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En la literatura, los textos se encuentran clasificados en género, donde cada uno incluye aquéllas

obras con características semejantes. Esto permite un ordenamiento claro de las historias que
posibilita a que puedan ser halladas con facilidad por los lectores, de acuerdo a sus propios
intereses. Dentro de las diversas clasificaciones que recibe la literatura de ficción existe un género
que se conoce como fantasía y en la que se encuentran contenidas aquellas obras que narran
historias que no pueden ocurrir en un contexto real, que se pasa por alto las leyes de la naturaleza y
que busca llevar al lector a mundos imaginarios para hacerlos reflexionar, muchas veces, sobre sí
mismo pero a partir de elementos abstractos. La creación de una obra de este estilo es sumamente
difícil, pues el escritor tiene que conseguir ser verosímil en todo momento, debe analizar cada vago
rincón del mundo y comprender cómo afecta a la historia; es decir, tiene que conseguir que el lector
dibuje en su cabeza aquel mundo y se sienta identificado con lo que en él ocurre. Con el golpe de la
imaginación se pueden asociar las imágenes de la realidad y agruparlas en una totalidad con
significado diferente, como el hecho de juntar el cuerpo de un hombre y un caballo para dar
nacimiento a un centauro o dotar propiedades humanas a los animales y los objetos inanimados.
Con la fantasía se puede deformar la personalidad a partir de un pequeño defecto, quitarle la
propiedad de maldad a lo diabólico o hacer de la virtud de lo bueno, algo mucho más bueno. El
corazón de cualquier obra y en especial en el ámbito de la ficción, son los personajes que
intervienen en la estructura de la historia, que le dan vida y la identifican. En general, el carácter
psicológico de un personaje es algo muy importante a la hora de plantearse una obra, dado que de
acuerdo a su personalidad y del contexto histórico de la trama, darán forma a los hechos ocurridos
en la misma. Un ejemplo de personajes que identifican una historia por su carácter y psicología son
los héroes mitológicos Teseo y Perseo, de El Minotauro y de Medusa, respectivamente. Aparte de
constituir uno de los elementos vitales que permitió al hombre sobrevivir en medio de la naturaleza
salvaje, la fantasía es un don que deben cultivar los individuos, puesto que sin ella sería más difícil
reformar o transformar la realidad insatisfecha y alcanzar un desarrollo humanístico y tecnológico
en provecho de la colectividad. Cumple una función imprescindible en nuestras vidas, no sólo
porque sirve como válvula de escape a la realidad existencial, sino también porque es la fuerza
impulsora que permite rectificar la realidad sombría y realizar los deseos inconclusos por medio de
los ensueños. En conclusión, como dijo un famoso pensador: "Si la persona es pasiva, si no lucha
por un futuro mejor y su vida actual es difícil y falta de alegrías, con frecuencia se crea una vida
ilusoria, inventada, en la que se satisfacen completamente sus necesidades, donde él todo lo puede y
donde ocupa una posición imposible de alcanzar en el momento actual y en la vida real”.

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