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La risa de Epicuro
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Epicuro (341-270a.C.)
según Eplcteto,
Conversaclones,
Slglo I d.C.
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La risa de Epicuro
lvlarchand, Yan
La risa de Epicuro / Yan Marchand ; ilustrador Jéremi Fischer ;
traductora Ana Doblado. - Editor CésarAlberto Cardozo Tovar. - Bogotá Contado por
: Panamericana Editorial, 2014.
64 p. : 21 cm.
Yan Marchand
Título original: Le rire d'Épicure.
tsBN 978-958-30-441 6-8
1. Epicuro, 341-270 a. de J. C. - Crítica e interpretación 2. Epicuro,
Ilustrado por
- Pensamiento filosófico 3. Niños y filosofía
341-270 a. de J. C.
4. Epicurcismo 5. Filosofía - Enseñanza l. Fischer, Jéremie, il. ll. Doblado,
Jérémie Fischer
Ana, tr. lll. Cardozo Tovar, CésarA., ed. lV. Tít.
187 cd 21 ed.
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Primera reimpresión, febrero de 2016
Primera edición en Panamericana Editorial Ltda.,
Editor
Panamericana Editorial Ltda.
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abril de 2014 Edición \r1y.'-,
@2012 Les petits Platons CésarA. Cardozo Tovar \,-\-- ¡lrf
Publicado originalmente con el título: Le rlre Traducción \É\,{.
0 Eprcure Ana Doblado
@ 2014 Panamericana Editorial Ltda. Concepción gráfica áf.-.n'¿ a
Calle 12 No. 34-30, Tel.: (57 1) 3649000 Yohanna Nguyen \.f\'f-
Fax: (57 1) 2373805
vvww. panamericanaeditorial.com
Bogotá D. C., Colombia
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A los dioses se les llama bienaventurados porque
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sus días transcurren en interminables banquetes. Sus
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*' platos están llenos de ambrosía y sus copas rebosan
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de néctar. Relucientes vestidos cubren sus hermosos
cuerpos inmortales. Cuando no están bebiendo ni
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comiendo, permanecen tumbados en mullidas literas
escuchando música. EI resto del tiempo, conversan
unos con otros con delicadeza e inteligencia en el
griego más puro, o recorren el mundo para ejercer
un poder ilimitado sobre los hombres.
¡Ah! La dulce visión de la felicidad! iQué mortal
no soñaría con tocar, aunque fuera con la punta
del dedo, este Olimpo de suelos de mármol y techo
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estrelladoi iQuién no querría unirse a ellosi
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Aporo
É1 hará desaparecer en todos los humanos el temor a
Ios dioses.
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Nadie ignora que en el umbral del Olimpo
hay colocados dos toneles, uno lleno de desgracias, el
Pero Zeus y Hera callan cuando ven a Apolo, dios otro lleno de alegrías, y que soy yo quien vuelca
de los adivinos y de los oráculos, entrar al palacio f
su contenido sobre la cabeza de los hombres como
con gesto de preocupación. {
me plazca.
Zrus
iQué ocurre, ApoloT iTraes una cara muy seria!
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Apolo t
Acabo de escuchar la voz del destino: se terminó
el tiempo de las disputas y también de las bromas,
porque se acerca nuestro fin.
Hrne
iAcaso vuelven los TitanesT .,ffiffi,Éexe"
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Aporo
Dentro de algún tiempo, nuestro opositor dirá
que tu historia de los toneles no está mal para
los niños. Afirmará que si nosotros fuéramos los
bienaventurados, solo conoceríamos el placer y, por
tanto, no tendríamos preocupación alguna. Y si no
\ tuviéramos preocupaciones, no intervendríamos
en las guerras, flo nos pelearíamos por saber si
hay que deiar con vida a Aquiles o a Héctor...y tú,
Zeus, si de verdad fueras un dios bienaventurado,
nunca te pondrías furioso con una ciudad, pues eso
quiere decir que algo te ha resultado desagradable,
) y si sientes desagrado, no eres realmente un
bienaventurado, y quizá ni siquiera seas... un
verdadero dios.
Aporo
¡Oh! Zeus, yo conozco lo que fue y lo que será.
Puedo asegurarte que dentro de tres mil años
nosotros no seremos más que mitos inofensivos.
\rtd Nadie te hará caso cuando truenes.
Zrus
iY dices que el niño ya ha nacidoT Entonces voy a
convocar a Hades para que Io haga perecer. iQué
lo ahogue o que eche escorpiones en su cuna! iY
asunto arreglado !
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Por la noche, cuando se mete entre sus mantas de
\ lana, su madre le cuenta historias terribles: de dioses
J y de héroes, Hera abatida por su hijo Ares, Medea
que envenena a sus hif os y Heracles que asesina a sus
\ vástagos... "iDa gracias a los dioses por haberte dejado
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iQué falta de piedad! iQué estalle la guerra en Samos!
iQué las ruinas se bañen en la sangre del crepúsculo !
iQué la casa de Neocles y Queréstrates sea destruida
y sus bienes confiscados! iYa veremos si soy un dios
ridículo ! Estoy seguro de que Epicuro solo confiará en
el bronce y no tendrá oios más que para su maestro de
armas, pues su corazón estará ebrio de venganza.
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obedecer !
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"ilo ves, mamá? La naturaleza no es más que La madre, impactada por Io que acaba de oír,
eso: motas de polvo en el vacío, que a fuerza de responde:
aglutinarse forman las estatuas, los caballos, el -Hiio mío, creo profundamente que tu impiedad
fuego, pero también, lejos de nuestra vista y de la nos ha valido Ia ruina de Samos. Frecuentando a
de tus dioses, otros mundos. Así pues, la Tierra y el Nausífanes, vas a atraer nuevas desgracias sobre
Caos no engendraron nada. Al principio, los átomos nuestra casa, por eso, te pido que te marches.
formaron coniuntos, lianas, monstruos, mares, unos Al alba, Epicuro deja su casa. Desde la puerta
frágiles, otros sóIidos, y todos acabaron disgregándose Neocles mira a su hiio. En Ia sala, sus hermanos
y recomponiéndose en otra parte, con otra forma. se han puesto a llorar. Queréstrates, sentada en
i En el futuro habrá otros seres vivos y otros mundos ! su cama, se acuerda del pequeño que iba tras ella
Zeus no es el cielo, Posidón no es el mar: no hay recitando oraciones...
más que moticas de polvo, a las que Nausífanes, aquí
presente, y Demócrito antes que é1, Ilaman 'átomos"'. )
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EI tiempo pasa. Tanto en el Olimpo como en
Colbfón ya no se habla de Epicuro. Nadie sabe dónde
ü reside ahora ni qué hace.
Pero un buen día Hermes, sobrevolando la ciudad
de Mitilene, se queda sorprendido al no ver el humo
de las piras de sacrificios ni escuchar ningún rezo...
ilos templos están vacíos ! Hermes decide explorar
la ciudad tomando la forma de un noble caballero.
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/ Al cruzarse con un adivino que está mendigando, le
pregunta:
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J4 -Tu ciudad no es muy piadosa, amigo, iqué
ocurre? sus templos sin embargo son muy hermosos.
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Aunque solo fuera por buscar en ellos algo de fresco,
deberían estar más frecuentados.
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Zeus
Hermes, pídele a Peito, la diosa de la persuasión,
que te acompañe. Encontrarás algún argumento
para desconcertar a Epicuro y ponerlo en ridículo en
público. iAcaba con su reputación!
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HEnurs
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Zeus, mira lo que te traigo: cartas a Meneceo,
Pitocles, Heródoto, Hermarco, y a muchos más:
Idomeneo, Polieno, Temista, Leontion y Metrodoro...
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nombres de ricos, de pobres, iy aun de mujeres y
de esclavos ! Las encontré en todas partes: Samos,
Mitilene, Lámpsaco, Atenas. ilncluso algunas
llegan del otro lado del mar! iTodas las cartas están
firmadas por la mano de Epicuro !
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Posidón, ino te había pedido que enviaras a ese
\ alborotador a tus abismosT
PosroóN
:( Arrastré la embarcación a mis profundidades.
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Epicuro se debatió para subir a la superficie y se
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agarró a un madero, pero yo 1o lancé contra las
rocas. iDebería estar muerto!
Zrus
iEstoy harto de ustedes ! iTan difícil es atormentar
a un mortalT iHermes, dime dónde se encuentra
el miserable de Epicuro ! Yo personalmente 1o
convertiré en cerdo.
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Hermes llevó a los olímpicos hasta el cielo de
Atenas. En los alrededores de la ciudad hay un lugar
muy hermoso y tranquilo, al que llaman el Jardín.
Allí crecen bayas y nueces. Fluye un agua pura. Entre
los cantos de los páf aros, los dioses escuchan voces. {. {
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Zeus agudiza el oído: ríen porque no hablan ni de /¡ {,-
la muerte ni de los dioses. Simplemente evocan el 'l
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placer de vivir, aquí, en el presente, sin añorar el
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pasado y sin esperar nada del futuro.
Zrus
iPero si nos están imitando! iQué arrogancia!
iDeméter, diosa de las cosechas, haz que esta tierra \..-.--i*
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Los dioses esperan. Pero las risas no cesan. Un
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poco de agua regociia a los compañeros de Epicuro.
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Zeus se ve obligado a suspender la hambruna,
\ porque los piadosos atenienses empiezan a morir,
mientras que los impíos aguantan su suerte sin un
lamento.
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*1 La fiesta está en su apogeo. Euterpe y Terpsícore,
musas de Ia música y de Ia danza, representan eI
espectáculo más deslumbrante imaginable; Erato,
musa de la poesía, recita versos para los enamorados.
Epicuro canta, ríe y bebe. Pero de pronto deia su
copa y calla. Les pide a sus discípulos que Io imiten.
Furioso , Zeus se levanta de su asiento:
§ -iCómo7 iRechazan nuestros regalosT iQué
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modales son esosT
-Perdónanos -dice Epicuro-, pero no tenemos
Ias mismas costumbres que tú. Nosotros pensamos
que la opulencia puede ofrecer placeres que no
hay que ignorar, pero que el exceso será causa de
dolor. Por eso, iparemos ahora! Aprovechemos que
tenemos el estómago lleno, la garganta hidratada,
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una ropa cálida sobre los hombros y amigos con los
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que charlar un rato.
Los ricos viajeros, asombrados, se miran unos a
otros.
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Zeus se levanta discretamente y se aleja del El plan se desarrolla a las mil maravillas. La bella
banquete. Bajo los pálidos rayos de la luna, Ie pide a Afrodita subyuga a Metrodoro y luego, en mitad de
Afrodita que se una a ellos. Tiene en mente un plan la noche, empieza a seducir a Epicuro. Pero este Ia
terrible. rechaza;
-Lo siento en el alma, querida amiga -dice
Zrvs Epicuro-, el sabio no se casa y no mantiene
Afrodita, habrás notado que nuestro Epicuro tiene relaciones con nadie; más aún cuando veo a
una gran amistad con ese chico, Metrodoro. Cuando Metrodoro, ahí, mirarme con una fiebre que me
tus rizos negros, tu piel de alabastro y tus dientes asusta. ¡Eh! Metrodoro, iqué temes? iAcaso no soy
como perlas lo hayan seducido, irás a enamorar a tu amigo? Si abrazar a esta muier me aleja de ti o
Epicuro. Sé bien que los corazones celosos no saben de cualquier otro miembro del Jardín, renuncio a
de amistades. iSe pelearán, estoy seguro! este fútil placer para entregarme al mayor placer
que existe: la amistad. iEs a ustedes, amigos míos, a
quienes yo amo con devoción !
Afrodita se marcha corriendo, con el rostro
cubierto de lágrimas. iEs la primera vez que alguien
la rechazd, y para colmo es un mortal!
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AI llegar ante Zeus, Afrodita patea y grita. Para
vengarse, invita a una vieja cómplice al banquete: la
tu terrible Eris, diosa de la discordia. En su presencia,
no hay fiesta que no acabe en desastre.
Cuando Eris entra en el Jardín disfrazada de
cortesana, destaca por su conversación, fascina a los
hombres y deslumbra a las muieres. Cuando todo
el mundo empieza a confiar en ella, se acerca a una
epicúrea llamada Temista para susurrarle al oído que
una cierta Leontion ha hablado muy mal de ella.
-iQué alegría! , iré a darle las gracias -responde
Temista.
-lDarle las graciasT -se sorprende Ia discordia-.
Pero bueno, idefiende tu honor!
-No, ella lo dijo para hacerme mejor persona.
-También dice que tu patria no engendra más que
débiles, eso es una grave ofensa...
-Entonces buscaré una forma de hablar adecuada
para Leontion. Debes saber que los habitantes del
Jardín no son de Lámpsaco, Atenas, Licia o de pueblos
hiperbóreos: todos se consideran del mismo mundo.
Es ya un buen punto de partida para entenderse.
A Ia discordia la devora la rabia, pero no le faltan 'l
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ideas: un poco antes del alba, se acerca a Metrodoro rl
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robado. Hay que respetar las reglas comunes: es por !
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Eris ya no sabe qué decir. Entonces se inmiscuye I
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Los dioses no pueden creer Io que ven.
Hastiado de toda esta alegría, Zeus Ie pide a Apolo
que fulmine a Metrodoro, al que Epicuro considera
como su hijo. Alcanzado por una flecha invisible, el
ioven se desploma. AI ver una sombra de tristeza en
los oios del sabio, Zeus se acerca para murmurarle:
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-iLa muerte de este joven es una advertencia!
-iUna advertenciai iVana idea! Metrodoro ha
muerto, eso es todo -dice Epicuro reponiéndose-.
Ningún mortal engendra frutos inmortales.
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- ¡Si te obstinas, tú también morirás ! -truena
Zeus.
-No temo a la muerte, porque antes de llegar no
está aquí, y cuando llegue, seré yo el que ya no esté.
I
-Pero morir no es 1o peor -contraataca el jefe del
Olimpo-, icorres el peligro de ir a lps infiernos! En
este momento, apuesto algo a que tu Metrodoro está
ahí sufriendo dolores insoportables.
-Hades es insignificante. Allí donde está
Metrodoro, Metrodoro ya no está. Su materia se ha
desvanecido en una noche de átomos. Se convertirá
un poco en árbol, un poco en tierra, en cielo, en
parte de un insecto.
El alba llega mientras conversan.
-Amigo mío -dice Epicuro-, €h vez de delirar,
ven a compartir conmigo las meditaciones matinales,
Aligera tu corazón de todas esas supersticiones.
Zeus, colérico, se pone en pie y ordena a
la caravana de comerciantes que levante el
campamento.
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Cuando la pequeña comitiva de dioses se acerca lt
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La enfermedad cae desde el Olimpo y envuelve al
sabio. Se ensaña con é1 y lo tortura durante días y
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noches sin conseguir que suelte ni un gemido, pues 1 s'
incluso en la cima del dolor rememora el placer del
que ha disfrutado. Simplemente pide que le escriban
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a su madre que es su estómáBo, tan frágil desde su
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infancia, el que Io ha vencido, iy no los dioses!
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Apolo
Te esfuerzas en vano , Zeus. Cuando seas viejo y los Dioses más coléricos que nosotros ocuparán nuestro
hombres te llamen Júpiter, llegarás a sepultar Ia lugar, pero de ahora en adelante nada impedirá a los
ciudad de Herculano bajo la lava del Vesubio para mortales creer que somos fenómenos naturales y que
destruir una simple biblioteca. Golpearás igualmente Ia iusticia divina es débil en relación con las leyes de
la ciudad de Enoanda porque un hombre llamado las ciudades. El destino mismo se convertirá en un
Diógenes habrá grabado los pensamientos de Epicuro polvo dominado por la voluntad humana. Mientras
en un inmenso muro. Sin embargo, todos los libros haya dioses, habrá epicúreos para vivir sin ellos.
que abrasarás, todas las piedras que harás robar las
hallarán apenas unos miles de años más tarde.
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