PROFESIONAL: UN ÁREA DE TRABAJO TAMBIÉN PARA PSICOPEDAGOGOS.
La O.V. es una de las incumbencias laborales psicopedagógicas. Aquí
intentaré fundamentarlo.
En la docencia universitaria y de posgrado, encuentro con cierta
frecuencia la pregunta: ¿están preparados los psicopedagogos para ser orientadores vocacionales? Otra variante de esta pregunta es: ¿la O.V. es una tarea de los psicopedagogos, o de los psicólogos?
Resulta difícil compartir campos ocupacionales, parece más fácil excluir -
aunque por lo común esto se realice a costa de un empobrecimiento para quienes se arrogan el poder de arbitrar las exclusiones.-
Compartir aspectos de la formación académica de grado:
la carrera de Psicopedagogía tiene aproximadamente un 70 % de materias en
común, en su denominación y contenidos, con la de Psicología. Desde su creación, Psicopedagogía tiene en esa universidad la materia de O.V.. En cambio, en Psicología su aprendizaje está supeditado a incluir la temática en la materia Psicología de las Organizaciones Educativas o Psicología Educacional, y como opcional en el último año de la carrera.
Compartir áreas e incumbencias de trabajo:
Psicopedagogía, Psicología y Ciencias de la Educación en su especialidad
psicopedagógica están habilitadas - o pueden estarlo - para preparar orientadores. Muchos planes de estudio terciarios de Psicopedagogía brindan una sólida formación en cuanto a la clínica y la orientación vocacional, más allá de las discusiones respecto a las incumbencias.
Existe la idea que orientar vocacional-ocupacionalmente es una actividad
relativamente simple. Nada más lejos de la realidad. La O.V. es un área de gran importancia, en el sistema educativo y en relación a la salud mental. Promueve el aprendizaje de elecciones, la información educativa y laboral y la elaboración de proyectos, previniendo eventuales fracasos académicos, vocacionales y ocupacionales. Requiere una formación clínica profunda, individual y grupal, para comprender y acompañar la resolución de problemáticas en la estructuración de la subjetividad y en el aprendizaje de un lugar social-ocupacional a través de una historia familiar y personal.
Tiene como objetivos el autoconocimiento de esa subjetividad y el
conocimiento de la realidad socio-económica, cultural y educacional, para elaborar proyectos personales atentos a la inserción social-laboral.
Compartir fundamentos teóricos, estrategias y técnicas:
La habilitación de un campo profesional supone una capacitación mínima
para desempeñarlo, aunque no asegura la eficiencia, la cual es responsabilidad de cada profesional, de las instituciones de formación académica y de posgrado, y de las asociaciones profesionales en su conjunto.
Las dudas con respecto a esta incumbencia parecen referidas a un
conflicto con la identidad profesional, que lleva a muchas psicopedagogas a desconfiar de sí mismas como profesionales en algunos abordajes, como el que estamos tratando.
¿Por qué me refiero especialmente a algunas psicopedagogas? Son muy
pocos los psicopedagogos varones, y no conozco ninguno que exprese dificultades en cuanto a la posibilidad de asumir una tarea de su incumbencia laboral, aunque esta tarea, tanto como a las psicopedagogas, les pueda ocasionar conflictos por iniciarse en ella o por los emergentes específicos de cada situación.
Conozco en cambio muchas psicopedagogas, o futuras psicopedagogas,
que dudan de sus aptitudes o su "autorización" interna y/o externa para desempeñar el rol orientador.
Esto se relaciona con un tema sumamente complejo, el aprendizaje de la
identidad de género femenino y el desempeño del rol ocupacional por parte de las mujeres.
En el caso específico de la Psicopedagogía, se vincula con las motivaciones
manifiestas y subyacentes que llevan a una absoluta mayoría femenina a elegir esta opción vocacional.
Psicopedagogía es una de las carreras más "femeninas", como lo es
también la docencia preescolar y primaria. La socialización del género femenino nos enseña a las mujeres a ocuparnos de los demás, en funciones de cuidado, protección, contención y empatía, de modo que nos predispone a la elección y el ejercicio profesional en esa misma dirección.
Muchas mujeres afirman su deseo primordial de ser felices como personas,
supeditando el desarrollo y el éxito vocacional-ocupacional al cultivo eminente del rol que daría esa felicidad: ser esposas y madres. Más allá de las dificultades específicas y de la crisis y el malestar frecuentes en el ejercicio de estos roles privados, por los cambios históricos, sociales y culturales, es reciente el protagonismo femenino en la vida pública (profesional, política, gremial), ya que el mandato social ancestral indicaba que debíamos ser y vivir a través y al servicio de otros (marido e hijos).
El desempeño profesional es protagónico, implica ocuparse y preocuparse
por hacerlo bien; mostrarse, exponerse a la mirada y al juicio evaluativo de los demás colegas, de los consultantes, de otras personas que trabajan con nosotros y de la sociedad que reconoce nuestro trabajo. Estos lugares son aún novedosos para las mujeres; en milenios de historia, sólo comenzamos a producirlos y ampliarlos en las últimas décadas. De modo que no resultan fáciles de ocupar; son roles a construir, como es el caso de la Psicopedagogía, profesión de sólo algo más de cincuenta años.
Uno de los supuestos persistentes en esta profesión es que sus
profesionales se dedican a atender a niños preescolares y escolares, siendo menos transitados y más novedosos otros campos laborales: bebés, adolescentes, adultos, padres, familias, instituciones, empresas, tercera edad...
Así, la O.V., realizada principalmente durante la escolaridad secundaria o
terciaria-universitaria y aún durante las diversas etapas de la vida adulta, no ha recibido tanta atención en Psicopedagogía como por ejemplo, el tratamiento de problemas del aprendizaje escolar. En esto, la O.V. refleja el recorrido por etapas de la psicopedagogía, que partió de una formación para la atención eminentemente individual de los "alumnos-problema", pasando luego a ocuparse de la familia, los grupos e instituciones de aprendizaje, para preguntarse, desde hace pocos años, por la inserción preventiva, salugénica y social de su quehacer.
Otros cuestionamientos de la incumbencia orientadora para la
Psicopedagogía provienen de algunos psicólogos y psicólogas. En estos casos podríamos pensar que se trata de una desinformación con respecto al currículo académico y al campo profesional de la psicopedagogía. En algunas ocasiones se trata de prejuicios, o de rechazo hacia formaciones profesionales provenientes de universidades privadas, y aún cabe suponer, de rivalidades laborales que intentan sostener feudos ocupacionales intangibles.
Compartir campos laborales implica aprender a compartir, en un doble
movimiento de respeto a las diferencias de formación y reconocimiento de las semejanzas en cuanto a teorías, metodologías y técnicas a utilizar.
Por otra parte, ha trascurrido mucho tiempo desde que se esperaba de la
O.V. la aplicación de una serie de tests para "ver qué salía" en ellos acerca de alguien que pedía ayuda para tomar decisiones.
Todos reconocemos hoy el protagonismo de los consultantes, su trabajo
intransferible para sacar a luz el sentido de sus deseos y elaborar sus proyectos, construyendo su lugar en el mundo social-laboral, que es una forma profunda de cumplimiento de su ser mediante el hacer.
Los orientadores, pese a la crisis del sujeto posmoderno, llevamos a un
primer plano la pregunta por el sujeto que demanda nuestros servicios, y le acompañamos en su proceso de autointerrogación, en su camino hacia llegar a ser.
Quien solicita orientación es alguien original, distinto/distinta a cualquier
otra persona, con conflictos y problemáticas propios marcados por recorridos intransferibles.
La O.V. le brinda un lugar y un tiempo especiales para preguntarse sobre
sí y sobre su lugar en el mundo. Esto atraviesa múltiples aspectos que hacen a un sentido social, familiar, personal de esa conflictiva irrepetible.
Los orientadores escuchamos, recibimos, re-planteamos las demandas,
intervenimos con nuestro conocer y nuestro ser, con nuestra historia y nuestra corporalidad, con nuestra conciencia y nuestro inconciente, para acompañar a los orientandos a des-cubrirse y a construir sus proyectos.
¿Cómo llegamos a convertirnos en orientadores? ¿Cuál es nuestra
identidad profesional, cuál es su proceso de construcción?
Desde la psicopedagogía, existe una dificultad epistemológica, quizás
consecuencia de las utopías racionalistas de la modernidad: pensar el aprendizaje, la identidad profesional, la elección vocacional... como entidades ideales, exentas de conflicto, o capaces de llegar a superarlos.
Sin embargo, vivimos sumergidos en la conflictividad de la existencia, en
medio de una crisis histórica, social, cultural, que conmociona, condiciona y acrecienta nuestras crisis personales.
Crisis es cuestionamiento, ruptura, declinación de un orden.
Crisis es reordenamiento, discernimiento, posibilidad de cambio, apertura a la creatividad.
Crisis de identidad, de sentido, de finalidades, de valores.
Crisis de campos profesionales.
¿Estudiar psicopedagogía, o psicología, hacer orientación vocacional, para
qué? ¿Trabajar, en qué, para qué, para quiénes?
Trabajo, es al mismo tiempo definición de identidad, entrecruzamiento y
reordenación de identificaciones: ser psicopedagoga, psicopedagogo...
Al hacer psicopedagogía, al hacer orientación vocacional, estoy
haciéndome, estoy siendo yo misma, yo mismo... estoy realizando mi vocación primordial: desplegar mi humanidad con otros, para un crecimiento compartido.
Trabajo que es fuente de autonomía personal, modo de seguir creciendo, al
ayudar a crecer a otros... posibilidad de creación, de experimentar el placer de ser haciendo y acompañando a ser... Delimitación de un lugar social- laboral, útil para otros y para cada profesional.
Por esto, la O. V. es a la vez, orientación ocupacional, que incluye no
solamente a los orientandos, sino a los orientadores, en especial a quienes están aprendiendo el rol.
Así, los interrogantes de quienes consultan, alcanzan a quienes orientan: a
partir de las clásicas preguntas adolescentes, seguimos indagando: ¿cuáles son nuestros obstáculos para definirnos en el hacer? ¿Cuáles son nuestras posibilidades, nuestros límites, nuestros miedos?... ¿nuestros sueños y fantasías?... ¿los mitos familiares y personales que nos dieron forma?... ¿los proyectos que dan más vida a nuestra vida?...
La O.V. es una tarea individual, grupal, institucional.
Dispone de numerosos recursos para realizarse en esos diversos ámbitos.
Si bien los ejes se sostienen en el marco teórico-técnico y operacional de
las entrevistas clínicas individuales o grupales, distintas técnicas pueden convertirse en valiosos auxiliares de la tarea. Estas variantes operan como disparadores de la subjetividad de los consultantes, como mediadores del interjuego grupal y de las relaciones transferenciales hacia la tarea y hacia los orientadores, son aperturas para registrar informaciones y reelaborar el conocimiento de la realidad.
Propuestas que apuntan a aprender a elegir, a definir y recorrer los
propios proyectos asumiendo las dificultades y las limitaciones con creatividad. Ahora bien, nuestra tarea orientadora opera en determinadas condiciones sociales, culturales, laborales, en un contexto.
¿Cómo estamos en Latinoamérica y Argentina en la actualidad, en cuanto a
diversos aspectos específicos de la O.V.: oportunidades educativas, empleo y desocupación, situación laboral de la mujer y de la generación juvenil, desarrollo industrial, etc.?
En Argentina hay desempleo, o empleo en condiciones precarias, no sólo en
los adultos sino en los jóvenes, así como fracaso y la deserción escolar en todos los niveles educativos. Aumenta la franja de pobreza y la marginalidad social y económica, hay falta de seguridad por aumento de la delincuencia, mayor violencia social, falta de oportunidades...
La tecnología, de creciente avance y sofisticación, no está al servicio del ser
humano, sino al contrario: lo manipula y lo convierte en su sirviente.
¿Cómo repercute esto en la cultura juvenil emergente en este siglo, y en la
posibilidad de hacer proyectos? Produce en las nuevas generaciones una sensación de desesperanza, intensa dificultad para elaborar proyectos...
Los jóvenes encuentran mucha dificultad para hallar su lugar en un
mundo signado por el desencanto y la indiferencia ante la búsqueda del sentido.
Una revista de cultura tituló su primera página: 'SER JOVEN MATA',
señalando la falta de oportunidades y los problemas sociales y económicos de un sector significativo de la juventud argentina.
En cuanto al sistema escolar, los docentes muchas veces no promovemos
la posibilidad de pensar críticamente, o de aprender a elegir. Una muestra de la dificultad de los alumnos para aprender a elegir es la demanda de obediencia a pautas académicas que paralizan la iniciativa.
Una posibilidad de desarrollar la autonomía es hacer las cosas como se
puede, aún con equivocaciones, lo cual lleva a chicos y grandes a construir sus propios aprendizajes.
Hacemos Orientación Vocacional partiendo de estas difíciles realidades.
Por lo cual no podemos trabajar en forma parcializada, individualista, considerando los problemas como emergentes de subjetividades aisladas, explicables y analizables en forma abstracta, sacados de su "campo" de sentido y de relaciones socioculturales, históricas, geográficas, intersubjetivas, trans-subjetivas, ecológicas.... Los desafíos de nuestros contextos socioeconómicos, culturales, educativos, históricos, nos interpelan en nuestro papel de orientadores.
La complejidad de estos campos de trabajo, el entrecruzamiento de sus
variables y las cuestiones emergentes hacen imprescindible que trabajemos con rigor y con espíritu creativo, para profundizar en la reelaboración teórica y en las propuestas operativas.
¿Cómo pueden intervenir los psicopedagogos - en su gran mayoría mujeres
-, junto con otros profesionales de la salud y la educación, para que esto se produzca?
Para que quienes trabajamos en los campos de la salud mental y la
educación sigamos enarbolando la esperanza de edificar con nuestro quehacer cotidiano, un sistema educativo e instituciones de la salud que se esfuercen por ser ámbitos de igualdad de oportunidades para chicos y chicas, para jóvenes, adultos, y personas de la tercera edad, para los que tienen y pueden más y los que tienen y pueden menos, para los capaces y los discapaces, para conocer, pensar, sentir, amar.
Para aprender a ser solidarios,
a respetar a los demás, a aceptar las diferencias, aprender a elegir, y aprender a trabajar con gozo y responsabilidad.