de él que se construyen un querer-ser y un deber-ser, lo que es ya un desvío del sentido. S6lo en la medida en que es lo que puede ser -o el puede-ser-, el pare- cer resulta, apenas, soportable. Afirmado esto, el parecer constituye, a pesar de todo, nuestra condición humana. ¿Será por lo tanto maneja- ble, perfectible? Y, a fin de cuentas, ¿podría esa vela- dura de humo desgarrarse un poco y entreabrirse: sobre la vida o la muerte, qué importa?