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ADMINISTRACIÓN DE EMPRESAS - CONTADOR PÚBLICO

ÉTICA PROFESIONAL
Docente: Vicerrectorado de Formación

52 Año11 2 SemestreIP.1999
UCASAL 42 Año l 12 SemestreIP. 2015
UNIVERSIDAD CATÓLICA DE SALT Módulo Único
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ÍNDICE

EJE PROBLEMATIZADOR I: INTRODUCCIÓN - ÉTICA Y MORAL ....................................................... 6


1.1.- La antropología como fundamento de la ética ........................................................................................... 6
1.2.- Moral.............................................................................................................................................. 19
1.3.- La ética como filosofía moral.......................................................................................................... 24

EJE PROBLEMATIZADOR II: LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD MORAL. HÁBITOS MORALES.... 37


2.1.- Libertad.......................................................................................................................................... 37
2.2.- Hábitos morales. virtudes y vicios .................................................................................................. 41

EJE PROBLEMATIZADOR III: VALORES Y DERECHOS HUMANOS ................................................ 48


3.1.- Los valores .................................................................................................................................... 48

EJE PROBLEMATIZADOR IV: PRINCIPALES ESCUELAS ÉTICAS ................................................... 58


4.1.- Concepciones utilitarias ................................................................................................................. 58
4.2.- Concepciones sentimentales o altruistas ....................................................................................... 59
4.3.- Concepciones racionales ................................................................................................................60
4.4.- Valoración crítica ............................................................................................................................64

ÉTICA APLICADA..................................................................................................................................67
EJE PROBLEMATIZADOR V: ÉTICA PROFESIONAL..........................................................................67
5.1.- El origen de los deberes y derechos ...............................................................................................67

EJE PROBLEMATIZADOR VI: ÉTICA EMPRESARIAL Y RESPONSABILIDAD SOCIAL ....................80


6.1.- Responsabilidad social .................................................................................................................. 80
6.2.- Ética empresarial ........................................................................................................................... 87
Vocabulario ............................................................................................................................................ 92
Bibliografía ............................................................................................................................................. 92
3

REFERENCIAS

Actividad no obligatoria.

Actividad obligatoria.

Atención.

Audio.

Bibliografía.

Página web. Internet.

Video.
4

PRÓLOGO

Estimado alumno, queremos, desde la Universidad Católica de Salta -Ucasal- y de modo específico desde
el Vicerrectorado de Formación en su Escuela de Formación Fundamental en la Identidad
Institucional, darte la bienvenida a éste camino que, desde ahora, realizaremos juntos. Así lo expre-
samos y representamos en el logo (ver en la tapa del MÓDULO) de nuestra página web:
www.qvadis.com.ar, la que te invitamos a visitar.

Acompañados por nuestros Profesores de las Asignaturas de Formación, años tras años ahondaremos
juntos el misterio de la vida humana, de la dignidad del hombre, de la complejidad de la sociedad, de la
riqueza de la cultura; también, el misterio de una vida útil, verdadera y realmente comprometida.

Aprovechando a pleno las posibilidades que se presentarán de aquí en adelante; en primer lugar, el
hermoso tiempo de estudiantes, de la vida en la Comunidad Universitaria, del aprender a ser y vivir para
los demás y con los demás. Luego, de las oportunidades que se abrirán habiendo realizado una forma-
ción profesional seria, adquiriendo ciencia y conciencia; no sólo para ser exitosos profesionalmente, sino
para ser protagonistas de una historia humana donde se verifique la superación de la desigualda- des, la
victoria sobre las frustraciones de la sociedad en general y sobretodo donde podamos colaborar para el
pleno desarrollo humano de todas las personas.

Las Materias de Formación, como la que presentamos hoy a la cual denominamos: ÉTICA PROFESIO-
NAL, serán un espacio de encuentro, de aprendizaje, de expresión, de reflexión, de participación, de
proposición de ideas, proyectos y de acción auténticamente universitarias; que partiendo del ámbito de
estudio y de profesión elegido, ayudados por las herramientas que nos acerque la Ética podamos cre- cer,
madurar y ejercer un pensamiento vivo, crítico, dinámico, creativo e innovador y audaz.

La Vida universitaria se nutre de espíritus inquietos, de hombres y mujeres sensibles, de personas so-
cialmente abiertas, de humanidad grande que superan cada día la estrechez mental, la cerrazón del
corazón, todo tipo de prejuicio y de barreras, que se van liberando poco a poco de todo aquello que es-
tanca, que achica la mente y el corazón. Esto es lo que representa el logo del ICARO de Matisse (ver en
la tapa del MÓDULO de Filosofía) que hemos asumido como identificación de las energías humanas que
brotan del corazón y que conviven cada día en esta casa de estudios.1

Nuestra Vida universitaria se nutre, también, del aporte de la larga experiencia de las Universidades
Católicas en general y en particular de nuestros 50 años como Institución Católica de Educación Supe-
rior en Salta.

La participación en la Vida universitaria tiene un comienzo, pero no termina nunca, pues a cada paso que
el profesional graduado en nuestra Institución da le acompaña la maduración en el misterio de la Vida
Humana que ha realizado desde el comienzo, es decir de la Sabiduría que lo constituye en lo pro- fundo
y que sustenta la Ciencia y la Profesión que con excelencia desarrolla.

Les reiteramos, sean Bienvenidos, esta es su casa, estos son sus espacios, y juntos los compartiremos
para siempre y por un mundo verdaderamente nuevo y auténticamente humano, como Dios lo pensó y
creó y por el cual envió a su Hijo Jesucristo, derramando el Espíritu Santo para una humanidad nueva.

1
Así se llama también el Salón ofrecido a los estudiantes al lado de la Confitería en el Campus de la Universidad en Casta-
ñares, Salta.
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INTRODUCCIÓN
Para el desarrollo de la materia Ética Profesional se prevé el tratamiento de los contenidos en dos par-
tes: en la primera parte consideraremos los conceptos fundamentales de la Ética General. En tanto que
en la segunda parte, nos concentraremos en la Ética Aplicada.

Iniciaremos la materia, con el planteo antropológico, pues para abordar los principios éticos que son
requeridos para que la persona obre correctamente, se necesita previamente tener en cuenta qué es el
ser humano, en qué consiste la realidad que llamamos “persona”; lo cual es el problema filosófico trata-
do por una disciplina: la Antropología Filosófica.

Continuaremos con los conceptos básicos de la Ética que permiten orientar el comportamiento humano
en el proceso de toma de decisiones, ya que los valores asumidos inciden en forma directa en el ejerci-
cio del rol.

En un segundo momento, trataremos las cuestiones referidas a la Ética Aplicada, donde desarrollare- mos
primeramente la Ética Profesional, en la medida en que las reflexiones y análisis realizados deben ser
una guía para la futura práctica profesional; para luego tratar cuestiones referidas a la Responsabili- dad
Social y a la Ética Empresarial, considerando el rol que caben a las instituciones dentro del orden social,
las repercusiones que sus prácticas tienen en el contexto y la necesidad de elaborar programas que
beneficien a la sociedad.

Además, dado que lo ético atraviesa toda práctica institucional, se tratarán temas vinculados a la impor-
tancia de la elaboración de un proyecto ético institucional, con algunas pautas para su construcción, que
posibilite obtener calidad humana en las relaciones hacia el interior y el exterior de la institución de que
formen parte los futuros profesionales

En el material de estudio presentado, se integran diferentes fuentes, consignándose la bibliografía utili-


zada que puede ser consultada por los estudiantes.
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EJE PROBLEMATIZADOR I: INTRODUCCIÓN - ÉTICA Y


MORAL

1.1.- LA ANTROPOLOGÍA COMO FUNDAMENTO DE LA ÉTICA


El punto de partida para ingresar al problema ético es la persona humana, quien es
origen y sujeto de la actividad moral. De tal modo, es imposible plantear la ética sin
un fundamento antropológico, que considere al hombre en cualquier tiempo y espa-
cio.

El ser humano siempre se preguntó sobre sí mismo y deseó saber quién es, cuál es
su naturaleza y su destino. Cuando fue capaz de distanciarse de las cosas que lo
rodeaban, la propia capacidad racional lo llevó a buscar respuestas acerca del
mundo, de sí mismo, de su realidad.

Es por esto que encontramos que ya en los mitos arcaicos, el ser humano trataba de
responder a esos interrogantes y conforme progresaba en el ejercicio de sus
capacidades propias, sus respuestas iban adquiriendo una mayor relevancia con-
ceptual.

De este modo, en la Antigüedad, cuando el hombre llegó a elaborar un saber críti- co,
las reflexiones acerca del ser humano se hicieron presentes en diferentes pen-
sadores. Pero el uso del término “Antropología”, para hacer referencia a una disci-
plina que abordara el estudio del hombre, es mucho más reciente y data de fines del
siglo XVIII.

Etimológicamente, el nombre de Antropología proviene del griego anthropos


(hombre) y logos (estudio); desde este punto de vista, es la ciencia o el estudio
del hombre.

En la actualidad el término Antropología designa cualquier saber crítico sobre el


hombre. Pero la perspectiva con que se estudia a éste puede variar. Por esta razón,
es necesario distinguir la Antropología Filosófica de las Antropologías científico-
positivas y de la Antropología Teológica.

Las Antropologías científico-positivas, surgidas a fines del siglo XVIII, se mantienen


en el campo fenoménico: nos dicen cómo es el hombre, lo que acontece en él, pero
no nos dan una respuesta acerca del ser humano como totalidad.

En este ámbito podemos distinguir:

a.- La Antropología Física, que estudia el hombre en cuanto animal, sobre todo su
origen y evolución, Estudia la estructura, el crecimiento y la fisiología del cuer-
po humano; indaga sobre el qué y el cómo del proceso de la evolución, los gru-
pos raciales, etc... Para ello realiza un estudio comparativo de los restos fósiles
de animales y de seres humanos, utilizando también los conocimientos sobre la
genética humana. Se ubica entre las Ciencias Naturales.
b.- La Antropología Cultural, estudia los comportamientos humanos, “las normas de
conducta aprendidas, las ideas y los valores adquiridos por el hombre, como
miembro de un grupo social”. Esta Antropología apela a datos etnológicos y ar-
queológicos, estudiando la naturaleza, formas y condiciones de las culturas
humanas, teniendo en cuenta las costumbres, lenguajes, tradiciones, relacio- nes
familiares, etc. Pertenece, por lo tanto, a las Ciencias Humanas.
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La Antropología Filosófica, en cambio es una rama de la Filosofía que estudia al


hombre desde la perspectiva de aquello que propiamente lo distingue como tal. Trata
de responder a la pregunta: ¿qué es el hombre?; es decir, se propone des- cubrir la
esencia humana.

Podemos decir que la Antropología filosófica es la disciplina de la Filosofía que se


ocupa de considerar al hombre integralmente, de manera esencial, como totalidad,
preguntándose por el puesto que éste ocupa en el universo, su relación con la reali-
dad última y el sentido de su existencia, tanto individual, como histórica y social.

Al enfocar la totalidad del ser humano, la Antropología filosófica busca captar las
dimensiones que caracterizan al hombre como tal, que definen su auto- compren-
sión espiritual y que le confieren un sentido total a la existencia humana.

Por consiguiente, para saber qué es el hombre, no son suficientes las Antropologías
científico-positivas; sino que se requieren respuestas más profundas. Los conoci-
mientos que éstas aportan son muy valiosos; pero son conocimientos parciales y
limitados por el método y finalidades propios de las ciencias empíricas.

Por eso, Ítalo Gastaldi afirma, que el hombre que estudian las demás ciencias no es
el hombre vivido realmente por el hombre, sino el “hombre-objeto” de estudio, como
realidad física, vegetativa, psíquica o social. Mientras que la Filosofía estudia al
hombre como sujeto personal, se interesa por su ser y por su obrar específico, for-
mulando una pregunta que cuestiona la existencia del mismo que la formula.

Siendo “filosófica” esta Antropología se enfrenta al hombre como un todo, se abre al


para qué, el sentido de su existencia como posibilidad, como proyecto, como com-
promiso ofrecido a su libertad… Y se pone en marcha hacia una meta, hacia el mundo
de los valores que le hacen crecer como persona.

Su pregunta por el hombre no termina en el conocimiento, sino en la acción: “¿Qué


es el hombre?” implica el “¿cómo debe ser?, ¿qué debe hacer?” La respuesta está
destinada a traducirse en conducta. Por eso es preámbulo para la ética, la educa-
ción, la política…, en una palabra, para la “praxis” humana individual y social.

La Antropología filosófica, sostiene Gastaldi, no desconoce las “lecturas” de las


Antropologías científico-positivas del ser humano, sino que utiliza ese saber científi-
co haciendo una segunda lectura, a nivel más profundo; es decir, con una visión
reflexiva de su esencia y de su existencia, una comprensión metafísica de cuanto las
ciencias positivas han aportado al conocimiento del hombre.

Por otra parte, la Antropología Filosófica se diferencia de la Antropología Teológica,


porque ésta al afrontar el problema del hombre recurre a una fuente de conocimien-
to distinta de la simple razón: la revelación, la Palabra de Dios. Estudia al hombre
según Dios lo ve y lo quiere; se reserva las últimas preguntas sobre el origen, el
destino del hombre y el sentido de la vida, preguntas que hayan su respuesta en el
“Proyecto de Dios sobre el hombre y el mundo”, revelado definitivamente por Cristo.

NOCIÓN DE “PERSONA”
¿Qué entendemos por persona? Para ello haremos referencia primero al significado
del término y luego, al modo en que fue definida a lo largo de la historia.

Es probable que el origen del término latino “persona” provenga de la palabra grie-
ga ‘prósopos’ (máscara que cubre el rostro); se trata de la máscara que los actores
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griegos (del siglo VI-VII-VIII a.C.) utilizaban en el teatro para representar diferentes
personajes.

En el derecho romano, la noción de persona se encuentra muy ligada al nombre que


se recibe con el nacimiento y en virtud del cual pasa a ser reconocido como parte de
una sociedad, con capacidad de acción respecto de los demás. Corres- ponde a una
configuración social del carácter de persona, y con ésta se relacionan la mayoría de
los estudios psicológicos, sociológicos o de la antropología cultural. Relacionada con
esta idea, desde el punto de vista filosófico, algunos sostienen la necesidad de la
intersubjetividad para que el ser humano se constituya existencial- mente,
reconociéndose como sujeto.

El cristianismo influyó de manera decisiva en la meditación filosófica sobre la per-


sona. En efecto, el problema que planteaban dos misterios fundamentales de la
revelación cristiana, a saber: la Trinidad, en la que en una sola naturaleza subsisten
tres personas distintas, y la naturaleza humana de Cristo, unida con el Verbo o se-
gunda persona de la Trinidad, obligaron a los santos Padres a buscar una distinción
entre “naturaleza” y “persona” en Dios y en Cristo y estimularon la reflexión de los
pensadores cristianos para encontrar la propiedad definitoria de la persona.

Ismael Quiles, en su obra “Filosofía de la Educación Personalista” expresa lo si-


guiente:

“Por el uso primitivo del término en el mundo clásico romano, aplicado a


los actores del teatro (que todavía llamamos ‘personajes’), cuya voz re-
sonaba (personare) a través de la máscara con que caracterizaban su
papel, el término ‘persona’ significa un ‘sujeto especial’ con una ‘función
especial’ que le distingue de los otros y lo manifiesta como un ‘centro
particular’ de acciones y reacciones.

El teatro era, en realidad, una imagen o reflejo de la vida, de la sociedad


humana, donde cada hombre, es un actor (personaje), como un centro
particular de acciones y reacciones, bien caracterizado y con un modo
propio distinto de los demás. Así, el término ‘persona’ se convierte en
sinónimo de ‘individuo humano’, de ‘hombre’, y por él se expresaba su
distinción específica de los seres inanimados a los simples animales. La
misma trasformación experimentó el término que usaban los griegos pa-
ra los personajes en el teatro ‘prósopos’ (máscara que cubre el rostro).

Las disputas filosóficas y teológicas fueron precisando el sentido propio


del término ‘persona’, aplicado tanto al hombre como a Dios; así se lle-
gó a una exacta noción, que parece expresar con fidelidad ese aspecto
de los seres a que hoy lo aplicamos.”

La definición clásica de persona es la de Severino Boecio, autor latino (480-526), para


quien la persona es “substancia individual de naturaleza racional”.

Esta definición hace referencia a tres elementos fundamentales:

a.- substancia: en sentido metafísico, la persona es un ser en sí, no un ser en otro


como el accidente. La altura, el color de la piel, la ubicación en el tiempo y en el
espacio, los sentimientos, son accidentes de la persona.
b.- individual: un ser individual es aquel que es uno en sí; es lo que en sí mismo no
está dividido, pero sí lo está de cualquier otra cosa. Esta indivisión interna no
significa que la substancia no sea un compuesto y que excluya que tenga par-
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tes; sino que se refiere a que las partes no están separadas o divididas y, por lo
tanto, conforman un todo unitario.
c.- racional: es decir, que es capaz de un conocimiento intelectual, con autocon-
ciencia, que tiene dominio de sus propios actos; diferenciándose así de las co-
sas, de las plantas y de los animales.

Santo Tomás define a la persona como “una realidad distinta y subsistente de natu-
raleza intelectual”.

Antonio Rosmini la llama: “Un sujeto inteligente en cuanto contiene en sí un princi-


pio activo, supremo, incomunicable”.

Jacques Maritain, dice que “La persona es una substancia individual, completa, de
naturaleza intelectual y dueña de sus acciones, sui juris, autónoma”.

Emerich Coreth, dice: “Llamamos Persona a la unidad esencial humana de cuerpo y


espíritu, como ser individual autónomo, que se realiza en la posesión consciente y en
la libre disposición de sí mismo”.

Afirmamos entonces que el hombre es persona. A esta persona se la llama “hu-


mana” para distinguirla de otras personas, como las angélicas y las divinas.

CONSTITUCIÓN ESENCIAL DE LA PERSONA HUMANA

La persona humana está formada por dos elementos, uno material y otro espiritual,
por lo cual podemos decir que es un compuesto corpóreo-espiritual en unidad
esencial.

La Antropología Filosófica, es decir, el estudio filosófico de la naturaleza del hombre,


analiza estos dos componentes de la persona humana: corporeidad y espiritualidad.

Dejando de lado tesis materialistas, las cuales consideran que el hombre es pura
materia, como lo es el animal irracional o los vegetales, las principales corrientes
modernas del pensamiento filosófico (no solamente las de orientación cristiana)
reconocen:

- que el ser humano es un ser dotado de un cuerpo material y de un alma espiri-


tual;
- que es un animal, pero no como los irracionales;
- que es espiritual en lo concerniente a su alma, pero no un puro espíritu;
- que es carne informada por el alma;
- que es una sustancia completa constituida por una sustancia incompleta material
(el cuerpo) y por una sustancia espiritual (el alma).

Este cuerpo, de que está dotado el ser humano, no es algo accidental en él; sino que
es un componente esencial. Si bien el espíritu es superior a la materia, sin ésta la
persona humana no es tal.

Un cadáver no es una persona humana, como tampoco el alma sola -como le asig-
nó el pensamiento platónico y, más tarde, todas las escuelas filosóficas basadas en
esta doctrina o sus derivaciones-.

El componente corpóreo de la persona humana, es decir, el elemento material de su


constitución pertenece al mundo extenso y espacial de los entes físicos que es-
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tán regidos por las leyes que regulan los procesos físicos, químicos y biológicos.
Dicho componente pertenece también al mundo de los entes sensibles de la natura-
leza, donde actúan los estímulos, los excitantes, las corrientes nerviosas, las locali-
zaciones cerebrales, las imágenes, las percepciones y los recuerdos sensoriales. Es
decir, participa de la vida vegetativa que poseen los seres del mundo vegetal, como
de la vida sensitiva que es propia de los animales. También, por su materiali- dad se
encuentra limitado en el tiempo y en el espacio.

En razón del cuerpo, cada uno se encuentra en una cierta condición o situación; por
ejemplo, es varón o mujer, joven o viejo, fuerte o débil. En su cuerpo y por medio de
él, el ser humano permanece siempre manifiesto y revelado. Este componente le
permite tomar contacto con el mundo exterior y comunicarse con los demás.

Sin embargo, el cuerpo es mantenido en la existencia por el alma espiritual. Y es


precisamente por su espiritualidad que la persona trasciende el cuerpo y participa de
la condición de las creaturas espirituales. Está marcada por la relación directa con
Dios y sobrepasa a la especie de la que participa. Como espíritu el hombre está por
encima del espacio y del tiempo. Y como espíritu no puede ser medio sino sólo fin.
En razón de su espiritualidad, la persona es libre y responsable de sus accio- nes,
tiene dominio de sus propios actos y es capaz de derechos y deberes. Ella tiene la
posibilidad de crecer, de amar, de ser enriquecida con la elevación a un orden
sobrenatural.

La persona humana es un espíritu en la materia, es espíritu y cuerpo. Ambas subs-


tancias (espíritu y cuerpo) operan según su naturaleza, y como consecuencia, no
debemos sumergir ni a una ni a otra, pues las dos se integran en la persona.

Ítalo Gastaldi sintetiza los rasgos fundamentales del misterio del hombre, diciendo:

“La persona se manifiesta esencialmente como un ser único, irrepetible, dotado de


interioridad -autoconciencia y libertad-, y destinado a la comunión; es decir, es un
sujeto que existe corporalmente con otros en el mundo, para realizarse con ellos
en la historia, personal y comunitariamente, tomando una actitud o, lo que es lo
mismo, comprometiéndose libremente frente a los valores, frente a las de- más
personas y, sobre todo, frente a Dios”2

FACULTADES DE LA PERSONA

La persona se diferencia del animal por poseer ciertas facultades que le son pro- pias.

Pero, ¿qué es una facultad? Una facultad es una capacidad o potencia que permi-
te realizar ciertas operaciones. En el ser humano encontramos capacidades tales
como el entendimiento, la voluntad, los fenómenos afectivos (sentimientos, emocio-
nes y pasiones).

El entendimiento es una facultad cognoscitiva que posibilita el pensamiento abs-


tracto. Aunque necesita de la colaboración de los sentidos, trasciende el dominio de
éstos y alcanza la realidad suprasensible.

2
GASTALDI, Italo (1.990) “El Hombre. Un misterio.” Quito. (Ecuador.): Edit. Inst. Sup. Salesiano
pág. 169.
11

Esta presencia de lo universal y de lo necesario en el pensar, es una de las diferen-


cias que tiene el ser humano con el animal irracional. El hombre por su intelecto es
capaz de abstraer, de pasar de lo singular a lo universal (ej: de esta montaña a la
idea de montaña); así elabora conceptos, juicios y razonamientos y es capaz de
dedicarse a una actividad práctica en busca del bien del hombre en cuanto tal (mo-
ral) o del bien de tal o cual artefacto (técnica).

En tanto que la voluntad es la tendencia racional hacia un objeto conocido, por lo


cual es llamado apetito racional. La voluntad tiende hacia cierto bien (una cosa que
encierra un valor) presentado por el intelecto; es libre frente a los bienes finitos (que
perecen) o finitamente conocidos.

La voluntad goza de libre albedrío o libre arbitrio, que consiste en la capacidad que
tiene el ser humano para elegir entre diferentes alternativas; se trata de la posibili-
dad de decidir o de elegir, lo cual constituye la fase esencial del acto voluntario. El
acto libre no está predeterminado, porque está exento de una inclinación necesaria a
elegir o tomar una determinada decisión. Es decir, se trata de la capacidad de hacer o
no hacer, de obrar de una manera o de otra.

En el hombre existen también fenómenos afectivos: los sentimientos, las emociones


y las pasiones.

Los sentimientos son estados afectivos duraderos. Los extremos de los sentimien-
tos son lo agradable y lo desagradable. También encontramos variantes como el
amor, el odio, la depresión.

Estos estados de ánimo surgen como consecuencia de un suceso, de algún acon-


tecimiento y se desarrollan en nosotros porque hemos tomado conciencia de algo
que nos agrada o nos desagrada. Rara vez se dan los sentimientos de un modo
aislado, pues se manifiestan dentro de un todo más complejo.

En tanto que las emociones son estados afectivos de mayor intensidad y menor
duración (angustia, miedo, alegría y tristeza). Siempre vienen acompañadas por
reacciones externas o internas (rubor, llanto, grito, risa, temblor, modificación del
ritmo cardíaco, etc.).

Las pasiones, por su parte, son disposiciones sentimentales internas; se trata de


afecciones o modificaciones de la afectividad, de carácter más o menos permanen-
te. Son movimientos del apetito. Por eso si no poseemos un bien, el amor es deseo;
si está presente es delectación o goce. Ante un bien difícil de obtener, el deseo ge-
nera dos pasiones: si es alcanzable, esperanza y, si no lo es, desesperación. Si
luchamos ante un mal presente aparece la cólera; si el mal lo consideramos venci-
ble, vamos a su encuentro con audacia; pero si no es vencible, nos alejamos de él
por el temor.

VALOR ABSOLUTO DE LA PERSONA3

La antropología que presentamos es personalista sobre todo porque afirma el valor


autónomo y absoluto del hombre, en cuanto sujeto no referenciable a otra realidad:
el hombre es un fin en sí mismo y nunca puede ser utilizado como medio.

3
Reproducimos los conceptos que Ítalo Gastaldi expone en su obra “El hombre. Un misterio”, pags.
169-171, realizando las adaptaciones que consideramos necesarias.
12

En esto el hombre se distingue radicalmente de las cosas. y es totalmente original


frente al resto de la realidad. “La lengua misma lo distingue: algo y alguien, nada y
nadie, qué y quién. Es lo que ha llevado a la pareja de conceptos cosa y persona”.
El fundamento está claramente sintetizado en el teólogo Kart Rahner: “El hombre es
persona que consciente y libremente se posee. Por tanto, está objetivamente referi-
do a sí mismo, y por ello no tiene ontológicamente carácter de medio, sino de fin;
posee, no obstante, una orientación -saliendo de sí- hacia personas, no ya hacia
cosas (que más bien están orientadas hacia personas). Por todo ello le compete un
valor absoluto y, por tanto, una dignidad absoluta”.

a.- Nuestra dignidad radica en la autoconciencia y en la autodeterminación que


nos elevan sobre el mundo infrahumano, y hacen posible la autocomunica- ción
o sociabilidad. El hombre no es una cosa neutra, impersonal, un “trozo de
mundo”, sino un sujeto que consciente y libremente “se posee”, que goza de
autoposesión.
Esto está en la base de su autofinalidad: tiene un fin suyo, personal, que es su
felicidad, su realización. Nació “para sí”: por eso nunca puede ser usado como
“medio”, como los animales, que son “seres referenciales”, referidos al hombre.
Por eso, podemos usar un animal para alimentarnos; pero no podemos “usar” a
un hombre corno quien usa un engranaje o una palanca, para hacer triunfar una
empresa o hacer rendir una fábrica, o hacer triunfar una ideología.
b.- Por todo esto, toda persona tiene un valor absoluto, simplemente por lo que es,
no por lo que tiene o por lo que hace.
Este conocimiento de su propia riqueza es lo que engendra en el hombre el
sentido de su dignidad, una dignidad que por ser “esencial” nunca se borra, ni
siquiera cuando se tiene una conducta indigna.
c.- El valor absoluto de la persona abarca tres núcleos que no pueden ser desco-
nocidos sin serias consecuencias éticas:
1º.- El primer núcleo es el valor del individuo, del “yo”. Frente a toda tentación
colectivista de resolver la realidad humana en “estructuras” o “mediaciones
sociales”, el enunciado de la dignidad humana recuerda permanentemente
que cada uno de nosotros es único, insustituible, irrepetible; que no es un
“trozo de mundo”, sino un mundo aparte y nadie lo puede sustituir en la
elección y realización de su destino.
2º.- Pero esto no implica una postura “privatizante”, una concepción cerrada de
sí mismo. Somos interioridades abiertas, destinadas a la comunión. La di-
mensión social entra en la definición de la persona. Hoy se insiste en que el
hecho decisivo que da origen a la persona es la intersubjetividad.
La “alteridad”, la “orientación al otro” corrige la posible concepción indivi-
dualista y abstracta del personalismo.
3º.- Por último no hay que olvidar la afirmación de las estructuras o “mediacio- nes”
éticas del individuo y de la alteridad. Las mediaciones políticas, econó- micas,
culturales, etc., condicionan enormemente la realización individual y social de
las personas, influyen decisivamente en la construcción de la histo- ria humana,
por tanto, tienen que ser objeto de nuestro compromiso.
d.- Hoy se acentúa sobre todo la relación interpersonal, frente al “dominio del mundo”.
El humanismo que se va imponiendo es el humanismo personalista y dialogal,
que ubica la dimensión social en el centro de la Antropología.
La verdad más profunda del hombre es su relación con el “otro”. El hombre es
un “ser-en-relación”, un “ser-para-el-encuentro”. La clave de su realización está
en reconocer a los otros, promover a los otros, ser alguien frente a los otros. El
sentido de la existencia del hombre está vinculado a la existencia del otro.
e.- El hombre no acaba en la piel: es pluridimensional, es “un-ser-en-el-mundo- con-
otros”..., pero abierto ala trascendencia.
13

CARACTERÍSTICAS ESPECÍFICAS DE LA PERSONA4


1.- INTERIORIDAD

La persona posee vida interior, a diferencia de los animales que sólo poseen exte-
rioridad.

Por la interioridad el hombre se percibe como un “yo”, como origen de sus activida-
des, como un ser capaz de pensar y obrar conscientemente y como responsable de
sus opciones libres. Es decir, se percibe como sujeto, centro consciente de atribu-
ción de todas las realidades que constituyen su ser. Por eso es capaz de una vida
biográfica, pues la persona puede entender y querer.

Por tener interioridad, el hombre es capaz de:

- Autoconciencia: es el “darse cuenta de sí mismo”, es el acto de afirmación de sí


mismo frente a todo otro ser; es un rasgo propio del hombre que no solamente sabe
(conoce), que “sabe que sabe” (advierte que conoce), se da cuenta de que obra.
Más aún, se da cuenta de sí mismo y atribuye a su yo todas sus actividades, al
mismo tiempo que reconoce la entidad propia de las demás cosas frente a la suya.
- Autodeterminación: es el poder que tiene el hombre de realizarse (perseguir la
felicidad) saliendo por sí mismo de la indeterminación en que ordinariamente lo
dejan los motivos que tiene para obrar: eso que llamamos libertad. Por la autode-
cisión, se actúa con plena conciencia y control de su propio ser, y de su ubicación
en las circunstancias en que debe decidir.

2.- UNICIDAD

La interioridad fundamenta la unicidad del hombre, el hecho de que cada uno tenga
una manera rigurosamente sin igual de ser persona.

a.- Los animales, “individuos” pertenecientes a una especie, se definen por las
características generales de la especie; basta predicarlas de cada uno. Es cier-
to, un perro no es el otro: se distinguen entre sí por la forma, el peso, el color,
etc., por los “caracteres individuantes”.
b.- También el hombre es un “individuo”, porque también él pertenece a una espe-
cie determinada, como individuo forma número con los demás y se distingue de
los demás por el peso, el color, la forma, etc.: por los “caracteres individuantes”.
Pero al añadir que el hombre es “persona”, afirmamos algo absolutamente di-
verso del individuo, irreductible a las cualidades abstractas que puedo atribuir-
le: afirmamos que cada uno, como sujeto, realiza la especie “hombre” de un
modo irrepetible e irremplazable. No parece existir “el hombre”, sino únicamen-
te “hombres”.
c.- La interioridad fundamenta la unicidad del hombre, pero también su libertad, el
poder ser dueño de la propia individualidad y de poder moldearla: esto es lo que
lo va configurando y diferenciándolo de los demás. Esto hace que aún en el caso
de los gemelos, cada uno reaccione diversamente ante los mismos es- tímulos y
se diferencie radicalmente del otro.

4
Para este tema, tomamos el cap. 3 de la obra de Ítalo Gastaldi, pags. 83 a 97, introduciendo las
adaptaciones y aclaraciones necesarias.
14

CONCLUYENDO: las cosas son “trozos de mundo”; el hombre, en cambio, perci-


be su radical “alteridad” frente a las cosas y frente a los demás: no forma con ellas
un todo único, es un mundo aparte, siempre nuevo y original. Por eso la persona
es misteriosa. Pretender esclarecer su misterio es emprender un impo- sible viaje
de estudios al país de la “alteridad”

3.- APERTURA A LOS DEMÁS

Superación del individualismo y descubrimiento del “otro”.

a.- Planteamiento del problema

El surgir del sentido comunitario, el hecho del diálogo en todos los niveles y para las
empresas más diversas y el fenómeno de la socialización, han llevado a la conclu-
sión de que la dimensión social es esencial, constitutiva del hombre.

El filósofo se pregunta: Todas estas manifestaciones, ¿son solamente hechos ins-


tintivos, biológicos, fenoménicos, hechos “brutos”, sin sentido profundo..., o bien
brotan de una exigencia natural, revelando una dimensión esencial del hombre?
¿Hasta qué grado el “tú” y el “nosotros” entran en el “yo”? ¿Se puede resolver el
problema del hombre sin hablar explícitamente de las otras personas?

En otras palabras: “ser-en-el-mundo-con-otros”. ¿es para mí algo accidental, como


para el vino estar en el vaso o en la botella o en la cuba..., o significa más bien lo que
para el pez vivir en el agua? (el pez tiene que vivir allí y su organismo esta in-
ternamente organizado para vivir allí).

“Yo soy yo y mis circunstancias”, escribía Ortega y Gasset en 1914. Pertenecemos a


un entramado social. Vivimos en un contexto mundano del que jamás podemos
prescindir y al que constantemente estamos referidos. Nos volcamos hacia el no-yo
como complemento necesario del propio existir.

Somos “seres-en-el-mundo-a-través-del-cuerpo”: eso es innegable. Pero la pregun-


ta fundamental que nos permite entender la problemática que atormenta la época
actual y que al mismo tiempo nos introduce en el misterio eterno del hombre, se
puede expresar así: “El hombre, ¿es un ser (individual) orientado en primer lugar
hacia el mundo -en el cual existen también otros hombres- o bien es, antes que nada,
un ser en comunión con otras personas en el mundo? Según la respuesta que se dé,
la Antropología es muy distinta.

b.- El hombre “ser - en - el - mundo”

No cabe duda de que el hombre es un “ser-en-el-mundo”.

Le debemos a Martín Heidegger el haber insistido en esto. También Carlos Marx


insistía en que “el mundo es como el cuerpo inorgánico del hombre” y nuestra vida
“es un metabolismo con el mundo”.

a.- La primera experiencia que nos sale al paso es que nos hallamos rodeados de
cosas que influyen sobre nosotros y con las que nos vinculan muchas relaciones.
Nuestra vida está orientada hacia el mundo infrahumano, ese mundo que es
nuestro espacio vital, donde hay seres que nos sirven de alimento, vestido y
habitación y de los cuales echamos mano para subsistir. Vivimos en un cons-
tante intercambio con el mundo que nos rodea, intercambio que nos enriquece
15

y nos permite realizarnos. Formamos con él un sistema de reciprocidad, de


sentido y de vida.
El hombre es un “ser-en-el-mundo”; nos insertamos en él a través del cuerpo.
Pero no estamos como el animal simplemente vinculados al entorno: vivimos en
un mundo abierto, con fronteras fluidas que se ensanchan continuamente...
b.- “Ser-en-el-mundo” no es algo periférico, algo adjetivo, sino algo estructural, ori-
ginario, constitutivo del hombre: sólo somos si somos en-el-mundo.
El mundo es como el cuerpo grande del hombre, la prolongación de la corpo-
reidad. No hay hombre sin mundo, como no hay hombre sin prójimo. Tanto que
los materialistas absolutizan esta característica hasta reducir al hombre a una
“porción del mundo”.
c.- Martín Buber dice que gracias al hombre existe el mundo. Sin el hombre habría
muchas cosas, pero ningún ser que las captara en su conjunto. Sólo el hombre
puede pensar la pluralidad como unidad, como totalidad de la experiencia externa.
Así, pues, al decir “mundo” no nos referimos al mundo objetivista, visto inde-
pendientemente de su relación con nosotros, ese mundo regido por las leyes
que las ciencias van descubriendo.
No somos espectadores pasivos en el mundo: estamos en diálogo con él. Me-
diante la ciencia, la técnica y el arte ponemos un sello espiritual a la materia y la
“hominizamos”, llenándola de significados: elevamos la “naturaleza” al rango de
“cultura”.
No es sólo el mundo físico el que está ante nosotros, sino también el mundo
simbólico. Aquí nos referimos al mundo del hombre, ese mundo que hemos
construido a través de nuestras propias experiencias, teñido de subjetividad. Nos
vemos en un ámbito repleto de significados, en un ambiente organizado por el
hombre mismo.

c.- El “hecho fundamental de la existencia”

Todo lo que precede nos está diciendo que nuestra dimensión social es una dimen-
sión original, que no puede ser reducida a ninguna otra, ni derivada de ninguna otra.

Somos “interioridades”, no hay duda, pero interioridades abiertas, destinadas a la


comunión interpersonal. El hombre es un ser “alterocéntrico” por naturaleza. La
“alteridad” pertenece esencialmente al concepto y a la realidad de la persona.

Y la dimensión social no es una realidad adjetiva, añadida a la interioridad ya cons-


tituida; es una realidad constitutiva de la persona.

En efecto, el hombre no se puede conocer a sí mismo mirándose al espejo: “El


hombre se torna un yo a través del tú”. Sólo así se descubre idéntico a sí mismo. No
tiene primero relación a sí mismo y luego, en un segundo momento, relación al tú del
otro. No; el yo no es traslúcido para sí mismo: se autoconoce al mismo tiem- po que
entra en relación con los demás.

La persona nace de una llamada y se orienta hacia una respuesta. Podemos decir
que el “nosotros” es la matriz y el ámbito constitutivo de las personas: el yo es “yo”
en el nosotros, y el tú es “tú” en el nosotros. Sartre consideraba al otro como una
amenaza no, “el otro no es un límite sino un manantial del yo”.

El hecho fundamental de la existencia es que todo hombre es interpelado como


persona por otro ser humano, en la palabra, en el amor y en la obra, y debe dar
su respuesta: aceptación o rechazo.
16

d.- Amor

El ser humano tiene el impulso de “ser-más por la comunicación”. Desde lo más


profundo de su ser necesita comunicarse con otros, y la comunicación más plena se
cumple por el amor.

Afirma Ismael Quiles, que toda persona, todo espíritu tiene, como primera aspira- ción
de su esencia, el amor. Este es el aspecto de la vida que más puede realizar al ser
humano como persona.

e.- Apertura a la Trascendencia

La fenomenología nos muestra, entonces, que el otro está delante de mí como un


valor que se me impone por sí mismo; un valor que el hombre mismo no ha creado ni
puede destruir, pues se identifica con la misma dignidad de la persona humana,
fundada en su conciencia y libertad. Se trata de un “dato primario”, de una consta-
tación inmediata que no puede ser negada sin la conciencia íntima de infidelidad con
nosotros mismos. Hay que decirle que “si” a su existencia, independientemente del
color de la piel, de su pertenencia a una raza o a una condición social y de la
posibilidad de utilizarlo más tarde en el proceso de producción. Hay que aceptarlo
simplemente porque es un ser humano.

La existencia del otro, su presencia soberana, es algo situado “más allá” de la vo-
luntad arbitraria del otro, es algo trascendente. En último análisis no depende de él
existir de ese modo.

Por eso podemos concluir que en la exigencia incondicional del prójimo está en cierta
forma presente el totalmente Otro, Dios, que protege la criatura humana, por- que fue
querida y hecha por El. Tomar en serio al otro, incondicionalmente; recono- cer -por
lo menos implícitamente- la realidad misteriosa que está detrás del hombre y lo
constituye precisamente en su singularidad inviolable.

LA ACTIVIDAD DE LA PERSONA: CONOCER, OBRAR Y HACER. EL


CARÁCTER CONSTITUTIVAMENTE ÉTICO DE LA PERSONA

Daniel Ruiz sostiene que:

Conocer es un acto vital, inmanente, formalmente subjetivo pero intencionalmente


objetivo.

Es vital porque es parte de la vida de la persona;

Inmanente, porque lo obtenido como fruto del conocer, permanece en el ser que lo
produce, que es la persona misma;

Formalmente subjetivo, porque es una de actividad interna del sujeto, el que es


consciente de que conoce y de lo que conoce, no así las demás personas, que sólo
pueden conocer lo que el sujeto conoce si éste de algún modo se lo manifiesta;

Intencionalmente objetivo, porque todo conocer tiene un objeto conocido, un obje-


to al cual se refiere.
17

El conocimiento en sí mismo considerado constituye un enriquecimiento de la


persona. Se trata de las dos especies de conocimiento que posee el hombre: el
conocimiento sensitivo y el conocimiento intelectual.

La realización del acto humano es el obrar humano, que es, por lo tanto, un obrar
consciente, deliberado, libre, iluminado por el previo conocimiento; un obrar que será
bueno o malo, según que se ajuste a los principios básicos de la moralidad.

El hacer significa un actuar hacia el exterior del sujeto para crear cosas o modificar
las existentes; como tal pertenece al campo del arte o de la técnica; pero en cuanto
obrar humano entra de lleno en la ética.

En el conocer están las bases de la conducta ética. La persona, consciente de su


dignidad, de su origen, de su destino, busca conocer los fines inmediatos y media-
tos de sus acciones, la o las normas de moralidad a que esas acciones deben ajus-
tarse para llegar al fin último propuesto, la índole del bien moral, el significado de
conciencia moral y de sus posibles variables, el significado de la ley, de la obliga-
ción, del deber y del derecho, de la libertad psicológica y de la libertad legal, de la
ignorancia y del error en sus relaciones con la moral, etc.

Es importante tener presente que el conocer humano constituye una actividad ple-
namente intelectual, en tanto que el obrar humano es actividad plenamente volitiva.
La conciencia moral es mayor cuanto mayor y más claro es el conocimiento que
posee la persona. De allí que la ignorancia y el error dificultan muchas veces el pro-
ceder moral. Por eso, cuanto más conoce una persona, más claridad puede tener
respecto a la bondad o malicia de los actos; pero esto no asegura que sus eleccio-
nes sean correctas, pues se puede obrar mal a sabiendas. En este sentido, es que lo
más oculto en la persona humana son sus intenciones, ese ámbito interno donde se
producen las decisiones.

Allí radica justamente la raíz del carácter constitutivamente ético de la persona, en


esa posibilidad de la libre decisión, acto interno de la voluntad, que puede tradu-
cirse, o no, en una acción externa del sujeto.

Por ello, un cerebro electrónico, un chip no tiene problemas éticos, como no los tiene
tampoco el animal irracional. Los seres en quienes funcionan procesos auto- máticos,
determinados e incluso instintivos, genéticamente determinados, no tienen problemas
éticos; los tendrán, sí técnicos o mecánicos (caso de las máquinas) o disfuncionales
(caso de los animales). El único ser que se angustia por el problema ético, porque le
acarrea permanentes luchas internas, es la persona, el ser humano.

LECTURA 1 - Ética e historia (ver material complementario)


18

ACTIVIDAD Nº 1
a.- DE AUTOEVALUACIÓN

- ¿Por qué afirmamos que la Antropología Filosófica considera al hombre como


totalidad?
- Dé razones por las cuales podemos afirmar que el hombre posee un valor ab-
soluto.
- Decimos que el hombre es un ser-en-el-mundo. En este caso, ¿qué se en-
tiende por “mundo”?

b.- OBLIGATORIAS

- Seleccione cinco afirmaciones del texto referido a la “Constitución esencial de


la persona humana” que ud considere más significativas para sintetizar el
contenido del mismo.
- Elabore un texto de no más de una página, donde explicite las capacidades
propias del ser humano, y aquellas notas o características que le son propias y
lo diferencian de los demás seres.
- Realice un esquema o una red conceptual de la unidad I.
19

1.2.- MORAL
Para tratar el tema de la Moral, partiremos de los conceptos que Adolfo Sánchez
Vázquez trabaja en su libro “Ética”, del cual hemos extraído el texto que sigue a
continuación.

ESENCIA DE LA MORAL

Partiendo del hecho de la moral, es decir de la existencia de una serie de morales


concretas, que se han sucedido históricamente, podemos intentar dar una definición
de la moral, válida para todas ellas. Esta definición de la moral, no podrá abarcar en
modo alguno todos los rasgos esenciales de cada una de esas morales históricas ni
reflejar toda la riqueza de la vida moral, pero sí ha de aspirar a expresar los rasgos
esenciales que permiten diferenciarla de otras formas de comportamiento humano.

La definición sería:

“La moral es un conjunto de normas aceptadas, libre y concientemente, que re-


gulan la conducta individual y social de los hombres”.

LO NORMATIVO Y LO FÁCTICO

En la moral están explícitos dos planos:

a.- lo normativo, constituido por las normas (o reglas de acción) imperativas que
enuncian algo que debe ser;
b.- lo fáctico (o plano de los hechos morales) constituido por ciertos actos huma- nos
que se dan efectivamente, es decir, que son, independientemente de como
estimamos que debieron ser.

Al plano normativo pertenecen las reglas que postulan determinado tipo de compor-
tamiento:”ama al prójimo como a ti mismo”, “respeta a tus padres”, “no seas cómpli-
ce de una injusticia”.

Al plano fáctico corresponden siempre acciones concretas: “el acto por el que X se
muestra solidario de Y”, el acto de respeto a los padres, etc. Todos estos actos se
ajustan a determinadas normas morales, y justamente porque pueden ser puestas en
una relación positiva con una norma, (en cuanto que se ajustan a ella o la ponen en
práctica) cobran un significado moral. Son actos morales positivos o moralmente
valiosos.

Consideremos otro tipo de actos: “el incumplimiento de una promesa dada, la falta de
solidaridad con un compañero”, no pueden ser consideradas moralmente positi- vas
en cuanto que implican la violación de normas morales o una forma de conduc- ta
indebida pero no por ello dejan de pertenecer a la esfera de lo moral.

Son actos moralmente negativos, pero justamente por su referencia a una norma
(porque implican una violación o un incumplimiento de ella) tienen un significado
moral. Así pues, su relación con lo normativo, determina la pertenencia de ciertos
hechos a la esfera de lo moral.

Lo normativo se encuentra a la vez, en una peculiar relación con lo fáctico, ya que


toda norma al postular algo que debe ser, apunta a la esfera de los hechos, a un
20

tipo de realización. Lo normativo no se da al margen de lo fáctico, sino que apunta a


un comportamiento efectivo. Lo normativo existe para ser realizado, lo cual no quie-
re decir que se realice necesariamente; postula una conducta que se considera
debida, es decir, que debe realizarse, aunque en la realidad efectiva no se cumpla la
norma: un cambio de señalización en calles de zonas periféricas, no determina que
toda la comunidad cumpla la norma.

Las normas se dan y valen independientemente del grado en que se cumplan o


violen. Lo normativo y lo fáctico se encuentran en relación: lo normativo exige ser
realizado y apunta por ello a lo fáctico; lo realizado (lo fáctico) sólo cobra significado
moral en cuanto puede ser referido a una norma. Lo normativo y lo fáctico en el
terreno moral (la norma y el hecho) son dos planos que pueden ser distinguidos, pero
no separados.

MORAL Y MORALIDAD

La moral efectiva comprende un conjunto de principios, valores y prescripciones que


los hombres, en una comunidad dada, consideran válidos como los actos reales en
que aquellas se plasman.

La necesidad de mantener una distinción entre el plano puramente normativo o ideal


y el fáctico o real, ha llevado a algunos autores a proponer dos términos para designar
un término y otro: “Moral y Moralidad”.

La “moral” designaría el conjunto de principios, normas, imperativos o ideas mora- les La moral se daría
de una época en una sociedad dada. La moralidad es el conjunto de relaciones “idealmente” y
efectivas o actos concretos que cobran un significado moral con respecto a la moral la moralidad
dada. La moral se daría “idealmente” y la moralidad “realmente”. “realmente”.

La moralidad constituye un tipo de comportamiento de los hombres, y como tal for-


mará parte de su existencia individual y colectiva. La moral tiende a convertirse en
moralidad en virtud de la existencia de lo normativo. La moralidad es la moral en
acción, la moral práctica. Por ello es mejor emplear un solo término, el de “Moral”
como se hace tradicionalmente; con él se designan los dos planos: el normativo o
prescriptivo y el práctico o efectivo, integrados ambos en la conducta humana con-
creta.

Así, en la moral se conjugan le normativo y lo fáctico, o lo moral como hecho de la


conciencia individual y social, y como un tipo de comportamiento efectivo de los
hombres.

CARÁCTER SOCIAL DE LA MORAL


La moral tiene esencialmente un carácter social, pues sólo se da en la sociedad, La moral cumple
respondiendo a sus necesidades y cumpliendo una determinada función en ella. Un una función social
cambio radical de la estructura social da lugar a un cambio fundamental de moral. La muy precisa.
moral, como forma de comportamiento humano, tiene un carácter social, ya que es
propio de un ser, que incluso al comportarse individualmente, lo hace como un ser
social.

Aspectos fundamentales de la cualidad social de la moral:

a.- Cada individuo, al comportarse moralmente, se sujeta a determinados princi-


pios, valores o normas morales. Los individuos forman parte de una época da-
21

da y de determinada comunidad humana, donde rigen determinados valores,


principios o normas.
El individuo se encuentra con lo normativo como algo ya establecido y acepta-
do por determinado medio social sin que tenga posibilidad de crear nuevas
normas ni de modificarlas de acuerdo a su exigencia personal.
b.- El comportamiento moral es tanto comportamiento de individuos como de gru- pos
sociales humanos. Cuando se trata de una conducta de un individuo, no
solamente afecta a si mismo, sino que se trata de una conducta que tiene con-
secuencias en un sentido u otro para los demás, y que es objeto de su aproba-
ción o reprobación.
Los actos morales individuales que no tienen consecuencia alguna para los
demás no pueden ser objeto de una calificación moral, por tanto quedan fuera
de la moral aquellos actos que son estrictamente personales por sus resultados
y efectos.
Cabe la excepción y aclaración de aquellos que por su índole misma reciben una
calificación moral, independientemente de el estar solo o no. Por ejemplo: el
robar estando solo, en sí mismo es un robo.
c.- Las ideas, normas y relaciones morales surgen y se desarrollan respondiendo a
una necesidad social. La función social de la moral estriba en regular las re-
laciones entre los hombres, para contribuir así a mantener y asegurar determi-
nado orden social. Se pretende que los individuos acepten libre y consciente-
mente el orden social establecido.
Así, la moral cumple una función social muy precisa: contribuir a que los actos
de los individuos, o de un grupo social, se desarrollen en forma favorable para
toda la sociedad o para un sector de ella. La moral tiende a que los individuos
pongan en consonancia, voluntariamente, sus propios intereses con los intere-
ses colectivos de determinado grupo social, o de la sociedad entera.

LO INDIVIDUAL Y LO COLECTIVO EN LA MORAL

El carácter social de la moral entraña una peculiar relación entre el individuo y la El individuo sólo
comunidad, o entre lo individual y lo colectivo. En efecto, desde su infancia se en- puede actuar
cuentra sujeto a una influencia social que le llega por diversas conductas y a la que moralmente
no puede escapar: de los padres, del medio escolar, de los amigos, de las costum- en sociedad.
bres y tradiciones arraigadas, del ámbito profesional, de los medios masivos de
difusión (cine, tv, prensa, radio). Bajo esta variada influencia, se van formando sus
ideas morales y sus modelos de conducta moral.

Una parte de la conducta moral se manifiesta en forma de hábitos y costumbres. Esta


forma de regulación de la conducta, es la que predomina en las sociedades primitivas.
La costumbre representa en ellas lo que debe ser. Para las sociedades mas
evolucionadas, no desaparece por completo la costumbre como forma de regu- lación
moral. Las normas que rigen así en la sociedad, tienen a veces, larga vida, sobreviven
a cambios sociales importantes y se hallan respaldadas por el peso de la tradición.
Toda nueva moral tiene que romper con la vieja moral, que trata de sobrevivirse como
costumbre; pero, por otro lado, lo nuevo moralmente tiende a consolidarse como
costumbre.

La costumbre espera como un medio eficaz para integrar al individuo en la comuni-


dad, para fortalecer su sociedad, y para que sus actos contribuyan a mantener y no
a disgregar el orden establecido. El individuo actúa entonces de acuerdo con las
normas emitidas por un grupo social, o por toda la comunidad.

La convicción íntima de lo que fue ayer, debe ser también hoy, y de la relación con-
suetudinaria o habitual de la conducta cobra significación moral.
22

En sociedades primitivas, la costumbre cobra especial relevancia y el individuo se


encuentra tan apegado que le queda poco margen para discrepar de ella. Esta for-
ma de regulación de la conducta tiene un carácter moral, que se presenta como una
pretensión normativa, ya que las normas que prevalecen forman parte de los hábi-
tos y costumbres.

Esta sujeción del individuo pone de manifiesto el carácter social de la relación entre
individuo y comunidad y de la conducta moral individual. El sujeto del comporta-
miento propiamente moral, es una persona singular. Cualquiera sean las causas que
rodeen la decisión y el acto correspondiente, ambos emanan de un individuo que libre
y conscientemente asume una responsabilidad personal.

La conciencia individual, esfera donde operan las decisiones de orden moral, al


hallarse condicionada socialmente, no puede dejar de reflejar una situación social
concreta, de allí que distintos individuos de un mismo grupo social, reaccionen de un
modo análogo.

Así pues, cuando se subraya el carácter social de la moral y la relación de lo indivi-


dual y lo colectivo, se está lejos de negar el papel del individuo en el comportamien-
to moral, aunque este varíe histórica y socialmente.

En conclusión, la moral implica siempre una conciencia individual que hace suyas las Como no existe el
reglas de acción que se le presentan con carácter normativo, aunque se trate de individuo aislado,
reglas establecidas por la costumbre. Como no existe el individuo aislado, sino co- sino como ser
mo ser social, no existe una moral estrictamente personal. social, no existe
una moral
estrictamente
La moral implica, pues, una relación libre y consciente entre los individuos, o entre personal.
éstos y la comunidad. Pero esta relación se halla también socialmente condiciona-
da, justamente porque el individuo es un ser social o nudo de relaciones sociales. El
individuo se comporta moralmente en el marco de unas condiciones y relaciones
sociales dadas que él no ha escogido, y dentro también de un sistema de principios,
valores y normas morales que no ha inventado, sino que le es dado socialmente, y
conforme al cual regula sus relaciones con los demás, o con la comunidad entera.

En conclusión: la moral tiene un carácter social en cuanto que:

a.- los individuos se sujetan a principios, normas o valores establecidos social-


mente;
b.- regula sólo actos y relaciones que tienen consecuencias para otros y requie-
ren necesariamente la sanción de los demás;
c.- cumple la función social de que los individuos acepten libre y consciente-
mente determinados principios, valores o intereses.

MORAL CONVENCIONAL Y MORAL CRÍTICA


La Moral convencional es aquella que está vigente en una sociedad determinada,
que meramente es reproducida por los individuos que la integran, sin realizar un
examen crítico de las normas. Nos encontramos de este modo con normas no
cuestionadas; en donde la conducta individual sólo se ajusta a dichas normas y se
juzga negativamente toda conducta que se aparte de las mismas.

La Moral Crítica, por el contrario, es aquella que no se conforma con decir qué se
debe hacer, sino que se plantea la pregunta del por qué, tratando de responderla;
23

es decir, adopta una actitud reflexiva, buscando los fundamentos de las normas y
criticando aquellas que no aparecen suficientemente fundamentadas.

MODOS DE ENTENDER LA MORALIDAD

Principales Modos Conceptos Centrales Pensadores o Teorías Éticas

Lo moral como búsqueda Felicidad como autorrea- Aristóteles, S.Tomás de Aquino,


de la vida buena lización Xavier Zubiri, el personalismo (E.
Mounier)

Felicidad como placer Epicuro, el utilitarismo


(hedonistas)

Lo moral como cumplimien- Deber, justicia Estoicismo, Kant


to del deber

Lo moral como aptitud para Reconocimiento recípro- Éticas dialógicas: Apel, Haber-
la solución pacífica de los co, justicia, no-violencia mas, Rawls (todos del siglo XX)
conflictos

Lo moral como ajustamiento Virtud, comunidad, tradi- Corriente ética comunitarista


a la tradición de la propia ción (corriente iniciada desde princi-
comunidad pios de los años 80)

Lo moral como desarrollo Desarrollo moral, justi- Rawls, Habermas, Apel


que culmina en principios cia, procedimientos
universalistas

CARACTERÍSTICAS DE LA MORALIDAD

Tipo Fuente de las normas Caracteres de la Destinatarios de las Tribunal último ante
de normas obligación normas el que responde

Legales o El Estado (gobernan- - Externa Todos los que defina El Estado


Jurídicas tes, jueces, etc.) - Violentamente el sistema legal como
coactiva ciudadanos o como
sometidos a la juris-
dicción estatal

Sociales o de Tradiciones, costum- - Externa Todos los miembros de La sociedad circun-


trato social, bres, hábitos heredados - Moderadamente la sociedad en cuestión dante (vecinos, com-
cortesía o coactiva pañeros, clientes, etc)
urbanidad

Morales A partir de diversas - Interna, en con- Cada persona se La propia conciencia


fuentes, un código de- ciencia considera a sí misma personal
terminado de principios, - No coactiva destinataria de las
normas y valores, per- - Ultimidad (constitu- normas que reconoce
sonalmente asumido ye la referencia úl- en conciencia
tima para orientar la
propia conducta)

Religiosas La fe de la persona en - Interna, en concien- Los creyentes La divinidad


que determinadas en- cia (pero con mani-
señanzas son de origen festación pública de
divino la fe)
- No coactiva
- Ultimidad
24

1.3.- LA ÉTICA COMO FILOSOFÍA MORAL5


Pasaremos ahora a analizar en que consiste la Ética o Filosofía Moral. Para ello
presentamos los conceptos que Adela Cortina expone en su obra “ÉTICA”.

La Ética es entendida como aquella parte de la Filosofía que se dedica a la reflexión


sobre la moral. Como parte de la Filosofía, la Ética es un tipo de saber que intenta
construirse racionalmente, utilizando para ello el rigor conceptual y los métodos de
análisis y explicación propios de la Filosofía. Como reflexión sobre cuestiones mo-
rales, la Ética pretende desplegar los conceptos y argumentos que permiten com-
prender la dimensión moral de la persona humana en cuanto la dimensión moral, es
decir, sin reducirla a componentes psicológicos, sociológicos, económicos o de
cualquier otro tipo (aunque por supuesto, la ética no ignora que tales factores con-
dicionan de hecho el mundo moral).

Una vez desplegados los conceptos y argumentos pertinentes, se puede decir que la La Ética es
Ética, la Filosofía Moral, habrá conseguido dar razón del fenómeno moral, dar cuenta entendida como
racionalmente de la dimensión moral humana, de modo que habremos cre- cido en aquella parte de
saber acerca de nosotros mismos, y, por lo tanto, habremos alcanzado un mayor la Filosofía que
se dedica a la
grado de libertad. En definitiva, filosofamos para encontrar sentido a lo que somos y reflexión sobre
hacemos, y buscamos sentido para colmar nuestras ansias de libertad, dado que la la moral.
falta de sentido la experimentamos como cierto tipo de esclavitud.

1.- La Ética es indirectamente normativa

Desde sus orígenes entre los filósofos de la antigua Grecia, la Ética es un tipo de saber
normativo, esto es un saber que pretende orientar las acciones de los seres humanos.
También la moral es un saber que ofrece orientaciones para la acción, pero mientras
esta última propone acciones concretas en casos concretos, la Ética
-como filosofía moral- se remonta a la reflexión sobre las distintas morales y sobre los
distintos modos de justificar racionalmente la vida moral, de modo que su manera de
orientar la acción es indirecta: a lo sumo puede señalar qué concepción moral es más
razonable para que, a partir de ella, podamos orientar nuestros comportamientos.

Por tanto, en principio, la Filosofía Moral o Ética, no tiene por qué tener una inci-
dencia inmediata en la vida cotidiana, dado que su objetivo último es el de esclare-
cer reflexivamente el campo de la moral. Pero semejante esclarecimiento sí puede
servir de modo indirecto como orientación moral para quienes pretenden obrar ra-
cionalmente en el conjunto de la vida entera.

(Por ejemplo: supongamos que alguien nos pide que elaboremos un “juicio ético”
sobre el problema de la desocupación, o sobre el aborto, o sobre cualquier otra
cuestión moral de las de las que están en discusión en nuestra sociedad; para em-
pezar tendríamos que aclarar que en realidad se nos está pidiendo un juicio moral,
es decir una opinión suficientemente mediata acerca de la bondad o malicia de las
intenciones, actos y consecuencias que están implicados en cada uno de esos pro-
blemas. A continuación, deberíamos aclarar que un juicio moral se hace siempre a
partir de alguna concepción moral determinada, y una vez que hayamos anunciado
cuál de ellas consideramos válida, podemos proceder a formular, desde ella, el jui-
cio moral que nos reclamaban. Para hacer un juicio moral correcto acerca de al- guno
de los asuntos morales cotidianos no es preciso ser experto en filosofía moral. Basta
con tener cierta habilidad de raciocinio, conocer los principios básicos de la

5
CORTINA, Adela (1.999) “Ética”. Editorial Akal.
25

doctrina moral que consideramos válida, podemos proceder a formular, desde ella, el
juicio moral que nos reclamaban.

Un juicio ético estará correctamente formulado si es la conclusión de una serie de


argumentos filosóficos, sólidamente construidos, que muestren nuestras razones
para preferir la doctrina moral escogida. En general, tal juicio ético está al alcance de
los especialistas en filosofía moral, pero a veces, también puede manifestarse con
cierto grado de calidad entre las personas que cultiven la afición a pensar, siempre
que hayan hecho el esfuerzo de pensar los problemas “hasta el final”).

2.- El término “Ética”

A menudo se utiliza la palabra “Ética” como sinónimo de “moral”, es decir de un “Ética” procede
conjunto de principios, preceptos y valores que rigen la vida de los pueblos y de los del griego “ethos”.
individuos. La palabra “Ética” procede del griego “ethos”, que significaba original-
mente “morada”, “lugar donde vivimos”, pero posteriormente pasó a significar “el
carácter”, “el modo de ser” que una persona o grupo va adquiriendo a lo largo de su
vida. Por su parte, el término “moral” procede del latín “mos, moris”, que original-
mente significaba “costumbre” confluyen etimológicamente en un significado casi
idéntico: todo aquello que se refiere al modo de ser o carácter adquirido como resul-
tado de poner en práctica unas costumbres o hábitos considerados buenos.

Dadas esas coincidencias etimológicas, no es extraño que los términos “moral” y “éti-
ca” aparezcan como intercambiables en muchos contextos cotidianos: se habla, por ej,
de una “actitud ética” para referirse a una actitud “moralmente correcta” según
determinado código moral; o se dice de un comportamiento que “ha sido poco ético”,
para significar que no se ha ajustado a los patrones habituales de la moral vigente. Este
uso de los términos “ética” y “moral” como sinónimos está tan extendido en cas- tellano
que no vale la pena intentar impugnarlo. Pero conviene que seamos conscien- tes de
que tal uso denota, en la mayoría de los contextos lo que aquí venimos lla- mando “la
moral”, es decir, la referencia a algún código moral concreto.

No obstante lo anterior, podemos proponernos reservar en el contexto académico, el


término “Ética” para referirnos a la Filosofía moral, y mantener el término “moral” para
denotar los distintos códigos morales concretos.

3.- La Ética no es ni puede ser “neutral”

La ética no se identifica, en principio con ningún código moral determinado. Esto no


significa que permanezca “neutral ante los distintos códigos morales que hayan
existido o puedan existir. No es posible semejante “neutralidad” o “asepsia axiológi-
ca”, puesto que los métodos y objetivos de la Ética la comprometen con ciertos va-
lores y la obligan a denunciar a algunos códigos morales como “incorrectos” o in-
cluso como “inhumanos”, al tiempo que otros pueden ser reafirmados por ella en la
medida en que los encuentre “razonables”, “recomendables “ o incluso “excelentes”.

4.- Funciones de la Ética

Corresponde a la Ética una triple función:

1.- Aclarar qué es la moral, cuáles son sus rasgos específicos.


2.- Fundamentar la moralidad, es decir, tratar de averiguar cuáles son las razones por
las que tiene sentido que los seres humanos se esfuercen en vivir moral- mente.
26

3.- Aplicar a los distintos ámbitos de la vida social los resultados obtenidos en las dos
primeras funciones, de manera que se adopte en esos ámbitos sociales una
moral crítica (es decir, racionalmente fundada), en lugar de un código mo- ral
dogmáticamente impuesto o de la ausencia de referencias morales.
A lo largo de la historia de la Filosofía se han ofrecido distintos modelos éticos
que tratan de cumplir las tres funciones anteriores: son las teorías éticas. Son
constructos filosóficos que intentan dar cuenta del fenómeno de la moralidad en
general, y de la preferibilidad de ciertos códigos morales en la medida en que
éstos se ajustan a los principios de racionalidad que rigen en el modelo filosófi-
co de que se trate.

Distinciones de Ética y Moral

Desde sus orígenes entre los filósofos de la antigua Grecia, la Ética es un tipo de
saber que pretende orientar las acciones de los seres humanos. También la moral es
un saber que ofrece orientaciones para la acción, pero mientras esta última pro- pone
acciones concretas en casos concretos, la Ética se remonta a la reflexión so- bre las
distintas morales y sobre los distintos modos de justificar racionalmente la vida moral,
de modo que su manera de orientar la acción es indirecta.

Por tanto, en principio, la Ética no tiene por qué tener una incidencia inmediata en la
vida cotidiana, dado que su objetivo último es el de esclarecer reflexivamente el
campo de lo moral.

Moral  Orientaciones para la acción

Ética  Reflexión sobre los modos de justificar la vida moral

Siendo la Ética una disciplina filosófica que debe englobar toda la conducta humana
en sus diversos matices, abarca un campo inmenso.

En este cuadro se sintetizan las relaciones entre Ética y Moral:

Doctrinas Morales Doctrinas Éticas

Sistematizaciones de conjuntos de va- Reflexiones acerca de la moral.


lores, principios y normas concretas.

No son teorías filosóficas. Son teorías filosóficas.

Responden a cuestiones concretas, No orientan en forma inmediata la


orientan en forma inmediata la vida vida moral de la persona. Analiza el
moral de las personas. fenómeno de la moralidad.

Una primera caracterización de la ética es la Ética General: en ella se analizan los


fundamentos o principios generales del orden moral, es decir, los basamentos pri-
marios sobre los cuales se apoya todo el andamiaje del sistema moral.

La Ética Particular o Aplicada consiste en la “aplicación” de los principios genera-


les a las situaciones más concretas de la conducta moral y de la actividad humana
en general. Dentro del ámbito de la Ética Aplicada, y en consideración al notable
incremento adquirido por numerosos problemas morales surgidos en el ámbito de las
diversas profesiones, ha ido afianzándose el estudio de la llamada Ética Profe- sional,
cuyo objetivo sería analizar las más importantes cuestiones morales suscita-
27

das en el ejercicio de las diversas profesiones. Esto ha dado origen a una múltiple
especialización, que cada día cobra mayor importancia. Se le suele denominar
también “Deontología” (del griego “ciencia del deber”), neologismo inventado por
Bentham.

Por último, sus objetos son los mencionados precedentemente. El objeto de la Ética
es el acto humano realizado con el pleno concurso de las facultades espirituales
superiores: inteligencia y voluntad libre. El objeto de la deontología es el acto profe-
sional, aquel efectuado en un marco laboral determinado y que se rige por un de-
terminado código de ética profesional.

Como dijimos, la Ética estudia los actos humanos, que también denominamos actos
morales o acciones humanas.

ACCIÓN HUMANA
Aristóteles, en la Ética a Nicómaco, afirma que los animales no actúan, ya que sus
actividades tienen forzosamente éxito porque son instintivas o porque son conse-
cuencia de un aprendizaje, pero no porque hayan sido planeadas o sean creativas;
son siempre las mismas, es decir, son estáticas en cuanto a su resultado.

En cambio, en relación a otros animales, el ser humano es de una medianía bioló-


gica alarmante y sólo se compensa de esa carencia mediante sus manos y su inte-
ligencia. Por esta razón, la acción aparece como un factor humanizador, constitu-
yéndose en el instrumento por el cual el ser humano transforma el medio convir-
tiéndolo en “mundo”. Si los comparamos con el animal, los actos humanos son mo-
dos completamente nuevos de dirigir la vida.

Es conveniente distinguir entre actos humanos y actos del hombre, ya que no todos
los actos realizados por el ser humano son actos libres. Para que un acto sea con-
siderado “humano”, se requiere que sea voluntario. En cambio, cuando una persona
realiza un acto sin la voluntad de realizarlo o en contra su voluntad, ese acto se
denomina acto del hombre. Éstos son actos amorales, o sea, no son ni buenos ni
malos.

Según Aristóteles, para que una acción sea objeto de elogio o de censura debe ser
voluntaria; en caso contrario sólo merecerá indulgencia o compasión. Aristóteles
entiende por acción voluntaria a aquella cuyo principio está en el agente, es decir, en
quien obra y, además, cuando el agente conoce las circunstancias en que se cumple
dicho acto. No son acciones voluntarias aquellas que se cumplen por fuerza
(compulsión, coacción) o por ignorancia (aunque en éste último caso no siempre nos
exime de responsabilidad moral).

Entonces, para que un acto sea considerado como humano (lo que denominamos
acción humana o acto moral) tiene que reunir ciertas condiciones:

- Que sea realizado con conciencia de lo que se está haciendo (conociendo las
circunstancias que rodean la acción y sus posibles consecuencias).
- Que exista libertad psicológica o libertad interior (que el sujeto no esté coacciona-
do), o sea que la causa de la acción esté en el sujeto mismo. Se trata por eso de
una acción voluntaria, que responde al propósito de realizar algo previamente de-
cidido por el sujeto.
- Que exista uso de razón, o sea capacidad para discernir, para analizar la situa- ción,
conociendo el fin que se persigue, los medios que pueden estar al alcance y su
correspondiente aplicación para la consecución del fin.
28

Si alguna de estas condiciones faltase, el acto realizado sería considerado como acto
del hombre y no como acto humano. Sólo cuando existen actos humanos, po- demos
hablar de responsabilidad moral.

Un ejemplo de acto humano, es el de una persona que después de un proceso de-


liberativo, decide incorporarse como voluntaria a un grupo que prestará ayuda a gente
que sufrió pérdidas por catástrofes naturales; o bien que decide no hacerlo por
cuestiones de salud.

En tanto que una persona que es obligada por otra a realizar un acto indebido, con-
trario a las normas o en consonancia con ellas, bajo una amenaza grave, como la
pérdida de la vida (coacción exterior), no realiza un acto humano sino del hombre,
porque no decidió, no pudo hacerlo. En el caso de una persona que sufre un tras-
torno psiquiátrico grave (coacción interior), tampoco tiene dominio ni control de sus
actos. No decide por sí misma y por lo tanto no realiza un acto humano sino del
hombre.

Los actos humanos o acciones humanas están condicionados por el medio natural, los
límites de la constitución biológica, los productos tecnológicos, las acciones de las
demás personas. Los modos de responder a esos condicionamientos varían de un
sujeto a otro, e incluso en el mismo sujeto en diferentes momentos o situaciones.

Si bien las acciones humanas están condicionadas, no se encuentran determina- das,


ya que los límites no son absolutos y no anulan la libertad. Por eso la acción humana
es libre, ya que el ser humano puede responder a su situación de diversas maneras,
siendo consciente de las circunstancias que rodean su acción y de sus posibles
consecuencias.

ANÁLISIS ANTROPOLÓGICO DE LA ACCIÓN HUMANA

La persona dispone de su ser a través de su acción. De allí que toda fundamentación


antropológica de la ética, tiene que partir de un estudio de las acciones humanas.

Lo específicamente humano es proceder de una manera reflexiva, racional, y por lo


mismo, libre. La persona es dueña de sus actos por la razón y por la voluntad.

La acción voluntaria fue definida de un modo clásico como aquella que procede de
un principio intrínseco con conocimiento formal del fin.

La acción voluntaria tiene su origen en una facultad apetitiva del sujeto, la voluntad,
la cual actúa desde dentro de él (procede de un principio intrínseco.).

Por otra parte, la acción voluntaria implica el conocimiento del fin por parte del suje-
to; es decir, que antes de obrar, la persona conoce la meta que pretende alcanzar.
29

Ángel Rodríguez Luño, en su libro Ética General6, destaca las siguientes caracte-
rísticas de la intencionalidad de la voluntad:

es consciente: es decir, que antes de actuar, el propio sujeto planea y se repre-


senta la acción. Al conocer el fin, relaciona su acción con el objetivo que preten-
de conseguir. Proyectar y representar constituyen actos de la razón que están
implicados en la acción voluntaria, por lo cual, cada persona se experimenta co-
mo autora de sus propios actos;

es activa: la persona y el fin entran en relación por iniciativa del propio sujeto;

es guiada y ordenada por la razón: porque la inteligencia presenta a la voluntad el


objeto intencional, la acción o el objeto deseado por la voluntad.; por su parte, el
juicio racional establece entre la acción y su fin un motivo (por ej. :quiero hacer
esta acción porque es buena o porque es útil);

es autorreferencial: pues toda acción voluntaria si bien posee un objeto intencio-


nal, tiene a la propia persona como sujeto, en la medida en que revierte sobre ella
misma (ej: no es posible robar sin que la persona se convierta en ladrón), porque
el querer implica una valoración personal de lo querido que no se da en el conocer
como tal y todo lo que el ser humano hace tiene efectos que no sólo son externos,
sino que también, se va realizando y haciendo a sí mismo.

La voluntad es la inclinación racional al bien y éste es aquello que conviene a la


persona. Las acciones son objeto de la voluntad en la medida en que son vistas como
convenientes y apetecibles. Ahora, algo puede ser querido como medio o como fin.
Si se lo considera como un fin, se trata de algo bueno en sí mismo que puede
presentarse en tres modalidades: como honesto, como deleitable y como útil. Un bien
es honesto, cuando una cosa o una acción es querida en sí misma porque se
presenta como objetivamente buena y digna de ser amada. El bien deleitable es
querido porque causa una resonancia afectiva positiva: placer, satisfacción, alegría.
El bien útil es querido no en sí mismo, sino porque se presenta como ordenado a la
consecución del fin.

ESTRUCTURA DEL ACTO MORAL


Los actos humanos, como dijimos anteriormente, son actos morales, y por lo tanto,
están siempre sujetos a la aprobación o condena por parte de los demás.

No son actos morales aquellos cuya realización no puede ser evitada o cuyas con-
secuencias no pueden ser previstas (son ejemplos: el respirar; o el acto de entregar
el dinero a un asaltante).

Para analizar un acto moral tenemos que tener en cuenta los elementos que inter-
vienen en su estructura. Esos elementos, que están articulados entre sí son los
siguientes:

a.- Motivo: es aquello que impulsa a actuar y mantiene la acción, lo que mueve al
sujeto a perseguir determinado fin. Un mismo acto puede realizarse por diferen-
tes motivos, y a su vez, el mismo motivo puede impulsar a realizar actos distin-
tos con diferentes fines.

6
RODRÍGUEZ LUÑO, Ángel. Ética General. EUNSA Pamplona, 1.991
30

b.- Fin de la acción: todo acto humano se realiza con un fin; el acto moral exige que
el sujeto tenga conciencia del fin que se persigue. En el acto moral no sólo se
anticipa idealmente como un fin un determinado resultado, sino que además hay
una decisión de alcanzar el resultado que dicho fin anticipa. La conciencia del fin
y la decisión de alcanzarlo dan el carácter de un acto voluntario y esta
voluntariedad en el acto moral se distingue de los actos fisiológicos, psíquicos,
automáticos (instintivos o habituales). Dichos actos no responden a un fin tra-
zado por la conciencia, son inconscientes e involuntarios y no son morales.
El acto moral implica la conciencia de un fin, así como la decisión de realizarlo;
pero esta decisión presupone en muchos casos una elección entre varios fines
posibles.
c.- Medios: al realizar la elección de los medios adecuados para alcanzar el fin
elegido, tiene que darse una adecuación moral y no sólo instrumental entre el fin
y los medios. No es lícito el empleo de cualquier medio aún supuesto que el fin
elegido sea correcto. Es por eso importante tener en cuenta que “el fin no justifica
los medios”.
d.- Consecuencias de la acción: se refiere a que en el acto moral, es necesario
tener en cuenta las consecuencias previsibles de la acción, ya que el sujeto no
puede desentenderse de las repercusiones que sus actos tienen en la convi-
vencia social cuya regulación también es un elemento moral.

El acto moral se presenta con un aspecto subjetivo (motivos, conciencia del fin,
conciencia de los medios y decisión personal), pero a la vez, muestra un lado obje-
tivo que trasciende a la conciencia (empleo de determinados medios, consecuen- cias
que se siguen a la acción). El acto moral no puede estar reducido a uno de sus
elementos, así por ejemplo los medios no pueden ser aislados de los fines, las con-
secuencias no se aíslan de la intención.

Para que el acto moral sea considerado bueno, se requiere que todos los elemen- tos
sean buenos. Si alguno de ellos fuera malo (por ejemplo, si el fin es bueno pero los
medios utilizados son malos) todo el acto es considerado malo.

FUENTES DE LA MORALIDAD

Por fuentes de la moralidad se entienden aquellos elementos del acto humano de


donde emanan la conveniencia o la no conveniencia con las normas de la morali-
dad. Santo Tomás señala cuatro fuentes, de las cuales interesa en este momento el
detenerse en la tercera fuente, que son las circunstancias.

Estas son los accidentes del acto moral, por tanto la bondad emanante de ellas es
“accidental”. Lo que interesa es analizar su influencia en el grado de moralidad.

Moralidad por parte del objeto

La cosa exterior, conocida por la inteligencia, puede ser querida por la voluntad y se
convierte en “objeto”. De este objeto procede la primera y esencial calificación mo-
ral del acto.

El objeto moral de la acción es su término, tomado en relación a la ley moral. El objeto


moral de un robo es, por ejemplo, un automóvil, pero no en cuanto automóvil de tal
marca o características técnicas, sino en cuanto ajeno, pues sólo bajo esa razón se
establece la relación, negativa en este caso, a la ley moral que prohíbe apropiarse de
los bienes del prójimo.
31

El objeto moral es el objeto inmediato del acto de la voluntad (llamado elección) y


otorga al obrar humano su moralidad (o calificación) primera y esencial. Según esta
moralidad del objeto, las acciones son en sí mismas buenas o malas, ordenables al
fin último o no.

Moralidad por parte del fin

El fin es la llamada “intención” del sujeto que realiza la acción, es lo que el agente
quiere lograr por medio de la acción realizada. Un acto de determinada especie moral,
por ejemplo, la limosna, puede ordenarse a una finalidad preestablecida en la
intención del sujeto, por ejemplo, la propia gloria. En ese caso el objeto se subor- dina
a la intención.

El fin es el objeto inmediato que posee la voluntad, de allí que éste puede subordi-
nar a los demás actos y envilecer un objeto que en sí mismo es bueno (caso del
ejemplo citado).

Moralidad por parte de las circunstancias

Las circunstancias son aquellos detalles que rodean (circundan) un acto moral bueno
o malo, son como accidentes que modifican el objeto moral. Dichas circuns- tancias
(“quien”, “cómo”, “qué”, “cuándo”, “dónde”, “con qué medios”, etc.) sin ser el objeto
del acto, desempeñan un importante papel en la vida moral. Sucede en el orden moral
algo similar a lo acontecido en el físico. En el orden moral, la entidad del acto humano
no se restringe al objeto, sino que depende además de algunas circunstancias
sobreañadidas.

La presencia o ausencia de alguna de ellas determina la bondad o la malicia moral


de una acción, no al igual del objeto (porque su ausencia produciría la mutación de
la especie moral), pero sí en forma gradual, aumentando o disminuyendo la especie
moral ya existente: por ejemplo, robar mucho o robar poco no son dos especies
distintos de robos, sino dos grados diversos de gravedad. Por todo ello, la morali- dad
no consiste en algo indivisible; la integran muchos elementos y todos deben ser
tenidos en cuenta para poder valorar una acción moral, al juzgar un hecho moral se
ha de estar atentos a todas las circunstancias.

1.- quien obra: no tiene la misma moralidad el juicio falso de un notario, abogado o
juez que el de una persona privada.
2.- cualidad y cantidad del objeto producido: la cantidad de lo robado varía la mo-
ralidad del robo; igualmente, el hecho de que lo robado sea un bien público o
privado, etc.
3.- lugar de la acción: no se califica del mismo modo, por ejemplo, la acción come-
tida en un lugar público o en un lugar secreto.
4.- medios empleados: se distingue, por ejemplo, entre robo a mano armada y robo
sin violencia, etc.
5.- modo moral en que se realiza la acción. es distinta la moralidad de las acciones
según se comenten con deliberación plena o no, etc.
6.- cantidad y cualidad del tiempo: la bondad o malicia de una acción puede variar
por la duración de ésta, o por el momento concreto en que se comete (en gue-
rra o en paz, etc.)
7.- motivo por el que se realiza un acto: no hace relación al fin principal del agente,
sino a motivos secundarios o añadidos: así, una persona puede ayudar al pró-
jimo con el fin de vivir la caridad, pero añadiendo también un cierto deseo de que
se le agradezcan su servicio.
32

Moralidad de Decisión

OBJETO - ¿Lesiona algún derecho humano?


- ¿Se opone a alguna ley justa?
- ¿Cumple con los derechos contractuales?
- ¿Es conforme a la justicia distributiva?
- ¿Es una acción desleal?
- ¿Contribuye a la solidaridad?
- ¿Es favorable a otros valores éticos?
- ¿Hay alguna alternativa mejor?

- ¿Es honesta la meta que se persigue?


INTENCIÓN
- ¿Podría mejorar la calidad moral de la in-
tención?

CIRCUNSTANCIAS - ¿Hay alguna circunstancia que aumente o


disminuya el valor moral de la decisión?
(Quién lo hace, quiénes son los afectados,
cómo, cuándo, cuánto, de qué manera, con
qué consecuencias )

LA EXISTENCIA Y NATURALEZA DE UN ÚLTIMO FIN EN EL OBRAR


HUMANO

Santo Tomás y otros filósofos daban suma importancia, como punto de partida de la
moral, al estudio del fin último. El motivo es que, siendo la moralidad un orden de la
actividad humana, sólo puede ser definida por el fin al cual se orienta. Un cambio en
este objetivo transformaría totalmente la trayectoria moral de dicha actividad. Es este
objeto el que define el modo de tender al fin, que es propio del hombre, el cual es
muy diferente al resto de los demás seres. Siendo el hombre libre, su liber- tad no
obstaculiza la tendencia hacia el fin ni la niega; por el contrario, con ella y por ella se
dirige con mayor facilidad a la consecución de su fin último.

Algunos autores modernos niegan el principio de finalidad del hombre, lo que origi-
na una concepción moral distinta; pero que no será conducente a una moral objeti-
va dada la ausencia de un fin hacia el cual tender.

El término fin es frecuentemente utilizado, incluso en el lenguaje vulgar, pero no


siempre en el mismo sentido. El concepto de fin en el campo moral, depende estre-
chamente del concepto metafísico de la causalidad final como de su fundamento
primero. Cuando se dice de alguien o de algo que tiene un fin o que obra por un fin
se está sugiriendo su “ordenación o subordinación a otra cosa” (por ello, en el len-
guaje cotidiano se emplean habitualmente los siguientes sinónimos: motivo, tér- mino,
móvil, objetivo, razón de ser, intento, propósito, etc.). “Obrar por un fin” es, entonces,
una fórmula usada en moral en sentido perfectivo, por cuanto hace refe- rencia a la
acción y ésta, si no es ya la perfección de un sujeto operante, constituye cuando
menos algo tendiente a la perfección.

Si el fin fuese el término efectivo de una acción humana, se le denomina tradicio-


nalmente “fin de la ejecución”; si, en cambio, es el motivo o móvil propulsor del
33

obrar, pero aún no ha sido alcanzado, se le llama “fin en la intención”. Por eso, el
fin es lo primero que se intenta y lo último que se ejecuta.

Según Aristóteles, el bien es aquello que todos los seres apetecen o desean (es decir,
se desea o apetece un fin que es bueno). Por eso la noción de fin agrega algo a la
de bien. Tender a un fin u “obrar por un fin”, supone la presencia de un conocimiento
(si no se lo conoce no se lo desea).

Siendo la característica propia del hombre su racionalidad, ello implica que las accio-
nes humanas suponen la intervención de la razón; ella (la razón) es quien convierte al
hombre en dueño de sus actos, dado que la voluntad, motor de toda la actividad hu-
mana, es una “voluntad deliberada”, o sea, dependiente del conocimiento racional. Con
esto dicho se afirma la existencia del libre albedrío. En definitiva, toda acción humana
es una acción libre. Y al afirmar que el hombre “obra por un fin”, se hace referencia
exclusivamente a las acciones humanas. Por último, todas las acciones humanas
proceden de la voluntad deliberada o de la libertad. Entonces, siendo el fin el objeto
propio de la voluntad deliberada, todo acto emanado de ella lo hace de acuerdo al fin:
todos los actos específicamente humanos son realizados por un fin.

Además, se afirmó que todos los seres poseen una finalidad, pero no todos pueden
conocerla. La relación medios-fin no es conocida por el animal; éste actúa siempre
instintivamente o “por necesidad natural”, mecánicamente. Usa de los medios pero
sin saber que lo son. El hombre, por el contrario, posee el conocimiento de esa re-
lación, señal de ese conocimiento es la variedad de los recursos a los cuales alude
para lograr sus propósitos (no siempre usamos el mismo medio para lograr algo).
Este hecho es la manifestación más evidente de la presencia en él de una inteli-
gencia espiritual, capaz de abstracción y de concebir ideas.

Con la existencia de un fin último se hace posible la acción por las siguientes razo-
nes:

a.- si no hubiese un primero en el orden de la intención:


- nunca se desearía nada en concreto
- no se terminaría ninguna acción
b.- si no hubiese un último en la ejecución:
- nadie comenzaría a obrar
- nunca se terminaría de formular el juicio de decidir lo que se quiere conseguir

Debe tenerse en cuenta que todo lo expuesto está referido en un plano abstracto, sin
haber dicho aún, en concreto, ese fin último.

Integrando los distintos bienes y distinguiendo el doble orden (natural y sobrenatu-


ral), Santo Tomás realiza una catalogación de todos los bienes posibles:

A.- Creados y limitados


1.- Considerados individualmente o en particular:
1.1.- Externos al hombre:
a.- meramente materiales: las riquezas.
b.- meramente espirituales:
- personales o privados: los honores.
- sociales o públicos: la fama.
c.- mixtos de material y espiritual: el poder.

1.2.- Internos al hombre o propios de él:


a.- meramente corporal: la salud.
34

b.- mixto de corporal y animal: la voluptuosidad.


c.- meramente espirituales: la virtud y la sabiduría.
2.- Considerados colectivamente o todos juntos.

B.- Increado o Infinito: Dios


Todos estos bienes pueden ser alcanzados por el hombre y otorgarle felicidad o
una cierta dosis de felicidad. Por distintas causas, cada uno de ellos no cons-
tituyen el fin último del hombre, y, por eso mismo, la felicidad no consistirá en
buscarlos.
1.1.a.- las riquezas: o son “naturales” (aquellas que el hombre precisa para su
sustento o para cubrir sus necesidades -comida, vestido, casa, etc.-) y,
en ese caso, se subordinan a la dignidad del hombre, lo cual convierte en
absurdo buscarlas por sí mismas, por el mero hecho de que están
subordinadas, dejan de ser algo principal; o son “artificiales” (dinero,
piedras y metales preciosos, etc.), cuyo valor es meramente convencio-
nal, y entonces se subordinan a las naturales para adquirirlas pues, de lo
contrario, no sirven para nada.
1.1.b.- los honores: el honor se subordina a la excelencia de la persona honra-
da; un honor sin dicha excelencia es absolutamente efímero. Es decir,
éste es debido por alguna acción u obra realizada por la persona, en-
tonces el honor depende de esa acción, es algo subordinado.
- la fama o gloria: se subordina a la persona del “famoso”, entonces de-
pende siempre de la persona y del grupo humano que quiera tributarle,
por lo tanto también es algo dependiente.
1.1.c.- el poder: el argumento demostrativo de porqué no consiste la felicidad en
el poder, es que la verdadera felicidad es incompatible con el mal; el poder
o potestad en cambio, puede ser usado tanto para el bien como para el
mal. Por lo tanto, una cosa (en esta caso, el poder) no puede ser buena
en sí misma, ya que tiene dos finalidades radicalmente opuestas.
1.2.a.- la salud: en sí misma es bueno. Aún más, el hombre debe proveer y
mantenerse, por todos los medios posibles, en el estado de salud. Pero
ésta está subordinada a algo más elevado que es la presencia del alma.
Por eso, si el cuerpo y, con él la salud, está subordinada al alma, la sa-
lud no podrá consistir en fin último.
l.2.b- la voluptuosidad: la idea de que los deleites corporales constituyen la feli-
cidad está muy difundida entre quienes niegan la existencia del espíritu
(o al menos, atenúan su presencia) y de los bienes eternos. No es posi-
ble buscar la felicidad en ellos por el hecho de que responden a lo cor-
poral, y éste está subordinado al alma. Entonces es un tipo de fin pero de
menor valía.
l.2.c- tanto la ciencia (o sabiduría) como la virtud son hábitos de las potencias
superiores que son la inteligencia y la voluntad, respectivamente. No es
posible poner el último fin en ellas dado que son operaciones de estas
facultades y por lo tanto, son sólo partes integrantes de la realidad hu-
mana. Están subordinadas.
En esta clasificación están comprendidos cualquier bien concreto imagi-
nable, dado que los mencionados precedentemente son expuestos de
una manera genérica o universal.

C.- Habiendo descartado todos y cada uno de los bienes creados como constituti- vos
de la felicidad o beatitud objetiva humana, pues son incapaces de concre- tar el
concepto de fin verdaderamente último por su naturaleza, queda por ver cómo
Dios constituye el fin último de la felicidad humana.
Existe un hecho innegable. Ninguno de los bienes creados ni todo su conjunto
pueden saciar el apetito de felicidad inherente a la aspiración natural del hom-
35

bre. Y el motivo estriba en que, dentro del conjunto de los seres y perfecciones
de la creación, el hombre es el mayor de todos y los supera a todos (se decía
arriba que los bienes dependen de él o están a él subordinados). Aún siendo
inmensamente rico y poseyendo la totalidad de los seres y perfecciones, el
hombre seguirá siendo insaciable justamente por poseer una capacidad de mi-
rar a lo infinito. Es por ello que no se sacia acabadamente con los distintos bie-
nes creados (ni poseyéndolos individualmente ni globalmente), por lo tanto, la
“universalidad del bien” podrá encontrarse en el Ser Divino y únicamente en Él;
por tanto sólo Él reviste las condiciones de objeto beatífico real y definitivo.

LECTURA 2: El Fin Último (ver material complementario)

Conjunto de principios, normas y valores, que cada generación transmi-


MORAL te a la siguiente y que orientan sobre el modo de comportarse para lle-
var una vida buena y justa.

Parte de la Filosofía que se - Saber que intenta construirse racional-


dedica a la reflexión sobre la mente.
moral. - Intenta desplegar conceptos y argumen-
tos que permitan comprender la dimen-
sión moral de la persona humana.
ÉTICA
Su objetivo: es esclarecer
reflexivamente el campo de
la moral.

Funciones: - Saber indirectamente normativo: orienta


indirectamente la acción, señalando qué
- Aclarar qué es la moral. (sus rasgos) concepción de moral es más razonable.
- Fundamentar la moralidad. - No se identifica con ningún código moral
- Aplicar a los distintos ámbitos de la vida social los determinado.
resultados obtenidos en las dos primeras fun- - La Ética no permanece neutral ante los
ciones (para que se adopte una moral crítica). distintos códigos morales.
36

ACTIVIDAD Nº 2
a.- DE AUTOEVALUACIÓN

Lea el texto que se presenta a continuación y teniendo en cuenta el marco teó-


rico analizado, elabore una reflexión (de aproximadamente diez renglones)
acerca del tema.

“La necesidad de la ética” por Adela Cortina

“La ética está de moda: al menos verbalmente de moda. Políticos y empresa-


rios, periodistas y agentes económicos, médicos y docentes se lamentan día tras
día de la escasa moral de que hacen gala en sus actividades y profesiones y
añoran -nostálgicos- un tiempo futuro en que los valores morales auténticos se
coticen más en la vida social que la aburrida charlatanería de los políticos, el
morbo de programas macabros y anuncios provocativos, la carrera descom-
puesta hacia los puestos de poder.
¿Qué diferente sería todo -vienen a decir- si los periodistas y publicistas no
entendiéramos la información y la publicidad sólo como mercancía, si empresa-
rios y trabajadores tuviéramos la empresa como un servicio cooperativo a la
sociedad, si los políticos aprendiéramos que es nuestra razón de ser la defensa
de intereses universalizables, si el personal sanitario tomáramos en serio que el
bien del paciente es nuestro primer deber, si algún día los docentes creyé- ramos
de verdad que la calidad de la enseñanza es un valor prioritario...! ¿Qué diferente
sería todo -en definitiva- si viviéramos moralmente!.
Porque la moralidad no es un extraño artefacto, venido de un desconocido lu-
gar, sino simplemente el reto de vivir como hombre -mujer, varón- en el más
pleno sentido de la palabra; cosa imposible si no es a través de todas nuestras
actividades y dedicaciones”.

- Reflexione sobre la siguiente cuestión: ¿toda norma moral, por el hecho de ser
establecida por la sociedad, reporta un beneficio y lleva al perfecciona- miento
de la persona? Fundamente su respuesta.

B.- OBLIGATORIAS

- Proponga dos ejemplos de normas morales de esta o de otra sociedad, de la


época actual o de otra época. Luego, justifique en cada caso porque la cum-
pliría o dejaría de cumplir.
- Elabore un ejemplo de una situación en que una persona haciendo ejercicio de
una moral crítica, manifiesta desacuerdo con una norma moral vigente, que se
justificaría desde lo ético.
37

EJE PROBLEMATIZADOR II:


LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD MORAL.
HÁBITOS MORALES.

2.1.- LIBERTAD

Libertad, en general, significa estar exento de coacción. Pero la coacción puede


depender de diversas causas; por eso se pueden distinguir varios tipos (análogos) de
libertad, que se pueden reducir a dos formas principales: libertad exterior y liber- tad
interior.

1.- Libertad exterior

Libertad exterior o libertad de hacer, o libertad de ejecución, es una situación en la


que no existen trabas, presiones, impedimentos, estorbos exteriores. Es decir, su-
pone ausencia de coacción exterior. Estas “libertades” se refieren al ejercicio de la
libertad (interior) y no a su existencia. En este grupo caben las siguientes:

a.- La libertad física que es la capacidad de podernos mover de un lugar a otro, de


circular libremente, sin que ninguna fuerza externa nos lo impida (cárceles, ca-
denas, fronteras…).
b.- La liberad moral (o licitud): estar exento de obligaciones o prohibiciones relati- vas
al orden moral. Por ejemplo: gozo de libertad física para envenenar al ve- cino,
pero no de libertad moral (no me es “lícito” hacerlo).
c.- La libertad civil, política, religiosa, etc. de ellas gozo cuando no existen leyes
positivas -dictadas por la autoridad- que traban mi libre acción (libertad de aso-
ciación, de prensa, de opinión, de comercio, etc.).
d.- La libertad social es distinta: es ausencia de determinismos sociales, de influjos
sociales que me inclinen fatalmente en una dirección sin que yo lo advierta
(manipulación de la propaganda, ambientes corrompidos, etc.).
e.- Libertad ascética o “liberación”: de ella goza el que domina sus instintos, sus
pasiones.

Se requieren, por cierto, estas libertades exteriores, porque el hombre se realiza en


“lo otro”, su libertad interior necesita un espacio para su autodefinición y desarrollo.
Estas libertades deben ayudar al desarrollo de la capacidad de autodeterminación del
ser humano, pero pueden entrar en colisión, por lo que requieren de control, ejercido
a través de las leyes.

2.- Libertad interior

La libertad interior o libertad de querer, se define como ausencia de determinación


interna previa a la acción. Supone el reconocimiento de la capacidad para poder elegir
y decidir en un momento dado entre diferentes opciones que se presenten, eligiendo
aquello que se desea llevar a la práctica.

La libertad sicológica o libertad de elección o libre albedrío es “el poder que tiene el
hombre de obrar o no obrar, hacer esto o aquello, cuando ya se dan todas las con-
diciones requeridas para obrar”.

El hombre, puesto ante un abanico de posibilidades, de valores (bienes limitados), no


está determinado por su naturaleza, ni es atraído fatalmente por uno de los valo-
38

res en juego, sino que puede autodeterminarse por uno de ellos. En este dominio
sobre los actos consiste la libertad sicológica.

Sin embargo, no se trata de una libertad absoluta, totalmente libre de condiciona-


mientos, sino de una libertad “dentro de lo que cabe”.

LIBERTAD Y VALORES MORALES O ÉTICOS

Muchos valores perfeccionan al hombre en alguna zona de su personalidad, ya sea


su inteligencia, sentido estético, contextura física, etc., pero no lo afectan de tal ma-
nera que por ellos se convierta en “hombre bueno” u “hombre malo”.

En cambio existen valores, los valores morales, que afectan a la persona en su to-
talidad, llevándola al desarrollo y realización plena de su ser propiamente humano.

Los valores morales suponen la libertad y provocan como respuesta específica la


experiencia de la obligación, del “tú debes”, afectando al nivel práctico de la acción
humana libre.

La libertad le permite al hombre asumir los valores y realizarse.

LEY ETERNA

La noción de ley eterna no la recibe la Filosofía de la Sagrada Escritura, sino de la


tradición filosófica. Ya Heráclito (filósofo griego del siglo V a.C.) hablaba de una “ley
sempiterna”; con mayor precisión utilizan el concepto los estoicos y Cicerón, de quien
lo toma San Agustín.

La noción de ley eterna puede manifestarse sea indirectamente, a través del orden
de la creación o de la naturaleza conocido por la razón con sus solas fuerzas, o de
una manera directa, a través de la revelación aceptada por la fe. En este segundo
caso se la llama “ley divina positiva”.

RECTA RAZÓN HUMANA

Cada uno tiende al fin último según el modo de su naturaleza propio. El modo pro-
pio de la naturaleza humana es el racional, de donde surge que la norma inmediata
del orden moral u orden de las acciones humanas es la misma razón del hombre.

La razón es el primer principio de todos los actos humanos. La razón recta es la que
pone orden en los actos humanos o en las cosas exteriores.

CONCIENCIA MORAL

La consciencia no es una facultad más, unida a la inteligencia y a la voluntad, sino


que es un acto de la inteligencia por el cual la persona juzga la moralidad de una
acción. Se trata de un juicio teórico-práctico con el cual ésta juzga si su acción es
buena o mala en sentido moral.

Desde el punto de vista psicológico, se llama conciencia al conocimiento íntimo que


tiene el ser humano acerca de sí mismo y de los actos que realiza. Pero, al referir-
nos a la conciencia en sentido moral, lo que interesa fundamentalmente es su con-
notación moral.
39

Es en este último sentido en que nos referimos a la conciencia como la aplicación de


normas universales a un acto particular. Se supone que la conciencia moral, cuyos
dictados seguirá la persona, está fundamentada en razones objetivas. Sin embargo,
pueden darse casos en que se registre error en el juicio de conciencia. De allí que
sea preciso analizar las diferentes modalidades que pueden presentarse y los
principios que hay que aplicar para seguir el dictamen de la conciencia.

Entonces, teniendo en cuenta su conformidad con la ley moral, la conciencia puede


ser:

a.- Verdadera o recta: cuando juzga la bondad o malicia de un acto rectamente, en


conformidad con la ley moral; en este caso el juicio moral es verdadero, bus-
cando sinceramente el bien.
b.- Errónea o falsa: cuando juzga en desacuerdo con la ley moral, al considerar buena
una acción que es mala y viceversa. Puede ser que la causa del error en el juicio
sea la ignorancia.

Según el tipo de consentimiento con que el sujeto asiente al juicio de conciencia, ésta
puede ser:

a.- Cierta: es la que juzga con firmeza que un acto es bueno o malo sin temor a errar.
b.- Probable: no existe seguridad por parte del sujeto al emitir el juicio, por lo cual
sólo dictamina con probabilidad acerca de la moralidad del acto, inclinándose por
una de las alternativas posibles.
c.- Dudosa: en este caso se suspende el juicio por temor a equivocarse, ya que el
sujeto no puede tomar una decisión acerca de la bondad o maldad del acto.

Nunca se puede obrar en contra de la propia conciencia, si ésta es conciencia cier-


ta, porque es actuar en contra de uno mismo y de las convicciones más profundas. A
veces, por la imperfección humana, a pesar de la diligencia debida, la persona estima
recta una conciencia que en realidad es falsa, juzgando como bueno algo que no lo
es. En este caso no es culpable al obrar, porque obró de buena fe. Ahora, quien obra
a pesar de una duda fundada en serias razones acerca de la moralidad de la acción,
puede actuar mal, por lo cual se impone resolver la duda antes de actuar.

Cada persona tiene la responsabilidad de formar la propia conciencia, de tal modo


que siempre tienda a la verdad y al bien. Para ello, es preciso poner los medios
adecuados para adquirir la ciencia moral debida que dependerá de la capacidad
personal, del tipo de ocupación y de responsabilidad que tiene, de las circunstan- cias
del ambiente en que se desenvuelve. También, es importante en determinados casos
la petición de consejo a personas con mayor experiencia.

Sin embargo, no se debe olvidar que cada persona es responsable de la decisión que
toma.

OBJECIÓN DE CONCIENCIA

Muchas veces las personas se ven obligadas a actuar en contra de lo que en con-
ciencia consideran bueno o justo. En ocasiones, los superiores por el cargo o poder
que detentan, exigen a sus subordinados que participen en acciones que son in-
compatibles con el respeto debido a un determinado valor moral percibido por la
conciencia. En estas circunstancias, la persona tiene el derecho a la objeción de
conciencia, es decir, a la resistencia a una orden superior que la conciencia opone
40

por fidelidad a sus propias convicciones religiosas o morales (Patricia Debeljuh,


2.005).

La desobediencia al imperativo de la conciencia produce la renuncia de la persona a


su verdadera esencia humana, un atentado a su propia dignidad. En la intimidad, la
persona no puede ocultar la ruptura consigo misma provocada por un acto des- viado
de la norma imperada por su conciencia.

La objeción de conciencia no implica un desprecio del sujeto hacia la ley, sino una
coherente fidelidad a sus profundas convicciones, una muestra clara de su com-
promiso de buscar el bien.

Por ello es posible afirmar la existencia de límites de la obediencia. El asentimiento a


una orden recibida de un superior es exigible en virtud de algún compromiso pre-
viamente adquirido, como un contrato de trabajo. El superior puede exigir cualquier
orden o mandato siempre y cuando no sean opuestas a las convicciones éticas y
morales del sujeto. Si surge algún conflicto entre ambos, esa situación debe resol-
verse a favor de la objeción de conciencia.

RESPONSABILIDAD MORAL

Se entiende por responsabilidad la capacidad de las personas para responder de sus


actos; esta capacidad exige la obligación de reparar los daños ocasionados y de
soportar el castigo previsto para la infracción cometida.

Se dice de una persona que es responsable cuando está obligada a responder de


sus propios actos.

Un sujeto es responsable cuando actúa con libertad; esto implica:

a.- Conciencia de las circunstancias y las consecuencias de su acción.


b.- Que no existan causas externas que lo obliguen a actuar de un solo modo.

La ignorancia y la coacción eximen al individuo de responsabilidad. Pero la ignoran-


cia debe ser de cosas que no tiene la obligación de conocer; es decir que sólo el que
ignora lo que no pudo haber sabido está eximido de responsabilidad. En cam- bio,
ignorar lo que se debía saber, sufrir presiones o pasar por situaciones difíciles,
pueden atenuar nuestra responsabilidad pero no eximirnos de ella. Si un individuo es
consciente de las circunstancias y de las consecuencias previsibles de su acción y si
no han existido causas que lo hayan obligado a actuar de un solo modo, es
responsable del acto producido.

En cuanto a la coacción, debe ser muy fuerte para condicionar realmente la acción,
de tal modo que quite al agente moral de toda posibilidad de actuar de otro modo.

La libertad psicológica o libertad de voluntad no debe confundirse con la legal ni con la


física. En los tres casos tiene que existir ausencia de limitación. Lo que limita la libertad
psicológica son las tendencias interiores que fuerzan a realizar determinadas acciones
o que impiden realizar otras. El estado consciente del sujeto es un darse cuenta de lo
que está haciendo; si es pleno, lleva consigo la máxima responsabilidad del acto, y si
es limitada, reduce proporcionalmente la responsabilidad del acto.

Podemos diferenciar dos tipos de responsabilidad moral: la responsabilidad moral


directa y la indirecta.
41

Existe responsabilidad moral directa cuando nos encontramos ante el caso de que
existe pleno uso de razón, libertad y conciencia por parte del sujeto al realizar un acto.

En cambio, si no existe libertad psicológica, ni conciencia, no hay responsabilidad


moral directa. Sin embargo puede existir responsabilidad moral indirecta, que es
la que se le imputa al sujeto que libre y concientemente, se coloca en un estado
inconsciente y carente de libertad, sabiendo o previendo que clase de actos haría o
podría hacer en este último estado. Es el caso del que se droga o embriaga.

Podemos también reconocer lo que denominamos responsabilidad directiva. El


sentido de responsabilidad es parte esencial de la calidad humana del directivo.
Requiere que éste sea plenamente consciente de su condición y de lo que exige
su cargo en la empresa y en la sociedad. Actuar de modo responsable exige saber
qué se debe hacer y las repercusiones de las propias acciones en los de- más,
conocerse a sí mismo -talentos y posibilidades- y las posibilidades de ac- ción en
cada situación.

Modos de responsabilidad directiva:

- Por comisión (o acción voluntaria): corresponde a actos directamente volunta-


rios. Se trata de actos realizados con intención de conseguir algún objetivo o me-
ta. Se incurre en la responsabilidad propia el acto y en la responsabilidad de las
consecuencias razonablemente previsibles y evitables.
- Por omisión: cuando no se realizan actos que había obligación de hacer y real-
mente se podían hacer. Hay culpabilidad cuando se omite algo debido y posible de
modo deliberado y con pleno consentimiento, o bien por negligencia u otros modos
de imprudencia.
- Por su influencia en acciones ajenas: ya sea por inducción (cuando pide o manda
algo, persuadiendo a que se realice una acción y estimulando a otros con la propia
conducta), ya sea por cooperación (por participación inmediata, colabo- ración u
omisión.

2.2.- HÁBITOS MORALES. VIRTUDES Y VICIOS


Entendemos por hábito una disposición permanente y adquirida para reproducir
determinados actos. Se trata de cualidades estables y no de meras disposiciones
transeúntes. Son la base de todo el desarrollo humano, ya que por ellos las perso-
nas aprenden a hablar, a escribir y todas aquellas actitudes que son propias de éstas,
que se adquieren con la educación, permitiéndoles vivir con dignidad.

Un hábito se conforma por la repetición de los actos correspondientes. Pero, cual-


quier acción en sí misma considerada no es un hábito. De allí que podemos decir
que, cuando observamos que una persona fuma, no quiere decir que tenga el hábi-
to de fumar y, si tiene este hábito, no está fumando en todo momento.

El origen de un hábito está en un acto o en varios actos que se han realizado y que
dejan una especie de huella en el mecanismo mental o en el fisiológico, lo cual ge-
nera una tendencia a reproducir lo que se ha hecho una o varias veces, de tal modo
que va adquiriendo la disposición para reproducir otra vez el acto.

Los hábitos se adquieren consciente o inconscientemente, o con escaso margen de


conciencia; en forma voluntaria o involuntaria, ya que se lo puede adquirir por vo-
42

luntad ajena (por ejemplo, los hábitos que adquieren los niños pequeños, en los que
actúa la voluntad de los padres) o tan sólo por imitación no consciente.

Existen dos fases del hábito:

1º.- La formación: que consiste en la repetición de varios actos de la misma espe- cie,
con la cual se producen una serie de transformaciones internas que hacen
posible la mayor soltura, rapidez y perfección de la conducta habitual.
2º.- La estabilización: los actos habituales, además de estas tres características,
adquieren una cuarta, que consiste en que estos actos se realizan subcons-
cientemente o con escaso margen de conciencia.

Sólo la persona humana, por estar dotada de libertad, puede aumentar a través de
los hábitos, el dominio que goza sobre sus actos. El hábito existe cuando se da una
inclinación permanente a obrar en un sentido y, por lo general, se manifiesta como
una línea de conducta que caracteriza a cada individuo. Además, los hábitos son
como una segunda naturaleza, ya que capacitan para un modo nuevo de obrar y dan
a las acciones libres una espontaneidad equiparable a la de otras operaciones
puramente naturales.

VIRTUDES Y VICIOS

Los hábitos que conciernen a la problemática ética son las virtudes y los vicios. És-
tos constituyen hábitos operativos, es decir, son cualidades estables de las poten-
cias (facultades) del hombre, que lo disponen e inclinan a obrar en un sentido. Son
prácticos, porque se refieren a la acción.

La virtud es un hábito operativo bueno. No puede confundirse con la mera costum-


bre, ya que ésta se trata de una simple repetición de actos externos; mientras que la
virtud implica un creciente conocimiento y amor del bien y un orden de las pasio- nes,
por lo cual aumenta la perfección de la libertad a través de esas acciones. Dis- pone
al ser humano a comportarse de una manera adecuada a su propia naturale- za,
fortalece la voluntad y el rendimiento positivo de la libertad.

El término virtud proviene del vocablo latino virtus, que equivale al término vis, cuyo
sentido es fuerza. En una acepción más limitada significa un hábito adquirido que
perfecciona o refuerza alguna potencia activa.

La virtud es esencialmente personal e implica fuerza espiritual para vencer las difi-
cultades que se presentan en su ejercicio. Se adquiere con dificultad, porque re-
quiere esfuerzo y produce placer espiritual, pero generalmente no produce placer
material.

Las virtudes nacen de la actividad humana libre y dan una mayor firmeza, facilidad,
eficacia y satisfacción para obrar bien. Se las clasifica en virtudes intelectuales y
virtudes morales.

Las virtudes intelectuales inhieren y perfeccionan la razón especulativa o práctica.


Son las que perfeccionan al hombre en el conocimiento de la verdad; posibilitando a
la inteligencia conocer el orden moral y la manera adecuada de moverse dentro de
él, para que el ser humano pueda alcanzar su fin último.

En tanto que las virtudes morales perfeccionan la voluntad y las tendencias sensi-
bles, ayudando a las personas a obrar rectamente respecto de la elección del bien.
Son las que inclinan al ser humano a practicar el bien propio de su naturaleza, o
43

sea, el bien moral. De esto se infiere que las virtudes morales no pueden usarse para
hacer el mal.

Entre todas las virtudes morales ocupan un sitial de preferencia las llamadas virtu-
des cardinales, del latín cardo, que significa quicio; por ser como los quicios sobre los
que gira toda la vida moral de la persona.

- Prudencia o sabiduría práctica: es la virtud que dicta a la razón el cómo y el


cuándo se debe actuar. Es la que contribuye al bien de la persona, ayudando a
descubrir qué es realmente lo que conviene hacer para actuar bien en cada situa-
ción particular y así mejorar como persona. Su finalidad inmediata es gobernar el
modo y las circunstancias todas de la conducta moral.
La prudencia es la virtud del equilibrio, de la sensatez; la que debe gravitar en los
momentos de las graves decisiones personales y sociales, privadas y públicas. Los
jefes de las naciones, las autoridades que tienen a su cargo la dirección de grupos
humanos, requieren necesariamente de esta virtud.
Se la considera la madre de las demás virtudes, porque es la rectora de las otras
virtudes cardinales, ya que facilita descubrir a la razón qué constituye “lo modera-
do”, “lo fuerte”, “lo justo”, en cada caso singular.
La prudencia se ejercita mediante tres actos principales:
a.- El conocimiento: se trata de conocer con claridad la realidad de las cosas y los
principios morales que guían a la conciencia. Este conocimiento es muy
importante, y puede verse enriquecido por el estudio, la memoria de expe-
riencias pasadas y el consejo de personas prudentes.
b.- El juicio: se refiere a la moralidad de la acción concreta que se va a realizar;
también abarca los medios previstos para alcanzar el fin propuesto. La virtud
de la prudencia ayuda al sujeto a valorar la información, elgiendo el compor-
tamiento más adecuado. Aquí es especialmente importante la coherencia que
lleva a actuar de acuerdo con lo que se piensa.
c.- El imperio: que moviliza a la voluntad a realizar la acción o bien a abstenerse de
actuar. La prudencia impulsa a realizar aquello que se considera bueno en cada
situación.

La prudencia interviene a la hora de tomar decisiones, ayudando a detectar el


problema, moviendo a tomar decisiones ante las soluciones posibles que se pre-
sentan y apoyando la ejecución de lo decidido.
- Justicia: es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo (su dere-
cho). Analizando esta definición, podemos distinguir, por un lado el verbo “dar”, que
según el contexto, puede significar entregar, respetar, devolver, transferir y otras
acciones parecidas. La expresión “a cada uno”, indica la capacidad de tener
derechos, con independencia de la condición o estatus del sujeto; puede referirse a
una persona, a un grupo de personas o a una comunidad en su conjunto; al bien de
personas singulares o al bien común de una sociedad. Por otro lado, al referir- se a
“lo suyo”, que se refiere a “su derecho”, se quiere significar que se trata de aquello
de lo que uno es dueño con dominio libre y personal.

Suelen distinguirse tres formas de justicia:

FORMAS DE LA JUSTICIA

Comunidad

Justicia general Justicia distributiva


44

La justicia general se refiere a la exigencia de justicia que cada uno tiene con los
demás, por ser personas y miembros de una comunidad. Se incluye aquí aquello que
es necesario para el bien común de la sociedad.. A veces se la denomina tam- bién
justicia legal, porque incluye las leyes que concretan lo que cada individuo de- be
equitativamente a la comunidad a la que pertenece. Sin embargo, la justicia ge- neral
o legal no se agota con las leyes, que siempre son contingentes y limitadas.

En la medida en que las leyes especifican deberes generales de justicia, hay obli-
gación moral de cumplirlas (leyes mercantiles, impuestos, por ejemplo); pero, las
leyes humanas dejan de obligar (por ser injustas) si son contrarias a algún derecho
fundamental de la persona. Si se da tal situación será necesario presentar objeción
de conciencia.

En tanto que la justicia entre particulares (individuos o grupos) se denomina justicia


conmutativa, y viene exigida por los intercambios (ejemplo, una compraventa o
arriendo), exigiendo igualdad relativa entre lo que se da y lo que se recibe, por lo cual
se hace necesaria una valoración lo más objetiva posible. En la práctica, esa
valoración se determina por lo general a través de una libre negociación entre las
partes. Pero, cuando existe una notoria asimetría en el poder negociador, se requie-
re estar vigilantes para ser justos, porque se puede llegar a un acuerdo poco justo si
la parte poderosa se aprovecha de la situación de necesidad de la parte débil. De allí
que, tanto en los monopolios como en general, en las posiciones prepotentes, puede
haber abuso de poder.

La justicia conmutativa obliga a cumplir estrictamente los contratos y a dar lo libre-


mente acordado.

Por su parte, la justicia distributiva, es la voluntad de distribuir con equidad, evitan-


do hacer acepción de personas (amiguismos, favoritismos, etc), dando a cada uno lo
que le corresponde por su condición y aportaciones dentro de la comunidad.

El directivo se encuentra con relativa frecuencia con problemas de justicia distributi-


va, pues tiene que repartir algo común entre las personas que integran la comuni-
dad organizacional, tanto lo que es ventajoso (cargos, gratificaciones, etc) como lo
que es oneroso (turnos incómodos, reducciones de planilla, etc). Por eso, cuando se
distribuye algo de una comunidad, tanto las ventajas como las cargas o desven- tajas,
tiene que hacerse de acuerdo con criterios objetivos determinados con pru- dencia,
los que deben considerar los casos, las capacidades, los méritos y las ne- cesidades
de cada uno.

A veces, quien ejerce un cargo directivo debe aplicar sanciones ante indisciplinas o
faltas que vulneran el bien común de la organización. En ese sentido, castigar con
justicia implica penalizar algún delito de un modo proporcionado y siempre buscan-
do cumplir el bien superior de la justicia o con la sana intención de corregir al culpa-
ble, y no con afán de venganza o por odio.

La ética orienta la excelencia humana, y estas exigencias son mínimos que de nin-
gún modo agotan el deber de buscar siempre lo mejor, el valor más alto que posibi-
lite el perfeccionamiento humano.

- Fortaleza: la palabra fortaleza significa firmeza corporal y/ o espiritual contra toda


situación externa o interna dolorosa o molesta para el individuo. Es la virtud que
contribuye al bien de la persona ayudándola a resistir dificultades y superar los
obstáculos que se presentan para alcanzar una vida plenamente humana o bien
para sufrirlos con paciencia cuando las fuerzas propias no logran superarlos.
45

Con la fortaleza se evitan tanto la cobardía como la temeridad al asumir riesgos. En


efecto, esta virtud modera la tendencia de la persona de arriesgarse más de lo que
sería prudente, refrenando la temeridad y, a su vez, impulsando a contrarres- tar la
tentación de esquivar los bienes que son difíciles de alcanzar, adoptando una actitud
de cobardía.
Lo propio de la fortaleza es que a pesar del conocimiento del miedo por parte del
sujeto, lo dispone a que éste no lo arrastre hacia el mal o le impida la realización del
bien.
Según Santo Tomás, la virtud de la fortaleza se pone de manifiesto en dos actos
fundamentales, que son el atacar y el resistir, es decir, enfrentarse con aquellos
peligros que se presentan cuando quiera realizar el bien (en este caso actúa la va-
lentía) o soportar las contrariedades que sobrevengan por una causa justa (ac-
tuando la paciencia y la perseverancia), superando el desaliento ante las limita-
ciones propias y ajenas, moviendo a seguir con firmeza el objetivo propuesto. El
acto más propio de la fortaleza es este último.
Una dimensión de la fortaleza es la coherencia, es decir, vivir de acuerdo con lo que
se cree, aceptando el riesgo de la incomprensión.
- Templanza: es la virtud que contribuye al bien de la persona ayudando a autorre-
gular y moderar la atracción por todo aquello que resulta placentero, pero que sólo
en su justa medida es bueno. Se trata de la virtud de la moderación de los place-
res espirituales o sensoriales, y consiste en buscar o aceptar éstos con medida, sin
excesos que son perjudiciales a la salud corporal o que, si no lo son, degradan a la
persona en forma manifiesta (alcoholismo, desenfreno sexual, drogadicción,
codicia, etc).
La templanza dirige las pasiones bajo el dominio de la razón y de la voluntad, en-
cauzándolas hacia el bien, fomentando la armonía entre los sentidos y la razón. Las
pasiones no son malas en cuanto logran sus bienes deleitables dentro del or- den
racional o del perfeccionamiento integral humano. Por eso, la templanza edifi- ca y
defienden el orden interior de la persona y gracias a ella puede tener señoría sobre
sí misma y tranquilidad de espíritu.
De aquí se desprende la moderación con que hay que vivir en otros campos, tales
como la justa aplicación al trabajo (laboriosidad), la recta autoestima personal la
humildad), el medido control de la agresividad la mansedumbre) y la modestia que
modera la ostentación en el porte exterior.
Aunque la virtud implica la perfección personal, está siempre facilitada u obstacu-
lizada por factores externos. Una vez que las virtudes fueron interiorizadas por la
persona, éstas se convierten en guías y pautas que señalan el camino hacia una
conducta coherente con lo que ella es. No son una meta que se alcanza de una vez
para siempre, por lo cual, requieren el esfuerzo constante de vivirlas.

En cuanto al vicio, éste constituye un hábito operativo malo. Se adquiere con facili-
dad, porque produce placer y se pierde con mucha dificultad.

Daniel Ruiz7 sostiene que, para que un hábito sea considerado como vicio, debe
reunir las siguientes características:

- que provoque un grave ataque a la salud corporal o espiritual de la persona (ej: el


hábito de fumar o de drogarse);
- que la satisfacción de ese acto produzca desarreglos económicos perjudiciales para
los miembros de la familia que están a cargo del sujeto vicioso;
- que se cause un mal físico o espiritual a otras personas (Ej : fumar en lugares pú-
blicos cerrados);

7
RUIZ, Daniel. (1.988) Ética y Deontología Docente. Bs. As.: Ediciones Braga. Pág. 101 y ss.
46

- que la no realización del acto habitual produzca la impresión psico- fisiológica de


necesidad, de modo que el sujeto advierta que está sometido a una tiránica escla-
vitud.

Aunque en el hábito no se cumpla ninguna de las tres primeras características, sólo


basta la última para considerarlo un vicio.

Los vicios principales, (que desde el punto de vista religioso han sido llamados los
siete pecados capitales) considerados los más importantes por lo grave que son y por
lo mucho que están difundidos en la humanidad de todos los tiempos son:

1.- La soberbia (orgullo), que es la tendencia a buscar desmedidamente la propia


alabanza y a gozarla también en forma desmedida, generalmente con subesti-
mación y desprecio de los demás.
2.- La lujuria: es la tendencia a la búsqueda excesiva, desordenada, refinada y hasta
artificial de los placeres sexuales.
3.- La avaricia: es la inclinación a poseer sin medida toda clase de bienes materia-
les, preferentemente dinero, aunque no únicamente.
4.- La gula: es la tendencia exagerada a la búsqueda de los placeres que propor-
ciona el comer y el beber.
5.- La ira: es la tendencia afectiva de enojo y agresión ante un hecho o ante una
persona que han provocado en el sujeto un disgusto grave.
6.- La envidia: es la tendencia a entristecerse por el bien ajeno conocido.
7.- La pereza, que es la inclinación a la inactividad ante el trabajo que se debe hacer,
o ante los esfuerzos que requiere el trabajo mismo.

Es importante tratar de extirpar el vicio y evitar que se instale cuando todavía se da


la posibilidad de hacerlo, porque aleja a la persona de la perfección a la que está
llamada.
47

ACTIVIDAD Nº 3
a.- DE AUTOEVALUACIÓN

- De un ejemplo de cada tipo de libertad exterior, teniendo presente alguna de-


cisión tomada por libertad interior o libre albedrío.

b.- OBLIGATORIAS:

- Elabore un ejemplo de una situación en que un acto realizado por una perso-
na conlleve responsabilidad moral y otro en que el acto no implique respon-
sabilidad moral. Fundamente.
- Proponga dos ejemplos de actos que implique responsabilidad moral directa,
uno por omisión y el otro por influencia en acciones ajenas.
- Reflexione acerca de las virtudes que debería tener en su profesión, y elabore
un listado de las mismas en orden de importancia, definiendo qué entiende por
cada una de ellas.
48

EJE PROBLEMATIZADOR III: VALORES Y DERECHOS HUMANOS


Pasaremos a considerar otro elemento importante a ser tenido en cuenta en la toma
de decisiones: los valores. Cuando decidimos entre las alternativas que se nos pre-
sentan, escogemos entre diferentes bienes, los que pueden encerrar valores de
diferente jerarquía. Por ello partiremos del concepto de valor, para luego considerar
las posiciones que explican el tipo de realidad que les corresponde.

3.1.- LOS VALORES

La Axiología o Teoría de los valores, es una rama de la Filosofía que tiene por
objeto la reflexión sobre la naturaleza y características de los valores y de los
juicios de valor.

A pesar de que encontramos en doctrinas filosóficas de la antigüedad ciertas espe-


culaciones referidas a los juicios de valor, no se había constituido como tal la Axio-
logía. Esta disciplina filosófica es relativamente reciente, ya que se constituye como
tal a partir de la segunda mitad del siglo XIX, adquiriendo un mayor apogeo a fines
de ese siglo y en las primeras décadas del siguiente.

A partir de esos tiempos, el término valor comenzó a ser utilizado en diferentes ámbitos
de la vida personal y social, y en algunas ciencias como la sociología y la psicología.

El concepto de valor se presenta como de gran alcance, entrañando gran dificultad


para definirlo.

Sin embargo podemos encontrar dos clases de connotaciones analógicas:

a.- Con el término valor, nos referimos a ciertas cualidades especiales, ya sea de
los objetos, de las personas, de sus actividades, realizaciones o aspiraciones.
b.- Estas cualidades sólo pueden ser descubiertas y puestas de relieve por la per-
sona.

Marín Ibáñez (1976) afirma que el valor es la perfección o dignidad que tiene lo real
o que debe tener y que reclama de nosotros el adecuado juicio y estimación.

Risieri Frondizi, filósofo argentino, propone definir al valor como una cualidad es-
tructural que surge de la reacción de un sujeto frente a propiedades que se hallan en
un objeto. Señala que la reacción del sujeto no se da en el vacío, sino en una situación
física y humana determinada.

Los valores se perciben mediante una operación no intelectual denominada estima-


ción.

Cuando hacemos referencia al término valoración, estamos indicando la preferen- Valoración:


cia o aprecio, o bien el rechazo por una cualidad determinada por parte de una per- aprecio o rechazo
sona. De este modo, cuando hablamos de valoración nos referimos al valor que le por una cualidad
atribuimos a una cosa. determinada.

En este acto encontramos tres elementos:

- una cosa, ya sea algo real o ideal, que es lo que se considera valioso en forma
positiva o negativa;
49

- una cualidad, sea positiva o negativa, que es lo que hace que una cosa sea con-
siderada valiosa;
- una reacción por parte del sujeto, que es la valoración o juicio de valor que hace
resaltar una cualidad determinada del objeto.

Por medio de los juicios de valor el ser humano afirma lo que las cosas son para él; Juicio de valor:
a través de ellos expresa la resonancia que las cosas producen en sí mismo, es decir, expresión de
lo que las cosas valen para él. la resonancia
que las cosas
producen en
Es importante tener en cuenta que el valor de una cosa no puede disociarse de la el sujeto.
cosa misma, ni del sujeto que valora, ni del conocimiento de las cualidades, ya sean
positivas o negativas, de la cosa.

VALOR Y BIEN

Denominamos “bien” a los entes concretos capaces de realizar el valor. Las cosas
existen y tienen una esencia que puede ser captada a través de la inteligencia; pero
también ellas despiertan en los seres humanos sentimientos de adhesión o de re-
chazo.

Según Frondizzi, el bien es un objeto con el valor que se le incorpora. En una pala-
bra, los bienes son objetos que valen.

Scheler, por su parte, afirma que la presencia del valor confiere el carácter de “bien”
al objeto valioso.

Decimos entonces, que el bien es el sujeto del valor y, un mismo bien puede tener
valores diferentes. Por ejemplo, una joya puede tener el valor belleza y a la vez un
valor económico.

CARACTERÍSTICAS DE LOS VALORES

a.- Los valores se caracterizan por su dependencia de los entes; es decir, no exis-
ten por sí mismos, requieren siempre de un objeto al cual añadirse. Por eso
decimos que los valores son cualidades que, al estar en los objetos, tienen
existencia real.
Los valores no son cualidades empíricas de los objetos (como por ejemplo el
color, la forma).
Tampoco son objetos ideales; la diferencia la podemos realizar por vía de la
aprehensión: así los valores se captan por vía emocional, en tanto que los obje-
tos ideales son captados intelectualmente. Sin embargo, esto no quiere decir que
en la captación de los valores no intervenga la actividad intelectual. De es- te
modo, podemos afirmar que tanto el conocimiento intelectual como los sen-
timientos se hacen presentes en la captación de los valores.
b.- Los valores se presentan como polares: la polaridad de los valores es la pro- Los valores
piedad que poseen éstos, en virtud de la cual a todo valor corresponde un con- dependen de los
travalor o disvalor; es decir, a cada valor positivo, corresponde un valor negati- entes, son polares
vo, (así al valor belleza le corresponde el contravalor fealdad y al valor bueno, el y jerárquicos.
contravalor malo). Cabe destacar que todo valor negativo no es meramente la
ausencia del valor positivo, sino que también posee una realidad propia.
c.- Por otra parte, los valores son jerárquicos, lo que significa que existen valores
superiores y valores inferiores. Sin embargo, cuando se trata de establecer una
ordenación jerárquica de los mismos, no todas las personas coinciden ni son
capaces de descubrir en la realidad los mismos valores. Por eso se hace difícil
coincidir en los principios, criterios o procedimientos adecuados para establecer
50

una ordenación jerárquica de valores. Además, las jerarquías de valores son


fluctuantes, cambiantes y sujetas a influencias sociales, históricas, económicas,
políticas, etc, del contexto.

Max Scheler, filósofo alemán (1874-1928), perteneciente a la corriente objetivista


respecto a los valores, propuso una escala de valores que se ha convertido en clá-
sica. Admite cuatro especies o modalidades de valores, cuyo rango o jerarquía pro-
gresa de los más bajos a los más altos, según la siguiente tabla:

1.- Los valores de lo agradable y desagradable (aquí también se encontraría lo útil).


2.- Los valores vitales (todos los valores situados en la esfera de lo que se entien-
de por bienestar, como salud-enfermedad, fuerza-debilidad, etc).
3.- Los valores espirituales que, a su vez, se escinden en tres grupos:
- los valores estéticos (lo bello y lo feo),
- los valores jurídicos (lo justo y lo injusto),
- los valores del puro conocimiento de lo verdadero (por ej. la filosofía).

4.- Los valores religiosos (lo santo y lo profano).

Toda ordenación de valores posee un profundo sentido moral para la persona, pues
siempre que exista un conflicto entre valores, está obligada a elegir los valores su-
periores y a rechazar los inferiores, los de menor jerarquía. Así, por ejemplo, entre el
valor ínfimo del agrado producido por un alimento que daña su salud, la persona tiene
que elegir el valor más alto, en este caso la salud, y no ingerir ese alimento, por más
que le sea apetecible.

VALORES MORALES

Los valores morales sólo son propios de las personas y de sus actos. Todos los Los valores
demás son valores de cosas valiosas. morales son
propios de las
Los valores morales no tienen una especificidad propia, porque se dan en la reali- persona.
zación del valor que ha sido preferido por la persona como más elevado, siempre que
haya elegido correctamente. El acto será bueno cuando se escogió un valor positivo,
teniendo en cuenta la jerarquía de los valores; en caso contrario el acto será malo.

Sólo la persona es sujeto de valores morales porque posee conciencia, libertad y


capacidad para discernir, y por lo tanto, es responsable de sus acciones.

TEORÍAS AXIOLÓGICAS
Con respecto a la realidad del valor, existen dos posiciones axiológicas contra-
puestas:

La posición subjetivista: quienes representan esta posición defienden que no


existen cosas valiosas por sí mismas, ni tampoco valores en sí. Los valores depen-
den de las opiniones o del gusto de las personas. Para estos filósofos el valor sólo es
una proyección mudable, tanto del sujeto como de las colectividades históricas. En
esta perspectiva el valor queda reducido a un puro fenómeno subjetivo, pasajero y
cambiable. Esto supone supeditar la existencia de los valores a las reacciones de la
persona o conciencia valorativa. Es decir que “valioso” es lo que los seres huma- nos
consideran como tal.
51

El subjetivismo lleva al relativismo axiológico, porque los valores no son ab-


solutos, sino relativos; no son universales sino particulares.

Entre los representantes más importantes de esta posición encontramos a Nietzs-


che, Meinong y Ehrenfels.

La posición objetivista: los defensores consideran que valorar consiste en descu-


brir valores, ya que éstos son propiedades de las cosas. Esto implica afirmar que los
valores existen con independencia del sujeto que valora.

En esta posición, encontramos dos concepciones distintas. Por un lado, para pen-
sadores como Max Scheler y N. Hartmann, los valores son entes ideales, que exis-
ten en sí y por sí, con una esencia propia, por lo que son independientes de los sujetos
y de las cosas en que se encuentran. Mientras que para la otra concepción, en las
que se encuentran filósofos como J. Maritain y J. Ortega y Gasset, los valo- res no
existirían en forma independiente de las cosas, sino en objetos reales e idea- les
(bienes), que poseen valor y se presentan como bienes a las personas.

Para los objetivistas, los valores son universales y absolutos, no relativos a las
cambiantes apreciaciones históricas.

Intentando superar las posiciones mencionadas, Risieri Frondizi, propone una con-
cepción del valor que considere su estructura y la situación en que se da.

Para él, los valores no son simples, sino que poseen un carácter relacional en la
medida en que necesitan de la presencia de un sujeto y un objeto; de este modo son
la síntesis de reacciones subjetivas frente a cualidades que se encuentran en el
objeto mismo.

Además, los valores adquieren su sentido en una situación concreta y en relación con
otros valores a los que está ligado. Esa situación a la que hace referencia es el
ambiente físico, cultural, social, las expectativas que se manifiestan en él, así como
el factor espacio-tiempo.

Según el autor no sólo las necesidades y aspiraciones modifican una situación y por
lo tanto la escala axiológica, sino también las posibilidades de satisfacerlas. Así, por
ejemplo, al realizar una evaluación moral una persona que se abstiene de realizar
actos riesgosos para salvar a un niño, tiene que contemplar las posibilidades míni-
mas que tenía de alcanzar el objetivo, es decir el poder realmente salvarlo.

Sostiene Frondizi que en la consideración del valor intervienen entonces tres elemen-
tos: el objeto, el sujeto y la situación. Pero el objetivismo sólo considera al objeto, y el
subjetivismo al sujeto; ambos no tienen en cuenta la situación que también es impor-
tante, ya que un cambio situacional puede provocar una alteración de los valores.

Por estas razones, este filósofo considera injustificada la pretensión de establecer


una escala fija y permanente de valores para toda la humanidad.
52

VALORES UNIVERSALES - DERECHOS HUMANOS

Los derechos
Nino afirma que “los llamados derechos humanos son aquellos derechos mora- humanos son
les de que gozan todas las personas morales, por el solo hecho de ser tales, es valores morales
decir todos los seres con capacidad potencial para tener conciencia de su identi- universales.
dad como un titular independiente de intereses y para ajustar su vida a sus pro-
pios juicios de valor”8

Este autor considera que los derechos humanos son derechos morales, debido a que
su objetividad no se funda en el reconocimiento efectivo por parte de individuos o
naciones, sino en su validez como principios de una moral crítica o ideal. Estos sirven
de parámetro para juzgar las leyes positivas o los preceptos de la moral con-
vencional.

Todos los seres humanos son beneficiarios de estos derechos.

La definición de derechos humanos se basa en un criterio moral, que se explicita en


tres principios9:

- La inviolabilidad de la persona: que se refiere a la prohibición de imponer sacrifi-


cios a una persona en beneficio de otros. ( Por ejemplo, no se puede obligar a
alguien a donar su vida o sus órganos para el bien de otro/s )
- La dignidad de la persona: que ordena tratar a las personas de acuerdo a sus
actos de voluntad y no según propiedades sobre las cuales no tienen control (como
la raza).
- La autonomía de la persona: por la que se atribuye valor a los ideales, proyectos
de la persona, prohibiendo interferir en ellos.

Principios: inviolabilidad - dignidad y autonomía de la persona.

Pedro Nikken en “Estudios Básicos de Derechos Humanos”10 aporta el concepto de


derechos humanos que sigue:

“La noción de derechos humanos se corresponde con la afirmación de la digni-


dad de la persona frente al Estado. El poder público debe ejercerse al servicio del
ser humano, debe favorecer a la dignidad del ser humano como así también su
vida en sociedad.

Todo ser humano, por ser tal, tiene derechos frente al Estado, derechos que és-
te, o bien tiene el deber de respetar y garantizar o bien está llamado a organizar
su acción a fin de satisfacer su plena realización. Estos derechos, atributos de toda
persona e inherentes a su dignidad; que el Estado está en el deber de res- petar,
garantizar o satisfacer son los que se conocen como derechos humanos.”

“A partir de esta noción, se ponen de manifiesto dos notas; por un lado se habla de
derechos inherentes a la persona humana; por otro, son derechos que se afirman
frente al poder público.”

8
NINO, C. S. (1.984) Ética y Derechos Humanos. Bs. As.: Edit. Paidós.
9
BRUNET, Graciela. (1.996) Hablemos de Ética. Rosario: Edit. Homo Sapiens. Pág. 81.
10
INSTITUTO INTERAMERICANO DE DERECHOS HUMANOS. Estudios Básicos de Derechos
Humanos, Tomo I.
53

En relación a la inherencia de los derechos humanos expresa:

“El mundo contemporáneo reconoce, de que toda persona, por el hecho de serlo,
tiene derechos que la sociedad no puede dejarlos de lado. Son derechos universa-
les que tienen todas las personas, no dependen, en lo que hace a su reconocimien-
to, del Estado; ni de la nacionalidad ni de la cultura de la persona. Así la da a en-
tender el Articulo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos: ‘Todos los
seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como es-
tán de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros’.”

El reconocimiento de los derechos humanos como atributos inherentes a la perso-


na, que no son una concesión de la sociedad ni dependen del reconocimiento de un
gobierno, acarrea consecuencias que se enuncian a continuación.

Consecuencias de la inherencia11

1.- El Estado de Derecho: el poder no puede lícitamente ejercerse de cualquier


manera. Más concretamente, debe ejercerse a favor de los derechos de la per-
sona y no contra ellos.
Esto supone que el ejercicio del poder debe sujetarse a ciertas reglas, las cua-
les deben comprender mecanismos para la protección y garantía de los dere-
chos humanos. Ese conjunto de reglas que definen el ámbito del poder y lo
subordinan a los derechos y atributos inherentes a la dignidad humana es lo que
configura el Estado de Derecho.
2.- Universalidad: por ser inherentes a la condición humana todas las personas son
titulares de los derechos humanos y no pueden invocarse diferencias de
regímenes políticos, sociales o culturales como pretexto para ofenderlos o me-
noscabarlos.
3.- Transnacionalidad: si los derechos humanos son inherentes a la persona co- mo
tal, no dependen de la nacionalidad de ésta o del territorio donde se en- cuentre:
los porta en sí misma. Si ellos limitan el ejercicio del poder, no puede invocarse
la actuación soberana del gobierno para violarlos o impedir su pro- tección
internacional. Los derechos humanos están por encima del estado y su soberanía
y no puede considerarse que se violenta el principio de no interven- ción cuando
se ponen en movimiento los mecanismos organizados por la co- munidad
internacional para su promoción y protección.
4.- Irreversibilidad: una vez que un determinado derecho ha sido formalmente
reconocido como inherente a la persona humana queda definitiva e irreversi-
blemente integrado a la categoría de aquellos derechos cuya inviolabilidad de-
be ser respetada y garantizada. La dignidad humana no admite relativismos, de
modo que sería inconcebible que lo que hoy se reconoce como un atributo in-
herente a la persona, mañana pudiera dejar de serlo por una decisión guber-
namental.
5.- Progresividad: como los derechos son inherentes a la persona y su existencia no
depende del reconocimiento de un Estado, siempre es posible extender el ámbito
de la protección a derechos que anteriormente no gozaban de la misma. Es así
como han aparecido las sucesivas “generaciones” de derechos huma- nos y como
e han multiplicado los medios para su protección.

11
INSTITUTO INTERAMERICANO DE DERECHOS HUMANOS. Estudios Básicos de Derechos Hu-
manos, Tomo I, págs.. 21 a 25.
54

Los derechos humanos se afirman frente al poder público12

Los derechos humanos implican obligaciones a cargo del gobierno. El es el respon-


sable de respetarlos, garantizarlos o satisfacerlos y, por otro lado, en sentido estric-
to, sólo él puede violarlos.

La nota característica de las violaciones de los derechos humanos es que ellas se


cometen desde el poder público o gracias a los medios que éste pone a disposición
de quienes lo ejercen. No todo abuso contra una persona ni toda forma de violencia
social son técnicamente atentados contra los derechos humanos. Pueden ser crí-
menes, incluso gravísimos, pero si es la mera obra de particulares no será una vio-
lación de los derechos humanos.

LOS DERECHOS HUMANOS: POSICIONES QUE LOS FUNDAMEN-


TAN13

No existe un criterio uniforme en relación al concepto de derechos humanos y al


origen de su desarrollo histórico. En este sentido, hay diferentes corrientes cuyas
posturas intentaremos sintetizar:

- El Iusnaturalismo: sostiene que los derechos humanos corresponden al hombre Iusnaturalismo


desde su nacimiento y están integrados por todas aquellas garantías que necesita y Positivismo
el ser humano para desarrollarse en la vida social como persona, esto es, ser do- Jurídico.
tado de racionalidad y sentido, para disfrutar de una vida digna, que permita la sa-
tisfacción de las necesidades esenciales.
Según esta postura, los derechos de los seres humanos son superiores y anterio-
res a la actuación del Estado, lo que significa que no es necesaria una normativa
jurídica, para la existencia de los mismos, y que el Estado tampoco puede elimi-
narlos mediante la imposición de normas.
- Positivismo Jurídico: el cual se fundamenta en que las normas jurídicas deben
explicarse por sí solas, sin buscar elementos que estén fuera de ellas, por lo tanto
los derechos humanos son el producto de la acción normativa del Estado y sólo
pueden ser reclamados cuando han sido consagrados en dichas normas.
De acuerdo a una u otra corriente el origen e los derechos humanos varía. Si nos
referimos al Iusnaturalismo la historia de estos derechos se remonta a la antigüe-
dad.; si optamos por el Positivismo, tendríamos que afirmar que la historia de los
derechos humanos es relativamente reciente.
Resumiendo, podría decirse que para los primeros estos derechos constituyen
valores, mientras que para los segundos, son normas jurídicas.

CLASIFICACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS


DERECHOS HUMANOS DE PRIMERA, SEGUNDA Y TERCER GENERACIÓN

La filosofía del derecho describe tres momentos históricos en el reconocimiento de


los derechos humanos.

Desde el siglo XVIII hasta principios del siglo XX, la filosofía del derecho sólo reco-
nocía los derechos civiles o individuales. Estos derechos -actualmente llamados

12
INSTITUTO INTERAMERICANO DE DERECHOS HUMANOS. Estudios Básicos de Derechos
Humanos, Tomo I, pág 27.
13
Texto tomado de PALACIOS, María Julia (comp) (1.999) “Defender los derechos humanos”. Univer-
sidad Nacional de Salta. (págs 30 a 32).
55

derechos humanos de primera generación- consideran a la persona como un indivi- Las tres
duo, dotado de libertad y autonomía. generaciones
de derechos
La palabra individuo tiene un significado particular dentro de la filosofía del derecho, humanos
ya que, en los enunciados de los derechos civiles, se indica que los titulares de los corresponden
a tres momentos
derechos son personas, los habitantes o los ciudadanos. En ningún caso se piensa históricos en
en un sujeto colectivo, tal como el pueblo o la clase obrera. el reconocimiento
de éstos.
Estos derechos son inmediatamente exigibles y el Estado tiene la obligación ante las
personas de abstenerse de ejecutar todo acto que pueda lesionar sus derechos y
asegurar su ejercicio cuando sean lesionados.

Desde fines del siglo XIX, y, en un segundo momento, a partir de mediados del si- glo
XX, se agregaron al concepto de derechos humanos un conjunto de derechos
económicos y sociales. Estos derechos ya no consideran exclusivamente la iniciati-
va individual, sino que sitúan al individuo en un determinado conjunto social, ya sea
por la actividad que desempeña (trabajador, empresario, sindicalista, científico, uni-
versitario) o porque requiere una protección especial (está desempleado, es menor,
es anciano, está enfermo, es pobre). A estos derechos se los denomina derechos
humanos de segunda generación. El sujeto de estos derechos ya no es sólo un
individuo, también puede serlo cualquier organización social. El Estado actúa como
promotor de estos derechos y debe procurar una distribución igualitaria de la liber-
tad y remover obstáculos que impidan el desarrollo integral de las personas sobre
todo de los grupos sociales. La vigencia de estos derechos se encuentra condicio-
nada a las posibilidades reales de cada país. Indudablemente la escasez de recur-
sos representa una gran limitación para el goce efectivo de estos derechos.

Más recientemente, la filosofía del derecho ha incorporado a la clasificación de los


derechos humanos los denominados derechos de tercera generación o derechos de
la solidaridad. El contenido de estos derechos no está totalmente determinado, sin
embargo muchos de ellos están consagrados en diversas disposiciones de algunas
convenciones internacionales. La titularidad de estos derechos recae sobre sujetos
colectivos -la humanidad, un pueblo, una nación, una comunidad, una etnia - y sólo
pueden garantizarse mediante la participación solidaria de todos los actores: el Es-
tado, los individuos, las organizaciones públicas y las organizaciones no guberna-
mentales. Es decir, que para hacerlos efectivos es necesaria la actuación de la co-
munidad internacional, por cuanto se requiere la creación e condiciones nacionales e
internacionales para su efectiva realización. Por otra parte, los derechos de terce- ra
generación pueden ser demandados a los Estados, pero también los Estados pueden
exigir cualquiera de ellos.

Derechos de primera generación: civiles y políticos

Comprenden:

- El derecho a la vida, a la integridad física y psíquica, a la propiedad, al honor y la


fama, a la libre expresión del pensamiento y a la comunicación de ideas; la liber- tad
de tránsito, de conciencia, de religión y de enseñanza.
- El derecho al uso de la propiedad privada.
- Los derechos de contratar, de comerciar, de asociarse, de reunirse, de contraer
matrimonio.
- La inviolabilidad del domicilio, de la correspondencia y de los papeles privados.

A esta enumeración, el derecho político agrega los derechos de elegir gobernantes y


de ser elegidos.
56

Si alguno de estos principios es vulnerado, se daña la libertad y la autonomía de las


personas.

Derechos de la segunda generación: sociales, económicos y culturales

Comprenden

- El derecho a trabajar en condiciones dignas, a integrar y dirigir asociaciones sindi-


cales habilitadas para negociar colectivamente y disponer medidas de fuerza y
huelgas.
- El derecho al descanso diario, semanal y a vacaciones pagas, a la protección de la
maternidad, a la seguridad social, a ser beneficiario de subsidios por desempleo.
- El derecho al acceso a una vivienda digna, al esparcimiento.
- El derecho a la educación y a la cultura.
- Derecho a la protección y asistencia a los menores y la familia.

DERECHOS DE TERCERA GENERACIÓN: DE SOLIDARIDAD

Estos derechos comprenden:

- El derecho a la paz, que implica el derecho de todo hombre de luchar contra los
crímenes de guerra, los crímenes contra la humanidad, los atentados contra la paz;
incluye la posibilidad que tiene toda persona de negarse a cumplir órdenes que
violen leyes humanitarias, de recibir protección contra todo acto de violencia o
terrorismo y el derecho al desarme por medio de la prohibición de armas de des-
trucción masiva;
- El derecho al desarrollo, que comprende el derecho al progreso global tanto eco-
nómico como social, cultural, político y jurídico en provecho de todo hombre y de
todos los hombres tomados colectivamente; el derecho de todas las personas al
libre desarrollo de su personalidad y al derecho de toda colectividad al respeto de
su identidad cultural (protección de las minorías);
- El derecho a un medio ambiente sano y equilibrado, que comprende la obligación
de los Estados de adoptar todas las medidas necesarias para prevenir y reprimir los
actos qué atentan contra las condiciones naturales de vida;
- El derecho al respeto del patrimonio común de la humanidad, que comprende tan-
to el derecho de que ningún hombre pueda reivindicar un derecho exclusivo de
propiedad sobre los bienes que componen ese patrimonio común, como el de que
todos los hombres tengan, colectiva e individualmente, el derecho de valerse de
esos bienes.

Es importante destacar que los derechos de primera, segunda y tercera generación


no se excluyen ni se superponen sino que se complementan. Así, por ejemplo, el
pleno goce del derecho a la vida (derecho de primera generación) necesita del ac-
ceso a una vivienda digna (derecho de segunda generación) y de la preservación de
la paz (derecho de tercera generación).

Los derechos humanos no sólo se complementan sino que son interdependientes, de


manera tal que la realización de uno de ellos no puede implicar el desconoci- miento
o la negación de los demás.
57

ACTIVIDAD Nº 4
a.- DE AUTOEVALUACIÓN

- A través de un ejemplo, explique qué es el valor, la valoración y el juicio de valor.

b.- OBLIGATORIAS

- Lea el siguiente texto y señale a que posición axiológica corresponde. Fun-


damente su respuesta.

“Todos los deseos y repulsiones están motivados por valores, pero éstos no
valen porque nos agraden o los deseemos, sino al revés, nos agradan y los
deseamos porque nos parece que valen. Por lo tanto, tienen los valores su
validez antes e independientemente de que funcionen como metas de nuestro
sentimiento. Muchos de ellos son reconocidos por nosotros sin que nos ocu- rra
desearlos o gozarlos.”

- Proponga una situación que podría plantearse en su profesión, en que un


agente moral realice una elección entre valores de diferente grado o jerarquía,
teniendo en cuenta la tabla de valores propuesta por Max Scheler.
- A su juicio, ¿qué valores son los más sostenidos en nuestra sociedad y cuá- les
son los disvalores más notorios en ella?
- ¿En qué artículos de nuestra Constitución Nacional se consagran los dere- chos
humanos de primera, segunda y tercera generación?
58

EJE PROBLEMATIZADOR IV: PRINCIPALES ESCUELAS ÉTICAS

LECTURA 2: Doctrina éticas

ESCUELAS ÉTICAS
A lo largo de la historia de la Filosofía, la cuestión del obrar humano, la pregunta so-
bre lo que es bueno para el hombre, ha recibido múltiples respuestas. De ese modo,
se han sucedido escuelas de pensamiento que han pretendido encontrar el funda-
mento a la moralidad de las acciones humanas. Pero, si bien las respuestas son di-
versas, es posible agrupar las escuelas éticas en tres categorías, de acuerdo al modo
como cada una concibe el soberano bien y, por lo tanto, la regla de moralidad.

I.- Concepciones Utilitarias.


II.- Concepciones Sentimentales o altruistas.
III.- Concepciones Racionales.

4.1.- CONCEPCIONES UTILITARIAS


El carácter común de las concepciones utilitarias es que colocan el soberano bien del
hombre en el placer o el goce, y hacen por tanto del placer el criterio del bien y del
mal: es bueno lo que nos trae un goce; es malo lo que nos impide gozar o nos hace
sufrir.

Las teorías utilitarias se diferencian entre sí según la manera como estiman que hay
que seguir el placer.

a.- Hedonismo: esta posición enseña que hay que aprovechar el placer cada vez
que se nos presenta delante.
En el siglo IV Aristipo de Cirene, que funda la escuela Cirenaica después de la
muerte de Sócrates, sostiene la moral del placer. Según él, para el hombre no
existe más que un bien: la hedoné (el placer); por ello la suprema regla es el goce
inmediato. Un placer perdido no se vuelve a recobrar. El sumo bien de la vida es
el placer sensible y actual; como los placeres corporales son los más intensos,
son, por consiguiente los más deseables y deben ser preferidos a to- dos los
demás. La sabiduría y la virtud consisten en buscar los medios para ob- tener la
mayor cantidad posible de placer. Pero se debe obrar con prudencia,
acomodándose a las circunstancias y conservando siempre la libertad interior y
la tranquilidad; o sea, hay que dominar los placeres y no dejarse dominar por
ellos. La prudencia aconseja también ajustar la conducta a las leyes estableci-
das, sobre todo a las leyes penales.
b.- Epicureísmo: hacia fines del siglo III a. de C. aparece Epicuro, natural de Sa-
mos, maestro de “los filósofos del jardín” y fundador de la escuela que lleva su
nombre. Epicuro considera que el placer es el valor supremo, entendido como el
bien primitivo e innato, y constituye el principio y el fin de la vida feliz. Enton- ces,
coloca en el placer el fundamento del comportamiento humano, pero re- chaza
la regla del goce inmediato: hay que buscar los placeres que no van se- guidos
de ninguna pena, los que no nos privan de un placer mayor, los que no son
artificiales, los placeres tranquilos más bien que los placeres violentos. Los
placeres del alma (el gozo) son más elevados que los del cuerpo, que son car-
nales. Los placeres espirituales consisten en recordar, imaginar o proyectar ac-
59

ciones gozosas, lo cual no es posible si previamente no existen auténticas si-


tuaciones placenteras, que consisten en los deleites del cuerpo.
Diferencia, entonces, los placeres en reposo y los en movimiento. Los placeres
en reposo son los que advienen al alma como algo que es natural a su activi-
dad, consistiendo en la satisfacción de una necesidad, el ejercicio de las ope-
raciones. Así, por ejemplo, el placer de reposar tras la fatiga, de beber agua
cuando se tiene sed. En tanto que los placeres en movimiento, se refieren a
aquellos que se experimentan como algo sobreañadido a su naturaleza, algo que
se busca en el exterior porque no pertenecen a la normal actividad del al- ma.
Éstos a la larga producen dolor y convertidos en hábitos, esclavizan al al- ma a
cosas externas, dice Epicuro. Son ejemplos de éstos el beber bebidas al-
cohólicas, las drogas. De allí que prefiera los placeres en reposo. Por eso, me-
diante la prudencia, el hombre debe buscar el equilibrio, la paz interior y la
tranquilidad.
El hedonismo de Epicuro no es tan grosero como el de Aristipo, y hasta propo-
ne, por medio del ejercicio de las virtudes, como el valor, la templanza y la jus-
ticia, la búsqueda de un cierto estado de tranquilidad (ataraxia) o indiferencia, en
la cual consistiría la felicidad.
c.- Utilitarismo. Es una corriente que caracteriza al siglo XIX, siglo del positivis- mo,
de la explosión industrial, científica y técnica. El bien útil avala, fundamen- ta,
excusa y justifica cualquier procedimiento en el seno de la sociedad que es
típicamente materialista. Los fines pierden su condición de tales.
Según Jeremías Bentham (1.784-1.832), la utilidad es el principio de la felici- dad.
La naturaleza humana ha colocado al hombre bajo el imperio del placer y del
dolor, por eso, todo lo que hay en el hombre tiene por único objeto buscar el
placer y evitar el dolor. El principio de la utilidad subordina todo esto a dos mó-
viles, a saber: lo útil es lo que aumenta el placer y disminuye el dolor.
La única regla moral es la del interés, por lo cual el problema moral consiste en
calcularlo bien. Hay que aplicar el criterio de lo útil para procurar la mayor can-
tidad de dicha sensual; es necesario fijar una aritmética de los placeres que
permita elegir entre éstos los que sean superiores por su intensidad, duración y
pureza. Sostiene así, que colocado el hombre entre el bien y el mal, que son
inseparables, necesariamente elige lo mejor y más útil, aquello en que el placer
excede al dolor, de modo que este exceso o utilidad es la base y medida de la
moralidad.
El utilitarismo, postula además, que el placer puede extenderse a un mayor o
menor número de individuos de la sociedad. En este punto radica la diferencia
esencial entre el hedonismo y el utilitarismo, ya que éste tiene un carácter más
social frente al individualismo y egoísmo del primero. Por ello, al considerar una
escala en lo útil, es preciso tener en cuenta la intensidad del placer producido,
así como la extensión a un mayor o menor número de individuos. La persona no
es verdaderamente feliz si no vive en concordancia con sus semejantes, si no es
amado. Para serlo se ocupa de los demás. De ahí que, un acto será bueno
cuando sea útil y, a la vez, alcance la máxima utilidad posible para el mayor
número de individuos.
Por su parte, John Stuart Mill (1.773-1.833) adopta una postura semejante, pero
aclara que no sólo hay que tener la cantidad de placer, sino también la ca- lidad;
y que, en caso de conflicto entre el interés general y el particular, éste debe ser
sacrificado (moral del interés general).

4.2.- CONCEPCIONES SENTIMENTALES O ALTRUISTAS


Estas teorías son llamadas así porque piden a los sentimientos, y especialmente a
los sentimientos desinteresados o altruistas que presenten la regla de moralidad, ya
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que para ellos el soberano bien consiste en la satisfacción de esos sentimientos


altruistas.

a.- Ética del sentimiento: es sostenida por Francis Hutcheson (1.694-1.746). Para él,
el sentido moral es la fuente de nuestra conciencia moral y mediante él pue- den
percibirse las diferencias entre las acciones moralmente buenas y las accio- nes
moralmente malas. El sentido moral nos empuja a aprobar las primeras.
El objeto de nuestra aprobación es la benevolencia, que es una cualidad real en
las acciones que excita o suscita nuestra aprobación. Hutcheson identifica con
frecuencia la benevolencia con la virtud. La benevolencia es una especie de ins-
tinto existente en cada hombre que le impele a promover el bien de los demás y
es la fuente de nuestros juicios morales. En efecto, para este autor, únicamente el
sentimiento es capaz de hacernos conocer el deber, pues la vida moral está hecha
de matices que sólo el sentimiento puede captar. Éste está al principio de los juicios
que de continuo hacemos sobre las personas y las cosas, en virtud de una regla
de benevolencia, que es su ley esencial. La verdadera bondad resulta
necesariamente para nosotros de la obediencia a esta desinteresada inclinación
que se expresa en nosotros bajo la forma de sentidomoral.
b.- Ética de la simpatía: es la que sostiene Adam Smith (1.723-1.790), el cual pre-
fiere fundar la moral en la simpatía. Considera que el hombre necesita para ser
feliz de la admiración de los demás. Parte del principio de la simpatía que con-
siste en la constatación de que la persona es capaz, por naturaleza, de colo-
carse en el lugar de los demás, comprender sus motivaciones y evaluar la mo-
ralidad de sus acciones.
La simpatía es la tendencia natural e instintiva que inclina a entregarse a los
sentimientos de los demás. Surge como una necesidad primaria porque el
hombre es naturalmente sociable y las personas necesitan experimentar sim-
patía dándola y recibiéndola.
Para Smith la sola benevolencia no basta, sino que es necesario que ese sen-
timiento esté regido por alguna norma de justicia y de reciprocidad que proceda
de la razón y que haga de la simpatía natural un deber. Por eso, la regla moral
que rige el comportamiento sería: “Obra de manera tal que provoque la mayor
simpatía en el mayor número de personas” La simpatía pasa a ser la regla del
bien. La moral consistirá entonces en desarrollar en sí la simpatía desinteresa-
da que nos hace gozar de la felicidad de los demás, compartiéndola, y que nos
impulsa a obrar de manera tal que siempre merezcamos de parte de nuestros
semejantes la simpatía más pura y universal.

4.3.- CONCEPCIONES RACIONALES


Se agrupan bajo este título todas las escuelas que ponen el soberano bien en la
perfección de nuestra naturaleza racional y que, por lo tanto, piden a la razón que
sirva de regla de moralidad. Buscan el fundamento en un principio racional que lle-
ve a afirmar la existencia de una realidad que trasciende al hombre.

a.- Eudemonismo racional: su representante es Aristóteles (384-322 a. C), quien


parte de señalar que el sentido de nuestras acciones es comprensible a partir de
la noción de bien o fin, es decir, el propósito al que apunta la acción. Los fi- nes
son múltiples pero se subordinan unos a otros; los fines subordinados son medios
para los fines ulteriores. Sin embargo, la cadena de fines debe culminar con un
fin último, algo que sea querido por sí mismo y no por otra cosa.
Considera que el fin último es indudablemente la felicidad; la palabra griega
correspondiente es eudaimonía y puede traducirse también por “buena fortuna”
y “bienestar”. Sostiene que el hombre tiende naturalmente a la felicidad y que el
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único camino que conduce a ella es la rectitud moral. Esa aspiración a ser feliz
es la coincidencia máxima y más universal entre los hombres.
El tipo de vida en que consiste la felicidad es la vida activa del ser dotado de
razón. Lo propio del ser humano es la actividad que realiza conforme a la razón
o por lo menos no desprovista de razón. La vida contemplativa o teorética, la vida
dedicada al conocimiento, es el grado culminante de la vida activa del hombre.
En esta actividad encuentra su perfección, su autorrealización y en es- to
consiste su felicidad.
Es decir, que para Aristóteles, la felicidad debe resultar para el hombre del pro-
greso y de la perfección de su naturaleza, del ejercicio de la inteligencia, en su
forma más elevada, la contemplación de la vedad y del objeto más inteligible,
que es Dios. Este es el bien más preciado y agradable, pero se requiere con-
quistarlo mediante la virtud; a la cual define como “un hábito, una cualidad que
depende de nuestra voluntad, consistiendo en este medio que hace relación a
nosotros y que está regulado por la razón en la forma en que lo regularía el
hombre verdaderamente sabio “. La virtud es un hábito adquirido mediante el
esfuerzo y la constancia. Se tienen ciertas disposiciones para la virtud, pero pa-
ra que se conviertan en hábitos es necesario ejercitarse. Es, además, un hábito
voluntario ya que no basta con conocer el bien para practicarlo ni el mal para
evitarlo, ya que se necesita querer. Por eso en la virtud intervienen la inteligen-
cia, que delibera, y la voluntad, que elige.
Como el hombre es, a la vez, racional e irracional, hay que distinguir dos clases
de virtudes: las intelectuales o dianoéticas, que operan sobre la razón, y prácti-
cas o éticas, que operan sobre lo que hay en él de irracional, es decir, sus pa-
siones y apetitos, encauzándolos racionalmente. La virtud es, por consiguiente,
un equilibrio entre dos extremos inestables e igualmente perjudiciales. La felici-
dad que se alcanza mediante la virtud, y que es el coronamiento de ella, re-
quiere necesariamente de algunas condiciones, tales como madurez, bienes
externos, libertad personal, salud, etc., aunque las mismas por sí solas no bas-
tan para lograr ser feliz.
Para Aristóteles, la recta razón o prudencia constituye la norma de moralidad que
señala la medida de las acciones y los medios más idóneos para obtener la
felicidad, entendida como vida virtuosa.
Sin embargo, la verdadera vida moral es propia sólo de una élite que puede
llevarla a cabo, o sea, consagrarse a buscar la felicidad en la contemplación, en
el marco de una sociedad basada en la esclavitud.
b.- Estoicismo: Zenón de Citio, fundador del estoicismo, resume su doctrina en esta
máxima fundamental: “Hay que seguir a la naturaleza”, es decir a la razón;
porque la razón es lo que distingue al hombre del animal. La razón nos muestra
que existe una sabiduría, que consiste en aceptar el orden universal, que no
depende de nosotros, y de renunciar a los deseos, que engendran la inquietud y
la discordia. Unicamente así podrá el hombre sustraerse a las pasiones, iden-
tificándose con la Razón universal (Dios o el destino).
Para el estoico el bien moral reside sólo en el juicio. No consiste en hacer tal o
cual cosa, sino en hacerla de acuerdo y en conformidad con el orden universal.
La vida virtuosa consiste en obrar racional y libremente, ajustando la propia
conducta al orden universal de toda la Naturaleza, regida por la Razón Univer-
sal, es decir, a la ley eterna, fija e inmutable. La perfección moral se alcanza en
la apatheia, que consiste en la ausencia de pasión: es el estado del que ha lle-
gado a dominar sus pasiones hasta el punto de no sufrir ya su imperio en modo
alguno. La apatía o la serenidad perfecta es, pues, el ideal del sabio y el nom-
bre mismo de la beatitud. A ese estado se llega practicando la ataraxia, que
consiste en no dejarse turbar por nada; para eso, basta con darse cuenta de que
lo que sucede fuera de la voluntad no depende del propio sujeto, que nada puede
contra ello y que es inútil alegrarse o afligirse.
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Según el estoicismo, la virtud es la regla de la razón y, como tal, se identifica con


el bien, que es la razón misma, porque es orden y perfección. La virtud se resu- me
en la voluntad de obrar siempre según la razón. La virtud es completa y per- fecta
desde el principio: por eso, quien posea una sola virtud, las posee necesa- riamente
a todas y quien carece de una sola, carece absolutamente de todas.
El estoicismo muestra una absoluta confianza en la razón; considera que las
pasiones son males y por eso no entran en la ética. Desprecia los bienes mate-
riales porque el hombre tiene que estar por encima de ellos. La ética estoica es
así, un intento de neutralizar el sufrimiento humano, una ética del autodominio, que
pretende hacer al hombre capaz de resistir los influjos que lo afectan desde afuera.
El ideal estoicote la virtud y de la moral estaba matizado con un sello de cierta
insensibilidad (o aparente insensibilidad), ofreciendo un esquema en el que los
rasgos humanos quedan totalmente desdibujados. Esos rasgos son:
- El sabio no debe dejarse perturbar por nada.
- Debe mantenerse impasible ante el sufrimiento físico y moral, ante el dolor y la
enfermedad, ante la muerte, los bienes de fortuna y las opiniones de los hom-
bres.
- Debe distinguirse por su firmeza ante las contrariedades.
- Ha de ser como una roca contra la que se estrellen todas las olas; ella está
firme y el oleaje se amansa a su derredor.
- Debe mantenerse siempre en un mismo querer y no querer.
- Tiene que aguantar y renunciar.

c.- Ética tomista: Santo Tomás de Aquino (1.225-1.274) corrige y completa a


Aristóteles. En efecto, recoge la idea aristotélica que considera que el hombre,
aspirando a distintos bienes, debe buscar sobre todo el bien que mejor corres-
ponde a su naturaleza racional ya que en él encontrará su felicidad, y postula
que la primera cuestión que plantea la moral es la felicidad. Sin embargo, si bien
el fin del hombre es, como en Aristóteles la felicidad, para Santo Tomás, esa
felicidad no consiste en la vida contemplativa; porque considera que ésta es
insuficiente, a menos que se entienda como contemplación y disfrute de Dios.
Por tal motivo, sostiene que Dios Creador constituye para el hombre el fin último
objetivo, superando el intelectualismo aristotélico que concebía la felici- dad
como una mera contemplación intelectual.
El fin de la actividad moral es el bien, pero este bien se halla fundado en Dios,
único ser que es absolutamente el Bien. Por eso, la recta voluntad tiende al Bien,
como la recta inteligencia tiende a la Verdad. Todos los otros bienes no son fines
últimos, pero no son descartados, por cuanto son fines subordinados al fin último
y medios para alcanzar este fin.
Para Santo Tomás, el objeto de la moral es el hombre libre que, gracias a su
capacidad racional, puede regular moralmente su conducta. Considera que en el
obrar humano se da la interacción de la inteligencia y de la voluntad, son dos
facultades que se complementan, de tal modo que todo acto de voluntad es
necesariamente precedido por un acto de inteligencia.
En cuanto a las pasiones, estas tendencias serán buenas o malas moralmente
según estén o no en conformidad con las normas de moralidad. Sin embargo,
Santo Tomás no las niega, ni condena los sentimientos; exige que los senti-
mientos, por los que se manifiestan nuestras más profundas tendencias, cola-
boren en la vida moral, y que, debidamente jerarquizados por la razón, reciban
las satisfacciones que le son debidas, debiendo estar subordinados a lo que la
recta razón señala como bueno.
Por otra parte, Tomás de Aquino, a partir de la idea de creación que explica el
orden universal, sostiene la existencia de una ley eterna, que es ese plan divino
que ha ordenado el mundo de modo que cada criatura cumpla su fin de un mo-
63

do peculiar y propio, según su naturaleza y de acuerdo con las leyes que go-
biernan su acción. Justamente la ley eterna ordena los actos humanos al fin
debido. Las criaturas racionales la conocen con su inteligencia y se dirigen a ella
libremente. El efecto esencial de la ley moral consiste en la obligación; es decir,
en la necesidad moral que se impone al hombre de cumplir un acto o no hacerlo,
según que la ley lo mande o lo prohíba. Esta necesidad moral ata la voluntad sin
violentarla, puesto que nuestro fin está inscripto en nuestra propia naturaleza,
que hemos recibido de Dios. La obligación moral o deber tiene co- mo
fundamento próximo el orden esencial de las cosas, en virtud del cual exis- te
conexión necesaria entre tal o cual acto y el último fin; y como fundamento último
la ordenación de la Razón divina.
Prueba así, con estos argumentos, que la perfección y la felicidad deben ser
accesibles a todos los seres humanos (y no sólo a unos pocos privilegiados,
como sostenía Aristóteles) y requieren las sanciones de la vida futura. Sostiene
que la perfección humana consiste, mediante la práctica de las virtudes mora-
les, en acercarse a Dios, fin y bien objetivo del hombre.
Enseña también, que el bien moral es obligatorio, en cuanto que expresa un
orden de derecho, querido por Dios, creador y legislador de nuestra naturaleza.
d.- Ética kantiana: este sistema ético tiene por fundador al filósofo alemán Em-
manuel Kant (1.727-1.804). Kant distingue la materia de la forma en los actos
morales. La materia es el objeto del acto, el contenido, es decir, lo que se hace
o lo que se omite; en tanto que la forma es el aspecto bajo el cual aparece al
espíritu., es el por qué se hace, el por qué se omite.
Kant trata el problema ético en dos obras: la “Fundamentación de la metafísica de
las costumbres”, de 1.785 y la “Crítica de la razón práctica”, de 1.788. Sostie- ne
que puede haber muchas cosas que sean buenas (como el valor, la decisión, la
perseverancia, etc) pero ninguna de ellas puede ser llamada buena sin restric- ción,
porque cualquiera de esas cualidades puede llegar a ser extraordinaria- mente
malas y dañinas si la voluntad que ha de hacer uso de ellas no es buena. Lo valioso
es la buena voluntad misma, con independencia de que alcance o no algún fin
propuesto. La utilidad o la esterilidad no pueden añadir ni quitar nada a ese valor.
Lo que interesa es el querer o la intención, no como mero deseo, sino como el
acopio de todos los medios que están en nuestropoder.
Para este filósofo, si el fin último del hombre fuera el logro de la felicidad, la
naturaleza no habría dotado al hombre de razón, pues el instinto es mucho más
adecuado para el logro de ese propósito, por el contrario, la razón hace más bien
desgraciados a los hombres. Pero, como nos ha sido concedida la razón como
facultad práctica, es decir, como una facultad que debe tener influjo so- bre la
voluntad, su tarea es producir una voluntad que sea buena en sí misma con
independencia de lo que efectúe o realice. Pero, ¿cuándo, en qué circuns-
tancias una voluntad es buena en sí misma?. Para explicar esto introduce la
noción de deber. Kant afirma entonces, que el valor moral de un acto radica en
hacer el bien no por inclinación sino por deber. Entiende por inclinaciones el
conjunto de tendencias a las que nos impulsa nuestra sensibilidad (amor, odio,
orgullo, avaricia, etc) La voluntad es buena en sí misma cuando dejando de la-
do las inclinaciones actúa por deber.
Diferencia el obrar por deber y obrar conforme al deber. Así, la acción conforme
al deber es la que coincide con lo que el deber manda, pero que en realidad no
es realizada por deber, sino siguiendo alguna inclinación (ej. si una persona hace
beneficencia porque experimentan cierto regocijo al hacerlo, entonces obra
conforme al deber pero no por deber). En tanto que el obrar por deber, implica
hacer el bien no por inclinación sino por deber (por ej. si alguien que por sufrir un
dolor propio no siente ninguna conmiseración por los demás y dejando de lado
su insensibilidad, obra sin seguir una inclinación y sólo porque el deber manda y
ayuda a los demás, entonces ese acto es plenamente digno de esti-
64

mación moral, porque se hizo el bien por deber). De ahí que, para Kant, sólo el
acto realizado por deber y no el que se realiza conforme al deber ha de ser es-
timado como moralmente bueno.
Según este filósofo, la razón es capaz de conocer lo que todo hombre está
obligado a hacer. La razón práctica da a la voluntad una ley suprema capaz de
tornarla buena en sí misma. Esa ley moral universal se expresa del siguiente
modo: …yo no debo obrar nunca más que de modo que pueda querer que mi
máxima deba convertirse en ley universal. Es decir, al obrar debemos guiarnos
por máximas que puedan ser universalizables, no permitiéndonos a nosotros
mismos aquello que no le permitiríamos a los demás. La ley moral universal, que
es llamada por Kant imperativo categórico, nos dice que sólo obramos mo-
ralmente bien cuando podemos querer que el principio de nuestro querer se
convierta en ley válida para todos.

4.4.- VALORACIÓN CRÍTICA

I.- Concepciones Hedonistas

- En lo que respecta al hedonismo se puede decir que la regla del placer no tiene valor
moral. En efecto, el placer, inmediato o diferido, no puede presentarse como
obligatorio. El placer solicita las inclinaciones, pero no se impone a la razón como la
suprema ley de nuestra actividad. Por otra parte, los placeres, aún prudentemente
dosificados, no nos traen la felicidad sino por el contrario, son fuente de inquietudes
porque, al ser finitos en sí mismos y en su duración, dejan más bien una sensación
de vacío que un sentimiento de plenitud. Además, los placeres se transforman en sus
contrarios: el placer tiende a un estado de exasperación y se cambia en dolor. Si el
placer es la regla suprema, todos los crímenes se encuentran justificados por el hecho
de haber servido a procurar el placer a sus autores; y el sacrificio de su tranquilidad,
fortuna, salud y vida por el bien de los demás sería reprobado.
- El epicureísmo y el utilitarismo de Bentham no corrige a fondo el hedonismo, ya que
mantiene la soberanía del placer. El método que preconiza no tiene ninguna fuerza
obligatoria, y no son más que recetas para gozar mejor; no permitiendo condenar a
quien prefiera gozar inmediatamente de todos los placeres que pudiera tener a
mano. En cuanto al utilitarismo de Bentham, la aritmética del placer exigiría una
contabilidad complicada, de tal modo que la búsqueda del placer suprimiría el placer
y, por otro lado, no se puede apreciar en cifras lo que es propio de la cualidad.
Además, si bien es cierto que el interés y la búsqueda de la felicidad son móviles
fundamentales de la conducta humana, no deben ser entendidos en forma material
y biológica. La experiencia indica que, mechas veces, la moral y el deber obligan a
cada hombre al sacrificio de los intereses contingentes y materiales en nombre de
bienes intelectuales y espirituales más altos, que valen por sí, cuya posesión dan a
la persona su pleno valor. No es la eficacia y la utilidad de la acción lo que la hace
moralmente buena, sino que es la bondad moral la que obliga al hombre a una ac-
ción que sea instrumento de verdadero perfeccionamiento humano.
- La teoría del interés general de Stuart Milll, exige tener en cuenta la calidad de los
placeres. Además, no aparece claro porque afirma la primacía del interés general,
pues si el placer es la regla suprema, ¿por qué razón se debería sacrificar el pla-
cer propio por la sociedad?

II.- Concepciones Sentimentales o Altruistas


- El sentimiento no puede constituir una reglas moral, porque si bien tiene su impor-
tancia en moral, no puede ser la regla de moralidad, porque es ciego, caprichoso e
inconstante y porque todos los actos realizados a impulsos de un sentimiento
65

cualquiera estarían sin más justificados. De no ser así, habría que distinguir un buen
y mal uso del sentimiento, lo que equivaldría a confesar que hay una regla superior
a los sentimientos. Estas observaciones se aplican especialmente a las éticas de la
benevolencia (Hutcheson) y de la simpatía (Adam Smith).
- Por otra parte, en relación a la simpatía, si bien ésta desempeña un gran papel en
la vida del hombre, también lo hacen otras tendencias fundamentales, y como to-
das están presentes en las acciones, se puede representar toda la vida como de-
pendiente esencialmente de alguna de ellas. No es posible tampoco reducir todas
las acciones a la simpatía que provocan, ni hacer depender de ella toda virtud y todo
vicio.
Es importante la consideración que hace de la persona; ésta no se encuentra sola,
depende de la sociedad a la que pertenece y por lo tanto, el ideal moral no puede
expresarse por una fórmula de aislamiento, sino contando con la colaboración de
otros.

III.- Concepciones Racionales

- La doctrina aristotélica constituye una concepción elevada, pero tiene el defecto de


no poder presentarse como obligatoria, de proponer un ideal que sólo es acce- sible
a un pequeño número de privilegiados y esto durante muy poco tiempo. Además,
concibe el soberano bien de un modo demasiado y exclusivamente sub- jetivo, ya
que sólo define la felicidad como un estado de goce perfecto.
La ética aristotélica es el primer intento de exposición científica y total de una teo-
ría de las costumbres que acaba con un sistema de las diversas virtudes y sus
fundamentos. Para Aristóteles, siempre que haya una opción, se produce una si-
tuación moral y en ella el hombre éticamente valioso posee, gracias a su expe-
riencia, la capacidad adquirida de juzgar y combinar todos los elementos en cues-
tión para elegir rectamente. La recta razón o prudencia es la norma de moralidad
que señala la medida de las acciones y los medios más idóneos para obtener la
felicidad, entendida como vida virtuosa.
- El estoicismo constituye una posición que es inhumana, porque sólo considera la
razón en el ser humano, y sabemos que existe en éste la sensibilidad y las nece-
sidades del corazón, que si bien deben estar subordinadas a la razón, no pueden
ser sacrificadas a ésta. Además, aconseja aceptar el destino y pone la felicidad en
esta aceptación.
Del estoicismo se puede rescatar el principio de que la perfección del hombre está
en la vida según la razón; también, la importancia objetiva del orden universal y la
sumisión a ese orden y, por último, la distinción del bien y la felicidad, y la fijación
de la moral en el problema del bien.
- La ética tomista reconoce a la razón el derecho y la obligación de determinar el
deber, pero no condena el sentimiento; por el contrario, exige que éstos colaboren
en la vida moral y que, debidamente jerarquizadas las tendencias por la razón, re-
ciban la satisfacción que les es debida. Si bien esta doctrina excluye cualquier po-
sibilidad de tomar el placer como fin de la actividad humana, enseña que la felici-
dad es verdaderamente el aspecto subjetivo de nuestra perfección realizada, y que
esta felicidad debe ser realmente, en dependencia del bien objetivo que es Dios,
último fin de todas las cosas, el fruto de nuestra actividad moral. El placer también
entra como integrante en la felicidad total, pues no es malo por sí mismo, pero
siendo medio y no fin, debe estar siempre subordinado a los fines últimos de la vida
moral. También reconoce la autonomía del agente moral, ya que la ley eterna a la
que está ordenado no es una prescripción arbitraria venida desde fue- ra, sino que
es la ley de su naturaleza, que al obedecerla, obedece al mismo tiempo a los
profundos anhelos de su naturaleza y al propio Dios. En síntesis, esta doctrina da
satisfacción a todo lo que hay de justo en lo que reclaman las otras teorías éticas.
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- La ética kantiana es una ética a priori, o sea, elaborada con independencia de la


experiencia, entonces la deducción que realiza es puramente lógica, haciendo de la
razón humana un absoluto. También es formal, porque la ley morales una pura
forma, no dice que debe hacer el hombre, sino que prescribe formalmente el mar-
co al que deben ajustarse nuestras acciones; en este sentido, tampoco tiene en
cuenta las aspiraciones del corazón y las exigencias de la sensibilidad, que son
tendencias esenciales en nuestra naturaleza: ¿cómo entender que la alegría de
obrar bien vicie a fondo el cumplimiento del bien? Por otra parte es autónoma, en la
medida que es el propio hombre que se da a sí mismo los mandatos de la mo-
ralidad; las normas morales no proceden de una autoridad externa, sino que cada
uno es su propia autoridad moral.
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ÉTICA APLICADA

EJE PROBLEMATIZADOR V: ÉTICA PROFESIONAL

5.1.- EL ORIGEN DE LOS DEBERES Y DERECHOS


El ser humano se desenvuelve dentro de dos órdenes o mundos distintos: el que
viene dado por la naturaleza y el que surge de su condición de ser libre, en virtud del
cual es autor de todo aquello que agrega a la naturaleza. Es la distinción entre lo que
recibe de hecho y lo que él conforma o hace: la cultura. Este mundo del quehacer del
hombre da lugar al orden moral.

El hombre, cada hombre es el único sujeto de la Ética, por ser el único ser vivo que
posee la capacidad de diferenciar el bien y el mal y de obrar según su libre elección.

El obrar ético se asienta en las virtudes y en los valores, que deben triunfar sobre los
vicios y los disvalores sociales, para transitar el camino de la realización humana.

La existencia en sociedad impone al hombre deberes y derechos que debe observar


para poder convivir con sus semejantes. La libertad debe reconocer límites, sin los
cuales sería prácticamente imposible la vida, no sólo del hombre, sino de la naturale-
za toda. De esas limitaciones surgen tanto los derechos como las obligaciones.

Los hombres establecieron pautas de comportamiento social que hacen a la cultura


de los pueblos.

- Los deberes: deber es todo aquello que está obligado a cumplir el hombre para dar
satisfacción a las demandas sociales que su vida de relación le impone.
El primero de sus deberes es subsistir, y luego, como un mandato natural de soli-
daridad, el permitir a sus semejantes realizarse como personas humanas.
- Los derechos: el derecho es la facultad de hacer o de exigir todo aquello que le está
permitido por las leyes naturales, por las positivas y por las normas de com-
portamiento social. En este campo encontramos el derecho a la vida, y a la liber-
tad y todos aquellos que no entren en colisión con los derechos de los demás.

Así el derecho de ser feliz y a realizarse como persona tiene su correlato con la
obligación que tiene la organización social de permitirlo.

El orden social

En la vocación humana existen dos dimensiones: una común y otra particular. La


primera de ellas es la más excelente y fundamento del valor de la segunda, porque
el bien común prevalece sobre el bien particular y es fuente y principio de ordena-
ción de éste. En función de esto, toda la vida humana adquiere significación y es-
tructura. El cauce que ordena y el camino recto del obrar humano son los valores.
Ellos, además de constituir el núcleo fundamental del destino individual, son la con-
dición que vuelve posible la vida social.

El orden social es la conveniente disposición de las partes de un todo según el fin


que ese todo persigue. Es la disposición de las conductas de las partes. Dentro del
todo social se incluyen los diversos planos en que la vida social se desarrolla: fami-
lias, municipios, corporaciones profesionales, económicas, educativas y deportivas,
el Estado y sus dependencias funcionales… todos están ordenados entre sí.
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El orden moral

El hombre se realiza naturalmente hacia dos direcciones, por un lado como indivi-
duo y por el otro como ser social.

Como individuo, el hombre se autorrealiza -se hace a sí mismo- a lo largo de toda su


vida.

Como ser social permite que la humanidad como civilización se haga a lo largo de
toda la historia.

Por lo tanto, vivir demanda al hombre una tarea, que debe estar en el marco de los
valores para su plena realización. El orden moral está fundado en valores éticos.

En este marco, el orden moral es aquel al que el hombre está ligado por el mero
hecho de ser hombre, independientemente de toda legislación positiva. El orden
moral se refiere a todo lo que hace al libre obrar del hombre según su recta con-
ciencia, inspirada en valores rectores.

El bien común

El bien común no es la suma de los derechos particulares y privados, ni tampoco lo


que sirve a los intereses de uno o de unos pocos frente al bienestar común. Es el
clima social que favorece el desarrollo de la personalidad, el conjunto de acciones del
poder público a fin de que sean reconocidos, respetados, armonizados, defini- dos y
promovidos tanto el ejercicio de los derechos como el cumplimiento de los deberes
por parte de los ciudadanos y los cuerpos intermedios.

El bien común, en cuanto a fin de la sociedad política, exige que concurran a su logro
todos los ciudadanos y las entidades intermedias. Su importancia se pone de
manifiesto no sólo porque constituye la razón de ser de la comunidad política, de los
poderes públicos, del derecho de darse un ordenamiento jurídico, sino porque
representa el elemento discriminador entre los ordenamientos absolutistas, totalita-
rios y democráticos. La realización de la igualdad en la participación del bien común
no se verifica si faltan las estructuras adecuadas.

La sociedad política tiene el derecho y el deber de facilitar a los ciudadanos y a los


grupos por ellos formados las condiciones generales sin las cuales no podría pros-
perar ni desarrollarse. El bien común favorece el desarrollo de la personalidad, y exige
un conjunto de atenciones por parte del poder público a fin de que sea reco- nocido,
respetado, armonizado, defendido y promovido el ejercicio de los derechos y el
cumplimiento de los deberes de los ciudadanos.

LA PROFESIÓN
a.- Introducción histórica al concepto de profesión

Profesión es un término que proviene del latín “professio”, que nos indica la acción y
el efecto de profesar, de ejercer una cosa, empleo o facultad conforme una incli-
nación natural que se manifiesta en nosotros, o que por un motivo circunstancial
debemos ejercitar. También, el término profesión proviene del latín “profiter”: que
significa declaración pública.
69

Históricamente, al sentido en que empleamos el término profesión se ha llegado en


Occidente en tres pasos, cada uno de los cuales respeta que se siga usando tam-
bién en los sentidos anteriores por expresar un significado distinto.

Primero significó la manifestación pública de unas creencias y, en este sentido, se


emplea sobre todo en contextos religiosos; así, un católico, un musulmán, etc. ha-
cen profesión de su fe con sus palabras o con sus obras.

En segundo lugar y ya en el contexto religioso católico, el hecho de prometer so-


lemnemente dedicarse totalmente a su fe mediante el servicio a los demás o la con-
templación se conoce como hacer la profesión, un hecho que conlleva la idea de
“consagración”; es decir, de entrega y dedicación a algo que tiene relación con lo
sagrado, con lo divino.

Y estos significados se conservan en versión laica cuando, por extensión, el término


profesión pasa a significar la ocupación laboral a la que una persona se entrega con
dedicación total, se “consagra”. Un concepto que, como puede apreciarse, conjuga
dos elementos:

- una vertiente objetiva: la ocupación laboral, es decir, el servicio o trabajo propio de


cada profesión;
- una vertiente subjetiva: la dedicación y entrega a ese trabajo y lo que esto implica
de vocación o elección del mismo y de formación para desempeñarlo.

Entonces, profesión significa la ocupación laboral de una persona, una ocupación


para la que la persona se prepara y a la que se dedica, está consagrada.

Esto supuesto, el tercer paso en los momentos históricos viene dado por el uso social
del mismo, que ha enriquecido lo anterior explicitando y completando los con- tenidos
de la ocupación laboral.

Así, en las sociedades actuales, por profesión se entiende una actividad diferencia-
ble de otras, que ocupa a un grupo de personas de forma estable en la producción
de bienes o servicios necesarios o convenientes para la sociedad, para lo cual es-
tas personas manejan unos conocimientos y destrezas propios de esa profesión, que
requieren una formación específica y que han de utilizar con ética. Y una activi- dad
con cuyo desempeño obtienen esas personas su forma de vida.

Es práctica común en las sociedades modernas que los estados asuman una res-
ponsabilidad sobre las profesiones, que normalmente se concreta en la determina-
ción de la formación específica necesaria para ejercitarla, en la protección de los
derechos de los clientes o usuarios frente a abusos y faltas de ética de los profesio-
nales y también en la defensa de los derechos legítimos de estos últimos (por
ejemplo, frente al intrusismo en el ejercicio de una profesión por parte de personas
sin la preparación o titulación requeridas).

Defensas ambas (la de los profesionales y la de los clientes) que la sociedad realiza
por un doble camino de derecho público: el jurídico o legal, del que son responsa-
bles los organismo públicos, y el asociativo. Éste último, mediante la acción de los
colegios y asociaciones profesionales, los cuales han de velar tanto por los dere- chos
de los profesionales, como por los de los usuarios o clientes de los servicios de
aquéllos, que se garantizará si los profesionales actúan con competencia y ética.
70

b.- Problemas de identidad profesional en las sociedades actuales

El concepto profesional vertido precedentemente resulta teóricamente claro. Pero,


otra cosa es la práctica y vivencia de las profesiones para muchas personas en las
sociedades actuales, en las que los rápidos procesos de cambios científicos y tec-
nológicos y otros fenómenos sociales (migraciones, cambios económicos o socia- les,
etc) provocan altas tasas de desempleo y/o la necesidad de reajustes y adapta-
ciones laborales rápidos y continuos.

En las sociedades actuales es un hecho constatable que, para muchas personas, la


profesión para la que se prepararon no es la que de hecho ejercen por razones del
mercado de trabajo, lo que da lugar no pocas veces a ciertos desajustes en la iden-
tidad profesional. Porque, cabe la pregunta ahora, ¿cuál es la identidad profesional
de un/una licenciado/a que trabaja como secretario/a o en una función totalmente
distinta a aquella que se preparó y capacitó?

Esta situación de desajustes laborales -que constituye una tendencia creciente y que
puede generalizarse a una mayoría de las personas- representa una realidad y un
problema que emplaza a los individuos y a las sociedades actuales a repensar y
plantear desde premisas nuevas el binomio educación-identidad profesional con el
apoyo desde entidades gubernamentales y no gubernamentales para el auspicio y
creación de nuevas plazas en el mercado laboral.

De hecho, en el mundo actual y por las razones antes aludidas, la culminación de la


formación inicial no representa ya un punto final en el transcurso de la vida de las
personas, sino que ha de verse simultáneamente como la puerta de acceso al mundo
laboral y el punto de arranque de una formación que se ha de continuar a lo largo de
toda la vida. Y ha de verse también, en consecuencia, como una educa- ción
especializada, ya que esto demanda el mercado laboral; pero que en modo alguno
debe estar cerrada sobre esa especialización, ya que es necesario que ca- pacite
también para los nuevos desarrollos formativos que puedan precisar las nue- vas
ocupaciones laborales y las nuevas situaciones tanto profesionales como vita- les en
general, en que se van a encontrar las personas.

Obviamente, la situación descripta afecta a la ética de las profesiones, en el sentido


de que si la persona cambia de ocupación laboral, lógicamente su ética profesional
habrá de adaptarse también a sus nuevos ámbitos de ocupación laboral.

Un hecho que hace que en la formación ética de los profesionales revista especial
importancia hoy la adquisición personalizada de los principios básicos de la ética de
las profesiones, ya que estos principios, al fundamentar y vertebrar las éticas profe-
sionales concretas que los aplican a las distintas profesiones, son válidos para to-
das ellas, por lo que cada persona puede aplicarlos a las distintas situaciones labo-
rales en que puede encontrarse.

Unos principios comunes y fundamentales que se complementan entre sí, por lo que
cada uno de ellos enriquece la comprensión de los otros, además de reforzar la
motivación inicial para su cumplimiento.

Las profesiones son actividades humanas, que generan en quienes las ejercen
obligaciones y derechos especiales; por eso nació la Ética Profesional.

La Ética Profesional no es una ética aparte, sino es la misma Ética que desciende a
las actividades concretas de cada profesión, especificando las aplicaciones que
71

derivan racionalmente de los principios generales para el buen ejercicio de cada


profesión.

En tanto que el término Deontología (del participio griego deon = lo que conviene),
se refiere al conjunto de principios y reglas éticas que regulan y guían una actividad
profesional. Dichas normas determinan los deberes mínimamente exigibles a los
profesionales en el desempeño de su actividad y por lo general son establecidas por
el propio colectivo profesional, que los institucionaliza mediante los códigos
deontológicos. Éstos son documentos que rigen la actuación de los representantes
de una profesión con el fin de que a través del buen hacer se obtengan resultados
deseables.

LA PROFESIÓN COMO PERFECCIONAMIENTO PROPIO Y SERVI-


CIO SOCIAL
La profesión es un compromiso entre lo individual, que busca con la profesión los
medios de vida; y la sociedad, con sus necesidades que son las que justifican la
profesión. Es común denominar las profesiones como manuales o intelectuales,
según requieran mayor actividad del intelecto o de la capacidad física. En realidad
ninguna profesión es totalmente intelectual o manual.

Una profesión es el lugar desde el cual debemos servir a la sociedad de acuerdo


con nuestras capacidades.

Para ejercer la profesión es preciso una preparación de las aptitudes necesarias para
desempeñarla. No es mera instrucción profesional. “La instrucción se caracte- riza
por dirigirse a una parte especial del hombre y a un sector del mundo. La for- mación
tiene como fin la totalidad del hombre. Persona es aquella que sabe lo que pasa en
el mundo tomado como totalidad” (Pieper, Josef, 1971).

La profesión como actividad humana

El trabajo corresponde a la naturaleza social del hombre, porque es la ocupación que


se ejerce habitualmente a cambio de una remuneración que debiera permitir la
subsistencia, asegurar un porvenir. El trabajo es la extensión activa de la persona a
la comunidad.

La profesión se caracteriza por dos rasgos:

- el perfeccionamiento propio, del individuo como tal, mediante el ejercicio pleno de


la actividad a la que libremente aplica sus energías espirituales y físicas;
- el servicio social, con el cual está relacionada toda profesión.

Todo trabajo honesto dignifica al hombre, además de facilitarle los medios honestos
para subsistir. El trabajo tiene un fin que es el desarrollo del mismo hombre, de sus
facultades espirituales y corporales.

A su vez, el trabajo cumple una función social. Sea remunerativo o sin cargo, volun-
tario o involuntario, sus frutos se extienden a la sociedad. Si el trabajo es honesto,
esos frutos son un bien para la sociedad.

Aunque una persona no necesite del trabajo para subsistir, tiene que trabajar para
darle algún sentido serio a su existencia. El hecho de que sea rica no la exime de esa
obligación, porque puede trabajar sin percibir paga, gratuitamente. Y de ese modo se
hace un bien a sí mismo y a los demás.
72

El trabajo humano es virtud y ayuda a las demás virtudes. La ociosidad es un vicio.


Por pequeño que sea el grupo social se hace indispensable la distribución de las
tareas que satisfagan los objetivos de toda comunidad humana.

La persona que ejerce un oficio o una profesión realiza un acto humano en benefi-
cio de seres humanos. La connotación ética de los actos realizados por un profe-
sional está marcada por una relación binaria en la que intervienen el profesional y el
que solicita los servicios del profesional. Además lleva implícito un contrato, aunque
no esté de por medio ningún acto jurídico, ningún documento escrito. El que solicita
la atención de un profesional -con o sin honorarios- lo hace para que el profesional lo
ayude en la solución de un problema; si el profesional acepta -con o sin honora- rios-
queda establecido un contrato, como relación bilateral.

La profesión es un medio de vida; es actividad lucrativa, es decir, con ella se obtie-


ne lucro, ganancia de dinero, el cual se utiliza como medio para conseguir todas
aquellas cosas que ayudan a conservar y a perfeccionar la existencia. Pero, ade-
más, es un servicio para la comunidad, que revierte al propio sujeto que sirve, al
profesional.

REQUISITOS NECESARIOS PARA EL EJERCICIO DE UNA PROFE-


SIÓN
Para el ejercicio de toda actividad profesional son indispensables:

a.- Vocación: es una inclinación o disposición especial que, saliendo del interior de la
persona, la lleva a cumplir determinada actividad en su vida. Es la inclinación
natural a la realización personal, que impulsa a desarrollar una tarea determi-
nada en la sociedad.
Es el amor manifestado en el querer y en el hacer, respondiendo a los dictados
del corazón con la inteligencia y voluntad. Es realizar un compromiso con uno
mismo y con la sociedad durante toda la vida, conforme a los ideales abrazados.
Es el requisito más difícil de detectar objetivamente, porque es totalmente per-
sonal. “Vocación” significa “llamado” interno hacia un tipo determinado de acti-
vidad. Se trata de una inclinación del espíritu hacia una actividad que produce
en el sujeto satisfacción y gusto. La ciencia a veces origina la vocación; otras,
la vocación lleva a la adquisición de la ciencia, sin la cual el llamado nunca se
convertirá en realidad.
b.- Competencia: en el sentido de aptitud e idoneidad para conocer y resolver un
asunto. Nace de las incumbencias que nos atribuyen los estudios, del grado de
capacidad alcanzado en alguna actividad, pero, por sobre todo, de la voluntad
de hacer realidad determinado anhelo.
El progreso de las ciencias, las técnicas y las artes, tan rápido en estos tiem- pos,
requiere del hombre una constante actualización para contar con capaci- dad
necesaria de aprender y aprehender los nuevos saberes.
Supone, por lo tanto, la ciencia y la idoneidad.
Ciencia: porque toda profesión supone conocimientos específicos en quien la
ejerce. El título oficial es una garantía de la preparación científica o técnica del
sujeto que lo ha obtenido. Por razones de ética, el profesional debe acrecentar sus
conocimientos, debe actualizarse en los contenidos, métodos y procedimien- tos,
según la índole de la profesión. La Ética exige que el profesional no traspase los
límites de la especialidad a la que se dedica, salvo en casos de emergencia, y
advirtiendo al consultante que su especialidad no contempla el problema sobre el
que se lo consulta. Cuando no se trata de una emergencia, la actitud ética que
corresponde es aconsejar al cliente que acuda a un especialista en la materia.
Idoneidad: es la aptitud para ejercer la profesión (física y psicológica).
73

CARACTERÍSTICAS DE LA PROFESIÓN

- Es una actividad humana:


El trabajo, en tanto acción y efecto de trabajar, es la facultad del hombre de poner
en ejecución sus aptitudes con una finalidad útil para su realización como perso- na,
en su vida de relación social.
El trabajo requiere de una potencia del hombre, tanto intelectiva como manual, pero
al mismo tiempo, se encuentra reglado por normas morales y por las reglas propias
de cada profesión.
- Es el ejercicio de una vocación:
El ejercicio de una profesión o de un empleo requiere de la vocación, que ideal-
mente resulta de la libre elección del trabajador. Pero, por diversas razones, es
común que las personas terminen ejerciendo una profesión para la cual no po- seían
vocación. Ante la disyuntiva de aceptar esta condición o no trabajar, la elec- ción es
evidente.
Sin embargo, es siempre el hombre quien dignifica al trabajo, y la naturaleza so- cial
del hombre lo incita a cumplir su primer vocación: la de realizarse como per- sona,
tanto en el ámbito laboral como familiar, valiéndose para ello de su forma- ción
profesional y de los mismos valores presentes en la cultura social.
- Implica un esfuerzo:
Todo trabajo implica un esfuerzo intelectual y físico, porque significa poner en dis-
posición de hacer las potencias del hombre.
El profesional universitario recibe de la sociedad, por medio de una Universidad, un
título que le confiere un grado y le reconoce determinadas incumbencias profe-
sionales. Puede ejercer éstas de forma autónoma (sin relación de dependencia) o
vinculado por una relación de empleo.
- Es un factor productivo:
El ejercicio de una profesión es un factor productivo, tanto para el sujeto que la
ejerce, pues mediante la misma obtiene los medios necesarios para su subsisten-
cia; como para la sociedad, que es enriquecida con el servicio recibido.
Mediante el trabajo se produce el movimiento de todos los factores de la produc-
ción, y a través de él la sociedad puede llegar a su fin de bienestar general, permi-
tiendo también que el trabajador alcance su bienestar particular.
- Es un fideicomiso social:
La sociedad hace posible que el hombre adquiera una profesión con el fin de que
aplique en forma ordenada y racional, parte de su actividad a la consecución de
cualquiera de los fines inmediatos y fundamentales para la vida humana. Es la so-
ciedad la que asigna al trabajo humano una función social, ya que toda profesión
tiene siempre carácter de actividad social. La organización social supone que los
distintos trabajos se distribuyen para lograr el bien común. La función social de la
profesión debe estar en concordancia con el bien particular de quien la ejerce.

EL PROFESIONAL

El servicio que realiza el profesional dentro de la sociedad y actuando con carácter


público requiere:

- Conciencia profesional: El ejercicio de una profesión tiene íntima relación con la


moral que debe imprimirse a todos los actos relacionados con el servicio que se
presta.
La conciencia profesional es una manifestación de la justicia distributiva, por cuan-
to que debe tender a vigilar que cada acto profesional se encuentre amparado en
los criterios de veracidad en la prestación, eficiencia, oportunidad y plazo.
“Ofende a la justicia conmutativa si no se cumple en integridad y calidad el trabajo
establecido previamente, o si se exigen honorarios exorbitantes, que no están le-
74

gitimados y que exceden a las normas comunes. Va contra la justicia distributiva si,
tratándose de cargos públicos, se realizan actos que favorecen los intereses
individuales, familiares o de grupos. Se lesiona la justicia social cuando se defrau-
da a la sociedad cobrando por trabajos no realizados, realizados a medias o de
forma deficiente”.(Letizia, 1.989)14
El ejercicio de toda profesión debe efectuarse buscando lo mejor para el profesio-
nal y para el destinatario del servicio).
- Deontología propia: cada una de las profesiones ejercidas por los hombres tiene
características propias, que hacen que deba regirse por normas éticas de compor-
tamiento, aplicadas a su caso particular.
Menéndez Reinaga nos dice que las faltas a la conciencia profesional obedecen al
aflojamiento de la conciencia moral, a la falsa doctrina acerca de los contratos, al
olvido del bien común, al desprestigio de las leyes, pero, en modo particular, a la
deshumanización de las relaciones humanas.
- La especialización
Hoy es imposible la práctica eficiente de una profesión sin un mínimo de especia-
lización; pero no debe perder la visión general de los problemas de su profesión.
La especialización posibilita el dominio en profundidad de un sector de la actividad
profesional y confiere al profesional una autoridad moral dentro de la profesión.
La vocación es la que indica los temas de preferencia dentro de la profesión para
elegir la especialidad.
El grado de avance encontrado en la especialización elegida, puede ser enrique-
cido con la propia investigación.
La profesión también implica deberes y si el profesional no puede cumplirlos, lo
correcto y honrado es abandonarla.
La Universidad brinda sólo un mínimo de base de lanzamiento hacia una vida de
estudio y de investigación profesional.
- Seriedad profesional
El profesional está obligado a brindar a sus clientes el máximo de seguridad pro-
fesional, sobre todo si de eso depende la vida, salud o los bienes del cliente.
Se debe atener a lo más seguro para el cliente, y si hay algún riesgo el profesional
debe dárselo a conocer al cliente, para que éste decida asesorado por el profesional.
La seriedad supone que el profesional se actualice, investigue. Supone también
adaptarse al tiempo histórico en que le toca vivir; requiere una gran capacidad de
trabajo y de adaptación para adquirir los nuevos conocimientos y nuevos enfoques
de los problemas profesionales.
- La defensa de los derechos de la persona humana:
La persona no puede nunca estar subordinada a algo inferior a ella.
Dentro de su jurisdicción (al menos moral) el profesional debe ser celoso custodio
de los derechos de la persona humana. Existen ejemplos negativos de profesiona-
les que, llevados por el afán de lucro, se aprovecharon de las necesidades de las
personas; así, por ejemplo ingenieros construyeron viviendas inseguras, o médi-
cos que dieron a pacientes tratamientos innecesarios.
- La defensa de la vigencia de un orden socialmente más justo:
La sociedad trae al individuo múltiples bienes; pero esto no es un privilegio para
unos pocos que dirigen la sociedad. Se debe buscar el bienestar de la sociedad
entera, sin exclusión de ningún sector.
El profesional tiene que ser un defensor de las normas éticas, porque la sociedad
se preserva en el orden y la justicia.

14
Citado por WIERNA, G.: LETIZIA, F. “El problema de la moral profesional”. Mendoza, 1989.
75

CUALIDADES MORALES DE LA PROFESIÓN

a.- Autoridad y responsabilidad: el profesional es una autoridad, no en sentido polí-


tico sino en sentido científico.
Se llama autoridad en sentido científico, a una persona que, en una determina-
da rama de la ciencia, posee un vasto y profundo conocimiento y tiene la virtud
de la veracidad, que consiste en manifestar lo que piensa. En otras palabras: una
autoridad es una persona competente en un determinado nivel científico y es
veraz. Los que conocen estas cualidades de una persona están dispuestos a
creer lo que esa persona diga respecto de los otros temas. La autoridad es el
fundamento de los actos de fe que una persona hace en cuanto a lo que mani-
fiesta otra persona acerca de los temas que conoce. Pero para que uno crea lo
que el otro dice deben darse simultáneamente las dos condiciones menciona-
das: competencia en los conocimientos y veracidad en la manifestación de esos
conocimientos. Eso otorga confianza.
Cabe, entonces, una enorme responsabilidad ética y jurídica en el profesional; y
más ética que jurídica, porque algunos actos humanos del profesional sólo son
conocidos por él, por su conciencia moral y, por lo tanto, no están al alcan- ce de
la acción jurídica.
Es un deber de justicia, en el ámbito de la Deontología, el cumplimiento de todo
aquello que el profesional promete hacer para satisfacer a su cliente; si hace todo
lo que puede, cumple con la justicia, aunque no se obtengan los resulta- dos
apetecidos; si es negligente en preocuparse de lo que interesa a su cliente,
comete injusticia en la medida de su negligencia.
b.- La honestidad intelectual: buscar, aceptar, amar, vivir y transmitir la verdad. La
expresión “honestidad intelectual” designa una combinación de voluntad e inte-
ligencia, puesto que “honestidad “es lo mismo que decir” bondad moral.”, y el
adjetivo “intelectual” designa todo lo que es relativo a la inteligencia. De modo
que la honestidad intelectual es la conducta moralmente buena en el ejercicio de
la inteligencia.
Buscar la verdad es conocer la verdad, entendida en su acepción lógica (ade-
cuación del pensamiento con la realidad objetiva). La única forma de compro- bar
la verdad de un juicio es confrontarlo -directa o indirectamente- con la reali- dad
objetiva. A veces no es fácil esta confrontación. Pero al profesional le in- cumbe
realizar la búsqueda de la verdad respecto de todo lo que está relacio- nado con
su actividad específica. La búsqueda de la verdad se la realiza en el plano del
conocer. Las decisiones que se tomen después de conocida depen- den de
muchos factores, independientes de la verdad misma. Hay virtudes mo- rales,
entre ellas la prudencia, que aconsejan en qué sentido debe tomarse una
decisión.
Transmitir la verdad es honesto, siempre que esa transmisión se ajuste a las
normas de moralidad; porque aunque la verdad en sí siempre es un bien, los
efectos de su conocimiento pueden ser a veces malos, física o psíquicamente,
para aquellos a quienes se transmite. En este caso también es importante la
prudencia. La única verdad, éticamente hablando, es que siempre que se daba
decir la verdad, hay que decir la verdad. Si un profesional revela un secreto de
su cliente a otra persona, dice la verdad y comete un acto inmoral y, además,
ilegal. Hay que señalar que, si bien no siempre hay obligación de decir la ver-
dad, también hay obligación moral de no mentir. La mentira es la expresión oral
o escrita destinada, por la intención del que la usa, a engañar a otra persona.
Todas estas consideraciones señalan un camino de rectitud moral, una conduc-
ta ética que no debiera nunca estar separada de la actividad profesional.
76

TRABAJO HUMANO Y ÉTICA PROFESIONAL

La revolución científica y tecnológica ha producido una metamorfosis social y cultu-


ral de grandes proporciones. La técnica participa de la ambigüedad de todo lo hu-
mano: puede ser fuente de grandes males y de grandes bienes.

El maquinismo industrial ha entregado a la humanidad riquezas y servicios innume-


rables, al mismo tiempo que ha alterado el ambiente natural del hombre, y que ha
introducido en muchos trabajos una dimensión mecánica, repetitiva y monótona que
a menudo ha sido calificada de embrutecedora.

El peligro reside específicamente en el desarrollo de la técnica no controlado ni en-


cuadrado en un plan con proyección universal y auténticamente humanística. El
progreso de la técnica y el desarrollo de la civilización de nuestro tiempo, que está
marcado por el dominio de la técnica, exigen un desarrollo proporcional de la moral y
de la ética. El alto desarrollo técnico revela la grandiosidad del hombre, en cuanto
investigador de la naturaleza, pero ello engendra muchas inquietudes. La técnica,
¿hace más humana la vida del hombre sobre la tierra? ¿la hace más digna?

El progreso moral paralelo a la tecnología y orientador de sus avances y aplicacio-


nes debe ser, muy específicamente, un progreso de la “ética profesional” en todas las
áreas del trabajo humano. De allí que se hace necesario una “ética de la cien- cia”
que oriente al investigador mismo sobre el bien y el mal de determinados expe-
rimentos y de sus previsibles aplicaciones; una ética médica, especialmente en el
área de la genética, y en relación a los problemas cruciales de la concepción, naci-
miento y muerte del ser humano; una ética periodística de cara a las nuevas figuras
que asumen los medios de comunicación social; una ética de la empresa, y de la
economía, en general, que actualice las normas clásicas en relación a los nuevos
problemas de conciencia que derivan del desarrollo económico; y así también una
ética jurídica, policial, militar, política, educacional, familiar, etc., puesta al día con
respecto a las nuevas y complejas figuras morales que plantea el progreso científi-
co, tecnológico y profesional de nuestro tiempo.

La película “Tiempos Modernos” de Charles Chaplin muestra como algunos tra-


bajos enajenan al ser humano, y pueden destruirlo. De allí la necesidad de bus-
car condiciones laborales más dignas, que posibiliten que el trabajo verdadera-
mente desarrolle y perfeccione al hombre.

DESDE LA ÉTICA A LOS CÓDIGOS DE CONDUCTA PROFESIONAL


Se entiende la ética como la conducta libre y responsable de una persona, por lo que
se puede hacer un juicio sobre la persona teniendo en cuenta este parámetro esencial
a la persona. Así, el lenguaje común refleja una intuición social y un juicio
humanamente muy valiosos sobre el sentido moral de las personas y de las socie-
dades: existen testimonios escritos de que en culturas muy variadas los individuos y
las sociedades coinciden en mostrar una valoración muy positiva de los comporta-
mientos éticos.

Ahora bien, se deben tener en cuenta que esta valoración y juicio pueden estar
condicionados por aspectos socioculturales de quienes emitan ese juicio o preten-
dan su imitación o de otros factores subjetivos, de forma que para personas de otra
cultura o con distinta formación o con otro perspectiva para actuar no sea ni ética ni
modélica.
77

Se hace necesario, entonces, el estudio y la reflexión sobre la conducta humana


adecuada en un ser racional, estudio y reflexión que constituyen el objeto y la tarea
de una disciplina filosófica que, coherente con el uso social del término, adopta la
denominación de ética.

Así, la ética vale tanto para calificar la conducta de una persona que se considera
adecuada y deseable en todos, como para designar la disciplina filosófica que se
ocupa del estudio y reflexión sobre cómo ha de ser la conducta de una persona para
ser la adecuada en un ser humano.

Es así que la ética no sólo es una disciplina que elucubra los principios morales, sino
también que debe procurar su seguimiento, imitación de los principios básicos,
universales y generales de la conducta humana. Es decir, procurar la motivación para
el seguimiento de esos comportamientos.

Este segundo aspecto puede hacerse razonando con ayuda del sentido común y de
la experiencia porqué se deben seguir esos comportamientos y conductas, o utili-
zando otros recursos que despierten la motivación, se trata de un ámbito práctico de
aplicación.

Este segundo aspecto motivador debe vertebrarse en todos los ámbitos de desarro-
llo de la existencia humana, incluido el trabajo, la profesión, pues la acción humana y
su correspondiente juicio no se acaban en el fuero interno de la persona, sino que la
trascienden iluminando todos sus ámbitos.

ÉTICA DE LAS PROFESIONES Y ÉTICA PROFESIONAL

El estudio y la reflexión sobre la conducta humana adecuada en los actos libres de la


persona requiere, por tanto, un paso más: reclama y requiere clarificar también cuál
es la conducta humana adecuada en cada momento, situación o circunstancia que
puede presentarse a las personas con carácter dilemático desde el punto de vista
moral.

La disciplina filosófica ética ha de afrontar también la elucidación de los comporta-


mientos éticos en estas situaciones que plantean dilemas, en este caso con ayuda
de las ciencias humanas y sociales o de las ciencias naturales que puedan estar
vinculadas o ser interpeladas por el tema o problema que se trate.

Es aquí cuando la ética abre su visión abarcando todo el espectro de las acciones
humanas, dando lugar a las éticas particulares o también a las éticas de las pro-
fesiones en el área de la actividad profesional.

Las éticas particulares se fundamentan lógicamente en los principios que establece


la ética más básica y universal aplicándolos a su área de actividad (la empresa, la
medicina., la docencia, etc.). Por eso se habla de ética de las profesiones.

Al ocuparse de un área de actividad humana específica puede suceder que esta área
de pie a proponer también algunos criterios o principios éticos propios o espe- cíficos
para la conducta humana adecuada en ella. Principios que, junto con los principios
éticos más universales, han de contribuir a que las personas puedan es- tructurar un
proceder ético habitual en el orden correspondiente de actividad.

Así, la ética de las profesiones no se limita a aplicar los principios de la ética básica
(respetar la dignidad de la persona y los derechos humanos, etc) sino que junto a
ellos, propone también otros principios propios específicos.
78

Estos principios establecerán que los conocimientos, destrezas y, en su caso, el


poder que otorga la profesión han de utilizarse para lograr el bien objeto del ejerci-
cio de esa profesión y no para perseguir fines u objetivos distintos de aquél.

La ética de las profesiones es una ética particular y, por lo tanto, una disciplina filo-
sófica con una doble finalidad: por una parte, aplicar a la actividad profesional los
criterios y principios aportados por la ética universal, y, por otro lado, aportar crite-
rios o principios específicos puestos de manifiesto en el trasfondo y marco de las
profesiones.

En un segundo momento (el de expansión, diversificación y concreción de la ética),


éste tiene lugar cuando los principios generales y específicos de una ética particular
se concretan, aplican y desarrollan en un sector de actividad determinado.

Se crean entonces, las éticas aplicadas que reciben su nombre del sector en el cual
se aplican. Se habla entonces de la ética profesional de los psicólogos, de los edu-
cadores, de los ingenieros, etc.

En cuanto a los contenidos de las mismas es importante comprender que, en el área de


la ética de las profesiones, las éticas aplicadas se alimentan de dos fuentes:

a.- de la ética universal, de donde emanan los principios básicos éticos;


b.- de la misma profesión, de donde extrae los casos particulares a someterse a
juicio moral.

Estas dos fuentes han de colaborar en la conformación de una ética profesional apli-
cada bien constituida, aportando cada una su saber y sin invadir los campos de la otra.
79

ACTIVIDAD Nº 5
a.- DE AUTOEVALUACIÓN

- Diferencia Ética Profesional de Deontología Profesional.


- ¿Qué relación tiene la búsqueda del bien común con la Deontología Profesio-
nal?

b.- OBLIGATORIAS

- Realiza una red conceptual de la unidad.


- Investiga los Códigos de Ética Profesional de tu profesión de dos países y
compara las normativas establecidas. Luego, extrae conclusiones.
- Elabora diez normas que tendrías en cuenta en tu desempeño profesional
fundamentando su elección.
80

EJE PROBLEMATIZADOR VI:


ÉTICA EMPRESARIAL Y RESPONSABILIDAD SOCIAL

6.1.- RESPONSABILIDAD SOCIAL


Leonardo Schvarstein15, al tratar este tema explica que el idioma inglés tiene dos
palabras diferentes para aludir al concepto de responsabilidad.

Así, con el término responsability, se señala aquello por lo cual uno se siente inter-
namente responsable, e involucra el juzgarse a sí mismo con relación a los propios
ideales y conciencia. Este tipo de responsabilidad generalmente se refiere a la vida
privada (ej.: me siento responsable por ayudar a un amigo en un momento difícil, sin
que él o nadie me lo exijan), correspondiendo a la dimensión interna, a la vida íntima
de cada persona.

En tanto que, el término accountability, se refiere a la rendición de cuentas que uno


debe hacer ante otro, debido a una obligación o compromiso asumido. Se da en la
esfera pública, aludiendo a la dimensión externa de la vida humana (por ej: tengo que
rendir cuentas por una deuda que contraje por circunstancias ajenas a mi con- trol y
contrarias a mi voluntad, sin que me sienta responsable por saldarla).

Sin embargo, ambos términos pueden ser las dos caras de una misma moneda; pues,
debo rendir cuentas y puedo ser sancionado si no cumplo con una obligación. Se
trata entonces de una responsabilidad exigible (que es la manera de traducir
accountability).

En la responsabilidad interna, la presencia del otro puede ser explícita o implícita,


activa o pasiva, y el otro puede no estar al tanto de mi sentimiento.

En la responsabilidad exigible el otro está siempre presente de manera explícita y


activa, porque tiene el derecho y la autoridad para exigirme el cumplimiento de mis
compromisos y obligaciones. Se me puede exigir la rendición de cuentas por la pre-
servación del medio ambiente, en cuyo caso el vínculo es con los miembros de la
sociedad donde vivo.

La palabra social se refiere a una característica de las relaciones humanas, la de


nuestra mutua interdependencia. Pero particularizamos este término para referirnos
a una “configuración específica de prácticas”, que están orientadas a promover la
satisfacción de cierto tipo de necesidades de los miembros de una comunidad, pro-
curando su cohesión sobre la base de la vigencia del principio de solidaridad.

Por eso, cuando hablamos de responsabilidad social de una organización, distin-


guimos:

- La responsabilidad “interna”, que la propia organización “siente” hacia sus inte-


grantes y los miembros de su comunidad.
- La responsabilidad que le es exigible y por lo cual debe rendir cuentas frente a
alguien que tiene la autoridad para exigir su cumplimiento (debe rendir cuentas tanto
de sus elecciones como de sus omisiones).

15
Scharstein, Leonardo. La inteligencia social de las organizaciones. Edit. Paidós. Cap 2.
81

El cumplimiento por parte de una organización de las normas obligatorias relacio-


nadas con la responsabilidad social exigible, es una conducta moral, porque remite a
la ley y a la estructura social en la que se desenvuelve. En este caso, las organi-
zaciones son moralmente responsables y cumplen por imposición; aunque también
puede ser que cumplan por elección si van más allá de lo que la ley les exige. Si no
cumplen con las normas quedan sujetas a sanciones por constituir un delito.

Ahora bien, las organizaciones que sólo cumplen con lo establecido, no poseen
virtudes especiales, ya que sólo se atienen a los requisitos morales mínimos (por ej.,
el cuidado de la seguridad e higiene de sus empleados).

Este tipo de organización es al que Leonardo Scharstein denomina organización


objeto, porque sólo cumple en forma reactiva con los requisitos externos que se le
imponen. Se trata de un tipo de organización que está atravesada por modelos he-
gemónicos de la sociedad y su orden interno está determinado desde su exterior.
Otro caso sería el de aquella organización que manifiesta una voluntad para ir más
allá de lo estrictamente exigible, pues configura una conducta ética, porque no es
producto de una obligación, sino que supone la libre elección (por ej.: si una organi-
zación instituye prácticas de seguridad e higiene para sus trabajadores que exce- den
lo mínimo establecido legalmente y que los forma y motiva para que lleven es- tas
prácticas a su ámbito familiar y comunitario, entonces se erige en sujeto de sus
propias elecciones). De allí que es posible de calificar a este tipo de organización
como organización sujeto, porque tiene la capacidad para justificar sus decisiones y
acciones por sí; es capaz de establecer sus coherencias internas y organizar sus
interacciones con el contexto para la preservación de las mismas.

Cabe aclarar que, por lo general, ninguna organización es sólo sujeto o sólo objeto,
ya que en la mayoría de los casos se da una alternancia entre ambos tipos. Es de-
cir, se puede ser de un tipo en determinadas cuestiones y de otro frente a otras.

En el marco de la nueva cuestión social se requiere ser organización sujeto para:

- satisfacer la racionalidad económica y social;


- promover el desarrollo individual y el bien común.

Por supuesto que esto requiere de la voluntad política de parte del gobierno de la
organización.

Podemos entonces decir que una organización es socialmente responsable, cuando


instituye un conjunto de prácticas obligatorias y voluntarias para la satisfacción de las
necesidades sociales de sus integrantes y de los miembros de la comunidad.

Pero, ¿a qué necesidades nos referimos? A aquellas relacionadas con la salud o


sanidad, tales como alimentación, provisión de servicios básicos, vestimenta, pre-
servación del medio ambiente; así como las relacionadas al acceso a la educación,
justicia, vivienda, transporte, seguridad, entre otras.

Para que una organización asuma esas responsabilidades, o sea, la satisfacción de


las necesidades sociales de sus miembros y de los de su comunidad, es preciso que
tenga la voluntad política que se manifestará a través de su gestión de go- bierno y
una capacidad administrativa para implementar sus decisiones.
82

RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL

La sociedad está compuesta por un vasto conjunto de actores que, en un marco de


interdependencia recíproca, establecen entre sí distintos tipos de relaciones. En
general, las dinámicas de interacción son de índole cooperativa. Sin embargo, bajo
determinadas circunstancias, en especial cuando los actores no sopesan las con-
secuencias de sus actos, éstas pueden devenir mutuamente destructivas, desenca-
denando, en un marco de frustración generalizada, innumerables problemas de
acción colectiva muy difíciles de superar.

Las empresas son actores sociales fundamentales de toda sociedad, están en per-
manente interacción con el ambiente externo. Existe una íntima interdependencia
entre ella y su ambiente. La supervivencia de una empresa depende, en gran medi-
da, de su capacidad de reacción, adaptación y respuesta a las exigencias y deman-
das en este ámbito.

La responsabilidad de las empresas es un punto muy debatido en la actualidad. En


gran parte, su trascendencia proviene de la magnitud e influencia de las modernas
corporaciones. Muchas de estas empresas son mayores que algunos estados y su
influencia se extiende por todo el mundo.

Pocos aspectos de los negocios han despertado recientemente más interés que el
tema recién planteado de la responsabilidad empresarial. Sobre todo en Norteamé-
rica, Europa y Asia las responsabilidades de las empresas respecto de sus conciu-
dadanos han merecido especial atención. Esto refleja en parte la conciencia cre-
ciente del impacto de su actividad sobre el entorno y los desvalidos. En cualquier
caso, la discusión refleja el amplio reconocimiento del cambio de la relación entre las
empresas y la sociedad. Las nuevas tecnologías, el desarrollo de mercados y las
nuevas ideas permiten apreciar los factores influyentes en las acciones empre-
sariales y su impacto potencial en aspectos que se extienden más allá de la apro-
bación convencional de las firmas y sus dirigentes. El retroceso del Estado crea
nuevas oportunidades e impone nuevas responsabilidades a las empresas, y los
dirigentes de éstas buscan modos de expresar y definir su papel ante el cambio de
las circunstancias. Estas variaciones imponen gradualmente mayores responsabili-
dades a las firmas, empresarios y ejecutivos. La libertad para actuar no constituye
licencia para abusar. En los grandes hundimientos de la Bolsa se observa repeti-
damente el mal uso de las reglas del mercado de valores. En cambio, dirigentes de
empresa competentes reconocen el nexo entre derechos y obligaciones.

La mayor conciencia en cuanto al impacto de las decisiones comerciales sobre la


sociedad en general y el entorno natural, ha dado lugar a la reconsideración de las
normas y valores de los negocios.

El debate sobre la responsabilidad empresarial se ha hecho más intensa en este


momento que en cualquier otra época del siglo XX. El debate se refiere al modo en
que las organizaciones rigen sus asuntos y al carácter de la relación entre la em-
presa y la comunidad.

La atención prestada a la conducta de las empresas proviene de la coincidencia de


varios factores, el más importante de los cuales sea acaso el creciente convenci-
miento de la necesidad de combinar una mayor libertad para cumplir las funciones
económicas de la empresa con la exigencia de que esta libertad se emplee respon-
sablemente. En ciertos casos, se suma a esto la demanda de una mayor participa-
ción de los negocios en la solución de los problemas económicos y sociales plan-
teados por el desarrollo económico.
83

La noción de Responsabilidad Social Empresaria, se encuentra íntimamente rela-


cionada al cómo las empresas se relacionan con e impactan en la sociedad, su-
poniendo, bajo esta óptica, que para crecer y competir más eficientemente éstas
deberían contribuir a generar un ambiente posibilitador (“enabling environment”) que
les permita llevar adelante con mayor facilidad sus negocios y operaciones. Como
veremos, pues, la idea de RSE nos permitirá poner en perspectiva el papel de la
empresa en la sociedad y las posibles nuevas relaciones entre ella y su am- biente.

Una empresa se encuentra vinculada con una serie de interlocutores o stakeholders


específicos que pueden afectar y ser afectados por sus acciones.

a.- interlocutores primarios (aquellos sin cuya continua participación la empresa no


podría sobrevivir):los accionistas, inversores, empleados, clientes y proveedores;
b.- interlocutores públicos, conformado esencialmente por el gobierno y por los
organismos públicos pertenecientes al Estado.
c.- interlocutores secundarios (aquellos que, sin participar directamente en las ope-
raciones de la empresa, pueden influenciar o ser influenciados por ella): los con-
sumidores, los medios de comunicación, las organizaciones empresariales, los
sindicatos y las organizaciones de la sociedad civil; también los competidores.

La responsabilidad social no debería expresarse únicamente frente a determinados


interlocutores primarios, como por ejemplo los accionistas, sino frente a su compleja
totalidad, puesto que, en principio, cualquiera de éstos puede llegar a influir en su
éxito o fracaso.

Las organizaciones actúan en las sociedades sobre la base de un contrato implícito


o explícito que impone deberes creativos y responsabilidades. Esto excede en mu-
cho de las funciones económicas que les atribuyen autores como Friedmann. Estas
obligaciones se modifican con el tiempo, y el Estado asume un número variable de
estas funciones o actividades o las delega en otros miembros de la sociedad.

Las empresas cumplen determinadas funciones especializadas y diferenciadas, es


decir, cumplen determinados roles. Desde la consolidación de la empresa como
unidad productiva por antonomasia de las sociedades capitalistas modernas, se
concibe que los roles desempeñados por éstas se articulen y definan en torno a un
vínculo o contrato tácito con la sociedad de carácter esencialmente económico. En
el marco de este contrato, las empresas deberían:

- producir con la máxima eficiencia posible bienes y servicios que satisfagan múlti-
ples necesidades;
- generar empleos, constituyendo de esta manera una de las principales fuentes de
rentas;
- invertir parte de sus excedentes, promoviendo el avance tecnológico y el creci-
miento de la productividad;
- y cumplir con las responsabilidades legales, en especial las de carácter fiscal.

En Argentina, sustentado en los procesos de privatización y desregulación, el sector


empresarial alcanzó un sustancial protagonismo que le permitió incrementar su im-
portancia en áreas esenciales como la salud y la educación, en las que, vale acla-
rar, ya tenía un peso determinante, como así también en actividades en las que hasta
ese momento prácticamente no había incursionado.

Es evidente, probablemente hoy más que nunca, la necesidad de un nuevo contra-


to, ahora de índole social, que complemente y supere el anterior y que permita a
84

las empresas cimentar un renovado lazo con la sociedad que vaya más allá de lo
puramente económico.

En el devenir de este proceso, acompañando el protagonismo de la empresa y la


ampliación de su horizonte de intereses, las expectativas sociales en torno a ella,
potenciadas por el acelerado retraimiento de lo estatal, también se incrementaron.

Es justamente en el proceso de configuración de este renovado contrato que una


nueva definición de lo que constituye el comportamiento socialmente responsable por
parte de una empresa adquiere tanto sentido y significación. Una nueva acep- ción
que, en última instancia, nos permita superar las limitaciones de la cosmovisión
friedmaniana, correctamente planteada, pero aceptable únicamente en un marco de
condiciones ideales.

- La empresa trasciende su rol económico tradicional. Hoy, ya se la visualiza como


creadora de riqueza, impulsora de investigación y desarrollo, generadora de bie-
nestar social y fuente de empleo. Es un ente jurídico que adquiere la ciudadanía al
involucrarse en la temática social.
En un contexto en el que los consumidores, las organizaciones de la sociedad civil
y los medios de comunicación incrementan de manera continua y acelerada su
poder de “vigilar y castigar”, supone una nueva forma de orientar la gestión em-
presarial en base una ética que considere y evalúe los efectos de las acciones y los
medios a utilizarse, esto es, una nueva forma de hacer y de conducir los nego- cios
en base a una ética de la responsabilidad.
- La sociedad civil, consumidor final del producto o servicio empresarial, exhibe una
toma de conciencia, interesándose y adoptando posiciones activas respecto de los
comportamientos del ciudadano empresario. Emerge así la actitud de la comuni-
dad, forjada en apreciaciones reales o de imagen, que emite su opinión o vota,
premiando o sancionando a las empresas según sus percepciones.
- Reputación, trayectoria y generación de confianza son hoy recursos intangibles
tanto o más trascendentes que el resto de los activos de una organización.

Sustentando su accionar en una ética de la responsabilidad, las empresas deberían


tomar plena conciencia de las implicancias individuales, sociales y medioambienta-
les que acarrean sus prácticas operativas, desarrollando políticas, procedimientos y
procesos orientados a evitar posibles efectos colaterales negativos, a potenciar
externalidades positivas y a fomentar el respeto y consideración de cada uno de los
stakeholders con los que se relaciona. Bajo esta óptica, las empresas deberían co-
menzar a incluir en su agenda y consideración un amplio conjunto de temáticas e
interlocutores tradicionalmente considerados ajenos al ámbito de sus preocupacio-
nes primarias.

Actualmente, siempre con matices y excepciones, la preocupación central de los altos


directivos empresariales consiste en satisfacer, maximizando beneficios, las
expectativas de los accionistas o shareholders. Incrementar las ganancias y preo-
cuparse por los intereses de los accionistas sigue siendo, por supuesto, totalmente
válido, puesto que constituye el elemento sustancial y determinante de la naturaleza
de la empresa. No obstante, como enfatizamos, esto es válido, e incluso vitalmente
importante, siempre y cuando no se procure a cualquier precio y considere, en
cualquier circunstancia, los medios a utilizarse.

La noción de Ciudadanía Corporativa, el eje conceptual sobre el que se articulan


las demandas, se encuentra en efecto íntimamente relacionada a la de Responsabi-
lidad Social Empresaria. La Ciudadanía Corporativa, sustentada en la idea de que la
empresa tiene derechos pero también tiene deberes, engloba un amplio abanico
85

de acciones que pueden ir desde el respeto por las disposiciones legales hasta
comportamientos de tipo proactivo. Como mínimo, pues, consiste en la adhesión a
las leyes, regulaciones y prácticas de negocio aceptadas en el ámbito de operación
de la empresa, pero puede implicar también un comportamiento previsor y respon-
sable con respecto al medio ambiente y/o las comunidades afectadas por sus prác-
ticas operativas y comerciales.

Las empresas aprecian cada vez más los beneficios que pueden obtener del reco-
nocimiento de los valores en que basan sus operaciones. Los negocios regidos por
este tipo de valores parecen requerir menos supervisión interna, operan a más bajo
coste, pueden ser más flexibles e innovadores y ofrecen mayor satisfacción a los
empleados y mejores ganancias a los partícipes.

Desde nuestra perspectiva, que una empresa sea socialmente responsable supone
que sea ciudadana, pero que sea ciudadana de una manera especial, esto es, que
no se limite exclusivamente al respeto de las obligaciones jurídicas, sino que vaya un
paso más allá del cumplimiento legal, integrando voluntariamente en sus prácti- cas,
tanto operativas como comerciales, consideraciones de índole ética, social y
medioambiental.

Bajo esta óptica, una empresa socialmente responsable puede llegar a ser aquella:

- cuyo comportamiento, repetimos, vaya más allá del estricto cumplimiento de la


normativa vigente, tanto a nivel provincial, nacional como internacional;
- que instrumente métodos y políticas que impacten positivamente en la vida profe-
sional y personal de sus empleados;
- que se preocupe activamente por las consecuencias medioambientales de su ac-
tividad productiva y comercial;
- cuyos directivos y empleados orienten su accionar en base a un código de ética
que no contradiga las disposiciones jurídicas vigentes;
- y que contemple la comunidad sobre la cual se asienta.

Según la categorización realizada por Nino, para que una empresa pueda encajar
dentro de la categoría de socialmente responsable, su comportamiento debe ser
normativamente leal, esto es, debe tomar en cuenta, al observar una ley, los fines
normativos que determinan su interpretación y alcance de aplicación, hayan sido o
no explícitamente formulados en su prescripción original.

Sustentando y reafirmando la validez de nuestra postura, intentaremos demostrar que


la sistematización e institucionalización de comportamientos socialmente res-
ponsables es funcional al sistema empresario, esto es, a la supervivencia del vasto
conjunto de unidades productivas que actúan y se desenvuelven en nuestro país; y
que es funcional, por otra parte, a la empresa considerada individualmente, puesto
que, como veremos, esta nueva forma de hacer y de conducir los negocios les
permitirá incrementar sus beneficios y utilidades.

En este complejo escenario, el sector empresarial debe tomar conciencia de las


potencialidades y capacidades inherentes a su accionar, especialmente a la hora de
suplir las falencias estatales y las limitaciones de las instituciones civiles. Desde
nuestra óptica, en este nuevo orden de cosas posible, las empresas están llamadas
a cumplir un papel protagónico y estratégico; a desempeñar, en otras palabras, un rol
activo que posibilite la configuración del postulado contrato de índole social, un
contrato complementario y superador del puramente económico que permita a las
empresas cimentar un renovado lazo con la sociedad. Las demandas y necesida-
des, como vimos, existen.
86

Es necesario destacar la importancia que puede llegar a tener, en un contexto de


tanta inestabilidad, un elemento inherente a las relaciones sociales cuyas posibili-
dades y potencialidades a la hora de superar estas cuestiones no han sido aún
acabadamente exploradas ni suficientemente explotadas y que las empresas pue-
den contribuir a intensificar: el capital social.

Desde la perspectiva de Putnam, uno de los precursores del término, tres elemen-
tos fundamentales definen y circunscriben al capital social. Estos elementos son: el
grado de confianza existente entre los actores sociales de una sociedad, las nor- mas
de comportamiento cívico practicadas en su seno y el nivel de asociatividad que la
caracteriza.

En última instancia, es una cuestión de interdependencia. El escaso compromiso


cívico que caracteriza a nuestra sociedad demuestra la práctica inexistencia de una
cultura de lo público. En este contexto de mutua frustración, puede comprenderse
con mayor facilidad la existencia de elevados niveles de contaminación, la asidui- dad
de las transgresiones, la suciedad de los espacios públicos y el escaso respeto por
las normas jurídicas vigentes.

El aspecto más positivo de la crisis económica, política, social, cultural e institucio-


nal que actualmente nos toca atravesar, probablemente sea la puesta en escena de
nuestros mayores males, nuestro individualismo y nuestro escaso sentido de lo pú-
blico. En diversos ámbitos, esta contundente realidad ha despertado un renovado
compromiso por el otro, un interés por lo público y por la cooperación. Sin embargo,
aunque importantes, estos cambios son todavía someros y puntuales. Nuestra ca-
pacidad y astucia no debería residir en la viveza, sino en saber aprovechar la opor-
tunidad que nos brinda la coyuntura actual de consolidar esta tendencia. La presen-
te crisis puede llegar a representar un momento bisagra de nuestra historia. Ahora
tenemos que definir el papel que va a cumplir el sector empresario.

Acaso el único modo de enfrentarse con situaciones de difícil solución (por las in-
teracciones y consecuencias de sus decisiones) es desarrollar un sistema de valo-
res que reflejen la voluntad de asumir esta responsabilidad en lugar de traspasarla a
otros. Gran parte del pensamiento empresarial reconoce esta responsabilidad.

La Responsabilidad Social es una responsabilidad exigible a la organización, por


lo cual tiene que dar cuenta de sus acciones como de sus omisiones, frente a
quien tiene la autoridad para exigir su cumplimiento. Sin embargo, la voluntad de
una organización para ir más allá de lo exigible configura una conducta ética ya
que supone un acto de libre elección.

NORMAS DE RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL


- AA 1000 (Account Ability 1000)
Desarrollada por Accountability, en 1.999, con el objeto de aumentar el nivel de
responsabilidad de las organizaciones, mejorando la calidad de los reportes socia-
les y éticos, tanto en su registro como en su auditoria y exposición.
- Destinatarios: empresas, ONG y entidades públicas.
- Carácter de la recomendación: voluntario.
- Considera la respuesta exigible compuesta por tres imperativos:
- Transparencia en la rendición de cuentas a los grupos de interés.
- Respuesta a sus preocupaciones.
- Cumplimiento con los estándares a los que se compromete voluntariamente, y
a los que debe observar por razones estatuarias o legales.
87

Esta responsabilidad se sostiene en el principio fundamental de inclusión de las


aspiraciones y de las necesidades de todos los grupos de interés.

- SA 8000 (Social Accountability 8000)


Desarrollada por Social Accountability International. La norma fue creada en el año
1.997. Se basa en instrumentos internacionales de derechos humanos y de- recho
laboral.
Objetivos:
- Mejorar las condiciones laborales a nivel global.
- Proveer un estándar universal para ser usado en cualquier empresa, sector eco-
nómico y país del mundo.
- Proveer un incentivo que beneficia a empresas y consumidores a través de una
estrategia multisectorial.
- Facilitar la colaboración entre empleadores, trabajadores y organizaciones de la
sociedad civil.

La norma plantea 9 áreas esenciales:


- Trabajo infantil.
- Trabajos forzados.
- Salud y seguridad en el trabajo.
- Libertad de asociación y derecho de negociación colectiva.
- Discriminación.
- Medidas disciplinarias.
- Horario de trabajo.
- Compensación
- Sistemas de gestión.

6.2.- ÉTICA EMPRESARIAL


Como un ámbito especial del planteo de las relaciones entre Ética y Economía, se
encuentra la problemática más específica de la Ética aplicada a las decisiones que
se toman en las empresas. Esto ha dado surgimiento a la denominada Ética Em-
presarial o Ética de los Negocios.

Los motivos de su surgimiento quizás sean, además de la evidente evolución social,


la envergadura que ha tomado el impacto socioeconómico negativo de las actua-
ciones de ciertas importantes empresas, cuyas decisiones se apartaron de los prin-
cipios éticos.

La Ética Empresarial es la consideración y aplicación de los principios generales de la Concepto de


Ética al ámbito de la empresa. El objeto material de esta disciplina son las “decisio- nes Ética Empresarial.
y acciones en el ámbito de la vida de la empresa, en que las pautas o marcos de
referencia de los agentes (individuales o colectivos) no se limitan a aspectos econó-
micos, políticos o técnicos, sino también incluyen la referencia a valores o normativi- dad
moral: es decir, se trata de eventos en que es posible llegar a un juicio de valor moral.
Esos eventos se dan en el interior de instituciones empresariales, pero tam- bién en sus
relaciones externas, con otras empresas, sindicatos, Estado, etc”.16

16
Dr. RODRIGUEZ DE RIVERA, José. “Ética y Empresa”. Parte 2. Universidad Católica de Salta.
88

En cuanto a su objeto formal, existen algunas discrepancias; pero es posible consi-


derar los problemas que se tratan en diferentes grupos:

- Se tratan problemas referidos a la producción de rendimientos internos: sobre la


dirección y desarrollo de personal; procesos productivos; configuración del pro-
ducto y sobre Dirección.
- Cuestiones referidas a las relaciones entre mercado y empresa: relaciones a pro-
veedores, a clientes y competencia; fiabilidad del producto y honradez comercial, evitar
el abuso del poder sobre pequeños proveedores, comisiones y sobornos para obtener
ventajas ilícitas, etc. Además, el tema del tratamiento de la “información”.
- En cuanto a las cuestiones relacionadas a Economía – Sociedad: se consideran
otros grupos de interés (stakeholders): nación, comunidad, relaciones internacio-
nales; el cumplimiento o incumplimiento de expectativas sociales, productos noci-
vos, etc.

Según Adela Cortina17, La Ética Empresarial posee las siguientes características:

1.- No es una ética de la convicción, sino una de la responsabilidad por las conse-
cuencias de las decisiones que se toman. Esto no significa optar por el pragma-
tismo, sino recordar que es preciso tener en cuenta las consecuencias de las
decisiones para aquella finalidad por la que la empresa existe y que consiste en
la satisfacción de necesidades humanas. La ética de la empresa es una ética de
la responsabilidad convencida.
2.- Puesto que la actividad empresarial tiene una finalidad, que le es legítima y de la
que cobra todo su sentido (servir a los consumidores que son los afectados a
cuyo servicio se encuentra la actividad de la empresa), queda deslegitimada la
que olvide esta finalidad. Los consumidores son interlocutores válidos y una ética
de la empresa exige tener en cuenta sus intereses a través de mecanis- mos de
participación efectiva.
3.- Los miembros de la empresa son también interlocutores válidos, cuyos dere- chos
tienen que ser respetados al nivel de una conciencia moral como la que
socialmente hemos alcanzado; de ahí que queden fuera de época las prácticas
humillantes y las deconsideraciones.
4.- Los miembros de la empresa también deben cumplir con sus obligaciones y
corresponsabilizarse por la marcha de la empresa a la que se pertenece; de ahí
que la cooperación haya de tomar el lugar del conflicto y la corresponsabilidad el
lugar de la apatía.
5.- Una empresa actual ha de atenerse a un marco postconvencional de justicia, no
sólo legal, sino ante todo moral.
6.- El cambio en la concepción de la empresa de un modelo taylorista a un modelo
postaylorista no es una simple moda, sino una auténtica exigencia de la con-
ciencia moral de los tiempos. Una conciencia que, como tal es irreversible.
Para responder a estos retos, es preciso diseñar un modelo de empresa capaz
de satisfacer estas exigencias.

CÓDIGOS DE ÉTICA

¿En qué consiste un código de ética?

- Se trata de una herramienta útil para la construcción de hábitos empresariales que


fortalezcan a la organización y a sus miembros (Ramón Ibarra Ramos).
- Se entiende por códigos éticos “las declaraciones corporativas de los principios que
constituyen el patrimonio moral de la empresa, es decir, que establecen las

17
CORTINA, Adela (2.000) “Ética de la empresa”. Madrid: Ed.Trotta.
89

prácticas consideradas como positivas y como negativas en los diferentes ámbitos


de intervención de la empresa”.18

Roberto De Michele sostiene que “son sistemas de reglas establecidas con el pro-
pósito general de guiar el comportamiento de los integrantes de la organización y de
aquellos con los cuales ésta actúa habitualmente: clientes, proveedores y con-
tratistas”.19

El objetivo de los mismos es establecer una guía para el comportamiento y la toma


de decisiones en el ámbito empresarial.

Una cuestión importante que surge al respecto es que, para algunos, hablar de un
código de ética es un error, ya que la adopción de un principio ético tiene que ba-
sarse en razones y no en la posibilidad de un castigo, que nos remite más bien a un
sistema jurídico. Esta crítica es acertada; pero el origen de ese término “códigos
éticos” se basa en la tradición de las reglas fijadas para el ejercicio profesional.

Los códigos éticos, constituyen una forma de regulación de las relaciones internas
entre los miembros de una organización y de éstos con el entorno. Pretenden ser un
instrumento que facilite reconocer los problemas y conflictos que enfrentan las
empresas y resolverlos de acuerdo a objetivos buscados.

El contenido de los códigos de ética se define en base a las necesidades de cada


organización. Los temas más frecuentes que aparecen en ellos son, por ejemplo, las
características que deben guardar las relaciones internas y externas de la orga-
nización, determinándose las responsabilidades; orientaciones referidas al trabajo
profesional; conductas, deberes y derechos del personal; medidas para garantizar
mínimos de calidad de vida laboral; uso de información privilegiada; uso de los bie-
nes de la organización, entre otros.

Según el Dr. José Rodríguez de Rivera, la práctica de los códigos éticos tiene sus
ventajas, en la medida en que facilitan la aplicación de reglas para la convivencia,
definiendo los ámbitos de decisión discrecional. Sin embargo, no ayudan para evitar
que el responsable de una decisión se enfrente a dilemas morales. Además, cuan-
do la reflexión ética sobre la moral se centra sólo en esos códigos, no se considera
todo el campo de problemas, de implicaciones y de relaciones con otros problemas,
dando lugar a comportamientos rutinarios, empobreciendo la vida moral del sujeto
decisor.

En la mayoría de los casos son manifestaciones del papel de la organización y de la


particular cultura de cada empresa. El contenido del código se define en base a las
necesidades de cada organización, sus objetivos, su propia cultura y el contexto en
que actúa.

PROYECTO ÉTICO INSTITUCIONAL

Según Jorge Etkin, un proyecto ético presenta los siguientes componentes:

- La decisión política: un nuevo acuerdo sobre los propósitos y formas de gobierno,


mecanismos de consulta y de participación en el poder. definición de redes inter-
nas de protección social para enfrentar la crisis en el contexto. consenso sobre la
responsabilidad social de la organización.
18
AGUIRRE SABADA – CASTILLO CLAVERO – TOUS ZAMORA (1.999) “Administración de Orga-
nizaciones”. España: Ediciones Pirámide.
19
DE MICHELE, Roberto (1.998) “Los Códigos de Ética en las Empresas”. Bs. As.: Edit. Granica.
90

- Criterios acordados para los procesos decisorios: La consideración de los valores


de libertad, solidaridad, dignidad del trabajo, justicia y equidad. Diálogo para re-
solver la prioridad de los valores en situaciones concretas.
- Definición de las bases de legitimidad que sirven de sustento a las relaciones de
autoridad: Conducción por parte de quienes están mejor preparados, según crite-
rios compartidos.
- Mecanismos de justicia frente a situaciones de desigualdad (orden interno): Situa-
ciones como la sobrecarga de tareas en un sector, las diferencias no justificadas en
la remuneración, la discriminación o falta de igualdad en las oportunidades.
- Transparencia en las comunicaciones: Difusión sobre los planes y resultados de
manera que los integrantes no tengan dudas sobre la situación en que viven, sus
riesgos y posibilidades. Que no exista información oculta que dé privilegios a
quienes la tienen. Canales en ambos sentidos.
- Acuerdo sobre los códigos de la convivencia en el trabajo: reglas y formas de re-
lación. Aceptación de los rasgos de identidad de la organización y la manera en que
todos relación. Aceptación de los rasgos de identidad de la organización y la manera
en que todos los integrantes contribuyen a sostenerlos.

Un proyecto ético posibilita:

- Una cultura construida sobre el diálogo y el consenso, no la cultura manejada desde


un interés sectario.
- Enfrentar la contradicción individuo-organización, mediante la redefinición de las
premisas decisorias, incorporando la cuestión de los valores
- Un clima de confianza, que facilitan la innovación, las respuestas creativas, que
potencian las posibilidades de la organización
- Enfrentar el desafío de la configuración de los valores en situaciones concretas y
en contextos diferenciados (batalla ética)

Los códigos éticos son un modo de testimoniar los principios y valores de los que
se halla imbuida la empresa y para institucionalizar los criterios éticos en las
decisiones y acciones cotidianas de la misma.
91

ACTIVIDAD Nº 6
a.- DE AUTOEVALUACIÓN

- ¿Qué relaciones encuentras entre la Ética Empresarial y la RSE?

b.- OBLIGATORIAS

- Señala los rasgos más importantes de la Responsabilidad Social.


- Explica los beneficios de la implementación de la RS.
- Nombra las ventajas de establecer un código de ética en una institución.
92

VOCABULARIO
- Atributo: propiedad necesaria de algo.
- Apetito: tendencia sensible o espiritual hacia algo.
- Autoconciencia: es el “darse cuenta de sí mismo”, es el acto de afirmación de sí
mismo frente a todo otro ser.
- Autodeterminación: es la capacidad que tiene la persona para asumir el control
de su propio ser.
- Conciencia: conocimiento reflejo del propio yo; también puede referirse a la ad-
vertencia de la bondad o malicia moral de un acto concreto.
- Deliberación: examen mental de las razones a favor o en contra de un acto hu-
mano susceptible de ser realizado u omitido.
- Ente: todo lo que es o puede ser. Aquello cuyo acto es ser.
- Existencia: hecho de estar un ente fuera de la nada o de sus causas.
- Experiencia: conocimiento adquirido por repetidas percepciones sensibles.
- Evidencia: manifestación patente del ser.
- Facultad: potencia o capacidad operativa de un ente viviente.
- Hábito: cualidad perfectiva de una esencia o potencia (capacidad), que la habilita
a realizar bien los actos respectivos.
- Individuo: lo indiviso en sí mismo y dividido respecto de todo lo demás.
- Inmanente: lo que queda dentro de algo; lo interior a nuestra conciencia.
- Intención:
1.- Acto de voluntad por el que se tiende a un fin.
2.- Acto de los sentidos y/o intelecto por el que se conoce algo.
3.- Concepto.
- Intuición: conocimiento directo y sin intermediarios de alguna cosa.
- Metafísica: es la disciplina filosófica que tiene por objeto el ente en cuanto ente y
se eleva hasta sus primeras causas y principios.
- Noético: es lo referido al conocimiento intelectual.
- Trascendente: lo que está “más allá” de algo: Dios como trascendente al mundo:
el ente real como trascendente a la subjetividad.

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