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Filosofia - p Hoey elcciaat oles y-belere) INDICE \ MODO DE PREAMBULO: (QUE HAY DE CONTEMPORANEO EN LA FILOSOFIA CONTEMPORANEA. (ACERCA DE SI ES POSIBLE. HACER HISTORIA DE LA PROPIA EPOCA.) PRIMERA PARTE La TRADIGION ANALETICA. LA PASION POR EL CONOCIMIENTO CAPFTPULO L. ALGUNOS PADRES FUNDADORES ... 0 ..- 21 Gottlob Frege ee . 2 Bertrand Russell, el compromiso con el conocimiento ...... 27 George Moore, la falacia del sentido comin... CAPiTU10 TL, EL NEOPOSITIVISMO VLA CRITICA TODA METARISIGN 0.43 CAP irULo HL WIFTGENSTEIN, PENSAR DESDE FL LENGUATE 5 Cairo. TV, PoPPeR, LA CONFIANZA EN EL FRACASO os 67 Cai rOLO V. DESARROLLOS DEL ANALISIS bee 79 Gilbert Ryle... 00.0025. wee 79 Jobn Langshaw Austin. . fees 83 . . 87 | SEGUNDA PARLE LA-TRADICION MARXISTA, EL DESARROLLO DEL IDEAL EMANCIFADOR CApirULO VI. SOBRE LA PRESUNTA FSPECIFICIDAD DEL MARXISMO. 0. 97 CAPETULO VIL. LA APUESTA POR LA VOLUNTAD wees 107 CapiieLo VIEL, La CONFIANZA EN LA CIENCIA... waa veers TID COAPEEULO EN. LA IMAGINACION DIALROTION 20... 1st Max Horkheimer . see eee eee 134 ‘Theodor W, Adorno ...... bebe eee eevee eee ees ceeeee 139 Jiirgen Habermas 0.000 eee ee eee eee 146 TERCERA PARTE. LA TRADICION HERMENEUTICO-FENOMENOLOGICA, LA CENTRALIDAD DE LA VIDA CAPITULO X. HUSSERL, LA CRITICA AUN MODELO DE CIENCIA. 2.......:159 Poner entre paréntesis . . . 160 Laconciencia intencional ... 168 Una nueva imagen de la subjetividad 00.0.0... ccc eee e ee 168 Intersubjetividad y mundo dela vida... 0.06.06 000000000 170 CapirULo XL. PTRIDEGGER, LA EXISTENCIA FRENTE ALA MUERTE 0... 183, El proyecto filos6fico de Martin Heidegger ................ 184 El hombre como ser en el mundo ..... 186 Existencia auténtica y existencia inauténti 188 Laangustiay la muerte oo... 0.00... a 190, i Eltiempo eee cece eee ee cree eens bees we. 198 Lanadayla historia ........ a : 197 CAPrrULO XIE. SARTRE, LA GESTUALIDAD EXISTENCIALISIA 6... 0. eee 205 CaPiTULO XIIL GADAMER, UNA RAZON HECHA DE LENGUAJE ooo eee 217 \ Una ubicacion compleja 6... bocce ee ceeeeee cece 219 Interpretacion (y didlogo) oo... 66... ccc cece eee ee veces 221 Tradicién (y prejuicio) cee ce ee eteeeeeeeee ens 227 Historia (y naturaleza humana) .............. bocce eens s 287 APENDICE A LATERCERA PARTE. UNA VERSION ESPANOLA. ORTRGAYGASSED Oooo cece eee voce tees eerer ee 249 José Ortega y Gasset. Una propuesta a la luz de una imterpretacion ........ bee eeceeeeeen es 249 La configuracién de una problematica propia: objetivismo y perspectivismo oe... .... cece veeeee es 250 Ravonyvida 0.62... . 254 CU VILY PYRITE Eb SIGLO NN, UN PENEO BORROSO, ULEIMAS TENDENGIAS (O MATERIALES PARA LA INCERTIDUMBRE) CartruLo XLV, DEL EMPIRISMO AL PRAGMATISMO) 2... Pee eee Donald Davidson 0.00.00 00 000 ce cee eee ee ee ees beeeeees 273 Hilary Pumnam so. cc cece eee ee ces eee cere ce ee cence es 282 John R. Searle... fees 289 300, Richard Rorty Capitulo XV, LA (ZAU TO?) CRITICA AL RACIONALISMO CRETICO 6.2 =. + La objetividad como horizonte (o andaratientas) .......... Ladireccién del proceso (a propésite de Feyerabend) .... La centralidad de la historia (a propésito de Kuhn, Lakatos y otra vez Popper para terminar) ..... ceeeeeee es B38 CAPITULO XVI. EStRUCTURALISMO ¥ POSTESTRUCTURALISMO. 5... + Claude Le . Michel Foucault: 22.2.2... ..6+ Jacques Lacan boob eeee nese es Strauss. Gilles Deleuze oo... 22. cece eee Jacques Derrida... 0.020602 0c cece ene e tee eee eee CaPiTULO XVIL POStMODERNIDAD ¥ OTROS ANB Jean-Francois Lyotard... 0... Leese eee ee eee 4 Gianni Vatimo 26.6. o eee eee eee : cece sees 420 | A MODO DE PREAMBULO: QUE HAY DE CONTEMPORANEO EN LA FILOSOFIA CONTEMPORANEA. (ACERCA DE SI ES POSIBLE HACER HISTORIA DE LA PROPIA EPOC tA) Eotuciar esa etapa de la historia de la filosofia mas cercana a nosotros, que solemos denominar filosofia contemporanea constituye en un deter- minado sentido (y por paradéjico que a primera vista pudiera parecer) una tarea especialmente complicada. La proximidad, cuando no Ia inme- diatez, a aquello de lo que se esta hablando juega con frecuencia, a quien se aproxima a su propio tiempo con animo curioso, malas pasadas. Cual- quicra que desce componerse una primera idea del tamaiio de la dificul- tad que dicho acercamiento engendra puede hacer la prueba de intentar vaticinar quiénes, de entre los que hoy son tenidos por filésofos notorios, mereceran el interés de los tiempos venideros. Pero la dificultad no se re- suelve con paciencia —aguardando resignadamente, por ejemplo, a que pasen un cierto ntimero de aiios para hacer la historia de un periodo— sino con atenci6n y espiritu critico. Nos importa demasiado el presente como para aplazar su interpretacién al momento de la distancia, de la fria y desapasionada diseccién de los sistemas, tan caracteristica de los ento- mélogos del pensamiento. La opcién de este libro es a favor del conocimiento de la propia época, siquiera sea en grado de tentativa. La conciencia respecto de las dificultades de todo tipo, a las que empezaremos a referirnos a continuacién, no de- semboca necesariamente en una suerte de nihilismo historiografico ni en ninguna variante de una confortable erudicién. En el bien entendido de que comprender el presente, como habremos de ver, no equivale a com- prender la actualidad —tarea imposible por definicion: la actualidad es fugaz, inaprensible y es de este caracter abil, huidizo, falazmente intenso, de donde toma el hombre moderno su vacia autosuficienciz tentar acceder a las lineas de fuerza, a los vectores profundos que recorren nuestra contemporaneidad. Vectores que pueden designarse con el tér- mino «corrientes» 0, como hemos preferido hacer aqui, bajo el rotulo de —, sino a in- Fi osoria CONTEMPORAINE etradiciones» y que bien pudieran quedar caracterizadas —en una inicial aproximacion de inteligibilidad que quedara completada poco mas ade- Tante— con las palabras de MacIntyre: «una tradici6n viviente es una dis- cusién histéricamente prolongada ¢ incorporada en lo social, y que ade- precisamente se refiere, en parte, a los bienes que constituyen esa tradicién», Los nombres no son, tampoco esta vez, lo mas importante. Lo que aho- ra de veras importa (como en tantas otras ocasiones en filosofia, por lo demas) es la imagen reguladora, la figura con la que representamos nues- tra propia ubicacién en el seno del imaginario que nos ha tocado vivir. Es posible que lo que estamos en disposicién de pensar sea como un marco cuyos limites no podemos trascender, 0 acaso configure un desordenado conjunto de materiales cuya administracion estamos condenados a ges tionar. Lo deseable es que la metafora clegida no nos impida reconocer primero, y analizar después, los problemas que nos son mas propios. En este libro se ha preferido la imagen del entramado, de la reticula de argu- mentos, sistemas y convicciones que suponen para nosotros algo asi como Jo dado en materia de pensamiento. O mas facil: se ha propuesto una pes- quisa en busca de ese orden secreto que nos constituye. ma se Apenas unas breves indicaciones respecto al punto de vista que en lo que sigue se adoptara. Supondremos en todo momento que lo contem- poraneo —nuestro presente— no se debe entender como lo que todavia no es historia (porque, como aquel que dice, todavia esta sucediendo), sino mas bien como el diltimo episodio, atm sin pensar, de una historia que nos viene del pasado. El presente —he aqui un convencimiento mayor del texto— también forma parte de la historia. También necesita ser puesto en relacion con el pasado para mostrar su sentido. Ahora bien, qué debamos de entender por «contemporaneo» se en- cuentra lejos de ser obvio. Por lo pronto, lo contemporaneo no se identi- fica con el presente en sentido estrecho, esto es, con Ja actualidad, como se dijo hace un instante. La identificacion entre contemporaneo y actual (ala manera, por ejemplo, en la que se utiliza el término «actualidad» en el lenguaje periodistico) se debe a muchos factores, que no corresponde analizar en este momento. En cualquier caso, lo que importa es que dicha identificaci6n se ha consolidado tanto en nuestra sociedad que ha pasado a formar parte de lo que bien pudiéramos llamar el sentido comtin de la gente de hoy. Tendemos espontaneamente —no hay raz6n para negar- lo—a identificar casi sin critica a los autores vivos con nuestros contem- Maven CRUZ pordneos, de la misma manera que nos cuesta mucho reconocer en esa condicién a filésofos, por ejemplo, de los aiios treinta. Tendencia esta ante la cual, por cierto, un no-especialista podria espontdneamente pregun- tar: Y qué hay de malo en entender de esta forma lo contemporaneo? :Por qué hemos de considerarla un error? Para lo que aqui interesa ahora, bastaré con una doble observacion como respuesta. De un lado, porque del empleo de un criterio tan simple como el de la mera fecha de nacimiento (en el caso del autor) o de produccion (en el ble: anacr6nica —esto es, que se ocupase de problemas que hoy no interesan en absoluto y los abordase con instrumentos tedricos inequivocamente obsoletos— le deberiamos reconocer la condicién de contemporanco por el solo hecho de que permaneciera vivo, o de que hubiera fallecido en fecha reciente. Del otro lado, porque si nos empeiiamos en identificar la contemporaneidad con ese «aqui y ahora» en permanente cambio que constituye la actualidad, no disponemos de ningtin lugar estable desde el so del texto) se derivarian consecuen . Resultaria asi que a un filésofo que hiciese una filosofia por completo jas intuitivamente inacepta- que hablar. Si decidimos mantenernos en el punto de vista que hace un momento denominabamos de sentido comin, lo unico que sabemos es que desde cada nuevo dia tendemos a percibir las cosas de manera d ta (aunque sea solo algo distinta), lo cual, tras la aparente ventaja que pa- rece comportar esa permanente adecuacion a la incansable mudanza de las cosas, termina constituyéndose en una importante fuente de compli- caciones tedricas, segtin habra ocasion de senalar mas adelante. Como es logico, de semejante orden de observaciones no se desprende. en el extremo contrario, que carezca del mas minimo interés la ubicacion in- histérica de un autor o la fecha de publicacion de un texto, que debamos considerar estos datos como convenciones vacias, 0 como formalidades carentes de sentido. Si olvidamos por completo la época en ka que un de- terminado filésofo realmente vivi6 y produjo, entonces nada nos impide. pongamos por caso, referirnos a Anaximandro como aun contemporaneo, y eso terminaria por vaciar de contenido la propia expresin contempora- neidad, La exageracién del ejemplo —caricatura de Croce, podra pensar algtin lector avisado— lo deja bien claro: si usamos el término en un sen- tido tan vago que hasta el filésofo mas alejado de nosotros puede ser con- siderado contemporaneo, entonces el adjetivo mismo se convierte en int- til, ypasaa no tener sentido alguno hacer diferencias entre filosofias antigua, medieval, moderna y contempordnea, 0 ninguna otra. 2Cabe extraer alguna conclusion a partir del enunciado de estas pri- meras objeciones? Por lo menos una, a saber, que lo contemporineo, le- jos de designar algo evidente, constituye en realidad un concepto pen- 11 FILosoris CONTEMPORANES diente de definicién. No se trata ahora, por supuesto, de intentar elabo- rar una completa teoria de la contemporaneidad —empresa tan desme- surada como fuera de lugar en este contexto— sino de proporcionar los elementos minimos para que el lector inicie en condiciones la andadura por el texto que sigue. Texto que se ha estructurado, siguiendo un crite- rio sumamente extendido entre los especialistas en este periodo, alrede- dor de tres tradiciones, que operan a modo de eje en torno al cual se han ido arracimando las propuestas teéricas de los filésofos mas importantes de la pasada centuria. No hay duda de que la importancia e influencia de cada una de las tres ha ido variando, especialmente en los tiltimos tiem- pos, merced a diversos factores —a su vez de muy diferente naturaleza—. Pero resultaria a todas luces ilegitimo desde-el punto de vista tedrico, amén de falaz desde el historiografico, proyectar los ms recientes avatares de cada una de ellas sobre su propio pasado (parafraseando al poeta po- driamos afirmar que haberse quedado sin raz6n hoy no equivale ano ha- berla tenido nunca) y, atin mas grave, sobre el pasado de la filosofia con- temporanea por entero. En la bolsa de las ideas, la cotizacién de autores y tendencias experi- menta multiples y constantes variaciones, tanto al alza como a la baja. Aban- donarse a esa permanente fluctuacién de los valores, reconsiderar a cada poco el panorama global y, sobre todo, el sentido de lo que se pens6, no deja de constituir una modalidad especifica de esa confusion entre pre- sente y actualidad a la que nos referimos hace bien poco. Por ejemplifi- carlo claramente: inferir sin mas, a partir de la desaparicién de un imperio, la devaluaci6n automatica y completa de su imperio filosdfico correspon- diente (es claro que estoy jugueteando con la casi canénica formulaci6n de Ferrater Mora') supone prescindir de una tradicion filos6fica riguro- samente indispensable para la inteligibilidad de] mundo contempora- neo. No hay que confundir el poco discutible principio general segtin el cual se debe aprender de los errores (zcabe defender lo contrario?), lo que en este caso significa que hay que extraer las lecciones que se derivan del fracaso de un determinado proyecto emancipatorio, con la ventajista ten- tacién del anacronismo que, en su obsesién por sancionar lo que ahora hay, se niega los instrumentos para su critica. Por descontado que en cualquier estructuracién del ingente material que configura la filosofia contemporanea hay un componente de artifi- cio, dicho sea sin el menor desdén hacia la funcién de los esquemas gene- rales. Porque hay esquemas y esquemas, formas y formas de proponer la travesia de nuestro presente filoséfico, y no se puede decir que todas sean equivalentes 0, menos atin, irrelevantes. Se puede hablar, por ejemplo, de un modelo dual de contraposicion entre analiticos y continentales’ MANceL Crez para senalar los dos modos de concebir la filosofia r terminado por subsumir cualquier otra forma de entender la actividad fi- loséfica; se puede plantear, como se ha asumido aqui, la existencia de tres grandes tradiciones (analitica, marxista y hermenéutico-fenomenolégi- ca), internamente unificadas, en su laxitud, por un conjunto de concep- tos basicos y de problemas que se establecen como relevantes; se puede proponer, como también se ha hecho, la figura de un cuadrikitero —con sus cuatro esquinas ocupadas, respectivamente, por los herederos de Marx, Nietzsche, Heidegger y Wittgenstein— para dibujar cl perfil del pensa- miento filos6fico de nuestro tiempo, o cualquier otro esquema. E] test fi- nal para dirimir la mayor o menor bondad de cada uno de ellos, ademas de su eficacia instrumental para vehicular la informacion necesaria, ha- bra de ser su capacidad, no slo para aportar elementos de inteligibilidad sobre la dindmica de lo que se pens6, sino también —y acaso fundamental- mente— sobre el entramado de representaciones tedricas en las que vivi- mos instalados. No debe sobrentenderse que cualquier esquema satisfaga tales exigen- ciente que habrian cias que todos las satisfagan poco mas o menos de la misma manera. Por no abandonar completamente el ejemplo al que hicimos referencia mas arriba; un esquema que soslaye la importancia del conjunto de propuestas que pensaron de forma mis decidida el antagonismo, que pusieron en el primer plano del anilisis tedrico la necesidad de disponer de una ontolo- gia de lo social, al margen de que dificilmente conseguira dar cuenta de la intensidad, casi dramatica, de la filosofia europea de entreguerras, esta renunciando a los instrumentos conceptuales para valorar algunos de los fenédmenos mas especificos y constituyentes del mundo contemporaneo. El anhelo de emancipaci6n podra ser analizado desde miltiples perspec tivas, sin desdenar la (zfeuerbachiana?) critica segtin la cual dicho anhelo no pasa de ser una version apenas maquillada de la secular busqueda de wascendencia que parece haber acompafiado a la humanidad a lo largo de toda su historia. Pero incluso en Ia mas radical —o demoledora— de las hipstesis, lo que queda descartado es que se entiendan mejor nuestro pa- sado y nuestro presente por medio de la idea de que ha perdido sentido y valor el debate sobre la propiedad de la riqueza o la busqueda de la justi- cia, pongamos por caso. (Argumentos distintos, pero de parecida impor- lancia y andlogo tenor, se podrian presentar en referencia a esos esquemas que soslayan o relativizan en exceso el alcance de la reflexion metacienti- fica © metalingiistica.) 2Subyace a todo lo que acabamos de exponer un convencimiento que mereciera ser calificado de escéptico o derrotista con relacion a la posibi- lidad misma de esbozar una historia de la filosofia contemporanea? No Fuosoria CONTEMPORAINE exactamente, aunque si deba deducirse que conviene abordar el proyee- to con miltiples cautelas, Propondria regresar, para ilustrar mejor lo que se ha querido decir, al sencillo experimento mental al que se hizo alusion al principio. Pensemos en cualquier obra de filosofia que aparezca publi- cada en estos dias. Si tanto supiéramos sobre nosotros mismos y sobre nuestros productos, no debiera resultarnos dificil determinar en qué me- dida ese libro va a significar una real aportacién al pensamiento contem- poraneo y, como tal, perdurara en un futuro —esto es, pasara a ser consi- derado por las generaciones venideras como un clasico. Es cierto que los hay que se atreven con semejante orden de anticipa- ciones: no es del todo raro que Ia critica presuntamente especializada sa- lude la aparicién de una obra con enfiticas valoraciones de la misma o de su autor (sea la de proclamar que este iiltimo constituye el postrer repre- sentante de lo que se suele denominar la gran filosofta, sea la de sostener que es el tinico que propone nuevas ideas o un sistema filos6fico propio, © cualquier otra consideracién analogamente exagerada). Pero no lo es menos que la mayor parte de tales criticas y criticos no se caracterizan pre- amente por su perspicacia, como se deja ver en el hecho de que es atin mas frecuente que, pasado el tiempo, son a veces los mismos que antaiio tanto elogiaban, los que tuercen el gesto y sentencian, ahora con efectos aquella obra, i cabe, ci retroactivos y como si la cosa nunca hubiera ido con ellos: sobrevalorada en su momento...», o en el hecho, mas contundente de que tan ponderados libros acostumbran a pasar, tras la algarabia del re- cibimiento inicial, al mas silencioso de los olvidos. Se conoce que el infierno esta empedrado de buenas intenciones y la critica de predicciones falli- neo. Pero se- das sobre la real trascendencia del pensamiento contempo: ria de todo punto errénco interpretar tanta reserva en clave local 0, me- nos atin, ad hominem. En realidad, lo que subyace a todo lo que hemos dicho: es cl convencimiento de la opacidad —una opacidad en cierto modo ine- vitable— del presente. Yello se deriva en parte de la naturaleza misma de la historia, entre cuyos rasgos caracteristicos no parece encontrarse, cier- tamente, la transparencia. Pero éste, como se deja ver con facilidad, es owro into mayor, que, decididamente, no toca abordar aqui. En todo caso, el sefalado experimento mental —yamos a reconocerlo para ir finalizando este preémbulo— tinicamente pretende generar una a ser resolutivo. Es proba- ble que no constituya otra cosa que un obstaculo para el pensamiento andar pendiente todo el tiempo de anticipar qué pasara a la historia de la disciplina y qué no. Una mirada tan obsesivamente anticipativa quizas in- chaya un graye peligro, a saber, el de descuidar la efectiva riqueza que para el presente supone un pensamiento, con independencia del uso as cierta inquietud, pero en modo alguno aspil 14 MANUFL CRUZ que la posteridad haga de ese legado. Que la filosofia contemporanea es un episodio de la historia de la filosofia se planteo como una premisa. Pero con un matiz no trivial: es un episodio avin por reflexionar, todavia no tematizado, de dicha historia. Y para percibir toda su riqueza hay que dejar ante todo que ésta se muestre. A la pregunta :cémo encarar la comprensién del pensamiento de nu ponde como respuesta una actitud, una disposicion. Benjamin nos propor cioné una buena figura para describirla’, Tal vez haya que perderse, que deambular por el interior de ese pensamiento como el flaneurbenjaminia- no haraganea por la ciudad. No hay contradiccion entre dicho consejo y la propuesta de un esquema para transitar por este periodo, de la misma a época, de ese pensamiento que convive con nosotros?, le corres: manera que no es contradictorio callejear sin rumbo con un plano en el bolsillo, Mas atin, es probable que la funcién que cumpla este tiltimo sea precisamente la de garantizar una deriva gozosamente erratica, sin inter- ferencia de temor ni inquietud algunas. Wittgenstein solia utilizar una imagen muy proxima —y solo opuesta en apariencia— para describir su propia tarea, como sabemos por el testi- monio de sus alumnos: «Cuando te enseno filosofia soy como un guia que te muestra c6mo tienes que orientarte en Londres; te acompaiio por toda la ciudad, desde el norte al sur, del este al oeste, de Easton a Embarkment, desde Picadilly hasta el Marble Arch; después de haber hecho contigo muchos viajes por toda la ciudad, en todas direcciones, habremos pasado varias veces por alguna calle, atravesando esa calle como parte de un viaje diferente a la vez; al final, conoceras Londres, seras capaz de orientarte igual que lo hace alguien que haya nacido en la ciudad». Pero la orienta- cién no es un fin en si misma: es, simplemente, la condicion de posibilidad del auténtico conocimiento. Por eso, incurren en el mas grave de los erro- res —e] de dar por cumplida una tarea que ni tan siquiera han iniciado— quienes confunden esta extremada familiaridad con el conocimiento mis mo. Orientarse en el pensamiento no es todavia pensar —aunque sin orien- tacion el] filésofo nunca rompe a hacerlo—. Conoce de veras la ciudad aquél que un dia, de pronto, repara en que esa calle, que recorria siempre en la misma direccion, es otra cuando la recorre en direcci6n contraria. Mtuwoso, para ser mas €: Seria presuntuoso —ridiculamente pres! ro tos— calificar de metedolégicas estas sencillas y modestas indicaciones. Lo expuesto hasta aqui constituye mas un conjunto de sugerencias que un repertorio de soluciones o de recetas. Apenas otra cosa que una modesta invitacién a tomar, como ya se dijo, una determinada actitud ante lo que se ha pensado en nuestro tiempo. Aquella que nos permite escuchar a la realidad cuando ésta por fin se decide a hablar, se dispone a revelarnos FILoso#ia CONTEMPORANES sus secretos, a hacernos saber de sus mas profundas preocupaciones. La expresion historia de la filosofia contempordnea, en efecto, tiene mucho de pa- radéjica, cuando no de autocontradictoria. Pero no todo. Tal vez lo que no es paradoja ni autocontradiccién se sustancie en una simple idea. La filosofia constituye, nunca debiéramos olvidarlo, una forma de conoci- miento que no fue concebida como una coartada para desentenderse del mundo, sino como un catalogo de razones para aprehenderlo mejor, para enriquecer nuestra relacién con él, A este proposito se debe cual- quier historia de la filosofia, sea cual sea el fragmento del que se ocupe (0 la distancia que nos separe del mismo), y con él debe medirse cualquier interpretacin del pasado, especialmente del mas proximo. NoTAS 'Presentada en su libro La filosofia actual, Madrid, Alianza, 1969. en especial su segunda parte, titulada precisamente «Las tres filosofias», p. 115-154. 2Véase por ejemplo. el reciente libro de Franca D'Agostini, Analiticas y conti- nentales, Madrid, Catedra, 2000, donde se utiliza este esquema para elaborar wa itil y documentada guia de la filosofia de los tiltimos treinta aos. 5 Algo empecé a decir sobre esta idea en mi Del pensary sus objelas, Madrid, Tec nos, 1988, pp. 72s “| PRIMERA PARTE LA TRADICION ANALITICA. LA PASION POR EL CONOCIMIENTO — — CapiruLo I ALGUNOS PADRES FUNDADORES GOTTLOB FREGE Gottlob Frege nacié en Wismar, una activa ciudad comercial alemana a orillas del Baltico, en 1848. Realiz6 sus estudios universitarios en Jena y Go- tinga entre 1869 y 1873, aio este tiltimo en que se doctor6. En 1874 inicia su docencia en la Universidad de Jena, donde trabajé hasta 1918, fecha de su jubilacién. Murié en Bad Kleinen en 1925. En Jena pronto se le des- pert6 el interés por la fundamentacién de la matematica y por el importan- te papel que para esta tematica posee la légica. En 1879 publica su Concep- tografia!, Pese al valor de la obra ya lo esperado por Frege, tanto éste como los restantes escritos suyos encontraron una casi total incomprensién en la comunidad matemiatica. Sus libros fueron juzgados desfavorablemente por los mas importantes matemiticos de la época, vio rechazados sus articu- los por las revistas especializadas —el director de una de ellas califico a Fre- ge de «légico doctrinario»— y los editores examinaron con desconfianza sus proyectos (hasta el extremo de que tuvo que pagar de su propio bolsillo la edicion del segundo volumen de sus Leyes basicas de la avitmética). ek Sin embargo, por el testimonio de Carnap en su Autobiografia intelec- tual sabemos que Frege era um magnifico profesor: «... la inspira fecunda que obtuve de las clases universitarias no proviene de Ia filosofia ni de las matematicas propiamente dichas, sino de las lecciones de Frege acerca de la frontera entre ambas disciplinas, a saber: la légica simbdlica y los fundamentos de las matematicas»®. Pero era también un profesor in- comprendido, incluso en los mismos medios académicos. Ni siquiera se le concedié una distincién rutinaria que solia otorgarse a todos los profeso- on mas

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