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ISSN 2362-535X

Francisco García Bazán


Leandro Pinkler
Diego Gerzovich
Paola Druille
José María Nieva
Graciela Ritacco de Gayoso
Juan Bautista García Bazán
Viviana Suñol
Juan Carlos Alby
Fabián Ludueña Romandini
Laura Perez
Emmanuel Taub
Cristina Marta Simeone
Hanna Chodowiec de Chelmicki
Hernán Scholten
Valentín Romero

Año III – N° 4 – 2013


Año III – N° 4 – 2013
EL PODER PASTORAL EN LA OBRA DE MICHEL FOUCAULT

Hernán Scholten
(UBA - Univ. Nac. del Comahue)

Resumen
En el marco de esta ponencia se busca presentar el modo en que Foucault introduce en el marco de sus análisis
la cuestión del “poder pastoral” hacia finales de la década de 1970. Este tópico retoma diversas temáticas que
este autor había indagado hasta ese momento en sus anteriores cursos y libros, a la vez que anunciar en cierto
modo los temas que abordará en producciones posteriores. En efecto, por una parte, la noción de “poder
pastoral” puede ser colocada en serie con los análisis sobre la soberanía, la disciplina, la biopolítica y el
biopoder que Foucault llevó a cabo entre 1973 y 1976. Pero, por otra parte, las clases dictadas por este autor en
febrero y marzo de 1978, introducen el problema del “gobierno” que lo conducirán hasta el Oriente antiguo. En
otras palabras, se mostrará que para Foucault, la tecnología de gobierno que se impone en Occidente a partir del
siglo XVIII no encuentra sus raíces en el modelo griego o romano, sino en la figura del pastor en la literatura
judía y cristiana. Esta perspectiva dominará el último tramo de la obra de Foucault, en los tomos II y III de su
Historia de la sexualidad.

Palabras clave: biopolítica, cristianismo, Foucault, pastor, poder.

La obra del filósofo francés Michel Foucault (1926-1984) es amplia y diversa, como puede
apreciarse en la multiplicidad de temáticas y perspectivas de análisis de sus producciones. Y
aunque esa diversidad parece resistirse a la clasificación, a un orden que permita abarcarla en
su integridad, suelen distinguirse tres momentos en la obra foucaultiana: un “período
arqueológico”, en la década de 1960, representado por textos como Historia de la locura en
la época clásica, Las palabras y las cosas y Arqueología del saber; el “período genealógico”
en la década de 1970, con obras como Vigilar y castigar e Historia de la sexualidad;
finalmente, el “período de la ética” hacia la década de 1980 con los volúmenes II y III de
Historia de la sexualidad.
A partir de esta clasificación, me interesa en este breve artículo limitarme a dar cuenta
de la coyuntura en la que surge el problema del poder pastoral en la obra de Michel Foucault.
Planteado de otra manera, ¿Qué papel cumplen esas referencias al pastorado en el marco de la
trayectoria intelectual del filósofo francés?

1. La analítica del poder foucaultiana


Planteado este objetivo, resulta pertinente señalar que no se encuentran referencias al poder
pastoral en textos previos a sus producciones genealógicas. Más precisamente, Foucault lo
menciona por primera vez en el año 1978, lo cual permite introducir al menos dos
precisiones:
1) Para ese momento, Foucault ya había publicado Vigilar y castigar (1975) –donde
bosqueja las características principales del “poder disciplinario”– y el primer volumen de
Historia de la sexualidad (1976) –cuyo último capítulo expone las tesis sobre la biopolítica y
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el biopoder 1. Esa misma temática del poder recorre muchos de los cursos que Foucault dictó
en el Collège de France entre 1973 y 1979, especialmente en La sociedad punitiva, El poder
psiquiátrico, Los anormales, “Hay que defender la sociedad”, Seguridad, territorio,
población y El nacimiento de la biopolítica.
2) Hay que tener también en cuenta que, a finales de la década de 1970, Foucault
estaba iniciando un nuevo capítulo de su analítica del poder, desplazándose de esas iniciales
referencias a la disciplina y la biopolítica hacia lo que inicialmente denominó la
“gubernamentalidad”. En efecto, en su “Clase del 1 de febrero de 1978” del curso sobre
Seguridad, territorio, población 2, Foucault analiza un amplio conjunto de textos que, hacia el
siglo XVI, dirigieron severas críticas hacia El príncipe. Para ello, bosqueja un cuadro que
enfrenta, por un lado, al poder de soberanía esbozado en el texto de Maquiavelo y, por otro
lado, a las “artes de gobernar” presentes en los textos antimaquiavelianos. Artes de gobernar
que son múltiples y remiten no sólo al ámbito del gobierno del Estado (la política), sino
también al gobierno de la familia (la economía) y el gobierno de sí mismo (la moral).
En ese momento, Foucault se interesó en mostrar, ante todo, que se trata de un
mecanismo de poder que no se ejerce sobre un territorio o sobre individuos particulares sino
que concierne a “conjuntos humanos”, “poblaciones humanas” y que se enfoca sobre la vida,
los procesos vitales de esas poblaciones. Esto lo llevará, hacia el final de esa misma clase, a
confrontar el problema del Estado, más precisamente a plantear el problema de la
“gubernamentalización del Estado” a partir del siglo XVIII. Esto muestra, otra vez, la férrea
oposición foucaultiana a ubicar en el Estado, en la conformación de los Estados nacionales
modernos, el foco del análisis histórico-político, el eje de los estudios sobre los mecanismos
del poder 3. Desde la perspectiva de Foucault, el Estado constituye, como puede apreciarse ya
desde las últimas clases de su curso de 1972-1973 sobre La sociedad punitiva, un punto de
llegada: en este caso, un ámbito de inserción de unas artes de gobernar que lo anteceden y lo
fundamentan. Y en este mismo momento es en el que se plantea que esa
“gubernamentalización” del Estado: «Nació, [en primer lugar,] a partir del modelo arcaico
que fue el de la pastoral cristiana» (p. 138).
Será entonces el problema del gobierno lo que llevará al filósofo francés, en la clase
siguiente, a bosquejar lo que sería una historia de la gubernamentalidad que le permitirá
precisar esa referencia a la pastoral. Dicho de otro modo, será al intentar precisar cuáles son
las particularidades de las artes de gobierno que se difunden en Occidente a partir de la
Modernidad que Foucault introduce la cuestión del pastor y el poder pastoral.

2. La figura del pastor en la Antigüedad


Durante las clases del 8 y 15 de febrero de 1978, acudirá entonces a un conjunto de fuentes
que le permitirá establecer una genealogía de ese poder pastoral.
En este sentido, una primera tesis, negativa, que busca demostrar, es que no se puede
encontrar en las fuentes griegas y romanas de la Edad Antigua ninguna referencia a un

1
Dentro de la vasta bibliografía dedicada a estos conceptos foucaultianos, remito a sus correspondientes
entradas en el Diccionario Foucault de Edgardo Castro.
2
Michel Foucault: Seguridad, territorio, población, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2006.
3
Esto se muestra con claridad en las referencias críticas al concepto de “Aparatos de Estado”, propuesto unos
años antes por el filósofo marxista Louis Althusser en su texto “Ideología y Aparatos Ideológicos de Estado”.

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gobierno de los hombres. En Edipo rey lo que se gobierna es la ciudad misma, y tampoco en
el Político platónico estaría presente esta idea.
Por lo tanto, las fuentes de esa concepción del gobierno deben buscarse en otra parte,
en Oriente, bajo la forma de un poder de tipo pastoral. En efecto, Foucault se encarga de
destacar los casos de las monarquías egipcias, asirias y babilónicas, donde aparecen
referencias, símbolos e incluso la denominación misma de pastor. Esta temática, plantea
Foucault: «Se desarrolló e intensificó entre los hebreos» pero adquiriendo un matiz casi
exclusivamente religioso, en tanto que se reserva casi exclusivamente a la relación de Dios
con los hombres –panorama, nuevamente, inexistente entre los griegos y romanos 4. Más
precisamente, con la excepción de David, la política y la religión responderían a esquemas,
modalidades y modelos diferentes.
Ahora bien, ¿cuáles serían las propiedades que definen a este poder pastoral según
Foucault? En el texto se señalan cuatro características fundamentales:
A. Su blanco, su objetivo, no es un territorio, una ciudad, sino que: «Por definición, se
ejerce sobre […] el rebaño en su desplazamiento, […] sobre una multiplicidad en
movimientos» (p. 154). Al dios griego intramuros se opone el Dios hebreo que hace su
aparición al abandonar la ciudad.
B. Se trata de un “poder benévolo”, pero no simplemente porque hace el bien. La
benevolencia específica de este poder pastoral es que: «No tiene otra razón de ser que hacer
el bien», busca la salvación del rebaño a través del cuidado: intenta evitar el sufrimiento, cura
las heridas y sale a la búsqueda de las ovejas extraviadas.
C. Es un poder: «Cuyo carácter es esencialmente oblativo y, en cierto modo,
transicional» (pp. 157). El buen pastor vela y vuelca su inquietud en los demás y jamás en sí
mismo.
D. Finalmente, el poder pastoral es un poder individualizador: «Hace todo por el
conjunto del rebaño, pero también lo hace por cada uno de sus integrantes». Lo cual expone
la paradoja del pastor que, como plantea Foucault, debe velar por todos y cada uno (omnes et
singulatim), y también puede abandonar o exponer al sacrificio a todo el rebaño por una sola
oveja.

3. El poder pastoral y el cristianismo


A continuación, Foucault se dedica a mostrar cómo este poder pastoral –que, como ya fue
referido, sería ajeno al pensamiento griego y romano– se introduce en el mundo occidental a
través de la Iglesia cristiana. Para ello, dedica la última parte de la “Clase del 15 de febrero de
1978” a mostrar que ella solidificó todos esos tópicos del poder pastoral en mecanismos
precisos e instituciones definidas. Para el filósofo francés, la Iglesia cristiana fue la que
realmente organizó un poder pastoral a la vez específico y autónomo, implantó sus
dispositivos dentro del Imperio Romano y desplegó, en el corazón de éste, un tipo de poder
que ninguna otra civilización había conocido.

4
En el mismo curso, más adelante, Foucault apoya explícitamente la tesis de que las referencias al pastor en la
literatura griega antigua provienen de influencias orientales directas o indirectas, a través de los pitagóricos (pp.
162-166).

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«… Entre todas las civilizaciones, la del Occidente cristiano fue, a la vez, la más creativa, la
más conquistadora, la más arrogante y, en verdad, una de las más sangrientas […] de las que
desplegaron las mayores violencias. Pero al mismo tiempo, […] el hombre occidental
aprendió durante milenios lo que ningún griego […] jamás hubiera estado dispuesto a
admitir: aprendió a considerarse como una oveja entre las ovejas. Durante milenios, aprendió
a pedir su salvación a un pastor que se sacrificaba por él» (p. 159)
Ahora bien, en la “Clase del 22 de febrero de 1978”, Foucault busca destacar la
especificidad del pastorado cristiano, cuyas diferencias llevan a plantear que: «Es absoluta,
profunda y […] casi esencialmente diferente de ese tema pastoral ya indicado» (p. 192). Para
ello, se ocupa de fuentes cristianas de los siglos IV y VI, incluyendo textos de san Juan
Crisóstomo, san Cipriano, san Ambrosio, por supuesto la Regla pastoral de Gregorio Magno,
así como las Colaciones e Instituciones cenobíticas de Casiano y la Regla de San Benito.
A partir de este corpus bibliográfico, Foucault constata que el pastorado se relaciona
con “tres cosas”: la salvación, la ley y la verdad. Pero esto no constituye la verdadera
originalidad o especificidad del pastorado cristiano y, para encontrarla, sería necesario
colocarse en otro nivel.
1. En el caso de la salvación, a los temas hebraicos clásicos, el cristianismo habría
añadido cuatro principios absolutamente específicos e imposibles de encontrar con
anterioridad:
a) El principio de la responsabilidad analítica. Esto implica que el pastor ya no sólo es
responsable del conjunto del rebaño y de cada una de las ovejas sino que también, «debe
rendir cuenta de todos los actos de cada una de las ovejas, todo lo que puede ocurrirle a cada
una de ellas, todo el bien o el mal que éstas pudieron hacer en cada momento» (p. 200).
b) El principio de la transferencia exhaustiva e instantánea. «El mal que la oveja sufra o
que acontezca por ella o por su causa, el pastor deberá considerarlo igualmente como si le
sucediera a él o él mismo fuera su agente» (p. 201).
c) El principio de la inversión del sacrificio. El pastor debe «cargar sobre los hombros el
pecado de las ovejas para que éstas no tengan que pagar y sea él quien lo haga» y «cuando
haya aceptado morir por los otros, el pastor se salvará» (p. 201-202).
d) El principio de la correspondencia alternada. Según el cual, «así como una parte de las
debilidades de las ovejas constituyen el mérito y aseguran la salvación del pastor, a la
inversa, las faltas o las debilidades de éste son un elemento en la edificación de las ovejas y el
movimiento, el proceso por el cual él las guía hacia la salvación» (p. 204).
2. En el caso de la ley, lo propio del pastorado cristiano sería que «la relación de la oveja
con quien la dirige es una relación de dependencia integral» (p. 207).
a) Es una relación de sumisión de un individuo a otro, lo cual Foucault se encarga de
ilustrar a partir de ejemplos tomados de la literatura cenobítica.
b) Es una relación no finalista: se obedece para ser obediente, para llegar a un estado de
obediencia. Se apunta a la humildad, a la mortificación de la propia voluntad (apatheía). «Un
modo de individualización que no sólo no pasa por la afirmación del yo, sino que, por el
contrario, implica su destrucción» (pp. 210-213).

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3. En el caso de la verdad, dos novedades fundamentales se presentarían en el caso del


pastorado cristiano.
a) El pastor tiene una tarea de enseñanza que debe ser una dirección de la vida cotidiana:
«Es preciso que la enseñanza pase por una observación, una vigilancia, una dirección ejercida
en cada instante y de la manera menos discontinua posible sobre la conducta integral, total de
las ovejas» (p. 215).
b) «El pastor no debe limitarse a enseñar la verdad. Debe dirigir la conciencia» (pp. 215-
216). Pero, a diferencia de la dirección de conciencia que existía previamente, en este caso no
es voluntaria ni tampoco circunstancial, es obligatoria y permanente. Además es funcional a
la relación de dependencia con el otro.
Por último, a esas tres cuestiones anunciadas originalmente, Foucault agrega la
cuestión de que este pastorado cristiano va a instaurar «modos completamente específicos de
individualización» (pp. 218-219).
1. Individualización de identificación analítica (apuntalada en los méritos y deméritos, no
en el estatus).
2. Individualización por sujeción (apuntalada por la obediencia y la exclusión del
egoísmo).
3. Individualización por subjetivación, «que no se alcanzará por la relación con una
verdad reconocida [sino] por la producción de una verdad interior, secreta y oculta» (p. 219).
Finalmente, en esa misma “Clase del 22 de marzo de 1978”, Foucault retoma la tesis
de que el pastorado es el preludio de la “gubernamentalidad” que se despliega a partir del
siglo XVI, especificando que esto es así de dos maneras:
a) Por no poner en juego simplemente el principio de la salvación, el principio de la ley y
el principio de la verdad.
b) Por la constitución típica de un tipo específico de sujeto.

Sin embargo, esto no implica que todo ocurriera sin cambios, transformaciones, giros,
discontinuidades: las modernas artes de gobernar no son simplemente una pastoral
secularizada. Por otra parte, está la cuestión de las resistencias. En efecto, ese despliegue, esa
difusión del poder pastoral vendrá acompañada de las correspondientes resistencias (el
ascetismo, las comunidades, la mística, etcétera) que Foucault se encarga de detallar en las
restantes clases del curso Seguridad, territorio, población en marzo de 1978
Hasta aquí está resumida la presentación de las tesis foucaultianas respecto del poder
pastoral y sus lazos, vínculos y articulaciones con las “artes de gobierno” que Foucault
continuará indagando al año siguiente, durante el curso dedicado al Nacimiento de la
biopolítica. Si bien el filósofo francés insertará referencias al poder pastoral en varios textos
posteriores –como “Omnes et singulatim” y, especialmente, “El sujeto y el poder”– y en sus
últimos cursos en el Collège de France, todas esas remisiones son, por lo general, un resumen
o un extracto de lo ya presentado en esas clases del curso sobre Seguridad, territorio,
población. Esto permite afirmar, entonces, que la exposición foucaultiana más exhaustiva del
poder pastoral fue presentada en esas clases de febrero de 1978 y, aunque nunca fue
desechada, tomó un lugar más bien lateral en los posteriores abordajes de Foucault –que ya
no pondrán el énfasis en el problema de la política, sino más bien en el plano de la ética, en el

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análisis de las “técnicas de subjetivación” en Grecia y Roma y en el cristianismo primitivo.


Esto permitirá dar cuenta de otras vías de conexión entre el cristianismo y el período histórico
que se abre a partir de la modernidad

Hernán Scholten
UBA – Univ. Nac. del Comahue
hsescholten@gmail.com

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