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Jeremy Rifkin
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5/2009
Las opiniones reflejadas en este documento sólo vinculan al autor
y no necesariamente a la Fundación Ideas para el Progreso.
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Jeremy Ri�in
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Informes: son estudios de mayor extensión llevados a cabo por equipos de cien�ficos y expertos en los que
la Fundación Ideas refleja su posición.
Documentos de Trabajo: son trabajos de mediana extensión llevados a cabo por equipos de cien�ficos y
expertos en los que la Fundación Ideas refleja su posición.
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Introducción
En 1956, el Congreso de los Estados Unidos promulgó el Proyecto de Ley Federal de Ayuda para las
Autopistas. Esta legislación, ra�ficada por el Presidente Dwight D. Eisenhower, supuso la inversión
de 25.000 millones de dólares en la construcción de casi 66.000 km de autopistas interestatales
en un período de 30 años, en lo que fue en aquel momento el proyecto de obra pública de
mayor envergadura de la historia de Estados Unidos. El sistema de autopistas interestatales
resultante logró unir la totalidad de Estados Unidos con�nental y estableció la infraestructura
viaria necesaria para culminar la Segunda Revolución Industrial. El motor de combus�ón interna
de gasolina ha sido el motor económico de la economía del siglo �� y ha servido de es�mulo
prác�camente para todos los demás sectores, desde la producción de acero hasta el turismo.
Los estadounidenses dieron por hecho que “lo que es bueno para General Motors es bueno para
el país”. El sistema de autopistas interestatales creó la infraestructura de conexión para el boom
de la construcción de viviendas y locales comerciales suburbanos que, a finales de los ochenta,
convir�ó a Estados Unidos en la economía y en la sociedad más prósperas del mundo, y a los
estadounidenses en los ciudadanos más ricos de la Tierra.
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El largo ocaso
de la Segunda Revolución Industrial
Incluso cuando Estados Unidos estaba celebrando un éxito comercial sin precedentes, ya se
vislumbraban nubarrones de tormenta en el horizonte, pero aún debería transcurrir otro medio
siglo antes de que se juntaran para provocar la tormenta económica perfecta, llevando al borde
del colapso a los Estados Unidos y a la economía mundial.
A pesar de sus amplias reservas de petróleo –recordemos que a mediados del siglo �� Estados
Unidos era el primer productor de petróleo del mundo– y de la confianza en su próspero
futuro, empezaron a aparecer otros indicios inquietantes. A raíz del embargo de petróleo de la
Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en 1973 y de la consiguiente subida de
los precios del petróleo en los años setenta, la opinión pública empezó a plantearse si el petróleo
podía llegar a agotarse algún día. Sin embargo, el consenso generalizado en aquel momento era
que el embargo del petróleo no tenía tanto que ver con el suministro como con una demostración
de fuerza polí�ca y económica por parte de los países productores de petróleo con vistas a
beneficiarse del mercado y ganarse el respeto y la atención en el escenario geopolí�co.
Lo que nadie sabía era que el pico de petróleo global per cápita disponible –que no debe
confundirse con el pico de producción mundial de petróleo– tuvo lugar en 1979. A pesar de que
posteriormente se han descubierto más reservas de petróleo, el crecimiento de la población
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Liderando la Tercera Revolución Industrial y una nueva visión social para el mundo
humana indica que, si a día de hoy, se distribuyera el petróleo a partes iguales entre todos los
habitantes, cada individuo dispondría de menos petróleo que entonces. Este hecho por sí solo
habría tenido terribles consecuencias en julio de 2008, cuando el petróleo alcanzó su precio
récord de 147 dólares por barril en los mercados mundiales.
En la úl�ma mitad de los años noventa y en los primeros seis años del siglo ��, se produciría
otro importante boom de la construcción. Sin embargo, esta vez vendría provocado en mayor
medida por la ampliación irresponsable de créditos hipotecarios y la especulación salvaje
que por aumentos tecnológicos en la produc�vidad y la generación de nueva riqueza “real”.
La realidad es que el efecto económico mul�plicador que supuso la creación de una red de
autopistas interestatales prác�camente se agotó cuando se finalizó la infraestructura y acabó la
construcción suburbana.
El crecimiento económico registrado desde principios de los noventa hasta la crisis de 2008
estuvo menos relacionado con nuevas innovaciones tecnológicas y perspicacia empresarial, a
pesar de que ésta era la explicación pública oficial para la nueva prosperidad. Esto no quiere decir
que las nuevas tecnologías –especialmente la revolución de las tecnologías de la información y
comunicación (TIC)– no contribuyeran en cierta medida a restaurar el crecimiento económico,
pero su aportación fue mucho menos importante de lo que los medios de comunicación, la
comunidad empresarial y los polí�cos nos hicieron creer. El hecho es que por aquel entonces
el gran crecimiento económico que trajo consigo la Segunda Revolución Industrial ya había
empezado a frenarse. Los salarios llevaban ya casi una década estancados en Estados Unidos, y
las tecnologías que cons�tuyeron la falange de la Segunda Revolución Industrial estaban ahora
en su etapa de decadencia y senectud.
Lo que sacó a Estados Unidos y al mundo de la recesión económica de finales de los ochenta y
principios de los noventa fue la concesión masiva de créditos al consumo, primero en los Estados
Unidos y después en el resto de países. La “cultura de la tarjeta de crédito” dio un impulso
al poder adquisi�vo, favoreciendo la vuelta al trabajo de las empresas estadounidenses y sus
empleados para producir todos los bienes y servicios que se compraban a crédito. En los úl�mos
18 años, los consumidores estadounidenses han sido el pilar de la economía global, en gran
parte por sus compras a crédito. Sin embargo, el precio de que el peso de la economía global
recayera sobre las espaldas de la deuda cada vez mayor del consumidor estadounidense ha sido
el agotamiento de los ahorros de las familias estadounidenses. En 1991 el nivel de ahorro medio
de una familia era de aproximadamente el 8%. En 2006, las familias vieron cómo sus ahorros
entraban en números rojos. Muchas familias gastaban más de lo que ingresaban. El término
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u�lizado para describir esta situación es “renta nega�va”, un oxímoron que sinte�za un enfoque
fallido del desarrollo económico.
A medida que la capacidad de ahorro de las familias iba desapareciendo, los sectores
hipotecario y bancario crearon una segunda línea de crédito ar�ficial, haciendo que las familias
estadounidenses compraran casas desembolsando poco dinero o nada en absoluto y a �pos
de interés a corto plazo bajos o inexistentes –las hipotecas subprime–, con �pos de interés que
subían con el �empo y amor�zación de capital aplazada. Millones de estadounidenses mordieron
el anzuelo y compraron casas que excedían su capacidad de pago a largo plazo, lo que supuso la
aparición de una burbuja inmobiliaria. Faltos de efec�vo, los propietarios u�lizaban sus viviendas
como cajeros automá�cos, refinanciando las hipotecas –a veces incluso dos o tres veces– para
garan�zar el efec�vo necesario. Ahora la burbuja inmobiliaria ha explotado, dejando a millones
de estadounidenses enfrentándose a las ejecuciones de sus hipotecas y a los bancos al borde
del colapso.
Después de vivir durante 18 años de las ampliaciones de créditos, el resultado es que Estados
Unidos es hoy una economía quebrada. La deuda bruta del sector financiero estadounidense,
que en 1980 ascendía al 21% del producto interior bruto (PIB), ha aumentado de manera
constante en los úl�mos 27 años, llegando a suponer un increíble 116% del PIB en 2007. Y lo
que es peor, la deuda hipotecaria acumulada de los consumidores actualmente supera los 13,9
trillones de dólares. Habida cuenta de que las comunidades bancarias y financieras de Estados
Unidos, Europa y Asia están estrechamente relacionadas, la crisis credi�cia ha arrasado a Estados
Unidos, llevándose por delante toda la economía mundial.
Lo que ha ocurrido en las úl�mas dos décadas es básicamente que la economía mundial ha
seguido creciendo a fuerza de agotar el ahorro que Estados Unidos logró acumular durante
los 40 años de crecimiento que trajo consigo la Segunda Revolución Industrial, que empezó al
finalizar la Segunda Guerra Mundial y que se prolongó hasta finales de los ochenta. Para colmo,
la crisis mundial del crédito se profundizó aún más en los úl�mos dos años cuando se dispararon
los precios del petróleo, llegando a situarse, el pasado mes de julio, en 147 dólares el barril en
los mercados mundiales. El alza del precio del crudo generó inflación, redujo el poder adquisi�vo
de los consumidores, desaceleró la producción e incrementó el desempleo, causando mayores
estragos en una economía ya muy endeudada.
Hoy nos encontramos ante un nuevo fenómeno. Se llama “pico de globalización” y se produjo
cuando el barril rondaba los 147 dólares. Superado este punto, la inflación crea un muro de
contención que impide el crecimiento de la economía, haciéndola retroceder hacia un crecimiento
cero. Sólo cuando se produce la contracción de la economía internacional cae el precio de la
energía como resultado del menor consumo energé�co.
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Liderando la Tercera Revolución Industrial y una nueva visión social para el mundo
Para entender cómo llegamos a este punto, tenemos que remontarnos al año 1979, año en el
que se alcanzó el pico de petróleo mundial per cápita, según un estudio realizado por la petrolera
británica BP. Con el increíble crecimiento económico de China e India en los noventa, la demanda
de petróleo se disparó. La demanda comenzó a superar a la oferta y el precio empezó a subir.
Con menos petróleo disponible para cada ser humano, los esfuerzos para que un tercio de la raza
humana –la suma de la población de India y China– llegue a una Segunda Revolución Industrial
basada en el petróleo se estrellan contra la realidad de una oferta limitada de crudo. Dicho
de otro modo, la presión de la demanda de una población en aumento se topa con reservas
petroleras finitas, lo que inevitablemente empuja el precio al alza. Y cuando el crudo alcanza los
147 dólares por barril, la inflación adquiere tal fuerza que actúa como una fuerza de resistencia
al crecimiento económico y la economía mundial se contrae.
El encarecimiento de la energía repercute en todos los productos que fabricamos. Así pues, el
encarecimiento de la energía también afecta a todos los aspectos de la producción, haciendo el
transporte de larga distancia por aire y por barco cada vez más prohibi�vos. Independientemente
de cuál fuera el valor marginal que las empresas solían obtener por trasladar su producción a
mercados de mano de obra más barata, éste ha desaparecido, debido al coste cada vez mayor de la
energía en la cadena de suministro. Esto supone el verdadero acto final de la Segunda Revolución
Industrial y se produce mucho antes del momento pico de la producción mundial de petróleo.
Al mismo �empo, los efectos del cambio climá�co “en �empo real” están erosionando con mayor
virulencia a la economía en dis�ntas regiones del planeta. Sólo el coste en daños a la economía
estadounidense de los huracanes Katrina, Rita, Ike y Gustav se es�ma en más de 100.000
millones de dólares. Inundaciones, sequías, incendios voraces, tornados y otros fenómenos
meteorológicos extremos han diezmado ecosistemas en todo el mundo, no sólo destruyendo
la producción agrícola y las infraestructuras, sino también ralen�zando la economía global y
ocasionando desplazamientos de millones de seres humanos.
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Tierra y, cada vez que se ha producido una ex�nción biológica, hemos tardado aproximadamente
diez millones de años en recuperar la biodiversidad perdida. En un sen�do muy real, la raza
humana aún no ha entendido la magnitud de los cambios que se producirán en la Tierra si la
temperatura del planeta sigue subiendo.
La convergencia de la crisis credi�cia, la crisis energé�ca y los impactos en �empo real del
cambio climá�co han llevado a la economía mundial al borde del colapso. El petróleo, el carbón
y el gas natural representarán un porcentaje cada vez menor de la energía mundial en el siglo
���. La mayoría de los observadores coinciden en que estamos llegando al ocaso de la era de los
combus�bles fósiles. Durante este período crepuscular, los países están haciendo todo lo posible
para garan�zar que las reservas existentes de combus�bles fósiles sean u�lizadas de una manera
más eficiente y están experimentando con tecnologías de energía limpia con vistas a reducir las
emisiones de dióxido de carbono procedentes de la quema de combus�bles convencionales. La
Unión Europea, en par�cular, está instando a que sus Estados miembros aumenten la eficiencia
energé�ca en un 20% para el año 2020 y reduzcan las emisiones de gases que provocan el
calentamiento global en un 20% (respecto a 1990) también para el 2020.
Sin embargo, una mayor eficiencia energé�ca y una reducción obligatoria de los gases de efecto
invernadero no son suficientes, en sí mismos, para enfrentarnos adecuadamente a una crisis
sin precedentes de calentamiento global y agotamiento de reservas de petróleo y producción
de gas. De cara al futuro, todos los gobiernos deberán explorar formas alterna�vas de energía y
crear modelos económicos innovadores con el fin de que las emisiones de carbono sean lo más
próximas posibles a cero.
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Liderando la Tercera Revolución Industrial y una nueva visión social para el mundo
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El amanecer
de la Tercera Revolución Industrial
Los grandes cambios económicos de la historia se producen cuando convergen nuevas revoluciones
de comunicación y nuevos regímenes energé�cos creando entornos de vida totalmente nuevos.
Nos encontramos en el vér�ce de una convergencia de este �po –la unión entre la revolución de
las TIC de las úl�mas dos décadas y el régimen energé�co del siglo ���–. El uso de la información
descentralizada y las tecnologías de comunicación como mecanismo de mando y control para
la organización y ges�ón de la energía descentralizada es el preludio de una potente Tercera
Revolución Industrial cuyo efecto económico mul�plicador podría extenderse hasta bien entrada
la segunda mitad del siglo ��� y más allá.
La energía descentralizada es energía que se encuentra en todas partes. El sol brilla en todo el
mundo. El viento sopla por todo el planeta todos los días. Todos generamos basura. Las personas
que habitan en áreas rurales �enen acceso a residuos agrícolas y forestales. Las personas que
viven en la costa disponen de la energía generada por las olas. La energía geotérmica está debajo
de la Tierra y el agua produce energía hidráulica. A este �po de energía la denominamos energía
descentralizada porque, al contrario que las energías de elite convencionales –como pueden ser
el carbón, el petróleo, el gas natural y el uranio– que sólo se encuentran en regiones geográficas
limitadas, las energías renovables se encuentran en todas partes en dis�ntas proporciones.
Hoy en día las mismas tecnologías de la información y comunicación que dieron lugar a Internet
pueden u�lizarse para reconfigurar las redes energé�cas del mundo, permi�endo que millones
de personas puedan hacer acopio y producir su propia energía renovable desde sus casas,
oficinas, �endas, fábricas y parques tecnológicos y compar�rla, a través de redes inteligentes,
del mismo modo que producen y comparten su información en el ciberespacio. Las empresas ya
están empezando a establecer las bases de una infraestructura y de un mercado para lo que los
líderes empresariales denominan “capitalismo descentralizado”.
Las dis�ntas formas de energía renovable –solar, eólica, hidráulica, geotérmica, maremotriz y
biomasa– integran el primero de los cuatro pilares de la Tercera Revolución Industrial. Si bien
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A pesar de que la energía renovable está en todas partes y de que las nuevas tecnologías nos
permiten aprovecharla de una forma barata y eficiente, necesitamos una infraestructura para
almacenarla. Aquí es donde entra el sector de la construcción, en el segundo pilar de la Tercera
Revolución Industrial.
Los edificios son una de las principales fuentes del calentamiento global antropogénico y
consumen entre el 30% y el 40% de toda la energía producida, siendo responsables de unos
porcentajes similares de emisiones de CO2. Actualmente, los nuevos avances tecnológicos
permiten, por primera vez, transformar edificios ya existentes y diseñar nuevos edificios que
puedan generar parte, o la totalidad, de la energía que necesitan a par�r de fuentes de energía
renovable disponibles localmente, lo que nos permite repensar el futuro de los edificios como
“centrales eléctricas”. Las repercusiones comerciales y económicas son inmensas para el sector
inmobiliario y, en realidad, para el mundo en su conjunto.
La fábrica de General Motors (GM) en Aragón, España, la instalación produc�va más grande de
GM en Europa, acaba de instalar una planta solar de 10 megava�os en el tejado de su fábrica con
un coste de 78 millones de dólares. La central eléctrica puede producir electricidad suficiente
para la fábrica o suministrar electricidad a 4.600 hogares. La inversión inicial se amor�zará en
menos de 10 años, transcurridos los cuales la generación de electricidad será prác�camente
gratuita, exceptuando los costes de mantenimiento de la instalación solar.
El Parque Tecnológico Walqa, en Huesca, España, está enclavado en un valle de los Pirineos y
pertenece a una nueva generación de parques tecnológicos que producen su propia energía
renovable in situ para dotar de energía prác�camente a todas sus operaciones. Actualmente
hay una docena de edificios de oficinas en funcionamiento en el Parque Walqa, y está prevista
la construcción de otros 40. La instalación funciona íntegramente a par�r de formas de energía
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Liderando la Tercera Revolución Industrial y una nueva visión social para el mundo
renovable, incluidas la energía eólica, la energía hidráulica y la energía solar. El parque alberga
a empresas líderes de alta tecnología, entre ellas Microso� y otras empresas informá�cas,
empresas de energías renovables, etc.
El hidrógeno es el elemento más ligero y más abundante del universo y, u�lizado como fuente
de energía, los únicos derivados que genera son el agua y el calor. Las pilas de combus�ble de
hidrógeno se han u�lizado durante más de 30 años como propulsión para nuestras naves espaciales.
Así es como funciona el hidrógeno: las fuentes energé�cas renovables –solar, eólica, hidráulica,
geotérmica, maremotriz– se están u�lizando para generar electricidad. Esta electricidad puede ser
u�lizada, a su vez, para liberar el hidrógeno y el oxígeno del agua mediante electrólisis. Asimismo,
se puede extraer hidrógeno directamente de cul�vos energé�cos, residuos animales y forestales y
residuos orgánicos –conocidos como biomasa– sin necesidad de someterlos a la electrólisis.
Cabe señalar que la sociedad de la energía renovable es viable en la medida en que parte de la
energía se pueda almacenar en forma de hidrógeno. Esto se debe a que la energía renovable es
intermitente. No siempre brilla el sol, no siempre sopla el viento, no siempre fluye el agua si hay
sequía, y las cosechas agrícolas son variables. Cuando la fuente de energía renovable no estuviera
disponible, no se podría generar electricidad y la ac�vidad económica se paralizaría. Sin embargo,
si parte de la electricidad generada cuando hay abundancia de energía renovable se pudiese u�lizar
para extraer hidrógeno del agua, que puede almacenarse para volver a conver�rlo posteriormente
en electricidad, la sociedad dispondría de un suministro ininterrumpido de energía.
En 2008, la Comisión Europea anunció una Inicia�va Tecnológica Conjunta (ITC), una ambiciosa
asociación público-privada des�nada a acelerar la introducción comercial de una economía del
hidrógeno en los 27 Estados miembros de la UE, que centrará su atención en la producción de
hidrógeno a par�r de fuentes de energía renovables.
La Unión Europea ha levantado los tres primeros pilares de la Tercera Revolución Industrial
mediante una evaluación compara�va de la transición hacia las energías renovables, la promoción
del concepto de edificios como centrales eléctricas y la financiación de un agresivo programa de
I+D en materia de pilas de combus�ble de hidrógeno. El cuarto pilar, es decir, la reconfiguración
de la red eléctrica europea en consonancia con el modelo seguido para Internet, que permi�rá
a las empresas y a los propietarios de viviendas generar su propia electricidad y compar�rla
con otros, está siendo some�do actualmente a ensayos por parte de las empresas eléctricas en
Europa, Estados Unidos, Japón, China y otros países.
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En el futuro, las redes eléctricas inteligentes estarán cada vez más conectadas en �empo real a
los cambios meteorológicos –registrando los cambios de viento, la radiación solar, la temperatura
ambiente, etc.– brindando a la red eléctrica la capacidad de ajustar con�nuamente el flujo
eléctrico a las condiciones meteorológicas externas y a la demanda del consumidor. Así por
ejemplo, si la red eléctrica está some�da a un pico de demanda energé�ca que puede provocar
una sobrecarga en la red debido a un exceso de demanda, el programa informá�co podrá ordenar
que la lavadora de un consumidor reduzca un ciclo de lavado por carga o que se reduzca en
un grado la potencia del aire acondicionado. Aquellos consumidores que acepten estos ajustes
menores del uso energé�co serán recompensados con descuentos en sus facturas. Puesto que el
precio real de la electricidad varía a lo largo de las 24 horas, la información energé�ca en �empo
real abre las puertas a la “fijación dinámica de precios”, lo que permi�rá a los consumidores
incrementar o disminuir automá�camente su consumo energé�co en función del precio de la
electricidad de la red. Asimismo, la fijación de precios en �empo real permi�rá a los productores
de energía locales de mini-redes vender automá�camente su energía a la red o desconectarse
totalmente de ella. Las redes interconectadas inteligentes no se limitarán a proporcionar más
libertad a los usuarios finales a la hora de seleccionar sus opciones energé�cas, sino también a
crear nuevas eficiencias energé�cas en la distribución de la electricidad.
Las redes interconectadas posibilitan una amplia redistribución de la energía. El sistema centra-
lizado de flujo de energía actual, de arriba abajo, se está quedando obsoleto. En esta nueva era,
las empresas, los municipios y los propietarios de viviendas podrían conver�rse en productores
y consumidores de su propia energía –lo que se conoce como “generación descentralizada”–.
Las redes descentralizadas inteligentes también ofrecen la infraestructura básica para pasar de
los motores de combus�ón interna a los vehículos eléctricos impulsados por pilas de combus�ble
de hidrógeno. Los vehículos eléctricos impulsados por pilas de combus�ble de hidrógeno
también son “centrales eléctricas sobre ruedas” con una capacidad de producción de veinte o
más kilova�os. Puesto que, por lo general, el coche, el autobús o el camión están estacionados
la mayor parte del �empo, durante las horas en que no se usen, se podrían conectar al hogar, la
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Liderando la Tercera Revolución Industrial y una nueva visión social para el mundo
Así pues, el paso del motor de combus�ón interna al vehículo eléctrico impulsado por pilas de
combus�ble de hidrógeno también exige un nuevo compromiso en materia de infraestructuras
para la Tercera Revolución Industrial. En 2008, Daimler y RWE, la segunda empresa eléctrica
de Alemania, pusieron en marcha un proyecto en Berlín para crear puntos de recarga para
vehículos eléctricos Smart y Mercedes en la capital alemana. Renault-Nissan está ul�mando
un plan parecido para crear una red de puntos de recarga de batería en Israel, Dinamarca y
Portugal. Las estaciones con puntos de recarga darán servicio a todos los coches eléctricos
Megane de Renault. En el horizonte 2030, podremos encontrar puntos de recarga para vehículos
eléctricos impulsados por pilas de combus�ble de hidrógeno prác�camente en todas partes –en
carreteras y en hogares, en edificios comerciales, fábricas, aparcamientos y garajes–, creando
una infraestructura descentralizada tanto para enviar como para recibir electricidad a través de
la red eléctrica principal.
Actualmente empresas como IBM, General Electric, Siemens y otras empresas globales de
tecnologías de la información (TI) están penetrando en el mercado de la energía inteligente,
colaborando con empresas de servicios para transformar la red eléctrica en redes interconectadas,
de forma que los propietarios de edificios puedan producir su propia energía y compar�rla
mutuamente. CPS Energy en San Antonio, Texas; Centerpoint U�lity en Houston, Texas; Xcel
Energy en Boulder, Colorado; y Sempra Energy y Southern CalEdison, en California, están
empezando a instalar algunos segmentos de la red inteligente, conectando entre sí a miles de
edificios comerciales y de viviendas.
A menudo surge la pregunta de si las energías renovables, a largo plazo, podrán suministrar
energía suficiente para toda una economía nacional o global. Al igual que las tecnologías de red
de los sistemas de información de segunda generación permiten a las empresas interconectar
miles de ordenadores personales, creando una potencia informá�ca mucho más descentralizada
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Los empresarios y los administradores deberán recibir formación para sacar par�do de modelos
de negocio de úl�ma generación, incluyendo el comercio abierto y en red, las estrategias de
inves�gación y desarrollo descentralizadas y en colaboración y la ges�ón sostenible y baja en
carbono de las cadenas logís�cas y de suministro. Los niveles de cualificación y los es�los de
ges�ón de la mano de obra de la Tercera Revolución Industrial serán cualita�vamente dis�ntos
de los de la mano de obra de la Segunda Revolución Industrial.
Una red interconectada inteligente plenamente integrada permite que cada país produzca su
propia energía y comparta cualquier excedente con sus países vecinos en un enfoque “de red”
dirigido a garan�zar la seguridad energé�ca global. Cuando una región concreta tenga sobrecarga
o excedente temporal en su energía renovable, dicha energía podrá compar�rse con regiones
que estén pasando por un valle o déficit temporal.
La Tercera Revolución Industrial nos lleva a una nueva visión social en la que la propia energía
está ampliamente descentralizada, fomentando nuevos niveles de colaboración sin precedentes
entre personas y países. Al igual que la revolución de las comunicaciones descentralizadas de la
úl�ma década ha generado formas de pensamiento en red, el intercambio de códigos abiertos y
la democra�zación de las comunicaciones, la Tercera Revolución Industrial hace lo propio con la
democra�zación de la energía. Comenzamos a imaginar un mundo en el que cientos de millones
de personas están “capacitadas”, tanto en sen�do literal como en sen�do figurado, lo que tendrá
repercusiones de gran alcance para la vida social y polí�ca.
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Una nueva visión social
El cambio de los combus�bles fósiles de elite y las energías a par�r del uranio a las energías
renovables descentralizadas traslada al mundo más allá de la “geopolí�ca” que ha caracterizado
el siglo ��, para entrar en una “polí�ca de la biosfera” del siglo ���. Muchas de las luchas
geopolí�cas que tuvieron lugar durante el siglo pasado tenían como obje�vo lograr el acceso
militar y polí�co a las reservas de carbón, gas natural y uranio. Se han librado guerras y se han
sacrificado innumerables vidas en su búsqueda, al enfrentarse los países entre sí en la búsqueda
de la seguridad energé�ca de los combus�bles fósiles y del uranio. El comienzo de la Tercera
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Revolución Industrial ayudará a disipar las tensiones crecientes relacionadas con el acceso a
las reservas cada vez más escasas de combus�bles fósiles y de uranio, y facilitará la polí�ca
de biosfera, que se basa en un sen�do colec�vo de responsabilidad para salvaguardar los
ecosistemas de la Tierra.
Este nuevo énfasis en una polí�ca de biosfera viene acompañado de un cambio en las aspiraciones
personales. Durante mucho �empo, el sueño americano, con su énfasis en la oportunidad personal
y en el éxito material, ha sido la referencia a la que gran parte del mundo miraba en busca de
inspiración y guía. En el siglo ���, el nuevo sueño europeo de calidad de vida está empezando a
atraer a la generación de la Red. A pesar de que el sueño americano sigue siendo una referencia
para muchos, ha perdido parte de su hegemonía, al dedicar los jóvenes más atención a temas
como el cambio climá�co global, restaurar la salud de la biosfera, proteger las especies de la
Tierra, mantener comunidades seguras, facilitar el acceso universal a los servicios sanitarios,
garan�zar una educación de alta calidad universal y asequible, vivir con un es�lo de vida menos
materialista y más experimental y crear comunidades con una gran diversidad cultural. A pesar
de que aún se trata de una visión minoritaria, mantenida principalmente por una generación
de jóvenes europeos de clase media, y cada vez por más jóvenes estadounidenses, el sueño de
la calidad de vida está ganando adeptos entre los jóvenes de todo el mundo. La calidad de vida
es un sueño compar�do que sólo puede hacerse realidad colaborando y actuando de forma
colec�va. Es imposible tener calidad de vida en aislamiento.
El an�guo sueño americano y el nuevo sueño europeo reflejan dos conceptos muy dis�ntos
sobre la naturaleza humana. El sueño americano da prioridad a la autonomía individual y a la
oportunidad y hace hincapié en el interés material como forma de garan�zar tanto la libertad
personal como la felicidad. Por otra parte, el sueño europeo no descarta la inicia�va personal y
la oportunidad y �ende a dar la misma importancia a mejorar la calidad de vida de la sociedad en
general. Este sueño es un reconocimiento de que no estamos luchando solos, en un aislamiento
autónomo, sino que, al contrario, crecemos en profunda relación con los demás en un espacio
social compar�do. La calidad de vida pone el acento en el bien común como una forma importante
de garan�zar la felicidad de todos los individuos que conforman una comunidad.
El PIB fue creado por el Departamento de Comercio de Estados Unidos en los años treinta con
el fin de establecer un indicador que evaluara la recuperación de la economía después de la
Gran Depresión. El problema que plantea el PIB es que sólo mide el valor de la suma total de los
bienes y servicios económicos generados durante un período de doce meses. Sin embargo, no
dis�ngue entre aquellas ac�vidades económicas que realmente mejoran la calidad de vida de
la sociedad y las ac�vidades económicas nega�vas que la reducen. El PIB comprende todos los
�pos de ac�vidad económica, incluyendo la construcción de más prisiones, la ampliación de las
fuerzas de seguridad, el gasto militar, los costes de la limpieza de la contaminación, el aumento
de los costes sanitarios provocados por el tabaco, el alcohol y la obesidad, así como el gasto
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Liderando la Tercera Revolución Industrial y una nueva visión social para el mundo
inver�do en publicidad para convencer a las personas de que fumen y beban o coman comida
rápida procesada y con grasas.
En los úl�mos años se han producido varios intentos por encontrar una alterna�va adecuada al
PIB. El Índice de Bienestar Económico Sostenible (IBES), el Indicador de Progreso Real (IPR), el
Índice Fordham de Salud Social (FISH, por sus siglas en inglés), el Índice de Desarrollo Humano
(IDH), y el Índice de Bienestar Económico (IBE) son algunos de los indicadores más conocidos.
Cada uno de ellos pretende determinar la mejora económica “real” en el bienestar de los seres
humanos.
El primer intento por establecer un índice alterna�vo fue el IBES, creado en 1989 por el entonces
economista del Banco Mundial Herman Daly y el teólogo John Cobb. Su índice parte del gasto
de consumo personal para a con�nuación agregar el trabajo domés�co no remunerado. A todo
ello, se le resta la ac�vidad des�nada principalmente a mi�gar pérdidas, tales como el dinero
inver�do en delitos, contaminación y accidentes. El IBES también �ene en cuenta la disparidad
de ingresos y el agotamiento de los recursos naturales. EL IPR incluye muchos de estos criterios,
pero suma el valor del trabajo voluntario en la comunidad y deduce la pérdida de �empo de
ocio. El FISH mide dieciséis indicadores socio-económicos, incluyendo la mortalidad infan�l, el
abuso infan�l, la pobreza infan�l, el suicidio entre adolescentes, el consumo de drogas, la tasa
de abandono escolar, los ingresos semanales medios, el desempleo, la cobertura de seguros
sanitarios, la pobreza entre los mayores, los homicidios, la vivienda y la desigualdad de rentas.
El IBE �ene en cuenta aspectos como la capacidad de ahorro de las familias y la acumulación de
capital material, como, por ejemplo, viviendas, que miden la sensación de seguridad en el futuro
de cada uno.
Tanto el gobierno francés como la Comisión Europea están trabajando en estudios de alto nivel
para crear índices de calidad de vida des�nados a medir la salud y el bienestar reales de la
economía y de la ciudadanía. El hecho de que los gobiernos estén actualmente planteándose la
idea de establecer una forma alterna�va de medir el éxito económico supone un buen indicador
de los cambios sociales más amplios que se están produciendo a medida que la calidad de vida
va adquiriendo la misma importancia que los resultados produc�vos a la hora de evaluar el
rendimiento económico.
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El papel del capital social
y del capital público
Para promover una sociedad con calidad de vida es necesario adquirir un compromiso de
colaboración a dos niveles: un compromiso cívico en la comunidad y una voluntad de que el
dinero que cada uno tributa se u�lice para promover inicia�vas y servicios públicos que mejoren
el bienestar de la sociedad en general. La resurrección del capital social en la sociedad civil y la
revitalización del capital público en el sector de la Administración Pública serán esenciales para
lograr la aspiración de la calidad de vida en todos los países.
A pesar de que el compromiso cívico tradicional de las hermandades como el Lions Club, Kiwanis,
Ruritan y los Elks ha ido desvaneciéndose con la desaparición de la generación de la Segunda
Guerra Mundial, hemos sido tes�gos de un resurgimiento del compromiso cívico gracias a los
grupos de autoayuda y a los dis�ntos �pos de colaboración en el ciberespacio.
A pesar de que a veces nos referimos a ella como el tercer sector, como si fuera menos relevante
que el mercado o el gobierno, de hecho, la sociedad civil es el sector más importante. Es en la
sociedad civil donde la gente crea el discurso que define su vida y la vida de la sociedad. Estos
discursos conforman las bases culturales comunes que hacen que la gente establezca vínculos
emocionales de afecto y confianza que representan la leche materna de la extensión empá�ca.
Sin cultura sería imposible hacer negocios o gobernar. Los otros dos sectores exigen una inyección
constante de confianza social para poder funcionar. En efecto, es justo decir que los sectores del
mercado y del gobierno dependen de la confianza social y que desaparecerían o se derrumbarían
si ésta desapareciera. Por ello, no hay ningún ejemplo en la historia que demuestre que los
mercados o los gobiernos pueden preceder a la cultura o exis�r en ausencia de ésta. Tanto los
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Liderando la Tercera Revolución Industrial y una nueva visión social para el mundo
mercados como los gobiernos son extensiones de la cultura, y nunca al contrario. Siempre han
sido, y siempre serán, ins�tuciones secundarias y no primarias en los asuntos de la humanidad,
porque es la cultura la que crea el manto empá�co de sociabilidad que permite a las personas
relacionarse entre sí con confianza en los mercados y en los gobiernos.
En los úl�mos 15 años, los ins�tutos y universidades estadounidenses han introducido programas
de “aprendizaje-servicio” (service learning) en los programas lec�vos –un cambio revolucionario
que ha alterado de forma significa�va la experiencia educa�va de millones de jóvenes–. Como
parte de los requisitos para graduarse, los alumnos deben ser voluntarios en organizaciones
sin ánimo de lucro del barrio y en inicia�vas de la comunidad des�nadas a ayudar a los más
necesitados y a mejorar el bienestar de las comunidades en las que viven.
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comunidad. Por esta razón, en Europa la sanidad es un bien público y, en consecuencia, las tasas
de mortalidad infan�l son inferiores y la esperanza de vida es mayor que en los Estados Unidos.
Los países europeos también dedican más fondos públicos a ayudar a los pobres y �enen menores
tasas de pobreza infan�l que los Estados Unidos. Los europeos también gozan de comunidades
más seguras, �enen tasas de homicidios muy inferiores y una población carcelaria muy inferior.
El sistema de transporte público europeo se encuentra entre los mejores del mundo. Asimismo,
los europeos cuentan con la norma�va más estricta a escala mundial en materia de protección
del medioambiente.
Hasta hace poco, los estadounidenses no habían expresado esta misma voluntad de ser gravados
para promover el bien público de la sociedad. Sin embargo, la reciente recesión económica ha
minado la confianza pública en la comunidad empresarial y ha establecido un nuevo debate
sobre el papel del gobierno en la creación de una sociedad de calidad de vida para todos los
estadounidenses. La campaña presidencial de Barack Obama hacía hincapié en la necesidad de
una atención sanitaria universal, más fondos públicos para mejorar la educación pública y una
protección más rigurosa del medioambiente, entre otros bienes públicos.
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Jeremy Rifkin
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5/2009
LIDERANDO LA TERCERA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
Y UNA NUEVA VISIÓN SOCIAL PARA EL MUNDO