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U NDÉCIMA SECCIÓN
I. A L Z A M IE N T O D E B IE N E S
el atributo consistente en que puedan hacerse efectivas las deudas sobre ellos, ya
que el delito —como manifiesta el mismo autor—se basa en la situación de peligro
en el sentido de generar un perjuicio en los acreedores.
En lo que respecta al tipo subjetivo, se requiere dolo directo por parte del
deudor, implicando, en otros términos, que el sujeto activo debe conocer que está
realizando el tipo de alzamiento de bienes y, además, que ha de querer causar perjuicio
a su acree- dor, el cual consiste en dejarlo en imposibilidad de recuperar los valores que
facilitó. Ahora bien, al tratarse de un tipo de mera actividad, como ya se señaló, es
suficiente para configurar la realización de la fuga del deudor que se lleva sus bienes,
con miras a perjudicar a sus acreedores; en otros términos no es relevante si el perjuicio
se con- creta o no. A razón de lo anterior, se descarta la posibilidad de formas
imperfectas de realización, es decir, la tentativa y la frustración.
II. La IN SO L V EN CIA P U N IB LE
Este delito se encuentra regulado en el artículo 466 del CP, que castiga con
pre- sidio menor en cualquiera de sus grados, a aquel deudor no dedicado al
comercio que se constituya en insolvencia por ocultación, dilapidación o
enajenación maliciosa de sus bienes. De lo anterior se desprende que el delito
posee hipótesis múltiples de realización, es decir, el mismo puede configurarse por
medio de la acción de ocultar, dilapidar o enajenar.
A nuestro parecer, se trata de un delito de resultado, ya que, a consecuencia de su
actuar, el deudor se autocolocó en una posición que le impide cancelar sus deudas,
produciendo como consecuencia un perjuicio a sus acreedores. En todo caso, y
opinión de Garrido, todos los delitos descritos en el artículo 466 son de peligro.
El tipo subjetivo, en esta figura, requiere de dolo directo, tal como se desprende
del término m aliciosa que emplea el tipo; en otros términos, los comportamientos
descritos en la figura deben ser realizados por el agente con conocimiento y voluntad
de deteriorar su patrimonio, para así colocarse en una situación de imposibilidad de
enfrentar sus créditos. Ahora bien, y siguiendo en esto a Garrido, para apreciar este
delito es necesario ■que no se haya declarado la quiebra del agente, toda vez que si la
misma se ha declarado, el comportamiento es absorbido por el delito de quiebra
fraudulenta o culpable por principio de especialidad.
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GUSTAVO BALMACEDA HOYOS
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1 Se deja constancia que estos delitos fueron redactados por don Cristian Bawlitza Fores,
abogado (U. de Chile), Magister en Derecho Penal de los Negocios y de la Empresa (U. de Chile).
La nueva Ley contempla distintos delitos concúrsales, los que a nuestro juicio se
pueden dividir en dos grupos: a) delitos cometidos por el deudor, y b) delitos co-
metidos por el veedor o liquidador. La tipificación de los nuevos delitos concúrsales
se encuentra tipificados a partir del artículo 463 y siguientes, en el Título IX, Libro
II del CP. En cuanto al bien jurídico protegido tanto por el delito contemplado en el
nuevo artículo 463 como por el contemplado en el artículo 463 bis queda claro que es el
patrimonio. Lo anterior tanto por su redacción como por la historia de la Ley.
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PRIMERA
LECCIÓN 38: DEFRAUDACIONES
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patrimonio del deudor y detectar aquellas operaciones que puedan ser consideradas
ineficaces por haberse hecho en fraude a los acreedores.
En cuanto al tipo subjetivo, en la historia de la Ley queda claro que sólo se
pueden cometer estas figuras con dolo directo.
4.2.1.3.2. Iter criminis, autoría y participación. Se trata de un delito especial propio.
La cualidad del autor está determinada por la resolución judicial contenida en el
artículo 129 de la nueva Ley. Respecto de las formas de participación accesorias
éstas —a nuestro juicio—quedan sometidas a las normas generales. A diferencia de
la legislación prevista en el Libro IV del Código de Comercio, la nueva Ley no trata
separadamente a los cómplices del deudor.
En cuanto a las formas imperfectas de ejecución, a nuestro juicio se trata de un
delito de peligro abstracto y por ende no cabe la tentativa ni el delito frustrado. En la
especie el fallido va a haber obrado infringiendo sus deberes de administración, ya sea
de forma activa u omisiva, siendo un garante del patrimonio administrado.
4.2.1.3.3. Penalidad. La penalidad asignada al delito es menor que en los dos
casos anteriores, lo que puede significar que el bien jurídico protegido en este delito
sea de menor relevancia. En la especie la pena será de presidio menor en su grado
mínimo a medio.
4.2.1.4. A ctuación en lugar d e otro. De acuerdo al artículo 463 quáter, “Será castigado
como autor de los delitos contemplados en los artículos 463, 463 bis y 463
ter quien, en la dirección o administración de los negocios del deudor, sometido a
un procedimiento concursal de reorganización o de liquidación, hubiese ejecutado
alguno de los actos o incurrido en alguna de las omisiones allí -señalados, o hubiese
autorizado expresamente dichos actos u omisiones”.
La norma señalada recoge las consagradas en los artículos 232 y 233 del libro
IV del Código de Comercio, la que guarda relación con la actuación en lugar de
otro. Desde 1929 que nuestra legislación penal concursal contiene una disposición
de esta naturaleza.
De acuerdo a la historia de la Ley, originalmente el artículo propuesto
sancionaba expresamente corno’ autores de los delitos contemplados en los
artículos 463, 463 bis y 463 ter a los gerentes, directores, administradores de hecho
o de derecho, factores o representantes del deudor respecto del cual se hubiere
iniciado un procedimiento concursal de reorganización o de liquidación, si en la
dirección de los negocios del deudor y con conocimiento de la situación de éstos,
hubieren ejecutado alguno de los actos o incurrido en alguna de las omisiones allí
señalados, o hubieren autorizado expresamente dichos actos u omisiones.
El texto final optó por adecuar la redacción propuesta al artículo 1° de la ley N°
20.393, sobre responsabilidad penal de las personas jurídicas. Se prefirió una fór- mula
genérica que aluda a la representación del deudor, como por ejemplo, “quienes
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LECCIÓN 38: DEFRAUDACIONES
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4.2.3. D EL I T OS COMETI DOS POR UN T ER CER O VAL I ÉN DOSE DEL DEUDOR , VEEDOR
o L IQUID AD OR .
4.2.3.1. Artículo 464 ter CP. El artículo 464 ter señala “El que sin tener la
calidad de deudor, veedor, liquidador, o de aquellos a los que se refiere el artículo
463 quáter, incurra en alguno de los delitos previstos en este Párrafo, valiéndose de
un sujeto que sí tenga esa calidad, será castigado como autor del delito respectivo.
Si sólo lo induce o coopera con él, será castigado con la pena que le correspondería
si tuviera la calidad exigida por la ley, rebajada en un grado”.
4.2.3.1.1. Estructura típica. En la especie se trata de terceros que sin tener la calidad
de deudor, veedor, liquidador, o de aquellos a los que se refiere el artículo 463 quáter
incurran en alguno de los delitos previstos precedentemente, valiéndose de un sujeto
que sí tiene esa calidad. En efecto, se comunica —por mandato del legislador—la
calidad especial del veedor o liquidador a terceros ajenos que incurrieron en los delitos
precedentemente analizados, valiéndose de un sujeto que sí ostentaba dicha calidad.
En cuanto a la conducta, se corresponde a todas las descritas con ocasión del
análisis de los artículos 464 y 464 bis, entre otras apropiarse de bienes del deudor,
defraudar a los acreedores, ya sea alterando en las cuentas de administración los valores
obtenidos en el procedimiento concursal de reorganización o liquidación, suponiendo
gastos o exagerando los que hubiere hecho, etc. En cuanto al tipo subjetivo, en la his-
toria de la Ley queda claro que sólo se pueden cometer estas figuras con dolo directo.
4.2.3.1.2. Iter criminis, autoría y participación. Se trata de un delito especial propio, en
que la ley expresamente comunica la calidad de autor. En este sentido, consideramos
que esta alternativa tiene el mérito de evitar los problemas interpreta- tivos que
coexistirían de no haber una norma expresa de comunicabilidad en la Parte General —
caso chileno- o de fijar los alcances de una disposición de tal naturaleza —como ocurre
en el Derecho alemán y español—.Respecto de las formas de partici- pación accesorias
éstas —a nuestro juicio—quedan sometidas a las normas generales.
MANUAL D E DERECHO PENAL • PARTE ESPECIAL
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GUSTAVO BALMACEDA HOYOS
PARTE
A este efecto, el artículo 465, señala “La persecución penal de los delitos con
templados en este Párrafo sólo podrá iniciarse previa instancia particular del veedor o
liquidador del proceso concursal respectivo; de cualquier acreedor que haya verifi- cado
su crédito si se tratare de un procedimiento concursal de liquidación, lo que se
acreditará con copia autorizada del respectivo escrito y su proveído; o en el caso de un
procedimiento concursal de reorganización, de todo acreedor a quien le afecte el
acuerdo de reorganización de conformidad a lo establecido en el artículo 66 del Capítu-
lo III de la Ley de Reorganización y Liquidación de Activos de Empresas y Personas.
Si se tratare de delitos de este Párrafo cometidos por veedores o liquidadores,
la Superintendencia de Insolvencia y Reemprendí miento deberá denunciarlos si
alguno de los funcionarios de su dependencia toma conocimiento de aquéllos en el
ejercicio de sus funciones. Además, podrá interponer querella criminal,
entendiéndose para este efecto cumplidos los requisitos que establece el inciso
tercero del artículo 111 del Código Procesal Penal.
Cuando se celebren acuerdos reparatorios de conformidad al artículo 241 y
siguientes del Código Procesal Penal, los términos de esos acuerdos deberán ser
apro- bados previamente por la junta de acreedores respectiva y las prestaciones
que deriven de ellos beneficiarán a todos los acreedores, a prorrata de sus
respectivos créditos, sin distinguir para ello la clase o categoría de los mismos.
Conocerá de los delitos concúrsales regulados en este Párrafo el tribunal con
competencia en lo criminal del domicilio del deudor”.
Dicho artículo no debió estar contenido en el CP, toda vez que se trata de
normas procedimentales. En efecto, señala que los delitos que pretende consagrar la
nueva normativa legal serán dé acción penal pública previa instancia particular, debido
a que si no hay víctimas, no hay razón para el impulso procesal, lo que nos parece
correcto. A mayor abundamiento, uno de los objetivos del Proyecto de Reorganización
y Liquidación de las empresas y las personas guarda relación con la no estigmatización
del deudor, por lo que parece adecuado que sólo puedan accionar aquellos afectados
por los actos del deudor o veedor en su caso. Asimismo, en los casos que los delitos
sean cometidos por el veedor o el liquidador la Superintendencia del Ramo deberá
denunciarlos y en su caso, podrá deducir la correspondiente querella.
I. G E N E R A L ID A D E S
II. E STAFAS P R O P IA M E N T E T A L E S
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LECCIÓN 3 9 : ESTAFAS Y OTROS ENGAÑOS
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dinero engañado por la otra parte, ha sido víctima de una estafa, y d) Considera
que la posesión ilícita forma parte del patrimonio y, así, concluye que hay estafa en
los casos de engaño al ladrón.
b.4) Por último, según el concepto personal de patrim onio (Otto), éste ha de
definirse como un conjunto de bienes que constituyen una unidad «personalmente
estructurada» al servicio del titular. Esta concepción no se opone a la concepción
eco- nómica, ni a la jurídica, ni a la mixta, sino a una valoración del patrimonio
llevada a cabo al margen de su titular. En realidad, entronca con la teoría objetivo-
individual, pues toma en consideración el valor de utilidad en el cálculo del
perjuicio. Para esta concepción, la existencia de este último no depende de que,
según el mercado, el titular haya sufrido un menoscabo económico, sino de que
haya sufrido un menoscabo de los fines personales que había asignado a su
patrimonio (frustración del fin perseguido o de la utilidad perseguida).
Se critica su aplicación en Chile por lo que dispone el art. 467 CP, que gradúa
las penas del delito de estafa en razón de la cuantía comprometida (que es un
criterio objetivo, y no subjetivo como pretende esta teoría).
Como dijimos al principio de esta lección, nos parece que es el artículo 468 CP.
Nos remitimos a lo dicho. También se afirmó que el CP no define el delito de estafa.
Por eso, la doctrina se ha tenido que esforzar en dar un concepto.
1958 dio Antón Oneca. Según él, la estafa es “la conducta engañosa, con ánimo de
lucro injusto, propio o ajeno, que, determinando un error en una o varias personas,
les induce a realizar un acto de disposición, consecuencia del cual es un perjuicio en
su patrimonio o en el de un tercero”.
De este concepto se pueden extraer los elementos de la estafa: la mayoría
exige cuatro:
a) engaño,
b) error,
c) disposición patrimonial, y
d) perjuicio.
No obstante, en realidad parecen ser solamente dos: el engaño y el perjuicio. De
acuerdo con este esquema el error y la disposición patrimonial se tratarían de escalones
que cumplirían la función de imputar objetivamente el perjuicio al engaño.
2.2.2. T I:
IPICIDA D . En principio, no parece haber mayor problema en la
LOSSUJET OS
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PRIMERA GUSTAVO BALMACEDA HOYOS
PARTE
El engaño constituye la esencia del delito de estafa, pues ofrece una ilimitada
variedad de ejemplos que son fruto del ingenio y de la picaresca que se da en la
vida real y que se incardina en el seno de un pacto o relación contractual preparada
con fin defraudatorio (no se olvide que el popularmente conocido «cuento del tío»,
a fin de cuentas, es un contrato). Inclusive, se ha manifestado que «.. .elemento
característico del tipo objetivo de estafa —y que permite diferenciarlo de los demás
delitos contra el patrimonio, puesto que le da fisonomía propia—es el engaño. Sin
su concurrencia no se concibe la estafa, a tal punto que vulgarmente hasta se llega
a identificar este requisito con el delito mismo...».
Para concluir, en principio, puede decirse que el engaño consiste en la
«simulación o disimulación capaz de inducir a error a una o varias personas», la que
-en opinión de la jurisprudencia—debe versar respecto a «hechos» y no sobre
«valoraciones». A nosotros nos parece —como veremos un poco más adelante-
que podría recaer sobre ambos, siempre y cuando se cumplan los elementos típicos
y demás requisitos de imputación objetiva.
Por ahora, nos quedaremos con esta última definición, para discutir enseguida
los tres problemas más importantes que se presentan: 1) Las formas del engaño; 2)
El objeto del engaño, y 3) La idoneidad o suficiencia del engaño.
2.2.3.1. Las form a s d el engaño. Desde antiguo se distinguen dos formas de engaño:
la simulación y la disimulación. En términos de nuestra doctrina, simulación, es “hacer
aparecer como real algo que no lo es”; y disimulación, “hacer aparecer como
inexistente un hecho real”. Entonces, para alterar un hecho o bien se disimula parte del
mismo, o bien se simula algo que no le pertenece. De allí que se ha llegado a afirmar
que, en verdad, existen tres formas de engaño, distinguibles entre sí:
a) El engaño que se basa en una simulación expresa, esto es, en aparentar un
hecho respaldándolo con una afirmación mendaz;
- b) El engaño que se basa en actos concluyentes, esto es, en aparentar un
hecho respaldándolo no necesariamente en afirmaciones mendaces, sino aun
verdaderas, pero realizando conductas que lleven al engañado a un error;
c) El engaño que se basa en una omisión de quien está en la obligación de
declarar la verdad: Es^a es una forma omisiva de engañar y que, como tal, sólo puede
cometer quien está obligado a decir la verdad, generalmente, para sacar de su error a
otro. Aquí lo que se hace es mantener el error.
2.2.3.2. El objeto d el engaño. Según la mayoría de la doctrina (Etcheberry), el
engaño debe referirse a “hechos”, pasados o presentes, y por tanto, no se podría referir
a “hechos futuros” o a “juicios de valor”. Sobre esto no estamos de acuerdo. Nos
parece que el engaño puede referirse a todos los sucesos u objetos presentes o pasados
del mundo exterior y también a los del mundo interior de los hombres, pero que sean
susceptibles de un “juicio de verdad o falsedad”. En consecuencia, pueden
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atendemos las circunstancias lastimosas en las que quedaron los engañados (abocados a
la ruina y víctimas de enfermedades). En consecuencia, lo que en la resolución se
considera de mayor protagonismo, más que las consecuencias del timo, es la entidad del
engaño, contrastado con las circunstancias subjetivas del que sufrió el ardid y las
objetivas de la sociedad en la que se produjo]. No obstante, debido a que en la estafa se
requiere por parte del engañado cierta credulidad, confianza y buena fe, la concepción
en examen apunta que hay que completar este proceso con un módulo subjetivo que
determine la idoneidad del engaño en función de las condiciones personales del sujeto
pasivo. [Así, el Tribunal Supremo español ha expresado que “subjetivamente” entran
en juego el principio de la buena fe y las condiciones personales del sujeto engañado,
que por su incultura, situación, edad o déficit intelectual, es más sugestionable, lo que
significa que la condición de bastante se debe valorar intuito personae] Es decir, lo que
se trata de buscar en la idoneidad del engaño es si el error se ha debido al en- gaño o,
por el contrario, a algún comportamiento negligente de la víctima, pues en estos
últimos casos, estiman debe negarse la relación de causalidad y, por lo tanto, el carácter
idóneo del engaño.
Las consecuencias a que puede derivar esta postura son muchas:
a) Por ejemplo, solamente sería admisible el dolo directo, y
b) no sería estafa la simple mentira, el engaño por omisión, o el engaño que
recaiga sobre juicios de valoración.
A un resultado diametralmente opuesto, siempre y cuando se cumplan con
los respectivos filtros normativos, puede llevar la estafa considerada bajo los
criterios de la teoría de la imputación objetiva del resultado.
En relación con estos problemas, -que interesan al trasnochado debate de la dife-
renciación entre el fraude civil y penal—,[Ya en la segunda mitad del siglo XIX, ponía
de manifiesto que este problema es arduo, y manifestaba que resultaba imposible una
delimitación segura entre ambos ilícitos, Groizard Gómez de la Serna] creemos que al
engaño se le ha dado un protagonismo exagerado, ya que, a fin de cuentas, el debate de
la distinción de ilicitudes será, en definitiva, un problema de tipicidad que tendría que
solucionarse conforme a los elementos hermenéuticos tradicionales y, como se sabe,
los tipos penales tienen que cumplir un objetivo político-criminal determinado, que
tendría que delimitarse conforme a una interpretación «teleológica». Dicho con otras
palabras, al engaño se le ha otorgado un protagonismo desmedido, ya que no existe un
engaño civil y otro penal, sino que «conductas engañosas que, por cumplir las
exigencias típicas, devienen penalmente relevantes».
Por estos motivos, pensamos que el problema debe resolverse conforme a los
criterios de la teoría de la imputación objetiva, cuyos rasgos esenciales analizaremos
a continuación.
En este trabajo, como ya se ha manifestado, se defiende una delimitación necesaria
del engaño típico en sede de imputación objetiva, manifestándonos, en este sentido,
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PARTE
permitido. En contra, si se trata del ámbito privado donde no juegan los riesgos del
mercado, basta con que el engaño implique la generación del riesgo en cuestión;
b) relación con la víctima: esto es, si existe o no confianza con ella, y,
c) finalmente, el comportamiento efectuado por la víctima: es decir, si observó
sus «propios» deberes de autoprotección (que, por su puesto, son más exigentes al
sujeto mercantil frente al que no pertenece a ese campo en la situación concreta).
Finalmente, para terminar con el estudio de las doctrinas que explican la sufi-
ciencia del engaño, a partir de un punto de vista más moderno —ue no seguimos,
como veremos—,se pone atención al hecho de que el engaño constituye la lesión
de un derecho a la verdad, o la infracción de un «deber de veracidad», es decir,
desde esta posición, se cree que la estafa trata de garantizar un mínimo de verdad
en la estructura normativa mercantil (Piña, Pastor).
Se afirma, a partir de esta concepción, que el engaño para ser penalmente
rele- vante requiere que se haya incumplido el deber de veracidad, que se fija de
acuerdo con dos criterios:
a) un estándar que proviene de la posición de ambos sujetos, y
b) el otro que emana de las conductas de los sujetos que reconceptualicen los
deberes de fidelidad iniciales.
De esta manera, sin acudir al nexo causal -que se estima trasnochado—,se
dan respuestas efectivas a las hipótesis en que el engañado infringe sus deberes de
auto-protección, o cuando es estructuralmente más débil.
Podemos decir que esta postura repite con insistencia que el derecho a la verdad
no es el bien jurídico protegido en el delito de estafa, y no se libra de la necesidad de
una “doble medida”, como sucede con la teoría tradicional dominante en España.
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de esta solución: los tipos penales sólo pueden actuar en relación con las conductas, y no
sobre resultados —lo que no quiere decir que tanto el desvalor de acción como el de
resultado no tengan la misma importancia-, entonces, al tipo penal solamente le cabe
motivar al individuo para que no realice una conducta evitable —dolosa o culposa—que,
considerada ex ante, sea peligrosa para algún bien jurídico penal. Relacionado con lo
anterior, la motivación que el tipo de estafa pretende se instrumentaliza por medio de una
concreta prohibición de comportamientos -engaños idóneos—de los que se derivan ciertos
resultados —perjuicios patrimoniales injustos—.
Para terminar con el tema, se sostiene que el error tiene que darse en «otra
per- sona», motivo por el que existe una «relación de alteridad». En virtud de este
criterio, por ejemplo, se ha podido establecer la diferencia con el delito regulado en
el art. 282 CP español —publicidad engañosa—,ya que en esos casos la oferta se
orienta a una cantidad indeterminada de personas, es decir, no tiene un
«destinatario específico». [Que dice: «Serán castigados con la pena de prisión de seis
meses a un año o multa de 12 a 24 meses los fabricantes o comerciantes que, en
sus ofertas o publicidad de productos o servicios, hagan alegaciones falsas o
manifiesten características inciertas sobre los mismos, de modo que puedan causar
un perjuicio grave y manifiesto a los consumidores, sin perjuicio de la pena que
corresponda aplicar por la comisión de otros delitos»].
Finalmente, en relación con este problema, parece mucho más complicado el
futuro de la dogmática de la estafa en un contexto de fuerte segmentación del trabajo
en el seno de las empresas, donde la «decisión» de las mismas es la consecuencia de una
sucesión de decisiones acotadas relativamente autónomas unas de otras, sin que sea del
todo claro entonces el «dónde» y, con ello, sin tener certeza del «sí», de un error típico,
sin contar con los entorpecimientos adjuntos que concierne introducir en el estudio de
lo que ya hemos dicho de la ignorantia fa cti y la duda. [Al respecto Tiedemann afirma
que en virtud del principio de que quien sufre el error y el disponente deben ser la
misma persona (es decir, que deben coincidir) depende como punto de partida del
error de quien efectúa, en sentido penal, la disposición patrimonial perjudicial. Es decir,
el que una empresa o persona jurídica a menudo, también se encuentre au- torizada
para efectuar una disposición patrimonial; y, en el caso de que el disponente y, además,
los demás representantes o ayudantes que sufren el error, quienes preparan la
disposición o colaboran a ella, en ese caso la regla es que sí haya una estafa, por vía de
la autoría mediata, del engaño concluyente, y/o de la idea del disponente de que todo
esté en orden. Asimismo, sostiene el autor que son problemáticos los casos en los
cuales existe un error del disponente, pero en el que los representantes o ayudantes de
éste disponen de un conocimiento, lo que si el disponente dispusiera de ello, habría
excluido el error. Asimismo, afirma que se puede transmitir la idea o el concepto del
Derecho civil, al Derecho penal, de que se pueden imputar conocimientos ajenos sin
poder de representación. Ello lo explica, porque manifiesta que se destaca correcta-
mente respecto al problema similar de la estafa en triángulo, donde se traspasa una
MANUAL D E DERECHO PENAL • PARTE ESPECIAL
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decisión a un tercero, y donde también tiene que haber el riesgo de una decisión
negativa y, por ende, debe imputarse el error del tercero a la víctima. Sin embargo,
termina el autor diciendo que ello no es válido en todo caso, pues debe distinguirse
según el caso concreto].
2.2.5. T IV:
I PI CI DA D . El engañado tiene que efectuar, como
LA D I S POS I C I ÓN PA T RI M ON IA L
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LECCIÓN 39: ESTAFAS Y OTROS ENGAÑOS ----------------------------------------------
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En relación con lo anterior, no cabe duda de que forman parte del patrimonio los
bienes obtenidos de forma antijurídica, siempre y cuando esta antijuridicidad no
constituya, a su vez, un injusto penal, e inclusive en este último caso, formarán tam-
bién parte del patrimonio aquellos bienes, en los supuestos de prescripción del delito.
Mutatis mutandis, la anterior argumentación nos sirve para aseverar la potencial
existencia de responsabilidad penal, encontrándonos ante una estafa si el engaño es
previo y se encuentran presentes el resto de elementos típicos.
2.2.6.3. P rocedim iento d e determ inación d elperjuicio . Conforme con el con- cepto de
patrimonio que seguimos, sobre esto podemos destacar las siguientes ideas:
a) Si la estafa se consuma en el momento de la disposición patrimonial lesiva,
es en ese instante entonces donde tiene que proceder la determinación del perjuicio.
[En este contexto, tenemos que subrayar que el punto de partida para la determi-
nación del perjuicio debe ser uno exclusivamente económico. En Derecho comparado,
el Tribunal Supremo Federal Alemán (BGH) señala que este procedimiento debe esti-
mar las circunstancias concretas del caso y las necesidades concretas de los individuos
afectados, ya que en su opinión los objetos no tendrían el mismo valor patrimonial para
todas las personas. Comenzando con esta delimitación, según el BGH, pese a la
aparente equivalencia económica entre prestación y contraprestación, puede afirmarse
un perjuicio patrimonial al menos en los siguientes supuestos: a) cuando conforme a un
tercero imparcial la prestación recibida es para la víctima total o parcialmente
inutilizable de acuerdo a los fines del contrato o de otra forma soportable; b) cuando la
disposición patrimonial de la víctima la obliga a optar por medidas perjudiciales para su
patrimonio, como cuando debe obtener un crédito a intereses; c) cuando su disposición
patrimonial acota a tal punto sus medios que pone en peligro el cumpli- miento de
otras obligaciones, presentes o futuras; o d) cuando queda en situación de no poder
seguir manteniendo su nivel de vida (sobre esto, Hernández Basualto, Héctor;
“Aproximación a la problemática de la estafa”, en AAW, Problemas actuales de Derecho
penal, Universidad Católica de Temuco, Temuco, 2003, p. 182s). Estos tres últimos
grupos de supuestos se estructuran bajo el concepto de una afectación de la libertad de
movimiento en materia económica (wirtschaftliche Bewegungsfreiheit), y han sido los más
debatidos, en tanto que el primero (que alude a la inutilidad de la prestación) se ha
consolidado sin problemas. Esta explicación es lo que se ha denominado como el
componente individual o personal en la determinación del perjuicio (individueller
[persönlicher] Schadenseinschlag) en la dominante concepción jurídico-económica del
patrimonio en Alemania (sobre el particular, por todos, Tiedemann, Klaus; “§ 263”...,
Número(s) de margen 177 ss.). El Tribunal Supremo español, por su parte, sostiene
que las cosas deben valorarse por el precio medio de mercado, bien para determinar los
límites cuánticos en orden a la calificación del hecho como delito o falta en deter-
minadas infracciones patrimoniales, o la especial gravedad del daño, bien para precisar
las cantidades indemnizatorias, o bien (en los delitos contra la salud pública) para
imponer las multas, etc. Pero cuando para la determinación del quebranto económico,
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explicaría cómo si se supone que el patrimonio tiene que ser protegido porque otorga
poder a su titular, en concreto se protegería contra su voluntad. Entonces, afirma que
solamente desde una perspectiva concreta se puede explicar el hecho de que el valor de
un bien no es inherente a él, sino producto de una interpretación, por ello, si la deter-
minación del valor de mercado no tiene más límites que los impuestos por el Derecho,
en su opinión no tiene sentido que el titular del patrimonio no pueda manifestar una
valoración distinta a la que reine en el mercado. Manifiesta que la dinámica de las
relaciones mercantiles muestran que cuando los intervinientes expresan valoraciones
vinculantes, éstas evidentemente son importantes en las relaciones económicas. Y en
último lugar, sostiene que el reconocimiento de un punto de vista concreto o personal
como legítimo no exonera la precisión de los presupuestos que deben concurrir en el
caso concreto para sostener la relevancia de la valoración personal para la definición del
patrimonio. Para ello, la autora sostiene que la personalización debe superar un filtro
procedimental que garantice la obtención de una importancia intersubjetiva].
Como se dijo más atrás, sobre este tema creemos en una postura ecléctica, la
objetivo-individual. Para terminar, debe apuntarse que para quienes seguimos una
postura objetivo-individual hay que tener en cuenta los siguientes criterios, con el
objeto de determinar la existencia de un perjuicio patrimonial en el ámbito de los
negocios jurídicos no unilaterales (o sinalagmáticos):
a. El principio de compensación entre las contraprestaciones, de forma que si
existe ésta, no hay perjuicio, y
b. Si falla la compensación, habría que acudir al “principio de la determinación
objetivo-individual del perjuicio” a partir de ciertas restricciones normativas. Estos
criterios son los siguientes: [En opinión de Gallego Soler todas estas correcciones nor-
mativas deben poseer un incuestionable efecto en el tipo subjetivo, pues en su opinión
el dolo típico debería abarcar también el conocimiento del déficit económico de las
contraprestaciónes, o de la falta de utilidad considerada en la transacción, o de la no
posibilidad de transformación económica o reventa del bien recibido, o de su inutilidad.
El efecto práctico de esta configuración del tipo subjetivo, señala el autor citado, es
evidente; cuantos más requisitos deban integrar el dolo más difícil será comprobar su
presencia en todos los supuestos y, por tanto, en hipótesis de ignorancia o error acerca
de alguno de ellos (errof de tipo) habrá impunidad por no estar regulada —
generalmente— la incriminación imprudente en los delitos patrimoniales. A pesar de
todas las críticas expuestas, en Alemania se ha establecido la “teoría objetivo-individual”,
mientras que en España la doctrina mayoritaria no parece admitir, salvo casos concretos,
correcciones a la concepción jurídico-económica del patrimonio. Pero, en opinión del
autor citado el principal cuestionamiento que cabe realizar a estas limitaciones
normativas es que se echa de menos una fundamentación de los motivos por los que se
deba recurrir a ellas, así como por los límites con los que trabajan, al mismo tiempo que
no pueden superar las críticas que se dirigen contra las propias tesis económicas, tesis
que son la base y punto de partida de esta doctrina].
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GUSTAVO BALMACEDA HOYOS
PARTE
2.2.7. A S P E C T O S S U B JE T I V O S .
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PARTE
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1
I
III. F RAUDES M E D IA N T E E N G A Ñ O
que realiza el sujeto activo de defraudar a otro, que conlleva que el sujeto pasivo
caiga en un error y, por consiguiente, en una disposición patrimonial perjudicial.
Esta actitud del sujeto activo puede ser tanto una acción como una omisión.
Además, como señala Garrido, este comportamiento puede importar la ejecución
previa de otros delitos, tales como falsificaciones, sustitución de personas, etc.,
teniendo que tratarse estas situaciones con los principios de los concursos.
El delito de estafa es un delito común y de resultado o material. La doctrina está
conteste en que este delito debe contemplar una puesta en escena, como forma de en-
gaño, siendo el único caso de estafa que necesitaría de un ardid para poder concretarse.
En lo que se refiere a la circunstancia del uso de nombre fingido, ello no
supone un simple uso de nombre, sino que el empleo de éste debe inducir a error a
la víctima, haciendo que confíe en el sujeto activo y que, por esto, realice el acto de
disposición. Debe, por tanto, tener la capacidad de determinar en la víctima una
prestación, como señalan Politoff/Matus/Ramírez. Cabe agregar, siguiendo a estos
autores, que puede ser tanto un nombre de fantasía como el de un tercero, siendo
factor determinante el nombre y el ardid del agente o, en otras palabras, que se
adopte una personalidad acorde a la situación y nombre.
El segundo supuesto de la norma en estudio es aquel donde el autor actúa
atri- buyéndose poder, influencia o créditos supuestos; atribuir, para estos efectos,
tiene un significado más profundo que una simple afirmación, como afirma
Garrido. En otros términos, se requiere de una representación de tal entidad que el
sujeto pasivo caiga en el ardid del sujeto activo, debiendo existir una relación que
permita asociar esta simulación con el engaño de la estafa, tal como señala Garrido.
En cuanto al término poder, éste se refiere —según Garrido—a ostentar mando,
autoridad, tener la suficiente autoridad para realizar determinadas actividades. Por su
parte, influencia significa detentar cierto dominio, influjo sobre otras personas,
autoridad para que las personas realicen determinadas actividades o puedan influir en
sus decisiones. Créditos supuestos, acorde a Garrido, refiere a aquel ardid que realiza el
sujeto activo, para demostrar que tiene los recursos necesarios, prestados por ciertas
MANUAL D E DERECHO PENAL • PARTE ESPECIAL
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GUSTAVO BALMACEDA HOYOS
PARTE
artículo 467, que regula aquellas penas que considera la cuantía del valor de las
especies o bienes estafados. Garrido hace notar que si dicha defraudación n o s u p e r a
la u n i d a d t r ib u t a r ia , ésta no es punible, porque el artículo 494 N° 19 -que sanciona
do, no generarían hipótesis concúrsales con los delitos de hurto y robo, siendo
éstos —también—delitos de apropiación, dada la marcada diferencia en cuanto a
los medios de ejecución requeridos para ejecutar uno y otro comportamiento.
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PARTE
3.2.1. C ONCEPTO. Este delito, cuya figura básica se encuentra en el artículo 467
del CP, corresponde a un tipo especial de estafa, siendo una forma agravada del
tipo básico. Es considerada dentro de este título, siguiendo a Garrido, dado que el
legislador empleó el término “defraudare”. Debemos mencionar, además, que este
delito posee dos hipótesis cuya punición es mayor, y que, al efecto, se encuentran
en el artículo 469 N“ Io y 2o; finalmente, adelantemos desde ya, que si el valor de
lo defraudado es inferior a una unidad tributaria mensual, la conducta deberá
sancionarse conforme al artículo 494 N° 19.
3.2.2. T IPO OBJETIVO. Para que se configure el tipo penal, el sujeto activo debe
hacer entrega de una o más cosas —engañando sobre su sustancia, calidad o canti-
dad—en virtud de un título obligatorio anterior a la conducta penada, significando
lo anterior que dicho acuerdo tiene consecuencias jurídicas que los ligan. La
doctrina mayoritaria considera que dicho título debe ser uno oneroso, dado que
dicho incum- plimiento acarrea un perjuicio a la parte compradora; sin perjuicio de
ello, estimamos que debe tenerse en cuenta el caso de la donación, como señala
cierto sector de la doctrina, donde se requiere de la aceptación del beneficiado que,
al efecto, podría exigir la entrega de lo donado.
En definitiva, para que se cumpla el tipo objetivo se debe apreciar un título civil
obligatorio -es decir, uno que provenga de un acto jurídico válidamente celebrado, ya
que el fraudulento no lo sería—oneroso —generalmente—que relacione tanto al sujeto
activo como al pasivo, y que, además, exista una entrega fraudulenta de la cosa que,
como consecuencia, genere un perjuicio respecto de este último.
Debemos mencionar que, a nuestro juicio, no es necesaria la realización de algún
ardid o maquinación —en el sentido de la mise en scéne—,ya que la ley no exige este
416 LIBROTECNIA®
PRIMERA
LECCIÓN 39: ESTAFAS Y OTROS ENGAÑOS ----------------------------------------------
PARTE
elemento. Recordemos, en todo caso, que, según nuestra postura, el tipo del artículo
468 sería el único que requiere de la presencia de un ardid o mise en scéne. Por tanto,
y en lo respectivo a esta figura, consideramos suficiente la afirmación engañosa del
agente sobre la cantidad o calidad de las cosas objeto de entrega—asumiendo,
siempre, que dicho engaño cree un riesgo no permitido y que, por la contracara, la
víctima haya considerado su deber de autoprotección—, coincidiendo de esta
forma con lo expuesto por Politoff/Matus/Ramírez.
Ahora bien, para que éste cumplimiento, o incumplimiento imperfecto, salga de la
esfera del Derecho Civil debe existir una disimulación o un encubrimiento respecto del
cumplimiento defectuoso, debiendo recaer la misma respecto a la sustancia, calidad o
cantidad de las cosas entregadas, como indican ciertos autores como Garrido. Cabe
establecer que, para estos efectos, debe entenderse por c o s a —siguiendo a Garrido—a
todo objeto corporal, mueble o inmueble, que sea apreciable en dinero. Respecto del
término s u b s t a n c ia , éste corresponde al ser de una cosa o su esencia, tal como señala
el ya citado autor; la c a n t id a d , según Garrido, se refiere al número, peso o medida de
la cosa; y, finalmente, la c a l id a d es entendida por dicho autor como “(...) la mejor o
peor forma de ser de una cosa (...)”, que es objeto del acto jurídico.
, toda vez que el sujeto activo conoce que está entregando una cosa diferente —o
en un número diverso- a la previamente pactada, empleando un engaño —no
necesariamente un ardid—para que el sujeto pasivo crea que se está cumpliendo
ade- cuadamente con la obligación. El dolo directo debe cumplir con todos los
elementos del tipo, incluso el querer perjudicar a la víctima.
JURISPRUDENCIA: El artículo 467 del CP sanciona el hecho de perjudicar a la
contraparte acerca de la cantidad, calidad o sustancia de lo que se ha entregado, lo
cual debe realizarse mediante un ardid o apariencia externa engañosa para formar
en la contraparte una falsa representación de la realidad, en relación con la
cantidad, calidad o sustancia de lo entregado. Por esto, la defraudación sólo
permite su comisión con dolo directo, requiriendo, asimismo, la concurrencia de
un perjuicio en el patrimonio de la víctima. (Considerando 4o, sentencia de Ia
instancia) (CS, 28/11/2007, ROL 3783-2007).
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GUSTAVO BALMACEDA HOYOS
PARTE
Este es otro tipo de estafa especial, que lo podemos encontrar en el artículo 469
N° 5, siendo una figura agravada—acorde a Garrido- por afectar el patrimonio y, ade-
más, por perjudicar otro bien jurídico que es el honor de un tercero, en este caso, de un
empleado público. La conducta desplegada por el agente, en este caso, corresponde a
una defraudación, ya que se trata de un engaño que irroga perjuicio patrimonial, pero
que -en este caso—exige una forma especial de ejecución que, según Garrido, “(...)
consiste en suponer o aparentar que se remunera a un empleado público para que
realice o se abstenga de hacer algo que queda en la órbita de sus funciones. Se simula
ese pago indebido para obtener la prestación pertinente de la persona engaña- da, que
entrega el dinero necesario y que normalmente irá en beneficio del estafador (el
abogado que solicita a su cliente una cantidad de dinero, con el falso pretexto de que la
entregará al juez para obtener una sentencia en un sentido determinado, y que
aprovecha en su propio beneficio)”.
Ahora bien, y como se lesiona tanto el patrimonio del sujeto pasivo y la honra de
un tercero —el empleado público—,la ley ha sido explícita respecto a la acción de
calumnia, es decir, esta conducta se castiga acorde al tipo del art. 469 N° 5, sin per-
juicio de la acción de calumnia que puede ejercer el empleado público. Respecto al
concepto de empleado público —al no estar definido en el tipo—,Garrido piensa que
debe utilizarse el concepto que ofrece el artículo 260 del CP.
Esta forma especial del delito de estafa está consagrada en el artículo 470 N° 4 del
CP, estableciéndose para estos efectos que se castigará “a los que defraudaren haciendo
suscribir a otro con engaño algún documento”. En este caso, el agente engaña al sujeto
pasivo con miras a que éste suscriba o firme —voluntariamente o por error—un
documento, que conlleve un perjuicio patrimonial. Cabe señalar, en todo caso, que si
dicha firma se consigue utilizando fuerza o intimidación, este hecho constituye el delito
de extorsión encontrada en el artículo 438, tal como señala Garrido.
Suscribir, siguiendo a Garrido, consiste en firmar el documento en cuestión;
documento, para este autor, es cualquier instrumento sea de naturaleza pública o
privada. Ahora bien, para que se configure el delito es necesario que el documento
se haya extendido previamente y que, de la suscripción del mismo, se genere un
perjuicio para el sujeto pasivo. Ahora, al requerirse un perjuicio, se colige que este
es un delito de resultado o material, lo que permite apreciar fases imperfectas de
ejecución como son la tentativa y la frustración, las cuales se podrían generar desde
la extensión misma del documento hasta el momento en que se verifique el
perjuicio en el patrimonio de la víctima, a través de la suscripción del mismo.
Este delito se encuentra en el artículo 470 N° 6 del CP, que castiga “a los que
con datos falsos u ocultando antecedentes que les son conocidos celebraren
dolosamente contratos aleatorios basados en dichos datos o antecedentes”. El tipo
objetivo se en- cuentra constituido —tal como señala Garrido—por la acción de
celebrar contratos aleatorios, los cuales, para concretarse, y siguiendo a dicho autor,
deben ser realizados con datos falsos u ocultando antecedentes por una de las
partes, con el propósito de inducir a error a la contraparte sobre resultado de la
operación. Subjetivamente, el sujeto activo debe actuar, como dice Garrido, “(...)
con conocim iento de esos ante- cedentes y basado en los mismos, o sea que
aprovechándose de ellos haga incurrir en error a la víctima. De modo que el
estafador ha de actuar con dolo directo, dirigido precisamente a engañar”.
Los contratos aleatorios pueden encontrarse en el artículo 2258 del Código Civil
y, en relación a este artículo, cabe hacer notar, tal como expone Garrido, que los juegos
y apuestas de azar están excluidos por ser ilícitos, a razón de lo dispuesto en el artículo
1466 del mismo Código, lo cual implica que esta figura delictiva hace alusión
exclusivamente a aquellos contratos en los cuales en los juegos o apuestas primen la
destreza física o el intelecto. Ahora bien, y respecto de las apuestas y juegos calificados
como ilícitos por el artículo 1466 del Código Civil, Garrido entiende que pueden ser
asimilados a la figura contemplada en el artículo 470 N° 7 del CP. Finalmente,
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GUSTAVO BALMACEDA HOYOS
PARTE
cabe agregar, esta figura es de resultado ya que se exige que el sujeto pasivo sufra
un perjuicio, con todas las consecuencias que ello implica.
Podemos encontrar esta figura en el artículo 470 N° 8 del CP; numerando que
fue incluido por el Decreto Ley N° 3.443 del año 1980, por ser un tipo de conducta
que se producía con gran frecuencia a nivel nacional —según señala Garrido—y
que, al efecto, perjudicaba al sistema previsional por medio de cobros indebidos -o
renuncia a éstos—de ciertos beneficios —ya sean prestaciones de índole económica
o servicios—. Por tanto, este delito afecta en mayor medida al patrimonio de la
administración pública que al de los particulares, como expone el ya citado autor.
La conducta puede realizarse —como señala la doctrina—mediante las dos
formas de disposición patrimonial que conocemos, es decir, mediante la entrega -
por parte del Estado^ de las prestaciones y servicios o, también, mediante la
renuncia al cobro cuando se efectúan imputaciones indebidas.
El tipo objetivo, por un lado, se lleva a cabo mediante una actitud mentirosa
que realiza el particular para recibir cierta prestación de alguna institución del
Estado. Según Garrido, el objeto material de la acción es una prestación, o sea una
subvención, auxilio o beneficio económico, o la obtención de un servicio al que no
tiene derecho, como puede ser una asignación familiar por una carga que no existe,
atenciones me- dicas indebidas, etc. En definitiva el sujeto activo no debe tener un
derecho a que se le den dichos beneficios o prestaciones. Al parecer de Garrido, la
enumeración de las prestaciones o servicios que realiza la norma - a diferencia de
las instituciones estatales mencionadas—es de carácter meramente ejemplar.
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PARTE
Cabe agregar que el sujeto activo puede ser cualquier persona, pero el pasivo debe
ser una institución estatal de las que menciona —con ánimo taxativo—el tipo penal en
cuestión. Además, debe concurrir dolo directo en cuanto a la faz subjetiva de este tipo.
lada en el artículo 473 de nuestro CP, siendo su fuente el artículo 459 del CP español,
tal como indica Garrido. El antedicho autor menciona a Pacheco, quien, comentando
respecto de la figura española, señala y justifica la existencia de la disposición aludiendo
a la idea de que el engaño puede presentarse de múltiples formas —llegando, incluso, a
presentarse como una idea vaga—,así, con toda seguridad, resultaría imposible que la
ley pudiese prever todas las diferencias y categorías que son posibles, lo cual justificaría
precisamente un tipo de características más generales.
La naturaleza subsidiaria de este tipo, como menciona Garrido, se desprende
de su tipificación, la cual sanciona a aquel que, “usando de cualquier otro engaño
que no se halle expresado”, de modo que, si el sujeto activo utiliza algún tipo de
engaño que no se comprenda o sea descrito en algún artículo del título, el juez
deberá recurrir a este artículo para sancionar la conducta.
Garrido se plantea el problema de distinguir entre esta figura y la establecida
en el artículo 468 del CP. Por una parte, señala que ciertos autores —entre los
cuales es posible posicionar a Etcheberry—,sostienen que la misma se encontraría
en la gra- vedad o intensidad del medio empleado para engañar. De dicha tesis,
según Garrido, se puede deducir que el artículo 468 necesita una “mise en scéne" o
ardid, mientras que el delito descrito en el artículo 473 no lo exigiría, siempre que
consista en algo más que una mera mentira.
A mayor abundamiento, Garrido señala que “Pretender diferenciar en un plano
morfológico la noción otros engaños usada por el art. 473, de los engaños que se seña- lan
como conformadores del tipo de estafa básica o fundamental del art. 468, no es el
camino más aconsejable. En el art. 468 se menciona una línea o sentido que han de tener
los engaños que pretende abarcar, que pueden concretarse mediante una acción o una
omisión, recurriendo a una mise en scéne o a una mentira en las circunstancias
oportunamente señaladas, pero ello en caso alguno significa que en la realidad de la
convivencia social no existan otras alternativas de engaño en sentido o dirección dis-
tintos a los precisados en el art. 468, los cuales se puedan llevar a la práctica a su vez
con una mise en scéne o con una mentira y por ello quedan al margen del ámbito de
posibilidades del referido art. 468, pero que sí pueden ser recogidos en el tipo descrito
en el art. 473”. Por nuestra parte, y como señalamos en su oportunidad, creemos que
sólo el tipo del artículo 468 exigiría una mise en scéne.
La estafa residual es un delito de resultado, ya que debe causar un perjuicio
patrimonial. El sujeto activo y pasivo puede ser cualquier persona, ya que no deben
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PARTE
con ánimo de lucro, modifique una situación patrimonial en perjuicio de otro, alte-
rando indebidamente el funcionamiento de un sistema de tratamiento automatizado de
la información o los datos contenidos en el mismo, utilizando indebidamente en el
mismo datos verdaderos o valiéndose de cualquier otra manipulación o artificio
semejante, informático o no, aplicado sobre el referido sistema».
A pesar de pretender una definición exhaustiva (al contener diversas
modalidades comisivas), gracias a la voz «manipulación o artificio», el sistema al
que pertenecería es el de «definiciones generales».
Nos parece criticable su forma de tipificación, pues a nuestro entender habría
bastado con una de sus modalidades comisivas, esto es, con «valerse de cualquier
manipulación o artificio semejante, informático o no, aplicado sobre un sistema de
tratamiento automatizado de la información». Esto se explicaría por su redacción ex-
cesivamente amplia, que no vemos problema en que incluya al resto de modalidades.
Sobre el concepto de «manipulación o artificio semejante» ya hemos hablado.
Entonces, sobre esta norma únicamente quisiéramos destacar algunas cosas:
i) Se exige que el destinatario de la manipulación sea una «máquina» (pues
habla de «un sistema de tratamiento automatizado de la información»).
ii) Su conducta típica tolera sin dificultades el uso de manipulaciones «no infor-
máticas», como podrían ser las manipulaciones mecánicas, químicas o biotecnológicas.
iii) Su resultado típico exige que se modifique una «situación patrimonial» en
perjuicio de otro. Esto quiere decir que se trata de una fórmula amplia, que incluye
tanto la transferencia de activos como la disminución de pasivos.
Por otra parte, creemos que la respuesta que ha otorgado la policía chilena
para la persecución de estos ilícitos ha sido formidable. Con recursos limitados,
cuentan con un personal de primer nivel. Pese a que no hemos encontrado
estadísticas, no es extraño encontrar en la prensa alguna noticia en que se
demuestre la captura de algún sujeto o banda relacionado con la comisión de este
tipo de conductas (recordemos que sobre estos comportamientos existe una cifra
negra cuyo volumen es desconocido, pero presumiblemente de gran envergadura).
Para terminar, dejamos abierto el debate, pero insistiendo en que conforme al
Derecho chileno vigente, en nuestra opinión, la «estafa informática» sería punible.
IV. F RAUDES P O R A B U S O D E C O N F IA N Z A
En nuestro sistema penal, y tal como señala Garrido, no existe un título o párrafo
que reúna a estos delitos. La figura más importante - y que mejor caracteriza a este tipo
de fraudes a opinión de Garrido—es la que se denomina como apropiación indebida.
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PARTE
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PARTE
4.2.2. D ,
I F E R EN C IA E NT R E LA A PR OPIA C I ÓN I N DE BI DA Y LA F IG U RA DE DA Ñ OS HURTO
Y E S T A F A . En primer lugar, y teniendo presente que para Soto este delito se configura por
la imposibilidad de restituir o devolver la cosa -que es fruto del actuar doloso del
agente—,es necesario distinguir este ilícito de la figura de daños. En efecto, mediante
un acto de destrucción de la cosa, el agente se autocoloca en una posición en la cual no
le será posible restituir la cosa; la solución estribaría en establecer cuando el acto
destructivo responde a uno de apropiación -el más extremo—y cuando no.
En segundo lugar, la diferencia entre la apropiación indebida con la estafa radica
en que, en la primera figura, el objeto es entregado voluntariamente a consecuencia de
un acto jurídico válido, y que, con posterioridad, surge la voluntad de apropiarse del
objeto y no devolverlo, mientras que en la estafa la entrega siempre es a consecuencia
de un engaño o ardid que provoca que el sujeto pasivo entregue el objeto.
En cuanto al hurto, por otra parte, se presentan ciertas problemáticas a la hora de
diferenciar esta figura con la apropiación indebida, considerando cierta parte de la
doctrina, entre ellos, y como señala Garrido, es posible ubicar a Rodríguez Debesa, que
esta última, al ser un tipo penal más básico que el hurto y que la estafa, constituye
esto a que, para que se configure, el sujeto activo debe encontrarse en cierta situación
con respecto a la víctima. Así, debe existir un vínculo jurídico previo entre
las partes, el cual puede consistir en un depósito, comisión o administración u otro
título que produzca la obligación de entregar o restituir una cosa mueble. El
depósito está regulado en el Código Civil, en su artículo 2211, el cual consiste en
que una per- sona entrega una cosa mueble a otra con cargo de cuidarla y restituirla.
La comisión y administración, por su parte, son variaciones del mandato, las cuales
consisten en entregar cosas muebles para determinados efectos con la obligación de
restituirlos. Así, el sujeto activo recibe la cosa como mero tenedor, siendo
imposible que la reciba en virtud de un título traslaticio de dominio, puesto que en
este último caso el objeto pasa a ser parte de su patrimonio.
JURISPRUDENCIA: Los títulos traslaticios de dominio no permiten la configu-
ración del delito de apropiación indebida (CS, 13/07/1987, ROL 2896).
Para que se configure el tipo penal de este artículo es necesario que, en primer
lugar, el sujeto activo realice lo dispuesto en el artículo 470 N° 1 del CP, o sea que
se apropie o distraiga, lo cual se puede cumplir realizando una disposición del bien
o no devolviéndolo a su dueño, siendo esto lo que configura el abuso de confianza
depositado en él, y que es necesario para la configuración del tipo. Luego, es
necesario que se apropie materialmente del objeto, el cual puede recaer en dinero,
efectos u otra cosa mueble.
Existe un problema con las cosas fungibles o consumibles, las cuales son en- tregadas
en dominio a la otra parte, y que deben ser devueltas en la misma calidad y cantidad, a
excepción de que dichas sean entregadas en arca cerrada. En definitiva, y como señala la
doctrina, si dicha cosa fungible se entrega en comisión, la cual no entrega el dominio de la
cosa ni su disposición, se puede incurrir en apropiación indebida, a diferencia de si se
entrega en mutuo en la cual si se hace dueño de la cosa, teniendo en este caso libertad de
disposición. Ahora bien, conviene tener presente —como
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PARTE
CP, toda vez que el artículo 470 se remite a él. Por otro lado, si el valor de la cosa no
supera la unidad tributaria, la conducta será penada por el artículo 494 N° 19.
encontrar, siguiendo a Garrido, dos disposiciones distintas que tienen relación con
la administración fraudulenta, siendo éstos los artículos 469 en sus numerales 3 y 4
y el artículo 470 N° 2 del CP. Estos artículos tratan sobre los delitos que tienen
rela- ción con los comisionistas y capitanes de buque. Así, el artículo 469 trata
delitos de estafa que se consideran más graves que los demás, por lo que se les
aplica las mayores penas impuestas por el artículo 467, determinado esto por el
monto de las especies o cantidades defraudadas. Por otro lado, en los casos del
artículo 470 deberán aplicarse las sanciones establecidas para la estafa básica.
Pensamos que, siguiendo en esto a Hernández Basualto, resulta inaplicable —
a este tipo de delito- la figura de la estafa. Lo anterior, fundado en que la adminis-
tración desleal carece del núcleo esencial que posee la estafa, es decir, en este delito
la disposición patrimonial es realizada por el propio agente y no, por tanto, por un
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PARTE
tercero engañado. Ahora bien, y respecto a los engaños que pueda ejecutar el
agente para asegurar su impunidad, el ya mencionado autor señala que éstos no
serían constitutivos de estafa, toda vez que se encontrarían pre-ordenados a fines
de “auto-encubrimiento” (Hernández), lo cual, por consiguiente, no serían engaños
típicos en el sentido de la estafa.
A continuación, el mismo autor -quien señala la inexistencia de un tipo general de
administración desleal que permita captar todas las formas que puede adoptar este
delito-, indica que el tipo de la apropiación indebida resulta de aplicación parcial en esta
materia —opinión que compartimos—,lo que implica que no es suficiente para
sancionar las modalidades y formas que presentaría este tipo de ilícitos.
Al efecto, concordamos con el ya referido autor, quien señala que las limitaciones
más significativas de esta figura serían: a) El objeto del tipo ya aludido, por su des-
cripción legal, abarcaría únicamente cosas corporales muebles, lo que conlleva a dicho
autor a concluir que las cosas incorporales —como el dinero giral—quedarían fuera del
alcance de esta disposición; b) señala, apoyado en lo anterior, que las administra- ciones
fraudulentas de bienes raíces quedarían igualmente excluidas del alcance del tipo de
apropiación indebida, y c) tampoco podrían ser captadas por esta disposición los actos
que lesionan el patrimonio del titular por la vía de incrementar el pasivo en el mismo,
cuando no se disponga o administre sobre cosas corporales muebles, independiente de
que, finalmente, el pago se realice mediante la disposición de dichas cosas. En otros
términos, y como señala dicho autor, la conducta sería atípica hasta que se efectuara
antedicha disposición.
Finalmente, a juicio de Hernández —al cual adherimos—, tanto la figura con-
templada en el artículo 469 N° 3o como en el N° 4, no serían realmente casos de
administración fraudulenta sino, más bien, hipótesis específicas de estafa. En su
opinión —si bien existe un acto desleal que sería la presentación de la cuenta falsa-,
lo realmente gravitante que mueve al legislador a conminar penalmente sería la
defrau- dación que padece el sujeto pasivo, mediante un engaño materializado en el
acto de rendición de cuentas.
Luego, la administración desleal de estas figuras no se castigaría en sí mis- ma,
sino cuando la misma se concreta en un engaño en contra del sujeto pasivo —el
mandante-, el cual ctee erróneamente que se le ha rendido cuentas que, finalmente,
genera que este mismo apruebe la misma —ue genera una disposición patrimonial,
ya sea en una modalidad de renuncia de derechos o, por la otra parte, de entregar
fondos para pagar la cuenta falsa—Todo lo anterior, por tanto, genera un perjuicio
en contra de la víctima. Ahora bien, y siguiendo el ejemplo expuesto por
Hernández, si el capitán o comisionista dilapida dolosamente los bienes de su
mandante y, en vez de falsear la cuenta, le presenta las verdaderas no se castigaría
por estos tipos, lo que demostraría que, en realidad, se trata de “(•••) simples
estafas cometidas con ocasión de una administración desleal” (Hernández).
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LECCIÓN 39: ESTAFAS Y OTROS ENGAÑOS
PARTE
cuentra tipificado en el artículo 469 N° 3 del CP, el cual sanciona a “los comisionistas
que cometieren defraudación alterando en sus cuentas los precios o las condiciones de
los contratos, suponiendo gastos o exagerando los que hubieren hecho”.
4.3.3. T I P O O B J E T I V O . Esta figura, acorde a Garrido, exige una actuación frau- dulenta, lo
cual acarrea un perjuicio hacia otra persona y para esto debe existir una apropiación de
valores o especies. De este modo, se puede apreciar que debe existir la misma actuación
que en la apropiación indebida, en el cual debe haber una disposición como dueño de algo
que se recibió como encargo o mandato, con la futura obligación de restituir esa cosa. Lo
anterior se puede concluir en base a la naturaleza de la comisión mercantil, que siendo un
contrato intuito personae, exige una rendición de cuentas.
Según el mismo autor, el tipo exige una especial condición, consistente en que
el sujeto activo sea un comisionista, el cual tiene una relación contractual con el
sujeto pasivo que sufre un perjuicio patrimonial por el actuar del primero, el cual se
apropia de esas cosas que debe administrar, y que debe, además, ocultar dicho
actuar doloso mediante adulteración o falseamiento de cuentas. En definitiva,
existe un abuso de confianza, el cual es ocultado por medio del engaño, que
redunda en un perjuicio patrimonial para el mandante.
Los actos que se exigen para la configuración de este delito son dos, el
primero, una apropiación indebida, y, luego, una rendición de cuentas falsa. Esta
última se puede realizar, a juicio de Garrido, mediante distintas modalidades, a
saber, alteran- do los precios de la cosa o las condiciones del contrato, suponiendo
gastos que no se efectuaron, y exagerando los gastos que realmente se hicieron.
4.3.4. T ,
IPOSUBJETIVO ,
CONSUMA CIÓN . La acciones realizada
CON CU R SOSY PENA L I DA DDEL DEL I T O
por el comisionista exige que exista dolo tanto para la apropiación indebida como
para la rendición de cuentas. De este modo, el dolo que debe haber en la rendición
es directo y se descarta el eventual, ya que se exige que haya una voluntad dirigida a
realizar el engaño.
En lo que respecta a la consumación del delito, se trata de un delito de
resultado y, como las anteriores defraudaciones, exige que haya un perjuicio en el
patrimonio del sujeto pasivo. Así, la rendición de cuenta falsa, mientras no cause
un perjuicio patrimonial, no configurará este delito.
ESPECIAL 433
1
PRIMERA
GUSTAVO BALMACEDA HOYOS------------------------------------------------------------------
PARTE
encuentra regulado en el artículo 469 N° 4 del CP, el cual castiga a “los capitanes de
buques que defrauden suponiendo gastos o exagerando los que hubieren hecho, o
cometiendo cualquiera otro fraude en sus cuentas”. Se trata de una figura agravada
y especial, ya que el sujeto activo debe ser un capitán de buque, que comete una
defraudación a su mandante, que es el naviero, generando un perjuicio patrimonial.
Conforme al artículo 905 del Código de Comercio el capitán es el jefe superior
de la nave encargada de su gobierno y dirección y está investido de la autoridad, atri-
buciones y obligaciones que se indica en dicho Código y en las demás normas legales
relativas al capitán. Esta norma es aplicable a este delito, en lo tocante al concepto
de capitán.
En cuanto al tipo subjetivo del delito, el dolo que se exige es el directo, ya que el
capitán debe saber que está defraudando y perjudicando patrimonialmente a la navie-
ra; debe existir tanto en la disposición de los bienes como en la rendición de cuenta.
4.3.6. A . Este
DMI NI ST RA CI ÓN F RAU DU L ENTA DEL CA PITÁ N DE BU QU E N O AG RA VA DO
delito se encuentra en el artículo 470 N° 2 del CP, el cual sanciona a “los capitanes de
buques que, fuera de los casos y sin las solemnidades prevenidas por la ley, vendieren
dichos buques, tomaren dinero a la gruesa sobre su casco y quilla, giraren letras a cargo
del naviero, enajenaren mercaderías o vituallas o tomaren provisiones pertenecientes
a los pasajeros”.
Este delito no se encuentra comprendido en las figuras ya estudiadas porque, a
diferencia de las ya mencionadas, no se requiere de una rendición de cuentas falsa, lo
que redunda en una hipótesis de abuso de confianza no agravado, si se considera a las
primeras hipótesis como casos de administración desleal y no, como opina Hernán-
dez, casos de estafa que se cometen con ocasión de una administración fraudulenta.
En este artículo el capitán de buque comete defraudaciones por el abuso de las
atribuciones que le reconoce la ley y de la confianza que han tenido los armadores.
Ahora bien, cabe señalar, siguiendo en esto a Garrido, que las ventas, tomas de dinero
a la gruesa y giro de letras, deben hacerse por el capitán en representación o a nom-
bre de los mandantes, o como jefe de buque para que el tipo penal se presente; esta
acción, cabe agregar, debe producir un perjuicio material, y es por esto que se trata
de un delito de resultado.
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PRIMERA
------------------------------------ LECCIÓN39:ESTAFASY OTROS ENGAÑOS ------------------------
PARTE
En este caso no existe una maquinación fraudulenta, ya que los bienes se en-
cuentran en poder del capitán y se le han confiado para que los administre o
mantenga, y es esta violación a la administración, la que permite que se configure el
tipo penal. Para concluir, este tipo, en su faz subjetiva, exige dolo directo.
autores que consideran que se trata de una figura mixta, donde además de abuso de
confianza, interviene el engaño inherente a la estafa, llevando esto a que se incurra
en error, el cual, mediante un documento, genera una prestación que causa
perjuicio en la víctima o a un tercero. La mayoría de la doctrina opina que el funda-
mento de la figura radica en el abuso de confianza depositada en quien se hace
cargo del documento firmado, pero no escriturado.
“Por documento firm ado en blanco ha de entenderse 'un pliego firmado y entre-
gado por el firmante con el fin de que sea llenado con declaraciones, de las cuales la
firma es anticipada ratificación” (Garrido). La entrega del documento firmado, tal
como indica Garrido, debe ser voluntaria tanto en la firma como en el contenido
del documento, de este modo, si este documento se firma a consecuencia de
violencia o intimidación estaríamos ante una extorsión, mientras que sería una
estafa si se engaña al sujeto pasivo para que firme. Por otra parte, y como señala el
ya mencionado autor, no constituye el presente delito cuando, en un documento
que tiene ciertos espacios en blanco, éstos son rellenados con posterioridad, ya que
esto constituiría falsificación. Cabe señalar, por último y siguiendo a Garrido, que
dicho documento puede ser tanto público como privado.
ESPECIAL 435
1
V. O TROS T IP O S E S P E C IA L E S D E S C R IT O S E N E L P Á R R A F O D E L A S E S T A F A S Y
5.1. Generalidades
436 LIBROTECNIA ®
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— LECCIÓN 39: ESTAFAS Y OTROS ENGAÑOS --------------------------------------------------------
PARTE
por medios clandestinos; b) la ocultación, la cual, acorde al mismo autor, implica que
quien detenta o tiene el documento lo esconde de otros; c) la destrucción refiere,
acorde a Garrido, a la supresión material del documento, y d) la inutilización, la cual es
entendida, acorde al mismo autor, como un comportamiento orientado a que el
documento deje de servir para la función que naturalmente cumple.
El objeto material sobre el cual recae el comportamiento, como señala Garrido,
debe ser un expediente judicial o administrativo, así como también un documento —
concepto que debe entenderse, a nuestro parecer, acorde al significado que juzgamos
como correcto a propósito de las falsedades documentales-.
Ahora bien, en su parte final la disposición agrega la frase “u otro papel de
cualquier clase”, la cual es criticada por Garrido, quien señala el riesgo de ampliar
inadecuadamente los supuestos de punición de la norma, por lo cual, postula que
dicha expresión debe entenderse de una manera, más bien, restrictiva o circunscrita
a los fines de la norma.
Para que se entienda consumado el delito debe existir un resultado, o sea un
perjuicio, por lo que permite las etapas de tentativa y frustración. En lo que se refiere al
tipo subjetivo, y concordando con Garrido, pensamos que debe existir dolo directo.
Si bien, como ya hemos señalado, existe una disposición que trata sobre con-
tratos simulados, concretamente el artículo 466, inciso segundo del CP, en esta
parte nos referimos a la figura regulada en el artículo 471 N° 2 del mismo cuerpo
legal, la cual, cabe señalar y concordando con Garrido, tiene identidad propia y es,
por tanto, distinta a la ya mencionada.
En cuanto a la expresión “contrato simulado”, Garrido señala que “(...) se dijo
que no consistía en aparentar la celebración de un acto jurídico, sino que realmente
se otorgaba un contrato, que en su contenido no revelaba la verdadera voluntad de
los intervinientes, que no han pensado ni han querido realizar el hecho o acuerdo
que en él se describe, o porque disimula u oculta el que realmente acordaron, que
es de otra naturaleza del que aparentemente da constancia el que suscribieron”. A
mayor abundamiento, dicho autor señala que “La conducta sancionada es otorgar el
tipo de contrato antes indicado y es suficiente que los contratantes lo extiendan y
suscriban; se entenderá que así sucede cuando cumple con las formalidades
inherentes a la natu- raleza del pacto aparentemente celebrado, que en ciertos casos
podría ser consensual. Se ha discutido la existencia del engaño en este caso, puesto
que aquí no se duda de que no hay abuso de confianza; en realidad la mentira en
cuanto al contenido del acto llevado a cabo es lo que constituye el ardid inherente a
los fraudes por engaño, que induce a error a la víctima al creer que se ha realizado
algo que en el hecho la perjudica, pero que en realidad es sólo aparente (simular
que se ha vendido el bien dado en prenda o hipoteca)”.
ESPECIAL 437
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PARTE
Este delito es regulado por el artículo 469 N° 6 del CP, siendo una figura
agravada comparada a los demás engaños del título, tal como indica Garrido.
Se exige que la destrucción del bien sea fraudulenta, lo que conlleva, a juicio
de Garrido, a entender que dicha acción se realiza con la finalidad de perjudicar el
patrimonio del acreedor, en cuyo beneficio se trabó la medida judicial. Ahora bien,
y siguiendo el parecer de Etcheberry, el verbo rector de esta figura sería “destruir”
pese a que se emplee el término “fraudulentamente” en la disposición, lo cual
emparentaría más esta conducta con los delitos de destrucción.
La conducta eligida, acorde a Garrido, es la destrucción de una cosa corporal
mueble embargada, lo cual significa suprimir o deshacer la cosa —acorde a Etcheberry,
la destrucción puede ser parcial, siempre y cuando afecte sustancialmente el valor de la
cosa—;estos objetos deben ser objeto de un embargo, o sea, debe existir una resolución
judicial la cual restringe la disposición sobre los mismos, con la finalidad de garantizar el
eventual pago de una obligación contraída con un tercero. El tipo subjetivo, por su
parte, exige el dolo directo; a este respecto, Etcheberry señala que la expresión “se tenga
noticia del embargo”, es una de índole irrelevante, cuyo único fin correspondería a
señalar que el dolo debe abarcar todos los elementos típicos.
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PARTE
El sujeto activo, por otro lado, puede ser tanto el dueño como un tercero dado que se
trata de un delito común, pero con respecto al sujeto pasivo, éste necesariamente debe ser el
acreedor al cual se quiere perjudicar. Para que el delito se encuentre consu- mado, debe
existir un perjuicio patrimonial del acreedor, con todo lo que ello implica.
de lo contrario, la conducta sería atípica; ello, puesto que, en realidad, dicho comporta-
miento correspondería a la recuperación material de la propiedad por parte del dueño.
Finalmente, dichos autores, agregan que dicho consentimiento debe prestarse con ante-
lación a la realización de la conducta y que, por tanto, la ratificación posterior no vale.
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PARTE
do, puesto que la ley pretende proteger su voluntad de contratación, la cual se vería
afectada a raíz de diversas circunstancias apremiantes que menciona dicho autor—.
Además, el tipo requiere que dichos valores sean suministrados a un interés
que supere al permitido por ley.
Ahora bien, para distinguir cuál es el interés permitido, y siguiendo a Etchebe-rry
en esto, debe distinguirse: a) por una parte, si se trata de operaciones de crédito de
dinero, debe tenerse presente lo dispuesto por la Ley 18.010. En primer lugar, debe
tenerse presente lo dispuesto por el artículo 2o que, al efecto, señala: “En las
operaciones de crédito de dinero no reajustables, constituye interés toda suma que
recibe o tiene derecho a recibir el acreedor, a cualquier título, por sobre el capital. Se
entiende por tasa de interés de una operación de crédito de dinero no reajustable, la
relación entre el interés calculado en la forma definida en este inciso y el capital. En las
operaciones de crédito de dinero reajustables, constituye interés toda suma que recibe o
tiene derecho a recibir el acreedor por sobre el capital reajustado. Se entiende por tasa
de interés de un crédito reajustable, la relación entre el interés calculado en la forma
definida en este inciso y el capital. En ningún caso, constituyen intereses las costas
personales ni las procesales”. Dicho artículo, como se observa, determina el concepto
de interés dependiendo si se trata de una operación reajustable o no. En segundo lugar,
debe considerarse el artículo 6o de la ley que, al efecto, establece un concepto de
interés corriente —ue es determinado por la Superintendencia de Bancos e
Instituciones Financieras—.A este respecto, Politoff/Matus/Ramírez señalan que “La
libertad contractual en la estipulación de intereses que establece la Ley N° 18.010 está
limitada en el art. 6o al cincuenta por ciento por sobre el interés corriente que rija al
tiempo de la convención, es decir, no pueden estipularse intereses que excedan del 50
por ciento del interés promedio cobrado por los bancos y las sociedades financieras
establecidas en Chile en las operaciones que realicen en el país”; b) por otra, si se trata
de cosas fungibles que no sean dinero, Etcheberry señala que debe aplicarse lo
prescrito por el artículo 2206 del Código Civil.
En cuanto al tipo subjetivo, concordamos con Garrido, quien señala que se
exige dolo directo, puesto que el agente debe saber —y querer—que está
suministrando valores a un interés excesivo. Finalmente, y en cuanto a la estructura
de la figura, creemos correcto el parecer de Politoff/Matus/Ramírez, quienes
señalan que estamos ante un delito de mera actividad, lo que implica que basta la
sola estipulación usurera para poder apreciar el ilícito.
La ley, tal como indica Garrido, es especialmente rigurosa si la conducta es rea-
lizada por un extranjero, puesto que, además de cumplir la condena, será expulsado del
territorio de la República; ahora bien, si el extranjero tenía carta de nacionalidad y es
reincidente en el delito, la misma deberá ser cancelada y proceder a la expulsión.
Debemos agregar que la norma, en su inciso final, contiene una norma proba-
toria especial, que autoriza a los jueces para apreciar las pruebas relativas a este
delito en conciencia.
MANUAL DE DERECHO PENAL • PARTE ESPECIAL 4 4 1