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Epidemiología
Los tumores hepáticos malignos conforman una gama heterogénea de neoplasias donde
ocupa el segundo lugar el Hepatocarcinoma, prevaleciendo esta enfermedad en los
escolares y adolescentes. La dificultad terapeútica en todos los casos depende del
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problema técnico para abordar este tumor, muchos de ellos de gran tamaño aparte del
reto natural que implica tratar una neoplasia maligna en los casos de cáncer hepático de
cualquier índole. Existen cuatro factores diferentes relacionados con el
Hepatocarcinoma : los genéticos, los ambientales, los infecciosos y los derivados del
daño hepático asociado a cirrosis. Es muy clara la relación de Hepatitis B con
Hepatocarcinoma, a través de la cirrosis secundaria al daño hepático por el virus. La
transmisión directa vía placenta a los fetos se asocia con el desarrollo de HCC en la
segunda década de la vida, la infección posterior produce tumores más tardíos,
generalmente en la tercera década. La Hepatitis C también está implicada en menor
grado con HCC, pero no en edades pediátricas. La asociación de cirrosis y carcinoma
hepatocelular se observa frecuentemente en enfermedades congénitas o hereditarias que
cursan con daño hepático como el síndrome de Alagile, déficit de alfa 1 antitripsina,
tirosinemia, glucogenosis, Budd Chiari, deficiencia de glucosa 6 fosfato , uso
prolongado de andrógenos y radioterapia local. Constituyen en la actualidad del 08 al
3.3% de los tumores de los niños con una incidencia promedio de 1.6 por millón.
Conforma el 10 % de los tumores en pediatría, 2/3 de las masas hepáticas en los niños
son malignas. Existen dos tipos de Hepatocarcinoma el convencional y la variante
fibrolamelar, que es de mejor pronóstico. Casi siempre son multifocales y rara vez
encapsulados.
Patogenia
Patología
Macroscópicamente se pueden encontrar tres patrones: como una masa única, nódulos
multifocales diseminados y de tamaño variable, o como un cáncer infiltrante difuso que
puede abarcar gran parte del hígado e incluso su totalidad.
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Los CH suelen ser más pálidos que el tejido hepático que los rodea y, a veces, cuando
están formados por hepatocitos bien diferenciados capaces de secretar bilis, adoptan un
tono verdoso.
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Manifestaciones clínicas
El carcinoma hepatocelular se presenta por lo general como una masa hepática con
distensión abdominal y síntomas como anorexia, pérdida de peso y dolor abdominal. El
carcinoma hepatocelular puede presentarse como una crisis abdominal aguda con rotura
del tumor y hemoperitoneo. Las metástasis se localizan habitualmente en los ganglios
linfáticos regionales y en los pulmones. La concentración de AFP es alta en el 60% de
los niños. Por lo general existen datos de hepatitis B o C en las regiones endémicas,
pero no en los países occidentales ni en el tipo fibrolaminar. La bilirrubina suele ser
normal, pero las enzimas hepáticas pueden estar alteradas. Las pruebas de imagen deben
incluir radiografías simples y ecografía abdominal para definir la masa hepática. La
ecografía puede distinguir entre masas hepáticas malignas y lesiones vasculares
benignas. La TC o la RM son pruebas precisas para definir la extensión de afectación
tumoral intrahepática y la posibilidad de extirpación quirúrgica. La evaluación de las
metástasis debe incluir una TC torácica.
Diagnóstico
La mayor parte de los pacientes, 50 a 90%, 60 a 75%, presenta como marcador tumoral
la fetoproteína alfa (FPA) elevada por encima de 400ng/ml, este valor es prácticamente
diagnóstico de CH. Este marcador también se eleva en tumores germinales del seno
endodérmico y en enfermedades no neoplásicas como la cirrosis, necrosis hepática
masiva o crónica, en embarazo, en sufrimiento o en muerte fetal y en defectos del tubo
neural fetal. Al haber elevación > 20ng/ml se debe combinar la medición de este
marcador junto con la ultrasonografía cada seis meses.
Otra prueba serológica que se altera hasta en 80% de los pacientes es la protrombina
des-y-carboxi que se eleva y desarrolla en ausencia de vitamina K; esta prueba también
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se eleva en pacientes con deficiencia de vitamina K y en pacientes que están siendo
tratados con anticoagulantes cumarínicos.
También se puede hacer una punción biopsia con aguja fina para confirmar la naturaleza
de la lesión focal. No obstante, sólo establece el diagnóstico en alrededor de 75% de los
casos. Se acostumbra efectuarla bajo control ecográfico continuo y requiere una tasa de
protrombina >50% y una cifra de plaquetas >40-50x103/mm3. Esta prueba puede ser
riesgosa debido a que el hígado está muy vascularizado y hay ciertos tumores que
forman vasos sanguíneos. También se elevan las pruebas de función hepática en muchos
casos.
Los factores pronósticos van de acuerdo a la clasificación TNM que ha sido el mejor
indicador pronóstico junto con la escala Child-Pugh para encefalopatía hepática.
Tratamiento
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solo es posible en un pequeño porcentaje de pacientes en los que los tumores son
detectados en un estadio temprano antes de que exista una implicación multifocal o
vascular. La resección quirúrgica también puede prolongar la supervivencia en una
fracción de pacientes, pero el número de candidatos para esta técnica es bastante bajo.
Técnicas ablativas pueden utilizarse en pacientes seleccionados con tumores marginales
resecables. Un tratamiento que fue considerado como terapia estándar para
Hepatocarcinoma no resecable ha sido la embolización (TAE) o quimioembolización
transarterial hepática (TACE), adminstrando el medicamento “doxorrubicina”. TACE es
apropiado para pacientes con una función hepática razonable. Es muy importante una
selección cuidadosa de los pacientes para evitar la toxicidad, en particular fallo hepático
y /o necrosis en la administración. Una nueva posibilidad menos tóxica es la
administración intraarterial de itrio-90- impregnado en micro esferas de vidrio o resina.
La quimioembolizacion fue una ernativa oportuna para convertir en operable a tumores
de gran tamaño, en los cuales la quimioterapia endovenosa no fue suficiente, pero esta
alternativa no mantiene en remisión a l paciente por un lapso de tiempo prolongado.
Para pacientes con enfermedad avanzada donde no es posible la embolización, el
tratamiento estándar durante años ha sido la administración sistémica de doxorrubicina,
basándose en ensayos clínicos de un solo brazo con tasas de respuesta variables. La
administración sistémica de doxorrubicina se ha evaluado en más de 1000 pacientes con
tasas de respuesta en torno al 10% sin reflejarse en la supervivencia global. También se
han realizado estudios con asociaciones de citostáticos PIAF (cisplatino, interferón
doxorrubicina, 5- fluorouracilo) doxorrubicina en monoterapia, tasas de respuesta de
8,67% y 6,83 respectivamente, no existiendo diferencias significativas entre ambos
grupos.
Bibliografía
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1. Robert M, Kliegman SB, Geme III J, Schor N. Nelson, Tratado de Pediatría. 20th ed.
Barcelona: Elsevier; 2016.
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