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A simple vista, resulta un intercambio muy sencillo entre países, pero lo que realmente
hace compleja esta transacción son los acuerdos establecidos entre los países sobre
aranceles y al resto de aspectos que influyen en el comercio internacional. Al tratarse
de un tema complejo y laborioso, a lo largo del manual iremos mostrando los
diferentes modelos y las políticas y demás aspectos importantes.
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las exportaciones de servicios de ese país, por lo que resulta que el comercio
internacional es también estático.
Además de estos conceptos, debemos considerar otros aspectos, entre los que destaca
la balanza comercial de un país, que supone la diferencia entre el valor total de sus
exportaciones y el valor total de sus importaciones. En el caso de que un país exporte
más de lo que importa, hablaríamos de un excedente comercial, mientras que cuando
un país importa más de lo que exporta, estaríamos hablando de un déficit comercial.
Ligado a la balanza comercial, debemos mencionar la balanza comercial bilateral, que
se utiliza para recoger las diferencias entre las exportaciones e importaciones entre
dos países y poder analizar las diferencias significativas entre países.
El período comprendido entre el año 1890 y la Primera Guerra Mundial (1914 – 1918)
es denominado la Edad de Oro del comercio internacional. Durante esos años, se
produjeron toda una serie de espectaculares mejoras respecto al transporte de
mercancías, como el barco de vapor y el ferrocarril, que supusieron el aumento del
comercio internacional, facilitando el poder transportar de manera fácil y
relativamente rápida las mercancías y productos de un lugar a otro. De hecho, durante
los años 1890 y 1913, se produjo un importante aumento del ratio de comercio en
relación al PIB (producto interior bruto).
Cabe señalar que hasta el momento, las transacciones internacionales tuvieron poca
transcendencia, tanto a nivel cualitativo como cuantitativo, debido a que se debían
afrontar unos costes de transporte realmente elevados y a importantes limitaciones de
carácter institucional. Cabe remarcar que estos obstáculos eran solo compatibles con
el intercambio de una serie de mercancías concretas, como las especias, los metales
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Además de las mejoras en el transporte, que cambió por completo la dinámica hasta el
momento y provocó que el comercio a nivel internacional contara con unas
condiciones más favorables para su desarrollo, aumentando así su valor y la gama de
productos disponibles, debemos mencionar también la industrialización.
Gracias a la industrialización, con el paso de los años muchos países europeos, sobre
todo Gran Bretaña, desplazaron una importante parte de la producción más tradicional
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para dar lugar a una nueva producción, más acorde a la situación de crecimiento y
desarrollo que se estaba viviendo. Ese sector de la población adquirió un grado de
especialización que le permitió aumentar de manera considerable su productividad,
aunque de manera simultánea, le planteó problemas para cubrir sus necesidades
recurriendo a sus propios recursos y habilidades, obligándole a acudir cada vez con
más asiduidad al mercado exterior.
Además, debemos comentar que los países que comenzaban a despuntar por su nivel
de desarrollo se especializaron de manera progresiva en la producción de
manufacturas industriales que acabaron por saturar los mercados nacionales,
obligando a que fueran destinadas a otros países a través del comercio internacional.
Al mismo tiempo, para los países que recibían estas manufacturas, ese comercio se
convirtió en una fuente importante de suministro de productos sin transformar, sobre
todo alimentos. Las economías que se especializaron en la producción de esos
alimentos se erigieron en la contrapartida de los países exportadores de manufacturas
industriales. De este modo, podemos decir que una parte de los países producía y
exportaba alimentos, mientras que otra parte lo hacía con productos de carácter
industrial. Lo importante aquí es que los países se especializaron en producir una serie
de productos determinados, y que para conseguir los otros productos que ellos no
producían, se servían de los intercambios comerciales con otros países que si los
producían.
En lo que se refiere a los países exportadores, fueron sobre todo los países europeos
los verdaderos protagonistas, y es que a mediados del siglo XIX las exportaciones por
parte de los países europeos representaban el 70% del valor total de las exportaciones
mundiales. El Reino Unido se configuró como el país en cabeza, con un ratio de
comercio en relación al PIB de un 30%, seguido de Australia, Canadá y la media de
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países europeos, todos ellos con ratios máximos superiores al 20%. Por su parte, Japón
tuvo un ratio de comercio en relación al PIB del 15%, mientras que en Estados Unidos
se situó en un 7,5%.
Además de estos dos factores, debemos mencionar también que durante el período
comprendido entre 1820 y 1870, el comercio internacional se benefició de un marco
internacional mucho más propicio que el que existía hasta la fecha.
Respecto Europa, los grupos económicos más vinculados con las actividades más
dinámicas, que eran las industriales, lograron imponer sus intereses y sus criterios
sobre las opiniones de los sectores más tradicionales y claros defensores de las
actividades agrícolas y ganaderas. Esto contribuyó a que se consiguiera una orientación
más liberal de la política comercial, acorde con las aspiraciones e intereses de aquellos
que se mostraban favorables a impulsar el desarrollo del sector industrial.
Esta apuesta por una política comercial menos proteccionista se vio respaldada por un
marco teórico importante, con autores tales como Adam Smith o David Ricardo que,
durante los años finales del siglo XVIII y en los primeros del XIX, mostraban en sus
obras las claras ventajas que ofrecía el comercio internacional para todos los países
que participaran de él:
Teoría de la ventaja absoluta de Adam Smith. Con esta teoría, Adam Smith
anuncia que cada país debe especializarse en producir aquellas mercancías
para las que tenga una ventaja frente a otros países. Es decir, el país deberá
producir aquello que le implique un menor coste medio de producción en
términos de trabajo. Por poner un ejemplo, si un país dispone de las
condiciones óptimas para producir a menor precio un producto determinado,
deberá especializarse en producirlo y no otro que le suponga un mayor coste.
Así, si todos los países siguen esta consideración, todos saldrán ganando en lo
que a comercio se refiere debido a que cada país producirá algo que los demás
no producen, por lo que surgirá la necesidad de exportación e importación. Las
razones en las que se basó Adam Smith para elaborar esta teoría fueron:
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- El dinero es solo una técnica para realizar cálculos que no considera las
relaciones productivas sino los intereses de las autoridades.
- La riqueza de una nación no se mide por la cantidad de oro acumulado, sino
por la magnitud de su capacidad productiva en períodos y condiciones
determinadas.
- El trabajo es el patrón único de medida que tiene la propiedad invariable
frente al tiempo y la distribución, y con el cual todos los bienes pueden
comprarse y la riqueza se puede cuantificar en términos reales.
Volviendo a la implantación de una política comercial más liberal, los primeros países
en adoptarla fueron Reino Unido y Francia, países que, por aquel entonces, se situaban
como las principales potencias comerciales. Ambos países participaron en la máxima
expresión de esa reorientación de la política comercial a través de la firma del Tratado
Cobden-Chevalier en el año 1860, tratado que defendía un comercio internacional más
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libre e implicaba la abolición de algunas leyes restrictivas, como las Leyes del Grano en
Gran Bretaña o los derechos de aduana.
A lo largo de los años setenta, dicho tratado se extendió a través de toda una red de
acuerdos bilaterales que acabaron vinculando a casi todas las economías europeas, así
como a otros países de otros continentes. En la mayoría de tratados de ese tipo se
incluía la cláusula de nación más favorecida, que exigía que los países que ratificaban
estos tratados se otorgaban mutuamente las mejores condiciones que cada uno de
ellos dispensaba a cualquier otro país, hecho que implicaba que si un país otorgaba
ciertas ventajas a otro país, las mismas ventajas deberían ser aplicadas al resto de
países con los que se estableciese un contrato de tipo comercial. La puesta en marcha
de esta cláusula provocó que se extendieran las preferencias comerciales con gran
rapidez, lo que permitió, entre otros, que la protección arancelaria cayera en Europa
en las dos décadas que siguieron a la firma del tratado, pasando de un 35% a niveles
que oscilaban entre el 10% y el 15%.
Frente a esos grandes cambios que hicieron crecer de manera enorme el comercio
internacional entre países, nos encontramos con que en torno al año 1870 se dio un
período de transición que, en cierta manera, provocó el cambio brusco que se vivió al
inicio de la Primera Guerra Mundial.
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que el transporte fuese más rápido, seguro y barato, y la construcción de túneles para
la circulación.
En esta época también destacan las mejoras que sufrió el barco a vapor, y es que
recibió la aplicación de atributos que mejoraron sus prestaciones. Entre estos atributos
podemos destacar el desarrollo de la hélice, la utilización de cascos de acero o la
introducción de motores compuestos. Cabe comentar que este tipo de embarcaciones
fueron utilizados para cubrir trayectos largos, no solamente de mercancías, sino
también de personas.
Otro avance técnico a remarcar que ayudó y mejoró el comercio internacional fue el
telégrafo, que por aquellos años permitía establecer conexiones rápidas y regulares
entre las principales ciudades europeas y de América. Más concretamente, en el año
1868 se extendió, con éxito, el primer cable telegráfico submarino entre las dos orillas
del Atlántico, lo que supuso un avance trascendental en las comunicaciones
transoceánicas.
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garantizar un futuro más próspero a esas regiones. Otro ejemplo eran todos aquellos
territorios que no gozaban de independencia política, por lo que estaban sometidos a
la voluntad de los gobiernos de sus respectivas metrópolis. De lo que se trataba era de
explotar el territorio en beneficio de los intereses de las potencias más fuertes en ese
momento, sin considerar la opción de invertir en esos territorios y fomentar su
crecimiento y desarrollo.
A pesar de esta situación, el clima de esos años era estable, debido a la ausencia de
conflictos de carácter internacional, hecho que propició que se siguieran llevando a
cabo las transacciones entre países. Además, se firmaron varios acuerdos comerciales
que seguían las directrices del Tratado Cobden-Chevalier y que supusieron la
consolidación del entramado institucional a nivel mundial. Además, debemos añadir la
estabilidad del contexto monetario internacional debido al funcionamiento de un
sistema monetario internacional articulado en torno al oro. Este sistema implicaba que
podían realizarse los intercambios utilizando monedas con un valor oficialmente
expresado en oro, hecho que permitía disponer de tipos de cambio estrictamente fijos.
No obstante, esta situación de estabilidad y buen entendimiento no fue eterna, ya que
a finales del siglo XIX podemos observar la voluntad de los países de proteger sus
mercados nacionales, con el propósito de dar salida en esos mercados a la producción
propia, compensando la reducción de las oportunidades de exportación.
Los primeros en poner en marcha estas medidas de protección fueron los Estados
Unidos, quienes vieron que, con las mejoras en el ámbito de transporte, vendían sus
productos, sobre todo cereales, a los países europeos a precios realmente bajos, hecho
que les llevo a establecer aranceles sensiblemente más elevados que l os utilizados
hasta el momento.
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el año 1945. De todas formas, no fue un período marcado únicamente por la falta de
estabilidad, sino que entre ambos enfrentamientos bélicos se dieron también
momentos de bonanza y estabilidad económica.
Esta caída económica, así como la falta de dinamismo del comercio internacional, se
tradujeron en una creciente demanda de protección por parte de aquellos sectores
con menos capacidad para penetrar en mercados extranjeros y para mantener la
competitividad en los mercados propios. Esto llevo a establecer unas barreras a la
entrada de productos importados, mucho más duras que las que había anteriormente.
Así, y frente a esa situación de fuerte crisis económica, los países, en vez de dar salida
a sus productos e intentar poner de nuevo en marcha el comercio, hicieron justo lo
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El primer país en poner en marcha estas barreras fue, como ya hemos introducido,
Estados Unidos, que en 1930 estableció el Arancel Smoot-Hawley, que recibía el
nombre del Senador de Utah, Red Smoot, y el representante de Oregón, Willis C.
Hawley. Esta primera medida supuso el primer eslabón de una cadena de aumentos de
la protección arancelaria en un gran número de países. Incluso el Reino Unido, que
siempre se había mostrado desfavorable a la adopción de este tipo de medidas y había
defendido en todo momento el libre comercio, optó en 1932 por limitar de manera
significativa sus compras en el exterior a través de la Ley de Derechos sobre la
Importación.
De este modo, podemos concretar que este período se caracterizó por la tensión
existente entre los países debido al aumento de los aranceles, primero por parte de los
Estados Unidos, seguido del resto de países del mundo, que en un intento de castigar a
los primeros, se acabaron castigando unos a otros. Así, y antes del estallido de la
Primera Guerra Mundial, el arancel medio fluctuó en torno al 15%, pero finalizada la
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Además de estas barreras impuestas por los diferentes países, debemos sumarle
también las enormes interferencias de factores políticos en las relaciones económicas.
Durante este período, el comercio entre países a nivel mundial fue sometido a un
fuerte control por parte de los regímenes totalitarios. Dicho control se articulaba a
través de acuerdos comerciales bilaterales que, en lugar de favorecer el buen
desarrollo de las transacciones, se traducían en una clara intención por parte de los
estados de regular todos los detalles de las mercancías a intercambiar, las formas de
pago y los tipos de cambio utilizados. Un ejemplo claro de un régimen totalitario fue el
de Alemania, cuyo gobierno llegó a firmar más de cuarenta acuerdos de este tipo, la
mayoría con países de la Europa oriental. Estos acuerdos fueron el inicio de la
consolidación de un estricto control político sobre las transacciones exteriores de esos
países, que contribuyeron al retroceso, en esa época, del comercio internacional.
Uno de los principales acuerdos que salieron de esa etapa fue el Acuerdo General
sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), que dio origen a la actual OMC,
Organización Mundial del Comercio.
Entre otras cuestiones de interés que se trataron finalizada la Guerra y que influyeron
enormemente en la economía a nivel mundial fueron la construcción de un sistema
monetario internacional estable y la financiación para la reconstrucción posbélica.
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El texto del GATT fue presentado definitivamente en el año 1955 y fue firmado por un
total de 23 países, cuyo principal objetivo era establecer y fijar un conjunto de pautas
de alcance comercial y concesiones arancelarias. En cierto modo, lo que se quería era
regular la economía global basándose en una serie de leyes y normas que
establecieran los acuerdos comerciales.
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Además de estos principios básicos, resulta interesante conocer las cuatro reglas
principales de este tipo de acuerdos:
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miembros apliquen una política comercial abierta y liberal, y que les permita
proteger la producción nacional frente a la producción extranjera, siempre que
dicha protección se brinde únicamente mediante los aranceles y se mantenga
en niveles bajos. Además, se refiere a la prohibición a los países de aplicar
restricciones de tipo cuantitativo, salvo en casos especificados.
Reducción y consolidación de los aranceles. Esta segunda regla apunta a la
reducción y eliminación, en el marco de negociaciones multilaterales, de los
obstáculos arancelarios y de otra índole al comercio. Los derechos así reducidos
se incluyen, a nivel de línea arancelaria, en la lista de concesiones de cada país.
Los tipos arancelarios que figuran en estas listas son tipos consolidados, por lo
que los países tienen la obligación de no aumentar los aranceles por encima de
estos tipos.
El comercio al amparo de la cláusula de la nación más favorecida. La tercera
regla se refiere a que cada país debe llevar su comercio sin discriminar entre los
países de los que importa bienes o a los que exporta productos. No obstante,
se admite una excepción importante en relación a los acuerdos regionales
preferenciales.
El trato nacional. La última regla del acuerdo se refiere a la obligación que
tiene cada país a no gravar un producto importado una vez que ha entrado en
el mercado nacional después de satisfacer los derechos de aduana en la
frontera con impuestos internos más elevados que los que gravan el producto
nacional similar.
Dejando de lado estos principios y reglas, es interesante hacer un breve repaso a nivel
histórico de las negociaciones del GATT y comparar cómo ha ido evolucionando la
reducción media de los aranceles para lograr acuerdos favorables para todos los países
y caminar hacia un modelo de comercio internacional más libre.
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Para ello, nos serviremos de la siguiente tabla, extraída del libro de Luís Fernando
Lobejón Herrero, El comercio internacional:
Aranceles Reducción
Número de Volumen de
Ronda Año medios media de
países comercio
anteriores aranceles
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Los ámbitos de actuación de la OMC quedan recogidos en los acuerdos y tratan temas
tan diversos como la industria naviera, el comercio en el sector textil, la agricultura, las
normas de seguridad, la regulación de aranceles, las restricciones comerciales, etc.
Aquí no vamos a reproducir estos reglamentos, ya que pueden consultarse online a
través de la web de la OMC. En el apartado de bibliografía hemos dispuesto los enlaces
para quienes estén interesados en tratar el tema en profundidad. Sin embargo, sí
vamos a destacar algunas características generales que comparten estos acuerdos:
Negociaciones comerciales: los acuerdos que rigen la OMC tratan sobre las
mercancías, los servicios y la propiedad intelectual. En esos acuerdos se
establecen los límites de la liberalización, incluyendo aquí los compromisos de
los diferentes países para reducir los aranceles así como otros obstáculos al
comercio. Además, se contemplan también las excepciones permitidas. Dichos
contratos no son negociaciones cerradas, sino que con cierta frecuencia los
diferentes asuntos tratados son negociados para adaptarse a las nuevas
tendencias y ofrecer mejoras a los diferentes países signatarios. Se trata de una
actividad realmente dinámica y necesaria, ya que de lo que se trata es de llegar
al mejor acuerdo posible, adaptándose a la realidad tan cambiante de hoy en
día.
Aplicación y vigilancia: estos acuerdos obligan a los gobiernos de los diferentes
países a garantizar la transparencia de sus políticas comerciales, notificando,
cuando convenga, a la OMC las leyes en vigor y las medidas adoptadas.
Además, la OMC dispone de varios organismos encargados de verificar que las
leyes sobre políticas comerciales se cumplan, evitando así tratos
discriminatorios y de favor.
Solución de diferencias: los acuerdos son firmados por un gran número de
países, lo que implica que resulte habitual que se produzcan diferencias entre
los países. Por ello, la OMC dispone de un servicio en el que los países pueden
hacer llegar sus quejas o reclamaciones sobre el no cumplimiento de los
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- No discriminación.
- Ser más abiertos.
- Ser previsibles y transparentes.
- Ser más competitivos.
- Ser más beneficiosos para los países en desarrollo.
- Proteger el medio ambiente.
Tras este paréntesis, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, se dispusieron
todos los elementos para propiciar, mejorar e impulsar de nuevo el comercio
internacional que, con más o menos estabilidad, se ha mantenido a lo largo de los
años.
Algunos países, como el Reino Unido y Australia, no tardaron nada en volver a poner
en marcha los mecanismos de comercio internacional justo finalizada la Segunda
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Guerra Mundial, mientras que, para otros, la situación fue más difícil y los resultados
favorables no llegaron hasta 1950 o 1960.
Como principales causantes de este cambio, además de la firma del GATT, debemos
mencionar la importante disminución de los costes de transporte y que, además, en
1956 se inventó el contenedor de transporte, lo que implicó que el transporte por
barco, ferrocarril o camión fuese más eficiente y barato.
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