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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación


Unidad Educativa “Juan Andrés Varela
Barinas. Estado. Barinas

Alumna; Año y Sección; Docente; Materia;

Cindy González 4to año “A” Marbella Escolcha Castellano

Barinas, 23 de marzo del 2020


La novela venezolana
La novela venezolana, principalmente, se refiere a todas aquellas obras
escritas, por autores o autoras latinoamericanos, generalmente de
nacionalidad venezolana.
Antecedentes
Muchos autores coinciden al afirmar que la novela venezolana surge a
mediados del Siglo XIX, tras la publicación de Los mártires, de Fermín
Toro en 1842. Las primeras novelas venezolanas siguen los postulados
de las corrientes literarias que para la época prevalecían en el ámbito
mundial. A excepción de las inscritas en el marco del modernismo,
movimiento literario de origen latinoamericano. En el tardío
romanticismo venezolano, tuvieron gran aceptación las novelas de
carácter histórico que se adaptaban al espíritu romántico, como Blanca
de Torrestella (1868), de Julio Calcaño. Bajo estas influencias románticas
se escribieron muchas novelas de tono sentimental, así como también
novelas de denuncia: Zárate (1882) de Eduardo Blanco y Peonía (1890)
de Manuel Vicente Romero García. En la mayoría de los casos, las
primeras novelas venezolanas funcionan como tribunas para denunciar
las injusticias sociales, o como instrumentos pedagógicos o de
construcción de la identidad nacional.

Máximos exponentes

 Rómulo Gallegos; Rómulo Ángel del Monte Carmelo Gallegos


Freire, nació el 2 de agosto de 1884 en caracas y murió el 5 de
abril de 1969 en la misma ciudad. Fue un novelista y político
venezolano. Se le ha considerado como el novelista venezolano
más relevante del siglo XX, y uno de los más grandes literatos
latinoamericanos de todos los tiempos. Escribió muchas obras,
tales como doña Bárbara, Canaima, cantaclaro, la trepadora, etc,
aunque de todas esas, la más influyente fue la novela “Doña
Bárbara” ya que alcanzo un gran éxito en la literatura
hispanoamericana.

 José Rafael Pocaterra; José Rafael Pocaterra, nació el 18 de


diciembre de 1889 en valencia y murió el 18 de abril de 1995 en
Montreal, Canadá. Fue un escritor, periodista y diplomático
venezolano. Publicó numerosos cuentos, novelas, artículos y
crónicas de prensa. Su obra más conocida fue “Memorias de un
venezolano de la decadencia”, una de las más severas críticas al
régimen de Juan Vicente Gómez

 Teresa de la Parra; Ana Teresa de la Parra Sanojo, nació el 5 de


octubre de 1889 en parís, Francia y murió el 23 de abril de 1936
en Madrid, España. Más conocida como Teresa de la Parra, fue
una escritora venezolana. Es considerada una de las escritoras
más destacadas de su época. Realizo diversas obras (novelas
cuentos) como; influencia de las mujeres, la mama X, memorias
de mama blanca y por ultimo Ifigenia, que fue la que tuvo más
reconocimiento. Esta obra literaria, trata sobre una mujer que se
enfrenta ante una sociedad que no le permite tener voz propia.

 Andrés bello; Andrés de Jesús María y José Bello López, nació el


29 de noviembre de 1781 en Caracas y murió el 15 de octubre de
1865 en Santiago de chile, chile. Fue un polímata venezolano-
chileno, quien fue a la vez filósofo, poeta, traductor, filólogo,
ensayista, educador, político y diplomático. Considerado como
uno de los humanistas más importantes de América, realizó
contribuciones en innumerables campos del conocimiento. Sus
obras más destacadas fueron; el romance de un samán, a un
artista, oda al Anauco, oda a la vacuna y los sonetos a la victoria
de bailen.
 Andrés Eloy blanco; Andrés Eloy Blanco Meaño, nació el 6 de
agosto de 1896 en cumana y murió el 21 de maño de 1965 en
ciudad de México, México. fue un poeta, abogado, humorista y
político venezolano, incluido en la Generación del 28. Una de sus
obras mas notables, fue una llamada “píntame angelitos negros”.

Fragmentos de las obras

 Doña Bárbara (Rómulo Gallegos); "La llanura es bella y terrible a


la vez; en ella caben holgadamente, hermosa vida y muerte atroz;
Esta acecha por todas partes, pero allí nadie le teme.
(...)
Horas más tarde, míster Danger la vio pasar, Lambedero abajo. La
saludó a distancia, pero no obtuvo respuesta. Iba absorta, fija
hacia delante la vista, al paso sosegado de su bestia, las bridas
flojas entre las manos abandonadas sobre las piernas. Tierras
áridas, quebradas por barrancas y surcadas de terroneras. Reses
flacas, de miradas mustias, lamían aquí y allá, en una obsesión
impresionante, los taludes y peladeros del triste paraje.
Blanqueaban al sol las osamentas de las que ya habían
sucumbido, víctimas de la tierra salitrosa que las enviciaba hasta
hacerlas morir de hambre, olvidadas del pasto, y grandes
bandadas de zamuros se cernían sobre la pestilencia de la
carroña. Doña Bárbara se detuvo a contemplar la porfiada
aberración del ganado y con pensamientos de sí misma
materializados en sensación, sintió en la sequedad saburrosa de
su lengua, ardida de fiebre y de sed, la aspereza y la amargura de
aquella tierra que lamían las obstinadas lenguas bestiales. Así ella
en su empeñoso afán de saborearle dulzuras a aquel amor que la
consumía. Luego, haciendo un esfuerzo por librarse de la
fascinación que aquellos sitios y aquel espectáculo ejercían sobre
su espíritu, espoleó el caballo y prosiguió su errar sombrío. "
 Canaima (Rómulo Gallegos); "Allí permaneció durante una breve
temporada y luego abandonó el país, con destino a Europa; pero
de allá volvió una y otra vez, a intervalos de años cada vez más
cortos y para internarse, además, en las selvas del Cuyuni, de
donde pronto se originaron complicaciones misteriosas de la
leyenda que ya lo rodeaba, aunque desechada ya la primitiva
versión y generalmente aceptado que fuese y se llamase como
decía. Poseedor de una vasta experiencia de hombres y cosas de
todas las latitudes, adquirida según propia confesión en varias
vueltas ya dadas al globo, esto podía acreditar la versión de que
fuese uno de estos caballeros de Naipes que pasean la martingala
genial por todos los mares, pues no había juego de cartas que no
conociese, ni mayor elegancia que la suya al manejarlas, ni
serenidad que se le comparase en los envites, ni manera de
ganarle a la larga. De modo cierto y por demostraciones que no se
desdeñara de hacer –único velo de misterio de su intimidad que
había sido descorrido en parte–, apenas sabíase que era un gran
tirador de toda clase de armas y no había por qué dudar que
fuera, como afirmaba, presidente de un club internacional de
duelistas, con sede en Budapest, para ser miembro del cual se
requerían cien lances ganados. En cuanto a sus periódicas
incursiones a la selva, unos suponían que no tuviesen por objeto
sino el de ganarles a los purgüeros y mineros, aficionados a
jugarse el sol antes de salir, cuanto allí hubiesen adquirido; pero
como esto podía lograrlo y, en efecto, ya lo lograba en Ciudad
Bolívar y Tumeremo, otros eran de la opinión de que tales
incursiones debían tener fines misteriosos, más de acuerdo con el
aura de enigma que rodeaba al taciturno personaje. Y así a pocos
guayaneses les extrañó que de uno de aquellos viajes a la selva no
regresara el conde Giaffaro. "
 Memorias de un venezolano de la decadencia (José Rafael
Pocaterra);

 Ifigenia (Teresa de la Parra); Ifigenia, ccaban de dar las dos de la


mañana… Y estas dos campanadas al sonar, como si fueran de
quejidos de silencio, se han metido de pronto en mis oídos, me
han llamado con dos golpes, y dentro del alma, me han
despertado el miedo…

Tengo miedo… Sí… escribo para distraer el miedo…

Fue el reloj viejo y estropeado del comedor el que dio las dos… ¿Serán
realmente las dos? Ahora el reloj sigue haciendo como antes: tic, tac…
tic, tac… tic, tac…

Las campanadas de los relojes en la noche son las voces del silencio que
se queja… y el tic-tac de los relojes en la noche son los pasos… ¡ah! los
pasos de la muerte… ¡no; no, no!… son los pasos del silencio que
camina… ¡sí!… los pasos del silencio… ¡Y qué despacio, y qué lento y qué
largo, Dios mío, camina el silencio por la noche!… Sobre todo cuando la
noche es tan negra y tan callada como esta noche.

 A un artista (Andrés Bello); “Nunca más bella iluminó la aurora de


los montes el ápice eminente ni el aura suspiró más blandamente,
ni más rica esmaltó los campos Flora. Cuanta riqueza y galas
atesora, hoy la Naturaleza hace patente, tributando homenaje
reverente a la deidad que el corazón adora. ¿Quién no escucha la
célica armonía que con alegre estrépito resuena del abrasador sur
al frío norte? ¡Oh Juana! Gritan todos a porfía; jamás la Parca
triste, de ira llena, de tu preciosa vida el hilo corte.”

 Píntame angelitos negros (Andrés Eloy Blanco); Pintor de santos


de alcoba, pintor sin tierra en el pecho, que cuando pintas tus
santos no te acuerdas de tu pueblo, que cuando pintas tus
Vírgenes pintas angelitos bellos, pero nunca te acordaste de
pintar un ángel negro. Pintor nacido en mi tierra, con el pincel
extranjero, pintor que sigues el rumbo de tantos pintores viejos,
aunque la Virgen sea blanca, píntame angelitos negros.

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