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Ética y ser humano

I. EL PROBLEMA DEL SER HUMANO: LA ANTROPOLOGIA


FILOSÓFICA

El ser humano como problema filosófico


El ser humano es “el ser que se pregunta por el ser” (Heidegger,
1997; 2008). El hecho de que el ser humano sea capaz de establecer
conscientemente su unidad, su yo, colocando a todo lo que no es ‘yo’
como ‘lo otro’, le confiere una especialidad digna de una búsqueda
de explicación filosófica (Cabanchik, 2000).

El ser humano es objeto de estudio de la antropología filosófica. Esta


busca estudiar al ser humano como sujeto de su propia
transformación.

Existen diversos puntos de vista respecto a la naturaleza humana.


Por un lado, se entiende al ser humano como un ser abierto y no
determinado, como una criatura especial diferente al resto de los
seres naturales. Por otro lado se ha argüido que el ser humano no es
más que una criatura más de la naturaleza y que como todas las
demás, sus acciones están determinadas por leyes naturales
(Ibáñez, 2007).

De la concepción antropológica del filósofo depende su pensamiento


ético, pues su reflexionar respecto a las formas de convivencia irán
necesariamente, y lógicamente, en concordancia con su forma de ver
la vida y el lugar que le da al ser humano en ella.
El ser humano como problema filosófico en la historia de la filosofía
surge con el denominado “giro antropológico” que se da en el
pensamiento griego de la Antigüedad, cuando los sofistas y Sócrates
se alejan de sus precursores, quienes enfocaban sus reflexiones casi
exclusivamente a las explicaciones de los fenómenos de la
naturaleza, y empiezan, estos últimos, a intentar ubicar al ser
humano dentro de esa misma naturaleza, a comprenderlo, a
explicarlo y a justificar su ser.

Grandes modelos antropológicos de la filosofía occidental


Los modelos antropológicos son tan diversos como las corrientes
filosóficas que se han suscitado en la historia. Sin embargo, a
grandes rasgos se puede decir, atendiendo a una categorización que
ha hecho Bruno Hamann (1992), que han sido tres los grandes
modelos que han influido más grandemente en la sociedad del
mundo occidental, a saber, el denominado modelo occidental-
cristiano, el naturalista-biologista y el modelo marxista.

El modelo occidental-cristiano es el que introduce la imagen del ser


humano como homo sapiens o animal racional que está compuesto
de materia y espíritu y se fundamenta principalmente en la filosofía
de Platón, Aristóteles y el cristianismo. Y es precisamente el
cristianismo el que, retomando las ideas platónicas y aristotélicas y
eliminando los aspectos menos convenientes a la religión, concibe al
ser humano básicamente como un híbrido compuesto por cuerpo y
alma.

El modelo naturalista-biologista ve al ser humano, más que como un


ente dual que tiene que luchar para salvar su alma de frente a una
vida eterna, como un animal luchador que para sobrevivir en la
naturaleza ha de enfrentarse a un medio que le es hostil (Ortega y
Gasset, 1965)

Finalmente, el modelo marxista describe al ser humano básicamente


como un ser trabajador. En esta concepción, que bebe de la fuente
de Hegel y toma de este la dialéctica, existe un elemento un tanto
paradójico, a saber: para el modelo marxista, en todo trabajo suyo, el
ser humano a la vez que se realiza también se des-realiza, se
construye a sí mismo y se deconstruye, esto así, porque en esta
corriente del pensamiento, la realidad es contradictoria.

En resumen, puede decirse que la antropología filosófica es la


reflexión que se ocupa del ser humano en la naturaleza y de la
naturaleza misma del hombre, mientras que la disciplina filosófica
que va a encargarse de reflexionar acerca del ser humano y su
comportamiento en la sociedad, es la ética, como ser verá en el
siguiente apartado.

II. LOS PROBLEMAS DE LA REFLEXIÓN ÉTICA

Los conceptos de ética y moral


Ética es el nombre que recibe la reflexión acerca de cómo debe
manejarse la conducta del hombre. En el seno de esta reflexión están
los cuestionamientos a los comportamientos, la orientación que
deben tener esos comportamientos y la búsqueda del buen vivir en
sociedad. La reflexión ética fundamenta el ámbito práctico de la moral
(Torres, 2014).
El término moral hace referencia a las reglas o normas que se toman
para regir el comportamiento del ser humano. Su búsqueda es
también la del buen vivir en sociedad, pero se caracteriza por estar
orientada directamente a la práctica. La moral halla su
fundamentación en la reflexión ética (Bunge, 1995).

La fundamentación racional de la moral: los sistemas éticos


La ética, como reflexión filosófica en torno a las costumbres
humanas, hace su aparición en la cultura occidental en Grecia en el
siglo V a.C. Es con el filósofo griego Sócrates y un grupo de maestros
denominados sofistas (sabios) cuando, al enfocar sus reflexiones
hacia el ser humano y su papel en la sociedad, surge el problema de
la reflexión en torno al comportamiento.

Mientras los sofistas eran, de frente a los problemas morales, en


sentido general, relativistas o escépticos, Sócrates proponía un
intelectualismo moral. Los primeros, muy cultos por haber viajado y
conocido numerosas culturas, eran bastante duros en sus críticas
hacia los que se creían en posesión de la verdad absoluta, y
proponían el carácter relativo y convencional de las leyes y las
normas morales en la mayoría de los casos; otros, dentro del mismo
grupo de sofistas, como Gorgias, por ejemplo, sostenían la
incapacidad del entendimiento humano para llegar a conocer alguna
verdad y consecuentemente qué era bueno o qué era justo en
esencia, tampoco era cognoscible para el hombre. Es a los que
sostienen este tipo de ideas a los que se conoce como escépticos
morales (Morla, 2013).

Sócrates, por su parte, entendía que se podía llegar a conocer la


verdad, y que el método para llegar a ella era el diálogo, o mayéutica.
Mayéutica significa ‘parir’, pues Sócrates estaba seguro de que
haciendo las preguntas adecuadas, se podía llegar a dar a luz las
respuestas correctas. A través de este tipo de diálogo, según el
filósofo, podríamos llegar a conocer qué es lo bueno y qué es lo justo.
En ese sentido, propuso que la virtud –es decir, el obrar bien- era
equivalente al saber; dicho de otro modo, para Sócrates el obrar mal
o injustamente es fruto de la ignorancia (MacIntyre, 2006).

Aristóteles, posteriormente, propone la teoría del justo medio:


consiste en buscar un punto de equilibrio entre lo virtuoso y lo vicioso.
La virtud, para Aristóteles, es adquirida a través del hábito y consiste
en el dominio de la parte irracional del alma para regular las
relaciones entre los seres humanos.

Otras corrientes importantes en la Antigüedad son el hedonismo y el


estoicismo. El primero, propuesto por Aristipo de Cirene, entiende
que el fin del obrar del ser humano debe ser el placer, un placer que
se define como el equilibrio del alma y el cuerpo (Fernández, 1988).
El estoicismo, propuesto por Zenón de Citio, proponía la búsqueda
de la ataraxia (imperturbabilidad total) y la autarquía (autosuficiencia
e independecia de los azares del destino) (Morla, 2013).

Ya en el siglo XVIII, Kant hace una propuesta ética revolucionaria. En


su búsqueda de una ética diferente a las anteriores, que no fuera
empírica y a posteriori, quiere dar con una cuyos principios sean
universales, a priori y, lógicamente, válidos para todos en cualquier
tiempo y lugar. Así, propone una ética deontológica (basada en el
deber), que puede resumirse en el siguiente imperativo categórico:
“Obra solo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo
que se torne ley universal”.
Posterior a Kant, siguieron surgiendo propuestas materialistas1 como
por ejemplo, el utilitarismo, que propone como finalidad de las
acciones morales la utilidad, huyendo del dolor y en búsqueda de la
felicidad (Dieterlen, 1988).

El utilitarismo a simple vista parece ser la misma cosa que el


hedonismo de la antigüedad, sin embargo, la diferencia de aquel con
este consiste en que la felicidad en el utilitarismo no es vista desde
un punto de vista individualista, sino que se ve como un bien
colectivo.

Otra corriente ética es el existencialismo, que reivindica el papel de


la libertad y con ella la responsabilidad, quitando a Dios como base
o fundamento, y al hacerlo, se coloca a la cuestión moral como una
cuestión humana. El existencialismo considera que debemos ser
auténticos y coherentes, y no actuar de modo contrario al que
pensemos, criticando desde esta perspectiva la falsedad y la
hipocresía.

1
La propuesta ética de Kant se considera formalista porque el imperativo categórico que propone no
depende de ningún ente material directamente, sino del deber mismo del sujeto; las que sí dependen
de cualquier ente material, son considerada materialistas. Esta distinción se debe a Max Scheller (El
formalismo en la ética y la ética material de los valores).
Bibliografía
Heidegger, M. (1997). Ser y tiempo. (J. E. Rivera, Trad.) Santiago de Chile: Editorial
Universitaria.

Heidegger, M. (2008). Ontología: Hermenéutica de la facticidad. Madrid: Alianza Editorial.

Cabanchik, S. (2000). Introducciones a la filosofía. Barcelona: Gedisa.

Ibáñez, J. M. (2007). Introducción a la antropología filosófica. Pamplona: Eunsa.

Hamann, B. (1992). Antropología pedagógica. Introducción a sus teorías, modelos y


estructuras. Barcelona: Quintana.

Ortega y Gasset, J. (1965). El mito del hombre allende la técnica. Revista de Occidente, 619.

Torres, Z. (2014). Introducción a la ética. México: Grupo editorial Patria.

Bunge, M. (1995). Ética, ciencia y técnica. Buenos Aires: Sudamericana.

Morla, R. (2013). Las raices del pensamiento occidental. Repúbica Dominicana: Editorial
Valdez.

MacIntyre, A. (2006). Historia de la ética. Buenos Aires: Paidós.

Fernández, M. (1988). Epicuro y su Jardín. En V. Camps, Historia de la ética I. de los griegos al


Renacimiento (págs. 248-281). Barcelona: Crítica.

Dieterlen, P. (1988). La ética de J.S. Mill. En M. Platts, La ética a través de su historia (págs.
101-118). México: UNAM.

Scheller, M. (2003). El formalismo en la ética y la ética material de los valores. Barcelona:


Crítica.

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