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LA SEGUNDA DERROTA DE LA CABALLERÍA – Arnold Hauser

LA SEGUNDA DERROTA DE LA CABALLERÍA

El renacimiento del romanticismo caballeresco, con su entusiasmo por la vida heroica, y la nueva moda
de las novelas de caballerías, fenómenos que se perciben hacia finales del siglo XV en Italia y Flandes y
que alcanza su punto culminante en el XVI en Francia y España, son un síntoma del predominio de la
forma autoritaria de Estado, de la degeneración de la democracia burguesa y de la cortenisanización de la
cultura occidental. Los ideales de vida y los conceptos de virtud caballerescos son la forma en que
revisten su ideología la nueva nobleza, que en parte asciende desde abajo, y los príncipes que se inclinan
por el absolutismo. Después de un siglo de entusiasmo por los caballeros andantes y de la orgía de
aventuras en las novelas caballerescas, la caballería sufre una segunda derrota. Los grandes poetas del
siglo, Cervantes y Shakespeare, anuncian que la caballería ha llegado al fin de sus días y que su fuerza
vital se ha vuelto una ficción.
En ninguna parte alcanzó el nuevo culto de la caballería la intensidad que en España, donde, en la lucha
de siete siglos contra los árabes, las máximas de la fe y el honor, los intereses y el prestigio de la clase
señorial se habían fundido en unidad indisoluble, y donde las guerras de conquista en Italia, las victorias
sobre Francia, las extensas colonizaciones y los aprovechamientos de los tesoros de América, puede
decirse, por sí mismos a convertir en héroe la figura del guerrero. A pesar de sus triunfos y de sus tesoros,
la victoria de España tuvo que ceder ante la supremacía económica de los mercaderes holandeses y de los
piratas ingleses; no estaba en condiciones de aprovisionar a sus guerreros; el orgullo hidalgo se convirtió
en hambriento, si no en pícaro y vagabundo.
La biografía de Cervantes demuestra el destino típico de la época de transición del romanticismo
caballeresco al realismo. Sin conocer esta biografía es imposible valorar al Don Quijote. El poeta procede
de una familia pobre, pero que se considera entre la nobleza caballeresca; como consecuencia de su
pobreza se ve obligado a servir en el ejército de Felipe II como simple soldado en las campañas en Italia.
Toma parte en la batalla de Lepanto, en la que es gravemente herido. A su regreso de Italia cae en manos
de piratas argelinos, pasa cinco amargos años en cautividad hasta que es redimido en 1580. En su casa
encuentra nuevamente a su familia empobrecida y endeudada. Para él mismo –soldado, héroe de Lepanto,
el caballero cautivo- no hay empleo; tiene que conformarse con un cargo subalterno de modesto
recaudador de contribuciones, sufre dificultades materiales, entra en prisión siendo inocente y,
finalmente, tiene que ver el desastre del poder español y la derrota ante los ingleses. La derrota del
caballero se repite a gran escala en el destino del pueblo caballeresco por excelencia. Si Son Quijote
achaca a encantamiento de realidad la inconciliabilidad del mundo y de sus ideales y no puede
comprender la discrepancia de los órdenes subjetivo y objetivo de las cosas, ello significa sólo que se ha
dormido mientras que la historia universal cambiaba, y, por ello, le parece que su mundo de sueños es su
único real, y, por el contrario, la realidad, un mundo encantado lleno de demonios. Dada la falta de
relación entre el héroe y su mundo, toda su acción está condenada a pasar por alto la realidad.
Puede ocurrir que Cervantes no fuera en un principio consciente del profundo sentido de su idea, y que
comenzara en realidad por pensar sólo en una parodia de las novelas de caballería. El tratamiento
paródico de la vida caballeresca no era nuevo; ya Pulci se reía de las historias caballerescas, y en Boiardo
y Ariosto encontramos la misma actitud burlona frente a la magia caballeresca. Cervantes fue preparado
para su actitud escéptica frente a la caballería en Italia, en la patria del liberalismo y el humanismo, y
desde luego hubo de agradecer a la literatura italiana la primera incitación a su universal burla. Su obra
debía ser una parodia de las novelas de caballerías de moda, artificiosas y estereotipadas, y una mera
crítica de la caballería extemporánea, pero también se convirtió en una acusación contra la realidad dura y
desencantada, en la que a un idealista no le quedaba más que atrincherarse detrás de una idea fija. Lo
nuevo con Cervantes es la relativización de ambos mundos, el romántico idealista y el realista
racionalista.
Cervantes vacila entre la justificación del idealismo ajeno del mundo y de la racionalidad acomodada a
éste. De ahí resulta su actitud ambigua frente a su héroe, la cual introduce una nueva época en la
literatura. Hasta entonces había en ella caracteres de buenos o de malos, salvadores y traidores, pero ahora
el héroe es santo y loco en un persona. El descubrimiento de estas dos caras en un carácter significa el
descubrimiento del humor en la literatura. Junto al sentido vacilante ante la realidad y las borrosas
fronteras entre lo real y lo irreal, se podrían estudiar también en él los otros rasgos fundamentales del
manierismo: la transparencia de lo cómico a través de lo trágico y la presencia de lo trágico en lo cómico,
como también la doble naturaleza del héroe, que aparece ridículo y sublime. También figura el
autoengaño consciente, las diversas alusiones del autor a que en su relato se trata de un mundo ficticio.

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