Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Actualidad
Suena el despertador. Empiezas el día revisando las noticias en tu teléfono inteligente, conectado
a la wifi de tu casa. En el transporte público camino al trabajo aprovechas para consultar tus redes
sociales y escribir unos cuantos whatsapps, conectado a la red 4G del operador telefónico.
Ya en el trabajo, enciendes el portátil, te conectas a la red interna y empiezas con tus actividades
diarias. Acabas la jornada laboral, tu pulsera inteligente te dice que hay que hacer algo de
ejercicio, así que usas un servicio de bicicleta compartida para volver a casa, donde pides comida a
domicilio y ves un par de episodios de esa serie de Netflix a la que estás enganchado.
Seguro que todos nos sentimos identificados con esta rutina diaria. De hecho en el mundo hay
actualmente más de 3.500 millones de teléfonos inteligentes y 22.000 millones de dispositivos
conectados a Internet, y todo parece indicar que esas cantidades se duplicarán durante esta
década, en parte gracias a nuevas tecnologías como el 5G. Todo estará conectado a Internet,
intercambiando información que será almacenada y procesada en grandes centros de datos.
El uso de prácticamente cualquier bien de consumo, como los productos o servicios tecnológicos,
tiene algún tipo de impacto sobre el medio ambiente. Si tuviéramos que clasificar diferentes
ejemplos de contaminación tecnológica según los riesgos asociados, podríamos hablar de aquellos
derivados de la fabricación de productos tecnológicos, del uso de los mismos y de su disposición
final cuando terminan su vida útil.
La industria minera es la principal proveedora de las materias primas metálicas necesarias para la
fabricación de aparatos electrónicos. Extraer materias primas y refinarlas es una actividad con un
impacto ambiental y paisajístico muy grande. Para complicar la situación, gran parte de las minas
están situadas en países en vías de desarrollo, sobre todo en el continente africano, muchas de
ellas en estados fallidos, con gobernantes corruptos y legislaciones medioambientales cuanto
menos relajadas.
Entre las materias primas más deseadas destaca especialmente el coltán, denominado “oro
negro”, un metal que contiene tantalio, un elemento químico con características idóneas para la
fabricación de componentes electrónicos de pequeño tamaño, ideales para nuestros teléfonos
móviles. La mayor parte de este material procede de Ruanda y la República Democrática del
Congo, donde muchas minas son propiedad de grupos armados que emplean a trabajadores en
condiciones lamentables. Instituciones internacionales como UNICEF denuncian que hay más de
40.000 menores trabajando en estas minas. Violaciones de los derechos humanos se unen, en este
caso, al impacto ambiental ocasionado por el desarrollo de la tecnología, mediante una actividad
minera que no cumple con las normas básicas de prevención, seguridad y respeto al
medioambiente.
A medida que aumenta el volumen de datos, crece el número de centros de datos para
almacenarlos. Estas instalaciones necesitan electricidad para mantener los servidores, sistemas de
almacenamiento, dispositivos de redes y también los sistemas de refrigeración. El consumo es tan
elevado, un 2% de la producción eléctrica mundial, lo que provoca que las emisiones de gases de
efecto invernadero de los data centers sea similar al de las aerolíneas.
Grandes empresas como Google, Microsoft o Amazon trabajan para mitigar la contaminación
ambiental de sus nuevas tecnologías, buscando reducir el consumo energético de sus centros de
datos, optimizando los sistemas y los algoritmos y también ubicando muchos de ellos en zonas de
bajas temperaturas, donde es más sencillo refrigerar los servidores sin consumir energía.
En la actualidad casi cualquier dispositivo tecnológico se reemplaza mucho antes de llegar al final
de su vida útil. Algunas prácticas deshonestas por parte de la industria, como la obsolescencia
programada, suponen uno de los ejemplos más claros de contaminación tecnológica, de manera
que reducen de forma consciente la vida media de un aparato electrónico para forzar al
consumidor a comprar uno nuevo.
Pero, como hemos visto antes, todos estos aparatos contienen metales y compuestos químicos
que, si no son tratados correctamente, pueden provocar contaminación tecnológica con
consecuencias para el medioambiente.
Foto de K I L I A N 📷 en Unsplash
La solución a este tipo de polución pasa por la reutilización y el reciclaje. Mediante la reutilización,
los aparatos eléctricos y electrónicos pueden tener una segunda vida, lo que extiende su vida útil,
y mediante el reciclaje se evita la extracción de materias primas de las minas, evitando que acaben
dañando nuestro entorno o exportados a vertederos del tercer mundo, en los que recicladores
informales trabajan en condiciones insalubres.
Compartir
Guardar
Compartir27
Entradas relacionadas