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50 años de la Prelatura de Cafayate

Un fruto del Concilio Vaticano II

«Somos continuadores de la obra de Cristo» y nos gozamos por ello. Hacemos


memoria de nuestro pasado, de quienes nos han precedido. Memoria agradecida, piadosa,
entrañable. Por eso celebramos con alegría los 50 años de la creación de nuestra Prelatura
convocando a un «año jubilar»: desde el 7 de octubre de 2018 hasta el 7 de octubre de
2019, coincidiendo con la Fiesta Patronal de nuestra Patrona, la Virgen del Rosario 1.
Para ser verdaderos continuadores de la obra de Cristo, debemos conocer su origen,
de dónde venimos, quienes trabajaron dando su vida por esto que hoy somos, cuáles
fueron los sueños de nuestros antecesores, cuáles fueron sus limitaciones, cuáles fueron
sus prioridades. Descubrir nuestros orígenes nos ayuda a mirar con nuevos ojos nuestra
realidad.
Nuestro jubileo es una “ocasión para rememorar en el presente nuestro pasado
eclesial, de modo que podamos continuar proyectando nuestro futuro con Jesús de
Nazaret y a la luz de su Evangelio, que nos hace reconocer con humildad nuestra verdad,
la de nuestro pueblo, tan agraciado en sus gentes y su geografía, tan dolorido por
situaciones pasadas, tan desafiado en los momentos presentes, tan esperanzado con su
porvenir”2.
De allí que, olvidar nuestro pasado, llena de temores y sospechas el presente e
imposibilita la adecuada edificación del futuro, porque no tenemos claro hacia dónde
vamos ni que queremos para nuestras comunidades. Cuando somos jóvenes e impetuosos
cometemos muchos errores, no obstante, la buena voluntad que pueda mover nuestro
ánimo. En esto necesitamos la experiencia de los mayores. Pero los mayores habrán de
tener cuidado de no confundir «experiencia» con repetición continuada de los mismo,
anulando de esta manera la esperanza, que supone siempre reconocimiento de la novedad
e integración de la diferencia3.
Por todo esto, nuestra propuesta es mirar la historia de nuestra Prelatura más allá de
los acontecimientos históricos (que si los desarrollaremos en la segunda parte), ya que
consideramos que el origen de la Prelatura está dado por diversas causas que confluyeron

1
José Demetrio Jiménez, Carta Convocatoria Año Jubilar, 2018.
2
Idem.
3
Cf José Demetrio Jiménez, Carta Convocatoria Año Jubilar, 2018.
en la creación de un nuevo territorio eclesial en una zona limítrofe de tres
provincias/diócesis.
La creación de nuestra Prelatura se entiende casi exclusivamente como fruto del
CVII. Por ello vamos a partir de él, vamos a ver cómo fue aplicado en la Iglesia
Latinoamericana, en la Iglesia Argentina, hasta llegar a nuestra Prelatura. Otro factor
insustituible es la Orden de San Agustín: como asume el CVII y siente renovado su envío
misionero.

Concilio Vaticano II: una Iglesia que abre sus puertas y ventanas al mundo
Cuando Juan XXIII convocó el Concilio Vaticano II, le asignó como tarea
el aggiornamento de la Iglesia. Esta renovación iba unida al deseo, como no podía ser de
otro modo, de transmitir íntegramente la fe católica. No obstante, según la intención de
Juan XXIII, manifestada en el discurso de apertura del Concilio, la continuidad con la
tradición precedente no debía ser una mera repetición de lo ya dicho. Más bien, su
objetivo habría de exponer la fe católica -decía el Papa- de manera "pastoral".
La expresión "pastoral" fue inicialmente interpretada como contrapuesta a un modo
"dogmático" de exposición, mediante definiciones vinculantes y con la condena de los
errores opuestos a la fe. Como los Concilios habitualmente se habían convocado para
clarificar de ese modo las cuestiones "dogmáticas" (herejías, etc.), no existían precedentes
de otro estilo diverso de magisterio.
Uno de los Documentos del Concilio, que es el primero que se dirige a todo el mundo
Gaudium et Spes, nos ilumina: “el Concilio Vaticano II se dirige ahora no sólo a los hijos
de la Iglesia Católica y cuantos invocan a Cristo, sino a todos los hombres con el deseo
de anunciar a todos como entiende la presencia y la acción de la Iglesia en el mundo
actual.”4
El mismo documento habla también del peligro de la época en la que vivimos, que
es disociar la vida de fe, de la vida cotidiana: “Se equivocan los cristianos que,
pretextando que no tenemos aquí ciudad permanente, pues buscamos la futura, consideran
que pueden descuidar las tareas temporales, sin darse cuenta que la propia fe es un motivo
que les obliga al más perfecto cumplimiento de todas ellas según la vocación personal de
cada uno”5. Es por eso que el divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser
considerado como uno de los más graves errores de nuestra época.

4
Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes 2.
5
Idem 43.
Por otro lado, el CV II fue también una renovación en la misión y la evangelización
de la Iglesia en todo el mundo. A esta renovación la expresa de un modo elocuente el
decreto Ad Gentes, en especial cuando toca el tema de las Iglesias jóvenes: “estas Iglesias
jóvenes, situadas con frecuencia en las regiones más pobres del orbe, se ven todavía
muchas veces en gravísima penuria de sacerdotes y en la escasez de recursos materiales.
Por ello, tienen suma necesidad de que la continua acción misional de toda la Iglesia les
suministre los socorros que sirvan, sobre todo, para el desarrollo de la Iglesia local y para
la madurez de la vida cristiana”6.
Por todo esto, podemos decir que el Concilio Vaticano II nos enseñó que…
• mientras la Iglesia tiene la gran responsabilidad de proclamar el Evangelio al
mundo, también tiene la responsabilidad de vivirlo para el beneficio del mundo; es la gran
propuesta que tenemos como cristianos para ofrecer al mundo.
• que a los católicos nos corresponde trabajar con los demás, incluso con los no
creyentes, para promover dichos objetivos.
• que no hay que ir por una calle de un solo sentido, sino que, así como la Iglesia
beneficia al mundo, el mundo beneficia a la Iglesia. La Iglesia debe por lo tanto escuchar
al mundo y aprender de él. Esta es una enseñanza notable y completamente sin
precedentes.
• que la Iglesia tiene la misión más y más difícil de buscar la reconciliación incluso
con otras religiones, una misión desesperadamente necesaria en el mundo actual.
Una apertura al mundo, una atención preferencial a los pobres y un espíritu más
horizontal y participativo, un renuevo misionero, son las ideas con las que nos
quedaremos, ya que luego las veremos en el proceso de creación de nuestra Prelatura.

Documento de Medellín: concreción en América Latina del CVII


Unos días antes de la clausura del Concilio, el Papa Pablo VI convocó a los Obispos
latinoamericanos que participaron en ese sínodo para celebrar el décimo aniversario del
Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). En su discurso, los animó a elaborar
un Plan Pastoral Continental. Con este gesto, el Pontífice destacaba el papel del Consejo
tanto en la recepción inmediata del Concilio como en la articulación de una identidad
propia para la Iglesia en América Latina

6
Concilio Vaticano II, Ad Gentes 19.
El 20 de enero de 1968, el Papa Pablo VI anunció la convocatoria de la Segunda
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, y el 24 de agosto de 1968 la
inauguró con un discurso pronunciado en la Catedral de Bogotá. Las sesiones de trabajo
fueron realizadas en el Seminario de Medellín entre el 26 de agosto y el 6 de septiembre
de ese año. Medellín se ha considerado como el único ejemplo de una recepción
continental del Vaticano II efectuó una recepción situada del Vaticano II, y con ello dio
forma a lo que en el Concilio no había sido un tema destacado: la Iglesia de los pobres,
una Iglesia comprometida con la liberación y la promoción humana de los necesitados y
desamparados. Este horizonte, desde donde se comenzará a hacer teología y a vivir la
eclesialidad, se convertirá en el gran aporte de la Iglesia latinoamericana a la catolicidad
más amplia.
En efecto de esto nos habla la división del Documento en tres áreas: Promoción
humana, Evangelización y crecimiento en la fe, e Iglesia visible y sus estructuras, altera
el orden más frecuentemente usado en la Iglesia, antes y después de Medellín.
Evangelización y crecimiento en la fe viene después de la Promoción humana:
“Nuestra palabra de Pastores quiere ser signo de compromiso. Como hombres
latinoamericanos, compartimos la historia de nuestro pueblo. El pasado nos configura
definitivamente como seres latinoamericanos; el presente nos pone en una coyuntura
decisiva y el futuro nos exige una tarea creadora en el proceso de desarrollo”7.
“Queremos comprometernos con la vida de todos nuestros pueblos en la búsqueda
angustiosa de soluciones adecuadas para sus múltiples problemas. Nuestra misión es
contribuir a la promoción integral del hombre y de las comunidades del continente”8.
La Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano fue un
acontecimiento que marcó la historia entre un antes y un después, porque definen el
momento fundante de una identidad eclesial a partir de opciones teológicas y líneas
pastorales que todavía siguen vigentes 50 años después. Los asistentes a hicieron una
opción por los pobres, que son la mayoría de la humanidad: “Cristo nuestro Salvador no
solo amó a los pobres, sino que ‘siendo rico se hizo pobre’, vivió en la pobreza, centró su
misión en el anuncio a los pobres de su liberación y fundó su Iglesia como signo de esa
pobreza entre los hombres.”9. Y pensaron en cómo podía la Iglesia en América Latina
contribuir al paso de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas.

7
Documento de Medellín, Mensaje a los Pueblos de América, 1968
8
Idem.
9
Documento de Medellín, Pobreza de la Iglesia, 7, 1968.
La reflexión buscó avanzar hacia una Iglesia que dejara de ser europea y comenzara
a tener un talante propio a partir y en función de sus pueblos y sus culturas; una Iglesia
que entendiera la dimensión comunitaria de la fe y la acción evangelizadora como propias
de su misión, de su identidad, alejándose de la tentación de la religión privada y del
fenómeno de las devociones.

Iglesia Argentina del Post Concilio: el Documento de San Miguel


Este documento es la adaptación del documento de Medellín a la realidad de la
Argentina en el año 1969.
“Hemos analizado la realidad actual del país estudiándola en sus diversos aspectos:
económicos, social, cultural y religioso. nuestro estudio ha elaborado las cuatro grandes
áreas sobre la que ha recaído la solicitud pastoral del Episcopado Latinoamericano,
relacionadas con el proceso de la transformación del continente; que se concentra
principalmente en la realización concreta de la justicia social y de la paz; en una nueva
evangelización; y en la renovación de algunas estructuras de la Iglesia visible para
adaptarlas a las necesidades del mundo de hoy y a las exigencias del Concilio Vaticano
II”10.
El documento propone una triple orientación: espiritual-pastoral-social. “Orientados
por esta triple dirección, tendremos la audacia de reconocer nuestras propias deficiencias,
la energía de denunciar los males y las injusticias que hayamos descubierto y la violencia
evangélica del amor para proclamar públicamente nuestro compromiso en todas sus
dimensiones”11.
Vemos como el Concilio Vaticano II (1962-1965), la II Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano en Medellín (1968) y la II Asamblea Extraordinaria del
Episcopado Argentino en San Miguel (1969) legitimaron y sistematizaron una serie de
cambios internos de la Iglesia Católica que se comenzaron a evidenciar a fines de los años
´50. La renovación eclesial se concretó en diversos ejes, a saber: una apertura al mundo,
una atención preferencial a los pobres y un espíritu más horizontal y participativo
La realidad de nuestra Iglesia Argentina en las décadas del ´60 y del ´70 estuvo
marcada por una doble dinámica. Por un lado, de aggiornamento en lo teológico y
pastoral de algunos sectores; y por otro, de resistencias y reacción dentro de la institución.

10
Conferencia Episcopal Argentina, Documento de San Miguel, 1969.
11
Ídem.
Por ello resulta interesante como la orden de San Agustín en nuestra Prelatura, pudo
conjugar esta tensión teológico-pastoral con la devoción popular.

Orden de san Agustín y su renovado impulso misionero post Conciliar


“Los Institutos de vida activa, por su parte, persigan o no un fin estrictamente
misional, pregúntense sinceramente delante de Dios si pueden extender su actividad para
la expansión del Reino de Dios entre los gentiles; si pueden dejar a otros algunos
ministerios, de suerte que dediquen también sus fuerzas a las misiones; si pueden
comenzar su actividad en las misiones, adaptando, si es preciso, sus Constituciones, fieles
siempre a la mente del Fundador; si sus miembros participan según sus posibilidades, en
la acción misional; si su género de vida es un testimonio acomodado al espíritu del
Evangelio y a la condición del pueblo”12.
Ante esta propuesta del CVII, Pablo VI publica el Decreto Perfectae Caritatis en el
año 1965, y con él, marca el rumbo de una adecuada adaptación y renovación de la vida
religiosa. En base a este decreto, cada orden religiosa debe adaptar sus Constituciones y
Reglas. La Orden de San Agustín no es ajena a esta renovación, y desde algunos
elementos de su Constitución, vemos como renueva su impulso misionero:
“Es esencial a la actividad misionera no sólo “la evangelización y la plantación de la
Iglesia en los pueblos o grupos humanos en los que no ha arraigado todavía”, sino también
la ayuda a “las Iglesias, fundadas hace ya tiempo, que se hallan en cierto estado de
retroceso o debilidad”. Nuestra actividad misionera debe responder a las exigencias de la
inculturación. Los temas específicos de inculturación, a saber, la encarnación del
evangelio y de la vida consagrada, la adaptación de nuestra espiritualidad y apostolado,
el modo de ejercer la autoridad y de orientar la formación, el uso de los recursos y bienes
materiales, deben ser parte integrante de nuestro talante misionero336. En consecuencia,
debemos respetar todas las culturas, promoviendo un auténtico diálogo y una
colaboración sincera con ellas”.13
“Dado que la finalidad de toda misión es la fundación y desarrollo de una nueva
comunidad cristiana que, en lo posible, consiga valerse por sí misma, los misioneros no
escatimen esfuerzos para suscitar con la gracia de Dios vocaciones autóctonas tanto para
el clero diocesano como para la Orden. Cuídese de que los candidatos reciban una

12
Concilio Vaticano II, Ad Gentes 40.
13
Constituciones de la Orden de San Agustín, 168.
adecuada formación para asegurar la permanencia de la Iglesia y de la Orden en el
futuro”.14
Como vimos en AG, el Concilio Vaticano II fue la apertura a nuevos campos en el
trabajo apostólico, y para ello la Iglesia necesitaba de la valiosa ayuda de las Ordenes y
Congregaciones religiosas. Desde su misma Constitución, la Orden de San Agustín se
muestra dispuesta a tal misión.

Peculiaridad de una “Prelatura”. Diferencia con Vicariato Apostólico/Prefectura


Apostólica
Qué es una Prelatura territorial (CDC 370). Comentario al canon: «Se justifica su
existencia por razones históricas, eficacia misionera o coyunturas socio-políticas
peculiares». Se diferencia del Vicariato Apostólico o Prefectura Apostólica en que éstos
«responden a la etapa de implantación de la Iglesia en un nuevo territorio» (CDC,
comentario al canon 271).
La Iglesia en una Prelatura se da por constituida. Quienes llegan no vienen a
implantar la fe, sino a vivirla en las peculiaridades socio-políticas y culturas propias de
ese pueblo, con su historia y las tradiciones de sus gentes 15.

Años previos a la creación de la Prelatura


Desde el año 1966, los sacerdotes de los Valles Calchaquíes deciden reunirse
periódicamente para compartir experiencias y las problemáticas de la región. Participaban
de esas reuniones los padres Sermani, de Cachi; Ojeda de Cafayate; Juan Schak de
Seclantás; Echave de San Carlos; Baudilio Vázquez de Santa María; Lamaison de Tafí
del Valle; Gerván de San José; Arce de Andalgalá; Ferreira de Tinogasta y Barros de
Belén. De esas reuniones surge la necesidad de una nueva jurisdicción eclesial para
garantizar una mejor atención espiritual de esas comunidades, en los límites de tres
grandes Diócesis: Salta, Tucumán y Catamarca.
Los obispos de estas tres diócesis junto al Nuncio comenzaron los trámites para el
nacimiento de este nuevo territorio Eclesial. Es así que la Orden de San Agustín, en la
Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de España, acepta una nueva misión en el
Noroeste Argentino, con el nombre de misión de Cafayate.

14
Constituciones de la Orden de San Agustín 175.
15
José Demetrio Jiménez, Aportes de la iglesia en la región Arquidiócesis –Diócesis–Prelaturas, 2009.
El 14 de mayo de 1968 en la sexta resolución del Capitulo Intermedio de la Orden de
San Agustín, se acepta la creación de un territorio de misión en Argentina. Ese mismo
año, el 4 de diciembre, el Prior Provincial, el padre Antonio Macía informa que se ha
entrevistado con el Padre General y el Nuncio de Argentina sobre la misión de Cafayate.
El Padre Diego Gutiérrez Pedraza fue elegido como encargado de la misión y se
invitó a que los religiosos de manera voluntaria, expresaran su deseo de formar parte de
esta misión. Lo primeros que parten junto al padre Diego, son el padre Gerardo Ureta y
el padre Esteban Labrador.

Llegada de los primeros agustinos al Valle Calchaquí


El p. Gerardo y el p. Diego llegan a Salta, enviados como pioneros y exploradores de
la zona de misión. El 8 de marzo de 1969, acompañados por Mons. Carlos Mariano Pérez,
llegan a San Carlos, donde los espera quien era el párroco, el p. Eulogio Echave.
Esa misma tarde partieron para Cafayate, donde fueron recibidos por el entonces
párroco, p. Vicente Baz. El día domingo 9 de marzo de 1969 toman posesión de las
respectivas parroquias: el p. Diego de Cafayate y el p. Gerardo de San Carlos.
Días después llegaron los padres Esteban Labrador y Daniel García Movellan, para
hacer cargo de Molinos, en lugar del p. Pedro Anduaga y el p. Juan Schak. En el mes de
junio llegan los padres Cipriano García Fernández y Servando García Cruzado.

Creación de la Prelatura
El 8 de septiembre de 1969, la Santa Sede dictamina la creación de la Prelatura de
Cafayate. También con este anuncio, se nombra al p. Diego Administrador Apostólico de
la Nueva Prelatura.
Con la presencia del Nuncio Mons. Lino Zanini, el 22 de febrero de 1970 se lleva a
cabo el acto de erección de la Prelatura de Cafayate y la toma de posesión del p Diego
como Administrador Apostólico.
El acto de la creación de la Prelatura de Cafayate, significó una profunda renovación
en la vida espiritual y evangelizadora de todo el Valle Calchaquí, que sintió la
predilección de la Iglesia Católica sobre la zona y la bendición de Dios.
Desde la misma creación, se fueron fortaleciendo la presencia de sacerdotes en las
tres comunidades de Salta. Con la llegada de varios sacerdotes agustinos, a lo largo del
año 1970 se fueron haciendo cargo de las demás parroquias de la Prelatura. En abril se
inicia la atención de San José. El 12 de octubre, los sacerdotes agustinos se hacen cargo
de la parroquia de Santa María. Desde allí se atendía Amaicha del Valle, y desde
Cafayate, Colalao del Valle. Para la fiesta de Navidad de ese año, ya estaban todas las
parroquias atendidas por los sacerdotes agustinos.
En marzo de 1972 llegan las Hermanas Agustinas misioneras, quienes también
quieren compartir su carisma en la Nueva Prelatura. Su primera casa es el antiguo colegio
de María en Cafayate. En el año 1985 se abre la casa de santa María, que cuenta con un
albergue para estudiantes provenientes de zonas lejanas. En 1995 los padres agustinos
crean el Albergue San Agustín en Molinos, y se pide a las Hermanas Agustinas que se
hagan cargo.
El 12 de octubre de 1973, el p. Diego es nombrado como el primer obispo de la
Prelatura de Cafayate. El 16 de diciembre de ese año fue su ordenación episcopal.
Son muy recordadas sus palabras el día de su consagración, ya que marcan un camino
para su ministerio y para la Prelatura: “He aquí nuestro programa, mis hermanos.
Remediar la pobreza espiritual de vuestras almas, para que vivan espléndidamente la vida
de la gracia. Y en cuanto a la pobreza material, brindar nuestro apoyo a las autoridades
competentes, y a todas las personas responsables, para que llegue pronto el día en que
todos los habitantes del Valles Calchaquíes tengan, como escribe uno de nuestros poetas:
Una casa en que habitar,
Una mesa en que comer,
Un libro para leer
Y un Cristo para rezar.”16
Luego de que un cáncer en el estómago fue debilitando sus fuerzas, el 23 de
noviembre de 1990 muere Mons. Diego. Es elegido como nuevo obispo el padre Cipriano
el 28 de mayo de 1991 y recibe su ordenación episcopal el 11 de agosto de ese mismo
año.
En mayo de 1991 llegaron las Hermanas del Buen Pastor, y se hace cargo de la
flamante guardería Santa Mónica para atender a los niños y a las familias más humildes
de Cafayate. En esas instalaciones también funciona un centro de salud, atendido por la
hna. Teresa Lamanna, la Dra. Alicia García y la enfermera Argentina de Leiva.
Desde el año 1980 los Hermanos de la Sagrada Familia comienzan en Santa María
las misiones de verano, donde religiosos y laicos visitaban las comunidades durante las

16
Monseñor Diego Gutiérrez Pedraza, Homilía en la toma de posesión de la Prelatura de Cafayate.
vacaciones de verano. En marzo de 1995 se establecen definitivamente los Hermanos de
la Sagrada Familia en Las Mojarras, Santa María.
Las hermanas Hijas de la Inmaculada Concepción de la Caridad, con motivo del
cincuentenario de su fundación (8 de septiembre de 1949), vuelven de visita a Cafayate,
donde su fundadora, María Sara Lona, desarrollo un apostolado educativo por un tiempo.
En esa visita surge la inquietud de tener una casa en el lugar donde su fundadora había
desempañado su apostolado. Es así que en marzo del 2000 llegan para inaugurar una
nueva propuesta educativa en Cafayate a través del Colegio Nuestra Señora de
Pentecostés.
En el 2007 llegan a la Parroquia de Antofagasta de la Sierra las Misioneras de Jesús
Verbo y Víctima. Su carisma es estar en las comunidades donde no hay sacerdotes.
Mons. Cipriano presenta su renuncia el 26 de enero de 2007, al cumplir la edad
estipulada. Es nombrado obispo el padre Mariano Moreno García, el 17 de noviembre de
2007. Ordenación episcopal 9 de marzo de 2008.
Mons. Mariano Moreno García Presentó su renuncia el 10 de febrero de 2014. Es
nombrado obispo el p José Demetrio Jiménez, el 10 de febrero de 2014. Ordenación
episcopal el 10 de mayo de ese mismo año 17.

Contemplar nuestra historia, en estos 50 años ¿A qué nos invita a reflexionar?


• Contemplar la predilección de Dios sobre nuestro Valle, expresado en el deseo de
un nuevo territorio Eclesial para una mejor atención.
• No olvidar que la Evangelización en nuestro Valle, estuvo profundamente
marcada por la devoción popular. Quienes iniciaron este camino evangelizador, se
esforzar por comprender, valorar e iluminar.
• Somos fruto de Concilio, de una Iglesia que abre sus puertas al mundo, que aspira
al diálogo, y que desea que se construyan y afiancen las comunidades.
• Redescubrir que la evangelización va unida a la promoción humana. Iglesia y
compromiso social van unidas: no se disocia la fe de la vida cotidiana.
• Nuestra fe no puede estar disociada de nuestra vida cotidiana. Algo que cuesta en
nuestros tiempos, lo cual nos invita al desafío de seguir construyendo comunidades.

17
Para ampliar ésta sección con fechas más detalladas y mayores precisiones históricas consultar:
Pablo Hernando Moreno, Mons. Diego Gutiérrez Pedraza, Primer Obispo del Valle Calchaquí, Ed
Guadalupe, Buenos Aires, 2009.
Prelatura de Cafayate, Prelatura de Cafayate, 30 años al servicio de la Iglesia, Salta 1999.
• A ser cristianos que viven el diálogo, para superar la “grieta” en muchos ordenes
de la vida: política (k o no k), sociedad (pañuelo verde-pañuelo azul).
• Existen variedad de Carismas: los padres agustinos podrían haber emprendido la
tarea evangelizadora solos, pero vieron necesario invitar otras congregaciones, otros
carismas para prestar un mejor servicio.
• Dejarnos cuestionar por la capacidad que tuvieron nuestros antecesores de adaptar
el mensaje evangélico al momento histórico que les tocaba vivir: no tuvieron reparos en
dejar de lado aquellas cosas que no eran útiles para transmitir el mensaje evangélico en
ese tiempo.
• Es invaluable el modo como los distintos misioneros que llegaron se esforzaron
por vivir el anuncio del Evangelio en este contexto, aprendiendo y asumiendo esta forma
de expresión de la fe.

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