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VIAJE A LA SIERRA

Recuerdo una ocasión hace más de 30 años cuando junto a mi familia fuimos invitados
a visitar una formación rocosa y de montaña perteneciente a la Sierra de La Macarena
en el departamento del Meta que desde lejos semeja el perfil de un indio acostado y se
encuentra dividida por el río Güejar. El viaje lo iniciamos desde el municipio de San Juan
de Arama en el Bajo Ariari en un recorrido de aproximadamente dos horas y media
transitando por zonas de sabana y bosque tropical.

Llegamos a un sitio al borde del río Güejar donde pudimos bañarnos, hacer almuerzo y
disfrutar de la naturaleza. La persona que nos propuso el paseo conocía bien el camino
y nos sentimos confiados al emprender la travesía a tempranas horas de la mañana. En
ningún momento nos dijeron que no era bueno hacer el viaje de regreso cuando ya
estuviera muy avanzada la tarde, nosotros solo seguíamos a los guías, en total éramos
unas 10 personas. Partimos del río aproximadamente a las 5:30 pm y cuando comenzó
a caer la noche perdimos el camino de regreso, quedamos perdidos dentro de la Sierra
de La Macarena durante toda la noche; dábamos vueltas sin sentido, estaba muy
oscuro, no teníamos linternas y había una gran tormenta con relámpagos y rayos. Llovía
mucho y casi no podíamos caminar, la sabana estaba enlagunada, estábamos muy
asustados. Nos sentíamos además nerviosos porque nos encontrábamos en una zona
roja y temíamos encontrarnos con la guerrilla que sabíamos delinquía por toda esa
región.

Los guías decían que debíamos dirigirnos hacia donde viéramos alguna luz o
escucháramos ruido y en esa búsqueda continuamos avanzando sin un rumbo fijo, no
sabíamos dónde estábamos y en ocasiones siguiendo un reflejo lejano de luz nos
detuvimos tratando de orientarnos sin ningún resultado. Permanecimos toda la noche
deambulando por la sabana hasta que llegó el amanecer y notamos que
afortunadamente estábamos llegando a una vía que conduce al municipio de
Vistahermosa, descubrimos que estábamos por el lado completamente opuesto del que
habíamos salido en la mañana, nos encontrábamos a unos 2 kilómetros de San Juan de
Arama el pueblo en el que vivíamos.

Ya en casa, aunque estábamos muy agotados por la travesía agradecimos a Dios que
nos hubiera permitido regresar sanos y salvos. Aprendimos de aquella experiencia que
no es conveniente salir tan tarde de un lugar selvático porque el monte y la sabana son
muy engañosos y todo es muy similar. Es muy fácil perder el rumbo correcto y quedar
perdido en medio de agrestes condiciones.

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