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El Gran Santo Domingo, como muchas de las grandes capitales del mundo,
no está libre de esa amenaza a la salud que se denomina contaminación
acústica o ruido más allá de los decibeles razonables permitidos por la ley.
En el caso dominicano, no se trata de los ruidos producidos por aviones,
trenes o equipos pesados de la construcción como sucede en naciones
desarrolladas. Lo que ocurre en algunas de las principales ciudades del
país como el GSD, Santiago, Mao, Puerta Plata, Nagua, Samaná y otras se
origina en fuentes más livianas y más intensas.
En todas las ciudades de la República Dominicana específicamente en
Santo Domingo y Santiago de los Caballeros que son las de mayor índice
de población, hay un clamor en contra de un perturbador bastante común
que es El Ruido. Los vehículos de motor (carros, motocicletas, camiones,
patanas, autobuses, etc.), con sus escapes y bocinas, las podadoras,
generadoras eléctricas (plantas), las reparaciones en las vías públicas y en
la vecindad, las actividades industriales, los altoparlantes, las tiendas
musicales, los buhoneros, las propagandas a través de megáfonos y otros
equipos. Los colmadones, cultos religiosos, barras, hogares etc.,
constituyen los principales factores reproductores de ruidos.No existía una
ley que tuviera como base fundamental y estricta, regular el ruido hasta la
llegada de la Ley 64-00 del año 2000 y la Ley 287-04 del año 2004. Desde
entonces las leyes habían canalizado las vías necesarias para que se
emitieran las ordenanzas y resoluciones municipales que tratan sobre la
materia.Entre las leyes podemos citar la Ley 804 y la 187, del 1934 y 1939,
que son leyes puramente facultativas, donde les dan facultad a los
ayuntamientos para que emitan ordenanzas y resoluciones para controlar
la producción y contaminación por ruido. Pero no es hasta la llegada del
año 2004, mucho después de la Ley de Medio Ambiente 64-00 que en la
Sala de Sesiones del Senado, Palacio del Congreso Nacional, en Santo
Domingo de Guzmán, Distrito Nacional, Capital de la República
Dominicana, a los tres (3) días del mes de agosto del año dos mil cuatro
(2004); años 161 de la Independencia y 141 de la Restauración, es que se
dicta una nueva Ley, la No. 287-04 sobre Prevención, Supresión y
Limitación de Ruidos Nocivos y Molestos que producen contaminación
sonora. Es la única Ley además de las Normas Ambientales que rigen
sobre el tema, cuando realmente la Ley 64-00, era la facultada para tales
fines. Creemos que con las disposiciones de esta nueva ley no era
necesario promulgar otro texto jurídico, lo que se debió fue modificar la
Ley 64-00, e incluir dichas disposiciones legales en ese cuerpo legislativo.
En nuestra sociedad existen dos corrientes a respecto: primero: la que es
capaz de emprender el curso del desarrollo, implementando los recursos y
utilizando los mecanismos necesarios para tal logro, sin dañar en lo más
mínimo nuestros elementos ambientales, llamada por nosotros como la
corriente ambientalista. Segundo: la que propaga las formas de evitar la
contaminación, en todos sus aspectos, pero lo hace con el más alto grado
de demagogia, ya que trata de llevar el desarrollo sin tomar en cuenta
cuáles aspectos humanos se van deteriorando y con el sólo objetivo de
adquirir, en mayor grado, altos beneficios pecuniarios y a esta corriente le
llamamos: política sectorial. Hoy la contaminación ambiental ha llegado a
niveles escalofriantes e incontenibles, además de insospechables, pues el
deterioro de los recursos naturales y humanos ha sido ilimitado y de
manera irracional. “Hasta ahora, para poder reducir la contaminación por
ruido, sólo se nos ocurre combatir las causas, pues los efectos son
terribles; los más comunes son: el insomnio permanente, la pérdida del
apetito, dolores frecuentes de cabeza, alteraciones del ritmo cardíaco y de
la tensión arterial, fallo en el sistema respiratorio, etc.”. Ello constituye un
elemento jurídico, el cual debe ser codificado por el legislador
dominicano, pues entendemos que la República Dominicana avanza hacia
el desarrollo, pero debemos cuidar el camino que hemos elegido para
lograrlo.
Según la OMS, el exceso de ruido en las calles de las ciudades provoca 50-
mil infartos cada año en Europa entre otros efectos dañinos a la salud.
Sólo el ruido del tráfico en las calles genera sobre 80 decibeles, lo
suficiente para producir un pitido en los oídos, preludio de un trauma
acústico, así como trastornos físicos y psicológicos en el organismo
humano.
Consecuencias
Sus consecuencias son severas en una amplia gama de efectos
secundarios entre los cuales están pérdida progresiva de la audición,
molestias, agitación de la respiración, aceleración del pulso, taquicardias,
aumento de la presión arterial y dolor de cabeza, según la Organización
Mundial de la Salud.
La realidad es que muchos dominicanos le han tomado un amor intenso al
ruido sin prever las consecuencias que el exceso de ello implica para la
salud en general. Con justa razón van en aumento los niveles de sordera
entre jóvenes y adultos.
Cada mañana y cada tarde, gran parte de las calles urbanas del país son
tomadas por asalto por un ejército de motocicletas, altoparlantes, claxon,
chirrido de equipos pesados, camiones colectores y compactadores,
sirenas, alarmas intermitentes en los autos estacionados, y toda clase de
vehículos con dispositivos sónicos y bastante fuerza para producir ruido
intenso, daño, desesperante y agotador.
Estudios recientes aseguran que la contaminación sónica superior a los 85
decibeles serían los causantes de secreción gástrica o colitis, aumento del
colesterol y los triglicéridos, riesgo cardiovascular con la subida de los
niveles de glucosa en la sangre y generar problemas en los diabéticos. En
algunos lugares del país alcanza hasta 120 y 140 decibeles, según registran
aplicaciones en teléfonos inteligentes.
El exceso de ruidos también contribuye a crear nerviosismo, agresividad,
aumento de la tensión muscular y la presión arterial, así como dificultades
para conciliar el sueño, en particular entre personas entre 60 y 65 años,
cuya estabilidad en su salud depende en gran parte de un sueño tranquilo
y reparador.
Las autoridades de Interior y Policía, y los Ministerios de Salud y de Medio
Ambiente deberían incrementar la presión anti ruido más allá de la
confiscación de equipos sónicos en lugares abiertos o cerrados, sin dejar
de reconocer que se ha ido avanzando de manera gradual en algunas
áreas y lugares públicos en lo que se define una política pública coherente
en esa dirección.
Sería recomendable que los motociclistas y conductores de vehículos con
dispositivos altamente contaminantes y dañinos a la salud sean multados
o gravados con un impuesto allí donde más duele, en el bolsillo, a la par
de adoptar medidas técnicas y mecánicas en todo vehículo que garanticen
un nivel de decibeles más tolerable y menos dañino a la salud, sobre todo
en el ruido ensordecedor de las motocicletas sin los reductores de ruidos y
contaminación recomendados por el fabricante.
La realidad es que muchos dominicanos le han tomado un amor intenso al
ruido sin prever las consecuencias que el exceso de ello implica para la
salud en general. Con justa razón van en aumento los niveles de sordera
entre jóvenes y adultos. La capacidad de comunicación efectiva
disminuye, reduciendo así la habilidad cognitiva y la claridad en el mensaje
entre los individuos.
Le enfermedad del ruido produce baja productividad, mayor sordera y
más violencia social. Un país productivo necesita espacio sano para pensar
y trabajar. Con ruidos intensos no llegamos a ningún lado, salvo dañar la
salud e incrementar los costos de atención médica para las víctimas, los
contribuyentes, el Estado y el sector privado.
La contaminación sónica, o contaminación sonora, es el exceso de sonido
que altera las condiciones normales del ambiente y de las personas en una
demarcación o sector. Este ha sido un problema para las diferentes
naciones y gobiernos del mundo. La contaminación sónica se mide en
decibeles (dB). La intensidad en decibeles en diferentes fuentes de
sonidos es importante, pero no es solamente la intensidad la que
determina si el ruido o sonido es peligroso. También es relevante el
tiempo que se dure expuesto a él.
El decibel, sonómetro o decibelímetro es el equipo que se usa para medir
la intensidad de los sonidos.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el mundo hay más de
360 millones de personas que sufren de perdida de la audición y más de
32 millones de ellos son niños.
También los mismos datos de la OMS reflejan que más de 1,100 millones
de jóvenes en el mundo están en riesgo de tener pérdida de la audición
por el uso de auriculares y otros dispositivos electrónicos en una
frecuencia de 80 a 120dB.
La OMS señala que para el 2015, había 43 millones de jóvenes que
presentaban discapacidad auditiva y que uno de los principales problemas
eran las malas prácticas de escuchas inseguras como el uso de auriculares
con mucha frecuencia y de otros dispositivos.
Durar más de 15 minutos expuesto a 100dB es considerado un nivel
sonoro de riesgo, (100dB es el nivel medio de sonido en una discoteca).
Cuando el oído humano es expuesto a 100dB necesita por lo menos 16
horas de descanso.
La contaminación sónica es la responsable de grandes enfermedades
como la sordera, tinnitus o silbido en el oído, nerviosismo, insomnio,
estrés, agresividad, mareos, falta de concentración, afecta el metabolismo
del cuerpo, y a los niños les produce problemas intestinales y respiratorios
según estudios.
En República Dominicana podemos ver una gran cantidad de jóvenes en
escuelas, universidades, transitando en las calles y lugares comerciales
con un auricular puesto.
Se da el caso de que en varios países en los sectores de ingresos medios-
altos aproximadamente el 50% de los jóvenes entre 12 y 35 años escuchan
dispositivos electrónicos con los niveles mínimos de seguridad. Los
auriculares no deben usarse más de 2 horas al día y a no más de 50dB.
Según la OMS un tercio de las personas mayores de 65 años se ven
afectadas por la pérdida auditiva.
Una conversación normal está entre 30 y 50dB, pero hay personas que
acostumbran hablar con un timbre de voz que sobrepasa los 50dB. Un
nivel de 64dB en una conversación es un tono elevado. Dentro de una
discoteca se tienen 110dB o más y una música a ese nivel no debe de
escucharse más de 10 o 15 minutos. En la naturaleza el único lugar donde
puede haber un sonido constante de 80dB es en una catarata. Mientras
más altos son los decibeles menores es el tiempo que el oído puede
soportar.
La Republica Dominicana no escapa a los problemas acústicos como es el
caso del tránsito, los altoparlantes, música a alto volumen, sectas
religiosas con actividades en la vía pública, los drinks, las discotecas, los
colmadones, las industrias y algunas construcciones.
Causas
La principal fuente de contaminación acústica de nuestro país son el
tráfico de vehículos y la música a alto volumen.
Las células auditivas perdidas no se reemplazan. Hay que alertar a los
padres y profesores de la República Dominicana, para que orienten a los
jóvenes y a la familia sobre los riesgos que se corren al escuchar altos
sonidos, ya que la mayoría de las causas de sordera parcial son evitables.
Durante el día lo más recomendable es no superar los 50dB. Para ver
televisión en la casa se recomienda que el audio este entre 30 y un
máximo de 60dB. Es importante visitar el otorrino para que examine
nuestro sistema auditivo.
Solución
Mis recomendaciones en lo inmediato para afrontar la contaminación
acústica es tratar de hacer menos ruido en las vías públicas, evitar la
música y la televisión a alto volumen, respetar el horario de descanso de
los demás, conversar prudentemente, utilizar los vehículos de motor
solamente cuando sea necesario, contribuir a evitar la migración de aves y
animales, controlar los mini mercados improvisados ocupando los
espacios públicos, controlar y reorientar las paradas de motores, carros y
autobuses.
En las casas y apartamentos es bueno tener plantas en los patios,
balcones, marquesinas y azoteas debido a que esto disipa un poquito el
ruido y a la vez proporciona frescura, evitar los ruidos molestosos en las
casas y apartamentos como son las licuadoras, secadores de pelo y
remodelaciones utilizándolos en horarios prudentes.
Controlar la contaminación acústica es una responsabilidad de la sociedad
dominicana en su conjunto y hay que afrontarla de manera colectiva,
encabezada por el Ministerio de Medio Ambiente, la Policía, el Ministerio
Publico, el INDOTEL, los ayuntamientos y Salud Pública. Cada institución
asumiendo su rol con responsabilidad y la familia dominicana el suyo.
Niveles de contaminación por ruido en RD
La República Dominicana tiene niveles insoportables de contaminación
por ruido, y cada ciudadano se siente en el derecho de producirlos
impunemente. Los vendedores de música promueven sus selecciones con
altoparlantes en las aceras. Otros tratan de sobresalir instalando en sus
vehículos poderosos equipos de sonido y circulan con ellos a todo
volumen o se estacionan en grupos para competir en bulla. No hay
respeto por las normas que prohíben la eliminación de los silenciadores
que traen de fábrica los vehículos y cualquier vecino se siente en libertad
de escuchar música a todo nivel, aunque perturbe el sueño de los demás.
Los colmadones y negocios similares son otra fuente de contaminación
sonora y de ocupación insolente de los espacios comunes. Las autoridades
han anunciado que actuarán contra los ruidos innecesarios, pero todo se
ha quedado en el anuncio. Hay avenidas en las que la contaminación
sonora supera los decibelios tolerados por el oído y el sistema nervioso de
los seres humanos. El ruido es productor de enfermedades y molestias y
en nuestro país se ha convertido en un verdadero problema de salud
pública. Vendedores de chucherías y víveres se sienten en libertad de
promover sus productos con altoparlantes instalados en sus camiones y
camionetas. Tenemos demasiado fuentes de ruido impune y es preciso
que se actúe en consecuencia.