Está en la página 1de 2

“A solas con Dios”

Por. Marlon Javier Domínguez

“Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito
de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde la alegría”.
Santa Teresa del Niño Jesús

El ser humano no sólo ha descubierto detrás de la perfección de los seres que le rodean y de sí
mismo la presencia de un ser supremo, sino que se ha preocupado además por entrar en contacto
con ese ser supremo y ganarse su favor. Los sacrificios, las ofrendas y los ruegos son manifestación
de ello. Dejando a un lado el tema de los sacrificios y de las ofrendas, dedicaremos estas líneas a
discurrir brevemente sobre la oración, no sin antes mencionar que ella está presente en todas las
religiones como un intento de diálogo con aquél que trasciende el campo de lo meramente
material.

En primer lugar es necesario mencionar que el Cristianismo no considera la oración como un


intento del hombre por alcanzar a Dios, sino más bien como una respuesta humana al Dios que se
ha dado a conocer. Todo parte de la revelación divina. También hemos de evitar considerar la
oración como la lectura de un pliego de peticiones a una instancia superior. La oración es ante
todo contacto, intimidad, cercanía, certeza, amistad, confianza absoluta en quien es nuestro
Creador y Padre. Santa Teresa en una bella definición nos dirá: “Orar es estar a solas con quien
sabemos nos ama”. Comprendemos que delante de Dios estamos tal cual somos, desnudos, sin
apariencias; Él conoce lo más profundo de nosotros y nada le podemos ocultar, sabe de nuestros
temores y necesidades, de nuestros errores e intenciones. Estar a solas con Él y en completa
actitud de dependencia implica fundirnos en su infinito e incondicional amor. De niños nos han
dicho una gran mentira: “si eres bueno Dios te quiere, pero si eres malo no”. El amor de Dios no es
algo que podamos ganar con nuestros actos por muy buenos que sean, el amor de Dios es un
regalo inmerecido que simplemente recibimos: “Si eres bueno Dios te quiere y si eres malo
¡también!”. ¿Cómo no estar a solas con quien sabemos nos ama así?

La oración es un diálogo confiado en el que a Dios hablamos y escuchamos a Dios, un diálogo en


ocasiones sin palabras y marcado no pocas veces por la dificultad, un diálogo cuyo principal
objetivo no es convencer a Dios de que haga nuestra voluntad, sino convencernos de que hacer la
voluntad de Dios será siempre lo mejor. La oración debe brotar del corazón y no ser simplemente
un conjunto de palabras sin alma que repetimos ‘porque sí’, oración humilde que exprese nuestra
conciencia de ser nada y de encontrarnos frente a quien lo es todo, oración confiada como las
palabras de un hijo a su padre, oración perseverante y de fe.

La oración nos permite entrar en comunión con Dios y gozar de su presencia, afrontar las
dificultades de la vida con entereza y con fe, vivir los triunfos y las alegrías más profundas con
actitud agradecida, desgajar ante el Señor nuestros dolores y angustias, someter nuestros planes a
la voluntad de quien todo lo sabe, pedir y alcanzar el perdón de nuestras faltas, alcanzar a tocar el
absurdo de lo imposible, porque la oración es la debilidad de Dios.

También podría gustarte