Gracias a esa mezcla entre culturas, tuvo como resultado la cultura que
actualmente hoy poseemos, ya que de estás tres razas obtuvimos una
influencia y un conocimiento. Como por ejemplo en la parte indígena
aprendimos sobre la gastronomía, teniendo en cuenta que esta cultura tiene
deficiencia en el vocabulario, por otro lado en la cultura africana obtuvimos
la música (el tambor), y en la cultura española tuvo más impacto, ya que
está nos aportó la religión católica, el idioma, un poco de música, entre
otros.
Aquel período que transcurre entre 1948-1958. Y debemos admitir que antes de
asistir un proyecto de investigación sobre dicha etapa también compartimos aquel
prejuicio que considera esta década como un momento oscuro y, por tanto, a la
producción literaria e intelectual ocurrida dentro de este tiempo escasa, modesta y
muy controlada, dadas las limitaciones que impuso el régimen represivo. Sin
embargo, al leer la prensa y las revistas culturales venezolanas publicadas en
dicho período, nos atrapó la impresión de un campo cultural satisfecho con su
novedad, en la euforia del descubrimiento de los medios masivos y en la amplitud
de dejar filtrar nuevos sujetos con discursos que se escapaban a los
determinismos del Estado. Y es que todo un contexto de cambios sociales crea
este clima, porque si bien, para mediados de siglo domina en Venezuela un
régimen autoritario, del mismo modo hechos como el desarrollo urbano, la
economía global, el avance en los derechos de los grupos considerados minorías
y la fascinación que genera el ideal democrático, mediaron esta condición primera.
En este sentido, la comprensión de este momento debería considerar una
perspectiva más amplia, a partir de los cambios que se producen en el marco del
desigual proceso de modernización en América Latina, un fenómeno múltiple,
moldeado por temporalidades discontinuas que supone toda una serie de
mediaciones (sociales, técnicas, políticas y culturales), la expansión de los medios
masivos y la conformación del mercado cultural (Martín-Barbero, 2001: 19-21).
En esta etapa particular de la historia venezolana, resaltan figuras poco
reconocidas en la actualidad pero que circularon en las aperturas de dicha
coyuntura histórica. La idea que nos produjo este encuentro fue ofrecer luces
sobre el campo literario venezolano en los años 50, a partir del rescate de esta
efervescencia que lamentablemente, no han encontrado un lugar sobresaliente en
el archivo de nuestro canon literario venezolano.
Por lo tanto el presente artículo se propone la búsqueda de una nueva perspectiva
a partir de una mirada alternativa sobre las posiciones de autor en los años 50 y,
conjuntamente, evidenciar el cambio que este campo cultural supuso al construir
un espacio de participación para las escritoras en un momento de restricciones
sociales y políticas, desde un discurso distinto al de la tradición.
Ta barato!, ¡dame dos!"! La frase que se transformó para los venezolanos en el
emblema de una época parece hoy una ficción en el país de la escasez . Eran los
tiempos de la Venezuela saudita, donde gracias a la inyección de petrodólares la
clase media se hizo habitué de Miami, la tasa de desocupación llegó a ser del 4%
y se construyeron 33.000 nuevos kilómetros de rutas.
Fue una bonanza ficticia, que empezó a principios de los años 70 y explotó cual
burbuja en el "viernes negro" de 1983, cuando aquel 18 de febrero el bolívar sufrió
una abrupta devaluación frente al dólar. En esa época de excesos, la cosmopolita
Caracas tenía los mejores restaurantes franceses de la región y los venezolanos
se convirtieron en los mayores consumidores de whisky del mundo.
Es cierto que el crecimiento del Estado impulsó la corrupción, pero también fueron
años en los que el país sudamericano atrajo inmigrantes y miles venezolanos de
clase media accedieron a una casa propia. "Éramos felices y no lo sabíamos", es
la frase con la que muchos venezolanos resumen aquellos años.
"Una isla en medio el caos latinoamericano". Así define el argentino Benjamín
Triepier a la Venezuela de ese entonces. "Cuando llegué a Caracas, en 1978,
hacía 20 años que tenían el mismo tipo de cambio y el dólar lo conseguías muy
fácil, pero lo que más me sorprendió era lo bien que se vivía", cuenta a LA
NACION Triepier, que viajó a Venezuela por una oportunidad laboral de Bunge &
Born, a los 26 años.
La economía y la política simplemente no eran un tema. La gente no hablaba de
eso. Yo venía de un país con inflación, en donde hasta un chico de seis años
sabía quién era el ministro de Economía", agrega el argentino, que ahora, con 66
años, es consultor empresarial.
Triepier aterrizó en Caracas en medio del boom del petróleo. Años antes, en 1973,
el embargo petrolero del bloque árabe de la OPEP a los países de Occidente
había provocado que la cotización del crudo se cuadriplicara. Con ese panorama,
el presidente Carlos Andrés Pérez nacionalizó el petróleo en 1975, una idea que
venía rondando hace años en el país, y lo concentró en la compañía estatal
Petróleos de Venezuela (Pdvsa).
El resultado fue una lluvia de petrodólares y un nuevo sentido de confianza para el
entonces presidente, que prometió que el país se desarrollaría en pocos años
mediante la sustitución de importaciones, los subsidios y los aranceles
proteccionistas. Nacía la Venezuela saudita y, con ella, las nuevas rutas en todo el
país, el subte de la capital (1983) y las famosas becas "Gran Mariscal de
Ayacucho", entre otros avances.
Una historia similar cuenta Miro Popic, un periodista gastronómico chileno que
llegó a Caracas en 1975 como exiliado político. "Con tres meses de sueldo me
compré un auto. Ahora ni trabajando diez años puedes hacer eso", dice Popic, que
aún vive en Caracas y tiene una pequeña editorial. Según un estudio de la Cepal,
en 1977 el PBI per cápita promedio en América Latina era de 866 dólares y el de
Venezuela, de 1409.
Popic señala que aterrizar en Caracas fue llegar "al primer mundo". Recuerda una
ciudad cosmopolita con "grandes autopistas, edificios por todas partes" con "las
góndolas de los supermercados llenos de mercadería importada". Y lo compara
con Chile, "que en ese momento era bastante rural". En Venezuela, la tierra del
ron, en 1978 y 1979 el consumo de whisky llegó a ser superior al de Escocia,
señala Popic. El periodista, que durante 25 años escribió la guía gastronómica de
Caracas, cuenta también que por aquellos años la ciudad "tenía más restaurantes
franceses que Nueva York".
Era la época en que los caraqueños de clase alta y media se reunía en Le
Drugstore, un conjunto de locales pequeños, en el centro comercial Chacaito,
donde se conseguían discos importados, joyas, libros y en donde se podían comer
panchos de un metro de largo. Hoy, luego de que el presidente Nicolás
Maduro fijara los precios de por lo menos 25 alimentos de la canasta básica, en
agosto pasado, la escasez aumentó, según Fedecámaras.
Caracas es hoy una ciudad apagada, coinciden Triepier y Popic, que recuerdan
con nostalgia cuando era normal caminar por las calles de noche. "Hoy, en La
Mercedes [una zona comercial famosa por sus boliches y bares], la gente se va a
las 4 de la tarde por los robos", dice Triepier.
Popic señala que con su mujer de ese entonces, también periodista, salían a la 10
de la noche de sus trabajos e iban a comer a Sabana Grande, una zona más
bohemia de la ciudad. En los últimos años, Sabana Grande fue tomada por los
llamados "motorizados", hombres en moto que tienen estigma de anárquicos y
problemáticos.
Si en los años 70 y 80 no se veían rejas en los barrios residenciales de Caracas,
hoy los muros delante de las casas son el denominador común. Según una
encuesta publicada en junio pasado por Gallup, apenas el 17% de los
venezolanos se siente seguro cuando camina por la calle.
"Era una Venezuela totalmente distinta. A mediados de los 70 y principios de los
80 el índice de pobreza era menos del 20% y hoy es casi absoluta: 87%", cuenta
Guerrero. La cifra es del la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) publicada
en febrero pasado.
Con unos 3 millones de emigrados, el éxodo venezolano empieza a ser visto como
el mayor en América Latina en las últimas cinco décadas. Se estima que en los
últimos dos años un millón de venezolanos huyeron a Colombia. El proceso fue
inverso durante la Venezuela saudita, cuando el país fue el "sueño americano" de
muchos colombianos.
"Eran migrantes que buscaban ascenso social y económico. Los venezolanos
preferían trabajar en el sector petrolero y se generaron espacios para la mano de
obra no calificada colombiana, en el sector agrícola y en especial en la
construcción", explica a LA NACION el colombiano Ronal Rodríguez, politólogo y
profesor del Observatorio de Venezuela, de la Universidad del Rosario.
En 1979, el presidente Luis Herrera Campins recibió un país endeudado y con una
caída del PBI de 4,2% con respecto al año anterior. Pero a pesar de ese
panorama, y de que los precios del petroleo comenzaron a caer, el gasto social
desmesurado continuó en Venezuela. A eso se le sumó la crisis de la deuda en
América Latina.
El 18 de febrero de 1983, Campins anunció medidas para afrontar la crisis: el
control de cambio y la restricción a la salida de divisas. El resultado fue la
devaluación del bolívar durante el famoso "viernes negro".
"Llegamos a tener un mega Estado. Tendríamos que haberlo achicado,
diversificado la producción y haberle dado más peso al sector privado de la
economía. Y cuando empezaron los signos en 1983, deberíamos haber hechos
reformas para no llegar en 1989 a la mega crisis que dio paso al chavismo",
resume el economista Asdrúbal Oliveros.
En Venezuela existen diferentes manifestaciones culturales, estas pueden variar
de región a región. Cada manifestación cultural, tiene características propias que
la hacen única y particular. La Danza, la Música, las Artes plásticas, la Literatura,
la Arquitectura, etc, entran dentro de estas manifestaciones y al pasar el tiempo se
han vuelto muchas de ellas en tradiciones.
Acá tienes un video que de alguna manera representa lo que es Venezuela visto
en las calles, iglesias, plazas, su gente...
Ningún otro país tiene nuestra rica y variada herencia cultural y ninguno defenderá
lo que somos, solo nosotros tenemos la responsabilidad de hacerlo y de hacerlos
respetar ante la imposición silenciosa de otras costumbres extrañas que se vienen
introduciendo en nuestro país ya sea por su música, su comida, sus costumbres,
sus vocablos; siendo los medios de comunicación privados y públicos, parte de los
responsables de esto, al introducirse en nuestra sociedad formas de vida
extranjeras que no nos corresponden y que a veces denigran nuestra propia
esencia, tal es el caso de telenovelas y programas de variedades que
menosprecian a nuestro país y que tienen ninguno o poco control legal.
¡Venezuela es primero!