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CAP.

1 - PRECEDENTES

Con la Paz de los Pirineos (1659) entre la Monarquía Hispánica y la Corona Francesa, no sé lograría
una consolidada pacificación de las fronteras entre ambas potencias. Durante la segunda mitad del
siglo XVII, el prestigio hispano en Europa sufría un gran deterioro con la pérdida del Rosellón y
parte de la Cerdaña, el Franco Condado (Paz de Nimega), la independencia de Portugal y la
debilidad de los Países Bajos frente a Francia. Además, la falta de descendencia de Carlos II
alimentaba las especulaciones en el resto de cortes europeas.

Leopoldo I, emperador del Sacro Imperio, reforzado por su victoria frente a los otomanos, decidió
hacer frente al imperialismo francés formando la Liga de Augsburgo (1686) aglutinando a los
príncipes alemanes, a Suecia, la Monarquía Hispánica, Portugal y las Provincias Unidas e Inglaterra.
Pese a los esfuerzos de esta Gran Alianza, y tras nueve años de guerra, lo cierto es que Francia si
bien se encontraba en crisis económica, supo mantener su posición hegemónica en el continente
tras el Tratado de Rijswijk (1697).

Sólo un año después de firmarse la paz, Carlos II sería presionado para hacer el testamento y
nombrar a un heredero, el cual sería en un principio José Fernando de Baviera, de tan solo dos
años de edad.

CAP. 2 - SIN SUCESOR

Desde que se esperaba una plausible muerte de Carlos II sin sucesor, Luis XIV y Guillermo III de
Inglaterra firmaron dos acuerdos a espaldas de España para el reparto de las posesiones del
monarca hispano.

El primer acuerdo (Primer Tratado de Partición) hecho el 11 de octubre de 1698 en La Haya. Según
este tratado, a José Fernando de Baviera se le adjudicaban los reinos peninsulares (exceptuando
Guipúzcoa), Cerdeña, los Países Bajos españoles y las Indias, quedando el Milanesado para el
archiduque Carlos de Habsburgo; y Nápoles, Sicilia, los presidios de Toscana y Finale y Guipúzcoa
para el delfín de Francia, como compensación por su renuncia a la Corona hispánica., pero la
prematura muerte de éste en 1699, llevó a la firma del segundo acuerdo (Segundo Tratado de
Partición (también conocido como Tratado de Londres)) fue un acuerdo firmado en la ciudad de
Londres en marzo de 1700 por el Reino de Inglaterra, el Reino de Francia y las Provincias Unidas,
que reconocía al Archiduque Carlos de Austria.

Luis XIV nunca imaginó que su nieto y también candidato, Felipe de Anjou (era también nieto de
María Teresa de Austria primera esposa de Luis XIV y hermana de Carlos II) sería elegido heredero
universal de la totalidad del imperio por el Consejo de Estado de Carlos II. Una decisión basada en
que bajo su criterio, era el mejor candidato en mantener íntegros todos los territorios de la
Monarquía Hispánica. Algo que como se verá más adelante, no fue así.

Por tanto, Carlos II, contrario a cualquier división de la monarquía e inclinado hacia la sucesión
francesa, rehace su testamento en octubre de 1700, designando como sucesor a Felipe de Anjou a
condición de que renunciase a todos sus derechos sobre el trono de Francia. Carlos II morirá un
mes después, el 1 de noviembre de 1700.
CAP. 3 - EL ESTALLIDO

La aceptación de la herencia para su nieto de todos los territorios hispanos, junto con la decisión
de que Felipe de Anjou no renunciaría a sus derechos sobre el trono francés, hacía que Luis XIV
tuviera que entrar en guerra contra la Gran Alianza de la Haya (1701) compuesta por aquellas
potencias que defendían la candidatura del archiduque Carlos de Austria (Sacro Imperio, Inglaterra
y las Provincias Unidas) y que harían frente a las dos monarquías borbónicas. El 15 de mayo de
1702, los aliados declaran la guerra oficialmente a Francia y España.

Felipe de Anjou, a su llegada a Madrid el 18 de febrero de 1701, con el apoyo del cardenal
Portocarrero, inició una purga política para alejar a los austracistas de la Corte. En mayo las cortes
castellanas le juran y reconocen heredero. Después, se traslada a la Corona de Aragón, dónde las
cortes catalanas le juran fidelidad, casándose posteriormente en Figueras con María Luisa Gabriela
de Saboya. Desde aquí parte a jurar los fueros en Nápoles y Milán, territorio en guerra entre el
ejército francés y austriaco. La llegada de Felipe V para apoyar a sus aliados franceses, dio la
victoria al Borbón en las batallas de San Victoria y Luzzara, asegurándose sus posesiones italianas.

CAP. 4 - CONFLICTO

En 1702 la guerra comienza en territorio español. Tropas aliadas angloholandesas, intentan una
invasión en Cádiz. Su fracaso los lleva a Vigo, dónde se situaba parte de la flota de indias, la cual
saquearon. En este punto, y ante las presiones de ambos bandos, Portugal finalmente se decanta
por la guerra contra Felipe V, uniéndose a la Gran Alianza y en apoyo del archiduque Carlos. Un
acuerdo ratificado en el Tratado de Methuen (diciembre de 1703)

Mientras en Madrid, la facción francesa liderada por la princesa de Ursinos, y bajo las órdenes de
Luis XIV se impone e inicia un programa de reformas fiscales y económicas orientadas a renovar el
ejército según el sistema francés. Esto ponía punto final a los tercios, en favor de los regimientos
con un armamento moderno a partir de 1704.

Para Luis XIV la guerra no comenzaba bien, el general Marlborough frenó el avance francés en la
frontera holandesa, y fueron derrotados en Bleinheim y posteriormente en Ramillies, por lo que la
mayor parte de los Países Bajos reconocían ahora al archiduque como rey. En Piamonte, pese a la
ventaja borbónica, en 1705 el príncipe Eugenio levantó el asedio de Turín.

CAP. 5 - DOS REYES

En 1704, con la presencia del archiduque en Lisboa se abría el frente portugués. La cercanía del
ejército aliado amenazaba Madrid, por lo que Felipe V junto al marqués de Villadarias y el apoyo
de tropas francesas emprende una contraofensiva que le lleva a invadir territorio portugués. Ante
tal demostración de fuerza, la escuadra aliada desembarca en Cataluña en mayo y toma Gibraltar
en agosto.

La armada borbónica intentó recuperar el peñón entre septiembre de 1704 y mayo de 1705 con
resultado fatídico.
Cataluña en el verano de 1705, ante las continuas políticas represivas de las autoridades
borbónicas que no respetaban las constituciones catalanas y con un partido austracista en auge,
decidió adherirse a la Gran Alianza en el Pacto de Génova. El archiduque fue proclamado rey en
Barcelona en noviembre de 1705, como Carlos III.

La respuesta de Felipe no tardó en llegar, pese a debilitar su posición, desvió tropas del frente
portugués para atacar Cataluña. Apoyado desde el norte por un regimiento francés y con apoyo
naval, logró sitiar por tierra la ciudad condal.

CAP. 6 - VICTORIA EN ALMANSA

Fruto del debilitamiento de las posiciones borbónicas en la frontera portuguesa, las localidades
fronterizas de Alcántara, Badajoz y Plasencia cayeron, y los aliados avanzaban por el oeste. Felipe
V, que se encontraba asediando Barcelona, tuvo que retirarse, cruzando la frontera y entrando a
España de nuevo por Navarra hasta llegar a Madrid. Pero en mayo de 1706, los aliados llegaban a
la capital, tras su avance por Castilla. Felipe V y su corte huían y el archiduque fue proclamando
rey en julio tras una entrada fría en Madrid.

Los nobles castellanos, fieles a Felipe, rechazaron el nombramiento y acudieron a Guadalajara,


ciudad donde se refugiaba el monarca. Carlos por su parte, pronto partió a Valencia, donde el
duque de Berwick (aristócrata anglo-francés al servicio de Luis XIV) había tomado dos puertos
clave, Alicante y Cartagena para la causa borbónica.

Un movimiento que Felipe V aprovechó para recuperar Madrid en octubre. Pese a que en este
momento, la balanza de la guerra estaba equilibrada, en 1707 esta situación iba a cambiar. Con la
decisiva victoria franco-española en Almansa, Murcia y Valencia, hasta el momento feudos en
disputa, se convertían en fieles plazas borbónicas, además, los aliados se retiraban de Zaragoza.
Este hecho posibilitó que el duque de Orleans tomara Lérida desde el Norte, y que se promulgaran
los Decretos de Nueva Planta en Valencia y Aragón, suponiendo el fin de sus fueros.

CAP. 7 - PUNTO DE INFLEXIÓN

Mientras que la guerra en la península se iba decantando del lado de los Borbones, en Europa la
situación era distinta. Los aliados tomaron Nápoles y el duque de Marlborough derrotó a los
franceses en Audenarde en 1708, lo que posibilitó la caía de Lille a manos inglesas, amenazando
París. Además la escuadra aliada tomaba posesión de Cerdeña.

Con una clara superioridad en el escenario europeo, la Gran Alianza en un intento de firmar la paz,
exigía a Luis XIV que retirase a Felipe de Anjou del trono español. Una propuesta que Felipe
rechazó en rotundo, pues se veía legitimado por la herencia y el mandato del difunto Carlos II.
Pese a la ventaja obtenida en Almansa, en 1710 los aliados consiguen recuperar Aragón con la
ofensiva de Starhemberg, poniéndo su vista de nuevo sobre Madrid.

Pero ante la dificultad de conectar con el ejército portugués, el general austriaco se retiró. Un
movimiento que Luis XIV aprovechó, enviando tropas desde el Rosellón, lo que posibilitó la
recuperación de Aragón en diciembre de 1710. A partir de aquí, se produce un punto de inflexión,
pues la empresa pasaba a centrarse en el mayor feudo austracista de la península, el Principado de
Cataluña.

CAP. 8 - EMPERADOR

En enero de 1711, el duque de Noailles tomó Gerona para Felipe V. Tres meses después, en abril,
el emperador José I moría de viruela, por lo que el trono imperial recaía sobre su hermano, el
archiduque Carlos. Esto supuso un nuevo giro clave en el devenir del conflicto, pues la Gran
Alianza cambió radicalmente su postura respecto al archiduque. Una posible victoria de Carlos en
España, junto con la corona imperial, rompería el equilibrio de poderes en Europa y devolvería a
los Habsburgo un poder que ya sostuvo Carlos V. Por este motivo, junto con un claro deseo de
retirarse de la guerra por parte de los "tories", Inglaterra retira su apoyo al archiduque y comienza
las negociaciones con Luis XIV en Londres.

La toma de Gerona, supuso la penetración del ejército francés en territorio catalán, amenazando
los principales feudos de resistencia austracista como Vic, Ripoll y finalmente Barcelona. Ante esta
tensa situación, el archiduque Carlos partía de Barcelona el 27 de septiembre de 1711 hacia Italia,
con el fin de dirigirse hacia Viena, donde sería coronado emperador.

La gobernación de Cataluña quedaría en manos del mariscal Starhemberg como nuevo virrey junto
con la esposa del archiduque y futura emperatriz Elisabeth Cristina Brunsvic-Wolfebbüttel
nombrada lugarteniente de Barcelona. Todo ello mientras el ejército borbónico continuaba su
inexorable avance hacia la capital del Principado.

CAP. 9 - PAZ EN UTRECHT

A inicios de 1712, en Cataluña, el frente de guerra avanzaba. El ejército borbónico buscaba


controlar las zonas centrales del Principado para asegurar las regiones cerealistas como Urgel o
Segarra. En este contexto, la relaciones entre Francia e Inglaterra ya se habían iniciado, influyendo
en la planificación militar de Starhemberg, el cual intentó recuperar Gerona sin éxito.

En septiembre de 1712, se vislumbraba el final del conflicto. Fruto de las negociaciones de paz que
se estaban llevando acabo en Utrecht, las tropas aliadas (a excepción de los imperiales)
comenzaron una evacuación progresiva, ante la consternación de las autoridades catalanas, que
veían impotentes como sus antiguos aliados los dejaban desamparados ante el ejército borbónico.

En enero de 1713, los imperiales seguían a sus aliados, y preparaban la evacuación gradual de sus
tropas y de la emperatriz ante el devenir de la guerra. Además, Inglaterra presionaba al
emperador para que se sumara a las negociaciones de Utrecht, cosa que no hizo. El emperador se
resistía a reconocer a Felipe V como soberano, por lo que la guerra continuaba en Cataluña y
Mallorca, últimos feudos fieles a Carlos.

El 11 de abril y el 13 de julio de 1713, se firma finalmente el Tratado de Utrecht, compuesto por


acuerdos alcanzados también en las ciudades de Rastatt y Baden. Felipe V era reconocido como
rey de España y sus territorios de ultramar a cambio de su renuncia al trono francés y a diversos
territorios europeos como Milán, Nápoles, Cerdeña y los Países Bajos, que pasaban a Austria y
Saboya. Inglaterra por su parte, obtenía Gibraltar y Menorca y beneficios comerciales en la
América Española.

CAP. 10- ASEDIO

Tras el abandono de los aliados austracistas, el 30 de junio de 1713 se convoca en Barcelona una
"Junta de Braços" para debatir si Cataluña debía continuar la lucha. Mientras que el sector
eclesiástico apostaba por la rendición, Rafael Casanova, líder del Braç Reial exhortaba a continuar
el conflicto en defensa de los privilegios y la singularidad catalana, pese a la amnistía dictada por el
rey en el Convenio de Hospitalet. Finalmente, el 9 de julio la Generalitat anunciaba que la guerra
continuaba.

El 29 de julio, el duque de Populi (borbónico) exigió la rendición de la ciudad, ante la negativa,


comenzó el asedio, bloqueando la ciudad por tierra y mar. En este contexto Rafael Casanova era
elegido Conseller en Cap (alcalde), obteniendo el liderato de la milicia ciudadana.

Desde agosto tuvieron lugar diferentes intentos de romper el cerco borbónico, pero sin éxito. A
principios de 1714, las esperanzas de que la situación diera un vuelco a favor de los residentes
eran casi nulas. La desproporción entre los efectivos de las tropas ocupantes, unos 39.000 y la de
los residentes era abismal, que contaban con unos 6.000 hombres, muchos de ellos milicianos.

En abril, comenzó un bombardeo implacable y continuo, recibiendo la ciudad más de 40.000


bombas, y destruyendo una tercera parte de la ciudad. En julio, la situación se hacía aún más difícil
para los asediados con la llegada del duque de Berwick, el cual les daría un ultimátum el 3 de
septiembre.

CAP. 11 - FINAL

Con el rechazo del Consell de Cent a la propuesta de Berwick de capitulación, los ataques
borbónicos se intensificaron. El 11 de septiembre la artillería abría varias brechas en la muralla de
Barcelona, y las tropas filipistas asaltan la ciudad. Rindiéndose los residentes el 12, se ocupa
definitivamente la ciudad condal el 13 de septiembre de 1714, fecha que ponía fin a la guerra en
Cataluña, quedando aún Mallorca que caería en julio de 1715.

Las consecuencias de la resistencia catalana y de su adhesión al austracismo no tardaron en


materializarse. Entre 25.000 y 30.000 catalanes marcharon al exilio sobre todo a Nápoles, Milán,
Viena o Roma. Los que no lograron huir se enfrentaron a una dura represión (detenciones,
ejecuciones públicas, deportaciones, galeras, etc). En este contexto, se disolvían las instituciones
catalanas y su estructura constitucional con la implantación del decreto de Nueva Planta en enero
de 1716, dando paso al nacimiento de un nuevo régimen político, el absolutismo borbónico.

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