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Revista Raíces de Papel #1 - Invierno 2009
Revista Raíces de Papel #1 - Invierno 2009
EDITORIAL
CINCO ENTREVISTAS
Por Juan Calderón Matador
2- MILAGROS SALVADOR
Gata, femenina y feminista
POESÍA
2- LOLA SANTIAGO
Cántaro de lluvia
Sonidos
En torno mío
Nacarada Cruz
3- MILAGROS SALVADOR
El pueblo es el poeta
La otra dama
4- LOLA VICENTE
Gatos
Se desliza el verano
El tiempo junto a ti
En la arruga del frío
6- CARMEN RUBIO
Y te salgo al encuentro
Atenas
Poema III
Poema IV
7- PEDRO TENORIO
Triángulo equilátero
Intersección de planos
Parábola en final descendente
Ángulos complementarios
NARRATIVA
2- MILAGROS SALVADOR
La abuela Balbina
3- FEDERICO FAYERMAN
Titania
La fiesta del sorteo
Dirección:
Javier Bueno Jiménez y Juan Calderón Matador
raicesdepapel@gmail.com
htpp://raicesdepapel.blogspot.com
Ilustraciones de Ayesha López Rubio
Fotos de Arvikis (Javier Bueno)
EDITORIAL
R: Debo decir que nunca tuve presión por parte del partido en el gobierno
para decidir qué se publicaba. O mismo, junto con mis asesores, decidía
libremente, procurando guiarme por criterios de calidad y oportunidad de
las obras seleccionadas. Supongo que no siempre acertábamos, pero el
fondo allí constituido se convirtió en un referente ineludible para lectores,
críticos y estudiosos.
P: Hay autores que, aun siendo buenos, no consiguen ser editados por
alguna Institución o Editorial, ¿Qué opinas de las autoediciones?
P: ¿Qué otras voces, aparte de la tuya, se escuchan entre los versos del
poemario?
R: Termino con una pregunta que se hace María Zambrano. “¿ Qué raíz
tiene en nosotros pensamiento y poesía?” Y ella misma se contesta “ No
queremos de momento definirlas, sino hallar necesidad, la extrema
necesidad que viene a colmar las dos formas de la palabra.” La palabra, la
palabra inevitable, que es la Inevitable voz.
R: Me gustan las dos disciplinas y las llevo muy dentro, la clásica porque
ha sido mi disciplina académica, y considero que es la base para todo buen
bailarín. He bailado mucho repertorio clasico: El Quijote, Giselle, El lago
de los cisnes, Coppelia, El Corsario, La fille mal gardee, Las flores de
Genzano, Paquita, Raymonda…, todos esas piezas memorables. La danza
contemporánea es la que he desarrollado en mi vida profesional por
diferentes lugares de Europa. Como intérprete encuentro en la danza
contemporánea un mayor campo para expresarme, mayor libertad que se
puede manifestar mediante diferentes formas, diferentes planos, diferentes
dinámicas, ya que hay gran variedad de estilos dentro de esta modalidad.
R: Como todas las influencias vitales, yo creo que sí. Un maestro tiene que
tener la capacidad de saber transmitir sus conocimientos y el sentido agudo
de la observación para conocer las necesidades del alumno y aportarle las
herramientas necesarias que le capaciten su evolución y aprendizaje. De
poco sirve que el profesor sepa mucha teoría, si no sabe enseñarla
P: Creo que desde este espacio nos has acercado un poco más a tu
forma de vivir y sentir la danza. ¿Quieres añadir algo que se me haya
quedado en el tintero y no te haya preguntado?
R: Sí, quiero mencionar la excelente labor de Eva López Crevillén,
bailarina, profesora y Vice-directora del Conservatorio Superior de Danza
“María de Ávila”, así como a Ana Catalina Román, bailarina, coreógrafa y
profesora, y Ángela Rodríguez, profesora y coreógrafa, del mismo centro, y
tantos otros profesores de los que aprendo y aprenderé.
También recordar a los entrañables amigos que la vida me ha ido regalando
a los largo de mi trayecto “en zapatillas” por diferentes escenarios.
Ayesha López Rubio es una más de las muchas personas jóvenes que
luchan, a brazo partido, por abrirse paso en la superpoblada jungla de los
creadores. Ella tiene a su favor que es muy buena en su oficio y además es
joven, dos magníficas cartas de presentación ¿Pero es eso suficiente para
hacerse un hueco en el campo de la ilustración?
Respuesta: Por supuesto que no, solo en España somos muchos y muy
buenos! Así que además de trabajar muchísimo cada día, estar alerta de
todo lo que ocurre a tu alrededor y no perder nunca la ilusión y las ganas de
crear, el hecho de estar en el sitio correcto en el momento oportuno, es casi
lo más importante.
R: Bueno, desde de que puse el pie por primera vez en la escuela de arte
de la Palma con diecisiete años, supe que no iba a poder parar de estudiar
nunca! Allí realicé los dos años de bachillerato artístico, después un año de
escultura, al año siguiente ingresé en la facultad de Bellas Artes, donde me
matriculaba de un montón de asignaturas, porque no sabía donde elegir,
había tantas cosas que quería aprender que los cinco años se pasaron
volando, recuerdo que dejé apropósito dos asignaturas el último año para
aprovechar un año más e irme de erásmus! Durante los años en la facultad
hice también varios cursos, de cómic, animación, pintura y escultura para
escenografía… Y ahora he vuelto a las andadas, porque aprender es un
vicio que se me ha metido en el cuerpo!
R: No, la verdad es que el cine me encanta, pero fue más por hobby que
por otra cosa, como un juego en lugar de un trabajo.
Presidente en España de la
ASOCIACIÓN AMIGOS
DE LOS LEPROSOS
Raoul Follereau
En la Calle Marqués de Santa Ana, 20 Bajo Dcha., de Madrid,
encontramos la sede de la Asociación Amigos de los Leprosos Raoul
Follereau; un local modesto pero digno, desde el que se lleva a cabo
una gran labor social y humana. Es presidenta de honor de la misma
S.A.R. la Infanta doña Margarita de Borbón y Borbón, Duquesa de
Soria. Hoy, sin embargo, es su presidente, don José Luís Díez Magro, el
que nos recibe amablemente, junto a sus más directas colaboradoras,
Maria del Rosario Noja y Asunción Berrio, para informarnos de todo lo
concerniente a la Asociación y los enfermos de Lepra.
P: Imagino que toda ayuda financiera que recibáis es poca para poder
embarcaros en nuevos cometidos. ¿Cómo hacéis para recaudar fondos?
raoulfol@raoulfol.com
www.raoulfollereau-spain.org
Teléfono: 91-531.53.00 Fax: 91-532.97.35
P: Y las personas que quieran ayudar con sus donativos ¿Cómo
pueden hacerlos llegar a la Asociación?
Pero los otros: Los que son leprosos y no lo saben, los que están
demasiado lejos de los centros de salud y los que han sido diagnosticados
demasiado tarde, y, sobre todo, están aquellos que, desgraciadamente, serán
durante toda su vida inválidos irreversibles, a quienes hay que proporcionar
vivienda y alimentos.
LOS AUTORRETRATOS
DE VAN GOGH
Un pintor con el que me siento muy próximo es con Vincent van Gogh.
Hombre apasionado por la luz y la huella que dejaba en los campos, las
flores, las plantas, los puentes y las casas de los pequeños pueblos en los
que residió. Por mi parte, es un verdadero placer contemplar la naturaleza,
observar las transformaciones que se dan en los campos, en los árboles, en
el cielo, los cambios de matices cromáticos y las infinitas texturas que se
nos muestran como generoso regalo que nos ofrece a los humanos para
deleite de nuestros sentidos… Quizá, en esto, me vea condicionado por mi
trabajo, por la constante actividad de escudriñar los colores y sus múltiples
combinaciones.
La obra de este apasionado pintor la suelo abordar en uno de los cursos
que imparto en la Universidad de Córdoba y que lleva por título “El color
en la obra de Van Gogh”.
Antes de describir su vida, su proceso creativo y de desplegar ante los
estudiantes una selección cronológica de los cuadros más significativos de
su larga producción, les presento un conjunto de los 43 autorretratos que el
pintor holandés se hizo a lo largo de su vida, junto a los retratos
fotográficos de los cuatro que se conservan.
Es lo que en este caso también hago: junto a una breve reseña de lo que
fue su vida, muestro una relación de autorretratos, en los que se indica la
fecha de su realización, como muestra de su evolución pictórica y
psicológica, pues a través de ellos se aprecian sus altibajos emocionales,
hasta llegar al abismo que supuso su locura y la despedida de la vida
quitándosela.
Sobre su vida
Vincent Willem van Gogh nació en el sur de los Países Bajos, en Groot-
Zundert, el 30 de marzo de 1853, pueblo de mayoría católica en el que su
padre era un pastor protestante de la pequeña parroquia de Zundert.
Como dato significativo, habría que señalar una circunstancia a la que sus
biógrafos atribuyen el origen de su desequilibrio mental: vino al mundo
exactamente un año después que el primogénito de la familia, un niño que
nació muerto, y al que los padres habían puesto los mismos nombres que a
Vincent. Ese bebé fue enterrado en el cementerio protestante que rodeaba a
la capilla, el mismo lugar en el que jugó durante su primera infancia. Este
hecho, a todas luces, le debió marcar profundamente.
Tuvo otros cinco hermanos: dos varones y tres chicas, aunque sólo con
Theo, dos años menor, mantuvo una relación de camaradería, tal como se
refleja en la correspondencia que ambos hermanos sostuvieron durante
muchos años.
En la casa familiar, las lecturas diarias de la Biblia al pequeño Vincent le
hicieron creer pronto en la posibilidad de salvar de la pobreza a sus
convecinos a través del amor. No obstante, la enorme pobreza en la que
vivían los campesinos y mineros de la zona le empezó a angustiar desde
muy pequeño, lo que más tarde se plasmaría en sus primeras
composiciones, en las que reflejaba la dureza de la vida de los trabajadores.
Cuando cumple los 16 años, sus padres le envían a trabajar a La Haya
como dependiente de la galería de arte Goupil, donde pasará tres años,
durante los que se acentuará ese carácter taciturno que ya se empezaba a
adueñar de su rostro.
Cansado de La Haya, Vincent pidió ser trasladado a la sucursal de Goupil
en París, y poco después, a la de Londres. Allí se enamora de Úrsula Loyer,
hija de la patrona de la pensión en la que se aloja, pero es rechazado por
ésta, lo que le causa una profunda depresión, que le obliga a volver a París.
No obstante, en 1876, retorna al Reino Unido, para trabajar, esta vez, con
un pastor metodista en las afueras de Londres.
Su misticismo aumenta por día. Esto le hace creer que la mejor forma de
servir a Dios es haciéndose pastor como su padre. Para lograrlo, se
desplaza a Amsterdan con el fin de realizar los estudios de Teología
necesarios para alcanzar el reconocimiento de pastor protestante. Allí, sin
embargo, se producirá uno de los rechazos que más le afectará en su vida:
finalmente es suspendido por el tribunal que lo examina.
Rumbo hacia la pintura
La profunda decepción que sufre al ver que las puertas hacia los estudios de
Teología se le cierran es el origen de que Vincent pierde la fe y empiece a
enfocar su vida a través de la pintura.
Al poco tiempo, otro nuevo fracaso vuelve a sumarse al anterior. Esta vez
será en el campo amoroso, como resultado del rechazo de su prima Kate a
sus requerimientos.
Mientras espera que su prima le haga caso, empieza a pintar en un estudio
alquilado. Por entonces, entre sus modelos se encuentra una prostituta, Sien
Hoornik, con quien logrará, por primera y última vez en su vida, unas
relaciones estables y, a su manera, satisfactorias, ya que, por fin, en mucho
tiempo logra concentrarse en la pintura.
La relación con Sien termina cuando Vincent recibe, en septiembre de
1883, la visita de su hermano Theo. Éste considera que esa mujer hace
aumentar la locura de su hermano, al que pide que abandone La Haya. De
esta relación hereda dos problemas: por un lado, Sien Hoornik le contagió
la sífilis y, por otro, había empezado a beber en grandes cantidades, aunque
todavía no había descubierto la absenta, bebida a la que posteriormente se
haría tan aficionado.
Con 30 años, vuelve a la casa paterna. Se instala Neunen, pequeño pueblo
holandés y lugar donde ahora viven sus padres. En esta ocasión, se
suavizan las relaciones tirantes que había mantenido con su progenitor. Por
entonces, ya está plenamente decidido a convertirse en un pintor rural,
puesto que este pequeño pueblo agrícola y ganadero le ofrece grandes
motivos pictóricos. Así, pinta a los campesinos, los tejedores, los molinos,
los riachuelos, los huertos y los campos que rodean al pequeño pueblo.
El padre de Vincent muere en 1885, cuando él cuenta con 32 años, y se
encuentra trabajando en una de sus obras más conocidas de su primera
época: Los comedores de patatas.
Vincent se siente muy afectado por el fallecimiento de su padre, por lo
que, tras una breve estancia de nuevo en Amberes, decide, trasladarse a
París, centro mundial de la pintura, y lugar en el que vive su hermano Theo,
que es marchante de arte.
Allí, entra en contacto con los impresionistas y hace amistad con dos de
los más renombrados pintores: Henry Toulouse-Lautrec y Paul Gaugin. Es
una etapa de gran creatividad, ya que pinta alrededor de 200 lienzos y 23
autorretratos. En sus obras, ante todo, busca obsesivamente captar la luz,
para dejarla plasmada en sus cuadros.
Últimos años
Debido a los excesos parisinos, su salud empieza a ser más frágil. Un tanto
asustado por el deterioro físico de su hermano, Theo le aconseja que viaje y
se instale en el sur francés. Vincent le obedece, y en febrero de 1888, con
35 años, llega a Arles, un pequeño pueblecito.
El lugar le gusta. No obstante, se encuentra muy solo, por lo que invita a
Paul Gauguin a compartir el estudio y las cuatro habitaciones que había
alquilado de la denominada Casa Amarilla.
Su soledad termina con la llegada de su amigo; sin embargo, y debido a
las diferencias de carácter, las peleas y los enfrentamientos entre ellos se
producen desde el primer momento. A los dos meses de estar juntos, el 23
de diciembre, llega la ruptura final entre ambos. En ese día, se produce la
famosa pelea en la que Vincent, en uno de sus arrebatos de locura, se corta
el lóbulo de una oreja.
Asustado por el derrotero de su amigo, Gauguin regresa a París, al tiempo
Vincent ingresa en el psiquiátrico de Arles.
Por entonces, Vincent ya ha empezado a rodar por el precipicio de la
locura, aunque mantiene momentos de enorme lucidez, tal como lo
demuestran las cartas que nunca deja de enviar a su hermano Theo.
Abandona el hospital veintiún días después. De nuevo, comienza a trabajar
en su estudio, donde pinta a un ritmo febril varios autorretratos.
Otro rechazo social, que no acaba de entender, viene a sumarse y a
afectarle a su deteriorado estado: el alcalde de Arles se presenta en su casa
con un escrito firmado por unos 80 vecinos en el que piden su expulsión
del pueblo, ya que consideran que sus ataques de locura pueden ser
peligrosos.
A todo lo anterior, hay que añadir otras circunstancias que también afectan
al equilibrio del pintor. Su hermano, que sigue financiando su existencia,
tiene la intención de casarse. Vincent se inquieta, porque es consciente de
que Theo va a formar una nueva familia y piensa que es difícil que le pueda
seguir manteniendo, y, lo que es peor, que el cariño se tendrá que dividir
entre su mujer y él.
El declive del pintor se acelera. Pide voluntariamente ser internado en el
asilo de Saint Paul de Mausole en Saint Rémy. Aquí pinta todo lo que ve
desde su ventana. En estos días, padece su primer ataque epiléptico grave,
una enfermedad hereditaria que se ceba en su cuerpo y su mente. Y, en
enero de 1890, último año de su existencia, sufre un ataque que le dura una
semana.
A finales de abril, ya con 37 años, siente la necesidad de abandonar el
asilo. Ahora, los ataques son casi seguidos, aunque él nunca deja de
trabajar. Son de entonces los famosos óleos de imágenes nocturnas de
cipreses flanqueados por el Sol y la Luna, una clara representación de su
esquizofrenia.
En mayo, viaja a París a conocer a su pequeño sobrino. En casa de su
hermano recibe una tremenda decepción cuando ve almacenados los
cuadros que había ido enviando a Theo. Se da cuenta de que nunca ha
vendido ninguna obra, que todas las que había remitido a su hermano se
encuentran intactas.
Al regresar a Auvers, pueblecito en el que ahora se aloja, parece que su
depresión se suaviza y se muestra encantado con los paisajes. Pinta la
iglesia, las casitas campesinas con techos de paja, retrata al doctor Gachet,
a algunos vecinos y plasma con avidez la luz que se recoge en la fértil
naturaleza del entorno. Pero el dolor, físico y mental, de Vincent no se
apaga.
Finalmente, el 27 de julio de 1890, sale a pasear con la intención de
acabar con su vida. En medio de los campos que habían sido su gran
devoción, apunta con la pistola hacia el pecho y dispara.
Tras su muerte
Posiblemente no exista una vida en el mundo del arte en la que se haya
dado con tanta intensidad las paradojas existenciales: fracaso humano,
soledad total y desconocimiento absoluto de su obra en vida;
reconocimiento, aclamación y admiración tras su muerte. En ningún
momento pudo intuir Vincent Wilhem van Gogh que sería un día aclamado
como una de las cumbres de la pintura mundial y que acabaría siendo uno
de los grandes símbolos de su país de origen: Holanda.
El reconocimiento artístico, que no pudo disfrutar en vida, le llegó muy
poco después de su muerte. En 1891, un año después de su suicidio, el
Salón de los Independientes de París dedicó una retrospectiva de su obra,
despertando el entusiasmo unánime de los críticos.
Fue el inicio del asombro y admiración que causa su obra en todos
aquellos que la contemplan. Fue uno de los casos más singulares de la
historia de la pintura: la de un hombre que quiso plasmar en sus lienzos la
intensa belleza que nos deja la luz al verse reflejada en los infinitos colores
de la naturaleza, que buscó la salvación a través de la pintura, pero que sus
semejantes fueron incapaces de comprenderle, a excepción de una sola
persona: su hermano Theo.
REYES CÁCERES MOLINERO
GOYA Y LAS VOCES DEL ALBA
Introducción:
La Guerra de la Independencia
EL FAROL
“Me pusieron allí adrede. Querían verlo todo bien o por lo menos
con cierta claridad ya que la noche era oscura. Y ahí estoy, amarillo, sólido,
con esa firmeza, clavado en el suelo. Alumbro los rostros y presagio lo que
va a ocurrir. Al llegar deshicieron la cuerda de presos que iban maniatados.
Como manojos de huesos. Soy una luz inmortal en esta noche de mayo que
deja desprender la oscuridad como gajos. No soy un farol para el momento,
soy una luz para siempre.
Me sacaron de un taller de gorras de la calle Mayor y me trajeron
aquí como a los que están ajusticiando. Querían iluminar bien la matanza.
De camino por las plazuelas hasta llegar aquí era como una antorcha
intermitente. Miembros descoyuntados sin figura, un coro de gemidos bajo
el sol ya declinante. No podía detenerme a iluminarlos. Me llevaban muy
deprisa, con urgencia.
Ahoya soy uno de ellos. Quiero ser uno de ellos. A mi no me van a
disparar ni saldrá sangre de mis venas, pero si me muevo quizá yo también
corra peligro.
La noche está casi cerrada, como si solo tuviera un ojo abierto.
Espabilo la mecha.
Un pintor buscaba un punto de luz. Sumergido en la cerrada noche,
solo quería un punto de luz, aunque fuera una luz artificial.
Soy solo un farol, pero doy calidez a la escena. Estoy frente al héroe.
Mi luz le da de lleno en la cara y, sin embargo, la blancura de su camisa es
tan hiriente que eclipsa mi potencia. Parece como su la luz brotara de su
pecho. Como un contrapunto a mi foco. Los demás, como en penumbra,
están un poco más apartados. Es el color de la espera, del segundo plano, la
tonalidad del anonimato.
Los cierres de la vida van tapando mi lumbrera. Van cayendo los
hombres. Uno a uno.
Queda poco tiempo. Mi mecha aguanta un poco más. Casi en la
sombra, el soldado sigue disparando. El suelo es un sembrado de muertos.
¡Que roja se ve la sangre y que nitidez arroja! Luego el silencio. Los
uniformes se disipan en la oscuridad.
Me he apagado y salgo silencioso de la escena.”
JUAN CALDERÓN MATADOR
LA FECUNDA PALABRA
DE LOLA SANTIAGO
Confusión interior
se oculta en los poemas
escritos en los bordes
de sus más íntimos caminos.
DESHABITADO AMOR
DUELO
(Por un amor perdido)
Aquí estoy.
He perdido.
Nunca sabré cuál era el resto que apostaba.
CÁNTARO DE LLUVIA
EN TORNO MÍO
silencio,
voces que se recuerdan
en su plenitud de olvido.
Contra las paredes
silencio,
y una tensión orgullosa
que galopa despacio.
Sobre el alféizar de la ventana
silencio,
mis ojos te sueñan
contra tu sombra
desnuda.
Rielan soledades
sobre un abismo de luz.
Luz, sombra, silencio
contra mi sola
efigie
NACARADA CRUZ
EL PUEBLO ES EL POETA
El pueblo es el poeta,
con sus primeras voces,
que inicia madrugadas
en el alba de todos,
palabras que se pierden o repiten,
agua de manantial que se desborda
y llega o no llega a ser un río,
o muere recogida en el profundo pozo
que calmará la sed de los que habitan
descubriendo sus aguas.
El pueblo es el poeta que deja la simiente
debajo de la tierra,
para brotar en los colores
de ramas que florecen
en muchísimas manos,
y un día con su aroma
invaden nuestra casa.
El pueblo es el poeta, es el primer poeta,
ombligo de leyenda,
el que nos ata al mito y nos conmueve
con su revelación.
LA OTRA DAMA
GATOS
Está; se ha condenado
la puerta de la noche,
el silencio aproxima
incógnitas oscuras.
Aparece en el cielo Casiopea
y la túnica blanca
de otras constelaciones.
El ánimo semeja
vibrar en el compás
de la estación que ocupa,
en la arruga del frío,
en la niebla oscurina del otoño.
Y acaso, tengo miedo y pesadumbre.
* polvareda
( Del Poemario Egelasta, 2009)
PLÁCIDO RAMÍREZ CARRILLO
Y TE SALGO AL ENCUENTRO
A veces,
cuando el verano enciende las glicinias
y la tierra es un pecho que se abrasa,
te busco entre la gente, en las aceras
de una extraña ciudad a la que siempre
sueño que no he llegado.
Te llamo y se me queda
de témpano la voz,
y me levanto el cuello del abrigo
para que no se enfríe aquel último beso.
ATENAS
A Juan Calderón
La plaza parecía
una cita secreta. Sólo el hueco
del tiempo entre la piedra era verdad.
Nos quedaba la noche,
la alta noche invadiendo con labios de Afrodita.
(Del poemario "Jardin con interior y otras penumbras" Premio "Bahía" Algeciras,
1997)
POEMA III
Dícen,
que algunas noches,
cuando más amarilla está la luna,
puerde verse su espalda,
donde lleva los ojos fijos de los ahogados.
Ya no tiene sentido
tejer y destejer lo que será sudario,
ocultarme a los ojos de los hombres
que codician mi lecho.
Debería sacar de los baúles,
las pulsera, la enagua de la primera vez,
las cintas del cabello, los afeites.
Debiera maldecirte, pero sigo
perfumando la cama por si llegas.
(DeL poemario "El tiempo detenido" Premio "Juan Alcaide" Valdepeñas, 2003)
TRATADO DE GEOMETRÍA
TRIÁNGULO EQUILÁTERO
INTERSECCIÓN DE PLANOS
Afirman además
que en realidad no existe,
por lo que creen en los planos paralelos.
Mas no debemos dejarnos confundir
por tan bellas ilusiones.
ÁNGULOS COMPLEMENTARIOS
Canta el agua
en esta antigua aldea que el corazón nos prende.
Caminamos con pasos ocupados
y arrastramos el alma por el suelo,
pero esta torre de sol para los ojos
y el camino de frutos, que renacen
son puñado de sal para la herida.
Porque la sangre hierve y el afán no descansa.
Vivir es necesario, sobrevivir, ¿quién sabe?
¿Cómo sobrevivir con el horror despierto?
tan hundido en ti mismo que no puedes ahogarte.
Es necesario estar siempre dispuesto a renovar la brisa,
a recibir el paso de la aurora,
ese sol que nos nutre y se desnuda siempre
donde el valle termina para bien de los ojos.
LA LLAMABAN LOCA
ALTAZOR
A Vicente Huidobro
Tú, Altazor
metafísico, guerrero
-angustia desolada que atraviesa
las órbitas perdidas-
contradictorio, altivo,
voy a contarte algo de este Viernes,
éste que no conoces pero que siempre adivinaste
cuando el día se suicidaba arrojándose al mar.
Mis días se suicidan aunque siempre
la tierra -es verdad- está pariendo un árbol
y siente escalofrío en su interior.
Faltas ya largos años, pero nada
nada ha cambiado sustancial-
mente y el hombre
sigue mirando el dedo si señalas al sol.
Paseo por el bosque de mi melancolía
de los sueños perdidos y los que han de venir
con escarcha quizás en los hombros tronchados
o fuego en las espaldas que me muerden
con rabia en su esqueleto osteoporósico.
¿Qué haríamos sin sueños? Dime
¿que habrías hecho tú?
Si soñar es vivir…
Mi vida es todo un sueño luminoso
lo sé y contiene
tantas preguntas ciegas,
tanta respuesta clarividente o falsa
según el ritmo
marcado por el propio corazón.
Y el eco de mi voz se abre ya hueco
misterioso, tal vez, pero yo espero
espero, no lágrimas, no.
Tan sólo unos instantes me detengo,
tomo el pulso y camino lentamente
con la desolación tan larga como un Lunes,
como el frío cercano de un cadáver
cargado de cadenas que hacen ruido
y le impiden volar.
¿ PANDEMIA…?
Danza la vela
marcando alunamiento
en su faz de embeleso.
Cadenciosa, ondea emparejada
a ese palo mayor que la sostiene.
Y fluctúa la vela junto al mástil
en paso de arabesco.
¡Cuán nívea la imagen se perfila
recortando las nubes!
Son alas en despliegue
-desafío al reto de encallar-.
Es la vela un ensueño, es un tutú,
enardecida túnica de tantas
Isadoras y Cisnes y Julietas,
izadas al embrujo
de arrumbar a los vientos.
Acuartelada
la vela se deshoja en azahares
cuando el sol y la brisa, cautivados,
ponen coda al hechizo.
¡Ay, Miguel!
¡Cómo me sangra –toda-, tu frente de
alambrada!
¡Cómo me suda acíbar la memoria cobarde,
en cada amanecer, de sudarios y muertos,
en cada incertidumbre de arcángeles perdidos!
¡Ay, Miguel!
¡Cómo se me entumecen los nudos de este siglo
de puños enterrados en el fondo del bolso!
Imparable avaricia poblando las trincheras,
¡y tú, desde el costado, izándonos el verso!
¡Ay, Miguel!
Nosotros, los que amamos tu alma y el martirio
de tu calvario quieto, de miedo y de penumbra,
cargaremos las cruces de voces y palabras
unidas en un grito de pura libertad.
¡Ay, Miguel!
¡Qué limpio y te ensuciaron de injusticia y de
luto,
mientras, tan inocente, murmuraba tu boca
balbuceos de nanas, con sabor a cebolla!
NARRATIVA
JAVIER BUENO JIMÉNEZ
LA CAJA DE TARACEA
Acabo de cumplir ciento veintitrés años, y la verdad es que estoy muy
bien para mi edad. Nadie pensaría que tengo más de cincuenta. Tirando por
alto cincuenta y cinco. Esta es mi increíble historia.
Pasaron varios meses. Un día, al final del verano, llegó a casa, de visita,
mi primo José, con su hijo Andrés de cuatro años. Mientras charlábamos,
el niño trasteaba y lo tocaba todo. De pronto, reclamó nuestra atención al
gritar emocionado:
- ¡Mira, papá que flor tan bonita!
Su padre, le preguntó que de dónde la había sacado, y él dijo, señalando la
caja de taracea:
- ¡Estaba ahí dentro!
Un escalofrío recorrió mi cuerpo. La flor era el lirio que corté en el jardín
de Granada hacía cinco meses, la que Marta me devolvió y yo puse dentro
de la caja. No hice ningún comentario. Cuando se marcharon volví a mirar
la flor. Estaba como recién cortada. Cogí la caja y la observé
minuciosamente, esperando una respuesta por su parte sobre aquel
prodigio. Miré en su interior; tenía en el fondo una especie de forro de
algodón rojo, que podía quitarse. Lo levanté y vi una inscripción en árabe.
Era corta, sólo ocupaba una línea ¿Pero qué quería decir aquella extraña
escritura? Si conociera su significado tal vez podría descubrir su enigma,
me decía.
Como no sé ni una palabra de árabe, pensé en buscar alguna academia
donde enseñasen ese idioma, para que me lo tradujeran. Luego recordé que
cerca de mi casa había un bazar marroquí, dónde había comprado algunas
veces consumibles de ordenador. Bajé con la caja, compré, como pretexto,
unos cuantos discos para grabar, y le pregunté al dependiente si podía
traducir la inscripción. Así lo hizo, y el resultado fue el siguiente; la frase
ponía: “Mi corazón está fuera del tiempo” ¿Qué quería decir esto?
Evidentemente, la flor, que permaneció dentro de la caja, no estuvo
sometida a las leyes del envejecimiento y la muerte, lo que me llevó a
pensar que aquella caja estaba dotada de algún poder especial.
Desde aquel día empecé a experimentar con sus poderes. Colocaba
pequeñas hojas, flores, trozos de pan o carne, en su interior, y éstos
permanecían inalterables, incluso después de haberlos sacado fuera. En mi
afán de experimentar, se me ocurrió hacerme una foto de cuerpo entero y
ponerla dentro, a ver qué pasaba. A partir de ese momento todo cambió en
mi vida. Yo diría en mi eterna vida. Veo cómo la gente envejece mientras
yo sigo igual que en la foto. No puedo mantener amigos por mucho tiempo
sin escuchar preguntas, a las que no puedo ni quiero dar respuesta.
Vivir eternamente es una maldición. Han pasado muchos, muchos años,
ninguna de mis personas cercanas vive ya. Me miro a los espejos y, donde
debería verse a un anciano, sigue apareciendo un jovencito. Estoy cansado,
muy cansado, pero sigo adelante; aunque he de confesar que, en más de una
ocasión, he tratado de suicidarme, mas hay una fuerza que me lo impide.
Hoy he llegado a la conclusión de que tan solo destruyendo la caja,
arrojándola al fuego quizás, termine el hechizo o la fuerza que me hace
inmortal. Si surte efecto, no encontrarán nada más escrito en este papel. Si
no es así, puede que mi historia continúe ¡Ojalá sea éste el punto y final!
MILAGROS SALVADOR
LA ABUELA BALBINA
Todos los días, Micaela, cuando se dirigía al colegio, con su cabás azul,
pensaba en porqué se parecería tanto a su abuela, eso no le pasaba a las
demás niñas de su clase, que podían parecerse en algo a su papá o a su
mamá incluso también a su abuela, pero igualita, igualita, no se lo decían
ninguna.
Sería que su abuela había vuelto a nacer en ella, y vivir en ella. Algunos
días se despertaba preguntándose ¿ y si en realidad soy mi abuela?.La
obsesión comenzó a instalarse en su vida, a la hora de comer preguntaba
¿ le gustaban las lentejas a la abuela?, ¿ le gustaba mucho la fruta?, o ¿ qué
color era el preferido de la abuela?...
TITANIA
El vuelo había sido perfecto. Desde que los nuevos aviones solares eran
pilotados por sistemas electrónicos robotizados, el tráfico aéreo se había
hecho mucho más seguro. Además, el servicio de a bordo, atendido por
auxiliares cibernéticos resultaba verdaderamente excitante. Con solo pulsar
unos sensores en el apoyabrazos de tu asiento, podías configurarlos: azafata
guapa, rubia, con minifalda y un gúisqui. O: auxiliar alto, moreno,
musculoso y un pipermín. A gusto del pasajero. Desde entonces, los
horarios se cumplían escrupulosamente. Habían desaparecido los retrasos
y el overbooking ya era historia.
Mientras esperaba mi maleta en la monumental sala de recogida de
equipajes presidida por el gran mural con la figura del Líder, volví a pensar
en Titania. Llevaba solo tres días fuera de casa y ya la echaba de menos. La
conferencia sobre génesis robótica que había oficiado en Nueva York me
había llevado más tiempo del previsto. Por suerte todo había ido bien.
Incluso tuve un poco de tiempo libre para comprarle un regalo: una pulsera
gravitatoria de titanio con cuatro signos del zodiaco girando alrededor.
Esperaba con ello hacerle cambiar la expresión de enfado, que a mí al
menos me parecía ver reflejada en su rostro desde hacía unas semanas. Pero
ahora, me sentía al límite de mis fuerzas, estaba realmente agotado y tenía
verdadera necesidad de llegar otra vez a Palmer Woods, mi barrio en
Detroit
Epílogo:
No sé cuánto tiempo ha pasado desde entonces, pero, desmontado sobre la
cinta transportadora mientras me estoy reiniciando, deseo para la nueva
personalidad que me adjudiquen, no volver a estar programado para
enamorarme de una humana.
LA FIESTA DEL SORTEO
El aroma dulce- miel de los pastelillos se adueña del salón al tiempo que el
Abuelo inicia la tan repetida historia.
- Está escrito en el Tanaj o antiguo testamento, que hace 2500 años, el Rey
Persa Asuero repudió a su esposa la Reina Vasti por promover una rebelión.
Buscó otra esposa y eligió a una bella judía llamada Esther, con la que se
desposó pese a la oposición de sus consejeros.
Pero los continuos enfrentamientos entre Mordejai , el primo de Esther con
el Consejero Real Haman, provocaron la ira de éste y unido al odio que
tenía hacia los judíos, hizo que convocara al consejo del reino y consiguió
que acordaran la fecha del 13 de Adar* para sortear el día en que serían
exterminados todos los judíos que vivían en Persia.
Enterada Esther de los propósitos de Aman, consiguió, gracias a su
inteligencia y belleza convencer al Rey para que anulase el sorteo y con
ello salvó al pueblo judío, convirtiendo ese día en el símbolo de su
salvación, que sería celebrado cada año con la fiesta de Purim.
MR CLOROFILA
O EL PODER DEL MUNDO VEGETAL
EL ORFEÓN ESMERALDA
Las voces se elevaban hacia las nubes, llegando hasta el cielo y más
allá. Y eran unas voces fantásticas, únicas, extraordinarias, que hacían
piruetas por el aire, se enroscaban alrededor del viento y trazaban caminos
de fantasía ante un variopinto auditorio que permanecía en absoluto
silencio y escuchaba embelesado. Era aquella una melodía arrolladora que
se introducía por los poros y creaba surcos de melancolía y sueños debajo
de la piel. Y ellos, los allí presentes, se sentían atrapados y transportados
por aquel canto irrepetible, sin ser conscientes de la exclusividad de tan
delicioso sonido. Las notas subían y descendían sin cesar formando una
suerte de lluvia eterna de sones infinitos. Más que voces parecían caricias.
Era la señal del inicio de la primavera.
Ellos, los habitantes de aquel singular paraíso terrenal, cerraban los
ojos y se limitaban a escuchar.
Sucedía todos los años. En el centro de la oscuridad profunda, entre
grandiosas montañas cubiertas de nieve, donde nadie tenía acceso salvo
multitud de animales de todos los tamaños y condiciones, el bosque
apiñado se desparramaba inmenso, cuajado de árboles infinitos,
extendiéndose hasta perderse de vista, una especie de sombra esmeralda
formada por miles de troncos, miles de ramas, miles de hojas, que se
desperezaban repentinamente del aullido del invierno. Y allí, en aquel valle
oculto a los ojos del mundo, cuya existencia sólo conocían los animales que
lo poblaban, la primavera despertaba con un canto único e inigualable,
jamás escuchado por ningún oído humano. Miles de voces subiendo, miles
de voces desgranando arpegios, miles de voces arrullando el sendero de la
perfección absoluta. Miles de voces verdes.
Era el cántico de los árboles.
En el mismo instante del inicio de la primavera, los árboles
empezaban a entonar un murmullo suave, muy suave, y tenue, muy tenue,
cuyas notas se elevaban hasta el firmamento y llegaban a todos los rincones
de aquella inmensidad. Los árboles, cuajados de brotes verdes, se
transformaban como por arte de magia en un coro singular y entonaban una
melodía indescriptible. Se diría el saludo de la naturaleza a la vida.
Era como un orfeón de color esmeralda.
Y ante tal acontecimiento, todos los habitantes de los alrededores se
congregaban embobados a escuchar el canto de los árboles. Cientos de
animales, desde los más grandes hasta los más pequeños, desde los
enormes elefantes hasta las diminutas hormigas, desde los terroríficos
tigres hasta las tiernas gacelas, se acercaban silenciosos al centro del valle
para disfrutar de aquel acontecimiento único. Un año tras otro, a lo largo de
los siglos, los leones, los pumas, los lobos y los leopardos se aposentaban
junto a los impalas, los ciervos, los antílopes y las cebras. Resultaba
curioso contemplar a tantos y tan distintos animales unidos y reunidos por
el cántico del orfeón esmeralda, sin prestarse la más mínima atención unos
a otros. Su interés quedaba exclusivamente centrado en la música que
desgranaba el bosque. Y todos ellos sin excepción olvidaban ese día sus
luchas, sus disensiones y sus diferencias. Su única ocupación consistía en
escuchar.
Así venía sucediendo desde el principio de los siglos.
Al finalizar el primer día de la primavera, cuando el canto de
bienvenida cesaba, no quedando en el aire más que un suave murmullo de
cadencias y ausencias, los animales se retiraban en silencio, cabizbajos,
somnolientos, impregnados de melodías jamás escuchadas hasta entonces,
y volvían a su vida cotidiana, a su ir y venir continuo y a su lucha diaria por
la subsistencia.
El cántico del orfeón esmeralda no duraba más que un día, pero era
un día fastuoso.
Por las venas de todos los animales del valle galopaban inquietas las
maravillosas voces de los árboles cantores y allí quedaban encerradas.
Hasta el año siguiente.
Y todo volvía a la normalidad.
Sólo ella, la Naturaleza viva, compuesta de plantas y animales, era
conocedora de aquel rincón oculto y de aquel fenómeno inexplicable que
tenía lugar año tras año. Los hombres ignoraban que allá, en el fondo de la
oscuridad, se extendía una jungla todavía virgen. Los hombres jamás
habían pisado el valle. Los hombres nada sabían de su existencia. Los
hombres…
Pero un día aparecieron.
La zona entera sufrió un estertor de sombras oscuras.
Un día aparecieron a lo lejos, un punto lejano que fue agrandándose
y agrandándose, hasta llegar al borde de la jungla. Aparecieron en un
vehículo negro que dejaba extrañas huellas en el suelo. De aquel aparato
compuesto de ruidos y estallidos salieron tres personas que, absortas y
ensimismadas, contemplaron el fastuoso panorama de árboles infinitos
extendiéndose ante ellos, hasta el horizonte y más allá. Las tres personas,
dos hombres y una mujer, se sintieron muy felices, sonrieron, hablaron, se
acercaron a la linde de los bosques apiñados, incluso palparon los árboles,
mantuvieron una larga conversación de palabras perdidas, montaron de
nuevo en el vehículo y se alejaron dejando tras de sí un terrorífico olor a
humanidad.
La zona entera exhaló un suspiro de alivio. Pero no pudo evitar el
trallazo de un espantoso temblor en las entrañas.
Los hombres habían descubierto su existencia.
Transcurrieron varios días de dudas e incertidumbres. Los animales
se mantenían alerta. Las plantas habían reducido su sonido al mínimo. El
silencio se adueñó repentinamente de la zona esmeralda, un silencio teñido
del color granate de la desesperación.
El valle entero quedó encerrado en un interrogante que se propagaba
hasta más allá de su propio horizonte. Una inmensa duda se hizo dueña del
entorno.
Y ellos volvieron. La zona entera tembló de nuevo. Volvieron
provistos de camiones, de máquinas y de artilugios desconocidos. La zona
entera sufrió una conmoción. Llegaron con muchos vehículos y aparatos, y
una multitud de hombres y mujeres se aposentaron en el valle, plantaron
tiendas de campaña, descargaron extrañas máquinas, investigaron,
midieron, hablaron, se perdieron entre los árboles y las ramas de aquel
paraíso verde, impregnaron con su olor y su sabor los rincones del bosque,
hicieron fogatas, comieron, durmieron allí durante muchos días,
conversaron, se desplazaron de un lado a otro, un movimiento continuo de
seres humanos. Mientras tanto, plantas y animales esperaban temblando.
Y un día tranquilo de viento suave, cuando el corazón del valle
todavía palpitaba lento y nada hacía presagiar la inminente catástrofe a
punto de producirse, los hombres de aquella expedición sacaron del fondo
de los vehículos unas potentes sierras de dientes afilados, conectaron sus
motores y empezaron a cortar todos y cada uno de los troncos del orfeón
esmeralda.
El silencio se condensó prieto mientras en el aire se hacían añicos los
sueños. El único sonido que se elevaba hasta los cielos era el espeluznante
chirrido de las sierras.
Los hombres sonreían.
Los árboles caían uno a uno.
Los animales contemplaban espantados el fin de su querido entorno.
Si alguien hubiera querido escuchar al viento, habría percibido los
ecos de un fabuloso lamento paseándose sobre las cabezas de todos los
testigos de aquella espantosa masacre.
Y así, día tras día, sin cesar durante mucho tiempo, durante un
tiempo interminable.
Los hombres cortaban, los troncos caían, los camiones se
aproximaban y cargaban los tristes cadáveres de los árboles, las hojas
sembraban los caminos, unos vehículos se alejaban, otros volvían a
continuar la labor, siempre proseguían, nunca terminaban. Ocultos entre
piedras y grutas, desplazados cada vez más hacia las montañas, los
animales observaban atónitos el pausado despoblamiento de su hogar.
La nada iba adueñándose lentamente del centro del valle.
Y así, muchas horas, y muchas semanas, y muchos meses.
Por fin, un día muy oscuro y triste, tan triste como los ojos ahora
cerrados del bosque, los hombres, plagados de sonrisas y triunfos, muy
orgullosos de sí mismos y de su gran hazaña, se reunieron ante su
magnífica obra y decidieron dar por terminada su labor de destrucción.
Desmontaron sus tiendas de campaña, recogieron sus enseres, pusieron en
marcha sus vehículos y se alejaron tal y como habían venido, dejando a su
alrededor un desierto de sombras, un páramo de soledades huecas y un
silencio de lágrimas.
En el valle quedó una mancha profunda y negra como la noche, una
mancha que se extendía lívida y abarcaba la casi totalidad de lo que
anteriormente había sido un edén.
Los animales caminaban cabizbajos, ocultándose en cuevas y
oquedades, repartiéndose por los montes cercanos, preguntándose qué
habían hecho ellos para que aquellos seres les hubieran despojado de su
hogar.
La luz era más triste que antes, y el aire más sucio, y el viento rugía y
rugía con mayor intensidad.
El orfeón esmeralda había caído fulminado por las ansias de los
hombres. El orfeón esmeralda había desaparecido por completo de la faz de
la Tierra. Todo era tristeza en el valle porque ellos, sus habitantes, creían
que el orfeón esmeralda nunca más volvería a entonar su delicioso canto de
bienvenida a la primavera.
Pero no era cierto.
Sí era cierto que el orfeón esmeralda jamás se escucharía de nuevo
en el entorno, que sus voces no despertarían del invierno para saludar la
llegada de las flores y los frutos, que sus melodías nunca más repetirían
notas fastuosas elevándose hasta el infinito, pero allá arriba, en un lugar por
todos ignorado y por nadie conocido, en el denominado Cielo de la
Naturaleza, el orfeón esmeralda continuaría desgranando sus canciones por
toda la eternidad.
Allí, en ese increíble paraíso, es donde descansan para siempre todas
las plantas, todas las flores y todos los árboles cortados y derribados. Es ése
un lugar misterioso de cuya existencia no tienen constancia los hombres. Y
fue allí donde el orfeón esmeralda se aposentó de inmediato, reunió sus
maravillosas voces y, al igual que había hecho en la Tierra, empezó a
entonar su melodioso canto.
Y allí continúa.
Dicen que los árboles ahora siempre están engalanados de verde
porque en ese fantástico emplazamiento no existen las estaciones, puesto
que siempre es primavera.
Dicen que, pese a no encontrarse en la Tierra, los árboles son muy
felices y cantan y cantan sin parar para celebrarlo.
Dicen que todo sigue igual, que nada ha variado salvo el entorno, que
los árboles ahora siempre repiten de continuo sus quiméricos cantos con las
mismas voces, aunque éstas ya no se elevan hasta los cielos, sino que se
quedan allí entre ellos, porque no pueden subir más alto.
Y dicen que sus voces continúan siendo magníficas, fantásticas,
sublimes, tan deliciosas que hasta los ángeles se acercan por los
alrededores de aquel lugar exclusivamente dedicado a la Naturaleza y,
ocultándose tras las nubes, se detienen a escucharlas.
EL FUTURO PRESIDENTE©