VI
La imagen en las nubes
A veces vemos una nube que es dragénica,
sun vapor a veces como un oso 0 un leén,
tuna ciudadela torreada, una roca pendiente,
una montata bifida, 0 un promontorio azul
con drboles que cabecean hacia el mundo
‘y burlan com aire nuestros ojos.
Shakespeare, Antonio y Cleopatra
visto como este cédigo estaba adaptado a la especie de sefiales que se espera-
ba que el arte transmitiera. Es hora que volvamos al extremo de la linea don-
de se ejecuta la descodificacién, al modo como aprendemos a leer lo que Winston
Churchill Ilamaba el «criptograma» en la tela.
El comentario que més ahonda en este aspecto se encuentra en la obra de un.
escritor antiguo que penetré en la naturaleza de la mimesis mucho mas adentro que
Platén o Aristételes. Proviene de aquel curioso y conmovedor documento del page-
nismo declinante, la vida de Apolonio de Tiana por Filostrato. Apolonio era un
sabio pitagérico que vivié en la época de Cristo y viajé por el mundo predicando lz
sabiduria y haciendo milagros, Su bidgrafo cuenta como viajando llegé a la India.
donde él y su fiel discfpulo admiraron ciertos relieves de metal en estilo griego
hechos en la época de Alejandro Magno. Mientras esperaban a que el rey les dieca
audiencia, el filésofo interrogé a su compafiero Damis en el mejor estilo socratico:
«Dime, Damis, jexiste algo que sea pintura?» «Claro que si, dice Damis. «:Y en qué
consiste este arte?» «Pues», dice Damis, «en mezclar colores.» «;¥ por qué lo hacen?»
«Para lograr la imitacién, para sacar el parecido de un perro o un caballo 0 un hom
bre, un barco, o cualquier otra cosa bajo el sol.» «Entonces», sigue preguntands:
Apolonio, «la pintura es imitacién, mimesis?» «Bueno, ;qué, si no?», contesta
comparsa. «Si no hiciera esto seria un ridiculo juguetear con colores.» «Si», dice se
mentor, «pero, gqué me dices de las cosas que vemos en el cielo cuando las nubes
van a la deriva, de los centauros y ciervos y antilopes y lobos y caballos? Son tam-
bién obras de imitacién? ZEs acaso Dios un pintor que en sus horas de ocio se divie=
te de ese modo?» No, concuerdan los dos, aquellas formas de las nubes no tiene=
por s{ mismas significado, surgen por mero azar; somos nosotros los que estamos
inclinados por naturaleza a la imitacién y que articulamos aquellas nubes. «Pero».
ahonda Apolonio, «ino significa esto que el arte de la imitacién es doble? Que uae:
154
E I mensaje del mundo visible tiene que ser codificado por el artista. HemosLa imagen en las nubes 155
de sus aspectos es el uso de las manos y de la mente al producir imitaciones, y otro
aspecto el producir parecidos con la mente tan sdlo%» La mente del contemplador
sambién participa en la imitacién, Incluso en una pintura monocroma, o un relieve
en bronce, encontramos un parecido: lo vemos como forma y expresién. «Incluso si
dibujéramos a uno de estos indios con tiza blanca», concluye Apolonio, «pareceria
negro, porque alli estarfan su nariz achatada y sus rizos rigidos y la mand{bula pro-
minente [...] para convertir en negra su pintura para todos los que sepan usar los
ojos. Y por esta razén yo dirfa que todos los que miran obras de pintura y dibujo tie-
nen que poseer la facultad imitativa, y que nadie serfa capaz de entender el caballo 0
el toro pintado si no supiera el parecido de esas criaturas».
He citado este largo extracto porque resume el problema al que tenemos que
dirigirnos ahora: la parte nuestra, la del contemplador, en la lectura de la imagen del
artista. En un aspecto sabemos bastante mas sobre lo que Apolonio Ilamaba la
-facultad imitativay de lo que el sabio pudo creer posible. Porque hemos visto que
bajo el término de «proyecciém» esta facultad se ha convertido en el foco de interés
para toda una rama de la psicologfa. La descripcién de las imagenes que leemos en
las nubes nos recuerdan los tests psicolégicos en los que se usan manchas de tinta
simétricas para diagnosticar las reacciones del paciente. Estas manchas, empleadas en
el test de Rorschach, tienen sobre las nubes la ventaja de que las podemos repetir y
comparar las interpretaciones oftecidas por diferentes sujetos (ilustracién 72). Pero
Jo que nos importa a nosotros al considerar esos instrumentos de la psiquiatria es
que confirman la intuicién del filésofo antiguo. Lo que leemos en esas formas acci-
denvales depende de nuestra capacidad de reconocer en ellas cosas o imégenes que
‘os encontramos almacenadas en la mente. El interpretar una mancha asi como,
pongamos por caso, un murciélago 0 una mariposa, supone algtin acto de clasifica-
cién perceptiva: en el sistema archivador de mi mente lo pongo en la carpeta de las
mariposas que he visto o he sofiado.
Il
ESTA FACULTAD de proyeccién ha despertado el interés y la curiosidad de los
artistas en variados contextos. El més interesante para nosotros es el intento de usar
formas accidentales en funcién de los que llamamos «esquemas», los puntos de par-
tida del vocabulario del artista. La mancha de tinta se convierte en rival del libro de
modelos. Da la casualidad, precisamente, de que el mismo libro de modelos que co-
mentamos hacia el fin del capitulo precedente, los modelos de cielos y nubes que
vimos a Constable copiar, ejemplifica esta posibilidad dual. Aquellas permutaciones
de posibles tipos de cielo, en efecto, forman parte del extrafio libro de Alexander
Cozens titulado A New Method of Assisting the Invention in Drawing Original Com-
positions of Landscape («Nuevo método para ayudar a la inventiva a dibujar composi-
ciones de paisaje originales»). Cozens propugna alli un método que llamaba «man-
chado»: el uso de accidentales manchas de tinta para sugerir un motivo de paisaje al156 La aportacién del espectador
152. Claude Lorrain, El Tiber antes de egar a Roma,
pincel en bisce.
aficionado artista en ciernes (ilustraciones 147-149 y 151). En su época, aquel
método fue copiosamente ridiculizado; Paul Oppé, en su reciente y definitiva bio-
grafia del artista, se ha crefdo incluso obligado a defenderlo de la acusacién de que
confiaba en el mero accidente. El prefacio de Cozens muestra un mejor entendi-
miento psicoldgico de lo que viene implicado en la invencién de formas. Su método
se presenta como un desaffo deliberado a las maneras tradicionales de ensefiar el
arte.La imagen en las nubes 157
«No puede dudarse de que se gasta dema-
siado tiempo en copiar las obras de otros, lo
cual tiende a debilicar la facultad de inventiva;
no tengo escriipulos en afirmar que posible-
mente se emplee demasiado tiempo en copiar
los paisajes de la propia naturaleza.
»Yo lamentaba la falta de un método
mecdnico suficientemente expeditivo [...]
para extraer ideas de una mente ingeniosa
apta para el arte de disefiar.
»Esbozar [...] es transferir ideas de la men-
re al papel [...] manchar es producir marcas
variadas [...] engendrando formas accidenta-
les [...] de las cuales se presentan ideas a la
mente, [...] Esbozar es delinear ideas; el man-
chado las sugiere.»
Puede ser que se dé un enlace histérico 153, Justinus Kernee,
entre la moda iniciada por Cozens y el instru- de Klelsgraphien, 1857.
mento de diagnéstico desarrollado por Rorschach
alrededor de 150 afios més tarde. El eslabén que falta en la cadena podria darlo el poeta
roméntico alemdn Justinus Kerner (ilustracién 153), que usaba manchas de tinta en
papel doblado para caldear su propia imaginacién y la de sus amigos, y que escribié
algunos poemas sobre las fantésticas apariciones que aquellos productos le sugerfan.
Kerner era un espiritualista y vefa sobre todo fantasmas en sus simétricas manchas de
tinta. Para Cozens el manchado era un método destinado a sugerir motivos de paisaje.
El contraste apunta al principio de seleccién que operaba en cada caso, a lo que se des-
ctibe como disposicién mental. Ya hemos encontrado antes esta nocién. Comprende las
actitudes y las expectativas que influirén en nuestras percepciones y que nos predispo-
nen para ver, u off, una cosa antes que otra. El psiquiatra que usa el test de Rorschach
cuidaré de no influir sobre la disposicién mental de su paciente, aunque se ha puesto en
duda si esto es alguna vez completamente posible. Cozens, por el contratio, se diige a
mentes ya orientadas. Sus discipulos tienen que usar las manchas para encontrar ideas
de pintura de paisaje, y por consiguiente son motivos de paisaje lo que encontrarén en
elas. Si a alguien se le presenta una plancha como la ilustracién 147 diciéndole que
representa una muestra de antracita, muy posiblemente no tendrd nada que objetar
Pero tal vez seguimos simplificando al decir que los discfpulos de Cozens estaban
adiestrados a ver paisajes en sus manchas. Lo que vefan, y querfan ver, eran pinturas.
de paisaje, Eran hombres y mujeres del siglo XVIII, educados en la admiracién por
los esbozos de Claude (ilustraciones 150 y 152). Aquellos esbozos seftalaban la nor-
ma de los ideales pintorescos, y era aquello lo que querian emular. Un lenguaje de
formas estaba presto para proyectarlo en las manchas de tinta, y lo que deseaban
eran nuevas combinaciones y variaciones de aquellas ideas, y no un vocabulario
enteramente ntievo.