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Markheim —Si =dijo el anticuario-, nuestras transacciones més pro- ductivas son de varias clases. Algunos clientes no saben lo que me traen, y en ese caso consigo un dividendo en razon de mis mayores conocimientos. Otros no son honrados -y aqui levanté la vela, de manera que su luz iluminé con més fuerza las facciones del visitante-, y en ese caso —conti- nud- recojo el beneficio debido a mi integridad. Markheim acababa de entrar, procedente de las calles soleadas, y sus ojos no se habian acostumbrado atin a la mezcla de brillos y oscuridades del interior de la tienda. Aquellas palabras ‘wigrdacesyy la proximidad de la llama le obligaron a cerrar los ojos y a torcer la cabeza. El anticuatio rié entre dientes. ~Viene usted a verme el dia de Navidad —continué-, Cuando sabe que estoy solo en casa, con los cierres echa- ‘0S, y que tengo por norma no hacer negocios en esas Circunstancias. Habra usted de pagar por ello; también 39 Escaneado con CamScanner RL. Stevenson tendria que pagar el tiempo de pierda, puesto que yy deberia estar cuadrando mis libros: ¥ tendra que pagar, ademés, por su extrafia manera de comporarse enel dig de hoy, Soy un modelo de discreci6n no hago pregun, no-es.capaz de tas embarazosas; pero mirarme a Jos.ojos, tient que PABAL POE. ello. Tl anticuario rid una vez més entre.diePtes; y luego volviendo a su voz habitual para tratat de negocios, pero todavia con entonacién irénica, continud: "Puede usted explicar, como de costumbre, de qué ‘manera ha llegado a su poder el objeto en cuestién> sProcede también del gabinete de su tio? {Un coleccio. nista excepcional, desde luego! Y el anticuario, un hombrecillo pequefio y de hom. bros caidos, se le qued6 mirando, casi de puntillas, por encima de sus lentes de montura dorada, moviendo la cabeza con expresién de total incredulidad. Markheim le devolvié la mirada con otra de compasi6n infinita en Ja que no faltaba una sombra de horror. ~Bsta-vea—dlijomesté.usted equivocado. No vengo.a vender sino.a.comprar. Ya no dispongo de ningiin obje- : del gabinete de mi tio sélo queda el revestimiento depres ero aungueestuviera intact, mi buent runs en Bolsa me cmpujara mas bien a ampliarl. sitaes bien sencillo, Busca.un-segal: de Navidad paca-una dams -contings . clcuencia al enazat con la nthe eee nice justificacién que traia pre- pars une cae eresetat mis excusas por molestarle descidé yoo neck "2 importancia. Pero ayer me ieee le hacer entrega de mi peque- sabe usted perfectamente, Lma- 40 er —— A Marke rimonio.con-una.mujer-rica.es algo que-no-debe-des- preciasse. _ “Raquellas palabras siguié una pausa, durante Ia cual el anticuario parecis sopesar incrédulamente la iltima afir- amacién de Markheim. El tictac de muchos relojes entre ‘sos muebles de la tienda y el rumor de los ca~ Jos curios s ron el silencioso briolés en la cércana calle principal llenat intervalo. _De acuerdo, caballero dijo el anticuario-, como us- a. Después de todo, es un viejo cliente; y si, tiene la oportunidad de hacer un buen matri- ted prefier quien le ponga obstaculos. Aqui hay como dice, monio, no seré yo flgo muy adecuado para una dama ~continué-; este es- pejo de mano, del siglo Xv, autenticidad documentada; también procede de una buena coleccién, pero me reser- vo el nombre por discrecién hacia mi cliente, que como usted, amigo mio, era sobrino y tinico heredero de un coleccionista notable. 2 El anticuario, mientras seguia hablando con voz friay sarcéstica, se detuvo para coger un objeto; y, mientras Io hacfa, Markheim suftié un sobresalto, una repentina cri$paci6n de muchas pasiones tumultuosas que se abrie- ron camino hasta su rostro. Pero su turbacién desapare- cié tan répidamente como’ se habia producido, sin dejar otro rastro que un leve temblor en la mano que recibia el espejo. Un espejo =dil ; luego bizo.una.pausa y repitié la palabra con més claridad-. ¢Un espejo? @Para Navidad? Bromea usted. ~a¥ por qué no? -replicé el anticuario-. ¢Por qué un espejo no? 4 Escaneado con CamScanner RL Steven aplaba con una expresin inde Markhcim lo conte : 6 no? —dijo-. Basta cripsible 1 qué no? ~dijo-. con “2y usted me aa ‘Véase usted mismo! ele ve aie a "A mitampoco me gusta.... hia nin. gusta loque ve? j gin hombre. illo se habia echado para atrés cuandy peli, 1 espejo delante de manera tan re. : a descubrir ue no habia ningiin otro mo. een 1ié de nuevo entre dientes, : La madre naruraleza no_parece haber sido-muy-libe. alan su futura spose, caballeto ~dijo el anticuatio, “Le pido -replicd Markheim- un regalo de Navidad y sme da usted esto: un maldito recordatorio de afios, de pecadas, de locuras... juna conciencia de mano! ¢Era 2 su intencion? ¢Pensaba usted en algo concreto? Di- gamelo, Seri mejor que lo haga. Vamos, hableme de us- ted. Voy 2 arriesgarme a suponer que es usted, en secre- to, un hombre muy caritaivo El anticuario examiné detenidamente a su interlocu- tor. Resultaba muy extrafio, porque Markheim no daba |aimpresion de estar riéndose; habia en su rostro algo asi ‘como un ansioso chispazo de esperanza, ‘menor asomo de hilaridad a — oe elanticuario, & caritativo? -replicé el otro sombriamente-, bi aidad: impo; sin escripulos no quiere nadie i manos para vopes tt fuene para guitdato ifs as eos bre! 2Es eso todop aunque sin el Ne 7 ci gues ylo que noes empens el ae a Le Marken ticuatio, con vor cortante, risa entre dientes-. Ya veo de amor, y que ha estado u dama. ~iAb! ~exclamé Markheim, con extraia curiosidad-. ¢Ha estado usted enamorado? Hiibleme de ello 7 ~Yo -exclamé el antcuatio-, enamorado? Nunca he tenido tiempo, ni lo tengo ahora para oir més tonterias, Na usted a llevarse el espejo? -¢Por qué tanta prisa? —rey apradable estar aqui habland que acabé de nuevo con una ‘ue se trata de un matrimonio sted bebiendo a la salud de su plicé Markheim-. Es muy do; y la vida es tan breve y tan insegura que no quisiera agotar apresuradamente ningtin placer; no, ni siquiera uno con tan poca entidad como éste. Es mejor agarratse, agarrarse a lo poco que esté a nuestro alcance, como un hombre al borde de un precipicio. Cada segundo es un precipicio, si se piensa en ello; un precipicio de una milla de altura; lo bastante alto para destruir, si caemos, hasta nuestra iiltima traza de humanidad. Por eso es mejor que hablemos con cal- ma. Hablemos de nosotros: gpor qué hemos de llevar esta mascara? Hagimonos confidencias. {Quién sabe, hasta es posible que leguemos a ser amigos! ~Sélo tengo una cosa que decirle -respondié el anti- cuario-. {Haga usted su compra 0 viyase de mi tienda! ~Es cierto, es cierto ~dijo Markheim-. Ya esta bien de bromas. Los negocios son los negocios. Enséfieme algu- ha otra cosa. mh El anticuario se agaché de nuevo, esta vez para dejar espejo en la estanteria, y sus finos cabellos rubies le cu brieron los ojos mientras lo hacia. Markheim se ee un poco mis, con una mano en el bosllo del abrigo; a Escaneado con CamScanner sieve aie los pulmones: al mismo +, llenindose 4° viferentes aParecicron juntas ion on, fascinacion y tepulsion fj, 1 dec ncimiento del labio supe, site chizo notar elanticug. bead cm salté desde de. "daga boillé un momento i as como una gallina, ge rape en a sien con Ja repisa y luego se desplomg, dun mbar de ros, sobre el sue aba pr un sinfn de voces apenas audi. Eiempo Ht jenda, as habia solemnes y lentas coma bs Sond asus muchos aos; y otras parlanchinas y ae Todas marcaban los segundos en un intrin- ie coro de tictas, Luego, el ruido de los pies de un tauchacho, cordiendo pesadamente sobre la acera, itrum- pidenre el conjuato de voces, devolviendo a Markheim laconciencia de lo que tenia alrededor. Lleno de pavor, contemplé la tienda. La vela segufa sobre el mostrador, y sullama se agitaba solemnemente debido a una corriente desre;y por aquel movimiento insignificante, la habita- cién entera se lenaba de silenciosa agitacién, subiendo y bajando como las olas del mar; las sombras alargadas ca- beceaban as densas manchas de oscuridad se dilataban ¥ contraian como si respirasen, los rostros de los retra- ‘os los dises de porcelana cambiaban y se ondulaban Gino imagenes sobre el agua. La puerta interior seguia bras con un lage an el confuso montén de som- aaa ija de luz semejante a.un indice Marke Dorel ‘Kcrrorizadas ondulaciones los ojos de arkheim se volvieron hacia el cuerpo de la victima, que yacia encogido y desparramado al mismo tiempo, increi- blemente pequefio y, cosa extrafia, mas mezquino atin que en vida. Con aquellas pobres ropas de avaro, en aquella desgarbada actitud, el anticuario yacia como si no fuera mas que un montén de sertin. Markheim habia temido mirarlo y he aqui que no era nada. Y sin embar 0, mientras lo contemplaba, aquel montén de ropa vie- jay aquel charco de sangre empezaron a expresarse con voces elocuentes. Alli tenia que quedarse; no habia nadie gue hiciera funcionar aquellas articulaciones 0 que pu- diera dirigir el milagro de su locomocién: ali tenia que seguir hasta que lo encontraran. Y equé sucederia cuan- do lo encontrasen? Entonces, su came muerta lanzaria un grito que resonaria por toda Inglaterra y Henaria el mundo con los ecos de la persecucién. Muerto o vivo, aquello seguia siendo el enemigo. «El tiempo es el ene- ‘migo cuando falta la inteligencia», pensé; y la primera palabra se quedé grabada en su mente. ELtiempo, ahora que el crimen habia.sido cometido;el-tiempo;-que habia sosio.y trascendental para elasesing, ‘Asin seguia pensando en esto cuando, primero uno y Iuego otro, con los ritmos y las voces més variadas -una tan profunda como la campana de una catedral, otra es- bozando con sus notas agudas el preludio de un vals- los relojes empezaron a dar las tres. : El repentino desatarse de tantas lenguas en aquella cé- ‘mata silenciosa lo desconcert6. Empez6 a ir de un lado para otro con la vela, acosado por sombras en movimien- 45 Escaneado con CamScanner RL See ss vivo pot reflejos casuales. En runs de estilo inglés, otros de os a cra repetida UY og Venecia 0 A de un ercito de espias; Sus mis. “exenca; yl sonido de sus pro, praera con cuidado, turbaba Jy todavia, mientras continuaba lle. vnente le hacia notat con odiosa nindowe 7 ee desu plan. Tendria que haber a mis tranguile; haber preparado ung degdo ‘no deberia haber usado un cuchillo; tendria 7 haber sido més cuidadoso y sélo atar y amordazar al anticuario en lugar de asesinarlo; 0, mejor, ser atin mas ttrevido y acabar ademés con la criada; tendria que ha- berlo hecho todo de manera distinta; intensos remordi- imientos, vanos y tediosos esfuerzos de la mente para cambiar lo inmutable, para planear lo que ya estaba he- cho, para se el arquitecto del pasado irrevocable. Mien. tras tanto, y detras de toda aquella actividad, terrores primitivos, como un escabullirse de ratas en un ético de- sierto,llenaban de agitacién las mas remotas cdmaras de sucerlamino dl poli casa pesadamente sobre su wombro y sus nervios se estremecerian como un pez en- ae ea care 0 bien Pema en desfile ga- Dea in, by horca y el negro atatid, 2 tates de la calle bastaba para que E Markbeim rumor: personas solitaras, dad i compan qc le nee aN ahora forzadas a abandonar tan gres grupos de familiares, rededor de la mesa, los del pasado, y elancélica tarea; ae- 1% Fpentnamentslenciosos al la madre atin con un d a ledo levan- tado; personas de distintas categoras,edadesy estado de imo, pero todos, dentro de su corazén, cutiosos y atentos, tejiendo ya la soga que habria de ahorcatlo, A ve- ces le parecia que no era capaz de moverse con el sig necesario; el tintineo de las altas copas de Bohemia era como un redoblar de campanas; y, alarmado por la in- tensidad de los tictacs, snté la tentaci de parar todos los relojes. Luego, con una rapida tcansformacién de sus panicos,-cl-mismo-silencio-de la-tienda-se le antojé-una fuente de peligro, algo capaz de sorprender y asustar a Jos que pasaran por la calle; y entonces anduvo con mas energia y se movid entre los objetos de la tienda imitan- do, jactanciosamente, los movimientos de un hombre ocu- pado en el sosiego de su propia casa Pero estaba tan dividido entre sus diferentes miedos ‘que, mientras una porcién de su mente seguta alerta y haciendo planes, otra temblaba al borde de la locura. Una particular alucinacién habia conseguido especial atraigo. El vecino escuchando con resto livido junto ala ventana, el viandante detenido en Ia acera por una hort ble conjetura, podian sospechar pero no saber, porque a través de las paredes de ladrillo y de ls ventanas cerra- das sélo pasaban los sonidos. Pero ali, dentro dela casa estaba solo? Saba que sis habia vist salir ala criada en busca de su novio, humildemente engalanada y con un ‘evoy a pasar el dia fuera» escrito en cada lez0 y en a ‘CamScanner Escaneado con’ re RL Stevenson por supuesto; Ys sin embar. ba soo, wat ena cada sonrisa. 5 es sce alzaba por encima de dof go, nl cast ae ruido de pasos. €F2cOnscien. " conta clad ent, de una presencia, Sy lem is cadaincin dela cast a veces CTU Cosa bition y stro que tenia, sin embargo, ojos para ver; Otras, sn rons 4 mano, lucgo Ia presencia cambiaba, ane vendoseen Ia imagen del anticuario MUerto, rea. con rimada pr a astucia ye odio. TA vette haciendo un gran esfuerzo, miraba hacia Ja entreabierta que atin conservaba un extrafio po- der de epulsén, Le casa era alt, la clataboya pequefia yyenbierta de polvo, el dia casi inexistente en razén de la tiebla; ya luz que se filtraba hasta el piso bajo, débil en ‘extremo, capaz apenas de iluminar el umbral de la tien- da Y, sin embargo, en aquella franja de dudosa claridad, no temblaba una sombra? fiuwatbe de ps Markheim, convertido en estatua de , una mirada al muerto. Pero no habia nada Aue temer: seguia tumb: ame bia huido aun sto, ee completamente inmévil; ha: gor dela tormenta, se habia con- “acio. Y muy pronto el jovial caba- Yse alej6 calle adelante, 8 Makheim Aquello era una clara insinuacién de que convenia apresurar lo que faltaba por hacer; de que convenia mat- charse de aquel barrio acusador, sumergitse en el bato de las multitudes londinenses y aleanzat, al final del dia, aquel puerto de salvaci6n y de aparente inocencia que era su cama. Habia aparecido un visitante: en cualquier momento podia aparecer otro y ser més obstinado. Co- meterel crimen sin recogerlos frutos seria un fracasa de- smasiado ato. La-preceupacion de Markheim en aquel -y.como.medio para Alas llaves. ‘Miré por encima del hombro hacia la puerta entreabier- ta, donde atin permanecia la sombra temblorosa; y gin conciencia de ninguna repugnancia mental pero con un, peso en el estémago, se acercé al cuerpo de su vietima, Los rasgos humanos habjan desaparecido por completo. Era como un traje relleno a medias de serrin, con las ex- tremidades desparramadas y el tronco doblado; y, sin embargo, conseguia provocar su repulsién. A pesar de su pequeiiez y de su falta de prestancia, Markheim temi6 que recobrara realidad al tocarlo. Cogié el cuerpo por Jos hombros para ponerlo boca arriba. Resultaba extra- fiamente ligero y flexible, y las extremidades, como si estuvieran rotas, se colocaban en las posturas mas ex- trafias, El rostro habia quedado desprovisto de toda ex- presidn, pero tan pélido como la cera y con una mancha de sangre en la sien, Esta circunstancia resulté muy des- agradable para Markheim. Le hizo volver al pasado de manera instanténes; a cierto dia de festa ep uns alse de pescadores; a un dia gris, con una suave brisa; 2 calle Tena de gente; al sonido estridente de las trompe- a Escaneado con CamScanner RL Stevenson tas, lrefblar de los tambores, ya la vor nasal de un ts ge de baladas, ya un muchacho que iba y venta, sepultado bajo la mulitud y dividido entre la curiosidad jel mido, hte que, alejindose de a 20na més concu- rida, se encontré con una caseta y un gran cartel con di- feremtes escenas, atrozmente dibujadas y peor colorea- das: Brownrigg y su aprendiz; los Mannig con su huésped asesinado; Weare en el momento de su muerte a manos de Thurcell;y una veintena mas de crimenes famosos. Lo veia con tanta claridad como si fuera un espejismo; Markheim era de nuevo aquel nifio; contemplaba una vez mis, con la misma sensacién fisica de néusea, aque- las horribles pinturas; todavia estaba atontado por el re- dablar de los tambores. Un compas de la miisica de aguel dia le vino a la : 0 ala memoria; y ante aquello, por vez Primera, se sintié acometido de escriipulos, luna sensacién de mareo a antculaciones, y tuvo pulos, experiments yuna repentina debilidad en las que hacer un esfuerzo para resistir Markeim das efigies del crimen, contemplaba indiferente su reali- dad. En el mejor de los casos, sentia un poco de piedad por uno que habia poseido en vano todas las facultades que pueden hacer del mundo un jardin encantado; uno que nunca habia vivido y que ya estaba muerto. Pero de contricién, nada; ni el més leve rastro. ‘Acto seguido, después de apartar de su mente aquellas consideraciones, encontré las llaves y se dirigi6 hacia la puerta entreabierta, En el exterior llovia con fuerza y el ruido del agua sobre el tejado habia roto el silencio. Al igual que una cueva con goteras, las habitaciones de la casa estaban Ilenas de un eco incesante que llenaba los ofdos y se mezclaba con el tictac de los relojes. Y, a me- dida que Markheim se acercaba a la puerta, le parecié ofr, en respuesta a su cauteloso caminar, los pasos de otros pies que se retiraban escaleras artiba. La sombra todavia palpitaba en el umbral. Markheim hizo un es- fuerzo supremo para dar confianza a sus misculos y abrié la puerta de par en par. La débil y neblinosa luz del dia iluminaba apenas el suelo desnudo, las escaleras, la brillante armadura colo- cada, alabarda en mano, en un extremo del descansillo, los relieves en madera oscura y los cuadros que colgaban de los paneles amarillos del revestimiento. Era tan fuerte el golpear de la lluvia por toda la casa que, en los oidos de Markheim, empez6 a separarse en muchos sonidos diversos, Pasos y suspiros, el ruido de un regimiento marchando a lo lejos, el tintineo de monedas al contar- las, el chirriar de puertas cautelosamente entreabiertas el repiqueteo de las gotas sobre Parecian mezclarse con F jes, La sensacién el tejado y con el gorgoteo de los desag! 31 Escaneado con CamScanner RL Stevenson -ecié dentro de él hasta llevarlo al weed Tocur. Por todas partes se veia acechado y : 1 las habitaciones altas; ofa cercado. Oia movimiento ef seces que se alzaban en la tienda del anticuario; y cuan. jo empez6, haciendo un gran esfuerzo, a subir las esca. Jeras, sintié pasos.que-huian sin ruido-delante de él y otros que lo seguian cautelosamente. Si estuviera sordo, pensé Markheim, ;qué facil le seria conservar la calma! Y en seguida, y escuchando con atencién siempre reno- vada, se felicité por aquel sentido infatigable que mante- nia alert alas avanzadillas y era un fiel centinela encar- ado de proteger su vida, Markheim giraba la cabeza continuamente; sus ojos, que parecian salirsele de las 6r- binas, exploraban por todas partes, y en todas partes se veian recompensados a medias con la cola de algiin ser innominado que se desvanecia, Los veinticuatro escalo- nes hasta el primer piso fueron otras tantas agonias. En el primer piso las puertas estaban entornadas; tres Puertas como tres emboscadas, haciéndole estremecerse como si fueran bocas de cafién, Nunca més, pens6, po- segtin contaban, sen- “eneedor celestial, Con él, al me- 20 fuera quai mia a as eyes dela na conser oH indiferente ¢ inmutable ier ves eet Prueba concluyente de su con un terror supersticios : Markheim so y abyecto, algiin corte en la continuidad de la expe- riencia humana, alguna caprichosa ilegalidad de la natu, raleza. El suyo era un juego de habilidad que dependia de reglas, que calculaba las consecuencias a Partir de una causa; y équé pasatia sila naturaleza, dela misma mane. ra que el tirano derrotado voleé el tableto del ajedrez, rompiera el molde de su concatenacién? Algo parecido le habia sucedido a Napoleén (al menos eso decian los escritores) cuando el invierno cambié el momento de su aparicién. Lo mismo podia sucederle a Markheim; las sdlidas paredes podian volverse transparentes y revelar sus acciones como las colmenas de cristal revelan las de las abejas; las recias tablas podian ceder bajo sus pies como arenas movedizas, reteniéndolo en su poder; y existian accidentes, perfectamente posibles, capaces de destruirlo; asi, por ejemplo, la casa podia derrumbarse y aprisionarlo junto al cuerpo de su victima; 0 arder el edi- ficio vecino y verse rodeado de bomberos por todas par- tes. Estas cosas le inspiraban miedo; y, en cierta manera, a esas cosas se las podia considerar como la mano de Dios extendida contra el pecado. Pero en cuanto a Dios mis- mo, Markheim se sentia tranquilo; la accién cometida por era sin duda excepcional, pero también lo eran sus ex- cusas, que Dios conocia; era en ese tribunal y no ante los hombres, donde estaba seguro de alcanzar justicia. Una vez sano y salvo en la sala y con la puerta cerrada, Markheim se dio cuenta de que, después de tantos moti- vos de alarma, iba a disfrutar de un descanso. La habita- ign estaba completamente desmantelada, sin alfombra por afadidura, con cajas de embalaje y muebles descaba- lados esparcidos aqui y alld; también encontré varios ¢s- 33 Escaneado con CamScanner RL Stevenson Jos que podia verse desde pes de cvrp enter, or sobt eset diferenes i eamarcads o sin enimarcar, de espal. sch eds am elegant aparador Sheraton, un = ide marqueteria, y una gran cama antigua, con ‘Frat Lac ventana se abrian hasta el suelo, pero afortu- smdamente la pare inferior de los postigos estaba cerra. da. v esto le ocultaba a los vecinos. Markheim procedis ‘ eolocar una de las cajas de embalaje delante del arma- fio yempeaé a probarlaves. Era una tarea larga, porque habia muchas, y molesta por afiadidura; después de todo, podia no haber nada en el armario y el tiempo pasaba volando. Pero ocuparse de una tarea tan concreta sirvi6 para serenalo. Con el rabillo del ojo veia la puerta: de ‘cuando en cuando miraba hacia ella directamente, de la misma manera que al comandante de una plaza sitiada le usta comprobar personalmente el buen estado de sus defensas. Pero en realidad se sentia tranquilo. El ruido de la lluvia que caia en la calle resultaba perfectamente normal y agradable. Luego, en la casa vecina, alguien ‘€mpez6 a arrancar notas de un piano hasta formar la ma- sica de un bine ! las voces de muchos nifios se le unie- ‘on para cantar la letra. ;Qué majestuosa y tranquiliza. doracra a a Que agradables las voces infantile! ; 16 sonriendo mientras revisaba las % y Su mente se llené de im: ondenciaconaqula misc, entras resonaba el Srpano, baindose en lo, otros vag o Ruciendo volar sus cometas nubes empujadas por el viento, ’igenes ¢ ideas en cortes- nifios camino dela iglesia nifios en el campo, unos abundeando por el prado or un cielo cubierto de : ¥ después, al cambiar el 54 Maki ritmo de la miisica, otra vez en la iglesia, con la somno- encia de los domingos de verano, la voz aguda ; yun tan- to afectada del parroco (que le hizo sonreis al recordar, Ja), las tumbas del periodo jacobeo, y el texto de los dies mandamientos grabado en el presbiterio con caracteres ya apenas visibles. Y mientras estaba asi sentado, distraido y ocupado al mismo tiempo, algo le sobresalts, haciéndole ponerse en pie. Two una sensacién coma de hielo, y luego un calor insapastable; le parecié que el corazén iba a estallarle dentro del pecho, y finalmente se quedé inmévil, tem- blando de horror. Alguien subia la escalera con pasos lentos pero firmes; en seguida una mano se poso sobre el picaporte, la cerradura emitié un suave chasquido y se abrié Ja puerta El miedo tenia atenazado a Markheim. No sabia qué esperar: si al muerto redivivo, a los enviados oficiales de la justicia humana o a algiin testigo casual que, sin saberlo, estaba a punto de entregarlo al verdugo. Pero cuando el rostro que aparecié en la abertura recorri6. la habitacién con la vista, lo mir6, hizo una inclina- cién de cabeza, sonrié como si reconociera en él a un amigo, abandoné la estancia y cerré la puerta tras de si, Markheim fue incapaz de controlar su miedo y dejé es- capar un grito ahogado. Al oirlo, el visitante volvi6 a en- trar, —gMe Ilamaba? -pregunté con gesto cordial; y, dicho aquello, introdujo todo el cuerpo en la habitacién y ce- tr6 de nuevo la puerta. Markheim lo contempl6 con toda atencisn de que fue capaz, Quiza su vista tropezaba con algtin obsticulo, por- 55 Escaneado con CamScanner RL Stevenson sn llegado parecia modificarse y on avela sets ee atendabjola luz vaclan. dala como la ee areca reconocerlo; aveces le daba rede lava ees Pea él, a cada momento, como or —™—=C an ps itlerble, rca en su pecho la con ue aguel ser no procedia ni de la tierra ni de Dios. "Tena, sin embargo, un extrafio aire de persona co. ttiente mientras miraba a Markheim sin dejar de sonreir; + después, cuando afadié: «Esté usted buscando el di- nero, no ¢scierto?», o hizo con un tono cortés que nada tenia de extraordinario. Markheim no contesté. ~Debo sefialarle~continué el otro que la criada se ha separado de su novi antes de lo habitual y que no tarda- i mucho en estar de vuelta Si al sefior Markheim se le encontrara en esta casa, no necesito enumerate las con- secuencis. ~éMe conoce usted? ~exclamé el asesino. El visitante sonrié, Hace mucho que es usted uno de mis preferidos ~dijo—; a "etido observando durante todo este tempo y he lo ayudarle con frecuencia. comrade ae Meinl dbl nadeaie ee! licé el otro~ no afecta para “viclo que me propongo prestarl ~i¥a lo creo que si! ~exclane Maka ees! ePemife iat Marken ‘Todavia no me conoce. grag oeee? INO, nunca! » Bracias a Dios, todavia no! ~Le conor co ~repied ‘epics al vistante, con tono severo 0 I, Conozco hasta Sus més intimos pensa- ipor su- 56 be Markheion ~iMe conoce! -exclamé Markheim-.

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