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a} Cien : ; u C.Leon Haris E Leon Harris Evolucion Evolucion Genesis y revelaciones c Genesis y revelaciones | Saf vf] Al Hermann Blume | ot Hermann Blume | ad} Ciencias de la Naturaleza (he C.Leon Harris Evolucion Genesis y revelaciones wl Hermann Blume x CIENCIAS DE LA NATURALEZA Indice Traduceién ‘Antonio Resines Agradecimientos 10 Iyrropucci6x " Portada {Qué es la evolucién’ 3 EL CUBRI Génesis: Ia historia del evolucionismo 15 Revelaciones: evolucién y filosofia 16 1. CoNcEPTOS PRECIENTIFICOS SOBRE EL ORIGEN DE LAS ESPECIES 19 El pensamiento preciemtifico 19 La evolucién del Génesis, 22 Seleccién de textos: Génesis, caps. 1 y I 26 Fundamentalistas contra la evolucién: el origen de Jas argumentaciones especiosas 30 2. EL ORIGEN DE LA CIENCIA: GRECIA ANTIGUA ... 31 Los filésofos-cienttficos presocréticos 53 ‘Titulo ofiginal: EVOLUTION: GENESIS AND REVELATIONS. Socrates ... 57 Con textos seleccionados de Empedocles a Wilson por C. Leon Hartis Platén .. - 58 [La traduccion de este libro se ha hecho con el permiso de: State University Aristételes 60 of New York Press, editor de la edicign en lengua ingles Epicuro eal © 1981. State University of New York ; © 1985 Hermann Blume a) cd Rosario, 17. Tel: 265 9200, Telex 41288 HEBL-E, 28005 Madrid Seren Se tase Primera edicién espafola, 1985 Empedocles, seis fragmentos 70 | Reservados todos los derechos Plat6n, Timeo ... ... 1 ISBN. 8472143335 Atistételes, History of Animals .. m4 | Deposit legal: M. 31.180-1985 Luerecio, De la naturaleza de las cosas. 8 Impreso en Espafa - Printed in Spain La ereacién de la ciencia: Instrucciones para una era Graficinco, S.A. Fuenlabrada (Madrid) postcientifica ... fa a 10 DE LA CIENCIA: ROMA Y La EDAD San Agustin y la Edad Media Tomés de Aquino y el fin de la Edad Media Seleccién de textos: ‘Agustin, Ciudad de Dios Tomés de Aquino, Summa Theologica Encuentros en la fase absurda 4. LA RESURRECCION DE LA CIENCIA EN EL RENA- Bacon Descartes ... Redi Seleccién de textos: Bacon, Novum Organum Descartes, Reglas para la direccién del espiritu Redi, Experimentos on the Generation of Insects Usos y limitaciones del método cientifico 5. LA GENESIS DEL EVOLUCIONISMO: LA ETAPA FRAN Maupertuis Diderot .. Lamarck Seleccién de textos: Maupertuis, The Earthly Venus Diderot, Pensées sur l'interpretation de la Nature. Lamarck, Filosofia zoolégica - La ifusién del método en la creativided cientifica 6. LA GENESIS DEL EVOLUCIONISMO: LA ETAPA INGLESA. Erasmus Darwin Wells Matthew c Oiros evolucionistas predarwinianos Seleccién de textos: E. Darwin, Zoonomia Wells, Two Essays . Matthew, On Naval Rimas y Razones limber and Arboriculture 1 95 98 102 108 ut 122 125 128 130 132 136 139, 144 152 155 158 160 166 168 170 175 181 181 186 189 192 195 203 208 7. Darwin y WALLACE: CONVERGENCIA EVOLUTIVA Infancia Educacién Viajes El concepto de evolucién por seleccién natural Seleccién de textos: Darwin y Wallace, «On The tendency of Species to Form Varieties...» La supervivencia del més apto: un axioma que hay que pulir 8. EL DARWINISMO HA MUERTO: LARGA VIDA AL NEODAR- WINISMO jonal de In pangénesie de Charles ‘Weismann Mendel Haldane Seleccién de textos: Darwin, Variation of Animals and Plants under Domestication Weismann, Essays upon Heredity and kindred Biological Problems Mendel, «Experimentos sobre la hibridacién de las plantas» ... ... . Haldane, The Causes of Evolution .. El arte de la ciencia 9, TEMPOS MODERNOS: MARKISMO, ciosionocia Marxismo Lysenko Wilson ... Seleccién de textos: Lysenko, El caso Lysenko .. ape Wilson, Sociobiologia: La Nueva Sintesis Molas notas en ciencias Notas .. Bibliografia .. Indice alfabético Ge 217 218 220 223 229 244 267 218 214 277 279 287 294 296 31 317 322 323 327 334 349 358 363 368 aun 446 Indice de figuras y tablas INDICE DE FIGURAS Mapa del Mediterrsneo Oriental 2. Movimiento natural y cualidades de los cuatro ele- mentos 3, Cubo de Necker INDICE DE TABLAS 1, Esquema de Ia escala temporal geol6gica 2. Predicciones de Ia creacién comparadas con las de la evolucién een 3. Prineipales personajes y acontecimientos de la antigua Grecia y Roma . 4. Principales acontecimientos y personajes de los 10s trece siglos 2.C. 5. Prineipales acontecimientos y personajes en el Renee cimiento 6. Principales acontecimientos y personajes (1700-1850). T. Evolucionistas anteriores al origen de las especies 8. Principales acontecimientos y personajes del siglo x1x. 24 63 7 40 a7 0 89 120 1 194 215 Nota: En el indice general, los titulos en castellano son Jos que han sido ya traducidos a nuestro idioma, y los que estén en otro idioma corres ponden, bien a su idioma original 0, en su caso, al idioma del que han sido traducidos para el presente valumen. A mi padre y a mi madre y a todos mis otros antecesores, sea cual fuera su especie, AGRADECIMIENTOS. Eseribir un libro acerca de la influencia de la cultura so- bre los cientificos me ha hecho muy consciente de hasta qué punto este libro es producto de las personas que me rodean. Le agradezco especialmente a mi esposa, Mary Jane, que haya crea- do un entorno propicio al pensamiento. También debo agrade- cerle a ella y a otras personas su lectura de mi manuscrito, y a las siguientes personas su informacién y sus estimulantes discu- siones y apoyo: Malcolm y Anne Coe, Frank N. Egerton, Dua- ne T. Gish, Mercedes Monjian, Anita Morreale, Paul Roman, Paul B. Siegel y E. O. Wilson. La administracién del State Uni- versity College of Arts and Science de Plattsburgh, New York, y mis coleges del Departamento de Ciencias Biol6gicas hicieron po- sible una excedencia sabitica sin la cual no me hubiera sido po- sible escribir este libro. Agradezco al personal de la, Feinberg Library, del Plattsburgh State University College, de las Harvard University Libraries y del Earl Gregg Swem Library del College of William and Mary en Virginia su cordial ayuda en la bisque- dda de libros y articulos. Finalmente, estoy tan agradecido a Dian- ne Seymour por pasar a méquina el manuscrito como debe estar- {o ella por haberlo terminado al fin. Introduccion Desde Copérnico existe una creciente consciencia del u- ‘gar insignificante, pero propicio, que Ia Tierra ocupa en el espa- cio, pero s6lo tras el primer viaje lunar hemos podido realmente vvermos aferrados a esta isla verde en medio de un negro vacto, Esta revelacién ha sido demasiado repentina y reciente como para estimar el efecto que pueda haber tenido sobre nosotros, pero los historiadores del futuro la sefialarén sin duda como un punto de inflexin en la actitud del hombre acerca de sf mismo. Del mismo modo en que los satélites artficiales nos han ofrecido una nueva consciencia de nuestro lugar en el espacio, el pensamiento evolutivo nos ha suministrado una nueva cons- ciencia de nuestro lugar en el tiempo, Por desgracia, el cuadro evolutivo del hombre no es tan fécil de analizar como una foto- ‘grafia tomada desde la Luna; en lugar de confiar en los satélites debemos apoyarnos en los conocimientos cientificos, 1a historia y la filosofia para obtener una perspectiva adecuada. Esto es una gran carga para todo aquel que desee obtener una apreciacién profunda de la evolucién y sus implicaciones. La bibliografia que se encuentra al final de este libro representa tan s6lo una frac- cién de toda la literatura existente acerca de la evolucién. Debido al enorme volumen de toda esta informacién, nadie, hasta el mo- mento, ha tenido el atrevimiento de intentar una sintesis de los aspectos filoséficos, hist6ricos y objetivos de la evolucién para el estudiante y el lego interesados. La evolucién ha tenido que ser desmembrada para su empleo y el lector, normalmente, se en- 12 cuentra con la tarea de recomponer las evidencias cientificas, Ia historia y la filosofia para retomar su unicidad original No s6lo la evolucién, sino toda la ciencia, se ha visto des- gajada de su contexto histérico y filoséfico. Con demasiada fre- cuencia la ciencia aparece como hechos desnudos obtenidos en ‘un laboratario aislado del mundo exterior. Por consiguiente, a me- niudo la ciencia y los cientificos son considerados como algo aje- no u hostil al resto de la humanidad, Esto probablemente siga ido as{ hasta que los cientificos empiecen a ofrevernos una imagen mas real de si mismos. Hasta ese momento la may. de las personas seguirén considerando que los cientificos son, bien autmatas amorales o bien figuras de los medios de comuni cacién, dependiendo de si su imagen del cientifico obedece a la iiltima pelicula que hayan visto 0 a Johnny Carson, Los estudiantes entrevén otra imagen de los cientificos a partir de los escasos datos hist6ricos y filosoticos de los libros de texto, Con arreglo a este modelo, el Gran Cientifico es aquel que ‘consiguié nacer y morir en fechas diferentes y que hizo girar to- zudamente 1a manivela del método cientifico hasta obtener una teoria verdadera. Sorprendentemente, a pesar de este modelo, algunos de nuestros estudiantes insisten en ser cientificos. Lo que ya no es sorprendente es que muchos de ellos perpettien el mito del cientifico que vive en medio de un vacfo cultural. Mi aspiracién es ofrecer al lector una imagen més realista de la ciencia, ilustrada pot la evolucién, Los lectores deberian ex- perimentar el desarrollo del evolucionismo como una aventura, y conocer como personas a los principales protagonistas de esta aventura. La Gnica conexién directa que podemos tener con ellos 8 su trabajo, sus escritos, por lo que he organizedo el libro en torno a extractos seleccionados de las principales obras acerca de! oigen de las especies. Con esta estrategia podemos obtener una a visiGn de las personalidades de los escritores, evitando ade- iis los errores que tan frecuentemente encontramos en las fuen- tes secundarias de datos histéricos. Cada grupo de textos selec- cionados va precedido por una introduccién histérica. Los datos res que, en mi opinién, tuvieron influencia sobre los autores. Cada capitulo finaliza con un ensayo acerca de la base filos6fica © las implicaciones de cada paso adelante en nuestro conocimien- to del origen de las especies. Estos ensayos son intencioneda- mente provocativos. 13 Qué es la evolucion? Una de Ias dificultades que se plentean al pensar en la evolucién es que el mundo también ha evolucionado. Ultima- mente, Ia palabra «evolucién» se ha extendido para incluir el origen de Ia vida, e incluso la transformacién de la materi orgénica durante el desarrollo de los sistemas solares. Este libro no aborda una ptica evolutiva tan amplia. Se dedica exclusiva ‘mente a la evolucién especifica, definida de la siguiente manera: la evolucién es un cambio en la composicin genética de una po- blacién que puede, gradualmente, evar a su transformacién en otra especie. Al hablar de composicién genética hablo de la pro- porcién de individuos portadores de unos caracteres genéticos determinados: de las frecuencias génicas. La evolucién rara vez tiene que ver con una tinica mutacin que aparece oportunamen- te en el momento adecuado, sino que es un cambio gradual en la frecuencia de varios genes presentes ya en la poblacién. Al ha blar de poblacién me refiero a los miembros que se hibridan en- tre sf en el seno de un grupo. Todos los miembros de una pobla- cin pertenecen a la misma especie, ya que, por definicién, en circunstancias naturales, los miembros de dos especies diferentes no pueden hibridarse. También podemos concluir que dos po- blaciones que originalmente pertenecieron a la misma especie pueden diverger transforméndose en dos especies diferentes si los cambios en su composicién genética se acumulan hasta el punto de que las dos poblaciones no pueden ya hibridarse, Es importante sefialar, no obstante, que la evolucién es un proceso gradual y puede no levar a la formacién de nuevas especies. Si el pérrafo precedente tiene sentido para ustedes no ten- drén dificultades en seguir los razonamientos del resto del libro. Normalmente introduciremos otros conceptos en el mismo orden en que fueron apareciendo histéricamente, con lo que el lector carente de una formacién biol6gica tendrd Ia ventaja de poder contemplar la historia de Ia evolucién con la mente limpia de ssupuestos modernos. No obstante, para aquellos que prefieran una visign més sesgada, existen buenas introducciones a la evolucién en textos recientes de biologia general y en las enciclopedias Aquellos que son como yo —que estén irreversiblemente forma- dos en la biologi moderna— no tienen nada que perder con- sultando textos avanzados acerca de Ta evolucién, como el recien- de Dobzhansky et al. (1977). 14 Una idea que aparece ya al principio de este libro es la teoria sintética 0 neo-darwiniana de la evolucién. Hoy en dia ésta es Ia explicacién més ampliamente aceptada del emo y el por qué se produjo la evolucién. Desafortunadamente esté ya tan establecida que muchos evolucionistas hablan como si la evolw- cin y la teoria neo-darwiniana fueran exactamente la misma cosa. Amalgaman ambas en la frase «teoria de la evolucién». En lenguaje no-cientifico, una teorfa es poco més que una idea descabellada, por lo que muchas personas infieren de ello que incluso los evolucionistas consideran atin discutible que la evolu- cién haya tenido lugar. Aquellos que se dan cuenta de que una teorfa es una explicacién propuesta para un fenémeno, se enfren- tan a la duda de si fa teoria de la evolucién es la de Lamarck, la de Darwin, la neo-darwiniana, la neutralista 0 alguna otra. Nos ahorraremos incontables confusiones si el lector tiene pre- sente la diferencia entre la evolucién y las teorfas que pretenden explicarla. En este libro consideraremos 1a evolucién como un hecho, al margen de la correccién o no de las teorlas propues- tas para explicarla, del mismo modo en que la gravedad es un hecho a pesar de que la Ley de la Gravitacién universal de New- ton haya resultado inadecuada. Siempre utilizaré el término «evo- lucién» para referirme al proceso evolutivo, y el de «teoria de Ja evoluciGn» para referirme @ una explicacin propuesta para Ja misma. Que se me caiga el dedo de escribir a maquina si uti- lizo la frase «la teoria de la evolucién». La teorfa sintética 0 neo-darwiniana es una modificacién de la teorfa clésica de Darwin, que realiza la sintesis entre la idea darwiniana de la scleccién natural y la genética moderna. Esta teoria puede resumirse en dos afirmaciones: 1) existe una seleccién natural de los organismos que expresa los rasgos gené- ticos que contribuyen # su supervivencia, y 2) los genes sufren mutaciones no controladas por el medio ambiente o el propio organismo. La idea de la seleccién natural es andloga a la de la seleccién artificial, en la que un ctiador selecciona para su pro- pagacién un determinado tipo de plantas o animales. Con arreglo 1 este concepto, los organismos son scleccionados por la natura: Jeza segin su capacidad de dejar una descendencia viable. Dado que estos descendientes tienen muchas probabilidedes de heredar los genes que contribuyeron a la adaptacién de sus progenitores, sus descendientes tendrén a su vez més probabilidades de dejar descendientes viables, y asi sucesivamente. De este modo, la pro- 15 pporcién de individuos portadores de esos genes iré aumentando continuamente en el seno de la poblacién. Podriamos suponer aque las poblaciones acabarian siendo genéticamente homogéneas, pero las mutaciones ocurren de modo continuo y al azar. La teorfa neo-darwiniana difiere de muchas otras en que asume que Jas mutaciones no son producto de un acto de voluntad, ni indu- cidas selectivamente por el organismo o el medio ambiente. Asi pues, si un cambio en las condiciones hiciera que una determina dda mutacin resultara ventajosa para una poblacién, ésia s6lo podré ser seleccionada naturalmente si ha hecho su aparicién ppor azar antes de ese cambio. Las dos ideas fundamentales de la teorfa neo-darwiniana serdn examinadas més detenidamente en ‘otro momento. ‘Génesis: la historia del evolucionismo Este libro esté tan dedicado a la evolucién de la cien como pueda estarlo a la ciencia de la evolucién. {Cudl es el ori- fen de las ideas cientifica, y por qué algunas son aceptadas y otras rechazadas? Por utilizar la metéfora neo-darwiniana, {qué factores hist6ricos han seleccionado a algunos mutantes del pen- Semiento cientifico permitiendo la desapariién de otros? La fespuesta no puede ser sencillamente que algunas ideas son co- rrectas y otras no, ya que muchas buenas teorjas fueron ignora- das en su tiempo y sabemos que muchas de las teorias que hoy nos son ifiles no’ son enteramente correctas. Sélo tomando en consideracién el contexto histérico de una idea —su entorno © medio ambiente— podremos juzgar su aptitud. Hubo un tiempo en que los historiadores de la ciencia que- daban satisfechos con obtener correctamente los nombres y las fechas y con demostrar quién estaba en lo cierto y quién estaba equivocado. Muchas historias perfectamente tiles del evolucio- nismo, como las de Cloda (1897), Fothergill (1952), More (1925), Osborn (1929) y Radl (1930), perienecen a este tipo. El enfogue tutizado por estos autores resltaba aceptable en los tiempos tn que la ciencia era considerada como una acumulaciGn progr siva de datos experimentales que daba como resultado final una teori, o como un juego en el que Ia primera teria correcta se hacia acreedora al premio. La mayor parte de los historiadores de la ciencia son conscientes ya de que el patrén adecuado para 16 juzgar las teorias del pasado no son las teorias aceptadas hoy en . Las historias del evolucionismo que conmemoraron el cen- tenario del Origen de las especies, como tas de Eiseley (1958), Glass et al. (1959) y Greene (1959), reflejan la visiOn de que las teorias se ven conformadas o seleccionadas por su entorno social Esta tendencia ha venido percibiéndose en los iiltimos veinte aifos, en su mayor parte en revistas de piblico restringido. Revelaciones: evolucién y filosofia 4Cémo conseguir que la naturaleza se nos revele, y qué es To que nos revela acerca del hombre y su lugar en ella? Estas in- terrogantes deberian preocupar tanto a los bidlogos como a los fil6sofos. Pero los cientficos de la vida (llamados antafio natu- ralistas) se han contentado tradicionalmente con describir fené- ‘menos en lugar de indagar en busca de causas dltimas. Tal vez sea simplemente reflejo de mis prejuicios de antiguo fisico (anti- guamente llamados fildsofos naturales) 0 podrfa ser una impre- sign obtenida del hecho de que la mayor parte de los libros acer- ca de la filosoffa de la ciencia tratan exclusivamente de la fisica, Afortunadamente parece existir un creciente interés en Ia filo- sofia de la biologia, como ilustran libros tan recientes como los escritos por Ayala y Dobzhansky (1974), Beckner (1959), Breck y Rourgrau (1972), Grene y Mendelsohn (1976), Hull (1974), Munson (1971), Rensch (1971), Ruse (1973) y Simon (1971). Hay muchos bidlogos que opinan que la filosofia no tiene mayor ‘importancia, siempre y cuando consigan obtener la respuesta ade- ccuada a los interrogantes biol6gicos, pero en mi opinién la filo- sofia es la tinica garantia que tenemos de que la ciencia puede suministrar las respuestas correctas. {Cémo sabemos que la ex- perimentacién constituye un enfoque vilido? Antes del Renaci miento muy pocos cientificos hubieran estado de acuerdo. Cul es el método cientffico correcto: el método induetivo de Bacon © el deductivo de Descartes? La mayoria de los biélogos respon- derian que el método deductivo (0 hipotético-deductivo) es el correcto, pero en tiempos de Darwin era considerado un método chapucero. Qué es una teoria cientifica al fin y al cabo? Uno debe situarse fuera de la ciencia y recurrir a la filosofia para obtener respuesta a estas interrogantes. Ademés de estas conside- ciones epistemolégicas, la filosofia de la biologia comprende una 7 continua evaluacién del papel del hombre en Ia naturaleza, La evolucién implica que somos animales, pero gsomos sélo ani- males? ZEs el hombre algo Gnico, no sélo en la Tierra, sino tam- bién en el universo? {Qué deberes tenemos para con las demés criaturas? {Hacia dénde nos dirige nuestra evolucién; podemos y debemos alterar el rumbo que hemos tomado? Las respuestas fa estas preguntas requieren no sélo un conocimiento cientifico de los orfgenes del hombre, también es necesaria una compren- sién filosdfica de las mismas, 1. Conceptos precientificos sobre el origen de las especies El pensamiento precientifico Probablemente, los seres humanos se hayan preguntado siempre de dénde proceden. La forma en que tanto nuestra es- pecie como las demés se originaron no es un simple rompeca- bbezas ocioso; la respuesta influye en el modo en que tratamos @ los demés hombres y a las demés especies. Nuestro grado de humanidad depende de que consideremos la vida como un ca- pricho de los dioses, de nuestra creencia en que las demés espe- cies fueron creadas para el capricho de los hombres, 0 de si, por cl contrario, creemos que todas las especies son por igual parte de la naturaleza, Las ideas acerca del origen de las especies de- penden, a su vez, de cédigos morales y éticos, dado que las ideas ‘no compatibles con es0s cédigos no serfan aceptadas. Esto es cierto no sélo en el caso de los conceptos religiosos acerca de los orfgenes, como los presentes en el Génesis; también es vélido para el concepto darwiniano. La relacién entre ciencia y sociedad es reciproca. Este libro trata de la interaccién entre Ia cultura y el de- sarrollo del concepto de evolucién. Empezamos contemplando las sociedades precientificas. Al hablar de una sociedad precient fica me refiero a toda aquella sociedad que no acepta el reque- rimiento conceptual minimo para la ciencia, que es la creencia de que los fendmenos naturales son siempre resultado de causas comprensibles para el hombre, Este es un requerimiento inelu- 20 ible para la ciencia; las culturas son cientificas en la medida cn Ja que aceptan la causalidad natural. Incluso los pueblos pre- cientificos eran capaces de darse cuenta de que la cosecha es posterior a la siembra, pero en lugar de inferir una relacién cau- sa-efecto, tal vez lo consideraran como dos aspectos de la misma cosa, {Cosechamos porque plantamos o plantamos porque cose- chamos? En el extremo opuesto, incluso los miembros de las sociedades cientificamente més avanzadas acarician sus propias supersticiones. El término pre-cientifico no pretende ser insultante. El hombre se las ha arreglado bien —algunos incluso dirian que ‘mejor— sin la ciencia a lo largo de la mayor parte de su historia. Casi todos nosotros creemos que el pensamiento cientifico, 0 lo que denominamos légica elemental, ex «natural» porque casual mente vivimos en una cultura impregnada por la aceptacién de Ja causa y el efecto, la medicién del tiempo, el espacio y la ma y demas conceptos accesorios de Ia ciencia, Nuestra aceptacion de la ciencia esté indudablemente condicionada por los «bienes» resultantes de su aplicacién, pero no tendrfa nada de extrafio que revirtiéramos al pensamiento precientifico si los bene! empiezan a verse contrarrestados por «males» como Ia ra y la polucién La ciencia es tan solo uno de los muchos enfoques que buscan la comprensién de la naturaleza; muchas personas, inclu- yendo a los cientificos, emplean también el arte, la religién, el rmisticismo y otras vias con el mismo fin, La aceptacién de uno de los enfoques no hace necesario el rechazo de los demés. Las cculturas, precientificas tendian a buscar las respuestas en la religiGn y el misticismo; en muchos casos aquellas respuestas re sultaban més ditiles de lo que hubieran sido las respuestas cien- tificas, No es literalmente cierto que las mujeres fueran origina- ddas a partir de la costilla de un hombre, pero esta creencia ex: presaba la dependencia de la mujer respecto al hombre asumida por los antiguos Semitas Rara vez es fécil interpretar las ideas precientficas, espe- cialmente debido a que muchas de ellas descansan en supuestos no habituales en las culturas occidentales. Por ejemplo, tenemos la tendencia a categorizar conceptos en dualidades —causa y efecto, materia y espititu, verdadero y falso— que no aparecen cn el pensamiento precientifico. Al igual que la causa y el efec- to, la materia y el espiritu son considerados dos aspectos de la ion 21 misma cosa en muchas culturas precientificas. Nosotros, en Oc- cidente, consideramos al espiritu (cuando lo consideramos) como ‘algo que ocupa el mismo espacio que la materia, pero tiene poca influencia sobre ella. Intentamos explicar todos los fenémenos, incluyendo la vide y la mente, por medio de procesos materiales, siempre que es posible. A menudo nos encontramos con una ten- dencia exactamente contraria en el pensamiento precientifico: tuna inclinacién a explicar el comportamiento de objetos no vi- vientes como fendmenos mentales 0 espirituales. Igualmente artificial, en las culturas precientificas, resulta Ia distincién entre verdad y falsedad. Las frases que no son ni verdad ni mentira (0 son ambas cosas), tales como «La frase que estd usted leyendo es mentiran, son tan s6lo divertidas paradojas, para nosotros. No Iss consideramos como prucha de que hay algo profundamente equivocado en las categorias de verdad y falsedad. No obstante, Ia exclusién que hacemos de todo estado intermedio entre verdad y falsedad no es més que una conven- cién heredada de los griegos. Para muchas mentes precientificas tuna afirmacién que estuviera a medio camino entre la verdad y la mentira no tendria nada de extrafio*. Resulta sencillo apreciar la dificultad de comprender tas ideas precientificas intentando leer un articulo cientifico sin dar por supuesto que existe una diferencia entre causa y efecto, ma- teria y espiritu, o verdad y mentira. Esta dificultad hace que las generalizaciones acerca de las culturas precientificas resulten pero si parece que la mayor parte de las culturas cas conciben un pequefio universo animado por mul- titud de dioses y espiritus. Toda la naturaleza esté animada por tun espfritu, incluso los objetos «inanimados». Los dioses viven entre nosotros o vienen a nosotros con facilidad desde donde quiera que se encuentren. El cielo y los cuerpos celestes se en- cuentran, como mucho, a unos pocos kilémetros de dista Los dioses son, bien animales con rasgos humanos, 0 humanos on tendencias animales. El hombre tuvo su origen en un plan, un accidente 0 un juego del que los dioses pronto tuvieron oca- sign de arrepentirse. Resulta un mundo acogedor en compara- ign con nuestra caida de pesadilla a través del espacio y el tiem- Po infinitos, en la que no hay dioses lo suficientemente cerea 0 suficientemente interesados en nosotros como para tendernos una ‘mano. 22 La evolucién del Génesis El Génesis incluye dos de los ejemplos més detallados y mejor preservados del pensamiento precientifico acerca del ori- gen de las especies. Estas historias de la creacién aparecen aq or ese motivo, pero también porque muchos de los evolucio- nistas que trataremos més adelante se han visto influenciados, a través de la piedad o el miedo, por Ia ace Ja religin dominante de Occidente. Esta influencia sigue siendo fen gran medida perceptible en los Estados Unidos, a pesar de que los estudiosos de la Biblia y la mayor parte de los teGlogos coinciden en afirmat que el significado del Génesis debe bus- arse a un nivel més profundo que el puramente literal. Dos siglos de investigacién biblica y arqueologia indican que el Gé- nesis fue revopilado por hombres extraordinarios, pero falibles, que, probablemente, se hubieran escandalizado si hubieran sa. ido que algunos pueblos, siglos después, habrian de conside- rarles transcriptores de la palabra de Dios. Las dudas académicas acerca de la autoridad literal del Génesis comenzaron en 1753 cuando Jean Astruc se dio cuenta de que en él se utilizaban dos nombres para referirse a Dios: Elohim y JHVH (pronunciado Yahvé). La sugerencia de Astruc evé al reconocimiento hoy en dia de que hubo al menos cinco individuos 0 grupos que contribuyeron a la elaboracién del Gé- y los otros cuatro libros del Pentateuco: J" y J*, que la- maban a Dios JHVH; E, que lamaba @ Dios Elohim; D, que esribié el Deuteronomio; y P, cuya labor de editor y sus insertos convitieron el Pentateuco en algo muy parecido a lo que cono- ‘cemos hoy‘. Nos interesan de modo especial los autores de los dos mitos de la Creacién, Jy JF, y P. J* y J* escribieron las sim- ples y populares historias del Jardin del Edén, el Arca de Noé y la Torre de Babel. Describen a JHVH (normalmente traducido ‘como Sefior) como poco més que humano: da tumbos por el Jardin (Gén. 3:8), es engafiado por Adin y Eva (Gén. 5:9), con- sidera justo castigar a todos los hombres por los pecados de Adan y Eva (Gén, 3:16,17), es celoso de su posicién como in- ‘mortal (Gén. 5:22) y admite su error al crear el hombre (Gén. 6:6). El dios de P, Elohim, parece dar mejor el papel de todo- poderoso, Crea las especies limitindose a ordenar su existencia, en lugar de dedicarse a plantar y a modelar arcifla. Existe una cierta I6gica tras sus creaciones diatias en el primer capitulo de! 23 Génesis, por contraste con los esfuerzos de JHVH por encontrar tuna pareja adecuada para Adan, Debido a esta ldgica, se cree ‘que P debia ser un sacerdote o un comité de sacerdotes. Para comprender las dos historias de la Creacién en el Génesis nos es necesario comprender las motivaciones de J, J" y P. ¢Estaban simplemente contando historias 0 se encontraban motivados por fos acontecimientos de sui época? J’ y F no dicen nada acerca de si mismos. Sabemos que vivieron entre el afio 1000 y el 900 a.C., respectivamente, de- bido a que su estilo aparece en el segundo libro de Samuel des- cribiendo acontecimientos que les eran familiares. J' empez6 a escribir el libro, al parecer, como protesta por la transferencia, por parte del rey David, del asiento del gobierno y la religién de Hebron a Jerusalén, alrededor del afio 1000 a.C.", Al refe- rirse a Ia orden de JHVH de que David gobernara en Hebrén (2 Sam.: 1), y al escribir en el Pentateuco sobre la fundacién de Ja nacin de Israel y el Exodo, J' parece acuser a David de desviarse del plan esiablecido por JHVH para los judios. F* complet6 esta narracién en respuesta a una crisis atin mayor —una escisiGn entre las tribus del Norte (llamadas Israel) y las tribus del Sur (Juds). J*, acongojado por esta nueva alte- racién del plan de JHVH, intent6 reunificar Israel y Judé recal- ‘cando su herencia comtin. Esto no era una tarea sencilla, ya que las tribus del Norte Hlevaban largo tiempo sisladas det Sur por la geografia y sus tradiciones divergentes, Las tribus del Norte ‘no compartfan con las del Sur la tradiciin de haber penetrado en Canaan por el sur con Moisés. Creian que procedian del Este, habiendo atravesado el rfo Jordén. Mientras que Judé opinaba que su alianza con JHVH habia quedado establecida en Kedesh, durante el Exodo, como describié J, Israel mantenia que el Iu gar de su relacién con JHVH habia sido el Sinaf. Estas diferen- cias se vieron complicadas aiin més por la adopcién de costum- bres y religiones locales de los canaanitas. Tras la conquista de Canaan, las exigencias de la defensa mutua habfan ocultado las diferencias entre el Norte y el Sur bajo una endeble alianza go- bernada por los Jueces, y después por los Reyes. No obstante, esta alianza qued6 finalmente minada por los onerosos impues- tos exigidos por el rey Salomén para financiar sus extravagantes proyectos. Finalmente, el afio 936 a.C. Israel aproveché la muer- te de Salomén para independizarse. 24 Ficuea 1—Mapa del Mediterrdneo Oriental en el que se muestran tos principales lugares mencionados en los dos primeros capltulos 25 Al apelar a Israel para que se reuniera con Juda, |* no po- fa limitarse @ repetir los escritos de J’, con su perspectiva del Sur. J? modificé a versién de J' del Exodo para que pareciera ‘que Moisés hizo un rodeo, pasando primero por el Sinaf y Ile gando después al este del rfo Jordén (véase fig, 1). Asi po combinarse los origenes tradicionales tanto del Norte como del Sur en un tinico Exodo, si bien a costa de crear la impresién de {que Moisés no tenia muy claro hacia dénde iba. Ademés, J*afia- did a los textos de J' elementos de folklore absorbidos por las tri bbus del Norte de los canaanitas. Entretejiendo en esta historia los mitos del Edén, con el Diluvio y la Torre de Babel, J, al parecer, aspiraba a convencer a Israel de que todos los judios tenian una alianza con JHVH, y que su escisin frustraba su destino F no tuvo éxito. La escisién y las guerras ocasionales con- tinuaron a lo largo de dos siglos. En el transcurso de este tiempo tuna clase rica de Israel acumul6 grandes extensiones de tierra, y muchos de los judios anteriormente independientes se convir- tieron en siervos y después en esclavos en su Tierra Promet Semejantes condiciones no inspiran el patriotismo, y los asirios conquistaron Israel sin dificultades el afio 721 a.C. Los asirios fueron a su vez eclipsados por los babilonios, que procedieron a absorber, no sélo Israel, sino también Jud. El afo 586 a.C. Judé declar6 su independencia, un acto de desafio que Babilonia re- compensé destruyendo Jerusalén y trasladando virtualmente a toda la poblacién a Babilonia, La cautividad bajo los babilonios durante cincuenta afos result6 ser el empuje necesario para la reunificacién de Israel y Juda. Los judfos se desempefiaron en la sociedad babilonia sin perder su identidad cultural y religiosa, y Babilonia hizo el papel de terreno neutral sobre el que resolver las diferencias entre Is- rael y Juda. Asi, cuando los persas, bajo el mando de Ciro, con- Quistaron Babilonia el afio 539 a.C. con el fin (segin Ciro) de restaurar los dioses depuestos por Babilonia, los judios tent todo dispuesto para aprovechar la oportunidad (Isa. 44:28), Re- ‘conquistaron Palestina arrebatandosela a los que se habfan apo- sentado en ella en su ausencia, y reconstruyeron el Templo de Jerusalén como centro de un Israel reunificado. Le historia de Israel no presenta acontecimientos notables a partir de aqui has- ta la aparici6n del imperio de Alejandro. La reconstrucciGn de Israel tras 1a cautivided requeria la reconstruccién de su historia. La tarea de P consistié en tamizar 26 los escritos de J* y de J* (que habian sido combinados con los de E) para suministrar una ligazén social coherente, basada en el plan de JHVH-Elohim para los judios. P eliminé Ia mayor parte de las contradicciones y desviaciones més obvias de las formas religiosas establecidas en Babilonia e introdujo un pre- facio al Mito del Edén de J* con otra historia de la creacién ba- sada en el Enuma Elish*, que era por aquel entonces popular en Babilonia, E] resultado del trabajo de P es Ia siguiente narracién de la creacién por Elohim (Dios) en la primera semana (Gén. 1:1-2.4), que va seguida por lo que parece ser una elaboracién acerca de la ereacién de los animales y los humanos por JHVH- Elohim (Sefior Dios) (Gén. 2:4-25). Génesis, Cap. 1 y 2 de la Sagrada Biblia, Ed. Sopena, Bue- nos Aires, 1950. Capitulo |. Creacién de! mundo. Forma Dios el cielo, la tierra, los astros, las plantas y animales, y especialmente al hombre, al cual sujeta todo lo criado. 4. Enel principio cre6 Dios el cielo y Ia tierra 2. La tierra, empero, estaba informe y vacia, y las ti jeblas cubrian la superficie del abismo, y el Espiritu de Dios se movia sobre las aguas. 3. Dio, pues, Dios: Sea hecha la luz. Y la luz qued6 hecha. 4. Y vio Dios que la luz era buena, y dividié la luz de las tinieblas. 5. Ala luz la llam6 dia, y a las tinieblas noche: y asi oa tarde aquela y de le mafena siguiente results el pr mer . 6. Dijo asimismo Dios: Haya un firmamento 0 una grande extensién en medio de las aguas, que separe unas aguas de otras. 7. Ehizo Dios el firmamento, y separé las aguas que estaban debajo del firmamento, de aquellas que estaban sobre el firmamento. Y quedé hecho ast. 8. Y al firmamento llaméte Dios cielo. Gon lo que de tarde y de mafiana se cumplié el dia segundo. ar 9. Dijo también Dios: Retinanse en un lugar las aguas que estén debajo del cielo, y aparezca lo érido o seco. Y asi se hizo. 10. Y al elemento arido disle Dios el nombre de tie- rra, y las aguas reunidas las llamé mares. Y vié Dios que lo hecho era bueno. 41. Dijo asimismo: Produzca la tierra yerba verde y que dé simiente, y plantas fructiferas que den fruto confor- me a su especie, y contengen en si mismas su simiente sobre la tlerra. Y asf se hizo. 42. Con lo que produjo Ia tierra yerba verde, y que da simiente segtn su especie, y érboles que dan fruto, de foe cuales cada uno tiene su propia semilla segtin la espe cie suya, Y vi6 Dios que la cosa era buena. 13. Y de la tarde y mafiana result6 el dia tercero. 14. Dijo después Dios: Haya lumbreres 0 cuerpos Juminosos en el firmamento del cielo, que distingan el dia y la noche, y sefialen los tiempos 0 /as estaciones, los dias ¥ los atios. 15. A fin de que brillen en el firmamento del cielo, y alumbren la tierra. Y fue hecho ast. 16. Hizo, pues, Dios dos grandes lumbreras: la lum brera mayor, para que presidiese al dia; y la lumbrera me- nor, para presidir la noche; ¢ hizo las estrellas. 17. Y colocélas en el firmamento 0 extensién del cielo, para que resplandeciesen sobre la tierra. 18. Y presidiesen al dia y a la noche, y separasen la luz de las tinieblas. Y vié Dios que la cosa era buena. 19. Con lo que de tarde y mafana, results el dia cuarto. 20. Dijo también Dios: Produzcan les aguas reptiles ‘animados que vivan en ef agua, y aves que vuelen sobre la tierra, debajo del firmamento del cielo. 21. Cri6, pues, Dios los grandes peces, y todos los animales que viven y se mueven, producidos por las aguas segiin sus especies, y asimismo todo volétil segin su gé- nero. Y vi6 Dios que lo hecho era bueno. 22. Y bendijolos, diciendo: Creced y multiplicaos y henchid las aguas del mar; y multipliquense las aves sobre {a tierra 28 23. Con lo que de la tarde y mafana results el dia quinto. 24. Dijo todavia Dios: Produzca la tierra animales vientes en cada género, animales domésticos, reptiles, y bestias silvestres de la tierra, segiin sus especies. Y fue hecho asi. 25. Hizo, pues, Dios las bestias silvestres de la tie- rra segtin sus especies, y los animales domésticos, y todo reptil terrestre segtn su especie. Y vi6 Dios que lo hecho era bueno. 26. Y por fin dijo: Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra; y domine a los peces del mar, y a las, aves del cielo, y a las bestias, y a toda la tierra, y a todo reptil que se muove sobre la tierra 27. Cred, pues, Dios al hombre a imagen suya: a imagen de Dios le cre; creélo varén y hembra. 28. Y echdles Dios su bendicién y dijo: Creced y multiplicaos, y henchid la tierra, y enseftoreaos de ella, y dominad a los peces del mar y a las aves del cielo y a todos los animales que se mueven sobre la tierra. 29. Y ajiadié Dios: Ved que os he dado todas las yerbas las cuales producen simiente sobre la tierra, y todos los drboles los cuales tienen en si mismos simiente de su especie, para que os sirvan de alimento a vosotros, 30. y a todos los animales de la tierra, y a todas las aves del cielo, y a todos cuantos animales vivientes se mueven sobre la tierra, a fin de que tengan que comer. Y asi se hizo, 31. Y vio Dios todas las cosas que habla hecho: y eran en gran manera buenas. Con lo que de la tarde y de la mafiana se formé el dia sexto. Capitulo I. Acabadas las obras de la creaci6n en los sels dias, descansa Dios en el séptimo, y santifica este dia. Co- loca’ al hombre en el paraiso; forma a Eva, e instituye el ‘matrimonio. 1. Quedaron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ornato de ellos. 29 2. Y complet6 Dios al séptimo dia la obra que habia hecho; y en el dia séptimo repost 0 cesé de todas las obras, que habia acabado. 3. Y bendijo al dia séptimo; y le santificé, por cuan- to habia Dios cesado en é! de todas las obras que creé has. ta dejarlas bien acabadas. 4. Tal fue el origen del cielo y de la tierra, cuando fueron criados en aquel dia en que el Seftor Dios hizo el cielo y la tierra, 5. todas las plantas del campo antes que naciesen en la tierra, y toda la yerba de la tierra antes que de ella brotase; porque el Sefior Dios no habia aun hecho llover sobre la tierra, ni habfa hombre que la cultivase. 6. Salia empero de [a tlerra una fuente que iba re- gando toda la superficie de la tierra. 7. Formé, pues, el Sefior Dios al hombre del lodo de la tierra, e inspirdle en el rostro un soplo o espiritu de vida, y quedé hecho el hombre viviente con alma racional, 8. Habia plantado el Seftor Dios desde el principio tun jardin delicioso, en que colocé al hombre que habia for- mado, 9. y en donde el Seftor Dios habia hecho nacer de la tierra misma toda suerte de érboles hermosos a la vista, y de frutos suaves al paladar; y también el arbol de la vida en medio del paraiso, y el drbol de la ciencia del bien y del mal. 10. De este lugar de delicias salfa un rio para regar el paraiso, rio que desde alli se dividia en cuatro brazos. 11. Uno se llama Fisén, y es el que circula por todo el pais de Hevilet, en donde se halla el oro: 12. Yel oro de aquella tierra es finisimo: alli se en- cuentra el bedelio, y la piedra cornerina. 13. El nombre del segundo rio es Geén: éste es el que rodea toda la tierra de Et 14, El tercer rio tiene por nombre Tigris: éste va corriendo hacia los asirios. Y el cuarto rio es el Eufrates. 15. Tomé, pues, el Seftor Dios al hombre, y pusole en el paraiso de delicias, para que le cultivase y guardase. 16. Didle también este precepto diciendo: Come, si quieres, del fruto de todos los érboles del paraiso; 30 17. mas del fruto del arbol de la ciencia del bien y del mal, no comas: porque en cualquier dia que comieres de él, infaliblemente morirds. 48. Dijo asimismo el Seftor Dios: No es bueno que el hombre esté solo: hagémosle ayuda y compaiiia seme- jante a él 19. Formado, pues, que hubo de la tierra el Sefior Dios todos los animales terrestres, y todas las aves del cielo, los trajo @ Adén, para que viese cémo los habia de lamar: y en efecto todos los nombres puestos por Adén a los animales vivientes, és0s son sus nombres propios. 20. Llamé, pues, Adén por sus propios nombres a to- dos los animales, a todas las aves del cielo, y a todas las bestias de la tlerra; mas no se hallaba para Adan ayuda 0 compafiero a él semejante. 21. Por tanto, el Seftor Dios hizo caer sobre Adan un profundo suefio; y mientras estaba dormido, le quité una de las costillas, y llené de carne aquel vacio. 22. Y de la costilla aquella que habla sacado de Adan, form6 el Sefior Dios una mujer: la cual puso delante de Adén 23. Y dijo 0 exclamé Adén: Esto es hueso de mis hue- sos y came de mi carne: llamarse ha, pues, hembra, por- que del hombre ha sido sacada. 24. Por cuya causa dejaré el hombre a su padre, y a su madre, y estaré unido a su mujer: y los dos vendrén a ser una sola carne, 25. Y ambos, a saber, Adén y su esposa, estaban desnudos, y no sentian por ello rubor ninguno. Fundamentalistas contra la evolucién: el origen de las argumentaciones especiosas A pesar de que los origenes diversos y profanos del Gé- resis son conocidos por los estudiosos desde hace doscientos afios, los clérigos protestantes no siempre eran considerados dignos de confianza para recibir este cont to durante su formacién, ¥ muchos que lo recibieron encontraron sus razones para no com- partirlo con los legos. Por consiguiente, una gran cantidad de gente sigue pensando que la Biblia es una transcripcién literal 3 de la palabra de Dios. Ya que la evolucién supone una transfor- ‘macién gradual de especies antiguas en nuevas, el conflicto con Ja visi6n fundamentalista de la creacién milagrosa de los «tipos» era inevitable. El Origen de las especies, de Darwin, despert6 una intensa oposiciGn religiosa encabezada por el obispo Wilberforce. Darwin, que se mantuvo distante en toda la disputa, tuvo como su ebulldoge, afortunadamente, a Thomas H. Huxley, que en 1860 anonedé a Ia oposicin dejandola sin palabras afirmando que preferia tener como antecesor a un mono antes que al obispo Wilberforce. En los Estados Unidos el ptiblico qued6 al margen de este debate por Ia escalada de las hostilidades entre el Norte y el Sur, con lo que el debate acerca de la evolucién qued6 latente hhastn 1925, afio en el que el Estado de Tennessee juzg6 apro- piado levar ante un tribunal a Thomas Scopes por el crimen de ensefiar teorfa evolutiva en una escuela piblica. En la defensa de Scopes, Clarence Darrow puso en ridiculo a William Jenning Bryan, lider de una cruzada antievolucionista y acusador en el juicio. La vietoria de-la evolucién sobre el fundamentalismo fue, no obstante, huera, Mientras América continuaba riéndose del fiasco de Scopes, los piadosos legisladores promulgaban leyes para evitar que los escolares descubrieran su ascendencia, mien- tras los acoquinados editores y los directores de colegios rema- taban la desdarwinizacion de la biologia. Hasta 1968 era posible llevar a juicio y despedir a un profesor americano por dar clases sobre evolucién —a pesar de la Primera Enmienda, la separacién entre Ia Iglesia y el Estado y la libertad académica ". La mayor parte de los cristianos han hecho las paces con Darwin, y el fundamentalismo parecfa haberse convertido en una reliquia del pasado més inocente de América. Por ello, los evo- Iucionistas se vieron sorprendidos cuando el cadaver de Ia a evolucién resurgié con una mortaja nueva a comienzos de los afios 70. Los fundamentalistas adoptaron la téctica de presentar la creacién como una teorfa cientifica y la evolucién como un dogma de Ia religion .) Pitdgoras, en particular, qued6 muy impresionedo con ta idea de que los dio- ses fueran gedmetras, si es que de hecho no eran mémeros. Ade- ‘és de introducir Ia geometria, Tales posiblemente fuera el pri- ‘mero en postular una pregunta que habria de preocupar a todos los fildsofos-cientificos griegos: {Cuél es el elemento primario del que todo esté constituido? No resulta sorprendente que un resi- dente del principal puerto de mar griego (Mileto) decidiera que el agua debia ser el elemento primario. (Véase Burnett, 1957, pé- ginas 40-50.) A Tales sin duda le divertirfa mucho la basqueda de quarks en la que estén embarcados nuestros fisicos. ‘Anaximandro (en torno al 500 a. C.) residia también en to, y tal vez estudiara ciencias directamente con Tales. Tiene interés para nosotros debido a sus especulaciones acerca del ori- gen del hombre, que en ocasiones han sido consideradas evolu- cionistas. La reputacién de Anaximandro como evolucionista des- cansa en las siguientes opiniones, que le son atribuidas por otros ‘antiguos griegos *, 1. Las criaturas vivientes surgieron del Iiquido elemento al evaporarse éste. El hombre era como otro animal, con- cretamente un pez, en el principio, 2. Més atin, él (Anaximandro) dice que originalmente el hombre nacia de animales de otra especie. Su motivo para 54 decir esto es que mientras que otros animales tardan muy poco en buscar por s{ mismos la comida, tan s6lo el hom- bre requiere un largo periodo de amamantamiento. Por lo tanto, si originalmente hubiera sido como es hoy, no hhubiera conseguido sobrevivir. 3. El (Anaximandro) declara que al principio los seres hhumanos surgieron en las entrafias de los peces y, tras haber sido criados como tiburones, capaces de protegerse a s{ mismos, fueron finalmente arrojados a la costa y ocu- paron la tierra, ‘Asi pues, Anaximandro sugiere que el hombre tuvo su ori- gen en otra especie, concretamente en un pez. Pero si considera- ‘mos evolucién a esto, entonces el honor de ser el primer evolu cionista debe sin duda asignarsele al andnimo primitivo que in- vent6 por primera vez un cuento en el que una especie se trans- formaba en otra. Lejos de demostrar que Anaximandro era un evolucionista, estas citas demuestran que no lo era. El problema que deseaba resolver era e6mo el primer humano, un nifio sin padres, pudo haber sobrevivido. Semejante problema nunca st le ocurriria a un evolucionista, ya que el primer humano habria tenido progenitores lo suficientemente semejantes a él como para alimentarle. Esté claro que Anaximandro crefa que el primer hhumano surgié repentinamente (del mar, naturalmente), y no por tuna evolucién gradual. ‘Aunque Anaximandro no merezca el crédito de Primer Evolucionista, sf merece el de haber aportado una innovacién igualmente importante. Esta innovacién fue la idea de que la ra- 26n desnuda es mejor que Ia ignorancia revestida de ropajes sacerdotales. Incluso en la delicada cuestién del origen del hom- bre, no recurrié a explicaciones sobrenaturales, sino que intent6 aplicar su comprensién de las cosas presentes a los fenémenos ppasados. En pocas palabras, Anaximandro fue el primero en su- gerir una explicacién cientifica del origen de las especies. ‘Acerca de los dems filésofos-cientificos jonios hay poco que decir, dado que no dejaron escritos referentes al origen de las especies. Nos interesan fundamentalmente como portadores de la ciencia a Atenas y otras reas de Hellas tras el subyugs- miento de Jonia por Persia, que comenz6 el aio 546 a. C. con Ciro*, Abandonemos Jonia como hicieron ellos. 55 Demos un salto de cien afios y mil kilémetros hasta Si: En aquel lugar y tiempo vivia Empédocles, quien, como ‘Anaximandro, en ocasiones es considerado un evolucionista, Em- es era todo un cardcter; si viviera hoy en dia tendria que fer o una estrella del rock 0 un inquilino de una habitacién tta- sera de un manicomio. Era un aristécrata poderoso que afirma- ba haber sido un dios en una vida anterior y vestfa como tal, ‘con sandalias de bronce y ttinicas pérpura. Era curandeto y evan- felista de su propia religiGn, Debi6 tener también una doble per- fonalidad, ya que se cuenta que rechaz6 una dictadura para evar una vida sencilla. Aristteles le otorgaba el crédito de la invencién de la ret6rica, y Cicerén alabé su poesia. Se dice que Empédocles muri en el créter del Etna’ [De los dor mil vereos que Empédocles escribié Sobre fa na- turaleza tan s6lo sobreviven algunos fragmentos. La considera- ‘de Empédocles como evolucionista se basa en seis de ellos (véanse las selecciones en el presente capitulo), ademés de en ‘unos cuantos comentarios de Aristételes. Segin esta evidencia, Empédocles ensefiaba que las dos grandes fuerzas de la natura- leza eran el Amor (0 Amistad) y el Odio (0 Lucha) *. Durante un ‘ereinado del Amor» surgicron de la tierra partes de animales por {a atraccién de los cuatro elementos (fuego, aire, tierra y agua), yy estas partes se combinaron al azar entre sf. De este modo ha- ‘bian aparecido un gran ntimero de monstruos, tales como vacas ‘con rostro humano. Segiin Aristoteles (Fisica 11.8), Empédocles dijo que estos monstruos no habrian sobrevivido. No obstante, tunos cuantos individuos afortunados, con el ntimero y disposi- cin de partes apropiados, habrian sobrevivido, y éstos fueron fos originales de las especies de nuestros dias. Esta claro que esto no representa la evolucién de una especie a otra. La injustificada fama de Empédocles como evolucionista se debe, en gran medida, @ su claro planteamiento de la super- vivencia del més apto en la cita de Aristételes. Empédocles pa- rece haber sido el primero en apreciar el inherente poder cons- tructivo de la eliminacién de los no adaptados. Pero debemos recordar la diferencia entre Ia seleccién natural como causa de la evolucién y la evolucién en si misma. Empédocles sabia cual era la causa de Ia evoluci6n, pero desconocia el interrogante de la evolucién. Mientras tanto, los persas intentaban extender su imperio hasta la peninsula griega. Para hacer frente a esta amenza Atenas 56 formé una alianza el aiio 477 a. C., por medio de la cual su: ‘ministraba barcos y tropas para la defensa de otras ciudades- estado a cambio de un precio. Tras la derrota de los persas en el afio 468 este acuerdo continué. (Algunos de los aliados inten- taron desvincularse, pero Atenas respondi6 con ofertas que no odian rechazar.) A’ todos los efectos hubo un imperio ateniense. Con una poderosa flota para imponer la paz y promover el co- metio, el dinero empez6 a fluir hacia Atenas. Durante el breve periodo transcurrido entre el afio 463 y el 431, bajo la demo- cracia de Pericles, Atenas disfruté de una Edad’de Oro que si- gue siendo la envidia del hombre occidental. El patrocinio de Pericles atrajo a dramaturgos, escultores y fildsofos de todo He- Tas. Con todo, y por grandes que fueran sus logros, Atenas se- guia siendo una pequesia ciudad, y cue ciudadanos tenfan esa mezquindad de espiritu que periddicamente elimina a aquellos que destacan demasiado. Anaxdgoras tuvo que huir tras sugerir que el sol no era un dios, sino tan sélo una bola de fuego. El propio Pericles fue derribado, acusado de emprender guerras, dilapidar fondos piiblicos en las artes y las ciencias, y de conver- tir su hogar en un burdel. Y el gentil Sécrates pagé con su vida cl haberse negado, supuestamente, a «reconocer a los dioses re- conocidos por el estado..., introducir nuevas divinidades (y) co- rromper a la juventud». Esta no fue una Edad de Oro para las, ciencias. Durante més de un siglo, después de Tales, los filésofos- cientificos habian explorado casi todas las combinaciones posi- bles de los elementos primarios, Ia geometria ideal y demés ob- sesiones de los pre-socréticos. Después los eleéticos afiadieron tuna nueva visi6n: todo era uno e inmutable. Asf pues, el movi miento era una ilusién y no se podia confiar en los. sentidos, ‘Aunque los eledticos respetaban la raz6n, las paradojas que uti- lizaban en sus razonamientos hacian que otros dudaran de ella, Después vinieron los sofistas que argumentaban que no se po- dfa conocer nada més que lo real. Dudaban del poder del razo- namiento abstracto y se burlaban de él merced a su capacidad de defender cualquier iado de un debate. Con los eledticos argumen- tando que las cosas no son lo que parecen y 10s sofistas insis tiendo en que las cosas sélo son lo que parecen, Ia ciencia quedé minada en sus propios fundamentos. Con cualquiera de estas dos filosofias, no se puede por menos que dudar de la capacidad del hombre para comprender tas causas de los fenémenos na- turales’ 57 ‘Ademés, las condiciones politicas tras 1a Edad de Oro fue- ron desfavorables para la ciencia, Desde el aiio 451 al 404, Ate nas y Esparta parecian empeftadas en suicidarse en la Guerra del Peloponeso. Esta guerra no tuvo una conclusién definida y, fen gran medida, finaliz6 debido a que los bosques que habfan ‘cubierto Grecia quedaron devastados (y asi siguen), con lo que rno podian construirse mas barcos de guerra. En Atenas, en el transcurso del dltimo afio de la guerra, la democracia se vio in- terrumpida por una violenta tirania de los Treinta. En tiempos de tan arduos problemas, la afirmacién de que la ciencia es un Iujo no permisible debié resultar tan famiilar para los atenienses como lo es para nosotros. (Y, Zewindo no ha habido graves pro- bblemas?) Sin una tecnologia avanzada, los defensores de la cien- ia ni siquiera podian afirmar que el conocimiento del stomo y ‘cosas asi podrian poner fin a la guerra o beneficiar materialmen- te de algtin otro modo a la humanidad. Asi pues, como sefiala Aristételes', «en tiempos de Sécrates... los fildsofos abandona- ron el estudio de la naturaleza entregéndose al estudio practico de Ia ‘bondad’ y las ciencias politicas». Séerates (469-399) Sécrates se alejé de Ia ciencia para contemplar su espiritu Esto se refleja en su despego del dinero y las apariencias y en su paciencia frente a los abusos ¢ insultos de su esposa Xan- thippe *. Para Sdcrates las cuestiones fundamentales estaban rela- cionadas con Ia igualdad absoluta, Ia belleza, la bondad, Ia jus- ticia y la santidad. Las respuestas no se encontraban en la natu- raleza, sino dentro de uno mismo. Muchos pre-socréticos habian intentado explicar el comportamiento humano sobre la base del comportamiento de los elementos —sin distinguir siquiera entre cuerpo, mente y alma—, pero para Sécrates este enfoque carecia de valor. Mientras esperaba para beber la fatal cicuta explicaba 4 sus discipulos que su cuerpo debfa estar regido por un alma inmortal y no material: «Ya que me inclino a creer que estos hhuesos y misculos mios habrian partido hace ya tiempo hacia Megara 0 Beocia — Io habrian hecho si se hubieran movido sim- plemente por su propia idea de lo que es mejor...» El alma, segiin Séerates, existe completamente formada desde el nacimien- to, y el aprendizaje no es mas que el recuerdo de lo que el alma

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