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EPISTOLAS EN CLAVE FICTICIA DE LOPE DE VEGA: A PROPOSITO DEL GENERO Y LA LITERARIEDAD Anoet. EsrévEZ MOLINERO Universidad de Céndoba - Grupo PA.S.O, tivo que Femando de Herrera, al anotar la epistola de Gar- cilaso a Bosedn, pase sobre ella sin realizar mencidn genérica alguna y centre st atencién de modo exclusivo en los versos “que se llaman sueltos en el vul- {ar italiano”!, Por esas fechas, Espinosa de Santayana caracterizaba la episto- Ja como “aque! instrumento de que usamos, con el cual por escripto declara- ‘mos en ausencia los conceptos de nuestro Jnimo, que en presencia damos a entender por expresas palabras, y propios, y muy usados términos"®; como puede advertirse, acaso sea ésta una definicién eficaz para los objetivos de las ‘ates epistolares que se difunden en el XVI, pero intl a todas luces para mar- car la pertinencia epistolar en el sistema de los géneros poéticos. Que aos mis tarde continde sin merecer algunas lineas por parte de El Pinciano, se antoja definitivamente extraflo; 0 quizas no tanto si recordamos que, aki en los origenes de las especulaciones genealégicas, Aristoteles tampoco mencio: tna el género epistolar, que, por otra parte, en lo que conciemne a la epistola en verso, es un género latino. Cuando se produce el trasvase de la literatura lati- ra a las romances, la indefinicidn persiste, pues las preceptivas, atentas a las ' Femando de Herrera, Obras de Garcilao de la Vega vom Anotaciones de Fernando de Herrera, ed. fae. y estudio Bbliogtico de Juan Montero, Universades de Sevilla, Cordoba Hucta, 1999, p32, Rourigo Espinosa de Santayana, Retoric ev el cul se comtenen tres lbros(.) El tee 1 exit episolas ¥ dialogs (ISTBh, opad Domingo durin, “Lis cartas eh pros, en Literatra ea droca del Emperodor Acidenia Lievara Renacentsa, Universidade Sale smanca, 1988, pp. 33-79 (7), 296 Angel diversificaciones y eriterios aristotélicos, desatienden la epistolografia, ade- mas, por carecer de mimesis dado el tono familiar que la impregna’. En onda abierta, consierado el yénero como un proceso in fier receptive por su dinamismo a los efectos de a contaminatio, debe tenerse en cuenta que se construye y explicahistricament, definiéndose por contrast paradigmati- 0; de ahi que el poema aparezca entonces, seziin Claudio Guilén, como “un acto de iniciativa verbal, que algo debe a ms de un paradigma’; si entramos Ja cuestin en la modelizacién discursiva, se aprecia empiricamente cémo determinados contenides se vinculan a deierminadas formas preferentes, lo due, al decir de Begora Lopez Bueno, nos leva a considerar “las marcas metri- cas que ordenan y fijan de manera singularmente importante la relacin entre ‘constantes semantieas, de un lado, y reérico-formales, de otro, en la que des- ceansa el género"®, Pero, en el caso de la epistla, las marcas métricas no resul- tan genéricamente pertinentes, tanto por compartir el cauce de los tecetos con sitiras,elegias,eapitulos y églogas (sin olvidar la recomendacign de Lope de Vega «para cosas graves» en las comedias), cuanto por expandirse temitica- mente -mas alli de la linea moral horaciana~ a contenids amorosos, politicos ‘0 burlescos*. Cabe decir lo mismo en lo que concieme al rendimiento pragma- tico de ciertas convenciones ret6rico-estilisticas, pues, como ha sefalado ‘Claudio Guillen, “son infnitas las poesiasy las formas poéticas que utilizan el procedimiento epistolar (..: odas, himnos, sitias,diatibas,loores, discursos morales o politicos, canciones, sonetos y también clepias”. De atender, en fin, ala “dialéctica general de la ausencia y la presencia de Tos seres,y de 1s talan= tes negativo y afirmativo", continuando con Claudio Guillén, conviene tener en cuenta que la “contaminatio entre sitira y epistola fue frecuentisima, ya en Horacio, v. por supuesto, en buen mimero de poetas del Siglo de Oro, desde Garcilaso hasta los Argensola, Vicente Espinel y Lope de Vegas Gf at respoco J. Rico Ver “La epistologratiay el Arte macro de hacer comedias” Anwar de Letras, XIX (1981). especialmente pp. 33 y 148. 4 Claudio Guillen, “Sob los comienzos de un sero hacia a oda en spat” en La oda, ‘4, Bega Liner Buono, Universidad de Sov, 1993, pp. 147-173 (1S) e Repona Lépe Buen, acl a deiaitacion dsl concepo ona en la posta espaol del Siglo de Oro en Led. oct, pp. 175214 07D, Seguin Francisco Javier Mainz Rutz, "Las Mendora (Desde una perspeetiva pragmatic)”, Gloss, 2 (1091), pp. 197-211, ya en et inicio ‘misma de la singladura eptolar po nostra historia eras n el conju de poe “an bles a Mendoza con toda seguridad. poxemos dining, dena de las composicionesescritas en fercetos cuatro grupos principales” 201 83), ” Claudio Gulla, "Saray pois en Garciasa™, en E primer Siglo de Oro, Barcelona, rica, 199% pp. 15-48 3), © 1a, os comtenzos de un gener." ob its p. 156 Eplstols en clave fits de Lope de Vega a7 La indefinicién genérica de la epistola ~mis all de la distractora precisién que conlleva el marbete pretendidamente caracterizador de este tipo de com- posiciones— se antoja meridiana, y ello es particularmente observable en el caso de Lope de Vewa, que ahora nos ocupa. En efecto, dentro del conjunto episto- lar del primer tercio del siglo XVI, frente al predominio del componente moral ¥ las reelaboraciones horacianas’, Lope de Vega oftece una mayor diversidad, {que Claudio Guillén ha reconducido “en cinco modalidades, pero no sin tener ‘muy presente la frecuencia con que se combinan y entremezclan, en consona- cia con la especial personalidad, la apertura y la improvisacién propias de la eseritura epistolar""; asi lo ilustra la epistola V de las incluidas en La Circe, dirigida «AI doctor Matias de Porras, Corregidor y Justicia mayor de la pro- vincia de Canta en el Piri; a filosofia moral horaciana, predominante en ella, no se libra de Ia contaminatio elegiaca (wv, 74-150: recordando a su hijo Carlos Félix, «este de mis entrafas dulce fruto») y de las pullas satiricas (contra la codicia de los criollos, vv. 235-270, y contra los «lvirbaros poctas», vv, 283- 309), ni tampoco de los tonos panegiricos. Pero esta permeabilidad del para- digma no es aspecto que sorprenda a estas alturas de Ia singladura genética, Porque es algo que viene acompaniando al propio devenir epistolar: y es menos sorprendente en el caso de Lope de Vega, si consideramos —junto a su misma personalidad, tan incardinada en escritura que el poeta mira al modelo garci- lasiano de le elegia II tanto, por lo menos, como al de la epistola a Boscan (y no habria que desdefar, ademés de las recaidas en los zigzagueos horacianos, la proyeccidn tonal de las epistolas ciceronianas, creo), por otra parte, no debe desdefiarse la predisposicién del Fénix, dada la mutua atraccién de vitalismo y escritura, a incurrir en vaivenes que implican, por momentos, la necesaria reconduccién del desarrollo discursivo; asf lo sugieren los versos de la ¢ laa Juan de Arguijo, la IX de La Filomena: “Las cartas ya sabeis que son cen- tones, / capitulos de cosas diferentes / donde apenas se engarzan las razones’ (vv, 253-255)! Hay que alladir a tales aspectos que Lope, en linea con la epis- tola en verso del XVI, apunta pragméticamente a las “tonalidades realistas, pre~ Vase al respect estado de Pedro Ruiz te en ese mismo voumen, Pa caciones vite que conlevs li elacién amora,segin el madlo horacano,véase Gonzalo Sobejano,“Confiana y literatura la epstoas de Lope de Vega Fal, $20 (1990) pp. 17-2, fsfcomoLope de Vezay ln epistol poxtica”.en M, Garcia Matin ft). Eada acta de oven dios sobre of Siglo de Or. 1 Universidad de Salamanca, 1993, pp. 1736. "0 Causa Guillén, “Las epistols de Lope dle Vea, ed de Oro, XIV (1999), pp. 16 177160 "Cito, con haré en sucesivs ocasiones de no inicr ora cos, por Lope de Vegs, Obras postions Manel lec Barcion, Planet, 1983, p80, cand enive parents os ‘eros comespondienes 208 Esser Moinero novelescas o lo que prefiero llamar ~dice C. Guillén ta ilusién de no-ficcio- nalidad”!; y que en perspectiva genérica y contextual, el corpus epistolar de Lope propende a la literariedad; simplifico lo relativo a la percepeién genérica ‘con lo que dice Claudio Guillén: “El libérrimo escritor de cartas elige un gén ro, lo cual trae consigo dos consecuencias importantes: que disminuye sensi- blemente su libertad; y que con esta decisién ingresa en la literariedad”™; con- textualmente, la mayor parte de las epistolas lopianas se enmarcan en espacios rmiscekineos que bordean literariamente el gongorismo, como La Filomena y La Circe, o bien en un entorno litico (asi, Aleina a Rugero,en las Rimas) 0 en cel cauce de la narrativa de aventuras («Serrana hermosa...», en El peregrino en ‘sw patria), 1o que Supone desplazarse, nvis o menos, desde el borde ~en princi pio, en este aspecto- hacia el meollo de la literariedad. ‘Ahora bien, la diversidad de modalidades que oftece el corpus epistolar de Lope puede acaso reconducirse en dos grupos cuantitativamente descompen dos; quiero decir que solamente en tres casos dentro de las veinte composicio- nes tenidas en cuenta (una de las Rimas, nueve de La Filomena, otras nueve de La Circe y una mis del Laurel de Apoto) la contigiidad entre Ta voz real y la voz postica se distancia de modo estratégico, y esto resquebraja, en tales casos, «la ilusi6n de no-ficcionalidad», por més que el pulso que sostienen vitalismo y literatura afecte a la libertad que la eleccién genérica conlleva e interese resultativamente al nivel de literariedad en todos ellos. En este sentido, con- viene no perder la perspectiva de algunos de los aspectos recurrentes en la obra postica (en toda la obra, podria decirse) del Fénix. Una de esas constantes {queda explicitada en el verso siguiente de la epistola de Belardo a Amarilis: “Mi vida son mis libros” (v. 193), si bien la identficacién metaférica no es tan univoca como la formula algebraica parece diseftar; como el propio Belardo ha indicado en versos anteriores, “lo demas preguntad a mi poesia: / que ella os dird, si bien tan mal impresa, / de lo que me aywdé cuando eseribia” (vv, 115: 117)¥4 lo que supone interrelacionar la experiencia de Ia vida y la experiencia de la literatura en el espacio artistico modelizado'®, Esta actitud vitalista con- luo Guillén, “La episoas de Lope de Vega 0, cit p19. Ad" bord dela ittuiedsIiteratway epstolaridadsTropelas, 2 (1991). pp. 7h- 92182), 3 Lope de Vega, Ofvus podticas ob. ci. . 813, "5. Como efi Antoni Carre en el propos Lope de Vega Rimas mamas otosver~ sos, Barcelona, Crea, 1998, p. XXVIL. convene fener en cena Tos rao mi represents de la vida de Lope, ya que Eta, bin como svida» (bis) Bien como experieniabiogifca {Eepnis), ermes, conforma y has significado y seni as ica (Pose) bin stable ‘eno, yradicalmeate difeenciand, la fibula lirica coma discus fete al acomtecerbiorafico ‘somo histor en la misma medida que la poesia ota de a vvencia debe coasiderarse simi ‘oa wivencia de a psi epi el prop A. Caren inaduccin a Lape de Vega, Pr pistols en clave fitica de Lape de Vega 29 Hleva la inflexién genérica en el doble (y solidario) sentido de la defini (autor) y de la explicacién (lector, o autor en cuanto lector). En esta encrucija- da, la epistola horaciana -adoptada la convencién métrica del terceto encade- nado y subsumida en él un tanto tensionadamente la varietas de temas, marcas, ‘elocutivas y esquemas dispositivos- acabard reflejando en manos de Lope el grado de indefinicin genérica y de ambigiledad que la aproxima a los capito- 1 italianos: y la pregunta «a su poesia nos leva, por este camino, a diversifi- ccar en términos generales las epistolas en que se mezcla lo vivencial y lo moral!s, de aquellas otras en las que se impone la simbiosis de lo vivencialy lo Amoroso, atentas mayormente al referente genérico de las heroidas ovidianas {manifiestamente claro en la epistola de Alcina a Rugero ¢ interpuestoasimis- mo en el intercambio entre Amarilis y Belardo), con la subsiguiente propensién alaclegta Hay otros aspectos que favorecen la diversificacién propuesta, Verda es ue en todos los casos, en mayor 0 menor medida, la perspectiva biosrfica y la actividad lectora se literarizan en el espacio de la escritura, tensionando os, modelos genéricos que. de este modo, resultan mas permeables, flexibles y diversificados, lo que pone en paralelo el dinamismo vital de Lope con su dina mismo por el espacio escrito. Y si este dinamismo favorece en las epistolas amorosas el distanciamiento entre el sujeto real y el sujeto ficticio, estima a mismo los distintos ropajes que éste ofrece, adecuando en los distntos casos el vestuario a las modas de su sincron‘a, Esta movilidad del sujeto real y el suje~ to ficticio -sobre desdoblado, disfrazado- se resuelve en un juego de escisio- nes, metamorfosis de voces y méscaras diversificadas que resultan “manifesta ‘ones actanciales de un tnieo sujeto protagonista sometido a una multiforme representacién eseénica’, cuyo “electo es de perspectiva, profundidad y entre ‘ruzamiento de planos distintos, muy en la Tinea de la plastica urea”, como ha seleta, Madi, Cede, 1983, p13 fin como insiste Aron Eaido Al pce a etea™. Edo le Or, XIV (1995), pp 121-149. en Lope dV {¥amar on td uno" (125) "6. Come rcuerda Yolanda Novo, Las “Rims saras” de Lope de Vega. Disosicion vse ‘ido, Universi de Santiago de Compostela, 199, p. 250, “ese ris de apertura qo la piso Is poseeorgiariamente no mpi stricamente I jain canine de unas constants se constituyen como al nero diferencia, ene elas, ua dccn no menos cologual, un Tepe toro de vopo creates los de generos em ron afines (cart Fai, ct dllogo itera, ‘ensayo flea), i como wn contenido moray ilosio” La conjuncn de os temas los Ticosy ls Fonma de carta personal, junto a eto axgos gndrcos dela epstoa, ha sido estacala por Elias Rivers, «The Horan Epica its Introduction into Spanish Ierature, Hispani Review, XXIE3 (1954). pp 175-19, Juan Manuel Roz, por su pat, en «El sone ye igi ado de la Eglo a Claudio de Lope de Vegas, Sera pileoiea F.Lizar Career I, Mai ‘Cede, 1983, pp 465-484 (470), pone de lie Ia intrrelicion de Io moral To vive, Escritura y poesia Lope a sent, visi esi a0 Angel Estver Maine puesto de relieve Yolanda Novo"? de este modo, “queda implicita o desdobla- da la voz del sujeto real, asi disfrazado a guisa de otro yo ficticio. Por tanto, la ‘mascara es un intermediario lirico del autor"!8. No es dificil deducir que esta ceapacidad para desdoblar el yo real y trajear con ropaje pastoril 0 caballeresco, el yo ficticio, sobrepasa las tonalidades realistas y prenovelescas del XVI y des- plaza hacia el centro de la literariedad, dentro del conjunto epistolar de Lope, las de caricter amoroso, Otro de los aspectos a que antes me referia, conecta con la tematica genui- hamente amorosa (aunque no exclusivamente en la respuesta de Belardo a Amarilis) y las implicaciones que dicha temtica conlleva. Se antoja esclare dor al respecto el contexto novelesco en general y. en particular, la intromisi , pues a fin de cuentas el Fénix, desbordado por su vitalismo, “suele subordinar Ia figura ret6rica a los fines autobiogrsticos™, José F. Montesinos, que considera esta epistola “excepcional entre las suyas’ Nuevamente, adelantindose casi dos siglos a su época, preludiaen ella tonos romnticos, Hay algo del romanticismo lacrimoso en su comienzo, pero esas ligrimas torrenciales que corre siempre por los versosamorosos de Lope no le impiden comunicamos esta vez de muy eficaz manera los dolores de la partida y de la ausencia. Estos tecetos a Lucinda contienen versos de unt plenitud de emociGn sorprendente en un lirico seicentista. samente vividos?, La epistola, inequivocamente elegiaca, se atiene a los modelos y eédigos filograficos que hacia la segunda mitad del XVI resultan de integrar sinerética- ‘mente la herencia romana (Tibulo, Propercio, Ovidio), la descendencia neola- tina (Joannes Secundus, Flaminio, Navaggiero) y las recreaciones posticas de los italianos (Alamani, Ariosto, Tasso, Tansito), todo ello infiltrado por ciertos aires a la manera del amor cortés y la subsiguiente modulaci6n de la tradicin petrarquista, Podria situarse, por fo tanto, en la linea de otras semejantes de Hurtado de Mendoza, Hernando de Acufla y Cetina, en las que el motivo de partda y la consiguiente ausencia de la amada despiertan versos quejumbrosos, 2 Lope de Vega El pregring en su para, ob. et pp. 262270 22 Joa Fs Montsinas, Estudios sobre Lope de Vega, Salamanca, Anaya, 1969, p. 182 ‘an Bautista Avale-Arce, em El peregrina en su patria, ab tp. 262, 340 34 Toad F, Montesins, obec, pS. wo Ange Eséver Molino y junto a otras de Herrera? eso si, se distancia de todas ellas por la explicitez ‘del marco epistolar y por su vitalismo, dada la mucha abundancia con que Lope ‘dej6 hablar a su propio corazon”, Laestrategia procedimental instituye el eje comunicativo de un «yo» y un «ti» ficticios, revestidos para la ocasién -en el marco de un relato de aventu- ras con disfraces pastoriles: “Asi ha llegado aquel pastor dichoso, / Lucinda, ‘que llamabas dueno tuyo, / det rico Betis al Tajo caudaloso” (vv. 142-144). La estructura de esta «carta» elegiaca (0 elegia epistolar), escrita en rercetos, reproduce fa triparticion clisica de capo, corpo y coda, La primera delimita el ccontexto de la escritura (vv. 1-24) e incluye la salutatio (vv. 1-12) y el exordio (vv, 13-24), El corpo es la parte mas extensa (vy. 25-225) y en ella puede dis Linguirse e! motive del viaje causante de la ausencia (ww. 25-147), por un lado, ¥ los peligros que la ausencia conlleva (vv, 148-222), por otro. La despedida ¥yel trayecto se reconstruyen en analepsis ~Aquella noche en su mayor espan- to / consideré la pena del perderte” (vv. 25-26) y “A la ciudad famosa que deja ba, / la cabeza volvi.”" (v¥. 31-32)- con remisiones emotivas al contexto de la narratio; 6sta se organiza, a su vez, ef tomo a tres puntos geogrifico-afectivos: 1/ el inicial, cuando “el alma y la ciudad dejaba’ (v. 43) con la consiguiente remisi6n al presente, donde “todo es llorar desde la noche al dia” (v. 63); 2/ el ;punto central, representado por Sierra Morena, el “dichoso lugar en que nacis- te" (v. 75), ahora interpuesto de manera “que con pensar que estés de a otra parte, | me parecié que me quité la Sierra / la dulce gloria de poder mirarte” (vv, 82-84); 3/ el final del trayecto, junto al Tajo, que sélo le muestra “ruinas. tristes de pasadas glorias” (vv. 104), pues siente ~con proyeccién roméntica— “que a veces los lugares son historias, / y en mas de dos que yo te dije amo- res, / parece que escuchaba tus respuestas” (vv, 108-110). La misiva enviada, ‘opera ut pictura poiesis: “Este que miras es retrato Suyo, / que asi el esclavo que 25 J. Valentin Nunez, “Ente la epstoay laces. Sus confuencias genética en a poesia 1 Renacimionloy en Laelia, ed, Beja Le? Bueno, Universidad de Sevilla, 1996p. 167- 3, seal a propio dela Epsola a una parte. de Diego Hurtado de Mendoza, que a3s0 "Sea ‘sta composiig la primera clea espaol en Catia y Acubu se rota ax (Elta ona par ‘dol donee gener erstalira con oss arteres temic. Formals (a corposiin se cen tra emel “olor del amant por a separacon de ia armada a Ta cual eige su lamemto} yexento de ‘sauier marco epstola” (103). Por su parte, Begoda Lips Buen, “La clegiaen el ssema pos tio renacemista 9 el incentodevenir de un gener. en Lo eles, obit pp. 138-166 precisa fpoctunamene qu laces Rerreriana ese estado de una simbioss com ecepticul de dos tradiciomes: a romana (que determina el enero) ys petrargusts (que determina Tos top que hora intgran~y con fs qu se construye~el gener” (165). Con tales precedents, no sorpremde ‘que la hora dé Lope -uno de los autores mds receptive alos modosfenacentista en la epoca roca se haya did an ni a confaencia termina y fa ndfiniion gendrca, 36 Yoxe Fs Montesinos oh cp. 18, pistol en clave fticia de Lope de Vega 0s Horando pierdes / a tus divinos ojos restituyo” (vv. 145-147). La otra parte del corpo desarrolla los peligros que acechan a la ausencia; el pastor reitera su fir- ‘meza —"el cuerpo que tus brazos estimaron, / nadie los mfos ocupar espere” (vv. 155-156)-, a pesar del “rigor de mi desvio /con Flora, que fe tuvo tan celo- sa” (vv, 163-164), pues, aunque ésta “me solicita y me regala” (v. 170), aunque estd “envidiosa de ti, / de mi quejosa” (v. 168), en realidad “Ti sola mereciste mi desvelo” (v. 184); sigue el retrato de Lucinda a la manera petrarquista y la reafirmacién en “nuestros hermafroditicos amores” (v. 222). La coda cierra el poem con la correspondiente petitio de respuesta y la conclusio de quien espe- ra Ia fama gracias a esta carta ~seripra manent estimulada por el amor. La epistola que Alcina dirige a Rugero (1602-16047), en la més genuina tradicién de las heroidas, parece contemporsnea a la redaccidn de La hermosu- ra de Angélica por la complacencia en los motivos ariostescos: y en efecto, ‘constituye una recteacién original del episodio que desarrollan estos persona- jes en el Orlando furioso, si bien Lope presenta a la maga engafadora de Ariosto como una mujer “enamorada y sensual”? Los modelos son Propercio ccon la «carta» de Aretusa a Licotas, més directamente Ovidio ~en particular ‘con Ia carta que Dido dirige a Eneas (a partir de la situacién que Virgilio desa- rrolla en el canto IV de la Eneida}- y el propio Ariosto. Esta escrita en teree~ tos, con el procedimiento consustancial a la comunicacién epistolar: camufla- ddos bajo distraces caballerescos, un «yo» femenino (Alcina) se dirige a un «ti» vardn (Rugero), en una situacién de desequilibrio afectivo que condensan los versos 104-105, situadas en el centro mismo de la epistola: «la falta es nueva y fresca la memoria / del bien que se ausent6 y el mal presente». ‘Como en el caso anterior, la estructura reproduce la divisién en capo (vv. 1-24), compo (wv. 25-178) y coda (vv. 179-214); el corpo, a su vez, queda uubdividido en dos partes, engarzadas por la correctio de los vv. 106-108: Mas, para qué me canso en tanta historia? / ,O para qué tan tiernamente 2 Escibe al respecto Foipe B. Pedraza, cn Lope de Vega, Rimas 1! [Segunda parte Universidad de Casilarta Mancha, 190, p. 184: "No hay asideros para data este poe. Cabs imaginar, une sn mayor fandarento gue e cotemporineo dela edaccn de Las hermosira ddeAngetica nena de contnsacin dl Orlando fron y que es prdto de ex Spc ene [Lop esa empapado de motivosarowescos, Pea cl tno ye estilo de epistolasupiren una raver madure la eptola se clave en is pp 185201 de dcha edi, por donde eas. 2" id Prope, Maxime Chevalier. Los temas ariostescoe em ef romancero la poesia ‘espanol del Silo de Oro, Madd, Castalia 1968, p 174, ndca "El sentido ye tn de ese tola son ms iferesntes ques Torma, Lope de Vega se hace en este texto defensr de Alin. ‘uicn presenta como una mujer enamorad. Est enfogue es orignal, ¥ercmos que unio, en la Ttertura expanola dea epoca sealando mis adelante que "s Lope de Veg fe secs la sens Tid del episodio” (175) sou Angel Estver Minera esctivo / mi vencimiento humilde y tu vitoria?”. La andadura, guiada por ese dialogismo tan grato a Lope, zigzaguea entre el yo y el ta, incorporndose en ambas partes el tercer personaje en discordia (Bradamante), nuevo dueno de Rugero, lo que larga los vaivenes del discurso. Ahora bien, aungue ya sabe~ ‘mos que las cartas «son centones, / capitulos de cosas diferentes, / donde ape: nas se engarzan las razones», en esta heroida no sélo se van engarzando (inclu- so al hilo de la compulsi6n sentimental), sino que, doblado el desarrollo dis cursive por el eje central que marcan los versos de la correctio, se conforma, ‘una estructura quiasmatica en espejo que pone en relacién la salutatio y la con- clusio através del motivo del regreso de Rugero: las aparentes contradicciones, polos de una dialogizacién que tiende a la conciliaci6n y la amistad se dilu- yen entre las oscilaciones propias del sentimiento de quien se confiesa herida Por “cuanto un hombre tiemno mueve y data” (v. 81) y, no obstante, razona su. actitud: “porque te adoro y amo” (v. 189). Escrita hacia 1620 e incluida en La Filomena (1621)%, esta «Epistola séptima» de Belardo a Amarilis es respuesta a otra, en estancias de cancién, tolas se organizan en grupos homogéneos, genéricamente diversiticados). Ahora bien, siel cauce de los tercetos (excepto, obviamente, en las epistolas en prosa). el marco epistolar y las convenciones pragmiticas que impone el cje ‘comunicativo se avienen con el paradigma genérico, la apertura del modelo horaciano y_ su propensién hacia la varieras estilistica y tematica de los capi- ‘oli conducen la epistola hacia la confluencia terminol6gica y a la indefin tzenérica con la subsiguiente dispersicin ~por reclamo adjetivo- en modalida- des literarias. Esta percepcién se confirma de modo mis preciso en el easo de las epistolas de caracter novelesco que, por dicho caricter, aspiran mis clara mente a la literariedad, Sino rasgo Gnico ni imprescindible, sf debe considerarse la ficcionalidad ‘como “signo de identidad importante de la literariedad y por tanto de la poeti- cidad posible”, segin avisa Claudio Guillén’®. Como venimos diciendo, en las cpistolas lopianas referidas se produce la identfieacign del «yo» con un perso- naje ficticio, lo que enmarca por una parte la comunicacion amoroxa en el ‘imbito de la ficcionalizacién ¢ instituye, por otra, la distancia entre la voz real y la voz postica, con lo que el sujeto sobre disfrazado, desdoblado~ acomete fl “acto de velarse y de desvelarse a través de multiples mascaras"™”. Tales aspectos, junto a las marcas elocutivas y dispositivas que formalizan la mate= . constituyen otfos tantos signos que subrayan la literariedad. Por lo tanto, si todas las epistolas de Lope implican la eleccidn de un género, contextualizado ademas en el marco de un espacio artistic, las de Jacinto a Lucinda, Alcina 2 Rugero y Belardo a Amarilis no s6lo se sitan “radicalmente en la literarie- dad, Como aquéllas, sino que afladen como signo de identidad importante la ° Claaio Guillén, “Al horde del erred." ob. et p78, Antonio Carefo, en estudio prlimirar a Lope de Wega, Rims humana otros vers. ob. cit pe XX. Po de a epstola hori J a era, ob i, p86. 3 propio ciso que Gt [lt erred] es signi trctr del lengua coto posi GGazsiaso rete, interpreta y perpetia el insists en quel erred procede de is eas formals dela poi pereibirann hin la espeiiidad de I epo- {ola en verso. que esta en fos lntes asignados esas culidaes,bordeando la pros iscsi vay laos mor 08 Angot Ever Molinero ficcionalidad. Y, sobre ello, frente al componente vivencial y moral de la mayor parte, éstas tres privilegian lo vivencial amoroso con una {cil predisposicién, ‘cuando asientan como principio la afirmaciGn de la ausencia, a derivar hacia Ia categoria de elegias epistolares, como ocurre en el caso de las dos primeras, bien en la onda de ta elegia romana («Serrana hermosa..») on el esquema ovi- iano de Ia heroida (Alcina a Rugero); la respuesta de Belardo a Amatilis, con el posible modelo de las heroidas dobles, conecta mayormente con la line: hhoraciana, pues, aunque atiende a cuestiones de amor in absentia, se entremez clan en ella los trazos narrativos, explicativos y digresivos, acereéndola en alguna medida a una «conversacién entre amigos ausentes», como requeria para la epistola Cicerén en la Filipica Tk; ahora bien, la presencia de “el «otro» (Belardo) en reciproca sucesién del «mi mismo», reflejado en multiples otros", avala su caricter novelesco, Come puede concluirse, ef modelo horaciano que circula porel siglo XVI, abierto a la variedad propia de los capitulos, es el que determina genéricamen- te la conformacién de la mayoria de las epistolas de Lope: dicha simbiosis, por otra parte, es la més adecuada al vitalismo con que se interpenetran vida y literatura; en dos ocasiones* («Serrana hermosa...» y Aleina a Rugero, con el esquema subyacente de las heroidas dobles en el caso de Belardo a Amariis, afluye la elegia en el marco epistolar y en sus convenciones pragmiticas: por ‘una u otra via, el resultado conduce a ia confluencia terminolégica y a la inde~ Tinicin genérica, lo que acaba por reclamar sustantivamente el apoyo adjetivo de las modalidades literarias. Donde se aprecia esto con mayor nitidez es en las tres inmediatamente referidas; la de Jacinto a Lucinda, por decirlo con pala bras de Yolanda Novo, “patentiza la fuerte supeditacién, mis que imbricacién © contaminacién, a lo elegiaco amoroso de estirpe romana del género de la epistola en verso”, sin desdefar “la Tuertes deudas del proceder de Jacinto res- pecto al doble amor ~y su firmeza en rechazarlo~ con la mas pura tradici6n ele sfaca clisica, ovidiana en particular™!; con ésta precisamente conecta la diti- sida por Alcina a Rugero, e incluso algo de ella ~ademés del esquema de la hheroida doble~ penetra en la respuesta de Belardo a Amarils si consideramos, ‘aafectos del doble amor y el sutil rechazo, las «Celias de s6lo el cielo» (v. 259) junto a las «Celias de la terra (v, 260) que entre aqueélla se interponen, lo que nonin Care, en prlogo Lape de Vga, RinasIumonasy ot eras, ob i p.XLY, Para as composiciones ulus come celegiase, vése Yolanda Nova, “La clgla po tie on Lope Ed de Oro XIV (1995) pp. 2 "Yolanda Novo, "La lea en ci prie en La cles. obi pp 227-200 242) Episolaxen clave fcticia de Lope de Vega 309 ccontaminaria avin mis Ia particular recepeién lopiana del modelo horaciano, proclive por lo general a las «cosas diferentes» de los capitulos. En lo que inte- resa a la literariedad, si este rasgo se detecta en todos los casos al tratarse de epistolas escritas para ser profesionalmente publicadas y disponerse en diseiios literariamente contextualizadlos, dicho signo es mas fécilmente reconocible en las de caricter novelesco por adentrarse en el espacio de la fiecién. Creemos, cen definitiva, que Lope ejemplifica, mejor que cualquier otro autor de su tiem: po, el grado de indefinicién genérica y de literariedad de la epistola, particu- larmente con las que dirigen Jacinto Lucinda, Alcina a Rugero y Belardo a Amarils: y no se olvide que las restantes, en la interseccién de la herencia hora ciana, la asimilacién neolatina y los «capitulos de cosas diferentes», certifican la propension a la literariedad por contiglidad vivencial (tan barroca, ademis, al interpenetrarse en limites contrastivos la concepcidn) de la vida y la Titeratu- +a, Hasta resulta comprensible: sobre el filo de los zigzagueos, en el resumen de la equidistancia que tensionan los estilos, Lope de Vega es también -episto- Jarmente~ la simbiosis de una palabra en proceso de busqueda (0 de una fuga en la incertidumbre),inserita/escrita a ras del tiempo. Lo demas ya se sabe: «Mi vida son mis libros»,

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