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Los modelos del universo


Tamaño comparativo del Sol y los
Contenidos del módulo planetas (Mercurio a Plutón).

2.1 Los modelos primitivos


2.2 El modelo de las esferas concéntricas
2.3 Los epiciclos y el modelo de Ptolomeo
2.4 Las dimensiones del universo
2.4.1 Las dimensiones relativas del Sol, la Tierra y la Luna
2.4.2 La circunferencia terrestre

Objetivos del módulo

1. Mostrar que el sistema sexagesimal se elaboró para satisfacer necesidades rela-


cionadas con la observación astronómica y la medición del tiempo.
2. Establecer la relación entre las ideas preconcebidas y la construcción de modelos
matemáticos del universo.
3. Apreciar el proceso de error y ensayo en la construcción de modelos astronómicos
y su confrontación con la observación directa.

Preguntas básicas

1. ¿Qué parámetros se deben tener en cuenta al hacer una observación astronómica?


2. ¿En qué se fundamenta la idea de que los astros sólo se pueden mover en
círculos?
3. ¿Cómo se podría construir una órbita elíptica a partir de epiciclos?
4. ¿Cómo se podría calcular la distancia de la Tierra al Sol, o de la Tierra a la Luna?
5. ¿Si la distancia de Alejandría a Asuán es de unos 800 kilómetros, solamente, qué
garantiza que el resto de la Tierra también es esférica?

Introducción

La necesidad de predecir el movimiento de los astros y el comportamiento de los


fenómenos climatológicos asociados al calendario, llevaron a los astrónomos de la
antigüedad a la elaboración de modelos del universo y a la realización de ingenio-
sas mediciones de las dimensiones relativas del Sol, la Tierra, la Luna y la distancia
a las estrellas fijas. Vea el módulo 2 del
programa de
televisión Física
Conceptual

Física Conceptual
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Capítulo 1: El nacimiento de la astronomía

2.1 Los modelos primitivos


Escuche Planetario, un
programa de la serie
radial Historias de la En la antigüedad se registraban las observaciones del movimiento y la disposición
Ciencia de los astros en tablas astronómicas que contenían la información básica sobre el
lugar del firmamento, la hora y la fecha en la que un determinado astro fue observa-
do. La acumulación de información hizo posible el estudio sistemático y la búsque-
da de regularidades a partir de las cuales se podían establecer patrones del movi-
miento de los astros que hacían posible determinar su posición futura, para, por
ejemplo, hacer la predicción de un eclipse solar o de una conjunción planetaria,
además de poder mantener una estrecha relación entre las fechas del calendario y
los eventos astronómicos asociados a las efemérides. Sin embargo, la imprecisión
de las observaciones y la falta de modelos astronómicos confiables en la antigüe-
dad hacían necesaria la permanente realización de ajustes y correcciones, y deman-
daba la elaboración de modelos de mayor grado de precisión y mejor capacidad de
predicción, que, adicionalmente, tuvieran la posibilidad de explicar fenómenos como
la retrogradación planetaria.

Los primeros modelos del universo reflejan una visión bastante ingenua de la natu-
raleza: los babilonios suponían que el universo era como una especie de cajón con
la Tierra por piso, y con el cielo, sostenido por montañas, por techo. Alrededor de la
Tierra había un foso que era recorrido diariamente por el Sol. Los egipcios, siguien-
do la influencia babilonia, situaron a El Cairo en la mitad de la Tierra, que se hallaba
rodeada por el río Nilo. Pero en el siglo IV a.C., los griegos empezaron a elaborar
modelos menos simplistas. Tales de Mileto supuso que la Tierra era un disco que
flotaba en el agua. Por su parte, Anaximandro asumió que las estrellas estaban fijas
a una gran bóveda que rotaba alrededor de la Tierra, mientras que ésta se mantenía
suspendida en el centro. Gracias a este modelo se podía explicar la sucesión del día
y la noche por el paso del Sol por debajo de la Tierra, aunque Anaximandro supuso
un mecanismo un poco más complicado para tal fenómeno.

Particularmente interesante para nuestro estudio resulta el modelo atribuido al


pitagórico Filolao, en el siglo V a.C. (figura 2.1). Según este modelo la Tierra no se
encuentra inmóvil en el centro del universo, tal y como sugiere la intuición y acep-
tan la mayoría de los modelos primitivos, sino que al igual que los planetas, las
estrellas fijas, el Sol y la Luna, la Tierra gira alrededor de un gran fuego que es el
verdadero centro del universo. Supuestamente este modelo está fundamentado en
la idea de que los cuerpos celestes, incluyendo a la Tierra, completan el mágico
número diez, el número de la perfección según los pitagóricos y la larga tradición
que desciende de ellos. Para completar el número perfecto de cuerpos celestes,
Filolao introdujo una anti-Tierra que se encontraba en oposición a la Tierra, al otro
lado del fuego central. Ni el fuego central, ni, mucho menos, la anti-Tierra se podían
ver desde la Tierra porque Grecia se encontraba en la parte del mundo que daba su
espalda a dichos cuerpos. Este modelo nunca gozó de popularidad, fue una especie
de curiosidad conocida por pocos y compartida por más pocos todavía; sin embar-
go, es importante resaltar el hecho de que obedeciendo a lo que se puede llamar un
principio rector –“la perfección del mundo”– se llegó a la idea, contraria al sentido
común, de que la Tierra no estaba en reposo, ni era el centro del universo.

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Módulo 2: Los modelos del universo

Luna
Mercurio Júpiter
Fuego
central Venus Estrellas
Tierra fijas
Marte
anti-Tierra
Sol
Saturno

Figura 2.1. El modelo de Filolao

También se atribuye a los pitagóricos la idea de que los cuerpos celestes deben
estar dispuestos en órbitas que satisfacen relaciones numéricas sencillas, tal y
como lo hacen las cuerdas de una lira para poder emitir sus sonidos armónicos, y
que, por tanto, el universo en su conjunto debía producir una música celeste: “la
armonía de las esferas” que algún día habría de servir de inspiración a Kepler para
realizar algunos de sus descubrimientos astronómicos. Los pitagóricos tuvieron
conocimiento de que una cuerda tensa produce sonidos armónicos cuando es pul-
sada libremente o cuando su longitud corresponde a fracciones sencillas de la
longitud fundamental; así, la nota fundamental corresponde a la cuerda al aire, y la
octava a la mitad de la cuerda. Si se asigna la longitud de 1 a la cuerda, y la nota
fundamental corresponde a Do, entonces una longitud de 8/9 corresponde a la nota
Re, una longitud de 3/4 a Fa, una longitud de 2/3 a Sol, y una longitud de 16/27 a La.
Estas cinco notas corresponden a la escala pentatónica, o sin semitonos, que fue
característica de la cultura griega y de muchos pueblos primitivos. La relación entre
la música y las matemáticas sugirió a los pitagóricos la idea de que el universo está
constituido de acuerdo a un plan matemático y que quien lo descifre estará en poder
del conocimiento total, de ahí su gran interés por las proporciones matemáticas y
geométricas, lo que, de alguna manera, constituye el origen más remoto de la idea,
base para la ciencia moderna, de que es posible encontrar las leyes matemáticas que
rigen los fenómenos de la naturaleza.

2.2 El modelo de las esferas concéntricas


El primer modelo del universo que pretendía dar una descripción y una explicación
mecánica del movimiento astronómico se atribuye a un pitagórico, Eudoxio de Cnido,
en el siglo IV a.C. (figura 2.2). Se trata de un modelo mecánico que parte de la
suposición de que la Tierra se encuentra suspendida e inmóvil en el centro del
universo. Alrededor de la Tierra, adosados a esferas cristalinas, giran los planetas,
el Sol y la Luna, y más allá de todos ellos gira la esfera de las estrellas fijas. La
característica más sobresaliente de este modelo es que todas las esferas se en-
cuentran engranadas entre sí, de modo que el movimiento de cada una depende del

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Capítulo 1: El nacimiento de la astronomía
movimiento de las demás. Por otra parte, los ejes de rotación de cada esfera apuntan
en diferente dirección, lo que puede explicar, entre otras cosas, el cambio en la
posición del Sol respecto a la Tierra a lo largo del año, que es responsable del ciclo
de las estaciones. La combinación del movimiento simultáneo de varias esferas
podía reproducir con cierto grado de aproximación el movimiento retrógrado de los
planetas, aunque para poder lograrlo era necesario introducir esferas adicionales.

Aunque bastante complicado y de muy poca precisión al momento de realizar


cálculos astronómicos con él, el modelo de Eudoxio tenía la cualidad de salvar el
axioma de circularidad en la explicación del movimiento planetario, pero era incapaz
de explicar los cambios de tamaño relativo del Sol y la Luna que se pueden apreciar
desde la Tierra durante los eclipses de sol que a veces son totales y a veces anula-
res, cuando la Luna no es capaz de cubrir completamente el disco solar. Para explicar
este hecho hay que suponer que las distancias relativas de la Tierra, el Sol y la Luna
pueden cambiar, pero el modelo de Eudoxio no daba esta posibilidad. De igual
manera era imposible explicar el cambio de brillo de Marte y Venus como una varia-
ción de la distancia a la Tierra.

Tierra

Figura 2.2. El modelo de Eudoxio

Si bien el modelo de Eudoxio no tuvo una larga vida en la práctica astronómica,


debido a su imprecisión y a la dificultad de utilizarlo como instrumento de cálculo,
pues llegó a tener hasta 55 esferas, lo que hacía extraordinariamente complicada la
realización del más sencillo de los cálculos astronómicos, introdujo un elemento
clave en la astronomía que habría de definir su forma de trabajo durante los siguien-
tes dos mil años: la idea de reproducir cualquier tipo de movimiento astronómico a
partir de la superposición de movimientos circulares.

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Módulo 2: Los modelos del universo

2.3 Los epiciclos y el modelo de Ptolomeo


Si bien el modelo de Eudoxio no prosperó como elemento práctico en la astrono-
mía, la idea de reproducir el movimiento de los astros a partir de una superposi-
ción de movimientos circulares se materializó en el modelo de los epiciclos intro-
ducido en el siglo II a.C. en Alejandría por el astrónomo Hiparco de Nicea. De
acuerdo con este modelo la trayectoria que describen los cuerpos celestes corres-
ponde al movimiento circular alrededor de un punto que, a su vez, gira alrededor de
un centro que puede ser la Tierra, y de ahí el nombre de epiciclo (figura 2.3).

La trayectoria circular que describe el centro del epiciclo alrededor de la Tierra se


denomina deferente. Mediante los epiciclos fue posible hacer una descripción del
movimiento retrógrado de los planetas y explicar los cambios en los tamaños rela-
tivos del Sol y la Luna situando a estos últimos en órbitas excéntricas respecto a la
Tierra, lo cual explicaba el hecho observado de que el Sol recorre más de la mitad
de su trayectoria en medio año (figura 2.4). El modelo de epiciclos fue adoptado en
el siglo II por Ptolomeo, el más notable astrónomo de la antigüedad, quien en su
Almagesto compendió el conocimiento astronómico de su tiempo y sentó las bases
para la práctica de la astronomía durante casi mil quinientos años.

Epiciclo

A
P

Deferente

Figura 2.3. El epiciclo y la deferente

El modelo astronómico de Ptolomeo (figura 2.5) se habría de constituir en el modelo


oficialmente aceptado por las autoridades del conocimiento, laicas y clericales, has-
ta que se empezó a aceptar el modelo heliocéntrico de Copérnico en el siglo XVII,
pero hasta entonces se debió realizar un arduo trabajo de consolidación y persua-
sión. El modelo de Ptolomeo se fundamentaba en los siguientes principios:

1. La Tierra está inmóvil en el centro del universo.


2. El cielo es una gran esfera que rota alrededor de la Tierra.
3. La Tierra tiene forma esférica.
4. Por sus dimensiones, la Tierra es a la esfera de las estrellas fijas como un punto a
una esfera.
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Capítulo 1: El nacimiento de la astronomía

7 2 4 6 5
3
8 1

7
8 1
2 6
3
5 Júpiter
4

Tierra

Fígura 2.5. Explicación gráfica de la retrogradación planetaria

Figura 2.4. Órbitas excéntricas De acuerdo con el modelo de Ptolomeo los planetas se movían en epiciclos alrede-
dor de la Tierra, pero se hacía la distinción entre planetas interiores: Mercurio y
Venus, y planetas exteriores: Marte, Júpiter y Saturno. Lo que establecía la diferen-
cia era el hecho de que Mercurio y Venus siempre acompañan al Sol, esto es, la
máxima separación angular de Venus respecto al Sol es de 46o, y para Mercurio es
menor aún. Ptolomeo explica este hecho suponiendo que los epiciclos de estos dos
planetas se hallan en la recta que une al Sol y a la Tierra, de tal manera que estos dos
planetas nunca se encuentran en oposición respecto al Sol, contrario a lo que
sucede con los restantes planetas que realizan sus órbitas más allá de este astro.

Júpiter

Luna
Mercurio Estrellas
Tierra fijas
Marte
Venus

Saturno
Sol

Figura 2.6. El modelo de Ptolomeo

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Módulo 2: Los modelos del universo

2.4 Las dimensiones del universo

La afirmación de que el tamaño de la Tierra es despreciable en comparación con el


radio de la bóveda celeste, que recoge el modelo de Ptolomeo, corresponde a la
ausencia de paralaje que presentan las estrellas al ser observadas desde puntos
diferentes de la Tierra. Si este no fuera el caso, la distancia entre las estrellas debería
cambiar dependiendo de la posición del observador terrestre, lo que permitiría esti-
mar la distancia de la Tierra al firmamento.

2.4.1 Las dimensiones relativas del Sol, la Tierra y la


Luna
Es notable que en el modelo de Ptolomeo se tengan en cuenta aspectos como la
forma de la Tierra y sus dimensiones relativas al resto del universo, que ya habían
sido determinadas por Aristarco y Eratóstenes en el siglo III a.C., el primero de los
cuales llegó a proponer la idea de que la Tierra giraba alrededor del Sol, en vista de
que éste era más grande que aquélla. Sin embargo, tal idea no tuvo acogida, en
particular por parte de Ptolomeo, pues se argumentaba que los cuerpos celestes
eran de una naturaleza y de una materia diferente a la de la Tierra, por lo que no
tenían ninguna dificultad para girar alrededor de aquélla, aunque fueran mucho más
grandes. De la obra de Aristarco se tiene noticia por las referencias que hace de ella
Arquímedes. Según éste, Aristarco determinó la posición del Sol en el momento en
que la Luna se encontraba en cuarto creciente, es decir que desde la Tierra se
apreciaba como media Luna, de modo que la relación entre la distancia de la Tierra a
la Luna, TL, y la distancia de la Tierra al Sol, TS, es el coseno del ángulo α entre las
TL
líneas TL y TS: cos α = (figura 2.7).
TS
Luna

L Sol

TL
a cos a
TS

T
Tierra
Figura 2.7. La cuadratura de la Luna

De acuerdo con las mediciones hechas por Aristarco, TL/TS = 1/20, aunque un valor
más aproximado es 1/400. Si bien el error es de apreciable magnitud, pues la determi-
nación precisa del ángulo en cuestión implicaba tener en cuenta la refracción de la
luz por la atmósfera terrestre, algo imposible para la época, se rescata el ingenio de
la medición y el resultado puramente cualitativo de que el Sol está mucho más lejos
de la Tierra que la Luna. También se atribuye a Aristarco el haber determinado la
relación entre el radio de la Tierra y el radio de la Luna durante un eclipse lunar.
Aristarco estimó que el radio terrestre era unas dos veces el de la Luna, aunque un

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Capítulo 1: El nacimiento de la astronomía
valor más aproximado es de unas cuatro veces. A partir de esta medición y teniendo
en cuenta el hecho de que el Sol y la Luna se ven aproximadamente del mismo
tamaño, es decir que sus diámetros subtienden el mismo ángulo, se puede concluir
que, según las mediciones previas de Aristarco, el radio del Sol es unas veinte veces
mayor que el de la Luna y unas diez veces mayor que el de la Tierra (figura 2.8). De
nuevo tenemos un error de medida considerable pero sigue siendo importante el
hecho de haber podido determinar que el Sol es mucho más grande que la Tierra, lo
que, aparentemente, llevó a Aristarco a proponer que era ésta la que giraba alrede-
dor de aquél.

2RL 2RS

L
S
g

2RL = (TL)g , 2RS = (TS)s


Con g = s obtenemos:
RL TL
T =
RS TS

Figura 2.8. Comparación de los radios de la Tierra, la Luna y el Sol

2.4.2 La circunferencia terrestre


La determinación del valor de la circunferencia terrestre se atribuye a Eratóstenes
unos tres siglos antes de nuestra era, en la ciudad de Alejandría. Eratóstenes utilizó
el hecho conocido de que el día del solsticio de verano el Sol cae perpendicularmen-
te a mediodía sobre la ciudad de Siena, hoy Asuán. De hecho, en esta ciudad se
había construido un santuario al Sol. Eratóstenes determinó el ángulo α de inci-
dencia de los rayos del Sol, el mismo día y a la misma hora, sobre la ciudad de
Alejandría, situada unos 800 kilómetros al norte de Siena, y, gracias al apoyo del rey,
logró que un destacamento de infantería midiera la distancia entre las dos ciudades,
que vamos a denominar AS; de esta manera pudo determinar el radio de la Tierra, R,
a partir de la relación R α = p
AS (figura 2.9).

No hay un acuerdo bien establecido entre los historiadores respecto al valor que
obtuvo, pues lo expresó en estadios, pero no especificó si eran estadios griegos o
romanos, que tienen diferente longitud, además del hecho de que Asuán y Alejandría
no se encuentran exactamente sobre el mismo meridiano, lo que introduce un factor
de error considerable. En el mejor de los casos se podría estimar el valor obtenido
para el radio de la Tierra por Eratóstenes en 6.840 kilómetros, mientras que el valor
real es de 6.370, lo que constituye una excelente aproximación teniendo en cuenta el
método de medición utilizado. Independientemente del valor obtenido, lo importan-
te es el hecho de que casi mil ochocientos años antes de Colón se sabía que la Tierra
era redonda y se disponía de un método, con errores, pero susceptible de ser perfec-
cionado, para determinar sus dimensiones.

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Módulo 2: Los modelos del universo

a
A
a
R S

Figura 2.9. Incidencia del Sol sobre la curvatura terrestre

Resumen

La necesidad de ajustar el calendario a los eventos astronómicos que le sirven de


referencia y de tener la posibilidad de predecir eclipses y otros sucesos celestes
determinaron la necesidad de elaborar modelos astronómicos y de hacer suposicio-
nes sobre la forma de la Tierra y de la órbitas celestes, y sobre la disposición de los
astros alrededor de la Tierra. El resultado fue una mezcla de observaciones y conje-
turas basadas en el axioma del movimiento circular, que dio lugar a la elaboración
primero de modelos mecánicos de esferas concéntricas, y después a modelos pura-
mente cinemáticos que hacían uso permanente de ecuantes y epiciclos.

Bibliografía

1. Arons A. 1970. La evolución de los conceptos de la física. México: Editorial


Trillas.
2. Dampier WC. 1971. Historia de la ciencia. Londres: Cambridge University
Press.
3. Gamow G. 1980. Biografía de la física. Madrid: Alianza Editorial.
4. Sagan C. 1980. Cosmos. Barcelona: Planeta.
5. Sepúlveda A. 2003. Los conceptos de la física. Evolución histórica. Medellín:
Editorial Universidad de Antioquia.

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