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I-Introducción

Nos proponemos en este trabajo mostrar cómo en algunos textos de la literatura


latinoamericana del S.XX se da cuenta de un retorno de la violencia, violencia que
se halla en el origen de nuestra historia.
Mircea Eliade (2006) en El Mito del Eterno Retorno plantea que en el Tiempo mítico
hay un pasado que no pasa, que hay una abolición del tiempo cuando se repite o se
imita un arquetipo. Y que para la conciencia mítica lo que está “desprovisto de
sentido” es lo que “carece de realidad” porque no tiene un arquetipo donde fundar
su sentido y su realidad.
Dice, además, que:
“Si mediante el acto de la Creación se cumple el paso de lo no
manifestado a lo manifestado o, hablando en términos cosmológicos, del
Caos al Cosmos; si la Creación, en toda la extensión de su objeto, se
efectuó a partir de un “centro”; si, en consecuencia, todas las variedades del
ser, de lo inanimado a lo viviente, sólo pueden alcanzar la existencia
en un área sagrada por excelencia, entonces se aclaran maravillosamente
para nosotros el simbolismo de las ciudades sagradas (“centros del
mundo”), las teorías geománticas que presiden la fundación de las
ciudades, las concepciones que justifican los ritos de su construcción.”

En los textos literarios que, vamos a tratar de analizar, no es el paso del Caos al
Cosmos- el arquetipo de la Creación- lo que retorna para fundar desde un “centro” la
realidad; sino que retorna la violencia, el despojo, el abandono, la muerte, desde
ese “centro” de nuestra historia que fue la Conquista. Si el tiempo mítico es aquel en
que hay un pasado que no pasa, podríamos considerar que en los textos literarios
con los que vamos a trabajar, el arquetipo que se vuelve a repetir, ese pasado que
no pasa, es la violencia que está en el origen de la fundación de nuestra realidad
latinoamericana.
En Colonialidad y Crítica en América Latina Carlos A. Jáuregui y Mabel Moraña
afirman que:
“El prefijo post (de la palabra Postcolonial) señala, entonces, no la
cancelación o superación de las formas de dominación colonialista —lo que
ciertamente resultaría “prematuramente
celebratorio” como indicara Anne McClintock (88)—, sino las condiciones
mismas de existencia económica, política, social y cultural en sociedades que
emergieron de la experiencia de la conquista y la colonización imperial, y
cuya historia permanece impactada tanto por la violencia del origen como por
la continuidad de sus efectos. En otras palabras, el post implica no después
de sino a partir de, entendiendo la implantación del poder colonial como la
instancia inaugural de la colonialidad, como la marca que define la naturaleza
de sociedades que emergieron de la dominación imperial e incorporaron en
su constitución las huellas de ese origen (latifundio, racismo, desigualdad
social, dependencia económica, marginación internacional.) El post de lo
postcolonial se referiría así a las instancias de instauración y continuidad del
colonialismo, así como a las correlativas formas de resistencia que el
colonialismo genera.”

II- La dislocación del mito


Dice el diccionario que uno de los significados de Dislocación es “Cambio o
alteración de un hecho o del sentido de una palabra o una expresión.”
Esa alteración en el sentido del mito es la que quiero recuperar.
Hay un dislocamiento del mito, porque si para la mentalidad mítica de las
sociedades arcaicas el retorno o la repetición de un arquetipo posibilitaba la
fundación de la realidad y su sentido, ahora lo que veremos retornar será, como
dijimos, la imposibilidad de fundar un sentido pues lo que se vuelve a repetir es el
despojo, la violencia, la muerte.
Así lo explica Roa Bastos en el ensayo El Indigenismo Narrativo en Paraguay:
“El lenguaje de las culturas indígenas entraña un sentido que anula nuestros
conceptos de temporalidad y espacialidad. Forma constelaciones míticas en
las cuales el sentido de permanencia funciona no como una vuelta regresiva
al pasado sino como una totalidad del tiempo y la memoria. Totalidad en la
que pasado y futuro confluyen en la dimensión de la palabra sagrada.
Tal coherencia ha sido quebrada de pronto –tal vez desde hace siglos- por la
irrupción del sentimiento del fin último, de ese porvenir que se da para sus
componentes no ya como el horizonte mítico de una sobrevivencia posible,
sino como la forma de ese peligro absoluto que ya no es la muerte física sino
algo mucho peor: la imposibilidad de llegar a la tierra virgen y sin mal: el Yvy-
marane´y de los antiguos guaraníes.”
Por otro lado, en El desbarrancadero de Fernando Vallejo leemos:
“El caos produce más caos. Y me ponen, señores físicos, esta ley como ley
suprema, por encima de las de la creación del mundo y la termodinámica,
porque todas, humildemente, provienen de ella. El orden es un espejismo del
caos.” p.76
Este es el arquetipo que se repite y, por eso, hablo de un mito dislocado. Ya no un
arquetipo que funda la realidad, que la crea y le da sentido, sino un arquetipo que
desfunda y hace caer todo en el sin sentido.
También en Estrella Distante de Roberto Bolaño podemos leer la violencia del
origen retornar en la violencia de la dictadura:

“Amalia Maluenda, la empleada mapuche de las Garmendia, se presenta


como testigo sorpresa (…). Sus intervenciones están repletas de giros
mapuches que dos jóvenes sacerdotes católicos que hacen de
guardaespaldas suyos y que no la dejan sola ni un momento se encargan de
traducir. La noche del crimen, en su memoria, se ha fundido a una larga
historia de homicidios e injusticias. Su historia está hilada a través de un
verso heroico (épos), cíclico, que quienes asombrados la escuchan entienden
que en parte es su historia, la historia de la ciudadana Amalia Maluenda,
antigua empleada de las Garmendia, y en parte la historia de Chile. Una
historia de terror. (…) Cuando recuerda la noche aciaga del crimen dice que
escuchó una música de españoles. Al ser requerida a especificar la frase
“música de españoles”, contesta: la pura rabia, señor, la pura inutilidad.”
(Estrella Distante p.119-120)

Lo que retorna en la cita de Estrella Distante de Roberto Bolaño es lo que sostienen


los autores Jaúregui y Moraña: el impacto de la violencia del origen “la pura rabia, la
pura inutilidad”, y la continuidad de sus efectos, por eso “la noche del crimen se
funde, en su memoria, se ha fundido a una larga historia de homicidios e injusticias.”

III-Lenguaje y Violencia

Esa violencia que retorna también es una violencia que se ejerce en y desde el
lenguaje.
Como decía Martín Lienhard en La Voz y su Huella:
“Los primeros actos de los conquistadores en las tierras apenas
“descubiertas”, en efecto, subrayan el prestigio y el poder que aureolea, a los
ojos de los europeos, la escritura.
Ya antes de pisar el suelo por conquistar, los europeos, a su modo de ver
debidamente amparados en una autorización escrita (la capitulación
extendida por el rey –o los reyes- católicos), estiman de tener el derecho
inobjetable de ocupar las tierras evocadas en el “título” real.”

La escritura aparece investida desde el inicio de la Conquista con el poder de


apropiarse de las tierras descubiertas.
También en el lenguaje, han visto las vanguardias históricas, que se impone una
manera de concebir el mundo, que ejerce su poder imponiendo y fijando sentidos, y
naturalizando formas de opresión y de injusticia. Y, sobre todo, es desde la escritura
que esos sentidos son fijados e impuestos, por ese poder que la aureolea del que
hablaba Lienhard. Contra esa violencia es que reaccionan escritores como César
Vallejo, desarticulando la sintaxis, rompiendo la lógica espacio-temporal, etc. Pero
todo ello para dar cuenta con mayor fidelidad de una experiencia que en la sociedad
burguesa se encuentra clausurada y encarcelada.
Dice Guillermo Sucre en su libro La Máscara, la Transparencia- Ensayos sobre
Poesía Hispanoamericana:
“Vallejo está en el mundo como si estuviera fuera de él; pero el mundo no le
parece una falacia o una irrealidad: es una herida, un padecimiento; es un
error, y quizá no sólo desde un punto de vista social o histórico. Se está en el
mundo pero sin habitarlo de verdad; así, para habitar en él hay primero que
estar contra él, cambiarlo. Esta dialéctica del en y el contra rige gran parte de
la experiencia de Vallejo y especialmente la del lenguaje: en y contra el
lenguaje, el suyo es la búsqueda por habitarlo. (…) el mundo- pudo pensar-
se pierde o se redime por el lenguaje.”
En el poema LXXVII que cierra Trilce leemos:
“¿Hasta dónde me alcanzará esta lluvia
Temo me quede algún flanco seco”
La lluvia como aquello que adviene o que el sujeto debe padecer, como experiencia
en la que hay que quedar al descubierto para no quedar atrapado en algún tipo de
alienación o mentira. Y la lluvia, también, como aquello que purifica o redime. Pero
siempre persiste el temor de no ser completamente fiel a esa experiencia. De que
en la escritura “quede algún flanco seco”.
Por otro lado, Roa Bastos en Hijo de Hombre, se propone desde su escritura dar
cuenta de esa otra cultura oral, la guaraní, intentando trasladar lo más fielmente
posible los sentidos silenciados de esa cultura oral.
Pero quedará siempre un resabio, o un recelo, por aquello que en la escritura pueda
traicionar a ese otro. La traición de Miguel Vera puede leerse como la traición que
indefectiblemente ejerce la palabra escrita de esas culturas silenciadas.
En el capítulo Destinados de la novela Hijo de Hombre leemos el diario personal de
Miguel Vera. En la entrada correspondiente al 9 de febrero leemos:
“Viejo vicio este de la escritura. Círculo vicioso que se vuelve virtuoso cuando
se cierra hacia afuera. Una manera de huir del no-lugar hacia el espacio
estable de los signos; una manera de buscar el lugar que se llevó nuestro
lugar a otro lugar. ¿Y no es este acaso el verdadero sentido de lo utópico? La
utopía del Hijo Pródigo regresando al hogar que ya no existe; la de los
desterrados, exiliados y confinados que ansían volver al sitio de donde
fueron arrancados y saben que aunque retornen a ese lugar ya no será
jamás el suyo.”
El círculo virtuoso de la escritura tampoco cierra hacia afuera, porque “saben que
aunque retornen a ese lugar ya no será jamás el suyo”. La escritura también es un
despojo.
En Estrella Distante el mundo de la literatura no se ve exento de ese Mal que corroe
desde la dictadura a toda una sociedad. El Monstruo que encarna el poeta de
vanguardia, Wieder, no es tan diferente, o mejor, es casi un hermano siamés del
narrador:
“Entonces llegó Carlos Wieder y se sentó junto al ventanal, a tres mesas de
distancia. Por un instante (en el que me sentí desfallecer) me vi a mísmo casi
pegado a él, mirando por encima de su hombro, horrendo hermano siamés
(…).”
Vemos, entonces, que la literatura más allá de recuperar la memoria de los hechos,
de mostrar el dolor, el abuso de poder y la violencia; queda ella misma atrapada en
esa lógica que desposee al otro y que no logra redimir nada. El mismo Mal que
denuncia, termina por corroerla a ella misma.
En tal sentido podemos entender la afirmación de G. Bataille cuando en la Literatura
y el Mal sostiene:
“La literatura es lo esencial o no es nada. El Mal-una forma aguda del Mal-
que la literatura expresa, posee para nosotros, por lo menos así lo pienso yo,
un valor soberano. Pero esta concepción no supone la ausencia de moral,
sino que en realidad exige una “hipermoral”.(…) La literatura no es inocente y,
como culpable, tenía que acabar al final por confesarlo. Solamente la acción
tiene los derechos.”

El viaje de Juan Preciado podría ser la parábola de la tarea del escritor. Queriendo
ver con sus propios ojos el lugar que su madre le cuenta, un lugar pletórico de vida;
sólo encontrará un lugar desértico dónde sólo puede oír fragmentos de las voces de
los muertos.
Es decir, que si en el origen fue mediante el poder de la escritura que el despojo de
la Conquista fue llevado a cabo. También esto aparece como un arquetipo que se
repite en los textos que hemos mencionado. La literatura si quiere denunciar este
Mal que está en nuestro origen debe exigirse a sí misma un hipermoral y terminar
por confesar que también ella es culpable por volver a traicionar a esos otros
oprimidos, asesinados, silenciados; por ser la voz de los que no tienen voz:
“De la noche a la mañana voy
sacando lengua a las más mudas equis.
(...)
En nombre de la que fui extraño,
llave y chapa muy diferentes.
(…)
En nombre della que no tuvo voz
ni voto, cuando se dispuso
esta su suerte de hacer.
(…)
¡Remates, esposados en naturaleza,
de dos días que no se juntan,
que no se alcanzan jamás! (Poema LXXVI)

Sacando lengua a las más mudas equis, sacando lengua podríamos entenderlo en
el sentido de hacer que tengan lengua para que puedan decir su palabra “las más
mudas equis”. El poeta está en nombre della que no tuvo voz. Pero resulta que llave
y chapa (cerradura) son muy diferentes, como dos días que no se juntan, que no se
alcanzan jamás. Por eso el poeta está siempre en nombre de la que fui extraño.
Dice George Agamben en ¿Qué es lo contemporáneo?
“En el universo en expansión las galaxias más remotas se alejan de nosotros a
una velocidad tan alta que su luz no llega a alcanzarnos. Lo que percibimos
como oscuridad es esa luz que viaja velocísima hacia nosotros y que no obstante
no llega a alcanzarnos (…)”.
Todo escritor persigue esa Estrella Distante intentando dar cuenta de su luz, pero
también es consciente de que más temprano que tarde se verá enfrentado con la
oscuridad. Y de nuevo, recupero a Agamben, que nos dice:
“(…) contemporáneo es aquel que mantiene la mirada fija en su tiempo, para
percibir no sus luces, sino su oscuridad.”
IV- Conclusiones
Decía el programa de esta materia:
“Diferencia en los modos de percibir lo temporal construyen diferencias en los
modos de habitar el mundo, y la coexistencia entre escombros de una visión
mítica y escombros de una visión histórica forma parte, también, del corpus
literario que nos convoca.”
Hemos visto cómo esa visión mítica aparecía en los textos literarios de una forma
dislocada, el programa hablaba de escombros, de los restos de esa concepción
mítica. También vimos cómo la violencia de nuestro origen: La Conquista, ha
impactado nuestras sociedades y cómo la siguen impactando, los escombros de la
historia que llegan hasta nosotros.
Si como, además, el mismo programa, frente al heterogéneo panorama de la
literatura latinoamericana, planteaba “la necesidad de una creativa intervención
crítica, (…) ya que los “saberes” sobre literatura latinoamericana mucho parecen
deberle a la posibilidad de integración o de distinción de quienes deben configurarla
como un corpus.”; hemos querido encontrar en ese mismo origen común y en la
persistencia de sus efectos, la posibilidad de integrar desde un mismo eje de lectura
el corpus trabajado.
Nos queda la duda, cómo no tenerla, de si persiguiendo esa Estrella Distante hemos
alcanzado alguna luz o sólo abrazamos más oscuridad.

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