-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
– Dime.
– Ah. – suspiraba.
– ¿Pilar?
-.-.-.-.-.-.-.-.-.
– ¿La cerraste?
– Es sábado, Nadia.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-
.-.-.-.-.-.-.-.-
– Nada.
– ¿Eh?
-.-.-.-.-.-.-.-
– ¿El qué?
– Creo que esos dos están liados, andan siempre juntos. Ella
lo ayuda con la academia y saca sus buenos euros. Los gastos
grandes que figuran en su cuenta son las compras para su madre y
la casa que le alquila, la mujer está jubilada por invalidez y no le
alcanza lo que cobra.
– ¡Noooo!
– ¡Has acertado!
– ¡¡¿Queeé?!!
.-.-.-.-.-.-.-.-
– Ah, viernes.
– Ah.
.-.-.-.-.-.-.-.-
Nadia se llevó fotocopias de las hojas para cruzar los datos con
la compra de las propiedades y con los informes de la investigación
anterior de Valdez. Tenían las fechas en las cuales se había
denunciado la realización de trasplantes de hígado, riñón y médula
en forma ilegal en la clínica de Óscar. Si los depósitos coincidían en
ese período de tiempo, la vieja investigación tendría nuevo impulso.
– ¿Iguales?
– ¿Me lo dejas ver? – mientras pensaba que esa tal Maca era
una mujer inteligente para hacer regalos.
– Ah, ¡qué bien! – le caía bien esa tal Maca, no ocultaba que
obtenía los libros gratis, era sincera – ¿Y en qué trabaja la mamá de
Pedro?
– Sí. Mira la parte de atrás del libro, tiene unas alitas amarillas
y el nombre de la empresa. Vuela o algo así. – señalaba la
contratapa con su dedo índice.