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Aquellos que son egoístas, irritables, imperiosos, groseros y ásperos, y que no tienen
mucha consideración para con los sentimientos ajenos, nunca deberían ser
empleados como maestros. Tendrían una influencia desastrosa sobre sus alumnos,
amoldándolos según su propio carácter y perpetuando así el mal. Las personas de
este genio harán un esfuerzo para quebrantar la voluntad de un niño, si se muestra
ingobernable; pero Cristo no ha autorizado semejante manera de tratar a los que
yerran. Mediante la sabiduría celestial, la mansedumbre y humildad de corazón, los
maestros pueden ser capaces de dirigir la voluntad y guiar a sus alumnos en el camino
de la obediencia; pero nadie se imagine que con amenazas podrá ganar sus afectos.
Tenemos que trabajar como Cristo. Consejo sobre la obra de escuela sabática.