HAGADÁ DE PESAJ
Ingredientes y materiales:
Kearát (bandeja): Un plato grande que tenga al centro las letras hebreas Pésaj.
o Zroa: Símbolo del cordero de sacrificio de pésaj. Es lo único que no se come durante el seder.
Tiene que ser una carne con hueso idealmente.
o Beitzá: Huevo cocido, símbolo de las ofrendas hechas en el templo.
o Maror: Símbolo de amargura de la esclavitud. Puede ser una raíz de jengibre.
o Karpaz: Hierva de primavera, que se mojará en el agua salada. Nos indica que el renacer a la
libertad es duro. Tiene que ser lechuga.
o Jaroset: Simboliza la arcilla con que se moldearon los ladrillos de los palacios egipcios. Es una
mezcla de manzana picada, nueces, canela y vino dulce.
Una mesa grande con mantel/mesa desplegable.
Copas pequeñas para cada participante.
Una copa en el centro de la mesa. Copa del profeta Elías.
Platos y servicios para cada participante.
Cuatro botellas de vino San Blas (tinto).
Una lechuga.
Carne asada.
Huevo cocido para cada participante.
Jaroset para la cantidad de participante.
o Manzanas
o Vino dulce
o Nueces.
o Canela en polvo.
Servilletas.
Fuentes de agua salada por cada participante.
Fuente grande de agua para el lavado de manos.
Toalla blanca.
Pan de churrasca (cocidas en el tostador).
Cirios blancos.
Fósforos.
Cruz de mesa.
Biblia hebrea.
Atril para biblia.
Mantel latinoamericano.
Equipo:
Presidente (P): Franco Rojas.
Guía (G): Omar Sepúlveda**
Lector (L): Natalia Cerda**
Joven (J): Valentina Cortés**
Monición de entrada
Lee el guía (G):
G: La celebración del Pésaj comienza con encender las velas, algo que normalmente hace el ama de casa, antes
de la puesta de sol. Nos disponemos en silencio para la bendición de las velas.
Se encienden las luces de las velas. Lo hará L [colocar nombre: Natalia Cerda], poniéndose de pie y
pronunciando la siguiente bendición.
L: Bendito seas Tú, Señor, Dios nuestro, rey del universo, que nos santificaste con tus mandamientos y nos
ordenaste encender la vela de la fiesta.
Bendito seas Tú, Señor, Dios nuestro, rey del universo, que nos diste vida, nos hiciste existir y nos hiciste llegar
hasta este día.
¡Señor del mundo! Acabo de encender las luces en honor de la fiesta de Pésaj. Que el efecto del cumplimiento
de este precepto traiga consigo las divinas bendiciones de una vida feliz sobre mí y sobre los míos, mi familia,
mis amigos, mi comunidad. Que esta festividad que celebra la liberación de nuestros antepasados de la
esclavitud en Egipto, despierte a toda la humanidad contra todo pueblo y persona que mantiene a otro hombre y
mujer en servidumbre.
Concédenos, oh Eterno Dios, tu gracia; haz que more Tu presencia entre nosotros y que seamos dignos de andar
en tus caminos, fiel a las Escrituras y a tus preceptos. Protégenos de toda humillación, dolor y preocupación;
concede a nuestra comunidad la paz, la luz y la alegría para siempre. ¡Amén!
Todos: Bendito seas Dios nuestro, rey del universo, que nos has permitido vivir para alcanzar este día
festivo.
P: Estamos celebrando la Pascua, fiesta de la libertad y la redención. Esta noche leeremos la Hagada, la
narración de la historia de Israel, de cómo fue liberada por Dios de la esclavitud que vivía en Egipto para partir
a la tierra prometida.
P: La fiesta de Pesaj empezó en Egipto, cuando los israelitas escogieron un cordero de un año, sin ningún daño
físico. Este cordero representaba la idolatría. El Dios NOUM, El Dios de la creación, dentro de la mitología
egipcia, era representado por un cordero, porque este era un animal prolífico y aparte representaba para los
egipcios la cabeza del zodiaco, cuya influencia y poder se empezaba a sentir en primavera según la creencia
egipcia. Para debilitar el ánimo de los egipcios, ese cordero se tuvo amarrado desde el día 10 de Nissan hasta el
día 14 a la luz de todos. Y a la luz de todos se degolló el día 14 para comerlo asado con hierbas amarga y panes
sin levadura en la noche del 15, noche anterior de la salida de los hebreos, de la casa de la esclavitud.
P: A diferencia de los demás alimentos, que al cocerse se vuelven blandos, el huevo se endurece cada vez más.
De la misma manera, mientras otros pueblos, ante la adversidad sucumben y desaparecen, el pueblo hebreo,
ante cada adversidad, ha endurecido su sentido de identidad y su espíritu de libertad.
P: Esta copa, especialmente separada, se llama la Copa de Elías, símbolo de la esperanza profética de la venida
del Reino de Dios sobre el mundo.
KIDUSH (SANTIFICACIÓN)
G: Los invito a llenar su primera copa de vino, que recuerda la promesa de redención de Dios al pueblo de
Israel tal como dice: “… y los libraré de la carga de los egipcios”. Esta costumbre de llenar la copa de vino está
basada en la tradición del Éxodo, que describe la liberación de Israel en cuatro etapas.
G: Se usa un vino tinto para recordarnos la sangre del Cordero, con la que los hebreos salpicaron las puertas de
todas las casas de Israel. Con esta primera copa, el que preside la Pésaj pronunciaba la bendición del Kidush,
oración de bendición a Dios. En este momento, Jesús debió haber dicho: “Ya no volveré a beber del jugo de la
uva hasta que llegue el Reino de Dios” (Lc 22, 18). Escuchemos la bendición del Kidush.
P: Bendito seas Tú, Señor, nuestro Dios, rey del universo, que nos ha elegido de entre todas las naciones, nos ha
elevado por sobre todas las lenguas, y nos ha santificado por medio de sus mandamientos. Y tú, Señor, nuestro
Dios, nos has dado con amor festividades para nuestro regocijo, fiestas y estaciones para nuestra alegría. Este
día de la festividad del pan sin levadura, que es el día de nuestra liberación, es una celebración para
conmemorar el Éxodo de Egipto. Pues Tú nos has elegido y nos has santificado de entre todas las naciones, y
nos has dado un gozo y alegría a la fiesta de tu santificación como herencia. Bendito seas Tú, Señor, que
santificaste a Israel y las estaciones festivas. Bendito seas Tú, Señor, Dios nuestro, rey del universo, que nos ha
concedido vida, nos has sostenido, y nos hiciste posible llegar a esta fiesta.
Repetimos todos.
Todos: Bendito seas Tú, Señor, Dios nuestro, Rey del universo, creador del fruto de la vid.
G: En este momento, cada comensal hará el gesto del lavado de las manos. Con el agua en el lavabo y la toalla,
cada uno se lavará las manos y el que está al costado derecho le secará las manos a quien se encuentra a su
izquierda. Este gesto se repetirá con cada uno con sumo cuidado.
P: Bendito seas Tú, Señor, Dios nuestro, Rey del universo, que nos mandas lavarnos las manos.
G: Probablemente, este fue el momento en que Jesús le lavó los pies a sus discípulos. Si bien esta acción hecha
normalmente por los sirvientes, Dios mismo con nosotros, el Emmanuel, se quiere poner en nuestros pies para
lavarlos. En esta celebración, cada uno de nosotros le lavará las manos a quienes compartimos un lugar en esta
cena pascual como signo de servicio y entrega fraternal.
G: Habiendo lavado nuestras manos, cada uno tomará un poco de hierbas amargas, el Karpas, que tienen en sus
platos y lo mojarán en agua con sal para comerlas, mientras se bendice.
P: Bendito seas Tú, Señor, Dios nuestro, Rey del universo, creador del fruto de la tierra.
G: La hierva amarga y el pan de la pobreza simbolizan lo que comieron nuestros padres y abuelos en la tierra de
Egipto. Simboliza también la esclavitud y la miseria de muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo. Por ello,
un miembro de nuestra comunidad se levantará y abrirá la puerta, mientras repetimos.
G: Cerramos la puerta. Simbólicamente, hemos querido invitar a todos quienes tengan hambre de pan, de amor,
de justicia, de reconciliación y de paz. Esta cena quiere ser un símbolo de apertura a aquellos que tienen
necesidad. Ha llegado el momento de beber la primera copa de vino una vez terminada la bendición del Kidush.
Después de beber la primera copa, se llena nuevamente para el segundo momento de la fiesta de Pésaj.
HAGADÁ (RELATO)
G: Pasamos al siguiente momento, la Hagadá, que es la catequesis que realizaban los padres a sus hijos. Para
ello, el más joven de nuestra comunidad será quien realice la pregunta que introduce este relato a quien preside
la celebración.
P: Mi padre era un arameo errante, que bajó a Egipto y fue a refugiarse allí, siendo pocos aún; pero en ese país
se hizo una nación grande y poderosa. Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron dura
servidumbre. Llamamos pues al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor nos escuchó, vio nuestra
humillación, nuestros duros trabajos y nuestra opresión. El Señor nos sacó de Egipto con mano firme y brazo
extendido, demostrando su poder con señales y milagros que sembraron el terror. Si el Santo de Israel, bendito
sea, no hubiera liberado a nuestros padres de Egipto, entonces nosotros, nuestros hijos y los hijos de nuestros
hijos seríamos esclavos del Faraón en Egipto. Aun si todos nosotros fuéramos sabios, todos entendedores, todos
conocedores de la Torá, seguiríamos estando obligados a narrar el éxodo de Egipto; y todo el que narra el éxodo
de Egipto es merecedor de alabanza.
Escuchemos ahora nuestra historia de liberación y de amor de Dios por nosotros, su pueblo.
L: En aquellos días, el Señor dijo a Moisés y a Aarón en Egipto: –Este mes será para ustedes el principal, será
para ustedes el primer mes del año. Díganle a toda la asamblea de Israel: –El diez de este mes cada uno
procurará una res para su familia, una por casa. Si la familia es demasiado pequeña para terminarla, que se junte
con el vecino de casa; según el número de comensales y lo que coma cada uno, se repartirá la res. Será un
animal sin defecto, macho, añal, cordero o cabrito. Lo guardarán hasta el día catorce del mes, y entonces toda la
asamblea de Israel lo matará al atardecer. Con algo de la sangre rociarán las dos jambas y el dintel de la casa
donde lo hayan comido. Esa noche comerán la carne, asada a fuego, acompañada de pan sin fermentar y
verduras amargas. No comerán de ella nada crudo ni cocido en agua, sino asado a fuego: con cabeza, patas y
entrañas. No dejarán restos para mañana siguiente, y si sobra algo, lo quemarán. Y lo comerán así: la cintura
ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y se lo comerán a toda prisa, porque es la Pascua del
Señor. Esa noche atravesaré todo el territorio egipcio dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de
animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será su contraseña en las
casas donde estén: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no les tocará la plaga exterminadora cuando yo pase
hiriendo a Egipto. La estancia de los israelitas en Egipto duró cuatrocientos treinta años. Cumplidos los
cuatrocientos treinta años, el mismo día, salieron de Egipto los escuadrones del Señor. Noche en que veló el
Señor para sacarlos de Egipto: noche de vela para los israelitas por todas las generaciones.
G: De alguna manera, Dios no duerme por nuestro sufrimiento y cuida a todas sus creaturas. Los invito a
ponernos de pie para cantar el salmo.
P: Pésaj significa pascua, paso. En el inicio de la creación, pasamos del caos a la vida. Esta noche celebramos el
paso de la esclavitud a la liberación. En Jesucristo celebramos el paso de la muerte a la resurrección y a la vida
en plenitud. Es el sacrificio que nuestros padres ofrecieron al Señor aquella noche en la cual pasó el Santo de
Israel. Bendito sea por nuestras casas en Egipto. Tal como está escrito: Cuando les pregunten sus hijos e hijas,
“¿qué significa este rito?”, le responderán: “Es el sacrificio de la pascua del Señor que pasó de largo por las
casas de los hijos de Israel en Egipto. Cuando mató a los egipcios y no nos hizo daño y nos liberó. Cerremos los
ojos y pensemos un momento: ¿En qué aspectos nos hemos sentido liberados por Dios o invitados a luchar por
una vida mejor para todos?
P: Este es el pan de la aflicción que nuestros padres comieron en Egipto. Cocieron bajo las cenizas la masa que
sacaron de Egipto e hicieron panes ázimos. Porque no hubo tiempo para que fermentara, ya que había mucha
prisa para huir esa noche.
P: Comemos hierbas amargas para recordar cómo los egipcios amargaron la vida de nuestros padres en Egipto,
tal como está escrito: “Sometieron los egipcios a los hijos de Israel a cruel servidumbre, haciéndoles amarga la
vida con rudos trabajos en la fabricación de adobe, ladrillos y en las faenas del campo”. Las comemos con
jaroset, que nos recuerda aquella arcilla de los ladrillos que nuestros padres construyeron bajo esclavitud.
Cerremos los ojos y pensemos un momento: ¿cuáles son nuestras opresiones y amarguras que deseamos que
Dios nos libere? ¿qué opresiones y amarguras ocasionamos a los demás?
En cada generación, le incumbe al ser humano considerarse a si mismo como si el y ella hubieran salido
de Egipto. Tal como está escrito: “Dirás entonces a tus hijos e hijas, que esto es un memorial que hizo el Señor
por nosotros en Egipto. Por eso es digno y justo agradecer, alabar, glorificar, adorar, ensalzar, bendecir, exaltar
y enaltecer a quien realizó estos actos maravillosos a favor de nuestros padres, de nosotros y de toda la
humanidad hoy. Nos sacó de la esclavitud a la libertad, de la angustia a la alegría, del duelo a la fiesta, de las
tinieblas a la luz, de la servidumbre a la redención, de la muerte a la vida y, en Jesús, Dios nos libera de todo
aquello que pone bredas al amor y llamándonos a una vida en plenitud. Cantemos para Él un canto nuevo.
G: Ahora se bendecirán los panes ázimos, que recuerdan el alimento para salir de la esclavitud, la fuerza para
liberarnos, la urgencia para liberar a todo hombre y mujer de su esclavitud. Y esas hierbas amargas que nos
hacen revivir esos dolores y penas de nuestros padres en Egipto. Levantemos la segunda copa.
Se destapan los panes y se bendicen.
P: Bendito seas Tú, Señor, que liberaste y sacaste a nuestros padres de Egipto y hoy nos das vida para celebrar
nuestra liberación y comer panes ázimos y hierbas amargas. Haznos vivir para las demás fiestas y días. Con
nuestros cantos de alabanza, te bendeciremos por nuestra liberación.
G: Tomando la segunda copa de vino ya servida, que recuerda la liberación de Egipto, repetimos todos.
Todos: Bendito seas Tú, Señor, Dios nuestro, Rey del universo, creador del fruto de la vid.
G: Quien preside la celebración pascual, toma el primer pan ázimo, que lo repartirá entre todos los comensales.
Cada uno de nosotros, tendrá un trozo de pan en la mano.
P: Bendito seas Tú, Señor, Dios nuestro, por este pan, fruto de la tierra y de tu bondad.
Bendito seas Tú, Señor, Dios nuestro, que haces brotar de la tierra el trigo para el pan.
Todos: Bendito seas Tú, Señor Dios nuestro, que nos santificaste con tus mandamientos y nos ordenaste comer
el pan sin levadura.
G: Con un poco del trozo de pan que hemos recibido, lo comeremos con el jaroset, una receta tradicional judía
de manzana, vino y nueces, que nos recuerda la arcilla con que se moldearon los ladrillos de los palacios
egipcios. Fue este momento en que Jesús señaló a Judas como el traidor. Por eso, profundamente conmovido, a
su grupo de amigos le dijo con toda claridad:
G: De ese primer pan que nos queda, lo mojamos con el jaroset y lo comemos. Mientras tanto, el que preside
toma el segundo pan para repartirlo a cada uno de los comensales.
P: Juntemos el pan con las hierbas amargas y comamos, para cumplir el mandato de la Escritura: “Comerán la
Pascua con el pan ázimo con las hierbas amargas”.
G: En este momento, todos juntamos un poco de este segundo pan con las hierbas amargas y repetimos todos:
Todos: Bendito seas Tú, Señor, Dios nuestro, rey del universo, que nos santificaste con tus mandamientos y nos
mandaste a comer hierbas amargas.
G: De a poco se va entendiendo que estos textos de la Biblia hebrea, de la tradición judía y recogida para la
misa de la Última Cena, muestran a un Dios concreto, que está en la historia y que, frente a los que sufrían
opresión, esclavitud, angustia, quiere que vivamos bien, con alegría, justicia, libertad y vida en abundancia. Ha
llegado el momento de la cena familiar, en que podemos comer los alimentos que tenemos: el huevo, el segundo
pan con el jaroset y las hierbas amargas, y la carne de cordero. Podemos conversar y disfrutar de un momento
comunitario.
Se coloca música de fondo para compartir.
G: Demos inicio a la tercera parte de la celebración del Pésaj, que Jesús tenía con sus familias cada año y, en
este momento, con sus discípulos y discípulas como su última cena antes de su Pasión y muerte en cruz. Al
terminar esta comida, el que preside este rito antiquísimo tomará el tercer pan y repartirá a todos los
comensales.
Se toma el tercer pan, lo parte y lo reparte entre todos. Mientras tanto, el guía dice lo siguiente:
G: Probablemente este fue el pan, el tercero, que Jesús consagró y dijo: “Este es mi cuerpo, que será entregado
por ustedes”. Y, después, seguramente tendría en la memoria de los israelitas lo que dice el Dt: “Comerás bien y
bendecirás al Señor, tu Dios, por la tierra que te ha dado”. Por eso, el que preside proclamará la más solemne
oración de la noche, de la cual se inspirará la Iglesia para conformar la plegaria eucarística. Por eso, nos
ponemos de pie para escuchar esta bendición solemne y tomamos el pan en la mano.
Todos los comensales se ponen de pie con el tercer trozo de pan en la mano.
Todos: Bendito sea el nombre del Señor, desde ahora y por siempre.
P: Bendito seas, Tú, Señor, Dios nuestro, que alimentas al mundo con tu bondad, y das pan a todo mortal.
Gracias a tu bondad, jamás nos ha faltado el pan. Que, por tu gran nombre, no nos falte nunca.
Bendito seas, Tú, Señor, Dios nuestro. A ti te alabamos, que has dado a nuestros padres como heredad una tierra
grande, buena y querida, y nos sacaste de Egipto, liberándonos de la esclavitud.
Bendito seas, Tú, Señor, Dios nuestro. A ti te alabamos por tu gran Alianza que sellaste con nosotros, por tus
mandamientos, la vida, la gracia y la misericordia que nos has donado.
Bendito seas, Tú, Señor, Dios, por la tierra que nos das. Ten misericordia, Señor, Dios nuestro, de Israel, tu
pueblo, de Jerusalén, tu ciudad santa, que invoca tu nombre.
Dios nuestro, Padre nuestro, aliméntanos, sostennos, cuida de nosotros, libéranos de nuestras tribulaciones y
barreras que ponemos al amor.
Bendito seas, Tú, Señor, Dios nuestro, Dios de nuestros padres, creador, redentor, santo, fuerte, pastor nuestro,
rey de bondad. Tú, que diariamente nos otorgas favores, prosperidad, bendición, ayuda, consuelo, alimento,
misericordia, salud, paz y dicha completa, rompe todo yugo humillante, impuesto en nuestro cuello y
condúcenos a nuestra tierra con la cabeza bien alta. Protege a todos tus hijos e hijas que padecen la enfermedad.
Protege a todos tus hijos que en estos días están en cuarentena, sintiéndose solos y abandonados. Protege a
todos los que están en los hospitales, arriesgando sus vidas para liberar a tantos y tantas. Protege a todos los que
no podrán parar, porque con su trabajo permiten que todos y todas podamos vivir.
Que el Dios de la misericordia nos haga dignos del tiempo, del Mesías y de la vida del mundo futuro. Que el
Dios de la misericordia tenga en su brazo a todos los que han partido a su encuentro. Aquel que ha establecido
la paz en sus moradas sublimes, la establezca también para nosotros.
Todos: Amén.
G: Los invito a comer el tercer trozo de pan, mientras se llena la tercera copa, que aún no beberemos.
Se come el tercer trozo de pan y se llena la tercera copa, que se levantará con la mano. Luego el que preside
recita lo siguiente:
P: ¿Cómo pagaré al Señor por todos los favores que me ha hecho?
Todos: Por eso, soltaste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza e invocaré el nombre del Señor.
P: Cumpliré mis votos al Señor en presencia de todo su pueblo. En los patios de la casa del Señor, en medio de
Ti, Jerusalén.
Todos: Bendito seas Tú, Señor, Dios nuestro, rey del universo, creador del fruto de la vid.
G: Los invito a beber la tercera copa, que nos recuerda la esperanza mesiánica, y tomamos asiento.
G: Al entregar esta copa, Jesús le explicó a sus amigos y amigas el sentido de su muerte, cuando dice: “Esta es
la copa de mi sangre, de la sangre de la Alianza, nueva y eterna, que será derramada por ustedes para el perdón
de los pecados”.
EL HALLEL
G: Ha llegado el último momento de esta cena solemne. Se juntaron los motivos de la esperanza mesiánica, del
profeta Elías, del día que llegará que no será día ni noche. Para este momento, llenaremos la cuarta copa,
dedicada al comienzo de la realización mesiánica en la historia. Por ello, con esperanza, recitemos juntos el
salmo 114:
P: Que todo viviente bendiga Tu Santo nombre. Fuera de ti no hay rey ni salvador que libere, que alimente y se
compadezca de la desgracia humana. Aun cuando nuestra boca estuviera inundada con el canto, con el mar;
nuestra lengua henchida, por los signos, como la multitud de las olas; y nuestros labios llenos de alabanza como
la inmensidad del firmamento; aun cuando nuestros pies fueran ligeros como los del ciego, no daríamos a vasto.
Dios eterno, para darte gracias y bendecir tu santo nombre con los infinitos bienes que concedes a nuestros
padres y a nosotros.
G: Este es el momento en que después Jesús con sus amigos dejan la sala del segundo piso y se van cantando
salmos hasta el monte de los olivos. Fue ahí donde Jesús les dijo:
L: Esta noche todos van a fallar por mi causa, como está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas
del rebaño. Pero cuando resucite, iré delante de ustedes a Galilea.
Todos: Aunque todos fallen esta noche, yo no fallaré.
L: Te aseguro que esta noche, antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces.
Todos: Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.
Le pedimos a nuestro Dios, a quien le importa nuestra vida, nuestra familia y nuestro corazón, que nos permita
acompañarle en su camino de Pasión, Muerte y Resurrección.
+En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.