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En términos generales la semiologia tiene por objeto todos los sistemas de signos, cualquiera que fuere la sustancia y los limites de estos sistemas: las imagenes, los gestos, los sonidos, los objetos y los conjuntos de estas sustancias - que pueden encontrarse en ritos, protocolos o espectaculos - constituyen si no lenguajes, al menos sistemas de significacién. -Elerucatos de Semiologia est Roland Ba =OMG2I 90.05 BAR len Iconos a aL Una critica hoy habitual —en el principio ori de H. Marcuse— de Ia efilosofia positivista> 0 «neo- positivistas viene a decir que la preocupacién por el lenguaje establecido es una forma de complicidad con el medio en que ese lenguaje nace, una forma de complicidad con la estabilidad del medio social. En un libro reciente —eIndagaciones sobre el lengue- je>—, José Ferrater Mora ha respondido 2 esa cri ‘ca en los siguientes términos: «Herbert Marcuse ha acusado a los filésofos lingUfsticos de tratar de man- tener el statu quo alegando que si el lenguaje corrien- te esté bien tal como esté no parece que valga la pena esforzarse por cambiar nada de él. Esto es to- mar el rébano por las hojas. Decir que "La horca esté 2 final del patio” puede describirse © analizarse de modo similar a "La escoba esté en la esquina”, pero no equivale a decir que vivimos en un mundo en el ‘cual no importa nada que haya horcas al final de pa- tios 0 escobas en las esquines. Lo Unico que con ello se dice es que no es menester descomponer dichas foraciones en supuestos elementos componentes, que serian nombres de “objetos”: “El mango esté en la esquina y el manojo esté en la esquina”, "Los dos palos hincados en la tierra estén al final del patio y lo encima trabando los dos esté al final del pa- Qué statu quo se mantiene con ello?» !. ‘Dejando ahora la_cuestién de que lo que en ultima instancia se debate no es Ia licitud del trabajo de ta- les fildsofos, sino una concepcién de la filosoffa y de la ciencia especializada en relacién a la filosoffa, puede preguntarse el lector qué tiene que ver tal asunto con el libro que presentamos. Si hemos trafdo a colaci6n esta critica es porque, primero, el pensa- miento estructuralista en general’ y el de Barthes en particular también estén acostumbrados a este tipo Ge censure, y, segundo, porque ante algunos textos de este librito'la tentacién de respaldarla y apoyarla tes notablemente intensa. Pensemos, pongo por caso, fen algunas ejemplificaciones del autor: lo mismo se puede ejemplificar con conceptos tales como «eman- Cipacién de los trabajadoress, (6. GRANGER, Ndthodologle. deonemique, pi. 23). 2 Peligro ‘evidenciedo por. LEVESTRAUSS, Anthropelogle struc. ig. 58. Hey trod. cast, Buenos Aires, Eudebo, 1965, aracterstica ha ido sdveride (con reserves) por M. ‘COHEN, Lingustgue moderne et" ldtallame, con el cédigo (M/C); esta estructura es importante ya que abarca las «interpretaciones dilucidantes», es decir, las cir- cunlocuciones, los sinénimos y las traducciones de tuna lengua a otra; 4) los shifters ciertamente cons- tituyen las estructuras dobles més interesantes; el ‘ejemplo més accesible de shifter lo proporciona el pronombre personal (Yo, t6), «simbolo-indices que FeGne en sf el nexo convencional y el existencial: Yo, efectivamente, no puede representar su objeto si no es en virtud de una regla convencional (que acta de forma que Yo se convierta en Ego en latin, Ich en ale- mén, etc.), pero, por otra parte, al designar @ quien la profiere, s6lo puede referirse existencialmente a la pronunciacién (C/M). Jakobson recverda que los pronombres personales se han considerado durante mucho tiempo el estrato més primitivo del lenguaje (Humboldt), cuando, segin él, expresan, por el con- trario, una relacién compleja y madura entre el CO- digo y el Mensaje. Los pronombres personales cons- tituyen la Gltima adquisicién del lenguaje infentil y la primera pérdida en la afasia: son términos de transposicién de dificil utilizacién, La teoria de los shifters parece todavia poco explotada; «a priori» r sulta, sin embargo, sumamente fecundo observar, asf puede decirse, el cédigo enfrenténdose al mensaje (ya que el caso contrario resulta mucho més banal). A titulo de hipdtesis de trabajo es posible, quizé, apun- 7 tar que la definicién semiolégica de los mensajes que se sitéa en los confines del lenguaje, y en particu- lar de determinadas formas del discurso literario, habria de buscarse precisamente entre los shifters, que, como ya hemos visto, son simbolos-indole (si- guiendo 4a terminologia de Peirce). 1.2. Porspectivas semloligicas. 1.2.1. La dimensién sociolégica del concepto Len- ‘gua/Habla es evidente. Desde el primer momento se hha puesto de manifiesto una clara afinidad entre la Lengua saussureana y la concepcién durkheimiana fa consciencia colectiva, independiente de sus man festaciones individuales; se ha hablado incluso de una influencia directa de Durkheim sobre Saussure: Saus- sure debié seguir de cerca la discusién entre Dur- kheim y Tardé. Su concepcién de la Lengua segura- mente procede de Durkheim, mientras que su con- ‘cepcién del Habla es probable que sea uns especie de concesién a las ideas de Tardé sobre lo indi dual ”. Esta hipétesis ha perdido vigencia dado que, de la idea saustureana de lengua, la lingUistica ha dese. rrollado fundamentatmente el aspecto de «sistema de valores» y esto ha llevado a aceptar la necesidad de un ymanente de la instituci6n lingUlstica: inma- la que la investigacién sociolégica es refrac- taria, Paradéjicemente no es, por lo tanto, en el cam- po de la sociologia donde ‘hallaremos el desarrollo més fecundo de la nocién Lengua/Habla, sino en el campo de Ie filosofia, con Merleau-Ponty, que proba- blemente ha sido uno de los fildsofos franceses que més se ha interesado por Saussure, ya sea por haber recuperado la distincién saussureana, bajo forma de oposicién, entre habla hablante (intencién significa- tiva en sv estado naciente) y habla hablada («patri- monio adquiridos gracias a la lengua, que recuerda mucho el etesoro» de Saussure) ", 0 bien sea por ha- ber cumplido el concepto originario de Saussure. nos- tulando que todo proceso presupone un sistema ®: se ha elaborado asf una oposicién ya clésica entre acon tecimiento y estructura, oposicién particularmente fecunda en la Historia®!. ‘Como ya es sabido, fa no- cién saussureana ha conocido también un gran des- arrolio en el campo de la antropologta; la referencia ‘8 Saussure aparece demasiado explicita en toda le obra de Lévi-Strauss para que sea necesario insistir fen este aspecto. Nos limitaremos a recordar que le oposicién entre el proceso y el sistema (entre el Ha- bla y la Lengua), se vuelve a encontrar concretamente al pasar de la comunicacién de las hembras a las es- tructuras de parentesco; que para Lévi-Strauss la opo- sicién tiene un valor epistemolégico: el estudio de los fenémenos de la lengua esté regido por una interpre- tacién mecanicista (en’el sentido de Lévi-Strauss, es en contraposicién a lo que es estadistico) y estructural, y 1a de los fenémenos del habla por el céleulo de probabilidades (macro-lingiistica) #; por Ultimo, que el cardcter inconsciente de la lengua en aquellos que recogen su habla, postulado explicit mente por Saussure, reaparece en una de las posi- ciones més originales y fecundas de Lévi-Strauss, se- gin la cual lo inconsciente no son los contenidos (cri- tica de tos arquetipos de Jung), sino las formas, es decir, la funcién simbdlica. Esta concepcién se apro- xima a la de Lacan, para el cual el deseo incluso se articula como un sistema de significaciones, lo que induce 0 deberé inducir a describir de forms nueva lo imaginario colectivo, no a través de sus «temas», como se ha hecho hasta ahora, sino a través de sus formas y funciones, 0 para expresarlo de un modo més claro aunque quizé més somero: a través de sus significantes més que a través de sus significados. De estas breves anotaciones resulta evidente hasta qué punto-la nocién Lengua/Habla esté prefiada de des- arrollos extra o meta-lingilsticos. Defenderemos, por lo tanto, la existencia de una categorfa general Len gua/Habla extensive a todos los sistemas de signifi- cacién; a falta de una definicién mejor mantendre- mos aqui los términos Lengua y Hable, aunque apli- céndolos a comunicaciones cuya esencia no es verbal. 2 12.2. Ya hemos visto que la distincién entre Len- gua y Habla era esencial en el andlisis lingiistico; resulteria, por lo tanto, indtil proponer inmediata- mente esta distincién para sistemas de objetos, de imagenes © comportamientos que no han sido tode- via estudiados desde un punto de vista seméntico. Sélo es posible prever que, para algunos de estos hi- potéticos sistemas, cierta clase de fenémenos perte- recerén a la categorfa Lengua, mientras que otros per- tendcerén a la categorla Habla, advirtiendo que, en este paso semiolégico, la distincién saussureana corre el peligro de sufrir modificaciones, las cuales se pon- drén inmediatamente en evidencia. Pensemos, por ejemplo en el vestido. Es necesario distinguir aqui tres sistemas diferentes, segin la sustancia inherente ‘a la comunicacién. En el vestido eserito, es decir, des- crito por una revista de modas a través del lenguaje articulado, no existe, por as{ decirlo, chablas: el ves- tido «descrito» no corresponde nunca a una realize- cin individval de las reglas de la moda, es un con- junto sistemético de signos y reglas: es una Lengua ten estado puro. Segin el esquema de Saussure una lengua sin Habla resultarfa impensable; si, por el contrario, esto resulta aqui posible se debe 2 que la Tengua de la Moda no procede de 1a emasa hablantes, sino de un grupo de decisién, que elabora voluntaria- mente el cédigo y, por otro lado, a que la abstraccién inherente a toda’ lengua ha sido materializade, en ‘este caso, bajo forma de lenguaje escrito: el vestido de moda (escrito) es lengua a nivel de la comunice- ccién evestimentaria» * y habla a nivel de la comuni- n verbal. En el vestido fotografiade (suponiendo, para simplificar, que no vaya ecompafiado de una descripcién verbal) le Lengua emana siempre del fashion-group, pero no se nos da ya en su abstraccién, ya que el vestido fotografiado aparece siempre sobre una mujer in ‘Lo que hallamos en la fotogra- fia de moda es un estado semi-sistemstico del vesti- do; en efecto, por una parte, la Lengua de la mode debe inferirse en este caso de un vestico pseudo-real y, por otra parte, la persona que lleva el vestido (lav 30 modelo fotografiada) es, si as{ puede decirse, un indi- viduo normativo, elegido en funcién de su generali dad canénica y que, por ello, representa una «pala- bra> cristalizada, privada de cualquier tipo de {iber- tad combinatoria. Es decir, como ya habia apuntado Trubezkoy *, en el vestido’ puesto (0 real) volvemos 2 encontrar la distincién clésica entre lengua y habla; la Lengua evestimentaria» esté constituida: 1) por las oposiciones de los elementos, partes o detalles» cuya variacién determina un cambio del sentido (le var una boina o un sombrero de copa no tiene el mismo significado); 2) por las reglas que determina la asociacién de los elementos en su disposicién a lo largo del cuerpo 0 unos sobre otros. El habla «ves- timentaria» comprende todos los fenémenos de fa- bricacién anémiea (en nuestra sociedad ya ca quedan) 0 de presencia individual (corte del vestido, grado de limpieza, de uso, manias personales, libre asociacién de los distintos elementos): en lo que res- pecta a la dialéctica que une aqui el vestido (Len- gua) y el vestir (Habla) no se parece en nada a la del lenguaje; es cierto que el vestir parte siempre del vestido (excepto en el caso de la excentricidad, qve, por otra parte, tiene también sus signos), pero. el vestido, al menos hoy, precede al vestir, ya que procede de la «confeccién, es decir, de un grupo minoritario (en cualquier caso siempre més anénimo que en el caso de la Alta Moda). 1.2.3. Consideremos ahora otro sistema de sic ficacic Ja alimentacién. No seré dificil hallar tam- bién aqui la distincién saussureana. La lengua culi- maria etd constituldor 1) por is rela (tabdes culinarios); 2) por Tas Oposicions ifice tes de unidades que todtula hen de detorninee aed tipo, por ejemplo, de: salade/axucarado); por las re- las de a: ién, ya sea simulténea (a nivel de un manjer) 0 sucesiva (a nivel de un mend); 4) por los proeclos an veo, que yuled fnclnen Carns bree pecle de retérlea culinaria. En lo que respecte al che. 31 bla» culinaria, sumamente rice, comprende todas las variaciones personales (o familiares) de preparacién y asociacién (se podria considerar la cocina de una familia, que subyace a un cierto ndmero de costum- bres, como un idiolecto). El Mend, pongamos por caso, ejemplifica muy bien la funcién de la lengua y del habla: cada mend se constituye con referenci a una estructura (nacional, o regional, y social), pero esta estructura se llena de distinta forma segin los dias y los usuarios, exactamente igual que una «for- max lingifstica se llena a partir de das libres var ciones y combinaciones que necesita un locutor pare un determinado lenguaje. La relacién entre la lengua y el habla seria en este caso bastente similar a la que hallamos en el lenguaje: es, a grandes rasgos, el 30, es decir, una especie de sediment bras, lo que constituye le lengua culinaria argo, fos fenémenos de innovacién individual (rece- tas inventadas) pueden adquirir un valor instituci nal. Contrariamente a lo que sucede con el sistema del vestido, equi falta la accién de un grupo de deci- sign: la lengua culinaria se constituye Gnicamente 2 partir de un uso ampliamente colectivo o de un cha- bla» puramente individval. 1.2.4, Para terminar, aunque de una forma traria, estas observaciones acerca de las perspectives de la distincién Lengua/Habla propondremos todavia algunas indicaciones concernientes a dos sistemas de objetos, ciertamente muy diversos, perc que tienen fen comin el hecho de depender ambos de un grupo de decisién (de fabricacién): el automévil y el mo- billario. En el automévil, la det musica). En lo que concierne a la Prensa, que recone, nte podemor considerar un sistema ote ‘uténomo a 33, i6n, incluso limiténdonos a. sus elemen- tos escritos, lgnoramos todavia casi todo acerca de ‘un fenémeno lingufstico que parece desempefiar en é! tuna funcién capital: Ia connotacién, es decir, el des- arrollo de un sistema de segundos sentides, sistema parésito, si ast podemos llamarlo, de la lengua propia- Mente digha; este sistema segundo es también una ‘clengua», en relacién a la cual se desarrolian hechos “del habla,-idialectos y estructuras dobles. Para estos sistemas comiplejos 0 connotados (ambos earacteres ho son exclusives) ya no es posible, pues, predeter- minar, aunque sea de forma global o hipotética, la clase de hechos de lengua ni la clase de hechos de! habla. de significaci 1.2.6. La extensign semiolégica de la rocién Len- gqua/Habla plantea sin duda ciertos problemas que evidentemente coinciden con los puntos en los cuales fel modelo lingUistico no puede mantenerse y tiene que ser reelaborado. I primer probleme concierne al origen del sistema, es decir, a fa dialéctica, misma de la lengua y del habla. Si consideramos el lenguaje, Yemos que en la lengua no entra absolutamente na que no haya sido probado por el habla y que, recl- procamente, el habla no es posible (es decir, no res- onde a su funcién de comunicacién) si no esté ba- Sada en el «tesoro» de la lengua. Este movimiento es propio, al menos parcialmente, incluso de un sis- tema como la comida, a pesar de que los hechos individuales de innovacién puedan convertirse aqul ‘en hechos de la lengua; pero para la mayor parte de los demés sistemas semiolégicos, 1a lengua esté ela- borada no por la «masa hablante», sino por un grupo de decisién. En este sentido puede decirse que en la mayor parte de las lenguas semiolégicas el signo es realmente «arbitrarios *, en cuanto basado de una forma artificial en una decisién unilateral: se trata, pues, de lenguajes fabricados, de «logotécnicas». El Usuario sigue estos lenguajes, destaca en ellos los mensajes (las chablas»), pero no participa en su ele- oracién; el grupo de decisin que esté en los origenes del sistema (y de sus mutaciones) puede ser més 0 menos restringido; puede ser una tecnocracia alt mente cualificada (Moda, automévil); puede ser tam- bién un grupo més extenso, més anénimo (arte del mobiliario corriente, confeccién media). Pero si este fo altera la naturaleza institucior de 2 comunicacién y conserva uns determinada di léctica entre el sistema y el uso, es porque, por un Jado, aun siendo asumido, el significante ‘es no menos respetedo por la masa de los usuarios (Si no, el usuario queda mareado por cierta asoci bilidad: no puede ya comunicar més que la propia excentricidad), y porque, por el otro, las lenguas ela- boradas «por decisién» no son completamente libres («arbitrarias»). De hecho éstas sufren la determine- cién de Ie colectividad, aunque no sea més que en os modos siguientes: 1) cuando surgen nuevas ne- cesidades, consiguientes al desarrollo de las socie- dades (adopcién de un modo de vestir semieuropeo en los palses del Africa contemporénea, nacimiento de nuevos protocolos de alimentacién répida en las sociedades industriales y urbanas); 2) cuando algin imperative econémico determina la desaparicién o promocién de determinados materiales (tejidos ar ficiales); 3) cuando la ideologfa limita la invencién de las formas, la somete @ un tabi, 0, de alguna forma, reduce los mérgenes de la «normalidad».‘E una pers- pectiva més amplia puede afirmarse que las propias elaboraciones del grupo de decision, es decir, las fo- gotécnicas, no son mas que los términos de una fun- cién cada vez més general, que es la de Ia imaginacién colectiva de la época: la innovacién individual queda as{ trascendida por una determinacién sociolégica (de ‘grupos restringidos) y a su vez estas determinaciones sociolégicas remiten 8 un sentido final, de naturaleza antropolégica. 1.2.7. El segundo problema planteado por la ex- tensién semiolégica de la nocién Lengua/Habla con- clerne a la relacién de evolumen> que puede estable- cerse entre las elenguass y sus ehablas», En el len- ‘guaje existe una gran desproporcién entre 1a lengue, conjunto finito de reglas, y las chablass que vienen a situarse bajo estas reglas y son précticamente infi- nitas. Puede presumirse que un sistema como le co- mida presente todavia una importante variacién de voldmenes, ya que, en el seno de las «formas» cul narias, las modalidades y las combinaciones de eje- cucién son todavia muy numerosas. Sin embargo, he- mos visto que en sistemas como el del automévil o el mueble, la amplitud de las variaciones combinato- ries y de las libres asociaciones es débil; hay poco ‘margen —al menos poco margen reconocido por la propia institucin— entre el modelo y su «realiza- cléna, se trata de sistemas en los que «el habla» es pobre. En un sistema peculiar como la Moda escrita, dicha habla es incluso casi inexistente, de forma que, paradéjicamente, nos encontramos. au! frente a una lengua sin habla (y esto, como hemos visto, porque dicha lengua esté sostenida por el habla lingUfstica). Esto no quite que, si es verdad que existen lenguas sin hablas 0 de habla muy pobre, necesariamente ten- dré que revisarse 1a teorla saussureana, segén la cual Ja lengua no es més que un sistema de diferencias (en cuyo caso, slendo enteramente es simple soporte de una varie- ble (large/eorto) que, sola, pertenece plenamente 2 Ja lengua «vestimentarias: distincién que es desco- nocida para el lenguaje, en el cual el sonido, al ser considerado como inmediatamente significante, no puede descomponerse en un elemento inerte y un elemento seméntico. De esta forma nos verfamos in- ducidos a reconocer en los sistemas semiolégicos (no Uinghlsticos) tres planos (y no dos): al plano de te materia, el de la lengua y el del uso. Evidentemente, ‘esto nos permite dar cuenta de los sistemas sin a la cruz), frente al signe, en el cual la relacién es inmotivada y exac- ta (no existe analogfa entre la palabra buey y la ime- gen buey, que coincide perfectamente con su relatum). 11.1.2. En Ia dingifstice la nocién de signo no de- termina competencia entre términos vecinos. Para designar la relacién significante Saussure ha eliminado desde el primer momento el simbolo, dado que el término entrafiaba uns ides de motivacién favor del signo, definido como unién de un significante y un significado (igual que las dos coras de una ho} de papel), 0 también de una imagen acistica y de un concepto. Antes de que Saussure hallara los tér- minos significante y significado, signo resultaba am- biguo, en la medida en que tendia a corfundirse con el significante s6lo, lo que Saussure queria evitar toda costa; tras haber vacilado entre soma y sema, forma e idea, imagen y concepto, Saussure se decidié por significante y significado, cuya unién forma el 42 signo; proporcién fundamental a la cual se debe vol- pre, dado que existe una cierta tendencia & tomar signo por significante, cuando se trata de une realidad de dos caras. La consecuencia (importante) 5 que, al menos para Saussure, Hjelmslev y Frei, la seméntica debe formar parte de la lingiistica estruc- tural, ya que los significados forman parte de los signos, mientras que para los mecanicistas americe- nos los significados son sustancias que deben expul sarse de fa lingifstica incluirse en la psicologta. A ralz de Saussure, la teoria del signo lingufstico se hha visto enriquecida por el principio de la doble ar- tleulacién, cuya importancia ya ha sefialado Martinet, hasta el punto de convertirla en criterio definitorio del lenguaje: entre los signos lingUfsticos es, de he- cho, necesario separar tas unidades significativas do- tadas todas de un sentido (las «palabras» 0, para ser més exactos, los «monemas») y que forman {a pri mera articulacién de las unidades distintivas, que par- ticipan en la forma, pero no poseen directamente un sentido (los «sonidos» 0, mejor dicho, los fonemas), ¥ que constituyen la segunda articulacién. Es la doble articulacién la que explica la economla del lenguale humano; en efecto, hace las veces, por asi decirlo, de poderoso multiplicador, que acta de forma, por ejem- des distintivas. 11.1.3. El signo esté, pues, compuesto por un sig- nificante y un significado. El plano de los significan- tes constituye el plago de expresién y el de los signi- ficados el plano de contenide. En cada uno de ellos Hjelmslev ha introducido una distincién que puede set importante para el estudio del signo semiolégico (y no ya solamente lingilstico); para Hjelmslev todo plano implica, efectivamente, dos strata: la forma la sustancia. Hay que insistir en la nueva definicion de estos dos términos, ya que cada uno de ellos tiene tun marcado pasado lexical. La forma es aquello que puede describirse exhaustiva, simple y coherentemen- 43 te (criterios epistemolégicos) por la fingijfstica, sin recurrir a premisa alguna extralingUlstice. Dado que ‘estos. dos strata vuelven a encontrarse en el plano de la expresion y en el plano del conterido, se ten- dré, pues: 1) una sustancia de la expresién: por ejem- plo, la sustancia fénica, articulada, no funcional, de fa que se ocupa la fonética y no 4a fonologia; 2) una forma de 1a expresién, constituida por les. reglas paradigmétices y sintécticas (se advertiré que una misma forma puede tener dos sustencias diferentes, tuna fénica y otra gréfica); 3) una sustancia del con- tenido: son, por ejemplo, los aspectos emotivos, ideo- légicos 0 simplemente nocionales del significado, su sentido «positives; 4) una forma del contenido: es la organizacién formal de los significados, por ausen- cia o presencia de una marce seméntica®. Esta Gl- tima nocién no es fécil de captar, en razin de 1a im- posibilidad ante la que nos encontramos, frente al Tenguaje humano, de separar los significados de los significantes; pero precisamente por esto le distin- cién forma/sustancia puede volver a resultar til y facil de utilizar, en semiologia, en los siguientes casos: 1) cuando tenemos que enfrentarnos con un sistema cen el cual los significados son inherentes 8 una sus- tancia diversa de la de su propio sistema (es, como se ha visto, el caso de ls Moda escrita); 2) cuando un sistema’ de objetos comporte una sustancia que no es inmediata y funcionalmente significente, pero puede ser, 8 cierto nivel, simplemente utilitaria: cierto manjar puede servir para significar una situacién, pero también para nutrirse. IL.1.4, Esto permite, quizé, entrever la naturaleza del signo semiolégico en relacién al signo linguist ‘AL igual que su modelo, el signo semiolégico esté tam- bién compuesto por un significante y un significado (en el cddigo de circulecién, por ejemplo, el color de un seméforo es una orden de circviacién), pero se separa de él a nivel de sus sustancias, Muchos sis- temas semiolégicos (objetos, gestos, imégenes®) tt nen una sustancia de la expresién cuyo ser no es en la significactén; suelen ser objetos de uso, sepa- a4 fad con fines de significacién: el vestido sirve Bara protegerse, la comida para nutrirse, aunque sirvan también para significar. Propondremos llamar a estos signos semiolégicos de origen utilitario y funcional, funcién-signe. La funcién-signo da testi- ‘monio de un doble movimiento que hay que analizar. En un primer momento (esta descomposicién es pu- Famente operativa y no implica una temporalidad real), la funci6n se prefia de sentido; esta semanti- zacién es fatal: por el solo hecho de que existe s0- cledad, cualquier uso se converte en signo de este uso. La funcién del impermeable es le contra la lluvia, pero esta funcién es in signo mismo de una cierta situacién atmosfé que nuestra sociedad no produce més que objetos standardizados, normalizados, estos objetos son ne- cesariamente las ejecuciones de un modelo, las hal de-una lengua, les sustancias de una forma sig ante. Para encontrar un objeto insignificante habria que imaginarse un utensilio absolutamente improvi sado y que no se aproximara en nada a un modelo existente (Lévi-Strauss ha mostrado cémo la propia bricole es bisqueds de un sentido): hipétesis précti- camente inviable en cualquier sociedad. Esta semanti- zaci6n universal de los usos es capital: efectivamente, muestra que no hay nada real que no sea inteligible, y deberfa inducirnos a confundir, por Ultimo, socio- logfa con socio-Iégica®. Pero una ver constituido el signo, la sociedad puede perfectamente re-funcionali zarlo, hablar de 61 como de un objeto de uso: se hi lard de un vestido de piel como si sirviera dnica- mente para proteger del frfo. Esta funcionalizacién habitual, que para existir necesita un segundo lengua- je, no se identifica en absoluto con la primera fun- nalizacién (por lo demés puramente ideal): por su parte, la funcién re-presentada corresponde a una segunda institucién seméntica (camuflada) que per- tenece al orden de Ja connotacién. Por tanto, la fun- cién-signo tiene probsblemente un valor antropolégi 5 la unidad misma en la que se entremez- ciones de lo técnico y de fo insignificante. 11.2, El significado. 11.2.1. En la lingUlstica, la naturaleze del signifi- cado ha dado lugar a discusiones concerrientes sobre todo a su grado de «realidad; sin embargo, estas dis- cusiones estén de acuerdo en insistir sobre el hecho de que. el significado no es «una cosa», sino una re- presentacién psiquica de la «cosa». Se ha visto que fn la definicién del signo dada por Wallon este ca- rrécter representativo constituia un rasgo permanente del simbolo y del signo (en oposicién al indice y @ la sefial); el propio Saussure ha evidenciado la natu- raleza psiquica del significado llaméndolo aconceptos: el significado de la palabra buey no es el snimal buey, sino su imagen psiquica (esto seré importante para seguir la discusién sobre la natursleze del sig- no). Estas discusiones quedan, sin embargo, mar cadas por el psicologismo; quizé ‘sea prefer el anélisis de los estoicos , los cuales di crupulosamente la gavreaia Royiaq (la representa. cién psiquica) el ‘toyzaréy (la cosa real) y Yextéy (lo edecible); el significado 10 es ni le gevsia ni el coryaviy; ni acto de conciencia ni rea- lidad; puede definirse tan sdlo en el seno del pro- ces0 de significacién, de forma cuasi-tautolégica: es ‘ese «algo» que aquel que emplea el signo entiende por él. De esta forma se llega precisamente a una definicién puramente funcional: el significado es uno de los dos relata del signo; la Gnica diferencia que Te opone al significante es que este Ultimo es un me- diador. Esencialmente, la situacién no podria ser di- Versa en el émbito de la semiologia, donde objetos, imégenes, gestos, etc., en la medida en que son sigr ficantes, remiten e.sigo que no es decile sino 2 tr vés de ellos, con la diferencia de que el significado semiolégico puede remitirse a los signos de la len- ‘gua. Se diré, por ejemplo, que un determinado swea- ter significa los largos paseos de oto en el bosque; fen este caso, el significado no es solamente mediado por su significante evestimentario»™® (el sweater), sino también por un fragmento de palabra (lo cual 11.2.2. 4Cémo clasificar los significados? Es sabi- do que en semiologia esta operacién es fundamental, ya que consiste en separar la forma del contenido, En lo que concierne a los significados lingiifsticos pueden concebirse dos tipos de clasificacién; el pri- mero es externo y hace referencia al contenido «posi- tivos y no puramente diferencial de los conceptos: es el caso de las agrupaciones metédicas de Hallig y Wartburg” y, de forma més convincente, de los cam- pos nocionales de Trier y de los campos ‘lexicolégicos de Matoré ®, Pero desde el punto de vista estructural (sobre todo las de Hallig y Wartburg) tienen el de- fecto de basarse todavia demasiado en Ia sustancia (ideolégica) de los significados y no en su forma. Para llegar a establecer una clasificacién realmente formal, tendrlamos que lograr reconstruir las oposi- ciones ‘de significados y conseguir que emergiera en cada una de ellas un rasgo pertinente (conmutable) ; ‘este método Jo preconizan Hielmslev, Sdrensen, Prie- to y Greimas. Hielmslev, por ejemplo, descompone un monema como eyegue» en dos unidades de sen- tido més pequefias: «caballo» + ); Prieto ve en ‘evire dos rasgos conmutables chombrex -+ emascu- lus»; SBrensen reduce el léxico de la parentela a una combinacién de «primitivos» («padres = progenitor macho, «progenitor» = ascendiente de primer gra- do). Ninguno de estos anélisis ha sido todavia des- arrollado®. Por dltimo, hay que recordar que para algunos lingUistas los significados no forman parte de |e lingiitstica, 4a cual debe ocuparse sélo de los slgni- a7 ficaci6n seméntica escapa a las ica ficantes, y que | tareas de la lingif 11.2.3. La lingUfstica estructural, por mucho que haya progresedo, no ha construido todavia una se- méntica, es decir, una clasificacién de les formas del significado verbal. Por lo tanto, se comprende fécil- mente cémo en lacsituacién actual no se puede pro- poner una ‘clasificacién de los significados semiolé- {gicos, @ no ser que se recurra a los campos nocio Tes conocidos. Nos limitaremos a hacer tres observa- clones. La primera concierne a la forma de actualize- ibn. de los significados semiolégicos. Estos dltimos pueden presentarse de forma isolégica 0 no isolégice; fen el segundo caso estén remitidos a través del len- guaje articulado, o @ una palabra (week-end), 0 2 tun grupo de palabras (largos paseos por el campo) son, pues, més féciles de estudiar, ya que el analista ‘no se ve obligado a imponerles su propio metalengua- je, pero también més peligrosos, en la medida en que Femiten continvamente a la clasificaci6n seméntica de la propia lengua (clasificacién, por otra parte, des- conocida) y no a una clasificacién que tenga su fun- damento en el sistema observado. Aungue estén me- diados por el habla periodistica, los significados del vestido de Moda no se distribuyen necesariamente como os significados de Ia lengua, dado que no siem- pre tienen la misma «longitud> (aqu! una palabra, alld una frase); en el primer caso, en el de los sis- isolégicos, el significado no tiere otra mate- rializacién més que su significante tipico y no se le puede, por tanto, estudiar si no es imponiéndole un metalenguaje. Por ejemplo, se interroga a algunos su- jetos acerca de la significacién que éstes atribuyen a un fragmento musical, sometiéndoles @ una lista de significados verbalizados (angustiado, tempestuoso, ‘oscuro, atormentado) %, donde todos estos signos ver- bales formen en realidad un solo significado musical que se designarfa exclusivamente con una cifra dnica, ajena a cualquier especificacién verbal o a cualquier transposicién metaférica. Estos metalenguajes, que en 48 este caso provienen del analista y en el otro del propio sistema, son ciertamente inevitables, y esto es lo que hace todavia més problemético el anélisis de los sig- nificados 0 andlisis ideolégico; pero aunque no sea més, habré que definir tedricamente el lugar que le corresponde en el proyecto semiolégico. Le segunda observacién concierne a la extensién de los significa- dos semiolégicos. Una vez formalizado, el conjunto de los significedos de un sistema constituye una gran fun- cién. Ahora bien, es probable que, de un sistema a ‘otro, las grandes funciones seménticas no s6lo se co- muniquen entre sf, sino que se correspondan parcial- mente; por ejemplo, la forma de los significados del vestido es, en gran parte, la misma que la de los sis- temas del significado de la alimentacién, articuléndo- se ambos sobre la genérica oposicién entre el trabajo y la fiesta, entre Ia actividad y el reposo. Hay, pues, que prever una descripcién ideolégica total, comin a todos los sistemas de una misma sincronlfa. Por dl mo —y ésta seré la tercera observacin—, puede con- siderarse que a todo sistema de significantes (Iéxicos) corresponde, en el plano de Jos significados, un cuer- po de précticas y de técnicas. Estos cuerpos de sig- nificados implican, en lo que concierne a los consu- midores de sistemés (es decir, a los electores»), di versos tipos de saber (en bese a las diferencias de las abejas, pre- sentan la misma ambigiedad: las danzas en cfrculo tienen un valor vagamente analégico; la danza circu- lar en torno a un punto esté claramente motivada (orientacién del botin), pero la danza de contoneo en forma de ocho esté completamente inmotivada (re- mite a una distencia) ". Para terminar, sltimo ejem- plo de estas disolvencias %, determinados logotipos © Marcas de fébrica utilizados por la publicidad estén constituidos por figuras completamente cabstractas» (no analégicas); sin embargo, pueden esugerir» cier- ta impresién (por ejemplo, la de 8 b c ete, av bh toh be & Sistema Por el momento, consideramos estas unidades tan s6lo desde el punto de vista sintagmatico. En la lin- ica la prueba de conmutacién proporciona un Primer tipo de unidad: las unidades significativas, cada una de las cuales esté dotada de una cara sig: nificante y de una cara significada (los monemas 0, empleando un término més aproximativo, las pale: bras, compuestas a su vez de lexemas y de morfe- pero en virtud de la doble articulacién del Jen- guaje humano, una segunda prueba de conmutacién, ‘que concierne esta vez a los monemas, hace que apa- rezca un segundo tipo de unidad: las unidades distin- tivas (los fonemas) ®. En si estas unidades no tienen sentido, pero no por ello hacen la competencia al sentido, ya que la conmutacién de una de ellas com- porta, para el monema del cual forma parte, una mu- tacién de sentido (la conmutacién de la s sorda en s sonora determina el paso de «poisson» a «poi- sone) ®, En semiologia no pueden prejuzgerse las uni- dades sintagméticas que el andlisis descubriré para cada sistema. Nos limitaremos aqui a prever tres ti pos de problemas. El primero concierne @ la existen- cia de sistemas complejos y, por lo tanto, de sintag- mas combinados: un sistema de objetos como 1a co- mida y el vestido puede estar mediado por un sistema propiamente linguifstico (la lengua francesa). En este Easo se tiene un sintagma escrito (la cadena hable- da) y un sintagma del alimento o del vestido al que hace referencia el sintagma escrito (el vestido o el ‘mend contados de viva voz): las unidades de los dos Sintagmas no coinciden necesariamente: una unidad sintagma del alimento 0 del vestido puede mantenerse mediante un agregado de unidades escritas. El segun- do problema estriba en la existencia, en los sistemas semiolégicos, de la funeién-signo, es decir, de los sig- nos derivados de un’ uso y, de rechazo, racionalizados por éste®; contrariamente a lo que sucede en el len- Quaje human, en el cual la sustancia fénica es in- mediatamente ‘significante y s6lo significante, la me yor parte de los sistemas semioldgicos comportan Una materia que, ademés de significar, sirve para algo més (el pan sirve para nutrirse, el vestido pare pro- tegerse del frio). Es, pues, Iicito esperar cue, en estos sistemas, la unided sintagmética esté compuesta y Contenga al menos un soporte de la, significacién y tuna variable propiamente dicha (falda larga/corta). Por éltimo, no hay que excluir que se encuentren sis- temas, por ast decirlo, eerréticoss, en les cuales los espacios inertes de materia sostienen aquf y allé sig- nos no s6lo discontinuos, sino también separados: las Sefiales del cédigo de circulacién «en acto» estén se 70 parades por largos espacios insignificantes (fragmen- tos de carretera 0 calle); se podria entonces hablar de sintagmas (provisionalmente) extinguidos ” 1112.5. Una vez definidas para todo sistema las unidedes sintagmsticas, quedan por localizar las re- glas que presiden su combinacién y su distribucién a lg largo del sintagma: los monemas en el lenguaje, lis partes del vestido, los platos de un mend, las se- fiales de circulacién a lo largo de una carretera, se suceden en un orden sometido a ciertas coerciones: la combinacién de los signos es libre, pero la liber- tad de la que disfrutan y que constituye el chabla» no pasa de ser una liberta: ‘una vez més, no hay que confundir el sintagma con la sintaxis). De hecho, fn alstribucién es ls condi cién misma del sintagma: eel sintagma es un gruj Cualquiera de. signos heterofuncionaes; es sempre (al menos) Binario, y sus dos términcs se encuen tran en una relacién de condicionamiento reciproco> (Mikus) ®, Pueden im eo ciones combinatorias (de «légica» del signo); citare- mos agut 2 tule de elemplo les tres tipos de rlocion que, segin Hjelmslev, pueden contraer dos unidades sintegméticas cuando’ son contiguas: 1) de solldart- dad, cuando se implican reciprocamente en forma ne- cesaria; 2) de implicacién simple, cuando una com- Ja otra (pero no rec{proce. mente); 3). de combinacién, cuando ninguna compor- ta necesariamente a la otra. Las coerciones combina- torias quedan fijadas por le «lengua», pero el ehabla» las lena de variadas formas: subsiste, pues, une li- bbertad de asociacién de las unidades sintagmaticas. En lo referente al lenguaje, Jakobson ha sefialado que el locutor disfruta de una creciente libertad de com- inacién de las unidades lingufsticas, desde el fonema a la frase: la libertad de construir paradigmas de fo- nemas es nula, ya que el cédigo queda aqui estable- cido por fa lengua; a libertad de reunir fonemas en monemas es limitada, en cuanto que existen «leyes> de creacién, de las palabras; la libertad de combinar palabras» fn frases es real, aungue circunscrita por n la sintaxis y eventualmente por la sumision a ciertos ‘estereotipos; la libertad de combinar frases es la més amplia ya que no hay constricciones al nivel de la sintaxis (las eventuales constricciones impuestas por la coherencia mental del discurso no pertenecen ya al orden lingifstico). La libertad sintagmatica esté fdentemente ligada a algo aleatorio: hay probel lidad de saturacién de ciertas formas sintécticas por parte de clertos contenidos: el verbo ladrar no puede saturarse més que por un nmero reducido de suje- tos; dentro del vestido la falda esté fatalmente «satu- rade» por una blusa, un sweater o una chaqueta, etc. Este fenémeno de superacién se llama eatélisis; puede imaginarse un léxico puramente formal que dé, no ya el sentido de cada palabra, sino el conjunto de las Gemés palabras que pueden catalizarlo segin probe- bilidades evidentemente variables, la menos fuerte de las cuales corresponderla a una razén «poética> de Ia palabra (Valle Inclén: eDesventurado aquel que no tenga el valor de juntar dos palabras que no hayan estado nunca juntas»). 11.2.6. Una observacién de Saussure indica que la lengua es posible precisamente porque los signos se repiten (cfr. supra 1.1.3). A lo largo de le cadena sin- tagmética encontramos, efectivamente, cierto ndmero de unidades idénticas; sin embargo, la repeticién de los signos esté corregida por fendmenos de distancia en- tre las unidades idénticas. Este problema nos intro- duce ya en el campo de la lingufstica estadistica o macrolingUistica, que es esencialmente una lingUistica Gel sintagma, sin recurrir al sentido; ya hemos visto cémo el sintagma estaba préximo al habla: ta lin- QUlstica estadistica es una lingUlstice de las hablas» (Lévi-Strauss). La distancia sintagmética de los sig- nos idénticos no es, sin embargo, tan sélo un proble- ma de macrolingiistice; esta distancia puede valorar- se en términos estlisticos (en cuanto que una repet cién demasiado préxima o esté estéticamente prohibi dao esté tedricamente recomendada) y resulta en- tonces un elemento del cédigo de connotacién. ma, Bene 1. 1 sistema constituye el segundo eje del 1113.1" gsussure lo vio bajo la forma de una serie lenguale oe asoclativos, unos determinados por una de camP%, sonido (enssignement, armement) y otros afinidad “sfinidad de sentido (enseignament, educa- or un® io campo es una reserva de términos vir- thon). TO que uno sélo de ellos esté actualizado en tuales (Y%, presente): Saussure insiste en la palabra el discUl" ystituyendo la de palabra, unidad de orden términe fico) ya_que, como él mismo precisa en sintagm4 decir «término» en lugar de «palabra» se francés, “gen de sistema”. Y, efectivamente, la aten- voce lade al sitome en eh estuio de cada con- cién der ignos da testimonio siempre, més © menos, Junto d¢ tiacién saussureana; la escuela bloomfieldie- de une Piemplo, es reacia a considerar las relaciones nna, por € allt donde A. Martinet recomienda distin- asociati¥ios contrastes (relaciones de contighidad de guir bier Jes sintagmaticas) de Tas oposciones (rel Tas unig Tos términas del campo esocativo) . Los clones #461 campo (0 paradigma) han de ser a un términos no simies y dlsimiles, comportar un ele mismo #¢%dn y un elemento variable: es el caso, en mento ©F2} significante de enseignement y armement el plano ‘tana del significado, de enseignement y édu- y, en el Pty definicién de los términos en oposicién eation. Foe; sin embargo, se plantea asf un impor- parece Si ioma tedrico: el elemento comin a los tér- tante PPO" un paradigme (—ment en enseignement y minos 4°) se configura, efectivamente, como elemen- armemen’, (no diferencial) y este fendmeno parece to positlt’” jas repetidas declaraciones de Seussure so- contradetjraleza puramente diferencial o positiva de bre Ia M2 cen Ia lengua no hay sino diferencias sin la lengu® ositivoss; econsiderar (los sonidos) no co- términos 5 dotados de un valor absoluto, sino de mo sonic yramente opositivo, relativo, negativo.,.. En un valof Frobacién hay que llegar mucho més lejos, esta ae todo valor de le lengua como opositivo, y consi 73 no como positive, absolute»; al igual que parece contradecir esta otra afirmacién, también de Saussu- re, que es todavia més tajante: «Es peculiar de la len- ‘gua, como en general de todo sistema semiolégico, el hecho de que en ella no pueda existir diferencia entre fo que distingue una cosa y lo que la ccnstituye» *. Asl, pues, si la lengua es puramente diferencial, zc6mo puede conllevar elementos no diferenciales, positivos? De hecho, lo que parece ser el elemento comin de un paradigma es también en otros sitios, en otro para: digona, es decir, segin otra pertinencia, un término puramente diferencial: para mayor claridad podria: mos decir que en la oposicién de le y de la fa Les un elemento comtn (positive), pero en le/ee, se con- vierte en elemento diferencial; es, pues, la pertinen- cia la’ que, limitando las declaraciones de Saussure, garantiza su exactitud”: el sentido depende siempre de una relacién allud/aliud, que de dos cosas. con- serva tan sblo su diferencia, Cualquiera que haya sido la conviecién de Saussure, este dispositivo es, sin embargo, discutible en los sistemas semiolégicos ten los que la materia no es originariamente significan- te y en los cuales, en consecuencia, las unidades com- prenden probablemente una parte positiva (es el so- porte de le significacién) y una parte diferencial, la varlable. En un vestide largo/eorto, el sentido «ves- timentario» impregna_ todos los elementos (y en este ‘caso se trata clertamente de una unidad significante), pero el paradigma no capta nunca més que el elemento final (largo/corte); mientras’ que el vestide (sopor- te) permanece como un valor positive. La naturaleza absolutamente diferencial de la lengua es, pues, ve- rosimil s6lo en el caso del lenguaje articulado; en los sistemas secundarios (derivados de usos no_signifi- antes), la lengua es, por asf decirlo, eimpuras: cier- tamente abarce algo de diferencial (de y la otra «el parisinoz, aun siendo todavia in tema denotado. Estas son las primeras implicaciones de la neutralizacién. En general representa una espe- cle de presién del sintagma sobre el sistema y ya es sabido que el sintagma, préximo al habla, es en cierta medida un factor de evaciamiento» del significado; {os sistemas més fuertes, como el cédigo de circula- ién, tienen sintagmas pobres; los grandes complejos sintagméticos (como a imagen) tienden a hacer am- iguo el significado. 1113.7. Sintagma, sistema: éstos son los dos ple nos del lenguaje. Ahora bien, aunque hasta ahora ‘apenas hemos llevado el estudio de una forma casi episédica, parece Iicito suponer que algin die se ana- lizaré en profundidad el conjunto de fenémenos en virtud de los cuales un nivel prevalece sobre el otro, de una forma por asi decirlo «teratolégica> con res- pecto a las relaciones normales del sistema y del sin- tagma: en efecto, el modo de articulacién de los dos ejes aparece en ocasiones

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