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• El cuerpo está llamado a ser deificado con el alma. «Del mismo modo
— escribe s. Macario— que Dios ha creado el cielo y la tierra para que
el hombre lo habite, así ha creado el cuerpo y el alma del hombre,
para que sean su propia morada, para que él habite y repose en el
cuerpo como en su propia casa, teniendo por esposa llena de belleza
el alma bien amada». (Homilías, colección II, XLIX, 4).
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• Al subrayar la unidad fundamental del compuesto humano, la unidad del alma y
del cuerpo en la persona humana y su destino común, s. Gregorio de Palamás
escribe: «¿Cuál es la alegría, cuál es el movimiento del cuerpo que no sea una
actividad común al alma y al cuerpo? [...]
• ¿Cuáles son? Son las actividades espirituales que no vienen del cuerpo a la
inteligencia [...] sino que descienden de la inteligencia al cuerpo para
transformarlo en mejor y deificarlo por esas acciones y esas pasiones.
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• Interviene entonces una segunda operación en la que el dato sensorial es
interpretado por todas las facultades que, en el alma, contribuyen a su
conocimiento.
• En el estado primero del hombre, todas sus facultades estaban ordenadas hacia Dios:
por ellas Adán percibía en Dios todos los seres de la Creación, reconocía por su
espíritu, en la percepción de cada uno de ellos, sus logoi o razones espirituales.
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• «Guardamos el alma sin mancha para el amor según Dios [...], si enseñamos
a los sentidos a percibir en toda piedad el mundo visible y todas las cosas
que contiene, para que transmitan al alma la grandeza de las razones (logoi)
que están en el corazón de las cosas».
• Se abren a las causas fuera de toda pasión. No buscan sino sus razones (logoi)
y sus naturalezas.
• Disciernen sin error sus energías y sus cualidades. No son afectadas, ni son
llevadas hacia ellas contra la naturaleza». (Máximo el Confesor, Centurias
sobre la teología y la economía, I, 14; Nicetas Stéthatos, Centurias, I, 22).
• En otra parte s. Nicetas Stéthatos enseña que «todas las acciones ramificadas en los
sentidos, la vista, el oído, el gusto, el olfato, el tacto, están movidas según la
naturaleza si buscan lo mejor» (Centurias, Del alma, 31).
• Y los Padres a propósito recuerdan cuál es este uso normal de los sentidos,
conforme a su naturaleza.
• S. Atanasio precisa así que «el cuerpo tiene ojos para ver la creación y
conocer al Creador por el orden armonioso de ésta». (Atanasio de Alejandría,
Discurso contra los paganos, 4).
• S. Juan Crisóstomo dice asimismo: «Los ojos les han sido dados para que,
ante el aspecto de la creación, den gloria al Señor», y también «el ojo está
hecho para celebrar al Creador viendo las criaturas de Dios». (Homilías sobre
los demonios, II, 3; Homilías sobre el Génesis, XXII, 3).
• Del mismo modo, los oídos han sido creados para que el hombre pueda
«escuchar las divinas palabras y las leyes de Dios» y para que pueda oír a
Dios en todos los sonidos del mundo.
• Y el olfato ha sido concebido para que sienta en todo ser «el buen olor de
Dios» (2 Cor 2, 15); el gusto para que guste en todo alimento «qué bueno es el
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Señor» (Salmo 33, 9) y el tacto para que toque en toda cosa al Verbo de Dios
(Jn. 1, 1).
• Al igual que los sentidos, todos los órganos del cuerpo del hombre en su estado
paradisíaco se ejercían según su naturaleza y su finalidad verdaderas que es obrar
según Dios y con miras a la deificación.
• Así deben ellos ejercerse en el hombre renovado en Cristo, lo que hace decir
al Apóstol: «Yo los exhorto por la compasión de Dios, a ofrecer sus cuerpos
como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios» (Rom 12, 1).
• En el ser humano, tal como ha sido querido por Dios, las manos tienen por función
realizar en Dios las acciones necesarias, servir a la voluntad divina, obrar por la
justicia y, en particular, tenderse hacia Él en la oración. (Cf Atanasio de Alejandría,
Discurso contra los paganos, 4; Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Génesis, XXII, 3;
Macario de Egipto, Carta a sus hijos, 14; Serapio de Thmuis, Carta a los monjes, X;
Gregorio Palamas, Triadas, II, 2, 20).
• Del mismo modo, los pies tienen por función normal, permitir al hombre ir a
servir a Dios y realizar el bien. (Juan Crisóstomo, Sobre el Génesis, XXII, 3;
Macario de Egipto, Carta a sus hijos, 14; Serapio de Thmuis, Carta a los monjes,
X; Gregorio Palamas, Triadas, II, 2, 20).
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• Cada órgano corporal obra de manera normal y sana cuando se ejerce en
Dios, se mueve para Dios: el corazón sirviendo de centro a la plegaria y
latiendo para Dios en la oración; los pulmones siguiendo el ritmo de esta...
• Cuando el Apóstol habla del «hombre viejo», dice s. Macario, «él entiende
por esto el hombre total, que tiene otros ojos además de nuestros ojos, otra
cabeza además de nuestra cabeza, otros oídos además de nuestros oídos,
otras manos además de nuestras manos, otros pies además de nuestros pies.
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• En lugar de estar subordinados a la inteligencia y de contribuir a su elevación hacia
Dios, lo atraen y lo rebajan hacia el mundo sensible considerado en sí mismo, lo
alienan y lo someten a éste, y le cierran así el acceso a las realidades espirituales.
• En primer lugar los utiliza para obtener la voluptuosidad sensible que busca.
• Así, se sirve de sus ojos «de manera perversa» para suministrar a su codicia
objetos sensibles y gozar de ellos por la mirada.
• «Casi todo lo que vemos, no lo vemos tal cual es», constata s. Ambrosio.
(Ambrosio de Milán, La muerte es un bien, 10).
• El hombre percibe los seres en función de sus deseos sensibles, los sitúa y los
ordena, les da sentido y valor en función de sus pasiones.
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recae, sino que constituye una proyección de la conciencia caída de cada uno,
y cambia según la forma, la repartición y el grado de sus deseos pasionales.
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de sus caballos, pensando que al correr así no errará la meta, así (le sucede) al
alma al apartarse de la ruta que conduce a Dios, y al impulsar los miembros
del cuerpo fuera del camino que conviene o más bien dejándose arrastrar ella
misma con ellos». (Nicetas Státhatos, Centurias, I, 6; Atanasio de Alejandría,
Discurso contra los paganos, 5).
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