Por otro lado, el carácter responsivo del acto, tiene diversas estructuras, como
castigo o venganza contra una mujer genérica que salió de su lugar, esto es, de su
posición subordinada y ostensiblemente tutelada en un sistema de estatus. Y ese
abandono de su lugar alude a mostrar los signos de una socialidad y una sexualidad
gobernadas de manera autónoma o bien, simplemente, a encontrarse físicamente
lejos de la protección activa de otro hombre. En ese aspecto, la violación se percibe
como un acto disciplinador y vengador contra una mujer genéricamente abordada.
El mandato de castigarla y sacarle su vitalidad se siente como una conminación
fuerte e ineludible. Por eso la violación es además un castigo y el violador, en su
concepción, un moralizador. Es impresionante la afirmación y conclusión a la que
llega un interno, nos da a entender que toda mujer que no se rígidamente moral, es
susceptible de violación.
También, como agresión o afrenta contra otro hombre también genérico, cuyo poder
es desafiado y su patrimonio usurpado mediante la apropiación de un cuerpo
femenino o en un movimiento de restauración de un poder perdido para él.
Y como una demostración de fuerza y virilidad ante una comunidad de pares, con
el objetivo de garantizar o preservar un lugar entre ellos probándoles que uno tiene
competencia sexual y fuerza física. Esto es característico de las violaciones
cometidas por pandillas, por lo común de jóvenes y habitualmente las más crueles.
Si hasta aquí, hemos hablado de una racionalidad social del acto, que es preciso
descubrir en nuestros interlocutores en la sombra a los cuales intenta dirigirse el
discurso de la violación. Los procesos y mecanismos psicológicos de los cuales
forma parte la violación y que hablan de la intrusión, en el universo intrapsíquico del
sujeto, del mandato social que pesa sobre lo masculino.
El concepto de narcisismo es el que vincula con mayor claridad las exigencias del
medio social que pesan sobre el violador, y el estado interno en torno de su delito.
Narcisismo masculino, en el sentido de la escenificación, por parte del sujeto
masculino, de una no castración, la negación performativa de su falta.
Una de las tramas más frecuentes que pueden captarse en algunos de ellos, la
culpa parece preceder al acto y es parte de un aspecto constitutivo de su persona.
El acto de la violación sólo parece venir a confirmar esa cualidad moral previa a él.
En este sentido, considero muy importante entender y ser conscientes de que todo
ser humano, nació de una madre, nació de una mujer, a la cual se le debe respeto
y agradecimiento por el simple y sencillo don de la vida que, a través de ella, nos
fue otorgado a cada uno de nosotros. Independientemente de la cultura, de la
sociedad, de los usos y costumbres de cada lugar. Tenemos que seguir en pie de
lucha, porque esta batalla no es solo de las mujeres, también de los hijos, esposos,
que las consideramos y las respetamos.
Todos debemos cuidarnos, protegernos, pero más aún, proteger y cuidar a las
mujeres, que muchas veces son indefensas, menos fuertes físicamente y que
requieren de protección y apoyo, socialmente podemos hacer un frente y
protegerlas, realizar y continuar con campañas, donde ellas puedan conseguir
ayuda, que sepamos todos que en el lugar donde se encuentren y sea la hora que
sea, pueden acercarse con cualquier persona y pedir apoyo, más aún cuando se
sientan agredidas, perseguidas, inseguras, violentadas.
BIBLIOGRAFÍA