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Marx y la Política.
Este aspecto de la teoría social y política de Marx ha sido retomado con mayor
rigor y profundidad por la moderna teoría de conflictos como una de sus columnas
fundamentales.
En segundo lugar, la concepción general del Estado en Marx está inscrita en otro
aspecto comprendido en su teoría de la sociedad como totalidad orgánicamente
estructurada. Para Marx, la sociedad es un todo diferenciado y al mismo tiempo
integrado en estructuras sociales fundamentales. Infraestructura y superestructura
son dos maneras metafóricas y simplificadas de designar lo económico-material,
lo jurídico-político y lo ideológico. Lo económico-material corresponde al nivel de
la infraestructura o base de la sociedad, y lo jurídico-político con lo ideológico
corresponden al nivel de la superestructura. El lugar del Estado en este edificio
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De hecho, las dos grandes tradiciones que dominaron el marxismo europeo durante la primera
mitad del siglo XX (el marxismo de la III Internacional liderada por Lenin y Trotsky, y el marxismo
de la II Internacional o socialdemocracia liderada por Kautsky y Berstein), tuvo en el tema de la
violencia y la toma del poder político, uno de sus referentes centrales de demarcación política e
ideológica. En Colombia, se sienten los ecos de esta demarcación, pero sólo como eco y algo
tardíamente (renovado con las experiencias de las revoluciones china y cubana), en los años 60s y
70s, ya que durante estas dos décadas el criterio determinante entre una izquierda "revolucionaria"
y una izquierda "reformista", fue el de la aceptación o no de la violencia como estrategia para la
toma del poder político.
conceptual, está en la superestructura, y más precisamente abarca el ámbito de lo
jurídico-político. En la teoría general de Marx, existe una relación estrecha,
conjugada y dialéctica, entre estos diferentes niveles de la sociedad. De esta
manera, el factor determinante de la estructura social globalmente considerada,
es la infraestructura o nivel económico-material; se trata de una determinación no
mecánica ni directa, sino de una determinancia establecida a través de múltiples
mediaciones y sólo en última instancia, tal como fue entendido luego por el debate
marxista de los años sesenta y setenta. Esta concepción global de la sociedad le
permitió a Marx establecer, por un lado, la relativa autonomía entre sus diferentes
niveles constitutivos, y por otro, la comprensión estructural y de última instancia
de los fenómenos superestructurales en concordancia con los movimientos y
transformaciones producidos en lo económico-material. Bajo el entendido, cabe
insistir, de que tales cambios superestructurales tienen un desarrollo autónomo
relativo, y en esa medida inciden también sobre los movimientos de la
infraestructura de la sociedad 2.
Para Karl Marx no hay Estado sin sociedad, aun si históricamente ha existido, y
utópicamente concebido, una sociedad sin Estado. En la perspectiva teórica de
Marx, sería más adecuado decir, en sentido estricto, que no hay Estado sin
sociedad …de clases. En la concepción de Marx, el Estado es concebido
enraizado histórica y socialmente. Es esta perspectiva amplia del Estado, la que,
paradójicamente, le permite a Marx establecer una concepción esencialista del
mismo. Contra la tradición del pensamiento político dominante en Occidente, que
definía al Estado a partir de la doble pregunta acerca de cómo se ejerce el poder
y cuántos lo ejercen, la pregunta esencial de Marx es quién ejerce el poder
político, es decir, qué clase social lo ejerce. En otros términos: mientras la
pregunta de los primeros es por la forma de gobierno y por el número de los
gobernantes, la pregunta de Marx es por el sujeto social o la clase social que
ejerce el gobierno. La pregunta por la forma y por el número, Marx la remitía al
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Esta característica del poder político ha sido subrayada, junto con la de exclusividad y
universalidad, por Norberto Bobbio (cfr. Norberto Bobbio y Nicola Matteuci. Diccionario de Política.
Siglo XXI, 1986). La inclusividad como característica del Estado no debe confundirse con la
estatización de la sociedad ni mucho menos con los "aparatos ideológicos" del Estado del tipo de
Althuser. Se refiere, en sentido estricto, a la capacidad de regulación e institucionalización del
conjunto de las relaciones sociales no estatales por parte del Estado, a través de un marco estatal
imperativo de orden jurídico o político propiamente tal.
carácter del régimen político, el cual podía cambiar indistintamente sin que con
dicha variación, cambiara también, necesariamente, el Estado. El Estado se
define, ante todo, por la naturaleza social e histórica de la clase dominante,
independientemente de la forma política que adopte. Por ello, para Marx todo
Estado es, en esencia, la dictadura de una clase sobre otra o sobre otras clases.
Dictadura, en la perspectiva de Marx, no significa régimen político, o, para decirlo
en otros términos, no se refiere a la forma política del Estado, sino, a su esencia
misma, como dictadura social.
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No es del caso dilucidar aquí si hay un ordenamiento lineal o evolucionista en la perspectiva
histórica de Marx, tal como lo sugiere la lectura staliniana de dicha perspectiva.
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En la mayoría de los casos, de la crítica a la insuficiencia se pasa directamente a la
inconveniencia.
Por otra parte, a diferencia de la tradición de la filosofía política de Occidente, que
caracteriza al Estado según criterios morales o praxeológicos, la perspectiva de
Marx acerca del Estado se ubica dentro de la concepción realista de la política.
Para Marx, en el terreno del deber ser, la pregunta no es, como dijimos arriba,
acerca del mejor Estado, sino, acerca de la mejor sociedad, como sociedad sin
Estado. De ahí que su interés no radique en si esta o aquella es la mejor forma de
gobierno o de Estado, preocupación central desde Platón hasta Hegel, pues todas
ellas son formas de dominación y de dictadura, sino cuál es la racionalidad
histórico-social de todas esas formas de dominación como formas estatales. En
otros términos, la pregunta no es por el deber ser de la política, sino por el ser real
de la política; no cómo debería ser organizado de la mejor forma el Estado, sino
cómo es realmente el Estado y a qué intereses histórico sociales corresponde.
Utopía y Política.
Sin embargo, ¿es suficiente? Para algunos intérpretes de Marx lo es. Incluso los
críticos ven en este pasaje del Manifiesto una concepción determinista histórica,
estructuralista, economicista o tecnologista de la transformación revolucionaria
moderna. Según estos mismos intérpretes y críticos la utopía comunista queda
amarrada al creciente desarrollo de las fuerzas productivas, las que por sí
mismas, en su despliegue incesante, darían al traste con la camisa de fuerza de
las relaciones burguesas de producción.
Una lectura más cuidadosa, sin embargo, podría despejar los equívocos. En
efecto, se pregunta Marx, ¿cómo vence esta crisis la burguesía?. Y responde:
"De una parte, con la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas;
de otra, con la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los
antiguos. ¿De qué modo lo hace, pues? Preparando crisis más extensas y más
violentas y disminuyendo los medios de prevenirlas". Lo que aquí en este pasaje
conciso muestra Marx es que crisis burguesa, entendida en el sentido indicado,
esto es, como contradicción entre desarrollo de las fuerzas productivas y
relaciones sociales de producción burguesas, no conduce necesariamente a crisis
revolucionaria o al colapsamiento mismo de la sociedad burguesa. Lo que aquí
cabe subrayar, por consiguiente, es que el colapsamiento de la sociedad
burguesa solo aparece como posibilidad, y no como realidad necesaria e
irreversible. Nada de fatalismo histórico, por consiguiente, nada de historia sin
sujeto.
Hace 60 años un marxista posterior a Marx, condensaba esta predicción con una
fórmula lapidaria: la crisis de la humanidad es, en síntesis, una crisis de dirección
revolucionaria11. Crisis de dirección revolucionaria entendida ante todo como crisis
de la política para hacer posible la utopía. La superación de esta crisis en la
contemporaneidad pasará, seguramente, por reconsiderar por lo menos dos
aspectos fundamentales de la utopía del Manifiesto: por un lado, la ampliación
del espectro mismo de la utopía comunista, y por el otro, la redefinición del propio
sujeto de la acción política, esto es, del protagonista de la transformación
revolucionaria.
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Me refiero a la doble experiencia frustrada del "socialismo real" en Oriente y de la
Socialdemocracia en Occidente.
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León Trotsky. "Noventa Años del Manifiesto Comunista". En: Obras de León Trotsky. Tomo 15.
Juan Pablos Editor. México, 1973.