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2 Crónicas 18:2 - 20:15

Continuamos hoy estudiando el capítulo 18 del Segundo Libro de Crónicas. Y en nuestro


programa anterior, estuvimos hablando de Josafat, y vimos la grandeza de aquel rey.
Aunque vimos que hizo algo que no entendemos. Se asoció con Acab, Y dijimos que no
podíamos encontrar dos personas que fueran más diferentes entre sí que éstas dos.
Hicieron una alianza basada en tres factores: Fue una alianza matrimonial, una alianza
comercial, y la tercera alianza, fue de carácter militar. Evidentemente, ésa fue una alianza
que Dios no podía bendecir. ¿Qué fue lo que sucedió? Bueno, leamos otra vez, el
versículo 2 del capítulo 18, del Segundo Libro de Crónicas:

"Después de algunos años descendió a Samaria para visitar a Acab, por lo que Acab
mató muchas ovejas y bueyes para él y para la gente que con él venía, y le persuadió que
fuera con él contra Ramot de Galaad".

Acab hizo una gran fiesta para Josafat, una gran comida, un banquete. De esa manera
convenció a Josafat. Observemos que Josafat, con esa actitud, cumplió las palabras del
Salmo 1:1, o sea, que siguió el consejo de los malvados e hizo causa común con los que
se burlaban de Dios. Lo que el ejército del reino de Israel, o del norte, no pudo conseguir
contra el reino del Judá, o del sur, Acab lo logró implicando a Josafat en una guerra contra
Siria. Leamos el versículo 3, de este capítulo 18 del Segundo Libro de Crónicas:

"Y dijo Acab, rey de Israel, a Josafat, rey de Judá: ¿Quieres venir conmigo contra Ramot
de Galaad? Él respondió: Yo soy como tú, y mi pueblo como tu pueblo; iremos contigo a
la guerra".

Josafat formaba en ese momento parte de la familia de Acab por el matrimonio de los
hijos respectivos. Así que estuvo dispuesto a hacer una alianza militar. Pero recordemos
que Dios le había dado paz a Josafat. Y Acab le estaba pidiendo implicarse en una
guerra. Josafat estuvo de acuerdo. Sin embargo, estaba intranquilo. Él tenía la misma
manera de pensar que Dios y esta situación le produjo cierta ansiedad. Veamos lo que
dice aquí el versículo 4:

"Además dijo Josafat al rey de Israel: Te ruego que consultes hoy la palabra del Señor".

"Veamos, dijo Josafat, lo que Dios tiene que decir en cuanto a esto". Acab le trajo
entonces a todo su grupo de profetas como leemos el versículo 5:

"Entonces el rey de Israel reunió a cuatrocientos profetas y les preguntó: ¿Iremos a la


guerra contra Ramot de Galaad, o me estaré quieto? Le respondieron: Sube, porque Dios
los entregará en manos del rey".

Ahora, ¿quiénes eran estos profetas que se habían reunido aquí? Eran los profetas de
Baal. Y Josafat pensó que allí había algo raro. Leamos los versículos 6 y 7:

"Pero Josafat dijo: ¿Hay aún aquí algún profeta del Señor, para que por medio de él
consultemos? El rey de Israel respondió a Josafat: Aún hay aquí un hombre por medio del
cual podemos preguntar al Señor; pero yo lo aborrezco, porque nunca me profetiza cosa
buena, sino siempre mal. Es Micaías hijo de Imla. Respondió Josafat: No hable así el rey".

Ante el reproche de Josafat, en el sentido de aborrecer a alguien porque le comunicara la


Palabra de Dios, Acab accedió a llamarle.

En un púlpito en cierta iglesia, de manera que el predicador pudiera leerla, había la


siguiente inscripción: "Señor, quisiéramos ver a Jesús". Pero en el mismo púlpito, pero de
cara a la congregación, pensamos que debería haber otro versículo de la Escritura, como
el que se lee en la carta del apóstol Pablo a los Gálatas, capítulo 4, versículo 16, que dice:
"¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo por deciros la verdad?"

Micaías era uno de los grandes hombres de la Biblia, como hemos podido ver antes, en 1
Reyes 22. Él fue un hombre de Dios que comunicó la Palabra de Dios y le dijo la verdad a
Acab, aun poniendo en peligro su vida. Así fue que llamaron a Micaías para que se
presentase ante ellos. Continuemos leyendo el versículo 9:

"El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados cada uno en su trono, vestidos
con sus ropas reales, en la plaza junto a la entrada de la puerta de Samaria, y todos los
profetas profetizaban delante de ellos".

Podemos imaginarnos a aquellos cuatrocientos profetas cayendo en trance profético


delante de ellos y diciéndole a Acab ¡ataca a Siria! Uno de ellos, llamado Sedequías, se
comportaba de manera especialmente dramática, se exhibía con unos cuernos de hierro y
gritaba: "¡Con estos cuernos atacarás a los sirios hasta exterminarlos!" ¡Qué escena! Dos
reyes en sus tronos y todos aquellos profetas alrededor gritando ¡Ataca y obtendrás la
victoria! Veamos, entonces, lo que nos dice aquí el versículo 12, de este capítulo 18, del
Segundo Libro de Crónicas:

"El mensajero que había ido a llamar a Micaías le habló diciendo: Mira que las palabras
de los profetas a una voz anuncian al rey cosas buenas; yo, pues, te ruego que tu palabra
sea como la de uno de ellos, que hables bien".

Vemos que el mensajero trató de informarle a Micaías de la situación en la que se iba a


encontrar y le aconsejó adaptarse al mensaje del resto de los profetas. Le dijo que todos
los profetas estaban de acuerdo en que se debía salir a la guerra, así que lo más
inteligente para Micaías sería mostrarse de acuerdo con ellos, y estar así de del lado del
rey Acab. Notemos, pues ahora, lo que Micaías dijo aquí en el versículo 13 de este
capítulo 18 del Segundo Libro de Crónicas:

"Dijo Micaías: Vive el Señor, que lo que mi Dios me diga, eso hablaré. Luego se presentó
al rey"

Evidentemente Micaías no se sintió intimidado. Con toda seguridad, él iba a comunicar lo


que Dios le ordenara decir. Leamos ahora, el versículo 14:

"y el rey le dijo: Micaías, ¿iremos a pelear contra Ramot de Galaad, o debo desistir? Él
respondió: Subid y seréis prosperados, pues serán entregados en vuestras manos".
Podemos apreciar que Micaías tenía sentido del humor. Con frecuencia decimos, y lo
hacemos con reverencia, que Dios en la Biblia ha demostrado tener sentido del humor. Y
éste fue uno de los ejemplos.

Recordemos la escena: los dos reyes en sus tronos y los cuatrocientos profetas alrededor
gritando sus consignas de salir a la guerra. Entonces, Micaías, sarcásticamente, se unió
al espectáculo recomendando que salieran a la guerra. Y aquí en el versículo 15, veamos
la reacción del rey:

"El rey le dijo: ¿Hasta cuántas veces te conjuraré que no me hables sino la verdad en
nombre del Señor?"

Es como si Acab le hubiera dicho: ¡Basta de bromas, no puedes engañarme, sé que no


estás de acuerdo con ellos! Él en realidad deseaba conocer la Palabra de Dios. Pero por
otro parte, no la quería aceptar. Y, estimado oyente, hay muchas personas que actúan en
la misma manera en nuestros días. Entonces, Micaías se puso serio y comunicó el
mensaje de Dios: No sólo perderían la batalla, sino que también el rey Acab resultaría
muerto. Leamos los versículos 16 y 17:

"Entonces Micaías dijo: He visto a todo Israel disperso por los montes como ovejas sin
pastor y el Señor ha dicho: Éstos no tienen señor; vuélvase cada uno en paz a su casa. El
rey de Israel dijo a Josafat: ¿No te había yo dicho que no me profetizaría bien, sino mal?"

Fue interesante esta observación de Acab a Josafat. Micaías dejó que el rey recibiera
esta noticia como un golpe contundente. ¡Con qué penetrante ironía pronunció a Acab
esta parábola! Leamos los versículos 18 y 19, de este capítulo 18 del Segundo Libro de
Crónicas:

"Entonces Micaías dijo: Oíd, pues, palabra del Señor: Yo he visto al Señor sentado en su
trono, y todo el ejército de los cielos estaba a su mano derecha y a su izquierda. Y
preguntó el Señor: ¿Quién inducirá a Acab, rey de Israel, para que suba y caiga en Ramot
de Galaad? Y el uno decía de una manera, y el otro decía de otra".

Ahora, esto es realmente loco. ¿Puede usted imaginarse a Dios convocando a una
reunión del consejo de dirección para ver lo que tenía que hacer? Estimado oyente, el
Señor nunca pide el consejo de otro. Podemos, entonces, apreciar el sarcasmo que hay
aquí en esta frase. En esa reunión hubo toda clase de sugerencias. Entonces se presentó
un espíritu diciendo que tenía una buena idea. Se nos dice en ese versículo 19: "Y uno
decía así, y otro decía de otra manera". O sea, que, había toda clase de sugerencias.
Leamos los versículos 20 y 21:

"Entonces salió un espíritu que se puso delante del Señor y dijo: Yo lo induciré. Y el Señor
le dijo: ¿De qué modo? Él respondió: Saldré y seré espíritu de mentira en la boca de
todos sus profetas. El Señor dijo: Tú lograrás engañarlo. Anda y hazlo así".
Esta parábola deliberadamente loca era una manera sutil de decir que todos estos
profetas de Baal allí presentes eran un grupo de mentirosos. Y en el versículo 22 de este
capítulo 18 del Segundo Libro de Crónicas, leemos:

"Y ahora el Señor ha puesto espíritu de mentira en la boca de estos tus profetas; pues el
Señor ha hablado el mal contra ti".

En otras palabras, aquellos profetas no estaban diciendo la verdad. "Dios va a juzgarte" le


dijo Micaías a Acab. Pero éste no estaba dispuesto a prestar ninguna atención al mensaje
de Micaías y dio orden de arrojarle en una prisión, manteniéndole con una alimentación
precaria, hasta que él regresara. Y leemos en los versículos 25 y 26:

"Entonces el rey de Israel dijo: Tomad a Micaías y llevadlo a Amón, gobernador de la


ciudad, y a Joás, hijo del rey, y decidles: El rey ha dicho así: Poned a éste en la cárcel y
sustentadle con pan de aflicción y agua de angustia, hasta que yo vuelva en paz".

Pero Micaías tenía aun una impactante frase de despedida. Escuchemos lo que dijo aquí
en el versículo 27:

"Micaías dijo: Si tú vuelves en paz, no ha hablado el Señor por mí. Dijo además: Oíd,
pueblos todos".

Por supuesto, estaba diciendo que el rey Acab no iba a regresar, y así se lo comunicó al
pueblo. Es como si hubiera anunciado. ¡Recordad lo que yo os dije! Aquel sí que fue un
mensaje tremendo. Leemos ahora en los versículos 28 y 29:

"Subieron, pues, el rey de Israel, y Josafat, rey de Judá, a Ramot de Galaad. Y dijo el rey
de Israel a Josafat: Yo me disfrazaré para entrar en la batalla, pero tú vístete con tus
ropas reales".

Se disfrazó el rey de Israel y entró en la batalla.

Acab demostró ser un engañador permanente. Y así fue como el único hombre en la
batalla que estaba usando ropas reales fue el rey Josafat, lo cual le convirtió en un blanco
humano, fácilmente localizable y abatible. El inteligente Acab entró en la lucha disfrazado.
Después de todo aquella no era en absoluto la guerra de Josafat y, sin embargo, estuvo a
punto de ser muerto. Leamos los versículos 30 y 31:

"El rey de Siria, por su parte, había ordenado a los capitanes de los carros que tenía
consigo: No peleéis con chico ni con grande, sino sólo con el rey de Israel. Cuando los
capitanes de los carros vieron a Josafat, dijeron: Éste es el rey de Israel. Y lo rodearon
para pelear; pero Josafat clamó y el Señor lo ayudó, apartándolos Dios de él"

El único motivo por el cual Josafat quedó con vida fue que Dios intervino a su favor.
Mientras tanto, Acab se habrá sentido satisfecho de sí mismo. Por su inteligente
estratagema esperaba salir ileso de la batalla. Pero veamos que ocurrió. Leamos el
versículo 33:
"Pero un hombre disparó el arco al azar e hirió al rey de Israel entre las junturas de la
armadura. El rey dijo entonces al cochero: Vuelve las riendas y sácame del campo,
porque estoy mal herido".

En el bando sirio había un soldado a quien posiblemente le quedaba una flecha en su


aljaba y disparó su arco al azar, sin apuntar a nadie en particular. Pero fue como si
aquella flecha llevara escrito el nombre de Acab, y le alcanzó. ¿Y qué sucedió? Murió, tal
como el profeta Micaías había predicho. Y Josafat regresó a su casa, siendo seguramente
un hombre más triste, pero también más sabio. Llegamos así a

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