venezolanas, quedó tan impresionado con su belleza
que creyó que había llegado al Paraíso Terrenal. Sus ojos ardidos de tanta luz y tanto verdor trataban en vano de captar toda la hermosura. Y de su asombro y admiración, brotó el primer nombre de Venezuela: Tierra de Gracia.
Llameaba el día cuando Alonso de Ojeda y sus
hombres entraron en las aguas del Lago de Maracaibo. Venían de asombro en asombro, recorriendo las costas de ese mundo desconocido y nuevo y no terminaban de acostumbrarse a tantas cosas maravillosas y extrañas, cuando sus ojos quedaron atrapados por la visión de una aldea de palafitos que se miraban en el agua como garzas de madera. Mujeres, hombres y niños observaban con asombro y temor cómo se acercaban esos barcos enormes, con sus velas infladas de viento y unos seres extraños y barbudos en cuyas armaduras rebotaban los rayos del sol
El 6 de agosto de 1595, desembarcó en Macuto, con la
idea de saquear Caracas, el corsario Amyas Preston. Traía seis buques y quinientos hombres de combate. Demasiados, sin duda, para esa Caracas pueblerina que contaba entonces con 150 vecinos españoles y algunos indios.