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DEMOCRACIA

Ezequiel Fernandez Moores

Votaban todos y votaban todo. Cada voto valía por uno. El del crack y el del
suplente, el del DT y el del dirigente. Votaban todo lo que fuera colectivo. Si era
necesario concentrarse antes de los partidos. A qué hora viajar. Qué refuerzos
comprar. Qué jugadores debían irse. Se llegó a votar si se autorizaba a Walter
Casagrande a dejar el plantel en plena gira por Japón porque el delantero
extrañaba mucho a su novia. Los jugadores llegaron a designar a su propio
entrenador, Zé María. "Discutir y votar era casi un vicio. Votábamos hasta si el
autobús debía parar porque alguien quería hacer pis", ironizó una vez Sócrates,
líder de la "Democracia Corintiana" (sin la h). Así se llamó el fenómeno que impuso
el Corinthians, uno de los equipos más populares de Brasil, donde este domingo
se vota por un nuevo presidente. En 1982, Brasil llevaba casi dos décadas sin
democracia. "Cuando nadie podía votar -escribió el sociólogo Emir Sader-, los
jugadores de Corinthians conquistaron el derecho de decidir sobre sus rumbos."

"Si el gobierno sigue dejando que algunos periodistas hablen de elecciones; si el


gobierno sigue dejando que algunos diarios critiquen su política financiera; si el
gobierno sigue dejando que algunos políticos mantengan sus candidaturas; si el
gobierno sigue dejando que algunos piensen por su propia cabeza, y, sobre todo,
si el gobierno sigue dejando que circule esta revista, con toda su irreverencia y
crítica, en breve estaremos cayendo en una democracia. "La ironía que el escritor,
dibujante y humorista Millor Fernandes lanzó en 1982 a la dictadura brasileña fue
retomada por el periodista deportivo Juca Kfouri. "Si los jugadores siguen
participando en las decisiones del club, si los dirigentes no se asustan y si la
prensa apoya, veremos que aquí se vive una democracia, una democracia
corintiana". Washington Olivetto, que trabajaba con Corinthians y participaba del
debate, anotó la frase. Casi treinta años después, la Democracia Corintiana sigue
siendo la mayor experiencia de autogobierno colectivo que recuerde la historia del
fútbol profesional. Dieciocho sindicatos enviaron su apoyo, incluyendo al entonces
líder de los metalúrgicos, Luiz Lula da Silva. Jorge Amado escribía sobre la
Democracia Corintiana. Gilberto Gil les compuso una canción ("Andar con fe"). Rita
Lee daba recitales con la camiseta del equipo. Oscar Niemeyer y Jorge Ben
transmitían su simpatía. Kfouri apoyaba desde la revista Placar. Y el popular
locutor Osmar Santos lo hacía desde la TV Globo. Cada partido en el Pacaembú,
ironizó un escritor, reunía a un congreso de intelectuales. Se mezclaban con los
Gaviões da Fiel, la hinchada pesada del Corinthians.

Olivetto, que ya entonces era considerado el mejor publicista de Brasil, quería


aprovechar la flamante autorización de la FIFA y poner alguna inscripción en las
camisetas de Corinthians. "Dia 15 vote." Se refería al 15 de noviembre de 1982 y
alentaba al pueblo a que participara de unas primeras elecciones para gobernador.
"No pueden usar ese espacio con fines políticos", advirtió el brigadier Jerónimo
Bastos. "Direitas ja", decía otro de los mensajes políticos en la camiseta del Timão
(Equipazo). Pedía elecciones directas. Que el nuevo presidente fuera votado por el
pueblo, no por el Parlamento, como quería la dictadura. El equipo autogestionado
se había clasificado para la final del Campeonato Paulista. Temía que una derrota
fuera un golpe para la lucha por la democracia en Brasil. "Ganar o perder, pero
siempre con democracia", decía la nueva inscripción con la que Sócrates lideró la
salida a la cancha. "Yo siempre supe que estábamos haciendo política. El fútbol,
creo, es el único medio que puede acelerar el proceso de trasformación de nuestra
sociedad porque es nuestra mayor identidad cultural. Todos entienden de fútbol.
De política, nada." Lo dice Sócrates en el libro que escribió en 2002 junto con el
periodista Ricardo Gozzi (Democracia Corintiana. La utopía en juego).

Paulo Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira, así se llama, debe
su primer nombre al filósofo griego. Su padre, que venía de una familia pobre y no
pudo estudiar de niño, era un autodidacta que, según Sócrates, "vivía en una
biblioteca". Leyendo La República, de Platón, llamó Sócrates a su hijo mayor. A los
siguientes les puso Sófocles y Sóstenes. Sócrates, doctor en Medicina, fue capitán
del formidable Brasil de España 82. En México 86, lucía en sus vinchas
inscripciones que decían "Paz" o "Reagan es un asesino". Falló un penal en la
definición de un inolvidable partido ante Francia. Fumador desde los trece años,
gran bebedor de cerveza, Sócrates, de pie pequeño (41) para su estatura (1,91),
fumaba en público y tampoco ocultaba su bohemia. "Héroe civilizador", lo
homenajeó en una canción Zé Miguel Wisnik. Afiliado al flamante PT, "Magrão",
como le decían de pequeño por su delgadez, compensaba su pobre estado físico
con un toque rápido y preciso. Tras su retiro, a los 33 años, se ofreció como
médico residente en un hospital público de Río de Janeiro. A los 50 años volvió a
jugar fútbol para un equipo de un barrio minero de Inglaterra (Garforth Town).
Escribe, está en la TV, produjo películas, tiene un Cineclub y un laboratorio de
análisis clínicos. El "mayor pensador" del fútbol brasileño, como fue llamado,
afirmó en 1984, ante más de un millón de personas, que si no había elecciones
directas se iría de Brasil. No las hubo. "O Doutor", como también le decían, se fue
a Fiorentina.

"Sin títulos la Democracia Corintiana habría quedado en nada. Era un movimiento


revolucionario, aislado, en un mundo totalmente reaccionario llamado fútbol", dijo
Sócrates. Su Corinthians, que había terminado 26º en el Campeonato Brasileño de
1981, se coronó los dos años siguientes bicampeón paulista y fue dos veces
semifinalista del torneo nacional. El lema era libertade com responsabilidade. El
otro gran pilar de la Democracia Corintiana fue el lateral Wladimir. Nadie jugó tanto
como él en Corinthians. Quince años. 805 partidos (161 seguidos). Un comunista
adepto al candomblé, estudiante de Ciencias Sociales y líder del sindicato de
jugadores de São Paulo que se curaba de lesiones musculares en un centro
espiritista, con la fe que hoy mantiene en Oxalá, el dios de la creación. "¿Dónde se
vio que este negrinho me presione así?", le decía, despectivo, el presidente
dictador Vicente Matheus. Waldemar Pires, sucesor de Matheus, fue quien abrió
las puertas a la Democracia Corintiana, de la mano de Adilson Monteiro Alves, un
sociólogo al que designó director deportivo pese a que no sabía nada de fútbol.
Otro apoyo clave fue Walter Casagrande. Anotó cuatro goles en su debut y
siempre defendió el autogobierno. Sufrió un arresto porque le encontraron
marihuana. En 2008, tras un grave accidente que lo tuvo 24 horas en coma, pasó
un año internado, para curar su adicción a la cocaína y heroína.

El modelo de la Democracia Corintiana era demasiado perturbador. Los críticos


repararon en los árboles para omitir el bosque. Exceso de discusión y de votación.
Relajo excesivo. Liderazgo abusivo de Sócrates, Wladimir y Casagrande. La
llegada supuestamente inconsulta del arquero Leão, toda una estrella a los 33
años, se convirtió en el enemigo número uno del sistema. Apenas debutó,
gesticuló protestando a los defensores tras un gol. Casagrande lo cruzó en el
vestuario. Una votación decidió un día que el plantel dejara de entrenarse para ir al
cumpleaños de la esposa de Sócrates. Leão no fue y criticó públicamente la
decisión. El arquero, sin embargo, fue clave en la conquista del bicampeonato
paulista, lograda ya sin mucho futebol-arte. Juninho recelaba de Sócrates. "Me
mato mientras él duerme todo el partido y la gente lo ovaciona con una jugada.
Celebraba los goles levantando el brazo izquierdo porque le daba pereza levantar
los dos", se burló una vez. Jugadores de otros equipos afirmaban que el jugador
sólo debía jugar. Los medios más conservadores preferían mirar los árboles.

"Nada es aparentemente tan colectivo y esencialmente tan individual como el


fútbol", contó en 1985 a Placar Flavio Gikovate, psicólogo del equipo. Para peor,
en 1985, ya con Sócrates en Italia, el opositor Roberto Pasqua venció en
polémicas elecciones al sociólogo Monteiro. Recibió al club con un superávit
inédito de tres millones de dólares. La Democracia Corintiana ganó dentro y fuera
del campo. Sócrates escribió en su libro sobre el "miedo al poder de los artistas". Y
agregó: "Conseguimos probarle al público que cualquier sociedad puede y debe
ser igualitaria. Que la opresión no es imbatible. Que una comunidad sólo puede
fructificar si respeta la voluntad de la mayoría de sus integrantes. Que es posible
darse las manos". .

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