Desafíos pastorales en la preparación al Sacramento del Matrimonio y el acompañamiento pastoral a los matrimonios jóvenes a la luz de la exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia - Víctor T. Rojas
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Desafíos pastorales en la preparación al Sacramento del Matrimonio y el acompañamiento pastoral a los matrimonios jóvenes a la luz de la exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia - Víctor T. Rojas
Diócesis de la Guaira, Seminario San Pedro Apóstol 26/02/2021
Teología del Matrimonio
Víctor T. Rojas – 4to año de Configuración Desafíos pastorales en la preparación al Sacramento del Matrimonio y el acompañamiento pastoral a los matrimonios jóvenes a la luz de la exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia
El Pontificio Consejo para la Familia en vista de la suma importancia del
Sacramento del Matrimonio y el bien que éste supone para la Iglesia, se da a la tarea de sugerir cuatro etapas de preparación al matrimonio para una mayor eficacia y dignificación del sacramento. La primera es “la preparación remota”, que abarca desde la infancia, la niñez y la adolescencia, empieza desde la familia y busca extenderse también en las escuelas y grupos de formación, para transmitir los valores del respeto humano, las auténticas relaciones interpersonales y sociales. En segundo lugar está “la preparación próxima”, que tiene lugar en el noviazgo, donde se propone verificar la madurez de los valores humanos propios de una relación de amistad, esta preparación se perfila y prepara a la toma de decisiones para el proyecto de vida del matrimonio por lo cual debe ofrecerse en ella la formación debida sobre el sacramento. En tercer lugar se encuentra “la preparación inmediata”, que a diferencia de la próxima es consecuencia del adecuado recorrido realizado en la anterior y que concluye en la preparación preliminar para contraer el sacramento del matrimonio, procurando sintetizar el contenido del itinerario de la etapa anterior, efectuar experiencias de oración, formar litúrgicamente y sobre el significado y requisitos del sacramento, e incentivar el conocimiento mutuo a través de coloquios con el párroco. Finalmente está la celebración del matrimonio que es la cumbre del camino de preparación realizado por los novios y que no se reduce a la ceremonia, sino que ésta da apertura al inicio de un nuevo estilo de vida del cual los cónyuges se hacen protagonistas y responsables. Dadas las condiciones actuales de la sociedad en la que cada vez es más difícil procurar que los cónyuges se casen con plena libertad y conocimiento del compromiso que asumen, más allá de una mera atracción o afectividad difusa, el Papa Francisco propone en la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia como algo imprescindible, que los cónyuges sean acompañados en los primeros años de la vida matrimonial con el fin de enriquecer y profundizar la decisión consciente y libre de pertenecerse y de amarse hasta el fin. Teniendo una incesante y creciente amenaza representada por el avance de la ideología de género dentro de una sociedad y generación cada vez más permisiva, relativista y conformista, es evidente que bajo sus bases, que confluyen con las del marxismo, esta ideología, al igual que el marxismo, ataque a las clases en un intento de eliminarlas, pero teniendo como objetivo a la familia, que desde su perspectiva sería el origen de estas clases. El feminismo, trayéndolo a colación, pretende “deconstruir” términos que señala como “construcciones sociales” dividiéndolas en tres categorías, masculinidad y feminidad, relaciones familiares, y ocupaciones o profesiones, con la intención de implantar una falsa noción de equidad y una nueva estructura social, de manera que puedan ser reemplazados por su modelos uniformes que desdicen de la condición de dignidad propia de cada ser humano y el carácter propio de cada sexo. El Papa menciona en el numeral 56 que esta ideología “niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia”; ha insertado, o intentado insertar, proyectos educativos y directrices legales que tienen la intención de promover una identidad personal totalmente desvinculada de la diversidad biológica de hombre y mujer. Todo este activismo representa una amenaza al modelo tradicional de la familia defendido por la Iglesia, pero de la misma manera se han sugerido en la exhortación apostólica del Papa otros desafíos que si bien algunos están correlacionados o influenciados por los postulados de la ideología del género, otros son consecuencia de costumbres que poco a poco han deteriorado la educación dentro de la familia. El Papa Francisco menciona cómo se ha difundido poco a poco la práctica de una convivencia precedente al matrimonio, o convivencias que no están orientadas a unirse en un vínculo institucional, en algunos casos legislativamente se les facilitan otras alternativas aparentemente más viables, teniendo como consecuencia que la opción de una vida de exclusividad, una unión indisoluble, y un amor fecundo abierto a la vida se presente como una oferta anticuada o poco atractiva. Posteriormente también se añaden, como había sido señalado antes, costumbres que pueden deteriorar no sólo la educación dentro de las familias, sino que tienen como antecedente rasgos tan marcados y comunes dentro de la historia de muchas culturas, según el numeral 55, “como la ausencia del padre marca severamente la vida familiar, la educación de los hijos y su integración en la sociedad. Su ausencia puede ser física, afectiva, cognitiva y espiritual. Esta carencia priva a los niños de un modelo apropiado de conducta paterna”, desencadenando deficiencias al menos en la primera de las etapas de preparación presentadas por el documento para la preparación al sacramento del matrimonio del Pontificio Consejo para la familia. Por lo cual es importante procurar el cuidado de las familias en estas etapas de la preparación, que abren y cierran el ciclo de vida de los fieles, intentando lograr una sana educación en el contexto familiar, el cual es “la primera escuela de los valores humanos, en la que se aprende el buen uso de la libertad”, y un constante acompañamiento a los cónyuges en los primeros años de la vida matrimonial, enseñándoles que el contraer matrimonio no es el final de su itinerario sino que al unirse, se convierten en protagonistas, dueños de su historia y creadores de un proyecto que deben que llevar adelante juntos. De la mano con la idea que cita el numeral 220 de la exhortación apostólica “El camino implica pasar por distintas etapas que convocan a donarse con generosidad: del impacto inicial, caracterizado por una atracción marcadamente sensible, se pasa a la necesidad del otro percibido como parte de la propia vida. De allí se pasa al gusto de la pertenencia mutua, luego a la comprensión de la vida entera como un proyecto de los dos, a la capacidad de poner la felicidad del otro por encima de las propias necesidades, y al gozo de ver el propio matrimonio como un bien para la sociedad”.