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EL REY SIN CORONA

Manuel Tejonero
EL REY SIN CORONA

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Prólogo
El Rey sin Corona refleja la vida de un boxeador que fue un gran
campeón hace ya algunos años y siempre se especuló que a dicho
campeón le arrebataron el título de campeón mundial de los
pesos pesados injustamente por sus convicciones morales a cerca
de este duro deporte.

Nuestro principal personaje nunca se doblegó ante nada ni nadie


creyendo firmemente en sus convicciones. Nunca aceptó
combates amañados de los buitres que manejan la parte sucia de
este negocio, siempre tuvo muy claro que era persona antes que
boxeador y que como tal hay que pelear tanto en el ring como en
la vida personal para ganarte el derecho al respeto tanto de los
fans como de el de tus propios detractores.

En este último trabajo Manuel Tejonero se ha inspirado en una


persona que no es ni mucho menos boxeador pero que por su
furia y su garra y su corazón incansable de viejo guerrero se le
podría considerar metafóricamente un gran boxeador, de estos de
primera línea, de los que no se olvidan. Y dicho esto, quizás a usted
amigo lector, también conozca a alguien de verdad y sea de esa
madera que no se deja talar. Ya se sabe que las personas fieles a
sus criterios son muy bien miradas por el ciudadano de a pie
incluso idolatradas pero también es cierto que esas persona, hasta
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la presente, jamás han obtenido ni obtendrán el reconocimiento


que realmente merecen como revolucionarios que un día
creyeron que el mundo realmente puede cambiar. Pero eso para
el que lo escucha le parece palabrería sin fundamento propia de
una mente desquiciada, con lo cual la gente que te admira
también es la gente que te niega el derecho a expresarte con la
espada flamígera de la palabra porque te ven como un loco; pero
quizás esos locos son los que están realmente cuerdo y por eso
sencillamente son admirados por su determinación para con lo
que ellos creen y por su tesón en no parar de predicarlo en voz
alta hasta que el pueblo despierte de su gran letargo de
sometimiento a cargo de los sinvergüenzas y carroñeros que
manejan este entramado de engaños y corrupción.

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El rey sin corona

En una calle céntrica de Madrid un hombre desaliñado pasea


sin rumbo fijo, da vueltas por allí, por allá. Finalmente se sienta
en un banco del parque, de su bolsillo saca unas migas de pan
que posteriormente arroja al suelo para llamar la atención de
las palomas que merodean por allí. Las palomas no tardan en
hacer acto de presencia.
Un joven pasea por allí y observa esa imagen. Tiene una extraña
corazonada: piensa que conoce de algo a ese hombre pero no
sabe de qué.
El hombre mayor se percata de que el joven lo mira intentando
disimular pero no puede ocultar lo evidente a este perro viejo.
“¡Chaval! ¿Quieres algo?”, exclama preguntando el viejo. A eso
que el joven le dice que si es con él. A lo que el viejo responde:
“Claro no hay nadie más, he visto que me mirabas y no sabía
que pensar al respecto con lo cual con esta pregunta, quizás,
nos curemos ambos en salud”.
El joven con cierta incredulidad dudosa dice: “Ya sé quién eres,
usted es Ulises Cortez, campeón mundial de los pesos pesados
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en 1978. Sabía que te conocía, he visto todos tus combates.


Perdone la indiscreción señor pero qué hace aquí sentado.
ULISES: Dando de comer a las palomas, no lo ves joven.
A eso que el joven le dice: “Ya, ya te veo pero…”
ULISES: ¡Ya sé de más lo que me quieres decir! Piensas que un
excampeón como yo es raro que esté aquí en un parque con
estos harapos de ropa que no hay parte de ellas que no le falte
un remiendo. Cada vez se rompen más y remiendos tras
remiendos tengo que hacerle. La mayoría de personas jóvenes
como usted piensan que los deportistas que un día fuimos de
elite estamos forrados que tenemos coches de gran cilindrada
y que vivimos en un barrio de mucho postín, en un palacio o
mansión y como puedes ver no es siempre así.
El joven pensativo le dice: “Espero no haberte ofendido con mi
ignorancia”.
ULISES: No pasa nada chico. Me mirabas porque en tu cabeza
rondaba quién podía ser yo y la verdad es que es halagador que
después de tantos años alguien se acuerde de ti y dicho sea de
paso, tan joven. Pero tú en 1978 no habrías ni nacido ¿no?
Disculpa, ¿Cómo te llamas chaval?
DAMIÁN: Mi nombre es Damián Benítez y es cierto que en 1978
no había nacido pero he visto todas sus peleas. Verá, yo
también soy boxeador amateur y quiero dar un buen día el
salto a profesional. Como le iba diciendo, sus peleas las he visto
porque mi entrenador era un gran admirador suyo y me ponía
sus videos a mí y al resto de chavales para que analizásemos
sus combates; tanto yo como los demás chicos del gimnasio no
veíamos ni equívocos ni defectos en su boxeo, era
completísimo: fuerte, veloz, agresivo, gran estratega y con gran
capacidad de sufrimiento. Desde luego hay que tener todo eso
para ser figura de este deporte pero después de tu desaparición

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pugilista no he visto a nadie como usted y será mi mayor


referente y creo que además el único.
ULISES: Bueno muchacho no sé qué decir, hace mucho que la
gente no me para en la calle ni me piden ningún autógrafo, la
mayoría de gente se olvida de nosotros. Es curioso que cuando
estás ahí, en tu mayor apogeo, todos te admiren y se preocupen
por ti porque después solo eres una vieja gloria. Te digo esto
por lo que me has dicho que quieres ser profesional.
DAMIÁN: Agradezco tus palabras pero ahora mismo es mi
máxima prioridad.
ULISES: ¿Dónde entrenas?
DAMIÁN: Ahora entreno por mi cuenta, el gimnasio al que yo
iba lo cerraron. He disputado combates amateur pero tampoco
ha sido la panacea. De diez combates solo he ganado cuatro, por
lo cual visto así, parece que no tengo muchas opciones de ser
un gran boxeador profesional pero otra parte de mi cree que
puedo conseguirlo, si algo me sobra es corazón y con el corazón
como decía mi ex entrenador se ganan muchas peleas.
ULISES: Tu entrenador tenía parte de razón porque lo más
importante es entrenar, entrenar y entrenar. Pero a eso se le
debe sumar ciertas cualidades; tener ciertas cualidades, tener
una genética adecuada para este deporte. No digo que no la
tengas, aun no te conozco lo suficiente, lo que quiero decir es
que puede ser muy frustrante que algo que amas tanto al final
no te salga bien. Es frustrante incluso para mí que me salió
bien.
DAMIÁN: ¡¿Para usted?! Pero si fue un triunfador durante toda
su carrera.
ULISES: Me refiero a la frustración que arrastras en tu vida
profesional. Yo quería ser el mejor y lo fui pero el peaje que
tuve que pagar fue muy doloroso, perdí a mi mujer y a mi hijo.
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No me daba cuenta que anteponiendo el boxeo a todo lo demás


llegaría el momento en que lo perdiera todo: el dinero, los
coches, las mujeres… Todo eso fue extremadamente efímero y
luego, cuando pierdes el afecto de los tuyos y lo material, al
cabo de un breve tiempo pierdes también el recuerdo de lo que
fuiste. A veces pienso que hubiera sido de mí si en vez de
boxeador hubiera sido otra cosa, pero es lo que me tocó. Con
todo lo que te he contado llegue también a odiar este deporte
que, aunque me había dado algunas satisfacciones, las
decepciones llegaron a vencer en la balanza.

En dicho manifiesto ambos se mantienen en silencio durante


unos segundos, cosa que denota una cierta reflexión,
mayormente para el joven que andaba algo confundido.

DAMIÁN: La verdad no sé qué decir. Quizás tengas razón,


¡Disculpa!, seguro que la tienes pero cada persona es un mundo
y no me tiene que pasar a mí lo mismo que a ti, ¿no crees?
ULISES: Probablemente no o tal vez sí, quién sabe. Pero no
quiero darte la impresión de que quiero que dejes de perseguir
tu sueño, si quieres eso ojala lo consigas, solo te prevengo de
los poros y los contras que puedes tener; es mi obligación
moral decírtelo, de lo contrario no me estaría portando bien
contigo.
DAMIÁN: Agradezco todas tus palabras aunque ellas me
sumergen en una profunda y terrible duda, pero sé que lo haces
con la mejor intención. Ya dice mi padre que la verdad es dura
y ofensiva pero de todas formas hay que decirla para que
mantengamos los pies en la tierra.
ULISES: Una definición muy exacta al mismo tiempo que
inteligente. No conozco a tu padre pero simplemente por
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haberte oído decir eso que dice él me parece un hombre


sensato y que te quiere.
DAMIÁN: La verdad es que he tenido suerte con él. A él no le
atrae esa absurda pasión que dice que tengo con el boxeo pero
me respeta y me apoya en todo lo que hago y quiero hacer.
ULISES: Entiendo, a ningún padre le gusta que peguen a su hijo;
al mío tampoco le gustaba que fuese boxeador pero si
queremos hacer algo de verdad y no nos lo tomamos como un
mero pasatiempo poco pueden hacer nuestros padres. Aunque
también te digo que como hijos que somos pasamos mucho
tiempo ignorando lo que ellos nos dicen. De esa forma cuando
algo nos sale mal, entonces, nos acordamos de esas lecciones
léxicas a las que ni siquiera hemos prestado atención pero que
de algún modo permanecen en nuestro subconsciente. Veras
chaval, como hombre mayor que tú que soy, intento ver que
analices todo eso que tu padre te dice porque he pasado por tu
edad y evidentemente he sido aún más joven. Por ejemplo:
cuando eres un crio piensas que tu padre es tu mejor amigo e
incluso un héroe, luego llegas a la edad más complicada de la
adolescencia y piensas que tu padre es una especie de ogro y
enemigo que siempre se equivoca y finalmente llegas a la
madurez donde ves que tu padre casi siempre tenía razón y que
la mayor parte de lo que te decía lo hacía por tu bien. Dado la
edad que más o menos tienes yo diría que estas en la de en
medio ¿me equivoco?
DAMIÁN: Es impresionante todo lo que mes has dicho en tan
poco tiempo. Respecto a lo último no te voy a negar que la
convivencia en mi casa a veces es insoportable por las
diferentes opiniones que tengo con mi padre que, casi siempre,
terminan con un portazo en la puerta.
ULISES: Esas disputas solo demuestran que te quiere y se
preocupa por ti, de lo contrario no haría nada, por eso te pido
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que cuando vayas a exaltarte medites un poco, cuentes hasta


diez y de paso seas más condescendiente con él.
DAMIÁN: Lo tendré en cuenta. Ya verás cuando le diga que te
he conocido; no se lo va a creer. Con lo contento que estoy hoy
al llegar a mi casa no voy a discutir con nadie pase lo que pase.
Si quieres puedes venir a mi casa y te presento a mi familia.
ULISES: No, gracias chaval, no será una buena idea. Tu padre
quizás no se acuerde de mí y por lo que antes has mencionado
tampoco le gusta el boxeo. Si a eso le sumas que estos harapos
que llevo encima, les llamo así porque sería insultante
llamarles ropa, indumentaria, etc… La mayor parte de la gente
cuando nos ve así nos rehúye y lo creas o no, aunque no lo
entienda, no los culpo. Son ignorantes victimas de su propia
ignorancia. Cuando yo tenía dinero y fama a la gente que hoy se
encuentra en mi situación tampoco las miraba, pasaba por su
lado y para mi eran invisibles, cosa que después pude
comprobar en mis carnes cuando el invisible era yo. Lo creas o
no veo esto como una lección de la que no me enfado;
realmente la maldad y la arrogancia están más de parte de la
gente que lleva trajes caros y coches que son el último grito,
grupo al que por desgracia yo pertenecí y del cual no me ha
quedado ni un amigo. ¿Sabes por qué? Yo sí, porque nunca lo
fueron.
DAMIÁN: Bueno, por mi juventud yo no sé mucho de la vida
pero creo que no todos somos iguales.
ULISES: Estás en lo cierto pero aun así es muy difícil saber
quién es el bueno y quien el malo. Con todo esto que te estoy
diciendo solo intento prevenirte para que no te la jueguen
como me la jugaron a mí.
DAMIÁN: Perdone pero puedo saber de qué se trata.

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ULISES: Claro, ya han pasado treinta años. Veras, siempre fui


un boxeador que tuve fama de decir lo que pensaba si ningún
tipo de tapujos, lo cual era totalmente cierto. Un día me llamo
el mafioso promotor Félix Sanctórum para que peleara con un
boxeador al que él representaba, un tal Jean Moncayo, que era
un duro peleador aunque peleaba sucio. Félix hizo un trato
conmigo que, como te puedes imaginar, era para que me dejara
ganar al cual accedí de palabra aunque no pretendía hacerlo
solo quería darle una lección a ese hijo de puta.
Llegado el día del combate noqueé a ese Moncayo en el
segundo asalto y con eso hice que Félix perdiera mucho dinero.
Tras una rueda de prensa que hubo después desvele todo el
pastel dejando a Félix, como vulgarmente se suele decir, en
pañales. Esa clase de gente es la parte sucia de este negocio, son
como vampiros que una vez que te chupan la sangre te arrojan
a una cuneta como un muñeco de trapo. Pero a colación de esa
humillación Félix clamaba venganza y lo hizo.
Un día fui a salir a correr por un parque que había cerca de lo
que entonces era mi casa, por cambiar de ruta me aleje un poco
más hacia unos paramos que por allí había. Llegado al sitio
sentí la extraña sensación de que me observaban y lo que acabó
con la duda fue que al parar para hacer unos estiramientos vi a
uno de sus secuaces. Se acercó a mí y me dijo que por qué no
hice caso, a lo cual dije que yo no trato con ratas y que nunca
había bajado a las cloacas. Él hizo un gesto y salieron tres
gorilas más de la limusina con puños americanos. En ese
momento estaba muy claro lo que querían hacerme. Primero
me atacó uno y lo esquivé propinándole un croché de derecha,
cayó al suelo mientras que otro me golpeaba por detrás, me
derribaron y comenzaron a pegarme patadas por todo el
cuerpo. Cuando estaba semiinconsciente uno de ellos dijo:
“Basta ya, el jefe lo quiere vivo”, sacó un bate de béisbol y me
rompió la mano por cuatro sitios. El daño fue irreparable, mi
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mano nunca se recuperó. Han pasado treinta años y así sigue,


esa fue la razón de que me retirara aun joven y en mi mayor
esplendor.
DAMIÁN: Pero eso que me has contado ¿no lo sabe nadie?
ULISES: Claro que lo saben pero nadie quiere pasar por la mala
suerte que pasé yo. Por lo tanto no les puedo tener rencor
aunque siempre que exista gente así en este deporte, esto
estará manchado de por vida y los púgiles solo serán las
víctimas de este lucrativo negocio que tiene unos tipos que
están metidos en esto sin gustarle. Por culpa de tipos como esos
el boxeo está relegado a un segundo plano con respecto a otros
deportes.
DAMIÁN: Sin duda la historia que me has contado es muy triste,
lamento que te haya pasado a ti. Por eso, quizás, te llamaron
como a ver.
Si joven, otra vez sé lo que quieres decir. Me llamaron El Rey
Sin Corona, ya que los medios hacen sus peculiares
averiguaciones. Con eso solo querían reivindicar que merecí
mucho más de lo que recibí de este deporte, con lo cual yo
también estoy de acuerdo, pero tampoco se mojaban del todo
y no contaban la verdad absoluta. Nadie ajeno a mi entorno
supo de veras lo que me había pasado, con todo es lógica una
retirada joven y sin ningún motivo aparente y hace que la gente
te ponga en la última estación: el olvido.
DAMIÁN: Pero no es justo que eso no lo sepa nadie. Ese cabrán
tiene que pagar por lo que hizo.
ULISES: No dejes que tus impulsos te traiciones, eres muy joven
e impetuoso y se te ven venir las intenciones. Debes saber que
enfrentarse a esa gente no es ningún juego de niños, son
asesinos, gánster. ¿No te das cuenta? Matarían a su abuelo
solamente por unos zapatos caros y elegantes.

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DAMIÁN: Tienes razón pero esta mala vida que tiene es gracias
a ese tipejo.
ULISES: Si, es verdad. Y quieres que haga contigo lo mismo.
Abre los ojos, ese tipo es un asesino, no permitirá que un
muchacho con apenas veinte años se cruce en su camino; te
matará, y no solo a ti, también a tus padres. Aunque olvídate de
mí y así no te pasará nada.

En ese momento Ulises se levanta algo exaltado.

ULISES: Perdón chaval. No debí hablarte así, no tengo ningún


derecho.
DAMIÁN: No pasa nada, a ti te lo aguanto todo. Bueno me
gustaría que me hicieses un pequeño favor.
ULISES: ¿Qué favor?
DAMIÁN: Como ya le he dicho entreno por mi cuenta y me
gustaría que usted con sus conocimientos me entrenara y me
representase, vamos que también fuese mi manager.
ULISES: Manager, pero yo de eso no se nada, nunca he sido
manager.
DAMIÁN: Para todo siempre hay una primera vez, además con
esta proposición que te he hecho podrás recordar los
momentos más felices de tu vida y revivirlos en mí. Será un
aliciente para mantenerte ocupado y yo me esforzare al
máximo para llegar a lo más alto. Si me dices que sí e invierte
todo su conocimiento en mi estoy seguro de que puedo
conseguir llegar a lo más alto. No quiero pecar de iluso porque
sé que me tengo que centrar en el duro trabajo. Si algo sale mal
o no valgo no tendrás que decirme nada, no volveré a
molestarte pero, por favor, dame una oportunidad. Aun soy
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joven y no quiero perder, entretanto recuerde cuando a usted


le dieron su primera oportunidad, seguramente estaría tan
contento como un niño con zapatos nuevos.

Al escuchar Ulises ese último comentario de Damián esboza


una leve sonrisa y dice: “Muy bien, acepto ser tu entrenador y
manager. Empezamos mañana a las ocho de la mañana. Solo te
digo una cosa más, trabajar conmigo no va ser nada fácil, creo
que incluso me llegaras a odiar pero si consigues trabajar duro
y hacer todo lo que yo te diga todo ese sufrimiento habrá
merecido la pena cuando lleguen las recompensas.
DAMIÁN: Gracias Ulises. Sólo una cosa más… ¿Cuánto me vas a
cobrar?
ULISES: Absolutamente nada, pero no te relajes que después de
mi entrenamiento esto no te parecerá un chollo.

Al día siguiente un ilusionado Damián se dispone a ir al sitio


indicado para comenzar su entrenamiento. Ulises ya hacia un
pequeño rato que esperaba.

DAMIÁN: Buenos días Ulises. ¿Dónde estamos?


ULISES: Mira hacia tu alrededor y échale un poco de
imaginación, esto es un campo donde hay vallas; hay sitio de
sobra para correr, árboles para trepar… de esa forma
adquirirás agilidad.
DAMIÁN: Mi ex entrenador no me entrenó así.
ULISES: Pero ahora yo soy tu entrenador así que no me
repliques. Ah toma esta mochila y póntela en la espalda.

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DAMIÁN: Uh… pesa mucho ¿Qué hay aquí un cadáver o algo


así?
ULISES: Hay exactamente cincuenta kilos: cinco discos de pesas
de diez kilos cada uno, con esto correrás, saltaras a la comba y
treparas árboles. Y estas mancuernas de tres kilos para lanzar
golpes.
DAMIÁN: Pero hace un total de cincuenta y seis kilos adheridos
a mi peso corporal.
ULISES: Ya te dije que mi entrenamiento no iba a ser fácil.
DAMIÁN: De acuerdo.
ULISES: Bien, vamos a corree seis kilómetros ¿estás
preparado?
DAMIÁN: Vamos allá. Me pesan los brazos y las piernas nada
más empezar, no voy a poder terminar lesa distancia.
ULISES: No pienses, no tengas actitudes derrotistas. Si piensas
que no puedes no podrás, solo si alejas de ti esos pensamientos
negativos reforzaras tu mente y al mismo tiempo tu cuerpo. No
te preocupes por la distancia, preocúpate de respirar y disfruta
al mismo tiempo del paseo.
DAMIÁN: Eres increíble, siendo prácticamente un anciano
tienes más energía que muchos jóvenes que conozco.
ULISES: Eso es por la perseverancia que tengo, las ganas de
superarme día tras día pese a las dificultades que me pone el
destino, que no son pocas.
DAMIÁN: Siento no contestarte. No puedo hablar ah, ah, ah…
ULISES: No te preocupes, calla, corre y respira. Mira ya solo
queda la mitad, estamos en el ecuador, hemos corrido tres
kilómetros, otros tres y habremos acabado la carrera.

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Llegado el momento ambos deportistas terminan la carrera.


Damián arroja las mancuernas en el suelo y se dispone a
quitarse la mochila entonces es interrumpido por Ulises.
ULISES: No, ni se te ocurra quitarte la mochila.
DAMIÁN: ¿Po qué? Creí que podía hacerlo una vez terminada la
carrera.
ULISES: Has terminado la carrera pero no el entrenamiento, así
que hasta que no termines el entrenamiento la mochila no te la
quites.
DAMIÁN: De acuerdo.
ULISES: Más unas flexiones de brazo, concretamente diez. Es
por los cincuenta kilos que llevas encima, de lo contrario sería
muy fácil y no podríamos llamarlo entrenamiento.

Damián se dispone a hacer las flexiones indicadas por Ulises y


al llevar cinco nota que el pecho le arde como si fuera a estallar.

DAMIÁN: No puedo más, te lo aseguro, creo que me voy a


romper en pedazos.
ULISES: Déjate de chorradas, sé que puedes y lo vas a lograr,
venga.

Damián concentra su fuerza en ese objetivo y hace una más,


otra más y otra que casi acaba con él obligándole a echar el
desayuno.

ULISES: No has hecho las diez pero no te preocupes ocho


también están bien. Además si has echado el desayuno significa
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que te has empleado a fondo. Toma, aquí tienes un


reconstituyente, tómatelo y relájate en un breve espacio de
tiempo, eso sí, sin quitarte la mochila.
Pasado el breve tiempo del descanso Ulises le da la comba a
Damián para que salte, este se dispone a saltar y solo logra dar
seis saltos válidos.

ULISES: No te preocupes es el primer día y no lo estás haciendo


tan mal. Vamos, suelta la comba, coge las mancuernas y
lánzame unos ganchos combinados con oppercut y unos
directos de izquierda con el tercero de derecha que es la
explosión; girando completamente la cadera. Luego lanza
dobles crochés combinados con operkurt. Bien, repite el ciclo
cincuenta veces. Recuerda: dos directos de izquierda, una
derecha, combinando doble croché y finaliza con dos oppercut.
Todo eso hace una serie, pues así hasta cincuenta veces y
respira.

Mientras que el joven Damián lanza golpe tras golpes con esas
pesadas mancuernas Ulises lo mira y recuerda cuando él tenía
su edad, ve que el joven tiene maneras y le sobra tesón.
Cuando el joven termina de hacer los ejercicios indicados por
su entrenador da muestras de un brutal cansancio, de lo que su
entrenador se percata y le dice:

ULISES: Respira hondo, aguanta el aire en los pulmones dos


segundos y espira, así seis veces. ¿Qué, te encuentras mejor? Vi
que si no hacías esto estarías a punto de caerte, unas buenas
inspiraciones y espiraciones te recuperan del cansancio y
hacen también que tengas menos probabilidades de marearte.

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DAMIÁN: Bueno. ¿Hemos terminado ya?


ULISES: Está bien, por hoy basta. Pero en serio vendrás
mañana.
DAMIÁN: Si, desde luego. Aunque esto sea una tortura estoy
dispuesto a padecer lo que haga falta y aunque al final no llegue
a nada en este deporte no me rendiré porque no hay derrota en
el corazón del que lucha. Ya sabes, nos veremos mañana a la
misma hora.
ULISES: Vale yo estaré por aquí. Descansa un poco, come bien
y nada de salidas nocturnas de momento,

A la mañana siguiente Damián acude a la cita, ve a Ulises


completamente fresco mientras que él no tiene ni un musculo
del cuerpo que no le duela.

DAMIÁN: Bueno, ya estoy aquí, espero tus indicaciones.


ULISES: Ponte la mochila y coge las mancuernas.
DAMIÁN: Otra vez lo mismo de ayer… ¿por qué?
ULISES Soy tu entrenador. Si quieres la haces y si no quieres
no; pero, si es así, no pretendo perder el tiempo y habremos
terminado.
DAMIÁN: Discúlpame, hare todo lo que me digas.
ULISES: Bien, vamos a hacer los mismos seis kilómetros de ayer
pero con una pequeña variación.
DAMIÁN: ¿Qué variación?
ULISES: Verás, hoy vamos a trabajar más la fuerza explosiva,
me explico, vamos a hacer carrera polaca o series, como se le
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suele llamar, consiste en ir a un ritmo normal corriendo y


cuando yo te avise con un “ahora” tienes que correr lo más
deprisa que puedas hasta que no puedas más. Cuando hayas
dado toda tu velocidad, luego no se te ocurra pararte, sigue
corriendo al mismo ritmo inicial e inspira más hondo y exhala;
pero no pares, ¿de acuerdo?
DAMIÁN: Lo intentaré.
ULISES: No me vale que digas eso, quiero ver resultados. Se
trata de conseguirlo, ¿vale?
DAMIÁN: Si entrenados.
ULISES: Pues vamos, comienza trotando, venga. Tranquilo allí
hay un pequeño repecho, no le eches cuenta y no se te hará tan
pesado.
DAMIÁN: Ulises. Esta no es la misma ruta que hicimos ayer.
ULISES: Claro que no, debemos cambiar la ruta porque cada
ruta tiene su particular dureza, de esa forma te acostumbras a
su particular recorrido como también lo haces con cada rival
con el que te enfrentes. Pues ya sabes que todos no tienen la
misma forma de luchar pero si te acostumbras a verlos y haces
hincapié en todos sus errores te das cuenta que todo hombre
puede ser vencido.

Tras un breve tiempo de silencio Ulises exclama: “¡¡Venga,


vamos, ahora aprieta!!”.
Damián corre a la máxima velocidad consiguiendo unos
cuarenta metros de distancia explosiva.

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ULISES: Bien, no está mal pero no pares, inspira hondo y expira


vaciando todo el aire de tus pulmones y repite ciclo. ¡¡Vamos,
ahora otra vez!!

Damián corre explosivamente aunque esta vez, por el


cansancio solo hace veinte metros.
ULISES: Bien, vamos, tranquilo. Solo queda quinientos metros
para terminar, tenemos que conseguirlo.
DAMIÁN: Este entrenamiento es más duro que el de ayer.
ULISES: Tal vez, cada día tenemos que hacer entrenamientos
distintos. Es vital para sorprender a los músculos y que nuestro
cuerpo se acostumbre a todos los entrenamientos, de esa
manera estaremos más fuertes y nuestro tiempo de
recuperación será más breve. ¡Vamos, ahora aprieta, solo faltan
veinte metros!

Damián corre explosivamente y termina el recorrido


revoleando las pesas y carleando con un cansancio importante.

ULISES: Bien, tranquilo. Inspira, mantén el aire dos segundos


en los pulmones y expira y así hasta seis veces.

Tras las instrucciones de Ulises Damián espera nuevas


indicaciones.

ULISES: Vamos, coge la comba y salta.


Damián se dispone a saltar a la comba dando, esta vez diez
saltos, cuatro más que ayer. Su entrenador le ordena hacer
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unas cuantas flexiones que Damián se dispone a hacer


consiguiendo las diez mínimas exigidas ayer, superando en dos
las conseguidas ayer.

ULISES: Ahora haz un poco de sombra lanzando golpes con las


mancuernas y esquivando, realizando desplazamientos
laterales, hacia atrás y hacia delante.

Terminado el ciclo le dice a Damián que se quite la mochila, este


le dice que si han terminado a lo que Ulises le responde: “No, te
he pedido que te la quites para hacer abdominales”.

DAMIÁN: Bueno. ¿Empiezo con los encogimientos clásicos?


ULISES: Está bien. Haz trescientos sin descanso.
DAMIÁN: ¡Trescientos!
ULISES: si, eso he dicho, trescientos, podrás hacerlos.
DAMIÁN: Claro que sí.
Tras haber hecho Damián los abdominales pertinentes
ordenados por su entrenador Ulises saca de su mochila un
balón medicinal arrojándolo sin avisar sobre el abdomen de
Damián.
DAMIÁN: ¡Ah, ah, ah! ¿Pero qué haces?
ULISES: Es un balón medicinal de cinco quilos.
DAMIÁN: Ya sé lo que es, pero no me has avisado.
ULISES: Exactamente. No lo he hecho para pillarte distraído,
debías estar alerta en todo momento. En el boxeo, como en la
vida, el que se confía pierde. Ahora haz encogimientos mientras
nos combinamos el balón, de esa manera mantendrás los
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abdominales en tensión. Venga, esta con giro a la izquierda, la


siguiente por la derecha. Vamos, buen ritmo, sigue, venga diez
más.
DAMIÁN: ¡Dios mío, que esto acabe!
ULISES: Vamos. Ya solo quedan dos.

Tras el duro entrenamiento impuesto Damián, por fin, acaba.

DAMIÁN: ¡Uh, uh, uh! ¡Que tortura! Siento una quemazón


abdominal que parece como si tuviera un alíen dentro.
ULISES: No exageres, solo tienes diecinueve años.
DAMIÁN: Te aseguro que no exagero. Nunca había entrenado
tan duro.
ULISES: Hay un error muy común, sobre todo en los jóvenes, la
mayoría piensa que con un entrenamiento medianamente
suave es suficiente para ponerse en forma; y no es así. Para ser
campeón tienes que entrenar como nunca antes lo has hecho,
tienes que romper los límites, desafiar cada vez más las
fronteras. Si no es así, serás simplemente uno más que no
llegue a nada en este deporte.
DAMIÁN: Yo también lo creo así.
ULISES: Bueno, ¿qué te ha parecido el entrenamiento de hoy?
DAMIÁN: Durísimo. Pero con ganas de seguir más… me refiero
a mañana.
ULISES: Ja, ja, ja. Lo supongo. Muy bien, hemos terminado.
Mañana nos vemos, eso si puedes levantarte de la cama.

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DAMIÁN: Ja, ja, ja. Va a resultar que también eres gracioso. No


te preocupes, mañana estaré aquí dispuesto a que me tortures.
Hasta mañana.
ULISES: Adiós chico. Y no olvides ducharte con agua caliente, el
agua caliente calma y alivia mucho el dolor; luego para
terminar ponla fría a tope, es la termorregulación, te sentirás
mucho mejor.
DAMIÁN: Gracias por el consejo. Hasta luego otra vez.
ULISES: Adiós.

Al día siguiente Damián y Ulises se reencuentran en su


particular cita.

ULISES: ¿Hiciste ayer lo que te dije, me refiero a lo del agua


caliente y fría?
DAMIÁN: Sí hice y surtió un gran efecto, el dolor y las agujetas
se disiparon como por arte de magia.
ULISES: Sabía que si lo hacías dirías eso. Es una técnica que
utiliza los mecanismos naturales del cuerpo y se sirve de las
fuerzas elementales de la naturaleza: fuego y agua, para regular
la temperatura con métodos y (¡lo que no es menos
importante!) con estrategias naturales.
DAMIÁN: ¡Uh, que bárbaro! No sabía que estabas empollado en
esto.
ULISES: No estoy empollado solo conozco un poco el tema,
nada más. ¡Ah, casi se me olvida! Acuérdate de estirar tu cuerpo
antes y después de esa ducha terapéutica. Antes porque
después de entrenar los músculos se vuelven más elásticos al
haber bombeado gran cantidad de sangre y luego porque con

Manuel Tejonero
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EL REY SIN CORONA

la parte inicial de la ducha, o sea con el agua caliente, tu cuerpo


también se vuelve más elástico y tienes menos propensión a
lesionarte. Además los estiramientos son muy importantes
porque estimulan muchas fibras musculares, tanto las de
contracción lenta como las de contracción rápida.
DAMIÁN: Gracias por la clase teórica, hasta ahora solo había
recibido clases prácticas.
ULISES: ¡Pues, vamos allá!
DAMIÁN: Me pongo la mochila ¿no?
ULISES: Exacto, póntela, coge las mancuernas y no vamos a
correr.
DAMIÁN: ¿No? ¿Por qué?
ULISES: No subestimes el entrenamiento de hoy. Qué porque
no corras esto no va a ser un pareo por la playa. Comencemos:
coge las mancuernas y elévalas frontalmente como harías en
una elevación de hombros frontal, luego agáchate hasta
ponerte en cuclillas. Todo el movimiento con la espalda erguida
y los brazos rectos. Hazme cincuenta sentadillas.
DAMIÁN: Voy. Uh… nada más empezar y ya echo de menos
correr.
ULISES: Vamos, de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba. No
desvíes la mirada de un punto fijo y que este sea al frente así
evitaras marearte. Inspira y respira y no pienses en la dureza
del entrenamiento porque cuanto más sangres en el
entrenamiento menos sangrarás en el campo de batalla. Bien,
has terminado; ahora vamos a correr un poco solamente para
coger impulso y saltar esas vallas.

Manuel Tejonero
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Cuando Damián se dispone a saltar las vallas después de tomar


una pequeña carrerilla tropieza con la primera de ellas y cae al
suelo.

DAMIÁN: ¡¡AH, AH, AH!!


ULISES: Vamos Damián. Caer está permitido, levantarse es
obligatorio.
DAMIÁN: Si entrenador. El impacto de las mancuernas ha
amortiguado mi golpe, creo que no hay lesión.
ULISES: Si crees que no la hay, es que no la hay. Nadie mejor
que uno mismo para conocer su cuerpo. Vamos, otra vez salta
con los pies juntos lo más arriba que puedas, como su tocaras
las rodillas con el pecho.

Damián se dispone a saltar siguiendo las indicaciones de su


entrenador y lo consigue.
…………………………………………………………………………………………….
Pasa ya un largo periodo de tiempo, después de semanas y
algunos mese Damián está irreconocible. El duro
entrenamiento de Ulises lo ha convertido en una mole.

DAMIÁN: ¿Cuándo estaré preparado para el título nacional? Me


encuentro en la mejor forma de mi vida: más fuerte, más rápido
y con más fondo físico.
ULISES: No es que crea que estés preparado sencillamente sé
que lo estas; como excampeón se reconocer cuando hay un
campeón en ciernes.

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DAMIÁN: Bueno pues entonces solo me queda disputar


combates para colocarme el número uno del ranking.
ULISES: Tienes que ir a por el campeonato.

Desde que Damián se hace profesional gana todos sus


combates hasta colocarse el número uno del ranking, todo
parece indicar que el joven tiene ante sí una carrera meteórica.

ULISES: Bien, ya has llegado. Mañana disputas el título nacional


pudiéndote convertir en el número uno nacional.

Llega el tan ansiado y esperado día en el que Damián le toca


pelear por el título nacional. Entre bastidores vemos a un
Damián expectante, contento y al mismo tiempo con cierto
temor como origen de toda esa adrenalina acumulada.

ULISES: Bien Damián, quiero controles los nervios. Cuando


salgas ahí no busques el golpe perfecto, ve lanzando
combinaciones y sobre todo muévete, no te quedes estático en
el cuerpo a cuerpo, ese es su terreno.

Al sonar el gong anunciando el primer asalto Damián sale como


una exhalación, conecta un jab, otro jab. Parece que quiere
acabar pronto el combate. Sus piernas se mueven a velocidad
de vértigo y su rival de momento no da crédito intentando
cazarlo ciegamente lanzando golpes y más golpes al aire. Dicho
acontecimiento hace recordar a los aficionados al boxeo el
primer título mundial de Casius Clay con Sonny Liston, antes
de haberse convertido en Mohamed Ali. La gente disfruta, ve

Manuel Tejonero
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que ese joven es completo e incluso la gente que no creía en él


al principio tuvieron que callarse la boca y agachar la cabeza
quitándose el sombrero ante el derroche de elegancias de aquel
joven que, en esa magnífica noche demostró a los presentes
que había nacido una estrella.
Suena el gong anunciando el final del primer asalto, la verdad
que al rival de Damián lo había salvado la campana. Ambos
púgiles van a sus rincones.

ULISES: Vas muy bien. Sigue así, observa que tu rival no respira
muy bien, le falta el aliento, está cansado; probablemente su
entrenador arroje la toalla antes del comienzo del segundo
asalto.

Suena el gong anunciando el segundo asalto. Vemos a Damián


impactar como una roca contra el pecho acorazado del rival, le
castiga las costillas en combinación con un oppercut que lo
levanta al menos dos cuartas del suelo cayendo en redondo a la
lona. Fue un fulminante K.O, ganando así el combate.
Damián se convierte en el nuevo campeón nacional, dándole así
la oportunidad de rivalizar por nuevos títulos como el europeo,
etc…
En un breve momento se le acerca una joven elegante con
labios y pechos protuberantes.

CHICA: Hola campeón. Mi jefe quiere verte.


DAMIÁN: ¿Quién es tu jefe?
CHICA: Ven conmigo y lo sabrás.

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DAMIÁN: Iré contigo si viene Ulises conmigo y si él acepta que


yo vaya; todo lo que estoy consiguiendo es gracias a él.
CHICA: No hay problema, que venga si quiere.
DAMIÁN: ¿Vamos Ulises?
ULISES: Esto no me huele bien pero por comprobar de qué se
trata supongo que no perdemos nada, vayamos.

Cuando bajan del edificio en ascensor la chica, Ulises y Damián


se meten en una lujosa limusina.
“Buenas noches Ulises, ¿te acuerdas de mí?” Dichas palabras
son pronunciadas por Félix Sanctórum, el jefe de la chica y
mismo hombre que treinta años atrás acabo con la meteórica
carrear de Ulises.

ULISES: ¡Cerdo, hijo de puta! ¡Te voy a arrancar la cabeza!

Un hombre saca un revolver de su gabardina.

FELIX: Tranquilízate amiguito, sabes que este hombre puede


agujerearte la cabeza sin que nadie sepa jamás qué ha pasado
esta moche.
ULISES: ¡Eres un cabrán, un miserable! ¡Aún sigue vivo, viejo
asqueroso!
FELIX: Uh, cuanto rencor en tus palabras, porque siempre me
caíste bien. Solamente cometiste el pecado imperdonable de
traicionar mi confianza, hicimos un trato ¿por qué no lo
cumpliste? Como veras me enfade mucho, aquella noche fui

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humillado por ti, ¿Quién lo diría ahora? Mírate, das pena, hueles
mal; quizás te de un euro como muestra de caridad.
ULISES: Mi desgracia personal es gracias a ti.
FELIX: De todo eso podrías estar exento si me hubieras echo
caso.
ULISES: No lo digas ni en broma. A pesar de la repercusión
negativa que tuvo eso en mi vida no me arrepiento. Soy la única
persona de la faz de la tierra que te ridiculizo ante la atenta
mirada de millones de personas; ya lo creo que mereció la pena
lo que hice.
FELIX: ¡Cállate desgraciado o te mato ahora mismo!
DAMIÁN: Poe favor señor, déjelo ya, quisiéramos bajarnos de
aquí.
FELIX: Os bajareis cuando a mí me dé la gana. Primero tienes
que escucharme.
DAMIÁN: ¿Qué quiere usted?
FELIX: Verás, como ya sabrás soy promotor. Tengo a los
mejores boxeadores comiendo de mi mano, todos manejan
grandes cantidades de dinero, estrenan coches deportivos
megos caros y se follan a las mejores chicas del país y parte del
extranjero. Lo que quiero decir es que dejes a este viejo inútil y
te vengas conmigo. Él ya ha hecho si trabajo; no lo necesitas
para nada, olvídalo y deja que ahora haga yo el mío.
DAMIÁN: No hables así de Ulises.
FELIX: Uh, qué insolente. Sabes, Ulises, que este chico me
recuerda mucho a ti cuando tenías su edad. Aunque espero que
no sea tan tonto como tu pues ya ves donde has acabado.
DAMIÁN: No necesitas seguir hablando más. Ulises, nos vamos.

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El guardaespaldas de Félix vuelve a sacar el revolver


apuntando en la sien, esta vez de Damián.

FELIX: Tranquilo, deja que se vayan. ¡Eh, joven! Volveremos a


vernos. Ya tendrás noticias mías.
ULISES: Me gustaría tranquilizarte pero tienes un gran
problema, mejor dicho, tenemos un grave problema.
DAMIÁN: Tú, ¿por qué? El problema no es contigo, es conmigo,
tú no has hecho nada.
ULISES: NO pensarás que te deje de lado ahora; además me
siento responsable por haberte entrenado. De no haber sido así
no estarías ahora en esta tesitura. Intento que no te pase a ti lo
que me pasó a mí. Ya te conté como me la jugaron.
DAMIÁN: No te preocupes, siempre estaremos juntos, sea cual
sea su amenaza nunca me venderé a ese sacamantecas.
ULISES: A veces pienso que sería lo mejor, al menos así vivirás,
aunque pases a ser de su propiedad.
DAMIÁN: Prefiero que me mate después de lo que te hizo a ti
hay un sinfín de razones para no traicionarte ni traicionarme
yo mismo.
ULISES: Tienes razón. Perdón, es que estoy confundido, sé que
si accedes a sus peticiones, tarde o temprano acabara contigo.
Te debe de odiar mucho por ser yo quien te ha convertido en lo
que eres hoy. Te ve como una obra mía y, cuando lo crea
necesario te destruirá.
DAMIÁN: Venga hombre, tranquilo, no dramatices.
ULISES: Ten cuidado ahora, siempre y en todo momento está
alerta. No quiero asustarte pero es bueno tener algo de miedo
para mantenerte prevenido.

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DAMIÁN: Lo tendré en cuenta, venga hasta mañana.


ULISES: Adiós, hasta mañana.

Cuando los dos amigos se despiden Ulises siente que alguien lo


sigue. Aprovecha y se mete en un centro comercial donde hay
mucha gente y se mezcla con ella para despistar al espía.
Finalmente llega al portal de su casa donde dos hombres le
golpean por la espalda cayendo al suelo, allí es vapuleado con
patadas en la cabeza hasta que pierde el conocimiento.
Después lo cogen y lo meten en un coche y lo llevan a un lugar
apartado de la ciudad, una especie de viejo polígono inservible
que anteriormente se usó de chutadero para que yonkis se
metieran heroína. Lo amarran a una silla y le amordazan la
boca. Uno de los dos hombres lo amenaza con un bidón de
gasolina y un mechero mientras que el otro le dice lo que le
puede pasar a Damián si no se une a ellos.
ULISES: ¡Adelante! Rocíame de gasolina y prenda el mechero,
él nunca se unirá a vosotros, sois gentuza, basura,

Acto seguido uno de los matones hace una llamada a Félix


diciéndole que Ulises se niega a colaborar.

FELIX: Lo suponía, es un estúpido ¡matadle!

Cuando está a punto el matón de rociarle, una fuerza extraña


se apodera de Ulises haciendo que rompa las cuerdas de las
manos dando así un crochet de derecha a ese miserable
haciendo que caiga al suelo y se le encienda el mechero al
contraer el cuerpo; incendiándose así todo el local. Los dos
matones mueren quemados y Ulises logra salvarse.
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Acto seguido va a la policía, que cuando llega al sitio, encuentra


a dos cadáveres sin documentación. El único indicio que tiene,
por decir algo, es un viejo Renault Clío robado con la matricula
cambiada.

POLICIA: Con esto bien poco podemos hacer.


ULISES: ¡Eso es todo, solo se le ocurre decirme esto!
POLICIA: Cálmese, es lo que hay. Si no tiene nada más que
aportar todo está muy normal.
ULISES: De haber sabido de su ineptitud no me hubiera
molestado en llamarle.
POLICIA: ¡Tranquilo amigo! ¿Quiere dormir hoy en nuestras
dependencias?
ULISES: ¡Estoy harto! En este país se favorece más al criminal
que al correcto ciudadano.
POLICIA: No se lo tendré en cuenta, es un dicho muy viejo; es
más fácil ver los toros desde la barrera.

Ulises desilusionado abandona el lugar sin despedirse de la


policía.
A la mañana siguiente Damián se encuentra con Ulises.

ULISES: Hoy no vamos a entrenar. Ayer pasó algo muy grave,


cuando nos despedimos me siguieron; pensé que los había
despistado pero cuando llegué a mi casa me atacaron por
detrás y me llevaron a un viajo polígono para matarme,
milagrosamente conseguí salir ileso y los dos matones
murieron rociados en su propio bote de gasolina. Fui a la

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policía y como te puedes imaginar no encontró indicios ni


ganas de hacer un seguimiento, con lo cual ya te puedes
imaginar mi desilusión y mi preocupación. Sé quién se los
ordenó y tú también.
DAMIÁN: ¡Félix! Desde luego está más loco de lo que creía.
ULISES: Le conozco desde hace mucho tiempo y su odio hacia
mí es mutuo solo que yo no soy un criminal, aunque no me
importaría matarle.
DAMIÁN: Vale. Tenemos que pensar con claridad qué vamos a
hacer.
ULISES: Pues a ver si se te ocurre algo; ya sabes de la desgana
de la policía en este caso.
DAMIÁN: Quizás lo más acertado sea fingir que ya no estoy
contigo y acceder a él para saber más de sus planes
adentrándome en su organización.
ULISES: ¡Olvídalo! Es muy peligroso.
DAMIÁN: Ya lo sé, pero ¿se te ocurre algo mejor?
ULISES: La verdad es que no y de brazos cruzados está claro
que no nos podemos quedar.
DAMIÁN: ¿Entonces qué hacemos? ¿Cómo lo hacemos?
ULISES: Tranquilo, esperemos un próximo aviso.
Probablemente no tarde en molestarte para hacerte saber que
tienes que unirte a él. Cuando esto ocurra intenta parecer
tranquilo para que no sospeche de nosotros, solo tienes que
seguirle el juego; un viejo refrán dice: “Ten cerca a tus amigos
pero aún más a tus enemigos”.
DAMIÁN: Pienso que ahora no podemos estar mucho tiempo
juntos así que entrenare por mi cuenta. Ese tipo puede enviar
a alguno de sus secuaces para hacernos un seguimiento y si nos

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ve por separado se percatará que ya no estamos juntos. Solo se


me ocurre desearte suerte y que no te pase nada y por supuesto
a mí tampoco que me voy a meter, como quien dice, en la boca
del lobo.
ULISES: ¡Desde luego! Ahora tenemos un combate muy difícil
que puede resultar imprevisible. Suerte y perseverancia.
Al cabo de unos días uno de los esbirros de Félix observa a
Damián, se le acerca y le pregunta ¿ya no sigues con el viejo?

DAMIÁN: No, después de lo que paso con él que casi lo matáis


decidí separarme de él para que no sufriera daño alguno; ya
sabéis que si le hacéis daño no conseguiréis nada de mí.
MATÓN: Con lo cual creo que lo estás dejando todo muy claro,
solo te unirás a nosotros si no le hacemos nada al viejo ¿no?
DAMIÁN: Se llama Ulises, y es cierto esa es la única condición
que pongo para unirme a vosotros.
MATÓN: Bueno. Un coche te está esperando a dos manzanas.
Sígueme.

Cuando entran en el coche este se aleja hacia un entorno


inhóspito entrando en una especie de garaje subterráneo. Allí
estaba Félix con unos zapatos italianos y elegantemente
vestido; resultaba paradójico y altamente inverosímil el
contraste del lugar, tan tétrico y destartalado, con la elegancia
de Félix.

FELIX: Bien chico, ¿te apetece un habano? Ah, se me olvidaba,


no puedes, estás entrenando. Veras yo organizo combates para
una elite de personas con muchos recursos económicos, es

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como una organización secreta, puedes ganar hasta cincuenta


mil euros en una sola noche. ¿Qué me dices?
DAMIÁN: Creo que no tengo elección.
FELIX: La verdad es que no. Ja, ja, ja.

La sonrisa sarcástica y macabra de Félix hace que Damián se dé


cuenta de a qué psicópata se enfrenta

FELIX: Bien, tienes solo una semana para ponerte en forma.


Tendrás una casa y un equipo de entrenamiento que
encontraras de tu agrado; tan solo puede haber algo que no te
guste. Pero aun así, por la cuenta que te trae, estoy seguro que
no pondrás pegas.
DAMIÁN: ¿De qué se trata?
FELIX: Verás todo el tiempo que estés en mi casa no se te
permitirá salir de allí; tenemos guardias armados las
veinticuatro horas del día para que a usted no se le ocurra
violar mis reglas, eso es todo. Entrenará, comerá y dormirá
pero no saldrá hasta el día del combate.

Damián piensa: “Esto no me gusta nada, me arrepiento de


acceder a él. ¿Cómo he podido ser capaz?”

FELIX: ¿De acuerdo? He dicho ¿de acuerdo?

Un Damián todavía en shock se da cuenta de que le está


hablando y dice: “Si, de acuerdo, sin problemas.”

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FELIX: Así me gusta, ahora cubre tur ojos con esta venda; es
otra parte del “contrato”, no sabrás dónde estás.

Llegado al sitio Félix le dice: “Ya puedes quitarte la venda.”


Damián se la quita y está en una casa muy grande llena de
antigüedades; se da cuenta de que a Félix le gustan mucho las
colecciones.

DAMIÁN: Uh, esta guillotina está muy afilada.


FELIX: Es una réplica exacta de la guillotina con que
decapitaron a Luis XVI.
DAMIÁN: ¿En serio?
FELIX: Totalmente.
DAMIÁN: Debes de ser un hombre muy rico para poder
permitirte estos juguetes.

Félix, cabreado, arremete contra él amenazándolo con una


katana diciéndole: “Esto te parece un juguete. Puede cortar en
redondo bolas de acero. Esta es una de las katanas que tuvo el
grana samurái Miyamoto Mashai.

DAMIÁN: Perdone que le haya ofendido con mi ignorancia.


FELIX: ¿Sabes que aquí torturamos a la gente que nos desafía
de alguna manera?
DAMIÁN: Por falta de aparatos ya veo que no, hay equipos de
tortura de los tiempos más remotos.
FELIX: Bien. Entonces ya puedes ir a dormir para mañana
comenzar a entrenar. Voy a ganar mucho dinero con usted y a
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usted le voy a convertir en un hombre rico, si es usted tan


bueno como dicen.

Al día siguiente Damián se dispone a seguir la rutina de


entrenamiento, con una pequeña diferencia ya que los
combates son ilegales, de que al no haber pruebas antidopaje,
otras de las condiciones de Félix es que se inyecte
anabolizantes y sea más agresivo y fuerte en el combate.
Damián al principio es reacio pero se ve que no tiene elección
y vuelve a acceder.
Llegado el día del combate a Damián lo trasladan a un gran
local que en sus tiempos fue un hotel y que ahora es uno de los
centros de reunión donde Félix hace sus negocios con sus
macabros y millonarios amigos.
Entra un speaker en el ring elegantemente vestido y anuncia a
los púgiles que van a enfrentarse.

SPEAKER: Bueno, la primera pelea de esta noche es un combate


K.O. y las reglas son: “¡Ninguna, no hay reglas! Ja, ja, ja.”

Ese comentario macabro hace que los apostantes estallen en


carcajadas.

SPEAKER: En el rincón de mi derecha tenemos al nuevo


campeón nacional y a mi izquierda al León de Egipto, campeón
egipcio tres años consecutivos. Peso de ambos púgiles: noventa
y cinco kilos.
Suena el gong anunciando el primer asalto. El egipcio sale
haciendo un ataque intercostal, es duro y pega unos golpes

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secos y contundentes. Damián se da cuenta de que está ante un


duro rival y que tiene que apuras más la técnica. En esto el
egipcio da un cabezazo a Damián y este le dice a Félix, que
estaba en primera fila, que había sido un golpe ilegal.

FELIX: Claro que lo es, aquí es todo ilegal. No hay reglas, puedes
golpear con lo que quieras para lograr salir vivo de aquí.

Cuando Damián ve que el egipcio viene para él dice, esto no es


una pelea pero si no tengo elección luchare. Cuando el egipcio
se disponía a darle un crochet Damián lo esquiva propinándole
una fuerte patada en la cadera que lo envía a la lona de donde
se levanta milagrosamente. Damián no quiere seguir peleando
pero ve que no tiene elección. Acto seguido se dispone a hacer
su trabajo de demolición atacando las costillas y el hígado y
cuando el egipcio está agachado, a consecuencia de los golpes,
Damián le estalla un rodillazo en toda la cara y fulmina a su
rival con ese K.O.
El público allí presente grita: “¡¡Muerte, muerte!!” Entonces
Félix se levanta de su sillón y pone su dedo pulgar hacia arriba
bajándolo a continuación, señal inequívoca que expresa:
“Muerte al perdedor”

DAMIÁN: Estáis todos locos, no lo haré. No me importa que


usted me mate, no lo hare.

Félix hace un gesto a uno de sus matones y traen bajo amenaza


de pistola a Ulises.

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FELIX: Creías que me había olvidado de él. Vamos mata a tu


rival o mato a tu amado entrenador.

Damián ve que no puede hacer otra cosa, así que coge la cabeza
de su rival haciéndole un giro de cuello produciéndole así la
muerte. Damián, después de ese acontecimiento tan
desagradable, llora de rabia e impotencia. Mientras Félix hace
un comentario jocoso: “Mirad, el Asesino Piadoso, ese será tu
nombre pugilístico ahora; yo bautizo a todos mis luchadores y
para ti no he encontrado otro nombre mejor, te viene como
anillo al dedo. Después de esa fatídica noche Damián y Ulises
son amenazados por Félix para que no cuenten nada o de lo
contrario los matara poco a poco para que sufran una muerte
agonizante.
Suena el timbre en la casa de Damián, este procede a abrir
encontrando a la misma chica rubia con pechos y labios
protuberantes que en su victoria en el campeonato nacional se
acercó a él por mandato de Félix.

DAMIÁN: Ya me acuerdo de ti, ¿qué quieres? ¿Te envía Félix?


CHICA: No, él no sabe nada, piensa que estoy en el psiquiatra.
Vengo a prevenirte, tienes que huir.
DAMIÁN: Huir, ¿A dónde?
CHICA: Lo más lejos que puedas y debes llevarte también a tu
amigo, los dos estáis en peligro.
DAMIÁN: ¿Cómo sé que no te envía Félix?
CHICA: Debes de confiar en mí. Esto antes me parecía divertido;
no lo digo por los combates, lo digo por el nivel de vida que él
me dio: coches caros, regalos lujosos, desayuno entre
diamantes. Todo eso era muy atractivo para una chica de
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dieciocho años como yo tenía entonces; más aun teniendo en


cuenta de donde me sacó, me saco del arroyo y le estuve
agradecida. Pero con el tiempo me he dado cuenta que todo lo
que él hace es para satisfacer su ansia morbosa de
destrucción… La chica se queda unos segundos absorta hasta
que dice con semblante triste: “No debí acercarme a ti esa
noche, perdóname. Me tengo que ir, lo siento. Si Félix se entera
que he estado aquí también me matara a mí. En el momento
que la chica va a marcharse Damián la agarra del brazo
diciéndole que no se vaya y ambos suben a la casa de Damián.
Uno de los esbirros de Félix ha estado escuchando la
conversación de ambos jóvenes mediante dispositivos de
sonido de alta frecuencia mientras que también la vigilaba
físicamente sin que ella se diera cuenta. Acto seguido, ese
esbirro, hace una llamada a Félix contándole lo que había visto
y oído, dándole también la dirección del domicilio del joven. No
tardaron ni cinco minutos en llegar tres secuaces con Félix a la
cabeza que, literalmente, echan la puerta abajo encontrando a
ambos jóvenes muy contentos en la cama, Félix se pone de los
nervios.

FELIX: ¡Por qué me haces esto! Yo te di todo lo que tienes…


pues yo puedo volver a hacer que no tengas nada.
CHICA: Félix, ¡ya está bien! No quiero seguir más en esto ¡basta
ya!
Félix golpea el rostro de la chica con un revés diciéndole
“¡Cállate zorra!”.
DAMIÁN: ¡Cabrán, maldito asesino! ¡Te voy a matar!
Los esbirros de Félix lo sujetan y este le dice: “Muy bien chico,
llego tu hora”. Mientras se dispone a apretar el gatillo la chica
le dice: “¡Félix, no lo hagas por favor!”.
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Félix la mira diciéndole: “¿Desde cuándo recibo yo ordenes de


una puta?”. Ella insiste: “Si quieres verlo muerte no te
precipites, es un luchador, algún día perderá”.

FELIX: Si, tienes razón. Algún día perderá y ya anda rondando


en mi cabeza con quién se va a enfrentar.

Acto seguido Félix manda a sus matones que los lleven al coche
y de ahí a su guarida. Llegados a tal sitio a Damián lo cuelgan
de las manos y lo golpean fracturándole dos costillas.

CHICA: ¡Por favor Félix, haz que paren! ¡No le peguéis más!
FELIX: Necesitamos igualdad. Él va a pelear con dos costillas
recién rotas mientras que a su rival le rompimos la mano hace
ya unos treinta años, creo que no está del todo recuperado.
(Dirigiéndose con sarcasmo a Damián) ¿Sabes quién es?
DAMIÁN: ¡Es Ulises! ¡No lo hare, no me importa que me mates!
FELIX: Mataré a Ulises lentamente ante ti si no peleas.

Llega el momento del combate y ambos rivales se encuentran


entre bastidores.

ULISES: Lamentablemente uno de los dos morirá esta noche. Si


yo gano matare a Félix pero si pierdo prométeme que le
arrancaras el corazón.
DAMIÁN: Trato hecho.
Acto seguido un matón de Félix se acerca a os rivales
diciéndole: “Vamos, es la hora”.
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ULISES: Voy a salir vivo de aquí.


DAMIÁN: Yo también.
MATÓN: Uno de ustedes es un mentiroso.
SPEAKER: Hoy vamos a presenciar, posiblemente, el mejor
combate de la década. Maestro contra alumno, viejo león contra
cachorro. Sobran las presentaciones. ¡Vamos chicos!
enamórense, bailen para mí y ofrezcan a toda esta buena gente
un espectáculo sangriento.

Suena el gong que da comienzo a la pelea. Vemos que Ulises, a


pesar de su fractura de mano, la maneja bien y se adapta a ella
reculando en los momentos donde más interviene el cuerpo a
cuerpo. Damián le sorprende con unas esquivas dignas de
sentirse orgulloso por haberle enseñan bien, le golpea en las
costillas en combinación con un gancho al hígado y Ulises cae.
En el momento que la cuenta va por ocho Ulises se levanta
como una exhalación y martillea y martillea la cabeza de
Damián; parecía como si ese joven le hubiera herido el orgullo,
mientras Damián intenta defenderse lanzando golpes al aire.
Cada vez está más cansado hasta que Ulises conecta un jab al
mentón con el que cae como un saco de patatas.

FELIX: ¡Es fantástico! Sigue siendo el número uno.

Al ver que Damián no se levanta Félix le dice a Ulises que acabe


con el perdedor, que lo mate.
Ulises confundido mira a Damián semiinconsciente y se siente
incapaz de matarlo.
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ULISES: Hasta aquí he llegado. Has ganado, mátanos a los dos


si quieres, pero yo no voy a matarlo.
Félix hace un gesto a uno de sus matones para que suba al ring
con una pistola y mate a los dos. En el momento que el matón
va poner la pistola en la sien de Damián se oye un disparo y el
matón cae cadáver, era la chica rubia que estaba sentada al lado
de Félix y portaba un arma.

FELIX: ¡¡Qué demonios estás haciendo!!


CHICA: (Apuntando a la cabeza de Félix). Déjalos que se vayan.

Los demás matones apuntan a ella.

CHICA: Dile a tus perros que bajen las armas o te hago un


agujero aquí mismo.
FELIX: Está bien chicos, ¡bajad las armas! ¡Vamos, no me habéis
oído!
Mientras ellos bajan las armas la chica dice a Ulises y a Damián:
“¡¡Vamos, marchaos!! Coged la furgoneta que está en la puerta,
están puestas las llaves.”
Ulises se dirige con la mirada a Félix diciéndole: “Solo tengo
una cosa que deciros: ¡¡que os jodan!! Estáis enfermos.

ULISES: Vamos Damián, sube. Yo conduciré.

Los dos se marchan y cuando ha pasado un tiempo razonable


la chica baja la pistola firmando casi su sentencia de muerte.
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FELIX: Ahora tú y yo nos divertiremos un rato.


Mientras tanto Ulises conduce la furgoneta sin saber muy bien
dónde ir, preguntándole a Damián: “¿Qué vamos a hacer
ahora?”

DAMIAN: Tenemos que volver a aquella guarida, Félix la


matará. Tenemos que reconocer que nos ha salvado la vida
poniendo la suya en peligro y no conozco otra prueba mejor de
altruismo.
ULISES: Tienes razón Damián. Estoy contigo, vamos a por él.

Mientras la casa es vigilada por un guardián apostado encima


de una cornisa. Damián con sigilo va hacia él y le golpea por
detrás arrojándole al vacío y quitándole el arma.
Ulises mira a un lado y otro pero no ve a nadie, mientras
escucha el quite de seguro de un revolver apuntándole a la
cabeza; se gira y el matón le dice con ironía: “Ulises, no puedes
estar aquí, esto es una propiedad privada. Tenías que haber
prestado más atención a los detalles.” Y en ese momento el
matón cae al suelo a consecuencia de una bala disparada por
Damián que le atraviesa la nuca.

ULISES: Te debo una. Ahora vamos a salvar a la chica.


DAMIÁN: Cuidado, ahí hay un vigilante; arroja esta piedra para
hacer ruido y yo le atacaré.

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Ulises arroja la piedra al vigilante que se percata de ello y ve a


Ulises diciéndole: “¿Qué haces ahí?”. Mientras Damián, por
detrás lo recibe con un golpe en la cabeza con el revolver. Ya en
el suelo le dice al vigilante: “¿Dónde está Feliz?”. Este muy
asustado le dice que en su recamara abajo, primera puerta a la
izquierda. Acto seguido Damián golpea al vigilante dejándolo
inconsciente.
Al llegar al lugar indicado ven a Félix torturando a la chica.

ULISES: Hola viejo amigo, como han cambiado las tornas; ahora
estás solo y nosotros somos tres, todos tus guardias están
muertos menos uno que es el cobarde que te ha delatado.
¿Cómo te sientes ahora sin el apoyo de nadie? Aunque tengas
esa arma no te dará tiempo de matarnos a los tres. Y de lo que
si estoy seguro es que vas a morir; tú sí que no vas a salir vivo
de aquí.

En ese momento tan tenso, Félix apunta a Ulises con el arma y


entonces la chica aprovecha golpeándole los genitales a Félix
clavándolo de rodillas en el suelo.
Ulises le quita el arma y le apunta.

ULISES: Han pasado treinta años y ahora te tengo aquí, a mi


merced.
FELIX: Por favor no me mates, perdóname, no lo hagas.
ULISES: Eres patético. Tú que tanto profesabas la valentía y que
has matado a tantos hombres resulta que tienes más miedo que
mi nieto de cuatro años, eres un niño de pañales. Esta
humillación que te estoy haciendo gana a la que te hice hace

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treinta años, al menos allí no temías por tu vida; en cambio


ahora, estas llorando.
DAMIÁN: Ulises, baja el arma. Sé que quieres matar a ese hijo
de puta y yo también pero ya está todo aclarado, él tendrá que
dar cuenta a la justicia de esos combates ilegales. Se ha
quedado solo, no tiene a nadie, es un desgraciado; déjalo vivir
como él hizo contigo para que sufra más. Ahora te toca a ti
dejarlo vivir para que experimente su propio infierno.
ULISES: Tienes razón, pero él hizo que me rompieran las manos
e hizo que a ti te rompieran dos costillas; no es justo que se vaya
totalmente sano ¿no? Levántate (dice eso dirigiéndose a Félix).

Félix se levanta y Ulises le pega un tiro en la rodilla. Félix cae


chillando mientras Ulises dice: “Se ha hecho justicia entre
nosotros”.

DAMIÁN: ¡Vamos Ulises! Aquí ya hemos encontrado lo que


buscábamos; no perdamos más el tiempo.

En el momento que Ulises, la chica y Damián se disponen a


marcharse del lugar se oye un disparo y la chica cae
desplomada al suelo. Fue Félix que aprovechó la distracción,
inmediatamente Ulises se abalanza sobre él, se produce un
forcejeo con el revolver que finalmente se dispara contra Félix
que muere instantáneamente.
Mientras tanto Damián llora desconsoladamente frente a la
chica rubia que yace cadáver.

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ULISES: Todo ha sido muy duro pero me temo que ya acabó. Ha


sido y sigue siendo una terrible pesadilla.
DAMIÁN: Por favor Ulises ayúdame a enterrarla en un lugar
bonito; ha dado su vida por nosotros, solo ha sido una víctima
más de ese malnacido.
ULISES: Tienes razón, no sé lo malo que haya hecho en su vida
pero lo que ha hecho esta noche lo compensa todo. No podemos
dejarla aquí con este buitre.

Esa noche encontraron un lugar al lado de un lago rodeado de


cipreses que les pareció el lugar ideal.
Damián dice unas palabras antes de proceder al enterramiento:

DAMIÁN: Bueno, ni siquiera se tu nombre, no me lo dijiste ni yo


te pregunte pero de lo que estoy seguro es que nunca te
olvidare. Descansa en paz Reina de este lago.
ULISES: Descansa en paz. Dios es misericordioso y te
perdonara lo malo que hayas hecho en esta vida, te acogerá en
su reino donde ya no tendrás que sufrir más.

Han pasado tres meses de dichos acontecimientos y un


promotor se pone en contacto con Damián y este accede a
conceder una rueda de prensa con él.

DAMIÁN: Desde hoy anuncio mi retirada del boxeo.

Un periodista deportivo se pone de pie y dice:

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PERIODISTA: Pero ¿por qué? Es usted muy joven y tiene muy


buenas aptitudes, no lo entiendo.
DAMIÁN: Hace un año, cuando yo era solo un desconocido, no
hubiera entendido tampoco como alguien, después de
conseguir el éxito, dejase su carrera. Pero es así, este deporte
me ha dado algunas satisfacciones pero desgraciadamente mi
paso por él me ha hecho más mal que bien, lo cual es algo que
quiero olvidar. Me retiro de la competición pero nunca dejaré
el boxeo, es el mejor deporte.

Tras dicha rueda de prensa el promotor se acerca a Damián y


le dice:

PROMOTOR: ¡Está loco! ¡Cómo se te ocurre querer retirarte


ahora! Tenía planes para ti, con todo lo que ha pasado en tan
poco tiempo es algo que llama profundamente la atención.
Todo el mundo quiere ver tu vuelta ¿no lo comprendes? Te
estoy hablando de mucho dinero, tanto que nadaras en él.
DAMIÁN: Eso es lo que le preocupa, ganar dinero solamente,
sin preocuparle la salud de los deportistas. Ahora sé de más
que los promotores como usted sois los que realmente ganáis
dinero y todo esto sin recibir un solo golpe. Cuando el boxeador
está despuntando sois muchos los tiburones que le rondáis
pero cuando está viejo y cansado lo olvidáis como a un juguete
roto, apartándolo del círculo al que perteneció y tanta
satisfacción os dio ganando combate sobre combate, creyendo
el pobre ingenuo todas vuestras mentiras que hoy cuando está
acabado lo único que le queda es lamentarse.
PROMOTOR: Me ha quedado todo muy claro. ¡Eres un imbécil!
De hecho no eres digno de que te llamen boxeador, los
cobardes no deben tener ese privilegio.
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DAMIÁN: Sé lo que soy y lo que no soy; no me ofende tu


discurso, es muy básico, casi como mente.
PROMOTOR: ¡Cállate desgraciado! Si tuviera veinte años menos
usted no me hablaría así.
DAMIÁN: Si es usted tan valiente y ha sido tan peligroso ¿por
qué no fue boxeador en lugar de promotor? Yo mismo se lo
diré, por falta de valor y de escrúpulos; la gente como tú sois
carroña, buitres y chaqueteros aunque desaparece de mi vista
¡chupador de sangre!

Tras estas duras palabras el promotor se marcha, como


vulgarmente suele decirse, con el rabo entre las piernas.
…………………………………………………………………………………...............
Pasaron unos quince años, Damián se encuentra casado y con
dos preciosos hijos, regenta un pequeño gimnasio de boxeo que
no le da para llevar una vida lujosa pero sí para llegar a fin de
mes y que a sus hijos no les falte nada de lo estrictamente
necesario. Un día se le acerca un joven con intención de
aprender a boxear, ojea los títulos ganados por Damián en su
corta carrera y ve una foto de un hombre mayor.

JOVEN: Hola, ¿es usted el profesor de este gimnasio?


DAMIÁN: Sí, soy yo.
JOVEN: Conozco a ese hombre de la foto ¿dónde está?
DAMIÁN: Fue mi mejor profesor, lamentablemente murió hace
cuatro años. Antes de yo conocerlo vivía prácticamente en la
indigencia, cuando un día (que siempre tengo presente) lo
reconocí nos hicimos amigos y su situación empezó a cambiar,
sobre todo cuando le pedí que me entrenase. Vi como su triste

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mirada volvía a tener expresión en esos brillantes ojos. Fue una


terapia conocerme a mí y yo conocerlo a él; por eso está aquí
esta foto, es mi particular manera de rendirle pleitesía.se
llamaba Ulises.
JOVEN: Lo sé, era mi abuelo.
DAMIÁN: Siento que ya no puedas verlo en persona.
JOVEN: No es culpa suya. Mi padre siempre tuvo a mi abuelo
mucho rencor, no dejaba que ni yo ni mi hermano nos
acercáramos a él. Ahora que ya soy mayor de edad decidí
buscarlo, lo frustrante es que he llegado tarde. Esto es un
aliciente más para que yo a mi padre no le quiera hablar más.
DAMIÁN: Perdona joven. ¿Cómo te llamas?
JOVEN: Mi nombre es Alejandro.
DAMIÁN: Mira Alejandro, tu abuelo era un gran hombre al que
yo quise como a un padre, pero no debes odiar a tu padre como
me has contado. Ulises se lamentaba mucho por haber
abandonado involuntariamente a su familia anteponiendo el
boxeo a todo lo demás; era joven e impetuoso, tuvo problemas
con un mafioso que rondaba la parte sucia de este negocio, él y
sus secuaces se encargaron de acabar con la carrera de tu
abuelo sumiéndolo en una profunda depresión que le duró
nada más y nada menos que treinta años hasta que yo tuve la
suerte de conocerlo. Con lo que te he contado solo quiero que
entiendas a tu padre, era un niño pequeño que solo sabía que
su padre un día se fue. Es lógico que entendiera que lo había
abandonado, era muy pequeño para entender los demás
detalles. Lo que tu abuelo hizo con tu padre fue para intentar
protegerlo, puso un tabú a ese tema para no confundirlo; es
lógico que tu padre tenga rencor cuando no ha sabido con
exactitud lo que pasó.

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ALEJANDRO: He venido para aprender a boxear, ¿me


enseñará?
DAMIÁN: Desde luego, será un honor enseñar al nieto de mi
maestro y mentor. ¿Tienes experiencia con el boxeo?
ALEJANDRO: La verdad es que no. Mi padre, desde su rencor
hacia mi abuelo, siempre intentó quitarme de la cabeza mi
pasión por el boxeo; pensaba que el boxeo era una especie de
maldición familiar, lo adiaba y quería que yo también lo hiciera.
DAMIÁN: ¿Tienes relación con tu padre?
ALEJANDRO: La verdad es que no. Es muy tozudo y jamás
perdona a nadie. Él sabe que llevo años intentando dar con el
paradero de mi abuelo pero cuando se dio cuenta de que no
podía quitarme esa idea de la cabeza se cabreó echándome de
casa y recordándome que ya no tenía padre.
DAMIÁN: Lo siento chaval, deduzco que tu vida tampoco ha
sido fácil.
ALEJANDRO: No, no lo ha sido para nada. Es doloroso que un
padre no quiera saber nada de su hijo; pero yo tengo derecho a
decidir por mí mismo, vamos como todo el mundo o ¿no?
DAMIÁN: Claro que sí. Bueno, ya es tarde. ¿Dónde te hospedas?
ALEJANDRO: Ya encontraré algo por ahí.
DAMIÁN: ¿Tienes dinero?
ALEJANDRO: Pues poco pero encontraré alguna pensión barata
esta noche.
DAMIÁN: No se hablé más, esta noche te vienes a mi casa.
ALEJANDRO: No quiero molestar.
DAMIÁN: ¿Molestar? ¡Qué tontería! Es un placer y un honor que
el nieto de mi profesor sea mi invitado especial esta noche.

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A la mañana siguiente Damián y Alejandro acuden al gimnasio.

ALEJANDRO: ¿Cuánto me cobrarás por las clases?


DAMIÁN: Es curioso, esa misma pregunta le hice yo a tu abuelo
antes de ser su pupilo y obtendrás la misma respuesta pues no
te cobraré nada.
ALEJANDRO: Gracias. Pero ¿por qué te retiraste tan joven? Si
no es indiscreción.
DAMIÁN: En mi breve paso por el pugilato descubrí las mieles
del éxito. No llegué tan lejos como tu abuelo pero pronto pude
darme cuenta de que no es oro todo lo que reluce, que es un
mundo muy pérfido donde la gente intenta medrar aceptando
sea cual sea el chantaje. Los que peor lo tenemos en este caso
somos nosotros, los boxeadores. Tanto el promotor, los
managers y los hombres de negocio que se meten en esto para
blanquear dinero están mucho más protegidos, los últimos
pueden ser los temidos gánster en ocasiones. No saben nada
del boxeo pero son los que dirigen de verdad el cotarro. La
Federación solo es una mera palabra para ellos que son los que
mandan en esto en realidad. Es lamentable pero es así. Yo tuve
mis más y mis menos con uno de ellos y también tu abuelo, a él
le rompieron la mano y a mis dos costillas; afortunadamente
ese hijo de perra murió.
Te he contado esto para prevenirte si algún día quieres ser
profesional, es mi obligación protegerte como hizo tu abuelo
conmigo, se lo debo a él.
Por lo que te he contado tomé la determinación de retirarme
en mi plenitud.

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ALEJANDRO: No te preocupes yo solo quiero aprender a


defenderme sin llegar a ser un matón pero tampoco quiero ser
profesional.
DAMIÁN: La verdad, me halaga lo que me has dicho. Este es un
mundo muy peligroso e inseguro. Se puede tener suerte y
mantenerse al margen de esa parte sucia pero sería solo por
mera casualidad. Verás, tengo dos hijos y quiero que
practiquen boxeo y tengan una vida sana pero ojala nunca les
dé por ser profesionales.

Tras unos cuatro meses de duro entrenamiento llega el día del


debut de Alejandro como boxeador amateur.

DAMIÁN: ¡Vamos! Tranquilo. Controla tus nervios. No dejes


que se te acerque demasiado y amaga con la derecha haciendo
desplazamientos laterales; de vez en cuando cambia la guardia
de posición para confundirlo. Sobre inspira y cuando golpees
haz un giro completo de cintura expulsando el aire de los
pulmones. Okey.
ALEJANDRO: Sí. No te decepcionaré.
DAMIÁN: Lo sé.
SPEAKER: A mi derecha Juan “El Polaco”, un duro peleador con
tres victorias: dos por K.O y una a los puntos.
Y a mí izquierda el nieto de Ulises Cortés, una leyenda muy
presente en este deporte: Alejandro Cortés.

Suena el gong, inicio del primer round y Alejandro sale como


una exhalación. Está nervioso y comete muchos errores, su
rival le golpea severamente. Es un duro pegador, tras unas

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esquivas de Alejandro, logra finalmente cazarlo con un directo


arrojándolo a la lona. Empieza la cuenta atrás, Alejandro está
en el suelo, se levanta en el cinco algo aturdido y lo salva la
campana.

DAMIÁN: ¿Qué te pasa? No estás haciendo nada de lo que te


dije.
ALEJANDRO: No puedo, es muy fuerte.
DAMIÁN: Ya lo sé, pero también sé que puedes vencerle.

Suena el gong del segundo asalto. Alejandro sale con una


actitud derrotista, su rival le golpea una y otra vez hasta que
Alejandro cae. Da comienzo la cuenta atrás, Alejandro mira a
Damián como pidiéndole perdón por el combate tan
desilusionante que está teniendo. Mueve un poco la cabeza y ve
el fantasma de su abuelo Ulises que le hace un gesto apretando
el puño diciéndole “levántate tú puedes”. En ese momento
Alejandro se levanta rápidamente cuando la cuenta llega a
nueve, el árbitro le pregunta “¿estás bien?” a lo cual él responde
que sí y sigue la pelea.
Alejandro golpea a su rival una y otra vez. Está peleando como
lo haría un profesional, el castigo antes recibido parece no
causarle mella. Su rival cada vez está más agotado, finalmente,
Alejandro le mete un crochet que manda a su rival
directamente a la lona, saliéndosele de la boca el protector
bucal. Ha sido un tremendo K.O.
Damián sube al ring, coge del brazo a Alejandro y le dice:

DAMIÁN: Ojalá estuviese aquí tu abuelo para haberte visto


ganar el combate.
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ALEJANDRO: Lo ha estado Damián, lo he visto.


DAMIÁN: ¡Parece curioso pero yo he sentido su presencia! Es
algo inexplicable pero Ulises te ha ayudado a ganar el combate.
ALEJANDRO: Estoy seguro, él es el auténtico campeón, el
auténtico rey al que un día le negaron la corona.

THE END

Dedicado a todas esas personas que luchan día a día sin


obtener el merecido reconocimiento. Aquí va mi pleitesía.

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