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Actores educativos coloniales

so; es decir, el mínimo para asegurar la convivencia entre católicos y no


católicos era reducir la religión al plano de los derechos individuales en el
que el Estado se convierte en el árbitro máximo de la convivencia social.
El ideal era situar a la religión sobre todo lo demás, quedando el Estado
en un papel subsidiario de aquella, por lo cual le correspondía realizar las
acciones necesarias para que la fe, considerado un bien absoluto, filtrase
todos los aspectos vitales.437
De esta manera, el Estado español resultó intolerante ante creencias
ajenas a la iglesia de Roma; aunque por otro lado, sus leyes quedaban
sometidas al conjunto de principios que forman la moral católica, rela-
cionado directamente con los derechos naturales de la persona humana.
Gracias a esta óptica, la monarquía española se legitimaba a través de los
principios religiosos y convertía a los obispos, cabildos religiosos y curatos
en parte del aparato gubernamental.
Como el proyecto colonial consideraba intereses materiales y no sólo
espirituales, con la conquista y la evangelización se efectuó una trans-
formación completa de la vida en el territorio de la Nueva España, pues
afectó no sólo lo administrativo, sino también la economía mediante la
posesión y usufructo de la tierra, la cual pasó paulatinamente de manos de
sus propietarios originales a las de los europeos, implicando nuevas formas
de convivencia, de vida y de explotación económica. En un mismo espa-
cio, se reunieron diversos grupos étnicos y culturales que, al interactuar y
relacionarse entre sí, conformaron una nueva sociedad, pues el mestizaje
no fue sólo físico sino moral, de esquemas de pensamiento y costumbres
de todo tipo. Se trató, pues, de un proceso educativo.
Fue así como la Iglesia tuvo un papel protagónico en el proceso de
colonización novohispana, y como el Derecho canónico proporcionó las
bases para el derecho de gentes, también lo tuvo en la organización social
y jurídica. Las autoridades eclesiásticas fueron el canal para ejercer el Regio
Patronato y las órdenes religiosas fueron las encargadas de cristianizar,

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Suárez Fernández, L., Los Reyes Católicos. La expansión de la fe, Madrid, s/e., s. a. p. 11.

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Actores educativos en la región minera de Zacatecas

de educar a los indígenas en las nuevas normas, morales y sociales; y la


teología legitimó el nuevo orden jurídico.438
Ante el nuevo orden de cosas, las formas de inculcación-educación en
América tuvieron que adaptarse y propugnaron por consagrar como ideal de
convivencia lo que constituía prácticamente la realidad: una sociedad discri-
minatoria y estratificada regida por un doble sistema normativo: el del rey y
el de la Iglesia. Por ello, el virrey de la Nueva España, en tanto autoridad civil
(gobernador, capitán general, presidente de la Audiencia y superintendente
de la Real Hacienda) era, a la vez, vicepatrono de la Iglesia.439
En cuanto al proceso y presencia eclesiástica, se pueden distinguir
tres periodos para Nueva España: uno de evangelización (hasta 1565);
otro de organización eclesiástica (hasta 1630), y un tercero, de progresiva
secularización, con la salvedad de que tal periodización no obedece a acti-
vidades diferenciadas, sino que sólo es indicativa del interés fundamental
de las acciones.440
Cabe señalar que el periodo de evangelización (adoctrinamiento)
termina casi al mismo tiempo que el Concilio de Trento (1545-1563)
cuya finalidad fue la contrarreforma, definiendo cuestiones dogmáticas
(Canon de la Escritura, valor de la tradición, pecado original, justificación
y gracia; sacramentos, Purgatorio e indulgencias). Por ende, los objetivos
educativos coinciden con los valores filosóficos de la Iglesia: cognoscitivos,
estéticos, políticos, religiosos, económicos y sociales.
Si bien la tarea evangelizadora coincidía con el objetivo jurídico de
cristianizar para legitimar la conquista, las normas de comportamiento
se recomendaban explícitamente en la legislación civil y se difundían e
inculcaban en las instituciones religiosas –colegios, cofradías, hermanda-
des, gremios– pues no hay que olvidar que fue el clero, especialmente el
regular, quien en la práctica asumió la responsabilidad educativa. La edu-
cación, de todo tipo, formal, no formal e informal, estuvo bajo la supervisión

438
Gonzalbo Aizpuru, Pilar, Educación y Colonización..., p. 52.
439
Idem. “Paideia cristiana...”, p. 184; y, Gutiérrez Casillas, José, op. cit., p. 66.
440
Archivo dominicano, Anuario X, Salamanca, España, Instituto Histórico Dominicano de San
Esteban, 1989.

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