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En los textos literarios que, vamos a tratar de analizar, no es el paso del Caos al
Cosmos- el arquetipo de la Creación- lo que retorna para fundar desde un “centro” la
realidad; sino que retorna la violencia, el despojo, el abandono, la muerte, desde
ese “centro” de nuestra historia que fue la Conquista. Si el tiempo mítico es aquel en
que hay un pasado que no pasa, podríamos considerar que en los textos literarios
con los que vamos a trabajar, el arquetipo que se vuelve a repetir, ese pasado que
no pasa, es la violencia que está en el origen de la fundación de nuestra realidad
latinoamericana.
En Colonialidad y Crítica en América Latina Carlos A. Jáuregui y Mabel Moraña
afirman que:
“El prefijo post (de la palabra Postcolonial) señala, entonces, no la
cancelación o superación de las formas de dominación colonialista —lo que
ciertamente resultaría “prematuramente
celebratorio” como indicara Anne McClintock (88)—, sino las condiciones
mismas de existencia económica, política, social y cultural en sociedades que
emergieron de la experiencia de la conquista y la colonización imperial, y
cuya historia permanece impactada tanto por la violencia del origen como por
la continuidad de sus efectos. En otras palabras, el post implica no después
de sino a partir de, entendiendo la implantación del poder colonial como la
instancia inaugural de la colonialidad, como la marca que define la naturaleza
de sociedades que emergieron de la dominación imperial e incorporaron en
su constitución las huellas de ese origen (latifundio, racismo, desigualdad
social, dependencia económica, marginación internacional.) El post de lo
postcolonial se referiría así a las instancias de instauración y continuidad del
colonialismo, así como a las correlativas formas de resistencia que el
colonialismo genera.”
III-Lenguaje y Violencia
Esa violencia que retorna también es una violencia que se ejerce en y desde el
lenguaje.
Como decía Martín Lienhard en La Voz y su Huella:
“Los primeros actos de los conquistadores en las tierras apenas
“descubiertas”, en efecto, subrayan el prestigio y el poder que aureolea, a los
ojos de los europeos, la escritura.
Ya antes de pisar el suelo por conquistar, los europeos, a su modo de ver
debidamente amparados en una autorización escrita (la capitulación
extendida por el rey –o los reyes- católicos), estiman de tener el derecho
inobjetable de ocupar las tierras evocadas en el “título” real.”
El viaje de Juan Preciado podría ser la parábola de la tarea del escritor. Queriendo
ver con sus propios ojos el lugar que su madre le cuenta, un lugar pletórico de vida;
sólo encontrará un lugar desértico dónde sólo puede oír fragmentos de las voces de
los muertos.
Es decir, que si en el origen fue mediante el poder de la escritura que el despojo de
la Conquista fue llevado a cabo. También esto aparece como un arquetipo que se
repite en los textos que hemos mencionado. La literatura si quiere denunciar este
Mal que está en nuestro origen debe exigirse a sí misma un hipermoral y terminar
por confesar que también ella es culpable por volver a traicionar a esos otros
oprimidos, asesinados, silenciados; por ser la voz de los que no tienen voz:
“De la noche a la mañana voy
sacando lengua a las más mudas equis.
(...)
En nombre de la que fui extraño,
llave y chapa muy diferentes.
(…)
En nombre della que no tuvo voz
ni voto, cuando se dispuso
esta su suerte de hacer.
(…)
¡Remates, esposados en naturaleza,
de dos días que no se juntan,
que no se alcanzan jamás! (Poema LXXVI)
Sacando lengua a las más mudas equis, sacando lengua podríamos entenderlo en
el sentido de hacer que tengan lengua para que puedan decir su palabra “las más
mudas equis”. El poeta está en nombre della que no tuvo voz. Pero resulta que llave
y chapa (cerradura) son muy diferentes, como dos días que no se juntan, que no se
alcanzan jamás. Por eso el poeta está siempre en nombre de la que fui extraño.
Dice George Agamben en ¿Qué es lo contemporáneo?
“En el universo en expansión las galaxias más remotas se alejan de nosotros a
una velocidad tan alta que su luz no llega a alcanzarnos. Lo que percibimos
como oscuridad es esa luz que viaja velocísima hacia nosotros y que no obstante
no llega a alcanzarnos (…)”.
Todo escritor persigue esa Estrella Distante intentando dar cuenta de su luz, pero
también es consciente de que más temprano que tarde se verá enfrentado con la
oscuridad. Y de nuevo, recupero a Agamben, que nos dice:
“(…) contemporáneo es aquel que mantiene la mirada fija en su tiempo, para
percibir no sus luces, sino su oscuridad.”
IV- Conclusiones
Decía el programa de esta materia:
“Diferencia en los modos de percibir lo temporal construyen diferencias en los
modos de habitar el mundo, y la coexistencia entre escombros de una visión
mítica y escombros de una visión histórica forma parte, también, del corpus
literario que nos convoca.”
Hemos visto cómo esa visión mítica aparecía en los textos literarios de una forma
dislocada, el programa hablaba de escombros, de los restos de esa concepción
mítica. También vimos cómo la violencia de nuestro origen: La Conquista, ha
impactado nuestras sociedades y cómo la siguen impactando, los escombros de la
historia que llegan hasta nosotros.
Si como, además, el mismo programa, frente al heterogéneo panorama de la
literatura latinoamericana, planteaba “la necesidad de una creativa intervención
crítica, (…) ya que los “saberes” sobre literatura latinoamericana mucho parecen
deberle a la posibilidad de integración o de distinción de quienes deben configurarla
como un corpus.”; hemos querido encontrar en ese mismo origen común y en la
persistencia de sus efectos, la posibilidad de integrar desde un mismo eje de lectura
el corpus trabajado.
Nos queda la duda, cómo no tenerla, de si persiguiendo esa Estrella Distante hemos
alcanzado alguna luz o sólo abrazamos más oscuridad.