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Los resultados indican que las canciones pueden ser mediadoras terapéuticas; es decir,
intermediarias en la relación terapeuta-paciente. “Sobre todo en niños con autismo, el concepto
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La canción como terapia: según investigación l... https://salud.ladiaria.com.uy/articulo/2019/1/la-...
del intermediario tiene mucho valor y aplicación, porque son condiciones en las cuales está
comprometido el vínculo con el otro”, señala Camparo. En los talleres llevados a cabo durante su
investigación, cinco niños de entre cuatro y nueve años con TEA escucharon, reprodujeron y
crearon canciones durante un año, con una frecuencia semanal, en un total de 20 sesiones. A partir
de esta experiencia, Camparo estableció que la música produce efectos terapéuticos en tres
dimensiones: intrapsíquica, intersubjetiva y sociocultural.
Por medio de la música el niño sufre modificaciones en algunas partes de su psique y, además,
como es una actividad compartida, influye en la relación con los otros, sostiene Camparo. “Para
tocar bien uno con el otro hay que entender si la música es triste, si es alegre, qué tipos de
emociones se transmiten. La música lleva a compartir, y compartir es encuentro pero también
separación, son dos individuos distintos”, explica. Por otra parte, para los niños la música es
importante para poder participar en un baile escolar, una fiesta o una práctica educativa: la música
acerca a cada individuo a su grupo social. También en este sentido, el estudio demostró que la
música puede ampliar los intereses de los niños con TEA, que muchas veces son limitados. “Por
ejemplo, quieren tocar solamente un tipo de música y repetirla insistentemente. Con la terapia
musical logramos trabajar estos motivos restringidos y unirlos con otras partes, transformarlos,
cambiarles el ritmo, el tiempo o las notas y a partir de ahí transformar eso en algo más complejo”,
describe Camparo.
La investigación demostró también que la música influye en el proceso de subjetivación. “Se trata
de un proceso que se da a lo largo del desarrollo del niño y del adulto en el cual uno se constituye
como sujeto. En los niños con autismo este proceso se ve comprometido porque uno de los
elementos fundamentales de la subjetivación es el encuentro con el otro: identificarse con figuras
familiares y tomar elementos de otros para sí mismo. En el autismo falta eso: poder mirar a otro y
tomar de ese otro conductas, comportamientos e ideas y hacerlas propias”, explica Camparo.
Otro de los resultados indica que la música contribuye al desarrollo de la función psíquica de la
voz: una particularidad de la comunicación humana que la psicología ha comenzado a estudiar
recientemente. Camparo señala que la cuestión del lenguaje ya venía siendo trabajada por la
psicología, “cómo la comunicación era pautada por la transmisión de sentido y de información
mediante las relaciones del lenguaje”. Pero agrega que “cada vez más se vienen concentrando en
elementos prelingüísticos tales como el registro de la voz: el tono, las inflexiones, las pausas, las
intensidades. Algo así como la ‘musicalidad’ de la comunicación”.
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