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POÉTICA DE
LA DANZA CONTEMPORÁNEA
POÉTICA DE
LA DA~ZA CONTEMPORÁNEA
Continuación
Traducción de
Antonio Fernández Lera
© de esta edición:
Ediciones e niversidad de Salamanca
Aparrado 325
E-37080 Salamanca (España)
PREÁMBULO 15
PRESENTACION 21
LAS HERRAMIENTAS................................................................... 59
Respiraciones..................................................................................... 81
Estilos............................................................................................... 121
2. El acento 157
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LAL:RE'-."CE LOCPI'E
El espacio.......................................................................................... 163
La composición................................................................................. 191
BIBLIOGRAFÍA............................................................................... 325
Partituras........................................................................................... 365
Cartografía........................................................................................ 377
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PREÁY!BL:LO
BIBLIOGRAFÍA............................................................................... 475
9
"Debemos ser lo bastante fUertes como para aceptar ser vulnerables».
HEIE\ Mc:GEHEE
l.aurence Louppe. Foto: jorge I.eon
Preámbulo
15
LAeRE\:C:E LOe!'!'E
A muchos este empeño les parecerá bastante inútil. La danza, y sobre todo la
danza contemporánea, puede hablar a la imaginación de cada. uno sin pasar
por un discurso explicativo. La percepción de un cuerpo en movimiento
desencadena aperturas de imaginarios, evoluciones interiores específicas de
cada persona y que sería sumamente impertinente pretender controlar o in-
cluso orientar. El propio éxito de tos espectáculos de danza contemporánea
demuestra la intensidad de este diálogo entre el cuerpo del observador y el
cuerpo del bailarín, y hasta qué punto confluye entre ambos constantemente
un fondo común de preocupación o de deseos. Mejor: todavía mucho más,
al margen del hecho de ser calificada como "danza», la práctica coreográ-
fica contemporánea pertenece al ámbito del arte actual. Es ante todo una
respuesta contemporánea a un campo contemporáneo de cuestionamiento.
Para la mayor parte de sus espectadores, sin duda para los más jóvenes y
más apasionados, los datos prácticos que estructuran este arte tienen poca
importancia en comparación con su fuerza de penetración en los desafíos
imaginarios y emotivos de los tiempos presentes. Tiempos, como es sabido,
especialmente sensibles al juego que de entrada puede incidir en lo emocio-
nal sin necesidad de legitimar los comportamientos de dicho juego. Todo lo
relacionado con las condiciones de elaboración, o incluso de inscripción de
la danza contemporánea en una disciplina determinada, puede confundirse
con una instancia formalizante, que asigna un territorio especializado a dicha
"danza" que a menudo solo es objeto de deseo porque parece alejarse de todo
"género» preciso, de todo empeño de delimitación.
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PREÁ\1BCLO
Por otra parte, no somos nosotros, sino e! público, lector u oyente, quien a
menudo nos ha expresado la voluntad de acceder a estas zonas implícitas que
el espectáculo coreográfico pone en funcionamiento, sin revelar siempre sus
procesos. En mis presentaciones de! trabajo de un determinado coreógrafo, a
menudo me he encontrado con el deseo de la comunidad cultural, cualquiera
que sea, de saber más al respecto; de superar e! plano restringido de una pre-
sentación puntual; de comprender e! conjunto de los referentes en los que se
basa e! campo coreográfico contemporáneo y en cuyo ámbito se elabora la
obra en cuestión. El deseo, a menudo, de conocer más a fondo su historia.
Lejos de despoetizar el acercamiento a la obra, tales informaciones refuerzan
su interés, amplifican la escala de sus deseos.
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PREÁ:vIBCLü
Gracias también a los fieles espectadores de Ales que asistieron a mis inter-
venciones y que a menudo me maravillaron por la agudeza de sus percepcio-
nes de una obra coreográfica y por la sensibilidad de sus planteamientos.
y entre los bailarines a nuestro alrededor hoy en Francia, doy las gracias a los
primeros, a los más antiguos (que a fuerza de dinamismo y determinación
son también los más jóvenes), aquellos a quienes debemos la existencia de
una corriente singular e innovadora de la danza contemporánea, que adquirió
dimensiones prodigiosas a través de varias generaciones sucesivas de sensibi-
lidad. Serán citados a menudo en estas páginas. Fueron aquí los primeros en
enseñar al bailarín la modernidad de un cuerpo libre, inventor de su propio
gesto. También enraizaron en nuestra proximidad la danza contemporánea,
nacida bajo otros cielos culturales. Sus nombres son los nombres apreciados.
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L.L.
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PRESENTACIÓN
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Razones de una poética
Henri MAi..DI:-';EY*
Gérard GE:-';ETIE**
La poética intenta delimitar aquello que, en una obra de arte, puede conmo-
vernos, incidir en nuestra sensibilidad, resonar en e! imaginario. Es decir, e!
conjunto de las conductas creativas que dan origen y sentido a la obra. Su
objeto no es solamente la observación de! terreno donde el sentir domina
el conjunto de las experiencias, sino las transformaciones mismas de dicho
terreno. Su objeto, como el de! arte, pertenece a la vez al ámbito de! saber, de
lo afectivo y de! actuar. Pero la poética tiene además una misión más singular:
no solamente expresa lo que una obra de arte hace en nosotros; además, nos
enseña cómo se hace.
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a través del estudio de los factores que constituyen la función «emotiva» del
idioma (en oposición a las funciones denotativas o referenciales). La función
poética tiene esto de particular, que conlleva, de forma inmanente, la doble
intervención de un punto de vista artístico (un sujeto, hipotético o no, del
acto creador) en relación estrecha con el interlocutor a quien espera con-
mover en su sensibilidad, en el foco central de las reacciones estéticas (que
a menudo denominaré «estesias» como factor de sensibilización que actúa
por encima de cualquier conceptualización constructiva) . Toda obra de arte
es un diálogo. «Centrada en el destinatario, [la función poética] apunta a
una expresión directa del sujeto en relación con aquello de lo que habla-".
Esta «expresión» de la actitud del sujeto en el idioma no pasa forzosamente
por la presencia del sujeto gramatical en el enunciado, sino ?or un plantea-
miento de alcance emotivo que pone en juego una dinámica de las «actitudes
del sujeto», que tiene como referente ese terreno común de experiencia con
Otro que es la propuesta de la obra de arte. Lo cual hace que toda poética
del verbo abra en el lenguaje el ámbito de una presencia. Con mayor motivo
para la danza (yen un sentido general que aparecerá poco a poco, para el
movimiento del cuerpo humano), la situación no es esencialmente distinta,
es simplemente exasperada y en cierto modo puesta al descubierto: el sujeto
está directamente en su movimiento. No dispone de un instrumento de sus-
titución de su propia presencia, como en el idioma. «La actitud del sujeto"
coincide con el sujeto mismo y se ofrece por entero en el gesto. De ahí el
valor automáticamente expresivo! de todo movimiento, incluso aunque no
se plantee «la expresividad» como objetivo. Veremos que todo gesto, aunque
su finalidad sea el cumplimiento de una «actividad de supervivencia» (esta
es la fórmula que los labanianos empleaban para definir el gesto funciona!),
está muy relacionado con el simbolismo del cuerpo que pone en juego en su
acto. Se comprende así que un arte como la danza, que, al igual que la poesía
en el idioma, tiende a desarrollar la actividad de los factores portadores de
emotividad en el gesto, esté relacionado, más aún que la poética de lo verbal,
con todas las raíces más profundas del individuo que puedan teñir un enun-
ciado gestual. La danza, que se puede considerar como la poesía del cuerpo,
intensifica y ejemplifica esta relación. Es decir, que allí, más que en otros
lugares, la doble presencia bailarín-espectador, que es también un encuen-
tro de cuerpos, se actualiza en un diálogo intensificado: diálogo tanto más
2 Roman ]akobson, Essats de fingulStique généra!e, París, Minuit, 1965, reed. col. Points,
p. 214. Véase también Gérard Cencuc, 1992, op. cit.
3 Cuando decimos «expresivo» nos remitimos a la noción de «expresión» y no de «expresivi-
dad». La expresión, en sentido general, puede entenderse como un uso de material signifi-
cante de forma intransitiva, sin buscar un resultado concreto o una aplicación semántica.
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4 Susan Leigh Fosrer. Su obra Reading Dancing: Bodies and Subjeets in Contemporary Ame-
rican Dance (Los Ángeles, Berkeley, Univcrsiry of California Press, 1986) será citada a
menudo en estas páginas. Véase también, sobre las conductas de percepción, judirh Lynne
Harina, The Perjormance-Audience Connectian, Ausrin, L:niversiry of Texas Press, 1983.
5 Henri Meschonnic, Les états de la poétique, París, PL:F, 1985 (col. Ecrirs).
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RAZOSES DE eSA POÉTICA
acceso a las vías por las cuales ha llegado a la existencia. La poética implica,
por lo tanto, eso que Meschonnic, refiriéndose al lugar del observador,
denomina como <da diseminación del sujeto»", como agente de circulación
entre estratos, y ya no como simple escollo en la trayectoria de los signos.
Se produce así tanto una «corporeización» del sujeto de la escucha como
una materialización de la obra a través de su estudio.
(, Ibídem. Véase también Jacques Derrida, l-a disseminatton, París, Scuil, 1972. [Trad. esp.:
l-a diseminacion (trad. de José \1anín Arancibia), Madrid, Fundamentos, 2007;.
7 Dominiquc Dupuy, «La mesure des choscs», Marsyas, 2G (junio de 1993). pp. 59-GO.
S fuente oral: Sréphanie Aubin, texto pronunciado durante la «Signature», conferencia bai-
lada: «I.'art en scenc», por la compañía Larsen, París, Cité l nrernationale, 1994.
9 Huberr Codard, "Le déséquilibre tondateur», Art Press, n.? fuera de serie Les vingt ans d'Art
Press (otoño de 1992), p. 143 Y siguicntes.
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11 Cay Morris, Moving Words, Re-writing Dance (presentación), Londres, Roudedge, 1996,
p. 12.
12 Susan L. Foster (cd.), Corporealiries. Dancing, KnowLedge, Cuiture and Pou/er, Londres-
\; ueva York, Routledge, 1996.
13 Ibídem, D. 11.
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leerlos con fervor. Y ello por dos razones; la primera de ellas tiene que ver
con una posición plenamente reivindicada por mi parte: tomar el «sentido»
de lo coreográfico exclusivamente a partir del material mismo y de los esta-
dos de los cuerpos que lo instrumentan, mucho más que sobre la articula-
ción simbólica de las «imágenes» coreográficas o sobre los engranajes de una
ideología que interviene únicamente a través de los elementos figurales que
pueden desprenderse de ella. Esta primera razón, de principio, se apoya en
la segunda, que tiene mucho más que ver con las necesidades de un contexto
cultural, social, universitario, poco al corriente de los contenidos reales de la
teoría de la danza, y del inmenso utillaje conceptual y práctico elaborado a
lo largo de cien años.
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¿Quiere esto decir que una poética puede ser neutra? No: la vocación de la
poética, desde luego, ya no es dictada, como en tiempos de Aristóteles o de
Horacio, por la necesidad de proporcionar «un relato de reglas, recomen-
daciones y preceptos» ya denunciado por Paul Valéry " que propone una
poiética, insistiendo en la etimología griega relacionada con el hacer. En este
hacer es preciso oír la vivacidad de un proyecto dinamizador, mucho más que
16 Paul Valéry, Variété!l, París, Gallimard, 1928, reed. con presentación de Dominique
Dupuy rirulada "La mesure des choses» (La medida de las cosas) en Marsyas, 26 (junio de
1994), p. 61.
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:7 Sally Banes, «On your Fingenips: Wriring Dance Criticisrn-, en Writing Dancing In theAge
ofPostmodernism, Middlcrown (Conn.), Wesleyan Universiry Press, 1994, pp. 269-283.
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La otra ventaja de estos viajes a través de los estados de los cuerpos es rom-
per con una visión lineal, a menudo ingenuamente progresista, de la historia
de la danza :~, que en la actualidad ya no es admisible. Es decir, una
historia de la danza finalizada, con ascensión hacia la luz, rechazo sucesivo de
las impurezas (como la narratividad) y triunfo de las perfecciones contempo-
ráneas ... Visión concebible (aunque entre las más discutidas actualmente) en
i9 Véase '\athalie Schulmann. Réflexion sur l'histoire de la dame, informe para la LV Hisroirc
de la Danse, Universidad de París VIII, 1991-1992 (texto inédito).
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20 Cynrhia ]. :\"ovack, 5haring the Dance, Contaet lmprouisation and American Culture, Madi-
son, Universiry of Wisconsin Press, 1990, p. 23.
21 Dominique Dupuy, "Le rnaitre et la mémoíre » , 5aisons de la danse, 241 (diciembre de
1992), pp. 43-44.
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Entre un cuerpo y otro se produce un eco, no tanto por lo que hacen como
por un estado de los cuerpos que es preciso leer, descifrar. Este reverso del
movimiento, este elemento invisible del cuerpo que es a la VEZ su génesis y su
signo [seme], y que incluso en el caso de mis contemporáneos se me escapa,
como una potencia latente que se me acerca y me atrapa, sin que yo pueda
siempre distinguir su identidad flotante. Aquí, la historia ya no interviene.
Excepto que inventemos otra historia, quizá la única verdadera, que sería la
de estos pasajes subterráneos y sus reapariciones.
aquí de otro modo, como puro comienzo. Lo importante es saber que estos
«valores" no han cambiado. Que cuando se ausentan, algo contemporáneo
se difumina o se pierde, y no es, en ese momento, reemplazado por ninguna
otra cosa, excepto por el formalismo o la modelización de conocimientos
reproducidos. Que las obras o los recorridos que nos interesan hoy en día
retornan, de un modo u otro, a esos fundamentos. Es posible ir más lejos
aún y afirmar que su logro artístico consiste en su forma de llevar a cabo
esos retornos (incluso aunque aparentemente se desplacen sus objetivos). ~o
obstante, a pesar de esta visión no lineal del siglo de la modernidad en danza,
propongo una distinción, que no es necesariamente histórica, aunque esta-
blece una cierta diacronía: entre lo que yo denomino la «gran modernidad" y
la época actual. La gran modernidad remite a un marco de creación en el que
el coreógrafo, bailarín y pensador, no solo inventa una estética espectacular,
sino un cuerpo, una práctica, una teoría, un lenguaje motor. Se trata de la
familia de los «fundadores» (que los anglosajones denominan the originals),
que comienza con Isadora Duncan y cuyos últimos representantes podrían
ser los de la generación de los años sesenta en Estados e nidos, en el célebre
contexto de la Judson Church. En Francia, en la transmisión por su cuenta
y riesgo, por parte de innovadores audaces, de un lenguaje que tal vez no
habían «creado» ellos mismos, pero cuya aparición asumían, en cierto modo,
«de primera mano». Y esto en relación con un pensamiento teórico bastante
fuerte para legitimar (y asentar) la menor opinión. A esta «gran modernidad»
se le puede oponer la abundancia actual de proposiciones, de una riqueza y
una fecundidad extremas, pero que por lo general se limitan a la puesta a
punto de una fórmula espectacular, sin pasar por la reinvención del lenguaje
y del conjunto de herramientas que permitan su elaboración. Generaciones
que ciertas escuelas críticas han bautizado de forma más o menos aproxima-
tiva: «nueva danza» (una denominación reutilizada al menos en tres ocasiones
a lo largo del siglo XX desde los años veinte...). Aun manteniendo, al menos
de forma latente, esta distancia a la vez histórica y artística, a menudo nos
entregaremos aquí a una imbricación de datos o percepciones, en cuanto que
las distintas apariciones, puestas en juego similares, estados del cuerpo
que se hacen eco mutuamente, habrán permitido agrupar, con respecto a una
cuestión coreográfica, historicidades en apariencia dispares, pero activas en
torno a una misma preocupación.
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gestos y presencias que suscitan. Esta desjerarquización del soporte puede evi-
denciar también los pocos lugares donde el cuerpo danzante puede inscribir
la marca de su pensamiento. Así se elabora el «hacen> de la danza: a través de
mil resonancias dispersas que un proyecto difuso puede «materializan> aquí
y allá, sin límite ni ley, como otros tantos conglomerados de conciencias e
imaginarios. En esta imagen, la escucha de la danza: cosecha de fragmentos,
destellos de visiones, acogidas de densidades, huellas de la percepción. Estas
palabras no nacen por explicación, menos aún de claves definitivas o de rece-
tas que puedan dar acceso directo a la obra. Nacen de las voces y murmullos
de los cuerpos, de la elaboración de un texto vivo y múltiple, del que hemos
intentado reunir aquí algunos destellos.
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La danza contemporánea:
nacimiento de un proyecto
Anna SOKOLOW*
Anna Sokolow en en s. J. C:ohcn (ed.). Modern Dance, Seven Statements o[ Belief, .'\"ueva
York, Dance Horizons, 19G8.
En panicular Laban en una de sus primeras obras, Choreographie (Jena, E. Dicderichs,
1926). Véase el análisis ql:e de ella hará Vera Maletic en Body, Space, Expression (La Haya,
Mouron de Gruyter, 1987). Esta relación de correspondencias aparece en estudios recientes
que exponen en detalle desde los puntos de vista histórico y geográfico [Odas las manifesta-
ciones coreográficas. Entre ellos cabe citar los estudios de Janet Adshead en DanceAnalysis,
Theory and Practice (Londres, Dance Books, 1988), así como el extenso corpus de épocas y
sopones utilizado por Susan L. Fosrcr en Reading Dancing..., 1986, op. cit.
2 John Martín, The Modem Dance, .'\"ueva York, A. S. Barnes, 1933; trad. fr.: La dance moder-
ne (trad. de J. Robinson), Arles, Acres Sud, 1991, p. 27.
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LACRE'-:C:E LOCPPE
Pero, en cambio, hay una historia. Esta historia se confunde con la de nuestro
siglo. No solamente desde un punto de vista cronológico: la danza ha com-
partido las corrientes, los cuestionamientos, los desastres. Al volver a recorrer
esta historia, como se vuelve hacia un origen, siempre nos encontramos de
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LA DA'\ZA C:O'\TE~PORÁ'\EA: '\ACI~IE'\TO DE C'\ PROYECTO
Gilles Deleuze: concepto desarrollado sobre todo en Cinéma 11. L 'image-temps (París,
Minuir, 1985). [Trad. esp.: La imagen-riempo: esrudios sobre cine II (rrad. de Irene Agom,
Barcelona, Paidós Ibérica, 2007].
G Cirado en M, Horosko (dir.), Martha Graham, the Evolution o/ her Dance Theory and
Training, .:'o.' ueva York, A Capella Books, 1991.
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LACRE:\"CE LOCI'I'E
Es preciso, a este respecto, agradecer el trabajo de bailarines como los del Qua-
ruar Knust o los de la compañía Icosaedre, que con su recuperación de las co-
reografías de los años veinte a los años sesenta han propuesto reactivaciones de
urgencia, precipitaciones renovadas de la invención moderna (no celebraciones
patrimoniales de un orden artístico que se pretendiera fundar).
La danza contemporánea nació a finales del siglo XIX: como el cinc. Y como
él, es un arte nuevo que surge, aunque su mediador sea el más viejo de los
soportes, e! cuerpo humano. Movimiento de cuerpos, movimiento de luz,
cuyo surgimiento común Loie Fuller anuncia emblemáticamente (movi-
lidad de un cuerpo en la luz y las proyecciones). A veces a partir de los
mismos índices de prefiguración: e! nacimiento de la biomecánica, la visión
de las fases intermedias de! desplazamiento y de sus dinámicas desveladas
en la cronofotografía, por ejemplo. Movimientos nuevos, que no habían
sido inventariados, surgen porque la intermitencia que mantenía el enigma
con sus rápidos latidos abre finalmente sus pliegues. «La extrañeza de las
imágenes -escribe Marey- se debe por tanto a lo que han fijado de los
estados extremadamente pasajeros del rostro, de los movimientos que, en
la naturaleza, se establecen mediante transiciones graduales, y ninguno de
los cuales se nos aparece aisladamente»'. Apariciones misteriosas, siempre
en los márgenes de lo visible, difuminadas. Inadmisibles incluso en tanto
que e! cuerpo en movimiento contraviene la edificación de su propia ima-
gen, y más aún las normas tradicionales de dicha edificación. Marey: «¿Lo
feo sería lo desconocido? ¿Y la verdad dañaría nuestras miradas cuando
la vemos por primera vez?>,8. Nuevos estados de cuerpos se multiplican
entonces, hecho sobre el que aún hoy no es posible ninguna iniciativa de
clasificación: por ejemplo Madeleine G., cuyo apellido ignoramos, aquella
francesa que presentaba en los escenarios de Alemania, antes incluso de la
llegada de Duncan, su cuerpo en estado de hipnosis. La historiadora de
la danza moderna Eugenia Casini-Ropa ve en ello una de las primeras ma-
nifestaciones de la danza contemporánea": un cuerpo abismado, un sujeto
que solamente entrega a la percepción del otro su propio despojamiento.
De hecho, la historia de los orígenes de la danza contemporánea, como
era de esperar, no debe buscarse en la historia de la danza. Se encuentra
al margen de esta historia porque está al margen de toda representación
identificable. Por eso conviene distanciarse del cuerpo visto y puesto en
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LA DA:\ZA CO:\TE\1PORÁ:\EA: :\ACI\1IE:\TO DE C:\ PROYECTO
escena en los códigos de visibilidad social, tal como lo describe hoy en día la
historia de las representaciones, o la historia de las otras escenografías em-
parentadas con ellas, incluso aunque algunos estudios serios yesclarecedo-
res se hayan detenido en este aspecto. Se ha avanzado mucho, desde luego,
en lo relativo a las fuentes, las metodologías y la historia del movimiento en
general, más allá de la danza, y podemos seguir a una socioanrropóloga
de la danza tan creíble como Judith Lynne Harina, en su análisis de los
códigos corporales en el siglo XIX, a pesar de la inevitable repetición de
la obsesión estadounidense por el «género», que en este caso, dados los
conflictos masculino-femenino que tuvieron como campo de batalla
los escenarios del ballet académico, resulta totalmente relevante en relación
con su objeto!", Pero estos escenarios a los que Hanna se refiere no perte-
necen a la historia, ni siquiera a la genealogía de la danza contemporánea.
La relación de la danza contemporánea con la danza denominada «clásica»
no será sino incidental y bastante tardía. En un principio, ni filiación ni
conflicto. Un lugar distinto.
10 judirh I.ynne Hanna, Dance, Sex, Politics, "ueva York, Dance Horizons, 1990. Como
trabajo de desciframiento de la historia del gesto y del cuerpo, se puede mencionar también
A Cultura! History o/ Gesture, bajo la dirección de Jan Bremmer y Herrnann Roodenburg
(Irhaca :"Y], Cornell Lriiversitv Press, 1(92). Este volumen incluye una selección de los
estudios de la escuela francesa de historiadores del cuerpo Oean Claude Schmitt, por cjern-
plo) y de la excelente corriente anglosajona de antropología de la danza.
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LACRE:-';CE LOCPPE
11 Richard Wagner, L 'oeuure d'art de 1avenir (trad. fr.), París, De!agrave, 1928, p. 117. [Trad.
esp.: La obra de arte del júturo (trad. de Joan Bautista Llinares Chover), Valencia, Lruvcr-
sidad de Valencia, 2007] . Véase también Isadora Duncan, The Art o[ the Dance, ).' ueva
York, Theatre Arts, 1928. [Trad. esp.: El arte de la danza y otros escritos (ed. José Antonio
Sánchez), Madrid, Akal, 2003].
12 Michel Foucault, Surueiller et pumr. Naissance de la prison, París, Gallimard, 1975, con e!
recurrente concepto foucauldiano de «acción sobre e! cuerpo" [prisesur le corps]. [Trad. esp.:
Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión (trad. de Aurelio Garzón de! Camino), Madrid,
Siglo XXI de España, 2009].
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LA DA~ZA CO~TE\1PORÁ~EA: ~ACI\1IE~TO DE C~ PROYECTO
Giorgio Agamben ". Yen esta desposesión, podría añadirse a modo de eco,
la clase dominante arrastra consigo a todos los cuerpos de los que dispone
mediante los relevos de producción, cuerpos ellos también mutilados, cuyo
gesto la industrialización galopante fragmentará en módulos de intervención
parcelarios, repetitivos, poniendo fin al duelo de un cuerpo-sujeto global,
enriquecido por una red relacional múltiple con el mundo y consigo mismo.
Es a partir de este campo de pérdida cuando nacieron las corrientes refor-
madoras, a menudo de inspiración vitalista, tanto en Estados Unidos como
en Alemania, primeras patrias de la hipertrofia industrial. Estas corrientes
servirán de marco, a veces de apoyo, a la elaboración teórica y práctica de la
danza contemporánea, muchas de cuyas figuras iniciales estuvieron próximas
a la terapia. Próxima también al cine en este sentido, al menos tal como lo
concibe Agamben, la danza intentará reparar la pérdida de los gestos, pero
también «consignar» esa misma pérdida.
Pero mucho antes, en pleno siglo XIX, surgió una personalidad esencial,
Francois Delsarte. No podemos, en el marco de un planteamiento cuyo ob-
jeto no es la exégesis histórica, interrogarnos sobre la importancia «real» de
Delsarte: le conocemos en efecto a través de una serie de «relatos funda-
cionales» que le atribuyen un papel importante en la génesis de la danza
moderna. El aspecto convincente de sus relatos y la pertinencia teórica de la
que dan fe, desde Stebbins hasta Shawn, no cesan de contribuir a la imagen
imponente de esta figura'4. Por otra parte, algunos textos que se conservan
de Delsarte, reeditados recientemente en su idioma original (el francés) con-
firman la grandeza de su intuición y su pensamiento del cuerpo". Cantante
y actor, profesor de declamación y de música, se consideraba, bajo el rei-
nado de Louis-Philippe, un reformador del teatro. Aunque forma parte del
panteón de los teóricos de ese arte, goza hoy en día de una notoriedad muy
modesta. La vaguedad aparente de su pensamiento (para quien no conoce
el movimiento) y un cierto ropaje esotérico como envoltorio de su discurso
arrojan hoy en día cierto descrédito sobre lo que muchos se niegan a califi-
car como pensamiento. No analizaremos aquí las aportaciones de Delsarte
a la teoría del espectáculo o del arte vocal. Este asunto ha sido ya objeto de
13 Giorgio Agamben, «~otes sur le geste", Traffic, 1 (enero de 1990), pp. 31-36, esp. p. 33.
:Trad esp.: «Notas sobre el gesto", en Medios sin fin: notas sobre Idpolítica (trad. de Amonio
Gimer.o Cuspinera), Valencia, Pre-Textos, 2000].
14 Genevieve Stebbins, Delsarte System o/ Expression, 1885, reed. Dance Horizons, Nueva
York, 1977.
15 Véase Alain Porte, Francois Delsarte, une anthologie, París, IPMC, 1992.
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LACRE'.;CE LOC],],E
16 Entre otros, Beyond Stanislauski, les[andements du mouvement scénique (actas del coloquio de
Sainres, 1991, bajo la dirección de jean-Marie Pradier), Sainres, Rumeur des Ages-\'laison
de Polichincllc, 1992.
17 Marc Fumaroli, L 'ecole de silence, París, Flammarion, 1993.
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hoy en día, fue importante en los espectáculos de danza de los siglos XVII y
XVIII. Los tratados sobre La elocuencia del cuerpo, por citar el hermoso título
del tratado del abad Dinard de 1715, fueron retomados en un excelente es-
tudio del semiótico Marc Angenor". Otros tantos testimonios apasionantes
sobre lo que fue esta técnica corporal, extendida de forma permanente por
casi todas las disciplinas «liberales" de la expresión y difundidas por la pin-
tura. Los historiadores de teatro actuales conservan esencialmente la figura y
la obra del berlinés Johan Jacob Engel: sus Ideas sobre el gesto, acción teatral,
según el título de una traducción póstuma, establecen la síntesis en numero-
sos aspectos de todo lo elaborado anteriormente, desde la retórica de los
gestos para la declamación y la elocuencia de los abades Barry y Le Faucheur,
hasta el tratado de pantomima del dancing master John Weaver y las «accio-
nes» de Noverre. ¿Cómo olvidar, por otra parte, que el propio término de
actio no es sino un elemento importante de la retórica? Concepto sustituido,
es cierto, por Noverre en un contexto naturalista, pero no transformado en
sentido estricto. ~overre, al igual que Diderot y Lessing, debe ser situado
en un marco histórico y estético que es el de la «mimesis». Por su parte, Del-
sarte se moverá fuera de ese marco. Pero es indispensable recordar (dema-
siado brevemente aquí) en qué campo de resonancias y referencias, muy
tradicional, por no decir ya obsoleto, se planteó para Delsarte el problema de
la «expresión", según el término de la delsartiana Genevieve Stebbins. Sin ello
no es posible apreciar la medida de la revolución que supuso Delsarte. Sin
ello no es posible comprender qué es lo que, en su caso, se ha «despegado" en
el pensamiento del movimiento. Señalemos, antes incluso de proseguir, que es
por medio de la «expresión", o más bien, por recurrir a una terminología más
precisa, por medio de la comunicación de un significado, como se elabora un
nuevo pensamiento del cuerpo, es decir, en el fondo, del significado mismo.
Mutación tanto más extraordinaria cuanto más se relaciona la cuestión con
la expresividad del cuerpo, pero en el sentido mismo en que el cuerpo puede
desplazar la función. El tratado de Engel, con ayuda de imágenes y comen-
tarios (por lo demás de un interés extremo) examina cada «disposición",
según la teoría de las «pasiones", de acuerdo con la mímesis clásica y sus
mecanismos imitativos. Del mismo modo que Weaver, unos cincuenta años
antes, había descrito, bajo el título de cada «pasión", la secuencia gestual cuya
manifestación exporie". Otras tantas descripciones referentes a una
53
LACRE~C:E LOCHE
20 Susan 1.. Foster, «Textual Evidances» (sic), en Ellen W. Goellmer y Jacque!ine Shea Mur-
phy (eds.), Bodies o/ the Text (textos de diferentes autores, entre ellos Jacques Derrida),
Rurgers Universiry Press, 1995, pp. 231-246.
21 Isadora Duncan, The Art o/the Dance, op. cit., p. 62: «La danza de! futuro será un nuevo
movimiento, una consecuencia de toda la evolución por la que e! género humano ha atra-
vesado». [Trad. esp.: El arte de la danza y otros escritos, op. cir.].
54
LA DA~ZA C:O~TE\1PORÁ~EA: ~AC:I\1[E~TO DE C~ PROYECTO
22 Francois Delsarte en Franiois Delsarte, une anthologie, 1992, op. cir., pp. 80-83.
55
LACRE~C:E LOCI'I'E
hay que ver las raíces del proyecto contemporáneo de danza: el descubri-
miento de un cuerpo que esconde un modo singular de simbolización, ajeno
a todo esquema constituido. La danza contemporánea debe existir en una
nueva concepción del cuerpo y del movimiento (del cuerpo en movimiento)
sobre la cual volverán todos sus teóricos, en primer lugar Laban. El descubri-
miento de un «gesto inaudito», según la expresión de H ubert Godard 2 J, que
no debe su condición de existencia sino a sí mismo, es inconcebible sin esta
transformación de la visión del cuerpo, en los inicios de la modernidad de
la danza. Pero, mucho más allá de la naturaleza de un gesto, aparece la con-
cepción de un «trasmundo», según la expresión de Nietzsche", que ese gesto
podría, ya que no disipar, al menos señalar, como umbral a la vez inalcanza-
ble y tan próximo. Un universo cuya pared incierta solo el movimiento del
cuerpo humano podía rozar, aunque ciertos poetas hayan podido presentir
en el cuerpo la presencia de «fuerzas innominadas» C-';:ovalis:'.
56
la danza contemporánea: la importancia del torso en primer lugar. El centro
del cuerpo como foco motor, preferido al movimiento segmentario, no es
solamente una cuestión de «desplazamiento» de las zonas corporales, aunque
este desplazamiento resulte de una importancia extrema en la práctica. Es en
primer lugar el reconocimiento de un lugar asémico, un nuevo resorte del
sentido, más profundo que las extremidades del cuerpo, donde la relación
del gesto con lo verbal (al menos con la significación) se sobreexpone. Este
«torso» habitado por las vísceras, aparentemente poco articulado, no es, en
relación con el sentido profundo, asignado a una producción sémica directa-
mente legible. Por ello, es el órgano «poético>, por excelencia. «El torso debe
convertirse en la parte más sensible y más expresiva del cuerpov". Con el fin
de desmultiplicar sus posibilidades de revelación, es preciso abrir todos sus
tabiques, escuchar su pulsación diafragmática. Y sobre todo seguir el flujo de
la columna vertebral, que es la cadena de nuestra constitución y de nuestra
continuidad, no solo en el plano esquelético, sino en el plano emotivo y
expresivo. De ahí la importancia de la libertad de la espalda, desde las cervi-
cales hasta las lumbares «para que ningún bloqueo se oponga en la columna
vertebral a la fluctuación de una sucesión pura». Esta frase asombrosa, sobre
la importancia de la «sucesión» como abertura a un paso incesante de flujo,
anuncia el movimiento dorsal continuo de una T risha Brown tal como lo
podemos admirar hoy en día". Señala igualmente, entre los delsartianos,
la supremacía de lo pático sobre lo sémico. Otro elemento importante, el
énfasis en el peso del cuerpo, no solo como factor de toda puesta en movi-
miento, sino también como agente cualitativo de una nueva poesía del peso,
con la que todo el sistema gravitatorio (cuerpo y tierra) se asocia para «poner
en juego profundas dinámicas de sentido, una sensación de gran masa, un
gran peso». Shawn evoca a Isadora Duncan, para quien los momentos más
hermosos sucedían siempre cerca del suelo. Por último, cosa no menos sor-
prendente, Shawn evoca los «ejercicios de descomposición» de Stebbins, «que
iban de la tensibilidad sostenida a la tensibilidad nula»:", lo que él relaciona
con la spannung alemana [tensión], tal como la desciframos en los ejercicios
de Dalcroze. ~ uestro objetivo aquí no es, desde luego, verificar la corrección
26 Ted Shawn, Fuery Lude Mouement: A Book about Francois Delsarte. Eagle Prinring, 1954,
reed. Dance Horizons. 1974 y siguientes. Se trata del capítulo 4, pp. 79·')0.
27 La "sucesión", muy importante en ciertas prácticas alemanas, en particular la de la escuela
Hellerau-Laxenburg, tal como la enseña todavía hoy Francoise Dupuy, ha sido a menudo
infrava.orada, a pesar de su importancia poética y existencia]. Es un elemento esencial que
se desarrolla en todas las técnicas de danza contemporánea, sobre todo en Hurnphrey-
Limón.
28 Ted Shawn, op. cit., pp. 34 y 85.
57
LACRE:--;CE LOCHE
58
LAS HERRAMIENTAS
El cuerpo como poética
José LIMÓ!\'*
Friedrich ~IETZSCHE**
José Limón, citado en Daniel I.cwis, The Il!ustrated Technique ofjosé Limón, :\ueva York,
Harpcr and Row, 1989.
Fr icdrich :\icrzsche. As! hablaba Zaratustr« (trad. de Carlos Vcrgara. Madrid, Edaf, 1982.
61
LACRF~C:F LOCl'l'E
moderno, las riquezas infinitas de las prácticas, las filosofías corporales, las
enseñanzas diversas, en constante mutación, mediante las cuales, quizá más
modestamente, e! bailarín actual no inventará cuerpos, sino que intentará
comprender, afinar, ahondar y sobre todo hacer de su cuerpo un proyecto
lúcido y singular, ya partir de ahí inventar una poética propia que la mayo-
ría de las veces incidirá en una intención cuya textura le será proporcionada
por el cuerpo y su movimiento, sin que dicha textura sea necesariamente
cuestionada, ni siquiera percibida, excepto de manera subyacente. Pero es
ese subyacente lo que nos interesa, lo que urde e! texto corporal. Es en esos
territorios de lo implícito donde se juega todo e! sentido del acto coreográ-
fico. ¿Aproximarse al cuerpo y comprenderlo? ¿El suyo, e! de los Otros? Cier-
tamente existen métodos de investigación y análisis. Hemos citado a Jerome
Andrews: sus conocimientos sobre e! cuerpo eran infinitos y se inspiraban en
múltiples corrientes. Sin embargo, mantenía entre él y el cuerpo la distancia
de un insondable desconocido, a veces de una suerte de desafío alarrnado.
Sobre todo, para comprender los misterios de la «carcasa», recurría a la téc-
nica Pilares: en ella e! cuerpo se descubre y se construye en la práctica de
los apoyos, apoyos estáticos o móviles, determinados por e! desplazamiento
de las placas y las palancas de una máquina cuyos elementos se deslizan'.
En este trabajo con la máquina, como en otros métodos de aprendizaje del
ser-cuerpo [soi-corpsJ « ... el cuerpo es llevado -señala Dominique Dupuy- a
una situación próxima al vacío; no es previamente construido y preparado. Se
encuentra en una especie de ausencia, de silencio donde todo puede- surgir»'.
Toda investigación de! cuerpo exige este silencio meditativo y concentrado,
donde el sujeto cuerpo parte en busca de sí. Puede ser del otro en sí o de sí
en e! otro (aquí, la máquina propone ese otro cuerpo que espera y demanda).
Las prácticas de observación del cuerpo en e! estudio se desarrollan a menudo
en parejas. El cuerpo de! otro en sus apoyos, sus contactos, o incluso su pro-
pia observación táctil o visual, me revela e! mío propio. Esta búsqueda en
raras ocasiones pasará por la imagen o por la figura anatómica, sino mucho
más por las sensaciones y las intensidades.
62
EL C:CERPO co vo POfTlCA
4 Irene Dowd, Taking Roor ro Fly, 1. Dowd ed., 1981, reed. Cantan, Articles on Functionnal
Anaromy, 1995, pp. 3 Y 5.
63
LACRE~C:E LOCI'I'E
Este examen de la estructura del cuerpo debe traer de nuevo a nuestra me-
maria todo aquello que la modernidad en danza había «desplazado» en este
cuerpo mismo, sabiendo que estos «desplazamientos» fueron múltiples, a
veces divergentes y siempre dierados por la necesidad exasperada de crear o
recrear un cuerpo singular a partir de! cual una identidad física pudiera tener
sentido. Para reinventar cuerpos, la danza contemporánea comenzó por re-
pensar su anatomía y redistribuirla, así como sus funciones. Lo cual nos lleva
de golpe, incluso en e! plano histórico, a la idea esencial de un cuerpo que no
está predeterminado, que está por descubrir, incluso por inventar. Hemos
visto que, desde los inicios de la modernidad, se dio primacía al torso como
foco supremo de expresión. El torso como lugar de las funciones, lugar de
las vísceras, tronco, animal en nosotros retenido durante demasiado tiempo
en los limbos de! sentido. Y que la modernidad en danza se dejará expresar,
cantar, gritar incluso, desde la tenebrosa afasia donde la había confinado la
historia de los cuerpos. Y ello en detrimento de las extremidades hasta en-
tonces consideradas como elementos expresivos privilegiados. Elementos que
era preciso desterrar, en primer lugar, como repetición para- o poslingüística.
Porque además nuestras extremidades, así como los órganos de comunicación
situados en e! rostro, constituyen nuestros instrumentos de captación y por lo
tanto de poder sobre los objetos o sobre los cuerpos. Sobre roda las manos y
los brazos. El pulgar humano, en oposición simétrica, permite prensiones de
la materia y por lo tanto hace posible su transformación. Es cierto que todos
64
EL CCERPO COY!O POÉTICA
5 Hanya Holm en Jean Morrisori Brown (ed.), The Vision o/tbe Modern Dance, Princeron,
Univcrsiry of Ncw Hampshire Press, Princeron Books, 1975, pp. 72-82, esp. p. 81.
G Véase Sophie Taeuber, catálogo de exposición, M:\'AM, París, noviembre-diciembre de
1990, p. 58.
65
LACRE,\;CE LOCHE
7 Sobre los «rostros» de Valeska Gen, véase el estudio de Marré Fossen en Empreintes. ecrits
sur la danse, 5 (marro de 1983). Se observará que el rostro, la boca en panicular, encontró
ya con los dadaístas alemanes un lugar coreográfico en sí mismo. con o sin presencia de
la voz. Véanse los gestos exagerados de Schwitrers cuando articula la Ursonate (cuadernos
Merz, 22 [Dresdc] [1932]) o incluso las danzas de muecas Raoul Hausmann. A propósito
de este último, léase «Dans l'amre chaotique de la bouche», por Chr. Phillips, en Raoul
Hausmann, catálogo de exposición, Musée-Cháreau de Rochcchouart, 1995. pp. 79-89.
66
EL (:CERPO COMO POÉTICA
8 Didier Anzieu, Le moi-peau, París, Dunod, 1985, p. 10G. [Trad. esp.: El yo-piel (trad. de
Sofía Vidaurrazaga), Madrid, Biblioteca :\'ueva, 1994j.
9 Hubert Godard in "La peau er les os», Bulletin du CNDC, 4 (julio de 1989), p. 8.
67
LACRE'-.;C:E LOCI'PE
el ser de! cuerpo. Porque e! cuerpo no es allí una materia central ni aislada:
nace en lo gestual que está allí para hacerle encontrar su propia identidad.
Para Hubert Godard, «es e! gesto el que fabrica e! cuerpo a cada instante»!".
Por lo tanto, es a partir de la esfera gestual como un cuerpo podría tal vez
reinventarse, en un engendramiento perpetuo y constantemente renovado.
En cuyo caso la poética del cuerpo sería tan solo un subcapítulo del análisis
de! movimiento que le da origen. Sin embargo, lo que genera poesía en el
cuerpo no es una presencia morfológica, ni siquiera un volumen determinado
que emanara de dicha morfología a través de una esfera constante y lisa del
movimiento: esa esfera solamente existe por su turbulencia, por e! resultado
intenso y contundente de las «tensiones» que se desarrollan en ella, de las
direcciones que se toman. Es una esfera movediza, temblorosa, llena de res-
plandores, una dinamoesfera según e! término labaniano, donde cada tensión
viene a marcar el resultado de una propulsión motriz. Así detlnía Kandinsky,
en Punto y línea sobre el plano, e! punto a partir de las chispas de choque que
los dedos abiertos de Gret Palucca pueden encender en e! espacio, como en
la confluencia de dos energías opuestas. Pero, también aquí, algo se circuns-
cribe; un volumen, aunque sea magnético, se repliega siempre hacia dentro. El
cuerpo y su espacio cinesférico, ¿pueden limitarse a una esfera medible, en
cuyas paredes vendrían a desembocar y morir las tensiones? Por e! contrario,
lo que e! espacio coreográfico nos enseña es lo ilimitado del cuerpo cinesfé-
rico, cuya existencia sobrepasa absolutamente la simple evaluación dimen-
sional. O más exactamente, e! carácter expansivo de la cinesfera es lo que
puede dilatar hasta e! infinito (o limitar otro tanto) la comunicación poética
de un estado de! cuerpo. Los fenomenólogos, por su parte, supieron ver que
la experiencia del mundo y el tejido de relaciones que mantenemos con él no
son delimitables, porque el cuerpo existe y se ubica mediante el infinito
abierto por e! propio movimiento. En este sentido, hemos de recordar el
concepto de cinesfera de Laban. El cuerpo no establece con su propio movi-
miento una relación de anterioridad, no existe una sustancia «cuerpo» prio-
ritaria, sino una imbricación de interferencias y tensiones mediante la cual el
propio medio entra en la constitución de! sujeto. Debemos a Vera Maleric:
una esclarecedora comparación entre Laban y tres grandes nombres de la fe-
nomenología, Straus, Buyrendijk y Merleau-Ponry": «en estudio comparado
10 Hubert Godard, "A propos des théories danalys« du mouvernent», Marsyas, 16 (diciembre
de 1990), pp. 19-23.
II Vera Maleric, op. cit., pp. 189- I 99.
12 Recordemos E. Straus, Phenomenology and Psychology; Merleau- Ponry, Phénoménologie de la
perception [trad. esp.: Fenomenologia de la percepción (trad. de J. Cabanes), Barcelona, Alta-
ya, 1999], Le Visible et l'invisible [trad. esp.: Lo visibley lo invisible, Barcelona. Seix Barra!.
68
EL CCERPO C0\10 POfTICA
1970:; f. J. J.• Buvrcndijk, Algemeine Theorie der Menschlichen Haltung und Bewegung
(Berlín. Sprmger. 1956).
13 Ibídem. La comparación es de Vera Maicric, op. cit. Las citas han sido extraídas de E.
Straus, Phenomenoloyy and l'sychology (cd. inglesa). p. 154, Y Laban, Cboreutics (edición
póstuma de Lisa Ullmann), Mac Donald & Fvans, Londres, 19G6, p. 42; trad. fr.: -Cho-
reU[lque" (trad. de Flizabcrh Schwarrz), en Espace dynamique, Conrredanse, Bruxelles, 2003
(coi. ".'ouvelles de danse).
69
LACRESCE LOCPPF
14 Martha Graham en Marianne Horosko (dir.), Martba Graham, her Theory and Training
op. cit.
70
EL CCERPO COYlO POÉTICA
15 Selma Jeanne C:ohen (ed.), Modern Dance, Seven Statements o/ Belief ~ueva York, Dance
Horizons, 1%9, p. 14.
1G Susan L. Foster, Reading Dancing... , op. cit., pp. 42-43.
71
LACRE'\CE LOCPPE
17 Cynrhia J. ~ovack, Sharing the Dance, Contact fmprovisation and American Culture, Madi-
son, Universiry ofWesleyan Press, 1990, p. 31.
72
EL CTERPO CO~O POÉTICA
18 Isabelle Ginot, «Fissures, perites fissures», en Lorrina :\iclas (ed.), La danse, natssance d'un
mouuement de pensee, París, Armand Colin, 1989, pp. 152-153.
73
LACRE~CE LOCPI'E
19 Marrha Davis en Four Adaptations o/ the Effirt Tbeory, .:\ ueva York, Dance .:\otarion
Bureau, 1970, p. 44.
74
EL CCERPO C0\10 POtéTICA
75
LACRE~C:E LOC!'!'E
21 Véase Mareel Mauss, Sociologie et Anthropologie (textos escogidos), París, PCF, 1%0 (véase
más especialmente el capítulo 6 de Les techniques du corps, 1934).
22 Hubert Godard, "Le déséquilibre Iondatcur», op. cit.
23 Michel Bernard, L 'expressiuité du corps, recherches sur lesfondements de lo théátralite, París,
Chiron, 1986, p. 235.
76
EL CCERPO CO\-!O POt.TICA
llevó a toda una corriente del pensamiento en relación con la danza a buscar
salidas para una liberación de! ser-cuerpo respecto de toda dependencia cau-
salista, Esta búsqueda ha estado presente constantemente en la modernidad
de la danza, sobre todo a través de los grandes nietzscheanos (Laban, Hum-
phrey...) que aspiraban al desencadenamiento de las facultades motrices para
arrastrar e! cuerpo a una dimensión únicamente simbólica. Contrariamente
a lo que pudiera creerse, este esfuerzo de arrancamiento no llevó a una nega-
ción de las profundidades corporales orgánicas, sino al contrario: al explorar
a fondo los resortes más íntimos de la transferencia de peso fue cuando uno
y otro hallaron algún elemento de esa poética escondida. El descubrimiento
por Manhias Alexander" de una proximidad con e! self[e! ser] que permite
inhibir los automatismos empobrecedores, por ejemplo, despejó e! camino
hacia una nueva y serena autonomía de la conciencia corporal. Pero es en
e! entorno de Cunningham y de los rebeldes de los años sesenta donde hay
que buscar la figura más convincente -también la más demostrativa- de esta
aspiración: en primer lugar por el recurso a los procesos aleatorios como
búsqueda de una indeterminación del cuerpo, en la estela de! pensamiento
de Cage.
24 D. Caplan, -The Alexander Tcchnique», Contact Quarterly, X, núm. 3 (1985), pp. 31-33.
25 Merce Cunningham, «The Funcrion of a Technique for Dance», en Walter Sorell, The
Dance Has Many Faces, Dance Horizons, Nueva York, 1952; trad. fr. basada en la redición
de este texto en Contact Quarterly (primavera-verano de 1982) en Nouuelles de Danse, 20
(verano de : 994), pp. 34-38, esp. p. 36.
77
LACRE~C:E LOCPPE
26 «y. Rainer inrerviews Anna Halprin», TDR, X, núm. 2 (verano de 1965), pp. 145-178,
p. 144; trad. fr.: «Anna Halprin inrerrogée par Y. Rainer» (trad. de Carole Gurh), Nouuelles
de Dame, 36/37 (otoño/invierno de 1998), pp. 156-182.
78
EL CCERPO CO~O POÉTICA
siglo xx, sin la observación de los diversos estados tisulares, en los distintos
lugares de la musculatura, sin la enseñanza de Feldenkrais recibida por Hal-
prin, entre otros; en resumen, sin la referencia de los innumerables «caminos»
posibles por los cuales una conciencia errante explora en sus profundidades
los circuitos orgánicos, para mejor extraer de todo ello su promesa de liber-
tad y no de sumisión. El cuerpo será en primer lugar lo que pensemos de él,
lo que él mismo piense de él, así como el lugar adonde aceptemos que nos
lleve. Aunque hoy estemos lejos de esos procesos de esclarecimiento, aunque
el cuerpo danzante juegue hoy con sus sombras, sus opacidades y (en forma
de metáforas) sus herramientas, pese a todo sigue siendo, en las prácticas y
en el pensamiento de la danza contemporánea, aquel «presentador de vida»
anunciado por Nietzsche.
79
Respiraciones
Charles 01.50:\*
Mary WIG\1A:\**
Charles Olson, «Projecrive Verse», citado por L Steinman en The Knowing Body, ELements
ofContemporary PerftrmanceAnd Dance, Bastan, Shambala Press, 1986.
Mary Wigman, El Lenguaje de la danza (trad. de Carlos Murias Vila), Barcelona Ediciones
del Aguazul, 2002.
81
LACRE~C:E LOCPPE
82
RESPIRACIO~ES
83
LACRE~C:E LOCI'I'F
84
RESPIRAC:I()~ES
8 En Marion Horosko (dir.), Martha Graham, the Euolution o/ her Theories and Training,
);ueva York, A Cappella Books, 1993, pp. 37-38.
9 José l.imón, cirado en Daniell.ewis, The l llustrated Technique o/José Limón, Nueva York,
Haper & Row, 1989, p. 18.
85
LACRE~C:E LOepPE
10 Merce Cunningham. «Funcrion of a Technique for Dance», en Walrer Sorell, Tbe Dance
Has Many Faces, op. cit..
JI Dominique Dupuy, L'alcbimie du soujJU, op. cit., p. 32.
12 Gilles Deleuze y Félix Guattari, L 'anti-Ciidipe, París, Minuir, 1971, pp. 14- 15. [Trad esp.:
El anti-Edipo: capitalismo y esquizofrenia (trad. de Francisco Monge), Barcelona, Paidós
Ibérica, 2009].
13 Dominique Dupuy, L 'alchimie du soujJU, op. cir., p. 33.
14 Ibídem, p. 35.
86
RESPIRACIO~ES
15 Ibídem.
87
LACRE:\"CE LOCPPF
16 Meredith Monk, «Notes on che Voice», texto reproducido en Sally Banes, Terpsicbore in
Sneakers, Boston, Houghton & Miffiir., 1980, reed, e niversiry of Wesleyan Press, 1987,
pp. 166-167; trad. fr.: Terpsicbore en baskets (rrad. de Denise Luccioni), París, Chiron,
2002.
88
RESPIRACIO:\ES
poco a poco en el más allá del tiempo. La voz los conduce hasta allí, como
una memoria anterior al verbo, donde poco a poco el gesto encuentra su
lugar!".
17 Véase Louise Sreinman, The Knowing Body, Bosron, Shambala Press, 1986, descripción de
las enseñanzas de Monk, pp. 73-74.
18 Para el estudio de estos daros, véase Jean Pomares, «De la formarion a la création», en
Parcours, cuadernos editados por la Direcrion Régionale des Affaires Culrurelles, Provence-
Alpes-Córe d'Azur (invierno de 1995).
89
LACRE'-;CE LOCPPE
90
Los cuatro factores: el peso
jcan-Luc :-':ancy, "De I'ámc», en Le poids du corps, Ecole des Beaux-Arts du Mans, 1995.
Fórmula propuesra por 1rmgard Barrenieff y Dori Lewis en Body Movement: Coping with
the Fnvironment C"';ueva York, Cordon & Breach, 1980).
91
LACRE'.;C:E Lo r r-rr
que sirve de base a todo acto motor. Pero el peso no solo es desplazado: a
su vez desplaza, construye, simboliza a partir de su propia sensación. Los
otros factores sirven para definir cualitativamente la sensación de peso y
para distribuirla según matices corporales diferentes. De hecho, los cuatro
factores no existen en sí mismos: no son aprehendidos bajo el ángulo de su
propia sustancia, sino únicamente en la relación que podemos mantener
con ellos. Esta cláusula de pensamiento, en Laban, se afirmará de forma
explícita con la elaboración de la teoría del «esfuerzo». Espacio, tiempo e
incluso peso no existen en tanto que yo no entrelace con ellos una madeja
de decisiones mezcladas. Estas decisiones son la vida misma: son a la vez
vectores de actividad, pero también de esresia (drives) [impulsos]. ~ ada
es más revelador que la gestualidad de los depresivos o de los esquizoides,
registrados en cinetografía Laban, y que marcan la atrofia de los factores:
movimientos segmentados sobre una ausencia de fondo posrural, que, en
el caso de los esquizofrénicos, ni siquiera puede construirse, y una ausencia
de relación con el espacio; tales son en general las observaciones efectuadas
por Bartenieff cuando «anotaba» los movimientos de los pacientes, antes de
practicar la danza-terapia como apertura hacia lo relacional (es decir, ante
todo, hacia el campo constitutivo del sujeto). Es evidente que los sujetos
«sanos» no coinciden forzosamente con la conciencia de los cuatro factores,
y que una atrofia semejante puede empobrecer nuestras relaciones con el
espacio, el tiempo, el peso de nuestro cuerpo y las variaciones de la intensi-
dad energética. De ahí una disminución de la sensibilidad, de la cinestesia
y de esa especie de sordera corporal que nos hace impermeables tanto a la
música como a las otras artes del espacio. Que nos hace aún más insensibles
a la danza como juego con esta «geografía de las relaciones».
Entre los cuatro factores, el peso es por lo tanto el más importante, aunque
muy poco percibido por la mayor parte del público, porque no forma parte
de la axiomática instaurada para juzgar las obras del espíritu o del arte. Si
nuestros sentidos superiores (el oído y sobre todo la vista) son considerados
como los canales de un pensamiento idealizanre, al tacto, clasificado entre
los sentidos inferiores, a duras penas se le concede semejante posibilidad.
Sin embargo, es esencialmente al tacto al que se dirige la mutación de los
tratamientos del peso, tanto respecto del otro como respecto de uno. La auda-
cia y la fuerza de Laban consistieron sobre todo en hacer del tratamiento
del peso no solo el lugar de una construcción simbólica tan importante
como la de los sonidos, las palabras, los rasgos o los colores, sino, a partir
de los últimos años de su vida, convertir las decisiones ponderales en la raíz
(impensada antes de él) de todo proceso cultural en todos los planos, tanto
92
Los CLATRO FACTORES: EL PESO
2 Rudolf Laban, Ejjórr (con f. C. Lawrencc), Londres, 'vlacDonald & Evans, 1947. Teoría
desarrollada en The Master; o[ Mouement, que puede leerse en la reed. de Lisa Cllman
('vlacDonald & Evans, 19(0); trad. fr.: La mairrise du mouuement (trad. de Jacqueline
Challer-Haas), Aries, ACles Sud. 1994. :Trad. esp: El dorntnio del movimiento (trad. de
Jorge Bouso), 'vladrid, Fundamentos, 2006:.
3 Mcrcc C:unningham, -Spacc, Time, Dance», en Transtormations, "ueva York, 1952; trad.
fr. en Bulletin du eNDc, 4 (octubre de 1989), p. 7.
,¡ (y cita siguienre) Doris Hurnphrcv, The Art o[/l1aking Dances, :"Uc\,l York, Grove Press.
1959; trad. fr.: Construire id danse (trad. de Jacqueline Robinson), Aries, Coutaz, 1990,
p. 122. .Trad. esp.: El arte de crear danzas, Buenos Aires, Eudeba, 1%5:.
Cilberr Durand, Structure anrhropologique de l'imagznaire, París, Bordas, 1%9, pp. 127-
14(,. :Trad. esp.: Las estructuras antropológicas de! Imaginario (trad. de Víctor Coldstein).
Madrid. fondo de Cultura Económica de España, 2005].
93
LACRE:--':CE LOCHE
el peso del cuerpo se deja llevar por su propia propensión. Siempre está
próxima a un balanceo (y por lo tanto a un ritmo) que no puede restable-
cerse sobre la marcha. Todo movimiento es una caída diferida, y de cómo
se produce el diferimiento de esa caída (por otra parte totalmente esperada)
es de donde nace la estética del gesto. Se han escrito numerosos textos sobre
la poética de la caída, en primer lugar los de Doris Humphrey. Forman
parte de un conjunto muy hermoso que relaciona la caída y sus salidas (la
recuperación, el rebote) con esta poética de la vacilación, tan importante en
danza contemporánea. «Un juego de circulaciones en torno al eje gravitato-
rio», sugiere Hubert Godard, al mismo tiempo que plantea el pensamiento
«un valor que solo puede ser de duda-".
6 Hubert Godard, "Le déséquilibre fondareur», Art Press, op. cir., p. 145.
7 Odile Rouquet, La tite aux pieds, París, Recherche en Mouvernent, 1991, p. 79.
8 B. Bainbridge Cohen, «Enrrericns avec Bonnie Bainbridge Cohen» (trad. fr. de artículos
aparecidos en Contact QuarrerIy), en Sentir, ressentir et agir, op. cit.
94
Los CCATRO FACTORES: EL PESO
Pero no hay ningún factor, ya sea el peso u otro, que no deba considerarse
aparte de la relación entre todos ellos. El otro factor más importante, y que
incide más especialmente en la poética del peso, es el flujo (palabra que ele-
gimos junto con «tensilidad» para traducir flow). A decir verdad, si el peso
constituye la materia elemental del movimiento, su objeto, su elemento, su
«carga» interior, el flujo está, aún más, relacionado con el «modo» de trata-
miento. Hasta tal punto que, al concebir la idea de motion, Nikolais piensa
ciertamente en el flujo labaniano como agente cualitativo susceptible de co-
lorear, activar, vivificar el recorrido de una experiencia de gesto. Según las
decisiones adoptadas en relación con el flujo, la transferencia de peso tendrá
resonancias muy diversas. En flujo «retenido», es decir en tensilidad aumen-
tada, e! peso toma un aspecto de corriente continua. Laban, en e! abanico de
acciones del e./fort shape, lo resume en la acción de «deslizarse». La pieza
de Odile Duboc, sin duda una de las más importantes en e! corpus francés de
los últimos años, Projet de la Matiére (Proyecto de la materia, 1994), utiliza
e! peso en tensilidad fuerte. Lo ponderal es entonces exaltado mediante un
deslizamiento continuo. El movimiento del cuerpo no deja de abismarse. La
relación con las esculturas de Mane-josé Pillet, de la que hablaremos más
adelante, implicaba, desde luego, esta combinación que moldeaba desde e!
exterior las modalidades del deslizamiento. Se trata de un tratamiento de!
peso totalmente nuevo en la obra de Duboc, donde la transferencia funciona
normalmente en tensilidad libre. En una atracción lenta que lo dirige hacia e!
suelo, donde lo retiene, en apoyo sobre una pared cuya verticalidad no hace
sino desplazar las relaciones a un suelo posible, el movimiento sigue e! peso
95
LACRE~C:E LOCl'l'E
del cuerpo hasta, de manera especialmente admirable, «hacer peso» con él.
Pero en la escritura de Duboc, como en otros casos, la combinación peso-
flujo entraña automáticamente tratamientos particulares de los otros factores.
Quien da prioridad a una figura semejante tiende en primer lugar a tejer con
el tiempo una relación de continuidad lenta, de modo que la circulación del
peso es retenida por la intensificación del tono. Así, del mismo modo que
el tiempo se hace materia que es preciso escuchar y sentir en el transcurso del
peso, también la resistencia del cuerpo da lugar a un espacio, espeso, donde
el cuerpo no deja de leer sus propias marcas, un espacio receptivo cuyas pro-
piedades táctiles pueden diversificarse: el movimiento, en esta configuración,
puede dar lugar a espacios elásticos o rígidos, algodonosos o líquidos, según
las cualidades presentes en la distribución específica de! tono y del trabajo
sobre las resistencias, adonde su intensificación nos conduce . Muy distintos
parecen los factores en su relación recíproca cuando el peso es catapultado en
un flujo libre, sin contención, como suele suceder en el release de Brown, y
también, como ya hemos dicho, en el caso de la propia Duboc, en la mayor
parte de sus piezas. Vemos entonces el elemento gravitatorio propulsado
sin ningún freno en un espacio descentrado. El tiempo se vuelve, ya que no
rápido, al menos (lo cual estéticamente es mucho más intenso) implicado en
una inevitable aceleración, que puede ser apaciguada, diferida, o al contrario,
accidentada, fraseada, con milagrosas modulaciones: suspensiones, acentua-
ciones irregulares. Ahora bien, esta aceleración no pertenece en absoluto al
ámbito físico o mecánico: las leyes de la caída de los cuerpos, y su acción
determinante sobre los vectores de tiempo y de espacio, deben ser olvidadas
en el umbral del pensamiento del cuerpo: los inicios de la obra de Trisha
Brown, con las famosas Equipment Pieces, no han dejado de afirmarlo". Al
trabajar en el terreno mismo de la ley que le sirve de base, para mejor esqui-
varla, e! cuerpo reinventa una caída de orden existencial, cuyas instancias
apelan de entrada a lo poético. Es por ello que se puede intervenir en (y no
sobre) la caída de distintas formas, y según distintos objetivos. En su juego
con los factores flujo y tiempo, Humphrey rehúye toda una serie de caídas
de propensiones contenidas o libres, y de recuperaciones contrastadas. Steve
Paxton, en aquel trabajo sobre el peso, de una pureza infinita, que fue Con-
tact Improvisation, deja que intervenga la ocasión (en el sentido etimológico
de aquello que aparece de forma imprevisible): aquello que tan pronto vuelve
9 Para una descripción de las Equipment Pieces de Brown, entre ellas la célebre Man Wa!king
Down the Sitie o[ a Building (1969), véanse los comentarios fotográficos de Sally Somrncr
en: Michael Kirby, «The :\'ew Theaue, Performance Documentarion-, The Drama Review,
r. 55 (septiembre de 1972), pp. 135-141.
96
Los CCATRO FACTORES: EL PESO
10 Stcve Paxton, -Contact Improvisarion-, en Selma Jeanne Cohen (ed.), Dance as a Theatre
Art, :--';ueva York, Dodd-.\1ead, 1974, pp. 222-227
11 Kent de Spain, «More Thoughts on Science and the Improvising Mind», Contact Quarter/y
(invierno-primavera de 1994), pp. 58-63.
97
LACRE:\CE LOCHE
12 Irrngard Barrenieff y Dori Lewis, Body Movement: Copmg unth the Enuironment, op. cit.,
pp. 51-68.
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Los CL"ATRO FACTORES: EL PESO
imperceptible que circula, no solo «entre» los cuerpos, sino «entre» todo el
abanico cualitativo de los dispositivos. Únicamente un enorme trabajo, a la
vez corporal y filosófico, sobre la renovación del utillaje teórico puede permi-
tirnos avanzar en esta vía hacia lo desconocido, camino que la danza contem-
poránea ha recorrido en numerosas ocasiones. Mediante modos de práctica
(más que de representación) siempre luminosos, indispensables en su reco-
rrido, sin señalar nunca el punto final de una investigación, sin dejar entrever
nunca sus límites. Una vez más, lejos de circunscribirse a dar referencias, la
teoría de la danza contemporánea se obliga a retroceder constantemente, a
veces a desplazar las fronteras de sus pistas de exploración. Como si el cuerpo
danzante trabajara ya los territorios de lo sensible, donde la conciencia, poco
a poco, podría despertarse y reconocer las huellas anticipadas de sus propios
descubrimientos.
99
Poética del movimiento
Kent de SPAI:\*
Kcnr de Spain, "A \1oving decision. :\'O¡CS on rhe improvising mind», Contact Quarter/y, 20,
núm. 1 (1995).
Isabelle Launay, "La danse entre gesre er rnouvernent», en La danse, art du XX siecle (Acres
du colloquc), Lausana, Pavor, 1990, pp. 275-287.
2 Syivie Ciron en L 'ai] dansant (textos reunidos por l.aurenr Barré), Centre :\'arior.al Choré-
graphique de Tours, 1995.
101
LACRE~C:E LOCPPE
3 Janet Adshead, «Discerning the Forrn of a Dance», en Janet Adshead (ed.), Dance Analysis:
Practtce and Tbeory, Londres, Dance Books, 1988, pp. 41-59, esp. p. 44.
4 Elizabeth Schwarrz, L 'expressiuite de la main en danse contemporaine (memoria para la diplo-
matura en cinesiología [kinésiologie]), París, IFEDEM, 1994 (inédito).
5 Ibídem.
102
POÉTICA DEL \10VL'vIIE~TO
cuerpo entero partlC1pa, del mismo modo que en las body parts que, en
Nikolais, dan acogida al travelling center, el viaje del centro, tal como lo
enseñaba también Carolyn Carlson. U no de los elementos más perturba-
dores del lenguaje de Bagouet consiste en neutralizar e! carácter central de
esta circulación, convertirla en el pasaje de un enigma que aflora, de un
gesto que contiene su propio cuestíonamiento y se vuelve a cerrar sobre su
propio misterio. No menos admirable, ni menos enigmática, la danza de
dedos de Dana Reitz, que pone en juego toda la fluctuación de un viaje
ponderal inspirado en e! taichi, que «desarrolla», escribe Deborah ]owitt,
«pequeños gestos de manos en proximidad al cuerpo, en bucles, en círculos,
abandonados a su propio capricho; con pequeñas torsiones, acentos brus-
cos, abandonos, caídas»".
103
LAL:RE~CE LOL:PPE
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POt.TICA DEL \10VI\1IE~TO
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LACRFSCE LocPPE
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POfTICA DEL \10VI\1IE'-:TO
1(i Rudolf Laban, Mastery o[ Movement, 1960, op. cit., p. 122. :T rad. esp.: El dominio del
movimiento, op. cir.],
17 Judirh Lynne Harma, To Dance is Human. A Theory o[No nverbal Communication, Ausrin,
Univcrsiry ofTexas Press, 1979, p. 31.
18 Irrngard Barrenieff y Forrestine Paulay, «Cross-cultural Description of Dance», en Four Adapta-
tions o[the Effirt Theory, Nueva York, Dance Norarion Bureau, 1970, pp. 61-71. Véase también
Roderyk Lange, The Nature o[ Dance, Londres, MacDonald & Evans, 1975.
107
LACRE'.;CE LOCl'PE
N. del T: bourrée o chamarasca, danza popular de la región francesa de Aubernia, que posi-
blemente en sus orígenes se bailaba alrededor de un fuego de chamarasca o leña menuda,
de ahí su nombre.
19 Chrisrine Bastir, en Mon Oei! (París), 11 (primavera de 1996), publicación de la Cornpa-
gnie Christine Basrin.
108
POF.TICA DEL :v10VI:v1IE~TO
Entre este inmenso corpus de aquellos que, como decía Isadora Duncan, es-
taban allí desde siempre, se encuentran, por supuesto, los movimientos errá-
ticos que llevamos en nosotros y que a menudo habitan en otros gestos sin
manifestarse del todo a través de ellos. Son, entre otros, los «movimientos
fantasmas» de los que admirablemente habla Laban. Volveremos a referirnos
a estos horizontes enigmáticos del gesto y al movimiento como lector de su
propio desconocido. Pero ¿cómo, precisamente, hacer emerger su existen-
cia? La danza contemporánea, como ya hemos dicho, no excluye ninguna
109
LACRE~CI': LOCPPE
21 Francoise Dupuy, «Pas de danse», Marsyas (París), 18 (junio de 1991), IPMC, pp. 40-41.
110
POt.TICA DEL ',10V]',1IE'-:TO
22 Rudolf Laban, La maitrise du mouuement, op. cit., pp. 120-121. [Trad. esp.: El dominio del
movimiento. op. cit.].
111
LACRE~C:E LOCPPE
cada una de las acciones puestas en juego por estas conductas motrices se
inspira en un conjunto de comportamientos primigenios. ¿Qué diferencia
existe entre un gesto fundamental y un gesto cotidiano? Para muchos baila-
rines y muchas corrientes de danza, es inexistente. Lo que los anglosajones
denominan «pedestrtan mouements incluye los movimientos tomados de la
existencia fuera de todo contexto coreográfico definido". Todos estos mo-
vimientos tienen en común una escala de amplitud denominada «natural»
y una ausencia de acentuación que les confiere este carácter átono, discreto,
que en nuestras culturas caracteriza los gestos de cada día. Por otra parte, es
con este tipo de cualidad con el que se requiere su presencia en la danza. A
menudo, los movimientos surgidos de la invención de los coreógrafos, yen
ese sentido no «cotidianos», es decir, no funcionales, practican estas cuali-
dades que rechazan el énfasis del movimiento danzado. Hemos observado
esto, por ejemplo, en los pequeños movimientos de manos, frecuentes en los
bailarines franceses, una forma de hacer hincapié en el despliegue musicali-
zado y amplificado del movimiento danzado. A menudo, este apartamiento
respecto de las dimensiones de lo danzado ha podido confundirse con una
negativa a tomar espacio y elevación en la danza misma. ¿Podría ponerse en
riesgo con ello, sin duda, una parte de la integridad del sujeto en relación
con el control de su cinesfera? Personalmente, yo defino el gesto cotidiano
según el uso que se hace de él, y que, por consiguiente, modifica su alcance
y su calidad. Cunningham, en escena, camina, se sienta, corre e incluso se
desnuda (en Walkaround Time, 1968). Pero estos gestos (aparte de los trayec-
tos en pasos «caminados» para ocupar un «lugar» en el espacio de danza) son
sin objetos, se refieren a comportamientos intransitivos por ser elementales.
Las observaciones aportadas por Nikolais acerca del motion son útiles, entre
otras razones porque se busca distinguir el teatro de la danza. La «mimesis»
de la acción exige que se empleen los códigos de reconocimiento establecidos,
sin preocuparse por las cualidades suscitadas. La danza, por su parte, estudia
la distribución de la transferencia de peso, la acentuación, etcétera. Por ello,
descubre igualmente las cualidades fundamentales del acto, que se apartan
del naturalismo: cortar, golpear, lanzar, son para el bailarín esquemas esen-
ciales, cuyo contenido debe analizarse a la vista de un conocimiento de las
raíces del acto. Como vemos, la divergencia de enfoques entre teatro y danza
no se refiere tanto a las definiciones como a las prácticas. Puede apreciarse
112
POfTICA DEL MOVIM!E:\TO
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LACRE"CE LOCHE
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POfTICA DEL \10VI\1!E'-:TO
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LACRE~C:E LOC!'I'E
fatigar a los bailarines. Sin duda una demostración del replanteamiento por
esta corriente de todos los elementos de la danza, incluidos aquellos que nos
parecen más fundamentales como, por ejemplo, la presencia y la intensidad
de estar que exige. Yvonne Rainer denuncia el aspecto excesivo y crispado del
acto (<<¿por qué hemos de ser tan intensos?», ironiza). Transit, que ejercitaba
un movimiento no figurativo, era una «no danza», como las danzas de los
movimientos cotidianos. Pues lo que cuenta en la definición de un movi-
miento danzado es ante todo la toma en consideración de los componentes
cualitativos, en la ausencia de calidad dinámica. En e! fondo, e! movimiento
en sí no es nada. La no danza era de hecho una hiperdanza, pues renunciaba
al carácter superficial de las formas, para hacer emerger, aur..que fuera nega-
tivamente, en su ausencia, (e! vacío de) las intensidades mediante las cuales,
exclusivamente, existe nuestro gesto.
Por e! contrario (tal vez), la danza francesa de los años ochenta [del siglo xx:
desarrolló lo que se ha denominado el gesto gráfico: un pequeño motivo
fragmentado, sin funcionalidad real, que actúa esencialmente sobre las extre-
midades. Habría mucho que decir sobre esta fragmentación, hoy en día aban-
donada. ¿Un rechazo a integrar un cuerpo global, afectado quizá por una
amenaza de sobreexposición cuyo gesto pretendía ser una estrategia de reti-
rada, en una propuesta que pretendía ser puntual, elusiva y sobre todo indi-
ferente? ¿Una forma de regular la emoción y de bloquearla en una estética lisa
y sin fallas, en la que podía descartarse toda tentativa de mermar la integridad
de un cuerpo global? Miedo de! exceso, que era el de aquellos años sobre cuya
ideología habría mucho que decir. La mayoría de las veces, también, incapa-
cidad para tratar el cuerpo fuera de su eje, en el caso de los bailarines a me-
nudo formados según el molde clásico, y cuyo gesto fragmentario era e! único
recurso para distorsionar o desconectar un cuerpo demasiado homogéneo.
¿Una forma (sin duda ilusoria) de hacer girar una espiral allí donde se alzaba
un pilar? Sobre un periodo tan reciente, no podemos hacer otra cosa que
entregar al lector algunas interpretaciones, que son más bien planteamientos
titubeantes en torno a un punto todavía ciego (aunque solo sea porque toda-
vía concierne profundamente a la historia de nuestro propio cuerpo, y de!
discurso todavía hoy vigente al respecto, así como a su esquema y probable-
mente a su imagen inconsciente). Pero es preciso, en primer lugar, considerar
«el pequeño gesto» en los casos de aquellos mismos que lo han abordado
(Larrieu, Bagouet) y le han dado su razón de ser. Hay, en efecto, una gran
diferencia entre su visión aguda de un universo que se restringe al toque
discreto de un espacio en contracción, donde la interioridad y la emotividad
interior son constantemente cuestionadas, y el mimetismo puramente formal
116
PoCrrC:A DEL \10VI\1IE'.;TO
117
LA¡;RE~CE LO¡;PPE
Paxton, seguirán siendo las más intensas poéticamente por estar dominadas
por lo ponderal. Por lo tanto, peso como prioridad, y a continuación flujo
(variación tónica), espacio y tiempo [que] no son datos en sí: una vez más,
no hay ahí nada originario. Nada existe fuera de la relación establecida. Lo
que se convertirá, al final de la vida de Laban, en ese trabajo del movi-
miento o ese movimiento como trabajo: la máquina de desplazamiento del
peso que Laban denomina effirt (término que usaremos siempre sin tradu-
cir, como un contexto flotante, extralingüístico, dado que, por el momento,
este concepto escapa a nuestros propios instrumentos lingüísticos). Si en
los trabajos de su primera época, relacionada con la elaboración de su pri-
mer sistema de notación, la cinetografía, Laban insiste en la interrelación
de los cuatro factores, su segundo planteamiento teórico y conceptual, ela-
borado en Inglaterra, durante su exilio lejos de la Alemania nazi, se distan-
cia de aquel primer sistema. Reconoce entonces el «trabajo» del movimiento
como motor de todo elemento simbólico, en la danza pero también en los
gestos ligados a la producción artesanal o industrial (¿la danza sería, una vez
más, el modo más eficaz de salir de la «representación-P). De ahí esa lectura
nueva, sorprendente, del gesto no como desarrollo de una dinámica, sino
como dispositivo de aparición. Se trata de designar, con el término effirt,
no el movimiento sino las «actitudes hacia el movimiento» (transposición
del alemán Antrieb según Bartenieff). Son en cierto sentido los modos de
instrumentación, mucho antes que la instrumentación misma, lo que nos
ofrece la teoría del effirt shape. No nos es indiferente que Julia Kristeva
haya visto igualmente un «presignificante» (rítmico y poético) que predis-
pone al sujeto a implicarse en el idioma". Esta «paleta de acoplamientos» es
en danza un elemento importante tanto en la lectura como en la produc-
ción misma del gesto. Hoy, Hubert Godard insiste especialmente en ello,
dando a este espacio de preparación una importancia poética sin preceden-
tes en el contexto de la danza actual. De ahí su visión de la «anacrusa» como
inicio, aunque sea invertido, del gesto (mutación depresiva de tono, sin la
que ningún movimiento podría surgir) como aquello que dará «color. al
conjunto del proyecto gestual. Hubert Godard ve aquí además una articu-
lación privilegiada para unir el gesto a lo «semántico», un intersticio donde
la esencia del gesto puede, a diferencia de muchas de sus figuras,
«nombrarse»:". Este aspecto tan importante del «pregesto» está relacionado
también con los procesos de «visualización» establecidos en los pensamientos
27 Julia Kristeva, La révolution du langage poetique, París, Seuil, 1974, reed. col. Poirus,
p.209.
28 Hubert Godard, "Le déséquilibre fondateur», op. cit., p.144.
118
POf~TIC:A DEL \.10VI\.1IE~T()
119
LAL:RE~C:E LOL:PPF
120
Estilos
Los matices más delicados del estilo solo se pueden entender después de
un estudio exhaustivo del contenido rítmico de las actitudes, en las cuales se
usa una serie de combinaciones de esfuerzo definidas.
Rudolf LABA:\*
pájaro que planea a merced de los vientos. Eso es lo que se denomina el modo
Rudolf Laban, El dominio del movimiento (trad. de Jorge Bouso), Madrid, Fundamentos,
2006.
121
LACRE~C:F LOCPPF
de la danza'. Este modo, este «estilo absoluto», sería por lo tanto el alma
misma de la danza, que se sostendría de forma aérea, en latencia suspendida,
en los límites entre lo móvil y lo inmóvil, antes y después del gesto, y por lo
tanto, probablemente, en el centro mismo del gesto.
Zeami, «La tradition secrete du :-\6» (u ad. fr. de R. Sieffen), París, Gallimard, 1970 (col.
Connaissance de l'Oriem), pp. 118- 119.
2 Susan L. Foster, 1986, op. cit., pp. 76-88
3 Ibídem, p. 91.
4 Ibídem.
122
ESTILOS
5 Irrngard Banenieff y Dori Lewis, Body Movement: Coping with the Environment, op. cir.,
p. 51.
G Vera Maleric, On the Aestetic Dimensions of the Dance, a Methot:ÚJlogy for Researching Dance
e
Sryle, Ohio Srate niversity Phd., 1980 (inédiro).
123
LACRE~C:E LOCHE
las categorías de ligero o pesado. Entre uno y otro de estos parámetros, existe
un increíble número de imbricaciones, matices intermedios y combinacio-
nes posibles. Mediante estos esquemas no se describe ningún movimiento.
Solamente se «califica». Esta manera de describir lo que Laban denomina
el «estilo», es decir, nuestras grandes opciones relacionales (a través de la
combinación de los drives [impulsos]), poco a poco le fue pareciendo mucho
más importante que la consignación del movimiento como acción visible
en el espacio y en el tiempo. Poco importa la configuración de un gesto con
respecto a las opciones profundas que se realizan en él. Hasta tal punto que
la segunda notación de Laban, elaborada en Inglaterra después de su fuga de
Alemania, precisamente la relacionada con el estuerzo, ya no menciona más
que dispositivos cualitativos vinculados con las inner attitudes. Al final de su
vida, cuando el exilio y la búsqueda visionaria del sentido del movimiento
le habían apartado por completo de la danza, Laban ya no se interesa por
lo que hace el bailarín (o simplemente la «persona que se mueve»), sino
por lo que hay en su movimiento. Incluso antes del movimiento, en su pura
fase de iniciación, cuando se aplican los enfoques cualitativos.
Lo que rige la formación del estilo es la relación con los factores más
constitutivos del movimiento: el peso yel flujo. Puede decirse que estos dos
124
ESTI LOS
factores van más allá del aspecto relacional en el acto producido. Son su
materia misma, su energía y su condicionamiento. Las elecciones tónicas,
como hemos visto, están relacionadas con los compromisos más radicales del
bailarín. Hasta tal punto que, en la danza contemporánea, la liberación del
tono se ha convertido en el estandarte de toda una familia de cuerpos (Dun-
can, Humphrey, Hawkins, Brown ...). En ellos, la relajación se impone como
condición absoluta de la danza. Es decir, de todo movimiento que se niega a
alinearse con una concepción formalizada y que no nazca de la simple iner-
cia del peso. Para Eric Hawkins, que lo ha explicitado especialmente en sus
numerosos textos, «solamente los músculos distinguidos están dotados de
sensibilidad», como cita a este respecto Nicole Walsh 7 • En su observación del
trabajo no solo de Hawkins sino también de Trisha Brown, Hubert Godard
va más lejos y analiza las decisiones de tonicidad, en particular el free flow
[flujo libre] como rechazo de toda colusión con una ideología de la rigidez
que trate de atar los cuerpos creando un obstáculo (flujo controlado o con-
tracción excesiva) a la libre circulación del peso. Las opciones del flujo, en
Hawkins o en Brown (y Aubin en Francia), forma parte integrante del estilo.
El estilo contribuye entonces a situar el cuerpo en relación con la ideología
y en relación con la historia. De lo que se trata aquí es de un humanismo
corporal de la no violencia, de la negativa a integrar los procesos de autori-
dad, y más aún, de fascinaciones vinculadas con la visión del cuerpo que se
autoatirrna en su tensión",
7 :\icolc Walsh, «Eric Hawkins, signifieation du geste dansé » , en Mircille Arguel (dir.),
Dame, le corps enjeu. París, PCF. 1992, pp. 132-144, esp. p.13G.
8 Huben Codard, "Le déséquilibre fondateup" op. cit.
125
LACRE~CE LOCI'PE
126
ESTILOS
los «valores [más] profundos» (deeper values), Laban basará en los años 1924
a 1927 su teoría del Tanztheater como escenario de conciencia histórica en
relación con los actos humanos. En efecto, mediante el juego de una dra-
maturgia de la opción motriz, somos llevados «a una nueva percepción de la
vida que nos habla de las opciones interiores adoptadas por los personajes» 11.
El «personaje», tan importante en la estética del teatro de danza, se convierte
entonces, según Vera Maletic, en «la encarnación de los valores y actitudes» 12.
El «personaje» en danza puede nacer únicamente en la conciencia de la inte-
gración de un estilo o, de manera más elaborada todavía, según los procesos
de Laban, en la integración por mi cuerpo de opciones fundamentales que
no serían las mías. Lo cual incluye un trabajo de lectura estilística de lo que
podría ser un «personaje» de una increíble sutileza, para llegar a una «ficción
física». Solo de este modo «yo» puede convertirse en otro. El «personaje» tan
importante en las obras que se sitúan entre danza y teatro (Gérard Gourdot,
Joseph Nadj, Nicole Mossoux-Patrick Bonté, etcétera) ya no puede consi-
derarse como el resultado de una «actuación» sino de una transmutación
cualitativa que desestabiliza la definición misma del sujeto. Lo importante
es saber qué parte corresponde a la actividad «crítica» (estilística) del viaje
de las opciones íntimas del ser con respecto a los puros efectos de represen-
tación y de simples manipulaciones del imaginario. Ahora bien, en el caso
de algunos de estos artistas, es precisamente esta catástrofe del imaginario lo
que se busca, casi más allá de la conservación de una identidad subjetiva que
implosiona. Ahí reside la potencia y la radicalidad de un trabajo como el de
Mossoux-Bonté, siempre llevado a los límites de un desprendimiento del ser
en las figuras de la invención dramatúrgica.
11 Rudolf I.aban, Ein l.eben fUr den Tanz, 1935: nado inglesa: A Lijé ftr Dance (trad. de l.isa
Ullmann). Londres, Maclronald & Evans, 1975.
12 Vera Maletic, 1984, op. cit., pp. 140-141.
127
LACRE:\CE LOCPI'E
que tal Vf:L la pieza, en el fondo, no era más que su puesta en escena. Esta
estética del «jugaremos a ser nosotros», muy extendida en la coreografía fran-
cesa de los años ochenta, dio lugar sin duda a piezas muy hermosas, como
Cbacun appelle (Todos llaman) de Jacques Patarozzi (1984). La «presencia»
del intérprete es tratada entonces como la textura absoluta de una poética del
ser. Estas situaciones son excepcionales y dependen enormemente de la cali-
dad, la autenticidad, el compromiso del bailarín, pues la elección del trabajo
sobre las «personalidades» es peligrosa, puede conducir a procesos de casting'
y alimenta estéticas pesadas que se basan más en la «imagen» que en la suti-
lidad de la presencia. No obstante, el estado de gracia en el que han podido
encontrarse intérpretes como Maúé Fossen o Dominique Merey dio lugar a
la adecuación espontánea de un «estilo» a un «sen" como la expresión directa,
casi inexplicable, de una personalidad única, que vive en el escenario el estado
poético de un cuerpo.
13 La expresión, inspirada por [can Pomares (fuenre oral), se reproduce en L. Louppe, «Piege
pour un espoir», Art Press, 163 (abril de 1992).
14 Dominique :\"oel, duranre el coloquio Mémoire de la danse, mémoire des auures, mémoire des
corps, Ajes, marzo de 1993 (fuenrc oral).
15 Viviane Serry: presenración del taller por los Carncrs Bagouer, Théatre Conremporain dc
la Danse, 1994 (fuenre oral).
128
ESTILOS
los gestos de sus habirantes siruándose junto a ellos hasra integrar sus rirmos
y comprender sus dinámicas, así como todas las coloraciones de «esfUerzo».
y que pueden entonces exrraer de ello consecuencias importantes sobre la
forma en que dicha culrura elabora su imaginario o sus relaciones sociales a
parrir de la experiencia del cuerpo y del reparto de dicha experiencia.
lG Véase más especialmente Lornax. Barrenieff, Paulay, "Dance, Srylc, and Culture», en Folk
Song Sryle and Culture, :-\ueva York. AAS Publ., 19G8.
17 ]. Van Zile, citado en Barrenieff, op. cit., p. 176.
129
LACRE~C:E LOCHE
130
Lectura del tiempo
Allí donde se establece un movimiento entre cosas y personas, se esta-
blece una variación o un cambio en el tiempo, es decir en un todo abierto que
los abarca y donde se sumergen.
Gilles DELEl:ZE*
Odile Dl:BüC*
La relación con el tiempo es, entre los cuatro factores, uno de los más delica-
dos: es el que ha sembrado a su alrededor el mayor número de divergencias,
a veces de disensiones. La problemática del tiempo es una de las grandes
cuestiones de la danza contemporánea. A veces fuente de inspiración casi
exclusiva, otras veces, por el contrario, objeto de la mayor sospecha. ALaban
no le gustaba el tiempo. En sus últimos textos, cuando su pensamiento ad-
quiere una amplitud visionaria, opone de modo sorprendente el espacio al
tiempo: el espacio, lugar de las simultaneidades, puede acoger el accidente, la
contingencia. El tiempo, lugar de la sucesión, siempre llevará consigo los en-
cadenamientos y por lo tanto el causalismo. Peor aún: «La cultura, al otorgar
al tiempo una atención excesiva» (¿atención excesiva debida a los modos de
producción de la civilización industrial:'), «ha atrofiado en nosotros el cono-
cimiento del espacio. En nuestras memorias originarias sigue balbuceando
un saber sobre la naturaleza del espacio (saber instintivo). Pero lo hemos
perdido o cuando menos debilitado en un culto excesivo del tiempo (saber
Gilles Dclcuze, La imagen-tiempo: estudios sobre cine 2 (trad. de Irene Agoff), Barcelona,
Paidós Ibérica, 2007.
Odile Duboc. «L'épreuvc du temps», en L 'art en scéne premiere, París, Cie Larsen.
131
LACRE~C:E LOCPPE
Rudolf Laban, Visions o/Dynamic Space (textos póstumos reunidos por 1.. Ullrnan n). Lon-
dres, Cenrer for Studies in ~ovemene, 1963, p. 19; trad. fr.: Vision de l'espace dynamique
(trad. de Elisabeth Schwarrz), op. cit.
2 Mary Wigman, Le langage de la danse, ap. cit. [Trad. esp.: El lenguaje de la danza, op. cit.
3 Ibídem.
4 Émile ]aques-Dalcroze, Le rythme, la musique et l education, Lausana, Foerisch, 1924.
132
LECTCRA DEL TIE\1PO
Viola Farbcr en Merce Cunningham (textos presentados por James Klosry), ~ueva York,
Limclights, 1989, p. 33.
G Y Cita siguiente: Carolyn Brown, ídem (texto tomado de Dance Perspective. invierno de
1%8), p. 22.
LACRE~C:E LocPPE
134
LECTCRA DEL TIE.\1PO
9 Remy Charlip en Merce Cunningham, Dancing in Space and Time (textos reunidos por
R. Kosrclanerz), Penningran (.'\Y), A Capella Books, 1992, pp. 40-43; trad. fr. en Nouuelles
de Dame, 36/37 (otoño-invierno de 1998), Bruselas, Contredanse, pp. 1l3-117.
10 Vera Maleric. Body, Space, Expression, op. cir., pp. 142-143.
135
LACRE:\CE LOCPPE
11 Merce Cunningham, «en art imperrnanent» (trad. ír.), Tel Quel, 17 (primavera de 1964);
reed. en Isabelle Ginot y Marcelle Michel, La danse au XX siecle, Bordas, 1995, p. 135.
12 Francois [ullien, La propension des choses, pour une histoire de l'efficacité en Chine, París,
Seuil, 1992, capítulo 6, pp. 210-211. [Trad. esp.: La propensión de las cosas, para una histo-
ria de la eficacia en China (trad. de Alberto Sucasas), Barcelona, Anrhropos, 2000:.
13 Gastan Bachelard, La dialectique de la durée, la edición 1950, reed. PCF (col. Quadrige),
p. 57. [Trad. esp.: La dialéctica de la duración (trad. de Rosa Aguilar), Madrid, Villalar,
1978, p. 74].
14 Gilles Delcuze, L 'image-temps, París, Minuir, 1985. [Trad. esp.: La imagen-tiempo: estudios
sobre cine 2 (trad. de Irene Agom, Barcelona, Paidós Ibérica, 1996:.
136
LECTCRA DEL TIE~P()
como en las otras artes -en primer lugar el cine explorado por Deleuze-;
factores de fabricación, son el tiempo desnudado, expuesto por el cuerpo en
su materia misma. Este tiempo desnudado ya no es un elemento categorial:
no existe en sí, apela a su percepción como trama sensible.
15 Merce Cunningham, Le danseur et la danse, entretiens auec jacqueline Lesschaeue, París, Bel-
fond, 1980, p 156. [Trad. esp.: El bailarín y la danza: conversaciones de Merce Cunningham
137
LACRE~C:E LOCHE
con [acqueline Lesschaeve (trad. de Griselda Cuervo Alvarez), Barcelona, Global Rhyrhrn
Press, 2009].
16 Daniel Charles en Reuue d'Eshétique, n.? especial dedicado a John Cage, op. cir., pp. 123-
138.
17 Merce Cunningham, Cbanges, Nareson Choreography, :--; ueva York, Something Else's Ress,
1968, s. pago
18 Se denomina sintagma en lingüísrir;a al desarrollo de un enunciado en el tiempo, en opo-
sición a "paradigma», haz de connotaciones suscitadas por el enunciado. Puede decirse que
el sintagma es vector de sucesión y actúa sobre el ritmo. Mientras que el paradigma, vector
de simultaneidad, actúa sobre el sentido.
138
LECTL:RA DEL TIEMPO
139
LACRE'.;CE LOCPPE
21 Isadara Duncan, The Art o[ the Dance, op. cir., p. 102. [Trad. esp.: El arte de lo danza y
otros escritos, op. cit.],
140
LECTCRA DEL TlE'vlPO
tras los pasos de la danza de los años ochenta, hay pasajes de silencio prácti-
camente en todas las coreografías contemporáneas, incluso y sobre todo en
las muy relacionadas con la música, no como acompañamiento, sino como
socio estético, espejo o modelo, por ejemplo en Anne Teresa de Keersmaeker.
O incluso como resonador surgido de un inmenso filón simbólico común:
es lo que sucede con el recurso de Dominique Bagouet a la pieza Assai" de
Pascal Dusapin; en esta pieza homónima, la música solo interviene en el
tercer «cuadro» con la llegada de las figuras más enigmáticas, como si se qui-
siera intensificar, mediante la potencia de los sonidos, la potencia del cues-
tionamiento. En este sentido se puede afirmar, por otra parte, que entre
silencio y ruido el coreógrafo inventa otra «partitura», otra composición mu-
sical, con fraseas diversos y relaciones diversas con lo sonoro. El propio co-
reógrafo se convierte en el «autor» de las secuencias silenciosas, las
respiraciones, los intervalos de tiempo como zonas donde la música se
ausenta. Todo entonces puede detenerse o, por el contrario, intensificarse en
el cuerpo. Y es ahí donde el «fraseo general» de la obra o del lenguaje coreo-
gráfico aparece: es a la vez fluido (debido a la línea musical del movimiento)
y suspendido (debido a la reducción del gesto). En el caso de Daniel Larrieu
se trata de un arte sutil del fraseo en dos pistas. El fraseo es elástico y equili-
brado en Hervé Robbe, desordenado y discontinuo en Bernardo Montet. En
estos ejemplos, no obstante, el fraseo no representa más que un elemento
poético dentro de! abanico de materiales que intervienen en la constitución
de la escritura coreográfica y de la poética del movimiento. Algunos, por
e! contrario, convierten el fraseo en el generador esencial de todos los recursos
coreográficos: Odile Duboc parte de una «música interior», que funciona
como pulsación originaria y de donde poco a poco se desprenderán las trayec-
torias, con toda su paleta de direcciones múltiples, todo un juego de inesta-
bilidades corporales y espaciales. Por su parte, Georges Appaix, que trabajó
con ella, parte de un frasco textual, como si en ciertos resortes de idioma
hubiera también una matriz temporal donde el cuerpo puede descifrar un
enunciado comen entre prosodia, puntuación y movimiento. El texto, por
ejemplo de los versos de Homero enunciados de manera muy medida, sobre
los que Appaix teje durante un cierto número de años una inmensa trama «en
progreso», sirve a la vez de impulso y de marcación rítmica, que, asombrosa-
mente, se propagan y se desarrollan de una pieza a otra, evadiéndose cada vez
más de la métrica mediante un juego espacio-temporal de síncopas o retrasos
de gran complejidad. Según este rápido resumen del fraseo en la danza, se
puede medir la riqueza de sus diferentes tratamientos. Pero es preciso ver
también hasta qué punto es peligroso para el fraseo acercarse con un sonido
decidido de antemano a pulsaciones mecánicas y regulares, como por desgracia
141
LACRE~CE LOCPPE
22 Yvonne Rainer, "A Quasi Survey of Sorne Minirnalisr T endencies in rhe Quantirativcly
Minimal Dance Activiry Midst the Plerhora or an Analysis ofTrio A", en Work 1961-73,
Halifax (1':S), Nova Scoria College of Art and Design, 1974, p. 63.
23 Ibídem.
142
LECTL:RA DEL TIE\1PO
26 Ibídem.
27 Steve Paxron, Contact Improuisation, op. cit.
28 Ibídem, p. 224.
29 Gasran Bachelard, «L'inruirion de l'insranr», citado en Odile Duboc, «L'épreuve du
temps", Les Cahim du Renard, 15 (araño de 1993).
144
LECTCRA DEL TIE'vlPO
30 Ibíde:n.
31 Laurence Louppe, «Le danscur er le rcmps», en L 'art en scene/premiére, París, publicación de
la C:ompagnic Larscn, 1994, p. 7.
32 Claude Rabanr, Inurnter le réel, le déni entre peruerston et psychose, París, Denoéi. 1992 (col.
L'espace analvriquc), p. 34.
145
LACRE~C:E LOL:PPE
más alla'?> 3. Pues lo que es efímero en el instante de! gesto no es tanto el mo-
vimiento mismo, sino e! destello de! encuentro, e! imperceptible temblor de
diversas percepciones cruzadas, entre cuerpo y mirada. La visión de! movi-
miento danzado como «efímero» nace de la experiencia de! sujeto, que danza,
y más aún, que mira, en su captación. El movimiento, por su parte, no co-
noce las categorías dimensionales de! tiempo ni las representaciones lineales
que con él construimos. Se desarrolla en e! tiempo que crea, o más bien en
ese «todo», según e! concepto de!euziano, de un entorno multidimensional
aplicado por De!euze al cine. «Se hunde para perderse allí», es cierto, pero
también para sobrevivir. Porque, entregado al tiempo, e! movimiento rein-
venta todos los factores poéticos: espacialización, tensilidad, modalidades de
la transferencia de peso, trabajo paradigmático y difractado sobre las referen-
cias. Todo ello le sirve para poner a prueba la duración como materia, e!
instante como epifanía de una fulguración siempre reiniciada. El «trabajo de
la danza» sobre e! tiempo arrebata a Cronos su poder devorador sobre los
cuerpos. Al «perderse» en e! tiempo, el bailarín elabora contraiatalismos liga-
dos a la renuncia de un movimiento sobre su propio desenlace.
33 Maurice Blanchot, El paso (no) más allá (trad. de Cristina de Pererti), Barcelona, Paidós
Ibérica, 2009, p. 46.
146
Poética de los flujos
Yvonne RAI~ERa
Yvonne Rairier, Work Work 1961-73, ."ueva York, Press ofthe Nova Scotia College of Arr
and Desing y ."ew York Universiry Press, 1974.
Émile [aques-Dalcroze, La mUSlque el nous (conjunto de textos de distintas épocas), reed.
Slarkine. Ginebra, 1981.
147
LACRE:"CE LOCPPE
2 Adclphe Appia, «Écrits dalcroziens», Üeuurcs completes, t. 111 (presentadas por Marie-Louise
Babler), Ginebra, L'Áge d'Homme, 1988, p. 152.
3 [,mire [aques-Dalcroze, Le rytbme, La musique et L'éducation (trad. fr.), :'-."eufchatcl, La
Baconniére, 1984.
4 Ibídem.
148
POF>TICA DE LOS FLCjOS
matiz. Dc todo aquello que interviene para modificar la intensidad del so-
nido: sjorzando, crescendo, decrescendo, Dalcroze descubre su raíz (mejor aún
que su analogía) en las grandes experiencias musculares de transformaciones
del tono: intensificación o debilitamiento, con su duración, su modulación.
Mediante su tratamiento del matiz, proporciona a la música instrumental
el cuerpo de! que se había alejado para ocupar los distintos sustitutos orga-
nológicos. El proyecto de Dalcroze, en general, merece hoy más que nunca
nuestra atención, no solo por sus descubrimientos, sino también por su mé-
todo de investigación: esta forma de replantearse e! cuerpo para localizar allí
el estado originario de los fenómenos musicales, como si e! cuerpo escondiera el
conjunto de las expresiones artísticas y el secreto de su creación. Porque,
contrariamente a lo que suele creerse, Dalcroze no fundó un «mimetismo» o
un sistema de integración corporal de los fenómenos sonoros, sino que, por
el contrario, es en la encarnación donde descubre e! canto del mundo. No
in-corpora, sino que ex-corpora. Obtiene, de la reacción corporal, otra música,
fibras sonoras, con sus estiramientos, sus crujidos, sus rupturas y su choque.
149
LACRE~C:E LOCPPE
Laban distingue dos estados de! «flujo»: libre (free) y «ligado. (lié,
bound¡ que me gusta traducir como «atado» [noue1. Toda la calidad de! flujo
no se encuentra, por otra parte, en e! estado de debilitamiento o de inten-
sidad tónica, sino en e! paso de lo uno a lo otro, en e! intervalo mismo de
su modulación. La danza contemporánea ha trabajado enormemente estos
intervalos, ya sea estirándolos, como las olas de un paso de lo vacío a lo lleno
(que se ve en e! ejercicio de los swings, los famosos balanceos de la técnica de
Doris Hurnphrey), ya sea, por e! contrario, acortándolos mediante un mo-
vimiento de e!ipsis, que instantáneamente hace pasar e! cuerpo de un estado
tónico a otro, como captación rápida, ruptura entre dos estados, figura que
se observa muy frecuentemente en la escena contemporánea y generalmente
destinada a traducir o provocar sensaciones fuertes, pero también rupturas de
6 t:mile Benvenisre, Problémes de linguistiquegénérale, París, Gallimard, 1966, reed. col. T el,
1993, vol. 1, cap. XVIII, p. 333.
150
POfTICA DE LOS FLCJOS
151
LALRF:\CE LOLI'PF
7 jean-Marie Pradier, "Le théárre des érnotioris», Euoiutions psychanalytiques, 7 (1990), Pl':
20-26.
152
POÉTICA DE LOS FLL]OS
Pero la tensión no está aislada: por una parte, mantiene con e! espacio una
infinidad de contactos magnéticos que iluminan descargas y hacen vibrar e!
espacio-cuerpo en las fulguraciones de la dinamoesfera. Ella misma no es
homogénea: Laban recuerda que cada tensión es compensada por una ten-
sión opuesta, más o menos legible, de! mismo modo que la sombra de un
contramovimiento (shadow movement [literalmente «movimiento sornbra»]
habita en e! movimiento. En cada instante, e! cuerpo es múltiple, incluso en
sus intenciones y sus intensidades, en el juego entrelazado de tensiones y
contratensiones, que no cesan de dividir su proyecto interior. Así, las famosas
«gamas» labanianas son un ejercicio casi de solfeo que permite declinar esta-
dos de tensiones opuestas en distintas figuras de dirección, de nivel, de plano,
y con toda la paleta cualitativa de implicaciones gravitatorias. Muy equivo-
cadamente, una visión reductora de los ejercicios labanianos ve en las gamas
una simple aplicación escolar: hay en ellas, por el contrario, una visión (prác-
tica) de la compleja heterogeneidad del cuerpo, que no podría resolverse
desde un registro exclusivamente perspecrivisra, En términos generales, e!
trabajo sistemático sobre las tensiones, al margen de toda configuración, de
roda movimiento construido, constituye e! observatorio del cuerpo como
productor de «fuerzas» que poco a poco integrarán el ritmo de! espacio-
tiempo. Este último no puede elaborarse hasta que las vías tensionales no
hayan sido exploradas en todos los sentidos, aun a riesgo de rechazarlas en e!
caso de la filosofía del release. Pero el propio release pertenece al ámbito de la
tensión. Es un registro suyo, aunque sea negativo. Ahora bien, es e! exceso
de tensión, la contracción suprema, lo que conduce en su debilitamiento a la
relajación total de! cuerpo. Del mismo modo que el release fue concebido en
e! rechazo de lo rcnsional, así también, históricamente, habrá sido necesaria
la intensificación de los elementos tensionales de la danza moderna de la
primera mitad del siglo (relacionada por otra parte con corrientes estéticas
como el expresionismo, donde se requiere la exasperación de las tensiones)
para llegar al cuerpo «claro», distendido y objetual de Hawkins y de todos sus
epígonos que se multiplicarán en los años sesenta. El viaje de uno a otro de
estos estados tensionalcs resulta tanto más necesario cuanto que la distensión
como único registro parece a menudo imponerse, sin que se haya planteado
aquello que es al mismo tiempo su inverso y su inicio, lo tensional no como
postura endurecedora del cuerpo, sino como variación de texturas, errancia
de censilidades. Manifestación, en fin, de esas «formas innominadas», según
la expresión de Novalis, que la danza contemporánea ha revelado. Pero la
«revelación» de las fuerzas (para nosotros de una importancia histórica, por
no decir «política», esencial), se ha visto recargada con una tarea: el trata-
miento consciente de estas fuerzas para darles sentido y poder suscitar figuras
LACRE~C:E LOCPPF
154
POfTICA DE LOS FLC]OS
R Simonc Foni, Handbook in Motion, Halifax, ~uova Scotia Press, 1')(,(,; trad. fr. de Agnés
Bcnoir-Xader, «Manuc! en rnouvernent», Nouuelles de Danse, 44/45 (otoño-invierno de
2000). Véase también Sally Banes, Terpsichore in Sneaeers. Boston, Houghron & .\1imin,
1980; reed. Lriiversity ofWesleyan Press, 1987, p. 33.
9 Ann Scrgcant-Wooster, «Flainc Summers: .\1oving ro Dance", The Drama Review, 24
(diciembre de 1980). Según la aurora, uno de los objetivos del release era «moverse lenta-
mente con un mínimo de tensión", pp. 59-70.
LACRF"C:E LOCPPE
Las lecturas coreográficas que permite la práctica del ejjórt shape laba-
niano nos recuerdan que la ausencia de tensión y, más aún, de un dispositivo
estructurado en lo concerniente al desplazamiento del peso, corta la relación
en el espacio y la pone «en estado durmiente». En efecto, no hay aquí espacio
propiamente dicho. Las Accumulations nos llevan por trayectos interiores.
Lo que ocupa el lugar del espacio es el diálogo entre la sensación tónica y la
duración, como lenta corriente de sucesiones. Una vez más, lo político surge
en esta ausencia en todo territorio. 81timo caído de un mundo totalmente
abandonado, el cuerpo se expresa únicamente a través de los últimos resortes
de tonicidad quieta y silenciosa.
10 Véase el comentario de Trisha Brown sobre las Accumulations en Sally Bancs, Terpsicbore in
Sneaeers, op. cit., p. 83.
156
POf:TICA DE LOS FLC]OS
Por ello nos sentimos casi aliviados ante una liberación cada vez más
evidente del sistema tensional en los estados corporales de los años noventa
(el uso más o menos referenciado, pero profundamente poético, de las he-
rramientas del cuerpo contemporáneo). Este viraje mismo pertenece a otra
historia, o más bien a lo que todavía no es historia, que no es otra cosa
que el momento transitorio en el que las obras eclosionan en sí mismas, en
un tiempo al que todavía no se ha dado nombre, pero que pueden ya ser
pensadas en una diferencia «histórica» que tiene mucho más que ver con
las mutaciones de los estados del cuerpo que con el cambio directamente
interpretable, sin pasar por la visión del cuerpo, del contexto social, polí-
tico, cultural y geográfico. Numerosos coreógrafos actuales hacen surgir de
nuevo esta palpitación de matices fugitivos a través de una variación tensional
mucho menos fija o rígida. Nada más hermoso, por ejemplo, que el simple
gesto de un brazo que puede levantar poderosamente una masa de aire o por
el contrario flotar con la suavidad de un viento interior. Se diría, a la vista
de estas danzas, que la historia de las tensiones habría dado un rodeo, para
mostrar por fin la urgencia de pensarlas como tales. Y de tratarlas como un
material esencia! del ámbito poético contemporáneo.
2. EL ACE:\TO
El acento puede venir dado por e! conjunto de! cuerpo, por una caída
de peso en e! interior de un movimiento que marcará una perturbación di-
námica. Puede provocarse un acento como hacía Dalcroze, poniendo en el
trayecto del sujeto un obstáculo o un desnivel: el encuentro brusco con un
mueble, el descenso de un peldaño, provocan un acento en nuestro cuerpo.
Hoy en día estos métodos ya no se usan en nuestros entrenamientos y apenas
están presentes en los conocimientos y en las memorias. Pero siguen siendo
adecuados para producir en escena, utilizados de forma primaria, «efectos»
dramáticos de colisión (entre un bailarín y una mesa, un bailarín y otro
bailarín, etcétera). El acento puede igualmente influir sobre e! eje, como
ya hemos visto, sobre e! interior mismo de! cuerpo, y producir hundimien-
tos pasajeros, que pasan por mil itinerarios posibles según la estética de los
estados corporales. En el caso de T risha Brown, e! acento pasa de manera
natural por la red tónica, una especie de dispersión leve que enseguida se
recupera. En e! caso de Dominique Dupuy, se produce un pensamiento del
diafragma, o más bien de los diafragmas, que son otros tantos filtros entre las
circulaciones profundas: absorción y deyección, o inspiración y espiración se
unen y se confunden, creando así un cuerpo como sinfonía espasmódica. en
cuerpo como apertura a un pasaje, mucho más que un cuerpo constituido
por e! amontonamiento de sus propias masas. Un cuerpo que deambula por
las cavidades, como un pintor por un espacio interior que poco a poco se
transforma en paisaje.
158
POtTICA DE LOS FLC}OS
11 Los textos de Laban apenas hacen referencia al acento. :--;0 obstante, la tradición de sus
enseñanzas, ya sea por la Ausdrucksranz de Wigman o por las enseñanza, de [ooss y Lecdcr,
nos ha dado a conocer la importancia de su uso.
12 Jane Wi!1earls, Modern Dance, the [ooss-Leeder Method, Londres, Adam & Charles Black,
1958, pp. 24 Y 78.
13 Rudolf Laban, La maitrise du mouuement, op. cir. íT rad. esp.: El dominio del movimiento,
op. cit.],
159
LALRE'-:CE LOLI'I'E
Sin comprender siempre lo que estaba en juego (quiero decir, sin com-
prenderlo corporalmente), la danza francesa de los años ochenta se sintió
siempre muy perturbada por la desacentuacióri del arte de Cunningham.
Para Merce Cunningham, al igual que para Jooss (es decir para dos grandes
maestros que articularon sus movimienros en romo a opciones filosóficas), la
función del acenro tiene una importancia fundamental en e! tratamiento del
tiempo y de la poética del movimienro. Pero, en el caso de Cunningham, el
acenro tiene un valor negativo. Ororga a momentos privilegiados de! tiempo
un valor superior, y con ello restablece la jerarquía entre los distintos com-
ponentes de la ejecución artística, jerarquía contra la cual no dejó de luchar,
ya se tratara de la relación entre las expresiones en juego en e! espectáculo
coreográfico, o de la distribución de las informaciones en e! espacio y el
cuerpo. Más aún que la búsqueda de una igualdad democrática entre los
facrores que intervienen en la escena coreográfica, Cunningham buscaba un
tiempo quiero, sin desgarros, ese tiempo de la «imperrnanencia», donde el
accidente debe suceder sin ser inducido por el determinismo de una caída de
peso. Si existe acento, se produce más bien en el ataque, en el momento
de una mutación direccional: entonces se convierte en factor de espacio,
mucho más que de dinámica. Esto se debe a una pura modulación de la
contingencia tal como se articula en los hexagramas del Libro de las mutacio-
nes, el ¡-Ching, que de hecho no desvela de la mutación más que «e! proceso
interno de las cosas»';'. Presente ya en el pensamienro y en la música de Cage,
esta nueva visión de un tiempo puro y libre de toda marcación, un tiempo
que funciona solamente en y mediante la curva de su propia fluctuación, se
prolongará en roda la corriente posterior a Cage. La reperitividad, tanto en e!
movimiento como en el sonido, permitirá anular las dinámicas a favor de un
retorno periódico de una unidad celular en un tiempo inmóvil, inalterable,
inalterado, que ninguna fuerza de intervención viene ya a perturbar. Así, la
música y la danza, en los años posmodernos, realizarán el ideal oriental inspi-
rado a Cage por las lecciones del maestro [Daisetz Teitaro] Suzuki, «dejar que
actúe la propensión de las cosas, fuera de uno mismo, en función de su pro-
pia distribución; no proyectar sobre ellas valores ni deseos» 5. Aquí aparece,
por antífrasis, el verdadero valor del acenro: proyección de un deseo que mar-
cará la intervención del sujero en el tratamiento de la duración. El acento es
14 Francois [ullien, La propension des choses, op. cit. :Trad. esp.: La propensión de las cosas, para
una historia de la eficacia en China, op. cit.}.
15 Ibídem, p. 37.
IGO
POF,TICA DE LOS FLeJOS
N. de! T.' deroutes puede tener además el doble sentido de «despistados» o -dcsconccrrados».
que se pierde m ese «sentido litera]".
1G Isabelle Cino«. Fissures, perites fissures, op. cir., pp, 152-153.
161
LAL"RE~C:E LOL"PPE
las configuraciones y las arrastran consigo. Incluso aunque aquí esté en juego
una estética referente a un ámbito casi opuesto. Tampoco es casualidad que
Bourigault haya iniciado su recorrido a partir de la pintura de Egon Schiele:
la pintura expresionista vienesa y alemana concede una importancia primor-
dial a la tensión y al acento que esta suscita en el espacio. Ante un espectáculo
de Bourigault, la percepción del espectador es "llevada» por las dinámicas del
acento. En una pieza como Matériau désir [Material deseo], más aún que en el
Autoportrait de 1917 [Autorretrato de 1917], su primer solo, las polaridades
de espacio y tiempo son atravesadas por cuatro personajes, que retoman, de
manera menos directamente identificable, los cuatro personajes del Cuarteto
de Heiner Müller, a su vez inspirado en Liaisons dangereuses (Las relaciones
peligrosas). Se trata por lo tanto de un dispositivo de intercambio entre hom-
bres y mujeres. Lo que se elimina aquí, en relación con los textos de Laclos y
de Heiner Müller, es la relación de poder entre los protagonistas. Cada uno de
ellos se enfrenta más bien a sus luchas personales, y los encuentros entre estos
campos conflictivos restablecen las tensiones en el movimiento de cada uno,
pero también en el espacio compartido. Los acentos son en cierto modo sus
consecuencias. Permiten percibir el lugar de cruce o de enfrentamiento de las
líneas de fuerza. Iluminan, como otros tantos puntos magnéticos, el tejido
relacional que constituye el espacio. En este sentido, Kandinsky, en Punto y
línea sobre elplano, consideraba el punto como el lugar inconmensurable, sin
superficie ni dimensión, puro impacto que clava en el espacio los diez dedos
de la mano y los pies de la bailarina Gret Palucca, en un salto que taladraba el
espacio y el tiempo, para marcar mejor los conflictos en la encrucijada aguda
de las tensiones. Al igual que el acento, el punto, o la inflexión en la línea,
el nudo en la encrucijada entre los planos y la maraña de los volúmenes, no
cesan de organizar nuestra visión pática del mundo. Por ello nuestra forma
de acentuar (o desacentuar) nuestra relación con el mundo es, al igual que
el fraseo, portadora de decisiones simbólicas fundamentales, de las cuales el
más pequeño de nuestros gestos es testigo.
162
El espacio
Jacqueline ROBI~SO~u
164
EL ESPACIO
Una de las tareas más importantes que incumben al bailarín, al igual que al
teórico, es distinguir el espacio del «lugar»: el lugar en el sentido objetivo de
un emplazamiento concreto. Pero también el lugar como marco de represen-
tación de los objetos del mundo, tal como se concibe la idea de espacio por
ejemplo en la pintura clásica. Es cierto que la danza no ignora la poética de las
topologías: en danza, como en todas las artes del siglo xx, han salido a la luz
numerosas proposiciones in situ, Piezas relacionadas con una configuración
local tuvieron una enorme importancia: incluso una configuración predeter-
minada como la célebre Hill (Colina, 1972) de Deborah Hay, con una colina
auténtica por cuyas pendientes bajaban rodando los bailarines'). Las célebres
Aman walking down the side ola building (Un hombre camina junto a un
edificio, 1969) o Rool(T ejado, 1970) de T risha Brown pueden considerarse
como obras in situ, aunque la cuestión de! lugar no fuera prioritaria en esos
casos: Man ... deconstruía más bien el sitio urbano mediante la mutación de
la perspectiva y de la distribución del peso en e! cuerpo (que hay que relacio-
nar con la amistad de la bailarina con Cardan Matta-Clark, especialista en
sitios demolidos o abiertos). Roo!pertenece ya a la serie de las Accumulations:
es una acumulación negativa puesto que se trata de gestos que se pierden,
emitidos de un tejado a otro en la bruma de! sur de Manhattan. Lo mismo
sucede con el arte de las desapariciones o de las apariciones invisibles de las
danzas de calle de Odile Duboc, entre otras e! célebre y genial Entre'acte de
Aix-en-Provence (1985). Se pudo ver, en el coloquio Autre Pas (1995), el
interesante trabajo de Johanna Haygood sobre el «lugar» como superficie
de exploración y sensación corporales. Cuando falta el «lugar», nada impide
9 Sally Banes, Terpsicbore in Sneakers, op. cit., p. 116. Véase también Rose Lee Goldberg,
Performance, Live Art. 1909 to the Present. :-,; ueva York, Harrv :-,;. Abrams, 1979.
166
EL ESPACIO
10 Véase Laurence Louppe, Hervé Robbe-Riehard Deacon, voyage dans l'usin« des eorps, :\oisiel,
La Fcrrnc du Buisson, 1993 (col. De l'Ange).
11 Michae! Baxandall (L 'oeil du Quattroeeento [trad. fr.:, Gallimard, 1979) y Huberr Damisch
(Origine de la perspectiue, Hamrnarion, 1989) insisten en el aspecto de trazados y de medi-
das de ábacos en el origen del espacio clásico. :Trad. esp.: Hubert Damisch, El origen de fa
perspectiva (trad. de Federico Zaragoza Alberich), Madrid, Alianza, 1997].
12 En el Sueño de Polifilo, de Francesco Colorina, Venecia, 1510, cap. X.
LACRF:\CF LOC!'!'F
desplazamiento del cuerpo, las formas arquetípicas que pueblan el cielo, o los
misterios de los signos crípticos. Momento sublime sin duda, en la historia
de la danza, cuyas formas espaciales el ballet conservaría más tarde, aun-
que por desgracia perdería en el proceso una gran parte de su misterio. A
comienzos del siglo XVII, durante la expansión, que hoy en día nos fascina
con toda razón, del primer ballet barroco, el medio de inscripción de las
líneas de desplazamiento era esencialmente el suelo. Incluso aunque, pos-
teriormente, la línea del movimiento ocupará al menos dos dimensiones
del espacio, el bailarín trazará su recorrido a través de un único plano. El
cuerpo, entonces, únicamente puede convertirse en un elemento posible
de elevación, como en un alzado de arquitectura. Este <teatro de visión»
pasará a ser el teatro simplemente inspirado de Vitrubio, retomado por
Palladio, y sin cambios prácticamente hasta la escena espectacular actual: el
lugar escénico no solo refleja una arquitectura y sobre todo una institución
ancladas en sistemas de representaciones espaciales indestructibles, sino que
esa arquitectura se ha interiorizado desde hace mucho tiempo en nuestro
propio espacio mental e imaginario. Después de Frances Yates, el filósofo
Jean-Louis Schefer, y otros después de este último, evocaron esos extraños
«teatros de memoria», elaborados en la estela de Aristóteles, en particular
por Quintiliano, donde un espectador ficticio considera desde un punto de
vista único y centralizado el conjunto de los objetos culturales, ordenados,
almacenados en un espacio alineado y geométrico: l . El pensamiento y el
propio imaginario entonces se «constituyen teatralmente como producción
fantasmárica del sujeto sobre una zona de resistencia figurativa». No sola-
mente las estructuras representativas de la caja negra teatral, paralelas a las
de la caja mental y mnésica de visión de cada uno de nosotros, han marcado
totalmente nuestras referencias perceptivas, sino que incluso determina-
dos fenómenos ópticos están condicionados, en la civilización occidental,
por los hábitos culturales: a su regreso de un gran periplo alrcdedor del
mundo, Susan Buirge mostró, en talleres muy esclarecedores, que la visión
de un cuerpo en el espacio provoca en quien lo mira en Europa etapas de
acomodamientos absolutamente simultáneos, entre todos los testigos (los
participantes en el taller) del desplazamiento de ese cuerpo. Como si la apa-
rición de un cuerpo se engarzara de golpe en una captación óptica colectiva,
homogénea, indiferenciada (y quizá, en muchos aspectos, indiferente en su
convergencia extrema).
168
EL ESPACIO
169
LACRE,\;CE LOCPPE
17 Merce Cunningham, «Le temps, l'espace, le danseur» (trad. fr.), Bulletin du eNDe, 3
(I989), p. 7.
18 Bernard Rémy en Adag«, Biennale Narionale de Val-de-Mame, 1 (I985).
170
EL ESPACIO
19 Marianne Goldberg, -Entrerien avec Trisha Brown», The Drama Review (1986); trad. fr.
en Bulletin du eNDe d'Angers, 9 (1990), p. 8.
20 Hanya Holm en J. Morrison Brown, The Vision o/Modern Dance, op. cir., p. 80.
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LALRE~C:E LOLl'l'E
21 Forresrine Paulay, Four Adaptations 01 the Effirt Theory in Research and Teaching, :\ ueva
York, Dance Noration Bureau, 1980, p. 64.
22 Zeami, La tradition secrete du Nó, op. cit., pp. 119-120.
172
EL ESPACIO
23 Esra cita del Tlmeo de Platón por C:unningham se encontraba en la primera edición de The
Dance Has Many Faces de Walrer Soreil, op. cit. Fue suprimida posteriormente.
173
LACRE~CE LOCI'I'E
Nada en este espacio viene «dado»: ni mucho menos. Del mismo modo
que cada creador reinventa su movimiento, cada lenguaje coreográfico suscita
174
EL ESPACIO
2(, «Spatia! language» 'lenguaje espacial: es un concepto desarrollado por Laban desde sus
primeras obras y posteriormente retomado y desarrollado por Banenieff, Paulay y Davis en
Four Adaptations o/the Effort Theory, op. cit.
27 Merce Cunningham, Le temps, l'espace, fe danseur, op. cit., p. 7.
28 john Martin, The Modern Dance, 1933; trad. fr.: La danse moderne (trad. de Jacqueline
Robinsor:), Aries, Acres Sud, 1991, p. 70.
LACRE~C:E LOCPPE
ese detalle a la toralidadv". Es ese espacio que hay que construir a partir de la
experiencia del cuerpo lo que Laban designa como el objeto de un trabajo de
«escultura» de espacio, cuando edificamos el volumen invisible que contiene,
como los puntos de un cristal, las descargas finales de nuestras tensiones. Y
del cual el icosaedro labaniano propone una imagen concreta. Este espacio
wigmaniano, por otra parte, es uno de los vehículos proféticos de una nueva
relación con el espacio: este ya no funciona, como el espacio clásico, como un
marco vacío donde la plenitud del objeto viene a inscribir su figura. Es, por el
contrario, en una textura densa donde el bailarín hará que se mueva la nave
reverberante de su espacio interior. La relación dentro-fuera que hace resonar
entre ellos multiplicidades de paisajes, pone en juego una de las problemá-
ticas más importantes no solo de la danza, sino de todo el arte del siglo xx:
¿qué modelo de representación dará cuenta del acto artístico? La circulación
interna-externa propia del expresionismo, en danza, en pintura, incluso en el
expresionismo abstracro", hace aparecer, en proyecciones o en capas, espa-
cios arrancados, casi rotos (como en CaféMüller de Pina Bausch), como si su
precipitación en el espacio objetivo, «caído desde un desastre oscuro», llevara
consigo todavía los estigmas de una reconstitución imposible.
29 Henri Matisse, Écrits et propos sur l'art, París, Hermann, 1972, p. 154. [1\'. de! T: En la
edición castellana aparece esta cita algo mis extensa: «Al pintar solo un fragmento, arrastro
al espectador, por medio del ritmo, a seguir el movimiento del ritmo que se ve, de manera
que tenga la impresión de totalidad»], [Trad. esp.: Escritos y opiniones sobre e! arte (trad. de
Mercedes Casanova), Madrid, Debate, 1993, p. 124].
30 El acercamiento entre estos distintos estados de la subjetividad o de la no subjetividad en el
arte del siglo XX ha sido desarrollado po~ nosotros mismos en «Dada danse», en La VOIX el
fe geste (folleto de la Biennale de Charleroi, 1990), y fue desarrollado por Roger Copeland:
«Beyond Expressionism, Mercc C:unningham's Critic of rhe ::\"arural", en Dance History, an
Introduction (dir. Janet Adshead-Lansdale y June Layson), Londres, Rourledge, 1983, reed.
completa, 1995.
31 John Martin, op. cir., p. 71.
176
EL ESPACIO
32 Anron Ehrcnzwcig, L 'ordre caché de l'art: essai sur la psychologie de l'zmagination artistique
(trad. ir.), París, Callimard, 1%7, reed. col. Tel, 1973, p. 131. [T rad. esp.: El orden oculto
del arte (trad. de José Manuel Carcía de la Mora), Barcelona, Labor, 1973, p. 112]
33 Oskar Schlemmer, -La scene de la danse», en Thédtre el abstractions (textos presentados y
traducidos por Éric Michaud), Lausana, L'Age d'Hornrnc, 1978, pp. 53-59.
177
LA1.:RE~C:E L01.:PPE
178
EL ESPACIO
entre cuerpo y espacio ese diálogo que convierte el espacio en un hilo de es-
cucha mutua entre el cuerpo yel entorno. En Hellerau, en el edificio donde
se instaló la escuela de Dalcroze desde 1910, el escenario construido por
Appia, con escaleras y rellanos, se ondula y fluye con el movimiento de los
cuerpos". Es un espacio ritmado, irregular, como las fases de la experiencia
humana. Surgida de semejante experiencia, la danza no parará hasta reinte-
grar esos espacios de hundimiento. Esto pasa en primer lugar por el trabajo
del cuerpo, que continuamente hace resonar los huecos, el «subsuelo», como
dice Daniel Dobbels, y hace resonar sus cualidades de «ernbudos". Pero
también se puede, mediante dispositivos arquitectónicos o escénicos exterio-
res, recrear la experiencia de los precipicios. T risha Brown, con sus Equip-
ment heces, donde el bailarín es desprovisto de sus propios puntos de apoyo,
reemplazados en otro lugar o en ninguna parte del cuerpo; Pina Bausch con
sus suelos atestados de sillas, flores, arena... «El suelo parece agujereado y
parece ofrecer una serie incierta de apoyos que se esconden. El suelo divaga
de vacío a lleno; Pina Bausch compondrá una rítmica de esta divagación de
los suelos. [Los bailarines] se desplazan a veces con los ojos cerrados, llevados,
detenidos, estremecidos, transportados por los ritmos táctiles de una sintaxis
de suelos con telas desgarradas», escribe Bernard Rémy38.
179
LACRE~C:E LOC!'!'E
39 Ibídem.
180
EL ESPACIO
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LACRE'\CE LOCI'I'E
42 Kitsou Dubois, -Pédagogie de la danse appliquée aux malades mcntaux, au personnel soig-
nanr, aux astroriautes .. » , Marsyas, 18 (junio de 1991), pp. 42-51, esp. p. 5 L
43 Dominique Dupuy, Danser outre, hypothéses sur le vol, op. cit., p. 52.
44 Ibídem, p. 47.
182
EL ESPACIO
vuelo no es una danza sin apoyos, ni mucho menos, es una danza del trans-
porte espacial, del peso, del peso no sostenido, sino desplazado hacia arriba
o hacia abajo». En ambos casos, para el bailarín es cuestión de suspensión:
la suspensión, lo que nos relaciona, como cuerpo de peso, con ese cielo en el
que no dejamos de caer, aspirados, atrapados por la altura, a la vez engendra-
dos y repelidos por la tierra. Otra figura del vuelo, que para mí sigue siendo
uno de los más hermosos recuerdos de danza contemporánea, Vol d'oiseaux
(Vuelo de pájaros) de Odile Duboc (1982) en una plaza de Aix-en-Provence.
Repartidos en varios grupos, numerosos bailarines aficionados se entregaban
a una pura danza de desplazamiento, como una bandada de pájaros imantada
alrededor de una señal única. También en aquel caso, lo que aportaba todo el
viento del vuelo era el apoyo, piernas flexionadas, de una carrera. Esta «ven-
tilación» tan milagrosa en la danza de Odile Duboc se produce además por
los cambios de direcciones, sobre todo cuando el grupo de bailarines, como
un solo organismo de antenas múltiples, escucha la consigna rítmica secreta,
que no solo desviará su recorrido en un sorprendente giro direccional, sino que
sobre todo dispersará el espacio mismo, como en otras tantas partículas pul-
verizadas. «Pájaro de vuelo invertido». ¿No es la definición del bailarín en
esa tierra que lo retiene al mismo tiempo que le da su fuerza de elevación?
Pero esta fórmula de Henri Michaux podría sobre todo caracterizar la danza
de Bernard Glandier en Azur (1995). Al igual que en Sentiers, su coreografía
anterior, Bernard Glandier se inspira en un verso que para él equivale a un
«momento poético» en suspensión, aquí sin metáfora alguna, entre lo que
va a pasar de lo verbal a lo corporal, lo que es «atrapado» en el idioma por el
poeta, y aquello por lo que un cuerpo es atrapado en la danza. A partir del
verso de Paul Eluard, «il n ya pas loin, par l'oiseau, du nuage a l'homme» (No
hay mucha distancia, desde el pájaro, entre la nube y el hombre), Bernard
Glandier construye zonas delimitadas por una sucesión de paso: esas zonas
están vacías, y la mayor parte del tiempo el centro del escenario es aban-
donado en favor de otros focos de intensidad. Lo cual crea una especie de
torbellino interior en las circulaciones de los bailarines, un ojo de ciclón que
los cuerpos no cesan de rodear o de rozar. ¡Los propios cuerpos participan en
dinámicas ambiguas' A veces terrestres, con galopes y brincos. De hecho, la
dimensión uraniana a la que el título hace alusión se produce en dos planos:
el ampliamente abierto de los espacios recorridos, atravesados, generalmente
englobados. Y en otra escala, por la inestabilidad de los cuerpos a su vez
arrastrados en esos grandes recorridos, como sobre las alas del viento, pero
no sin conservar la cualidad íntima de sus transformaciones inestables. La
relación ascendente-descendente es precisamente lo que hace salir al bailarín
del espacio perspectivista fijado en la línea del horizonte. Los territorios que
LACRF:"C:F l.ot.r r r
45 Nancy Lee Chaifa Ruyrer, «American Longins: Genevieve Stebbins and Delsanean Perfor-
mance», en Susan 1.. Foster (ed.), Corporealities. Londres-Nueva York, Rourledge, 1996.
Stebbins ya había sido citada por esta autora en su célebre Rejormers and Visionnaries: the
Americanization o/the Art o/Dance, :"ueva York, Dance Horizons, 1979.
184
EL ESPACIO
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EL ESPACIO
o Missa brevis (1958), etcétera. Pero sobre todo, de este último, There is a
Time (1956); allí, el círculo hace referencia a la comunidad arcaica descrita
por los versos un tanto fatalistas del Eclesiastés: "Hay un tiempo para todo
bajo el sol», y que opone de forma indiferente la vida y la muerte, el odio y
el amor, la guerra o la paz como dos vertientes de un vector único. De esta
dualidad resignada Limón supo hacer un brote de energías. Es una danza en
círculo, como lo son las primeras "danzas» de Matisse, respondiendo a una
visión primitiva, incluso temporal del grupo humano danzante. Se trata de la
danza que se representa a sí misma. Pero en otras piezas, el uso del círculo en
el escenario es un excelente modo de escapar a la visión frontal perspectivista,
Se crea otro espacio que no es solo el de la representación, el espacio interior
de la cadena. 1'\0 obstante, la potencia de estas piezas consiste precisamente
en hacernos entrar en el recinto esférico y arrastrarnos en su torbellino. Pero
esta potencia existe solamente porque los propios bailarines se encuentran
en estado de esfericidad: en There is a Time, precisamente, pueden leerse
dos niveles circulares: el de los propios cuerpos que engloban un volumen
interior, y el de la macroorganización que hace que ese volumen interior
repercuta en una escala más amplia. No se trata, por lo tanto, de «hacen> un
círculo, como antes lo indicaba la observación de Hanya Holrn, menos aún
"forman>, y menos aún «mostrar» un círculo, sino de hacerlo existir desde la
experiencia del cuerpo, "sen> ese círculo, suspendido entre sacro y hombros,
incesantemente desplegado y recuperado en el rebote.
47 Gilbert Durand, Stmaures anthropologiques de l'imaginaire, París, Bordas, 1982 (col. Bor-
das Érudes), p. 461 Y siguiemes. [Trad. esp.: Las estructuras antropológicas del Imaginario
(trad. de Víctor Goldstein), Madrid, Fondo de Cultura Económica de España, 2005].
L-\CR¡:~C:¡: LOCl'l'E
48 Gilles Deleuze, L 'image-temps, op. cir., p. 253. "Trad. esp.: La imagen-tiempo: estudios sobre
cine 2, op. cir.],
49 Gastan Bachelard, La poetique de l'espace, París, Pl.F, 1957, rced. col. Quadrige, pp. 25-2G.
[T rad. esp.: La poética del espacio (trad. de Ernesrina de Champourcin), \1adrid, Fondo de
Cultura Económica de España, 2000, p. 1G8, cap. "La concha», xii, e Inrro, p. 8:.
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EL ESPACIO
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LACRE:\CE LOCrPE
190
La composición
Christian BOCRIGACLr*
Gilles Deleuze y Félix Guariari. ¿Qué es la filosofié (trad. de Thomas Kauf), Barcelona,
Anagrama, 2009.
Christian Bourigaulr. programa para un taller profesional de composición.
191
LA,-'RE:"C:E LOl'!'!'!
con oposiciones de matices, por otra pane, que hacen aparecer un campo
muy rico de «perceptos». Para Bourigault, como hemos visto, la idea de una
escritura a partir de «signos» sería una traducción semiótica de la composición
como ensamblaje dinámico. En este aspecto, se aproxima a la composición
en pintura moderna como distribución de líneas de fuerza: «e na obra no es
más que organización de las tensiones», escribe Kandinsky en sus Cursos de la
Bauhaus. Se encuentran definiciones similares en la corriente cubista, donde
lo que produce la ordenación del cuadro es la agitación de la propia materia
pictórica. «Adaptar las formas a las dinámicas de nuestras acciones», escri-
bían Gleizes y Metzinger. Pero se trata de visibilidades, de ahí la ausencia de
toda elaboración semiótica. La composición en danza, desde luego, se ela-
bora primordialmente a través de lo que Deleuze denomina, a propósito de
la pintura de Bacon, «la lógica patética»:', contaminación sensorial y emocio-
nal de una zona por otra. Pero este arte muy particular que es la danza, como
señala Bourigault, lleva a cabo una transacción extraña entre una «patética»
corporal, y aquello que va a semiotizarse, incluso a dejar rastro de sí mismo
en la «escritura». Para otros, la idea (y la palabra) de composición se aplica
más a los procesos de elaboración o aprendizaje. La escritura es lo que resulta
de dicho trabajo. Susan Buirge recuerda con buen criterio que «en compo-
sición, no hay más que el movimiento, que el cuerpo de un bailarín que
sostiene toda la intención. En la coreografía pueden intervenir todo tipo ce
otros elementos, que proporcionan sentido y contrasentido a una propuesta
que está allí-". La escritura, en todo caso, concierne a la percepción de la obra:
es el instante de epifanía de la composición coreográfica. La escritura es para
nosotros lo que fundamenta el acto coreográfico, cualesquiera que sean su
concepción y su definición. Pues lleva consigo todo el «trabajo» de la danza.
En el transcurso de los años ochenta, una importancia excesiva otorgada a los
condicionamientos escénicos de la escritura desplazó a menudo el interés de
la obra coreográfica hacia el espectáculo, hacia los factores de «embalaje» en
detrimento de la escritura. .:'\0 es que esos elementos que vienen a sumarse a
ella, iluminación, vestuarios, conjunto del encuadre espectacular, sean acce-
sorios: por el contrario, son los agentes mismos de la revelación de la escri-
tura. La obra coreográfica es en efecto un universo imaginario completo, en
el que todas las elecciones tienen su razón de ser. Pero en ningún caso pueden
192
LA C:OMPOS¡C¡O~
4 Marilcn Iglesias Breuker (fuente oral): sesiones "Caree blanche aux chorégraphes», Cinérna-
théque de Toulouse, febrero de 1991, sesión dedicada a Alain Resnais.
5 Miche]e Rust (fuente oral): entrevista celebrada el 24 de septiembre de 1995.
193
LACRE~C:E LOCPPE
194
LA C()MPOSICIÓ~
195
LACRE"CE LocPPE
196
LA COMPOS[CI6~
composición. Como dice Susan Buirge, este tipo de taller es el único que aleja
para el bailarín los límites de lo conocido! 1 , le lleva hacia nuevas potenciali-
dades, renueva y amplía su campo de actividad. Un bailarín productor sigue
siendo aquel que verdaderamente puede proponer a su público percepciones
elaboradas e infrecuentes, y acercarlo a ese punto lejano donde a menudo
mejor se descubre a sí mismo.
12 Élie Faure, L 'esprit des fonnes (Histoire de l'art JI), París, Gallimard, 1922, reed. col. Folio,
1991, p. 131 [Trad. esp.: El espíritu de lasfonnas, Poseidon, Buenos Aires, 1944].
13 Karin Waehner, Outil!.age chorégraphique, París, Vigor, 1995, p. 11.
198
LA C:O~POSICIÓ~
14 Jerome Andrcws, "Le rayonnement de l'insranr», Marsyas, 26 (junio de 1993), pp. 45-48.
LACRE~C:E LOCPPE
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LA COMPOSIC¡ÓS
202
LA COMPOSICIÓ~
18 Amon Ehrenzweig, L 'ordre secret de l'art, op. cit., segunda y tercera parte. [Trad. esp.: E!
orden oculto de! arte, op. cir.].
203
LACRE~C:E LOCl'PE
204
LA COMPOSICIO~
21 :\orber: Servos, "Pina Bausch: Carnations», en S. J. Cohen, Dance as a Tbeatre Art, op. cit.,
pp. 239-245. esp. p. 240.
22 Susanne Langer, Feeling and Form, 1953, cirada en Louis Horsr y Carroll Russell, Modern
Dance Forms, Princeron (:\'J), Dance Horizons, 1961, p. 23.
LACRE:--;CE LocPPE
206
LA C:O~POSICIO:"
28 Gilles Deleuze y Félix Guartari, Qu 'm-ce que Ú1 pbilosophiei, París, Minuit, 1991, pp. 191-
192. [Trad. esp.: ¿Qué es Ú1 fiÚJsofia? (trad. de Thomas Kauf), Barcelona, Anagrama, 2009].
29 Remy Charlip, «Cornposing by Chance», en Kostelanerz, Dancing in Space and Time,
op. cir., p. 117; trad. fr. en «La cornposition» Nouuelles de Dame, 36-37 (1998), p. 117.
208
LA CO\1POSrCrÓK
y afecta hoy en día al conjunto de las artes, donde se manifiesta cada vez
más, desde principios del siglo xx, la universalidad de los desafíos. O incluso,
como renovación o enriquecimiento de un conjunto de herramientas especí-
fico, mediante el préstamo de estructuras que son desde hace mucho tiempo
emblemáticas, canónicas incluso en otras prácticas. Esta circulación puede
ser deseada, concertada, deliberadamente provocada: como la estructura del
cuarteto de cuerda aplicado en una determinada novela de Kundera (o en
una determinada película de Codard), proceso de desplazamiento muy bien
analizado por Cuy Scarpetra". De hecho, no se trata solamente de renovar
los procesos de elaboración característicos de un arte; se trata, además, de
tentar sus límites, de dcslocalizarlo como numerosas conductas lo han hecho
en artes plásticas: por ejemplo, cuando Broodthaers utiliza la escritura como
sistema de representación pictórica. Se trata de encontrar conrradefiniciones,
provocar vacilaciones en las fronteras. Y hacer que surja, en la acumulación o
en el desplazamiento de las formas, no tanto un efecto de construcción como
un vértigo, una depravación, un vagabundeo. Son numerosos los coreógra-
fos que integran en su composición elementos constitutivos de la escritura
cinematográfica, ya su vez (sin saberlo), el cine utiliza estados del cuerpo
o del espacio que se engarzan según procesos esencialmente coreográficos.
Pero abandonemos esta problemática: un libro entero sería insuficiente para
abordarla. Detengamos nuestra observación en los procesos de Anne Teresa
de Kcersmaeker, que integra en su sabia composición coreográfica elementos
tomados esencialmente de la música: lo que hace menos visibles, por otra
parte, los desafíos reales de sus préstamos. De hecho, entre otros, la conjun-
ción tradicional entre música y danza. Aunque su propósito no está en esta
conjunción, evidentemente. Si, como hace ella, en las estructuras musicales
se leen células universales de construcción, que podrían servir tanto para
la retórica manierista o barroca como para el arte minirnalista, lectura que la
aproxima considerablemente a Kundera, se comprenderá que, para ella,
la música representa un arte culto y ejemplar, al que toda sintaxis puede
recurrir. Por otra parte, el arte de Keersmaeker funciona a partir de una ges-
tualidad voluntariamente repetitiva, que realza las articulaciones sintácticas:
repetición, superposición, suspensiones, fases... Ya menudo, en ella, la com-
plejidad del proyecto arquitectónico contrasta con un relativo despojamiento
de la materia gestual, lo cual no impide que esta gestualidad sea muy rica en
cuanto a los estados del cuerpo: pasa muy rápidamente de una gran fluidez,
a menudo articulada a partir de la altura del cuerpo, a una intensificación
de fuerzas llevada hasta la exasperación, tendencia que se encuentra, por otra
210
LA C:OMPOSICIO~
211
LACRE'-."CE LOCl'I'E
por excitantes y útiles que puedan parecer hoy, al igual que ocurriría con
el curso de composición lleno de elegancia de Doris Humphrey, provoca-
ron enseguida la exasperación de las generaciones para quienes la fuerza de
organización, la coherencia preconizada por la imitación de las formas, en
particular las formas musicales clásicas, resultaba insoportable. U no de sus
principios fue especialmente vilipendiado, acusado de tener la responsabili-
dad de estructuraciones excesivas: «Toda composición equivale a exponer un
tema y a manipularlo»!'. Esta frase fue objeto de una oposición horrorizada
por parte de aquellos que se sublevaban contra la formalización (y la institu-
cionalización) de la modern dance. Incluso aunque un «tema» (un gesto, un
desplazamiento, una célula temática, una frase) pueda, todavía hoy, servir de
base a una serie de transformaciones tanto en danza como en la pedagogía
de la danza, hace mucho tiempo que se ha descartado aplicarle un desarrollo
secuencial, según el ejemplo de la composición musical c.asica. (Aunque
recientemente, en el trabajo de Keersmaeker o de T risha Brown se haya
pasado por alto o hecho caso omiso de este problema). Otro elemento entra
aquí en juego, la distribución de las unidades de intensidades máximas, que
centralizarán u orientarán hacia el «clímax» la evolución de las secuencias. Es
conocida la condena por parte de Cunningham, no solo de las estructuras
tradicionales, tema y variación aplicadas a la danza, sino también de una
dramaturgia centralizante de la crisis «hacia la cual se avanza y de la cual por
lo tanto nos alejarnosv". Forma lineal y centralizada sobre un punto álgido
que habría podido terminar por borrar todas las conquistas de la moderni-
dad. Curiosamente, volvemos a encontrar hoy en día una condena semejante
a propósito de las tentaciones del cine reaccionario denunciado por Raoul
Ruiz, en nombre de una estética del «conflicto central». Como si todo relato
(para nosotros, todo texto coreográfico) tuviera que llevarnos, según las vías
más tradicionales de la dramaturgia clásica, hacia un «nudo» y a continuación
hacia el «desenlace». Raoul Ruiz lleva a cabo además un fino análisis de la
teoría del «conflicto central» que él relaciona con el «arnerican way oflife» que
prevalece en la inspiración del cine americano y tal vez, de forma muy difusa
y más discreta, en la modern dance. A saber, que una decisión, verbal o prác-
tica, en esa cultura, es inmediatamente seguida por un conflicto que subraya
su carácter precisamente «decisivo», que es tanto como decir enfático. Las
consecuencias extraídas por Ruiz son más interesantes aún cuando escribe:
«Esas otras sociedades que mantienen en secreto sus sistemas de valores, han
212
LA COMPOSICIÓ'"
Pero la danza contemporánea llevará más lejos aún las soluciones de salida
al margen de las cortapisas composicionales. Además de la actividad de al-
teración propuesta por e! recurso cunninghamiano a lo aleatorio, tenemos
e! movimiento relacionado con e! Judson Church Dance Theatre, que llevó
a su extremo e! cuestionarniento de las combinaciones corno control de las
articulaciones en la construcción de la obra. Históricamente, todo comienza
con el famoso curso de Robert E. Dunn, invitado, por consejo de John Cage,
a dar un taller en el estudio de Cunningham: el recurso no solo a lo aleatorio
sino a técnicas ya probadas en el campo literario o plástico, como el cut-up
o el collaee, serviría a Dunn para liberar la elaboración de la estructura del
peso de los encadenamientos combinados según construcciones voluntarias.
El curso de Dunn fue el primer marco de proposiciones surgidas a partir de
constricciones o reglas del juego, determinadas por estructuras basadas en
partiruras". Estas «partituras», según el testimonio de Mami Malaffay reco-
gido por Sally Banes, «podían ser tanto las fases de la Luna como la cocción
de un huevo». Se trataba de integrar y seguir estructuras limitantes, pero no
organizacionales, como lo serán las célebres «tareas» de la Judson Church.
Una de las consignas empleadas por Dunn para huir de la construcción vo-
luntarista de una composición y sobre todo de una combinación, era recurrir
al uso de «una sola cosa». Dado que, por definición, toda combinación im-
plica la relación de varios elementos entre sí, con todo e! cortejo de obstácu-
los posibles: corno la jerarquía entre los elementos citados. Las «one thing
dances), (danzas de una sola cosa) eran sencillas y fácticas, y sobre todo, como
214
LA CO\1POSICIO~
216
LA COMPOSICIÓ:--;
pieza evolutiva que hacían de ella los bailarines en su época. Señalemos tan
solo e! carácter restrictivo y apremiante de su elaboración. Este dispositivo,
cuando es reconocido, contrasta asombrosamente con la libertad de! gesto.
Expresión suprema de la época denominada de la «estructura molecular ines-
table», e! movimiento browniano de entonces es e! que hoy caracteriza más
frecuentemente a la coreógrafa: la emanación de un movimiento continuo
que circula sin trabas por todos los balanceos de! cuerpo y de! espacio. Un
abandono permanente de! centro de gravedad, una dispersión ilimitada de la
materia corporal. Pero, como enseguida se comprenderá, es precisamente el
rigor del apuntalamiento composicional (al mismo tiempo que su apertura
a todas las posibilidades) lo que suscita el nacimiento del admirable caos de
T risha Brown, prolongando en e! conjunto de la pieza «la inestabilidad mo-
lecular» de un cuerpo descentrado, lo que no es más que el aspecto trastocado
de un orden bastante concertado para poder crear su propio desorden, ese
«desorden exquisito» del que habla Sally Banes.
217
LACRE~C:E LOCPl'E
218
LA C:O.\<lPOSICIO:-\
centro del escenario queda desierto, designado como lugar de abismo del
sentido. Aquello que hubiera podido crear tensión entre polos magnéticos, o
a través de una diversidad de presencias muy cargadas (en Anima, 1990, o una
multiplicación de las densidades en los gestos; jungle sur la Planéte Vénus, para
el Ballet de Fráncfort, recreado en 1995 por el CCN de Tours), se reabsorbe,
se apacigua, se pone en juego como lo harían niños o pequeños animales, como
si los bailarines hubieran perdido la memoria del mundo. Expulsada fuera del
lenguaje coreográfico, como de la estética contemporánea, la crisis deja siempre
su huella y a menudo su herida. Cómo no pensar en la «vanidad», esa imagen
de muerte presente en ciertos cuadros clásicos célebres: la tumba en los Pastores
de Arcadia de Poussin, la anamorfosis marcada en el centro de los Embajadores
de Holbein. Así como la pintura pudo enmascarar la eliminación del punto de
fuga mediante los símbolos mismos de la desaparición, del mismo modo esta
abdicación voluntaria de toda tensión centralizante en la danza francesa de los
años ochenta dio lugar al duelo consentido de su propio desmembramiento.
Hoy en día, no obstante, se manifiesta una reacción, en particular en aquellos
mismos que acabo de citar. La estética del desencadenamiento parece haber
encontrado punto final en el agotamiento de los recursos garantizados, dema-
siado rápidamente transformados en procedimientos reconocibles. Sale a la luz
una cierta voluntad de construir, de volver a encontrar las tramas articuladas
de una globalidad orgánica entre cuerpo e intención. Una reapropiación de
las herramientas composicionales, tanto en la enseñanza como en la creación,
es visible por todas partes. Coreógrafos muy jóvenes dan muestras de un rigor
extremo en sus decisiones y también en el desarrollo lógico y corporal de dichas
decisiones. Muchos otros también, especialmente todos aquellos de los que
hemos hablado, surgidos de la compañía Bagouet, conocedores de las sutilezas
más complejas de su arte. Por otra parte, en Francia, es esta escuela la que sirve
cada vez más de referencia para los jóvenes creadores. La bailarina Odile Seltz
ve en ella un lugar de recursos «para encontrar fuerzas contra el caos»?'. Un caos
que no sería el caos cunninghamiano como ruptura de las articulaciones racio-
nales de superficie, sino, por el contrario, la proliferación de los mimetismos
y la interferencia de los formalismos parasitarios. Pues este reencuentro con el
arte de componer no tiene que ver con nuevas certidumbres. Por el contrario,
los saberes de ia composición, sus pasos desde el punto de vista de la escri-
tura, no buscan asentar formas establecidas, normalizadoras o reproducibles:
es en la complejidad creciente de sus instancias, en la manipulación atenta de
su materia delicada, donde la danza debe avanzar incesantemente hacia lo
imperceptible.
219
LAS OBRAS
Comienzos de las obras:
inicio, tema, propósito, referencia
Doris HCMPHREY·
¿Qué hay en los inicios de la obra coreográfica? Nada. Ningún soporte espe-
cífico previsto: e! bailarín no dispone. como en las otras artes, de un medio ya
predeterminado: sonido, color, o maquinaria y luces como en e! cine. Nin-
gún soporte de texto como tradicionalmente en e! teatro (e! bailarín puede
servirse de un texto, como veremos, pero de otra manera). Ciertamente no
un «argumento», como en el ballet clásico, donde, como dice Michele Feb-
vre, una fábula «gestiona desde el exterior» los componentes internos de un
movimiento danzado'. En la actualidad, cuando sobreviene un relato en la
obra coreográfica, veremos que es la obra la que lo produce por su propia
economía. O la que reintegra un relato ya elaborado anteriormente, pero
efectuando sobre él un verdadero «trabajo». La danza es un arte que se ejerce
a partir de tan poca cosa: materia propia, organización de una cierta rela-
ción con el mundo. Tal es la tenue trama de la que el bailarín dispone para
construir un universo, un imaginario, un pensamiento, una demiurgia, dice
René Thom, que es una «serniurgia». El coreógrafo debe encontrar todo en
sí mismo y en el otro en una relación específica. Y además el establecimiento
de esta relación forma parte ya del trabajo de composición. Ahí reside el
milagro y el desafío de la creación coreográfica: tirar de los hilos desde lo
invisible, dar cuepo a lo que no existe, hacer existir las imágenes invisibles,
como decía Mary Wigman 2 . Se me dirá: el movimiento es el medio, el cuerpo
es el instrumento. ¿Qué movimiento? ¿Qué cuerpo? Hemos visto que ni e!
movimiento ni el cuerpo existen a priori, con anterioridad a las cinesias en
Doris Hurnphrcy, Tbe Art 01Making Dances, :\ ueva York, Grave Press, 1959.
Michele Febvrc, "Les paradoxes de la Danse Théárre», en La danse au défi, Monrréal, Para-
chute, 1987, pp. 73-83.
2 Mary Wigman, «Hcxenranz», en Le langage de la danse, op. cit., pp. 42-44. [Trad. esp.: El
lenguaje de la danza, op. cir.].
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CO\1IE~ZOS DE LAS OBRAS: I~IC:IO, TE\1A, PROPOSITO, REFERE:\CIA
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C:O\1IE~ZOS DE LAS OBRAS: I~ICIO, TE\1A, PROPOSITO, REFERE~CIA
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LACRE"CE LOCPPE
Los testimonios de los bailarines socios de Bagouet nos cuentan que también
aportaba e! cuerpo misterioso de un proyecto ya construido, del que los
bailarines no recibían ninguna información explícita, pero donde el gesto
predeterminado permitía ir más allá en el interior dc sí, en el interior de la
escritura-laberinto. El lector de danza no tiene, por otra parte, necesidad de
todos esos datos para captar la riqueza de! material acumulado en ciertos co-
reógrafos (Larrieu, Diverres, Bastin, Gaudin, etcétera), para percibir la imbri-
cación de los depósitos que forman e! texto subyacente al texto coreográfico,
los gestos debajo de los gestos, los espacios mentales atravesados antes de que
se ilumine, en la relación de las cinesferas, el espacio coreográfico precipitado
en el espacio objetivo. Pero el trabajo coreográfico hacer pasar enseguida al
autor del estadio «primario» de creación al estadio «secundario» de reparto,
donde el otro entra en juego. como socio del acto creativo, no solo como
confidente o interlocutor. Es una situación muy particular de este arte, muy
11 José Limón, citado en Daniel Lewis, The Illustrated Technique o/José Limón. op. cit.
228
COYlIE"ZOS DE LAS OBRAS: I"ICIO, TEYlA, PROPÓSITO, REFERE"CIA
dura, donde, por una y otra parte, se corre el riesgo de sentirse desposeído:
de su proyecto de crear y de ser, es decir, en el fondo, desposeído de su deseo
(aún mucho más que del objeto de ese deseo). Aunque poco consultados (por
lo que yo sé) sobre este tipo tan particular de situación, los psicoanalistas
tienen mucho que decir a este respecto, incluso en un plano más general, en
lo concerniente al arte, al pensamiento. Para Ehrenzweig, existe una irrepa-
rable pérdida entre el proyecto íntimo del artista y su actualización en una
manifestación objetiva. Hasta tal punto que el propio espectador de la obra
debe sospechar su poética, arruinada por la multiplicación de los plantea-
mientos racionalizantes u organizativos, que poco a poco empobrecieron su
material imaginario y sensorial: «Es el arte soñado por el artista, un sueño que
nosotros, espectadores completamente despiertos, nunca podemos ver en su
verdadera estructura; nuestras vigilantes facultades están obligadas a la imagen
demasiado precisa que resulta de la revisión secundaria-": Y si es cierto que
se debe relacionar el acceso de la obra con el misterio del «deseo» del artista,
se puede concluir, con este estudioso de la estética, que «la obra de arte seguirá
siendo la incongnoscible «cosa en sí» (Ding am sich). La obra, y sobre todo la
obra coreográfica está siempre reñida con su propio inaccesible: plantea ella
misma los límites a partir de los cuales pueda abrirse otro campo de experien-
cia. Es por ello que ciertos espectáculos (valiosos), que muestran estas heridas
del deseo en mayor medida que un «éxito» material total, son para mí tan
convincentes. Ya veces incluso intensos, más que otros, en esta designación
de la frontera imposible con respecto a la cual, como muy acertadamente dice
Emmanuelle Huynh, las limitaciones de los procesos de actualización pueden
«obligar a conformarse con territorios más fáciles o conocidosa": Los cuales,
como es sabido, favorecerán la rapidez del trabajo, suscitarán más fácilmente
la adhesión del público iniciado, que reconocerá sus marcas en ellos. Y sellará
quizá, mediante su aprobación, los términos secretos de una derrota. Situado
en una corriente muy distinta de la de Ehrenzweig, Michel de M'Uzan se
ha interesado, CODO analista, por la creación literaria y en particular por los
comienzos de las obras, por «el estado psíquico más destacado que parece
haber presidido su nacimiento y que se designa comúnmente con el tér-
mino inspiración». Pero él prefiere el concepto de captación [saisissement]
(tan importante para nosotros en danza) que desemboca en «un acto que no
es solamente descriptivo, sino organizador, generador de un nuevo orden
12 Aman Ehrenzweig, L 'orare caché de l'art, op. cit., p. 11G. :T rad. esp.: El orden oculto del
arte, op. cir.':
13 Emmanuelle Huynh, Anatomie d'Insurrection, memoria de DEA en Filosofía, Universidad
de París 1,1991.
LACRE,\;CE LOCPPE
14 Michel de M'Uzan, De l'art a la mort, París, Payot, 1972, reed. Gallimard, 1977 (col. T el),
p. 6. [Trad. esp.: Del arte a la muerte (trad. de Manola Díaz), Barcelona. Icaria, 1978:.
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CO\1IE~ZOS DE LAS OBRAS: I~ICIO, TE\1A, PROPÓSITO, REFERE~C:IA
con ocasión de Mes Amis (1985), coreografía para un actor sobre un texto
de Emmanuel Bove. Cuando alguien se lanza a experiencias con tan pocas
referencias, se plantea la duda de si es mejor unirse varias personas, al menos
para poder nombrar las cosas. Aparte de las razones de economía, existe en la
danza francesa una convicción, por otra parte muy pertinente, a saber, que
la danza no debe tematizarse a partir de saberes preexistentes, sino integrar
estos a medida que la dinámica creativa aparece, y luego evoluciona, de etapas
en etapas reactivas, con y en el intérprete, con el espectador. Todos los textos
(apasionantes) de bailarines y coreógrafos que describen estos inicios de crea-
ción muestran cómo se propone un tema: cómo trabaja el equipo creativo
sobre el asunto, con planteamientos improvisados, dirigidos, y la mirada del
coreógrafo percibe lo que se suscita, lo que se manifiesta, lo que se produce
allí. Pues es a través de una serie de «reacciones», de operaciones reversibles
de producción de transmutaciones o de desplazamiento en el grupo, como
la danza poco a poco encuentra en primer lugar su vuelo y a continuación su
razón de ser y su legitimidad. En este sentido, toda verdadera creación (a no
ser que se retomen los esquemas anteriores) es una incursión y, por lo tanto,
una búsqueda. Quien ha asistido a los ensayos de una pieza en el momento
de su elaboración sabe con qué rigor, con qué exigencia los bailarines discu-
ten entre ellos el material surgido, la pertinencia de talo cual orientación.
y con qué radicalidad. Estudios extremadamente serios, a partir de textos a
la vez descriptivos y analíticos, comienzan a llevarse a cabo hoy en día desde
el punto de vista de estas «sesiones» en todos los sentidos de la palabra, que
desembocan en un acto creativo de lo más original. Citamos a menudo la
tesis de Jackie T affanel, L 'atelier du chorégraphe (El taller del coreógrafo); es
evidente que el testigo (o el actor) de los comienzos de la obra es la única
persona que puede reunir a la vez la percepción de los acontecimientos y el
modo estético de su surgimiento.
231
LACRE~C:E LOCHE
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CO\1IF:"ZOS DE LAS OBRAS: I:"ICIO, TE\1A, PROPOSITO, REFERE:"CIA
Al inicio de toda pieza hay dos cosas, o al menos una de ellas: el propósito y
el tema. El tema es lo que se muestra en primer lugar, es la base a partir de la
cual se puede comenzar a entenderse. El propósito pertenecería más bien al
ámbito del objetivo o de lo intencional (si bien este último término, que ha
tenido un uso muy específico en danza contemporánea, no puede utilizarse
a la ligera). No puede desvelarse sino en la corriente de la puesta en práctica.
Pero también puede inscribirse antes de toda construcción: aunque solo sea
para autoelirninarse. El propósito, en ciertas prácticas, puede consistir en no
LACRE~C:E LOCPI'E
tenerlo. En partir de cero, como veremos, en espera de que una materia poé-
tica difusa se forme entre los bailarines, sobre la cual no se podría anticipar
nada.
18 Michael Baxandall, Formes de l'intention (trad. fr.), ="imes, Jacqueline Chambon, 1993,
p. 8. [Trad. esp.: Modelos de intención: sobre Id explicación histórica de los cuadros (trad.
Carmen Bernárdez Sanchis), Madrid, Hermann Blume, 1989].
234
CO\1IE~ZOS DE LAS OBRAS: I~ICIO, TE\1A, PROrOSITO, REFERE~CIA
siempre distinto del contenido del texto al que se refiere, incluso cuando se
trata de textos tan imponentes como la novela de Lowry, Bajo el volcán. Esta
distancia que puede abrirse entre la referencia y el propósito es una de las
más bellas conquistas de la danza contemporánea. En ella se pueden abordar
todo tipo de obras, de Marguerite Duras (Des Sites de Susan Buirge, basada
en Savannah Bay, 1983) o de Heiner Müller (Matériaux Désir, de Christian
Bourigault en 1994) sin estar obligados, como los cineastas, a seguir el de-
sarrollo lineal del texto. Lo que la danza contemporánea ha desacreditado
con mayor eficacia es la «fábula» en su sentido tradicional. Aunque podamos
creer, con Deleuze, que la máquina de cine ha impuesto un desarrollo en el
que la imagen-tiempo genera su propia dinámica, el relato sigue siendo lo
que orienta su vector. Por el contrario, tomemos como ejemplo extremo en
la danza contemporánea el trabajo extraordinario de Santiago Sempere, Don
Quichotte: petites et grandes morts (1990). Es inútil tratar de encontrar aquí
ningún rasgo que guarde relación directa con la novela de Cervantes, que
permanece en estado latente en los limbos de un referencial fantasmático.
La referencia real es el mito de un escritor, de un libro ilustre, desposeídos
ambos de su identidad, y quizá, como sucedería con Borges, desposeídos de
su existencia misma. Lo que importa aquí es el propósito, y Santiago Sern-
pere lo explica en una excelente declaración de intenciones. Se deja que el
lector de danza se ocupe de percibir el tratamiento del propósito, como figura
de desposesión (característica, por otra parte, en Sempere), en un inteligente
caos de acciones ejecutadas en el decorado seudorrealista de un salón de mo-
biliario reciente, incoherente y deteriorado.
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LACRE~C:E LOCI'I'E
tenerlo. En partir de cero, como veremos, en espera de que una materia poé-
tica difusa se forme entre los bailarines, sobre la cual no se podría anticipar
nada.
18 Michael Baxandall, Formes de l'intention (trad. fr.), Nimes, Jacqueline Chambon, 1993,
p. 8. [Trad. esp.: Modelos de intención.' sobre la explicación histórica de los cuadros (trad.
Carmen Bernárdez Sanchis), Madrid, Hermann Blume, 1989].
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CO.'v1IE',"ZOS DE LAS OBRAS: ¡',"¡ClO, TE.'v1A, PROPOSlTO, REFERE',"ClA
siempre distinto del contenido del texto al que se refiere, incluso cuando se
trata de textos tan imponentes como la novela de Lowry, Bajo el volcán. Esta
distancia que puede abrirse entre la referencia y el propósito es una de las
más bellas conquistas de la danza contemporánea. En ella se pueden abordar
todo tipo de obras, de Marguerite Duras (Des Sites de Susan Buirge, basada
en Savannah Bay, 1983) o de Heiner Müller (Matériaux Désir, de Christian
Bourigault en 1994) sin estar obligados, como los cineastas, a seguir el de-
sarrollo lineal del texto. Lo que la danza contemporánea ha desacreditado
con mayor eficacia es la «fábula» en su sentido tradicional. Aunque podamos
creer, con Deleuze, que la máquina de cine ha impuesto un desarrollo en el
que la imagen-tiempo genera su propia dinámica, el relato sigue siendo lo
que orienta su vector. Por el contrario, tomemos como ejemplo extremo en
la danza contemporánea el trabajo extraordinario de Santiago Sempere, Don
Quichotte: petites et grandes morts (1990). Es inútil tratar de encontrar aquí
ningún rasgo que guarde relación directa con la novela de Cervantes, que
permanece en estado latente en los limbos de un referencial fantasmático.
La referencia real es el mito de un escritor, de un libro ilustre, desposeídos
ambos de su identidad, y quizá, como sucedería con Borges, desposeídos de
su existencia misma. Lo que importa aquí es el propósito, y Santiago Sern-
pere lo explica en una excelente declaración de intenciones. Se deja que el
lector de danza se ocupe de percibir el tratamiento del propósito, como figura
de desposes ión (característica, por otra parte, en Sempere), en un inteligente
caos de acciones ejecutadas en el decorado seudorrealista de un salón de mo-
biliario reciente, incoherente y deteriorado.
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LACRE:\CE LOCl'PE
inicial seguirá siendo quizá hasta el final la temática primordial, secreta. Isa-
dora Duncan, citada por Jacqueline Robinson, fue la primera en liberar un
gesto-clave, que se convierte en el elemento permanente de una danza, y al
mismo tiempo en su «seme», a la vez en el sentido de semilla [semence], de
engendramiento, pero también de nudo semántico. Idea retomada por Mary
Wigman, en sus enseñanzas y en su arte: liberar lo que Nikolais denominará
el gesto único, imprevisto, desconocido, totalmente primordial fundador y
quizá para siempre invisible. Por su parte, en cambio, Hubert Godard da a
entender que toda una obra, y quizá un lenguaje coreográfico, se organiza
alrededor de un «gesto ausente» cuyo discurso gestual serviría para saturar la
irreductible ausencia".
20 Huberr Godard, "Le geste manquant», Etats de corps, revista internacional de psicoanálisis
10,5 (1994), pp. 63-75.
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CO\1IE"ZOS DE LAS OBRAS: rxrcio, TE\1A, PROPÓSITO, REFERE"ClA
21 Véase Christian Mer«, Le signifiant imaginaire, París, Christian Bourgcois, 1984, y Patrice
Pavis, Voix et images de Id scéne, Villencuve d'Ascq, Presses de I'Lniversiré Lille IlI, 1985.
22 Véase más arriba (lectura del rnovirnienro).
23 Véase Laurence Louppe, «Kurr Jooss er le Tanzrhearer» in Programme [ooss, Opéra du Rhin,
octubre de 1994; y Laban, A Life ftr Dance (J 935) (trad. ingl.), MacDonald & Evans,
1975.
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LACRE~C:E LOCI'PE
24 Mary Wigman, «Hexenranz», en Le langage de la danse, op. cit., pp. 42-44. [Trad. esp.: El
lenguaje de la danza, op. cir],
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CO\1IE:"ZOS DE LAS OBRAS: I:"ICIO, TE\lA, PROPOSITO, REFERE:"CIA
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CC)\lIE'ZOS DE LAS OBRAS: I'lCIO, TE\1A, PROPOSlTO, REFERE'CIA
29 Marcia Siegel, «Visible secrers», en Gay Mortis (ed.), Moving Words, op. cit., pp 23-42.
30 L rilizamos esta palabra deliberadamente, pues los procedimientos alegóricos han sido muy
solicitados en la danza moderna estadounidense: las acciones tanto en Limón como en
Graham no son directamente «descriptivas" o «mostrativas»; inventan estructuras de emble-
mas o de representaciones de orden general de las situaciones evocadas. Taylor, según la
descripción de su pieza Speaking in Tongues (1995) por Marcia Siegel, parece prolongar este
tipo de funcionamiento. En este sentido, el relaro de Taylor está vinculado con modelos
literarios anteriores a las muraciones del relato en la «Nueva novela» o en el «~uevo cine",
por ejemplo.
LACRE-':CE LOCPPE
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CO\1IE:\'ZOS DE LAS OBRAS: I:\'IClO, TE\1A, PROPÓSITO, REFERE:\'CIA
32 Ann 1lutchison-Guest, «~ijinsky's Faun», en Choreography and Dance, vol l, tercera parte,
1991, pp. 3-34, esp. p. 3.
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LACRE'."CE LOCPPE
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CO'vIIE"ZOS DE LAS OBRAS: I"ICIO, TEYlA, PROPÓSITO, REFERE"CIA
deseo de reinventarse las fuentes, las imágenes matrices, que en este caso
concreto son impresionantes (coincidiendo por otra parte con la danza ex-
presionista en más de un punto). La obra se construye por etapas según la
aparición de «figuras» sucesivas, escapadas de un sueño digno de Hoffmann
tanto como de Murnau o de Pabst: los muñecos de movimientos ascendentes-
descendentes, organizados en función de los contratiempos de una inextrica-
ble mecánica. Los acróbatas, «criaturas» de las que no se sabe de qué especie
o incluso de qué reino proceden, excepto de la materia oscura de un íncubo.
Pasan por el fondo del escenario parejas con ropas de 1830. Llegan otros
"personajes», los doctores, las jóvenes, blancas y frágiles que un cuadro repar-
tirá en surcos paralelos en diagonal. A continuación, este conjunto de «figu-
ras» desaparece para dar paso a una invasión de intérpretes con ropa
de danza muy elaborada pero conforme con los códigos actuales. Por último,
una entrada lateral por pórticos paralelos reúne por grupos al conjunto de
estas figuras que se apagarán, segadas a contraluz por un brusco y mortal
desmoronamiento. Esta descripción no vale nada por sí misma: es preciso ir
más allá en la estructura de esta pieza de gran riqueza. Ver, como nos invita
Michele Rust, en un comentario extremadamente sutil, la distribución nu-
mérica de los personajes a través de todo un juego (cuatro, dos, tres, uno) que
establecen como la aritmética cifrada de un orden funesto. O el módulo-clave
de una organización sinfónica. Es preciso, sobre todo, ver cómo cada serie de
personajes está dotada de una gestualidad singular que el número de bailari-
nes amplifica a través, como dice asimismo Michele Rust, de «una relación
en el reflejo, en el espejo, en el doble»:". Surgimiento de sombras, para seres
ficticios que a menudo han perdido la suya propia. El tema de la sombra
domina toda la pieza: no solo las luces proyectan los cuerpos y los movimien-
tos expandidos en inmensas apariciones móviles al fondo de la escena, trans-
formada por ello en pantalla de cine para bailarines fantasmas desmesurados,
sino que la conclusión de la pieza, a contraluz, deja victoriosa, implacable, la
silueta amenazadora de una «criatura», mientras todos los bailarines se des-
ploman, fulminados por la fatalidad misteriosa de un golpe mortal. Perma-
nece, en un ángulo, la silueta agitada de una pequeña bailarina, frágil y ligera
a la vez que obstinada en seguir con su danza. Única forma de resistencia
posible frente al avance de las fuerzas fúnebres. Aquí, las referencias pictóri-
cas, cinematográficas, literarias, son múltiples (de Füssli a Kirchner, de KIeist
a Kafka, pasando por la poesía de los Lieder) , pero se borran totalmente en
una estructura composicional de una claridad y un aliento poético
excepcionales. No obstante, para quien conoce las obras coreográficas
245
LACRE:\CE LOC!'!'E
La problemática del referencial explica por qué es tan difícil oponer, en este
arte, lo narrativo a lo no narrativo sin caer en clasificaciones ingenuas o ar-
bitrarias. Más aún cuando estas distinciones delicadas son a menudo maltra-
tadas en nombre de conceptos similares pero aplicados abusivamente a este
campo del «relato interior». Lo narrativo se relaciona con la idea de teatro.
246
CO'v1IE"ZOS DE LAS OBRAS: I"ICIO, TE'v1A, PROPÓSITO, REFERE"CIA
Más aún cuando, en la danza, es el cuerpo del bailarín el que lleva con-
sigo gran parte del propósito, y ese cuerpo habla con su lenguaje singular,
por sí solo recipiente y carga sémica de la obra. El peligro estético de la figu-
ración en danza, que es inmenso, podría consistir en la tentación de agregar
sobrecargas de relato a los actos de ese cuerpo ya la escritura como proceso de
puesta en relación de esos actos. Desviar la percepción del espectador en favor
de un «relato» que se articularía aparte de la escritura, en el margen virtual de
un escenario verbal exterior a las instancias profundas del movimiento y el
cuerpo. Sabemos que el público cae fácilmente en la tentación de leer de ma-
nera inmediata un «sentido», obviando de ese modo el trabajo de la danza y
el trabajo necesario para acercarse a ella (Michel Febvre se refiere al «apetito
LACRE'-:CE LOCPPE
35 Marc Lawton, «Réinvenrer la danse, tour le ternps», op. cit., pp. 46-51.
248
COYlIE'-:ZOS DE LAS OBRAS: I'-:ICIO, TEYlA, PROPÓSITO, REFERE'-:CIA
tiranía de las dinámicas musicales, de las que Merce Cunningham tanto des-
confía. Los bailarines de la corriente denominada «posrnoderna», y que en su
mayor parte fueron discípulos o colegas de Cunningham, militaban en favor
de un movimiento, o más bien de un acto en estado puro, que ni siquiera la
preocupación por una figura estética vendría a entorpecer. En ellos, el acto es
intransitivo, y hacerlo entrar en una gramática artística, aunque sea no narra-
tiva, es inadmisible en el contexto de la «non-dance» (no danza) o incluso de
la «non-litteral dance» (danza no literal) (que hay que traducir prácticamente
como su contrario, es decir como danza no literaria, por lo tanto literal... ).
Volvemos a situarnos más allá de un debate sobre la temática de una obra:
todo movimiento no tiene otro programa que saturar su propio fin.
Otros métodos aún más radicales serán llevados a la práctica para esquivar e!
acto de una subordinación a la temática. Por ejemplo, las «reglas de! juego»
o las «constricciones» que, en el curso de los años sesenta en Estados Unidos,
sustituyeron el proyecto coreográfico por una simple «situación» mediante
la cual el bailarín debe improvisar para encontrar soluciones: este proceso se
inicia con Anna Halprin y prosigue más especialmente con Simone Forti,
con posterioridad, T risha Brown o Steve Paxton obedecerán a esa estética
de la «rarea» (task). Anna Halprin parece haber comenzado la aplicación de
las «constricciones» desde finales de los años cincuenta. Inicialmente, la
«constricción» es una técnica, como hemos visto, para hacer fracasar la pre-
tensión de anticipación y de toma de poder analítico sobre la aparición de!
movimiento. Pero pronto se convirtieron por sí solas en el fragmento de una
obra. A Yvonne Rainer -<fue comenta, en e! curso de una entrevista: «Yo pen-
saba que las "constricciones" estaban destinadas a haceros tomar conciencia
de vuestro cuer?o. N o era necesario conservar el proyecto de la constricción,
sino cumplir el gesto o la conducta cinestésica aportada por la constricción--,
Halprin responde: «A continuación, prestamos mucha más atención a la
constricción en sí misma. Hemos puesto a punto constricciones cuyo carácter
de desafío debía inducir la idea misma del gesto»56. Las coreografías de Si-
mone Forti, por ejemplo, no son otra cosa que dispositivos situacionales, en
este aspecto mucho más próximas a una estructura de performance que a una
coreografía como desarrollo en el tiempo y en e! espacio de un propósito y de
la mareria de ese propósito. En piezas de Forri como e! proyecto ver, under o
and around (Encima, debajo y alrededor), se exige de cada interviniente un
36 Yvonne Rainer, «Yvonne Raincr intcrviews Anna Halprin», Tulane Drama Review, X,
núm. 2 (invierno de 19(5); trad. fr. de Carole Gurh, «Ann Halprin inrerrogée par Yvonne
Raincr», Nouvefles de Dame, 36/37 (otoño-invierno de 1998), pp. 156-182, esp. p. 162.
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LACRE:"CE LOCl'I'E
250
Las obras coreográficas: figuras de aparición
251
LACRE'-:CE LOCrPE
252
LAS OBRAS COREOGRÁfiCAS: FIGCRAS DE APARIC¡Ó"
FICCRAS y fOR>lATOS
4 Oskar Schlemmer, «Présentation du Ballet Triadique», en Tbeátre et abstraction, op. cit., p. 27.
253
LACRE~C:E LOCrPE
y Leeder, opuestas a las grandes danzas corales. Los solos en los que Mary
Wigman expresaba la poesía de su «mensaje condensado», «absolute dance»
incluso en las danzas de teatro, ellas mismas divididas en danzas de grupo y
danzas de coro. Pequeñas formas, grandes formas, formas libres, inventivas,
inventadas. Sin olvidar las no formas, que supieron romper los moldes e in-
ventar las vías de esa libertad. Como la célebre Sonnentanz (Danza del Sol],
organizada para el 21 de junio de 1917 en Monte Verita por Laban, que se
prolongó durante toda aquella corta noche y no requería nada más que un
espacio (los límites del célebre lugar), un tiempo, del atardecer al amanecer,
y la reunión alrededor de una fogata en el cuadro central de los «demonios
de la noche»'. Lo que sorprende en este primer tercio de siglo, no es solo la
inventiva de las formas, sino también la variedad de los formaros: un solo de
Martha Graham o de Mary Wigman podía no durar más de cinco a ocho
minutos. La gira de Harald Kreutzberg e Yvonne Georgi por Estados Unidos
mostraba un programa de doce piezas en una misma sesión. Water Study, de
Doris Hurnphrey, una pieza esencial, dispone de doce a veinte minutos (sin
ningún acompañamiento musical, con duración variable, pero en función
únicamente del estado corporal y de la respiración de los bailarines) para
transmitir un formidable mensaje sobre la respiración, el ritmo, la inestabi-
lidad. Este tipo de temporalidad sigue prevaleciendo, pero de manera más
regular, en el dance concert, a la americana, donde se proponen varias piezas
en forma de recital o de retrospectiva, un formato más acartonado que en
otro tiempo, al menos en el ritual de los grandes concert-halls. Sin duda, con
nuestras actuales programaciones europeas, cronometradas hasta el último
segundo, en las que el coreógrafo, lejos de hacernos compartir un tiempo
sensible, simbólico, una duración singular, debe «llenar» el tiempo social de
una velada, tenemos derecho a suspirar por aquellas figuras de una libertad
dichosa. Hoy en día, se impone una enorme uniformidad en los modos de
actualización de la obra coreográfica, incluso aunque sus contenidos hayan
conservado una gran riqueza y una indudable autonomía: la coreografía escé-
nica de cincuenta minutos se ha convertido en la dimensión real, ante la cual
la «pequeña forma» es considerada como obra menor (esto supone olvidar
que el Fauno de Nijinsky no duraba más que 10 minutos ...). Una aprecia-
ción puramente cuantitativa que podría hacernos sonreír. Pero la pérdida es
mayor de lo que se podría creer: al equipararse con el formato espectacular, la
danza ha reintegrado cuadros empobrecedores donde el estatus de «obra» se
disuelve. El objeto coreográfico, lejos de ser aprehendido en sus componentes
254
LAS OBRAS COREOGRÁFICAS: FIGCRAS DE APARICIO~
G Fuente audiovisual: entrevista filmada, reproducida en Mein Leben ist Tanz, producción
Internaciones. 1987
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LACRESC:E LOCPPE
N. del T: Suele citarse que Doris Humphrey consideraba el movimiento y la danza como
«un arco entre dos muertes»,
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LAS OBRAS COREOGRÁFICAS: FIGeRAS DE APARICIO:\
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LACRE:"CE LOCI'I'E
creador no solo está contenido en e! objeto de arte, sino que se trata de una
presencia casi en estado puro, sin que ninguna producción de forma pueda
usurpar la identidad de esta presencia. Eso es lo que sucede en particular en la
escuela alemana de los años veinte, donde e! proyecto de una presencia subje-
tiva, cualesquiera que sean los grados de inflación formal que suscite, preva-
lece sobre todos los demás parámetros, corno en los solos de Mary Wigman
pertenecientes al ciclo Paisaje fluctuante (1931). Lo mismo puede decirse de
los solos de Valeska Gert, tal corno nos los retranscribe la película Rostros, y
muy probablemente todos los demás bailarines surgidos de la corriente de la
Ausdruckstanz, después de participar en los espectáculos subversivos de los
cabarés berlineses de los años veinte y treinta". La proximidad de los artis-
tas dadaístas (Huelsenbeck, Hausmann) no fue un estímulo pequeño para
trabajar sobre la materia propia corno materia de arte. Se entiende que con
tales precedentes, los bailarines jóvenes de la época actual hayan heredado
unas herramientas inestimables para e! trabajo sobre lo que se denomina la
«presencia», de la que e! solo sigue siendo el laboratorio por excelencia. La
presencia corno acto profundo de adhesión a la identidad del momento pre-
sente, y de la materia de sí mismo en relación con el mundo, es una práctica
específica de la danza contemporánea que todos envidian 0. La presencia es
igualmente intensa en la performance, pero, corno por otra parte sucede con
e! conjunto de los componentes cualitativos o activos de la performance, no
es objeto de aprendizajes o investigaciones, corno en danza. En este sentido,
insisto en señalar que los bailarines a menudo han reprochado a los artistas
plásticos jugar más con su identidad, la notoriedad o la proclamación de esa
identidad, que con sus conocimientos y con la profundidad de su implica-
ción con la experiencia: e! artista plástico se reviste de! prestigio de la «firma»
y juega plenamente ese juego al auroafirrnarse en e! cumplimiento de! acto,
mientras que e! bailarín, aunque mantiene la carga de su «presencia», aunque
se implica corno sujeto y signatario, no es considerado más que corno un arte-
sano de! gesto. «Cuando levanto e! pulgar ~scribe Yvorme Rainer- no es más
que un movimiento de danza. Mientras que cuando Robert Rauschenberg
levanta e! pulgar, es importante porque es Rauschenberg-".
7 Fuente audiovisual: Rostros [Faces] de Gen, sin fecha, sin títulos de crédito, figura en las
colecciones de la Cinérnathequc de la Dame, en la Cinémarhcque Francaisc. Véase también
F. M, Peter, Valeska Cert, Tanzerin, Scbauespielin, Berlín, Hcnrrich, 1987
8 Véase el texto del crítico de teatro Georges Banu, "De la préscnce», Art-Press, 182.
9 Yvonne Rainer, Work, op. cit., p. 9.
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LAS OBRAS COREOGRÁFICAS: FIGCRAS DE APARIC:IÓ~
10 Rosalind Krauss. ,,:\'otes sur l'index», October (otoño de 1976). Reproducido en L 'originalité
de l'auant-garde et autres mytbes modernistes, París, Macula, 1993, pp. 79-80. [Trad. esp.:
l.a originalidad de la uanguardia y otros mitos modernos (trad. de Adolfo Gómez Cedilla),
Madrid, Alianza, 2009:.
259
LACRE~C:E LOCI'PE
11 Texto reproducido en Sally Banes, Terpsichore in Sneakers, op. cit., pp. 92·95.
12 Véase el estudio de este concepto por Michael Kirby, "La non-danse», en Odcrte Aslan
(ed.), Le corps en [eu, París, ed. del C~RS, 1992, pp. 209·217.
260
LAS OBRAS COREOGRÁFICAS: FIGCRAS DE APARICI6~
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LA e RE:" CE Lo e I'P E
13 Fuenre audiovisual: Entretien auec Christian Bolianski, por Charles Picq, 1993, Collecrions
de la Vidéorhéque de la Maison de la Danse (Lyon).
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LAS OBRAS COREOGRÁFICAS: FIGeRAS DE ArARIC:IO~
14 Gilles Deleuzc, Francis Bacon' lagique de la sensatton, París, Éd. de la Différence, capítulo 3.
«Couples er rriptvques-. :Trad. esp.: Francis Bacon: lógica de la sensación (trad. Isidro Herre-
ra Baquero). Madrid, Arena Libros. 2005:.
263
LACRE"CE LOCl'I'E
Una obra de Decouflé, como Triton (1990) aPetites pieees montées (1994),
puede considerarse como una máquina animada con cuerpo, como una es-
cultura monumental donde el movimiento incrusta los términos de un inte-
rrogante provisional, donde al cuerpo se le atribuye un papel relativamente
reducido y en todo caso descentrado, que es lo menos que puede ocurrir
con un alumno de Nikolais. Pero ya se sabe que Decouílé, bailarín clásico
y poderoso a la vez, posee una gestualidad muy hermosa, cuya exhibición
dependería exclusivamente de sí mismo. Lo mismo sucede con una compa-
ñía como Castafiore, donde la manipulación de objetos, sonidos, formas,
prevalece sobre la aparición de un movimienro posible. Proyecros donde la
danza contemporánea se afirma como «dispositivo de creación» abierto, y que
ninguna especificidad llega a localizar en el repertorio de las artes. Pero, en
rodas esos casos, el «trabajo de la danza» ha consistido no solamente en par-
ticipar en la gran corriente de «eliminación de los géneros» que recorre roda
el arte del siglo xx, sino sobre roda en proponer tanro su actualización como
su percepción, a través de acros de «escritura». Acros diversificados, desde
luego, pero cuya elaboración implica un tejido, una articulación mediante la
cual el cuerpo puede reinventar constantemente su relación con lo simbólico
y las modalidades de esa relación.
15 Oskar Schlemmer, "La scene de la danse», en Théátre et Abstraction, op. cit., p. 88.
264
LAS OBRAS COREOCRÁfICAS: FICCRAS DE APARICIÓ"
En todas estas experiencias hay, ciertamente, una magia visual, una de-
cisión activa de producir formas oníricas a fuerza de éxtasis estético, desde la
eclosión monocromática de los combined de Rauschenberg en Astral Conuer-
ted (1991) hasta las densidades coloreadas y móviles de Don Judd (Newark,
1986), pero también un importante aspecto crítico, al menos en lo con-
cerniente a la escenografía: las formas sublimes se presentan ante todo para
replantear su poder de fascinación). Al margen de este ejemplo singular de
resistencia, de pronto, la cuestión ha sido desplazada, cuando no exorcizada.
La mayoría de las veces, la aportación escenográfica, incluida la resultante
de! trabajo de grandes artistas plásticos, estará constituida por objetos o
fragmentos espaciales: no se trata de reconstituir e! conjunto de una visibi-
lidad cerrada y global. Todavía hoy, este aspecto no deja de ser objeto de
experimentación. Felizrnente, las relaciones entre danza y escenografía siguen
266
LAS OBRAS COREOGRÁFICAS: FIGCRAS DE APARICI6~
OBRAS y OBJETOS
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LACRE:\CE LOCPPE
El objeto como otro cuerpo que se mezcla con el cuerpo de los hombres.
El objeto a la vez como presencia y como reserva de transformación. Es esta
relación secreta entre el cuerpo del objeto y el cuerpo del bailarín lo que nos
interesa primordialmente, mucho antes que la utilización del objeto en es-
cena. Ciertas danzas, como ciertas improvisaciones, surgen íntegramente de
la manipulación de un objeto, mediante el cual el cuerpo podría rcinvcnrar
una partitura. Mediante el contacto, la materia, el peso, todo lo que tiene
que ver con las sensaciones táctiles y epidérmicas, de piel de objeto a piel
de persona, tan importantes en la danza. Pero la lectura puede relacionarse
exclusivamente con la partitura, como sugiere Simone Forti, en particular en
el curso de sus «improvisaciones estructuradas», donde cualquier elemento
puede constituirse en «texto» o «pretexto» como si incluyera desde siempre un
movimiento o un sentido dentro de sí que fuera preciso descifrar. Se impone
aquí la necesidad de distinguir entre los «objetos», en el sentido más amplio
de la palabra, lo que puede distinguir un objeto fabricado, un artefacto que
obedece a un «sistema» interno, y una «cosa» o un elemento material que no
es resultado de un proyecto concertado. Todos estos elementos están pre-
sentes en la danza. El butoh prefiere trabajar con materias elementales: agua,
arena, etcétera. Pero el objeto tiene distintos grados de elaboración, desde el
objeto banal, de serie, sin identidad particular, hasta la escultura, el objeto
de arte, perteneciente a los elementos constitutivos de la danza contempo-
ránea. El objeto puede ser funcional (una silla, un bastón) o no ser más que
una característica abstracta desprendida del objeto (las danzas de formas en
la Bauhaus como ilustraciones de las formas elementales del famoso «Curso
preparatorio»). Unas veces el cuerpo entra en conflicto con el objeto, otras
veces los elementos escénicos sirven para exaltar el movimiento. El objeto,
parcela extraída un entorno continuo, puede ceder su lugar a una mate-
ria pura, como los tejidos, las capas protectoras de las que se servía Jerome
Andrews. Puede reducirse a un factor primario de funcionalidad: era, en sentido
general, el uso reservado a los objetos en la escuela denominada pos moderna,
en las intervenciones en galerías de arte o de la J udson Church a principios de
los años sesenta en Estados U nidos: las danzas-performances de Simone Forti
utilizan objetos rudimentarios, objetos podría decirse que fundamentales,
más indiferenciados aún que los artefactos de la vida cotidiana: un tablón
colocado sobre un soporte central, forma primitiva del balancín, o incluso
pértigas, cuerdas. En cada ocasión, los objetos invitan a los cuerpos a explorar
situaciones a la vez inéditas y arcaicas: por ejemplo la danza-performance
de Forti titulada Seesaw (Balancín), presentada en la Reuben Gallery, donde,
por otra parte, artistas próximos a Fluxus, como Claes Oldenburg, produ-
cían sus manifestaciones dentro de la misma programación. En Seesaw, los
268
LAS OBRAS COREOCRÁFICAS: FICCRAS DE APARICIO"
270
LAS OBRAS COREOGRÁFICAS: FIGCRAS DE APARIC:IO~
23 Véase Qu'est-ce que la sculpture moderne (dir. \!largor Rower), carálogo de exposición
\!l~A\!l París, Centre Georges Pompidou, 1988.
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24 Rudolf Laban, Die Welt des Tanzers, Stuttgart, Seifert, 1920, citado en Bartenieff, op. cit.
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LAS OBRAS COREOGRÁF¡CAS: F:GCRAS DE APAR¡c:¡6~
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LACRE'."CE LOCI'I'E
MéslCAS
Muy pronto en la historia de la modernidad en danza, la asociación tradicio-
nal entre danza y música resultó insoportable. Es decir, en lo relativo a las
reglas de esa asociación, por ejemplo la idea de someter la danza a músicas
especializadas, forzosamente reductoras. Se debe a Isadora Duncan la diso-
ciación de la danza con la música denominada de ballet. Para ella, lo impor-
tante no era el «género», en particular el género espectacular, tal como una
partitura musical de ballet puede establecerlo, sino aquello que, en música,
habla directamente al movimiento y a la emoción (<<Cnicamente los grandes
músicos pueden comunicar con el cuerpo», escribe en Mi vida), de ahí su
recurso a las partituras no previstas por la danza, pero dor.de se expresa el
fraseo mismo de un movimiento posible. Es preciso ver a una Elisabeth
Schwartz interpretar lo que Duncan coreografIó sobre el Ave María de Schu-
bert para comprender hasta qué punto, en su caso, el movimiento es una
escucha pura que se encarna. Pero enseguida esa escucha misma fue vista
como una traición. Para Laban, no existe ninguna relación posible, ni si-
quiera pensable, entre los elementos musicales y los del movimiento. Es
una doctrina que hará suya su alumna Mary Wigman, al aplicarla a un ele-
mento común a ambas artes, un cierto dominio y medida del tiempo.
Elemento común en cuanto que, reexaminado por las teorías del ritmo, ya
no es una estructura de regulación impuesta, sino una dinámica constitutiva
de un «tiempo» que se reinventa incesantemente, necesaria «para definir las
pulsaciones, para aclarar las transiciones de un tema a otro, para precisar
los acentos, los momentos de respiración y suspensión», pero la medida
de los músicos no coincide con la de los bailarines, «porque los músicos
cuentan según la línea musical mientras que los bailarines cuentan según
el ritmo del movirniento»:". Pero ese ritmo del movimiento, recuerda Wig-
man un poco más adelante, depende no tanto del tiempo como de la consti-
tución del movimiento mismo (intensidad tónica, intención) que inventa su
propio fraseo. Es por ello que, cuanto más «musical» es una danza, más de-
bería prescindir de la música y dejarse llevar por la «música interior», según
la expresión de Odile Duboc. Los grandes momentos de radicalidad de la
modernidad en danza (1910-1930, 1%0-1970) presenciaron, por lo tanto,
la aparición de danzas de silencio, practicadas tanto por Wigman como, en la
estela de Laban, por Jooss y Leeder en Alemania. O por Humphrey y Limón
en Estados Unidos. Hay que señalar que los mismos que suprimieron la
música de ciertas obras coreográficas fueron también quienes mantuvieron
25 Mary Wigman, Langage de la danse, op. cit., p. 15. 'Trad. esp.: El lenguaje de la danza,
op. cir].
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LAS OBRAS COREOGRÁFICAS: FlGeRAS DE APARlc:rO~
con ella las historias más apasionadas, quienes vivieron un cuerpo a cuerpo
ardiente con las obras musicales, ya sean antiguas o contemporáneas. Hay
que rendir homenaje, en este sentido, a Louis Horst, que supo orientar la
atención de los bailarines hacia e! repertorio que hoy llamamos barroco.
Mucho antes de que la musicología se adueñase de él, los bailarines modernos
descubren las acentuaciones de Purcell, Bach, Rarneau, con esas irregularida-
des tan cercanas a sus propios ritmos accidentados y contrastados. De ahí esas
obras suntuosas y de una gran sensualidad física, con poderosas respuestas a
las formas de organización que son la Passacaglia de Doris Humphrey o la
Choreographical Offering de Limón, dedicada a Hurnphrey, estudio a la Vf:Z
estructural y sensorial de La ofrenda musical de Bach. Es además a una
experta en música como Dana Reisz a quien corresponde la elección sutil de
un silencio cuyo fraseo alternado con desplazamientos silenciosos revela una
fluidez que se debe captar no por e! oído, sino por las modulaciones de la
sensación cinestésica. Las opciones de Cunningham en relación con la mú-
sica no reproducen la ruptura original (menos aún la establecen, como du-
rante mucho tiempo se ha repetido). Cunningham no prescinde nunca de la
dimensión sonora en la articulación de sus obras, excepto en la pieza ya an-
tigua titulada Bejore Dawn (Antes de! amanecer). Pero, exactamente a la in-
versa que Mary Wigman, se negaba a que la relación de las temporalidades
se hiciera sobre e! vector dinámico, allí donde las energías de la música son
demasiado poderosas como para no imponerse a la danza. Y por e! contrario,
fue sobre el concepto de un tiempo absoluto, ajeno a la experiencia, el tiempo
de! péndulo o del cronómetro, sobre el que construyó la relación posible con
lo musical como puro accidente de simultaneidad, lo que demuestra clara-
mente que, de Laban a Wigman y a Cunningham, la brecha en las relaciones
entre música y danza se produce siempre a través del rechazo de un elemento
considerado especialmente indeseable en e! seno de esta relación. Todas estas
iniciativas intentaron liberar al bailarín (pero también al espectador) de las
fuentes emotivas que pudieran instalarlo en las cinesresias procedentes del
exterior, y prepararle de antemano un programa emocional confeccionado.
Esto permite llegar lejos en la actividad de una desposesión sensorial: pues e!
movimiento sin ruido tiene algo de obsceno en el sentido etimológico de la
palabra. Se reduce a un acto puramente corporal, y por lo tanto sensorial, sin
que se invoque la zona emotiva, tan rápidamente activada por la música. Por
orra parte, el movimiento rara vez es verdaderamente silencioso: solo en de-
terminados momentos alcanza e! silencio sagrado y puro del recogimiento
(que Colene tanto admiraba en e! deslizamiento imperceptible de los pies
desnudos de Isadora Duncan, en contraste con e! «ruido de zuecos», como
ella llama a las zapatillas de los bailarines). Toda una sonoridad animal se
LACRE~C:E LOCPPE
despierta con el ruido de los pasos, las caídas, las respiraciones aceleradas.
Con inteligencia, Doris Hurnphrey los utilizó en Water Study: la respiración
del bailarín se convierte allí, por aumento sucesivo, en la metonimia, y no en
el mimetismo, del rumor de las mareas. Es el redevenir oceánico del cuerpo.
y la caída acompañada por un pequeño golpeteo de los dedos, el hundi-
miento de la ola en los guijarros. Pero, al margen de esta utilización de una
organicidad trasladada a la música mineral del mundo, nada es más inquie-
tante que el ruido de lo vivo. A la danza contemporánea le gusta a veces hacer
que resuenen esos ruidos de cuerpos en estado bruto, generadores a la vez de
empatía y. en la mayoría de los casos, de malestar. La importancia de la res-
piración integrada en el movimiento nos ha hecho acercarnos ya a veces a
estas vocalizaciones sordas. GlacialDecoy (1976), de Trisha Brown, orquesta
el doble carácter inquietante y positivo de estas materias sonoras: en un mo-
vimiento totalmente acelerado mediante evasiones del peso, el jadeo de las
bailarinas no deja de aumentar. Detrás de ellas, al fondo del escenario, se
proyectan vistas fotográficas de Rauschenberg, que empujándose unas a otras
de izquierda a derecha parecen ser arrojadas a los cubos de basura laterales de
lo invisible. En estas fotos, las imágenes mismas de la nada; objetos de dese-
cho, despojados de todo sentido y todo interés estético, provenientes de aquel
junk art del que Rauschenberg fue representante con sus coilages. En esta
imagen, el cuerpo danzante implicado en un gasto improductivo, cuya orga-
nicidad indiscreta se manifiesta en la ruidosa respiración de las bailarinas.
¿No hace referencia ese «cebo glacial» a una nocturna de la danza atrapada en
una agitación casi celular de donde no emerge ya ninguna gesrualidad reco-
nocible? Una más que danza, pero que podría conducir -incluso en las rnu-
se!inas vaporosas de anticuados encajes de Rauschenberg, harapos alucinados
de Mademoiselle Sallé2(" difunta y en camisa- al umbral mismo de un tiempo
inalcanzable. Y sin embargo una temporalidad bien precisa está presente en
esta pieza, en la fluidez extrema de un movimiento incesantemente reiniciado
a partir de fuentes diversas que las bailarinas parecen captar tanto en e! espa-
cio como desde los focos errantes de su propio cuerpo: la memoria de un
estado semiolvidado, el cuerpo de! niño sin peso y sus primeras trayectorias
(aunque sean de caída) que T risha Brown volvió a recorrer a finales de los
años setenta, bajo la dirección de Bonnie Bainbridge Coherr". Ye! falso si-
lencio, donde generalmente se mezclan los rumores corporales de la sala
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LAS OBRAS COREOGRÁFICAS: FIGCRAS DE APARlc:r6~
29 Las danzas de la Galería Dadá han sido descritas por numerosos testigos, artistas o poetas
dadaístas, desde T zara hasta Arp y 8211. Recordemos, entre otras, las descripciones de Mary
Wigman por R. Huelsenbeck en Memones ala DadLz Drumme ([ trad. inglesa], :\ ueva York.
Viking Press, 1974).
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LAS OBRAS COREOGRÁFICAS: FIGl:RAS DE APARICIO"
280
LAS OBRAS COREOGRÁFICAS: FIGCRAS DE APARlc:rO~
esa ruina de todo proyecto coreográfico que se elabora en relación con una
definición inicial, tal como lo concibe Francois Verret: el recurso al lenguaje
o a otros procedimientos de expresión habituales en el teatro (narratividad
más o menos silenciosa, personificación de los intérpretes, etcétera) tiende
entonces, incluso en el caso de Pina Bausch, a dislocar mucho más que a
construir, a crear objetos no directamente identificables, a desplazar la obra
hacia su límite y a menudo hacia su nada.
Hemos visto que la danza no tiene lugar. Este arte sin domicilio fijo ha sen-
tido muy especialmente la necesidad de explorar territorios de actualización
múltiples. Nacida al mismo tiempo que las tecnologías de la imagen, pronto
se establecerán entre ellas alianzas que muy a menudo permitirán a la danza
escapar de las limitaciones del «lugar» e inventariar territorios virtuales donde
el movimiento puede desarrollar un potencial mayor y llevar a cabo ciertas
investigaciones que el ritual de la representación impide. En los albores de la
modernidad en danza, Lote Fuller invirtió la relación al hacer de su propio
cuerpo una pantalla que englobaba la imagen, la recibía, la animaba me-
diante desarrollos de pliegues cuyos secretos ondulantes solamente sus brazos
conocían, anclados al cuerpo, profundamente, desde el cuadrado de la región
lumbar. A continuación, por el contrario, el cuerpo entra en la imagen. No
en la imagen-cuadro, sino en la imagen materia, en la imagen como granu-
lación misma del cuerpo: en eso consiste el trabajo, ejemplar, de la compañía
L'Esquisse en la coreografía-filme La Chambre (La habitación, 1989). Cuerpo
y luz fílmica actúan conjuntamente sobre el mismo «medio» sensible. Se
encuentra la trama análoga de un «medio» donde el movimiento se imprime
antes de dispersarse en nubes de polvo en el ya citado Summum Tempus de
Jean Gaudin y L1C Riolon (1985), bailado y filmado en una yesería. La den-
sidad nebulosa del yeso levanta e imprime a la vez la materia de lo visible. En
Quai Bourbon (1987), compuesta para una serie del Musée d'Orsay, Larrieu
se sirve de la imagen videográfica para coreografiar fragmentos teñidos con
la memoria de los cuerpos: la de los niños deshollinadores fotografiados por
Charles ~egre en el siglo XIX; la cámara se mueve en panorámica para atra-
par, en ángulos de vista desplazados, esos residuos infortunados de la historia:
rostros camuflados, mano abierta por donde se escurre el desecho insignifi-
cante y sombrío que no ha inscrito su propio relato en ningún lugar. Es
sorprendente que otro pequeño oficio, los «cepilladores» pintados por Cai-
lleborte, aproximadamente en la misma época, hayan inspirado a Angelin
Preljocaj una obra videográfica no menos notoria: la espalda fornida de los
LACRE'.;CE LOCl'PE
bailarines se integra con la fricción de la madera y los gestos del trabajo rea-
lizado por ese proletariado miserable generan la materia misma con la que
trabajan. Además, los Raboteurs (Cepillado res) contienen una ficción a la que
e! propio filme se refiere como reflexión sobre la aparición de un relato posi-
ble: en e! curso de una confrontación entre amantes, una muchacha exhibe
e! marco dorado de! cuadro cuya historia secreta se nos relee. Igual que los
yeseros, los deshollinadores, los cepilladores, los bailarines, con sus propios
cuerpos, frotan, rascan el soporte fílmico para extirpar un material descono-
cido. El cine y las demás técnicas de rodaje se convierten entonces en su
cómplice, en esta operación de excavación mediante la cual el cuerpo se crea
en su propio «trabajo» (trabajo de la danza como transformación de la mate-
ria, pero también como «trabajo» de alumbramiento, de parto de las corpo-
reidades pasadas, olvidadas o venideras). «Es preciso que la cámara invente
los movimientos o posiciones que corresponden a la génes:s de los cuerpos y
que sea e! encadenamiento de sus posturas primordiales»?". Concebir obras
para cine o para vídeo se ha convertido en un proyecto coreográfico como
cualquier otro, a menudo más arriesgado y libre que e! proyecto escénico. Por
ejemplo, quien una vez más iniciará la experiencia, Cunningham, aprecia
especialmente e! vídeo y e! cine porque no plantean e! problema. siempre
resuelto mediante alguna convención, de las entradas y salidas de escena: en
Locale (1981), es la cámara la que va a buscar al bailarín allí donde se encuen-
tra y la que lo lleva a su campo. El mismo bailarín puede evadirse del campo
desapareciendo por delante, algo totalmente imposible en el teatro, salvo que
se camine sobre la cabeza de los espectadores. Como decía Dcleuze sobre e!
cine de Jean-Luc Codard", «hay en cada ocasión una construcción del espa-
cio en tanto que reside en los cuerpos»:". Para Cunningham, además, sobre
todo el vídeo plantea o replantea los verdaderos problemas de la representa-
ción, que el espacio escénico, considerado como «normal» para la danza,
tiende a suprimir de sus problemáticas: ¿qué sucede con la imagen de mi
propio cuerpo, aquello por lo que me ubico en cuanto que ella puede transi-
tar por otro espacio, en otras modalidades de aparición? (Benjamin hablaba
del paisaje que entra en una habitación; ¿qué decir de un cuerpo que se evade
de sus propios contornos?). ¿El vídeo como «reproducción», como alteración
y reducción de un cuerpo vivo? Ciertamente no. El cuerpo tiene otras
30 Gilles Deleuze, L 'tmage-temps, op. CiL, pp. 262-263. [Trad. esp.: La imagen-tiempo: estudios
sobre cine 2, op. CiL].
N del T: Esta frase de Deleuze se refiere en realidad al cine de Philippe Garrel y más con-
cretarnene a su película Marie pour mémoire (1967) . Véase La imagen-tiempo: estudios sobre
cine 2 (trad. de Irene Agoff) , Barcelona, Paidós Ibérica, 2007, p. 268.
31 Ibídem.
282
LAS OBRAS COREOGRÁFICAS: FIGCRAS DE APARICIÓ~
283
LACRE:\CE LOCHE
284
Memoria e identidad
Solo importa la obra, pero finalmente la obra no está ahí más que para
conducir a la búsqueda de la obra.
Maurice BLA:\CHor
Maurice Blanchor, El libro por venir (trad. de Cristina Pererti y Emilio de Vclasco),
\1adrid, Trona, 2005.
Roland Barrhes, "De l'ocuvrc au tcxte», en Le bruissernent de la langue, París, Seuil, 1984, p.
74. :Trad. esp.: "De la obra al texto", en El susurro del lenguaje (trad. de Cristina Fernández
Medrano, Paidós Ibérica, 2009:.
285
LACRE\;CE LOCHE
2 Ibídem, p. 75.
286
.\1E:vlORIA E IDE~T1DAD
287
LACRESCE LOCHE
3 André Bazin, Qu 'est-ceque le cinema", París, Cerf, 1956, p. 280. :Trad. esp.: ¿Qué es el cine;
(trad. de José Luis López Muñoz), Madrid, Rialp, 2008].
288
MEYlORIA E IDE:--;TIDAD
Las desdichas y el fuerte pasivo que imponen sobre la actividad de! bailarín
hacen que el concepto de «obra» en danza siga siendo demasiado preciado
como para poder ser objeto de la menor restricción mental. Demasiado
preciso, en todo caso, como para poder afrontar impunemente las conduc-
tas de desacralización instauradas por el arte y el pensamiento crítico de!
4 Rainer María Rilke, primera «Elegía de Duino» (1929), en Élégies de Duino et Sonnets a
Orphée: Üeuures 2. Poésie (trad. fr. de Armel Guerne), París, Seuil, 1972. [Trad. esp.: ELegías
de Duino 'trad. de José María Valverdc), Barcelona, Lurneri, 1980].
289
LACRE'-."C:E LOC!'!'E
290
~E.\10RIA E IDE\.;TlDAD
~ uchos ballets «clásicos» del siglo XIX, al menos del siglo XIX francés,
se han perdido. Tan solo quedan sombras de ellos (uno de los ballets ro-
mánticos, olvidado como los demás, trata justamente sobre este tema de la
sombra ...). En ocasiones, incluso, no nos queda de ellos más que el título.
Generalmente, los elementos que perduran son el argumento, fijado o no
sobre el objeto editorial que denominamos libreto, y la partitura musical. A
veces, una iconografía más o menos precisa y abundante puede evocar sus
"elson Goodman, Les langages de l'art (1%8) (trad. fr.), "imes, J Chambon, 1991,
p. 149 Y siguientes. :Trad. esp.: Los lenguajes del arte (trad. de Jem Cabanes), Barcelona,
Scix Barral, 197{
8 Gérard Gene[re, L 'oeuure de l'art, immanence et transcendance, París, Seuil, 1995, cap. 8.
:Trad. esp.: La obra de! arte" tnmanescencia y trascendencia (trad. de Carlos Manzano), Bar-
celona, I.umen, 199 7 :
291
LAl;RE'.;CE LOCrPE
292
.\1E\10RIA E IDE:-;TIDAD
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LACRE"C:E LOCHE
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ME~()R]A E ]DE:-;TlDAD
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LACRE~C:E LOL'PPE
Esto no impide que en una «baja danza» firmada por Ebreo o por Do-
menico da Piacenza, en una pavana de Caroso, el cambio de un paso, un
desplazamiento, plantee cuestiones con respecto a la definición de la obra.
Lo mismo sucede con Pecour, Isaac, Ballon y otros compositores de danza
de comienzos del siglo XVIII. Incluso aunque las frecuentes copias con sus
variantes, las trasposiciones en la distribución, los ajustes introducidos en las
danzas en su tránsito del escenario teatral a ese otro escenario que es el salón
de baile [le ba~, generalmeme mediante la intervención del propio amor,
hacen que hoy nos encontremos con distintas versiones. Pero esta pluralidad
misma es la ocasión de un trabajo apasionante sobre lo que Iean-Xoéi Lau-
renti denomina el «establecimiento del texto-", [o que hace más agudo aún, y
más dinarnizante, el concepto de identidad. Ya sea el modo ce archivo verbal
del Renacimiento o el recurso a los «sistemas» cuando la idea de notación
de la danza se generaliza y se impone a finales del siglo XVII. Fijada, desde
entonces, con sus parámetros espaciales, temporales y dinámicos, la obra se
afirma como creación original, como «invención». Y llega a nosotros hoy
en día perfectamente delimitada en las modalidades que la definen. Poco
importan entonces las motivaciones históricas, políticas y poco modelizan tes
que fomemaron la producción y la aplicación de los sistemas de notación.
Lo que nos queda es una avemura semiótica asombrosa y alfabetos del cuerpo
susceptibles de hacer llegar hasta nosotros figuras de movilidad, poéticas de
espacio, elementos en apariencia tan íntimos como los desplazamientos
de apoyo, suspensiones, equilibrios del eje gravitatorio, todo un juego del
interior del cuerpo impreso en la «práctica de uno mismo»!", y que hoy en día
aparece con la frescura de un pensamiento que no tuvo miedo de explorar los
dominios de lo sensorial, capaz de hacer sentir a través de los siglos el encanto
infinito de su aparición. Desde luego, el paralelismo no puede ser más for-
zado, pues el reconocimiento de una obra de «maestro» en el contexto arcaico
de una sociedad corporativisra, o incluso en el movimiento academicista de
la edad clásica, donde se manifiesta más claramente la posición del «artista»,
no tiene nada que ver con la importancia que la cultura comemporánea con-
cede a la idea de «firma». No intentamos, desde luego, establecer un vínculo
9 [can-Noel Laurenti, véase «La pensée de Feuiller- en Laurence Louppc (dir.), Danses tra-
des, op. cir., pp.l07-131.
10 Michel Foucault, Histoire de Id sexualite, t. III, 1984, op. cit. [Trad. esp.: Historia de la
sexualidad, t. IlI, La inquietud de sí (trad. Tomás Segovia), Madrid, Siglo XXI, 2005].
296
MEMORIA E IDE"TIDAD
11 R. Harrrs-Warrick y Carel G. Marsh, Musical Theater at the Court 01 Louis XIV Le mariage
de la grosse Cathos, Cambridge Lriivcrsiry Press, 1994.
297
LACRE~C:E LOCHE
12 Michel de Certeau, Histoire et psycbanalyse entre science et fietion, París, Gallimard, 1987,
p.86.
13 Jochen Gerz, Sur l'art (textos desde 1969), París, École Supérieure des Beaux Arts, 1994
(col. Écrits d'Arrisres), p. 118.
298
.\1E\10RIA E IDE~TIDA[)
299
LACRE~CE LOC!'!'E
está implicado. Una manera, tal vez, de dar al gesto la sacralidad suprema que
confiere a todo acontecimiento la proximidad de la muerte y que la banaliza-
ción de una sociedad de consumo tiende a eliminar. El «gasto», por lo tanto,
se convierte en este acto de inmolación en el exceso que el bailarín dedica a su
arte, así como a su observador, aunque de ambos obtenga no una experiencia
de muerte, sino de entropía. Georges Bataille, a propósito del «consumo»
voluntario de seres y objetos en los ritos sacrificiales, señala que «el sacrificio
devuelve al mundo sagrado lo que el uso servil ha degradado, profanado»:",
La «celebración de la pérdida» concierne quizá a una liturgia indispensable
para el ritual mediante el cual el cuerpo del bailarín y el cuerpo del especta-
dor se evaden de las economías de «lo ulterior», donde Derrida (La escritura
y la diferencia) y después Bataille descubrieron los ardides de atesoramiento
de las ideologías de la acumulación. En consecuencia, el icono, más aún que
el signo, trataría de crear una imagen, incluso una instantánea, de aquello
que, por definición, debería mantenerse siempre, si no quiere traicionarse,
en el umbral de su propia figura. Y no entregar de ella a la percepción de!
otro -eso es lo esencial de la danza- más que su fuerza de advenimiento. Es
decir, el extremo de una tensión extrema en e! centro mismo de una trans-
formación recíproca de percepción y materia. Desde luego, ese momento,
para conservar su valor, debe ser despojado de toda noción de una operación
r
primigenia continua, que pueda parecerse a la de trabajo, no como proceso
de producción simbólica, sino de rentabilidad. «La introducción de! trabajo
en e! mundo sustituyó, desde e! principio, a la intimidad, a la profundidad
del deseo y a sus libres desencadenamientos, por un encadenamiento razo-
nable en e! que la verdad de! instante deja de importar» '. Esta visión de
Bataille, relacionada con una crítica del capitalismo en Occidente, resuena
en nosotros extrañamente con toda la rebelión contra la sociedad industrial
y la esclavitud que impone al cuerpo, a las pulsiones del ser, por los pioneros
de la Freier Tanz, la danza libre, y sus amigos terapeutas, a comienzos de!
siglo xx. Y ello en favor del «resultado ulterior. que convierte «e! instante»
en un momento más de las cadenas de acción. Revalorizar el instante, porque
con ello se sale de las construcciones operativas, es evidentemente otorgar al
tiempo ese flujo indeterminado que algunos bailarines sitúan en el centro
de su búsqueda artística: Cunningham, para quien e! instante es la figura
única de un «accidente» puro, desligado de todo campo determinista; Odile
Duboc, poeta de un estremecimiento imperceptible, pasajera de lo fugitivo, es
quien atrapa la eclosión de momentos corporales liberados de todo obstáculo.
16 Georges Bataille, La part maudite, op. cit., p. 94. [Trad. esp.: La parte maldita, op. cir.].
17 Ibídem, p. 95.
300
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18 Irrngard Banenieff, «Aesrherics and Beyond», en Four Adaptations o/ the Effárt Theory,
op. cir.
301
LACRE:\C:E LOCPPE
19 Rudolf Laban, Principies o[ Dance and Movement Notation, Londres, :'v1acDonald and
Evans, 1956, p. X.
20 Forresrine Paulay en Four Adaptations o[ the Elfort Theory, op. cir., pp. 61-71.
302
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MEMORIA E IDE~TIDA])
en vinilo creados por Jasper [ohns y que contenían elementos del Gran vi-
drio de Ducharnp, fueron llevados a escena, en un extracto de unos pocos
minutos. La idea por lo tanto no es, como acertadamente señala Christian
Boltanski, producir, en la reposición, un «facsímil» de la obra", que sería una
mera lectura aparente, durante un simple proceso de restauración, sino, por
el contrario, buscar lo que Anne Abeille denomina la vía del «propósito»:",
concepto eminentemente «trascendente», por utilizar las categorías de Ce-
nene, partitura de una «idea» a la que el cuerpo del bailarín da cuerpo, en
igual medida que el cuerpo de las materias convocadas.
30S
LACRE\;CE LOCHE
23 Leonardo da Vinci, Carnets, citado por Gérard Cenerte, L 'oeuure de l'art, op. cir., p 26 l.
24 Umberto Eco, Les limites de l'interprétation (1990) (trad. fr.), París, Grasset, 1992, p. 188.
[Trad. esp.: Los límites de la interprtacián (trad. de Elena Lozano), Barcelona, Lurnen, 1992].
306
ME\10RIA E I])E~TI[)A])
25 René Passeron, La naissance d'Icare. Éléments d'une poétique généra!e, París, Deiog, 1996,
p.97.
LACRE~C1; LOCl'PE
26 Simone Forti, «Thoughts on "To be conrinued?», Contact Quarterly, vol XIX, 1 (invierno-
primavera 1994), pp. 14-21.
27 "El movimiento por el que un dibujante intenta desesperadamente captarse es ya, en su
presente. un acto de memoria», en J, Derrida, Mémoire d'aueuglc, Réunion des Musées
Narionaux, 1990,
308
ME~ORIA E IDE~TI[)A[)
31 Gerhard Bohner: conversación con la autora, Lyon, septiembre de 1986 (fuente oral).
N. del T: en español en el original; título igualmente en castellano de una obra de Dore
Hoyer de 1%2.
310
ME~ORIA E IDE~TIDAD
función clara de retorno a las fuentes. Pero ante todo una función «crítica»,
mediante la cual la referencia no legitima, sino que, al contrario, interroga,
desestabiliza, desplaza. Uno de los aspectos del trabajo del Quatuor Knust
es plantear, a través de la reposición de las «pequeñas formas» coreográficas
de los años veinte y treinta o de los años sesenta del siglo xx, las grandes
posiciones de una modernidad que consideran indispensable reexaminar. Y
cuyos desafíos merecen ser constantemente puestos de nuevo en circulación.
Entonces, se apoye o no en fuentes objetivadas, la memoria, lejos de ser la
pieza rutinaria de una carrera profesional, la gestión tranquila de un legado,
se convierte en un desafío, un proyecto, una cuestión planteada a los cuerpos
que dieron lugar a la ruptura. En lugar de dictar modelos, genera procesos.
Lo cual implica que la danza contemporánea interroga su memoria en su pro-
pio corpus. Es allí donde obras fuertes y necesarias comparten sus urgencias,
sus cuestionamientos. Y el trabajo es más profundo, más artístico también,
cuando vuelve sobre el desciframiento corporal de huellas medio borradas.
Además del Quatuor Knust, se puede citar a la compañía Icosaedre, cuyo
propio título hace referencia a la obra y al pensamiento de Laban. Con el
proyecto Instantes de Europa, esta compañía retoma, según distintas moda-
lidades de transmisiones cruzadas (películas, recreación con los coreógrafos
o sus bailarines, notaciones) obras de Hanya Holm, Harald Kreurzberg y,
más cerca de nosotros, Jacqueline Robinson, Karin Waehner, Dominique
Dupuy.
311
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312
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aquí solamente de jugar con los códigos de los mixed media [medios mixtos].
¿De qué cuerpo es despojo esa camiseta desgastada, pero que parece conservar
la huella de sus perfiles? ¿De qué es emblema, del cuerpo danzante o de su pér-
dida? Por haber sido muy mal y excesivamente explotadas, porque la inflación
de la imagen en la danza se ha hecho en detrimento del texto y de la reflexión,
sin duda demasiado difícil de articular sobre estados de cuerpos, las tecnologías
de reproducción aplicadas a la danza han sufrido cierto descrédito. En este
sentido, el cine o el vídeo, así como la fotografía, pueden destruir, al ocultar,
en provecho de la mera configuración (es decir, de la forma), los procesos de
elaboración, por definición invisibles, que dieron lugar a las tensiones. No obs-
tante, dado que se producirá una verdadera reflexión (hoy en día en curso gra-
cias a la acción de numerosos coreógrafos y bailarines que han decidido asumir
sus propios saberes y recursos), se dará al material iconográfico su importancia
real, se delimitará mejor su identidad. Y sobre todo su inmensa potencia poé-
tica como catálogo del imaginario, mostrado en la propia escala de la danza.
Por último, debido a su utilización permanente en los espacios de trabajo de
la danza desde los años setenta, la imagen se ha integrado poco a poco en los
procesos de pérdida de la coreografía misma, ya que no de pérdida, al menos
de un temblor que la proximidad de la pérdida puede propagar. Su aura o su
ausencia de aura habrán repartido las miserias de la propia historia (considerada
la coreografía desde hace mucho tiempo como un simple «arreglo» de un es-
pectáculo); las tecnologías de la imagen han entrelazado sus propios riesgos de
sobreexposición y de empobrecimiento de la materia. Hasta el descubrimiento
conjunto de Cunningham y Nam June Paik de que esta disipación de la ma-
teria en favor de la aparición y de su sobreevaluación era justamente el nudo
central del arte del vídeo, en relación con la danza: dislocación de los criterios
de lo visible, cuestionarniento de la presencia del cuerpo, siempre al borde de su
propia desaparición en zonas borrosas donde al movimiento le quedaba mucho
por hacer. El vídeo, con ellos, se convirtió en la memoria de una disolución
siempre posible, de una pantalla como superficie de absorción, como campo
de enfrentamiento entre el cuerpo danzante y sus sombras.
314
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34 Susan Bu!rge, coloquio L'ecriture chorégraphique, Poir iers, 1992 (fuente oral).
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35 Ibídem.
316
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Debemos quizá a Mark Franko, más que a ningún otro, la idea de un «inrer-
texto» de la danza, en cuya aplicación él llegó muy lejos. Inspirado en toda
la corriente crítica de la que hemos destacado el pensamiento de Roland
Barthes, supo reunir en un mismo corpus todos los monumentos que sirven
para esclarecer el conocimiento histórico de lo coreográfico. En el caso más
preciso de este bailarín, también historiador de danza antigua, su estudio
de la danza del Renacimiento, por ejemplo, pasa por un «tntercuerpo» que
se manifiesta tanto en las fuentes directas como indirectas, en los tratados de
danza, las literaturas descriptivas o incluso en todos los elementos contextua-
les reducidos a un estado desjerarquizado, implicado en la experiencia de los
cuerpos": Esta metodología, en la captación de los objetos de observación,
es completamente homóloga del continuo de prácticas y saberes de la danza:
antes de la creación, durante la creación, después de la creación, todos parti-
cipan en el mismo hilo que vincula los niveles de experiencias heterogéneas
pero complementarias y todas ellas de igual importancia en relación con una
poética del movimiento. El «intertexto» o «intercuerpo» de la danza adquiere
3(, \1ark Franko. El concepro de «mtcrtcxto» aplicado a los objetos coreográficos se prescnta en
la introducción a The Body In the Renaissance Choreography (I11inois Universiry Press, 1987.
pp. 11-12).
317
LACRE~CE LOCPPE
318
ME~()RIA E IDE~TIDAD
37 Cilles Delcuzc, Critique et clinique, París, Minuit, 1993, p. 11. [Trad. esp.: Crítica y clínica
(trad. Thomas Kauf), Barcelona, Anagrama, 2009].
319
LACRE:\CE LOCPPE
¿Entonces ese algo, tan vivo, tan palpitante de! acto performativo, reside en su
«advenimiento-acontecimiento», es e! todo de la obra? Nos cuesta creerlo. La
obra coreográfica es ante roda un poema de la existencia. Existe por rodas par-
tes y en ninguna parte. Los escenarios de la danza son estados, etapas, incluyen
todos sus estratos intermedios. Y por otra parte no se sabe, ahí reside e! miste-
rio de! acontecimiento danzado, en qué instante de acabamiento o no acaba-
miento nos encontramos verdaderamente en e! momento de un espectáculo.
38 Roland Barrhes, Le bruissement de la langue, op. cir., p. 70. [Trad. esp.: El susurro del len-
guaje, op. cir.].
320
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Lo cual no tiene nada que ver con la calidad material de la ejecución, gene-
ralmente irreprochable en los espectáculos de danza contemporánea. Nadie
ignora que el trabajo de la compañía proseguirá, si le es posible, más allá
de los límites impuestos en la actualización espectacular del acto del que es
portadora. De hecho, lo pasajero no es la danza, sino el espectador que la
atraviesa con su propio cuerpo y su propia historia a lo largo de una velada.
Corresponde al espectador oír el susurro de una efervescencia continua del
cuerpo y el espíritu, cuya experiencia le habrá hecho compartir la obra. Lo
importante, en lo concerniente a la obra, es ver cómo, de una organización
a otra, la percepción puede seguir un proyecto del cuerpo. Y si ese proyecto
puede o no dar sentido a una trayectoria en la que la obra debe permanecer
como un signo, en un recorrido poético del cuerpo.
39 Merce C:unningham, «Function of a T echnique in Dance", en Dance Has Many Faces, op.
cit.: trad. fr. en Nouvelles de danse, 20 (verano de 1994), pp. 34-38.
321
LACRE~C:E LOCPPE
40 [ohn Cage, citado por Daniel Charles en «Poérique de la sirnultanéiré», Revue d'Esthetique
(París), 13-14-15 (Especial [ohn Cage) (1987-1988), pp. 110-190.
322
ME\10RIA E IDE~TIDAD
las herramientas están ahí. Deben ser utilizadas y examinadas a fondo. Para
proseguir el «trabajo de la danza». Para que, fiel a su único legado, que con-
siste en seguir buscando, puedan nacer otros procesos, que lleven más lejos
aún el cuerpo de! bailarín y la apertura de las percepciones que propone.
Pues así es el cuerpo de la danza, de! mismo modo que e! cuerpo de texto
coreográfico, eso que se puede denominar e! «material» y de! cual todo e!
legado moderno, en primer lugar el pensamiento de Laban, nos ha dado,
sin duda una teoría definitiva, sino sus luminosos comienzos. El texto de la
obra, como hemos dicho, es transmitido en primer lugar por el cuerpo del
intérprete. Si existe una «firma» de un autor, esta firma pasa ante todo por la
"firma corporal» que, a través de su propia paleta cualitativa y preferencial,
no solamente lee, sino que desplaza sin cesar e! «foco errante» (travellingfOcus,
en la expresión de T risha Brown, quien sigue siempre su imprevisible tra-
yecto), foco que constituye todo e! presente de la danza. Solo en e! cuerpo de!
41 Michcl Foucaulr, Les mots et les choses: une archéologie des sciences humaines, París, Galli-
mard, 1%6, p. 395. .Trad. esp.: Las palabras y las cosas: una arqueología de las ciencias
humanas (trad. de Eisa Cecilia Frost), Madrid, Siglo XXI de España, 2009:.
42 Jacques Derrida. "La double séance», en La dissemination, ap. cit., p. 234. [Trad. esp.: La
disemtnacion, op. cit.'.
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LACRE~C:E LOCPPE
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LAURENCE LOUPPE
POÉTICA DE
LA DANZA CONTEMPORÁNEA
Continuación
Para Aline Gélinas, in memáriam
Para Aline Gelinas, in mernóriarn
Prólogo.
Aparición de los cuerpos críticos
Jean-Marc ADOLPHE x
[can-Mure Adolphc, ,,'\ascira di un carpo cmico ... en Sivia Fanti/Xing (dir.), Carpo Sottile,
Milan, Lbulibri, 2003, p. 15.
1 jcan-Marc Adolphe, op. cit., p. 13.
2 Esra frase se reproduce en la conrracubierra.
351
LACRE~C:E LOL'PPE
los ojos de los lectores, esta frase revestía a mi modo de ver una importancia
singular. Surgidas de grupos de posición e importancia muy diversos, piezas
como A bras le corps de Boris Charmatz y Dimitri Chamblas (1993), Le
projet de La mattére de Odile Duboc (de! mismo año), Mua de Emmanuelle
Huynh (1994), Végétal de Régine Chopinot (1995), junto a otras que pude
ver mis tarde, como Nom donné par l'auteur de Jérórne Bel (1994), entre mu-
chas obras que cabe citar, manifestaban esto: la determinación de los artistas
coreográficos de romper con [as convenciones estéticas, con las normas que
les eran impuestas por la tradición, la pereza o las programaciones. Gérard
Mayen evoca "nuevas tendencias-". Geisha Fontaine escribe: "A mediados
de los años noventa aparece una corriente de coreógrafos que cuestionan e!
enfoque de la danza contemporánea desarrollada en e! c.irso de los veinte
años precedentes-t. En ese mismo sentido hablo yo de renovación. En efecto,
las vanguardias históricas de la danza, antes citadas, parecían regresar (para
mi felicidad).
3 Gérard Mayen, «Déroures. la non-non danse de présences en marche», Rue Descartes, 44,
p. 11G.
4 Gcisha Fontaine, Les clames du temps, Ccnue :\"ational de la Danse, 2004, p. 93
352
PROLOGO. APARICIOS DE LOS C:CERPOS CRfTIC:oS
353
LACRE"CE LOCPPE
Doy las gracias a todos los bailarines y coreógrafos que dialogaron con-
migo y me acogieron en su proyecto, permitiendo así el surgimiento de nue-
vas percepciones: en particular el Quatuor Knust, Alain Buffard (con quien
trabajé y que me inspiró muchas de las páginas siguientes); y sobre todo LIsa
354
PROLOGO. APARICIO" DE LOS CCERPOS CRÍTICOS
Doy las gracias a los estudiantes del Cefedern-Sud, todos ellos artistas,
que me han permitido elaborar otra visión de la danza-mundo.
Nota: Me ha servido como puma de partida para este libro el texto «Du part inorincl» (Sobre lo
partiturali, escrito en 2002 y publicado en el número especial de art press: médium danse, 23
(pp. 32-39), algunas de cuyas secciones he desarrollado. Asimismo, la intervención sobre
Stan Douglas (a quien volveré a referirme más adelanre) figuraba en el programa Un diman-
che une oeuure (Un domingo una obra), en mayo de 1998.
355
La danza hoy: ¿qué tiempo(s)?
Walter BE~JA~I~~
Theodor W. ADOR~O··
Geisha FO~TAI~E····
Walter Benjarnin, Das Passagen-Werk (cd. Rolf 'Iiedemann), 2 vols., Fráncfort del Meno,
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Herrera y Fernando Guerrero), Madrid, Akal, 2005, p. 397].
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Meno, Suhrkarnp, 1980, trad. fr.: Minima moralia, réflexions sur fa ute mutilee, París, Payot,
1980, reed. en bolsillo, Payot-Rivages, p. 292. "Irad. esp.: Minima moralia: refleXIOnes desde
fa vida dañada (trad. de Joaquín Chamorra), Madrid, Akal, 2006, p. 226].
Gilles Deleuze y Félix Guartari, Qu 'estoce que fa philosophiei, París, Minuir, 1991, p. 108.
:Trad. esp.: ¿Qué es fa filosofié (trad. de Thomas Kauf), Barcelona, Anagrama, 2009].
Geisha Fontainc, Les danses du temps, op. cit., p. 7.
357
LACRE'>;CE LOCI'I'E
CO:'\TE\1PORÁ:'\EO-CO:'\CO\1ITA:'\TE
358
LA [)A~ZA HOY: ¿QCI: 1'IE.\11'O(S)'
que la institución no debe realizar un juicio de valor entre esos «géneros» para
la atribución de las subvenciones, sino investigar el valor intrínseco de cada
obra. En cambio, el artista (en primer lugar) o e! crítico no tienen las mismas
responsabilidades que la institución: su implicación en e! arte contemporá-
neo (aunque se mantengan críticos en relación con sus niveles de calidad) es
esencial, y autoriza toda la firmeza necesaria en sus opiniones.
PRESE.:\TE ACTL\L
3 Penser la danse contemporaine (dir. Véronique Fabbri), Rue Descartes, 44 (verano de 2004).
4 [acqucline Caux, -Pcnser les contours du corps». Entrevista con Xavier Le Roy en art pres;,
266, p. 22.
359
LACRE~CI': LOCP!'E
5 Merce Cunningham: «en art impermancnt», Te! Que! (mayo de 1965). Reproducido en
Isabelle Ginor y Marcelle Michel, La dame au 20' siécle, París, Bordas, 1995.
6 Michel Foucaulr, Arcbeologie du sauoir, París, Ga!limard, 1969, p.l72. [Trad. esp.: La
arqueología de! saber (trad. de Aurelio Garzón del Camino), Madrid, Siglo XXI, 2009:.
7 Gilles Deleuze y Félix Cuatrari, op. cit., pp. 107-108. [Trad. esp.: ¿Qué es la filosofié,
op. cir.],
8 G. Didi-Huberman, Deuant le temps, histoire de l'art et anachronisme des images, París,
Minuit, 2000, p. 117.
9 Walter Benjamin, Paris, capitale du XIX siecle, citado en G. Didi-Huberrnan, ibídem.
p. 131.
360
LA DA:\ZA HOY: ¿QCIó. TIEMPO(S)?
NCEVO PRODL'CTO
Es sabido que el último producto lanzado al mercado del arte tiene la ventaja
de ser «nuevo», en relación con lo que ha «envejecido». Categoría a la que el
producto en cuestión se unirá pronto, en cuanto se agoten sus criterios de
novedad. Oponerse a este valor mercantil del último producto forma parte
de las estrategias de los coreógrafos actuales. jérórne Bel, en Le dernier spec-
tacle (El último espectáculo): no producir un objeto original, sino reciclar
formas ya creadas (un solo de Suzanne Linke, Wandlung, Transformación,
1978) de figuras literarias (Harnler) o de seres ya existentes (André Agassi)
puede considerarse como una forma de resistencia a la creación de productos
siempre «nuevos»:'. El coreógrafo sostiene que lo hace por "pereza». Pereza,
cercana a la «fatiga» que Roland Barthes consideraba componente de lo «neu-
tro». Veo ahí también una especie de preocupación económica, se puede
hablar también de ecología: no dilapidar los bienes inútilmente y sobre todo
10 Roland Barrhcs, Le neutre. Course au College de France (J 911- J918) (texto fijado y anotado
por Thomas Clerc), París, Seuil-I\1EC, 2002, pp. 38, 251, 254. [Trad. esp.: Lo neutro,
notas de cursos y seminarios en el Col!ege de France (trad. de Patricia Willson), México, Siglo
XXI, 2004
11 En el curso de una (notable) conferencia (Centre );a:ional de la Dansc, 30 de septiembre
de 2004), Bel declaró haberse sentido :mpresionado por un trabajo de Maurizio Catel1an
que reproducía de manera idéntica una instalación de Carsren Holler situada en una galería
próxima. );0 se trata, por tanto, de i.n re-make, lo que significaría tomar una obra del pasado
y rehacerla, sino de una copia por contigüidad y simultaneidad. Esta actividad fue comen-
tada por Laurcnr Goumarre en -L'arr déceptif ou la coproduction dun arr conrcrnporain»,
en L 'art comme expérience (dir. Paul Ardenne), Dis-voir, 2003. "Con estas reproducciones
que coexisten con las obras modelo presentadas en una unidad de lugar y de tiempo, la
arrista frustra la originalidad de la crítica de lo nuevo» (p. 114). De este modo -prosigue
el autor-, se desbarata la "firma» y la «subjetividad» del artista. Se podría ahondar en esa
reflexión con la integración de los ready-made de Duchamp, reproducción de objetos en
serie, qJe banalizan aún más la «novedad» del producto. Vemos así hasta qué pUnto es
esencial esta actividad en el arre contemporáneo.
361
LAL~RE~C:E LOCPPE
12 Dororhea von Hantelrnann, «Una conversazione con Xavier Le Roy» (diciembre de 2002-
enero de 2003) en Silvia Fami/Xing (dir.), op. cit., p. 95.
13 Véase Laurence Louppe, «Voyage dans l'oeuvre de Trisha Brown», Nouvelles de Dame, j7
(octubre de 1993), pp. 13-18.
14 «Penser les conrours du corps». op. cit., p. 22.
15 Gilles Deleuze, L'image-temps, París, Minuit, 1983, p. 58. [Trad. esp.: La imagen-tiempo:
estudios sobre cine 2 (trad. de Irene Agoff), Barcelona, Paidós Ibérica, 2007]. Permítanme
una incursión más en estos términos que permiten relativizar (¿desacreditar tal vez?) su uso:
pues el cine "clásico", iniciado a comienzos del siglo xx, corresponde al tiempo del arte
moderno, y el cine «moderno» al tiempo del arte contemporáneo ... Jacques Ranciere repro-
chó recientemente a Deleuze la fijación de esta periodización (Les vendredis de la philosophie,
emisión del 14 de enero de 2005. Véase también La Jable cinématographique, La Différence,
362
LA DA:--;ZA HOY: ¿QCÉ TIEMPO(S)?
Historia en juego puede, por otra parte, suscitar procesos inéditos. Alain
Buffard, a propósito de Dernier Spectacle (Último espectáculo) de Jéróme
Bel: "Yo le pondría un subtítulo, La danza de los aparecidos, hasta tal punto
este espectáculo apela a un trabajo profundo de la memoria por parte de
los bailarines y de nosotros mismos... Inscribe una impronta histórica en e!
cuerpo de los bailarines y, por su propio recorrido histórico, ligado al expre-
sionismo alemán, inscribe y reinscribe la Historia a través de toda una red de
historias». Y añade: "Durante la pieza, e! presente se mezcla con e! pasado,
como si la Historia se estuviera haciendo ante nuestros ojos. Como si se par-
ticipara en la genealogía de la obra, de la danza, de sus historias múltiples»!",
Por otra parte, las obras de! pasado contienen un yacimiento de recursos aún
inexplorados, incluso no explotados. Gérard Mayen, en referencia a un taller
de Sylvie Giron sobre ciertos solos de Dominique Bagouet, recuerda "esa
tarea que se fijaron los Carnets Bagouet: comprometer su memoria corporal
de antiguos intérpretes para que quienes hoy siguen sus pasos no se limiten
solamente a la exactitud de las formas, sino que se aproximen más fielmente
a una precisión de los estados. Esta era la calidad de presencia inaudita y
singular del intérprete-creador con la que vibraban las piezas del coreógrafo
cuando estaba vivo». Ya propósito de la Soirée Bagouet (Velada Bagouet)
con la que terminaba el taller: "... las bailarinas de la Soirée Bagouet han so-
brepasado esta etapa. Han podido asumir la libertad de crear piezas nuevas
inspiradas en su propio sentimiento del solo. Se ha vivido así un momento
excepcional, portador de una enorme apertura. Se han visto actuaciones yex-
periencias de 2004, con vídeo en bucle y todo lo necesario, frescas y vibrantes
en cuerpos y espíritus de hoy»:", En la entradilla del artículo, e! autor evoca
una "presencia actual» (¿lo actual de Foucault, siempre en devenir?). Paul
Ricoeur: "... hay que luchar contra la tendencia a no considerar el pasado
más que bajo el punto de vista de lo acabado, de lo inmutable, de lo cadu-
cado. Hay que reabrir el pasado, reavivar en él potencialidades incumplidas,
prohibidas, incluso destrozadas»:'. La recepción de las obras de Dominique
2004). :Trad. esp.: La fibu!a cinematográfica. reflexiones sobre la ficción en el cine (trad. de
CarIes Rache Suárez), Barcelona, Paidós Ibérica, 2005;.
1G Alain Buffard y Xavier Le Roy, «Dialogue sur et pour jérómc Bej.., Mouuement, 5 (junio-
septiembre de 1999), p. 31.
l? Gérard Maycn, -Bagouer redétini, indéfini » , www.mouverncnt.nct (primavera de 2004).
Este taller Impartido por Sylvic Giran, antigua socia de Dominique Bagouet, por iniciativa
de Anrie-Karine Leskoop en torno al concepto de intérprete, se desarrolló en la Universidad
de París VIII.
18 Paul Ricoeur, Temps et récit, vol. III, Le temps raconte, París, Seuil, 1985, reed. col. Poinrs,
p. 390. :Trad. esp.: Tiempo y Narración, I1I, El tiempo narrado (trad. de Agusrín ~eira
Calvo), México, Siglo XXI, ¡ 99V
363
LACRE~C:E LOCPPE
364
Partituras
Las fuerzas externas (la gravedad, el impulso, el roce, las fuerzas centrífu-
gas y centrípetas) así como las fuerzas internas (la respiración, los huesos, el es-
tado muscular, el grado de tensiones, los esquemas familiares), los parámetros
del entorno (el suelo, la temperatura, las dimensiones del lugar, el momento del
día, la organización de las duraciones). El juego de estas fuerzas entre sí es lo
que constituye la partitura. El reto consiste en poner a prueba su variedad y
sus límites.
Steve PAXTO:-';*
Las partituras están por todas partes. Pueden revestir una infinidad de
formas y naturalezas. Lawrence Halprin ha dedicado una parte importante
de sus reflexiones al concepto de partitura. En su opinión, pueden inventa-
riarse en «todos los campos de las actividades humanas. Incluso una lista de
la compra o un calendario, por ejemplo, son partiruras-". Nos encontramos
en tal caso frente a partituras «encontradas», que ya estaban allí, ready mades
365
LACRE'\CF LOCPPF
366
PARTlTCRAS
367
LAL:RE'.;CE LOL:PPE
7 Ibídem, p. 4.
8 Ibídem.
9 Ibídem.
368
PARTITCRAS
10 Geisha Fontainc, Las danses du temps, rechercbe sur la notion de temps 01 danse contemporaine,
tesis doctoral, e niversidad de París 1, Panrhéon-Sorbonnc, 2002.
II .'v!yriam Courfink, "De L 'ÉcarÚlte a Contraindre» en. Sivia Fanri/Xing (dir.), op. cir.,
p. 119.
12 Véase Gourfink-.'v!arrhourer-Voisin, "LOL: un environnernent expérirnenral de cornposi-
rion chorégraphique » , Édart S, 2 (2001), p. 2.
LACRE'-:CE LOCI'I'E
13 Roben Morris, ,Sotes on dance», Tulane Drama Review, 10, núm. 2 (invierno de 1965).
pp. 179-190.
370
PARTITCRAS
ll¡ Arma Halprin, -Yvonnc Raincr intcrviews Anna Halprin», Tulane Drama Review, 10,
núm. 2 (invierno de 1965), pp. 142-166; trad. fr. en Nouuelles de Dame, 36-37 (invierno
de 1998), pp. 156-182.
¡5 Ibídem, p. 158.
16 Para la documentación sobre Constructions, véase Simone Forti, Manuel en Mouuement,
trad. fr. en Nouuelles de Dame, 43-44 (otoño-invierno de 2000).
371
LACRESC:E LOCP!'E
e imprevisible, las colisiones entre las carretillas, sino también los gritos de
pavor de sus ocupantes. En este mismo sentido, en numerosos trabajos del
[udson Dance Theater se utilizarán objetos como partituras para recorridos.
Se puede ver ahí, desde luego, como Sally Banes en su primer estudio de esta
corriente en 1977 (la célebre Terpsichore in Sneakers), un enfoque del objeto
mediador, como factor supremo para eliminar «el drama del espectáculo de
danza, sustituyéndolo por un propósito directo y funcional»!", es decir, una
herramienta de transformación estilística. Más adelante, con la perspectiva
que podemos tener hoy sobre ese grupo mítico de artistas, Banes modula su
análisis y ve el objeto como «constructor de danza» apoyándose para ello más
en particular en el texto de Robert Morris (antes citado). Para Morris, los ob-
jetos eran superiores a las «tareas» como medios para resolver los problemas
y así crear una estructura para la danza. Y para enumerar los «problemas» en
cuestión, que no son otros que los de una partitura composicional «como
establecer una relación entre los movimientos, el espacio y la duración, des-
plazar el "foco" entre "lo egocéntrico y lo exocéntrico'o'", Incluso aunque los
términos precisos del encuentro con el objeto no se establezcan en detalle,
el objeto-partitura contiene en sí todos los movimientos que puedan servir
para su manipulación: hoy la «lectura» de objetos o elementos del entorno
sirve a veces de «partitura» en los talleres de Simone Forti 19. En este caso, la
partitura es anterior al acto perjormatiuo, como sucede con las «retículas» que
Susan Buirge utiliza para sus coreografías y algunos de cuyos procedimientos
comparte en el curso de su enseñanza.
372
PARTITCRAS
20 Laurcnce Marthouret, «Cornmenr une écriture (notation) du mouvernent peut amener une
réflexion sur l'écriture dans le sens de composirion du mouvernenr», Éelart S, op. cir., p. 3.
21 Lisa Nelson, «Scnsar icn is the Irnage», Writingon Dance, 14 (1994); trad. fr. en Nouuelles
de Danse, 38-39, pp. 144-148.
373
LACRE~C:E LOCI'I'E
374
PARTITl:RAS
25 A propósito de! Paulllon pour Lote Fuller, convencida de! aspecto partitura] de la puerta,
soliciré a Bernard Blisrénc, comisario de la exposición Danses tracées, que la incluyera en la
exposición: además de la perturbación que provoca e! hecho de cruzarla, e! senrimienro de
linealidad del riempo era perturbado por e! hecho de que, al cruzar aquella puerta, se pasaba
de las no raciones conrem poráneas a las noraciones barrocas.
24 Chrisrian Boltanski, A propos de Dominique Bagouet, entrevista en vídeo por Charles Picq,
colecciones de la Maisori de la Danse de Lyon, 1995.
LACRE~C:E LOCl'PE
376
Cartografía
El solo Good BOJ (Buen chico, 1998) de Alain Buffard se desarrolla con
cuatro tubos luminiscentes al fondo del escenario (discreto homenaje a Bruce
Naurnan). Después de un cierto tiempo de inmovilidad, el artista presenta
su cuerpo bajo todos los aspectos. Está desnudo y, al comienzo de ese giro,
creemos asistir a una demostración antropométrica. Pero la mirada capta
enseguida otras singularidades. U n cuerpo rechoncho, marcado por el trabajo
de la danza, deliberadamente lampiño. Cuando el bailarín realiza un giro,
el espectador puede apreciar las diferencias entre los puntos de vista sobre el
cuerpo. De perfil, con el saliente de los omóplatos y las nalgas. De espaldas:
el cuerpo desprende toda su capacidad postural", fuerza liberada en su zona
dorsal, dice más cue la zona frontal del cuerpo. Se da la vuelta de nuevo. De
frente: constituido por grandes placas que podrían ser nombradas y que de
pronto resultan innornbrables, hasta tal extremo el conjunto de ese cuerpo,
como intensidad de estar allí, rechaza todo detalle anatómico. Estar frente
3 Martine Pisani puede referirse al rostro como «mediador del encuentro con el público».
Pero con límires: «Siempre desnudo, es no obstante secrero, singular, absorbido en el i ntc-
rior» (citado por David Bernadas, www.mouvernent.net).
4 Como a menudo sucede entre iguales, Los participantes en este proyecto pueden ser
coreógrafos (Régine Chopinot, Mark T ompkins, Cécile Proust, Rachid Ouramdane, Julie
Nioche, Ella Fatourni, Vera Mantero, Jennifer Lacey y muchos otros...), artistas coreográfi-
cos de capacidades múltiples (T risha Baumann) o incluso intérpretes desde mucho tiempo
antes junto a Alain BufFard (Anne Laurent). Reunión de personalidades cómplices y de
amigos que se reagrupan en torno a una visión estética y un proyecto compartidos. Estas
reuniones dan lugar a la formación de «bandas» a la va incluyentes y excluyentes. Sería
deseable una investigación sociológica. Por desgracia, existe un gran déficit de ese tipo de
estudios en lo relativo a las comunidades coreográficas.
378
CARTOGRAFÍA
MIS RECCERDOS
Vito Acconci, Using the Body as a Place (Uso del cuerpo como lugar,
1972): el artista desnudo y erguido mueve su mano delante de su torso.
El cuerpo-paisaje que sirve de fondo acoge este desplazamiento de un
miembro-objeto (la mano) convertido en casi extraño para su dueño'. Se
puede mencionar a este respecto el sugerente planteamiento de Didier An-
zieu, que convierte el «yo-piel» en un fondo sobre el que destacaría una figura
en movimiento'. Analogía pictórica, especialmente apropiada en este caso,
pues el paso de la mano del artista sobre su propio cuerpo, como metáfora del
trazado, podría hacer referencia al nacimiento mismo de la figura. Y ello sin
379
LACRE:-';CE LOCPrE
9 Sreve Paxton, «Drafring Interior Techniques», Contact Quarterty, 18, núm. 1 (1990); trad.
fr. en Nouvelles de Danse, 38-39 (primavera-verano de 1999), pp. 121-122.
380
CARTOGRAFfA
tratar de acceder a esa Iibertad»!". ¿Encontrar el neutral doer (el agente neu-
tro) con el que había soñado la danza minimalista? ¿Será entonces la libertad
esperada por Bel aquella «libertad del arte», de la que habla Jacques Ranciere,
que no podría obtenerse sino al precio de «la pasividad de la materia»? 11.
Un cuerpo que ya no emite signo, pero que, no obstante, cubrirá su propia
superficie (tocar, señalar, escribir con lápiz de labios) como si se hubiera
convertido en la página blanca donde pudiera descifrarse su propia historia,
incluidos los códigos culturales e identitarios que señala al mismo tiempo
que intenta deshacerse de ellos. En consecuencia, el propio cuerpo que con-
siente su cosificación se deja explorar. Por fuera, dado que la manipulación
o la exhibición toca los contornos y el envoltorio cutáneo. Por dentro, como
visión de paisaje visceral tal como lo despliega la artista Mona Hatourn en
Corps Étranger (Cuerpo extraño, 1995): un vídeo que se muestra a la mirada
en vertical a través de un monitor en forma de orificio, obtenido gracias a una
radiografía filmada en las entrañas de la propia artista. La circulación interior
permite descubrir paisajes insospechados; paredes blanquecinas de las vísceras
y, sobre todo, desplazamiento de la cámara que nos lleva, a través de túneles
diminutos, por un camino iniciático hacia lo desconocido de nosotros mis-
mos. Es decir, en ambos casos, un cuestionarniento de lo visible y lo invisible
del cuerpo (banalizado, es cierto, por las experiencias de la ecografía), pero
que, no obstante, propone un teatro de anatomía interna. Esta lectura del
CLerpo bajo el ángulo orgánico (fragmentario o global) puede efectuarse tam-
bién mediante un enfoque sensorial. Ejercicios en el suelo, como en Helix
(Hélice) de Steve Paxton ? permiten examinar la configuración del cuerpo a
través de los apoyos, las sensaciones, los intercambios de tensiones. Helix: es
decir, la escultura helicoidal, volumétrica, del cuerpo humano. Se trata de
una serie de giros que reexaminan, de forma metafórica, podría decirse que
mediante transcripción, elementos esenciales de la locomoción humana. La
superficie del suelo se vuelve entonces receptora-lectora del paisaje corporal
en relación con la partitura-piel. En este sentido, el campo coreográfico es
ciertamente el lugar donde se manifiesta de forma más incisiva la distancia-
intersección entre lo «óptico» y lo «háptico»!". El tacto es un componente
381
LACRE'-:CE LOCPI'E
BODY PARTS
Nikolais con sus body pans [partes del cuerpo]: declinación corporal de aisla-
mientos. Cada una de esas partes del cuerpo se convierte en protagonista
por separado, pues las manos, los hombros, los brazos son habitados por un
descentramiento, una energía circulante que se propaga a través del cuerpo.
Planteamiento somático de Moshé Fe!denkrais: elegir un lugar de!
cuerpo, que se convertirá a la vez en el medio, el objeto y el agente del movi-
miento. Exploración propicia para descubrir lo inesperado del cuerpo: no se sabe
todo lo que puede hacer esa pequeña parcela de cuerpo, ese pequeño rincón, esa
articulación que se despierta, se reaviva, reconquista una importancia central. Y
así ver cómo alrededor de ese punto todo se desorganiza durante un instante,
dejando al sujeto en un estado de cuestionamiento, a partir del cual podrá
reajustar su cuerpo de manera consciente. Importancia por tanto de la nomina-
ción y del enunciado que dirigen las investigaciones. El responsable de la sesión
lo háptico hacia lo óptico, con la progresiva primacía de la visión sobre el tacto. Estos conceptos
fueron retomados y orientados en sentido distinto por Gilles Deleuze en Francis Bacon, logzque
de la sensation, 2 vols., Seuil, 1981 (col. L'ordre philosophique). [Trad. esp.: Francis Bacon: 0gica
de la sensación (trad. de Isidro Herrera Baquero), Madrid, Arena Libros, 2005;.
14 Chrisrine Buci-Clucksrnan, L 'oeil cartographique de l'art, París, Galilée, 1996, p. 75.
15 Ya he mencionado esta pieza, para mí emblemática, en «Lisiere, peau, nudité», art press, 232
(febrero de 1998), pp. 57-62
382
CARTOGRArfA
se convierte en guía del recorrido del cuerpo, como si nos hiciera visitar un
museo o un espacio y nos señalara los distintos lugares, que generalmente
desatendemos u olvidamos. El hecho de que el cuerpo esté tumbado libera
al sujeto, que deja de inquietarse por la búsqueda de la verticalidad. Por su
concentración extrema en una parte del cuerpo, el método Feldenkrais me
recuerda la fuerza poética de los blasones medievales o renacentistas. Pero la
diferencia es grande: en la práctica de Feldenkrais, se trata de relacionar
la experiencia de un detalle anatómico con la globalidad del cuerpo. Y de ob-
servar cómo resuena esta modificación en el conjunto del ser físico, cómo es
«acogida», según la expresión de un profesional muy estimado por los baila-
rines, Claude Espinassier. Mencionemos de nuevo el blasón: la celebración
de un trozo de cuerpo, y únicamente de ese trozo, arrancado en cierto modo
a la persona entera, objeto de culto (erótico) como si fuera una reliquia)' el
resultado de un largo y minucioso desarrollo. Encontramos el blasón hoy en
el arte de alguien como Mapplethorpe, que saca en sus fotografías fragmentos
corporales aislados". Lo mismo sucede con las meditaciones barrocos sobre las
partes del cuerpo de Cristo'". Los elementos mencionadas son sobre todo los
lacerados: los pies clavados, el costado lanceado, las rodillas quebradas, otros
tantos estigmas que pueden migrar del cuerpo adorado al cuerpo adorante, de
una piel a otra piel, reconduciendo cartografías nuevas incesantemente. Cuerpo
despiezado verbalmente en parcelas anatómicas. Pero la cartografía puede tam-
bién volverse activa y producir modos operativos. Aatt-enen-tionon, de Boris
Charmatz (1996), mostraba a tres intérpretes en tres estrados superpuestos y
bastante elevados, que «construyen» un dispositivo generador (nos acordamos
de las Constructions de 5imone Forti). Para numerosos artistas coreográficos
actuales, es importante subrayar las condiciones de la representación, la forma
en que se dirige la mirada, sin obedecer (o bien obedeciendo pero de manera
crítica) las tradiciones del escenario frontal, durante mucho tiempo conside-
rado el marco «natural" del espectáculo. Repartidos por todas partes en una sala
sin asientos, los espectadores ven las actividades coreográficas desde abajo hacia
arriba. Cada intérprete va vestido con una camiseta, ropa asexuada que llevan
puesta sin ropa interior. La visión es inevitable sobre las body parts que son
1GRaben Mapplcrhorpe: «Considero que las pollas u otras pancs de! cuerpo son retratos».
-Portrairs de corps ou de choses», entrevista con Edirh Coltrel en art press, 242 (enero de
19991, p 37
17 A este :cspccto, cabe mencionar la cantara de Buxrehude Membra [esu nostrt, cuyas palabras.
scgún el librero quc acompaña al disco, habrían sido escritas por san Bernardo de CIaraval
(Coros de Radio Svizzera, Lugano, y conjunros instrumentales bajo la dirección de Diego
Fasolis. disco dc :\axos DDD 8553787). He escuchado esra cantara durante la escritura dc
este capírulo.
383
LACRE:;CE LOCPl'E
los sexos de los bailarines, expuestos a las miradas con gran indiferencia. Pero
las partes del cuerpo, como el movimiento generalmente desajustado, cum-
plen la función de trenzar «agenciamienros» [agencements] (que tanto gustaban
a Deleuze), relaciones contradictorias y complejas, incluso, como dice Boris
Charrnarz, «inextricables». Al igual que nuestro lugar en cada caso depende
inexrricablemente de nuestra personalidad y de nuestra posición con respecto
a los otros dos, las camisetas afirman para e! cuerpo danzante la no equivalen-
cia de las partes del cuerpo, lo que muestra claramente que, aunque se pueda
mover tanto la cabeza como e! vientre, no se les puede asignar e! mismo valor
intrínseco que arrastra a cada parte del cuerpo en conjuntos inextricables de
significaciones 18.
18 Boris Charmarz «Contre-éden-, [ournal de ¿'ADC (Ginebra), 14, (abril de 1997). Reprodu-
cido en Mouuement, 1 (:\"ueva serie) (junio-agosro de 1998), p. 33.
19 Jacinto Lageira, "Gary Hill», en L 'image du monde dans le corps du texte, Bruselas, La Lettrc
Volée, 2003, pp. 34-35, texro aparecido por primera vez en el catálogo de la exposición
donde figuraba esta instalación, Centre Pornprdou, 1992-1993.
384
CARTOGRAFÍA
20 Tomo prestada esta expresión de Évelyne Grossmann. «Lire, délier, délirer Artaud», Magazine
Litteraire, 434 (sepnernbre de 2004), pp. 20-23. Ya en Debors la dame (RrOZ, 2000), en un
imercambio de correos electrónicos con Marhilde Monnicr, [ean-Luc :\aney escribe «dislo-
cap, ~diswquerj :cirado ames de nosotros en Estclle Jacoby, Dialogues el convergences entre !4
dame el !4 poésie au XXe siecle, tesis doctoral, Universidad de París VIII, diciembre de 2003
(inédito). .
21 Évelyne Grossmann, La défiguration, Artaud-Becleett-Michaux, París, Minuir, 2004, p. 25.
22 «Penser les conrours du corps», entrevista con Jacqueline Caux en art press, 266 (marzo de
2001), p. 20.
385
LACRE~CE LOCI'PE
23 Francoise Parfair, Vidéo, un art contemporam. Regard, 2001, p. 206. Un poco más
adelante, Francoise Parfait menciona arra fldshback, el de Cunningham en su visita a Léo
Castelli en su galería, filmado por :\"am [une Paik (Merce by Merce by Maree!by Paik, 1975).
De hecho se trata de una alusión (rnedianre analepsis) del Homme descendant l'escalier
(Hombre bajando la escalera) de Duchamp. La cámara cuestiona nuesrra percepción del
espacio y del tiempo, como lo hace Xavier Le Roya partir de una práctica específica.
24 Jean-Charles Massera, en «Chorégraphies d'enrreprise er mondialisarion des attirudes».
actas del coloquio -Dansc, langage propre cr mérissage culture]» (Danza. lenguaje propio y
mesrizaje cultural), Monrreal, Parachure, 1999, pp. 183-189.
25 «Penser les conrours du corps", op. cir., p. 22.
386
CARTOCRAFfA
26 "Les bod)'made de Laurcnt Coldring», entrevista con ]acqueline Caux en art press, 242
(1999), p. 40.
T Ibídem, p. 42.
28 :\0 añadiremos, desde luego, bodyparts a esa lista. Pues el trabajo de Goldring, como el de
Xavier Le Roy, intenta, por el contrario, hacer el cuerpo ilegible, indistinto, sin marcación
posible de un miembro o de un órgano.
29 "Les bodymacie de Laurcnt Coldring», op. cir., pp. 43-44.
30 Ibídem.
387
LACRE~C:E LOCHE
388
CARTOGRAFÍA
ÓRGA~OS-ORGA~IS\10-0RGA~IZACIÓ~
El cuerpo es el cuerpo
está solo
y no necesita órganos ...
los organismos son e! enemigo de! cuerpo".
35 Anronin Arraud, Oeuvres Completes, París, Gallimard, 1%4, tomo XII1, p. 287. [Trad. esp.:
Van Gogh: El SUICIdado de la sociedady Para acabar de una vez con el[uicio de Dios (trad. de
Ramón Font), Madrid, Fundamentos, p. 277; .
.3(, Gj\lcs Dcleuze y Félix Guarrari, Capltalisme et schizopbrenie, tomo 2. Mille Plateaux, París,
Minui-, 1980, pp. 1%-197. [Trad. esp.: Mi! mesetas. Capitalismo y esquizofrenia (rrad. de
José Vázquez Pérez y e mbe1ina Larracelera), Valencia, Pre- Textos, 2008, pp. 163-164].
37 Georges Baraillc, «Abatroirs», en Documents, citado en L 'inftrme mode d'emploi, op. CiL,
p.49.
38 Yves-Alain Bois y Rosalind Krauss, op. cit., p. 50.
389
LACRE:\CE LOCPl'E
39 La ilusión de transgredir las reglas de composición, creada por una enseñanza normativa,
forma parte de lo que yo denomino la «novela familiar de la danza francesa» (según la idea
de «novela familiar» desarrollado por Freud en Moisés y el monoteísmo). En efecto, durante
los años ochenta. se dieron en Francia muy pocos cursos de composición (con la excepción
de los de Susan Buirge y Carolyn Carlson y, durante muy poco tiempo, los de :\"lkolais en
el C:\"DC de Angers, de quien fue alumno A1ain Buffard. Otros, como los cursos más que
discretos de Jacqueline Robinson, nunca llegaron a constituir un modelo). Siempre se daba
preferencia a los cursos técnicos, sobre todo a la técnica de Cunningham.
40 Véase la excelente evocación de esta pieza por Chrisrophe Waveler, «Restes, débris, rebuts,
lambeaux, éclats er auires morceaux», en Medium danse, art press, número especial 23
(otoño de 2002), pp. 48-55.
41 Lygia Clark, carálogo de exposición, Marsella-Bruselas, 1998, p. 180.
390
Varios cuerpos
Ronald BARTHES*
jérórne BEL**
Roland Barthes, le plaisir du texte, París, Seuil, 1973 (col. Tel Quel), p. 29. [Trad. esp.: El
placerdel texto) Leccián inaugura], Madrid, Siglo XXI, 2007, p. 13:.
]érómc Bel -Quils crevenr, les arnsrcs-, a propósito de SelfUnfinished de Xavier Le Roy, en
Médium' danse, art press, número especial 23 (2002), p. 95.
\1ichel Bernard -Scicnce cr lictlon, ou les effets érranges de trois chiasmes sensoriels»,
Nouuelles de Danse, 17 (octubre de ; 9')3), reproducido en De la creatton chorégraphique,
Pantin, Centre :-;ationai de la Danse, 2001, pp. 95-100.
2 \1aurice Merlcau-Pontv insiste en "la reversibilidad de lo visible y de lo tangible" en Le
uisible el l'invisibie (París, Callimard, 1964, recd. col. Tcl, p. 188). [Trad. esp.: Lo visible y
lo inuisible, Barcelona, Seix Barral, 1970:. L na idea especialmente interesante para el bai-
larín: es el sujeto de su propia mirada (función esencial, incluso y sobre iodo en el caso de
la visión periférica). Al mismo tiempo, es captado en la mirada del otro. Este intercambio
entre miradas forma parte de los elementos fundamentales de la danza. En cuanto a la
reversibilidad de lo rangible, el bailarín que toca y es tocado no deja de experimentarlo en
el marco de la contact improuisation, auténtico laboratorio de lo tangible.
391
LACRE~C:E LOCl'PE
Dominique Dupuy organizó los encuentros anuales Autres Pas (Otros pasos)
que dieron un impulso irreversible y fecundo a la reflexión sobre la danza
(uno de ellas, por otra parte, se titulaba Autres corps, Otros cuerpos). Con-
cepto de alteridad importante en lo concerniente al sujeto y a los cuerpos:
siempre hay otro cuerpo en alguna parte que nos asedia. Empezando por
los «dos cuerpos del rey)', tema al que Ernst Kantorowicz ha dedicado una
lectura deslumbrante. Los Inftrmes de Plowden, debidos a un cronista inglés
del siglo XVI, confrontan como en un espejo el cuerpo «natural» y el cuerpo
«político»: «El cuerpo político -cornenra el historiador- no solamente es "más
amplio y extenso" que el cuerpo natural, sino que en él residen fuerzas real-
mente misteriosas que actúan sobre el cuerpo natural mitigando, e incluso
3 Roland Bartbes par Roland Barthes, París, Seuil, 1975 (col. Écrivains de roujours), p. 133.
[Trad. esp.: Roland Barthes por Roland Barthes (trad. de [uliera Fombona de Sucre), Barce-
lona, Paidós Ibérica, 2004].
392
VARIOS CCERPOS
I¡ Frnst Kantorow.cz, fhe king's tu.o bodies; a study In mediaeval political theology, Princeron
(:\J), Princeron Lnivcrsiry Press. 1957; trad. fr.: "Les deux corps ¿u Roi», en Üeuures, París,
Gallimard, 2000 (col. Quano). 'Trad. esp.: Los dos cuerpos del rey: un estudio de teología polí-
tica medieval (trad. de Susana Aikin Araluce y Rafael Blázquez Godoy), Madrid, Alianza,
! 985:.
5 Ibídem.
(í Ibídem, p. 955. Véase también Mark Franko, -Double Bodies: AnJrogyny and Power
in the Performances of Louis XIV», The Drama Review, 144 (invierno de 1994),
pp. 71-82.
7 Clérnenr Rosser, lmpressions Júgztives: l'ombre, le rept, l'écho, París, Minuir, 2004, p 11.
Véase del mismo autor, Le réel et son double, París, Gallimard, 1976. [Trad. esp.: Lo realy
su doble (trad. de Enrique Lynch), Barcelona, Tusquers, 1993].
LACRE'\CE LOCPPE
8 Anne-Marie Duguet, "Le double au coeur des dispositifs élecrroniques explorés par les
artistes», en La question du double, actas del coloquio, publicacióin de la École Régionale
des Beaux-Arts du Mans, 19%, p. 176.
9 Una exposición de Mike Kelley se tirulaba The Uncanny (2002), término que traduce (con
igual dificultad en inglés que en francés) el concepto" Unheimlicb», desarrollado por Freud.
El catálogo de la exposición FouI Perjection fue publicado por MIT Press.
394
VARIOS CCERI'OS
395
LACRE:"CE LOCI'l'E
3%
VARIOS CCERPOS
Las palabras afectan al cuerpo. La palabra del seguidor del método Feldenkrais
guía al sujeto en la investigación interior. Las palabras que designan partes del
cuerpo llevan al practicante a centrar su atención en determinados lugares
del cuerpo que, en consecuencia, reviven, se manifiestan, de forma creciente.
y sobre todo, mediante esas palabras que «despiertan» determinadas zonas,
el sujeto está en condiciones de descubrir qué parte olvidada ocultaba su
cuerpo. En este sentido, el crítico Gerald Siegmund se refiere a la multipli-
cidad de los discursos que se cruzan en el pensamiento y la obra de Xavier
Le Roy: «Para él, el cuerpo es interrelación entre varios discursos sobre el
cuerpo que deben en primer lugar establecer su tema de investigación. Así, en
Product o[ Circumstances (Producto de las circunstancias, 1999), donde uti-
lizaba su propia biografía como hilo conductor, presentaba las relaciones de
fuerza en el seno de un discurso médico-biológico: estas relaciones hacen
surgir un cierto tipo de cuerpo que a continuación pone en paralelo con otros
cuerpos producidos por ciertas prácticas de danza»:". En este sentido, Xavier
Le Roy apuntaba en su haber la reflexión de Barthes sobre los distintos dis-
cursos sobre el cuerpo citada al comienzo de este capítulo (y sus correspon-
dientes representaciones). Y de hecho el proceso de Product ofCircumstances
se presenta como una partitura-guión (un objeto más que añadir al gran re-
gistro de las partituras, junto con el texto de la conferencia y las indicaciones
de desplazamiento}". Pero los distintos discursos sobre el cuerpo de las prác-
ticas somáticas generan asimismo representaciones de cuerpos. Los discursos
de las prácticas orientales: chi kung, taichi o yoga (y de la acupuntura aunque
no se trate de una práctica somática) se basan generalmente en una filosofía
analógica (lo que no se opone en absoluto a su eficacia). Estas prácticas entran
a menudo en contradicción con las referencias históricas y filosóficas de cier-
tas técnicas corporales occidentales, Laban-Bartenieff, Matthias Alexander,
Fcldenkrais ... Los bailarines que practican ambos tipos de prácticas ocupan
un cuerpo incoherente, pero no desean otra cosa, habituados como están a
la dislocación y la heterogeneidad del sujeto en ellos. Cuerpo contemporá-
neo confuso y perturbado. Trisha Brown escribe en un bellísimo poema, de
forma casi pesimista: «Y conocemos tantas cosas»:", Es esta acumulación
de conocimientos, de referencias a discursos a menudo contradictorios, lo
CCERPOS CO\1C:\ES
398
VARIOS C:CERPOS
20 \,;lijail Bajrin, L 'oeuure de Franiois Rabelais et La culture populaire au Moyen Age et sous La
Renaissance (1929, trad. [r.); Gallimard, 1970, rccd col. Tel, p. 3'5 [T rad esp.: .\1ijail
Bajt in, La cultura popular en La Edad Media y en el Renacimiento: e! contexto de Francois
Rabelais (trad. de Julio Forcar y César Conroy), Madrid, Alianza, 2005, pp. 29-30].
21 Ibídem, p. 3 ¡ '5.
22 Sally Sanes, Greenuncb ViLLage. Auant-Garde Perjormance and the EJJervescent Body, 1%3,
rccd. Dunharn- Londres, Duke Lriiversiry Press, 1993, p. 192.
23 Ibídem, p. 193.
399
LAL"RE:\CE LOL"PPE
400
VARIOS C:CERPOS
29 Gilles Deleuze, L 'image-temps, op. cit., p. 262. [Trad. esp.: La imagen-tiempo: estudios sobre
cine 2, op. cit].
30 Patricia Kuypers y Florence Corin, «L'inreractiviré inrclligente», entrevista con .'v1ichel Brer
y Marie-Hélene Tramus, en Interagir auec les technologies numériques, Nouvelles de Danse,
52 (2004), pp. 62-71.
402
VARIOS C:CERPOS
jI Dorina Haraway, Simians, Cyborgs and 'X'omen: The Remuention o/ Nature, :\ ueva York,
Routledge, 1991; trad. fr.: «Manifcste cyborg: science, technologie er férninisme socialis-
a
te la fin du xx' siecle», en Art, réseaux, medias, op. cit., p. 549 (las cursivas son de D.
Haraway). [Trad. esp. Ciencia, cyborgs y mujeres (trad. de Manuel Talens), Madrid, Cátedra,
1995. p. 254 1.
32 lbídern, pp. 254-551.
LACRE'\CE LOCPPE
33 Ibídem, p. 256.
34 Alain Buffard, entrevista con Laurence Louppe, «Des apprentissages», Nouvelles de Danse,
46-47 (primavera-verano de 2001), p. 2 I 1.
404
Modos de producción l.
Producción de presencias
Gilles DELECZE*
José Limón, célebre bailarín moderno, dijo en una ocasión que donde
más vivo se sentía era en el escenario. Yo tengo sentimientos parecidos, que
pueden ser difíciles de entender para quienes habitualmente no salen a actuar.
Lo que sucede es que la rigidez y la timidez del pánico escénico se transforman
en una enorme fluidez y en una más profunda conciencia de sí mismo.
Steve PAXTO:\**
Frédéric VA~BREGCE***
Gilles Deleuze, Francis Bacon: logzque de La sensation, París, La Différence, 1981, vol. 1,
p. 36. [Trad. esp.: Francis Bacon: lógica de fa sensación (rrad. de Isidro Herrera Baquero),
Madrid, Arena Libros, 2005].
5reve Paxton, ,,3 days», Contact Quarterly, 17 (1992), Sourccbook, p. 232.
l-rédéric Valabregue «Ici-rnéme», en documentación de prensa de Slow Down (2003) de
Marrine Pisani (s. pag.).
Boris Charmarz e Isabelle Launay, Entretenir apropos d'une danse contemporame, Centre
~arional de la Danse-Les presses du réel, 2002, p. 31.
405
LAeRE'.;CE LOel'!'E
Daniel Dobbels insistía en ello: «Como si hiciera falta que el gesto no fuera
demasiado lejos en la mostración de sí mismo». Del mismo modo, Jacques
Roux, a través de las tres figuras que estudia (Cunningham, Pina Bausch,
Kazuo Ohno), señala: «En los tres casos citados, la calidad de la presencia se
siente como paradójica... La discreción, la contención, un cierto desapego,
son los motores para proyectar al exterior una evocación, una forma, una
idea-'. Habitualmente, la proyección insistente del cuerpo (que a menudo
puede verse en la danza clásica) no se basa en la discreción ni en la contención.
El autor observa, no obstante, que es en la retirada donde estos tres artistas
manifiestan mejor su presencia... Presencia: ¿concepto contradictorio? Que
en todo caso exige al sujeto actuante establecer consigo mismo una distancia,
una desunión (una dislocación, según la expresión de Évelyne Grossmann).
PRESE:-\CIA-SOSPECHA
Jacques Roux, "La danse face au vide», en Figuration de l'absence (dir. Jean-Pierre Mourey),
Centre Internacional d'Érudes cr de Recherche sur I'Expression Contemporaine, Lri.vcrsité
de Sr-Éricnne, 1987, p. 139.
2 Rosalind Krauss, The originality o/ tbe avant-garde and other modernist myths, Cambridge
(Mass.}, \!lIT Press, 1985; trad. fr.: L 'originalitéde l auant-garde et autres mytbes modernistes.
París, Macula, 1995. [Trad. esp.: La originalidad de Id vanguardia y otros mitos modernos
(trad. de Adolfo Gómez Cedilla), Madrid, Alianza, 2009]. De hecho, Krauss rinde home-
naje a Deborah Hay en cuanto que este proceso se identifica con el índice, cada ver. más
habitual en el arte contemporáneo (la huella o la evocación de la obra preferida en su rea-
lización).
406
\1()D()S DE PR()DCCC:IÓ~ 1. PR()DCCC:IÓ~ DE PRESE~CIAS
PRESE'\C1AS DISPERSAS
Las presencias están por todas partes. No es preciso ser actor para cons-
truir presencia propia en el mundo. Eugene Creen ve la presencia incluso en
los lugares (tal como fueron fotografiados a comienzos del siglo pasado por
Atget, Marville o ~adar). Estos lugares, desiertos pero asediados por presen-
cias humanas, que imprimieron sus huellas en ellos. Estas presencias dispersas
no tienen nada de obvio: Creen titula uno de sus capítulos «En busca de la
presencia escondida»:'. En la Rue Fresnel fotografiada por Marville, Creen ve
«una presencia menos difícilmente identificable, pero aún más fuerte, que se
libera de esas vías de amplitud puramente humana y provistas de su propio
3 Susan Fosrer en el anículo "Dancing Bodics» ames citado, en el capírulo rirulado "Varios
cuerpos» señala las complejas imbricaciones entre el imaginario en sí mismo y una denomi-
nada «realidad» orgánica.
4 Eugenc Creen, Presences, essai sur !4 nature du cinema, Desclée de Brouwer, Cahiers du
Cinema, 2003, p. 30.
407
LACRE"CE LOCHE
PRE5E:'\CIA-MIRADA
5 Ibídem, p. 62.
6 Ibídem, p. 233.
408
MODOS DE PRODCCC¡Ó-"; l. PRODCCCIÓ-"; DE PRESE-";CIAS
Pisan, por su parte, insiste en el rostro «mediador del encuentro con el pú-
blico: siempre desnudo, es sin embargo secreto, singular, es absorbido desde
el interior-",
PRESE~CIA-NIKOLAIS
e
El aura reúne varias capas semánticas. na de ellas se refiere a una etapa de la
crisis de histeria: del cuerpo histérico parece emanar un halo vibrátil". El aura
es también uno de los conceptos más importantes de Nikolais". El aura, en
fin, es uno de los fenómenos abordados en La obra de arte en la época de su
reproductibilidad técnica, de Walter Benjamin, antes mencionada. Cuando
410
.\10DOS DE PRODCC:c:rÓ:\ 1. PRODCC:CrÓ:\ DE PRESE:\CrAS
411
LACRE"CE LOCPPE
LA I;--;MOVILIDAD BROWi\:IA;--;A
Lo habitual es más bien evocar el movimiento browniano, cuerpo rnultidirec-
cional entregado a las turbulencias del espacio. En una pieza titulada For MG:
tbe Movie (Para MG: la película, 1991), un bailarín se mantiene inmóvil en
medio de una cierta estructura coreográfica. Se inauguraba entonces el ciclo
Vaillant period: trabajo sobre la masa, el peso, lo discontinuo, la parada provi-
sional, aquí extrañamente prolongada (¿la inmovilidad estaba relacionada con
el duelo vivido por la muerte de Michel Cuy, para quien se había compuesto
esta pieza?). Una inmovilidad que contrastaba con la agitación del medio. Y
más aún con la carrera de Diane Madden, por todo el escenario: inmovilidad,
carrera, dos oposiciones, dos planteamientos categoriales identificables por los
espectadores. Ese bailarín inmóvil se convierte en el centro de convergencia de
roda la atención del espectador. Se convierte también en el centro de las activi-
dades coreográficas. Pues la propia escritura organiza y desorganiza los campos
de fuerza. Puede también desorganizar los campos de presencia, las relaciones
entre los seres, como en cualquier contexto, espectacular o no. En un bellísimo
poema, Kevin Kortan, el bailarín principal, escribe:
soy alguien
no soy nadie
soy cualquiera
soy
todo el mundo
Si tengo la ocasión de mantenerme en pie y que unos ojos testigos de esta inmovi-
lidad silenciosa estén detrás de mí en la sombra
dispersando, reuniendo,
colmándome, completándome,
¿la parte posterior de mi cuerpo revela mi historia? ¿Se puede sentir mi experiencia
cuando giro el rostro?»:".
13 Diane Madden y Kevin Korran, «Running and Standing Still, T wo views of performing For
M. G The Mouie, a dance by T risha Brown», Contact Quarterly, 20, núm. 2 (verano-otoño
de 1995), pp. 27-31. Debido a que Trisha Brown no paraba de correr, Diane Madden
escribió el texto «Running .Ó,»,_
412
\1()DOS DE PRODCCCIÓ'.; 1. PR()DCCCIÓ'.; DE PRESE'.;CIAS
N. del T. - Esra frase es un verso de un poema de Stéphane \1allarmé, «La rumba de Edgar
Poe».
413
LACRE~C:E LOCPPE
14 Roben Morris, «~o[e on Sculpture», en Gregory Barcock (ed.), Minima! Art. A Critica!
Anthology, Berkeley, Universiry of California Press, 1968, p. 228.
15 Michael Fried, «Art and Objecthood», ibídem, pp 140-141.
16 Rosalind Krauss, «Mechanical Ballets», en Passages in Modern Scu/pture. ~ueva York,
Viking Press, 1977; trad. fL: Passayes, une histoire de fa sculpture de Rodin a Smithson, París,
Macula, 1997, p. 213. :Trad. esp.: Pasajes de escultura moderna (trad. Alfredo Brotcns
Muñoz) , Madrid, Akal, 2002].
17 Ibídem, pp. 248-250.
414
:-vIODOS DE PRODCCUO\: 1. PRODCCUO\: DE PRESE\:CIAS
PRESE\:CIA- LEPECKI
18 «Inr roducrion- en André Lepecki (ed.), OftIJe PresenteoftlJe Body, Middlctown, Wesleyan
C niversiry Press, 2004, p. 2.
19 En Alexandra Carrcr (ed.), RetIJinkmg Dance History: A Reader, \:ueva York y Londres,
Rour1ecge, 2004, pp. 171-181.
20 Ibídem, pp 172-173.
415
LACRE~CE LOCPPE
21 Ibídem, p. 175.
22 Ibídem, p. 176.
23 Concepro acuñado por Anne Cauquelin, Petit traite d'art contemporain, París, Seuil, 19%.
416
\iODOS DE PR()DCC:C:IO~ l. PRODCC:C:IO~ DE PRESE~C:IAS
PRESE:\CIA-EXCESO
2'í André Icpccki, «Inscribing dance». en Ofthe Presence ofthe Body, op. UL, p. 128.
25 -Entrcr icn avcc Daniel Dobbels, chorégraphe et critique d'art», Adage, 14 (octubre de
2004), p. G.
26 Cilles Deleuze, Francis Bacon: logtque de la sensation, op. cit., p. 37. [Trad. esp.: Francis
Bacon: lógica de la sensacton, op. cit.].
27 Ibídem, p. 36.
417
LALRE"CE LOLPPE
28 Jacques Ranciere, Le destin des images, París, La fabrique, 2003, p.12G. [Trad. esp.: El
destino de lar imágenes (trad. de Pablo Bustinduy Amador), Policopias, Ponrevedra, 20101.
418
Modos de producción 2.
Teatro de operaciones
«Tal opera el Mimo»: Cada vez que Mallarrné se sirve de la palabra «ope-
ración» no ocurre nada que pudiese ser sorprendido como acontecimiento
presente, realidad) actividad, etcétera. El Mino no hace nada, no hay acto
(asesino o sexual), ni sujeto actuante, ni) por lo tanto, paciente.
Jacques DERRID:~:
Iacqucs Derrida, "La doub.e séance», en La dissémination, París, Seuil, 1972, p 245. :Trad.
esp.: La diseminación (rrad de José .'vlarrín Arancibia), .'vladrid, Fundarncnros, 1997 1 .
Said Si .'vlohammed, «Pcut-etrc que ... Lisa ct moi, oc! une aberrarion sans i'érre», en Vu du
corps, Nouve!!es de Dame, 48-49 (otoño-invierno de 2001), monografía dirigida por Lisa
"elson. Por otra parre, Said Si .'vlohammed parricipó en el taller de investigación «Movi-
miento y percepción» organizado por Conrredanse en enero de 2001, en compañía de otros
artistas coreográficos de Bruselas.
419
LACRE~C:E LOCPPE
sus sensaciones, por ejemplo al «escuchar» la danza con los ojos cerrados.
La llamada «repetir» se aplica, según Lisa Nelsori, a acciones de las que ella
desea la remanencia de! «perfume» y cuyo sabor desea degustar durante más
tiempo (un deseo siempre latente en los trabajos basados en la tuning seore).
La llamada puede dirigirse a una sola persona o a todo e! grupo. Además, la
llamada «repetir» permite a los intérpretes y espectadores ajustar su mirada,
captar lo que difiere de una persona a otra o de una repetición a otra. (Nunca
la misma, dado que la fatiga consume poco a poco la energía del gesto). Tu-
ning seore: no solamente un modo de improvisación. Una invitación a la mi-
rada compartida entre intérpretes y espectadores, pues al observar los modus
operandi de los intérpretes, los espectadores pueden igualmente observar los
modus operandi de su propia mirada. en Observatorio (Observatory) de la
improvisación forma parte de los procesos emprendidos por Lisa :-'-c!son en
distintos lugares.
AF 1"'ARS E
N del T: "sintonizar», "afinar», «ajustar» ... son otras tantas posibilidades de traducción de
la palabra tuning en castellano, según el contexto.
2 Lisa ~elson, "A travers vos yeux», ibídem, p. 12.
3 Myriarn van Irnschoor, «Resrs in pieces, partitions, norations, et traces dans la danse»,
Multitudes, 21 (verano de 2005), p. 124.
4 Patricia Kuypers, «Approche progressive d'une ocuvre», en Vu du corps, op. cÍt., p. 33.
420
.\10DOS DE l'RODCCCl6~ 2. TEATRO DE ()l'ERACIO~ES
"sintonía» [régLage] (por ejemplo: ajustar una cadena de alta fidelidad). Este
aspecto orienta la tuning seore hacia un registro más factual. Pensemos en lo
que la historiadora de arte Patricia Falguieres (en un artículo titulado, por
una feliz coincidencia, "El teatro de operaciones») califica como «una opera-
tividad aligerada de toda transcendencia»". El análisis de Patricia Falguieres
parece pisar los talones al proceso-pensamiento de Lisa Nelson, que men-
ciona «los procedimientos en bucles, la descomposición del procedimiento
en microprocedirnientos-". Cada eall desarticula la proposición precedente.
La llamada rompe con los esquemas personales mediante una proposición
descentrada que suscita unidades cada vez más precisas a medida que se desa-
rrolla el proceso: así nace esta proliferación de microprocedirnienros, que se
autogeneran a partir de esa misma proliferación, cuyas metamorfosis perma-
necen SIempre legibles.
Curiosa ante las sensaciones táctiles, en sus talleres invita a explorar el cuerpo
del otro mediante el tacto, a veces con los ojos cerrados. Patricia Kuypers,
en la introducción a Vu du corps, menciona «la complejidad de la cartografía
e
sensorial de la piel-". na experiencia especialmente emocionante (y sensual)
tanto para la persona que toca como para la que es tocada. El sentido háptico
se exacerba por el hecho de cerrar los ojos. El sujeto experimentador entre-
gado por entero a sus sentidos se aproxima a una experiencia límite.
Patricia Falguieres, "Le rhéátrc des opérations», Cahiers du Musée Nationa! d'Art Moderne,
48 (1994), pp. 65-81.
6 Ibídem, p. 74.
7 Lisa :\elson, "Le sens haptique», Vu du corps, op. cit., p. 94.
8 Patricia Kuypers, «Approche progressive d'une oeuvre», ibídem, p. 34.
421
LACRE"CE LOCI'PE
DOBLES ESPEJOS
Los ojos, como las pantallas de vídeo, dice Lisa Nelsori, ofrecen superficies
donde se mira e! mundo. Los ojos: Lisa Neison es la única persona que co-
nozco hoy en Occidente que trabaja con movimientos de ojos. Encontrarnos
ese tipo de movimientos en la danza hindú, rotaciones, miradas con e! rabi-
llo de! ojo. Estaban presentes igualmente en la danza denominada barroca,
donde «la dirección» y e! movimiento de los ojos en general desempeñaban
un papel considerable. Visión, mirada, otros tantos focos de atención que la
coreógrafa-improvisadora no deja de explorar, al igual que lo táctil. En la mo-
nografía Vu du corps, Emmanuelle Huynh escribe un artículo, «Danser, c'est
regarder» (Bailar es mirar). ¿Cómo poner en acción esa mirada? Mediante
ejercicios a modo de instantáneas fotográficas. Cerrar los ojos, abrirlos un
segundo, «fotografiar» una instantánea, volver a cerrar enseguida. Sin necesi-
dad de referirse a una récnica de reproducción. «La sensación es la imagen»,
dice por otra parte Lisa Nelson (es el subtítulo escrito en escritura braille,
legible por tanto mediante el tacto, que figura en la cubierta de Vu du corps;
experiencia rnultisensorial, trabajo polisémico). Patricia Kuypers la cita: "Eso
es para mí la danza, sensaciones físicas que son imágenes. Lo que constituye
la esencia de la danza es la emoción de ver sensaciones manifestarse a través
de! cuerpo de alguien». Por otra parte, comenta Patricia Kuypers, «la imagen
solo se aprehende visualmente, pero mediante todos los sentidos-". Los ojos
no son llevados en solitario a esta aventura. Sus enlaces: e! ojo-vídeo, que
suple, escruta, explora. Apasionada de! trabajo con e! vídeo, de manera
que mantiene distintas relaciones tanto con la pantalla como con e! objetivo,
Lisa Nelson no se cansa de elogiarlo. «El vídeo asocia dos grandes herramientas
de aprendizaje: un ojo mecánico que permite analizar los aspectos móviles de
la visión y la reproducción instantánea que nos presenta las causas y las con-
secuencias de nuestras acciones. El vídeo me ha incitado a preguntarme cómo
se organiza e! cuerpo para concentrar los sentidos en un sujeto y para, a con-
tinuación, organizar sus movimientos en función de su imaginación y de su
voluntad de expresar un significado». Por consiguiente, a través de su propia
9 Patricia Kuypers, ibídem, pp. 35-36. Se trata de una conversación grabada en el Cenrcr for
~ew Dance Developrnent (Arnheim, 1990) y publicada en Contact Quarterly, 17, núm. 2
(verano-otoño de 1992). Patricia Kuypers señala (como señalaba yo en mi prólogo) hasta
qué punto Holanda, Alemania y Bélgica habían avanzado considerablemente en relación
con el resto de Europa (y singularmente de Francia) en cuanto a la acogida prestada a :os
improvisadores estadounidenses, sobre todo como artistas investigadores. En efecto, la
primera vez que Lisa ~clson y Sreve Paxron fueron a Francia fue en 1998, por iniciativa de
Mark Tornpkins, en el marco del proyecto «On the Fdge» (En el límite). Fueron acogidos
fundamentalmente como pedagogos y perfórmers.
422
~O[)OS DE PRODCCC¡Ó:\ 2. TEATRO DE OPERAC¡O:\ES
SOBREVIVIR
Pasear por el espacio urbano, con los ojos cerrados, guiado por un com-
pañero, corresponde a la idea de abandonar todo poder sobre el mundo
y entregarse al espacio, despojado. ¿Cómo sobrevivir? En primer lugar por
la compasión del otro y todo lo que nos conduce «a vivir juntos», según la
fórmula de Roland Barthes, Después, mediante la elaboración de recursos
interiores sobre las espacialidades, sirviéndose de sus sentidos como «ante-
nas», un término ya anteriormente citado y que casa a la perfección con la
sensorialidad de Lisa Nelson: olfato, tacto, etcétera.
12 Georges Didi-H uberman, L 'image surutuante, bistoire de l'art au temps des[antomes selon Aby
Warbu'E"' París, Minuit, 2000, p. 249. [Trad. esp.: La imagen superuiuiente: historiade! artey
tiempo de /VS fantasmas según Aby Warbu'E"' (trad. Juan Calatrava), Madrid, Abada, 2009].
13 Ibídem, p. 255. Aquí Didi-Huberrnan hace alusión al pathosforme!de Warburg, que agrupa
los conceptos de pathos y fórmula.
14 ibídem, p. 257. Las frases entrecomilladas denrro de la cira proceden de los Essais florentins,
de Warburg (trad. fr., Klincksieck, 1990).
424
Modos de producción 3.
Producir, desproducir
Jacques RA~CIE.RE~
Xavier LE ROY**
Alexandra BACDELOT***
André LEPECKI*~**
425
LALRE"CE LOL!'!'F
York y Londres, Rourledge, 2006. [Trad. esp.: Agotar la danza: Performance y política del
movimiento (trad. de Antonio Fernández Lera), Santiago de Composrela/Barcelona/Alcalá
de Henares, CDG/~ercar de les Flors/Cniversidad de Alcalá, 2009, p. 117].
]ohn Tain atribuye esra preferencia a la influencia de los cultural studies [estudios cultura-
les], sobre roda en el marco del consumo de masas, puesto que, al interesarse los cultural
studies por la Low Culture [baja cultura] (tanto e incluso más que por la High Culture :alra
culruraj), se otorga una posición de dominio a la recepción del consumidor cultural. Véase
el excelente artículo de ] ohn T ain ti rulado «The arr of culrural srudies- en el no menos
excelentejournal des laboratoires d'Auberuilliers, 4 (junio-diciembre de 2005), pp. 26-28.
2 Horizontuiandel, un concepro, según ]auss, ya presente en Husserl. Información interesante,
pues la estética de la recepción encuentra en la fenomenología un ser-sensible que desplaza
y trasciende al mero deseo de comunicación.
3 Hans-Roben ]auss, Pour une estbetique de la réception (trad. fr.), París, Gallimard, 1978,
reed. col. Tel, pp. 58-59.
426
.\10DOS DE PRODCCCIO:\ 3. PRODCCIR, DESPRODCCIR
4 Durante un taller de improvisación impartido por Simone Forti, en 2003, Sylvie Giron
propuso el tema "no hacer nada".
5 A Filliou Sampler, Something Else Press, 1%7, citado por ~icolas Feuillet en «D'un mouve-
menr sans fin", Luvah Fluxus (Dijon, Les presses du réel), fuera de serie número 29 (2004),
p. 153.
427
LALRE'\CE LOLPPE
6 Maud Capellc, «Fiiliou faber, Filliou ludens, Filiou sapiens», art press, 297 (enero de 2004),
p.33.
7 Ibídem, p. 35. El valor de trabajo y el valor de uso se corresponden más con los modos de
producción; el valor de utilidad y el valor de cambio, con la demanda. Debemos al pensa-
miento de Marx el paradigma que opone valor de uso y valor de cambio.
8 Ibídem, p. 34.
9 Ibídem.
lO Ibídem.
II Patricia Falguieres, "Le théárre des opérations», op. cit., p. 74.
12 Gilles Deleuze, «L'épuisé», en Quad et autres pieces pour la teleuision, París, Minuir, 1992.
p. 61. [Trad. esp.: "El agotado» (trad. de Raúl Sanchez), en SamueL Beckett, catálogo de
428
~O[)OS DE PRO[)CCC¡Ó:\ 3. PRO[)CCIR, DESPRODCCIR
La danza tiene razones propias que las razones del discurso cultural
dominante no conoce. El no hacer de Matthias Alexander se inicia, entre
otras cosas, en la «conciencia primordial». «Darse un momento para no
reaccionar según su costumbre significa inhibir la respuesta automáticaa".
exposición, Madrid, Musco :\acional Centro de Arre Reina Sofía, 2006, reproducida
parcialmente:
13 Ibídem. p. 81.
14 Ibídem, p. 83. Laurcnt Coumarre, en ciertos escritos sobre la danza, ha tornado de Deleuze
la oposición en.re «position» Ji "posture>'. Pero el análisis de Warren Lamb Posture and Gestu-
re (Londres, 1953), que hemos Citado en vanas ocasiones, añade un complemcnro de aura
~ este concepto: en ese analisis se considera la postura como un fondo sobre el cual emerge
el gesto, como i.na aparición imprevisible, inducida, sin embargo, por la postura.
15 Roland Barrhcs. le neutre, op. cit., pp. 223-225.
1G Rcrny Charlip, ,,~édiration sur les os", Nouve!les de Danse, 29 (otoño de 19%), p. 50.
Véase asimismo Frederick Matrhias Alexander, The use o/(he self, it conscious direction in
relation to diagnosis, [unctioning and the contra! o/ reaction, :\ueva York, E. P. Durton and
co., 1932; trad. fr.: L 'usage de soi (trad. de FJiane Lefevbre), Bruselas, Contredanse, 19%.
:Trad esp.: E! uso de sí mismo (trad. de Marias Muler T ruyols), Barcelona, Lrano, 1995;.
El propio Alexander explicita muy certeramente la necesidad de inhibición: "El proceso
de hacer pasar la energía de los caminos conocidos familiares hacia los caminos nuevos y
no familiares implica necesariamente una competencia cada vez mayor tanto por parre del
profesor como por parre del alumno" (p. 95). De hecho, la inhibición sería apropiada para
desencadenar un proceso de conocimiento.
429
LACRE'-:C!·: LOC!'!'E
430
.\10DOS DE I'RODCCCIÓ~ 3. PRODCCIR, DESI'RODCCIR
431
LACRE~CE LOCHE
24 Susan Leigh Fosrer, Dances tbat Describe Themselues, The lmprovised Choreography o/
Richard Bu!!, Wesleyan Universiry Press, 2002, p. 175. De hecho, Richard Bull concibió
asimismo una «improvisación estrucruranre» o «estructural", apoyada también en el jazz.
Bull, muy culto, estaba perfectamente ,11 corriente de la French Theory y citaba a Foucaulr,
a De Certeau y a Bourdieu en sus numerosas cartas a los bailarines, firmadas con el título
«The Dance Thai Describes Itself» (La danza que se describe a sí misma). (Susan Fosrer,
op. cir., pp. 277-279). ~o puedo dejar de relacionar, sin duda por una una interpretación
intempestiva (en el sentido de ~ierzsche), estructural con estructuralismo,
432
:vIODOS DE PR()[)CCCIÓ~ 3. PRODCCIR, DESPRODCCIR
DESPRODCCIR (CO::\TI::\CACIÓ::\)
2'í [oáo Fiadeiro y David-Alexandre Guénior, "Entre moi er moi-rnémc, entre ici er la- en
La dame en solo, une figure singuliére de fa modernité, Centre ::\ational de la Danse, 2002,
p. 117 (col. Recherches).
26 Chrimne Buci-Glucksmann, Esthetique de l'epbemere, París, Galiléc, 2003, p. 65. :T rad.
esp.: Estética de lo eftmero (trad. de Santiago E. Espinosa), Madrid, Arena Libros. 2006,
p.51.
LACRE~C:F LOCPPE
propio Kaprow en The Blurring ofArt and Life (trad. fr.: L 'art et la vie con-
fondus, op. cit., pp. 64-72). Los más valiosos, en mi opinión: los modelos de
aprendizaje (pp. 71-72). Se cita Parades and Changes (1964) de Anna Hal-
prin: «oo. un grupo de hombres y mujeres se visten y se desvisten lenta y ce-
remoniosamente, pendientes en todo momento de los movimientos de unos
y otros». La observación mutua de los movimientos influye en la percepción,
como en las experiencias propuestas por Robert Rauschenberg y] ohn Cage.
En el caso de Rauschenberg: su serie de cuadros blancos yuxtapuestos (1951-
1953) deja a los espectadores «atentos a sus propias sombras sobre la super-
ficie, a las irregularidades sobre la tela y a los flashes de luz producidos por
el parpadeo de los ojos». En el caso de Cage, con su pieza 4'33" (1952), en
silencio, David T udor permanece sentado delante del piano y no toca nada
(la puesta en escena de un concierto sin su ejecución). Los oyentes se volve-
rán sensibles a los «sonidos de la calle, del aire acondicionado, del ascensor,
del chasquido de las sillas, estornudos, risas nerviosas, etcétera», y ese ruido,
según Kaprow, resulta «ensordecedor».
Por lo que a mí se refiere, escojo mis modelos entre los espectáculos que
he visto (o que no he visto, me explico sobre esto en la introducción). Mode-
los polimorfos, sin cimientos composicionales fijos, siempre en situación de
errancia. En busca de lo desconocido, sin temor a lo precario. Lygia Clark:
«Este sentimiento de la totalidad atrapada en el acto es preciso concebirlo con
mucha alegría para aprender a vivir sobre la base de lo precario. Este sentido
de lo precario es preciso absorberlo para descubrir en la inmanencia del acto
el sentido de la existenciav",
27 "Capter un momem de temps suspendu», en Lygia Clark, catálogo de exposición, op. cit.,
p. 187.
434
.'v!ODOS DE PRODCCCIÓ~ 3. PRODCCIR, DESPRODCCIR
28 Rachid Ourarndane y Armando Menicacci, «Au bord des méraphores», Éclart S, 3 (febrero
de 2003), p. 115
LACRE'.:C:E LOCPPE
espectador. La señal del final no está marcada por los intérpretes del espectá-
culo, sino por sus usuarios.
Dolledup (1999)
Dolled up de Claudia T riozzi: una expresión que viene a significar «vestirse de
punta en blanco». Conociendo desde hace mucho tiempo la elegancia habitual
de Claudia, esta expresión le viene como anillo al dedo. Hablar de «modos de
producción» es particularmente indicado en el caso de esta videoperfónnance.
Claudia T riozzi se hace contratar en diversos comercios (Joyería, floristería,
pastelería, droguería, etcétera). A propósito de esta obra se puede emplear la
afortunada expresión de André Lcpecki: «instalación corporal», que es válida
también para el trabajo de Florence Corin, Patricia Kuypers y Frank Beaubois.
A la izquierda de la instalación (si mi memoria no me falla): los vídeos que
relatan las distintas tentativas comerciales de Claudia T riozzi. Y a la derecha:
Five Years, un vídeo en el que aparece en la periferia, cerca de la Puerta de Bag-
nolet, diciendo en voz alta las marcas de los coches que veía pasar (el «modo
de producción» integraría así distintos modelos industriales). Dos pasajes lla-
maron especialmente mi atención: la tienda de vestidos de boda y la depen-
dienta de droguería. No lo recuerdo muy bien. Claudia Triozzi reaviva mi
memoria desfalleciente. «En el caso de la dependienta de droguería, se trataba
de vender manteles de plástico. El asunto de los manteles era una cuestión de
calidad: mejores, más caros, menos caros ... Había clientes que se preguntaban
si estaba aprendiendo el oficio. En la película que hicimos, se ve la confusión
que sentí entonces: tenía que tomar decisiones y no sabía cómo hacerlo. Pero
tampoco jugaba a que pareciera que no sabía»?". en poco más adelante, la
coreógrafa dice que «se aplica». Hablando en directo, ante estas distintas ten-
tativas de oficios, la coreógrafa dice: «l'rn looking for another jobo l'm trying»
(Estoy buscando otro trabajo, lo estoy intentando). Para finalmente concluir:
-Ir's not for me» (Esto no es para mí). En la parte perfónnativa, la coreógrafa
inventa una instalación: una mesa de salón "de los años cincuenta». Sobre una
placa eléctrica, caramelo fundido. Varias cofias colgadas en cadena (la que más
me llamó la atención estaba adornada con espaguetis). Claudia Triozzi: "Yo
estaba sentada ante la mesa y sostenía una especie de cetro que llevaba inscrito
el logotipo de los automóviles Volkswagen, me servía para recortar hostias co-
locadas sobre la mesa- ". De vez en cuando, ataviada con distintos sombreros,
la coreógrafa corre a toda velocidad alrededor de la mesa, murmurando entre
29 Claudia Triozzi, "A propos de Dolled up, une prise de parole perforrnative», en La danse en
solo. unefigure singuliere de la modernité, op. cir., p. 145.
30 Ibídem, p, 149.
436
MODOS DE PRODCCCIO" 3. PRODCCIR, DESPRODCCIR
Histoirets) (2003)
437
LACRE~CE LocPPF
31 Jacques Derrida, Mal d'archiue, París, Galilée, 1995, p. 159. [Trad. esp.: Mal de archivo:
una impresián treudiana (trad. de Paco Vidarte), Madrid, Trona, 1996:.
438
\;lODOS DE PRODCCC¡O:\ 3. PRODCCIR, DESPRODCCIR
(Doy las gracias a Anne Callad por haberme facilitado este documento). He
aquí otra libertad que se adjudican los coreógrafos actuales: producir fotono-
velas. Existía un precedente: la revista Avalanche publicaba en su número 8,
en 1973, una fotonovela en la que intervenían distintos miembros del es-
tudio Crand Union. La regla del juego era la misma: poner en «burbujas»
de texto palabras que no se correspondían en nada con las situaciones de las
personas presentes. Las fotos de Un choeur de cloums (Un coro de payasos)
se realizaron en los hermosos estudios del Centro Coreográfico Nacional de
Rennes. Debía de hacer muy buen tiempo, porque se ve a los bailarines tum-
bados en el césped que separa el Centro Coreográfico de la Escuela de Bellas
Artes. Cuando Anne Callad, sentada ante cajas de cartón entreabiertas, son-
riente y especialmente relajada, dice que «el objetivo de la reflexión y de los
actos debe redefinirse»: o cuando Yves-Noél Cenad, muy implicado en una
actividad invisible, afirma que «existe un déficit colosal en cuanto a la claridad
de palabras que se utilizan»; o cuando otras personas que no pude identificar
(por mi mala visión), dicen: «cosas a la vez muy prácticas y muy teóricas»;
al igual que cuando alguien que se tapa la cara con las manos (en cuyo caso
mi mala visión no sirve de nada) exclama: «¡La clave de los gestos!» ... se
puede dudar de que tales palabras hayan sido verdaderamente pronunciadas
en aquellos momentos. El fotornonraje es el resultado de un montaje, técnica
característica del cine, reavivado por el «corta y pega» informático. Que se
ha extendido a la coreografía. 1\'0 únicamente con la intención de producir
objeros extracoreográficos.
\10:"TAJE/cOLACE
439
LAGRE~C:E LOLPPE
He!ga Finter, citada por Odette Aslan: (vuna pieza a su vez salpicada de
fragmentos»32. Es el ensamblaje (el coL/age) incoherente, compuesto
de escenas cortas que se deshilachan, de trozos de movimientos en el caso
de Pina Bausch, como en el caso de los coreógrafos contemporáneos sensibles
a la deconstrucción (vdesproducción» es el término que yo prefiero para evitar
la referencia derridiana). De hecho, e! ensamblaje, como dice también Odette
Aslan, es lo que orienta la identidad de la pieza: el ensamblaje de los frag-
mentos puede dar lugar a piezas completamente distintas, según e! orden y
e! proceso de ensamblaje.
440
Modos de producción 4.
Protocoreografías
Ese campo angosto. No saber más. No ver más. No decir más. Eso solo.
T oda ese poco de vacío solo.
Samue! BECKETI~
Alexandra BACDELOT~~
Henri \.-fALDI:--;EY~~~~
Del mismo modo que la partitura carece de límites, las economías cornposi-
cionales están por todas partes. Configuración de los actos, de todo acto. Aco-
tar allí donde se produce: en lo ínfimo. En el margen, casi en la eliminación,
Samuel Beckett, Warstward Ha, :\ucva York, Grave Press, 1983; trad. [r.: Cap au pire (trad.
de Édith Foumier), París. Minuir, 1991, p. 21. "I'rad. esp.: Rumbo a pcar (trad. de L Agui-
lera. D. Aguirre Otciza, C. Dols, R. Falcó y \1. Marrmez-Lage}, Barcelona, l.umen, 2001,
p.35].
Alexandra Baudelor, «Éloge du désordre » , op. cit., p. 33.
Documentación de prensa sobre la pieza Viuant, noviembre de 2004, C:\D, s. pago
Hcnri Maldincy. Ouurir le rten, l'art nu, Fougeres. Encre marine, 2000, p. 87.
LACRF"C:F LOCI'PE
SITCACIO~ES
442
'v10DOS DE I'RODCCC¡Ó:\ 4. PROTOCOREOGRAFfAS
Francois Dagognet menciona «esa época feliz (la Antigüedad) donde las pala-
bras se vierten en lo corporal y lo corporal acentúa las palabras-". Una com-
plicidad secreta entrelaza el lenguaje y el cuerpo, mediante una bisagra aún
desconocida, que sin duda es preciso explorar (teórica y sobre todo práctica-
mente), en el Logomotion de Simone Forti. Una suerte de Ur- Text o proto-
texto, por inmiscuirnos más directamente en el léxico aquí empleado. Daniel
Dobbels: «La danza es un texto en espera de otro texto, ninguno de los cuales
requiere ser descifrado ni marcado con letras, sino justamente expuestos ante
3 Allan Kaprow, ~"/'e Blumng o/Art and Lijé (cd. Jeff Kciiev), Berke!ey Universiry of Califor-
nia Press, 1993; trad [r.: L 'art et la vie coniondus (trad. de Jacques Donguy), París, Centre
Pornpidou, 19%, p, 132,
4 La convergencia enrre Fluxus y el siruacionismo fue resaltada especialmenre por Jacques
Donguy en el capítulo -Pré-Fluxus», dentro de la obra colectiva Luuah Fluxus, op, cit.,
pp, 39-52,
Es inreresanre constatar que La Monte Young pertenecía también al círculo que agrupaba
en romo a Anna Halpnn a músicos, arrisras plásticos y bailarines, Resulta inreresanre reexa-
minar las circulaciones de estos artistas en entornos que se entrecruzan constantemente,
entre :--:ueva York y la California de Anna Halprin, llevando el reduccionismo minimalisra
(las nocas únicas sostenidas durante mucho tiempo) de una costa a otra de Estados Unidos.
Lo mismo puede decirse de! proceso de tareas propuesto por Anna Halprin, en el que se
banal iza el gesto cotidiano y en consecuencia se propone una reducción del énfasis,
G Francois Dagognec, J:'criture el iconograp/'ie, París, Librairie Vrin, 1973, P: 31.
443
LACRE,\;CE LOCPPE
En How to do things with u/ords (Cómo hacer cosas con palabras), Aus-
tin analiza las formas del discurso, algunas de ellas dotadas de virtudes rcali-
zativas [peiformativas]9. «Una situación discursiva total», según el comentario
de judith Butler", que incluye el acto al mismo tiempo que la palabra.
Claude Rabanr, por su parte, toma el ejemplo de las afirmaciones (¿ficti-
cias?) de jéróme Bel en Le dernier spectacle: «1 am Suzanne Linkc», «1 am not
Suzanne Linke», etcétera. Una actividad que Rabant por_e en paralelo con
fórmulas análogas de los Carnets de ~ijinski: «je suis Dieu», «je suis un ani-
mal». Claude Rabant: «A fin de cuentas el conjunto de estas potencialidades
casi infinitas que el lenguaje ofrece vienen a aplicarse sobre las potencialidades
a su vez infinitas del cuerpo y vienen a coincidir ficticiamente con ellas, hasta
tal extremo que ya no sea posible distinguir verdaderamente unas de otras»'
Un ejemplo de lenguaje realizarivo [peiformativo] planteado por Ausrin: «Me
caso contigo». Ejemplo ambiguo, pues probablemente los lectores recordarán
el debate sobre el matrimonio homosexual (planteado además en el mismo
7 Daniel Dobbels, L 'écart, Ferme du Buisson, 19% (col. de l'Ange), p. 31. Cita que inser-
té como encabezamiento de mi capítulo «Écrirure .irréraire, écriture chorégraphique:
une double révolution au débur du XX' siecle», en la revista Littérature, p. 1 (véase la
bibliografía) .
8 [oelle Vcllet, «Processus de créarion chorégraphique... un tissage de gestes et de discours»,
en La danse, une culture en mouuement, Centre Européen de Recherche en f:ducation Cor-
porelle, Universiré Marc Bloch, 1999, pp. 55-64.
9 [ohn L. Austin, Quand dire c'est[airr 'Cuando decir es hacer: (1%2, trad. fr.), Scuil, 1970
(col. Pcinrs). El título inglés es más explícito: How to do things with u/ords :Cómo hacer
cosas con palabras]. Los traductores de la edición francesa subrayan la similitud con los
modos de empleo anglosajones, citando como ejemplo: How to make friends (Cómo hace
amigos). De este modo se manifiesta e! pragmatismo característico del mundo anglosajón.
10 Judirh Burler, Excitable speech: a polities o[the performative, ~ ueva York, Rourledge, 1997:
trad. fr.: Le pouvo¡r des mots, politique du performatif, París, Édirions Amsrcrdarn, 2004,
p.23.
11 Claude Rabanr: ponencia titulada «Claude Rabanr» en Mises en scéne du monde, Colloque
International de Rcnnes, Les solitaires inrernpestifs, 2005, p. 352. MISes en scéne du monde
(Escenificaciones de! mundo): una asombrosa presentación de protocoreografías y proto-
dramaturgias. ~o obstante, ya Shakespeare había presentado e! mundo como escenario en
As JOu Iike it (Como gustéis). Siempre una anterioridad: "Por todas partes hay huellas que
nos preceden o nos siguen», escribe Georges Didi-Huberman en el catálogo de su propia
exposición L 'empreinte (La huella) (París, Centre Pornpidou, 1997, p. 1G). Lo cual no
excluye proyecciones hacia e! futuro (véase e! artículo de Carherine Malabou: "La généra-
tion d'apres», en Fresh Tbeory, París, Léo Scheer, 2005, pp. 539-553).
444
.\10DOS DE PRO[)CC:ClO~ 4. PROTOC:OREOGRAFfAS
campo donde se sitúa ]udith Butler). Pues el género sexual como acto per-
fOrmativo (reivindicado por el movimiento feminista no esencialista) ha ex-
tendido a otras protocoreografías los comportamientos innombrados que ya
de por sí manipulan y transforman el sujeto: rituales que marcan el género
sexual, productores de dispositivos composicionales hasta el infinito 12 •
PROTOCOREOGRAFÍAS GOFF.\1A~IA~AS
12 Xavier Le Roy confiesa su deuda con las feministas estadounidenses: «Influyeron mucho en
mí los escritos femmistas que interpretan las modalidades femeninas como performances.
Se trata de estudios muy importantes para mí, que me ayudan a reflexionar sobre distintas
cuestiones, no solamente sobre la cuestión de! género sexual". Dororhca von Harelman,
«Lna conversazione con Xavier Le Roy», en Carpo Sottiie, op. cir., p. 94.
13 J udirh Burlcr, op. cit., p. 27.
¡ /1 Ibídem, p 131. La cursiva es de judirh Burler.
15 Tomo esta expresión de Jean-Yves Harneline (dominico) con ocasión de! coloquio «Que
dit le corps?» (Ales, marzo de 1995). Christian Bourigault, entonces en residencia en e!
Crarerc-Théárrc de Ales y promotor de este coloquio, había solicitado la presencia de un
sacerdote: para gran provecho de los asistentes, pues e! padre Hameline, a propósito de la
liturgia ~como dispositivo de composición), planteó sugerencias muy agudas.
445
LACRE:--;CE LOCPPE
16 Algunos estudiantes del curso que yo dirigía en el CcfcdentSud (Aubagne), durante una
sesión sobre la imagen, grabaron en vídeo a la genrc en una tienda de depones: una ver-
dadera coreografía encontrada. Los espectadores de este vídeo pudieron constatar cómo sus
miradas (algunas de ellas especialmente conscientes) reflejaban actividades coreográficas,
arremolinarnienros, trayectos y otras sintaxis composicionales.
17 Erving Goffman, Relations in Public: Microstudies o[ the Public Order, :\ ueva York, Basic
Books, Londres. Allen Lane. 1971; trad. fr.: La mise en scene de la uir quotidienne, JI: Les
relations en public, París, Minuit, 1973, p. 23. [Trad. esp.: Relaciones en público. microestu-
dios del orden público (trad. de Fernando Sancos Fonterila), Madrid, Alianza, 1979:.
18 Isaac [oseph, Erving Goffman et la microsociologie, París, Puf, p. 36. [Trad. esp. Erving Goff
man y la microsociologia (trad. de Maria Marra Carda :\egroni), Barcelona, Cedisa, 1999:
Cita romada del libro de Coffman lnteraction Ritual: Essays on Face-to-Pace Behauior, :\ ucva
York, Doubleday Anchor, 1967.
446
.'v10DOS DE PRODCCC¡O" 4. PROTOCOREOGRAFÍAS
19 Frving Goffma.l, «Th« Arrangernenr Bcrwecn rhe Scxes», en lheory and Society, 4, núm. 3
(1977). pp. 301-331: trad. fr.: L'arrangcment des sexes, París, La Dispute. 2002, p. 89.
20 L GofTman, Rrlations In Public: Microstudies ofthe Public Order, op. cit.: trad. fr.: Les
relations en publico op. cit., p 15. :Trad. esp.: Relaciones en público: microestudtos del orden
público. op. cit.".
21 Susan Leigh Foster, Dances that Describe Tbemselues, The Improuised Choreography of
Richard Bull, op. cit., p. 65. Siempre me asombra qUé los bailarines franceses dejen en
marros de los sociólogos el estudio de las -microorganizacioncs» [;ofTmanianas. énica-
me me Sabinc Prokhoris, filósofa. cercana a la danza. conocía a Coffrnan. En Continuités
discontinues (<<Cominuidades discontinuas", sesiones codirigidas por Anne Collod, Simon
Hccquct y Sabino Prokhoris) (2001), el texto sobre <da conferencia", en Facon de parla
(Forma de hablar), era leído por Simon Hccquet, mientras que yo misma leía un extracto
de L 'arraneement des sexes.
447
LACRE:\CE LOCI'I'E
448
MODOS DE PRODCCCIÓ:\ 4. PROTOCOREOGRAFfAS
son suficientes para señalar una acción, una intermitencia de los estados del
cuerpo. y Douglas, gran lector de Proust (y de sus «intermitencias del cora-
zón»), sabe que en esta intermitencia se encuentran a la vez el acontecimiento
y su percepcion'í,
Siruados siempre en relación con los lugares en los que se integran, los
spots televisivos nos revelan dos cosas. En primer lugar: un acontecimiento,
por imperceptible que sea, es siempre una perturbación de un fondo conti-
nuo, ya sea dicho acontecimiento de orden corporal o espacial. En segundo
lugar: el agente que es también el revelador de esos microacontecimientos es
el cuerpo, a la vez medio y actor. A la vez textura donde se despliega la visibi-
lidad del acto y productor del acto mismo.
MO::--;ODRAMAS
449
LACRE~C:E LOCPPE
24 Louis Marin, «Euiction Srruggle, une image d'Apollon a Dionysos», en Raymond Bcllour,
Carherine David y Christine Van Assche (eds.), Passage de l'image, Centre Pornpidou.
1990, p. 184.
450
~ODOS DE PRODCCCI6~ 4. PROTOCOREOGRAFÍAS
451
Modos de producción 5.
Invisibilia
GiBes OELEL:ZE*
Mamad BELE5KIR**
Una figura importante en ese camino hacia lo invisible consiste en ese tem-
blor, la levísima oscilación, que disuelve o descompone, el tiempo de una
caída o de un cataclismo retenido, el cuerpo, sus relaciones con el mundo.
Durante cieno tiempo, el cuerpo se apana de su propia aparición. Encon-
tramos ese desvanecimiento en los casos de Dobbels, Larrieu, Huynh. Y
veremos cómo estos coreógrafos conservan la franja indecisa que mantiene el
gesto en sus propios limbos, como para protegerlo de un estallido en el que su
propia existencia corriera el peligro de ser atacada. De Emmanuelle Huynh,
la obra Mua (1995) merece un análisis específico: desnuda en la oscuridad,
Gilles Deleuze, Logique de id sensation, op. cit., p. 42. [Trad. esp: Francis Bacon:lógica de id
sensacián, op. cir: .
Mourad Beleskir, folleto de anuncio de 11 +9, danza que se desarrolló del 20 de septiembre
(12.00) a121 de septiembre de 2002 (5.00 de la mañana) en el marco de las Dansesinvisibles
(s pag.).
453
LACRE:-';CE LOCl'PE
454
\1 () DOS D E PRO [) e ce] o x 5. I,VVISI SI U A
456
Modos de producción 6.
Heterotopías, no lugares, espacios cualesquiera
Escribo como se anda, a ciegas, incluso a plena luz del día, como se va
delante de uno mismo, sin pensar siquiera en el hecho de andar.
André du BOCCHET*
Thierry OAVlLA**
3 Michel Foucault, «Des espaces aunes», en Dits et Ecrits, París, Gallimard, vol. IV (1980-
1988), pp. 754-755. [Trad. esp.: «Los espacios otros», en Astrágalo (Valladolid, Instituto
Español de Arquitectura), 7 (septiembre de 1997), pp. 70-78, no consultada].
4 Ibídem, p. 755.
5 Ibídem, p. 759.
458
\10DOS DE I'RODCCCIO-..; 6. HETEROTOpfAS, -";0 LCGARES, ESPACIOS ...
6 Ibídem, p 757.
7 Ibídem, p. 759.
8 Ibídem, p 86 l.
9 El padre Merscnne precedió en unos años a René Descartes en el colegio jesuita de La Fleche.
Como los jesuitas enseñaban danza a sus alumnos, el padre Mersenne sabía de qué hablaba.
LALRE:-;CE LOLPPF
Pasar del espacio ilusorio (el escenario teatral tradicional) al espacio abstracto:
una investigación fundamental que se impusieron los primeros modernos. Pero
que sigue planteando grandes interrogantes a los bailarines. En primer lugar, por
la ocupación del espacio (¿el no lugar de Marc Augé?). Un contraespacio caracte-
rístico de la danza contemporánea. Susan Buirge, muy atenta al espacio (como
lo estaba su maestro Nikolais) desarrolla, sobre todo a raíz de sus experiencias
japonesas, procesos de pacificación y sosiego espaciales.
lOEn relación con la historia de las fábricas que pasan progresivamente de la pintura al
propio jardín, véase Menique Moser, jardins et Peinture (Actualicé des Arts Plasriques.
París, C;\;DP, 1993). Puede verse también el artículo de Hervé Brunon, "De l'image a
l'imaginaire: nares de figuracion du jardin sous le regne de Louis XIV", en XV!! Siecle,
209 (octubre-diciembre de 2000), pp. 671-686. Hervé Brunon establece una interesante
comparación entre el jardín in utsu y el jardín in situ. Evidentemente, Cacherine Conrour
y todos los coreógrafos apasionados por los jardines exploran el jardín in situ.
460
\!fODOS DE rRODCC:C:IÓ~ 6. HETEROTOr[As, xo l.CGARES, ESPACIOS ...
11 Véase F rancois Jullicn, La grande image n'a pas de [arme, ou du non-objet dans fa peinture,
París. Seuil, 2003. [Trad. esp.: La gran imagen no tiene fOrma, o Del no-objeto por la pintura
(rrad de Albert Calvany). Barcelona. Alpha Decay, 2008;. [ullien cita las declaraciones de
l.aozi ).ao-Tsé:, teórico chino: "La gran obra evita advenir I la gran sonoridad solo tiene
un sonido reducido / la gran imagen no tiene forma" (p. 114). Lo cual nos lleva de nuevo
a retiradas discretas de la actividad. que ya hemos mencionado a propósito de varios coreó-
grafos. Retiradas de una visibilidad también demasiado resplandeciente.
12 ~os referimos aquí al texto de Georgcs Vigarello, «Du rcgard projeré au regard afiecré»,
en Le sens du regard (dir. Claudine Haroche y Georges Vigarello), Communications (París,
Seuil), 75 (2004), pp. 9-15.
LACRE~CE LOCl'l'E
13 Véase Alain Roger, Court traite du paysage, París, Gallimard, 1997. [Trad. esp. Breve tratado
del paisaje (rrad. de Javier Maderuelo y María Luisa Veuthey), Madrid, Biblioteca :--;ueva,
2007]. Véase rambién Augustin Berque, Les raisons du paysage. De la Cbine antique aux
enuironnements de syntbese, París, Hazan, 1995. Berque insiste en diversos crirerios para
definir las civilizaciones paisajísticas. A saber: «representaciones lingüísticas, es decir, una o
varias palabras para decir "paisaje"» (citado en Alain Roger, p. 48).
462
.\10DOS DE PRODCCCIO,>; G. HETEROTOP(AS, '>;0 LCGARES, ESPACIOS ...
La coacción [se ejerce] sobre las fuerzas más que sobre los signos.
Michel FOCCACLT*
Christian Rlzzo**
Cécile PRocsr**
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(rrad.Tuan Carda Ponce), Barcelona, Seix Barra], 1969]. Esra obra refleja claramente la crí-
tica de la sociedad de consumo y el ideallibenario que caracterizaban la sociedad en 1968.
465
LALRF'-:CE LOLPPE
LAS FCERZAS
Hoy en día, los estudios culturales [Cultural Studies] tienden a dar más
valor a los signos que a las fuerzas. Me refiero a los universitarios ingleses, y
posteriormente los norteamericanos, todos ellos muy bien preparados, segui-
dores de la French Theory (incluidos Deleuze y Foucault, lo cual contradice
por completo la anterior cita de Foucault). Cuando se trata del cuerpo dan-
zante (y del cuerpo en general), es grave. Todos los comentaristas de la danza
antigua o moderna y contemporánea realzan los discursos sobre la danza
(aunque algunos son bailarines y coreógrafos) en lugar de la observación del
gesto (única excepción: la revista Contact Quarterly). Conozco únicamente
dos «casos» (casi en el sentido patológico) que se libran de esta hegemonía:
Susan Foster y Mark Franko. Ella, bailarina, improvisadora (es de por sí
elocuente su proximidad con el teatro improvisado de Richard Bull). Él,
bailarín; ambos coreógrafos. Mark Franko ha llevado a cabo numerosas in-
vestigaciones sobre la danza en la época del Renacimiento y se representa a
N. del T: La autora se refiere a: André Lepecki y Eleonora Fabiáo, 37 mots pour Paris/37
Words for Paris, 16 de enero de 2005, Centre :\'ational de la Danse de París, coloquio
internacional «Transf-ormes».
466
MODOS DE PRODCCcrO:\ 7."YOCR BODY IS A BATTLECROC:\D» ...
LA EXCITABILIDAD
YOl;R BODY
rs A
BATTLECROL:"D
]acques Derrida, Mal a'arcbiue, op. cit., p. 3. [Trad. esp.: Mal de archivo: una impresión
freudiana, op. cir].
2 ]udirh Burler, Excitable speech: a politics o/the performative, op. cit.
3 ]acques Derrida, Mal d'archiue, op. cit., p. 1. Cursivas de Derrida. [Trad. esp.: Mal de
archivo: una impresión freudiana, rrad. de Paco Vidarre, Madrid, Trorra, 1996:.
4 Dominique Baqué, Mauvais Genre/s), érotisme et pomographie dans l'art contemporain,
Regard, 2002, p. 135. Confrontación extraña con Mauvais genre, la obra maesrra de Alain
Buffard.
5 Ibídem, p. 137.
468
\10DOS DE PRODCC:C:IO~ 7."YOCR BODY IS A BATTLEC;ROC~D».
como por otra parte lo hacía Gina Pane, para quien las heridas que se infligía
correspondían a un acto de amor hacia los testigos.
II Ibídem, p. 122.
470
¿Concluir?
(A partir de los comienzos)
Deborah HAY·
Julia KRISTEVA··
Deborah Hay, /1'1) Bod) tbe Buddhist, Midrilerown, Wesleyan Lruvcrsiry Press, 2000,
p.33.
Julia Kr istcva, La révolte intime, pouvoirs et limite de la psycbanalyse, París, Fayard, 1997,
p. 9 (las cursivas son de Julia Kristeva). "Trad. esp.: La revuelta íntima. Literatura y psicoa-
nálisis (rrad. de Irene Agom, Buenos Aires, Eudeba, 2001. :\0 ha sido posible consultar
esta traducción].
Jacques Ranciere, Malaise dans l'esthetique, París, Callilée, 2004, pp. 83-84.
LAL"RE'."CE LOL"PPE
LA RE-Vl:ELTA
Julia Krisreva escribe re-vuelta [ré-volte] (que hace referencia a una danza del
Renacimiento). Hace más intensa esta palabra al interrogarse sobre su etimo-
logía. De este modo, se abre a numerosos significados heterogéneos. Ejem-
plifica así la multidireccionalidad de las ideas, la abundancia de conceptos
característicos del pensamiento contemporáneo. Pregunta: los coreógrafos
actuales (en particular los firmantes de la carta abierta enviada el 20 de agosto
de 1997 a Catherine T rautrnann, ministra de Cultura), ¿han mantenido
su compromiso con la re-vuelta? Algunos de ellos fueron nombrados para
dirigir instituciones prestigiosas (Emmanuelle H uynh, por ejemplo, en el
CNDC de Angers), Loic Tomé, Jennifer Lacey con su interés por el erotismo
(Shot, 2000, una nueva contribución a la excitabilidad;, Latifa Laábissi, Alain
Buffard, etcétera: todos ellos recibieron severas críticas de los medios. Poco a
poco, el tiempo llevó a cabo su obra: fueron aceptados, adoptados en un con-
senso blando (como todo consenso). Ningún eco en absoluto para la coreo-
grafía de Latiía Laábissi y Loic T ouzé (Love, 2004, realizada mucho después
del «consenso»). Pregunta: ¿los coreógrafos actuales han conservado su ca-
pacidad de re-vuelta? Por haber frecuentado a algunos de ellos, respondo: sí.
Ninguna abdicación política o artística. Ningún retroceso. Helmut Ploebst
cita a Yvonne Rainer: el NO Maniftsto: «NO a lo espectacular no al virtuo-
sismo no a la transformación a la magia al fingimiento no al glamour a la
trascendencia de la imagen de la estrella no a lo heroico o a lo antiheroico no
a la imagen trash no al compromiso forzado del actor y del espectador no al
estilo no a lo camp no a la seducción del espectador por el papel del actor no
a la excentricidad no a la emoción no al hecho de ser emocionado»". y un
poco más adelante, Helmut Ploebsr añade: «La imagen de la extensión del
cuerpo en un espacio determinado es tan tentadora como el despliegue de los
472
¿CO"CLCIR) (A PARTIR DE LOS CO'vlIE"ZOS)
múltiples aspectos del sujeto en el tiempo de la crisis del YO»2. y más adelante:
«Los creadores de nuestro presente, a diferencia de los de los años sesenta,
no están ligados a una ideología y, por consiguiente, se distancian tanto de
la comunidad de ideas al estilo del Democracy's Body o en una dirección y
una orientación formal. O más bien llevan en su interior el proyecto de la
posmodernidad, intensificándolo de acuerdo con sus conceptos artísticos y
relacionándolo con nuevos recursos o rnérodos-". ¿Llegarán los coreógrafos
de nuestro tiempo a una desesperación sobre « ••• el mundo común que el arte
llevaría consigo, de no haber sido traicionado por sus alistamientos políticos
o sus compromisos comerciales», como dice Jacques Ranciere en la cita al
inicio de este capítulo? Y Julia Kristeva: «¿Contra quién rebelarse si el poder
y los valores están vacíos o corrornpidos?». De ahí una desesperación latente:
pérdida de credibilidad en las instituciones, fortalecimiento del grupo (de
las «bandas»). Los bailarines de nuestro tiempo han inventado una entidad
aislada como trabajo de duelo que no fomenta otra cosa que la re-vuelta.
Jean-Charles Massera, por su parte: «A principios de los años setenta, el uso
del cuerpo como lugar de enunciado de la obra podía también coincidir con
una voluntad de inventar estrategias de resistencia. Resistencia a la especta-
cularización del cuerpo y a su mercantilización. Resistencia al debilitamiento
del sentimiento de su propio cuerpo, especialmente en el marco del trabajo
donde la robótica y la informática sustituyen progresivamente a las últimos
funciones de ese mismo cuerpo (la desposesión). O incluso resistencia a la
reducción de la identidad femenina en la proyección de un deseo masculino.
Estas estrategias consistían a menudo en una ejecución de la presencia aquí
y ahora-". e na nostalgia de las vanguardias (ahora ya históricas) de los años
setenta, compartida por numerosos coreógrafos de nuestro tiempo. Massera
opone a estas «estrategias» una búsqueda enloquecida de lo «íntimo» basado
en comportamientos regresivos (de ahí el título del artículo: "Regresión, mon
arnour») con la referencia a The Room (1994) de Pipilotti Rist. Vídeo: la
artista aparece frente a su televisor, que difunde sus propias obras (narcisismo
al cuadrado). lean-Charles Massera: "Si el mundo no nos pertenece, si es vi-
vido en el sentimiento de expropiación de un espacio propio, debe por tanto
hundirse en el sillón de su infancia (la comodidad) y volver a caer en la fasci-
nación de su propia imagen, una imagen abstracta en el mundo y difundida
2 Ibídem. p. 2G4. El estilo de Plocbsr es especialmente difícil de comprender. :\0 estoy del
todo segura de mi traducción.
3 Ibídem, pp. 2G5-2GG (alusión al libro de Sally Banes: Democracy 's Body, [udson Dance
Theater 1962-1964, Dunham-Londres, Duke Cniversiry Press, 1993).
4 Jcan-Charles Masscra, «Régression, mon arnour» en L'intime (dir. Élisabeth Lebovici).
l'cole :\ationale des Beaux-Am, 1998, p. 118.
LAeRE~C:E Loe!'!'E
5 Ibídem, p. 128.
6 Mark Franko, Dancing ModernismlPerfimning Politics, Indianapolis, C niversiry of Indiana
Press, 1995, pp. 25-37.
7 Ibídem, p. 26. Esta lista es mencionada por Edna Ocko en el artículo «The Revolurionary
Dance Movemenrv.en New Tbeater (junio de 1934).
8 «The Rebel and the Bourgeois», en Selma-Jeanne Cohen (ed.), The Modern Dance, Seuen
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BA,\;ES, Sally: 35, 206, 213, 214, 217, Biennale Internationale de la Danse
225, 372, 379, 399. de Lyon: 244.
BARBA, Eugenio: 238. Blaek Mountain College: 77, 319,
BAR,\;ETr, Dene: 52. 442,458.
BARRY (abad): "d. BI.A'\;CHOT, Mauriee: 105, 145, 2H'í,
BARTE,\;IEH, Irmgard: 91 n. 1, 92, 323,384.
101, 117-119, 123, 128-130, Blaue Reiter: 199.
143,163,175 n. 26. 301, 396, BOH,\;ER, Gerhard: 164, 309, 310.
397,413. BOLTA'\;SKI, Christian: 261-263, 305,
BARTHES, Roland: 172,285,287, 375.
288,316,317,319,358,359, BO:\'ARDI, Alain: 305.
361,390-392,397,423,429. BO:\'TÉ, Parrick: 127,280.
430. BORCFACD, :\'elly: 280.
BASTI,\;, Chrisrine: 108,228,234. BORCES, Jorge Luis: 235, 286, 290.
BATAILLE, Georges: 218, 227, 300, BOCRICAUT, Christian: 18, 161,
323,387,388,409. 162,191, 192,201, 205, 235,
BATCOCK, Gregory: 414. 256,273,445 r.. 15.
BACDELOT, Alexandra: 425,441, BOCVIER, joelle: 90, 178,224, 284.
472. BOVE, Emmanue!: 231, 280.
Bauhaus: 192,214,268,309. BRA:\'CCSI, Consrantin: 211,228,
BACSCH, Pina: 94, 114, 176, 179, 270.
180, 185,205,238,253,266, B~-\QCE, Georges: 247.
269, 2~1,281, 284, 390,406, BRECHT, Berrold: 103, 104, 188,
407, 439, 440, 448. 237.
BAXA,\;DALL Michael: 167, 167 n. BRET, Miehe!: 402.
11,234. BROODTHAERS, Marcel: 209, 263,
BAZI,\;, André: 288. 426.
BEACBOIS, Franck: 402, 404, 427, BROW\, Carolyn: 46, 133,242.
436. BROW\, Trisha: 37, 39, 57,64,67,
BECKETT, Samuel: 428, 429, 441, 72, 94-96, 96 n. 9, 97, 98, 117,
448,449. 125,127,139,140,151,154,
BEETHOVE,\;, Ludwig van: 262. 155,156 n. 10, 157, 158, 166,
BEL, jérórne: 352, 358, 361, 361 n. 169,170,179,180,185,186,
11,363,380,381,388,391, 204,212,215-217,225,233,
415,416,444. 246,247,249,260,266,269,
BE'\;JA\1I,\;, Walter: 15, 282, 290, 272,276,278,279,307,308,
357,360,367,387,400,401, 312,323,362,376,388,397,
409-411. 412,412 n. 13,413,427,431,
Benningron School of Dance: 70, 71. 432, 446, 458, 463 n. 15.
BE,\;VE,\;ISTE, Émile: 150. BRC:\'ET, Dominique: 294.
BERBER, Anita: 233, 388. BCCI-GLCCKS.'v1A:\', Christine: 382,
BER,\;ARD, Miehel: 76, 232, 391. 433.
BERTRA,\;D, Jean-Pierre: 137. BCFFARD, Alain: 85, 354, 363, 377,
BECYS, [oseph: 137,318. 378, 378 n. 4, 380, 385,
492
hDICE DE "O\1BRES
493
LALRE~C:E LOCPPE
494
Í:-';DICE DE :-';O\1BRES
495
LALRE:--;CE LOLPPE
496
hDICE DE :\O\1BRES
497
LACRE'\C:E LOCHE
498
Í~DIC:E DE ~O~BRES
499
LACRE~CE LOCPPE
500
hDICE DE ~O\1BRES