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“En el colegio nos hablan de los trastornos alimentarios, en las clases de Educación Física
teórica si mal no recuerdo. Y no se habla más del tema. Nos muestran la típica foto de una
niña a la que se le ven todos los huesos, y que al mirarse al espejo se ve obesa. Eso es todo.
Y yo siempre pensé que la anorexia era solo eso, alguien que se siente gorda pero que en
realidad está muy, muy flaca. Pero todo es muy diferente… No se te tienen que ver los huesos
para ser anoréxica, es algo mucho más profundo, es un pánico a engordar, inmensa
insatisfacción con tu cuerpo y ver a la comida como tu peor enemigo…Uno se mete en un
hoyo oscuro, en donde lo único que importa es ser flaca, tu vida depende de eso”.
“(Una familiar que tenía este problema) empezó a contarme que estaba comiendo muy
poco, que estaba todo el día preocupada de las comidas, de qué iba y qué no iba a comer,
estaba con el corazón débil, por lo tanto, tenía las pulsaciones muy bajas, no le llegaba la
regla hace meses y pasaba mucho frío en el día a día. Mientras ella hablaba, las lágrimas
corrían por mis cachetes. En ese momento me di cuenta que estaba pasando por lo mismo
y que necesitaba ayuda inmediata”.
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
INTRODUCCIÓN
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
anteriores o casos en los cuales la información con que se cuenta en el momento es
insuficiente).
A continuación, se describen los criterios diagnósticos para los TCA más frecuentes en la
adolescencia de acuerdo al DSM-5 (APA, 2013).
Anorexia Nerviosa
Los criterios diagnósticos para AN son los siguientes:
A. Restricción de a ingesta energética en relación con las necesidades, que conduce a
un peso corporal significativamente bajo con relación a la edad, el sexo, el curso de
desarrollo y la salud física. Peso significativamente bajo se define como un peso que
es inferior al mínimo normal o, en niños y adolescentes, inferior al mínimo esperado.
B. Miedo intenso a ganar peso o a engordar. O comportamiento persistente que
interfiere en el aumento de peso, incluso con un peso significativamente bajo.
C. Alteración en la forma en que uno mismo percibe su propio peso o constitución.
Influencia impropia del peso o la constitución corporal en la autoevaluación, o falta
persistente de reconocimiento de la gravedad del peso corporal bajo actual.
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
Bulimia Nerviosa
De acuerdo al DSM-5, los criterios para el diagnóstico de BN son:
A. Episodios recurrentes de atracones. Un episodio de atracón se caracteriza por los
dos hechos siguientes:
1. Ingestión, en un período determinado (por ejemplo, dentro de un período
cualquiera de dos horas), de una cantidad de alimentarios que es claramente
superiora a la que la mayoría de las personas ingerirían en un período similar
en circunstancias parecidas.
2. Sensación de falta de control sobre lo que se ingiere durante el episodio (por
ejemplo, sensación de que no se puede para de comer o controlar o que se
ingiere o la cantidad de lo que se ingiere)
B. Comportamientos compensatorios inapropiados recurrentes para evitar el aumento
de peso, como el vómito autoprovocado, el uso incorrecto de laxantes, diuréticos u
otros medicamentos, el ayuno o el ejercicio excesivo.
C. Los atracones y los
comportamientos compensatorios
inapropiados se producen de
promedio, al menos una vez a la
semana durante tres meses.
D. La autoevaluación se ve
indebidamente influida por la
constitución y el peso corporal.
E. La alteración no se produce
exclusivamente durante los
episodios de anorexia nervosa.
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6. Episodios recurrentes de atracones (ver criterio A para BN).
C. Malestar intenso respecto a los atracones
D. Los atracones se producen, de promedio, al menos una vez a la semana durante tres
meses.
E. El atracón no se asocia a la presencia recurrente de un comportamiento
compensatorio inapropiado como en la BN y no se produce exclusivamente en el
curso de la BN o la AN.
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la conducta alimentaria se produce en el contexto de otra afección o trastorno, la
gravedad del trastorno de la conducta alimentaria excede a la que suele asociarse a
la afección o trastorno y justifica la atención clínica adicional.
Finalmente, aquellos casos en los que no existe información suficiente para realizar el
diagnóstico (por ejemplo, en servicios de urgencia), se deben diagnosticar como Otros
Trastornos Alimentarios y de la Ingestión de Alimentos No Especificados.
EPIDEMIOLOGIA
Así también, el perfil de quienes los presentan se ha ido ampliando, incluyendo hoy en día
no solo a adolescentes de sexo femenino, clase alta y excelente rendimiento académico,
sino a varones, personas pertenecientes a minorías, e individuos de diverso nivel
socioeconómico, distintas etnias, cada vez menores, y de diferente peso, tamaño y forma
corporal (Academy for Eating Disorders, 2011; Rome, 2012; Campbell y Peebles, 2014).
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
A nivel internacional, la prevalencia reportada de TCA en jóvenes antes de la publicación
del DSM-5, oscilaba entre 0.5% y 1% para AN (Rosen, 2010; López y Treasure, 2011; Rome,
2012) y entre 1-2% y 4% para BN (Rosen, 2011, López y Treasure, 2011; Rome, 2012),
llegando hasta 14% en el caso de los TCA no especificados (Rosen, 2010), una categoría
residual que comprendía la mayor parte de los trastornos alimentarios diagnosticados en
adolescentes (Campbell y Peebles, 2014). Los cambios introducidos por el DSM-5 se han
traducido en el incremento de la prevalencia de AN y BN, y en una reducción significativa
de los TCA no especificados (Herpertz-Dahlmann, 2015).
Una revisión sistemática y metaanálisis reciente sobre prevalencia de TCA en población
general en Latinoamérica, evidenció que aquella de AN parece ser más baja que en EE.UU.
y Europa occidental, mientras que la de BN y en especial la del Trastorno por Atracón
parecen ser mayores (Kolar et al., 2016).
Hasta donde alcanza el conocimiento de las autoras, a nivel nacional se ha publicado solo
un estudio que evidencia, entre otras, la prevalencia de estas patologías en la población
infanto-juvenil. Vicente y colaboradores (Vicente, Saldivia, De la Barra, Melipillán, Valdivia
y Kohn, 2012), mediante la aplicación de la Entrevista Diagnóstica para Niños Versión IV
(DISC-IV), encontraron una prevalencia de TCA de 0,3 % en el último año, entre jóvenes de
ambos sexos de 12 a 18 años de edad, en una muestra nacional representativa obtenida de
4 provincias (Santiago, Concepción, Iquique y Cautín). La baja cantidad hallada podría
explicarse, entre otras cosas, porque el instrumento empleado sólo consideró AN y BN, y
no otros TCA. El resto de las publicaciones de las últimas décadas que dan luces acerca de
la prevalencia de TCA en la población adolescente chilena, corresponden a estudios acerca
del riesgo de tener o desarrollar estos trastornos, realizados mediante cuestionarios de
screening. Éstos han encontrado cifras de prevalencia de riesgo de TCA en adolescentes
escolarizados que oscilan entre 7,4% y 12%, mayores entre las mujeres (8,3% a 23%)
(Correa, Zubarew, Silva y Romero, 2006; Behar, Alviña, González y Rivera, 2007; Urzúa,
Castro, Lillo y Leal, 2011).
Desde las más tempranas descripciones de los TCA, se han desarrollado numerosas teorías
para intentar dar explicación a estos trastornos y a su origen. Los factores causales de un
trastorno, son aquellos que lo originan. Sin embargo, de todos los factores que se han
estudiado y asociado al desarrollo de los TCA hasta hoy, la evidencia ha sido conclusiva solo
en una cosa: los TCA son de etiología compleja y multifactorial. Así, como ocurre con la
mayoría de los problemas de salud mental, su etiología está asociada a factores biológicos,
psicológicos, interpersonales y sociales (Nicholls, 2013; NICE, 2017). Los TCA son así
enfermedades multifactoriales en su origen y a su base existen una serie de factores de
riesgo, predisponentes de diversa naturaleza que juegan roles interdependientes para
determinar su expresión.
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En relación a la evidencia, los estudios enfocados en riesgo presentan numerosas
limitaciones metodológicas para establecer con certeza elementos causales de los TCA
(NICE, 2017). Por otro lado, si bien los factores de riesgo son especialmente relevantes en
el área de la prevención (Watson et al., 2016), los precipitantes y factores de mantención
de un trastorno, son clave en la comprensión de cómo los individuos finalmente desarrollan
y se quedan atrapados en la enfermedad y, por lo tanto, centrales en desarrollo de las
intervenciones o tratamientos (Shafran y de Silva, 2003; Stice, 2002).
Esta sección describe los principales factores de riesgo o predisponentes destacados por la
literatura asociados más comúnmente al desarrollo de los TCA y luego, modelos explicativos
que incluyen factores precipitantes y de mantención.
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
conducta de dieta (principal gatillante de los TCA) y al desarrollo de una baja autoestima,
uno de componentes individuales más relevantes de riesgo para estos trastornos (Jacobi,
Hayward, de Zwaan, Kraemer y Agras, 2004). Otros factores de riesgo específico son la
crítica y burlas relacionadas con la alimentación, cuerpo o peso; y las experiencias generales
de adversidad tales como negligencia o abuso físico o sexual (Klump, K.L., Bulik, C.M., Kaye,
W.H., Treasure, J., Tyson, E., 2009; Treasure, J. et al. 2010; Mitchison y Hay, 2014).
También en la esfera individual, en una de revisiones meta-analíticas de factores de riesgo
más clásicas y difundidas para TCA (Stice, 2002) se determinó que el perfeccionismo, la
insatisfacción corporal, el afecto negativo, la impulsividad, el uso de sustancias y la presión
percibida para ser delgada, fueron los principales factores asociados a la génesis de los TCA.
Jacobi et al. (2004) analizaron la evidencia proveniente de los estudios transversales y
longitudinales en factores de riesgo para TCA y encontraron, además de los ya mencionados
entre factores comunes de riesgo, los problemas alimentarios o gastrointestinales en la
niñez temprana, la adolescencia y la morbilidad psiquiátrica (trastornos ansiosos y del
ánimo). Como factores de riesgo específicos para AN subrayaron las complicaciones
durante el embarazo y parto, alto perfeccionismo y una autoevaluación negativa. En el caso
de la BN, también surgieron las complicaciones durante el embarazo, abuso sexual y la
autoevaluación negativa como elementos de riesgo, y además, la obesidad en la niñez,
problemas en los padres (ej. alcoholismo) y otros factores ambientales como alto criticismo.
Finalmente, destacaron como los principales factores de riesgo, las preocupaciones sobre
el peso y forma corporal, la insatisfacción corporal y la conducta de dieta. Para los
trastornos por atracón se han determinado como factores de riesgo la obesidad infantil
junto con comentarios críticos en relación a la forma corporal, peso o alimentación;
familiares con sobre ingesta o atracones; afecto negativo; estrés relacionado con el trabajo,
escuela u otras fuentes; padres con trastornos por uso de sustancias o del ánimo;
perfeccionismo; separación de los padres y problemas de la madre para ejercer los cuidados
maternales (Bryant-Waugh y Lask, 2013).
Si bien estas revisiones tienen muchos años desde su publicación, los estudios en este tema
desde entonces han reforzado, en general, sus hallazgos (Striegel-Moore y Bulik, 2007;
Bryany-Waugh y Lask, 2013) o los han refinado con interesantes estudios prospectivos que
consideran población de alto riesgo (ej. con preocupación por su imagen corporal) pero sin
patología alimentaria al momento del estudio (Stice, 2016; Stice, Gau, Rohde y Shaw, 2017).
Un interesante y reciente estudio que examinó los factores que predicen la aparición de
cada uno de los subtipos de los TCA descritos de acuerdo al DSM-5, concluyó que hay dos
factores que afectan el desarrollo de todos los tipos de TCA independiente del diagnóstico:
el afecto negativo (tristeza/depresión, culpa, temor/ansiedad) y la disfuncionalidad
psicosocial (problemas a nivel de pares, familia, relaciones románticas y/o escuela). Los
trastornos por atracón, BN y trastorno purgativo, comparten ciertos factores que predicen
su desarrollo: internalización del ideal delgado, las expectativas positivas asociadas a la
delgadez, la insatisfacción corporal, la dieta, la sobreingesta y el uso de servicios de salud
mental en los últimos 6 meses. La BN y trastorno purgativo son predichos además por la
negación de los costos asociados a la búsqueda de la delgadez y saltarse comidas (Rohde,
Stice y Marti, 2016; Stice, 2016). Los factores que predicen la AN mostraron ser distintivos
de los del espectro compulsivo-purgativo: un bajo índice de masa corporal (IMC) y una dieta
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
baja (restricción alimentaria) fueron los factores que destacaron, sin ser predictores
aquellos asociados con las presiones culturales por la delgadez o la internalización del ideal
delgado, etc. (Stice, 2016; Stice et al., 2017).
En relación a los factores gatillantes de los TCA, los modelos explicativos de que reúnen la
evidencia acumulada por años de investigación, destacan al período de la adolescencia
como aquél de máxima vulnerabilidad para el desarrollo de estos trastornos y donde el
interjuego entre los factores biológicos y ambientales, precipitan su aparición. Este
momento crítico es producto del desarrollo puberal (ventana de vulnerabilidad) en la que
eventos estresantes/dificultades vitales, desafíos de adaptación, especialmente sociales
(comparación social) y las burlas en relación al peso/figura corporal, actúan como
gatillantes de los TCA (Treasure y Schmidt, 2006; 2013). Así, la evidencia muestra que la
mayoría de estos trastornos debutan en esta etapa, salvo los trastornos por atracón, cuya
aparición es más típicamente asociada a la adultez (Treasure, Claudino y Zucker, 2010;
Bryant-Waugh y Lask, 2013; Gordon et al. 2018). De relevancia para esta adolescente, Keel
y Forney (2013) notaron que los rasgos de personalidad tales como el perfeccionismo y la
emocionalidad negativa, contribuyen a aumentar el riesgo de TCA ya que incrementan a su
vez la susceptibilidad a la internalización del ideal de belleza delgado y la selectividad del
grupo de pares, el que puede constituir un factor de riesgo como protector dependiendo
de su propia relación con la influencia social del modelo de belleza y las conductas para el
control del peso/figura. Finalmente, en un importante estudio prospectivo de más de 400
adolescentes, se demostró que el mejor predictor para el desarrollo de un TCA es la
insatisfacción corporal, riesgo que se incrementa por síntomas depresivos (Stice, Marti y
Durant, 2011).
El otro elemento precipitante destacado, es la “dieta” o la restricción alimentaria severa
(Fairburn, 2008; Stice et al., 2011). La dieta, como medida de control del peso y figura, es
en definitiva, la conducta que finalmente provee el escenario para que se instalen los TCA.
Si bien la conducta de dieta es muy común entre adolescentes (Neumark-Sztainer, 2005),
cuando ésta se presenta en adolescentes con factores de vulnerabilidad como los antes
descritos, se puede desarrollar un TCA (Patton, Selzer, Coffey, Carlin y Wolfe, 1999; López,
Raimann y Gaete, 2014). Un interesante estudio prospectivo demostró que la conducta de
dieta coloca en especial riesgo a aquellas mujeres jóvenes que están más satisfechas con
sus cuerpos. Cabe hacer notar que la relación entre dieta y el desarrollo de un TCA es mucho
más clara en el caso de la BN y los TCA no especificados que en AN, aunque en esta última
pareciera más importante su rol en la mantención de la enfermedad (Stice et al., 2011; Stice
et al. 2017; Nicholls, 2013).
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Perfil de
Experiencia perinatal neurodesarrollo
Relaciones de apego
Temperamento y
Cambios, factores de
conflictos Eventos personalidad
traumaticos o Peso,
con pares o
gatillantes crecimiento y
familia,
(abuso, pubertad
transiciones
Contexto culturales bullyng, etc)
cultural
Insatisfacción corporal,
preocupaciones por el peso y
formas corporales, dieta/ejeccicio
excesivo, conductas
compensatorias
Inicio de TCA
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
Es importante hacer notar que a medida en que a nivel mundial se batalla contra la llamada
“epidemia de la obesidad”, también se incrementa la tasa de trastornos alimentarios. Es
decir, pareciera que al poner el foco en controlar la malnutrición por exceso, se puede llegar
inadvertidamente a favorecer la aparición de nuevos TCA en población vulnerable (Hill,
2007). A partir de la consideración de estas observaciones, se ha establecido la relevancia
de la prevención “conjunta” para obesidad y TCA, dado los factores de riesgo comunes que
presentan: hacer dietas, las preocupaciones por el peso e insatisfacción con la imagen
corporal, el weight/fat talk (conversaciones ritualizadas, especialmente entre mujeres
sobre la apariencia física) y la exposición a burlas y comentarios negativos relacionados con
el peso (López, Raimann, Gaete, 2014; Goldschmit, Wall, Choo, Becker y Neumark-Sztainer,
2016). Como se profundizará en la sección de prevención clínica, es necesario que los
profesionales de la atención primaria de salud que atienden adolescentes estén
sensibilizados y familiarizados con estos temas de riesgo para poder actuar con criterio y
delicadeza, especialmente con jóvenes que reúnan características que las hagan más
propensas a desarrollar un TCA.
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
Otro de los modelos imperantes, es el Modelo Cognitivo Interpersonal de Mantención de
los TCA desarrollado por Treasure y Schmidt (2006; 2013), inicialmente para AN, pero que
ha sido aplicado para los distintos diagnósticos. Este modelo propone la acción conjunta de
elementos cognitivos, socio-emocionales e interpersonales tanto como factores de riesgo
como de mantención de los TCA. Esta aproximación, basada en la evidencia empírica, se ha
posicionado como una herramienta útil para la comprensión del desarrollo y evolución de
los TCA así como para determinar los elementos que caso a caso son más relevantes para
intervenir.
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
negativas tales como rabia, crítica y dominancia, pero no hacia expresiones
positivas. Finalmente, cabe destacar que en el caso de las personas afectadas
con AN, se ha demostrado disminuida capacidad de entender su propio
mundo emocional o reconocer sus emociones correctamente (alexitimia),
rasgo también presente en hermanas de las afectadas, sugiriendo la calidad
de endofenotipo de este rasgo.
De las características descritas en este modelo, se deriva una formulación clínica que
combina dificultades predisponentes para los TCA y problemas secundarios adquiridos
como consecuencias de la enfermedad. En resumen, este modelo explica la aparición de la
enfermedad como consecuencia de las características cognitivas predisponentes y
primarias de excesiva atención a los detalles más las características y dificultades en el
procesamiento social y emocional, que pueden aumentar la vulnerabilidad de las
adolescentes a la presión social durante esta etapa tan crucial de la vida. Esto al combinarse
con la rigidez cognitiva que interfiere en una adecuada adaptación, permitiría a la
enfermedad a instalarse. Luego, las consecuencias intra e interpersonales de la
enfermedad, que acentúan estas características tal como ha sido descrito (ej. como
consecuencia de la desnutrición o las alteraciones interpersonales secundarias al estrés
producido por el TCA dentro de la familia), conlleva a la mantención del problema.
Cada modelo comprensivo de factores de mantención de los TCA, derivan acciones
concordantes en el tratamiento de estas enfermedades, que serán revisadas brevemente
en la sección de Generalidades del Manejo Clínico.
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Dieta estricta;
conductas no
compensatorias para
controlar el peso
Vómito compensatorio,
abuso de laxantes
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
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sus acompañantes, para poder obtenerlos (Treasure et al., 2010; Bryant-Waugh y Lask,
2013; NICE, 2017; Treasure, Smith y Crane, 2017).
Cabe destacar que en el caso de niños y adolescentes con AN, el peso insuficiente o por
debajo de lo necesario para permitirle crecer o desarrollarse adecuadamente, se considera
un equivalente a la pérdida de peso de los adultos. Entre las razones más comunes que
describen para rechazar la alimentación destacan el temor a engordar, sensación de estar
“llenas”, náuseas, dolor abdominal, pérdida de apetito, dificultad para tragar (Bryant-
Waugh y Lask, 2013).
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- Comer hasta sentirse incómodamente - Evitar las conductas señaladas arriba
satisfecho (ej. rehusar pesarse, evitar los espejos,
- Comer grandes cantidades hambre usar ropas anchas, etc)
- Comer solo por vergüenza
- Sentir culpa, asco o depresión por comer
- Aumento progresivo de peso a pesar de ver
a la adolescente comer poco o normal en las
comidas habituales
Psicopatología del TCA Síntomas Físicos
Distorsión de la imagen corporal: - Ver en tabla…(del módulo 3)
- Preocupaciones en relación al peso y figura
- Sobreevaluación del peso y figura en la
determinación de la autoestima
- Minimización o negación de la severidad de
los síntomas
- Distorsión de la forma en que se experimenta
el cuerpo (creer que está “gorda” cuando
está bajo peso, lo que influye en su ingesta y
control del peso)
- Intenso miedo a ganar de peso, incluso
estando bajo peso
- Gran y persistente insatisfacción con su
imagen corporal
Síntomas psicológicos Cambios conductuales en relación a la
- Irritabilidad alimentación
- Aislamiento - Esconder comida para evitar ingerirla
- Esconder la baja de peso - Aumentar la selección de las comidas
- Disminución del estado de ánimo - Preparar sus propias comidas
- Aumento de la ansiedad (especialmente a - Aumentar el interés por la alimentación
las horas de comida) en general (programas de cocina,
- Autocrítica general (en relación a sus logros, recetas, etc) y cocinar para los demás,
personalidad y habilidades sociales) sin comer lo que preparan
- Dificultad para concentrarse por su - Contar calorías
preocupación sobre peso, figura y/o - Esconder la baja de peso, mentir para
alimentación evitar comer
- Rumiación de comida
Otros
- Exponerse al frío para aumentar gasto calórico
- Autoagresiones como rasguños, quemaduras, cortes, abuso de alcohol y drogas, sobredosis,
y otras conductas de riesgo (más comunes en BN)
- Ideación y conducta suicida
Adaptado de Treasure et al., 2010 y complementado en base a Bryant-Waugh y Lask, 2013 y NICE, 2017.
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
Un componente también común en la presentación de los TCA es la escasa conciencia de
enfermedad y motivación para el cambio. Las pacientes con AN presentan muy poca
conciencia de problema y se sienten frecuentemente “atacadas” con la posibilidad de
ingresar al tratamiento y, con ello, deban recuperar peso. En el caso de las pacientes con
BN, generalmente están más listas para cambiar, vivencian negativamente parte de sus
síntomas (atracones y purgas), pero tienen menos motivación a dejar las conductas que le
permitan controlar el peso, tales como la restricción alimentaria. Este componente es
central para la intervención, ya que inicialmente, las intervenciones deben considerar
aspectos motivacionales para poder lograr una alianza colaborativa con la paciente (Geller,
Brown, Zaitsoff, Menna, Bates, Dunn, 2008; Hoetzel, von Brachel, Schlossmacher y Vocks,
2013)
En relación a las diferencias por género, los estudios revelan que la mayoría de los casos de
TCA se presentan en mujeres, en una proporción que va, de acuerdo al estudio, de 3:1 a
18:1 (Raevuori, Keski-Rahkonen y Hoek, 2014), aunque la proporción de hombres ha venido
en aumento. Por otra parte, existen diferencias entre hombres y mujeres en cuanto a la
preocupación por la imagen corporal, presentando los varones mayor preocupación por
aumentar si musculatura, más que por adelgazar. Además, los varones debutan con el TCA
y llegan antes a tratamiento. Por su parte, las mujeres muestran una psicopatología de TCA
más severa, más trastornos del ánimo y un promedio del porcentaje del peso esperado más
bajo que los varones. Finalmente, en términos diagnósticos los chicos tienen más
probabilidades de presentar otro trastorno especificado o no especificado, en lugar de AN
o BN (Kinasz, Accurso, Kass y Le Grange, 2016).
Finalmente, en la presentación de los casos, muchas veces se evidencia una migración
diagnóstica a lo largo del tiempo. Así pacientes que debutan con un trastorno restrictivo,
pueden presentar a lo largo de la evolución de su enfermedad, atracones y purgas (ej.
migrar de una AN a una BN). La evolución contraria, es menos frecuente (Eddy, Dorer,
Franki, Tahilani y Thompson-Brenner, 2008). Los trastornos por atracón, de aparición más
tardía que el resto de los TCA, suelen presentar obesidad comórbida, dada la presencia de
atracones y la ausencia de conductas compensatorias (Treasure, Claudino y Zucker, 2010;
APA, 2013).
El impacto de los TCA en la salud adolescente está dado no solo por el aumento de su
prevalencia, sino también porque son patologías que se asocian a una significativa
morbilidad y mortalidad médica y psiquiátrica, y un severo compromiso de la calidad de
vida (AED, 2011; Jagielska y Kacperska 2017; Winkler, Christiansen, Lichtenstein, Hansen,
Bilenberg y Støving, 2014).
En cuanto a la morbilidad médica, los TCA pueden comprometer prácticamente todos los
órganos y sistemas corporales, y en el caso de los niños y adolescentes, afectar también su
crecimiento y desarrollo (Campbell y Peebles, 2014). Las complicaciones médicas (tabla 2)
son en su mayor parte consecuencia de la desnutrición, los atracones y las conductas
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
purgativas (Rome E., 2012), y habitualmente son más prevalentes y severas en los casos de
AN. Si bien la mayoría de ellas mejora con la recuperación nutricional y/o el cese de los
atracones y las purgas, algunas son potencialmente irreversibles o incluso pueden llevar a
la muerte. Debido a su importancia, son estas últimas las que se abordarán con más detalle.
Complicaciones cardiovasculares
Los TCA, en particular la AN, son enfermedades potencialmente letales, con un alto riesgo
de mortalidad debido a alteraciones cardiovasculares, las que pueden también presentarse
durante la realimentación. Hasta un 80% de los pacientes con AN sufren alteraciones
cardiovasculares, las que causan un tercio de la mortalidad observada en esta patología
(Jáuregui-Garrido y Jáuregui-Lobera, 2012; Spaulding-Barclay et al. 2016). La deprivación
energética y desnutrición asociadas con la AN tienen consecuencias profundas en la
estructura y función del sistema cardiovascular, causando complicaciones estructurales
(por ej., derrame pericárdico, atrofia miocárdica, prolapso de la válvula mitral y fibrosis
miocárdica), alteraciones de la repolarización y la conducción (por ej., aumento de la
dispersión del intervalo QT), cambios hemodinámicos (por ej., bradicardia sinusal,
hipotensión, cambios ortostáticos y disfunción autonómica) y alteraciones vasculares
periféricas (Sachs, Harnke, Mehler y Krantz, 2016; Spaulding-Barclay et al. 2016). Mientras
algunas de éstas son leves y reversibles, otras pueden llevar a muerte súbita. Las
complicaciones se hacen más significativas en la medida que exista mayor compromiso
nutricional (Spaulding-Barclay et al. 2016).
Durante largo tiempo se pensó que la potencial causa de las muertes cardíacas súbitas en
esta enfermedad era la prolongación del intervalo QT, por su conocida asociación con
arritmias ventriculares letales (Torsade de Pointes) (Jáuregui-Garrido y Jáuregui-Lobera,
2012; Sachs et al. 2016). Sin embargo, los estudios más recientes han evidenciado que la
AN no se asociaría inherentemente a la prolongación del intervalo QT y que más bien, en el
caso de existir esta alteración, se deberían buscar causas secundarias como alteraciones
electrolíticas (hipokalemia, hipomagnesemia) o uso de medicamentos que la generan
(Sachs et al. 2016; Spaulding-Barclay et al. 2016). Así entonces, actualmente no está clara
la etiología del riesgo incrementado de muerte cardíaca súbita en AN (Sachs et al. 2016).
En el caso de la BN, las alteraciones electrolíticas asociadas a las purgas son el origen
principal de las muertes súbitas (Jáuregui-Garrido y Jáuregui-Lobera, 2012).
Retardo de crecimiento
El crecimiento puede verse comprometido en los adolescentes con AN que no han
alcanzado su talla final. El retardo de crecimiento se atribuye a varias alteraciones
hormonales bien documentadas en estos pacientes: disminución de T3 y T4,
hipercortisolemia, hipogonadismo y un estado de resistencia a GH, con niveles basales de
GH altos y niveles inapropiadamente bajos de IGF-1 (Rosen, 2010; Katzman, 2005).
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
El impacto en la talla dependerá del momento en que se produzca la AN (mayor si precede
al estirón puberal, al pico de velocidad de crecimiento y al cierre epifisiario) (Katzman, 2005;
Misra, 2008), y es directamente proporcional a la severidad y duración de la enfermedad
(Misra, 2008). Si bien estos jóvenes pueden experimentar un crecimiento compensatorio
con la rehabilitación nutricional, existe la posibilidad de que su estatura final se vea afectada
(Rosen, 2010; Katzman, 2005; Misra, 2008).
Los varones que desarrollan una AN en la adolescencia pueden tener mayor riesgo de
compromiso de talla que las mujeres. Esto, porque en ellos el estirón puberal comienza
aproximadamente 2 años más tarde, el pico de velocidad de crecimiento ocurre en una
etapa más tardía del desarrollo puberal (Tanner 4 en hombres versus Tanner 3 en mujeres),
y el crecimiento se completa a mayor edad (casi ha terminado a una edad ósea de 15 años
en las mujeres versus 17 años en varones). Todo lo anterior lleva a que las mujeres que
debutan con una AN en la adolescencia tengan más posibilidades de estar cerca de su
estatura final que los hombres, quienes aún poseen un potencial de crecimiento
significativo (Misra, 2008).
No existen indicios de que la estatura se vea afectada en adolescentes que sufren otros
tipos de TCA (Misra, 2008).
Retardo de crecimiento
La AN se asocia a baja DMO y a deterioro de la estructura y fortaleza óseas, llevando a un
mayor riesgo de fracturas.
La adolescencia es una etapa crítica para el logro del pico de masa esquelética, por lo que
el desarrollo de esta enfermedad en este período aumenta significativamente el riesgo de
compromiso persistente de la salud ósea y fracturas en etapas posteriores de la vida.
Los hallazgos sugieren que los adolescentes con AN tienen una formación ósea reducida,
junto a una reabsorción ósea que puede estar aumentada o disminuida. La reducción de la
DMO afecta tanto al hueso cortical como al trabecular, existiendo una pérdida preferencial
del segundo, que es metabólicamente más activo y tiene mayor tasa de recambio (Misra,
Golden y Katzman, 2016).
Así también, en la AN se produce una disminución del número y grosor de las trabéculas y
un aumento paradojal del tejido adiposo de la médula ósea, evidenciándose una reducción
de la fortaleza ósea (Misra et al. 2016; Thornton y Gordon, 2017).
Los factores esenciales que contribuyen al deterioro óseo en esta patología son el IMC bajo,
la disminución de la masa magra, el hipogonadismo, los niveles bajos de IGF-1 y alteraciones
en otras hormonas tales como el cortisol, la adiponectina, la leptina, el péptido YY, la
insulina, la amilina y la oxitocina. (Misra et al. 2016; Thornton y Gordon, 2017).
En las adolescentes con AN, la mayor duración de la amenorrea y una edad de menarquia
más tardía, son determinantes importantes del grado de deterioro de la DMO (Misra et al.
23
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
2016).
Los estudios epidemiológicos a gran escala han demostrado que quienes poseen el
antecedente de haber tenido una AN tienen un riesgo de fracturas óseas 2 a 3 veces mayor
(Misra et al. 2016).
Los pacientes con BN y TCA subclínicos que tienen una historia previa de AN o amenorrea,
pueden tener también mayor riesgo de fracturas (Misra et al. 2016).
Atrofia cerebral
Durante la fase aguda de la AN se produce una significativa reducción de las sustancias gris
y blanca, de manera global a nivel del cerebro. La disminución del volumen de la sustancia
gris parece ser más pronunciada en adolescentes que en adultos, y en algunas regiones,
como el hipocampo, la circunvolución cingulada y el mesencéfalo (Seitz, Bühren, von Polier,
Heussen, Herpertz-Dahlmann y Konrad, 2014).
Hasta la fecha, no se sabe mucho sobre los mecanismos tras las alteraciones descritas. Lo
que parece más factible es que se produce una reducción del número de células gliales de
soporte, del tamaño de neuronas y cuerpos celulares gliales, o una síntesis alterada de
proteínas que da como resultado una disminución en el tamaño y la cantidad de dendritas
y uniones sinápticas. Existen indicios de que estos cambios podrían estar mediados por un
aumento de los niveles de cortisol y/o la disminución de hormonas tiroideas y gonadales.
Sin embargo, la evidencia disponible es escasa y se carece de información sobre si existe o
no asociación con otras hormonas potencialmente tróficas que están alteradas en la AN,
como la leptina y el factor neurotrófico derivado del cerebro (Seitz et al. 2014). Así también,
la implicancia de estos cambios se encuentra en estudio. Algunas investigaciones sugieren
que la pérdida de volumen de la sustancia gris se asociaría a déficits cognitivos y al
pronóstico clínico (Seitz et al. 2014).
Si bien estas alteraciones revierten con la recuperación nutricional, aún existen dudas sobre
si lo hacen por completo (Seitz et al. 2014).
Respecto del impacto en la salud psicosocial, los TCA deterioran la calidad de vida de los
pacientes y el grado de disfuncionalidad que provoca se incrementa con el nivel de
severidad del trastorno (ej. presencia de atracones y purgas) (Jenkins, Hoste, Meyer y
Blissett, 2011; Anastasiadou, Medina-Pradas, Sepúlveda, y Treasure, 2014).
En esta esfera, se presentan diferentes problemas psicológicos, comorbilidad psiquiátrica y
dificultades relacionales. Como se ha mencionado anteriormente, muchos de estos son
24
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
predisponentes, y otros consecuencias y mantenedores de los mismos. Estos problemas
pueden llegar a afectar el normal desarrollo psicosocial de los adolescentes en esta etapa
critica del desarrollo.
La comorbilidad psiquiátrica es común en los TCA, especialmente los síntomas depresivos,
los trastornos ansiosos y el trastorno obsesivo-compulsivo (Campbell y Peebles, 2014;
Herpertz-Dahlmann, Holtkamp y Konrad, 2012). Los TCA se asocian también a trastornos de
la personalidad, abuso de sustancias y conductas autoagresivas (Campbell y Peebles, 2014;
Herpertz-Dahlmann, Holtkamp y Konrad, 2012). La conducta suicida contribuye de manera
importante a la mortalidad relacionada con estas enfermedades (Jagielska y Kacperska,
2017). Debe destacarse que la AN es el trastorno psiquiátrico que se asocia a mayor
mortalidad (Jagielska y Kacperska, 2017), aunque su pronóstico es significativamente más
favorable en la población adolescente (Jagielska y Kacperska, 2017).
Entre los problemas psicológicos más frecuentes se encuentran el aislamiento social,
dificultades para fortalecer el autoconcepto, autoestima, autonomía y capacidad para
intimidad. En otras palabras, la aparición de un TCA durante la adolescencia puede interferir
en el logro de las tareas propias de esta etapa (Fitzpatrick, Moye, Hoste, Lock, y le Grange,
2009; Treasure y Schmidt, 2010).
Las relaciones familiares de quien sufre un TCA, se ven seriamente afectadas (Treasure y
Schmidt 2006, 2013). Se ha demostrado por ejemplo que el nivel de dificultades en el
cuidado de un paciente con AN es incluso mayor al del cuidado de un paciente con
esquizofrenia (Treasure, Murphy, Szmukler, Tood, Gavan y Joyce, 2001). Así, los cuidadores
directos, que en general en estos casos son los padres, están sometidos al intenso estrés de
cuidar a un miembro de la familia con una enfermedad muchas veces crónica, con
posibilidades de presentar ellos mismos serios problemas de salud mental (Kyriacou,
Treasure y Schmidt, 2008; Zabala, Macdonald, y Treasure, 2009; Sepúlveda, Graell, Berbel,
Anastasiadou, Botella, Carrobles y Morandé, 2012). Las madres tienden a ser las cuidadoras
principales y presentar mayores niveles de estrés, depresión y ansiedad que los padres, así
como mayores niveles de “emoción expresada” en forma de sobre involucramiento
emocional. Por su parte los padres, presentan mayor nivel de crítica, muchas veces por la
falta de entendimiento de la enfermedad (Kyriacou et al. 2008; Whitney et al. 2012;
Goddard y Treasure, 2013; Raenker et al. 2013). Además, las relaciones familiares se ven
interferidas generándose dinámicas que favorecen la mantención del trastorno por
mecanismos de adaptación a la enfermedad o bien por aumento de la tensión y conflicto
(Treasure y Schmidt, 2006, 2013; Anastasiadou et al., 2014).
El TCA también impacta en otros aspectos de la vida diaria familiar: en las comidas, las
compras que se realizan, las horas de sueño, la economía familiar, las horas de
esparcimiento y el tipo de actividades de tiempo libre, la vida social, el trabajo, las
vacaciones, etc. (Kamerling y Smith, 2010).
Es importante notar que los TCA no sólo reportan experiencias negativas para los
cuidadores, si no que en su impacto también se han reportado algunas experiencias
positivas especialmente en términos del enriquecimiento de las relaciones con sus hijas
(Sepúlveda et al., 2012).
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
Generales - Deshidratación
- Hipokalemia
- Hipomagnesemia
- Hiponatremia
- Amenorrea/otras alteraciones menstruales
- DMO baja/osteoporosis
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
1. PREVENCIÓN PRIMARIA
La evidencia acerca de los factores de riesgo en TCA, especialmente aquellos
potencialmente modificables, sientan las bases para las estrategias y programas de
prevención.
La investigación sobre la efectividad de los programas de prevención primaria de TCA ha
crecido enormemente en los últimos años. Hasta ahora, se ha demostrado mayor evidencia
de éxito en reducir factores de riesgo y síntomas alimentarios para la prevención “selectiva”
(dirigida a grupos de riesgo) en relación a la “universal” (dirigida a toda la población) e
“indicada” (para adolescentes que presentan síntomas de TCA pero sin configurar un cuadro
clínico completo) (Stice, Shaw y Marti, 2007; Bailey et al 2014; Watson et al. 2016; Le et al
2017).
En la revisión sistemática de Watson y colaboradores (2016), se concluyó que en la
prevención universal eran más exitosos los programas basados en educación mediática
(“media literacy”), en la selectiva aquellos que utilizaban estrategias de disonancia
cognitiva, y en la prevención “indicada”, aquellos basados la teoría cognitivo-conductual.
Por otro lado, la más reciente y completa revisión sistemática con meta-análisis de 112
estudios (Le et al. 2017), concluyó que:
- En prevención universal: sólo los programas basados en educación mediática fueron
efectivos en reducir factores de riesgo para TCA tanto en adolescentes varones
como mujeres. También mostraron un efecto positivo, pero sólo en mujeres, los
programas multicomponentes y las intervenciones focalizadas en mejorar la
autoestima. No se encontraron efectos en los programas cognitivo-conductuales o
de las intervenciones para prevenir la obesidad.
- En prevención selectiva: Los programas basados en disonancia cognitiva resultaron
efectivos (efectos de pequeños a moderados) en la reducción de varios factores de
riesgo y superior en reducir síntomas y conductas de TCA a largo plazo. El programa
27
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
Healthy Weight (dirigido a lograr y mantener un peso saludable) produjo pequeños
efectos en reducción de factores de riesgo pero un efecto mayor en el IMC a largo
plazo. Los programas cognitivo-conductuales y los de educación mediática, también
redujeron conductas y factores de riesgo de TCA en el seguimiento a corto plazo.
- En prevención indicada: No se demostró efectos de las intervenciones preventivas
en la reducción de los factores de riesgo (programas cognitivo-conductuales y
psicoeducativo) en relación a la no intervención/mínima intervención.
Los componentes de los programas más exitosos en prevención, se han resumido en ser
selectivos, interactivos, multisesiones, estar dirigidos a adolescentes sobre los 15 años,
estar facilitados por profesionales, incluir la aceptación corporal en sus contenidos e inducir
la disonancia cognitiva (Stice et al. 2007; Campbell y Peebles, 2014). Algunos de estos
programas, internacionalmente conocidos, son The Body Project (3-4 sesiones, basado en
disonancia cognitiva), Sorority Body Image Program (2 sesiones, basado en disonancia
cognitiva), Healthy Weight (intervención de 4 sesiones, psicoeducativo, con objetivo en
cambio a nivel del peso, basado en principios de entrevista motivacional y compromiso
público), entre otros (Shaw, Stice y Becker, 2009).
A pesar del gran número de estudios hasta la fecha, aún se requiere seguir avanzando para
superar las limitaciones de las actuales propuestas y lograr un impacto a gran escala (Austin,
2016). Se sugiere que componentes de los programas de prevención tales como “desafiar
el ideal delgado” (ej. que las adolescentes aprendan a cuestionar los beneficios que
promete este ideal y a reconocer los costos de perseguir este ideal) y educación mediática
(que reconozcan cómo los MCM manipulan las imágenes a través de Photoshop
modificando los cuerpos de las modelos para que parezcan más delgados, etc.), sean parte
de programas de prevención universal y que apunten a edades cada vez más tempranas,
antes de que se instauren rígidamente los factores de riesgo para los TCA. Los educadores,
a nivel escolar, pueden contribuir en forma importante a esta tarea (Le et al., 2017).
Además, se ha señalado que los nuevos programas de prevención debieran incluir como
objetivo, la reducción de los problemas de salud mental precedentes en los adolescentes y
que se han relacionado con los gatillantes de los TCA, tales como el afecto negativo y
disfunción psicosocial. Para la prevención de la AN, por último, es necesario reconocer el
riesgo en aquellas adolescentes que presentan bajo peso, aunque siempre hayan sido
delgadas y no se manifieste insatisfacción con su imagen corporal (Stice et al. 2016).
28
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
especificados, han presentado obesidad en sus vidas (Hay, Girosi y Mond, 2015; Hudson,
Hiripi, Pope y Kessler, 2007; Villarejo et al. 2012). Además, las conductas no saludables para
el control del peso, son más prevalentes en las adolescentes con malnutrición por exceso
(Irving y Neumark-Sztainer, 2002; Neumark-Sztainer, Story, Hannan, Perry e Irving, 2002).
También es conocido, a través de estudios longitudinales y prospectivos, que existe
migración entre la malnutrición por exceso y los TCA (Villarejo et al. 2012; Krug et al. 2013).
Como fue señalado en el módulo 1, estas condiciones,además, comparten factores
comunes de riesgo. Entre estos destacan: a) hacer dieta, b) las preocupaciones por el peso
e insatisfacción con la imagen corporal, c) el weight/fat talk, y d) la exposición a burlas y
comentarios negativos relacionados con el peso (Haines y Neumark-Sztainer, 2006;
Neumark-Sztainer, 2012; Haines, Kleinman, Rifas-Shiman, Field y Austin, 2010). El llamado
es, entonces, a implementar estrategias que prevengan conjuntamente ambas condiciones.
29
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
30
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
impuesto por la sociedad. Estrategias cognitivo-conductuales y elementos de educación
mediática, también pueden ser útiles.
Otras recomendaciones para la atención clínica, provienen de los estudios de prevención
integrada. Se sugiere colocar particular énfasis en la consulta de adolescentes que deseen
bajar de peso, o que presenten, al momento de consultar, malnutrición por exceso. Así, los
profesionales de la APS que atienden adolescentes, tiene que estar sensibilizados y
familiarizados con estos temas para intervenir preventivamente y en forma adecuada, de
modos de prevenir el desarrollo de un TCA a través de la educación, contención, o manejo
de apropiado alguna de estas condiciones.
Neumark-Szteiner y colaboradores (2009) plantean las siguientes recomendaciones
basadas en la evidencia para los clínicos, como prevención primaria, de modo de promover
estilos de vida saludables y reducir el riesgo de desarrollar un TCA o malnutrición por exceso
en los pacientes adolescentes (López et al., 2015):
1. Desalentar las dietas y las conductas no saludables para el control del peso. Informar
al adolescente que estas medidas pueden ser contraproducentes a largo plazo.
Discuta con el joven formas alternativas para el logro de una alimentación y
actividad física saludables, que puedan ser mantenidas a lo largo del tiempo,
considerando sus preferencias y accesibilidad.
2. Promover una imagen corporal positiva. No use la insatisfacción corporal como
motivador para el cambio. Pregúnteles cómo se sienten con su cuerpo, qué les gusta
y qué hacen para tratarse bien. Ayude a los adolescentes a cuidar sus cuerpos,
aliéntelos a mantener una alimentación y actividad física saludables y un
autodiálogo acerca de si mismos, también positivo.
3. Estimule a que las familias coman más frecuentemente juntos y en un ambiente
agradable.
4. Ayude a las familias a reducir el “weight /fat talk” (hablar, burlarse, etc. acerca del
peso propio o de los demás). Las familias, muchas veces, están acostumbradas a
conversar sobre el peso en el hogar. Ayude a reconocer estas conversaciones y los
efectos negativos que traen, aunque los comentarios parezcan bien intencionados.
Deje claro que las burlas o comentarios negativos sobre el peso no son graciosas y
pueden dañar seriamente la salud psicológica y física del adolescente.
5. Brinde un espacio para que los adolescentes puedan conversar acerca de las
experiencias de maltrato que han recibido en relación a su cuerpo. Asuma que los
jóvenes con sobrepeso han experimentado situaciones de maltrato o burlas.
Converse sobre ello, comunicando que no es aceptable ni gracioso, y ayúdele a
reducir la exposición y desarrollar estrategias para responder. Si existe un nivel de
maltrato alto, referir a especialistas.
31
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
Finalmente, dado que los profesionales de APS pueden ser muchas veces los primeros
profesionales de salud que reciben a un paciente en riesgo, se requiere una actitud de alta
sospecha frente a signos y síntomas de TCA, por lo crucial que resulta el diagnóstico y el
tratamiento precoz. Así, todos los adolescentes, debieran ser consultados acerca de sus
patrones de alimentación y la satisfacción con su cuerpo o imagen corporal (Lock, La Via,
AACAP, CQI, 2015) (ver sección 2. PREVENCION SECUNDARIA).
32
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
2. PREVENCIÓN SECUNDARIA
Establecer el diagnóstico de un TCA es con frecuencia un desafío para los clínicos, pues los
jóvenes que los sufren tienden a negarlos o esconderlos, debido a que poseen escasa o nula
conciencia de enfermedad y motivación al cambio. Esto favorece el que pasen
desapercibidos -a veces por largo tiempo- y el diagnóstico tardío, lo que impacta
negativamente en sus posibilidades de recuperación (Lopez y Treasure, 2011; Rome, 2012).
Es por ello que la pesquisa activa de estos trastornos en los controles de salud en la
adolescencia, como también durante la atención de aquellos jóvenes de riesgo, resulta
relevante para su detección precoz y mejorar así su pronóstico.
El equipo de APS, encargado de brindar la mayoría estas prestaciones de salud al grupo
adolescente, se encuentra entonces en una posición estratégica para evitar el retraso en el
diagnóstico y tratamiento de estas patologías.
Pregunte al adolescente:
¿Cómo sientes que te ves? ¿Sientes que estás muy delgado? ¿Con exceso de peso?
¿Que tu peso es el adecuado? ¿Cuánto te gustaría pesar? ¿Te molestan por tu peso?
¿Estás haciendo algo para modificar tu peso? Si es así, ¿qué estás haciendo?
Pregunte al padre:
¿Tiene alguna pregunta o preocupación acerca de la alimentación, la actividad física
o el peso de su hijo? ¿Hace su hijo comentarios respecto de haber engordado o tener
miedo a engordar o deseos de hacer dieta para adelgazar?
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
34
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
Deberá sospecharse un TCA en aquellos que evidencien (Campbell y Peebles, 2014; AED,
2011):
• Conductas alimentarias restrictivas o anormales
• Atracones o vómitos recurrentes
• Ejercicio excesivo
• Otras conductas no saludables para el control del peso (por ej., ingesta excesiva de
líquidos, cafeína o chicles sin azúcar y uso/abuso de laxantes, diuréticos,
anorexígenos, psicoestimulantes o una variedad de suplementos nutricionales
complementarios y alternativos).
• Pérdida de peso o dificultad para incrementarlo
• Disminución o ganancia de peso abruptas
• Fluctuaciones de peso sustanciales
• Retraso del crecimiento o del desarrollo puberal no explicados
• Alteraciones menstruales de causa no clara
Por su naturaleza, ésta deberá ser efectuada por un médico, en conjunto con un profesional
de salud mental en aquellos casos en que el médico no posea competencias suficientes para
la evaluación de los aspectos psicosociales necesarios.
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
Para llevarla a cabo deben tenerse en
consideración las estrategias básicas para
la atención clínica de adolescentes y las
especificidades propias del abordaje de los
TCA. Sobre las primeras se profundiza en un
artículo publicado previamente por una de
las autoras (Gaete, 2001). Las segundas se
describirán a continuación.
Es importante mantener una actitud de
escucha y acogida durante la evaluación,
mostrando a la vez una seriedad y
preocupación acorde al problema, que facilitará que aquellos adolescentes y/o padres que
no tengan conciencia de la relevancia estas enfermedades, la vayan desarrollando.
Debe destacarse que el diagnóstico de los TCA es eminentemente clínico y se realiza en
especial mediante una buena anamnesis.
Anamnesis
La anamnesis debe comprender los siguientes aspectos:
• Alteraciones cognitivas y conductuales propias de los TCA.
• Síntomas físicos asociados.
• Síntomas que orienten a otras patologías médicas como causa de los problemas.
• Evaluación psicosocial inicial.
• Antecedentes personales y familiares relevantes.
• Tratamientos recibidos, si los ha habido, y sus resultados.
• Evaluación del grado de comprensión del problema por parte del paciente y sus padres,
y su motivación a recibir ayuda.
Para indagar estos y otros aspectos relacionados, se recomiendan las siguientes preguntas
(adaptado de Rosen, 2010; Rome, 2012) y otras que se estiman útiles y necesarias (*):
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
• ¿Has disminuido el tamaño de las porciones que comes? ¿Te saltas comidas? ¿Qué
alimentos que antes solías comer evitas o te prohíbes? ¿Desde cuándo presentas los
previos? Explorar también rituales alimentarios y conversión reciente al vegetarianismo.
• ¿Qué comiste ayer? (cantidad y calidad del desayuno, almuerzo, onces, cena y
colaciones)
• ¿Cuentas calorías? Si lo haces, ¿cuántas comes al día?
• ¿Tomas líquidos sin calorías (agua, té, café, gaseosas u otros) para evitar comer o bajar
de peso? ¿Cuánto tomas al día? ¿Desde cuándo o en qué período?
• ¿Has tenido atracones? ¿Con qué frecuencia? ¿En qué horario? ¿Desde cuándo o en qué
período? ¿Cuánto y qué tipo de alimentos comes en un atracón? (*) ¿Desencadenantes?
• ¿Te has provocado vómitos? ¿Con qué frecuencia? ¿En qué momento (después de un
atracón o en otras circunstancias)? ¿Desde cuándo o en qué período?
• ¿Has tomado laxantes, diuréticos, medicamentos, productos “naturales” u otros para el
control del peso? (en los hombres, ¿has utilizado suplementos o medicamentos para
aumentar tu masa muscular?) ¿De qué tipo, cuánto y con qué frecuencia? ¿En qué
momento (después de un atracón o en otras circunstancias)? ¿Desde cuándo o en qué
período?
• ¿Haces ejercicio? ¿De qué tipo, intensidad, duración y frecuencia? ¿Cuánto te estresa
perderte una sesión de ejercicio? ¿Lo has continuado realizando a pesar de estar
enfermo o lesionado? (*)
• ¿Con qué frecuencia te pesas? (*)
• ¿Cuánto es lo que más has pesado? ¿Cuándo fue? ¿Cuánto medías en ese momento?
• ¿Cuál ha sido tu peso mínimo en el último año? ¿Cuándo fue? ¿Cuánto medías en ese
momento?
• ¿Cuánto te gustaría pesar? ¿Cuál piensas que es tu peso saludable?
• ¿Miras, tocas o mides permanentemente tu cuerpo o alguna(s) parte(s) de él con el fin
de evaluar cómo está tu peso o figura? (*)
• ¿Cuánto tiempo del día gastas pensando en la comida, el peso y la figura? ¿Cuánta de tu
energía la inviertes en tu peso y tu figura?
Resulta importante explorar dirigidamente cada uno de estos aspectos, pues pueden pasar
inadvertidos si no se hace.
Se debe tener muy presente que la simple negación de problemas por parte del adolescente
no excluye la posibilidad de que esté cursando con un TCA, y menos aún si sus padres, pares,
profesores o entrenador lo sospechan, casos en los cuales la probabilidad de que el
trastorno exista es alta (Rome y Strandjord, 2016).
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
Así también, en aquellos casos en que exista pérdida abrupta, aumento rápido o
fluctuaciones significativas de peso en adolescentes que por lo demás están sanos, debe
descartarse un TCA (AED, 2011).
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
Deberá indagarse por el crecimiento y el desarrollo de los adolescentes, sus antecedentes
ginecológicos si son mujeres (incluyendo edad de la menarquia, regularidad de los ciclos,
fecha de última regla y anticoncepción), y por historia familiar de obesidad, TCA y otros
trastornos psiquiátricos (en especial del ánimo, ansiosos, obsesivo-compulsivo y abuso o
dependencia de alcohol y/o drogas).
e. Evaluación del grado de comprensión del problema por parte del paciente y sus padres,
y su motivación a recibir ayuda.
Resulta esencial que el profesional indague estos aspectos para que realice una buena
derivación. Una paciente en absoluta negación del problema puede dificultar mucho su
ingreso a tratamiento, en especial, si sus padres también tienden a negarlo, minimizarlo o
se encuentran muy ambivalentes al respecto, lo que no es infrecuente. Las causas de esto
último pueden ser diversas, entre ellas, las implicancias que tendrá un diagnóstico de este
tipo para la adolescente y su familia, y los temores o reparos relativos al tratamiento.
39
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
adolescente pueda reconocer pensamientos y conductas que tiende a negar por culpa,
vergüenza u otros motivos (“no es que tú hayas querido tomar ese laxante después de
comer, sino la anorexia la que te hizo hacerlo”), y, por otra parte, hace posible que el
paciente “luche contra el TCA” (contra este “enemigo externo”) en conjunto con su
familia y el profesional para impedir que "se salga con la suya". Permite desculpabilizar
al paciente, sin que ello lo prive de la responsabilidad de superar el problema, lo que
genera condiciones para que pueda contar lo que le está sucediendo y se movilice para
solucionarlo.
Examen físico
El examen físico tendrá que ser completo, ya que los diversos sistemas y órganos pueden
potencialmente verse comprometidos en los TCA.
Debe incluir:
• Signos vitales: temperatura; frecuencia respiratoria; frecuencia cardíaca y presión
arterial en decúbito dorsal y de pie.
• Antropometría: peso y talla.
• Cálculo del IMC.
• Registro de IMC y talla en curvas apropiadas (MINSAL, 2016), con observación de su
evolución en relación a mediciones previas y realización del diagnóstico nutricional y
estatural.
• Desarrollo puberal: estadíos de Tanner.
• Pesquisa de alteraciones asociadas a los TCA ( Tabla 2).
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
• Hipertrofia parotídea, congestión faríngea
• Trauma y laceraciones orales; erosiones del esmalte dental en las superficies oclusales y
lingual; caries
• Atrofia de mamas
• Soplo cardíaco (1/3 con prolapso de la válvula mitral)
• Extremidades frías, acrocianosis, perfusión pobre
• Signo de Russell (callosidades en los nudillos por la inducción de vómitos)
• Edema de extremidades
El examen físico habitualmente muestra más alteraciones en los casos de AN, pudiendo ser
absolutamente normal en el resto de los TCA. Sin embargo, si se lleva a cabo una búsqueda
más dirigida y cuidadosa de las posibles alteraciones, los hallazgos aumentan.
Se debe tener especial cuidado al momento de obtener del peso, ya que éste es el objeto
de gran parte de los temores y angustias de estos pacientes. El miedo a verse forzados a
aumentar de peso los puede llevar a incrementarlo artificialmente mediante el consumo
excesivo de líquidos o escondiendo objetos en su ropa o cuerpo. Por lo mismo, el joven
debe ser pesado con un mínimo de ropa o en bata, y después de haber orinado. Es
recomendable utilizar habilidades, técnicas o estrategias que contribuyan a hacerle sentir
comprendido y/o a aliviar la angustia o frustración asociada al pesaje. Así, por ejemplo,
antes de pesarlo se le puede realizar un comentario empático sobre lo difícil que
seguramente es para él ese momento. Posterior al pesaje se deben explorar sus
sentimientos acerca del resultado y si está experimentando intensa frustración o angustia,
será necesario contenerlo, empleando por ejemplo la externalización de la enfermedad
(“comprendo que es la enfermedad la que te hace sentir que tu peso es excesivo, pero
según las curvas es absolutamente normal”).
En aquellos casos en que se anticipe que la angustia o frustración del adolescente debido al
resultado de su peso serán muy intensas y entorpecerán la evolución, puede optarse por
pesarlo de manera ciega (de espaldas a la balanza, para que no visualice los números).
Diagnóstico diferencial
En aquellos casos en que el cuadro resulte atípico, se debe tener presente que puede no
corresponder realmente a un TCA, sino a alguna de las patologías descritas en la tabla 3
(Rosen, 2010).
41
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
• Hipertiroidismo o hipotiroidismo
• Diabetes Mellitus
• Otras (ej.: hipopituitarismo, enfermedad de Addison)
- Patología psiquiátrica:
• Trastorno obsesivo-compulsivo
• Trastornos ansiosos
• Abuso y dependencia de sustancias
- Otras patologías:
• Lesiones del sistema nervioso central (incluyendo cánceres)
• Otros cánceres
• Síndrome de arteria mesentérica superior (más comúnmente consecuencia de pérdida
de peso severa)
Las alteraciones que pueden mostrar los exámenes iniciales se detallan en la tabla 4.
Tabla 4. Alteraciones potenciales en los exámenes de laboratorio iniciales en TCA
Examen Alteraciones
Hemograma Anemia, leucopenia, trombocitopenia
Perfil bioquímico Glucosa: ↓(desnutrición)
Nitrógeno ureico: ↑(deshidratación)
Calcio: leve ↓ (desnutrición, a expensas del hueso)
Fósforo: ↓ (desnutrición)
Proteínas totales/albúmina: ↑ en desnutrición temprana a expensas de
la masa muscular, ↓ más tarde
42
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
Bilirrubina total: ↑ (disfunción hepática), ↓ (baja masa glóbulos rojos)
Alanina-aminotransferasa (ALAT, SGPT) y aspartato-aminotransferasa
(ASAT, SGOT): ↑ (disfunción hepática)
Electrolitos plasmáticos Sodio: ↓ (intoxicación hídrica o laxantes)
Potasio: ↓ (vómitos, laxantes, diuréticos)
Cloro: ↓ (vómitos), ↑ (laxantes)
Gases venosos Bicarbonato: ↑ (vómitos), ↓ (laxantes)
Magnesemia ↓ (desnutrición, laxantes)
Creatininemia ↑ (deshidratación, insuficiencia renal), ↓ (disminución masa muscular).
Normal: puede estar relativamente elevada si existe baja masa muscular.
Amilasemia ↑ (vómitos, pancreatitis)
Pruebas tiroideas T3 ↓, T4 normal o ↓, TSH normal o ↓ (síndrome del eutiroideo
enfermo)
Gonadotrofinas y esteroides LH ↓, FSH ↓, estradiol ↓
sexuales en mujeres
ECG Bradicardia, otras arritmias, bajo voltaje, aumento de la dispersión del
intervalo QT, intervalo QTc prolongado, inversión onda T y
ocasionalmente depresión segmento ST
Densitometría ósea Densidad mineral ósea ↓
Adaptado de AED, 2011.
Gran parte de los exámenes de laboratorio resultará normal en los pacientes con TCA
(Rome, 2016). Sin embargo, ello no implica ausencia de gravedad de la enfermedad, pues
éstos pueden no mostrar alteraciones aún en presencia de riesgo vital. Es más, anomalías
leves pueden indicar que los mecanismos de compensación han llegado a límites críticos
(AED, 2011). Esto debe representársele a los pacientes, ojalá por anticipado, para evitar que
intenten utilizar la normalidad de los resultados como prueba de que no tienen ningún
problema.
Una vez completada la evaluación inicial del paciente con TCA, el profesional de APS debe
realizar un resumen al joven, dándole a conocer los hallazgos, diagnóstico(s), riesgos e
indicaciones preliminares, incluyendo la necesidad de derivación a un programa de
tratamiento ambulatorio especializado o a hospitalización, según sea el caso. Debe brindar
también al adolescente la oportunidad de exponer y resolver sus dudas y preocupaciones.
En este momento y si es atingente, planteará además la necesidad de apertura de temas
sensibles a los padres y negociará con el adolescente -de manera empática y respetuosa- la
mejor forma de hacerlo. Esta negociación debe ser lo más flexible posible, pero sin sacrificar
la información que es relevante que los padres manejen para lograr comprender la situación
y llevar al paciente a tratamiento.
Luego, el profesional generará un espacio con los padres, para abordar los mismos aspectos:
hallazgos, diagnóstico(s), riesgos, indicaciones preliminares (incluyendo derivación) y
resolución de dudas.
43
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
Con no poca frecuencia, la derivación de estos casos de manera oportuna y eficaz puede
resultar todo un desafío para el profesional de APS, en especial en aquellas circunstancias
en que tanto el joven como sus padres niegan, evitan o minimizan el problema o están muy
ambivalentes respecto de realizar un tratamiento. Una derivación adecuada requerirá que
el joven o su(s) padre(s) logre(n) reconocer la existencia del TCA, comprender sus riesgos, y
entender la relevancia de no retrasar el tratamiento. Para conseguir lo anterior resulta
esencial que el profesional les dé a conocer los riesgos asociados al TCA (en especial
aquellos que para el paciente y su familia sean más relevantes), con un tono de seriedad y
preocupación, y haga énfasis en cómo el pronóstico de estas patologías se ve influido
positivamente por un manejo especializado precoz, o, por el contrario, cómo el retraso del
tratamiento puede traerles consecuencias negativas. Será también importante, que el
profesional intente comprender los motivos tras las actitudes y conductas del paciente y
sus padres, de modo de abordarlas de manera adecuada. Así, por ejemplo, si es la culpa lo
que está inmovilizando a los padres, el desculpabilizarlos y, por el contrario, situarlos como
agentes esenciales para la recuperación de su hijo, puede ser muy útil. En el caso de que los
padres atribuyan las conductas del adolescente a vanidad o voluntariedad, será relevante
hacerles ver que está enfermo. Lo mismo habrá que hacer si están en espera de que sea su
hijo quien quiera tratarse y éste no lo desea. En aquellos casos de pacientes y padres muy
evitativos, resulta a veces conveniente no insistir en “ponerle nombre” a la enfermedad
(nombrarla según su diagnóstico: por ej., AN), pues ello puede incrementar sus temores y
resistencias, dificultando aún más que el joven llegue a tratamiento. El trabajo motivacional
puede complementarse con las estrategias de entrevista motivacional descritas por Miller
y Rollnick (2002). Debe tenerse muy presente que serán las actitudes y conductas de los
padres -y no las de los adolescentes- las más determinantes del ingreso a tratamiento, por
la dependencia normal que tienen los jóvenes de ellos en la etapa de la vida que están
cursando.
Por último, existirán casos en los que a pesar de que se haya hecho todo lo posible, no se
logrará motivación inicial a tratamiento, lo que determinará que el adolescente no sea
derivado, o en su defecto, que no se presente adonde fue derivado. En estas circunstancias,
si no existe riesgo grave inmediato, será conveniente realizar un proceso con el joven y su
familia, para que en algún momento llegue a recibir la ayuda que necesita.
44
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
1. GENERALIDADES
Los TCA en la adolescencia, como se ha mencionado, son enfermedades de salud mental
complejas, que involucran una multifactorialidad en su origen, mantención y tratamiento.
Pueden afectar seriamente la vida de quienes los sufren en todas sus áreas, e incluso
provocar la muerte (Steinhausen, 2002; Arcelus, Mitchell, Wales, y Nielsen, 2011). Sin
embargo, un reconocimiento temprano y un manejo adecuado, son cruciales para un buen
pronóstico (Treasure y Russell, 2011; NICE 2017).
A pesar de que el tratamiento para los TCA ha sido ampliamente estudiado, la evidencia
científica rigurosa es aún escasa para la población adolescente (Lock, 2010, 2015).
A pesar de lo anterior, existen algunos consensos relevantes que forman las bases del
tratamiento integral:
El manejo clínico de los TCA (evaluación y tratamiento), debe ser realizado, de preferencia,
por un equipo especializado, tanto en TCA como en adolescencia. Este equipo debe trabajar
en conjunto, para brindar la más oportuna e integral atención a los pacientes con el fin de
prevenir la cronicidad del trastorno hacia la vida adulta (Golden et al., 2016; Lock, La Via,
AACAP, CQI, 2015; NICE, 2017).
El tratamiento debe ser integral: debe involucrar la complejidad biopsicosocial de la
enfermedad y las particularidades de la etapa de la adolescencia. En su forma idónea, este
equipo tendría que contar con un médico pediatra especialista en el desarrollo adolescente,
profesionales del área de salud mental (psiquiatra y psicólogo/psicoterapeuta), un
especialista en nutrición (nutricionista o médico con formación en nutrición) y, en los casos
de hospitalización, enfermeras entrenadas en el manejo de los TCA y en adolescencia
(Gaete, López y Matamala, 2012).
El médico pediatra es quien mantiene el monitoreo médico y asegura que el paciente está
en condiciones para mantener el tratamiento en forma ambulatoria. El especialista en
nutrición puede ser un consultor del pediatra o intervenir en caso de preocupaciones
45
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
nutricionales específicas. Asimismo, éste realiza consultas con la familia y pacientes en
ocasiones. El psiquiatra evalúa la salud mental del paciente y maneja su comorbilidad,
determina la necesidad del uso de psicofármacos para ésta, y en algunos casos, es quien
realiza la psicoterapia. En otros, la psicoterapia es realizada por un psicólogo del equipo.
(Lock et al 2015).
Dada la prevalencia de complicaciones biomédicas y psiquiátricas, el tratamiento también
debiese considerar varios niveles posibles de atención articulados entre sí (ambulatorio,
ambulatorio intensivo, hospitalización parcial/diurna, hospitalización completa) de modo
de satisfacer las distintas necesidades y desafíos que pueda presentar el proceso (Golden
et al. 2003). Las complicaciones médicas y psiquiátricas determinan el nivel de atención que
la paciente deberá recibir y será establecido cuanto antes el riesgo sea detectado. Es
necesario destacar, que los programas ambulatorios son los de elección para los
adolescentes y que sólo se recurre a niveles más avanzados de cuidado, cuando el
tratamiento ambulatorio no está disponible o no es factible (por disponibilidad o riesgo) o
ante fracaso de tratamiento ambulatorio (Lock et al. 2015).
Otra de las bases del tratamiento de los adolescentes es la inclusión de los padres en todos
los tipos de tratamientos brindados para TCA, aunque la forma en que sean incluidos, puede
variar. Los padres o cuidadores deben, por lo tanto, formar parte activa y central del
tratamiento (APA, 2006; Treasure y Schmidt, 2013; Lock et al. 2015; NICE, 2017).
La restauración nutricional y normalización alimentaria también es clave en toda forma de
tratamiento de los TCA, ya que impacta no sólo en la salud física de la paciente, si no
también en los resultados de la psicoterapia, en su funcionamiento familiar, social,
emocional, etc. (NICE, 2017, Campbell y Peebles, 2014).
Las intervenciones psicosociales ambulatorias son el tratamiento inicial de elección para las
adolescentes con TCA. Para AN, las intervenciones basadas en la familia han demostrado
ser altamente efectivas; para BN y trastornos por atracón, hay evidencia a favor de las
intervenciones cognitivo-conductuales, incluidas las versiones de autoayuda y online. La
tabla 5 resume la revisión de las intervenciones psicosociales basadas en la evidencia para
adolescentes con TCA (Lock, 2015; Lock et al, 2015).
46
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
El rol de los psicofármacos es limitado, con muy escasa evidencia en adolescentes, siendo
un coadyuvante para el manejo de casos refractarios y de la psicopatología comórbida
(Schmidt et al. 2016; Lock et al. 2015). Es importante considerar que en casos de
desnutrición, los bajos niveles de serotonina limitan la efectividad de los IRSS y de otros
antidepresivos. Además, algunos de los síntomas comórbidos mejoran con la renutrición.
47
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
Finalmente, a pesar de existir una variedad de tratamientos disponibles para adolescentes
con TCA, las metas generales de éstos tienen aspectos en común (Campbell y Peebles,
2014):
A. Normalizar los patrones alimentarios y realimentar en caso de ser necesario
(ej. en trastornos restrictivos o con bajo peso), retornando a la flexibilidad
en la alimentación;
B. Manejar las complicaciones biomédicas y la comorbilidad psiquiátrica;
C. Lograr la recuperación psicológica del paciente: mejorar su autoestima y
retornar un funcionamiento psicosocial, ocupacional e interpersonal
apropiado a la edad, sin la influencia anormal del peso o cuerpo en la
autoevaluación;
D. Restaurar los patrones de normales de desarrollo y crecimiento;
E. Físicamente se espera lograr la restauración total del peso, recuperación de
las menstruaciones, progresión puberal, crecimiento normal y reversión de
los daños biomédicos provocados por la enfermedad;
F. Recuperación nutricional: llegar a la meta de peso acordada (entendiendo
de que el peso seguirá progresando de acuerdo al desarrollo), poder
alimentarse en forma balanceada y flexible, en una variedad de situaciones
familiares y sociales.
G. Prevenir las recaídas. En este último punto, la particularidad de la aparición
del TCA durante la adolescencia, implica también resolver las tareas de la
adolescencia ligadas al logro de una identidad saludable sin la enfermedad.
2. MANEJO EN APS
Ya que el tratamiento de los TCA debe realizarse por equipos especializados que se
encuentran en un nivel de atención de salud de mayor complejidad, el rol de los
profesionales de APS en el manejo de estos casos consiste primordialmente en su
derivación oportuna y eficaz a manejo especializado, ya sea ambulatorio, hospitalario o en
internación psiquiátrica, según corresponda.
En la tabla 6 se detallan aquellas condiciones que hacen necesaria la hospitalización o
internación en estos casos.
48
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
• Bradicardia severa (frecuencia cardíaca < 50 latidos/minuto durante el día; <
45 latidos/minuto en la noche
• Hipotensión (< 90/45 mm Hg)
• Hipotermia (Tª corporal < 35.6 °C)
• Aumento ortostático del pulso ( >20 latidos/minuto) o disminución de la
presión arterial (>20 mm Hg sistólica, >10 mm Hg diastólica)
6. Detención del crecimiento y desarrollo
7. Rechazo agudo a comer
8. Atracones y purgas incontrolables
9. Complicaciones médicas agudas de la desnutrición (por ej., síncope, convulsiones,
insuficiencia cardíaca, pancreatitis)
10. Comorbilidad psiquiátrica/médica que prohíbe o limita un tratamiento ambulatorio
apropiado (por ej., depresión severa, ideación suicida, trastorno obsesivo-
compulsivo, Diabetes Mellitus tipo 1)
11. Fracaso de tratamiento ambulatorio
Golden et al. 2016
Los casos leves podrían eventualmente tratarse en la APS (Sangvai, 2016), en el caso de que
exista disponibilidad de un equipo capacitado para su manejo. Este equipo debería estar
conformado por un médico, una nutricionista y un psiquiatra o psicólogo, con la
capacitación suficiente para manejar estos casos, y que tenga posibilidad de desarrollar un
estrecho trabajo en equipo, incorporando además activamente a los padres en el manejo
del caso y a otros profesionales de APS según necesidad (por ej. matrona por necesidad de
anticoncepción). Debe recordarse que los TCA son enfermedades de salud mental que
tienen repercusión física de manera secundaria, por lo que no deben recibir solo manejo
nutricional y/o médico. Así también, sería deseable que el equipo trabaje con plazos
definidos para que el TCA alcance su remisión, derivando sin demora aquellos casos que no
evolucionen satisfactoriamente.
La figura 3 muestra el flujograma de acciones de salud relativas a los TCA que idealmente
debiesen realizarse en la APS.
49
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
P
Evaluación Inicial Tratamiento de
casos leves
• Anamnesis
(si existe equipo
S • Examen físico
capacitado)
• Exámenes de laboratorio
• Hipótesis diagnóstica e indicaciones
Documento revisado por Cetiina D’Angelo Quezada, Encargada (S) División de Prevención
y Control de Enfermedades (DIPRECE). Dpto. Ciclo Vital, Subsecretaría de Salud Pública.
Este documento puede ser usado sólo para consulta.
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TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN ADOLESCENTES: ROL DE EQUIPOS DE APS
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