseable que el equipo trabaje con plazos
definidos para que el TCA alcance su remisión, derivando sin demora aquellos casos que no
evolucionen satisfactoriamente.

La figura 3 muestra el flujograma de acciones de salud relativas a los TCA que idealmente
debiesen realizarse en la APS.

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS

Figura 3. Flujograma acciones de salud TCA Adolescentes APS

Prevención primaria en atención de salud

Screening TCA Screening TCA Consulta por sospecha


A
Control Salud Integral adolescentes de riesgo TCA
Adolescentes

P
Evaluación Inicial Tratamiento de
casos leves
• Anamnesis
(si existe equipo
S • Examen físico
capacitado)
• Exámenes de laboratorio
• Hipótesis diagnóstica e indicaciones

Derivación oportuna y eficaz a manejo especializado,


requiere de equipos capacitados en atención de
adolescentes con TCA.

Nivel Especialidad de Nivel Especialidad de


Atención Abierta 50 Atención Cerrada
Nivel
En Centros de Atención Cerrada
definidos en Red de Salud Local
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS

Nota en relación a la terminología: A lo largo de esta cápsula, cuando se hace mención a


“el” o “los” adolescente(s) o joven(es), se está aludiendo a personas de ambos sexos de
estos grupos etarios. Así también, bajo la denominación “padre o padres” se incluyen a la(s)
madre(s) y a otros adultos que ejerzan el rol parental.

Documento revisado por Cetiina D’Angelo Quezada, Encargada (S) División de Prevención
y Control de Enfermedades (DIPRECE). Dpto. Ciclo Vital, Subsecretaría de Salud Pública.
Este documento puede ser usado sólo para consulta.

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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS

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