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La economía venezolana atraviesa una situación crítica por su constante y

rápido deterioro. Después de cuatro años el Banco Central de Venezuela (BCV),


interrumpió su política de opacidad. Una de las razones aducidas, podría ser que
en noviembre de 2017, Venezuela recibió la advertencia de que podría ser
sancionada por el FMI con la pérdida de su voto debido al incumplimiento en la
publicación de las estadísticas de la economía.

El ultimátum que el organismo hizo al BCV para que le enviase los datos
atrasados, parece ser la causa de esta súbita revelación. El Gobierno no
reacciono a la publicación de los datos el BCV (28-05-2019) que confirmó la crítica
situación que la mayoría de los ciudadanos llevan tiempo sintiendo y padeciendo.

El BCV reconoció que la economía vive una depresión nunca antes vista
con hiperinflación, que ha ocasionado que la economía pierda más de la mitad de
su tamaño en 5 años. En efecto, entre el tercer trimestre de 2013 y tercero de
2018 el PIB cayó un 52,3 por ciento. Por su parte, la Comisión de Finanzas de la
Asamblea Nacional, ya había alertado de una contracción de 55,7 por ciento para
el mismo período, basándose en el índice de actividad económica. Esta caída del
PIB, refleja una contracción que incluso es superior a la que vivió la Unión
Soviética en su caída o la que se produce en países con conflictos bélicos.

Hasta el tercer trimestre de 2018, los sectores más importantes en términos


de generación de riqueza y empleo han sido los más afectados. El sector
petrolero, por ejemplo, que proporciona el 96 por ciento de las divisas, tuvo una
contracción de un 47,4 por ciento, mientras que el industrial retrocedió un 76,2 por
ciento y el de construcción un 95 por ciento. El único sector que no se contrajo fue
el sector minero. La economía venezolana comenzó a caer desde 2013, mientras
que los precios del petróleo empezaron a retroceder en 2014.

Las estadísticas de la balanza de pagos, tampoco habían sido publicadas


desde hace más de cuatro años. Estas muestran que las exportaciones desde
2013 disminuyeron de forma sostenida, exceptuando 2017 que crecieron 24,18
por ciento. En 2013 cayeron un 9,32 por ciento, en 2015 presionadas por la caída
de los precios del petróleo (50,14 por ciento) en 2016 (26,41 por ciento) y en 2018
(1,04 por ciento).

En el caso de las exportaciones petroleras en 2013 totalizaron 85.603


millones de dólares, en 2014 (71.700), en 2015 (35.100), en 2016 (25.900), en
2017 (31.400) y en 2018 (29.800). Hay que destacar que en 2018 representaron el
88,52 por ciento de las exportaciones lo que indica la alta dependencia del
petróleo y lo vulnerable que se encuentra ante shocks externos. Según las
estimaciones publicadas por la OPEP, la producción de petróleo venezolano en
2018 se desplomó hasta 732.000 barriles por día, lo que compromete de manera
alarmante la economía. Y más aún, el sector también se ha visto afectado por la
reducción de la inversión y la pérdida de personal cualificado, imprescindible para
recuperar la producción. Respecto a las exportaciones no petroleras durante el
período 2012-2016, estas retrocedieron de forma sostenida.

Sobre las importaciones, éstas disminuyeron fuertemente a partir de 2013 y


hasta 2017, sin embargo, crecieron de forma sorpresiva en 2018 (23,65 por
ciento). A pesar de que las importaciones de 2018 fueron superiores a las de
2017, cuando se comparan con 2014 se evidencia un retroceso del 68,54 por
ciento. Estos datos hacen ver que las importaciones que en 2013 alcanzaron
57.183 millones de dólares, cayeron fuertemente en 2018 hasta los 14.886
millones, una caída continuada.

Este descenso explica el drástico desabastecimiento de bienes que


padecen los venezolanos, dado que es una economía que importa la práctica
totalidad de lo que consume. La situación coincide con la disminución de los
ingresos por las exportaciones de petróleo, que se redujeron de 85.603 millones
de dólares en 2013 a 29.810 en 2018. La causa de la abrupta caída de la
producción es consecuencia de la pésima gestión de la empresa petrolera estatal
PDVSA, así como de la corrupción. En 2019, la producción de petróleo ha caído a
su mínimo histórico: 732.000 barriles diarios, por primera vez por debajo de
Colombia. El desplome de las importaciones y la destrucción del sistema
productivo, explican el brutal desabastecimiento que padece la población.

Respecto a la inflación el BCV, también reconoce que los precios


registraron un incremento sin precedentes, lo que provocó que a finales de 2017 el
país entrara en hiperinflación, una dañina situación que no parece tener fin. La
inflación cerró 2015 en 180.900 por ciento, en 2016 (274.400), en 2017 (862.600),
y en 2018 (130.060 por ciento). Pese a que la cifra de 2018 año es realmente muy
alta, se encuentra muy por debajo de la estimada por la comisión de Finanzas y
Desarrollo Económico de la Asamblea Nacional, que la calculó en 1.698.488,16
por ciento. De acuerdo con el BCV, en enero de 2019 la inflación se ubicó en
196.600%, la cifra mensual más alta registrada en la historia.

Sin embargo, cálculos independientes, estiman que la inflación publicada


por el BCV está subestimada ya que han modificado las bases de cálculo de la
canasta con la que se calcula el índice nacional de precios al consumidor.
Además, los datos del BCV reflejan algunas inconsistencias, como que en 2018
los precios al por mayor fueron 357.900 por ciento y los precios al por menor
130.000 por ciento, cuando por lo general es un hecho constatado que los precios
al por mayor suben menos que los precios al por menor. El FMI predice una
inflación de 10.000.000 por ciento para 2019 y para 2020. De acuerdo con las
estimaciones del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, la economía
venezolana caerá un 25 por ciento en 2019. Según los valores que registra el FMI,
desde 2014 el sistema productivo ha encadenado sucesivas contracciones.

Durante el segundo semestre de 2020 continuó la contracción de la


producción petrolera y, con ello, de la economía en general. Cabe mencionar el
impacto adicional que ha tenido la pandemia del Covid-19 sobre las actividades
económicas. Un informe de la CEPAL, conocido en julio de este año, estimaba
que la reducción del PIB en Venezuela llegaría a ser la mayor de la región, en el
orden del 26%, a pesar de que las cifras oficiales parecieran indicar que no está
entre los países más afectados por esta epidemia. La contracción anunciada
coincide con la del FMI, que ha sido revisada hasta pronosticar una caída en el
orden del 25% del PIB. De ser así, Venezuela culminará 2020 con una economía
que apenas superará, en tamaño, la cuarta parte de la de 2013.

Más allá de los muy nocivos efectos de la pandemia, el colapso de la


actividad económica tiene raíces en la estrepitosa caída de la producción y venta
de crudo a nivel internacional, en gran medida agravada por los efectos de las
sanciones comerciales de EE.UU. Al mes de octubre la producción de crudo de
Venezuela se ubicó en 367.000 barriles /día según fuentes secundarias reportadas
por la OPEP; sin embargo, un año atrás (octubre de 2019), la producción se
ubicaba en 687.000 barriles/día (y, valga recordar, hace 20 años era de unos 3
millones de barriles al día), de modo que la caída interanual de la producción de
petróleo de Venezuela a octubre de este año es de 46,5%. A lo anterior se añade
la paralización de la inversión pública y privada producida por la prolongada
depresión y el clima fragilidad institucional en se conduce Venezuela, así como la
caída del consumo y del ingreso real, consecuencias directas de la inflación
galopante.

La continuada caída de la producción petrolera, la llegada del COVID-19,


los menores precios del petróleo, la persistencia de la hiperinflación, unidos a los
recurrentes apagones y a la escasez de gasolina que se ha estado sufriendo a lo
largo del país, y a la crisis política, hacen prever que 2020 se convertirá en el
séptimo año consecutivo de caída de la actividad económica. En el caso de la
actividad petrolera vale señalar que esta sigue seriamente afectada como
consecuencia de los severos cuellos de botellas, la falta de recursos financieros y
humanos, y las sanciones comerciales de los EE.UU. El FMI pronosticó en octubre
que en 2020 el PIB de Venezuela caerá 25% (estimación considerando los efectos
del COVID-19, inicialmente había sido de -15%), y que la tasa de inflación será
6.500%. Las estimaciones para 2021 son: caída de la economía de 10% y la
misma tasa de inflación proyectada para 2020 (6.500%). Aunque no existen datos
oficiales para precisar la magnitud de la caída en lo que va de año, no hay
elementos de análisis que indiquen que las condiciones objetivas de oferta y
demanda que determinaron la inmensa caída de la producción en 2019 hayan
cambiado en lo sustantivo, aparte de los efectos devastadores que la llegada del
Covid-19 ha tenido en la economía, aparte de la pérdida de vidas que la pandemia
ha causado. La magnitud de la contracción del primer semestre de este año no se
conoce, pero vale señalar que con excepción del gran apagón del primer trimestre
de 2019, muchos de los factores que explican la caída de la producción del
pasado año siguen estando presentes, con el agravante que implica las medidas
sanitarias de política pública contra el COVID-19, que en el caso de Venezuela ha
generado, como en otros países de la región, un choque interno a la producción,
los ingresos y finalmente en la demanda de bienes y servicios. Al ritmo sobre el
cual avanza el terrible colapso productivo de la economía venezolana, las
estimaciones apuntan a un mayor deterioro en los próximos meses, dada la grave
situación de las empresas y los hogares por la paralización que en muchos casos
implica el confinamiento, el colapso de los servicios básicos, y el evidente
desplome de los ingresos y de las actividades asociadas a la industria petrolera.
Ante la ausencia de datos oficiales que den cuenta de la evolución de la actividad
económica el Observatorio Venezolano de Finanzas, una iniciativa comandada por
la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional, publicó hace apenas unos días
las estimaciones hechas a partir del IAEMAN (Índice de Actividad Económica
Preliminar de la Asamblea Nacional). Para el tercer trimestre del año el índice
reporta una caída interanual de la actividad económica de 50,4%, esto en
contraste con la caída de 33,4% que había sido reportada para el segundo
trimestre de este año, y de 25,3% reportada para el primer trimestre del año. A
decir por estos datos la crisis económica venezolana, ya calificada como el mayor
colapso económico ocurrido en América Latina, se ha ido profundizando a lo largo
del año. En perspectiva las proyecciones avanzadas por la Comisión Económica
para América Latina y el Caribe (CEPAL) en julio de este año, donde se proyecta
una caída del PIB para Venezuela de 26% podrían quedarse cortas. La caída
sostenida de la actividad petrolera se ha convertido en una variable crítica que
amenaza con desestabilizar aún más la economía venezolana. A la caída en la
producción de petróleo se añade en el mes de julio la caída en el número de
taladros activos, un indicador del ritmo de la producción futura. La empresa Baker
Hughes reportaba en su informe “International Rig Count” de Junio que la actividad
de taladros en Venezuela disminuyó a 0 (cero) plataformas de perforación, contra
un promedio de 25 reportado en los últimos 9 meses hasta marzo.

Bibliografia:

Circulo de Estudios LatinoAmericano. Univesidad Autonoma de Madrid (CESLA).

Comision Economica para America Latina y el Caribe (CEPAL).

Banco Central de Venezuela (BCV).

Banco Mundial (BM).

Fondo Monetario Internacional (FMI)

Organización de los Paises Exportadores de Petroleo (OPEP).

Politologa Internacionalista Nathaly Almeida. Comentarios criticos personales.

Profesor del Instituto Universitario de Investigación en Estudios Latinoamericanos


(IELAT) de la Universidad de Alcalá de Henares. Autor de Capitalismo.Crisis y
reinvención, Tirant, 2019

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