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LA AUTORIDAD

el desafio
Cristiano
_______________________________
_
Copyright © 2017 por Joel Perdomo
¡IMPORTANTE!

ESTE LIBRO ES UNA OFRENDA A DIOS Y LOS


DERECHOS DE AUTOR HAN SIDO CEDIDOS A
LA IGLESIA DE CRISTO EN LA TIERRA.

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IDIOMA – SIN ALTERAR SU CONTENIDO
ORIGINAL.

• ES UN REGALO DEL HNO. JOEL PERDOMO A


LA AMADA IGLESIA DE CRISTO. DANDO POR
GRACIA, LO QUE POR GRACIA HA RECIBIDO.

¡DIOS TE BENDIGA!

JOEL PERDOMO

ÍNDICE

Introducción…………………………………………………….
.7

2
Capítulo – 1 – LA AUTORIDAD
I. LA AUTORIDAD
DIVINA……………………………………..9
a. El principio de la desobediencia
b. El libre albedrío
c. La obediencia y la desobediencia divina
d. La caída del ser humano
II. LA REBELIÓN DE
SATANÁS………………………………..16
a. La rebelión voluntaria de Satanás
b. Satanás el tentador
c. La batalla por el gobierno de la tierra

Capítulo – 2 – LA REBELIÓN EN EL CIELO


I. LA REBELIÓN DE SATANÁS Y SUS
ÁNGELES………………23
a. ¿Quién fue Satanás ¿
b. ¿Cómo el Querubín celestial se convirtió en Satanás?
c. ¿Quiénes son los demonios?
d. ¿Cuál es el castigo de Satanás y sus demonios?
e. ¿Qué hace Satanás en la tierra?
f. ¿Dónde habita Satanás?

3
g. ¿Cuál será el fin Satanás y sus ángeles?

Capítulo – 3 – LA REBELIÓN EN EL JARDÍN DEL EDÉN


I. LA REBELIÓN DE LA RAZA
HUMANA……………………...35
a. ¿De dónde surge el ser humano?
b. ¿Cómo Satanás engañó al ser humano?
c. ¿Cuál fue el castigo por el pecado?
d. ¿Qué solución existe para el pecado?
e. La vida y la muerte eterna, se pueden aceptar o
rechazar
Capítulo – 4 – EL CARÁCTER DE DIOS
I. DIOS ES AMOR Y FUEGO
CONSUMIDOR………………….43
a. El carácter de Dios revelado en la Biblia
b. El carácter amoroso y justo de Dios
c. La diferencia entre los justos y los pecadores
d. Dios tiene comunión con sus hijos

Capítulo – 5 – LA AUTORIDAD DELEGADA POR DIOS


I. LA REBELIÓN CONTRA LA AUTORIDAD
DELEGADA……..51

4
a. ¿Qué es la autoridad delegada?
b. La rebelión de María
c. La rebelión de Coré

Capítulo – 6 – LA REBELIÓN CONTRA LA PALABRA DE


DIOS
I. LA DESOBEDIENCIA DE SAÚL………………………………
61
a. Dios eligió a Saúl como rey de Israel
b. Saúl desobedece a la palabra de Dios
c. Dios comisionó a Saúl acerca de los amalequitas
d. El culto extraño a Dios

Capítulo – 7 – LA REBELIÓN EN LA IGLESIA


I. LA AUTORIDAD DE LOS MINISTROS DE DIOS……………
71
a. Los ministerios de la Iglesia
b. Ministros de Dios bajo la autoridad de Jesús
c. La autoridad delegada a la Iglesia
d. El ejercicio de la autoridad divina

Capítulo – 8 – LA AUTORIDAD EN EL NOMBRE DE JESÚS

5
I. PODER SOBRE SATANÁS Y SUS DEMONIOS EN EL
NOMBRE DE
JESÚS……………………………………………………....79
a. La lucha entre el bien y el mal
b. La victoria de Cristo sobre satanás
c. Un nombre sobre todo nombre
d. El poder y la autoridad de la palabra de Dios

Capítulo – 9 – LA JUSTICIA DIVINA


I. EL CARÁCTER JUSTO DE
DIOS…………………………………….87

a. La justicia de Dios
b. Definiendo nuestros conceptos de justicia
II. IMPLICACIONES DE LA JUSTICIA
DIVINA………………………..98

a. El amor y la justicia divina


b. El amor y la disciplina
c. El amor alcahuete

Capítulo – 10 – CREADOS PARA LA GLORIA DE DIOS


I. LA CORONA DE LA
CREACIÓN…………………………..107
a. Creados para alabanza de su gloria
6
b. La comunión íntima de Dios es con sus hijos
c. La corona de la creación

Conclusión……………………………………………………
115

7
INTRODUCCIÓN

Al referirnos a la autoridad como uno de los mayores desafíos


del cristiano, no hacemos alusión a confrontar la autoridad divina
o resistirla; sino, al gran reto que implica someternos a la
autoridad de Dios.
El restablecimiento de la autoridad divina, sobre el gobierno
de los hombres en la tierra, significa la restauración de la
humanidad a todo nivel.
La separación de Dios ubica al ser humano, bajo maldición
del pecado, y la bendición divina solo se puede conseguir a
través de la obediencia a su voluntad, y sometimiento a su
autoridad.
En la oración modelo que Jesús les enseñó a sus discípulos,
la primera petición que se hace, consiste en restaurar la autoridad
de Dios sobre la tierra. Jesús enseñó:
“Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así
también en la tierra” (Mt. 6:10).
8
El gran reto del cristiano consiste en someterse voluntariamente
a la autoridad de Dios mientras vive en la tierra, antes que se
establezca su voluntad perfecta sobre la humanidad, cuando
Jesús regrese a reinar sobre la tierra.

9
Capítulo – 1 –

LA AUTORIDAD
____________________________________________________

I. LA AUTORIDAD DIVINA

a. El principio de la desobediencia
La obediencia, podría ser el tema más importante de la vida
cristiana, y la parte fundamental para restaurar la relación entre
Dios y la humanidad. Es importante entender el tema de la
obediencia; pero también las implicaciones de la desobediencia y
sus consecuencias en la humanidad.
No se puede hablar de obediencia, si no se explica la
desobediencia. Así como nadie sabría lo que es obscuridad; si no
existiera la luz. El bien y mal son patentes cada día en la
humanidad. No obstante, que el mal entró en el mundo por el
pecado de Adán y Eva, obedecer o desobedecer a Dios, es
todavía una elección individual de cada ser humano. Nadie está
obligado a pecar.
Todo el caos que impera en el universo se desencadenó por
la desobediencia de Satanás en el cielo, donde se rebeló contra
Dios y logró engañar y arrastrar una gran cantidad de ángeles de
Dios, que ahora son los demonios.
Todo vestigio de rebelión o desobediencia que hay en las
estructuras del gobierno humano son causadas por fuerzas del
mal, pero el ser humano aun goza de libre albedrio, y puede

10
desechar el gobierno del mal en su vida, y obedecer
voluntariamente a Dios.
Desde que el cristiano se convierte a Jesucristo, ha decidido
obedecer a Dios; pero, aun debe luchar cada día para mantenerse
en obediencia a Dios y a La Biblia. Ese es el gran reto de todo
cristiano. Jesús dijo:
“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lc.
9:23).
En primer lugar, el cristiano debe negarse a su propia voluntad
para poder hacer la voluntad divina, Jesús dijo: “niéguese a sí
mismo”. Luego, tiene que aceptar las implicaciones de la
obediencia que, a veces, conlleva sacrificio y sufrimiento por la
causa divina, por eso dice: “tome su cruz cada día”. Después se
debe luchar por mantenerse en obediencia todos los días de su
vida, por eso dice: “y sígame”.

b. El libre albedrío
El ser humano no fue creado para gobernarse asimismo,
desprovisto de la sabiduría y del poder de Dios, mas bien, fue
diseñado para vivir en armonía con su Creador. Por esa razón, el
fracaso de la humanidad fue inmediato y perenne, al decidir
separarse de Dios.
El gran desafío de la humanidad es volver a la armonía con
su creador. Eso implica sujetarse a su autoridad, ya que Dios le
dio a cada persona el derecho de elegir libremente (Gn. 12: 16-
17). Esta capacidad de decidir (libre albedrío), es una muestra
del gran amor divino por sus criaturas. Dios en su infinita
bondad, hizo al ser humano, no solo a su imagen y semejanza,
también le dio la capacidad de libre elección.

11
Dios consideró que no era justo manipular a sus criaturas a
su antojo, sin darles la capacidad de elegir voluntariamente. El
libre albedrío, fue un privilegio para el ser humano, lo fatal fue
que eligió el mal.
El caos que existe actualmente en el mundo, fue causado
porque el ser humano eligió desobedecer. Su codicia por el
conocimiento y la búsqueda de una engañosa independencia, le
separó de Dios.
”Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que
era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la
sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su
marido, el cual comió así como ella” (Gn. 3: 6).
Dios es soberano y su autoridad deriva de sí mismo, de su gran
poder que le es inherente y que es revelado a través de la
creación de todas las cosas existentes, (sean visibles o invisibles).
No se necesitan más razones, aunque hay más.
La autoridad divina es incuestionable, Él es el Creador
absoluto del universo y quién sostiene todas las cosas con su
gran poder, sabiduría y autoridad:
“Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad,
se hacen claramente visibles desde la creación del mundo,
siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo
que no tienen excusa” (Ro. 1: 20).

c. La obediencia y la desobediencia a la autoridad divina


Aunque el mal entró al mundo por el pecado de Adán y Eva,
obedecer o desobedecer a Dios es todavía una elección
individual de cada ser humano. En la ley está escrito:
“Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la
muerte y el mal. A los cielos y a la tierra llamo por testigos
hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la
12
muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida,
para que vivas tú y tu descendencia” (Dt. 3: 15 y 19).
El profeta Ezequiel confirma este mensaje de libre elección:
“Mas el impío, si se apartare de todos sus pecados que hizo,
y guardare todos mis estatutos e hiciere según el derecho y
la justicia, de cierto vivirá; no morirá. Todas las
transgresiones que cometió, no le serán recordadas; en su
justicia que hizo vivirá. Mas si el justo se apartare de su
justicia y cometiere maldad, e hiciere conforme a todas las
abominaciones que el impío hizo, ¿vivirá él? Ninguna de
las justicias que hizo le serán tenidas en cuenta; por su
rebelión con que prevaricó, y por el pecado que cometió,
por ello morirá” (Ez. 18: 21-22 y 24).
Jesús también afirmó que nuestra decisión personal, es la que
finalmente determina nuestro futuro eterno, en el cielo o el
infierno:
“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para
recompensar a cada uno según sea su obra” (Ap. 22: 12).
Cada persona será juzgada con relación a su respuesta al mensaje
del evangelio, no perecerá eternamente, solo por el pecado de
Adán y Eva, ni por obra de satanás.
A pesar de la caída, Dios le dio libre voluntad al ser humano
para elegir entre el bien y el mal. Esta explicación sirva para
afirmar que Dios ama al ser humano y no quiere que perezca (2
P. 3: 9). No obstante a que Dios es soberano, la condenación
eterna o la vida eterna, son una elección individual.

d. La caída del ser humano


Para entender la condición actual de la humanidad en la tierra, es
preciso comprender la autoridad que Dios le delegó al ser

13
humano sobre la tierra. Este fue creado en la tierra para que la
gobernara.
Debido al caos creado causado por el pecado en el mundo, a
veces nos es difícil comprender el nivel de poder y autoridad que
Dios le delegó al ser humano al principio para gobernar sobre la
tierra. Adán y Eva descuidaron ese gran privilegio,
menospreciando la autoridad que se les había concedido, sobre
todo lo creado en la tierra. Ellos le cedieron voluntariamente el
gobierno a Satanás:
“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo
creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les
dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y
sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de
los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la
tierra” (Gn. 1: 27 y 28).
El ser humano se dejó engañar y cedió a la tentación de Satanás.
Ahora se sumerge en el pecado y sus fatales consecuencias, pero
Dios no abandona a sus criaturas. Dios ama al ser humano, y ha
provisto un camino de restauración y vida eterna, para los que
obedecen a su voluntad:
“El cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida
eterna a los que perseverando en bien hacer, buscan gloria
y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son
contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen
a la injusticia” (Ro. 2: 6-8).
Si la caída del ser humano fue fatal, su restauración a la
comunión con su Creador es gloriosa. En su gran amor y
misericordia, Dios no abandonó al ser humano, ni le dejó perecer
en su condición de pecado. Él proveyó el medio de salvación al
enviar a Jesús a la tierra para dar su vida por el pecador. Ahora

14
cada ser humano puede escribir una historia de redención, con
recompensa eterna para los vencedores.

II. LA REBELIÓN DE SATANÁS

a. La rebelión voluntaria de Satanás


De acuerdo a la Biblia, Dios le dio capacidad de elegir a sus
criaturas, y no solo al ser humano. El caso más evidente es el del
Querubín, Lucero hijo de la mañana, ahora convertido en
Satanás, quien se rebeló voluntariamente contra Dios en el cielo
y fue derribado a la tierra.
Todo el caos que impera en el universo se desencadenó por
la desobediencia de este Querubín en el cielo, donde se rebeló

15
contra Dios y logró engañar y arrastrar una gran cantidad de
ángeles, que ahora son los demonios (Ap. 12: 7).
Todo vestigio de rebelión o desobediencia que hay en todas
las estructuras del gobierno y las relaciones humanas, son
causadas por fuerzas del mal; pero, el ser humano aun goza de
libre albedrío y puede desechar el mal y obedecer
voluntariamente a Dios.
Cuando el ser humano se convierte a Jesús, decide obedecer
a Dios; pero, aun debe luchar cada día para mantenerse en
obediencia a Dios y a su Palabra (la Biblia). Ese es el gran reto
de todo cristiano. Jesús enseñó:
“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lc.
9: 23).
Satanás es quien dirige toda clase de rebelión en contra de Dios y
su Palabra. No importa porque fuente se desate, los espíritus
demoniacos colaboran con Satanás, y tientan a la humanidad,
para que se rebele contra Dios en todas las formas posibles (1 R.
22: 21-23).
Como la vida humana es corta, a veces no nos apercibimos
de la magnitud de las consecuencias del pecado, pues nacemos
bajo pecado. Esa impide que en ocasiones podamos discernir
claramente entre el bien y el mal, para eso debemos conocer a
profundidad la Biblia y orar a Dios, pidiéndole la guía del
Espíritu Santo para que nos ilumine. Cuando nacemos de nuevo,
por el espíritu, comenzamos a percibir esa realidad espiritual.
Satanás está interesado en que la humanidad desconozca la
realidad del mundo espiritual y la eternidad del alma. Él quiere
que el ser humano niegue la existencia del cielo a fin de que las
personas sean condenadas al infierno. Satanás no quiere que la

16
gente sepa que el existe. Él es el gran engañador. ¡Que Jehová lo
reprenda!

b. Satanás el tentador
La Biblia dice que Dios no tienta a nadie:
“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de
parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el
mal, ni él tienta a nadie” (Stg. 1: 13).
Cada persona decide, por su propia voluntad, entre el bien y el
mal, por eso dice: “Sino que cada uno es tentado, cuando de su
propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la
concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado;
y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Stg. 1: 14-
15).
Satanás puede tentar, pero no puede obligar al ser humano a
hacer el mal, porque Dios le dio la libre capacidad de decidir a
cada una de sus criaturas. No obstante, todo el mal que existe en
la tierra ha sido desatado, desde sus inicios, por causa de la
desobediencia humana. Al principio de la creación, Dios le dio el
gobierno de la tierra al ser humano:
“Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto
de Edén, para que lo labrara y lo guardase” (Gn. 2: 15).
Satanás fue arrojado del cielo a la tierra (Ap. 12: 7-9) y allí tentó
a la primera pareja, quienes cedieron a su engaño, escuchando
las mentiras de Satanás, que contradecían el mandato de Dios
que les advertía no comer del fruto del árbol de la ciencia del
bien y del mal, porque morirían (Gn. 2: 17).
Satanás sigue tentando diariamente a la humanidad para que
se rebele contra Dios. Él sabe que toda persona tiene la
oportunidad de arrepentirse de sus pecados y que puede alcanzar
el cielo, donde él estuvo un día.
17
Él quiere impedirlo porque no fue perdonado por Dios y siente
celo del ser humano. Satanás y sus demonios saben que están
condenados (Mt. 8: 29), pero su orgullo les mantiene dando una
guerra estéril contra Dios.
Dios le está preparando un juicio a Satanás, en el cual es
necesario que se manifieste toda su maldad a fin de que la
creación conozca el justo juicio de Dios.
Además, Dios dejó a Satanás en un estado de locura, pues él
cree que algún día podría derrotar a Dios. Su rebelión y obsesión
por el poder es continuo.

c. La batalla por el gobierno de la tierra


Satanás engañó a la primera pareja y les arrebató la autoridad
que Dios les había dado sobre la tierra. Ahora Satanás ha
extendido su imperio en la tierra con la ayuda de la voluntad
humana, que sigue inclinada al pecado.
Satanás se apoderó de la tierra cuando engañó a la primera
pareja, y eso queda demostrado cuando tentó a Jesús, afirmando
que toda potestad le fue entregada sobre la tierra; y Jesús no lo
niega:
“Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un
momento todos los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A
ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a
mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. Si tú
postrado me adorares, todos serán tuyos” (Lc. 4: 5-7).
Pero Satanás fue derrotado posteriormente por Jesús en la cruz,
quién le arrebató el poder sobre la humanidad:
“Y despojando a los principados y a las potestades, los
exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz”
(Col. 2: 15).

18
Si bien, Cristo venció a Satanás en la cruz, el problema con la
restauración del gobierno de Dios sobre la tierra, es que el ser
humano, aún goza de libre voluntad, y Dios no le obliga a
aceptar el señorío de Cristo en su vida. A pesar de la victoria de
Jesús en la cruz sobre Satanás, el ser humano sigue eligiendo el
pecado, y no a Cristo.
El restablecimiento del gobierno de Cristo en la tierra no
será posible en su totalidad, mientras exista el pecado, sino hasta
que Jesús venga a reinar sobre la tierra.
Juan describe el glorioso retorno de Jesús cuando venga a
establecer su reino sobre la tierra, de la siguiente manera:
“Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y
el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con
justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y
había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre
escrito que ninguno conocía sino él mismo. Estaba vestido
de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO
DE DIOS. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino
finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De
su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las
naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el
lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso.
Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre:
REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Ap. 19: 11-
16).
Por ahora, solo podemos orar al Padre pidiéndole que su reino se
establezca en su totalidad en la tierra, y para que se haga su
perfecta voluntad en la humanidad:
“Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así
también en la tierra” (Mt. 6: 10).

19
El reino de Dios no será establecido, sino hasta que regrese el
gran rey. Ahora el reino de los cielos solo se ha acercado a los
hombres por medio del evangelio que predicó nuestro Señor
Jesucristo, en su primera venida a la tierra. Él dijo:
“El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado;
arrepentíos, y creed en el evangelio” (Mr.1: 15).

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Capítulo – 2 –

LA REBELIÓN EN EL CIELO
____________________________________________________

I. LA REBELIÓN DE SATANÁS Y SUS ÁNGELES

La primera rebelión registrada en la Biblia sucedió en el cielo.


Un Querubín creado por Dios, que en honor a su perfección y
hermosura fue llamado, Lucero hijo de la mañana1, se rebeló
contra Dios y arrastró una gran cantidad de ángeles del cielo con
él. Este Querubín ahora se llama Satanás, y sus ángeles, son
ahora los demonios. Estos fueron expulsados del cielo y lanzados
a la tierra como castigo. Con su engaño han creado un caos en la
humanidad, y han desatado una lucha férrea y continua entre el
bien y el mal.

a. ¿Quién fue Satanás?


1
Satanás fue llamado Lucero, hijo de la mañana (Is. 14:12), el
comparado con un Lucero debido a su belleza, y fue llamado hijo de la
mañana, quizá porque fue un ser creado en un determinado tiempo, a
diferencia de Jesús, que es el Lucero de la mañana (2 P. 1:19), no hijo
de la mañana, pues Él es eterno.
21
Satanás fue un Querubín precioso creado por Dios que se rebeló
en el cielo. Los querubines son ángeles con un alto rango de
autoridad entre los ángeles y son protectores del trono de Dios en
el cielo.
Los siguientes pasajes son alusiones proféticas acerca de la
caída de Satanás desde el cielo:
“¡Como caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana!
Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones.
Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto,
junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el
monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte;
sobre las alturas de las nubes subiré, seré junto al altísimo”
(Is. 14: 12-14).
Satanás no se conformó con la bondad divina de haberle creado
perfecto, sino que codició su trono y entró en competencia con
Dios, queriendo ser como Dios.
Este Querubín, ahora llamado Satanás, corrompió su belleza
y sabiduría, convirtiéndose en un ser abominable. Él fue
expulsado y lanzado a la tierra, a causa de su rebelión y orgullo:
“Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus
ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y
sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar
para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la
serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual
engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus
ángeles fueron arrojados con él” (Ap. 12: 7-9).
b. ¿Cómo el Querubín celestial se convirtió en Satanás?
En su amor y buena voluntad, Dios creó al Lucero hijo de la
Mañana con una belleza única y unos dones perfectos en el cielo,
pero a causa de su gran hermosura se llenó de orgullo y se rebeló

22
contra Dios, queriendo ser igual a Dios. Acerca de la caída de
Satanás, Ezequiel profetiza diciendo:
“Hijo de hombre, levanta endechas sobre el rey de tiro, y
dile: Así ha dicho Jehová el Señor: Tú eras el sello de la
perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. En
Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra
preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe,
crisólito, berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y
oro; los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron
preparados para ti el día de tu creación. Tú, Querubín
grande, protector, yo te he puesto en el santo monte de
Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te
paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día
que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa
de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de
iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de
Dios, y te arrojé de entre las piedras de fuego, oh querubín
protector. Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura,
corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te
arrojé por tierra; delante de los reyes te pondré para que
miren en ti. Con la multitud de tus maldades y con la
iniquidad de tus contrataciones profanaste tu santuario;
yo, pues, saqué fuego de en medio de ti, el cual te consumió
y te puse en ceniza sobre la tierra a los ojos de todos los que
te miran. Todos los que te conocieron de entre los pueblos
se maravillaron de ti; espanto serás y para siempre dejarás
de ser” (Ez. 28: 12-19).
Este pasaje describe a Satanás cuando fue creado perfecto por
Dios en el cielo. Allí gozaba del amor y del poder de Dios. Pero
este pasaje también describe su final, cuando los reyes de la

23
tierra se maravillen de verle en el infierno, como cualquiera de
ellos.

c. ¿Quiénes son los demonios?


Los demonios fueron ángeles que Satanás sedujo para que se
unieran en su rebelión contra Dios. A estos demonios se les
llama ángeles de Satanás:
“Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus
ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y
sus ángeles; pero no prevalecieron ni se halló lugar para
ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la
serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual
engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus
ángeles fueron arrojados con él” (Ap. 12: 7-9).
Los demonios son llamados ángeles de Satanás, son ángeles
caídos, convertidos ahora en demonios. Estos están llenos de
maldad y perdieron su belleza. Ahora son seres despreciables y
sin amor, que perdieron su belleza celestial y ahora tienen
formas de animales a causa de su rebelión contra Dios (Lc. 10:
17-20; Ap. 16: 13).

d. ¿Cuál es el castigo de Satanás y sus demonios?


Dios no perdonó a Satanás y a sus ángeles, debido a su gran
maldad, y los condenó a las tinieblas:
“Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino
que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de
oscuridad, para ser reservados al juicio” (2 P. 2: 4).
El libro de Judas lo confirma diciendo:
“Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que
abandonaron su propia morada, los ha guardado en

24
oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día”
(Judas 1: 6).

e. ¿Qué hace Satanás en la tierra?


De acuerdo a la Biblia, Satanás mata, roba y destruye a la
humanidad, porque no tiene capacidad de crear, ese atributo le
pertenece solo a Dios. Jesús dijo:
“El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo
he venido para que tengan vida, y para que la tengan en
abundancia” (Jn. 10: 10).
Satanás sabe que está condenado eternamente y procura engañar
al ser humano para arrastrar al infierno a cuantas almas pueda,
antes que llegue la hora de su juicio final, el cual sabe que es
inminente.

f. Donde habita Satanás?


La mayoría de personas creen que Satanás vive en el infierno,
pero la Biblia señala que allí será lanzado en su primer castigo,
cuando sea atado por mil años:
“Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del
abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al
dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo
ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró y puso
su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones,
hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto
debe ser desatado por un poco de tiempo” (Ap. 20: 1-3).
Si Satanás va a ser lanzado por Dios al infierno como castigo
durante mil años, durante el gobierno de Cristo sobre la tierra,
significa que, por ahora él no permanece siempre en el infierno.
Satanás tiene un espacio de locomoción limitado. El solo
puede estar en un solo lugar a la vez. Satanás no es
25
omnipresente, ni omnisciente, tampoco omnipotente como Dios.
Es un ser creado. Eso significa que está limitado por el tiempo y
el espacio.
Satanás perdió muchos de sus dones perfectos en su caída,
ahora solo posee un poder limitado, hasta donde Dios se lo
permite. El no decide el destino de la humanidad, el solo es un
engañador de la voluntad humana, que tiene potestad solamente
sobre los que voluntariamente le obedecen.
Satanás tiene su espacio de movimiento en el universo, él
habita en el segundo cielo, el de las galaxias. Por eso la Biblia le
llama el príncipe de la potestad del aire:
“En los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la
corriente de este mundo, conforme al príncipe de la
potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de
desobediencia” (Ef. 2: 2).
La Biblia dice que hay unos principados, que son secuaces de
Satanás que están asignados en el infierno; pero también
describe a las huestes espirituales de maldad que habitan en las
regiones celestes, que están al mando de Satanás:
“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino
contra principados, contra potestades, contra los
gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes
espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6: 12).
Pedro describe que hay unos demonios que están presos en el
infierno:
“Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino
que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de
oscuridad, para ser reservados al juicio” (2 P. 2: 4).
Estos demonios que fueron condenados por Dios a habitar en
prisiones de oscuridad, saldrán un día a la tierra para atormentar
a los seres humanos durante la gran tribulación. Incluso, la Biblia
26
da el nombre del gobernador de las tinieblas que los dirigirá
cuando salgan del abismo, se llama Apolión, en griego; y
Abadón, en hebreo. Acerca de los demonios que habitan en el
infierno, la Biblia señala:
“Y abrió el pozo del abismo, y subió humo del pozo como
humo de un gran horno; y se oscureció el sol y el aire por el
humo del pozo. Y del humo salieron langostas sobre la
tierra; y se les dio poder, como tienen poder los escorpiones
de la tierra. Y se les mandó que no dañasen a la hierba de
la tierra, ni a cosa verde alguna, ni a ningún árbol, sino
solamente a los hombres que no tuviesen el sello de Dios en
sus frentes. Y les fue dado, no que los matasen, sino que los
atormentasen cinco meses; y su tormento era como
tormento de escorpión cuando hiere al hombre. Y en
aquellos días los hombres buscarán la muerte, pero no la
hallarán; y ansiarán morir, pero la muerte huirá de ellos.
El aspecto de las langostas era semejante a caballos
preparados para la guerra; en las cabezas tenían como
coronas de oro; sus caras eran como caras humanas; tenían
cabello como cabello de mujer; sus dientes eran como de
leones; tenían corazas como corazas de hierro; el ruido de
sus alas era como el estruendo de muchos carros de
caballos corriendo a la batalla; tenían colas como de
escorpiones, y también aguijones; y en sus colas tenían
poder para dañar a los hombres durante cinco meses. Y
tienen por rey sobre ellos al ángel del abismo, cuyo nombre
en hebreo es Abadón, y en griego, Apolión” (Ap. 9: 2-11).
Satanás ha ido perdiendo cada día mas de sus poderes. En la
venida de Cristo a las nubes, cuando venga a llevar su Iglesia al
cielo, durante el arrebatamiento, Satanás ya no podrá estar mas
en los aires, pues él no podrá resistir la presencia de Jesús
27
cuando venga en las nubes, y quedará relegado a morar sobre la
tierra:
“Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus
ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y
sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar
para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la
serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual
engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus
ángeles fueron arrojados con él” (Ap. 12: 7-9).
En esta batalla, Satanás es arrojado a la tierra, el texto dice que
desciende con gran furia, sabiendo que le queda poco tiempo, o
sea, los siete años de la tribulación. La Biblia dice:
“Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. !Ay
de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo
ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene
poco tiempo. Y cuando vio el dragón que había sido
arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a
luz al hijo varón. Y se le dieron a la mujer las dos alas de la
gran águila, para que volase de delante de la serpiente al
desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y
tiempos, y la mitad de un tiempo” (Ap. 12: 12-14).
Satanás no tiene parte en el reino de Dios, pero constantemente
acusa a los cristianos ante Dios en el cielo. Eso muestra que no
permanece siempre en el infierno, él se mueve en los aires:
“Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha
venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y
la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el
acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante
de nuestro Dios día y noche” (Ap. 12: 10).
Otros pasajes de la Biblia, también muestran a Satanás acusando
a los hijos de Dios en el cielo. Como el caso de Job, (Job 1: 6-12;
28
también el caso de Pedro (Lc. 22: 31). En ambos casos, satanás
debió pedirle permiso a Dios, antes de tocarles.
Si de acuerdo a la Biblia, ni un pájaro muere sin el permiso
de Dios, eso implica que Satanás solo tiene poder sobre los que
le obedecen y practican el pecado.
El hecho de que Satanás aparezca ante Dios para acusar a los
hijos de Dios, no se trata de que goce de comunión con Dios. Al
contrario, esto solo muestra la soberanía de Dios sobre su
creación. Satanás ya está condenado, pero como un ser creado,
no puede actuar fuera del límite que Dios le ha establecido,
porque Dios es el juez de toda la tierra.

g. ¿Cuál será el fin de Satanás y sus ángeles?


Al final, después del milenio, Satanás será sacado del infierno, y
él y sus demonios, serán echados al lago de fuego y azufre,
donde serán atormentados eternamente:
“Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de
fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y
serán atormentados día y de noche por los siglos de los
siglos” (Ap. 20: 10).
El infierno fue creado para Satanás y sus demonios, no para el
ser humano. La Biblia dice:
“Entonces dirá también a los de la izquierda: apartaos de
mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus
ángeles” (Mt. 25: 41).
Si el ser humano termina condenado en el infierno, es a causa de
su propio pecado, porque voluntariamente decide obedecer a
Satanás. No porque sea la voluntad de Dios.

 CONCLUSIONES ACERCA DE LA CAÍDA DE


SATANÁS
29
• Satanás fue un Querubín precioso creado por Dios en el cielo
que fue llamado, Lucero hijo de la mañana, a causa de su
hermosura y perfección.
• Este Querubín quiso ser igual a Dios, se rebeló y fue
expulsado del cielo, y lanzado a la tierra.
• El Querubín precioso es ahora Satanás.
• Satanás sedujo, y arrastró la tercera parte de los ángeles en
su rebelión. Estos son ahora los demonios que están a su
servicio.
• Satanás sedujo a la primera pareja, y les quitó autoridad en la
tierra.
• Dios creó el infierno para Satanás y sus demonios.

Capítulo – 3 –

LA REBELIÓN EN EL JARDÍN DEL EDÉN


____________________________________________________

I. LA REBELIÓN DE LA RAZA HUMANA

La rebelión de Satanás en el cielo desató un caos en la tierra.


Satanás sedujo con mentiras a la primera pareja para que se
revelarán contra Dios. Desde entonces, la humanidad está
enfrascada en una lucha tenaz entre el bien y el mal. No obstante,
el ser humano puede rechazar el pecado pues aun goza de libre
voluntad para elegir entre el bien y el mal. Satanás puede tentar y
seducir, pero no puede obligar a hacer el mal.

30
a. ¿De dónde surge el ser humano?
Dios creó al ser humano del polvo de la tierra. La Biblia dice.
“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la
tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre
un ser viviente” (Gn. 2: 7).
Dios hizo al ser humano a su imagen, y a su semejanza, por eso
es espiritual, eterno, racional, etc. La Biblia señala:
“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo
creó; varón y hembra los creó” (Gn. 1: 12).
Dios le dio autoridad al ser humano para gobernar sobre la tierra:
“Entonces dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra
semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de
los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal
que se arrastra sobre la tierra” (Gn. 1: 26).
Dios creó el huerto del Edén para el deleite del ser humano. Eso
muestra su gran amor y cuidado. La Biblia dice:
“Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto
del Edén, para que lo labrara y lo guardase” (Gn. 2: 15).
Dios le dijo a la primera pareja, que podían comer de todo árbol
del huerto del Edén, donde les puso, pero les prohibió comer del
árbol de la ciencia del bien y del mal. Esto lo hizo a fin de probar
su obediencia y libre voluntad:
“Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol
del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del
bien y del mal no comerás; porque el día que de el
comieres, ciertamente morirás” (Gn. 2: 16-17).
Según la Biblia, Dios le dio libertad de decidir y un espacio de
locomoción a la primera pareja en el Edén. Eso se puede notar
cuando Dios aparece en el huerto, preguntando por Adán:

31
“Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el
huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se
escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los
árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le
dijo: ¿Dónde estás tú?” (Gn. 3: 8-9).
Dios apareció de algún lugar, lo mas probable es que de su trono.
Eso muestra que Dios no estaba como capataz de la primera
pareja en el Edén, él les confirió autoridad para que gobernaran
sobre la tierra. Lo que conectaba a Dios y a la primera pareja, era
su palabra, que les había dado que guardaran. Hoy día también,
lo que conecta a Dios con sus hijos es su Palabra, la Biblia. La
cual debemos cumplir.

b. ¿Cómo Satanás engañó al ser humano?


Satanás usó la mentira para engañar a la primera pareja.
Satanás es mentiroso, desde el principio. Jesús dijo:
“Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de
vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el
principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no
hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla;
porque es mentiroso, y padre de mentira” (Jn. 8: 44).
La mentira ha sido una de las armas más poderosas que Satanás
ha usado en contra de la humanidad. Satanás usó la mentira
contra la primera pareja, al cuestionar y poner en duda el
mandato divino de no comer del árbol prohibido, bajo
advertencia de muerte:
“Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales
del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la
mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol
del huerto?” (Gn. 3: 1).
El ser humano era consciente del mandato divino:
32
“Pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo
Dios: No comerás de él, ni lo tocareis, para que no muráis”
(Gn. 3: 3).
La serpiente mintió, negó, y cuestionó la verdad divina,
señalando que Dios encubría más información, y utilizó un dato
real para mentir:
“Entonces la serpiente le dijo a la mujer: Sino que Dios
sabe el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y
seréis como Dios sabiendo el bien y el mal” (Gn. 3: 4-5).
Satanás arguyó diciendo que serían como Dios, sabiendo el bien
y el mal, pero no les recordó que Dios había dicho que morirían.
En efecto, ellos tuvieron conocimiento del bien y del mal, pero
eso no les trajo ningún beneficio. Al contrario, fue peor porque
la muerte entró en sus cuerpos y ahora tenían que lidiar con el
mal. Esta es una gran lección para el resto de la humanidad, pues
cuando Dios no comparte un conocimiento, es porque él conoce
si conviene o no. Él es soberano, y como criaturas hechas por
Dios, debemos creer a su palabra, confiar en su conocimiento, y
descansar en su sabiduría.
c. ¿Cuál fue el castigo por el pecado?
Por causa de su engaño a la primera pareja, que fue otro pecado
añadido a su rebelión, Satanás fue puesto bajo maldición divina:
“Jehová Dios dijo a la serpiente (Satanás): por cuanto esto
hiciste, maldita serás entre todas las bestias del campo;
sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de
tu vida” (Gn. 3: 14).
Ya Satanás había sido expulsado del cielo a causa de su rebelión,
y quizás ésta era una prueba más que Dios ponía en su camino,
pero incitó a la primera pareja a que se rebelaran contra Dios.
Satanás siguió contaminando la creación de Dios con su espíritu
de rebelión, y esta vez, fue condenado a arrastrarse y comer
33
polvo. Quizá sea una alusión a su castigo eterno en el fondo de la
tierra, en el infierno, al decir: “sobre tu pecho andarás, y polvo
comerás todos los días de tu vida”.
Como castigo, el ser humano fue echado fuera del huerto del
Edén, y se le privó del privilegio de comer del árbol de la vida:
“Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste,
maldita serás entre todas las bestias y entre todos los
animales del campo; echó, pues fuera al hombre y puso al
oriente del huerto de Edén querubines, y una espada
encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el
camino del árbol de la vida” (Gn. 3: 23).
La tierra que Dios había preparado con amor para la primera
pareja, quedó bajo maldición, y ahora debía ser cultivada con el
sudor de la frente:
“Al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu
mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No
comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con
dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y
cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el
sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la
tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al
polvo volverás” (Gn. 3: 17-19).
La mujer también recibió su castigo, los dolores de su parto
fueron aumentados, a causa de su desobediencia. Parece que los
dolores era algo normal, pero según el texto bíblico, fueron
agravados a causa del pecado:
“A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores
en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo
será para tu marido, y él se enseñoreará de ti” (Gn. 3: 16
a).

34
El ser humano conoció el bien y el mal, pero murió como Dios
les advirtió:
“Y dijo Jehová Dios: he aquí el hombre es como uno de
nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora pues, que no
alargue su mano y coma también del árbol de la vida, y
coma, y vivirá para siempre” (Gn. 3: 22).

d. ¿Qué solución existe para el pecado?


Dios ha brindado solución al problema del pecado humano,
redimiendo gratuitamente a la humanidad por medio del
sacrificio de Jesús (el postrer Adán):
“Porque por cuanto la muerte entró por un hombre,
también por un hombre la resurrección de los muertos.
Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo
todos serán vivificados. Así también está escrito: fue hecho
el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán,
espíritu vivificante. Mas lo espiritual no es primero, sino lo
animal; luego lo espiritual. El primer hombre es de la
tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del
cielo” (1 Co. 15: 21-22, y 45-47).
La muerte introducida por el pecado fue vencida por Cristo. Pero
aún no vemos que todo el beneficio de la salvación haya
alcanzado su plenitud en la tierra. Esto obedece a que la
humanidad, de manera general, ha rechazado a Jesús como
salvador. Para gozar de los beneficios de la salvación, el ser
humano debe aceptar su culpabilidad, y las consecuencias de su
desobediencia.
Existe el peligro de responsabilizar a Dios por las
consecuencias del pecado, que aun imperan en el mundo, y no
reconocer lo fatal que ha sido nuestra decisión de desobedecer a
Dios.
35
e. La vida y la muerte eterna, se pueden aceptar o rechazar
Después de la caída, ningún ser humano está obligado a practicar
o permanecer en el pecado; ni por voluntad propia, ni porque
Satanás le obligue, cada cual decide obedecer o desobedecer.
Santiago dice:
“Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia
concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la
concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el
pecado; siendo consumado, da a luz la muerte” (Stg. 1: 14-
15).
Cada individuo decide el futuro eterno de su alma, mientras vive.
Dios también respeta el libre albedrío del ser humano, no le
obliga a obedecer, eso es voluntario. No obstante, así como el
mandato divino conectaba a la primera pareja con Dios, la
palabra de Dios, la Biblia, juzgará a la humanidad. Jesús dijo:
“Al que óye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo;
porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al
mundo. El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene
quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará
en el día postrero” (Jn. 12: 47-48).
Capítulo – 4 –

EL CARÁCTER DE DIOS
____________________________________________________

I. DIOS ES AMOR Y FUEGO CONSUMIDOR

a. El carácter de Dios revelado en la Biblia


Uno de los propósitos más sublimes de las Sagradas Escrituras,
es revelar el carácter de Dios. Dios quiere que le conozcamos, a
36
través de su revelación especial, que es la Biblia, y que fue
escrita para que aprendamos de Dios:
“Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra
enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la
consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Ro.
15: 4).
Hay innumerables atributos divinos revelados en la Biblia que
definen el carácter de Dios, y que son imprescindibles que los
conozcamos, a fin de relacionarlos bien con Él.
El cristiano que desconoce el carácter de Dios revelado en la
Biblia, estará destinado a sufrir grandes pérdidas en la tierra, e
incluso, estaría en riesgo de perder su propia alma. Nadie se
puede relacionar bien con Dios, si no conoce al Dios de la Biblia.
La gran diferencia entre las religiones y el cristianismo, es que
nosotros servimos y adoramos al Dios de la Biblia. Eso hace la
diferencia en nuestra fe y culto a Dios.

b. El carácter amoroso y justo de Dios


La Biblia dice que Dios es amoroso, y justo a la vez. Moisés, es
una de las mejores referencias que tenemos en la Biblia acerca
del carácter de Dios. La Biblia dice que Moisés hablaba cara a
cara con Dios (Éx. 33: 11). En una ocasión, Dios pasó frente a
Moisés y él pudo percibir parte del carácter divino:
“Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: !Jehová!, !
Jehová!, fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira,
y grande en misericordia y verdad; que guarda
misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la
rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por
inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres
sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera
y cuarta generación” (Éx. 34: 6-7).
37
Moisés describe como una característica divina principal, su gran
amor, pero a la vez afirma que es justo, al señalar que es lento
para la ira.
La Biblia afirma que Dios es amor:
“El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es
amor” (1 Jn. 4: 8).
No obstante, la Biblia también afirma que Dios, es fuego
consumidor:
“Porque nuestro Dios es fuego consumidor” (Hb. 12: 29).
Estos versos hablan por sí mismos, de la justicia divina. Dios es
todo amor, pero es todo justo. No existe amor sin justicia. El
amor es simplemente justo.
Eso implica que Dios ama a sus hijos, pero también les
corrige por amor. Acerca del amor divino, la Biblia dice:
“Como el padre se compadece de los hijos, se compadece
Jehová de los que le temen” (Sal. 103: 13).
De la corrección amorosa y a la vez justa de Dios, la Biblia dice:
“No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová,
Ni te fatigues de su corrección; porque Jehová al que ama
castiga, como el padre al hijo a quien quiere” (Pr. 3: 11-
12).
Todos los seres humanos son creación de Dios; pero, no todos
son hijos de Dios. Dios les da potestad de ser hijos suyos, a los
que le reciben en su corazón y creen en el nombre de Jesús como
salvador. La Biblia dice:
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su
nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Jn.
1: 12).
Dios no solamente es el juez de toda la humanidad, si no que,
como Padre, también tiene el derecho de disciplinar a sus hijos, a
fin de que sean perfeccionados para salvación:
38
“Y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os
dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina
del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él;
porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el
que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata
como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no
disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos
han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos”
(Hb. 12: 5-8).
Acerca del carácter amoroso y justo de Dios, la Biblia revela a
Jesús como un manso Cordero; pero, a la vez, lo muestra como
un fuerte León. Esta caracterización en su doble faceta, de amor
y de juez, se encuentra descrita por Juan en un mismo pasaje del
Apocalipsis:
“Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el
León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para
abrir el libro y desatar sus siete sellos. Y miré, y vi que en
medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio
de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado,
que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete
espíritus de Dios enviados por toda la tierra” (Ap. 5: 5-6).
Usualmente, cuando las personas se convierten a Cristo, solo
conocen a Dios en su faceta de Cordero, pues recién han
experimentado el amor y el perdón divino. No obstante, los que
logran alcanzar madurez en Dios, conocen a Jesús, no solamente
como Cordero, sino también como León. Es necesario que todo
cristiano alcance ese nivel de madurez, si no, le será difícil
entender el carácter divino, sobre todo, en su faceta de juez de
toda la creación. Dios es amor, pero es fuego consumidor.

c. La diferencia entre los justos y los pecadores


39
Dios hace diferencia entre el bueno y el malo. En cierta ocasión
el pueblo judío habló diciendo que no había diferencia entre lo
que le sucede al justo y al pecador. Dios habló que el mostraría
la diferencia. La Biblia dice:
“Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su
compañero; y Jehová escuchó y, oyó, y fue escrito libro de
memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para
los que piensan en su nombre. Y serán para mí especial
tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo
actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su
hijo que le sirve. Entonces os volveréis, y discerniréis la
diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios
y el que no le sirve” (Mal. 3: 16-18).
La Biblia dice que hay un final dichoso para el justo:
“He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren.
Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del
Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo”
(Stg. 5: 11).
También, hay un final fatal para el malo:
“Jehová prueba al justo; pero al malo y al que ama la
violencia, su alma los aborrece. Sobre los malos hará llover
calamidades; fuego, azufre y viento abrasador será la
porción del cáliz de ellos. Porque Jehová es justo, y ama la
justicia; el hombre recto mirará su rostro” (Sal. 11: 5-7).
Esta explicación valga para hacer notar que, si bien, Dios ama al
ser humano, no coacciona su voluntad para obligarle a tomar
decisiones, sino que cada uno elige entre el bien y el mal, y esa
acción es la que finalmente determina el futuro eterno de su
alma. La Biblia dice:
“El cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida
eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria
40
y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son
contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen
a la injusticia” (Ro. 2: 6-8).

d. Dios tiene comunión con sus hijos


Todo ser que existe es creación de Dios:
“Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el
poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad
existen y fueron creadas” (Ap. 4: 11).
Pero, no todos los seres solo por ser creados por Dios, son hijos
de Dios. El pecador no goza de comunión íntima con Dios, ni
goza de los derechos que tienen los hijos de Dios:
“Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno
es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése escucha” (Jn.
9: 31).
Dios escucha al pecador, en calidad de penitente, cuando se
arrepiente de sus pecados, según Romanos 10: verso 13; pero, no
puede demandar las promesas divinas a su favor, porque no le
pertenecen. Los hijos de Dios, en cambio, pueden pedir de
acuerdo a las promesas divinas y Dios les oye:
“La comunión íntima de Jehová es con los que le temen, y a
ellos hará conocer su pacto” (Sal. 25: 14).
Eso no implica que Dios no ayude a los pecadores, Dios hace
llover sobre buenos y malos:
“Para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los
cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que
hace llover sobre justos e injustos” (Mt. 5: 45).
Jesús escuchó la petición del ladrón arrepentido en la cruz:
“Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu
reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy
estarás conmigo en el paraíso” (Lc. 23: 42-43).
41
Dios ama igualmente al justo, como al pecador, pero el pecado
separa de Dios. El amor de Dios hacia el pecador es
misericordioso y perdonador, pero no le tendrá por inocente; si
no se arrepiente de sus pecados, antes de morir, será condenado.
Aunque Dios tiene potestad sobre la vida y la muerte, no
obliga, ni manipula la voluntad humana. Cada ser humano elige
el destino eterno de su alma por una decisión personal.

Capítulo – 5 –

LA AUTORIDAD DELEGADA POR DIOS.


____________________________________________________
42
I. LA REBELIÓN CONTRA LA AUTORIDAD
DELEGADA

Dios como fuente de toda autoridad, delega autoridad en sus


hijos, de acuerdo a su voluntad. Después de la caída, el ser
humano tiende a rebelarse contra la autoridad divina que, en
ocasiones, está representada en seres humanos.

a. ¿Qué es la autoridad delegada?


La autoridad delegada, es aquella que Dios deposita en sus hijos,
de acuerdo al ministerio que se asigna o misión que desempeña
en el reino de Dios en la tierra.
La autoridad delegada representa a Dios dentro del marco de
acción donde se le permite ejercer. Si no se logra identificar a las
autoridades delegadas por Dios se pueden cometer grandes
errores en la vida cristiana.
El punto es que esta autoridad, a veces, parecerá frágil o
sencilla a nuestros ojos, y allí puede estar nuestro engaño, pues
al no identificarla o no reconocerla podemos menospreciarla.
Usualmente, nuestra mente está acostumbrada al concepto de
autoridad secular, que es contraria a la autoridad divina o
espiritual. Jesús explicó la diferencia entre la autoridad en el
gobierno del mundo, quienes lo hacen con violencia e
imposición:
“Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los
gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los
que son grandes ejercen sobre ellas potestad” (Mt. 20: 5).
Mientras que, en el reino de Dios, la autoridad se ejerce con
amor y humildad. Jesús dijo:

43
“Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera
hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el
que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro
siervo” (Mt. 20: 26-27).
La autoridad secular se obtiene con agresividad, mientras que, la
autoridad espiritual se obtiene con humildad, servicio,
sometimiento a la autoridad y voluntad de Dios.
Si la autoridad delegada por Dios se ve con los ojos
naturales, a veces parecerá insignificante o simple y este puede
ser un gran error de apreciación que nos puede causar mucho
daño. Pablo dijo:
“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la
excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” (2 Co.
4: 7).
El poder de Dios, los ministerios y los dones espirituales, están
vaciados en gente común, pero nuestro deber es saber reconocer
esa autoridad.
Uno de los errores más crasos en la vida cristiana, será no
reconocer la autoridad, donde quiera que vayamos, ya sea en la
Iglesia o en la calle.
La Biblia manda que debemos someternos, aún a las
autoridades seculares, y señala que quién resiste la autoridad,
resiste a Dios mismo:
“Sométase toda persona a las autoridades superiores;
porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que
hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se
opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los
que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque
los magistrados no están para infundir temor al que hace el
bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad?
Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es
44
servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme;
porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de
Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. Por lo
cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón
del castigo, sino también por causa de la conciencia. Pues
por esto pagáis también los tributos, porque son servidores
de Dios que atienden continuamente a esto mismo” (Ro. 13:
1-6).
Hay cristianos que matizan la rebelión actuando en contra de la
misma biblia, disfrazan sus acciones como símbolos de
convicción y fe madura, justifican sus actos de rebeldía y
terminan engañándose así mismos.
Acciones como la resistencia a las autoridades seculares, o
negarse a pagar los impuestos, las justifican afirmando que son
un rechazo al mundo. Eso es rebeldía pura, disfrazada de un
falso celo cristiano.
Excepto en los casos donde las autoridades quieran obligar al
cristiano a negar la fe basada en la Biblia, no se les debe
obedecer; pero, debemos obedecerles en todo lo demás (Hch. 4:
19-20).

b. La rebelión de María
El pasaje anterior señala que quién resiste a la autoridad
delegada por Dios, ya sea secular o espiritual, resiste a Dios
mismo y acarrea condenación para sí mismo.
María, la hermana de Moisés, gozaba de dones espirituales.
Ella era profetiza y eso lo uso como excusa para rebelarse contra
su hermano Moisés. En su rebelión, también arrastró a su
hermano Aarón, el sumo sacerdote que también era hermano de
Moisés.

45
María justificó su rebelión alegando que Dios no solo
hablaba por medio de Moisés, sino por ella también:
“María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la
mujer cusita que había tomado; porque él había tomado
mujer cusita. Y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha
hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros? Y
lo oyó Jehová. Y aquel varón Moisés era muy manso, más
que todos los hombres que había sobre la tierra. Luego dijo
Jehová a Moisés, a Aarón, y a María: Salid vosotros tres al
tabernáculo de reunión. Y salieron ellos tres. Entonces
Jehová descendió en la columna de la nube, y se puso a la
puerta del tabernáculo, y llamó a Aarón y a María; y
salieron ambos. Y él les dijo: Oíd, ahora mis palabras.
Cuando haya entre vosotros profeta de Jehová, le
apareceré en visión, en sueños hablaré con él. No así a mi
siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa. Cara a cara
hablaré con él, y claramente, y no por figuras; y verá la
apariencia de Jehová. ¿Por qué, pues, no tuvisteis temor de
hablar contra mi siervo, Moisés? Entonces la ira de Jehová
se encendió contra ellos; y se fue. Y la nube se apartó del
tabernáculo, y he aquí que María estaba leprosa como la
nieve; y miró Aarón a María, y he aquí que estaba leprosa”
(Nm. 12: 1-10). Ver Éx.15: 20.
María creía que sus dones espirituales le ubicaban en el
mismo nivel de autoridad de Moisés; ignorando que los dones y
ministerio no dan mas autoridad. La autoridad en el reino de
Dios es delegada por Dios a quien él quiere, pues solo Él conoce
el corazón, por eso hay que respetarla.
Uno de los mayores engaños en que puede caer el cristiano,
y que causa mucho daño y división dentro de la Iglesia, es creer
que los dones espirituales (por si mismos) nos hacen superior a
46
los demás, o a las autoridades que Dios ha establecido en cada
posición.
Aun, si Dios nos mandase dar un mensaje a alguien que está
puesto en autoridad dentro del reino de Dios, se debe debe hacer
con respeto, cuidado y amor (1 Ti. 5:19).
Cuando Dios establece a una persona como autoridad
delegada en su reino, le representa directamente a Él, y Dios los
defiende.
Dios condenó la rebelión de María y le reclamó porque no
había tenido temor de Dios, al hablar mal de Moisés. Dios se
sintió aludido por la ofensa que le hicieron a su autoridad,
representada en Moisés y por eso salió en su defensa, dando
testimonio de él.
Su juicio fue inmediato sobre María. Ella quedó cubierta de
lepra. Según el texto, Aarón por su parte, se humilló y Dios
perdonó su pecado.
Moisés no debió defenderse en este caso. Dios le defendió de
una rebelión que contaminaba a toda la congregación de Israel.
Dios intervino inmediatamente, pues esta rebelión era de
gran magnitud, ya que María, no solo era hermana de Moisés,
sino que gozaba de reputación como profetiza entre el pueblo.
Eso magnificaba la rebelión y creaba gran confusión en un
pueblo que, constantemente resistía y cuestionaba la autoridad de
Moisés.
Una lección para aprender de este caso es que los dones
espirituales pueden servirle de juicio a quien los recibe y no los
sabe ministrar. Si no se adquiere madurez en la fe y
conocimiento divino que deviene de nuestro andar con Dios y el
estudio de la Biblia, la puerta del estará abierta de par en par para
el fracaso ministerial. Pablo dice:

47
“Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas
recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo
hubieras recibido?” (1 Co. 4: 7).
La autoridad también debe ser humilde. En esta ocasión, Moisés
no solo perdonó a su hermana, sino que rogó a Dios que la
sanara y se lo concedió.

c. La rebelión de Coré
Otro episodio muy triste que sucedió en la congregación de
Israel, fue la rebelión de Coré y su séquito, contra Moisés:
“Coré hijo de Izhar, hijo de Coat, hijo de Leví, y Datán y
Abiram hijos de Eliab, y On hijo de Pelet, de los hijos de
Rubén, tomaron gente, y se levantaron contra Moisés con
doscientos cincuenta varones de los hijos de Israel,
príncipes de la congregación, de los del consejo, varones de
renombre. Y se juntaron contra Moisés y Aarón y les
dijeron: !Basta ya de vosotros! Porque toda la
congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos
está Jehová; ¿por qué, pués, os levantáis vosotros sobre la
congregación de Jehová?” (Nm. 16: 1-3).
Moisés vuelve a sufrir otra rebelión. Esta vez de los príncipes y
de la casta sacerdotal de los levitas. A los levitas les sucedió lo
mismo que a María, la profetiza hermana de Moisés, estos
llegaron a creer que, por tener el privilegio de ministrar delante
de Dios, gozaban de la misma autoridad de Moisés.
Satanás llenó su corazón de envidia y tomaron doscientos
cincuenta varones de renombre que estaban en autoridad, para
rebelarse contra Moisés.
Moisés llevó el caso ante Dios, para que él dijera quien era
santo en la congregación (los rebeldes o Moisés y Aarón). La
señal sería que ofrecerían incienso y al que Dios se lo aceptara,
48
sería el elegido de Dios. No obstante, ante el inminente juicio
que se aproximaba, Moisés trató de persuadir a los rebeldes de su
error, antes de ser consumidos por el fuego divino, pero no
quisieron escucharle:
“Y envió Moisés a llamar a Datán y Abiram, hijos de
Eliab; mas ellos respondieron: No iremos allá” (Nm. 16:
12).
El juicio contra los rebeldes fue terrible. La Biblia dice que el
infierno se tragó vivos a los cabecillas de la rebelión y
descendieron con todo y sus casas al infierno:
“Y aconteció que cuando cesó él de hablar todas estas
palabras, se abrió la tierra que estaba debajo de ellos.
Abrió la tierra su boca, y los tragó a ellos, a sus casas, a
todos los hombres de Coré, y a todos sus bienes. Y ellos,
con todo lo que tenían, descendieron vivos al Seol, y los
cubrió la tierra, y perecieron de en medio de la
congregación” (Nm. 16: 31-33).
También, los doscientos cincuenta levitas que se unieron a la
rebelión, que sacrificaban incienso delante de Dios, fueron
consumidos por el fuego divino en ese juicio, pues provocaron la
ira de Dios con su rebelión:
“También salió fuego de delante de Jehová, y consumió a
los doscientos cincuenta hombres que ofrecían el incienso”
(Nm. 16: 35).

49
Capítulo – 6 –

LA REBELIÓN CONTRA LA PALABRA DE DIOS.


50
____________________________________________________

I. LA DESOBEDIENCIA DE SAÚL

Una de las formas más comunes de rebelión contra la autoridad


divina, es la resistencia a su Palabra. El primer caso de
desobediencia en la tierra, fue cuando la primera pareja ignoró el
mandato de la palabra de Dios en el huerto del Edén. Ellos
prefirieron escuchar y creer a las mentiras de Satanás, por
encima de la palabra de Dios.
De la experiencia, del tristemente célebre rey Saúl con Dios,
se pueden aprender grandes lecciones para no desobedecer a
Dios.

a. Dios eligió a Saúl como rey de Israel


Debido a la desobediencia de Saúl y su consecuente fracaso,
algunas personas niegan la legitimidad del llamado del mal
logrado rey. Bajo ese sentimiento de menosprecio, incluso le
ignoran como primer rey legítimo de Israel, señalando que David
fue el primer rey. Pero, a la luz de la Biblia, indudablemente,
Saúl fue legítimamente elegido como rey directamente por Dios:
“Y un día antes que Saúl viniese, Jehová había revelado al
oído de Samuel, diciendo: Mañana a esta misma hora yo
enviaré a ti un varón de la tierra de Benjamín, al cual
ungirás por príncipe sobre mi pueblo Israel, y salvará a mi
pueblo de mano de los filisteos; porque yo he mirado a mi
pueblo, por cuanto su clamor ha llegado hasta mí.
Tomando entonces Samuel una redoma de aceite, la
derramó sobre su cabeza, y lo besó, y le dijo: ¿No te ha
ungido Jehová por príncipe sobre su pueblo Israel?” (1 S.
9: 15-16, y 10: 1).
51
La señal más legítima del llamado de Saúl, es que fue ungido por
el profeta Samuel, el mismo que ungió también al rey David. Del
profeta Samuel, la Biblia dice que Dios no dejó caer ninguna de
sus palabras al suelo, queriendo decir que Samuel era un
verdadero profeta de Dios. Así que, desde la perspectiva bíblica,
y dejando de lado nuestros sentimientos, Saúl fue legítimamente
llamado por Dios al igual que David. Pero debemos retomar el
mismo principio que desde el inicio hemos estudiado, a saber,
que Dios respeta lo que cada ser humano haga con los dones y
ministerios que les ha confiado, pues somos solo administradores
de la Gracia que se nos ha conferido. El apóstol Pedro explica:
“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los
otros, como buenos administradores de la multiforme
gracia de Dios” (1 P. 4: 10).
b. Saúl desobedece a la palabra de Dios
Cuando Saúl comenzaba su reinado, Samuel le dio instrucciones
de que esperara siete días, para hacer un sacrificio a Dios, a fin
de pedir la bendición divina para una de sus primeras batallas:
“Luego bajarás delante de mí a Gilgal; entonces
descenderé yo a ti para ofrecer holocaustos y sacrificar
ofrendas de paz. Espera siete días, hasta que yo venga a ti y
te enseñe lo que has de hacer” (1 S. 10: 8).
Nadie más podía ofrecer este sacrificio a Dios, ya que solo los
sacerdotes, y en este caso, los profetas guiados por Dios podían
realizar dichas ofrendas. Saúl esperó los siete días conforme a la
palabra de Samuel, pero, justamente al caer la tarde se desesperó,
porque los soldados le abandonaban y temía quedar con pocos
hombres para pelear la batalla:
“Y él esperó siete días, conforme al plazo que Samuel había
dicho; pero Samuel no venía a Gilgal, y el pueblo se le
desertaba. Entonces dijo Saúl: Traedme holocausto y
52
ofrendas de paz. Y ofreció el holocausto. Y cuando él
acababa de ofrecer el holocausto, he aquí Samuel que
venía; y Saúl salió a recibirle, para saludarle. Entonces
Samuel dijo: ¿Qué has hecho? Y Saúl respondió: Porque vi
que el pueblo se me desertaba, y que tú no venías dentro
del plazo señalado, y que los filisteos estaban reunidos en
Micmas, me dije: Ahora descenderán los filisteos contra mí
a Gilgal, y yo no he implorado el favor de Jehová. Me
esforcé, pues, y ofrecí holocausto. Entonces Samuel dijo a
Saúl: Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento
de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora
Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para
siempre. Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se
ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová
ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por
cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó” (1 S.
13: 8-14).
Dios delega autoridad en sus hijos, pero demanda obediencia
porque su obra se debe realizar por medio de nuestra fe,
dependiendo totalmente de Él. La Biblia dice que sin fe es
imposible agradar a Dios (Hb. 11: 6).
No importa la magnitud de nuestra labor en el reino de Dios,
sea grande o pequeña, no se puede realizar si no es por medio de
nuestra fe en Dios.
Dios probó la fe de Saúl. Dios sabía que el pueblo se le
estaba desertando, solo quería que Saúl aprendiera depender
totalmente de su poder, y no en sus propias fuerzas, pero su fe le
faltó.
La misma prueba debió pasar Gedeón, a quien Dios le había
confirmado con señales que ganaría una de sus primeras batallas
como juez de Israel, pero antes de salir a pelear, Dios le dijo que
53
solo irían los que él le dijera, ya que eran muchos, y el pueblo
atribuiría el éxito en la batalla a la cantidad de soldados. De toda
la multitud que había, Dios solo le dejó trescientos soldados, con
los que ganó la batalla (Jc. 7).
Gedeón superó la prueba de su fe, en cambio, a Saúl le faltó
la fe para que Dios le confirmara en su trono como rey de Israel.
Nuestra obediencia a la autoridad divina, marca la diferencia en
nuestra vida cristiana.

c. Dios comisionó a Saúl acerca de los Amalequitas


Cuando el rey Saúl fue comisionado por Dios para hacer juicio
sobre los amalequitas, también volvió a desobedecer:
“Después Samuel dijo a Saúl: Jehová me envió a que te
ungiese por rey sobre su pueblo Israel; ahora, pues, está
atento a las palabras de Jehová. Así ha dicho Jehová de los
ejércitos: Yo castigaré lo que hizo Amalec a Israel al
oponérsele en el camino cuando subía de Egipto. Ve, pues,
y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene, y no te
apiades de él; mata a hombres, mujeres, niños, y aun los de
pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos” (1 S. 15: 1-3).
Dios había advertido juicio contra Amalec, porque habían
atacado injustamente a Israel en su camino a la tierra prometida:
“Y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en un
libro, y di a Josué que raeré del todo la memoria de Amalec
de debajo del cielo” (Éx. 17: 14).
Pero Saúl desobedeció la orden divina, y fue desechado como
rey:
“Y dijo Samuel: Aunque eras pequeño en tus propios ojos,
¿no has sido hecho jefe de las tribus de Israel, y Jehová te
ha ungido por rey sobre Israel? Y Jehová te envió en
misión y dijo: Ve, destruye a los pecadores de Amalec, y
54
hazles guerra hasta que los acabes. ¿Por qué, pues, no has
oído la voz de Jehová, sino que vuelto al botín has hecho lo
malo ante los ojos de Jehová? Y Saúl respondió a Samuel:
Antes bien he obedecido la voz de Jehová, y fui a la misión
que Jehová me envió, y he traído a Agag, rey de Amalec, y
he destruido a los amalecitas. Mas el pueblo tomó del botín
ovejas y vacas, las primicias del anatema, para ofrecer
sacrificios a Jehová tu Dios en Gilgal” (1 S. 16: 17-21).
De ésta malograda experiencia del rey Saúl con Dios, se
desprende uno de los pasajes más relevantes en cuanto a la
obediencia a la autoridad divina. El hecho de que la obediencia
es más importante que todos los sacrificios:
“Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los
holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las
palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que
los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los
carneros. Porque como pecado de adivinación es la
rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por
cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha
desechado para que no seas rey” (1 S. 15: 22-23).
La obediencia es más importante que todos los sacrificios. Dios
le dijo a Saúl, que su obediencia era más agradable que todos los
sacrificios que había ofrecido. No obstante, eso no implica que
los sacrificios no sean agradables a Dios, lo que el pasaje
condena son los sacrificios, sin obediencia.
Cuando Dios nos manda hacer un sacrificio por su obra,
cuenta en su reino, porque lo hacemos en obediencia a su voz.
Lo que Dios condena son los sacrificios sin obediencia.
El pasaje anterior resalta los siguiente en cuanto a la obediencia
a la voz de Dios:
• La obediencia es mejor que los sacrificios.
55
• Prestar atención, es mejor que la grosura de los carneros. No
basta con escuchar la palabra de Dios, hay que obedecerla al
pie de la letra, sin quitarle, ni ponerle.
• En este pasaje, la Biblia muestra que la rebelión es como el
pecado de adivinación. Un rebelde, es comparado con un
adivino por Dios. Debemos considerar esto.
• La obstinación es un pecado como de idolatría. A veces
condenamos los idólatras de imágenes, pero hay muchas
formas de idolatría. Obstinarse con cualquier tema que
conduce a una rebelión, es idolatría de nuestro propio ego.
• Quien desecha la palabra de Dios, rechaza a Dios mismo.
Dios le dijo a Saúl que, por haber desobedecido a su palabra,
Él le había desechado. No rechacemos la palabra de Dios,
para que no nos retiremos avergonzados en su venida (1 Jn.
2: 28). La Biblia dice:
“Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no
escaparon aquellos que desecharon al que los
amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si
desecháremos al que amonesta desde los cielos” (Hb. 13:
25).

d. El culto extraño a Dios


Cuando brindamos culto a Dios, debemos asegurarnos de hacerlo
bajo obediencia a Dios, y en acuerdo con la Biblia. De lo
contrario, aunque sea por falta de conocimiento estaremos en
contradicción y rebeldía contra Dios. Una de las explicaciones
que dio Saúl para tomar de los animales de Amalec, fue que eran
para sacrificarlos a Dios:
“Mas el pueblo tomó del botín ovejas y vacas, las primicias
del anatema, para ofrecer sacrificios a Jehová tu Dios en
Gilgal” (1 S. 16: 21).
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En verdad, Saúl trajo los animales porque el pueblo los codició,
pero a Dios no le agradó porque esos animales estaban dedicados
a los demonios por esos pueblos paganos. Dios no busca que le
ofrendemos cosas impuras, para que sean agradables deben ser
puras, que procedan de un corazón santo.
Si no somos adoradores genuinos, nuestro culto será
desconocido por Dios. Aún las mejores intenciones, se pueden
convertir en un horrendo pecado ante Dios.
La Biblia dice que en una ocasión, un varón llamado Uza,
trató de ayudar para que el arca del pacto no se cayera cuando
era cargada por unos bueyes, y cuando él tocó el arca, murió,
porque no era sacerdote. Él no estaba autorizado para tocar las
cosas sagradas (2 S. 6: 7). Una buena intención, desembocó en
un juicio divino.
Contrario a estos casos de culto extraño a Dios, está el caso
de David, quien, siendo temeroso de Dios, reconoció que no
podía hacerle daño a Saúl cuando tuvo la ocasión. Saúl le
buscaba para matarle sin razón alguna. Pero David entendió que
Dios es el juez de toda la tierra, y prefirió dejar la causa en sus
manos. Al final Saúl murió en manos de sus enemigos y David
fue posteriormente exaltado por Dios (1 S. 24 y 31).

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Capítulo – 7 –

LA REBELIÓN EN LA IGLESIA
____________________________________________________

I. LA AUTORIDAD DE LOS MINISTROS DE DIOS

a. Los ministerios de la Iglesia

58
Jesús estableció ministerios en su iglesia, a quienes les delegó
autoridad espiritual para ministrarla en su reino. El propósito de
los ministerios dados por Cristo a la Iglesia, es perfeccionar a los
santos para que crezcan en estatura espiritual, a fin ejercer bien
su labor en la obra de Dios:
“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas;
a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros a fin de
perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para
la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos
lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo
de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de
la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños
fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de
doctrina, por estratagema de hombres que para engañar
emplean con astucia las artimañas del error, sino que
siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel
que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo,
bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas
que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de
cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose
en amor” (Ef. 4: 11-16).
La autoridad de los ministros de Dios, y todo don espiritual de la
Iglesia, no funcionan de manera independiente, deben estar
ligados al carácter amoroso y justo de Dios, bajo su autoridad y
en obediencia a la Biblia. Implica que los que ejercen autoridad,
deben hacerlo sometidos a la voluntad de Cristo, y guiados por el
Espíritu Santo.

b. Ministros de Dios bajo la autoridad de Jesús

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Al referirnos a los ministros de Dios, implícitamente hacemos
alusión a alguien que ministra dones divinos, y que ejerce
autoridad delegada por Dios en su reino.
Pablo explica que, esta autoridad, es dada para perfeccionar
a los santos, no es destructiva en sí misma:
“Por esto os escribo estando ausente, para no usar de
severidad cuando esté presente, conforme a la autoridad
que el Señor me ha dado para edificación, y no para
destrucción” (2 Co. 13: 10).
No obstante, Pablo usó su autoridad apostólica para corregir, e
incluso para la destrucción del cuerpo, a fin de que el alma de
algunos cristianos fluctuantes fuese salva y purificada, a través
de la prueba. En un caso de pecado dentro de la Iglesia, Pablo
entregó a Satanás a una persona, a fin de que lo zarandeara para
que pudiera arrepentirse de su pecado. Él dijo:
“En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos
vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor
Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para destrucción
de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del
Señor Jesús” (1 Co. 5: 4-5).
Obviamente, este nivel de autoridad no se puede ejercer de
manera humana, solo ministros guiados por el Espíritu Santo la
pueden utilizar; no para crear un estigma, ni para condenar al
pecador, sino a fin de que no perezcan en su pecado.
Para quienes piensan que esta autoridad ya no funciona hoy
día, hay que recordarles que Dios es el mismo de ayer, hoy y por
siempre (Hb. 13: 8).
En una ocasión, el apóstol Pablo entregó a Satanás a dos
cristianos que se desviaron de la fe, y habían caído en blasfemia
contra Dios, Pablo dice: “De los cuales son Himeneo y

60
Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendan
a no blasfemar” (1 Ti. 1: 20).
Es posible que Pablo haya entregado estos dos varones a Satanás
a fin de que su alma no fuese tocada, como en el caso anterior.
La Biblia dice que la blasfemia contra el Espíritu Santo no será
perdonada, pero quizá la blasfemia de ellos no fue directamente
contra el Espíritu Santo, pues Jesús dijo que, si decían algo
contra él, les perdonaría (Mt. 12: 31-32). El punto es que Pablo
entendía claramente la autoridad en el reino de Dios, y fue capaz
de utilizarla a profundidad, para la perfección de los santos.

c. La autoridad delegada a la Iglesia


Antes de resucitar, Jesús les dio autoridad a sus discípulos para
sanar enfermos, resucitar muertos, y echar fuera demonios. Jesús
dijo:
“Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha
acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad
muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad
de gracia” (Mt. 10: 7-8).
Después de resucitar, Jesús recibió del Padre toda autoridad en el
cielo, en la tierra, y debajo de la tierra:
“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me
es dada en el cielo y en la tierra” (Mt. 28: 18).
Ya resucitado, Jesús les dio autoridad a sus apóstoles de
ministrar el perdón de pecados, en su nombre:
“Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me
envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho
esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes
remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los
retuviereis, les son retenidos” (Jn. 20: 21-23).
Jesús es la cabeza de la Iglesia:
61
“Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el
principio, el primogénito de entre los muertos, para que en
todo tenga la preeminencia” (Col. 1: 18).
Eso tiene implicaciones profundas para el ejercicio de la
autoridad. La cabeza es la que guía el resto del cuerpo. Si Jesús
no es quien guía a los ministros, no podrán ejercer bien su
autoridad. Los ministros solo son partes del cuerpo, que
obedecen las órdenes de la cabeza, que es Cristo, a fin de edificar
en el reino de Dios (Ef. 4: 15-16).
A los ministros de la Iglesia, como autoridades delegadas de
Dios, se les debe respetar a causa de la autoridad que Dioses ha
asignado en su reino:
“Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque
ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar
cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose,
porque esto no os es provechoso” (Hb. 13:17).

d. Ejerciendo la autoridad divina


La investidura de autoridad divina es una gran responsabilidad
ante Dios. Los ministros legítimamente llamados por Dios,
deben ministrar su autoridad con humildad, y un temor reverente
a Dios. Eso no implica que deban tener temor de ejercerla, pero
se deben cuidar de no caer en el abuso de autoridad, que es
condenado en la Biblia. Pedro advierte el peligro de caer en este
error:
“Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros,
cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no
por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como
teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino
siendo ejemplos de la grey” (1 P. 5: 2-3).

62
La autoridad delegada de Dios nos puede hacer creer que la
podemos ejercer a nuestro antojo, y esto, nos podría conducir al
abuso de autoridad. Pero, existe otro error opuesto al abuso de la
autoridad que es igualmente dañino a la obra de Dios, y es la
falta del ejercicio de la autoridad. La Biblia advierte que los
ministros de Dios deben saber ejercer bien la autoridad, y ésta la
deben aplicar primero en sus casas; de lo contrario, no podrán
gobernar en la iglesia del Señor. Acerca de los ministros, la
Biblia dice:
“Que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en
sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar
su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?)” (1
Ti. 3: 4-5).
Hay ministros que confunden el amor de Dios con la
alcahuetería, y yerran a la hora de ejercer autoridad en la Iglesia
o en su casa. La Biblia dice que, si un ministro no ejerce
autoridad en los de su casa, tampoco podrá ejercer autoridad en
la Iglesia.
En la Biblia se relata el célebre y triste caso del sacerdote
Elí, que es un monumento a la falta de autoridad. Elí perdió la
promesa del sacerdocio que Dios le había dado a su familia por
generaciones, y murió en un mismo día, juntamente con sus
hijos.
Los hijos de Elí eran sacerdotes y habían pervertido el
sacerdocio. Elí lo sabía, pero solo les amonestó y no los
disciplinó, ni tomó acciones correctivas a fin de sacarlos del
ministerio sacerdotal. Eso le costó su ministerio, y le truncó su
vida y la de sus hijos (1 S. 4).

63
64
Capítulo – 8 –

PODER EN EL NOMBRE DE JESÚS


____________________________________________________

I. EL CRISTIANO TIENE PODER SOBRE SATANÁS Y


SUS DEMONIOS EN EL NOMBRE DE JESÚS

a. La lucha entre el bien y el mal


La Biblia dice que Dios hizo al ser humano con libre voluntad, y
aunque la persona sea cristiana, Dios no le quita esa capacidad
de decidir por sí mismo. Eso implica que, mientras el cristiano
esté en su cuerpo físico, tendrá que lidiar una batalla constante
entre los deseos de su propia carne, y los de su espíritu que son
santos. Jesús lo explicó así:
“Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu
a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mt. 26:
41).
Pablo explica que la carne y el espíritu, se oponen entre sí, y se
enfrascan en una lucha latente, entre el bien y el mal:
65
“Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los
deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el
Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se
oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis” (Gá.
5: 16-17).
El cristiano obedece a Dios voluntariamente, por eso es que
Satanás lucha para que desobedezca. Satanás no puede obligar al
ser humano a pecar, el seduce poniendo la tentación en el camino
para que el ser humano se provoque y ceda al mal. Esta misma
estrategia usa con los cristianos.
Si Satanás no logra que el cristiano desobedezca, por lo
menos tratará de impedir que ore, procurará que viva oprimido, y
agobiado por situaciones y preocupaciones diarias. La idea es
distraer al cristiano para que no se aperciba del poder y las
promesas divinas.
Satanás es padre de mentira, y dirá todo lo contrario a las
promesas de bendición divinas. Jesús dijo:
“Él ha sido homicida desde el principio, y no ha
permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él.
Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es
mentiroso, y padre de mentira” (Jn. 8: 44).
Satanás usa la mentira como una de sus armas preferidas para
engañar al ser humano. A veces, nuestra victoria como
cristianos, dependerá de algo sencillo y poderoso a la vez, y es
creer lo que Dios dice en su Palabra, e ignorar lo que Satanás y
sus demonios digan. Esa lección puede definir grandes victorias,
o fatales derrotas. Satanás no tiene ninguna arma que pueda
doblegar al cristiano, mas que la mentira. Así que, el procurará
engañar con mentiras tan sutiles, que podrán parecer hasta ideas
justificables.
b. La victoria de Cristo sobre Satanás
66
Jesús venció a Satanás en la cruz:
“Anulando el acta de los decretos que había contra
nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y
clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a
las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre
ellos en la cruz” (Col. 2: 14-15).
Esta victoria de Cristo sobre Satanás es total, sobre toda fuerza
del mal. No obstante, ahora Jesús no gobierna totalmente sobre
la tierra porque el corazón del ser humano no se lo permite, ya
que, en su mayoría, están inclinados al pecado. Eso hace que, por
ahora, el gobierno de Jesús en la tierra solo esté establecido en el
corazón de sus amados hijos, los cristianos. El apóstol Pablo
explica lo siguiente:
“Todo lo sujetaste bajo sus pies. Porque en cuanto le sujetó
todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero
todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas” (Hb.
2: 8).
Pero vendrá el tiempo cuando Jesús someterá todas las cosas a su
autoridad, durante su gobierno sobre la tierra:
“Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre,
cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y
potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya
puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies” (1 Co. 15:
24-25.
La autoridad de Dios se establecerá de manera total, cuando
Jesús gobierne sobre la tierra. Sus hijos también reinaremos
juntamente con Él. Jesús dijo:
“Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le
daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de
hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo
también la he recibido de mi Padre” (Ap. 22: 26-27).
67
c. Un nombre sobre todo Nombre
Jesús es la llave de nuestra autoridad. El Padre le dio poder,
dominio y autoridad sobre todas las cosas creadas. Es importante
tener conocimiento de la autoridad del nombre de Jesús. Es en su
nombre, que la Iglesia debe usar su autoridad en la tierra. El
Padre no escuchará ninguna petición nuestra, sino es en el
nombre de su Hijo:
“Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré,
para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo
pidiereis en mi nombre, yo lo haré” (Jn. 14: 13-14).
La autoridad espiritual que Dios ha depositado en sus hijos solo
puede ser efectiva si se usa en el nombre de Jesús:
“Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre
echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas;
tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa
mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán
sus manos, y sanarán” (Mr. 16: 17-18).
Los espíritus inmundos no saldrán fuera del cuerpo de los
pecadores, si no es en el nombre de Jesús. Las enfermedades
solo obedecen al nombre de Jesús. Aún los vientos y el mar
obedecen la voz de Cristo (Mt. 8: 27).
Jesús les dio autoridad a sus discípulos para que hicieran
milagros, y echaran fuera demonios en su nombre:
“Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los
demonios se nos sujetan en tu nombre. Y les dijo: Yo veía a
Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí os doy
potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda
fuerza del enemigo, y nada os dañará” (Lc. 10: 17-19).
Los discípulos se asombraron, porque al pronunciar el nombre de
Jesús, los demonios les obedecían y salían de las personas. Para
68
ellos fue algo asombroso descubrir el poder del nombre de Jesús,
que es el nombre, sobre todo nombre:
“La cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y
sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo
principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo
nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también
en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo
dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es
su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”
(Ef. 1: 20-23).
Pablo continúa diciendo:
“Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí
mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de
cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le
dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el
nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en
los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra” (Ef. 2: 8-10).
Llegará el momento que el nombre de Jesús será reconocido por
toda la creación, y toda rodilla se doblará ante su presencia.

d. El poder y la autoridad de la palabra de Dios


La Biblia nos habla del gran poder de la palabra de nuestro Dios.
Por su palabra fueron creadas todas las cosas:
“Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo
fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también
la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste” (2
P. 2: 5). Ver Col. 1: 16; Ap. 4: 11.
Jesús es el logos, o la palabra encarnada (Jn. 1: 1). Jesús
manifestó el poder de su palabra cuando estuvo en la tierra,
como se puede notar, en los siguientes pasajes:

69
• Con su palabra, Jesús maldijo un árbol de higuera que no
daba fruto, y la higuera se secó (Mt. 21: 18-22).
• Con su palabra, Jesús reprendió los vientos y las aguas, y le
obedecieron (Lc. 8: 24-25).
• Por su palabra, Jesús reprendía a los demonios y salían fuera
de los cuerpos (Mr. 9: 25).
• Con su palabra, Jesús sanaba a los enfermos (Lc. 4: 39).
• En ocasiones, Jesús sanó a los enfermos a la distancia, solo
enviando su palabra (Mt. 8: 5-13).
• En obediencia a la palabra de Jesús, Pedro echó sus redes en
el mar, dónde no había podido pescar, y sacó las redes llenas
(Lc. 5: 5-6). En otra ocasión, Jesús le ordenó a Pedro que
fuera a pescar y que hallaría en la boca de un pez una
moneda con la cual pagarían sus impuestos (Mt. 17: 27).
• Acerca del poder de la palabra de Dios, la Biblia dice que, en
su segunda venida, Jesús consumirá con fuego a los
pecadores con una espada que sale de su boca (Ap. 19: 5).
Por la Palabra de Dios existe y es sustentado todo el universo:
“En estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a
quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo
hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y
la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las
cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la
purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se
sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Hb. 1: 2-
3).

70
Capítulo – 9 –

LA JUSTICIA DIVINA
____________________________________________________

I. EL CARÁCTER JUSTO DE DIOS

a. La justicia de Dios
La justicia es una de las causas que a veces se usa como excusa
para justificar la rebelión contra la autoridad. Puede ser que

71
nuestro propio concepto de justicia este muy distante del que es
bíblico.
La justicia es uno de los temas menos conocidos para el
cristianismo, pero es de gran relevancia en el reino de Dios y su
desconocimiento nos puede llevar a confrontar directa o
indirectamente la autoridad de Dios. La Biblia demanda que el
cristiano haga justicia, pero no podemos ser justos, si no
conocemos lo que es la justicia.
En el mundo no hay justicia, porque el ser humano es por
naturaleza egoísta e injusto. La justicia perdurable solo será
establecida de manera permanente en la tierra cuando Jesús
regrese a reinar. La biblia dice:
“Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y
sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y
poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la
justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir
al Santo de los santos” (Dn. 9: 24). Ver, Mal. 4: 2.
Quizás una de las cosas más difíciles en la vida, es ser justo, tal
vez por eso el tema no sea muy conocido, ni predicado en los
púlpitos. El tema de la justicia toca las fibras más profundas de
nuestros intereses y sentimientos. Nuestro corazón nos falla a la
hora de ser justos.
Puede ser que, al momento de hacer justicia, esta juegue en
contra de nuestros intereses personales, familiares, nacionales,
etc., y por eso se torna muy difícil ser justo.
David decía que el hombre justo, aunque haya jurado en su
propio daño y esto le cause pérdidas, no por eso cambia:
“El que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia”
(Sal. 15: 4b).

b. Definiendo nuestros conceptos de justicia


72
Nuestro concepto de justicia cristiana puede balancearse
inconscientemente en dos grandes pilares, de acuerdo a la Biblia,
a saber: El concepto de justicia según la Ley, y el concepto de
justicia según la Gracia de Jesucristo.
Puede ser que al tratar de juzgar algo lo hagamos partiendo
de los conceptos de justicia que hayamos acumulado o
practicado. Este podia estar fundado en lo siguientes factores:
• En nuestra propia justicia.
• En la justicia según la Ley.
• En la justicia según la Gracia de Jesucristo.

• El concepto de justicia según la voluntad humana


El concepto de justicia según nuestra propia voluntad es
engañoso, prejuiciado y egoísta, del todo malo. Este juicio no
toma en cuenta a Dios, y si lo hace, lo acomoda a su propia
conveniencia, usando a Dios o la Biblia solo como excusa para
establecer su propia justicia. Esto puede llevar a grandes
rebeliones contra la autoridad delegadas y contra Dios mismo.
Pablo explica:
“Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando
establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de
Dios” (Ro. 10: 3).
Quizá a la hora de juzgar algo, ni nos apercibimos de que
estamos juzgando, según nuestros propios criterios que hemos
aprendido en el transcurso de nuestra vida.
El juzgar las cosas de acuerdo a nuestra propia voluntad nos
ubica directamente en contradicción con Dios, pues él es quien
dicta las pautas del juicio y estas están reveladas en la Biblia.
Solo cuando nos guiemos por la justicia divina, estaremos
haciendo un juicio justo de las cosas y evitaremos caer en el
pecado de rebelión.
73
• El concepto de justicia según la Ley
El concepto de justicia, según la Ley de Moisés, está basado en
resarcir el daño que se hace. Esta ley se conoce como la Ley del
Talión. En esta se establece una justicia de ojo por ojo y diente
por diente:
“Y el que causare lesión en su prójimo, según hizo, así le
sea hecho: rotura por rotura, ojo por ojo, diente por
diente; según la lesión que haya hecho a otro, tal se hará a
él” (Lv. 24: 19-20).
En la ley de Moisés, incluso la justicia para salvación, se
adquiría por méritos personales, es decir por obras:
“Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe así:
El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas” (Ro. 10:
5).
Pero la Ley como medio de justicia ha sido abolido:
“Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel
que cree” (Ro. 10: 4).
Después que Cristo vino al mundo a salvar al ser humano, por
medio de su sacrificio en la cruz, nadie mas puede justificarse
por medio de la Ley:
“Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de
la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos
creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de
Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras
de la ley nadie será justificado” (Gá. 2: 16).
En ocasiones, indirectamente, las personas y aun los cristianos
quieren aplicar una justicia según la Ley, pero eso está distante
de la justicia divina, pues la Gracia trae una justicia que no es
por obras; sino por medio de la fe en Jesús.
74
Un caso que puede ilustrar claramente el contraste entre el
concepto de justicia según la Ley, y según la Gracia, es el de
Jacobo y Juan. La Biblia señala que cuando Jesús estuvo
predicando en la tierra, fue rechazado en una aldea samaritana.
Es sabido que judíos y samaritanos no tenían buenas relaciones.
Jacobo y Juan quisieron hacer un juicio, según la Ley, pues era
lo que conocían.
De acuerdo a la Ley, el pecador debía morir por su pecado.
Ellos recordaron a Elías, quien bajo la Ley, consumió con fuego
del cielo a sus enemigos (2 R. 1: 10-12) y procuraron hacer lo
mismo, sin considerar al prójimo.
Jesús les reprendió fuertemente a causa de su juicio, sin
misericordia, pues habían juzgado mal. La Biblia dice:
“Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor,
¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo,
como hizo Elías, y los consuma? Entonces volviéndose él,
los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu
sois; porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder
las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a
otra aldea” (Lc. 9: 54-56).
Según el concepto de los discípulos de Cristo, basado en la Ley,
los que despreciaban a Jesús debían morir, sin misericordia, pero
Jesús reprendió su confuso concepto de juicio.

• El concepto de justicia según la Gracia de Cristo


El juicio en la Gracia le corresponde solo a Cristo. A diferencia
de la Ley, que permitía la venganza, la Gracia nos obliga a
perdonar las ofensas, así como Dios nos ha perdonado nuestros
pecados.
El concepto de justicia en la Gracia cambia radicalmente.
Todo está fundado en el gran amor perdonador del Padre, quien
75
envió a su Hijo para salvarnos. Jesús pagó por nuestros pecados
en la cruz, y eso nos hace deudores. De tal manera que, nos
demanda perdonar, así como Él nos perdonó. Él dijo:
“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os
perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas
si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro
Padre os perdonará vuestras ofensas” (Mt. 6: 14-15).
El perdón de nuestros pecados es gratuito en la Gracia, pero nos
demanda perdonar al prójimo. Esto cambia totalmente el
concepto de justicia, pues ya no está basada en nuestro propio
juicio; sino en el de Dios.
La justicia divina está generalmente determinada en la Gracia.
No existe otra salida, ni atajos a los conflictos con el prójimo, la
única solución es amar y perdonar, aun a los enemigos. Jesús
dijo:
“Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros
enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los
que os maldicen, y orad por los que os calumnian” (Lc. 6:
27-28).
Como hijos de Dios, nuestro concepto de justicia debe ser el
concepto de Jesús. Juan, el Apóstol del amor, explica el amor
divino en el cristiano como un mandamiento de Jesús:
“Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de
Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a
Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es
amor” (1 Jn. 4: 7-8).
El mandamiento es claro en señalar que quien no ama, no conoce
a Dios, aunque con sus labios profese conocerle.
Usualmente, cuando pensamos en la justicia, podemos
cometer el error de pensar más en un juicio divino, que en el
amor y el perdón. Ese es un grave error.
76
La justicia divina ya ha sido dictada y ésta nos demanda
amar y perdonar. No podemos esperar otra cosa. El Señor dice
que no debemos tomar la justicia en nuestras manos:
“No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno
delante de todos los hombres. No os venguéis vosotros
mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios;
porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el
Señor” (Ro. 12: 17-19).
El amor divino cubre multitud de pecados:
“Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque
el amor cubrirá multitud de pecados” (1 P. 4: 8).
Si el cristiano no está convencido del mandato divino de amar y
perdonar, puede caer fácilmente en el lazo del enemigo. El juicio
en la Gracia, no le corresponde al cristiano, Dios se encargará de
hacerle justicia:
“¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que
claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os
digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el
Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lc. 18: 7-8).
El cristiano debe tener confianza en la justicia divina. Su corazón
no debe enfocarse en la venganza; sino en el perdón. La
verdadera justicia consiste en perdonar, tal como fuimos
perdonados.
El cristiano debe enfocarse en ser justo con los demás,
aunque los demás no sean justos con él. Dios es el juez de todas
las cosas, Él no fallará en hacer un justo juicio de nuestras
causas. Podemos ser afectados por el daño que nos causen los
demás; pero, ante Dios solo seremos responsables de nuestra
reacción. El Señor dice que le dejemos la venganza a Él:
“No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad
lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la
77
venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo
tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de
beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás
sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con
el bien el mal” (Ro. 12: 19-21).
Si no entendemos el concepto correcto de justicia, según la
gracia de Jesús, podemos terminar confundidos en cuanto a la
autoridad divina y justificando nuestra rebeldía.
Nuestros conceptos personales de justicia pueden ser una
trampa y una puerta abierta que conduzca al camino de la
rebelión, la amargura, el resentimiento y todo tipo de
sentimientos ajenos a la voluntad de Dios, que llevan a la
destrucción y la pérdida de la paz.
Nuestro deber cristiano es cumplir con el mandato divino de
practicar la justicia divina fundada en el amor de Cristo, sin
esperar que nos traten igual; pues ese es el peor error que
podemos cometer al tratar de ser justos.
No se debe juzgar a los demás, se debe dejar que Dios los
juzgue. Júzgate a ti mismo, para saber si estás poniendo en
práctica lo que Dios te demanda. En eso consiste la justicia,
según Cristo, en que cumplamos lo que se nos ha mandado; no
en que juzguemos o exijamos a otros que sean justos. Jesús dijo:
“No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no
seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados” (Lc. 6:
37).
La única regla para juzgar en la Gracia es el amor de Jesús.
De acuerdo a la Biblia, los cristianos no seremos juzgados por lo
que otros nos hagan; sino por nuestra reacción o respuesta a lo
que nos hagan. Tenemos que pagar bien, por mal. A
continuación, veremos lo que Jesús dijo en Lucas 6: 27-30, y 35-
36:
78
“Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros
enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los
que os maldicen, y orad por los que os calumnian”.
Tenemos que sufrir la afrenta, y evitar la venganza en amor a
nuestro Salvador, quien sufrió lo mismo:
“Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra;
y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues”.
Debemos amar y hacer el bien, sin esperar nada a cambio;
imitando a nuestro Padre celestial, que hace llover sobre buenos
y malos:
“A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es
tuyo, no pidas que te lo devuelva. Amad, pues, a vuestros
enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello
nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del
Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y
malos. Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro
Padre es misericordioso”.
La justicia, es la personificación del gran juez, Dios. Él es el juez
de toda la tierra. La justicia es un ente vivo, y se aplica de
acuerdo al criterio del supremo juez, que es Dios.
En cuanto a su plan de redención para la humanidad, éste ya
está trazado en la Biblia. En cuanto a la justicia individual, Él
pagará a cada uno según sus obras.

79
II. IMPLICACIONES DE LA JUSTICIA DIVINA

a. El amor y la justicia divina


Es imperativo que cuando el cristiano lea el Antiguo Testamento,
comprenda con claridad que Dios no tolera el pecado, porque es
ajeno a su naturaleza. Desde la perspectiva de la justicia divina,
la paga del pecado es muerte. Dios no tiene relación con el
pecado.
Desde antes que la Ley fuese dada a Moisés, Dios castigaba
el pecado con la muerte; pero en la ley es más evidente, por el
conocimiento del pecado.
En el caso de la generación de Noe, fue con un diluvio que
Dios castigó la humanidad para erradicar el pecado (Gn. 7). A
las ciudades de Sodoma y Gomorra, Dios las consumió con
fuego y azufre a causa de su pecado (Gn. 19). No obstante, Dios
es justo y le da oportunidad al pecador para que se arrepienta. En
el caso de la ciudad de Nínive, Dios los perdonó a causa de su
arrepentimiento y anuló el juicio advertido sobre ellos, si no se
arrepentían.
Muchos no entienden porque en la Biblia, y sobre todo en
los relatos del Antiguo Testamento, se ve tanta muerte; pero es
que Dios es amor, pero también es justo.

80
Dios es soberano y hace las cosas con justicia y rectitud. El
apóstol Pablo habla de la soberanía de Dios diciendo:
“Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques
con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por
qué me has hecho así?”
(Ro. 9: 20).
Durante la Ley, el pecador debía morir por su pecado por el
testimonio de dos o tres testigos (Dt. 19: 25). El escritor de la
carta a los Hebreos resume en este verso la interpretación de la
Ley, respecto al pecado:
“El que viola la Ley de Moisés, por el testimonio de dos o
tres testigos muere irremisiblemente” (Hb. 10: 28).
A las demás naciones Dios enviaba juicios de diferentes
maneras, y a veces incluso con la espada, para borrar el pecado
de la tierra.
Ese fue el caso de la tierra que Dios le entregó a Israel por
medio de la espada. Estas naciones conquistadas por Israel eran
abominables ante Dios y al empecinarse en el pecado Dios
decidió destruirlas y entregarle la tierra a Israel:
“No pienses en tu corazón cuando Jehová tu Dios los haya
echado delante de ti, diciendo: Por mi justicia me ha traído
Jehová a poseer esta tierra; pues por la impiedad de estas
naciones Jehová las arroja delante de ti” (Dt. 9:4).
Dios le advirtió a Israel que si ellos cometían los mismos
pecados de los pueblos conquistados, también serían arrojados
de la tierra que Él, les había entregado. Eso habla del carácter
justo de Dios, Él no hace acepción de personas.
No era por favoritismo que Dios le había entregado la tierra
prometida a Israel, simplemente sus moradores la habían
corrompido en gran manera, con sus pecados y Dios había
enviado juicio para erradica el pecado.
81
La Biblia dice que Dios es el juez de toda la tierra, pero él es
un juez justo. Eso fue lo que le dijo Abraham a Dios, antes de la
destrucción de Sodoma y Gomorra:
“Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el
impío, y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal
hagas. El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es
justo?” (Gn. 18:25).
Como soberano creador del universo y de todas las cosas
existentes, Dios como supremo juez posee una autoridad
inherente de juzgar todas las cosas, según su justo juicio.
A Dios le pertenece el mundo y los que la habitan:
“De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que
en él habitan” (Sal. 24:1).
Si entendemos que Dios, aparte de ser amoroso es justo,
podremos entender sus juicios. No existe amor sin justicia, de
otra manera ¿cómo se demostraría el amor divino, si no hace
justicia al agraviado?
El amor y la justicia caminan de la mano en el corazón de
Dios. Para los que a través de esta breve explicación todavía no
conciben la idea de amor y justicia, solo basta recordar uno de
los pasajes más importantes dentro de la interpretación bíblica
respecto a aquellas cosas que no están a nuestro alcance
comprenderlas en su totalidad, dentro de nuestra condición
humana:
“Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas
las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para
siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta
Ley” (Dt. 29: 29).
Dos verdades profundas revela este verso: Las cosas que no son
comprensibles para nosotros, en su totalidad, le pertenecen solo a
Dios; las que nos han sido reveladas, solo debemos obedecerlas.
82
b. El amor y la disciplina
Vivimos en una sociedad extremadamente complaciente y donde
todas las cosas, aun las verdades bíblicas, son relativas. Esto se
presta para que los valores bíblicos sean también desestimados
como importantes. Esa extremada tolerancia hace sentir que la
corrección es un asunto del pasado y que cada quien debe vivir
su vida cristiana como bien le parezca.
Desde la perspectiva divina el amor no implica que Dios no
corrija a sus hijos, ni que no se deban establecer disciplinas en la
familia. Dios mismo se presenta en la Biblia como un padre
amoroso y justo a la vez.
El escritor de la carta a los Hebreos nos ilustra bien esta
verdad:
“Y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os
dirige diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del
Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque
el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe
por hijo” (Hb. 12: 5 y 6).
En estos versos se relaciona de forma íntima, el amor y la
disciplina. Estas caminan juntas en su misión de perfeccionar a
los hijos de Dios en la tierra, así como los padres corrigen a sus
hijos.
Esta corrección no se trata de un maltrato, si no de una
disciplina amorosa, cuyo objetivo es corregir malas actitudes que
al cambiarlas, producirán una vida más placentera:
“Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos;
porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?
Pero si se os deja sin disciplina de la cual todos han sido
participantes, entonces sois bastardos, y no hijos” (Hb.
12:7-8).
83
En estos versos se aclara que el cristiano, como hijo de Dios,
debe participar de la corrección del Señor. De lo contrario, se lo
compara a un hijo ilegítimo del cual el padre no tiene
responsabilidad y tampoco puede gozar de los derechos de un
hijo legítimo. Estar bajo la autoridad divina garantiza protección,
pero implica vivir en obediencia y sumisión a su voluntad.
c. El Amor alcahuete
Elí había sido elegido como sumo sacerdote de Israel siendo
sucesor en una cadena que descendía desde Aarón. Pero los hijos
de Elí corrompieron el sacerdocio y este no los sacó del oficio
sacerdotal.
La Biblia muestra que Elí los amonestó verbalmente de
forma somera (1 S. 3: 22-25), pero no tomó acciones concretas
para sacar a sus hijos del sacerdocio y eliminar así el pecado.
Esto desató la ira divina sobre Elí y sus hijos, quienes murieron
todos en un solo día. Elí perdió la promesa que Dios le había
hecho, de permanecer en el sacerdocio:
“Y Jehová dijo a Samuel: He aquí haré yo una cosa en
Israel, que a quien la oyere, le retiñirán los oídos. Aquel día
yo cumpliré contra Elí todas las cosas que he dicho sobre
su casa, desde el principio hasta el fin. Y le mostraré que yo
juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe;
porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha
estorbado” (1 S. 3:11-13).
En el siguiente verso que puede dar lugar a una interpretación
errada acerca del carácter de Dios se nota como una promesa de
Dios, puede perderse debido a nuestra negligencia para
administrar disciplina sobre los que Dios ha puesto bajo nuestra
autoridad:
“Por tanto, Jehová el Dios de Israel dice: Yo había dicho
que tu casa y la casa de tu padre andarían delante de mí
84
perpetuamente; mas ahora ha dicho Jehová: Nunca yo tal
haga, porque yo honraré a los que me honran, y los que me
desprecian serán tenidos en poco” (1 S. 2:30).
Aquí se hace referencia a la promesa hecha a Aaron (1 S. 2: 27),
y la elección de Elí como sucesor de él en el sacerdocio. Pero, la
promesa le fue quitada a Elí, pues ésta le fue hecha primero a
Aarón, y después a Elí (su hijo), pero también incluía
responsabilidades que debían cumplir los sacerdotes. Esa es la
otra parte del contrato, que no está escrita en este pasaje, pero
está escrita en la Ley, acerca de los deberes de los sacerdotes y
todas las cosas que debían guardar.
Dios no dijo que, aunque los sacerdotes fueran corruptos, Él
respaldaría su ministerio. Es obvio que Dios no va de la mano
con la injusticia, y menos con la cometida por los hijos de Eli,
pues no se arrepintieron.
Dios no se retractó, porque en ninguna parte del contrato2
que hizo con los sacerdotes decía que Dios los respaldaría,
aunque fueran corruptos. Dios no puede contradecirse asimismo,
y aunque Él había hecho una promesa, las acciones pecaminosas
de los sacerdotes hijos de Elí rompieron el pacto.
Dios había dicho que los sacerdotes debían ser santos y para
recordatorio de su compromiso de mantenerse puros, Dios
mandó que hicieran una lámina de oro grabada con la palabra
santidad, la cual llevarían en la mitra3 de su cabeza:
“Harás además una lámina de oro fino, y grabarás en ella
como grabadura de sello, SANTIDAD A JEHOVA” (Éx.
28:36).
2
En un contrato existen dos partes involucradas, y para gozar de
los privilegios, hay que cumplir con las responsabilidades. De lo contrario,
el pacto se rompe. Los hijos de Elí incumplieron su parte de mantenerse
en santidad, por eso Dios los desechó como sacerdotes de su pueblo.
3
Mitra , prenda que utilizaban los sacerdotes sobre su cabeza.
85
Esta lámina representaba y recordaba a los sacerdotes que debían
mantenerse puros delante de Dios para ejercer su ministerio. El
amor de Dios también implica rectitud, la tolerancia extrema,
que raya en la alcahuetería, no es consecuente con el carácter
divino y por eso deben establecerse límites entre lo santo y lo
profano, que deben respetarse para agradar a Dios.
La justicia y el amor van ligados en el carácter divino, así
como los dos ojos de nuestra cara. Quien no acepta, o no
entiende el amor y la justicia divinos, quedará propenso a
confrontar su autoridad y caer en el engaño de Satanás. En un
extremo están los que piensan que como Dios es amor, pueden
jugar con su misericordia; por otro lado, están los que se llenan
de resentimiento porque rechazan los justos juicios de Dios.
Un aspecto muy importante relacionado a la autoridad divina, es
que a quienes se les confía cierta autoridad, deben saber ejercerla
con sensatez para que no les sirva de juicio. A Elí la promesa del
sacerdocio le sirvió de juicio, porque no supo administrar la
autoridad que le había sido delegada, al ser alcahuete con sus
hijos.
Otros abusaron de la autoridad que Dios les confió. Tal es el
caso de Saúl, que una vez que Dios lo eligió como rey, se dedicó
a perseguir injustamente a David para matarle por envidia.
El abuso de la autoridad es tan malo, como el mismo hecho
de no saber ejercer la autoridad divina, que es alcahuetería. Toda
persona puesta en un cargo de autoridad debe discernir cual es el
punto de equilibrio entre estas dos cosas, porque el hilo en bien
finito.
Lo cierto es que ambos extremos crean muchas discordias y
en algunos casos acarrean juicios, si no se sabe administrar bien
la autoridad delegada.

86
Cuando Dios delega autoridad en sus hijos, estos tienen un
marco de acción en el que deben saber ejercerla, siempre con
amor, pero si dejan de hacer lo que Dios les manda, pues Él les
pedirá cuentas de su administración.
En algunos casos, que se salen del marco de la autoridad
asignada, la persona en autoridad deberá dejarle el juicio a Dios;
pero en lo que le corresponde, debe saber ejercerla.

87
Capítulo – 10 –

CREADOS PARA LA GLORIA DE DIOS


____________________________________________________

I. LA CORONA DE LA CREACIÓN

a. Creados para alabanza de su gloria


Toda la creación de Dios ha sido hecha para dar gloria a su santo
nombre. Dios le dijo a Job, que aún las estrellas fueron hechas
para alabar a Dios, juntamente con sus hijos:
“Cuando alababan todas las estrellas del alba, y se
regocijaban todos los hijos de Dios?” (Job 38: 7).
La Biblia dice que la creación fue hecha para hablar del Creador,
aún sin palabras:
“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento
anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro
día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay
lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra
salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras”
(Sal. 19: 1-4).
Es muy importante entender el fin para el cual fuimos creados; si
no existe la posibilidad de desviarnos del propósito para el cual
Dios nos destinó.
El Señor dijo que separados de Él, nada podemos hacer:
“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no
puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid,
así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la
vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo
88
en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada
podéis hacer” (Jn. 15: 4-5).
Existe el riesgo de creer que hacemos la obra de Dios por
nuestras propias capacidades, olvidando que es Dios quien, por
su bondad, nos hace partícipes de su poder.
Se requiere humildad para aceptar que somos criaturas
hechas para alabanza del Creador, e insensatez para no aceptarlo.
El salmista nos recuerda:
“Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo, y no nosotros
a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su
prado” (Sal. 100: 3).
Cuando los hijos de Dios no tienen claro el propósito para el que
fueron creados en esta tierra, fácilmente se pueden envanecer y
separar de Dios a causa de los dones divinos. Esta separación es
tan sutil, que muchos ni saben cómo se distanciaron de Dios.
Hay quien ni lo reconoce.
Existen razones para que esto suceda así. Una de ellas es que
los dones de Dios son irrevocables, y a veces las personas creen
que, si Dios los usa para manifestar su gloria, es porque están en
armonía con su voluntad. Eso le pasó al profeta Balaam, quien se
engrandeció por la fama, y corrompió sus dones a causa de su
ambición material. Los dones espirituales y los ministerios no
son ninguna garantía de gozar una comunión íntima con Dios.
Otro aspecto de la relación con Dios, es que Él no nos obliga
a darle la gloria. Él espera que, como hijos sensatos,
reconozcamos voluntariamente que Él es quien hace todas las
cosas por amor, y que le atribuyamos toda la gloria. Existe el
peligro constante de robarle la gloria a Dios, la cual no comparte
con nadie:
“Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria,
ni mi alabanza a esculturas” (Is. 2: 8).
89
Ese fue el gran pecado de Satanás, el primer rebelde. Satanás se
engrandeció a causa de la belleza que Dios le dio (Ez. 28: 13-
15). Dios compartió de su gran poder y amor, con El Lucero hijo
de la mañana, pero este quiso también tomar la gloria de Dios.
Dios se siente traicionado cuando los seres humanos le
damos la espalda y no reconocemos que Él, hace todas las cosas
por amor. Cuando deposita dones, ministerios y talentos en sus
hijos, es con el fin de hacernos partícipes de sus bondades. Él no
espera que nos separemos de Él.

b. La comunión íntima de Dios con sus hijos


La relación que Dios busca con sus hijos, es de íntima comunión.
Jesús llamó a sus discípulos amigos:
“Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que
hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las
cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Jn. 15:
15).
La relación de Jesús con sus hijos trascendió de siervos a
amigos. No obstante, para ser amigo hay que comenzar como
siervo, y nunca perder el sentido de humildad.
La amistad con Dios, no implica un grado más alto que otros
en nuestra relación con Él, debiera ser la regla para todo
cristiano; pues no se trata de nosotros, sino de Dios, quien nos ha
dado la oportunidad de restaurarnos a la condición y el propósito
original para el que fuimos creados, para gozar de su amor, y
como hijos amados, ser herederos de todas sus bendiciones. La
Biblia dice:
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos bendijo con toda bendición espiritual en los
lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él, antes
de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin
90
mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado
para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo,
según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la
gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el
Amado” (Ef. 1: 3-6).
Esta comunión de amistad es la que Dios anhela con sus hijos,
pero solo se logra a través de nuestra obediencia y sometimiento
voluntario a su autoridad. En la medida en que seamos capaces
de obedecer a Dios, así será de profunda nuestra amistad con Él.
Siempre dependerá de la respuesta del ser humano al amor
divino, pues Dios siempre ha puesto su amor a disposición de la
humanidad. Como hijos de Dios, debemos procurar una relación
de amistad con Dios. Eso depende de nosotros.
No solo fuimos creados para alabanza de la gloria de Dios;
sino que Él, en su gran amor, nos hace partícipes de la obra en su
reino a fin de que también heredemos todas las cosas por la
eternidad.
Debemos cuidar la amistad y la confianza que nos concede
el Padre de servir en la obra del reino, no sea que mareados con
sus bendiciones, talentos y dones, nos alejemos avergonzados de
su presencia y caigamos en rebelión:
“Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se
manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no
nos alejemos de él avergonzados” (1 Jn. 2: 28).
Entre los doce apóstoles, once creyeron el mensaje y las palabras
de Jesús. Judas, habiendo escuchado el mismo mensaje, y siendo
partícipe del amor y el poder de Jesús, eligió hacer el mal y fue
condenado por su pecado.

91
c. La corona de la creación
Se dice que el ser humano es la corona de la creación. Dios lo
hizo a su imagen y semejanza. Aparte de las demás criaturas, al
ser humano le dio la inteligencia para administrar, y la autoridad
para gobernar sobre todo lo creado en la tierra. El ser humano es
especial para Dios, pero en su libre albedrío, puede elegir entre
el bien y el mal.
El pecado ha opacado el propósito original de Dios para la
humanidad. Dios ama al ser humano y desde el principio fue
creado con un propósito de bendición, y para gozar de una
comunión armoniosa y perfecta con su Creador.
En la rebelión de Satanás, toda la creación y la raza humana
fue afectada. No obstante, en Cristo comienza una restauración
del plan original de Dios para el ser humano. Jesús, en la cruz
del calvario tomó la potestad y el reino de todas las cosas. Al ser
Señor de toda la creación, Jesús dio dones a los hombres,
especialmente a sus hijos obedientes:
“Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la
cautividad, y dio dones a los hombres” (Ef. 4: 8).
Jesús nos vuelve a confiar los dones del Padre para que
participemos de su gloria. Pero, Satanás está lleno de envidia
contra el ser humano, pues, aunque somos pequeños, él sabe que
aún tenemos la esperanza de heredar todas las cosas por el amor
del Padre.
Satanás fue un ser muy cercano al trono de Dios y sabe que ha
sido desechado para siempre a causa de su continua maldad y
rebelión contra su Creador. El conoció y disfrutó de la gloria
divina, y no quiere que el ser humano la conozca, pues el, ya no
tiene oportunidad de lograrlo.
Dios, en su soberanía, no les perdonó su rebelión a Satanás y
sus demonios (2 P. 2: 4). Quizá la razón es porque ellos conocían
92
su gloria, y estaban delante de su presencia, disfrutando de todas
sus bendiciones y privilegios cuando se rebelaron. Mientras que
los seres humanos (después de Adán); le adoramos por medio de
la fe, sin haberle visto.

CONCLUSIÓN

 LA OBEDIENCIA Y LA REBELIÓN
SON UNA DESICIÓN PERSONAL

• Fuentes de bendición o maldición


Toda fuente de bendición bíblica que el Padre celestial en su
soberana voluntad, ha abierto para sus hijos, puede también ser
causa de maldición, si no se obedece.
En Dios no existen términos medios. Eso significa que, si no
estamos de su lado, automáticamente estamos en su contra,
aunque no lo pensemos así. Jesús fue quien enseñó esta gran
verdad acerca de nuestra relación con Dios. Él dijo:
93
“El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no
recoge, desparrama” (Mt. 12: 30).
Las bendiciones de los hijos de Dios están sujetas a la
obediencia. Dios, en su divina providencia, de antemano ha
suplido los medios para bendecir a sus hijos por medio de las
promesas de su Palabra. La obediencia a esas promesas, es la
única manera en que Dios puede hacer efectivas las bendiciones
para sus hijos. Dios le dijo a Israel:
“Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la
muerte y el mal” (Dt. 28: 15).

• Fuente de bendición espiritual


La fuente de bendición espiritual de los cristianos está
íntimamente relacionada con su permanencia en la verdad,
después de haber conocido a Jesús como salvador:
“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no
puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid,
así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la
vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo
en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada
podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado
fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan
en el fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras
permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os
será hecho” (Jn. 15: 4-7).
Jesús es la fuente de toda bendición espiritual:
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos bendijo con toda bendición espiritual en los
lugares celestiales en Cristo” (Ef. 1: 3).
La única forma de gozar de los dones espirituales consiste en
permanecer bajo la autoridad de Cristo, y en obediencia a la
94
Biblia. Mientras estemos en el cuerpo físico, los hijos de Dios
tenemos aun la capacidad de decidir entre el bien y el mal, entre
la bendición y la maldición. Someterse a la autoridad divina es
una decisión voluntaria.

• Fuente de autoridad y poder


La obediencia de los cristianos a Dios y a su palabra, les
garantiza moverse en la esfera de su poder. El cristiano debe
permanecer bajo autoridad, para poder ejercer autoridad.
Nadie puede ejercer autoridad, sino está bajo autoridad. Lo
que garantiza una vida victoriosa en Cristo, es vivir bajo la
autoridad de Dios, sometidos a su Palabra, la Biblia, y luego
estar atentos a la voz del Espíritu Santo.
Dios manifestará su poder y su gloria sobre sus hijos
obedientes, pero permanecer bajo su autoridad y gobierno,
dependerá de cada uno. Los dones y ministerios son irrevocables
en los hijos de Dios (Ro. 11: 29), pero Dios no será culpable de
lo que cada uno haga con los logros que nos permite cosechar.
Dios se manifiesta a favor de sus hijos cuando oran, pero es
el deber de cada cristiano llevar la gloria y la honra ante Dios de
los frutos que esto produce. Dios le ha dado conocimiento y
raciocinio a cada persona para saber que, si recibió un don o
ministerio por gracia divina, su deber es llevar toda la gloria a
los pies del Señor Jesús.
Satanás se engrandeció con los dones y talentos que Dios le
dio. La bendición divina se le convirtió en una maldición
perpetua a causa de su arrogancia. Si no permanecemos bajo la
autoridad divina, de nada servirán los dones y ministerios, mas
bien podrían acarrear maldición a quien no los sepa ministrar.

95
No se debe olvidar que, desde la perspectiva divina, sus hijos
solo somos mayordomos en su viña, y administradores de lo que
Él nos ha confiado:
“Así, pues, tengamos los hombres por servidores de Cristo,
y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, se
requiere de los administradores, que cada uno sea hallado
fiel” (1 Co. 4: 1-2).
Los dones y ministerios son dados por Dios a sus hijos a fin de
que participen en la obra de su reino, todo con el fin de
bendecirles al final. Dios espera que, como hijos sensatos, le
llevemos toda la honra y la gloria a sus pies.

LIBROS CRISTIANOS ESCRITOS POR


JOEL PERDOMO

1. NO HAY MALDICIÓN PARA LOS CRISTIANOS


2. EL DIEZMO DESDE ABRAHAM A CRISTO
3. LA PROFECIA COMO MINISTERIO DE LA IGLESIA
4. LA ORACIÓN EFICAZ
5. LA LEY Y LA GRACIA
96
6. EL LLAMADO AL MINISTERIO
7. LOS MINISTERIOS DE LA IGLESIA
8. ADORADODES EN ESPÍRITU Y EN VERDAD
9. FE SIN LÍMITES
10. SIN SANTIDAD, NADIE VERÁ AL SEÑOR
11. VIDA Y MINISTERIO (autobiografía).
12. LA IGLESIA E ISRAEL COMO SEÑALES DEL FIN
13. LA AUTORIDAD – El Desafío Cristiano
14. HUMILLACIÓN Y EXALTACIÓN DEL CRISTIANO
15. RESPUESTAS A PREGUNTAS DIFÍCILES DE LA
BIBLIA
16. TEMAS INTERESANTES DE LA BIBLIA
17. JESÚS, NOMBRE SOBRE TODO NOMBRE
18. EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA

(Búsquelos en internet).

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