la favela
COLECCION LITERATURA LATINOAMERICANA
sR oSbEo13
CAROLINA
MARIA DE JESUS
CL
°
LA FAVELA
CASA DE LAS AMERICAS, CUBAa
CASA DE LAS AMMRICAS, GY 3RA.,
‘YEDADO, LA HABANA, CUBA
PROLOGO
CRONICA DE UN RENCOR
Pensé en Ja eficacia de la lengua hu-
mana para ttasmitir una noticia,
Cénouina Manta pe Jesus
Afirmar que Brasil es un gigante subdesarrollado no
5, creo, un abuso literario. Sus ocho millones y medio
de hilémetros cuadrados (sélo excedidos, en érea te
rresire continua, por la Unién Sovitica, Canadé y
China) y sus setenta millones de babitantes proponen
uma magnificencia que puede ser —y ¢s— engatiosa.
Porque luego nos enteramos de que el 0% de la
poblacion utiliza para vivir apenas el 36% del territo-
vio: una preferencia que tiene en cuenta, sobre todo,
el litoral maritimo, No soy un fetichista de las estadis-
ticas, pero, si las cifras significan algo éstas que signen
bucden cxplicar una literatura 0 una revolucion. O ex
Plicarnos también este Cuasto de desahogo que no es
ni una cosa ni la otra: apenas grito, protesta, rebeldia,
subliteratura. Pues no debemos olvidar que de una sube
vida sélo puede nacer una subliteratura, Y las memorias
ae Carolina Maria de Jesiis valen justemente por la
fuerza, la cruekled, la impudicta de una materia pri
ma al desnudo. Material en bruto sobre el que debe-
rén trabajar los sociélogos, los lingilistas, los historia
adoves, los antropélogos, los poetas, los revolucionarios
de nuestro continente. Sélo con esta perspectiva se
puede entrar a leer con provecho este diario de un wltra-
je, esta crénica de un rencor.
Una publicacién oficial brasileia nos informa: La
tasa de mortalidad —de 18 a 20 por mil— es una de
las més elevadas que se conocen; aun en América La-
tina solamente unos pocos paises alcanzan ese nivel.
Pero si pasamos a la mortalidad infantil el salto es so-
brecogedor: de cada 1000 nifios mueten 171: Y pera
algunos estados del Nordeste las tabuladoras electréni-
cas IBM del IBGE (Instituto Brasilefio de Geografia y
Estadistica) sefalan: de cada cuatro ctiaturas, una muer-
ta. eAsesinato u bomicidio culposo? Aqui los matices
seménticos cuentan poco. Porque ademés, de dos bra-
silefios uno no sabe leer ni escribir.
Sin embargo, en cuestiones sanitarias se han hecho
progresos. En 1940 sélo se disponia de una cama por
cada 557 habitantes. En 1957 la relacién era de 1 a
274, Bero en este caso las cifras tienen una objetividad
falaz, ya que el 60% de las camas disponibles persene-
cen a clinicas privadas. Las consecuencias de este estado
de cosas se hacen explicitas en las probabilidades de
vida que las Naciones Unidas fijan para los brasileiios:
39,3 afios para los hombres y 45,5 para las mujeres, Este
carnaval de la muerte se ilumina por completo cuando
Teemos: Del total de personas que mueren anualmente,
el 61% tiene menos de 19 afios, Cada veinticuatro horas
mueren ms de mil nifios menozes de un aio.
La violencia de estas estadisticas lastima mas cuando
uno las compara con las que expresan la riqueza de
este pais de pobres, esta nacién subdesarrollada, 0 en
vu
vias de desarrollo, para emplear el Lenguaje eufemistico
de las Naciones Unidas. Una produccién de cincuenta
millones de toncladas de catia de axticar y treinta y cinco
millones de sacos de café anuales, setenta millones de
cabezas de ganado vacuno, 630 emisoras de radio yi2
canales de televisidn que sirven a cerca de un millén
de receptores no han impedido la miseria: el ingreso
per cApita es 11 veces menor que el de los Estados
Unidos,
Yo clasifico a Sao Paulo asi: el Palacio
de Gobietno es la sala de visitas; la
Municipalidad, ef comedor; Ja ciudad,
el jardin. Y ta favela, el lugar donde
attojan la basura.
¥ ahora situemos a Carolina Maria de Jess, esta
negra que alos 46 aitos se convirlié en el best-seller de
1960. La ‘que dice frases peligrosamente ingenuas como
No hay peor cosa en la vida que la propia vida, El esta-
do se Hama Sao Paulo. El més rico del Brasil, Trece
millones de habitantes y el puerto principal del pais:
Santos,
La capital se Mama también Sao Paulo. Cuatro mix
Hones de brasiletos, italianos, sirios, portugueses,
alemanes, japoneses, espatioles. La mayor concentracién
industrial de América Latina. Rascacielos, avenidas a dos
niveles. Dos importantes museos de arte y la imica es-
euela de disetto industrial del continente, Una Bienal de
artes visuales de prestigio internacional. Tranquilos y
bellos barrios residenciales; Jardin Paulista, Jardin Eu-
ropa, Jardin América, Dos enormes parques forestales
1xy un desmesurado lago artificial que los yates glorifican
los fines de semana, Y, a orilles del Tieté, los barrios
de indigentes. Chabolas de Madrid, cantegriles del Uru-
guay, bidonvilles de Francia, Villas Miseria de Buenos
‘Aires, en Brasil los nombra una palabra hermosa: favela,
Y una de esas favelas se ame Canindé y en Canindé
vive Carolina Maria de Jesiis.
La tinica cosa que no existe en Ja fave-
ja es solidaridad.
Nacida en Minas Gerais, a los 23 aftos decide lo
que riuchos otros brasilenos: ir a Sao Paulo. Aqui
Ja carrera es rapida y previsible: cocinera, empleada
doméstica y luego decidir: 0 buscar hombres 0 Iner-
ger en la basura. Carolina elige. Ya babita Canindé,
Sus hijos la ayudan a buscar en los desperdicios, me-
jor dicho, @ vivir de los desperdicios, porgue el fa
velado se alimenta de restos de comida. Y en este
safari del bambre el Frigorifico ofrece las mejores
perspectivas. Hasta que un dia descubre que echan
creolina en la basttra para que el favelado no pueda
comer la carne, 7Hipérbole? gRencor? ¢O mera trans-
cripcién de une realidad, de wna verdad? Esto no es
mentira —nos dice, Las miserias son reales, Pero cuan-
to mayor el hambre, mayores las ganas de escribir.
Un zapatero me pregunté si mi libro
es comunista. Le respondi que es rea-
lista, Me dijo que no ¢s aconsejable
escribir Ja realidad.
¢Cudles son los alimentos titerarios de Carolina? Los
vaciaderos de basura sélo reciben revistas y novelas ba-
ratas: subliteratura, Bajo su influencia escribe novelas,
cuentos, poemas. Pero es su Diario el que la saca del
anoninato y de le favela, Aparte de los cortes efectuades
por su descubridor, ella misma practica una autocensura
y expurga el libro de todas las descripciones obscenas.
Cuarto de desahogo se convierte en un éxito editorial,
es adaptado al teatro y al cine y traducido a dieciseis
idiomas, incluido el espaitol,
Y agus comienzan los equivocos. Una critica ingenua,
superficial o exaltada habla de un fenémeno, de un caso
en Ta literatura latinoamericana, Se espera con ansiedad
la continuacién de su diario —Casa de material— y hay
quienes Negan a creer que la publicacién de sus tres no-
velas (El esclayo, Maria Luis, Silvio) sefalard el co-
mienzo de una literatura que exprese autéuticamente el
subdesarrollo. Esta actitud —ligera, populista y tipica-
mente subdesarrollada— es consecuencia de dos confu-
siones. La primera confusién es de niveles: la cultura es,
en definitiva, una cultura de productos, no de subpro
ductos, La autenticidad, la veracidad son elementos
necesatios pero no stficientes para convertir un libro
en una obra literaria, La segunda confusion es la de
identificar el medio, el hecho social, la favela en una
palabra, con sw autora.
Vi a los pobres salir Horando. Las
lagrimas de los pobres conmueven a
Jos poetas. No a los poetas de salén
pero si a los poetas de la basura, a Los
xridealistas de las favelas: un espectador
que asiste y observa las tragedias que
Jos politicos representan en relacién
al pueblo.
Porque justamente lo que distingue a este libro, lo
que lo valida psicoldgicamente es Ia absoluta nevesidad
que tiene Carolina de no ser wna favelada més, de no
sentirse uno de ellos. En este universo de carencias se
explica que, para sentirse alguien, haya que comer ives
platos, Luega vendré la lucha contra la promiscuidad,
la corrupeién. Por eso adbiero.a Angel Rama cuando
afirma que «and voluntad de ser distinta explica su
vida y su obray. Hay algo mesiénico en Carolina: Los
politicos saben que soy poetisa, ¥ que el poeta enfrenta
a [a muerte cuando ve a su pueblo optimido, Ella siente
que ba venido a cumplir una misién, que esta librando
una suerte de guerra santa en la que no da wi pide cuar-
sel. En definitiva todos son sus enemigos y enemigos
entre si: la piedad no existe, Esta es la crénica de un
smundo miserable y también la crénica de wn odio, de un
sentimiento de destruccién que s6lo puede engendrar
un mundo donde las mentiras convencionales que pro-
tegen ala sociedad burguesa han sido abolidas. Esta
mos en la ley de la selva, en la ley del més fuerte,
Sin embargo, aqui y alld vemos resplandores de bon-
dad, relampagos de piedad y comprensién que sirven
para destacar atin mis 1a noche de los instintos. No bay
que olvidar que de esta antologia del horror fue cer-
cenada la violacién de su hija Vera.
xu
Neeeeerrrennrnreee reer eeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee renee
Carlos Lacerda es muy inteligente.
Pero 0 tiene educacién. Es un poli-
tico de solar: le gusta intrigar. Una
sefiora dice que «es una listima, las ba-
las que dieron al comandante pudieron
haber acertado a Lacerdar. «a le le-
gerd su diay comenté ota.
Carolina sabe que toda la politica no es mas que une
sucia comedia: Cuando estoy con hambze quiero ma-
tar a Janio (Quadros), quiero ahorcat 2 Adhemar (de
Barros) y quemar a Juscelino (Kubitschek). Y, de
pronto, una chispe de conciencia politica: Cada cuatro
afos cambian Ios politicos peo no se soluciona el pro-
blema del hambre, que tiene su matriz en la favela y
Jas sucursales en los hogares de tos cbtetos. Estd claro,
entonces, que la solucién no vendra nunca de esos po-
liticos profesionales: Brasil necesita sez dirigido por al-
guien que haya pasado hambre. El hambre es buena
maestra. Quien pasa hambre aprende a pensar en el
prdjimo, en los nifios. Una verdad a medias, como lo
demuestra su propio libro. Lo que no impide que jus-
tamente estas verdades relativas, estas contradicciones
permanentes, den mds en cl contro de la cuestién que
mucha de esta literatura aparatosamente revolucionaria
que segregan muchos escritores latinoamericanos; lite-
ratura basada en las enféticas premisas de que los pobres
son siempre buenos y los héroes més positives que el
Myo Cid, quien al menos engané a los juiios, Ese i2-
quierdismo ingenuo, superficial y lirico puede aprender
mucho de Carolina, quien nos demuestra que escribir
contra Ja favela, por ejemplo, puede ser mucho mas efi-
xucaz que bacerle desde un aprioristico a favor, Por su-
puesto, el método no ba sido consciente en Carolina,
ya que —insistamos una vez mis en esto— se trata de
subliteratura; pero de todos modos vale como ejemplo,
porque Cuarto de desahogo y el mundo que describe
son una misma realidad,
En resumen: este libro es la consecuencia de una
dura voluntad de ser. Para cunplir este imperative Ca-
rolina necesita dejar bien en claro su falta de complici-
dad con eh medio, necesita denunciar a los otros, @ sus
compaiteros de infierno. Esta actitud es la que da relieve
y sentido a obra y autor. Es una denuncia aun medio
social; pero una demmcia desde dentco. Denuncia a los
arquitectos de ese infierno y denuncia a sus babitantes.
Esta es la leccién, La aventura del bambre, la injus-
ticia y el ultraje que se repite a lo largo de América
Latina sélo podré expresarse a través de una literatura
cruel, que asuma las raxones de la violencia, que decapi-
te todo falso lirismo.
Manio Trejo
NUESTRA HERMANA CAROLINA
Presentada por Audilio Dantas.
No es un prefacio, pues el prefacio tiene reglas, y
yo no soy pattidatio de las reglas, lo digo desde ya.
Si tengo que contar una historia, Ia cuento, Bien con-
tada, tal como sucedié, sin iaventar nada.
No es, a mi parecer algo corriente en los periodistas,
pero esta historia es exacta, de verdad —quizis sea un
reportaje especial. Cuento: la historia de Carolina Ma-
tia de Jesis, hermana ouestra, vecina nuestra, de alli
de Ia favela de Canindé, calle A, barraca nimero 9.
La barraca es asi: hecha de tablas, cubierta de latas,
cartén y también de tablas. Dos habitaciones, n0 muy
cémodas. Una es Ia sala-cuarto-cocina, nueve metros
cvadrados, por mucho; y ia otra un cuarto cuartico,
bastante més pequefio, con espacio pata una cama justa.
La humanidad de esta batraca esta compuesta por: Ca-
rolina, Vera Eunice, José Carlos, Joao José y 35 cua
dernos. Hay mis cosas dentro de ella, que Ja luz de la
ventanita nos deja vet: un cordel tiraate, casi reven-
tindose de trapos colgados, una mésita cuadrada,
(tabla de pino); un fogén de lata y lata-de-botat-agua
y Iata-de-hacer-café y lata-de-cocinar; hay ademis un
guards-comida oscurecido por el humo y Meno de libros
viejos; y ademas: dos camas, una en Ia sala-cuasto-cocina
1y otra eo el cuarto propiamente dicho. Hasta el otro
ia, pude ver, habia un puerco en el patio, roncando
noche y dia, Pero se convirtié ea manteca y alegria de
Ia barraca, ¥ caus6 la muerte de una pettita negra, Ja
pobrecita, que no estaba acostumbrada a comer carne de
puerco, ¥ que ni siquiera Jadraba bien, antes de que
motiera el puerco. Casi no dejé recuerdos, Murié en
silencio: nadie la vio. Sofiando, tal vez, con el grudido
del puetco.
Esta es la barraca por dentro, La barraca por fuera
es como todas las barracas de todas las favelas. Tan
fea como por dentzo. Las tablas se han puesto prietas,
de viejas. Uno pasa por la calle A y hasta puede ver
a Carolina, en la ventana, que ni presta atencién, Uno
esquiva un charco de agua, mita un grupo de muchachos
desnudos, oye una mala palabra de Jo oscuro de una
barraca cualquiera. Después se -pasan una, dos, tres,
diez barracas, Al final de Ja calle ha visto woo ya al-
gunas decenas de desdichas y a uno le dan ganas de
certar os ojos y taparse los ofdos, Convendria.
Son ellos los que entienden mejor. Los que viven
alla y se degradan allé, en el hambre, en el fango, en
Ia basura, en la cama, Hay muchachitos ventrudos que
saben mas que wno. Los hay. Hasta el perro flaco sabe
mis, Lo tinico es que ellos no dicen nada. Ellos lo-
ran, gritan, peleas, aman, amor de muchas formes,
dicen malas palabras, se suicidan, se aprietan el est6ma-
g0, pero no dicen nada,
Carolina Maria de Jestis, la de la calle A, choza
niémero 9, es la que dice y escribe, —tinta fuerte,
letra torcida,— derechito todo lo de favela, Con la
exacta comprensién de Ia misetia vista y sentida, Cazo-
2
lina, hermana nuestra, mi colega, reportera, hace un
registro de lo visto y de lo sentido. Es por eso que en
su sala-cuarto-cocina, en el guarda-comida que tiene
alla, 35 cuadernos fueron guardados, junto con Jos li-
bros. De los cuadernos, algunos son de cuentos, de
invencién pura y grande, bonitos por ingenuos. La ma-
yor parte es la verdad de la favela, verdad sucedida de
dia y de noche, sin escoger ni hota, ni gentes, ni chozas.
Carolina Maria de Jesis sabe mucho de miseria. Des-
de hace mucho tiempo. Y como nadie decia nada, ella
decidié deciz, ¥ nada mis que hallar un cuaderno que
alin teoia algunas hojas en blanco y comenzar a contar.
Se transforms en voz de protesta, ¥ desde hace muchos
afios grita, bien alto, en sus cuadernes, lamentos de
todos los dias, Sus lamentos y los de los otros, ea su
diario,
Carolina Maria de Jesis esctibié un diario que em-
pieza el dia 15 de julio de 1955, dia del cumpleafios
de su hija Vera Eunice, que quetia zapatos que ella
no le podia comprar. Ella no le podia comprar zapatos
porque nada mis tenia tres botellas vacias que cambio
en la tienda de Arnaldo por un pedazo de pan. ¥ fae
entonces a buscar zapatos a Ja basura, los lavé y los
remend6 para que ella se los pusiera,
Historia de pequeiia misetia, porque las hay mayores,
Digo esto porque Vera Eunice, tiene la mania de n0
gustarle andar descalza. Es Carolina la que dice. Yo
cuento lo que ella dice en su diario. Historias de miseria
grande, hay muchas en los cuadernos de Carolina. De
todo ef cristiano que est tirado en la favela, en el Cusar-
to de desahogo, La pequefia humanidad que se agita
bajo techos de tablas, de zinc y de lata, Hay historias
3de las filas para el agua, que se repite madrugada tras
madragada, con peleas, malas palabras, chismes, pro-
testas de Jas mujeres, En la fila, cerca del grifo,
fue donde Carolina oyé, no sé en qué madrugada, Ia
historia de una muchacha que queria comprar zapatos
y no tenia con qué, Entonces e! padre de ella le pidié
que se le entregase a él. Ella io hizo pues le habia
prometido pagarle 100 ctuzeiros por la indignidad. Peco
no le pagé. Tan sélo le dio $0 cruzeiros y ella se
puso tan nerviosa que ripié el dinero y se quedé sin
zapatos.
c¥ una noche de alcohol en la choza que queda
cerca del si0? Nadie aqui lo supo, pero un hombre y una
mujer pelearon all4, Habia un nifio, pobrecito, durmien-
do, y ellos (sin querer) Je cayeron encima y lo aplas-
taron, Fue Ja ambulancia tocando la sitena, y to Mevé
para el Hospital, pero ya no habia remedio. Los hue-
sos no se unieron y el nifio murid.
Ningtin periédico lo dijo, nadie hablé mis de la
ceiatura, que Dios lo tenga en un tinconcito del cielo
que sea bien bonito, Sélo ei diario de nuestra hermana
To recuerda, Est marcado, en un cuaderno hallado en
la basura, el drama grande del pequefio.
Es por eso, creo, que Carolina dice, en su narrativa:
que no bay cosa peor en la vide que la misma vida,
Creo, que en Ia favela uno debe pensar asi. Yo he
visto poco. Carolina vio mucho, sintié mucho. Patece
gue ella tiene raz6u, No voy a discutir la razén de la
fevela, asi por gusto. Sino porque no es miseria solamen-
te lo que Carolina ve y escribe. Hay momentos de
sueiios de verdad y suefios de mentira, en sus dias y en
los dias de Ios demis, Entonces, ella no ve el fango de
4
la calle, se olvida hasta del vacio enorme que bay en su
estémago. Fl Ianto del nifio de Ia choza de la izquierda
y las malas palabras que vienen de Ia derecha. Los ojos
van por encima del zinc de los tejados y descansan en
las aubes, que a veces son en colores.
Vean lo que escribe Carolina el dia 23 de mayo de
1958:
“El cielo es bello, digno de contemplarse porque
las nubes vagan y forman paisajes deslumbrantes. Hay
varias cosas bellas en el mundo que no son posibles de’
describirsen.
Pero no era el cielo tan s6lo lo que era bello el
dia 23 de mayo de 1958. En la choza nimeto 9 de la ca-
lle A, barrio de indigentes de Canindé habia un poco
de felicidad. Y belleza, que la belleza tiene muchas
formas también: