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LA LLAMADA DEL ORIENTE EN LA CARTOGRAFÍA

HISTÓRICA Y LITERARIA DE LA
ANTIGÜEDAD CLÁSICA Y DEL MEDIEVO
MIGUEL LUQUE TALAVÁN*

“El triste que quiere/


partir y se va,/
adonde estuviere/
sin sí vivirá”.
(Anónimo español)1

Decía Séneca en el prefacio de sus Quaestiones naturales: “¿Cuántos


días de navegación hay desde las costas de España hasta la India?
Poquísimos si empuja a la nave un viento favorable”2. El Oriente siempre
estuvo así presente en la imaginación del mundo occidental -como un lugar
magnífico, floreciente y enigmático- desde los tiempos de la Biblia,
Heródoto, Alejandro de Macedonia, Marco Polo, Payo Gómez de
Sotomayor y Hernán Sánchez de Palazuelos, Ruy González de Clavijo,
Vasco de Gama o Las mil y una noches. Oriente era, a juicio de Jorge Luis
Borges, una “(...), palabra espléndida que abarca la aurora y tantas y famo-
sas naciones”3.
En este libro, varios capítulos tratan de diferentes aspectos relaciona-
dos con la cartografía clásica y medieval, por lo que en este se abordará úni-

* Universidad Complutense de Madrid, Grupo de Investigación “Expansión Europea”, Real


Sociedad Geográfica.
1 Compilado en: BÖHL DE FABER, 1821, p. 295, nº 252.
2 Cita extraída de: VV.AA., 1958.
3 BORGES, 2000, p. 80.
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camente la presencia del Oriente en la cartografía histórica y literaria, desde


la Antigüedad Clásica hasta comienzos del siglo XVI4. Una presencia que,
aunque originalmente envuelta en mil y una leyendas, se comenzó a deve-
lar con el inicio de la Era de los Descubrimientos -por parte de las coronas
portuguesa y castellana-, ya en los albores de la Edad Moderna5.

ASIA Y LA TERRA AUSTRALIS EN LOS MITOS Y


LA CARTOGRAFÍA DE LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA

Oriente, o Asia, fue desde la Antigüedad un lugar famoso por su


riqueza. Una imagen difundida en el Mundo conocido por autores como
Heródoto, en Los nueve libros de Historia, Plinio el viejo, en su Historia
Natural, Diodoro Sículo o Estrabón.
Los documentos geográficos más antiguos de los que tenemos noti-
cias en el Mediterráneo son los “periplos”. Éstos indicaban rutas de navega-
ción de cabotaje -al igual que, siglos más tarde, harían los portulanos medie-
vales-. Datos de estos materiales fueron proporcionados por Heródoto,
Eratóstenes o Estrabón, entre otros. Griegos, fenicios, cartagineses, persas
y romanos hicieron mapas6.
Es de sobra conocida la riqueza de la cartografía clásica en Grecia y,
después, en Alejandría -ya bajo el dominio romano-. Tanto Heródoto
como Estrabón dieron noticias en sus escritos de los orígenes de la carto-
grafía griega; siendo los primeros geógrafos jonios Anaximandro (siglo VI
a.C.) -discípulo de Tales de Mileto, interesado también por estas cuestiones-
y Hecateo de Mileto (siglo VII a.C.), éste último considerado padre de la
geografía griega. Tanto Anaximandro como Hecateo de Mileto, represen-

4 Se entiende por cartografía histórica (= mapa) la representación en imágenes de una realidad geo-
gráfica; mientras que por cartografía literaria, se entiende la descripción de un espacio en un texto,
pero sin que haya una imagen del mismo.
5 Para ello nos iremos deteniendo en el análisis de algunas de las joyas cartográficas del periodo estu-
diado, debiendo advertir que se trata tan sólo de una selección no exhaustiva de todo el material exis-
tente.
6 CRESPO TOBARRA, 2001a, p. 44-47.
LA LLAMADA DEL ORIENTE EN LA CARTOGRAFÍA 155

taron a la Tierra como un


disco plano, donde se inte-
graban Europa, Asia y
África. Y, a su alrededor,
situaban un océano de
forma circular sobre el que
parecía flotar dicho disco7.
El primer ensayo de
geografía descriptiva pro-
piamente dicho vino de la
mano de Heródoto, quien
en el siglo V realizó varios
viajes desde la península
Itálica a la Cólquida, en el
mar Negro. De igual forma
recorrió la costa africana
desde Egipto a Cartago,
viajando también por el
imperio persa hasta el
El Oriente en el Mapamundi de Ptolomeo, Indostán. Según este autor,
original del siglo XIII, Bib. Apostólica, Vaticano
los fenicios pudieron llegar
hasta la India, y es posible que bordeasen África desde el mar Rojo hasta
Cádiz. Conocidas son las navegaciones de Hanón y de Himilcón. El prime-
ro, costeó Mauritania y Senegal, hasta Sierra Leona. Himilcón, por su
parte, exploró la costa occidental de Europa y llegó hasta Albión e
Hibernia.
Eratóstenes, director de la famosa y mítica Biblioteca de Alejandría
(aprox. en 270 a.C.), fue autor del primer tratado de Geografía matemáti-

7 “(…); este tipo de mapa-disco, que enlaza con la tradición babilónica, tuvo una larga descendencia
en las representaciones del “orbis terrarum” en el mundo clásico” (LÍTER; SANCHÍS; HERRERO, 1992,
pp. 8-12. Ibídem, p. 10).
156 MIGUEL LUQUE TALAVÁN

ca. De su manos salieron dos obras, hoy perdidas: Memorias geográficas y


Medida de la Tierra8.
Ya en la época del Imperio romano, autores destacados fueron
Polibio (siglo II a.C.), con su Historia y Geografía -hoy perdida casi en su
totalidad-, Estrabón (de la época de Augusto), con su Geografía en 17
libros, y Pomponio Mela. Pero la figura por antonomasia de este periodo
fue la de Claudio Ptolomeo (90-168 d.C.), quien desarrolló su trabajo en la
ciudad de Alejandría. Su obra es una síntesis de trabajos anteriores, especial-
mente de Hiparco y de Marino de Tiro.
El legado de la Geografía de Ptolomeo, con sus 8 volúmenes, pasaría
después a los bizantinos y, de éstos, a los árabes. Fue de ellos de quienes, al
final, llegaría a los países de la Europa cristiana. La cartografía ptolemaica
no tuvo, sin embargo, eco en la del resto del Imperio9. La cartografía extra-
alejandrina veía a los mapas sólo como útiles herramientas de conocimien-
to de los territorios y pueblos sometidos al Imperio -caso de la Tabula
Peutingeriana (siglo IV d.C.)-.
Figura de gran interés, a caballo entre dos épocas, fue Cosmas
Indicopleustes, sobrenombre de un personaje cuyo nombre verdadero se
desconoce, y que fue autor de una curiosa y teológica interpretación del
mundo y de los fenómenos meteorológicos y geológicos (por ejemplo, al
sostener que los terremotos y la lluvia eran producidos por el trabajo de los
ángeles dirigidos por Dios). Alejandrino, según su propio relato fue un
mercader que viajo a la India -o a algún territorio oriental identificado
como tal en aquella época-, que después ingresó en un monasterio y quizás
tomó los votos. Cosmas, que atacó la esfericidad de la Tierra, vio al mundo

8 CRESPO TOBARRA, 2001a, p. 45.


9 En los mapas de Ptolomeo, el “(…) mundo conocido iba desde Thule (Islandia) al norte hasta los
lagos del Nilo en el sur, y desde las islas Canarias hasta la China meridional. Ciertos manuscritos de
la Geografía debieron de encerrar mapas hechos en el siglo V por Agathodemón, reconstruidos en el
siglo XII por el monje y diplomático Máximo Planudes, y rehechos después en las ediciones incuna-
bles. El error en la medida de la Tierra, alargando el Mediterráneo hasta occidente, originó la idea de
que partiendo de las costas de Europa y poniendo rumbo hacia el oeste se llegaría fácilmente a Asia.”
(Ibídem, p. 47).
LA LLAMADA DEL ORIENTE EN LA CARTOGRAFÍA 157

El extremo oriente del mundo según la Tabula Peutingeriana, siglo IV

con la forma de un Tabernáculo, situando el norte en la parte superior, y


el Paraíso en el este. Mientras, los cuatro ríos del Paraíso llegaban al mundo
conocido a través -o por debajo- del océano en la forma del Nilo, el Tigris,
el Éufrates, y el Ganges o Indo. En su división de los pueblos que habita-
ban el mundo, sitúa en el este a los indios. Su mapamundi, en una versión
manuscrita del siglo noveno, está custodiado en la Biblioteca Vaticana10.
Siglos después, también Hugues de Saint-Victor (1096-1141) representaría
al mundo como un arca en De Arca Noe Mystica11 (1128-1129).

ASIA MAIOR Y ASIA MINOR EN LA CARTOGRAFÍA HISTÓRICA


Y LITERARIA DURANTE LA EDAD MEDIA

En la cartografía producida en Europa, y hasta el relato de Marco


Polo, los territorios asiáticos -denominados y divididos en ocasiones en
Asia Maior y Asia Minor- aparecían con grandes zonas en blanco. Espacios
que aparecían tan sólo decorados con expresiones como Terra incognita,

10 Biblioteca Vaticana (Roma). Vat. MS gr.699, fol. 40v. Reproducido en: EDSON, 1999, p. 146, figu-
ra 8.1. Ibídem, pp. 145-149.
11 LECOQ, 1989, pp. 9-31.
158 MIGUEL LUQUE TALAVÁN

Hic abundant leones12 o antropopha-


gi. Fue el libro del veneciano el que
abrió un nuevo caudal de saberes
sobre ese lugar remoto e ignoto,
conocimientos que se fueron plas-
mando de manera progresiva en la
cartografía realizada en este periodo.
El mapamundi medieval es
heredero directo del Orbis Terrarum
romano13. No obstante, y por la
influencia de la Biblia y de la patrís-
Mapa de T en O insertado en las Etymologiae de tica, los mapamundis de este perio-
San Isidoro de Sevilla, en una copia manuscrita
del siglo XI (The British Library; Record do pasaron a ser, además, una alego-
Number - c5933-06; Shelfmark - Royal 12 F. ría de signo religioso. En ellos, Asia
IV; f.135v)
aparece situada en la parte superior -
como en los mapas romanos- y, sobre ella, se solían representar el Paraíso
Terrenal, los Reyes Magos, etc…
En la Edad Media, como en la antigüedad greco-romana, “(…), las tres
partes del mundo, rodeadas por el Océano exterior, quedaban delimitadas,
(…), por el mar Negro y el río Don (Tanais) entre Europa y Asia, por el río
Nilo y el mar Rojo entre Asia y África, y por el Mediterráneo, situado per-
pendicularmente a ellos, entre Europa (a la izquierda) y África (a la dere-
cha)”14. Los mapas suelen tener a Jerusalén como centro. Y los tres conti-
nentes son designados frecuentemente con el nombre de los hijos de Noé:
Sem (Asia), Cam (África) y Jafet (Europa), tal y como sucede en el ejem-

12 Así figura, junto a la imagen de un león, en el mapa sajón (c. 1050), conservado en The British
Library (Londres). BL Cotton MS Tiberius B.V.1., fol. 56v. Reproducido en: EDSON, 1999, p. 8, figu-
ra 1.5.
13 “El tipo de mapamundi romano sigue el modelo circular de los geógrafos jonios, que
habían usado Anaxágoras y Hecateo de Mileto, y que fue común en la Edad Antigua, sin
incorporar ninguna de las aportaciones cartográficas de los alejandrinos” (LÍTER; SANCHÍS;
HERRERO, 1992, p. 12).
14 Ibídem, p. 12.
LA LLAMADA DEL ORIENTE EN LA CARTOGRAFÍA 159

Mapa de Hereford, detalle de la parte oriental (Hereford Cathedral)

plar del mapa T en O inserto en las Etymologiae, de San Isidoro de Sevilla


y conservado en la Biblioteca Nacional (Madrid). En ellos, Asia es repre-
sentada con el doble de tamaño que Europa y África15. Mientras que en la
variante de mapas de Y en O, los tres continentes aparecen con el mismo

15 “La imagen se delinea, pues, en la forma perfecta y sin fin del círculo, reflejo de la eternidad y de
la perfección divinas: Terrarum orbis, con cuya sigla, TO, se designa este tipo de carta universal.
Dentro del círculo representado por la letra O está la tripartición del mundo, correspondiente a la
Trinidad, además de a la división antigua de la ecúmene por los tres hijos de Noé (para Sem Asia, para
Cam África y para Jafet Europa), descrita en el Génesis (IX, 9). Estas síntesis concluye en una armo-
nía escatológica, mediante la asimilación de la T al símbolo de la tau de la Cruz salvadora de Cristo y
a través de la organización del espacio habitado en torno a un centro teológico, elegido como tal a par-
tir del siglo XI, Jerusalén. El Mediterráneo antiguo, predestinado a la difusión del Evangelio, funcio-
na como eje de toda la construcción” (MAPAMUNDI CATALÁN ESTENSE, [1996], pp. 26-27).
160 MIGUEL LUQUE TALAVÁN

tamaño, caso del que figura en el Libro XIV.2, de las citadas Etymologiae,
conservado éste en The British Library (Londres)16. De la época clásica se
heredó la toponimia y parte del catálogo de seres fantásticos que van a per-
vivir hasta la Era de los Descubrimientos.
Este tipo de mapa, denominado tripartito por incluir los tres conti-
nentes, convivió con el denominado cuatripartito. En ellos, en la parte
superior se sitúa Asia y abajo, separada por el Don y el Nilo, Europa y
África, éstas a su vez divididas por el Mediterráneo. A la derecha del espec-
tador, y separado de Asia y África por una masa de agua oceánica, se sitúa
la Terra Incognita o Terra australis. Todo el conjunto de tierras emergidas
aparece rodeado por un océano17.
De especial interés son los mapas denominados zonales, donde lo que

16 The British Library (Londres). BL MS Harl. 2660, fol. 123v. Reproducido en: EDSON, 1999, p.
5, figura 1.2.
17 No fue hasta los primeros años del siglo XVII, momento en el que la España de los Austrias
llegaba a los límites de su auge imperial, cuando se llevó a cabo una última, y fallida, expedición his-
pánica a los confines del Mar del Sur en busca del cuarto continente austral. El responsable de esta
expedición era un navegante luso de nombre Pedro Fernández de Quirós (1565 aprox. - 1615). En
términos de proeza marítima, su mayor hazaña durante el viaje fue haber llevado sus tres barcos
hasta la gran bahía de una isla conocida desde entonces como Espíritu Santo -hoy esta isla forma
parte del archipiélago de Vanuatu-. No obstante, en términos de su legado histórico, el mayor apor-
te de Fernández de Quirós fue una larga serie de memoriales en los que plasmó, post facto, una
visión utópica de aquella tierra austral. De aquella nueva Arcadia. El viaje que emprendió
Fernández de Quirós por el océano Pacífico al principio del siglo diecisiete tuvo como principal
propósito el develar, por vez primera, la cuarta pars incognita, el gran continente austral, cuya exis-
tencia era dada por incontrovertible por parte de una mayoría de cosmógrafos renacentistas -quie-
nes, a su vez, se alimentaban de la imaginación geográfica de la Antigüedad-. Véase, por ejemplo, el
Mappa Mundi de 1566 de Giovanni Cimmerlino, que está fundamentado, a su vez, en un Cartulano
de Oronce Finé, fechado en 1534. Asimismo, es interesante detenerse en el Theatrum orbis terra-
rum de Abraham Ortelius (1570). Su firme creencia en la existencia del continente austral nos la
confirman las especulaciones que éste profirió con respecto de los orígenes prehistóricos de los habi-
tantes autóctonos de las islas marquesas y el archipiélago de Tuamotu -en la Polinesia oriental-. En
estas circunstancias, el deseo mayor del navegante luso era poder reclamar la gloria y honor inmor-
tales que resultarían de ser identificado como el descubridor de la mítica Terra australis nondum cog-
nita. Varios autores han trazado varias rutas a seguir en la investigación sobre este personaje y su
entorno. Entre ellos podemos citar las valiosas contribuciones de Annie Baert, José Manuel
Gómez-Tabanera o Francisco Mellén Blanco. De igual forma pueden consultarse: LUQUE
TALAVÁN; MONDRAGÓN [PÉREZ-GROVAS], 2005, pp. 133-148. LUQUE TALAVÁN; MONDRAGÓN
PÉREZ-GROVAS, 2006, pp. 351-380.
LA LLAMADA DEL ORIENTE EN LA CARTOGRAFÍA 161

se representa son las regiones climáticas del globo, desde la zona fría, a la
tórrida, pasando por la templada. Estos mapas, legados de la Antigüedad,
fueron incorporados al acervo cultural medieval a través de la obra de
Macrobio, Commentary on the Dream of Scipio (siglo IX). En la carta 9, del
Libro II, puede verse su magnífico mapa, actualmente conservado en The
British Library (Londres)18.
Otros mapas medievales muy importantes son los que aparecen ilu-
minando los beatos. En ellos, Asia continúa apareciendo en la parte supe-
rior de la representación y, como decoración, figuran escenas de Adán y
Eva tentados por la serpiente en el Paraíso Terrenal, así como de Jerusalén.
Es el caso del mapamundi que se halla en el Comentario al Apocalipsis, de
Beato -siglo XI-, conservado igualmente en la Biblioteca Nacional
(Madrid)19.
De gran belleza y riqueza descriptiva son los mapas de Asia -orienta-
do con el este en la parte superior, mostrando el océano Índico- y de
Palestina que ilustran el Liber locorum de San Jerónimo, hecho en el siglo
XII. Ambos ejemplares están repletos de alusiones a lugares mencionados en
la Biblia20.
Ocurre esto también en el mapamundi de Hereford, del siglo XIII,
donde -entre sus cerca de 500 imágenes- aparecen pintadas numerosas refe-
rencias a personajes y sucesos bíblicos. Tanto es así, que el área de Palestina
está a mayor tamaño que el resto de la composición para resaltar su impor-
tancia. Verdadera enciclopedia de la imagen del mundo en el medievo, en él,
podemos ver -entre otros-: el Jardín del Edén, a la mujer de Lot mirando las
ciudades de Sodoma y Gomorra, el arca de Noé -ubicada según la tradición
en el monte Ararat-, la Torre de Babel, etc… De igual forma tiene imágenes
de animales del bestiario medieval, de animales verdaderos y de animales

18 The British Library (Londres). BL MS Harl. 2772, fol. 70v. Reproducido en: EDSON, 1999, p. 6, figu-
ra 1.4.
19 LÍTER; SANCHÍS; HERRERO, 1992, pp. 12-13.
20 The British Library (Londres). BL Add. MS 10049, fols 64 r-v. Reproducido en: EDSON, 1999, p.
6, figura 2.3. Ibídem, pp. 26-30.
162 MIGUEL LUQUE TALAVÁN

míticos, por ejemplo: el vellocino de Oro, dragones, sátiros, unicornios, cen-


tauros, etc… Así como miembros de extrañas razas de seres que, se creía,
poblaban el mundo, como por ejemplo los gigantes, o los trogloditas, entre
otros. Recoge también este mapa diversos hitos de la vida de Alejandro
Magno y de las cruzadas. Esta obra maestra se conserva aun hoy en día en la
Catedral de Hereford (Lincoln. Reino Unido)21. No ocurre lo mismo con el
mapamundi de Ebstorf (Hannover, Alemania) -del siglo XIV-, destruido en
1943 por un bombardeo durante la Segunda Guerra Mundial, donde tam-
bién aparecía representada Asia. Tanto el mapa de Hereford como el de
Ebstorf, y a diferencia de otros mapas de la época, pretenden ofrecer una
imagen más calibrada de la realidad geográfica representada22.
Al ya varias veces mencionado Marco Polo le cabe el mérito de haber
dejado por escrito su testimonio, a través de su compañero de celda el pisa-
no Rusticello. Pero no fue él el primero en hacer un viaje a tan remotas tie-
rras. Ya que su propio padre Niccolo Polo y su tío Maffeo Polo, habían via-
jado antes hasta la ciudad de Xanadú, la capital de verano del emperador
mogol Kublai Khan. Y con anterioridad a los viajes de la familia Polo, y
desde el siglo IX, estuvieron en el Próximo o en el Lejano Oriente perso-
najes como la monja hispana Eteria, Giovanni del Piano di Carpini, el
monje franciscano Fray Guillaume de Rubrouck, Benjamín de Tudela, o
Ruy González de Clavijo23. Incluso algunos de ellos habían escrito cróni-
cas de sus periplos, pero sin alcanzar el éxito editorial del libro de Marco
Polo24.
Las motivaciones de estos viajes iban desde las diplomáticas, hasta las
comerciales, pasando por el deseo de difundir el catolicismo por aquellas
21 Reproducido en: Ibídem, encarte central de imágenes, figuras VII a X. Ibídem, pp. 139-144. REED
KLINE, 2003.
22 WOLF, 1989, pp. 51-68.
23 En relación a su embajada a Tamorlán, el gran señor del Asia central, véase la magnífica edición
del relato del viaje realizada por CABRERO, 1999, Misión diplomática de Castilla a Samarcanda y
SPENCE, 1999, pp. 27-49.
24 El libro fue editado en numerosas ocasiones desde fines del siglo XV, y hasta en 12 idiomas.
Contando con, aproximadamente, 150 versiones diferentes, fruto de las modificaciones introducidas
por los diferentes editores.
LA LLAMADA DEL ORIENTE EN LA CARTOGRAFÍA 163

Detalle del Extremo Oriente en el Atlas de Abraham y Jafuda Cresques de 1375 (Bibliothèque
nationale de France. París)

tierras. En el caso de los viajes diplomáticos, éstos tenían como finalidad,


por lo general, la de establecer una alianza con la zona mogola en contra de
los turcos otomanos; siendo este el caso de las embajadas realizadas por
Piano di Carpini, y Rubrouck.
Otros viajeros de gran interés, que también describieron el Extremo
Oriente, la India e Insulindia, fueron el franciscano Fray Odorico da
Pordenone, el mercader y diplomático Niccolò dei Conti y los mercaderes
Girolamo Adorno y Girolamo da Santo Stefano. Pordenone, quien llegó a
164 MIGUEL LUQUE TALAVÁN

China, realizó su viaje entre 1316 ó 1318 y 1330. Conti entre 1415 y 1439.
Y los Adorno en 1491, llegando hasta Sumatra. Todos ellos describieron
costumbres, ritos, paisajes, producciones y naturaleza de los lugares visita-
dos25.
Personaje de singular inte-
rés, por su vida y por su itinera-
rio, es el judío Benjamín b. Yonah
de Tudela (segunda mitad del siglo
XII). De enigmática vida y buena
formación, decidió emprender un
viaje con una finalidad que se des-
conoce -tal vez fuera comerciante
de piedras preciosas-. El inicio del
mismo se sitúa entre 1159 y 1167,
mientras que el retorno debió
hacerse entre 1172-1173. Tudela
llegó a visitar 190 ciudades euro-
peas y orientales, dejando una cró-
nica de su viaje, en la que el autor
presta una especial atención a la
vida de las comunidades judías
asentadas en las mismas. Visitó el
sur de Francia, Italia, Grecia,
Constantinopla, Chipre, Tierra
Santa, Bagdad, Egipto y Sicilia; y
es posible que también viajara por
Yu Ji Tu, mapa chino grabado en una piedra, 1137, las tierras de Mesopotamia y de
arriba, e interpretación del mismo, izda. Persia26. El caudal de datos conte-

25 GUGLIELMI, 1994, pp. 372-392.


26 Este punto es difícil de precisar, puesto que en la descripción de estas regiones proliferan las leyen-
das. De igual forma, y aunque no llegó a viajar más allá, trató de recopilar noticias acerca de las comu-
nidades judías existentes en Arabia, Asia central, India, Ceilán y China.
LA LLAMADA DEL ORIENTE EN LA CARTOGRAFÍA 165

Parte oriental del Mapamundi árabe de Al Idrisí (Bodleian Library. Oxford, Reino Unido)

nidos en su relato le convierte en una singular fuente de conocimiento de


la Europa del momento. Dicho escrito, bajo el título de Séfer-Masa´ot, fue
publicado en hebreo en Constantinopla en 154327.
Otro documento importante que representa de manera muy descrip-
tiva la geografía -tanto la real como la supuesta- de Asia, es el Atlas de
Abraham y Jafuda Cresques, terminado en 1375 y conservado en la
Bibliothèque nationale de Francia (París)28. De las doce tablas que lo com-
ponen (de las cuales sólo ocho contienen el planisferio), las que hacen los
números 6 a 8 es donde aparece representado el Oriente -desde la India
hasta la China y el sudeste asiático-. Y también los mitos allí situados: el
lugar donde está varada el Arca de Noé, los Reyes Magos, etc….

27 TUDELA, 1918. Existen otras ediciones de la obra, como por ejemplo: TUDELA 1989.
28 El Seminario Iberoamericano de Descubrimientos y Cartografía (Instituto
Interuniversitario de Estudios de Iberoamérica y Portugal. Universidad de Valladolid)
editó en 2004 este mapamundi, en una edición facsimilar y numerada a tamaño real.
166 MIGUEL LUQUE TALAVÁN

Junto a esta joya, otra carta de la escuela cartográfica mallorquina -


ésta del siglo XV-, recoge una representación de Asia en un magnífico
mapamundi. Hablamos de la conservada en la Biblioteca Estense de
Módena (Italia)29. Aquí se pintó tanto Asia Maior como Asia Minor, así
como el océano Índico. Figuran también, entre otras muchas localizacio-
nes, la isla de Ceilán y el Paraíso Terrenal Este último se suele situar en el
Cuerno de África (Etiopía).
Y ya fuera del círculo estrictamente europeo, contamos con el relato
de Afanasi Nikitin, mercader de la ciudad libre de Tver, vasalla del Gran
Ducado de Moscovia. Nikitin emprendió en 1466 un viaje de seis años que
lo llevó hasta la India, atravesando el mar Caspio, el océano Índico y, ya de
regreso, el mar Negro30.

EL ORIENTE DESDE EL ORIENTE. LA CARTOGRAFÍA VERNÁCULA CHINA,


ÁRABE Y OCEÁNICA

Muchos otros pueblos, aparte de los europeos, han trazado mapas o


croquis -sobre los más variados soportes- con los que guiarse en sus viajes. Es
el caso de los chinos, los árabes y algunos pueblos oceánicos. Quienes supie-
ron representar los espacios continentales asiáticos, índicos y del océano
Pacífico con singular maestría, y mucho tiempo antes de que lo hiciesen los
cartógrafos europeos. No en vano fueron ellos los primeros en transitar por
aquellos lugares.
Decía Jean-Claude Berchet “(…) ¿Con qué derecho ubicamos en un
supuesto “extremo Oriente” a un país como China que desde sus mismos
orígenes nunca dejó de representarse a sí mismo como el “Imperio del
Centro”? Resulta evidente que cada civilización elabora su propia cosmo-
logía, postular una de ellas como indiscutible no deja de ser una grosera
muestra de soberbia.”31.

29 MAPAMUNDI CATALÁN ESTENSE, [1996].


30 NIKITIN, 1985.
31 BERCHET, 2002, p. 83.
LA LLAMADA DEL ORIENTE EN LA CARTOGRAFÍA 167

En la antigua China se
hicieron tanto mapas de uso32,
como mapamundis. De éstos
últimos, los más antiguos datan
del siglo V a.C. y van acompa-
ñados de textos búdicos -al
parecer son de origen indio-.
En mapamundis posteriores,
ya totalmente chinos, China
aparece en el centro de un gran
continente rodeado de un gran
océano, que tiene numerosas
islas con nombres imaginarios.
Mapa realizado en las islas Marshall El mapa más antiguo conocido
es el denominado Yu Ji Tu.
Grabado en una roca en 1137, muestra los ríos, prefecturas y condados de
China, así como una buena y precisa representación de su línea de costa33.
Texto de singular belleza y complejidad es el Shanhai Jing, compues-
to entre los siglos VIII al III a.C., y que es algo más que un compendio de
la geografía china: “(…): es el espacio físico lo que se describe, pero también,
y sobre todo, los seres mitológicos que habitan en ese espacio, los sacrifi-
cios y ritos que se les ofrecen, las leyendas de las que son artífices o prota-
gonistas. Es, en definitiva, una descripción del mundo físico y cultural en
el que se desenvuelven los personajes mitológicos y fantásticos de la tradi-
ción china más profunda”34.

32 “El mapa-instrumento (…) tiene en China, desde tiempos muy antiguos un gran desarrollo, pro-
movido por la propia administración imperial, tanto para fines administrativos como militares. De
tal manera que cuando los misioneros jesuitas, en el siglo XVI, iniciaron la publicación del mapa de
China, encontraron un material abundante para su preparación. De los mapas antiguos no se ha con-
servado ninguno, pero hay una curiosa cita que data del año 227 antes de J. C., en un documento, en
la que se ensalza la utilidad y el uso de los mapas.” (LÍTER; SANCHÍS; HERRERO, 1992, p. 8).
33 PARRY, 2005, p. 22.
34 Libro de los Montes y los Mares, 2000, p. 13.
168 MIGUEL LUQUE TALAVÁN

Considerado el padre de la cartografía china, y casi contemporáneo


de Ptolomeo, Pei-Hsiu vivió en el siglo III d.C. Entre sus aportaciones se
encuentran una serie de reglas sobre orientación, medición de distancias,
señalización de costas, así como la introducción de una cuadrícula para la
ubicación de diversos lugares.
Otro importante cartógrafo fue Chu Ssu-pen, quien dibujó un mapa
(c. 1320), mostrando las islas Filipinas y del que no se conservan copias. En
relación a la representación de este archipiélago, Carlos Quirino da cum-
plidas y documentadas noticias del conocimiento que los chinos tuvieron
del mismo, así como de algunos de los mapas en los que aparece represen-
tado -sin duda debido a las relaciones comerciales entre ambos espacios
vecinos-, por ejemplo en la copia hecha en 1500 del Hun-i chiang-li li-tai
kuo-tu chih t´u, de Koon Kun, impreso en 1402 y considerado una de las
joyas cartográficas del sudeste asiático. O la representación del sur de la
costa china y de las islas Filipinas que figura en el atlas de Lo Hung-hsien,
titulado Kuang-yü-t´u (c. 1555), basado en mapas chinos más antiguos
como los del ya citado Chu Ssu-pen y de Li Tshe-min, ambos del siglo
XIV35.
Por otra parte, los árabes fueron herederos de la cartografía griega -
en especial del legado de Ptolomeo- y, como tales, supieron aprovechar ese
caudal de conocimientos para trazar mapas de las zonas dominadas por el
Islam ya desde el siglo IX. Unos conocimientos que ellos supieron actuali-
zar, corregir y matizar con la realización de nuevas investigaciones en el
campo de la astronomía y de la geografía. Los geógrafos árabes más cono-
cidos son Mas’udi (siglo X), Ibn Haukal, Al Idrisí -nacido en Ceuta-, e Ibn
Batuta, gran viajero del siglo XIV. Muchos de los datos geográficos de esta
época procedían de las noticias recogidas durante periplos misioneros, mer-
cantiles, o de peregrinación a La Meca.
Por lo general, el mapamundi árabe termina presentando un patrón muy
sintético: circular, tripartito, con el Sur en la parte superior -centrado sobre La

35 QUIRINO, 1963, pp. 3-9.


LA LLAMADA DEL ORIENTE EN LA CARTOGRAFÍA 169

Meca-, y con dos grandes superficies de agua -una a cada lado-, el Mediterráneo
y el Índico, que están comunicadas con un océano circular exterior. También
hay presencia de mapas de regiones concretas en diversos manuscritos, donde
puede observarse que hay un mayor gusto en la decoración que en atender a la
realidad del terreno.
Entre los cartógrafos árabes, al servicio de las cortes cristianas, desta-
ca sobremanera Abu Abdallah Muhammad Al Idrisí, cuya influencia se
dejó sentir entre los cartógrafos musulmanes de los siglos siguientes. Autor
de un famoso mapamundi, encargado por el rey Roger II de Sicilia y fina-
lizado en 1154, su trabajo es un ejemplo de la fusión de la tradición carto-
gráfica griega y árabe36.
Otro de sus trabajos conocidos, aparte de un manual de geografía, fue
otro mapamundi, circular y centrado en La Meca, preparado para el hijo
de Roger II, el futuro Guillermo II de Sicilia. Mapamundi que sí se conser-
va en la Bodleian Library (Oxford. Reino Unido). Orientado hacia el Sur,
este ejemplar representa Europa, África y Asia, desde Escandinavia hasta
las fuentes del Nilo, y desde Marruecos hasta la costa de China37.
Por último no queremos dejar de mencionar los bien conocidos mapas
de las islas Marshall, hechos con un armazón de cañas atadas con fibras de
palma, usando conchas para señalizar las islas, y cañas curvas para indicar las
corrientes marinas y los frentes de olas. Estos mapas sirvieron a sus fabrican-
tes para cubrir navegando grandes distancias a lo largo del océano Pacífico38.
Hecho que desmiente la idea, bastante extendida aun hoy, de que las islas del
Pacífico y sus habitantes permanecieron aislados de su entorno39.

36 LÍTER; SANCHÍS; HERRERO, 1992, pp. 8 y 15. Grabado en una lámina de plata de 3,50 metros
de longitud, fue destruido; conservándose copias parciales manuscritas. DUBLER, 1954, pp. 465-519.
TIBBETS, 1969.
37 LÍTER; SANCHÍS; HERRERO, 1992, p. 15. CRESPO TOBARRA, 2001b, p. 50.
38 El Museo de las Culturas de la Ciudad de México expone entre sus colecciones oceánicas un bello
ejemplar de este tipo de mapas.
39 La Cuenca del Pacífico es la región con más diversidad y riqueza étnica y natural del Mundo, lo
que la convierte en un área de estudio prácticamente inagotable. Sólo en la Micronesia, cuyo territo-
rio insular abarca 2.706, 31 Km2, pueden distinguirse en la actualidad hasta 8 áreas culturales y 12 len-
guas distintas.
170 MIGUEL LUQUE TALAVÁN

DEL ECUMENE CRISTIANO A LA ERA DE LOS DESCUBRIMIENTOS

Según el geógrafo y astrónomo del siglo XVI Pedro Apiano, la cos-


mografía era una “(…) descripción universal del mundo … Partía del estu-
dio de la organización del cosmos, desde la disposición y naturaleza de las
esferas celestes, hasta el análisis del globo terrestre como tal: los círculos
que lo dividen, la disposición general de los mares, de las tierras emergidas,
los vientos, etcétera. Hecha esa primera pintura del macrocosmos, el cos-
mógrafo podía abocarse a la descripción de los países y territorios que com-
ponían el mundo así como la de sus habitantes”40.
Ya a comienzos de la decimoquinta centuria y, especialmente, desde la
aparición en territorio europeo de la Geografía de Ptolomeo -traducida a la
lengua latina por vez primera en 1406-, con su mapamundi y sus 27 cartas
regionales describiendo el ecumene, se fraguó un sólido vínculo entre carto-
grafía y cosmografía.
Durante siglos, el ecumene cristiano había estado circunscrito a las
descripciones recogidas por Ptolomeo. El inicio de la Era de los
Descubrimientos no cambió, al comienzo, este hecho. Su Geografía fue el
marco de referencia para interpretar todos los nuevos descubrimientos geo-
gráficos, especialmente desde la aparición de las primeras ediciones impre-
sas de su obra -la primera, en Vincentia en 1475, bajo el título de
Cosmographia-. La “(…), solución adoptada por el conjunto de los cartógra-
fos de ese entonces, consistió en modificar paulatinamente el diseño carto-
gráfico derivado de la Geografía de Ptolomeo, e irle añadiendo progresiva-
mente nuevos elementos”. Sin embargo, la imparable carrera descubridora
emprendida por lusos y castellanos dio como resultado final el desborda-
miento del marco cosmográfico ptolemaico41. Los avances descubridores
portugueses en la costa africana, desencadenaron -desde el punto de vista de

40 ÁLVAREZ, 1998, pp. 62-63. En este interesante artículo, su autor analiza la forma en que se trató
de ajustar la representación del Nuevo Mundo en la geografía asiática trazada por Ptolomeo.
41 Ibídem, pp. 62-63, y 76-77. SANZ, 1961, pp. 25-31. En relación a la “Propagación a Occidente de
la “Geographia” de Ptolomeo”, veánse las páginas 29-31.
LA LLAMADA DEL ORIENTE EN LA CARTOGRAFÍA 171

la representación cartográfica- la ampliación de los límites concedidos a aque-


llas tierras. Un buen ejemplo de la primera cartografía portuguesa en repre-
sentar África, el océano Índico y parte de Asia -la India, Ceilán (conocida
entonces también como Taprobana42) , sudeste asiático y un, aún tímido,
perfil de las costas chinas-, es el planisferio anónimo portugués de 1502,
conocido como Cantino -conservado en la Biblioteca Estense Universitaria
de Módena43-. En su camino hacia la Especiería, los nautas lusos se sirvieron
de la ciencia náutica oriental para llegar a la India -fundamentalmente de la
árabe, aunque también de la china44-. Y con la llegada de Vasco da Gama a la
India, Manuel I y sus sucesores pasaron a usar la titulación regia de “Senhor
da Conquista, Navegaçao e Comércio da Etiópia, Arábia, Pérsia e Índia”.
Mientras, el mapamundi de Fra Mauro, de 1459 y realizado ya bajo la
influencia de Ptolomeo, apuntaba la hipótesis de que África se extendía
más abajo del Ecuador, así como de que al sur de esta tierra se abría un paso
que comunicaba las aguas de los océanos Atlántico e Índico.
Por su parte, las esperanzas puestas por Cristóbal Colón en su primer
viaje de llegar al Catay y al Cipango45, estaban fundamentadas -entre otras
fuentes46- en los relatos de viajeros de la Antigüedad Clásica y del medievo, tal
y como Plinio y el ya mencionado Marco Polo. En esos textos Oriente siem-
pre aparecía, por un lado, como un lugar de gran riqueza y abundancia y, por
el otro, como espacio habitado por seres de apariencia quimérica -tal y como
recogía la cartografía medieval47-.

42 Véase: GAMBIN, 1989, pp. 191-200.


43 En relación al Cantino, puede consultarse: ÁLVAREZ, 1998, pp. 67-74. También, y en relación a
la cartografía lusa: CORTESAO; TEIXEIRA DA MOTA, 1960, 6 volúmenes.
44 BARATA, 2003, pp. 68-71.
45 ÁLVAREZ, 1998, pp. 68-69, p. 69, nota número 25, y p. 105. NEBENZAHL, 1990, p. 13.
46 “(…) en el mapamundi elaborado para la edición de Ptolomeo publicada en Florencia en 1489
(obra de Henricus Martellus Germanus), el Japón se encontraba a solamente 90 grados al oeste de
Lisboa. Se sabe que Colón se encontraba en posesión de un ejemplar de este mapamundi y que se sir-
vió de él para apoyar sus argumentaciones.” (ÁLVAREZ, 1998, p. 65).
47 Interesantes son las imágenes, que a modo de catálogo de los seres fantásticos (trogloditas, caníba-
les, cinocéfalos, etc…), aparecen en el mapa del Psalterio -c. 1265- conservado en The Bristish Library
(Londres). BL Add. MS 28681, fol. 9. Reproducido en: EDSON, 1999, encarte central de imágenes, figu-
ras II y VI.
172 MIGUEL LUQUE TALAVÁN

Colón, al igual que los navegantes y descubridores de la Era de los


Descubrimientos, trató de armonizar el imaginario colectivo procedente de
la cultura europea del momento, con la realidad geográfica que se iba
encontrando. Labor no siempre sencilla de llevar a cabo48.
Entre sus fuentes de referencia escritas, aparecen la Imago Mundi de
Pierre d´Aylli, la Historia Rerum Ubique Gestarum de Aneas Silvius
Piccolomini/Pío II, y el De Consuetudinibus et Conditionibus Orientalium
Regionum de Marco Polo. De ellas extrae el Almirante no pocas referencias
a la riqueza de la tierra asiática49.
La idea de que podía alcanzarse el Oriente, navegando hacia el oeste,
estaba ya implícita en la cosmografía ideada por Ptolomeo50. Por eso, y de
acuerdo con ella, las nuevas tierras descubiertas por Colón fueron interpre-
tadas como colindantes con el Asia continental51. Y es que en la tradición
cartográfica desarrollada en torno a la obra del alejandrino, la imagen de
Asia estaba caracterizada por la presencia de cuatro grandes penínsulas pro-
yectadas hacia el sur, sobre el océano Índico52.
48 LÓPEZ DE MARISCAL, 2006, pp. 131-147. En este trabajo, la autora destaca que “(…) los textos de
estos viajeros se convierten en lecturas fundantes de la percepción que los europeos pudieron haber
tenido de Oriente y, por lo tanto, de las posibilidades de riqueza y abundancia de los espacios que se
encuentran situados en ultramar.” (Ibídem, p. 2 -de la versión digital disponible en Internet-).
49 Ibídem, pp. 2 y 10.
50 De hecho Eratóstenes -citado por Estrabón, I, 4, 6- dijo: “Por naturaleza el ecumene es mayor de
Oriente a Occidente (…) de tal modo, que a no ser por la amplitud del mar Atlántico, podríamos ir
desde Iberia a la India navegando sobre el mismo paralelo.”. También Aristóteles, en su De Coelo -II,
14 al final- sostuvo que “(…), los que piensan que el lugar próximo a las Columnas de Hércules está
unido con el inmediato a la Región Indiana, y afirman que hay un solo mar, no parecen opinar nada
inverosímil.”. Citas extraídas de: VV.AA., 1958.
51 ÁLVAREZ, 1998, p. 67.
52 “La más occidental, era la península arábiga, a la cual seguían, en dirección del este, la península
malaya y luego la llamada Aurea Chersonesus (que ha sido identificada como una duplicación de la
anterior) y por último, en el extremo oriental de Asia, una imaginaria península gigante, llamada en
ocasiones la Cola de Dragón. Es importante recalcar cómo, la irrupción de esta península imaginaria
en la cartografía, es producto del propio sistema cosmográfico y cartográfico de la Geografía de
Ptolomeo, según el cual, el extremo oriental de Asia daba la vuelta al océano Índico, hasta tocar con
la gran tierra incógnita austral, con lo que el Índico y por lo tanto, el Atlántico, quedaban converti-
dos en mares cerrados, sin conexión alguna entre ellos. En el mapamundi de Martellus, en cambio, la
península gigante toma una forma curva, semejante a una pata de caballo, extendiéndose de noroeste
LA LLAMADA DEL ORIENTE EN LA CARTOGRAFÍA 173

Por último, y sin adentrarnos demasiado en la Edad Moderna, no


podemos dejar de citar las representaciones que de Asia hacen la carta de
navegación de Paolo dal Pozzo Toscanelli (1457), conservada en la
Biblioteca Nazionale (Florencia); y el globo terráqueo de Martin Beheim
(1492), conservado en el Museo Germánico de Nuremberg.

COLOFÓN

Si algo queda de manifiesto a lo largo de estas páginas es el interés y


el esfuerzo empeñado por muchas generaciones de hombres europeos
inquietos, a lo largo de los siglos, por comprender el mundo en el que habi-
taban y representarlo de forma gráfica o literaria. Motivos económicos,
diplomáticos o evangelizadores -de forma aislada o conjunta-, dieron origen
a viajes fantásticos para la época en la que fueron realizados. Y son sus rela-
tos, o sus mapas, los que dan fe de sus intereses y logros.
Como decía Ptolomeo, nadie es buen cartógrafo si no es también un
buen pintor. Nada más cierto en la cartografía histórica sobre el Oriente
aquí revisada. Una cartografía en la que se combinan arte y ciencia con sutil
maestría. Y donde puede observarse que, con el correr de los siglos, lo que
comenzó siendo para los europeos un territorio de límites imprecisos y pla-
gado de lugares de leyenda, terminó siendo un espacio perfectamente car-
tografiado a partir de los siglos XVI y XVII.
Y terminamos como comenzamos, esto es, haciendo referencia a los
autores que escribieron sobre el Oriente. Un lugar lleno de las riquezas con

a sureste, pero sin llegar a topar con la tierra incógnita austral: un espacio marítimo se abría entonces
al sur de esa península. Esta apertura del Índico sobre el oriente desconocido, esto es, sobre el
Atlántico, significaba ya en sí misma una cierta fractura al interior del sistema cosmográfico ptolemai-
co que, sin embargo, le comunicaría una gran vitalidad al esquema cartográfico derivado de la
Geografía, al facilitar la inserción de elementos nuevos en el mismo. Todo indica, por ejemplo, que al
influjo de la carta de Martellus, Colón y sus sucesores se hicieron a la mar ya con la idea de que era,
quizá, posible transitar por vía marítima de uno al otro de los dos grandes océanos del mundo cono-
cido y alcanzar así, las Indias con sus riquezas” (Ibídem, pp. 66-67). En relación al mapa universal de
Enrico Martellus Germanus (hecho entre 1489-1492), conservado en The British Museum (Londres),
véase: SANZ, 1961, p. 34.
174 MIGUEL LUQUE TALAVÁN

que Occidente siempre soñó. Y nada mejor que las palabras que abren el
Libro de viajes de Benjamín b. Yonah de Tudela, alusivas a la curiosidad
como motivación del viaje, para cerrar este capítulo:
“[Éste es el libro de viajes que redactó R. Benjamín bar
Jonas, del país de Navarra. R. Benjamín salió de su lugar, de la
ciudad de Tudela, y marchó y fue a muchos países lejanos, tal
como relata en su libro; en cada lugar que entró escribió todas
las cosas que vio y oyó de boca de hombres veraces, (cosas) que
no habían sido oídas en tierras de España. De este modo hace
mención de algunos sabios y príncipes (judíos) de cada lugar. Y
trájose consigo este libro a su regreso a tierras de Castilla en el
año cuatro mil novecientos treinta y tres. (…) -bendito sea su
recuerdo-”53

53 TUDELA, 1989, p. 55. El año aludido está expresado según el calendario hebreo -que contabiliza
desde el momento de la Creación-, lo que corresponde al año 1173 del calendario juliano.

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