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EL MUNDO POS PANDEMIA: ¿CONTINUIDADES O CAMBIOS?

María Rosa BARABASCHI


Prof. y Lic. en Geografía
mariarosabarabaschi@yahoo.com.ar

Dos mil veinte pasará a los anaqueles de la historia universal como un año
difícil de olvidar.
Los habitantes del mundo lo recibieron con una noticia preocupante pero que
parecía que ocurría allá, lejos, menospreciando la realidad actual: hoy, debido
a los medios de comunicación y transporte el planeta se ha “achicado” y es
como bien mencionara Marshall Mc Luhan (1989) una aldea global y – más allá
de discusiones acerca de sus ventajas o desventajas- un mundo globalizado
donde como nunca antes, cada espacio está íntimamente relacionado con
otros y se produce un fluido intercambio financiero, tecnológico, cultural y de
personas de un lugar a otro del planeta. Una movilidad como pocas veces
anteriormente se había visto, posibilitada por la tecnología, los medios de
comunicación y de transporte.
Zygmunt Bauman (2010) manifiesta que las distancias ya no importan, que
cada vez resulta más difícil sostener la idea de límite geofísico en el mundo
real. También afirma que la distancia no es objetiva, sino un producto social
que varía en función de la velocidad empleada para superarla y el costo de la
misma, perdiendo así importancia los indicadores de tiempo y espacio.
Y que de una u otra manera, todos vivimos en movimiento, un movimiento real
o a través de la web.
Precisamente esta movilidad facilitó la circulación de un virus nuevo y
desconocido, el cual rápidamente traspasó las fronteras de todos los países del
mundo.
A principios de año, causando estupor y sorpresa, una imagen viralizada
recorrió los medios de comunicación donde se ve a una persona que fallece en
plena calle en Wuhan (mientras nadie presta atención al suceso ni asistencia al
caído). Podría haber sido una escena del libro de ficción “La Peste” de Albert
Camus con el cual se podrían tejer tantos paralelismos, pero no. Con el correr
de los días dejó de ser un hecho impactante y ese algo que pasa lejos
rápidamente se transformó en un acontecimiento real y concreto que cambiaría
al mundo, las relaciones sociales, económicas y familiares, la política de los
estados y pondría en alerta y crisis a los sistemas sanitarios al interior de los
países. A la par, en una carrera contra reloj desafiaba y desafía a los grandes
centros de investigación para encontrar medicamentos que curen a quienes se
contagien y enfermen o bien como máxima aspiración, una vacuna que
inmunice contra el virus, en principio a quienes están más expuestos a
contraerlo y a aquellas personas consideradas de riesgo (por su edad, por
enfermedades preexistentes, por la exposición relacionada con su trabajo,
entre otros factores).
La población del mundo asumía azorada que estaba expuesta a una amenaza
desconocida y desconcertante, un virus que hacía su aparición sin que aún hoy
se tenga la plena certeza de cómo “saltó” de un animal al hombre y en poco
tiempo se transformó en una pandemia – declarada por la OMS el once marzo
del corriente-que está aquí y ahora, motorizada por un ente invisible al ojo
humano que desde su no-lugar (Marc Augé, 1993) desafía a la ciencia, la
política, las sociedades y a cada individuo en particular, que debe revisar
cotidianamente su accionar y sus conductas.
Podría agregarse además, que la presencia de este virus puso a la humanidad
frente a una binariedad o dicotomía, ya que encierra dos conceptos opuestos,
pero imbricados:
El concepto de igualdad, pues afecta a todos los habitantes del planeta por
igual sin distinción de edad, sexo, género, clase social.
Y el de desigualdad, donde sí entran en juego la edad (como factor de riesgo),
o la clase social a la que pertenecen los individuos, que los colocan en
condiciones más o menos favorables (poder adquisitivo, características de la
vivienda y demás) para enfrentarse al virus, a la prevención y los cuidados para
no contagiarse y a la subsistencia.
Esta dicotomía también puede ser señalada para los países del mundo, ya que
todos han sido afectados (igualdad) pero no cuentan con los mismos recursos
económicos ni políticos para combatir al virus (desigualdad).
Si bien no es la primera pandemia que sufre la humanidad, quizá sea la de
mayor magnitud en cuanto a las consecuencias.
En otra de sus obras, Zigmundt Bauman (2004) caracteriza a la sociedad actual
a partir de una descripción de las características de los líquidos y los sólidos,
para explicar que los líquidos no conservan fácilmente su forma. A diferencia
de los sólidos, los líquidos fluyen, se desplazan, no es fácil detenerlos, se
filtran, disuelven. Y entonces aplica, metafóricamente el término a la sociedad
actual, denominándola “modernidad líquida” ya que se han perdido todas las
certezas de la modernidad (certezas que para él representan lo sólido). En esta
modernidad líquida, los individuos abandonan las certezas de la modernidad
(mandatos sociales como estudiar, trabajar, casarse, tener una vivienda) para
hacer hincapié en la libertad, pero también abandonando en parte esa
pertenencia a la sociedad replegándose hacia el individualismo, con poco
interés hacia lo que sucede alrededor y con una tendencia muy marcada al
consumismo como medio de satisfacción personal, consumismo también
atravesado por cambios tan vertiginosos que transforman lo consumido en
obsoleto en un tiempo muy breve.
La presencia del SARS-COV-2 o Coronavirus vino a agregar a esta percepción
del mundo en la actualidad, más incertidumbre y cambios. De un día para el
otro, el mundo se paralizó. En el espacio globalizado los aeropuertos se
cerraron, y ya no circularon los aviones ni pudieron trasladarse personas de un
lado a otro.
Dejaron de desarrollarse como lo venían haciendo, un sinfín de actividades
relacionadas con el turismo, la gastronomía, el uso de gimnasios y otras
actividades económicas y lo que es más impactante, ya nadie prácticamente
nadie (excepto en unos pocos países con mandatarios negacionistas) pudo
movilizarse libremente en la vía pública. Frente al desconocimiento, y hasta
tanto se pueda concretar la producción de una vacuna con eficacia
comprobada, los especialistas en el tema recomiendan y piden
encarecidamente, como única manera de protección personal y comunitaria,  el
aislamiento y los cuidados personales. No circular, circular lo menos posible, la
higiene personal sobre todo en manos, y el uso de barbijo y distanciamiento
social, introduciendo así y de golpe, una serie de cambios en el
comportamiento individual y social de las personas que dejaron de saludarse,
de visitarse, de compartir salidas y esparcimiento y en el caso de Argentina,
quizá el mayor impacto haya sido dejar de compartir el mate, una costumbre
tan arraigada y generalizada incluso como símbolo de camaradería y
hospitalidad.
En lo político, en los niveles que corresponden se debieron tomar
apresuradamente decisiones para que esos cambios de hábito sean llevados a
cabo por los individuos. Una de esas decisiones, fue el cierre de las fronteras
internacionales por un lado, y las provinciales lo cual transformó al país en
veinticuatro jurisdicciones con un Muro de Berlín en cada una de ellas,
provocando el aislamiento personal y el distanciamiento de los miembros de las
familias que no pudieron regresar a sus lugares de origen o pudieron hacerlo
luego de trámites que les demandaron tiempo y esfuerzo.
En lo económico, se asiste a una caída en la actividad económica, en la
generación de ingresos y empleo, que sumerge a la población en un estado de
vulnerabilidad e indefensión a contemplar.
Esta realidad somete a la sociedad y a los gobiernos a reinventarse
rápidamente poniendo énfasis más que nunca en los postulados de liquidez y
cambio de Bauman. Toma así un lugar preponderante, la tecnología y los
medios de comunicación, siendo la red de redes (internet) quien permitirá llevar
adelante muchos de ellos.
Así, la virtualidad comenzó a formar parte de la vida cotidiana de todas las
personas, sean detractores o adherentes de la misma. Y si hasta hace poco se
prohibía el uso de los celulares en el aula por considerarlo un factor distractivo,
hoy se lo reivindica como una herramienta fundamental para llevar a cabo los
procesos de enseñanza y aprendizaje en todos los niveles del sistema
educativo mediante la utilización de mensajería y plataformas. 
Las sesiones en los poderes legislativos del estado (municipio, provincias,
nación) se llevan adelante por medio de la virtualidad, las empresas (sean
grandes o pequeñas) dieron impulso a las ventas on line. Se ha eliminado casi
por completo la presencialidad en las reparticiones públicas y bancos, a las que
solo se puede concurrir con turnos previos obtenidos por internet.
Virtualmente también se asiste a recitales, ferias de libro, cumpleaños
familiares, talleres culturales de todo tipo, cursos de capacitación, y hasta hay
abuelos que juegan y leen cuentos a sus nietos y nietas. Es la nueva manera
de relacionarse con los otros, aprendida de emergencia por quienes no son
considerados nativos digitales y desarrollada al máximo por quienes lo son.
La virtualidad se ha reforzado en estos tiempos, y eso perdurará más allá de la
coyuntura actual. Esta nueva realidad vuelve a poner al desnudo, la dicotomía
igualdad- desigualdad, marcada por el acceso a la conectividad, que además
democratiza el conocimiento universal. 
Como reflexión final, cabe señalar que esta pandemia deja al desnudo
aspectos poco rescatables de la sociedad y la política, que siguen mostrando
en una emergencia como esta sus mezquindades mediante quite de
colaboración y de gestos solidarios, circulación de noticias falsas para réditos
personales, aumentos desmedidos en precio de insumos necesarios (como
ejemplo se puede mencionar el aumento desmedido del precio del litro del
alcohol al inicio de la pandemia), la escasez de empatía al desoír actuar de
acuerdo con lo aconsejado respecto a distanciamiento social, uso de barbijo,
aislamiento en caso de ser indicado y demás circunstancias, pero también
como contrapartida, el surgimiento de redes de ayuda sociales mediante
teléfonos, paginas o perfiles en las redes sociales dispuestas y comprometidas
a dar una mano a quien lo necesite.
Desde el inicio de la pandemia, existieron manifestaciones de que pasada esta
circunstancia, como sociedad, seríamos mejores puesto que el tránsito por la
misma, dejaría marcas y enseñanzas.
Y ese es el gran interrogante que queda planteado hacia el futuro: ¿Qué
cambios se introducirán en el mundo pos pandemia en la relación entre todos
los países , la forma de hacer política al interior de los mismos, las relaciones
humanas, la economía, el acceso al conocimiento y al capital cultural?
Las respuestas a esta macro pregunta, deberían ser producto de una
construcción social que repiense seriamente  los conceptos de igualdad versus
desigualdad en todos sus campos.

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